Cómo Hablar Bien en Público para Conseguir Lo Que Deseas Pimentel
Cómo Hablar Bien en Público para Conseguir Lo Que Deseas Pimentel
Cómo Hablar Bien en Público para Conseguir Lo Que Deseas Pimentel
EN PÚBLICO
Manuel Pimentel Siles
(Sevilla, 1961) es escritor, editor,
conferenciante y articulista. Durante
su vida política, fue ministro de
Trabajo y de Asuntos Sociales del
gobierno de España. Desarrolla su
actividad como negociador y en la
resolución de conflictos, es Of Counsel
de BakerMckenzie y director del
programa Arqueomanía, en TVE.
Cómo hablar bien en público para
conseguir lo que deseas es su segunda
obra en la materia, tras su exitoso
cómic Escuela de oratoria.
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Kahle/Austin Foundation
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CÓMO HABLAR BIEN EN PÚBLICO
PARA CONSEGUIR LO QUE DESEAS
CÓMO HABLAR BIEN EN PÚBLICO
PARA CONSEGUIR LO QUE DESEAS
MANUAL DE ORATORIA EFICAZ
EDICIONES OBELISCO
Si este libro le ha interesado y desea que le mantengamos informado de
nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos qué temas son de su interés
(Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales, Naturismo,
Espiritualidad, Tradición...) y gustosamente le complaceremos.
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Colección Exito
CÓMO HABLAR BIEN EN PÚBLICO PARA CONSEGUIR LO QUE DESEAS
Manuel Pimentel
ISBN: 978-84-9111-413-0
Depósito Legal: B-26.700-2018
Printed in Spain
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño
de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada en
manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico,
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Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
sl
INTRODUCCIÓN A LA ORATORIA EFICAZ
Se trata de una historia real. Seguro que conocerás otras situaciones si-
milares a la narrada. Personas que ven limitadas sus aspiraciones profe-
sionales o sueños personales por su incapacidad de expresarse bien en
público. Por el contrario, también sabrás de otras personas que, por su
buena y eficaz oratoria, ascienden y alcanzan puestos de responsabilidad
en política, en empresa o en asociaciones de diverso tipo. El que se expre-
sa bien, sabiendo lo justo, destaca sobre el que no lo hace, por más que
domine la materia de la que habla. Por eso, expresarse bien en público no
es un capricho, sino una herramienta poderosa que te ayudará a realizarte
como persona y como profesional.
Sin embargo, la mayoría comete el enorme error de no tratar de me-
jorar su capacidad de expresión oral, una carencia que limitará y lastrará
muchas de sus aspiraciones vitales. Aprender a hablar bien no es un ador-
no, se trata de una inversión que rinde una elevadísima rentabilidad tanto
en lo profesional como en lo social y personal. Son muchas las personas
que dedican tiempo y recursos en formarse en materias diferentes, pero
que olvidan prepararse en el imprescindible arte de la oratoria. Observa
tu entorno. Casi todas las personas que conoces habrán recibido forma-
ción variada. ¿Cuántas de ellas han cursado oratoria? Pues sería bueno
que les dijeras que mucho de lo que aprenden no les servirá de nada si no
son capaces de comunicarlo bien.
Si en este momento te encuentras con este libro abierto, sobre estas
primeras líneas, es que tú eres de los que tienen claro la importancia de
hablar bien en público y de los que están dispuestos a trabajar para mejo-
rar su capacidad de expresión oral. Enhorabuena. Este libro te ayudará a
conseguirlo de manera sencilla y eficaz. Pero tú también tendrás que po-
ner de tu parte con práctica y atención. El esfuerzo merecerá la pena, sin
duda alguna, y pronto comenzarás a notar cómo mejoras en tu oratoria
eficaz. ¡Mucho ánimo, porque lo vas a conseguir!
Cualquier persona, si se lo propone, puede aprender a hablar bien en
público. Porque hablar bien en público, hoy en día, en la sociedad de la
comunicación, es más importante que nunca. Sin embargo, nos forma-
mos a conciencia en muchas otras materias, como dije, mientras dejamos
sin educar ni cultivar nuestra capacidad de expresión oral. Por eso, en
general, hablamos mal en público y, por la misma razón, quien es capaz
de hacerlo correctamente destaca de inmediato. Que leas este libro de-
muestra que eres consciente de la importancia de hablar bien en público
y de tu ambición de mejora personal. Bien hecho. Pronto estarás orgullo-
so de los avances que conseguirás en tu oratoria, resultando coherente,
además, con tu forma de ser y expresarte. Porque, de alguna forma, ha-
blamos como somos. Por eso, el propio desarrollo personal debe llevar a
aparejada una mejor oratoria, al tiempo que tratar de mejorar nuestra ex-
presión oral debe venir acompañada de un esfuerzo de mejora personal.
Pero no adelantemos materia. Repitamos una vez más, para nuestra
motivación, una idea fundamental. Las personas que se expresan correc-
tamente tendrán muchas más posibilidades de éxito y de promoción
que aquellas que no sean capaces de hacerlo. Están equivocados quie-
nes piensan que la oratoria no es una herramienta imprescindible en esta
sociedad digital que construimos. Quien no sepa hablar correctamente
sufrirá limitaciones o serias dificultades en su vida profesional y social.
Personas de gran valía y conocimiento, como ya hemos conocido, que-
dan relegadas por no saber o por no atreverse a exponer adecuadamente
sus ideas, propuestas y posiciones. Por el contrario, personas con meno-
res conocimientos destacan, ascienden y consiguen sus objetivos gracias
a su capacidad oratoria.
Hablar bien en público, hoy en día, no es un adorno, como sabemos,
sino que se trata de una herramienta tremendamente eficaz para tu éxito
y promoción social y profesional. También para tu propio desarrollo per-
sonal y para tu felicidad. Hablar bien en público no es un capricho para
retóricos, sino que se ha convertido en una necesidad para cualquier per-
sona que aspire a desenvolverse adecuadamente en la compleja y com-
petitiva sociedad actual. Pero no te arrugues ante tanta grandilocuencia.
Anímate, porque pronto lo vas a conseguir.
En esta introducción quiero hacerte llegar cinco ideas básicas, que de-
bes asimilar antes de que te embarques en la intensa navegación por las
páginas de este libro.
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más adelante las diversas técnicas, pero no olvides que, detrás de tus pa-
labras, siempre estás tú. Cuando hablas, de alguna manera, también estás
«vendiendo» tu propia persona, tu prestigio, reputación y valoración.
No lo olvides. Cada vez que tomas la palabra en público es importante
para ti, no existe intervención sin posibles repercusiones. No desaprove-
ches la ocasión que se te brinda cada una de las veces que haces uso de
la palabra.
vi
en nuestro método. No existe una única forma de hablar bien, sino que
cada persona debe saber encontrar la suya propia. El buen orador no será
quien más metáforas utilice en la tribuna, sino el que logre transmitir más
eficazmente sus prioridades o el que mejor consiga persuadir a la audien-
cia. El orador no habla para gustarse a sí mismo, debe hablar para gustar o
convencer a su audiencia. La oratoria no es un ornato floral, es una herra-
mienta verbal con un gran poder intrínseco. La oratoria tiene una esencia
finalista, se ejercita para algo. La mejor oratoria es la que mejor consigue
los fines que persigue. En oratoria, lo útil es lo hermoso.
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determinado, a través de un medio y en unas circunstancias específicas
y particulares para cada momento. Siendo conscientes de esta realidad
compleja, nuestro método de oratoria la abordará en su conjunto. Pronto
comprobarás la altísima eficacia que se obtiene con la mirada global que
proponemos y con el enfoque de la oratoria que plantearemos.
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Hazlo de pie, gesticula de la manera que consideres oportuno. ¿El tema?
Debes hacer una breve presentación de tu persona, de los motivos que te
impulsan a leer este libro y de por qué consideras que hablar en público
es importante. No debes extenderte más de cinco minutos. No muestres
el contenido a nadie y guárdalo. Lo utilizarás como testigo para conocer
tu evolución una vez que vayamos avanzado en el curso. Lo titularemos
«Vídeo inicial» cuando nos refiramos a él.
Y como combinaremos teoría con práctica, además de las prácticas
que te propongamos, te formularemos, al final de cada uno de los capí-
tulos, unos ejercicios tipo test de preguntas/respuestas para que puedas
repasar y fijar los contenidos básicos. Al final del libro encontrarás las
respuestas correctas para cada una de las preguntas.
Por otra parte, utilizaré el masculino genérico para facilitar la lectura
y por cuestiones de eficacia lingúística. Ni que decir tiene que cuando
escribo la expresión «el orador», me refiero por igual a la mujer o al hom-
bre que utiliza la palabra en público.
A estas alturas, ya estamos navegando juntos. Nuestro destino: hablar
de manera eficaz. El viento sopla a nuestro favor. Suelta amarras, llegare-
mos a buen puerto.
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ISS” PRÁCTICA
1. La oratoria:
Ú a. Enla era de internet ya no es importante.
Ú b. Es un capricho de charlatanes presuntuosos.
Ú c. Es una herramienta útil y práctica que nos ayuda a triunfar.
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5. La oratoria:
O a. Es un fin es sí misma.
( b. Es un hablar hermoso con adornos lingúísticos.
Ú c. Es un medio para alcanzar los objetivos propuestos.
6. El miedo escénico:
(O a. Lo experimentan todas las personas y se puede superar.
U b. Es insuperable para quien lo padece.
( c. Es tan raro que sólo lo padecen contadas personas.
7. Para la oratoria:
O a. Lo único importante es la figura del orador.
(Ú b. Lo más importante es el discurso.
Ú c. Todos los elementos de la comunicación (orador, audiencia,
discurso, canal y circunstancias) son importantes.
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2
LA FUERZA DE LA PALABRA
La palabra es más fuerte que el hierro, más poderosa que el tanque, más
terrible que el fuego atroz. Las guerras no se ganan a punta de bayoneta,
sino bajo el influjo de la palabra, del discurso que incendia ánimos, que
enerva multitudes e insufla moral. Todo ello cabalga a lomos de la pala-
bra adecuada. Y como prueba de estas afirmaciones, te contaré algo que
a lo mejor te asombra. Hitler no fue derrotado por los aviones ingleses ni
por los marines norteamericanos, Hitler fue derrotado por la palabra y la
oratoria de un líder que resultó providencial en su momento y que se ape-
llidaba Churchill, como bien sabes.
A inicios de la segunda guerra mundial, nada ni nadie parecía ser ca-
paz de detener a los ejércitos nazis, que aniquilaban fronteras y ejércitos
como si se trataran bloques de mantequilla. Polonia, Checoslovaquia, Ho-
landa, Bélgica, Francia... Hitler lo tenía todo bajo su control, el poder de
sus tanques y de sus cazas era incuestionable. Sólo le quedaba por con-
quistar Inglaterra, una simple isla con un ejército anticuado que añoraba
sus grandezas victorianas y cuyos principales y pusilánimes líderes polí-
ticos se mostraban proclives a negociar con Hitler para quedar fuera del
conflicto. Pero con sus famosos discursos, como el de Sangre, sudor y lá-
grimas, Churchill logró que el Parlamento optase por la guerra sin cuar-
tel contra Hitler, desechando la tentación pactista que proponía Chamber-
lain. Sus palabras encendieron el valor y el patriotismo del pueblo inglés,
dispuesto a los mayores sacrificios y a no rendirse jamás.
17
Sin esos discursos, el designio de la guerra hubiera sido otro bien dis-
tinto. La fuerza de sus palabras supuso el principio del fin de Hitler. Tras
la palabra vendrían los soldados y los tanques imprescindibles para la
victoria, pero, como en la Biblia, al principio fue la Palabra. La palabra de
Churchill derrotó en primera instancia a los poderosos ejércitos de Hitler.
Y es que nada es tan poderoso como la palabra.
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todos la entendemos. La fabulosa plasticidad de la palabra consigue influir
también en nuestras emociones y estado de ánimo. Unas ofenden, otras
halagan; ésta consuela, aquélla nos deprime. La palabra tiene un enorme
potencial evocador, una fuerza inmanente que debemos aprender a mane-
jar con sabiduría. El don de la palabra, saber pronunciar la palabra precisa
en el momento adecuado, fue considerado un tesoro por los sabios de la
antigúedad. Hoy en día, en esta sociedad tecnológica y posmoderna, tam-
bién lo es. Probablemente, aún más, quién sabe. Nacerán nuevas palabras
que nombrarán nuevos mundos digitales, pero las emociones humanas
continuarán conjugándose con los mismos verbos y adverbios, con los
mismos sustantivos y adjetivos, porque las palabras convencen a la razón
y conmueven al corazón, y estos permanecen inalterables en el tiempo.
Una vez pronunciada, la realidad resultante es ya diferente a la previa.
Por eso, sólo debe nacer de nuestros labios la palabra adecuada. Si sale
la inadecuada, se tendrá que dedicar tiempo y energía para enmendar
el destrozo causado. Las palabras no siempre significan lo mismo para
las partes. El orador debe comprender que lo importante no es lo que él
diga, sino lo que los otros entienden de sus palabras. El orador debe, por
tanto, no sólo usar la palabra exacta, sino la adecuada para conseguir que
su audiencia comprenda lo que quería transmitir al nombrarla.
Al preparar una intervención deberemos reflexionar y decidir sobre
la mejor estrategia lingúística a utilizar, y nos esforzaremos por encon-
trar las palabras más adecuadas para nuestros fines. Por eso, la riqueza de
vocabulario es importante. Cada nueva palabra que aprendemos es un
tesoro que custodiamos, un instrumento valioso para nuestra capacidad
de comunicación y un arma poderosa para nuestro poder de convicción.
Cualquier persona que desee aprender a hablar bien en público debe
enriquecer su vocabulario, y para ello sólo existen dos vías posibles, la
lectura —siempre recomendable— y escuchar a personas que posean un
vocabulario rico y fecundo. Y, de paso, procurar ejercitar la memoria para
retener los nuevos descubrimientos.
La palabra es poderosa. Somos palabra, nacimos con ella como es-
pecie. Sin palabra, la humanidad no hubiera sido posible. Como orador
trabajarás con palabras. Merece la pena que nos detengamos un instante
a conocer los principios de la sorprendente capacidad para el lenguaje
que nos configura como especie.
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2.1. EL LENGUAJE
¿Qué es el lenguaje? Según la Real Academia, el lenguaje tiene varias
acepciones. La primera es el conjunto de sonidos articulados con que el
hombre manifiesta lo que piensa o siente. Existen otras, vinculadas siem-
pre a la finalidad de comunicar: manera de expresarse; estilo y modo de
hablar de cada persona en particular; uso del habla o facultad de hablar. En
resumen, el lenguaje conlleva la capacidad de comunicarnos a través de
las palabras.
Nos expresamos verbalmente a través del lenguaje y de las palabras
que lo conforman. La especie humana, con la combinación de pocos
sonidos, es capaz, gracias al artefacto mental del lenguaje, de conseguir
una sorprendente capacidad de relación entre palabras, imágenes y sig-
nificados. El lenguaje no es una creación de la mente humana, es algo
consustancial a ella. Mente humana y capacidad de lenguaje nacieron al
unísono, no pueden entenderse una sin la otra. La humanidad posee una
capacidad innata para desarrollar el lenguaje, así como unas innatas cate-
gorías universales de la gramática.
La palabra nos socializa, es el hilo que nos une como sociedad. El len-
guaje, a través de la lengua que hablamos, nos hace compartir conoci-
mientos, información, emociones, pasiones. La palabra, como sabemos,
alberga un enorme poder. Pero para que ese poder sea efectivo, debemos
incardinarla en una lengua compartida con otras personas. Cada lengua
en la que se concreta el lenguaje es una realidad colectiva, un patrimonio
común de sus hablantes. La lengua es una creación cultural, colectiva, de
un grupo humano. Nuestra capacidad innata para el lenguaje se mate-
rializa en lenguas, como pueden ser el español, el inglés o el chino man-
darín. El lenguaje es una capacidad universal, mientras que cada lengua,
una concreción cultural. El orador se expresa en la lengua que entiende
su audiencia, por lo que debe conocer su gramática, vocabulario y reglas.
Si el lenguaje influye en nuestra vida y, de alguna manera, la moldea,
se podría entrenar el lenguaje para mejorarla. Así, al igual que hablamos
de inteligencia emocional, también se podrían contemplar la inteligen-
cia lingúística, o sea, la inteligencia aplicada al mejor uso del lenguaje.
Pero no la cultivamos, porque consideramos que hablar es fácil. Sin rea-
lizar ningún esfuerzo aparente, entendemos al instante los mensajes que
nuestro interlocutor nos hace llegar. Al responderle, encontramos con
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idéntica premura las palabras precisas, colocadas y relacionadas según las
reglas gramaticales de una lengua. Pero, atención, esa facilidad pasmosa
es al tiempo un tesoro y una rémora, ya que muchos consideran que no
resulta necesario su estudio y perfeccionamiento. En efecto, se tiende a
pensar que la capacidad de comunicación se desarrolla exclusivamente de
manera espontánea y eso es un grave error, pues la buena oratoria se debe
cultivar y trabajar.
21
El lenguaje que usamos también influirá en nuestra psicología. Por
ejemplo, la corriente de pensamiento positivo defiende que el uso de pa-
labras positivas y de expresiones optimistas configura no sólo el ánimo de
las personas que las pronuncian, sino también su propia mente. Sea como
fuere, no cabe duda de que el lenguaje, la mente y la psicología guardan
una estrechísima relación entre sí, retroalimentándose y constituyéndose.
El lenguaje moldea la mente más allá de aspectos cognitivos y socia-
les. Algunos, creen que incluso tiene influencia sobre la salud de las per-
sonas. A veces, la palabra tiene el poder de curación. Las palabras hieren,
deprimen, enferman; animan, confortan, sanan. Desde que Freud inicia-
ra el camino de la palabra a través del psicoanálisis, en el que el paciente
habla y el doctor escucha, son variadas las técnicas que otorgan a la pala-
bra un papel protagonista Así, la logoterapia, por ejemplo, fundada por
Víctor Frankl, es una psicoterapia que pretende, por medio de la palabra,
curar dando sentido a la vida. Algunos famosos coach, cuando trabajan
con un directivo, le recomiendan que, si quiere cambiar de verdad, debe
comenzar cambiando su forma de hablar.
Cuando hablas, muestras algunos de tus rasgos psicológicos al tiempo
que influyes en la psicología de las personas que te escuchan. Por eso,
también la palabra posee un poder psicológico extraordinario que como
orador debes aprender a conocer y manejar. Analízate y estudia cómo ha-
blas. ¿Puedes mejorar? ¿Puedes ser más propositivo, más positivo, menos
negativo? Si lo consigues, habrás dado un paso correcto en la buena di-
rección.
22
ISS” PRÁCTICA
Procura aprender todos los días al menos una palabra nueva. Cuando no
entiendas una palabra que hayas escuchado o leído, consulta el dicciona-
rio y procura memorizar su significado. Anótala y consúltala durante el
tiempo que, al menos, tardes en leer este libro.
Haz ejercicios de lenguaje positivo. Intenta sustituir quejas y lamen-
tos por expresiones de esperanza y alegría. Además de ejercitar tus capa-
cidades lingúísticas, quizás mejores de humor.
3. La palabra:
U a. Es un conjunto de sonidos armónicos.
O b. Esla unidad lingúística mínima con significado.
U c. Es una reverberación psíquico-mental.
4. Lenguaje y mente:
O a. Están íntimamente interrelacionados.
A b. Son entidades por completo diferentes.
O c. Sólo coinciden en ocasiones.
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6. La capacidad de lenguaje es innata a las personas:
U a. Falso.
UA b. Verdadero.
24
3
LA ORATORIA COMO MEDIO, NO COMO FIN
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contrar. Con brevedad respondió: «Mi finalidad, en esa y en todas mis in-
tervenciones, fue la de resultar seleccionado». Al final, ¿quién creéis que
finalmente se quedó en la empresa? Pues habéis acertado, aquel para
quien hablaba con el fin clarísimo de resultar seleccionado. Los otros ha-
blaron para transmitir con fidelidad la información, mientras que él, cada
vez que tomaba la palabra, tenía como finalidad quedarse en la empre-
sa. El objetivo inmediato podía ser el de la producción, pero el último de-
bía ser resultar contratado por la empresa.
Mientras que sus compañeros orientaron sus palabras a trasladar co-
rrectamente unos datos técnicos como principal finalidad, él transmitía
con fidelidad los datos con la intención de resultar seleccionado, como
así ocurrió. Tener clara la finalidad para la que se habla resulta del todo
fundamental, pues consigue que el discurso y el comportamiento se
orienten a ese fin. Se habla con un objetivo; si no se tiene, la oratoria no
es más que un saco de palabras estériles.
26
quien tuvo claro su objetivo, se equivocaron quienes hablaron sin tenerlo
bien definido. Antes de hablar, siempre debes reflexionar sobre para qué
hablas, qué es lo que deseas conseguir con tus palabras. Si lo tienes claro,
la intervención tendrá un norte y todas tus palabras se orientarán hacia
el fin. Por eso, antes de ocuparte por el qué dices o por el cómo lo dices,
debes tener claro para qué vas a tomar la palabra y qué es lo que deseas
obtener con ella. Parece una obviedad, pero no lo es. Sin duda, se trata
del pilar fundamental de la oratoria eficaz. Sin norte claro siempre te ex-
traviarás. Y, te repito, mi propia experiencia me confirma que la mayoría
de las personas que toman la palabra no tienen en verdad muy claro qué
es lo que desean obtener en última instancia con ello.
