Libro Teo..
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por
Remo F. Entelman
Las normas jurídicas de que se ocupan los científicos del derecho y los abogados y
las técnicas, sobre todo procesales, que la ciencia aplicada elabora funcionan en la vida social
como instrumentos para la resolución de conflictos entre pretensiones incompatibles de dos o más
sujetos. Sin embargo, ambas profesiones se han desentendido de la problemática del conflicto.
Para los juristas, la explicación de ese fenómeno está dada por la teoría general de su ciencia.
Según ésta, el ordenamiento jurídico es un sistema cerrado de normas que resuelve todos los
enfrentamientos posibles, sobre la base de un principio denominado norma de clausura. Conforme
a él, todo lo que no esta prohibido por las normas del sistema se considera jurídicamente permitido.
1
Corresponde a la exposición titulada "Teoría del Conflicto y Derecho". (Comisión 11.3)
Propiedad intelectual depositada. Publicación autorizada en los Anales del Congreso Internacional sobre Derechos y
Garantías Constitucionales en el siglo XXI, organizado por la Asociación de Abogados de Buenos Aires .
Pero si alguien dice que tiene derecho a cobrar el monto de un mutuo, está significando que otro, el
mutuario, tiene la obligación de pagar. Y esto es así porque hay una sanción prevista en la norma
para el que no restituye el monto del mutuo en tiempo oportuno. Y todavía en situaciones más
específicas, la misma expresión tiene un sentido más estricto. Como cuando afirmamos que ‘sólo
el calumniado tiene derecho a hacer condenar al ofensor’. Aquí, derecho es sinónimo de titularidad
2
de la acción que pone en marcha el sistema punitivo cuando se trata de delitos de acción privada.
2
Remo F. Entelman, "El Problema de la Clasificación en la Ciencia del Derecho", en “El Lenguaje del Derecho.
Homenaje a Genaro R. Carrió”. Edit. Abelardo Perrot (Buenos Aires, enero 1983, pag. 109) . Este trabajo contiene un
resumen suficiente de “Los conceptos clasificatorios del Derecho”, Remo F. Entelman ( Buenos Aires, edición
privada y agotada, 1960).
Cuando tales situaciones ocurren, se hace patente que el método jurídico de
resolución de conflictos no es aplicable a aquellos que se dan en el área de las confrontaciones
permitidas. El observador toma así conciencia de que el conflicto con resolución prevista en
normas de derecho es una parcialidad del género conflicto. Se enfrenta, pues, con una nueva
región ontológica, la que genera una nueva disciplina científica.
DERECHO Y VIOLENCIA
La otra perplejidad que viene a cuento es la que emana de descubrir que el sistema
jurídico es un método violento y no pacífico de resolución de controversias. Violento, porque
recurre al uso o a la amenaza de la fuerza.
Tamaña revelación impacta, tal vez, a quienes dedican su vida al derecho porque lo
perciben como el modo de asegurar la paz social. Esa vivencia es explicable. El derecho de la
sociedad evolucionada no es igual que el de las comunidades primitivas. En estas, la fuerza
necesaria para aplicar la sanción quedaba en manos de la víctima, sus parientes o los miembros
de su tribu, cuando el sancionado pertenecía a otra. En la comunidad estatal, la sociedad
monopoliza la fuerza y centraliza su uso en manos de órganos especializados, los jueces. Pero las
amenazas que los particulares se intercambian y las que los jueces formulan cuando intiman a
entregar bienes o libertad son las del simple y descarnado uso de la fuerza física. Que no lo es
menos porque reciba el aristocrático nombre de fuerza pública.
Es correcto sostener que el derecho genera una cierta índole de paz social cuando
monopoliza la fuerza y prohibe a los particulares usarla en forma directa. Sin embargo, las
relaciones entre los miembros de la sociedad son más armónicas si, para resolver sus conflictos,
no recurren al uso o amenaza de la fuerza centralizada en el juez por delegación de la comunidad.
Para lo cual deben administrar y resolver sus conflictos con otros métodos, permitidos por el
ordenamiento, pero no reglados o poco reglados por éste. Esto además del hecho fundamental -
pero no rescatado por el pensamiento jurídico- de que a diario los particulares y sus abogados se
encuentran frente a conflictos cuya resolución no tiene previsto el apoyo de la fuerza judicial. Y
requiere recurrir al manejo de técnicas que, como la negociación y otras más sofisticadas,
funcionan dentro del sistema conflictual (endógenas) y no tienen a su disposición la colaboración
del juez y de la fuerza física que él administra.
Ocurre pues que los miembros de la sociedad regida por un orden jurídico enfrentan la
necesidad de analizar, comprender y saber utilizar esas otras técnicas, que no son generadas por
el conocimiento jurídico sino por otras disciplinas sociales.
Sin embargo, desde la antigüedad, el hombre había desarrollado, sin teorizar sobre
ello, diversos métodos de resolución de conflictos. Ya en la segunda mitad de este siglo, cuando
comienza a investigarse seriamente sobre las características del fenómeno conflictual, con el
objetivo principal de la creación de métodos pacíficos que no recurrieran a la violencia para la
resolución de esos conflictos, Galtung pudo, en 1965, ofrecer como resultado de sus
investigaciones históricas, un inventario de doce métodos, violentos y pacíficos, de resolución de
conflictos: juegos de azar, ordalías, oráculos, combate sin limitaciones, guerra limitada, duelos
verbales, duelos privados, debates judiciales, debates, mediación y arbitraje, tribunales y
votaciones. La mención de este inventario sólo tiene el interés de llamar la atención sobre los dos
últimos métodos: Tribunales y votaciones. Se posibilita así un análisis que contribuye a reducir la
sorpresa que produce la calificación del orden jurídico como un mero método de resolución de
conflictos. Basta reflexionar sobre las votaciones. Generalmente se las concibe como una forma de
participación en el poder. Pero si lo pensamos más profundamente resulta que en el conflicto por el
poder o en el conflicto por cuál haya de ser el contenido de las normas que se dicten para orientar
la vida social, las elecciones significan excluir la violencia como método de solución y adoptar una
resolución pacífica, institucionalizada y reglamentada. De la misma manera que sorprende la
afirmación de que el voto es un método de resolución de conflictos políticos entre sectores de la
comunidad que no tratan de imponerse unos a los otros por la violencia, el sistema jurídico es
también un método de resolución de conflictos que trata de excluir el uso de la violencia por los
particulares. Sin embargo, tal exclusión no importa en absoluto eliminar el uso de la violencia,
reservada en el estado moderno a los órganos judiciales encargados de administrar la fuerza
sustraída a los particulares, en términos reglamentados por el mismo sistema.
Esta técnica indirecta supone la amenaza del uso de la fuerza e implica en la realidad
histórica el uso concreto de la fuerza. Cuando así ocurre, cuando una norma consuetudinaria
establece que el que comete incesto será sancionado con la muerte, decimos que ha aparecido un
sistema jurídico. Y que allí, en esa comunidad, la fuerza ha sido monopolizada por el grupo, como
lo está en el Estado moderno. Sólo que en éste, el monopolio no se ejerce por cualquier miembro
del grupo a nombre de la comunidad, sino que está centralizado en los órganos especializados del
Estado que, dentro del modelo Montesquieu que nos es familiar, llamamos Poder Judicial. ¿Qué
pasa hoy en la sociedad moderna con los conflictos y su resolución por metodologías jurídicas? El
acreedor amenaza al deudor con la ejecución de sus bienes. Es decir, con apoderarse -a través de
una acción judicial- de sus bienes y dárselos a un tercero (venderlos) para obtener de este tercero
los fondos con que cobrar su crédito. Este apoderamiento de los bienes se efectúa con recurso a la
fuerza cuando ello es necesario y el deudor no los entrega voluntariamente. El avance consiste en
que la fuerza no es utilizada por el acreedor sino solicitada a un Juez que primero sólo hace uso de
la amenaza de la fuerza -intimación bajo apercibimiento- y luego recurre directamente a ella
cuando es necesario desposeer al deudor. Desde la "vendetta" tribal hasta la cárcel o la ejecución
de bienes, hay sólo un proceso evolutivo. El que realiza una conducta que está prohibida -es decir,
respecto de la cual se ha establecido la amenaza de una sanción- será objeto de la privación de un
bien, en sentido amplio y no sólo material, de la libertad o de la vida. Y esto mediante el uso, si es
necesario, de violencia física, que no pueden ejercer los particulares sino un órgano competente,
utilizando sólo para la ejecución del acto de fuerza, a un sector especializado de la comunidad, que
genéricamente llamamos fuerzas de seguridad. Sin embargo, ese sistema ni siquiera prohibe a los
particulares el uso de la amenaza de utilizar la fuerza judicial. Tal vez el arma más poderosa que
los abogados ostentan en sus arsenales sea la de intimar a una prestación bajo amenaza de
ejecución forzosa.