Una comunicación sin objetivo es una caravana de palabras sin rumbo.
Si no sabemos adónde queremos dirigirnos, siempre nos extraviaremos.
El orador no habla para gustarse a sí mismo, debe hablar para gustar o con-
vencer a una audiencia. Un orador que reciba un aplauso por lo bien que
ha hablado, pero que no haya conseguido los objetivos que se propuso es
un orador fracasado. Un orador que no tenga claro lo que desea conseguir
con sus palabras jamás llegará a convertirse en un orador eficaz.
La oratoria no es un ornato floral, es una herramienta verbal. La orato-
ria tiene una esencia finalista, se ejercita para algo. Por eso, la mejor ora-
toria es la que mejor consigue los fines que persigue. Lo repetimos: la
oratoria no es el arte de hablar bien, sino el arte de hablar adecuadamente
y de manera eficaz para alcanzar unos objetivos determinados. Hablar sin
objetivos convierte al orador en un cascarón de palabras vacías y estériles.
Como orador, en primer lugar, debes tener muy claros tus objetivos.
Todo lo que digas y cómo lo digas estará al servicio de lo que deseas con-
seguir. La nueva oratoria postula la eficacia como principal valor, alejada
de la visión de la oratoria hermosa, preocupada en exceso por la belleza
formal. Debes definir, por tanto, tu finalidad, lo que deseas conseguir.
La eficacia de tu oratoria se multiplicará si estás convencido de lo que
pretendes, si te identificas con tus objetivos, si los has hecho tuyos. Esa
combinación entre convicción y deseo reforzará tu poder de persuasión.
Y no olvides, como veremos en capítulos posteriores, que, al igual que
tú debes poseer un objetivo al hablar, la audiencia también tendrá los su-
yos al escucharte. Y en ese acto retroalimentado se basa la comunicación,
como veremos con posterioridad.
27
IS” IDEAS IMPORTANTES
1. La mejor oratoria es la oratoria eficaz. Por ello, lo primero es tener cla-
ros los objetivos que nos marcamos cada vez que tomamos la palabra
en público.
2. El mejor orador es aquel que consigue sus metas y objetivos con el
uso de la palabra. En oratoria, lo útil es lo hermoso.
3. Antes de ocuparte por qué dices o por cómo lo dices, como orador
debes tener claro para qué hablas y qué es lo que deseas obtener con
tus palabras.
US PRÁCTICA
Recuerda la última vez que hablaste en público. Analiza si tuviste claro
tus objetivos y si orientaste toda tu intervención a alcanzarlos. ¿Los con-
seguiste? Realiza una autocrítica constructiva para mejorar en próximas
Ocasiones.
Piensa en la próxima vez que tengas planeado hablar en público. Escri-
be con claridad los objetivos —inmediatos y a largo plazo— que te marcas
para tu intervención. Anótalos. Una vez que hayas intervenido, compara
los resultados obtenidos con las metas que te propusiste.
1. La oratoria:
O a. Es un fin en sí misma.
( b. Es un medio para conseguir, a través del uso de la palabra, los
objetivos propuestos.
( c. Es hablar bonito, la belleza por la belleza.
2 El mejor orador:
Ú a. Es el que más aplausos levanta de la audiencia.
U b. Es el que mejores metáforas y figuras literarias utiliza.
Ú c. Es el que consigue con su palabra los fines que se propuso.
28
3. La condición previa e imprescindible para un orador:
Ú a. Es poseer un título universitario.
l b. Es tener muy claros los objetivos que desea obtener con el uso
de la palabra.
Ú c. Es tener buenas relaciones con la audiencia.
6. La audiencia:
Ú a. No tiene objetivos, es una parte pasiva.
U b. También posee objetivos propios por los que escucha al orador.
Ú c. Siempre posee los mismos objetivos que el orador.
8. Un orador:
O a. Ha de ser autocrítico, repasar las anteriores intervenciones y
pensar en cómo mejorarlas.
O b. Siempre habla a la perfección.
A c. Mejor no comprobar cómo habló con anterioridad para no po-
nerse nervioso.
29
9. Ala hora de preparar su intervención, el orador:
O a. Sólo debe tener en cuenta sus objetivos.
( b. Sólo debe tener en cuenta los objetivos de la audiencia.
(O c. Debe conocer y tener en cuenta tanto los propios objetivos
como los de la audiencia.
30
4
HISTORIA Y PRINCIPIOS CLÁSICOS
DE LA RETORICA Y DE LA ORATORIA
Los más retóricos antiguos de los que tenemos constancia histórica vivie-
ron en la Grecia clásica. El primero que teorizó sobre la materia fue De-
móstenes, que nació en el año 384 a. C. Quedó huérfano muy joven y sus
tutores dilapidaron su herencia, por lo que tuvo que demandarlos e iniciar
un largo proceso judicial contra ellos. Fue entonces cuando Demóstenes
comprendió la enorme importancia de saber hablar bien en público. Los
jueces deciden y juzgan en función de lo que escuchan. Por eso, la parte
más elocuente -aun sin llevar razón- suele decidir la causa a su favor. De-
móstenes aprendió la lección con un sonoro fracaso. Padecía, desde pe-
queño, algunas dificultades en el habla. Así, la primera vez que intervino
ante los jueces, los asistentes se rieron de él. Incapaz de pronunciar la «r»,
se quedaba sin aire a mitad de la frase y el timbre de su voz era irregular
y desagradable. Asimismo, sus frases resultaban largas y carentes de co-
herencia, por lo que los jueces no supieron entender qué es lo que quiso
decir con su intervención. Por eso, perdió el juicio y se quedó sin herencia.
Avergonzado, Demóstenes abandonó el ágora jurándose a sí mismo que
algún día regresaría convertido en un gran orador.
Decidió corregir sus problemas de pronunciación, y para ello se reclu-
yó en el sótano de su casa, donde repetía frases complicadas con la ayu-
da de piedras que se metía en la boca. Empleó meses de trabajo muy
duro en el que el avance fue lento y desesperante. Pero poco a poco notó
31
que lograba pronunciar mejor aquellos sonidos que se le resistían en un
principio. Animado, decidió cultivar la memoria y la atención, por lo que,
mientras paseaba por los campos, recitaba poemas enteros de largos y
enrevesados versos. Y, por último, abordó el asunto de su voz. Quiso me-
jorar su tono, las oscilaciones de timbre y el volumen. Y para ello se iba a
la playa en días de grandes mareas y declamaba compitiendo con el so-
nido del romper de las olas. Sólo al final recurrió a la ayuda de un maes-
tro de retórica.
Con ese bagaje, volvió a los tribunales y logró ganar el caso de su he-
rencia ante el asombro de los presentes, que no lograban comprender
cómo aquel joven de torpe y penosa expresión reaparecía transformado
en un convincente orador que lograba conmover y persuadir a un jurado
tan experimentado. Así arrancó la carrera de uno de los grandes oradores
de toda la historia, citado aún con frecuencia: muchos de cuyos discursos
han llegado íntegros hasta nuestros días.
Moraleja, con esfuerzo y trabajo, la oratoria de cualquier persona pue-
de mejorar sensiblemente. Demóstenes resulta una muestra evidente
de que, con voluntad e interés, se puede aprender a hablar en público, a
pesar de las limitaciones iniciales que. podamos padecer. Porque el ora-
dor no nace, sino que se hace. Si Demóstenes lo consiguió..., ¿por qué
tú no?
32
son muchos los que las confunden. Un orador lleva los principios de la
retórica a la práctica a través de su oratoria, con la elocuencia necesaria
para conseguir de la audiencia los objetivos planteados.
La elocuencia es la facultad de hablar de modo eficaz para persuadir a
los oyentes. La elocuencia tiene también un eminente carácter práctico
y es una característica de la oratoria. Un orador elocuente será aquel que
a través de sus palabras, gestos y entonación logra transmitir emocio-
nes a su audiencia. La oratoria es el arte de hablar bien en público; la
elocuencia es la facultad de conmover a través de la palabra. Las grandes
escuelas de comunicación actuales se dedican mucho más a la oratoria y
a la elocuencia que a la retórica, dado que son eminentemente prácticas.
Abordemos, no obstante, los fundamentos de la retórica como paso pre-
vio al enfoque práctico de la oratoria.
33
Ya en el periodo imperial, Marco Fabio Quintiliano (35-95) marcó
otro hito en la ciencia de la retórica. Nació en Calagurris, la actual Ca-
lahorra, en la Hispania Tarraconense. Se trasladó a Roma, donde llegó
a convertirse en un prestigioso abogado y donde creó una escuela de
oratoria. Tanta fama adquirió que el emperador Vespasiano lo nombró
maestro oficial de este arte. Posteriormente, Domiciano le encargó la
educación de sus sobrinos, y el también hispano Trajano le honró con su
amistad. Su obra magna sobre la materia es De Institutione Oratoria, un
tratado de doce tomos que aborda el conjunto de materias que precisa
conocer y desarrollar un buen orador. La escribió cuando se retiró en
el año 89 y fue la obra más influyente para la formación de los oradores
europeos hasta el siglo xV11, en el que cayó en absoluto desuso.
Quintiliano critica a los que consideran como leyes inviolables los
preceptos clásicos de la oratoria, y flexibiliza el uso rígido de las reglas,
considerando que la principal de ellas es «el tino y juicio del orador, que
le dirá dónde, cómo y cuándo debe mudarlas». El gran orador afirmó
que la única regla fija es que «el orador debe guiarse por lo que conviene
y está bien según las circunstancias». Para Quintiliano, cualquier per-
sona dispuesta a adquirir conocimientos y práctica en la materia puede
conseguirlo, porque «la facultad de la oratoria es de tal naturaleza que
no se requieren muchos años para aprenderla». Estamos de acuerdo con
él: se trata de conocer una serie de fundamentos y después, sobre todo,
de practicarlos.
Tras su apogeo clásico, la retórica fue perdiendo su componente prác-
tico para ir limitándose al ornato florido. Esta deriva ocasionó que los
oradores concedieran más importancia a la belleza formal que a la fuerza
de convicción de sus contenidos. El paso del tiempo hizo que los retóri-
cos perdieran su visión práctica y persuasiva inicial. De ser una ciencia
destinada a la persuasión, pasó a obsesionarse por el hablar bonito. Y,
claro, así le fue. Poco a poco cayó en el olvido...
En efecto, a raíz de perder su carácter finalista, los retóricos fueron
quedando orillados en el devenir de la historia, para quedar reducidos a
antigualla dialéctica, declamadores vacuos de palabras redundantes, am-
pulosas y excesivas, con poca sustancia en su interior, engañosas y pre-
varicadoras. La retórica enfermó por el exceso de los retóricos, y no sólo
cayó en desuso, sino que, incluso, adquirió un carácter peyorativo. De su
34
brillo de antaño, lo retórico pasó a convertirse en algo despectivo, por
lo que su estudio perdió todo interés y sus cátedras languidecieron en la
melancolía. Tan devaluada llegó a estar que se hizo popular la expresión
despectiva de «no me venga usted con retóricas», o «no me oculte la
verdad en su retórica». La retórica, que brilló en el pasado, decayó hasta
ser despreciada y usada como expresión despectiva.
¿Significa esa historia que la retórica está muerta? En absoluto. De he-
cho, podría comenzar a vivir una segunda juventud, dada la importancia
creciente de hablar bien en público y de la capacidad de persuasión. Así,
desde el último tercio del siglo xx, la retórica vuelve a concitar interés
doctrinal y científico, ya que engloba, además de la oratoria, los textos
escritos, tan importantes hoy en día.
En resumen, que, tras su brillo en Roma y Grecia, la retórica entró
en decadencia, llegando a adquirir un tinte despectivo que aún hoy, par-
cialmente, perdura. Sin embargo, por los motivos expuestos, la retórica
vuelve a gozar de relevancia y preeminencia académica en nuestros días,
tanto por las nuevas formas de expresión que precisamos, como por su
dimensión multidisciplinar. Por todo ello, y por servir de base teórica a la
oratoria, consideramos de interés conocer sus fundamentos y te anima-
mos a que leas el capítulo siguiente, para que te sorprendas con la actua-
lidad de sus preceptos.
88
con su mensaje si desea resultar convincente. Las causas de que los
oradores sean dignos de crédito —según indica Aristóteles en su
Retórica— son la discreción, la integridad y la buena voluntad.
> los oyentes o receptores, a los que se tratará de transmitir un deter-
minado estado de ánimo para predisponerlos a la comunión con
nuestro mensaje.
>» la calidad y veracidad del propio discurso.
36
los recursos que se precisarían, sin preocuparse ni de su prelación ni or-
denamiento. Lo importante era que surgieran ideas de manera creativa.
La invención supone, en principio y como decíamos, un cajón de sastre
donde vamos colocando todo aquello que se considera en principio útil
para el discurso: historias, hechos, argumentos, testimonios, máximas,
autoridades, motivaciones, etc. A día de hoy, esta idea sigue resultando
válida a la hora de redactar cualquier discurso.
0
del discurso y exponer los puntos que se pretenden desarrollar. Esta
división debe ser breve, completa y concisa, a modo de índice. O sea,
en palabras actuales, se dice de lo que se va a hablar y qué puntos se
van a tocar, para que la audiencia se interese por los temas que escu-
chará. La proposición y las divisiones constituyen el esqueleto básico
del discurso. Algo así como un índice de materias atractivo, claro, fá-
cil de entender y que parezcan divisiones naturales y no forzadas o ar-
tificiales. Estas divisiones deben resultar simples y cómodas de engar-
zar en el discurso, para no quitarle frescura ni aherrojarlo en demasía.
Es necesario que esas partes resulten coherentes y que abarquen sin
fisuras las materias objeto del discurso.
En la narración se pronuncia el cuerpo del discurso, que nosotros lla-
maremos desarrollo, con la exposición ordenada de los hechos y ar-
gumentos, por la que quedan unidas sus partes de manera coherente
y convincente. Debe ser breve, clara y verosímil.
La confirmación y la refutación. La confirmación agrupa el conjunto
de argumentos y recursos con los que se prueba la verdad y la bon-
dad de las proposiciones que se defienden: es el cimiento del discurso
mismo. Pero dado que en muchas ocasiones para reforzar los princi-
pios propios se deben rebatir los de los adversarios, la confirmación
de las ideas propias se acompaña con la refutación de las opuestas.
La refutación resulta imprescindible en los discursos políticos y en
las vistas orales de los procedimientos judiciales. Se trata de debilitar
o anular los argumentos y pruebas de la parte adversaria, por lo que
también podría resultar de utilidad en algunos procesos negociadores.
Con la refutación se trata de desmontar los argumentos de la parte
rival, demostrando que no son ciertos, que se basan en fundamentos
erróneos, que son contraproducentes, exagerados o inoportunos. A
continuación, exponemos algunas recetas de los clásicos:
o Exponer las contradicciones en las que ha incurrido el contrario.
o Utilizar sus mismos argumentos para lograr defender nuestra pos-
tura frente a la suya.
o Demostrar las consecuencias perjudiciales de las propuestas rivales.
o Desmontar sus razonamientos, siguiendo un orden inverso al de la
proposición. Comenzar desmontando la de mayor peso para con-
tinuar hacia las de menor importancia.
38
En muchos discursos no hace falta la refutación, aunque, con fre-
cuencia, los oradores someten a prueba sus propios argumentos des-
montando los opuestos. Sólo es aconsejable cuando se pueda realizar
de manera natural y si resulta suficientemente convincente. Si los ar-
gumentos del rival han causado un gran efecto, se puede comenzar
refutándolos para finalizar con la defensa de los propios postulados,
guardando siempre para el final la prueba mayor.
+ El final, o peroración, es el cierre del discurso. El ideal es redondear el
discurso, darle un fin lógico y coherente, que gane el ánimo de los que
nos escuchan. Un buen discurso debe tener un gran final y el orador
debe dedicar tiempo a su preparación, ya que no puede permitirse
que el interés de la audiencia se venga abajo con un final incoherente
o apocado.
39
tos, la entonación y la gesticulación. Esta acción o declamación resultará
determinante para resultar convincente y para ganarse al auditorio. Cómo
se dice resulta tan importante que lo que se dice. En la pronunciación del
discurso se pone a prueba el talento del orador, para gustar, persuadir y
seducir al auditorio.
Y, hasta aquí, un resumen de los principios clásicos. Has comproba-
do su vigencia, ya que el esquema básico del discurso y sus fases no han
variado desde entonces. Los consejos de Aristóteles y demás teóricos
griegos y romanos de la retórica continúan resultando válidos en la ac-
tualidad. No te preocupes si no has logrado retener estos conocimientos
previos. Los actualizaremos en capítulos posteriores. Pero te he animado
a leerlos porque no quería privarte del asombro que supone comprobar
la utilidad y vanguardia de textos escritos miles de años atrás.
40
+ La elocución, en la que al discurso escrito se le da forma para que
pueda ser leído, pronunciado o declamado posteriormente.
7. El orador se la juega el momento de pronunciar el discurso previa-
mente preparado. Los clásicos denominaron acción a la declamación
del orador, que debe entregarse y poner todos sus recursos en fun-
cionamiento. De alguna manera, además de entonar, el orador debe
actuar con sus gestos y expresiones, consciente de que, además de ha-
blar, actúa.
8. Los elementos protagonistas en la retórica clásica eran el orador —otor-
gaban mucha importancia a la auctoritas—, la audiencia —a la que hay
que ganarse— y el discurso, considerado la parte fundamental.
IS PRÁCTCA
Vas a volver a practicar con una intervención ante una cámara de video.
Prepara una intervención de cinco minutos de duración, atendiendo a
los consejos de la retórica clásica, y pronuncia el discurso procurando re-
sultar elocuente. Es mejor que alguien te ayude con la cámara, así, de paso,
te vas acostumbrando a hablar ante los demás. "Tema que debes abordar:
la historia y la importancia de la retórica. Se supone que debes convencer
a un auditorio de que su estudio sigue resultando de interés hoy en día y
de la vigencia de lo fundamental de sus postulados.
Guarda el vídeo como número dos y ponle como título «El renacer
de la retórica». Lo utilizaremos más adelante.
2. Laretórica y la oratoria:
O a. Son ciencias idénticas entre sí, son la misma cosa.
Ú b. No tienen nada que ver entre sí.
O c. Están íntimamente relacionadas entre sí, aunque son diferentes.
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3. Laretórica:
O a. Cayó en desuso y descrédito tras brillar en la antigivedad.
O b. Siempre lució y fue bien considerada.
Ú c. La retórica, coloquialmente, tiene una connotación positiva.
4. Laretórica:
U a. Quedó anticuada por prestar más atención a la forma que al
fondo y a la belleza formal que a la utilidad.
( b. Quedó anticuada al morirse su teórico Quintiliano.
U c. Quedó anticuada porque las teorías de Demóstenes fueron re-
futadas y desacreditadas.
5. Laretórica:
(U a. Quedará pronto en el olvido.
( b. Vuelve a revitalizarse gracias a su carácter integrador en comu-
nicación.
O c. Sólo se estudiará como una ciencia arqueológica.
6. Demóstenes demostró:
Ú a. Que cualquier persona puede aprender a hablar bien en público
si se lo propone.
(Ú b. Que siempre ganan los juicios los que tienen razón.
Ú c. Que para hablar bien en público hay que poseer un talento es-
pecial.
7. Cicerón y Quintiliano:
Ú a. Fueron brillantes políticos romanos, preocupados tan sólo por
prosperar.
(O b. Con ellos, la retórica y la oratoria comenzaron su decadencia.
( c. Fueron grandes oradores y retóricos. Tras ellos, la retórica co-
menzó su decadencia.
42
U b. Son hijos de los tiempos, nada tienen que ver los actuales con
los pasados.
Ú c. Van a cambiar por completo gracias a las nuevas tecnologías.
9. Laretórica:
U a. Esla práctica de hablar bien en público.
ll b. Esla ciencia teórica que sustenta a la oratoria.
Ú <. Es una ciencia idéntica a la oratoria.
10. La oratoria:
U a. Esel ejercicio práctico de hablar bien en público.
Ub. Es el soporte teórico de la retórica.
Ú c. Esla ciencia filosófica de la comunicación.
11. La elocuencia:
U a. Persigue hablar con contenido.
UA b. Persigue razonar con argumentos lógicos.
Ú c. Persigue conmover y convencer a la audiencia.
12. Un discurso:
Ú a. Consta de dos etapas principales: la preparación y el momento
de la pronunciación.
( b. En verdad, sólo es su pronunciación.
U c. En verdad, sólo es importante su preparación.
43
15. Para la retórica clásica, la memoria:
( a. No era una facultad relevante.
( b. Era una facultad en la que no se debía confiar.
(O c. Era una herramienta importante, que se debía cultivar.
44
5
LOS ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN
Y DE LA ORATORIA
Tanto Antonio Paredes como Ana Grau son expertos en semillas. Ambos
prepararon una intervención para un congreso de agricultores que se ce-
lebró en una ciudad lluviosa. Ambos triunfaron con sus ponencias. Tanto
gustaron, que un grupo de asistentes los invitó a que participaran en una
convención que se celebraría en su ciudad a la semana siguiente. Anto-
nio y Ana intervinieron de nuevo, pero, sin embargo, en esta ocasión fue
Ana la que triunfó, pasando casi desapercibidas las palabras de Antonio.