De modo tal que no sólo estamos presentando el sistema jurídico como un método
más de resolución de conflictos dentro del grupo estatal, sino como un método que pivotea en
torno a la amenaza del uso de la fuerza o al uso mismo de esa fuerza cuando es indispensable. Así
se ha acortado la aparente distancia entre el micro conflicto entre particulares que es el "problema"
de los abogados, y el gran conflicto internacional o los grandes problemas sociales intergrupales o
intraestatales. En el derecho estatal como en la comunidad internacional, la violencia es el último
de los recursos. El derecho estatal contiene, además, soluciones concretas para muchos de los
conflictos y un sistema judicial que puede brindar otras no previstas en detalle dentro del marco de
la ley, pero también y sólo dentro de los límites que la norma general deja al Juez para crear la
norma individual aplicable al caso concreto.
Cuando el sistema jurídico elige los objetivos o metas que quiere privilegiar y pone a
disposición de ellos la fuerza monopolizada, lo hace mediante una técnica tal que deja
puntualizadas las metas ilegítimas creadas para privilegiar aquéllas otras. Precisamente porque su
método consiste en centralizar la fuerza para aplicar la sanción a quien realice los actos que
impiden a los otros -los titulares de las metas legítimas- obtener sus objetivos. Por eso las ciencias
jurídicas pueden hacer un inventario de obligaciones y derechos. Les basta con revisar el
contenido de las normas que señalan la conducta amenazada con sanciones. A ellas se las
denomina conductas antijurídicas o prohibidas. A partir allí, la ciencia define como obligaciones las
conductas que son el opuesto contrario, en términos lógicos de las conductas prohibidas. Y el
inventario de las prohibiciones define en qué condiciones los titulares de metas "legítimas" tienen
"derecho" a que el juez asista sus pretensiones con el auxilio de la fuerza.
En la obra que citamos, el ilustre autor francés trata de poner al lector en presencia del
objeto "conflicto" a través del concepto de "relación social". Recurre así a la antigua técnica
pedagógica de las ciencias naturales que definen sus objetos por referencia al género próximo y a
la diferencia específica. Mostrar un objeto de conocimiento es tarea fácil cuando se trata de objetos
naturales a los que el intelecto accede por intuición sensible. Un animal desconocido, un mineral
recién descubierto o una planta exótica son objetos que pueden mostrarse y ser vistos antes de
toda descripción. Es más, los contactos sensoriales del observador habrán de ser después las
fuentes de los criterios de verdad al intentarse la verificación de los juicios científicos con las
intuiciones sensibles. En las ciencias sociales, el acceso gnoseológico es más complejo, por el
carácter cultural de sus objetos, al igual de lo que ocurre con las disciplinas que trabajan sobre
objetos ideales, como las matemáticas y la lógica. Ni el orden jurídico ni el conflicto son objetos que
pueden verse con los ojos de la cara, que sólo pueden identificar textos escritos o conductas cuyo
sentido conflictivo no resulta de la mera intuición sensible y necesita de otro tipo más complejo de
acceso. Y es claro que la tarea se simplifica si se trata de provocar la intuición intelectual de un
objeto que puede pensarse como integrante de una clase que forma parte de un género más
extenso ya conocido. La versión de la relación social como género superior que subsume la clase
"conflicto" aparece así como un acierto metodológico de Freund. Porque cualquiera sea la
formación de quien intenta adquirir conocimiento sobre conflictos, la relación social es un fenómeno
del cual todos tenemos múltiples experiencias, desde la más temprana infancia, por haber
integrado ese tipo de agrupamientos en el hogar, las pandillas infantiles, los equipos deportivos, las
aulas y en múltiples actividades grupales que nos dan un conocimiento vital y biográfico, aunque
precientífico, de ese objeto.
3
Hay que tener presente que hoy sabemos que tales decisiones se toman no sobre la base de la conducta del otro, como
éste la entiende, sino sobre la percepción que de ella tenemos. Este descubrimiento ha influido notablemente en
nuestra concepción actual del conflicto y sobre los abordajes a las tecnologías de administración que nos ocupan. Tal
vez, con cierta licencia de lenguaje y sin rigor conceptual, diríamos que el conflicto no es en realidad una
incompatibilidad de metas, sino de percepciones.
mismo modo en que aquellos otros que consideran que el conflicto, violento o no, es una anomalía
del sistema social, también lo definen con referencia a esa nota para ellos esencial. Es verdad que
nuestra caracterización del conflicto como una forma normal de la conducta social, importa
rechazar la tesis del tejido social enfermo y partir del presupuesto de que en toda sociedad las
relaciones entre sus miembros tienen inevitablemente zonas y matices de conflicto. Nos parece
que tal afirmación tiene verificación empírica en la observación objetiva, que la historia exhibe, de
la imposibilidad de encontrar una asociación humana que tenga a su disposición cantidad
suficiente de todos los recursos necesarios para satisfacer todos los objetivos de todos sus
integrantes. Sólo así no habría posibilidad de que el objetivo de unos obstaculice la obtención de
los de otros. Ni tendría sentido hablar de confrontación de valores, porque en ese contexto ideal,
cada individuo podría satisfacer sus metas, sin afectar la libertad de los otros de alcanzar las
suyas. Si se tratara de lo que los autores llaman conflicto de valores últimos, todavía quedaría una
zona donde ni siquiera la abundancia de todos los elementos posibles para la satisfacción de
necesidades garantizarían la inexistencia del conflicto "axiológico", al más alto nivel.
Para una concepción que ha centrado su interés en lo que tienen de común los más
diversos tipos de conflictos posibles, postulando precisamente la universalidad del objeto de la
teoría de conflicto, el problema de las tipologías posibles parece prematuro a esta altura el
discurso. Sin embargo, es un hecho real que el conocimiento científico ya ha asumido esa tarea
clasificatoria, que es más meritoria en una disciplina que no tiene acabada la descripción de su
objeto, ni asume las identidades que se encuentran en muy distintas clases de conflicto y, por
ende, menos todavía, sus diferencias. La actividad de un Linneo no sólo requiere vocación, sino un
conocimiento más profundo del que tenemos de la totalidad que pretendemos diversificar. Lo cual
resulta aceptable si se piensa que la ciencia del derecho carece, aún hoy, de suficientes conceptos
clasificatorios. Se advierte así cuán difícil es pensar por ahora en una adecuada clasificación del
universo del conflicto como objeto de conocimiento.
La mención que aquí incluimos al tema de la tipología del conflicto tiende a facilitar el
objetivo pedagógico de mostrar la relación entre el derecho y el amplio universo del conflicto. Pero
no vemos a la tipología como un acceso preferente al conocimiento del objeto de nuestra disciplina.