¿Qué había ocurrido?
Pues era fácil de entender. Ana, conocedora de que en esta segunda
ciudad estaban sufriendo una dura sequía, adaptó su intervención semi-
llas de plantas muy resistentes al estrés hídrico, mientras que Antonio
repitió exactamente la misma intervención que realizara en la anterior
ciudad lluviosa. Ana se adaptó a las circunstancias del lugar y a las de-
mandas y necesidades de la audiencia, mientras que Antonio no las tuvo
en cuenta. Por eso, Ana triunfó mientras que Antonio fracasó a pesar de
saber tanto de semillas como Ana. Ella se molestó en conocer las pre-
ocupaciones de su nueva audiencia y él cometió el error de no tomarse
esa molestia.
Moraleja: la oratoria es una realidad compleja que no depende tan
sólo de las palabras del orador. La persona que habla en público debe
adaptar su intervención tanto a las demandas de la audiencia como a
las circunstancias en las que se desarrollará el evento, así como al me-
dio por el que su discurso llegara a los que le escuchan. Un orador no de-
pende tan sólo de sus palabras, sino que su intervención ha de comulgar
con una audiencia, que es parte activa, y con las circunstancias que las
condicionarán.
45
En efecto, para una comunicación eficaz no basta con un buen discurso
del orador, sino que es preciso que tener en cuenta a la audiencia, a sus
necesidades, a las circunstancias en las que rodearán a la intervención
y al canal o medio que el que su voz llegará hasta los que le escuchan.
Todos estos elementos condicionarán el acto de la comunicación, que
no es simplemente una realidad unidireccional, desde el orador hacia
la audiencia, sino que, en verdad, se trata de una realidad mucho más
compleja en la que los elementos de la comunicación —orador, audiencia,
discurso, canal y circunstancias— se encuentran íntimamente interrela-
cionados entre sí, constituyendo un todo orgánico en el que todas estas
partes son importantes y se influyen poderosamente entre sí.
Por eso, un orador debe tenerlas todas ellas en cuenta, tanto en el
momento de preparar el discurso como en el instante de pronunciarlo.
Pueden existir personas que sean capaces de escribir buenos discursos
y declamarlos después a la perfección, pero que fracasen por no haber
intuido las necesidades verdaderas de la audiencia, o porque no supieron
gestionar las circunstancias con las que se encontraron en el momento en
el que tomaron la palabra. Por el contrario, existen oradores más medio-
cres en el uso de la palabra, pero que logran triunfar con su oratoria eficaz
porque logran entender las necesidades de la audiencia y son capaces de
aportarle el valor que precisan. Otros oradores teóricamente mediocres
alcanzan el éxito en sus discursos al saber gestionar de manera adecuada
las circunstancias. Por ello, insistimos, todos los elementos básicos de la
comunicación han de tenerse en cuenta por igual, ya que todos ellos son
protagonistas de la oratoria eficaz que perseguimos. Muchos métodos de
oratoria se centran tan sólo en la figura del orador, en cómo debe hablar,
gesticular, vestir. Para nosotros, será un elemento más, coprotagonista
con los restantes elementos que vemos a continuación.
Vamos a introducir, brevemente, estos cinco elementos —orador,
audiencia, discurso, canal o medio y circunstancias— que habrán de te-
nerse en cuenta en su conjunto cada vez que vayamos a hacer uso de la
palabra.
46
2. La audiencia a la que nos dirigimos. La audiencia no es una parte pa-
siva, sino activa, que se interrelaciona con el orador de diversas ma-
neras, al modo de retroalimentación. Ya anticipamos que la audiencia
también posee sus propios objetivos que el orador debe conocer y,
cuando le interese, satisfacer.
47
elementos fundamentales. Puede que ahora te parezca complejo, pero no
te preocupes, te resultará más sencillo de lo que ahora mismo te parece.
Para reforzar la idea, puedes analizar este sencillo diagrama, en el que
los distintos elementos a los que nos hemos referido se interrelacionan
entre sí:
3 Discurso
Objetivo Objetivo En
Emisor Receptor
Orador Audiencia
En unas circunstancias
48
a. El orador, la persona que habla mediante un discurso orientado
hacia sus fines. El propio orador, su persona, es parte del mensaje.
b. La audiencia, que es parte activa de la comunicación, que también
tiene sus propios objetivos y que genera una retroalimentación,
útil para el orador.
c. El discurso, conjunto de palabras con las que el orador se dirige a
la audiencia, cuyo contenido y estructura está orientado a la con-
secución del objetivo. Hay que prepararlo, primero, y declamarlo,
después.
d. El canal o medio por el que el discurso del orador llega la audien-
cia también influirá poderosamente en el acto de comunicación.
Como dijo McLuhan, el medio es el mensaje y cada canal exigirá
un tipo de lenguaje.
e. La intervención siempre tiene lugar en unas circunstancias deter-
minadas que el orador deberá gestionar a su favor.
ISS” PRÁCTICA
Piensa, por favor, en la próxima ocasión en la que hayas de tomar la pala-
bra en público. Rellena este cuadro, que atiende a los principales elemen-
tos de la comunicación. Cada vez que vayas a intervenir en público, en
el momento de preparar la intervención, debes trabajar en un esquema
como éste, para repasar los distintos elementos de comunicación que de-
terminarán el éxito de tus palabras.
Acto a preparar
Fecha Lugar
Orador
E
¡Objetivo de la audiencia | ] |
4
Canal o medio
Circunstancias
F
Otras cuestiones
49
Como muestra, añado un par de ejemplos que pueden servir de orien-
tación:
-
Acto Presentación de proyecto ante consejo de dirección
SO
Dada la importancia que tiene este formulario para que prepares tu
intervención, incorporo este otro ejemplo.
| , : a
Acto | Convención nacional de empresas de perfumería
+ == = —
| "DIA |
¡Circunstancias Es un año con importantes lanzamientos, mi pre-
sentación debe resultar espectacular para lograr
llamar la atención. Debo ser consciente de que
también asistirán otras firmas de diseño, de gran
talento. Debo destacar sobre mi competencia
¡AA AE A ARS ——_
S1
€. EJERCICIOS TIPO TEST
1. Los elementos básicos de la comunicación son:
O a. El orador, la audiencia, el discurso, el aplauso y las circunstancias.
QU b. El orador, la audiencia y el discurso.
U c. El orador, la audiencia, el discurso, el canal o medio y las cir-
cunstancias.
3. El orador eficaz:
O a. Persigue caer simpático a la audiencia.
( b. Deber ser coherente entre su forma de hablar y ser.
O c. Imita de manera soberbia a los grandes oradores.
4. Elorador:
O a. Debe hablar para demostrar que sabe mucho.
( b. Debe hablar para gustarse. Si un orador no se gusta a sí mismo,
ha fracasado.
( c. Habla para los demás, por lo que la audiencia es un elemento
fundamental.
S. La audiencia:
Ú a. Es el elemento pasivo del acto de comunicación.
( b. Es un elemento que participa activamente en el acto de comuni-
cación.
Ú c. No es relevante, puesto que el protagonismo recae sobre el ora-
dor.
6. El discurso:
U a. Tiene dos fases marcadas e igualmente importantes. Debe pre-
pararse a conciencia, primero, y pronunciarse con elocuencia,
después.
52
A b. Lo importante tan sólo es que esté muy bien escrito, con pode-
rosos argumentos.
Ú c. Lo importante es que se declame muy bien, con relativa inde-
pendencia de la calidad de los contenidos.
7. El discurso:
O a. Esel conjunto de palabras a través de las cuales el orador se dirige
a la audiencia, y que recoge sus ideas, argumentos y peticiones.
U b. Eslo que la audiencia recuerda de las palabras del orador.
Ú c. Es el elemento más importante del acto de comunicación, por
encima tanto del orador como de la audiencia.
32
> 2 A
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=
EL ORADOR, O SEA, TÚ
Uno de los oradores más poderosos y eficaces de principios del siglo xxi
fue, sin duda, Steve Jobs, fundador de Apple. Como ejemplo de oratoria
eficaz recomiendo que veas los vídeos de sus presentaciones, por vez pri-
mera al mundo, de sus tres dispositivos más exitosos y revolucionarios:
el iPod en 2001, el iPhone en 2007 y el iPad en 2010. Puedes encontrar
los vídeos en YouTube.
Podrás comprobar cómo Steve Jobs, el orador, es parte del mensaje,
un auténtico maestro de la comunicación oral. También puedes ver su
discurso en la Universidad de Stanford. El propio Steve Jobs era el men-
saje, primero, por su propia trayectoria, admirado por sus obras colosales,
Apple y Pixar. Jobs extiende una ola de admiración a su alrededor. Pero
no sólo era un gran comunicador por su propio legado empresarial, sino,
también, por cómo comunicaba.
Hablaba de pie, sin leer, mientras se movía por el escenario; domina-
ba tanto el lenguaje verbal como el no verbal. La ropa era coherente con
su personalidad, lo que reforzaba su coherencia personal. Pronunciaba
un discurso muy medido y preparado, claramente orientando a su fin y
destinado a satisfacer las demandas de su audiencia, mientras alimen-
taba y gestionaba su curiosidad. También es reseñable cómo iba dando
entrada a las proyecciones, que en ningún caso se adelantaban a sus pa-
labras. Manejaba a la perfección los medios por los que se dirigía a su
pde)
audiencia. Y era del todo consciente de las circunstancias del momento
en el que se realizaron las correspondientes y exitosas presentaciones.
En resumen, Steve Jobs no sólo fue un visionario y un gran gurú tecno-
lógico, sino que, además, fue un gran comunicador. Quién sabe si hubie-
ra carecido de ese talento, hubiese podido convencer a sus financiadores
para que lo acompañaran en sus proyectos...
S6
en una reunión reducida, utilizaremos con mucha frecuencia el ejemplo
del orador que habla en un acto público, sobre un escenario, a unos asis-
tentes que le escuchan. Será nuestro ejemplo tipo porque sus enseñanzas
resultarán de utilidad para cualquier otra situación en la que tengas que
tomar la palabra en público.
El orador, normalmente, es presentado por una tercera persona, que
pondera su trayectoria, glosa su experiencia y justifica su presencia ante
el auditorio. Resulta conveniente que el orador repase antes los datos del
currículum o de los apuntes biográficos que se van a leer, siempre que sea
posible. Con relativa frecuencia son erróneos, por lo que los que van a to-
mar la palabra se ven forzados a corregirlos y matizarlos, lo que supone un
pésimo inicio. No se trata de que el orador sea presentado como un pro-
digio o un superhombre, sino como una persona cercana y experimenta-
da que va a compartir su conocimiento personal. La presentación debe
resaltar también el crédito y la autoridad que posee el orador para sus-
tentar su intervención. El principio de autoridad reafirma sus propuestas
e ideas. El presentador, más que leer aburridos currículums oficiales del
orador, debe trasladar a la audiencia la importancia que puede tener para
ellos el discurso que van a escuchar, el valor que pueden obtener de las
palabras que se pronunciarán, así como alguna anécdota que refuerce el
lado humano del orador y su compromiso con la idea o postura que de-
fiende. Se trata de centrar la atención y levantar interés en la intervención
y no sólo en ponderar la relevancia del conferenciante. La audiencia de-
sea que las conferencias le sirvan para mejorar sus vidas, para aprender,
para comprender, para alumbrar nuevos caminos, para motivarse, por lo
que el presentador debe anticipar de qué manera el conferenciante pue-
de ayudar a los presentes.
Si el orador es parte del mensaje, es importante que se le vea bien. La
audiencia debe poder vernos, por lo que, siempre que sea posible, debe-
mos hablar de pie. Quizás prefieras hacerlo sentado, tras una mesa, por-
que te sientes más protegido. Pero debes de saber que lo óptimo, lo de-
seable, es hacerlo de pie, expuesto por completo a la vista de la audiencia.
Así consigues mayor poder de transmisión, aunque, es cierto, también
conlleva cierto riesgo de exhibicionismo. En todo caso, no lo olvides.
Cuando hablas, tú eres parte del mensaje, por lo que debes hacerte bien
visible para los que te escuchan. Así, lo mejor es hablar de pie, movién-
S7
dote por el escenario. Hacerlo de pie, tras un atril, también es una buena
opción.
Algunas escuelas de oratoria otorgan mucho peso al aspecto del ora-
dor y a su forma de vestir. Nosotros no lo haremos en esa medida, porque
posee tan sólo un peso relativo. Además, vestir adecuadamente no debe
suponer una gran dificultad para el orador. No es difícil conseguirlo. La
regla de oro es que hay que vestirse de manera coherente a la persona que
eres, con respecto a la audiencia y a las circunstancias y tipo de evento.
No debe resultar de especial preocupación si un pañuelo combina con
el traje o una corbata con la chaqueta. Lo importante es que sea cohe-
rente con el orador, para que se sienta cómodo y acorde a lo que quiera
representar, dado que su aspecto también es parte del mensaje. En todo
caso, salvo que conscientemente se desee provocar, la vestimenta deberá
respetar a la audiencia y a los usos del momento, de las circunstancias y
del tipo de acto en el que se participe.
Así que, aunque es importante, no debes complicarte mucho acerca
de cómo vestirte. Hazlo de manera coherente a tu persona, para que te
sientas cómodo, pero, siempre, con respeto a la audiencia y al tipo de
acto en el que participes. No es lo mismo tomar la palabra en una cena
de amigos, que hacerlo en un consejo de dirección, en un acto de clausu-
ra de un congreso o en una solemne ceremonia académica. Seguro que
sabes qué tipo de vestimenta resulta más adecuada para cada ocasión. Si
no, pregúntalo, que siempre existirá alguien que te informará adecuada-
mente. El secreto ya lo conoces: vestir y comportarse de manera natural,
respetuosa y coherente, adaptado a las circunstancias y acorde al objetivo
y al efecto que desees causar, siempre al servicio, claro está, de los fines
propuestos.
Aunque resulta útil aprender de maestros de oratoria, cada persona
debe encontrar su propio estilo, una forma de hablar en público que le
sea cómoda y coherente, que resulte una extensión natural de su propia
personalidad. Para una inmensa mayoría de las personas, el mejor esti-
lo nace de la propia materia prima de su carácter y forma de ser, tras el
trabajo personal y el esfuerzo de mejora. La gestión de las emociones y
sentimientos es otra asignatura importante para el orador. Normalmen-
te, lo deseable es transmitir y compartir la pasión propia a la audiencia,
provocarle emoción. Pero, en otras ocasiones, se tendrán que refrenar o
S8
controlar. La gestión de las emociones y de los sentimientos es impor-
tante para un orador, que nunca debe dar muestra de crispación o de
falta de autodominio. La asertividad —la capacidad de defender lo propio
con firmeza, pero sin crispación y sin insultar ni atacar al otro— resulta un
atributo que hermosea y hace crecer la figura del orador.
Pero más allá de cómo vestir, de la apariencia y de la autoridad y pres-
tigio que nos otorga nuestra experiencia y conocimiento, nuestra actitud
y comportamiento ante la audiencia determinará en gran medida el éxito
de nuestra intervención. Vamos a centrarnos, pues, en estos importantes
aspectos que deberemos conocer y utilizar adecuadamente.
$9
Debes comenzar, desde que llegas al lugar del evento, saludando ama-
blemente, agradeciendo —en su caso— la invitación y mostrando en todo
momento actitudes de cortesía y educación, con un punto de simpatía si
las circunstancias lo aconsejan. También es muestra de respeto, en caso
de una charla ante un público, no llegar justos en tiempo para nuestra
intervención, sino hacerlo con la antelación suficiente para asistir al acto
de inauguración, por ejemplo, o para escuchar alguna intervención ante-
rior o posterior, lo que, además, sirve para ubicarse y para conseguir refe-
rencias o «anclajes», como veremos más tarde. No lo dudes. La prime-
ra muestra de respeto a tu audiencia es llegar con suficiente antelación,
saludar cortésmente y seguir las indicaciones de los organizadores. De
paso, tomas contacto con el lugar, te familiarizas con el entorno y tomas
nota de posibles recursos a utilizar.
Ya comentamos la importancia del inicio de la intervención, don-
de debes conseguir suscitar el interés y la benevolencia de la audiencia.
Como este inicio es importante, debes prepararlo a conciencia. Normal-
mente, el orador, en el inicio mismo de su intervención, agradece la in-
vitación y saluda a algunas de las personas presentes. Atención a estos
saludos individualizados, pues puede levantar agravios comparativos
que molesten a determinadas personas, al no ser nombradas en las sa-
lutaciones. Con cada olvido ganas un enemigo. Por eso, es mejor usar
saludos educados y generalizados, del tipo «autoridades», «organiza-
dores», «componentes de la mesa». Se ahorra tiempo, no se nos olvida
nadie, no se molesta a los innominados y no se aburre a la audiencia con
protocolos y salutaciones extensas y pormenorizadas.
A simple título enumerativo, aportamos algunos fallos graves que el
orador deberá evitar. Por ejemplo, no debe comenzar nunca con excu-
sas que devalúen su intervención, como «disculpad, pero no me expreso
bien en público», «sé que no soy el más adecuado para hablar», «no me
he traído las proyecciones adecuadas» o «me llamaron ayer para venir,
no me ha dado tiempo a prepararme». La audiencia, entonces, desco-
nectará, al percibir la falta de autoridad del orador que así se presenta.
«Si no eres el más adecuado ni me puede ayudar, ¿para qué vienes?»,
malpensará, con razón, la audiencia decepcionada. Parte del éxito del
orador radicará en el crédito que le conceda su audiencia, por lo que
no debemos debilitarnos ni minusvalorarlos nosotros mismos ante ter-
60
ceros. Tampoco sobrevalorarnos ni pecar de soberbia. Jamás —ni antes ni
durante ni después de vuestra intervención— se debe mantener una acti-
tud soberbia o altanera. Asimismo, un orador jamás debe comportarse de
manera prepotente, ni situarse por encima de la audiencia ni aparentar o
mostrar que le hace un gran favor por su simple presencia. Nunca puede
caer en la autocomplacencia ni conjugar en exceso su «yo», como tam-
poco debe, como ya sabemos, minusvalorarse frente al resto de oradores.
La educación y la amabilidad presidirán nuestro comportamiento en
todo momento. La sonrisa, si es posible, debe iluminar nuestro rostro
con frecuencia. Debemos agradecer la invitación y la posibilidad de ha-
blar y no pedir que agradezcan nuestra presencia. La importante es la
audiencia, y así debemos hacérselo sentir.
Atenernos a los tiempos concedidos, abordar la materia anunciada,
que se perciba que nos hemos preparado la intervención a conciencia
y que se nos note que nos hemos tomado tiempo en conocer las prio-
ridades de la audiencia serán percibidos como muestras de una actitud
correcta que la audiencia agradecerá a buen seguro. Y ahora ahondemos
en la primera de ellas, en el respeto de los tiempos concedidos, porque
tiene mucha más importancia de la que muchos le conceden.
61
menos lo principal- y conseguir hacerlo dentro del tiempo concedido
es una de las responsabilidades que tendremos que afrontar si queremos
convertirnos en buenos oradores. No se trata tan sólo de ser breve, sino
de decir —y bien- todo aquello que consideremos fundamental.
Cumplir los tiempos no significa pronunciar un discurso cortado ni
parcial. Significa priorizar lo que vamos a transmitir, pero respetando
siempre la estructura básica de cualquier discurso que se precie, a saber,
inicio que enganche, desarrollo que convenza y final que conmueva. Se-
ría un error de principiante no cumplir con la liturgia de esta estructu-
ra esencial. En el desarrollo, resulta mejor exponer y argumentar la idea
principal que enunciar someramente, de pasada y de manera superficial,
varias sin fundamentar, en verdad, ninguna de ellas.
Desgraciadamente, buenos discursos se echan a perder por exceso de
palabras, por redundancias, por alargamientos tediosos. Cuántos actos,
que podían haber triunfado, al final se convierten en un tormento para
los sufridos asistentes. La máxima de Gracián «lo bueno, si breve, dos
veces bueno» es de aplicación directa a la extensión de los discursos.
En todo caso, el orador, a la hora de preparar su discurso, debe tener en
cuenta el tiempo asignado. Todo lo que quiera contar y argumentar —y
desde luego lo más relevante— debe tener cabida en el horario asignado.
Extenderse es una falta de rigor, también de educación, exponiéndose,
además, a la posibilidad de aburrir a la audiencia o a la de ser interrum-
pido por la organización, lo que, además de la mala imagen, significaría
dejar asuntos sin abordar en el discurso.
Nunca se debe comenzar —y menos aún reiterar— el «seré breve»
para después no serlo, gastando inútilmente parte del tiempo. Tampoco
se puede insistir en el «ya estoy terminando» para después no finalizar.