Por ahora nos parece que ella debe concentrar sus esfuerzos teóricos en los análisis estáticos y
dinámicos de la relación conflictual y en las descripciones que generen nuevos conocimiento y
nuevas tecnologías relativas a la prevención, conducción y resolución de los conflictos.
Papel de Trabajo Nº 1
INTRODUCCION A LA PROBLEMATICA
ABOGACIA Y CONFLICTO
Nuestro objetivo pedagógico de hoy es encontrar caminos adecuados para que Uds.
puedan tener alguna comprensión respecto de lo que es, en sentido genérico, el contenido de esta
materia. Mientras que las otras que integran el plan de estudios, aún aquellas que le son
novedosas -como Contabilidad y Teoría de la Administración- son asignaturas que abarcan un
conjunto sistemático de conocimientos relativos a objetos que le son más o menos familiares o de
los que al menos, desde algún punto de vista o en algún lenguaje, han tenido noticias anteriores.
Para comenzar a guiar el aprendizaje de la Teoría del Conflicto intento, en esta primera
clase, abarcar tres cosas distintas: el objeto conflicto en general, la ciencia que de él se ocupa, en
sus dos aspectos -investigación pura y conocimientos aplicados- y qué relación tiene toda esta
problemática con el ejercicio de la profesión de abogado. Sin lograr ese objetivo, especialmente sin
poder mostrar qué parentesco tiene la actividad del abogado con el objeto conflicto, sería muy
difícil generar en Uds. interés por saber respecto de él, por incorporar siquiera algunos conceptos o
técnicas de la disciplina que de él se ocupa.
En general estamos formados para manejar cierto tipo de problemas, sobre la base de un
determinado conjunto de conocimientos. Si uno simplifica, puede decir, con expresiones del
lenguaje cotidiano, que lo que el abogado cree poder hacer al egresar de esta facultad y lo que la
comunidad espera que él haga, es resolver determinados "problemas" y esta afirmación es válida,
por cierto, para el abogado en general, con lo cual resulta por su amplitud también aplicable al
especialista que de Uds. queremos hacer.
Pareciera que el "problema" cuya solución se espera del abogado, se resuelve a través
de normas contenidas en el ordenamiento jurídico para cuyo manejo tiene una formación
profesional. Los abogados, se supone, resuelven esos especiales "problemas" de que se ocupan, a
través del ordenamiento, tanto cuando usan el sistema procesal para que un Juez produzca una
decisión, como cuando lo hacen extrajudicialmente, asesorando, gestionando o negociando. Tanto
el abogado que litiga como el que realiza cualquiera de esas otras actividades, está tratando de
resolver algún tipo de "problema" de su cliente, fuera o dentro del Tribunal, sobre la base, asumida
por él y por el usuario de sus servicios, de que conoce lo que se debe, aquello a lo que se tiene
derecho, lo prohibido y lo permitido. Pero existen otros medios de los que uno se puede valer para
buscar soluciones lícitas a sus "problemas", y que sin embargo, no son tema de enseñanza en la
carrera de grado. Por cierto que creo que los conocimientos a que me refiero no debieran
enseñarse sólo en esta especialización sino a todos los abogados, como parte integrante de su
formación genérica de tales.
Desde el punto de vista de la Ciencia del Derecho y de la Teoría General del Derecho,
todos los problemas están teóricamente solucionados en el ordenamiento jurídico, en virtud del
principio de que lo que no está prohibido está jurídicamente permitido. Pero la experiencia de la
vida social genera situaciones que también podemos llamar "problemas", que están igualmente
vinculadas a la actividad del abogado y que no quedan solucionadas con la mera afirmación de que
están o no permitidas determinadas conductas.
Tratemos de ver una serie cualquiera de situaciones diversas en que el abogado actúa
normalmente y busquemos luego encontrar en ellas algo en común que permita apuntar hacia lo
que va a ser el objeto de nuestra actividad en este curso. Un abogado puede ocuparse de un juicio
tendiente a obtener el cobro de un crédito muy bien protegido con una garantía real, para poner un
ejemplo nada complejo. Supongamos que se ocupa también de resolver el "problema" de una
empresa, ahora deudora, a la que una Obra Social ejecuta los bienes por falta de pago de los
aportes debidos. Tomemos, además, el ejemplo del abogado cuyo problema es estructurar, a
través de una negociación y un contrato, las relaciones que una empresa quiere trabar con un
arquitecto, para diseñar, proyectar y dirigir la construcción de una planta industrial. Pongamos
ahora la atención en un cliente que es vendedor o comprador de un inmueble y ante el
incumplimiento de la otra parte, compradora o vendedora, tiene que actuar de alguna manera. Se
supone aquí que el abogado conoce e informa a su cliente sobre la regulación legal del pacto
comisorio expreso.
Volveremos al final de esta clase sobre estos casos, que parecen bien dispares entre
ellos. Todos tienen la característica de tener soluciones previstas en el ordenamiento jurídico. Y sin
embargo intentaremos mostrar que pueden tener soluciones mejores si se los piensa y maneja
desde otro punto de vista. Pero empecemos ahora por detectar qué tienen de común estos casos
diferentes, como para permitirnos colocarlos dentro de un universo mayor de aquel que se
circunscribe a los "problemas" jurídicos que parecen constituir y pretender que los intuyan de
inmediato. Porque no se trata de objetos naturales a los que se accede por intuición sensible. Todo
el intento pedagógico consiste aquí en descubrir los "pasos" -por parangón con los pasos de un
problema matemático- a través de los cuales ustedes puedan ponerse frente al objeto. Y para no
hacerlo demasiado misterioso a este objeto, llamémoslo ahora por su nombre. Digamos: frente al
objeto "conflicto".
Admítanme que diga, aunque por ahora sólo lo acepten dogmáticamente, que el acreedor
que quiere cobrar frente al deudor que no quiere o no puede pagar, aquella Obra Social que quiere
ejecutar y la empresa que quiere conservar sus bienes para producir con ellos lo necesario para
pagar, el empresario que quiere contratar con un arquitecto y el arquitecto que quiere obtener el
contrato profesional, al igual que el comprador o el vendedor que tienen enfrente al comprador o
vendedor incumplidor, todos ellos permiten hacer a su respecto una predicación de carácter
común. Cada uno de ellos se propone la obtención de un objetivo. Podrá decirse que ante tal
generalización, nadie puede oponerse pero que por ahora no se entiende adonde apunta esta
afirmación. Así es. Veamos ahora, sin embargo, que mientras el objetivo del acreedor es cobrar, el
del deudor es dilatar el pago porque no puede o no quiere pagar. En realidad dilatar o evitar el
pago. Del empresario que contrata un arquitecto podemos decir que su objetivo es obtener un
servicio en condiciones razonables de precio. Para el arquitecto el objetivo sería prestar el servicio
en condiciones igualmente razonables. El vendedor o el comprador en la situación de
incumplimiento de uno de ellos pueden proponerse la rescisión o el cumplimiento y pueden
coincidir en la elección o no coincidir. La Obra Social que ejecuta tiene por objetivo la rápida
incorporación de fondos para el loable destino de prestar sus servicios sociales. La empresa
deudora tiene por objetivo financiar su actual operación deficitaria, no sólo para poder pagar su
deuda con la Obra Social, sino involucrando también el mantenimiento de la fuente de trabajo a
quienes son los beneficiarios de aquellos servicios sociales. Nos encontramos, pues, en que cada
vez que aparecen estos "problemas" del abogado, hay más de una persona, más de una parte,
más de un actor y que cada uno de estos actores, ya sean individuales o colectivos, tiene un
objetivo. En algunos casos, como el del arquitecto, ese objetivo parece ser el mismo: contratar el
servicio a precio razonable. En los casos de acreedores y deudores, de obra social y empresa
ejecutada, aparece notorio que los objetivos son encontrados o incompatibles. En el del vendedor y
comprador en una operación con pacto comisorio, los objetivos pueden aparecer idénticos si
ambos optan por la rescisión o por el cumplimiento o pueden parecer opuestos si uno elige uno de
esos caminos y el otro el restante. Pero volviendo al ejemplo del arquitecto ¿serán iguales sus
criterios de razonabilidad? Piensen en lo siguiente: si el cliente cree que lo razonable es pagarle
más al arquitecto, cuanto menos le cueste la obra, en razón de tiempo o buena selección de
materiales y servicios y el arquitecto, en tanto piensa en términos arancelarios, se propone cobrar
un porcentaje sobre costo real final, ¿dirán ahora que los objetivos de los dos son idénticos? o por
el contrario, ¿también los verían, planteados en esos términos, como objetivos encontrados? Y
realmente los objetivos de la obra social que quiere cobrar ahora y los de la empresa que quiere
dilatar, ¿son en el fondo totalmente encontrados? No podemos llegar a pensar que a la obra
social, generalmente vinculada, además, con el sindicato que agrupa a los obreros que sirve, no le
es indiferente que estos pierdan su fuente de trabajo? El mantenimiento de ésta sería ahora un
objetivo de la obra social, igual que el de la empresa. Y no habría objetivos encontrados. Sin
embargo, al principio aparecían claramente encontrados, como los del simple acreedor frente al
simple deudor moroso.
¿Qué hay en este caso de distinto que en el de una mera cobranza de crédito hipotecario
entre acreedores y deudores totalmente carentes de otro vínculo que el de esa relación crediticia?
Para la formación del abogado los casos se aparecen como muy similares, con diferencias
respecto del tipo de crédito, acción judicial a que dan lugar, consecuencias en cuanto a accesorios,
etc., pero las otras diferencias a las que he apuntado recién, en forma intencionalmente vaga, no
aparecen explicitadas en las disciplinas jurídicas.
Y bien, ahora admitamos que el abogado trabaja en la solución de problemas que existen
entre dos o más partes, individuales o colectivos cada una de ellas, que tienen objetivos tales que
los de una de las partes son incompatibles con los de la otra, o que pueden ser incompatibles aún
sin que las partes o alguna de ellas lo advierta, o, que sin ser incompatibles, se aparecen como
incompatibles a la comprensión de una de ellas o de ambas.
Si se acepta la afirmación que acabo de hacer como una hipótesis de trabajo a estos
fines expositivos de acercamiento a nuestra temática que nos hemos propuesto para el día de hoy,
creo que hemos obtenido un avance serio, por ahora. Sin intentar definición alguna, debo decir que
la afirmación de que dos partes tienen una relación de tal tipo en la que ambas procuran la
obtención de objetivos que son, pueden ser o parecen ser para alguna de ellas, incompatibles, es
bastante parecida a una definición de lo que en otras áreas de conocimiento se denomina
"conflicto". Un intento provisorio de definición que no está comprometida con grandes debates
teóricos o ideológicos, por eso no se habla de oposición entre partes que buscan sus objetivos a
través de acciones que incluyen o pueden incluir el uso o la amenaza de violencia. Ya veremos
más tarde cómo también el derecho es un sistema que apela a la amenaza de la fuerza para
procurar la solución de conflictos.
Adentrémonos un poco más en esto. En la comunidad primitiva se supone que todas las
conductas físicamente posibles competían libremente por realizarse, aunque fueran incompatibles.
La única manera de evitar la conducta opuesta a la deseada por un miembro de la comunidad era
la persuasión o el recurso a la violencia. En el comienzo de la evolución del grupo, aparece la
necesidad de excluir de él la realización de ciertas conductas y motivar, en cambio, la realización o
la abstención de otras. Las investigaciones efectuadas sobre el derecho primitivo muestran
históricamente al homicidio y al incesto como las primeras conductas cuya ejecución preocupa al
grupo social. Pensamos que la primera por razones de supervivencia del grupo. Sin entrar a
postular valores absolutos, la libertad de privar de la vida a los demás miembros del grupo, parece
incoherente con la constitución de un grupo para subsistir como tal. No se puede pretender que
más de un individuo vivan en comunidad y admitir como coherente que cada uno tenga por meta,
en la asociación, matar a los demás. El incesto aparece por cierto como una conducta cuya
prohibición emana de convicciones del tipo tribal totémico o religioso de carácter embrionario.
Esta técnica indirecta supone la amenaza del uso de la fuerza e implica en la realidad
histórica, el uso concreto de la fuerza. Cuando así ocurre, cuando una norma consuetudinaria
establece que el que comete incesto será sancionado con la muerte, decimos que ha aparecido un
sistema jurídico. Y que allí, en esa comunidad, la fuerza ha sido monopolizada por el grupo, como
lo está en el Estado moderno. Sólo que en éste, el monopolio no se ejerce por cualquier miembro
del grupo a nombre de la comunidad, sino que está centralizado en los órganos del Estado,
digamos dentro del modelo Montesquieu que nos es familiar, en órganos especializados que
llamamos Poder Judicial. ¿Qué pasa hoy en la sociedad moderna con los conflictos y su resolución
por metodologías jurídicas? El acreedor amenaza al deudor con la ejecución de sus bienes, es
decir, con apoderarse -a través de una acción judicial- de sus bienes y dárselos a un tercero
(venderlos) para obtener de este tercero los fondos con que cobrar su crédito. Este apoderamiento
de los bienes se efectúa con recurso a la fuerza cuando ello es necesario y el deudor no los
entrega voluntariamente. El avance consiste en que la fuerza no es utilizada por el acreedor sino
solicitada a un Juez que primero sólo hace uso de la amenaza de la fuerza -intimación bajo
apercibimiento- y luego recurre directamente a ella cuando es necesario desposeer al deudor. Del
mismo modo que recurre a ella cuando hay que recluir al condenado a prisión si éste se resiste a
ingresar a la cárcel voluntariamente. Desde la "vendetta" tribal hasta la cárcel o la ejecución de
bienes, hay sólo un proceso evolutivo. El que realiza una conducta que está prohibida, es decir,
respecto de la cual se ha establecido la amenaza de una sanción, será objeto de la privación de un
bien, en sentido amplio y no sólo material -honores, privilegios, títulos, etc.-, de la libertad o de la
vida, mediante el uso, si es necesario, de violencia física, que no pueden ejercer los particulares
sino un órgano competente, utilizando solo para la ejecución del acto de fuerza, a un sector
especializado de la comunidad, que genéricamente llamamos fuerzas de seguridad.
De modo tal que no sólo estamos presentando el sistema jurídico como un método más
de resolución de conflictos dentro del grupo estatal, sino como un método que pivotea en torno a la
amenaza del uso de la fuerza o al uso mismo de esa fuerza cuando es indispensable. Aprecien
Uds. ahora como se ha acortado la distancia entre el micro conflicto entre particulares que es el
"problema" de los abogados, y el gran conflicto internacional o los grandes problemas sociales
intergrupales o intraestatales. En el derecho estatal como en la comunidad internacional, la
violencia es por cierto el último de los recursos. El derecho estatal contiene, además, soluciones
concretas para muchos de los conflictos y un sistema judicial que puede brindar otras no previstas
en detalle dentro del marco de la ley, pero también y sólo dentro de los límites que la norma
general deja al Juez para crear la norma individual aplicable al caso concreto.
Resulta así que lo que hacemos los abogados y lo que hacen quienes operan con
conflictos intergrupales o internacionales no es demasiado diferente.
Para buena parte del pensamiento teórico sobre el tema, existe el conflicto con
independencia de que exhiba el uso o la amenaza de violencia y, en cambio, existen situaciones de
violencia en que es difícil detectar el conflicto entre los actores. Si alguien es objeto en la calle de
un inesperado asalto físico que lo lesiona sin objetivo de apoderarse de nada que el lesionado
posea, el uso de la violencia es patente. Los objetivos explícitos de atacante y atacado, no
aparecen como claramente incompatibles.