Cuántas veces asistimos a la reiteración del «y termino ya» de orado-
res que nunca encuentran la manera de finalizar. No hay que excederse
del tiempo concedido. Muchos discursos se pierden por alargarse. Un
discurso no debe exceder los 45 minutos, siendo el periodo de máxima
atención entre veinte y treinta minutos. Nunca debe excusarse el orador,
en general con afirmaciones como «dejo cuestiones importantes por
abordar», o «no he contado todo lo que traía preparado», pues produ-
ce decepción a la audiencia, por sentirse defraudada al no conocer todo
lo que hubieran debido contarle. El orador falló entonces a la hora de
62
estructurar su intervención, pues no calibró los tiempos que tenía conce-
didos. Un discurso es una pieza medida, no un torrente libre de palabras
sin fin. Lo que se quiera decir hay que saber decirlo en el tiempo conce-
dido; con armonía y proporción entre sus partes.
Aunque ahondaremos en ello en capítulos posteriores, el secreto
para conseguir ajustar un discurso al tiempo otorgado reside, como casi
siempre, en prepararlo adecuadamente, pronunciándolo a solas con un
reloj delante. Así podremos estimar y calcular con exactitud su duración.
Como media estimativa, leer un folio escrito en Word, con letra de ta-
maño 14 e interlineado de 1,15 toma algo menos de tres minutos, por
si te puede servir de orientación. En todo caso, haz tú la prueba con un
cronómetro delante y así sabrás a la perfección el contenido que podrás
aportar en función del tiempo de que dispongas.
63
LAS MANOS: mostrar las palmas de las manos se asocia con sinceri-
dad, honestidad y confianza. Esconder las manos, rascarse la nariz o la
boca delatan falta de sinceridad o engaño. La palma hacia el suelo denota
poder. El índice estirado es acusador y puede resultar insultante. Aga-
rrarse con fuerza al atril o al micrófono, meterse las manos en el bolsillo
o cruzar con fuerza los brazos exterioriza tensión y nerviosismo. Se debe
evitar la gesticulación excesiva y nerviosa, o situar manos y brazos por
encima de la cabeza: mejor mantener las manos siempre a la vista, entre
la cintura y los hombros. Las manos cruzadas a la espalda denotan deseo
de ocultación.
El puño cerrado a la altura del pecho refuerza una aseveración. Abrir
los brazos y mostrar las palmas, apoya la convicción en el concepto. Sos-
tener algo en las manos, como un bolígrafo o un papel, indica cierta in-
seguridad o tensión del orador, que, para controlarla, agarra con fuerza
o juguetea con ellos en la mano. Los brazos cruzados, además de nervio-
sismo, indica un deseo de autoprotección, de protegerse o apartarse de
la audiencia.
Si dejas caer los brazos y entrelazas tus manos por delante, mostrarás
timidez. Las manos en los bolsillos, cierto desinterés, como si el tema no
fuera contigo. Los brazos en jarras, mientras se apoyan las manos sobre la
cadera, refleja provocación o desafío.
LOS PIES: los pies deben situarse en paralelo y hacia delante, no cruza-
dos ni siquiera cuando se está tras el atril, ya que denotaría inseguridad
o nerviosismo. Cruzar piernas y brazos cuando se está sentado transmite
cerrazón al diálogo o a la participación. Las piernas separadas, de pie,
reflejan una clara intención de dominio.
64
de ánimo del orador, que debería, en todo momento, mostrar un rostro
sereno y relajado, y unas pasiones acordes con lo que se desee transmitir
en su discurso. La coherencia entre lo que deseamos transmitir y lo que
nuestros gestos denotan refuerza en gran media la eficacia de nuestro
mensaje.
65
entorno y escuchar a otras personas, que te situarán y te aportarán pun-
tos de referencia y anclaje.
El síndrome de la mente en blanco, como veremos posteriormente,
también posee un antídoto eficaz. ¿Cuál? Pues llevar un guion o un sen-
cillo esquema con los diversos puntos que desees abordar en la inter-
vención. Pruébalo. De un simple vistazo podrás saber cuál estás desarro-
llando y cuál es el siguiente que debes abordar, por lo que el riesgo de
zozobra queda muy disminuido. De hecho, el síndrome de la mente en
blanco es más rápido de superar que el del miedo escénico, que requiere
más paciencia y dedicación hasta rebajarlo a una tensión habitable.
El orador, además de los diversos aspectos que hemos ido abordando,
deberá atender a los siguientes consejos generales:
66
US” IDEAS IMPORTANTES
K El orador —su persona, su historial, su forma de vestir y comportarse,
su actitud, sus gestos— es parte del mensaje. Por tanto, debes prestar
atención a tu forma de vestir, de moverte y de comportarte, pues tam-
bién serás valorado por todo ello y reforzarás o disminuirás la eficacia
de tu discurso.
La audiencia valora extraordinariamente la actitud que demostramos
antes y durante nuestra intervención. La audiencia agradece la dedi-
cación, el esfuerzo, la preparación y el interés del orador, que debe
mostrar entrega, entusiasmo y convicción en sus palabras. No hay
nada que desmotive más que un orador desmotivado.
El orador siempre tiene que atenerse al tiempo concedido. Es difí-
cil conseguirlo y exige trabajo y dedicación. Extenderse significa una
falta de respeto para los organizadores, para el resto de participantes
y para la audiencia. Cumplir el tiempo no significa dejar cosas por
decir, sino seleccionar muy bien las cosas que decimos para trasladar
así todas las ideas fundamentales, sin dejar lo principal en el tintero.
Existe un lenguaje verbal, a través de la palabra, y un lenguaje no ver-
bal, conformado, como sabemos, por gestos, movimientos y postu-
ras del cuerpo. Algunos también lo denominan lenguaje corporal, a
través del cual lanzamos mensajes que nuestros interlocutores o nues-
tra audiencia interpretan, influyendo en la valoración de nuestro dis-
curso.
[ÉS PRÁCTICAS
Visualiza los vídeos de las presentaciones del iPod en 2001, del iPho-
ne en 2007 y del iPad en 2010 por parte de Steve Jobs. Analiza sus mo-
vimientos, su lenguaje no verbal, cómo da entrada a las proyecciones,
cómo modula su discurso. Una vez visualizadas, mira el «Vídeo inicial»
que grabaste como primera práctica del libro. Compara el lenguaje no
verbal de ambas proyecciones, el que desarrolló Steve Jobs y el tuyo. Haz
una autocrítica sincera de lo que ves mejorable y pondera lo que hiciste
bien. A buen seguro que, de la simple comparación, extraes consejos de
mejora.
67
Ahora, grábate delante de la cámara, preferentemente accionada por
una tercera persona, y explica en público las principales diferencias que
has apreciado entre la intervención de Steve Jobs y la tuya propia. Supón
que hablas delante de treinta estudiantes de oratoria a los que quieres
trasladar lo que has aprendido hasta ahora, aplicándolo a la comparación
con las presentaciones de Steve Jobs. Tienes un tiempo máximo de cin-
co minutos. Titula el vídeo número tres como «Análisis presentaciones
Steve Jobs» y archívalo. Lo utilizaremos más adelante. Antes de grabar,
rellena la ficha en la que analizas los diversos elementos de comunicación
y que incluimos en la Práctica del capítulo S.
68
4. La coherencia del orador significa:
O a. La uniformidad en su forma de vestir con el resto de los orado-
res.
O b. Que lo que dice, cómo lo dice y cómo viste y se comporta está de
acuerdo con cómo es, qué piensa y qué hace.
Oe En que vista en cada ocasión al gusto de la audiencia.
7. El presentador de un orador:
O a. Debe leer su currículum entero, sin omitir detalle alguno.
a Debe, sobre todo, resaltar algunos aspectos humanos y expe-
riencias y conocimientos que le confieran autoridad amable so-
bre la materia de la que hablará.
LE Debe hablar mucho de aspectos de la organización del acto y
también de su propia opinión sobre la materia que se va a abor-
dar. El currículum del orador no es relevante, apenas debe decir
nada sobre él.
69
9. La buena actitud del orador hacia los participantes de un acto:
( a. Esimportante de cara al éxito de su intervención.
QU b. No es demasiado relevante, lo importante es que se haga un
gran discurso.
O c. La audiencia, más que la actitud, valora su forma de vestir y su
fama.
10. La audiencia:
O a. Sólo vibra ante los famosos.
( b. Percibe la actitud del orador y la valora.
O c. Sólo está centrada en lo que dice y en qué conocimiento puede
adquirir.
70
U c. Desde el deseo de compartir tanto su conocimiento como la
propia experiencia, con el ánimo de aportar valor a la audiencia.
71
A b. Un ataque directo y personal a los otros oradores le reforzará
ante la audiencia.
U c. Lo mejor es siempre dar la razón a lo que afirman las otras par-
tes, para no generar controversias ni enemigos.
72
23. Al ajustar su intervención al tiempo concedido:
Ú a. El orador dejará fuera, necesariamente, ideas fundamentales.
A b. Un buen orador no debe aceptar tiempos ajustados, pues no lu-
cirá su conocimiento.
U c. El buen orador priorizará lo más importante para ajustarse al
tiempo concedido y exponer las razones y argumentos funda-
mentales para sus intereses.
va
27. Los dos temores más habituales de los oradores son:
(O a. No saber cómo vestir y quedarse con la mente en blanco.
U b. El miedo escénico y el síndrome de la mente en blanco.
U c. No caer simpático a los otros oradores y equivocarse en los salu-
dos.
74
32. El orador, siempre, y en cualquier caso, deberá:
U a. Quedar a almorzar previamente con los organizadores del acto.
UA b. Informarse concienzudamente del tipo de acto, de los asistentes
y de la organización del evento en el que va a participar.
Ú c. Anunciar en las redes sociales su participación en el evento.
34. Se recomienda:
Ú a. Apagar el teléfono móvil durante la intervención.
A b. Dejarlo encendido, por si tenemos que consultar algo en Google.
Ú c. Mantenerlo encendido, por si se presenta una urgencia en casa.
75
38. En general, cuando se pronuncia el discurso, lo mejor es:
Ú a. Leer siempre literalmente el discurso escrito.
U b. Pronunciarlo sin leer, pero tras haber trabajado antes muy bien
el discurso.
( c. Improvisar en función de lo que se haya dicho con anterioridad
en el evento.
76
44. El lenguaje no verbal o corporal incluye:
Ú a. Cómo pronuncio y cómo razono en mi discurso.
Ú b. Cómo me muevo y gesticulo.
(Ú c. Cómo utilizo el humor a lo largo de mi intervención.
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7
LA AUDIENCIA
Moderé, un par de meses antes de escribir estas líneas, una mesa profe-
sional sobre los nuevos tipos de empleo que surgirían de la economía di-
gital en la que nos adentramos. En la convocatoria se especificaba que
los asistentes eran directores de RR.HH. de medianas y grandes empre-
sas. La convocatoria resultó un éxito y la sala se encontraba por comple-
to abarrotada. Presenté el acto y cedí la palabra al primer ponente, que
realizó una intervención muy correcta en fondo y forma, ajustándose ade-
más, al tiempo concedido. Le sucedió el segundo orador de la mesa. Todo
marchaba a la perfección y el público se mostraba muy interesado por
lo que se decía. Cedí entonces la palabra al tercero de los ponentes, un
representante de una empresa tecnológica. Comenzó con una pregunta
que dejó a los asistentes desconcertados.
«¿Trabaja alguno de los presentes en el departamento de RR.HH.?».
El público susurró con asombro. Todos eran directivos de RR.HH., en
función de esa responsabilidad habían sido invitados. ¿Cómo no sabía
eso el ponente? ¿No se había informado? ¿Sería una broma del orador?
No, no lo era. El buen hombre ni siquiera se había tomado la molestia
de informarse ante quién tomaría la palabra, pecado capital para cual-
quier orador educado. Pero la cosa aún fue a peor cuando volvió a tomar
la palabra.
«Vaya, pues veo que sois todos de RR.HH. -y parecía sorprendido-. Yo
también lo soy y me quiero sincerar. Creo que a RR.HH. nos envían a los
na
menos listos de la empresa. Si fuésemos más inteligentes estaríamos en
producción o finanzas, no en esto de RR.HH.».
Los asistentes comenzaron a murmurar, molestos. Aquel ponente les
acababa de ofender, e, incrédulos, no podían terminar de creerse que
todo aquello no fuese más que una broma de inicio. Desgraciadamen-
te no lo era. Aquel ponente decía en verdad lo que pensaba. Antes de que
yo, como moderador, pudiera intervenir, el orador imprudente remató su
jugada con otra frase antológica.
«Me han pedido que hable de empleo y revolución tecnológica. Pero
os miro, os veo ya mayores, cuarentones y cincuentones, y creo que ya lle-
gáis tarde a esto. Nunca comprenderéis los nuevos hábitos tecnológicos,
ya no tenéis solución».
Antes de que los asistentes manifestaran a voz en grito su enfado,
tomé la palabra, suavicé la tensión con una broma, encaucé el asunto
afirmando que la introducción había conseguido su fin provocador y que
pasaríamos enseguida a materia. Le rogué al ponente que se centra-
ra -por cuestión de tiempo, dije- en la materia y logré así reconducir en
lo posible aquel desaguisado. El ponente, desconcertado, no comprendió
por qué los asistentes no le aplaudieron al finalizar su intervención.
Hasta aquí un suceso real que muestra, claramente, los errores en los
que un orador no debe caer jamás: no informarse sobre su audiencia, no
respetarla, no concederle importancia, agredirla y desesperanzarla, en
vez de transmitirle la esperanza que precisan. Para un orador, la audien-
cia es lo importante, debe saber ganársela con sus palabras desde el ini-
cio hasta el final. Y para ello lo primero será conocerla.
Procuremos no cometer errores tan graves como los que acabo de mos-
trar, un sorprendente y desafortunado ejemplo vivido en primera per-
sona. Desgraciadamente, aunque cueste creerlo, estos graves errores son
más frecuentes de lo que pudiera parecer. Si te fijas atentamente en las in-
tervenciones de las personas que te rodean, podrás comprobar cómo mu-
chas hablan sin tener en cuenta los intereses de la audiencia, cuando no
ofendiéndola o despreciándola directamente. Claro, así nunca podrá irle
bien. La audiencia es parte activa del acto de comunicación, por lo que el
orador debe informarse de su naturaleza, de sus inquietudes y esforzarse
80
en todo momento por aportarle valor. En las siguientes líneas vamos a
profundizar en el conocimiento y demandas de la audiencia, elemento
del todo fundamental, para alcanzar la oratoria eficaz.
81
pre un aliado, una parte cómplice. No temas a la audiencia, porque, como
sabes, es un aliado sincero que está deseando el éxito de tu intervención,
porque, de alguna manera, también será el suyo. Preocúpate de aportarle
valor y verás cómo triunfas y cómo la audiencia te estará agradecida
Ya lo hemos repetido. Para el ejercicio de la oratoria eficaz, la audien-
cia nunca puede ser considerada como una parte pasiva que se limita a
escuchar nuestro mensaje. Al contrario, la audiencia comparte el prota-
gonismo. Y si es protagonista, debemos conocerla antes de hablarle. En
efecto, si queremos conseguir algo de una audiencia, conocerla en lo po-
sible resultará de extraordinaria utilidad.
El auditorio es, con frecuencia, la mejor inspiración para el orador.
Una cosa es la línea discursiva y los recursos pensados en la soledad de
nuestro despacho mientras preparamos un discurso, y otra bien distin-
ta la que debemos utilizar cuando nos enfrentamos a un auditorio. El
orador no emite las palabras al vacío ni tampoco repite un discurso ante
una masa amorfa sin sentimientos. No. Lo hace ante personas, con sus
inquietudes, sentimientos, convicciones, problemas y aspiraciones. El
orador no suelta un discurso al aire, sino que lo enfoca a la razón y al
corazón de las personas que le escuchan.
El público no es una masa gris y pasiva a la que se dirige un discurso
despersonalizado, sino un elemento protagonista que participa de mane-
ra activa en el acto de comunicación. Por eso, el discurso debe dirigirse
a las personas que nos escuchan. El orador deberá preparar su discur-
so teniendo en mente ante quiénes lo pronunciará. El buen orador sabe
que establecerá con su audiencia una comunicación recíproca en la que
transmitirá ideas y emociones con sus palabras, al tiempo que recibirá
respuesta y emociones del público, rechazo o anuencia.
La oratoria eficaz, no lo olvidemos, conlleva un diálogo efectivo entre
el orador que habla y la audiencia que escucha activamente. En efecto,
la audiencia establece con sus reacciones una especie de diálogo con el
orador, que deberá permanecer, por tanto, muy atento. Estas reaccio-
nes, comportamientos y actitudes de la audiencia son percibidas por el
orador en lo que se conoce como retroalimentación, con lo que el flujo
de comunicación tiene un doble sentido. Desde el orador a la audiencia
en forma de discurso y desde la audiencia hacia el orador en forma de
retroalimentación simultánea. Lo repetimos porque nos parece impor-
82
tante: la comunicación oral siempre tiene una doble dirección. Por una
parte, desde el orador hacia la audiencia, en forma de discurso, y, por
otra, desde la audiencia hacia el orador en una dinámica de retroalimen-
tación. Es importante saber entender y reaccionar ante la respuesta de
la audiencia. El orador experto se retroalimenta con la respuesta de la
audiencia, y sabe amoldar y moderar su discurso en función de su estado
de ánimo e interés.
El orador, gracias a esa retroalimentación, podrá deducir cuáles son
los aspectos que más interesan a su audiencia, para insistir y profundizar
sobre ellos, y cuáles los que menos, para no ahondar en lo superfluo o
para acortar la parte de la exposición que no les interesa o que les abu-
rre. Algunas de estas señales de la audiencia son muy obvias. Si usas el
humor, la risa del público. Si pones énfasis en alguna frase, el aplauso
que te interrumpe; si algo emociona en especial, el jaleo del público; si
preguntas, su respuesta; si algo convence, el asentimiento, aunque sea
con gesticulación silenciosa. Todas estas señales son fáciles de percibir
y comprender. Pero, a veces, la retroalimentación no es tan evidente,
sino más sutil. El orador experimentado sabrá captarla, pero a los que
comienzan a caminar por el camino de la oratoria puede que les cueste
trabajo percibirla. No hay que preocuparse por ello, pues la experiencia
desarrollará ese sexto sentido que permite comprender el estado de áni-
mo de la audiencia y su respuesta a nuestras palabras.
El orador debe conocer los intereses y composición de su audiencia
en el momento de preparar su intervención. Pero eso no es suficiente. En
el momento de la intervención, deberá estar muy atento a la respuesta
de la audiencia, que evidenciará si su mensaje le llega y si conecta o, por
el contrario, no le interesa y le aburre. Cuando una audiencia está co-
nectada, el orador experimentará una curiosa sensación, algo parecido a
una corriente que le une con la audiencia, que aúna a las dos partes con-
virtiéndolas en una sola. La comunión en la palabra, le dicen. Cuando
un orador conecta con la audiencia, tiene la sensación de que conversa
con una única persona, todas las miradas confluyen en su persona. Todos
«vibran» al unísono, como un ser complejo con una sola cabeza y un
único corazón. Nadie se mueve, no se cuchichea con el vecino ni se con-
sulta el móvil. Existe una sentencia entre los grandes oradores que afirma
que cuando la gente que te escucha se mueve en sus asientos, es que tú
83
no le has movido el corazón. El orador experimentado logra modular el
discurso para conseguir que esa atención permanezca constante a lo lar-
go de toda la intervención.
Así que ya sabes. Consigue mover el corazón de los que te escuchan,
para que no tengan así que revolverse impacientes en su asiento.
84
los organizadores y participantes también proporciona una valiosa infor-
mación que permitirá centrar y adaptar la intervención.
La audiencia agradece que sepas comprenderla, que empatices con
ella y te pongas en su lugar, que conozcas su realidad, que respondas a sus
dudas e inquietudes, que utilices referencias y ejemplos que le resulten
conocidos, que satisfagas a sus preguntas, que alivies sus temores y que
aportes soluciones a sus problemas. Conseguirlo presupone que has rea-
lizado el esfuerzo de conocerla previamente.
Y para terminar este apartado, proponemos una serie de preguntas
que debes siempre formularte antes de preparar tu discurso, o en el mo-
mento de adaptar el que ya tenías preparado de alguna ocasión anterior.
Su respuesta determinará el discurso adecuado.
» ¿En qué tipo de evento participaré? Los formatos pueden ser muy
variados: conferencia, congreso, reunión, consejo o junta, aula de
formación, asamblea, debate, mesa redonda, mesa de negociación
o coloquio o cualquier otro formato.
> Lugar de celebración: salón de congresos, sala de hotel, sala de
juntas, etc.
» ¿Por qué motivo se reúnen?
» Aforo de asistentes.
» Nivel académico, titulación y formación.
» Pertenencia o no a una organización. Finalidad de la organización,
en Su caso.
» Nivel de responsabilidad de los asistentes.
» Intereses básicos de la audiencia: generales/específicos.
> Problemas que le afectan.
> ¿Cómo visten? ¿Existe algún protocolo?
» Motivos y razones del encuentro.
> ¿Qué desean? Aprender, compartir, comprar, vender, conocimien-
to, emociones...
» ¿Por qué me llaman? ¿Qué esperan obtener de mí?
» ¿Cuál es mi objetivo? ¿Qué espero yo obtener de ellos?
85
> ¿Quiénes y por qué lo organizan? ¿Cómo puedo ayudarles? ¿Cómo
puedo ser útil?
» ¿Qué valor puedo aportarles?
» ¿Qué ejemplos puedo utilizar que realmente me acerque a su rea-
lidad e intereses?
» ¿Quién habla antes y después de mi intervención?
> ¿Habrá preguntas? ¿Qué pueden preguntarme?
» ¿Habrá debate? Preparar defensa frente a posibles ataques.
86
Conoce su realidad y el motivo que allí los reúne, así como la litur-
gia y protocolo que se exige.
Al hablar, exprésate como si establecieras una conversación con la
audiencia. Debes ganarte su atención y su razón, pero, sobre todo,
conseguir su corazón.
La audiencia no sólo recibe ideas o datos. También «siente» emo-
ciones, como la esperanza, el temor, la confianza, la ilusión o el
rechazo, entre otras. La audiencia no sólo escucha o ve, sino que
también «siente». Y, por eso, el orador debe saber comunicar con
la cabeza, pero también con el corazón.
Para conseguirlo, además de las formas, entonación y mensajes,
suele ser muy eficaz contar historias reales que les resultan cerca-
nas. El buen orador debe convencer con la razón y seducir con la
emoción. Ambas facultades deben marchar al unísono sin que de-
safinen entre ellas.
El argumento convence y la experiencia, el relato y la anécdota
emocionan. Cuenta, pues, historias que alimenten los sentimien-
tos y aporta datos y argumenta para abonar a la razón.
Consigue que con tus palabras la audiencia se sienta importante y
protagonista. Glosa e incrementa su sensación de pertenencia y su
autoestima.
Tus palabras deben resultar de utilidad para los asistentes. Esfuér-
zate siempre en aportar valor con tus palabras. Responde siempre
a la pregunta: ¿cómo puedo ayudarles?
Procura satisfacer sus inquietudes, responder a sus dudas, ayudar-
les a resolver sus problemas.
No olvides que toda audiencia desea siempre aprender algo y es-
pera que el tiempo que invierte en escucharte le resulte de utili-
dad. Si aportas valor, la audiencia te lo agradecerá.
Halaga con elegancia y suavidad a la audiencia. Hazla sentir im-
portante y protagonista. Que perciba que le concedes importancia
y que, para ti, los protagonistas son ellos, no tú.
Introduce en tu discurso anclajes que se refieran a su realidad coti-
diana, porque te acercará a ellos.
87
> Háblales acerca de sus preocupaciones, porque te lo agradecerán;
ayúdales con tus palabras, porque te seguirán.
» Noles hables sólo de ideas, de datos o de teorías. Háblales también
de tu mundo, de tu experiencia, de cómo lograste superar tus pro-
blemas y fracasos.
> Compartir tus problemas y fracasos te acerca, te humaniza, te
hace uno de ellos. Pero no te quedes ahí. La audiencia valora saber
cómo lograste superarlos. La audiencia ama la moraleja, la ense-
ñanza que puede extraer de historias ajenas. No te limites a con-
tarles tu experiencia, comparte lo que aprendiste de ella, aquello
que finalmente te resultó útil y que crees que les puede, también,
resultar de utilidad.
> No expongas problemas sin solución ni siembres desesperanza.
La puerta abierta vende más que la cerrada. La audiencia siempre
quiere conocer cómo lograron superar otros los problemas que a
ellos les atenazan.
» Cuenta historias, leyendas, anécdotas que complementen y ador-
nen tu línea argumental.
» Enlo posible, introduce guiños de humor en tu intervención. Una
sonrisa oportuna será la mejor aliada de tus palabras.
» Refuerza tu currículum con aquellas actividades, conocimientos
o experiencias que puedan resultar de utilidad para las circunstan-
cias de cada audiencia.
» Pasea tranquilamente tu mirada sobre la audiencia mientras hablas
con el fin de conseguir que cada asistente tenga la sensación de que le
habla personalmente, lo que facilita la conexión entre ellos. No la de-
jes fija en un punto o sobre una persona, porque excluirás a las demás.
88
puestas al concluir, mientras que grandes intervenciones pueden desgra-
ciarse por un mal enfoque en el contenido o en la manera de responder
a las cuestiones y preguntas posteriores de la audiencia. Por eso, hasta
el final, debes esforzarte en tu comunicación eficaz. Comunicas con tu
discurso, comunicas de igual manera al responder las cuestiones que, en
su caso, la audiencia te formule.
Tras las palabras del orador, se suele abrir un turno para que los asis-
tentes puedan formularle preguntas. Es la ocasión para rematar una bue-
na intervención, aunque también se corre el riesgo de devaluar un buen
discurso propio. Por eso, hay que prepararse también el turno de pregun-
tas. Y para ello, lo primero es saber si existirá o no. En función del tipo
de acto, deberás conocer si se abrirá, o no, ese turno de preguntas, cuya
dinámica deberás conocer en lo posible.
En caso de que esté anunciado el turno de preguntas y se haya asigna-
do un tiempo determinado, es de esperar que se formule alguna cuestión.
Si no ocurriera, podría dar la sensación de desinterés, por lo que es bue-
no que alguien tenga preparada alguna. Si los oradores han excedido sus
tiempos, lo cual es muy frecuente, desgraciadamente, se puede excusar
la ausencia de preguntas para recuperar la agenda y compensar, así, el
retraso acumulado.
A continuación, sugiero algunos consejos que resultarán de utilidad
para afrontar con éxito un turno de preguntas:
89
» Una fórmula eficaz es pasar las preguntas por escrito y que el mo-
derador te las formule. Se gana tiempo y se evitan los discursos
paralelos.
> Sino sabes la respuesta, reconócelo. Nunca respondas sin saber.
> Norespondas con hostilidad, siempre con asertividad.
» Reserva un par de buenos argumentos para peguntas previsibles.
> No digas «me alegro de que haga esa pregunta» o «es una bue-
na pregunta», porque son tópicos y relegan a los que preguntaron
con anterioridad.
> Pide a quien pregunte que se identifique, tanto por su nombre
como por la institución que representa.
» Si olvidaste algún argumento en la intervención o deseas enrique-
cerla, es bueno aprovechar el momento de las preguntas para in-
cluirlo en alguna de tus respuestas. Asimismo, si se percibe que
alguna de las partes de la intervención no quedó bien explicada,
aprovecha tus respuestas para aclararla. También puedes utilizar
este turno para responder a alguna crítica de otros oradores, pero
siempre con mesura y oportunidad.
» En ocasiones, serás tú, como orador, quien realice preguntas a la
audiencia. Así captas su atención, las involucras en tu discurso, tes-
tas la opinión y facilitas la retroalimentación.
90
lograste superarlas. La audiencia ama la moraleja, la enseñanza que
puede extraer de historias ajenas. No te limites a contar tu experien-
cia, comparte lo que aprendiste de ella, aquello que finalmente te re-
sultó útil y que crees que puede, también, resultar de utilidad.
4. Tu intervención no finaliza cuando terminas tu discurso. Lo hace una
vez que hayas concluido, en su caso, el turno de preguntas que le su-
cede. Si importante es comunicar bien durante tu discurso, de igual
importancia resulta acertar con el tono y contenido de tus respuestas.
Intervenciones mediocres pueden ser salvadas con un buen turno de
respuestas al concluir, mientras que grandes intervenciones pueden
desgraciarse por un mal enfoque en el contenido o en la manera de
responder a las cuestiones de la audiencia.
[ÉS PRÁCTICA
21
2. La audiencia:
O a. Es parte importante y pasiva del acto de comunicación.
O b. Es parte imprescindible y activa del acto de comunicación.
U c. Es parte prescindible pero activa del acto de comunicación.
3. Existen:
(O a. Cinco tipos de audiencias.
( b. Un único tipo de audiencia.
( c. Muchos y muy variados tipos de audiencias.
92
8. La respuesta de la audiencia conocida como retroalimentación:
Ú a. Resultará indiferente al orador.
( b. Es importante para la propia audiencia.
( c. Permitirá al orador conocer el efecto de sus palabras y modular
así su discurso.
93
13. La audiencia:
(O a. También tiene sus propios objetivos e intereses.
(O b. Siempre comparte los objetivos del orador.
U c. No tiene objetivos claros, sólo desea oír las palabras del orador.
94
20. Lo mejor para ganarse a una audiencia:
O a. Es hacerla reír.
Ub. Es contar todo lo que se sabe sobre la materia.
Ú c. Es aportarle valor, satisfacer sus necesidades.
21. El orador:
( a. Debe contar ejemplos y experiencias de su propia vida.
UA b. Jamás debe hablar de su propia experiencia.
Ú c. No debe contar ejemplos, mejor centrarse en los principios teó-
ricos.
22. La audiencia:
Ú a. Prefiere que le planteen los problemas sin solución que puede
encontrarse en la vida real.
Ú b. Prefiere que los problemas planteados queden sin solución,
para que cada uno pueda encontrar la suya propia.
Ú c. Prefiere que el orador formule soluciones a los problemas que le
afectan.
95
26. La audiencia:
QU a. Quiere conocer sólo los éxitos del orador.
( b. Desea también conocer sus fracasos y cómo los superó.
Ú c. No está interesada por la vida del orador.
27. El orador:
O a. Debe dejar la vista fija en algún lugar durante toda su interven-
ción.
( b. Debe pasear la vista sobre toda la audiencia.
Ú c. Debe mirar al suelo mientras habla.
96
32. Que las preguntas y respuestas sean monopolizadas por un úni-
co participante:
U a. Esalgo negativo que hay que evitar.
U b. Es algo positivo que hay que fomentar.
Ú c. Es algo indiferente.
97
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EL DISCURSO
99
—¿Quién eres? ¿Por qué me cuentas eso? ¿Eres acaso maestro de
retórica?
—Ya no soy nada, pero me gané durante muchos años la vida como
orador, allá en el Asia Menor. Ahora vivo en la montaña y aspiro a la sa-
biduría.
—¿Me ayudarías a construir buenos discursos? Me has dicho que ten-
go madera para ello.
—Depende de ti. Vivo arriba, bajo la Peña Negra. Si de verdad quieres
progresar, sube mañana sin otro equipaje que la modestia ni otro bastón
que las ganas de aprender.
Al día siguiente, después de una dura caminata, el joven se presentó
en la casa del anciano, apenas una choza de cañas y barro.
—Ya estoy aquí. ¿Cuándo comenzamos con las clases?
—Pues ahora mismo. Estoy preparando la cocción de una serie de va-
sijas de cerámica; ayúdame, por favor.
Y así, durante el día entero, el joven ayudó a cocer las diferentes va-
sijas que su maestro había moldeado con anterioridad: ánforas, vasos y
jarras, así como diversos tipos de platos y urnas. El joven no comprendía
nada, pero no quiso molestarle con preguntas y se limitó a trabajar jun-
to al horno. Por la noche, agotado, se acostó después de una cena frugal.
Se levantó al amanecer y se encontró a su maestro trabajando con
el barro.
—Maestro, ¿cuándo me enseñarás a hacer un buen discurso?
—Tranquilo. Hoy trabajaremos en amasar la arcilla y en moldear dis-
tintos tipos de vasijas. Mañana volveremos a cocerlo en el horno.
Y así, durante varios días, trabajaron en la producción cerámica de
todo tipo de vasijas y recipientes, grandes y pequeños, de diario y de lujo.
Al sexto día, el maestro lo llevó a un almacén en que se custodiaban
grandes tinajas repletas de distintos tipos de líquidos y alimentos.
—Ésta de aquí es aceite de oliva, aquella de vino, ésta de requesón.
Y así continuó enumerando su contenido: agua, leche, vinagre, miel,
almendras, trigo, harina. El joven, desconcertado, no lograba entender
cuál era su papel allí.
—Maestro, ¿podremos dar ya las clases de oratoria?
—Ahora -le respondió el maestro-, vamos a rellenar con sumo cuidado
las vasijas que hemos cocido. Tenemos que tener buen cuidado en acertar
100
con el recipiente más adecuado para cada tipo de contenido. No es lo mis-
mo la ánfora para transportar aceite que la de conservar el vino, ni la tina-
ja para almacenar el trigo que la bandeja para hornear la masa de harina.
El joven se esforzó en hacerlo de manera concienzuda, bajo la atenta
y enigmática mirada del anciano.
—Ten cuidado -le aconsejaba de vez en cuando-. No puedes confun-
dir la jarra de vino para consumir a diario en casa con la que se sirve en
una boda de alto rango. Debes acertar no sólo con el tipo de bebida, sino
también con dónde y cuándo se va a utilizar.
Algunas ánforas se le rompieron en las manos, otras, defectuosas en
su cocción, perdían el líquido por sus fisuras. El joven trabajó con ahínco
durante dos jornadas y, al séptimo día, había finalizado por completo la
tarea asignada. Por la tarde, se dirigió con seguridad hacia el maestro.
—He concluido mi trabajo. Te toca a ti cumplir tu parte del trato y en-
señarme a hacer un buen discurso.
—Yo también lo he cumplido ya -respondió enigmático-. Ya puedes re-
gresar a casa, ya sabes cómo se construye y pronuncia un buen discurso.
—¿Cómo? -respondió con enfado el joven, sintiéndose engañado-. ¡Si
todavía no me has enseñado nada!
—Ven -respondió con amabilidad-. Siéntate a mi lado.
El joven, con gesto de ira, se sentó junto a él.
—Cuando te vi hablar en público, comprendí que poseías todos los
atributos para convertirte en un gran orador. Sin embargo, te faltaba un
conocimiento esencial para triunfar. No sabías hilvanar el discurso que en
cada situación precisabas.
—Ya me lo dijiste, por eso vine hasta aquí para aprender.
—Y dime, ¿no has aprendido nada durante estos días?
—Pues sí, a trabajar con el barro, a cocer vasijas y a rellenarlas de
manera adecuada.
—Pues eso, exactamente, era lo que precisabas aprender. El discurso
tiene forma y contenido, como las vasijas que has rellenado. Forma y con-
tenido están íntimamente interrelacionadas, como has podido compro-
bar. Por eso, no es lo mismo un discurso político, que uno para negociar
o que otro para seducir, al igual que no se utiliza la misma vasija para el
aceite o la harina. Cada contenido exige una forma, que debes saber ele-
gir en función de las circunstancias.
101
—Exacto -repitió el joven para sus adentros-. Forma y fondo están ín-
timamente interrelacionados...
—Asimismo -continuó el maestro-, debes atinar con la cantidad. Si
echas demasiado líquido, se derramará y, si echas poco, se desperdicia-
rá la capacidad. Igual ocurre con los discursos, que también tienen una
medida. Si te excedes, tu público se aburrirá, y si te quedas corto, deja-
rás cosas por decir.
El joven se mantuvo pensativo un buen rato, admirado como estaba
por las brillantes metáforas que escuchaba.
—Tú tenías buen vino, pero no atinabas con la tinaja adecuada para
servirlo. Poseías un rico vocabulario, pero no encontrabas la forma ade-
cuada para exponerlo de manera convincente en cada ocasión. El vino
es importante, hijo, pero también lo es el ánfora que lo contiene. Dedi-
ca tiempo al contenido, pero también a la forma. Si no escoges la vasija
adecuada, el contenido se desaprovechará. Si la cocción no fue la correc-
ta, la vasija se romperá. Si no cuidas la forma, el contenido de tu discur-
so se desaprovechará, si no armas y estructuras bien tu intervención, tu
discurso se desmoronará.
—Tienes razón, maestro. Se me ocurren otras muchas comparacio-
nes que me permiten comprender mis errores del pasado y enmendarlos
para el futuro. Y cada circunstancia -reflexionó en voz alta- exige un tipo
de forma. No es lo mismo servir el vino en una boda que en casa.
—Así es. Veo que ya comprendes. Regresa ahora a la ciudad y reflexio-
na sobre lo que has aprendido esta semana.
—¿De oratoria?
—No -sonrió socarrón por primera vez el anciano-, de hacer vasijas
de cerámicas...
El joven regresó a la ciudad y preparó sus siguientes intervenciones con
la sabiduría aprendida con el anciano. Tuvo grandes éxitos, que le convir-
tieron en un orador muy reputado. Regresó en varias ocasiones a la casa
de la montaña para agradecer a su maestro todo lo que le debía, pero
nunca logró encontrarlo. Sólo sus cerámicas seguían expuestas al cielo,
como homenaje silencioso a aquel que supo aunar el fondo y la forma
oportunos que toda pieza oral precisa para alcanzar la excelencia.
102
El conjunto de palabras con las que te comunicas con tu audiencia
configura lo que llamamos discurso, sobre el que gira el ejercicio de la
oratoria. Una vez conocidos los dos primeros elementos del acto de co-
municación, el orador y la audiencia, vamos a abordar el corazón de
la comunicación, el discurso, el conjunto estructurado de palabras y
argumentos utilizado para alcanzar los fines propuestos. Ya hemos an-
ticipado varias ideas fundamentales. El discurso tiene fondo y forma,
que deben resultar adecuados para tus fines, acordes con las circunstancias
y al gusto de la audiencia. El discurso, además del fondo y la forma que se
otorgue a sus contenidos, debe ser declamado con la entonación y rit-
mo adecuado. Todos estos componentes resultan de la máxima impor-
tancia, pues, en verdad, configuran un todo. La audiencia valora y percibe
el discurso en su conjunto, sin discernir sus partes por separado. Por eso,
para triunfar como orador, deberás acertar con el equilibrio de fondo y
forma, contenido y elocuencia, emoción y declamación. Pero vayamos
por partes, porque no te resultará tan difícil como inicialmente pudiera
parecer.
El discurso es la pieza central de la oratoria, que os une a los dos pro-
tagonistas esenciales, a ti, como orador, y a la audiencia que te escucha.
Vamos a conocer las interioridades y requisitos de un buen discurso para
que aprendas a armarlo, primero, y a pronunciarlo bien, después.
8.1. EL DISCURSO
103
proporción tienen sus partes y cómo se unen entre sí-. Además, deberá
ser declamado con la adecuada entonación y énfasis. Un buen discurso
debe contener buenas ideas, bien expuestas, ordenadas y argumenta-
das si no quiere convertirse en un cascarón vacío. El ideal reside en
equilibrar fondo y forma para articular, así, adecuadamente, las ideas.
Es importante que el orador se sienta cómodo tanto con la forma como
con el fondo del discurso. Así resultará creíble, transmitirá convicción,
seguridad y naturalidad y conseguirá algo que valora mucho la audien-
cia, un estilo propio.
Sin duda alguna, una de las principales claves del éxito de un discurso
radica en conseguir satisfacer el deseo de conocer, aprender o entender
de la audiencia. Por supuesto, siempre, en ayudarle a resolver sus proble-
mas o aportarle ideas prácticas y útiles para sus inquietudes. También
será recompensado por la audiencia quien satisfaga su autoestima y re-
fuerce sus creencias. Ya lo sabíamos: por encima del discurso hermoso,
está el discurso que realmente sirve a la audiencia para lograr sus obje-
tivos, solucionar sus problemas, satisfacer sus necesidades o para ayu-
darles a comprender realidades complejas. Por eso, un discurso que sólo
plantee problemas será escasamente valorado por la audiencia. El valor
que puede aportar el orador reside en las propuestas, planteamientos o
soluciones que sea capaz de aportar. El discurso debe prepararse con-
cienzudamente, teniendo en cuenta que tiene que llegar tanto a la cabeza
como al corazón de la audiencia.
Hemos comentado que para que un discurso resulte eficaz debe re-
sultar coherente no sólo en su contenido y en su forma de expresarse,
sino también con la persona del orador. Para la audiencia, el orador es
parte del discurso que percibe, hasta el punto de comprometer su po-
der de convicción si detecta una mínima incoherencia en el mensaje del
discurso, aunque sea estética o sensorial. El orador no sólo debe entrar
en interacción con su audiencia a través de su discurso, sino también su
propia persona debe interaccionar con el discurso de manera coherente
y natural.
Y, por supuesto, el discurso debe construirse al servicio del fin desea-
do. Todas tus palabras, ideas, ejemplos, anécdotas y argumentos deben
estar orientados a la consecución de tu objetivo. Nada de lo que digas
podrá distraer o perjudicar la fuerza de convicción de tus palabras. Para
104
conseguirlo, evidentemente, el secreto radica en preparar bien lo que vas
a decir. Ya veremos en el siguiente capítulo cómo conseguirlo.
105
las anécdotas personales, que sirven para atraer la atención y centrar la
cuestión; las afirmaciones sorprendentes, que levanten la admiración de
los asistentes, y, por último, comenzar con una pregunta contundente.
El desarrollo es el cuerpo central y más extenso de la intervención.
En él se exponen los argumentos y razonamientos al servicio de nuestro
objetivo. Es muy útil sintetizar en una o pocas frases redondas y concisas
el mensaje esencial del discurso, en las llamadas ideas importantes. Estas
ideas importantes deben quedar bien integradas en el discurso, para
que queden claras y obtengan la eficacia deseada. La más importante de
estas ideas puede enunciarse al principio del discurso para centrar e inte-
resar a la audiencia, y luego desarrollarla y argumentarla adecuadamente
en la parte central del discurso. El orador debe conseguir que la audiencia
recuerde la idea importante principal, por lo que deberá repetirla “como
síntesis del mensaje principal- en la parte final del discurso. Suele fun-
cionar mejor trabajar con pocas ideas importantes bien argumentadas
y bien demostradas, que con muchas enumeradas de pasada y sin que
queden fundamentadas adecuadamente.