Es hora ya de decir que, sin perjuicio de todos los desarrollos que desde la historia del
pensamiento se han realizado sobre el conflicto y sin perjuicio de una sociología del conflicto
desarrollada hace ya mucho tiempo (1), en el curso de este siglo se han desarrollado disciplinas
que con muy diversas pero no significativas variantes de actitud, constituyen una verdadera teoría
del conflicto. Y el fenómeno de que se ocupa la teoría es, como iremos viendo paulatinamente, un
género dentro del cual puede subsumirse la especie de "problema" de que se ocupa el abogado.
En general los autores que trabajan sobre el conflicto internacional o sobre el conflicto social
intergrupal, no han problematizado estos micro conflictos, por llamarlos de alguna manera, con los
que lidian los egresados de esta Casa. Pero, sin embargo, a menudo se encuentran en ellos
referencias a la aplicación de sus conceptos, a los conflictos denominados por algunos
"interpersonales" (2).
Volvamos ahora al objeto de estas ciencias y tratemos con lo poco que hemos dicho, de
repasar los casos que al comienzo habíamos puesto como ejemplo de los variados "problemas"
típicos del abogado, veamos si podemos detectar la posibilidad de manejar estos problemas
utilizando conceptos distintos de los que proporciona nuestra formación jurídica.
Tomemos ahora el ejemplo de una ejecución de crédito contra un deudor y pensemos -el
caso es real- en que el acreedor es una terminal de automotores y que el deudor es una de sus
concesionarias. En el supuesto, esa concesionaria tiene posibilidades de colocar más unidades si
se le da más financiación. Las partes tienen, por lo visto, intereses cooperativos, además de los
conflictivos relativos a la deuda impaga. O pensamos el caso con la variante de que el
concesionario es una sociedad cuyos accionistas, en otra zona, posean otra concesionaria de la
misma terminal. Esta última vende bien y puede aportar financiación a la que es ejecutada. Para
ello necesita reducir sus ventas y extraer capital operativo de su propio giro. En ambos casos, el
deudor, que ya no puede obtener de su abogado solución alguna que evite jurídicamente el remate
de sus bienes, puede dirigirse, tras un enfoque del tipo que hemos llamado "conflictualista" al
departamento de ventas de la terminal. Puede ofrecerle en el primero de los supuestos, vender
más unidades, en un momento en que la terminal está preocupada por el bajo volumen de sus
ventas. En el segundo supuesto, puede anunciarles una reducción de ventas en el otro
concesionario, que viene trabajando bien. En ambos casos, la gerencia de ventas se convertirá en
un aliado para la negociación entre la gerencia financiera y los abogados de la acreedora, por un
lado y la empresa deudora por el otro. El caso es también un ejemplo extraído de la realidad y en
él, este tipo de enfoque permitió evitar la ejecución y financiar a mediano plazo la deuda morosa.
Y analizamos por último el ejemplo de la contratación del arquitecto, que nos permite
mostrar otro enfoque. Tal como lo presentamos, pareciera que un abogado no puede encontrar
dificultades para proyectar un contrato en el que la conducta de cada parte sea tal que la otra
obtenga su meta. Porque en realidad, el problema aparece como con metas no antagónicas. Un
empresario quiere adquirir servicios profesionales para poder construir una planta. Y un arquitecto
desea ejercer su profesión, prestar esos servicios y obtener por ellos un pago, que desde luego el
empresario está dispuesto a efectuar. Parece que al abogado le queda solamente, para ser
eficiente, usar sus conocimientos y experiencia previniendo los conflictos que puedan generarse y
estableciendo claramente los deberes y derechos de cada parte (qué anteproyectos, proyectos o
planos tiene que preparar el arquitecto y cuándo, qué funciones tiene que tener en la dirección de
la obra, qué asiduidad de visitas, qué rol debe representar en la contratación con la empresa
constructora o en la compra de bienes y servicios si la obra se efectúa por administración, etc.). A
su vez qué informaciones debe suministrar el empresario, qué actos tiene que cumplir respecto a la
disponibilidad del terreno sobre el cual se edificará, qué honorarios debe pagar y cuándo, etc.). Si
las cosas son así, ¿qué podemos aportar de nuevo con un enfoque que llamamos "conflictualista"?
Adviértanlo Uds. En el pacto empresario-arquitecto, tal como se estila en nuestro país, hay
intereses contrapuestos que contienen un conflicto subyacente, lo que en teoría se denomina
"conflicto latente". En efecto, el empresario tiene -obviamente- como uno de sus objetivos, que la
obra tenga el menor costo posible. El arquitecto, que desde el punto de vista ético se asegura
sinceramente a sí mismo y a su cliente que coincide con ese interés, se beneficia, sin embargo, si
la obra resulta más cara. En efecto, sus honorarios son porcentuales y con relación al costo.
Advertir esta temática, forma parte de un análisis que no es jurídico. Evidenciada la misma, es fácil
encontrar acuerdos sobre forma de retribución que responden a los verdaderos intereses básicos
de cada una de las partes, aún dentro del marco de las leyes arancelarias.
Y bien, hemos intentado un oscilante pantallazo, que ha ido y vuelto desde un objeto
desconocido para Uds. hacia una ciencia igualmente desconocida de ese mismo objeto. Y a la
vuelta de ese recorrido, tengo la expectativa de que se hayan puesto en contacto, aunque muy a lo
lejos, sin nitidez y con una visión imprecisa, con lo que es la problemática de nuestra materia.
NOTAS
(1) Excelentes exposiciones sobre la sociología del conflicto pueden encontrarse en español
en "La Teoría Sociológica" de Don Martindale, Ed. Aguilar, Madrid, 1979, pág.147 a 243
y en Luis González Seara, "La Sociología, Aventura Dialéctica", Ed. Tecnos, Madrid
1979, pág. 244 a 247.
(2) Wehr Paul, Conflict Regulation, Westview Press, Boulder, Colorado U.S.A., Pg. XVI.
Papel de Trabajo Nº 2
Dr. Remo F. Entelman
APROXIMACIÓN AL OBJETO
Una vez que hemos enfocado el "problema" de que se ocupa el abogado como una
especie del género conflicto, el orden jurídico se nos aparece como uno de los métodos
institucionalizados y regulados de solución de tales conflictos. Ello significa que el orden jurídico
contiene la definición de las metas u objetivos conflictuales que es legítimo a los actores
proponerse y, a su vez, que instituye métodos y órganos -procedimientos y jueces- para solucionar
los conflictos concretos que se presenten en la aplicación de las normas generales que contienen
la definición de las metas.
Intentemos ahora acceder un poco más de cerca al "objeto conflicto", dentro de este
método pedagógico por el cual estamos tratando de guiar el conocimiento, en sucesivos
acercamientos, hasta ponernos en "presencia" del objeto.
Puesto que no estamos frente a un objeto natural sino cultural, el acceso al mismo no se
produce por el simple proceso de intuición empírica con que el intelecto toma contacto con los
objetos de la naturaleza. En este intento de acceso conceptual son múltiples los análisis que uno
puede ir formulando para aproximarse al objeto. En la adaptación de esos análisis a las
necesidades de la formación del abogado, iremos descartando aquellos aspectos de la teoría del
conflicto que sólo harían complejo el aprendizaje y que no resultan indispensables para el
entrenamiento que estamos procurando. Tal, por ejemplo, el análisis de las causas del conflicto,
que ha dado lugar a una cuantiosa literatura y que ha permitido, incluso, la clasificación de las
teorías vertidas por los autores, en diversas escuelas o tendencias (4).