En el desarrollo debe existir un hilo argumental que una y otorgue
coherencia a sus distintos argumentos.El discurso debe fluir y no golpear
a la audiencia con partes que parecen independientes entre sí y que no
quedan bien hiladas en el conjunto del discurso. Lo importante es que
las partes que estructuran el discurso guarden coherencia, armonía y pro-
porción entre ellas, sin caer en contradicciones, priorizando el tiempo
para lo importante y no malgastándolo. Un buen discurso da sensación
de unidad y coherencia entre sus partes, y debe «fluir» sin rupturas ni
contradicciones de principio a fin, dosificando datos, historias y argu-
mentos para mantener constante la atención del público.
Para argumentar, puedes usar ejemplos bien conocidos y aceptados
por la audiencia. O contar alguna historia, que siempre atrae la atención
de los asistentes. Las buenas historias también poseen ritmos similares.
Se presenta a los personajes, se cuenta su problema o conflicto y se apor-
ta finalmente la solución. Es importante que siempre vendas esperanza,
soluciones, respuestas. Una puerta abierta siempre vende más que una
cerrada. No transmitas sólo problemas, aporta soluciones a los que sufre
tu audiencia. Es importante combinar mensajes racionales con vivencias
emocionales. Contar tu propia experiencia concede mucha fuerza a tus
106
palabras. Ya sabes el arquetipo. Cuentas primero qué problema o fracaso
tuviste —eso siempre acerca al público— y después cómo lograste solucio-
narlo. A la audiencia le encantan las historias con moraleja que aprender.
Al terminar hay que compartir el porqué de tu propuesta, y animarla
Casi urgirla— a que pase a la acción en el camino elegido. Siempre gustan
más las historias con final feliz.
El final del discurso es especialmente importante y difícil. Debemos
terminar en alto, si es posible, comulgando con la emoción de la audiencia.
No se debe finalizar con un resumen de la ponencia, pero sí se puede repe-
tir, la frase redonda que sintetice la principal idea importante. Se trata de
conmover a la audiencia para dejarla ganada para su causa. El final hay que
trabajarlo mucho para que resulte impactante y de intensidad emocional.
Y no olvides, tras el cierre, finalizar con un sincero y nítido «¡muchas
gracias!» De inmediato, si se trata de una ponencia o conferencia, el pú-
blico te recompensará con un aplauso cerrado.
Y comenzamos con la regla de oro que todo orador eficaz debe cumplir
siempre: debe preparar el discurso con la dedicación y antelación sufi-
ciente. Nunca comiences a hablar si no tienes claro lo que quieres decir
y cómo vas a hacerlo. La preparación de un discurso, sobre todo si es la
primera vez que lo vamos a pronunciar, no es tarea fácil.
Debes prepararte cualquier intervención, por bien que conozcas la
materia: la que darás en clase, en la asamblea de la ONG o ante el conse-
jo de dirección de tu empresa. Los discursos, cualquier tipo de discurso
ante cualquier foro, siempre, y recalcamos lo de siempre, deberán prepa-
rarse adecuadamente.
Es recomendable preparar el discurso a lo largo de varios días, para
permitir que las propuestas e ideas afloren y los argumentos se asienten.
Incluso los discursos ya pronunciados con anterioridad deberán ser ac-
tualizados y adaptados en función del tipo de acto en el que vayas a ha-
blar, de su audiencia, circunstancia y tiempo disponible.
Cómo simple apoyo, aporto una serie de preguntas que deberás tener
en cuenta mientras preparas tu discurso, ya que, de alguna forma, tendrá
que responder a todas ellas.
107
¿Cuál es mi finalidad? ¿Qué quiero obtener?
¿A quién me dirigiré? ¿Cuáles son sus objetivos?
¿Cuál es mi mensaje principal? ¿Qué quiero decir y trasladar?
¿De qué datos e informaciones dispongo? ¿Cómo lo argumento y
expreso?
¿Qué tipo de lenguaje y nivel de conocimientos es el adecuado
para la audiencia?
¿Cuáles son las mejores frases para sintetizar lo fundamental de mi
mensaje? ¿Cuáles pueden ser mis ideas importantes?
¿De qué tiempo dispongo? ¿Cómo distribuyo mi tiempo en los
distintos apartados?
¿Cómo estructuro mis ideas y razonamientos? ¿Cuáles son mis
mejores argumentos?
¿Qué recursos emocionales puedo usar?
¿Cómo inicio y finalizo el discurso?
¿Transcurre el discurso de manera coherente y fluida?
¿Interesa su contenido? ¿Cóma aporto valor a la audiencia? ¿So-
luciono sus problemas, resuelvo sus dudas, aporto nuevos sabe-
resi
¿Cómo me pueden contraargumentar? ¿Cómo cubro los puntos
débiles de mi posición?
¿Cómo lo adapto a las circunstancias en las que lo pronunciaré?
¿Cómo aprovecho esas circunstancias para reforzar mi mensaje?
¿A través de qué medio llegarán mis palabras a la audiencia? ¿Qué
lenguaje es el más adecuado para ese medio?
108
Y vayamos por el primer paso, escribirlo. Ya conocimos, cuando es-
tudiamos los principios clásicos de la retórica, las tres fases de prepara-
ción del discurso. En la primera fase, bautizada como invención en Gre-
cia, como cajón de sastre para nosotros, el orador debe anotar las ideas,
argumentos, propuestas, razones, datos o ejemplos que considere que le
serán de utilidad para el discurso. En inglés, podríamos denominarla
fase brainstorming, pero nosotros preferimos el símil del cajón de sastre
en el que todo se revuelve. Se trata, pues, de aportar ideas que nos ven-
gan a la cabeza, aunque estén deslavazadas, a las que después daremos
forma y otorgaremos coherencia en la segunda fase, denominada dispo-
sición. Ya tendremos entonces el esqueleto del discurso, al que hay que, a
continuación, adornar con recursos para conseguir que sea eficaz y logre
emocionar, conmover, convencer y mantener la atención de los oyentes.
Esta tercera fase supone dar la forma final al discurso creado en la fase
anterior. Aunque es recomendable escribir el discurso, hay que tener en
cuenta que, en verdad, se trata de una pieza oral, elaborada para ser leída
o declamada en voz alta. El discurrir del discurso deberá ser armonioso
y fluir como un todo. Es muy importante ser conscientes de que escribi-
mos una pieza que se perfeccionará mediante su declamación oral, por lo
que la forma deberá estar pensada para este fin.
De alguna manera, estas fases responden a la dinámica natural de la
creatividad de nuestra mente. Primero, tu mente genera ideas, a veces
brillantes, otras no tanto, que suelen estar desconectadas una de otra.
Debes apuntar estas ideas, madurarlas, desarrollarlas, contrastarlas y
apuntalarlas con datos. Con ello desarrollaríamos la fase del cajón de
sastre. Después tendrás que estructurarlas, priorizarlas y ordenarlas (co-
hesión y coherencia en los textos) atendiendo a la finalidad de tu inter-
vención, a tu público, sus expectativas, la ambientación o el momento. Y
una vez que lo tengas estructurado y ordenado, toca darle forma para que
fluya y funcione como texto oral. Por eso, resulta recomendable leer en
voz alta lo que escribimos, para comprobar que suena bien y que expresa
fielmente aquello que queremos trasladar.
El lenguaje y el vocabulario del discurso serán los adecuados para
la materia que abordamos y el fin que perseguimos, y adaptados a las
circunstancias y a la audiencia a la que lo dirigiremos. A la hora de escri-
birlo, recomendamos que uses frases cortas mejor que largas. Las frases
109
subordinadas —unas frases dentro de otras frases— resultan siempre di-
fíciles de pronunciar, por lo que no son recomendables salvo que seas
un maestro consumado. El discurso oral gusta de expresiones naturales
y sencillas, mejor que de frases complejas y alambicadas. El estilo debe
resultar natural, coherente y sin artificio.
Debes explicar el porqué de tus ideas, la finalidad que persigues con
ellas. Los líderes suelen explicar primero por qué hacen lo que hacen
—misión—, luego describen cómo lo hicieron —acción— para terminar re-
velando lo que finalmente ocurrió —resultado—. El porqué suele ser más
importante que el cómo.
Tu discurso, además del juego emocional, debe resultar fundamen-
tado en argumentos. La argumentación es el arte o ejercicio de conven-
cer, de debatir o dialogar mediante el razonamiento. El argumento es una
poderosa herramienta de convicción, por lo que el orador debe utilizarlo
en su discurso. A través del argumento, se razona el porqué de nuestra
propuesta y se fundamenta aquello que se afirma. La argumentación ya
supone una señal de respeto hacia la audiencia, ya que afirmar algo sin
justificarlo se asocia a la imposición, con el rechazo cierto que eso gene-
ra. La persona que argumenta resulta más creíble y cercana que aquella
que simplemente trata de imponer su postura. Un buen orador resulta,
casi siempre, un excelente argumentador.
Una cuestión muy importante que deberás tener en cuenta a la hora
de preparar tu discurso es la del tiempo de que dispondrás para tu inter-
vención. Debes respetar el horario que te concedan y adaptar lo princi-
pal de tu mensaje a ese tiempo, respetando, además, su estructura básica
de inicio, desarrollo y cierre. Como consejo, te sugiero que cronometres
los tiempos que tardas en leerlo en voz alta. Procurar mantener en estas
pruebas el mismo ritmo y entonación que usarás ante el público. Así po-
drás administrar los contenidos en función del tiempo disponible. Re-
pito que esto es muy importante, porque casi nadie lo hace, por lo que,
posteriormente, suele tener problemas con la duración de su discurso.
Una vez escrito el discurso, deberás pronunciarlo en voz alta varias ve-
ces, puliendo el texto, mejorando tu entonación y corrigiendo aquellas
palabras o expresiones que no funcionen. Sólo cuando quedes satisfecho
con cómo suena una vez pronunciado, podrás considerar preparado el
discurso que pronunciarás en el momento oportuno.
110
Y, no lo olvides, dedica tiempo no sólo a preparar el desarrollo de tu
discurso, sino también a su arranque y final, etapas del todo fundamenta-
les para conseguir el éxito de tu posterior intervención.
111
El lenguaje debe ser el adecuado para el asunto que abordamos y, so-
bre todo, para la audiencia a la que nos dirigimos. El orador no debe, por
tanto, aspirar al lenguaje excelente o primoroso, sino al lenguaje adecua-
do para cada circunstancia y audiencia, coherente con su propia forma
de ser.
El orador, a efectos de la pronunciación del discurso, también debe
adquirir nociones elementales sobre su voz, así como aprender a utili-
zarla. Las características que definen la voz son: el tono, que puede ser
grave o agudo, así como la velocidad, la entonación, el volumen, el ritmo y
el timbre. Asimismo, los componentes del habla son la fonación, la respi-
ración, la articulación y la expresión facial. No corresponde a este manual
abordar en profundidad estas materias, pero sí que queríamos enunciar-
las para tu conocimiento.
A la hora de pronunciar tu discurso, además de la pronunciación y
la entonación, debes cuidar su ritmo, tanto la cadencia sonora como de
contenidos para «fijar» a la audiencia en tu relato. El ritmo tiene que
ver con la proporción, la velocidad, el tiempo y el reparto de las ideas
a lo largo de la exposición. La coherencia de un discurso no se consi-
gue tan sólo por sus contenidos e ideas, sino también por su cadencia y
ritmo. La mente humana tiene unas nociones de medida, y determina,
también de manera subconsciente, lo que es corto o largo, posee canon
de proporción. Por eso, nuestro discurso debe ser proporcionado tanto
entre sus partes como en su extensión total. El discurso se mejora con
el ritmo.
¿Cómo pronunciar el discurso? ¿Leyendo o sin leer? En principio,
siempre que sea posible, el orador debe hablar sin leer sus papeles. Leer
el discurso otorga rigor y precisión, pero resta espontaneidad y capaci-
dad de transmisión y convicción. Por eso, salvo en actos muy formales,
es mejor hablar sin leer. Pero ¿cómo pronunciar un discurso sin leer?
¿Debe el orador aprendérselo de memoria y soltarlo del tirón? No, no
es una buena receta por dos razones: primera, porque sonará rígido, sin
frescura. Segundo, es arriesgado, ya que, si se le olvidara una sola frase,
el orador podría perder el hilo narrativo y quedarse en blanco. Existen
diversos métodos que ayudan al orador a pronunciar un discurso largo
sin necesidad de leer y sin riesgo, asimismo, de olvidar ningún elemento
importante. Por supuesto, como ya vimos, en cualquier caso, se lea o no,
112
el discurso debe prepararse a conciencia, escribiéndolo entero con ante-
rioridad y leyéndolo varias veces en alto para corregir y pulir el texto y la
entonación. Una vez trabajado se puede condensar su contenido en un
breve esquema, algo parecido a un índice, según los puntos y apartados
en los que se estructura. También se pueden reseñar en el esquema las
ideas importantes o apoyos para el inicio y el cierre, etapas muy sensibles
del discurso.
El orador saldrá a hablar tan sólo con el apoyo de ese esquema, a modo
de guion de apoyo a la hora de intervenir. El esquema se conformará con
los apartados, palabras clave e ideas importantes en los que se estructura
el discurso. Esa simple cuartilla te concederá seguridad, impedirá que se
te olvide algún punto importante y te inmunizará del mal de la mente en
blanco. El esquema con sus notas debe escribirse con letra clara, prefe-
rentemente mayúsculas. De un solo vistazo el orador recordará el conte-
nido de cada apartado. Atención, no es recomendable, como veremos en
un posterior apartado, que proyectes este guion en PowerPoint desde un
principio, pues distraería a la audiencia.
Se debe hablar con naturalidad, sin artificio, desarrollando los conte-
nidos que se sintetizan en el esquema. Un orador con experiencia puede
improvisar algo sobre la marcha, para volver, a continuación, al guion tra-
zado. La memoria, un buen nivel cultural y la capacidad de reacción y de
relación proporcionan valiosas herramientas al orador para condimentar
y enriquecer sus discursos o improvisar, en su caso. La improvisación es
buena si se construye sobre el sólido cimiento de una intervención bien
preparada con anterioridad.
Si pronuncias el discurso sin leer el texto, te resultará muy difícil con-
trolar los tiempos. Corres el peligro, en consecuencia, de que tu inter-
vención sea demasiado breve —poco probable— o que se alargue en de-
masía —-mucho más frecuente—. ¿Cómo gestionar, entonces, esos tiempos
traicioneros? Pues, como ocurre casi siempre, preparándote para ello. Ya
vimos que a la hora de redactar el discurso era recomendable leerlo en
voz alta y cronometrar los tiempos. Así se controla su duración y la de sus
partes. Mi consejo es que, si no vas a leerlo, utilices un esquema, y sobre
ese esquema incorpores unas simples marcas de tiempo. Por ejemplo, si
consta de cinco partes, asigna un tiempo a cada una de ellas. Así podrás
comprobar durante tu intervención si te has alargado en cualquiera de
113
ellas. Los esquemas y las marcas de tiempo te serán de extrema utilidad;
aprende a usarlas porque, realmente, funcionan.
La oratoria queda íntimamente vinculada a la elocuencia, que no sólo
se basa en las palabras y frases del discurso, sino que también, como sa-
bemos, incluye la entonación, los gestos, la interpretación en su conjun-
to. Incluso los silencios pueden ser elocuentes. La oratoria debe siempre
perseguir ser elocuente, esto es, convencer y conmover, por lo que el
buen orador tendrá que poner todos sus recursos, voz, discurso y gestos
al servicio de la elocuencia. La oratoria persigue no sólo persuadir, sino
también convencer. Se convence desde la credibilidad del orador, con la
fuerza de sus argumentos y con emoción de su elocuencia.
114
7. Para el control de tiempos, en caso de que no leas el discurso, resulta
recomendable el uso de marcas de tiempo sobre el esquema, que te
servirán para saber dónde estás y cuánto te queda.
[ÉS PRÁCTICA
Figúrate que estás ante una convención comercial y debes hablar ante
unos cincuenta posibles compradores del coche que representas, un ve-
hículo eléctrico, innovador, con gran autonomía. En teoría, el tiempo de-
bía ser soleado, pero, inesperadamente, esa mañana se levantó una gran
tormenta que hizo que lloviera mucho, hasta el punto de que el acto tuvo
que comenzar tarde. Tienes cinco minutos para tratar de convencerlos
de la bondad de tu producto. Rellena la ficha que aportamos en el capí-
tulo 5 para ayudarte. Prepárate el discurso y después declámalo. Graba tu
intervención y pon especial énfasis en el inicio y en el final de tus pala-
bras. Bautiza el vídeo cuatro como «Vídeo venta de coche».
Piensa en la próxima vez en la que hablarás en público. Trabaja ahora
en la manera de iniciar tus palabras y de cerrarlas. Declámalas en voz alta.
Sé autocrítico y prueba una y otra vez hasta que consideres que has con-
seguido enganchar y fidelizar a tu audiencia. Recuerda que un discurso
no es tan sólo su desarrollo, debes esforzarte por los inicios y cierres más
eficaces, pues parte importante de tu éxito radicará en ellos.
115
3. El discurso debe prepararse:
A a. Tan sólo en su forma, su estilo.
O b. Preferentemente en su contenido, su fondo.
Ú c. Tanto en el fondo —contenido—, como en la forma —estilo.
4. El discurso:
U a. Es, sobre todo, una pieza escrita.
Ub. Es una pieza oral, aunque es recomendable escribirla antes.
Ú c. Es una pieza que vale tanto como para artículo de prensa como
para capítulo de un libro.
S. El buen orador:
O a. Es, sobre todo, un gran declamador.
( b. Es capaz de preparar un gran discurso en fondo y forma, y lo
declama adecuadamente.
Ú c. Es, sobre todo, un gran escritor.
6. El buen discurso:
O a. Sobre todo es el que termina muyy bien.
( b. Maneja muy bien las claves de humor.
O c. Está al servicio de los objetivos del orador y es coherente con su
persona y trayectoria.
116
9. Como regla general, el buen orador:
Ú a. Esel que es capaz de improvisar siempre.
(Ub. Es el que no precisa demasiado tiempo para preparar un dis-
curso.
( c. Dedica el tiempo preciso a la preparación de su discurso.
100
14. El discurso:
O a. Debe centrarse en la belleza de su forma.
Ú b. Cuando se escribe debe estar al servicio de nuestros objetivos y
estar estructurado de la mejor manera para alcanzarlos.
Ul c. Debe contar nuestra experiencia para demostrar que tenemos el
principio de autoridad sobre la materia.
16. Un orador, por regla general, siempre debe argumentar sus pro-
puestas:
(O a. Verdadero.
O b. Falso.
U c. Sólo cuando tengan naturaleza económica.
17. La argumentación:
(O a. Es una manera sutil de imposición.
(O b. Busca convencer mediante el razonamiento.
( c. Es un adorno lingúístico para embellecer la intervención.
18. La argumentación:
(O a. Es una muestra de soberbia intelectual.
( b. Esuna potente arma de seducción para ganar el favor del público.
( c. Es también una muestra de respeto a la otra parte.
118
9
EL CANAL O MEDIO
MIS
das grandes esperanzas. Se extrañó al advertir que el moderador había
avisado a los dos ponentes anteriores de la finalización del tiempo dispo-
nible. Al segundo, prácticamente le retiró la palabra. Aquello la inquietó,
debía llegar hasta el final en su intervención, pues se trataba de la par-
te más enjundiosa. Ninguno de los dos oradores que la precedieron usó
el PowerPoint, por lo que pensó que su intervención luciría mejor con los
datos que presentaría en pantalla.
Subió con decisión al estrado, se dirigió al atril y comenzó a proyec-
tar la primera transparencia de su PowerPoint. Se le olvidó ajustar el mi-
crófono que se apoyaba sobre el atril y, al principio, su voz no llegó clara
al público. Fue el moderador el que tuvo que decirle que se lo ajustara,
porque no se escuchaba bien. Ese leve incidente desconcentró a Dolores.
Pero lo soportó con dignidad y se metió de inmediato en faena. Tenía
muchas y buenas cosas que contar. Para no perder detalle, leyó todas y
cada una de las líneas de texto de cada una de las proyecciones. Se sin-
tió segura, percibía que la intervención iba bien, que estaba contando
todo lo que sabía. Iba por la quinta transparencia cuando le pareció ad-
vertir que la audiencia no le prestaba la atención que le brindó al princi-
pio de sus palabras. El movimiento que le pareció advertir en el auditorio
la desconcentró momentáneamente. Le llegaba el murmullo de algunas
conversaciones, y eran muchos los que consultaban sus teléfonos mó-
viles. Decidió continuar con su ponencia, estaba convencida de que en
las proyecciones finales lograría recuperar la atención de los asistentes.
Cuando comenzó a leer la octava transparencia, recibió el aviso del mo-
derador. «Le quedan dos minutos, debe ir terminando». No pudo creerlo.
¡Si todavía le faltaba más de la mitad! ¿Cómo podía haber pasado tan
rápido el tiempo? Decidió, entonces, ir pasando las transparencias sin
leerlas, para llegar de inmediato a las dos últimas. El nerviosismo le im-
pidió sintetizar aquellos contenidos que tan bien dominaba, y sus pala-
bras sonaron deslavazadas. El auditorio no la seguía. Cuando aún no ha-
bía finalizado, el moderador la interrumpió con determinación. «Señora
Altolaguirre, lleva doce minutos, ha superado con creces el tiempo con-
cedido, debe terminar de inmediato». Aun así, intentó arañar un minu-
to para esbozar siquiera sus conclusiones. Al finalizar, apenas si recibió
un tibio aplauso. La mayoría seguía consultando sus teléfonos y hablan-
do entre ellos.