Tal vez sea útil, a esta altura de la exposición, ensayar una tipología del conflicto, es
decir, una clasificación de los diversos tipos del conflicto. Pero antes resulta un buen método de
aproximación al objeto "conflicto" referirlo al género más amplio de fenómenos sociales a que
pertenece como clase. Me refiero a la relación social. Debo advertir aquí que esta afirmación
importa una toma de posición dentro de la teoría del conflicto frente a aquellas posturas que en la
historia del pensamiento han pensado al conflicto como una patología social y no como una forma
de relación connatural a la existencia de la sociedad. Pensar al conflicto como una forma de
relación, supone considerarlo como integrando la trama del tejido social, por así decirlo.
Si partimos de la definición de Max Weber(5), en la que se apoyan los principales
expositores de esta tesis como Julien Freund, tal vez el más importante autor dentro de la
polemología europea (Sociologie du Conflit, Presses Universitaires de France, Paris 1983),y Luis
Kriesberg (Sociología de los Conflictos Sociales, Ed.Trillas, México 1975 pág.32) por ejemplo,
podemos presentar la relación social como la conducta recíproca de dos o más individuos, cada
uno de los cuales piensa, decide y orienta su conducta y le da sentido en relación a la del o los
otros.
Para ejemplificar, cuando el conjunto de abogados integrantes de este curso se
encuentra por primera vez reunido en una sala es probable que entre sus miembros no haya
existido antes relación alguna. Al comenzar su actividad cada una de las conductas que un
miembro adopte condicionará de alguna manera la de los demás y así recíprocamente. Si uno de
ellos comenzara a leer un libro en voz alta, alguno de los demás le pediría seguramente que
cesara de hacerlo para atender al expositor; o éste le rogaría que postergara su lectura. Los demás
darán muestras de aprobación o de rechazo. Otro cualquiera de los integrantes del grupo
interrumpiría en cualquier momento para pedir una explicación o formular un comentario. El
expositor detendrá su discurso y atenderá al nuevo exponente. Tal vez ello dé lugar a diálogos con
diversos participantes. Poco a poco, en el transcurso del tiempo, numerosas conductas recíprocas
se generarán en el grupo. Uno de sus miembros tomará notas y las facilitará a otro, que extraerá
copias y las repartirá. Los beneficiarios de tal "cooperación" (vale la pena retener el término a fines
futuros) se ocuparán de otras tareas de interés común: traducirán textos, debatirán en grupo las
ideas expuestas, propondrán ejemplos de situaciones que desean cotejar con los conceptos que se
van exponiendo, etc. Puede decirse ahora que existe entre los individuos de carne y hueso que
integran el curso una relación social. Pero las relaciones sociales pueden tener muy distinto
contenido.
Y a los fines que aquí nos importan, distinguimos solo por ahora, entre los géneros
"relaciones de acuerdo" o "de desacuerdo", que en la terminología más específica de la teoría del
conflicto, llamaremos relaciones de cooperación y de conflicto (6).
Estas últimas mencionan la relación entre dos o más "actores" individuales o colectivos
que realizan conductas tendientes a obtener metas u objetivos que son incompatibles o que alguno
de los actores percibe como incompatibles.
No estamos ensayando una definición más de conflicto para agregarla a la larga nómina
de las formuladas por una multiplicidad de autores. Trabajamos con esta especie de definición para
tener un punto de partida conceptual desde el cual dirigirnos mejor hacia el objeto "conflicto". Y
excluimos de tal definición todos aquellos elementos que obligan a análisis de aspectos del
conflicto que todavía para nosotros, es prematuro tratar. Por eso la conducta conflictiva a que nos
referimos, no incluye referencia alguna al uso de violencia, porque ello supondría seguir una línea
teórica cada vez menos predominante que identifica conflicto y uso de violencia efectiva.
Hemos hecho ya en la clase anterior una referencia a este tema cuando identificamos el
orden jurídico como un método de resolución de conflictos que apela al uso de la fuerza o a la
amenaza de su uso.
Aclaramos por cierto que se trata de fuerza monopolizada por la comunidad y que ese
monopolio en el Estado moderno es objeto de centralización. Es decir, que el uso de la fuerza y la
facultad de amenazar con ella, está reservada a órganos específicos que constituyen, por lo
general, un poder autónomo de aquel que tiene la función de crear las normas generales que
integran el ordenamiento jurídico. Debe advertirse aquí que si la fuerza como hecho físico y la
amenaza de la fuerza están centralizadas en órganos estatales, los particulares que buscan
resolver sus conflictos a través del sistema jurídico, están facultados a utilizar la amenaza, bien
entendido, sólo para ejercerla a través del sistema judicial, lo cual no les impide anunciarla
extrajudicialmente. Tal el sentido de lo que conocemos como intimación bajo apercibimiento de
ejecución, o bajo apercibimiento de querellas penales tendientes a obtener la aplicación de
sanciones privativas de libertad, por medio del uso de la fuerza monopolizada por el Estado.
Si ahora estamos un poco más cerca del objeto conflicto, con el que solo nos sentiremos
cómodos y familiarizados mucho más adelante, puede servirnos una breve referencia a su
tipología. Hablar de una tipología supone admitir que hay distintas clases o subclases de conflictos.
Es claro para nosotros que una clasificación es una agrupación de objetos que en su conjunto
constituyen un universo mayor, dividido en subgrupos diferenciados de acuerdo a un criterio al que
se atribuye un determinado valor teórico.
No nos preguntamos por la verdad o falsedad de una tipología, sino por su utilidad
teórica. A esta altura del avance de la investigación pura sobre el conflicto, son diversas las
clasificaciones intentadas. Pero si nos proponemos sintetizarlas en una, cumpliremos nuestro
objetivo actual sin necesidad de marcar con las demás grandes diferencias, más allá de la mera
cuestión terminológica. En efecto, se ha hablado de conflictos "intra sistemáticos" y "extra
sistemáticos". Aquí "sistema" significa tanto como grupo social de determinada magnitud. De allí
que esta clasificación no se diferencie de la que distingue conflictos "intra grupales" e "inter
grupales". Ni de la que separa los que se producen dentro del Estado de aquellos que se suscitan
entre los Estados. Pero lo que más nos interesa, a nuestros fines, es el hecho de que con el
avance de la investigación, ya los autores hablan de conflictos "personales", además de los que
con una u otra denominación involucran actores colectivos, ("intra" o "extra grupales", "intra" o
"extra sistemáticos", "intra" o "extra estatales", "nacionales o internacionales"). Es verdad que
algunos de los autores que ensayan tal tipología cuando hablan de conflictos personales se
refieren a aquellos entre grupos, dentro de la sociedad estatal, en los que el Estado no tiene
participación primaria como actor conflictuante. Tal el caso de Joseph S. Himes (Conflict and
Conflict Management, University of Georgia Press, 1980). Otros autores, en cambio, se refieren
directamente al conflicto personal con el alcance que aquí le damos de conflicto entre dos o más
individuos, que no alcanza a ser un conflicto entre dos grupos sustantivos dentro de la sociedad.
Sin embargo, todo esto no debe interpretarse como que las nociones que vamos a manejar y las
técnicas que tratamos de brindar para el manejo de conflictos no sean aplicables a conflictos entre
grupos más numerosos. En general lo son, porque la casi totalidad de los conceptos que hemos
desarrollado y de las técnicas con que tratamos de manejar los conflictos entre particulares, que
son los cotidianos del abogado, han sido extraídos de los estudios sobre los conflictos sociales o
internacionales, o, al menos, sugerida por ellos.
La clasificación de conflictos personales, sociales o internacionales y el esbozo de
definición de conflicto de que hemos partido excluye, desde luego, los conflictos internos del
individuo, de que se ocupa, por ejemplo, la psicología. Y excluye también la oposición
psicológicamente conflictiva entre metas alternativas incompatibles que se proponga un mismo
sujeto. No negamos por cierto, que el manejo del conflicto enriquece sus posibilidades si al apuntar
hacia los actores se tiene conocimiento de su problemática y de sus motivaciones. Pero no es éste
el tema del que queremos ocuparnos ahora.
Y bien, habíamos dicho que trataríamos de aproximarnos en forma más o menos
indirecta al objeto conflicto, lo cual supone hacerlo desde cierto análisis del mismo, que tenemos
que seleccionar entre los muy diversos que la teoría ha formulado desde muy distintos planos.
Es posible, por ejemplo, comenzar por lo que se denomina:
Desde distintos planos, han sido analizados elementos de esa relación social que
permiten un buen acceso a nuestra problemática y al posterior desarrollo de algunos conceptos
que estimamos básicos en la formación del abogado, para el manejo de conflictos, tales como los
conceptos de escalamiento y desescalamiento, que se derivan del concepto de intensidad y las
variantes del conflicto, que sólo podrán ser explicadas a partir de una familiarización mayor con la
interacción conflictual.
Los temas tratados por la teoría, a veces bajo el rubro de "dimensiones" (1) son:
- conciencia del conflicto,
- pureza del conflicto,
- poder
- intensidad del conflicto,
- regulación del conflicto.
Al último tema nos hemos referido bastante al considerar el ordenamiento jurídico como
un método de resolución y es, por lo tanto, el aspecto sobre el que menos tenemos que insistir.
En consecuencia, en la próxima clase comenzaremos a tratar las dimensiones del
conflicto antes enumeradas.
NOTAS
Este tema aparece tratado como fundamental por muchos autores, de los cuales la
mayor parte considera que la conciencia que las partes tengan del conflicto que las enfrenta es un
elemento fundamental del mismo. Kriesberg (op. cit.) ha resumido esas posiciones, citando tanto
sociólogos tradicionalistas como Max Weber, cuanto a algunos de los prominentes fundadores de
la moderna disciplina, como Coser, Park y Burguess y Kenneth Boulding.
Frente a tal dificultad de acceso al tema, la mostración que del mismo hace Kriesberg,
nos parece la más pedagógica.
Conflictiva 1 2 3
No conflictiva 4 5 6
Si ahora uno pasa revista a las posibilidades expresadas en la tabla, resulta que la
que parece crearnos menos problemas es la que lleva el número 6. Si no existe relación conflictiva
ni ninguna de las partes cree que existe, esta posibilidad es en el fondo una mera posibilidad lógica
que se da por la coherencia del esquema; pero que no reviste, al menos por el momento, interés
teórico para nuestro examen.
La situación 1, en que ambas partes creen que existe entre ellas un conflicto que realmente existe,
se presenta como un caso en el que no es necesario concientizar a ninguna de las partes sobre el
problema en que se encuentran, lo cual no excluye, desde luego, la necesidad de hacerles
consciente la naturaleza de ese problema y la metodología de su manejo y resolución.
La situación número 4 en que ambas partes creen que existe un conflicto sin que el
mismo realmente se encuentre en la relación objetiva, parece simple y de fácil solución. Habría
que convencerlas de que tienen imágenes o percepciones erróneas de la realidad, que sus metas
no son incompatibles. Aquí la comunicación, la intervención de terceros que faciliten tal
comunicación, la posibilidad de generar en uno de los actores primero o en ambos
simultáneamente actos positivos y actitudes amistosas, cobra un valor instrumental considerable.
Aquí los recursos y las posibilidades de éxito de los operadores adquieren una amplitud dramática.
Sin embargo, queda obscuro el definir qué significa hablar de una relación entre dos partes que
creen que es de una manera y querer presentar esa relación como siendo "objetivamente" de otra.
¿Que quiere decir que aunque ambos actores lo crean, su relación no tiene conflicto? Es por cierto
posible que haya error sobre la incompatibilidad de las metas. Pero ¿qué diferencia real hay entre
una meta y lo que un individuo cree que es su meta? Desde una postura gnoseológica idealista,
este tema encierra un problema de fondo, que no es éste, por cierto, el lugar de analizar. En la
práctica, los abogados que detectan compatibilidad entre las metas que sus clientes viven como
incompatibles, pueden manejar fácilmente el conflicto por caminos de persuasión.
En la realidad es muy difícil encontrar una relación de conflicto que se dé, aislada de
toda otra relación entre las mismas partes. Ello es obvio y se evidencia por el solo hecho de la
existencia de un contexto social dentro del cual las partes conviven. Normalmente ellas integran
algún grupo social más o menos extenso -familia, sociedad o asociación de cualquier tipo o, por lo
menos, comunidad nacional-. En consecuencia, es muy probable que tengan otras relaciones
dentro de cada uno de esos grupos o al menos que tengan intereses coincidentes -es decir, de
cooperación- vinculados a la repercusión que el conflicto produce en el contexto social de que se
trate. El prestigio de cada una de ellas dentro de su grupo no le es indiferente a ninguna, para
tomar el tipo de interés más amplio o difuso en el que ambas debieran, en la mayor parte de los
casos, coincidir.
En el conflicto puro de suma cero, lo que una parte pierde lo gana la otra y toda
solución del conflicto supone un perdedor y un ganador. En el conflicto de suma variable, la
solución puede ser de tal carácter que otorgue a la parte que pierde alguna de sus metas o parte
de ellas en la relación conflictiva, ventajas en la otra relación. Lo mismo ocurre si los actores
mantienen diversas relaciones conflictivas, es decir, si conflictúan por metas diversas e
independientes, de modo tal que una solución haga que una de ellas resulte ganadora respecto de
ciertos objetivos y perdedora respecto de otros.
Como es obvio, mientras el conflicto de suma variable o de objetivos mezclados,
ofrece una rica gama de posibilidades de solución, a través de los diversos métodos que
denominamos de "resolución", que analizaremos oportunamente, el conflicto de suma cero supone
de hecho su terminación por lo que llamaremos, en términos simples , la victoria de una parte, y la
derrota de la otra. Esto con reserva de que los conceptos tradicionales de victoria y derrota serán
oportunamente objeto de un análisis que los mostrarán mucho menos absolutos de lo que parecen
ser, tanto en el lenguaje común como en la doctrina tradicional. Pero puesto que hemos sugerido
que la existencia de conflictos estrictamente de suma cero, dentro del ámbito de las relaciones
sociales internacionales o y aún en la mayor parte de los conflictos interpersonales, es casi una
abstracción, es importante anotar que, en realidad, todo aparente conflicto de suma cero soporta
un intento de transformarlo en un conflicto de suma variable. Básicamente ello puede obtenerse
por dos caminos. El primero consiste en extender el conflicto proponiéndose, frente al mismo
adversario, otras metas distintas, que permitan procurar soluciones en las que, por medio de
intercambio, cada parte gane y pierda sin que ninguna de ellas resulte estrictamente "la" ganadora
o perdedora. El otro método consiste en dividir el objetivo, cuando ello es posible. En el simple
ejemplo del cobro de una deuda, si uno divide el objetivo, separando lo relativo al cobro y al pago,
del aspecto oportunidad del mismo (financiación) o del aspecto garantías o moneda de pago, o
bases de ajuste monetario, la solución se torna más fácil. En general, un acreedor no demasiado
apremiado por sus propias necesidades de dinero, preferiría cambiar un crédito discutido y de difícil
cobrabilidad, por otro que todavía no sea exigible, pero que tenga, por ejemplo, títulos ejecutivos,
garantías reales o seguridades de estabilidad monetaria.
Por cierto que cuando los conflictos son de suma mezclada y la mezcla resulta de la
existencia de relaciones de cooperación, es más fácil encontrar, dentro de éstas, ventajas que
otorgar al adversario, como para que éste ceda parte de sus metas en conflicto.