120
Definitivamente, no se sintió nada satisfecha con su intervención. No
le había dado tiempo a concluirla, así sería difícil que el organismo nacio-
nal se fijara en ella. Se sentó en su sitio para seguir el resto de las inter-
venciones. ¿Quién sabía? Todavía era posible que fuera ella la selecciona-
da. «La esperanza -se consoló- es lo último que se pierde».
Prestó de nuevo atención al escenario. Conocía a la siguiente ponen-
te, una investigadora con la que había coincidido en la universidad. Era
buena profesional, pero sus calificaciones siempre fueron inferiores a las
suyas. En teoría, no debía ser rival. Para su sorpresa, comenzó con una
nota de humor, que hizo emerger unas risas del público. Enseguida co-
menzó su intervención, fluida, sin leer texto alguno. Dolores giró la cabe-
za y comprobó como los asistentes la seguían con toda atención. ¿Qué
estaba pasando aquí? ¿Por qué a ella no la siguieron y a su rival sí? Ape-
nas si utilizó dos proyecciones de PowerPoint, con muy poco texto, que
iba emergiendo al tiempo que ella lo nombraba. Y, además, finalizó antes
del tiempo acordado, sin que el moderador tuviera que llamarle la aten-
ción. Obtuvo un rotundo y sonoro aplauso, que certificó aquello que Dolo-
res más temía. La plaza ya no sería para ella, sino para la investigadora
que le había sucedido en el uso de la palabra.
¿Qué había pasado? ¿Cómo pudo venirse todo abajo tan estrepitosa-
mente? Veremos en este capítulo el uso correcto del PowerPoint y analiza-
remos los frecuentes errores que se cometen al usarlo. Como práctica, una
vez que hayas leído el capítulo, te pediremos que descubras y analices los
errores de Dolores, que no calculó bien el tiempo y no pudo cerrar una bue-
na intervención, además de un uso incorrecto del PowerPoint. Una pena. El
resto, ya te lo puedes figurar. Perdió una plaza de investigadora para la que
estaba suficientemente preparada. Pero falló en su presentación pública.
A buen seguro, si hubiera leído este manual y hubiera seguido sus conse-
jos, la plaza sería hoy suya.
121
No es lo mismo, como sabemos, hablar de pie que sentado. Tampo-
co hablar con micrófono que sin él. Y ya puestos, el uso del PowerPoint
también modificará la manera en la que la audiencia sigue nuestra inter-
vención. El uso del PowerPoint catapulta a unos oradores mientras que
hunde a otros. Es una herramienta tan útil como peligrosa, por lo que hay
que aprender a usarla adecuadamente. En resumen, el orador, además
de la palabra, debe dominar el medio o el canal a través del que llega
a sus oyentes, pues también resulta un elemento fundamental del acto
de comunicación. El discurso, necesariamente, deberá adaptarse a los re-
querimientos del canal usado. La escenografía, los medios en los que nos
apoyemos para transmitir nuestro discurso, es también parte del mensaje
y deberá tenerla muy en cuenta el orador eficaz.
Marshall McLuhan ya escribió aquello tan célebre de que «el medio
es el mensaje». En efecto, la mente humana se adapta a las características
del medio a través del cual recibe el mensaje. De alguna forma, nuestros
circuitos neuronales se «hacen» televisión cuando recibimos el mensaje
por televisión, o se «hacen» radio cuando la escuchamos. Así, los cir-
cuitos neuronales se activan al modo conversación cuando dialogamos,
o al modo escucha activa cuando atendemos al discurso de un orador.
Cada medio o canal demanda un tipo adecuado de lenguaje, expresión
y comportamiento que el orador debe conocer y usar. El emisor debe
adaptar su lenguaje y su discurso no sólo a su audiencia, sino también al
canal a través del cual llegará su mensaje. No es lo mismo el lenguaje en
televisión, que en radio, que en las redes sociales, que en una conferencia
oficial o que en una negociación compleja en un ambiente hostil. Por
tanto, antes de intervenir, debemos pensar cuál será el tipo de lenguaje
más adecuado en función del canal con el que llegaremos hasta nuestra
audiencia.
Aunque en el presente trabajo nos hemos centrado en el uso oral de
la palabra, no cabe duda de que el uso del lenguaje escrito a través de
los correos electrónicos y de los mensajes de las redes sociales tiene una
importancia creciente. Cada medio exige un tipo de lenguaje, por lo que
el lenguaje, llamémoslo digital, también tiene que estar al servicio del fin
perseguido y adaptado a las peculiaridades propias del ciberespacio. Las
expresiones escritas tienden a ser más secas, con menos matices, que las
habladas, al tiempo que más agresivas. Además, a diferencia de las pala-
122
bras habladas, que se las lleva el viento, los textos escritos permanecen
en el tiempo, por lo que podrán ser utilizados en contra. Pero abordar
ese lenguaje digital correspondería a otro manual. Nosotros nos centra-
remos en la comunicación oral, en la que un orador se dirige cara a cara
a su audiencia.
Lo primero que un orador tiene que conseguir es que su voz llegue clara
y nítida a la audiencia. Es algo tan elemental como prioritario, ya que si la
calidad del sonido es mala, los oyentes «desconectarán» de las palabras
del orador con rapidez. Una mala calidad de sonido disminuye la posibi-
lidad de éxito del orador, o lo condena al fracaso, directamente. Aunque
pueda parecer raro, son muchos los actos en los que la calidad del sonido
es mala, lo que condena de antemano a la persona que habla. Por tanto,
cualquier persona que haga uso de la palabra en público debe asegurarse
de que su voz llegue con nitidez hasta su audiencia. Con los nervios, son
muchos los que olvidan comprobar si se les escucha bien o no, lo que
supondría, en su caso, un imperdonable error.
Aunque un discurso se dirige a la cabeza y al corazón del que lo escu-
cha, antes ha de entrar por los sentidos. La audiencia escucha y ve al que
habla. Los sentidos de la vista y el oído de la audiencia deben centrarse
en la persona y las palabras del orador, que deberá esforzarse por resultar
visto y escuchado.
El orador podrá hablar a viva voz o usando un micrófono. Es reco-
mendable el uso de megafonía en todas aquellas salas grandes que exijan
un esfuerzo hasta el punto de hacerle gritar. Hay oradores que prefie-
ren forzar la voz, antes que usar los micrófonos. Cada uno conoce sus
limitaciones, pero, personalmente, creo que es más prudente el uso de la
megafonía que una ronquera sobrevenida o una mala calidad de sonido.
Conviene, siempre que sea posible, llegar antes al lugar de la interven-
ción para comprobar la acústica del lugar y hacer una prueba previa con
los micrófonos. Los técnicos deberán ajustar la calidad y el volumen del
sonido de micrófonos y altavoces. Una vez comenzada la intervención, si
el orador considera que el sonido no llega bien a la audiencia o si tiene
dudas al respecto, debe comprobarlo, preguntándoselo con toda natu-
123
ralidad al público, que responderá sí o no de buen grado. Y, en su caso,
aguardar a que se solucione el problema. No pasa nada por esperar unos
segundos, el público lo comprende.
En la check-list de tareas del orador, siempre debe figurar la comproba-
ción de la calidad del sonido. Asistimos con muchísima frecuencia a actos
en los que no se escucha con nitidez al orador, lo que lo condena al fraca-
so, como sabemos, por mucho que se haya esmerado en su preparación.
Por eso, siempre, procura probar la calidad de tu sonido. Con frecuencia,
es el propio orador el responsable de la insuficiente calidad del sonido al
no situarse correctamente ante el micrófono, por lo que deberá compro-
bar la distancia y la inclinación más adecuada. Fíjate cómo se escucha a
las personas que te preceden en el uso de la palabra y haz pruebas cuando
te toque a ti, acercándote y alejándote del micrófono, hasta encontrar la
distancia y el ángulo ideal. Recuerda: la primera responsabilidad del ora-
dor es que se le escuche bien. En tu mano está asegurarlo.
Existen micrófonos de diversos tipos, tanto fijos como móviles. Los
fijos suelen situarse sobre la mesa o el atril, mientras que los móviles son
de solapa, de mano o están sujetos tras la cabeza y las orejas, tipo diade-
ma. En el caso de los micrófonos fijos, hay que colocar los micrófonos a
la altura adecuada, tanto para la calidad del sonido como para conseguir
una postura cómoda y no tener que forzar el cuerpo. Si el orador decide
estar de pie sobre el escenario o moverse por él, el orador podrá usar un
micrófono de mano o, mejor aún, de solapilla o de diadema, porque le
dejan las manos libres y puede mejorar así su capacidad de gesticulación
y de expresión.
Al igual que cuando hables ser escuchado resulta a todas luces un re-
quisito imprescindible, también debes procurar ser visto por la audiencia,
ya que, como sabemos, tu propia persona también es parte del mensaje.
Mentalízate que debes mostrarte ante la audiencia, aunque por timidez o
miedo escénico ese exhibicionismo te produzca pudor. Para conseguirlo,
ya vimos que era mejor hablar de pie que sentado.
Insistimos: es importante que la audiencia pueda ver al orador mien-
tras habla. Por eso, los escenarios están elevados. En caso de estar en
una sala sin tarima ni elevación, el orador debe encontrar la forma de
poder ser visto y seguido durante su intervención. Si el lugar es incómo-
do, se procurará abreviar la intervención. En todo caso, no lo olvides,
124
sitúate a una altura adecuada para permitir tu visibilidad por parte de
la audiencia.
La iluminación debe ayudar a centrar la atención sobre el orador, por
lo que el escenario siempre debe estar más iluminado que la zona de
audiencia. El foco de iluminación del escenario no debe deslumbrar al
orador. Es bueno que pueda ver las caras de la audiencia, ya que facilita
la retroalimentación con los que escuchan. En la mayoría de los casos,
el orador poco podrá hacer en estos supuestos, pero en lo que esté en
su mano, debe procurar poder ser visto por el público tanto por el lugar
desde donde hable como por cómo esté iluminado.
La escenografía es otro de los temas importantes, referidos al canal o
medio, ya que el orador hablará abrazado por los contenidos de un esce-
nario que, sin duda, también será parte del mensaje. En efecto, cualquier
escenario suele estar decorado al servicio del objeto y motivación de la
convocatoria. Sea por los logos de un congreso, los carteles de una em-
presa, las consignas de un sindicato o las frases de un centro religioso, el
entorno condicionará al orador. El escenario, su decoración y sus textos
son también, por tanto, parte del mensaje, y el orador advertido sabrá
utilizarlo a su favor.
Resulta muy frecuente hablar desde un escenario decorado con carte-
les, proyecciones o banderas que hacen alusión al motivo del encuentro.
Como orador debes aprovechar la escenografía para reforzar tu propio
mensaje, no luchar contra ella. Por eso, utiliza a tu favor los lemas o con-
ceptos que usen los organizadores, si estás de acuerdo con ellos y son
acordes con tu intervención. Puedes hacer alguna referencia a sus conte-
nidos o incorporar algunas de sus frases a tu discurso, que quedará refor-
zado con ello. Consigues un poderoso anclaje con alguno de los ejes que
motivan el encuentro, compartido, en principio, por los participantes.
Por eso, como orador, debes analizar el decorado, la escenografía, para
tratar de incorporarla a tu discurso. Que la escenografía trabaje a tu favor
y, sobre todo, que no se te ponga en contra. Y eso, sí depende de ti y de tu
adaptación al medio.
Y una advertencia. Debes tener en cuenta, al hablar, que es muy pro-
bable que tu intervención esté siendo grabada, bien por la organización,
o bien por cualquiera de los asistentes, para ser posteriormente divulga-
das por las redes sociales. Por tanto, existe una regla básica para evitar
125
problemas: no digas nada que, fuera de contexto, pueda perjudicarte. Se
trata del signo de los tiempos: cualquier orador puede ser grabado y ex-
puesto con maledicencia al escarnio público de las redes. Atención con
las salidas de tono, los insultos o la pérdida de los nervios, pues pueden
tener un coste demoledor. Las fronteras entre la privacidad y lo público
se difuminan, lo que nos obliga a reforzar las precauciones. Que una cosa
es querer ser visto por el público que asiste a un acto y otra bien distinta
resultar despellejado en las redes por algunas palabras fuera de contexto
extraídas de nuestra intervención, y que, a veces, significan todo lo con-
trario de lo que queríamos defender.
126
dor. Seguro que ya los has utilizado en alguna ocasión o has asistido a
intervenciones en las que el orador los usaba. Así que ya sabes.
En ocasiones, los audiovisuales apoyan de manera eficaz las palabras
de las personas que hablan, pero, en otras, sencillamente, desdibujan su
discurso. Puede ocurrir que la audiencia se fije en los vídeos, por ejem-
plo, y olvide por completo el discurso del orador. Cuando uses este mate-
rial audiovisual como apoyo de tu intervención debes tener claro que lo
importante son tus palabras, no el vídeo que muestras (salvo que hables
para presentar un documental, por ejemplo, en cuyo caso la prioridad
sería la inversa). Lo importante son tus palabras, los audiovisuales son
complementos para reforzarlas. Por eso, la centralidad siempre debe ra-
dicar en tus palabras, no en tus vídeos. Si no lo haces así, al día siguiente,
la audiencia recordará el audiovisual, pero no te recordará a ti ni a tus
palabras. Habrás fracasado como orador.
Para conseguir que el vídeo no se «coma» tu discurso, deberá tener
en cuenta los siguientes consejos.
Dado que utilizarás con mayor frecuencia cada día el material audio-
visual, te insistiría en la idea básica que siempre deberás tener presente:
el protagonista debes ser tú y tu discurso, no el vídeo ni la proyección.
127
Aprovecha lo mucho de bueno que atesoran los audiovisuales, pero no
te dejes arrollar por su empuje y seducción. Tus palabras deben ser las
seductoras del acto, que nada les robe su protagonismo.
La convivencia entre tu discurso hilado por palabras y el apoyo de los
audiovisuales insertados será una materia de importancia creciente, dada
la adicción y educación audiovisual de la sociedad actual. Es una mate-
ria para estudiar y profundizar, pero, dado el carácter introductorio del
presente manual, lo dejamos simplemente esbozado, sabedores del gran
camino por recorrer en esta materia.
128
En ocasiones, el PowerPoint está más pensado para servir de guion
al orador que para resultar útil para la audiencia. Su uso distrae, en-
tonces, y no aporta nada. Nunca debes mostrar el texto completo
desde el principio, es mejor ir dando entrada a cada línea con tu
voz. Recuerda: tu discurso es el que debe dirigir en todo momento
la intervención.
En la mayoría de los casos, los asistentes no pueden leer bien los
textos por la lejanía de la pantalla. Si el orador se refiere a su conte-
nido y el público no puede verlo, se irrita o se cansa. Muy impor-
tante. Si usas proyecciones, debes asegurarte de que su contenido
pueda ser leído por toda la sala. Y eso se consigue por el tamaño de
la pantalla y por el de su contenido. Pantallas pequeñas, lejanas,
con mucho texto resultan imposibles de ver, con lo que el fracaso
está servido. Este error es muy frecuente, debes estar advertido. Si
no se lee bien la pantalla, no uses proyecciones.
Se debe usar la menor cantidad de texto posible, no más de cinco
líneas y tres o cuatro palabras por línea. Nunca llenes de texto la
proyección, porque confundes y aburres.
Es mucho mejor el uso moderado de gráficos o de imágenes que el
uso de texto, que siempre debe ser limitado. Las imágenes deben
ser pocas y muy ilustrativas para apoyar los argumentos del orador.
Los textos y los datos, los justos.
Las proyecciones distraen muchas veces la atención de la audien-
cia, más pendiente de la pantalla que de las palabras del orador.
Tus palabras, tu discurso, deben atraer la atención del público, el
PowerPoint no debe ser más que un simple apoyo.
Los oradores que se limitan a leer los textos del PowerPoint abu-
rren con rapidez a la audiencia, que desconectan del discurso.
Atención: jamás caigas en el error gravísimo de leer con integridad
los textos de tu PowerPoint. Nadie prestará atención a tus palabras
pasados apenas unos segundos.
Con frecuencia, se presentan problemas técnicos en el ordenador
o en la sala que impiden la proyección. Algunos oradores entran en
pánico, pues les resulta del todo imposible articular su conferencia
sin esas proyecciones. Moraleja: siempre deberás tener pensado
129
un plan B ante estos imprevistos, con un esquema de contenidos
que te permita pronunciar tu discurso sin el apoyo de las proyec-
ciones.
> No abusar del número de transparencias. Mejor menos que más.
> Un error muy frecuente es el uso del PowerPoint montado para
otra ocasión anterior, sin adaptarlo a la intervención concreta y al
tiempo concedido. Eso conlleva que, una vez en el uso de la pala-
bra, saltes sin comentar algunas transparencias, o bien porque no
vengan al caso, o bien porque el tiempo se agota. Jamás debes pa-
sar de largo algunas de las proyecciones, porque dará la sensación
de que no has preparado la intervención. El público entenderá que
usaste una presentación anterior, lo que le restará el encanto de
la exclusividad. Monta tan sólo aquellas proyecciones que vayas a
utilizar.
» El pase de transparencias sin comentar, además de demostrar im-
provisación, es una falta de respeto para la audiencia, pues le que-
dará la sensación de que le has hurtado información valiosa. Lo
que no vayas a decir no lo muestres ni siquiera de pasada.
130
y vista— de tu audiencia para que puedan recibir adecuadamente el
mensaje de tu discurso y de tu persona.
3. Cada día se utilizarán más apoyos audiovisuales en las intervenciones.
Si los usas bien, reforzarán tu discurso. Si los usas mal, lo devaluarán.
Recuerda siempre que lo importante son tus palabras y que los vídeos
son sus complementos o adornos. Objetivo para el orador eficaz: que
al día siguiente la audiencia recuerde el mensaje que querías transmi-
tir y no tan sólo, el contenido de los audiovisuales que usaste.
4. Atención al uso del PowerPoint, una herramienta utilizada con fre-
cuencia por los oradores. Bien gestionada, resulta muy útil. Pero, des-
graciadamente, se comenten errores muy frecuentes que perjudican
al discurso. Debes evitarlos, al tiempo que recuerdas que la excesiva
dependencia de la herramienta resultará a la larga perjudicial para tu
calidad oratoria.
IS” PRÁCTICA
1. Ahora que ya sabes manejar adecuadamente el PowerPoint, analiza
los errores que cometió Dolores Altolaguirre en su intervención, tres
de ellos muy llamativos y graves: mucha información de texto por
proyección, limitarse a leer sus contenidos y pésima gestión del tiem-
po, que le llevó a pasar de largo muchas proyecciones, con las tristes
consecuencias que conocemos.
2. Practica tú ahora el uso del PowerPoint. Tendrías que grabar un vídeo,
usando micrófono mientras hablas de pie. El tema será libre, pero ha-
blarás delante de un foro supuesto de unas quinientas personas. Usa
un micrófono de mano —aunque sea figurado— y que alguien te grabe.
Mientras hablas, darás entrada a algunos pantallazos de PowerPoint.
Es importante que practiques lo que ya sabes. Poco texto por transpa-
rencia, nunca tu intervención debe limitarse a leer el texto escrito, y
debes dar tú entrada con tus palabras a cada proyección. Recomiendo
que tomes como ejemplo las presentaciones que ya hemos comen-
tado de Steve Jobs: el iPod en 2001, el iPhone en 2007 y el iPad en
2010. Son realmente un ejemplo en la materia. Este vídeo número
cinco titúlalo «vídeo uso PowerPoint».
131
ESF EJERCICIOS TIPO TEST
6. Elorador:
( a. Puede y debe probar el sonido hasta comprobar que se le escu-
cha bien.
( b. No debe probar, porque se pondrá nervioso.
U c. No debe probar, porque impacientará a la audiencia.
132
7. El orador puede preguntar con naturalidad a la audiencia si le
llega bien el sonido:
Ú a. Falso.
Ub. Un orador nunca pregunta.
Ú c. Verdadero.
9. Elorador:
U a. No debe preocuparse por su posición frente al micrófono.
U b. Debe posicionarse correctamente frente al micrófono, porque
influirá en la calidad de sonido.
Ú c. Debe confiar ciegamente en los técnicos de sonido y no efectuar
comprobaciones de ningún tipo.
12. La escenografía:
U a. Es muy importante y es parte del mensaje.
U b. Sirve para decorar pero no es importante.
O c. Sólo sirve para grandes eventos, para los demás es irrelevante.
133
13. La escenografía:
(Ú a. Esun adorno ocioso, caro y estéril.
U b. Embellece y crea buen ambiente, pero no lanza mensaje alguno
para la audiencia y es neutra para el orador.
U c. Debe reforzar los mensajes de la convocatoria y el orador debe
aprovechar sus valores inherentes para impulsar sus mensajes.
134
18. El buen orador:
Ú a. Usa material audiovisual cuando lo considera conveniente, in-
tegrándolo a su servicio, dándole entrada y despidiéndolo para
que quede perfectamente integrado en su discurso.
U b. Es mejor que no use nunca audiovisuales, porque distraen.
U c. Debe usar siempre audiovisuales, porque si no lo hace, su inter-
vención será aburrida y quedará anticuada.
135
24. Escribir mucho texto en cada una de las proyecciones del Power-
Point:
U a. Es un error.
(U b. Es un acierto.
U c. Esindiferente.
136
10
LA GESTIÓN DE LAS CIRCUNSTANCIAS
197
Al orador le tocará gestionar circunstancias variadas y cambiantes a
lo largo de sus intervenciones. Saber adaptarse a ellas y utilizarlas a su
favor es uno de los talentos a cultivar y desarrollar. Por eso, la adecuada
gestión de las circunstancias es uno de los elementos fundamentales de
la comunicación.
138
por tanto, debe estar mentalizado para saber gestionar y aprovechar esas
circunstancias, tanto las conocidas como las sobrevenidas.
La adecuada gestión de las circunstancias es un componente funda-
mental para la comunicación eficaz, ya que muy buenos discursos han
fracasado porque no supieron adaptarse a las circunstancias. Por ejem-
plo, quien hubiera preparado un discurso para ser pronunciado en un
congreso de promotores inmobiliarios antes del estallido de la burbuja
tendría que cambiarlo de inmediato, ya que la circunstancia de crisis alte-
ró por completo las prioridades y necesidades del sector. Para convertirse
en un orador eficaz hay que saber gestionar adecuadamente esas circuns-
tancias mudables y, a veces, imprevistas.
139
Pero las circunstancias que rodean a un acto son muy variadas y el
orador debe conocer las más influyentes para su audiencia. Y una vez que
las conozca, debe plantear cómo adaptar su discurso a ellas y utilizarlas a
su favor. Ya sabemos, por ejemplo, que la principal clave del éxito de un
orador es el valor y la utilidad que sus palabras aporten a la audiencia.
Las prioridades y necesidades de la audiencia pueden cambiar con las
circunstancias, luego el discurso deberá hacerlo en paralelo.
Otra manera muy eficaz de gestionar las circunstancias conocidas
es el uso de los denominados «anclajes», referencias concretas que el
orador hará a las circunstancias o realidades conocidas por la audiencia
y que le acercan a ella. En efecto, independientemente del tipo de acto,
la audiencia siempre agradece referencias concretas a su entorno, una
«personalización» del discurso. Un anclaje al contexto de la audien-
cia, por ejemplo, sería una referencia a la victoria del equipo local el día
anterior, o un homenaje a una persona que sea admirada y querida por
los asistentes. Por eso, el orador siempre deberá introducir —especial-
mente al principio y al final- «anclajes» que le relacionen con las cir-
cunstancias de las personas que le escuchan. Entendemos por anclajes
referencias a la realidad cotidiana y conocida por la audiencia. O sea,
el contenido del discurso aplicado a casos concretos que la afectan, o a
hechos, historias o realidades que acontecen en el entorno de la audien-
cia. Así, se sentirá realmente protagonista y percibirá el discurso como
cercano. Esos anclajes a las circunstancias concretas de cada acto tam-
bién evitan que nuestro discurso parezca precocinado para cualquier
otro acto anterior.
Esos «anclajes» acercan al orador a la audiencia y demuestran que
se la toma en serio y que conoce su realidad. «Éste orador nos conoce»,
pensarán, y eso siempre agrada. Al tiempo, sirven para relajar el ambien-
te, para atraer y mantener la atención y para mostrar a un orador cercano
e interesado por el contexto del público. «Éste es de los nuestros», sen-
tirán, al comprobar que los conoce y que se ha preparado la intervención
en consecuencia. Entre otros anclajes a las circunstancias de la audiencia
podemos resaltar los siguientes tipos:
140
2. Noticias: noticias importantes o relacionadas con el sector o el lugar
de la audiencia.
3. Acontecimientos reseñables que afecten a la audiencia, tanto pasa-
dos como futuros (leyes, acuerdos, etc.). Acontecimientos deporti-
vos, culturales o fiestas muy conocidas.
4. Del propio acto: referencias al nombre del evento, a sus objetivos o a
sus organizadores. Citar al presentador o alguna ponencia anterior.
5. Generales: climatología, paisaje, ciudad o lugar de celebración, suce-
sos políticos o deportivos.
6. Principio de autoridad y reconocimiento: usar palabras de perso-
nas que resulten muy conocidas, queridas y respetadas por la audien-
cia y que sean consideradas como «uno de ellos».
141
frecuencia, aparecerán imprevistos, cambios o sucesos inesperados que
afectarán a tu intervención o a la audiencia. Debes estar preparado y
mentalizado para saber aprovecharlos a tu favor. A veces, los imprevistos
son de simple naturaleza técnica, como cuestiones eléctricas o de sonido,
pero a veces se puede tratar de acontecimientos externos sobrevenidos
que afectan de alguna manera al ánimo o a los intereses de la audiencia.
También, por ejemplo, a interrupciones producidas por protestas o exa-
bruptos de alguna parte del público, por citar tan sólo algunos ejem-
plos de la amplísima e inabarcable panoplia de imprevistos que pueden
acontecer a lo largo de una intervención en público. El humor inteli-
gente y oportuno suele salvar muchas situaciones comprometidas, como
vimos en el ejemplo del ministro Trillo. Lo importante, en primer lugar,
es no caer presa del nerviosismo y aplicarse en resolver la incidencia con
habilidad y provecho. Pero la serenidad no es suficiente, se trata de salir
airoso y reforzado, en lo posible, por el acontecimiento inesperado.
En efecto, el orador tendrá que enfrentarse a circunstancias cambian-
tes e imprevistas a lo largo del desarrollo del evento, como pudieran ser
apagones del sonido o de la luz, ruidos inesperados, alguna reacción in-
esperada por parte del público o de otro participante o, incluso, el ata-
que verbal de algún asistente o ponente. En todo caso, como ya vimos,
el orador nunca debe perder la compostura ni evidenciar nerviosismo
ni agresividad. Debe actuar de forma coherente a su persona y discurso,
relativizando los incidentes, ayudando a resolverlos y a permitir que el
acto continúe con normalidad. Algo de humor amable suele ayudar a ali-
gerar momentos de tensión. Saber sortear los riesgos, mantener la calma,
gestionar los imprevistos y aprovecharlos en beneficio de su discurso son
talentos reconocibles en los grandes oradores.
Otra circunstancia determinante y mudable es la del estado de áni-
mo colectivo. El orador debe saber si su audiencia está eufórica, neutra o
depresiva. En general, el discurso mejor valorado es el que partiendo del
conocimiento de la realidad es capaz de plantear soluciones y motivar a
la audiencia. El orador debe saber transmitir ánimo y esperanza creíbles
en aquellos entornos de desánimo con los que, con frecuencia, puede
encontrarse. Más difícil es gestionar los momentos de euforia colectiva
si no se comparte, porque fuerzan a la sobreactuación, puerta de lo pa-
tético.
142
Los imprevistos se presentan, en ocasiones, en la propia dinámica del
evento. Así, el orador deberá aprender a adaptarse con rapidez, buen hu-
mor y respeto a los cambios en el programa, a las modificaciones en los
ponentes o en los turnos de intervención, así como a incidencias diversas
en el lugar de la charla. El nivel de los oradores que nos precedieron y que
nos seguirán marcarán, necesariamente, el punto de comparación con el
nuestro. No debemos obsesionarnos con esto; tenemos que concentrar-
nos en dar lo mejor de nosotros, sin amilanarnos ni crecernos por el nivel
de las intervenciones que nos precedieron. Siempre es bueno, en general,
pronunciar alguna cita de las intervenciones anteriores, pues le otorga
continuidad y unidad al acto, o hacer alusión a las palabras del presenta-
dor o de algún ponente anterior, pues transmite sensación de integración
como un elemento más en el «todo» del evento.
La audiencia agradece la capacidad de respuesta del orador ante las
circunstancias imprevistas. Destaca del orador su sentido del humor —fá-
cil en estas cuestiones, pues canaliza el posible nerviosismo generado-,
así como el liderazgo que ejerza en una pronta y satisfactoria reacción. El
orador eficaz tratará de relacionar, de alguna manera, lo acontecido con
el hilo de su discurso, para reforzar su mensaje. Debes mentalizarte de
esto, porque te tocará gestionar estas circunstancias imprevistas en nu-
merosas ocasiones. Ya conoces las tres reglas básicas. Mantener la calma,
procurar aprovechar esos imprevistos para reforzar el discurso propio y,
en lo posible, encauzarlos con humor. Sin olvidar que el orador, en ese
momento, ocupa el rol de líder de la reunión, liderazgo que debe ejercer
instantáneamente de manera prudente y juiciosa.
Ahondemos en las tres reglas de oro mencionadas. En primer lugar,
como ya hemos visto, no perder la calma. En segundo lugar, debes reac-
cionar ante el imprevisto, pues durante tu intervención asumes el lide-
razgo momentáneo de todos los asistentes. Usa en lo posible el humor
y relativiza —si es el caso— el imprevisto. Si es grave, otórgale la gravedad
que tiene y pide a los responsables que den las instrucciones correspon-
dientes. Y, en tercer lugar, utiliza el imprevisto a tu favor como trampolín
para que refuerce las ideas de tu discurso. La audiencia valorará tu rapi-
dez de reacción.
El orador eficaz sabe que pronunciará su discurso en un entorno cam-
biante y está mentalizado para gestionar y aprovechar esos imprevistos.
143
El orador inexperto, por el contrario, se verá perjudicado por esas cir-
cunstancias inesperadas que le pondrán nervioso y que le romperán la
dinámica de discurso que tenía preparada. Pero recordemos la máxima
inspirada en Ortega y Gasset con la que comenzábamos este capítulo:
la oratoria siempre es la oratoria, y también sus circunstancias.
ISS” PRÁCTICA
Observa, en los próximos eventos a los que asistas, cómo gestionan los
oradores las circunstancias de su intervención, tanto las previsibles como
las inesperadas. Verás que existen diferencias entre ellos. Unos las sabrán
144
utilizar a su favor y otros naufragarán por su causa. Aprende de los acier-
tos y errores ajenos.
Prepara ahora una intervención de cinco minutos sobre cualquier
tema que te interese. Ponte de pie y haz como si hablaras con un micró-
fono de mano. De repente se va el sonido. ¿Cómo reaccionarías? Hazlo
en voz alta, como si realmente estuvieses delante del auditorio. Supón
ahora que dos participantes se enzarzan en una riña a voz en grito mien-
tras tú tienes la palabra. ¿Qué harías? Y mientras tratas de resolver estos
imprevistos a favor de tu discurso, hila un par de anclajes con la audiencia
figurada, basándote en esos imprevistos, para acercarte a ella y para que
te considere de los suyos. Esta práctica puedes hacerla en solitario o con
otras personas, que pueden hacer el rol de público o también de orador,
en su caso. En lo posible, graba tu intervención y, después, analízala con
sosiego.
2. Un gran orador:
O a. Es también un maestro en la gestión adecuada de las circunstan-
cias que rodean su intervención.
Q b. Es un maestro de la palabra, que convence adecuadamente a la
audiencia tan sólo cuando las circunstancias le acompañen.
A c. Sabe sortear las circunstancias cambiantes, sin adaptarse a ellas.
145
3. Un buen orador:
O a. Esel que sabe prever con suficiente antelación todas las posibles
circunstancias que se le presentarán.
( b. Es el que lleva mejor preparado su discurso y no se aparta ni un
ápice del texto escrito.
Ú c. Es el que sabe leer las circunstancias, gestionándolas a su favor,
en cualquier caso.
5. El tipo de acto:
O a. Es una circunstancia, normalmente conocida, muy importante,
que determina la intervención del orador.
U b. Es una circunstancia impredecible, que no condiciona la inter-
vención del orador.
Ú c. Es una circunstancia impredecible, que determina la interven-
ción del orador.
146
8. El uso de anclajes tiene como riesgo:
U a. Que se nos olviden en los saludos a alguna persona importante
presente.
U b. Que cometamos un error, porque demostraremos que desco-
nocemos por completo la realidad de la audiencia.
Ú c. Que algunos de los autores que hayamos usado como fuente no
tengan el suficiente prestigio para la audiencia.
147
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11
YA CONOCES LA ORATORIA EFICAZ.
VUELA, AHORA QUE PUEDES
Voy a contar una última historia. La mía. Desde joven fui muy tímido. Ha-
blar en público me aterraba, me hacía sudar. Tomar la palabra en público
era un suplicio para mí. Nadie -ni yo mismo- hubiera sospechado enton-
ces que terminaría convirtiéndome en orador y conferenciante.
La vida me encaminó durante un tiempo hacia la política. Comprendí
que tenía que aprender a hablar en público y me puse a ello. Leí los ma-
nuales que logré encontrar en las librerías. Me facilitaron ideas y conse-
jos que me resultaron de gran utilidad. Pero, sobre todo, decidí practicar.
Observaba atentamente a otras personas que consideraba que se expre-
saban bien y aprendía de ellas. También practicaba todo lo que podía. Es-
cribí por completo los primeros discursos que pronuncié y los declamaba
en voz alta en soledad, para atender a la entonación y ajustar tiempos,
a los que, ya sabes, les concedo mucha importancia. Enseguida, y para
exigirme más, decidí que no leería ninguna de mis intervenciones. Y co-
mencé entonces con la técnica que he aconsejado en el libro. Escribía el
discurso completo, practicaba su entonación y lo resumía después en un
esquema con sus puntos principales. Era mi remedio contra el síndrome
de la mente en blanco; me sirvió desde entonces hasta ahora.
Tras mi experiencia política, me convertí en ensayista, escritor y confe-
renciante. Habré pronunciado más de mil intervenciones públicas y aún
sigo aprendiendo cada día. Ahora también doy clases, por lo que practico
149
también la oratoria de la docencia, tan exigente como apasionante. Soy
profesional de la negociación y de la resolución de conflictos, y mi princi-
pal herramienta es la palabra. Como podrás comprobar, tanto mi pasión
como mi actividad profesional se basan, en gran medida, en la oratoria,
sin que, en mis inicios, nada hiciera suponer que poseía talento para ello.
Por eso, creo firme y sinceramente en aquella idea con la que comenzá-
bamos nuestra andadura conjunta. El buen orador no nace, sino que se
hace. Yo sufrí durante mucho tiempo mi incapacidad para hablar en pú-
blico hasta que logré superarla. Hoy me sigo esforzando en mejorar con
cada intervención.
Seguro que tú también has sufrido las dudas sobre tu propia capaci-
dad. No temas: también te convertirás en un orador eficaz. Y estoy seguro
de que la lectura de este libro habrá sido un buen paso para conseguirlo.
Enhorabuena por el esfuerzo realizado.
150
si quieres, puedes. Por otra parte, la mejor oratoria es la coherente con
tu propia persona y estilo. Mejora en paralelo ambas. No fuerces nunca
aparentar hablar como quien no eres. Esa incoherencia no funcionará a
medio plazo.
El mejor orador es aquel que consigue lo que desea a través de la pa-
labra. Sé consciente de la fuerza de tu discurso y mejora de forma perma-
nente su uso. Y recuerda que la oratoria eficaz no sólo es cosa del orador,
sino que también conlleva la gestión integrada de los cinco elementos
básicos de la comunicación —orador, audiencia, discurso, canal y circuns-
tancias—, que guardan entre sí una relación orgánica y que son igual de
importantes. La palabra que pronuncias no sólo es tuya ni tú eres el pro-
tagonista exclusivo del acto de comunicación. Sé respetuoso con todos y
cada uno de los elementos que integran el acto de comunicación. Si aban-
donas cualquiera de estos pilares, fracasarás como orador. Si los integras,
destacarás sobre otros oradores que sólo están pendientes de su discurso.
Ha sido un placer acompañarte hasta aquí en este camino de utilidad
recíproca. Te toca ahora continuar tu camino en solitario. Pero debes sa-
ber que, en tu zurrón de caminante, llevas los conocimientos y los con-
sejos que aquí has aprendido. Seguro que sabrás hacer un excelente uso
de ellos y que los mejorarás con tu propia experiencia. Te irá bien como
orador, estoy convencido de ello.
Yo me quedo aquí con mis palabras y mis sueños. Vuela tú, ahora que
puedes.
PRÁCTICA
Es hora de volver atrás y analizar los vídeos que has ido grabando como
práctica a medida que avanzabas en la lectura del libro. Comprobarás lo
que has mejorado desde entonces. Identifica los errores que cometiste
y describe cómo has logrado superarlos. Esta práctica puedes realizarla
en solitario, pero multiplica su eficacia si la realizas en conjunto con otra
persona que también haya leído el libro. Así podréis comentar en con-
junto y de manera recíproca puntos fuertes, puntos débiles y acciones de
mejora.
El vídeo uno, el «vídeo inicial», es el vídeo testigo más elocuente.
Eras tú al inicio de la lectura de este libro. Observa tu lenguaje no ver-
151
bal, tu entonación y la calidad de tu discurso. Ahora lo haces todo mejor,
¿verdad?
Cuando vuelvas a ver el vídeo dos, que titulamos «El renacer de la re-
tórica», quiero que analices especialmente la fuerza del mensaje. ¿Crees,
de verdad, que con tus palabras habrías conseguido animar a otros a es-
tudiar retórica? Seguro que ahora lo harías con argumentos más estruc-
turados y convincentes y una declamación más persuasiva. Más allá del
contenido, estudia tu evolución en las formas, en cómo pronunciaste el
discurso para comprobar tu propia evolución.
Ya sabes que tengo predilección por Steve Jobs como orador eficaz.
Acuérdate de que en el vídeo tres analizaste sus presentaciones. Ahora
sabes mucho más sobre la materia, tanto de lenguaje verbal y no verbal
como del uso de los audiovisuales. ¿Qué añadirías a lo que grabaste en-
tonces? ¿Cómo lo dirías?
En el cuarto vídeo, el que titulamos «vídeo venta de coche», tenía un
especial interés en que te esforzaras en tu manera de iniciar y finalizar un
discurso. Ya sabes la importancia que ambas poseen. ¿Crees que conse-
guiste enganchar con tus palabras de arranque? ¿Y fijar tu mensaje con el
de cierre? ¿Cómo lo mejorarías ahora que sabes mucho más?
También te pedí que grabaras un vídeo, el que llamamos vídeo cinco,
«vídeo uso del PowerPoint». Hemos trabajado mucho sobre la materia
y seguro que podrás valorar los aspectos positivos y negativos de tu in-
tervención. Que ya sabes que de los errores y aciertos —los propios y los
ajenos— también se aprende.
Y, a partir de aquí, a mejorar con la práctica más eficaz, ¡la que confi-
gures día a día con tus propias intervenciones en público!
152
Anexo
RESPUESTAS A FORMULARIOS TIPO TEST
La fuerza de la palabra
1c; 2b; 3b; 4a; 5c; 6b; 7a; 8a; 9c; 10b.
El orador, o sea, tú
1a; 2c; 3b; 4b; 5c; 6a; 7b; 8a; 9a; 10b; 11c; 12a; 13c; 14c; 15a; 16a;
17c; 18a; 19b; 20a; 21a; 22c; 23c; 24a; 25b; 26a; 27b; 28b; 29a;
30a; 31b; 32b; 33c; 34a; 35c; 36a; 37b; 38b; 39b; 40a; 41c; 42c;
43a; 44b.
La audiencia
1b; 2b; 3c; 4b; 5a; 6a; 7b; 8c; 9c; 10b; 11c; 12a; 13a; 14b; 15c; 16a;
17a; 18c; 19a; 20c; 21a; 22c; 23b; 24a; 25c; 26b; 27b; 28a; 29b;
30c; 31c; 32a; 33a; 34b; 35a.
SS
El discurso
1a; 2a; 3c; 4b; 5b; 6c; 7b; 8b; 9c; 10a; 11b; 12a; 13b; 14b; 15b; 16a;
17b; 18c.
El canal o medio
1c; 2a; 3a; 4b; 5c; 6a; 7c; 8a; 9b; 10c; 11b; 12a; 13c; 14b; 15a; 16b;
17c; 18a; 19c; 20c; 21c; 22a; 23c; 24a; 25a; 26b; 27a; 28b.
154
indice
¿iaa
A do E y a A E ÓN. D
o inc ridad
MILTON CAMERON
EL LENGUAJE
SECRETO
DEL CUERPO
Gestos y actitudes que hablan
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Seguro que conoces otros casos como éste, con el que comienza el libro, y
que le sirve a Manuel Pimentel para hacernos comprender la importancia de
la oratoria para alcanzar nuestros objetivos con el uso de la palabra. Poseer
grandes conocimientos es fundamental, pero no alcanzaremos el éxito si
no sabemos comunicárselos a los demás. Cómo hablar bien en público para
conseguir lo que deseas nos ofrece herramientas para mejorar nuestra orato-
ria y para convertirnos en comunicadores eficaces. Pimentel nos explica los
fundamentos de la oratoria y los distintos elementos que forman parte del
acto comunicativo, al mismo tiempo que nos enseña a conectar mejor con
la audiencia y a comprender sus expectativas, a gestionar nuestro lenguaje
no verbal y a construir un discurso sólido, coherente y eficaz. En definitiva,
este libro nos permitirá sacar mayor rendimiento a nuestras capacidades y
nos conducirá al éxito.
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EDICIONES OBELISCO [|
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Diseño de la cubierta: Enrique Iborra