Podemos resumir, pues, afirmando que la pureza de un conflicto depende del conjunto
total de las relaciones entre las partes y de la posibilidad que haya de dividir las cuestiones en
conflicto en elementos más pequeños.
No sólo es importante esta distinción entre conflicto de suma cero y conflicto de suma
variable. Esta misma pareja de conceptos sirve para definir actitudes de las partes. Existen
individuos, actores en el conflicto u operadores del mismo, que tienen lo que podría denominarse
"mentalidad suma cero". Es decir una actitud que apunta siempre a una solución en que una de las
partes gana y la otra pierde. Esta mentalidad suma cero no es en el fondo mentalidad ganadora,
sino una mentalidad poco proclive a la concertación, cuyas consecuencias pueden transformar a
quien la exhibe, en parte perdedora. Uno puede reconocer entre los abogados con los cuales ha
tratado muchas veces, con motivo de distintos conflictos entre actores diferentes, aquellos con los
cuales pueden buscarse soluciones en que todas las partes ganen algo y pierdan algo y
distinguirlos de los que seguirán la contienda hasta que finalmente puedan afirmar que su cliente
"ganó" o "perdió". La mentalidad suma cero en el derecho internacional lleva necesariamente a la
intensificación del conflicto bélico y a la guerra total. En el conflicto interpersonal o intraestatal entre
grupos sociales, la mentalidad suma cero condiciona igualmente un aumento de la intensidad
conflictiva, lo que llamaremos, a su tiempo, una escalada.
PODER
El cálculo del poder en un conflicto no es, por cierto, una cuestión aritmética y su
evaluación no es teóricamente fácil ni demasiado precisa. A menudo, sólo la confrontación y el uso
por cada uno de los actores de parte de su poder en los primeros pasos de una acción conflictiva,
permite una mejor evaluación. Porque obviamente, aunque el poder sea un conjunto de recursos
de muy diversa índole, tales recursos sólo son eficientes si existe también la voluntad de usarlos.
Ello es patente, por cierto, con referencia al poder bélico, que se desvaloriza totalmente en la
medida que la opinión pública no preste consentimiento a su utilización en un caso determinado.
Pero la situación es idéntica en los conflictos interpersonales, donde no basta "poder" realizar una
conducta sino que hace falta también la decisión de utilizarla. Tanto en el sentido material relativo a
la disposición y utilización de recursos, como en el sentido anímico relativo a la voluntad de
utilizarlos, el cálculo del poder se vincula fundamentalmente con el costo del mismo. Todo recurso
y su utilización generan un costo, que no necesariamente es económico. A su vez, el oponente
tiene costos que deben ser evaluados por su adversario. Puede ocurrir que un actor tenga mucho
poder y demasiado costo para utilizarlo. El castigo severo del niño por sus padres, se torna para
éstos, a veces, intolerable. Inversamente, la lucha por la independencia nacional permite a países
con poco poder material, disponer de la voluntad necesaria para pagar altos costos en sacrificios
de toda índole, por la distinta valoración del objetivo. Las luchas anticolonialistas posteriores a la
segunda guerra mundial y entre ellas, tal vez Argelia como prototipo, muestran la relatividad del
poder de una gran potencia, frente a la decisión de una pequeña colonia de soportar altos costos.
De modo tal que la intensidad a que nos referimos aquí no es la intensidad del
sentimiento conflictual sino la de la conducta conflictiva. Este concepto está vinculado con la
intensidad de los medios o recursos que utilizan las partes en busca de sus objetivos. Y aquí debe
entenderse que al hablar de utilización de recursos, se incluye también la amenaza de esa
utilización. Un conflicto aumenta de intensidad no sólo cuando sorpresivamente se traba una
medida precautoria, en un juicio entre partes, o se invade un territorio en un conflicto entre
Estados. La intensidad aumenta también cuando se amenaza con realizar alguno de esos actos. El
tema de la amenaza, al que ya nos hemos referido para identificar al derecho como un sistema de
amenaza de sanciones, será analizado con mayor amplitud con motivo de la negociación, ya que la
amenaza y su credibilidad son dos temas muy vinculados también con esa particular forma de
conflicto que es la negociación. Cuando hablamos aquí de negociación como forma de conflicto
nos referimos a la incompatibilidad de metas que hay entre dos actores que negocian una
transacción comercial cualquiera. Ello no implica que la negociación no sea también un método de
resolución de conflictos. En realidad la mayor parte de los conflictos terminan por negociación, aún
aquella sobre la cual los actores no se han detenido demasiado: la negociación que sobreviene a lo
que se llama "victoria". Aquí, entre abogados: victoria es algo así como sinónimo de sentencia
favorable, cuya ejecución es generalmente objeto de negociación, respecto del modo y la
oportunidad en que las prestaciones contenidas en la sentencia se harán efectivas.
Hemos dicho ya que la teoría del conflicto ha producido diversas tipologías genéricas.
Hemos hablado así de conflictos interestatales e intraestatales y dentro de éstos de conflictos
sociales e interpersonales. Tales tipologías apuntan a distinguir entre las unidades en conflicto. Un
individuo, una sociedad pequeña, una gran estructura societaria, un grupo racial, un grupo
estudiantil, una Universidad o un Estado, son ejemplos de unidades conflictivas posibles. Esto hace
advertir, que aún sin pretensiones teóricas demasiado ambiciosas, es necesario formular algunas
puntualizaciones sobre las características de los adversarios.
No siempre los límites que permiten definir quiénes integran cada unidad en conflicto,
son claros. Obviamente que el tema no aparece en un conflicto entre dos personas. Pero aparece
ya en el conflicto entre un actor externo a una sociedad de varios o muchos socios y la sociedad.
Porque cabe preguntarse ¿quién está conflictuando contra el individuo externo: la voluntad
conflictiva de todos los miembros de la sociedad, todos los miembros de su Directorio, por ejemplo,
con consentimiento de los accionistas o sin ellos?, ¿O solamente el representante legal, o tal vez el
gerente ejecutivo? Todos advierten que si uno tiene la certeza de que la voluntad individual de los
miembros de una sociedad no ofrece consentimiento a la acción conflictiva del ejecutivo que opera
por la sociedad, muchas acciones conflictivas eficientes se sugerirán como posibles al actor
personal externo, que puede generar una mayor participación de personas que originariamente no
están envueltas en el conflicto del lado de la unidad colectiva, de la sociedad.
En los conflictos sociales entre grupos numerosos es claro que los límites pueden ser
mucho más vagos y aún abiertos y permeables; decimos permeables en el sentido de posibilitar el
paso de individuos de una de las unidades conflictivas a la otra parte. En los conflictos gremiales,
los límites parecen claros. No se confunden quienes integran la unidad empresaria, aunque ésta
involucre todas las empresas que operan en el sector, con los obreros. Tampoco los límites son
permeables, ya que difícilmente un miembro de uno de los grupos en conflicto puede pasar a
integrar el otro. Y si eso ocurre, como en los raros casos de promoción de ex-obreros a la
conducción de empresas propias, el cambio de unidad rompe generalmente todos los vínculos e
intereses comunes con los otros miembros de la unidad abandonada. Pero si se piensa en un
conflicto con el personal administrativo superior en que el actor empresario está representado por
un pequeño accionista, que formalmente puede considerarse patrono, pero que desempeña un
cargo ejecutivo superior, tras una larga carrera administrativa, uno advierte la complejidad del
tema. Y extremando el ejemplo, si se piensa en el conflicto entre feministas y antifeministas, donde
pareciera que el sexo permite distinguir claramente la identificación de cada individuo con uno de
los grupos en conflicto, debe advertirse que el feminismo cuenta, como movimiento que conflictúa,
con numerosas adhesiones masculinas al tiempo que sufre numerosas detracciones femeninas.
El análisis que se haga de los límites que encierran los miembros de cada unidad en
conflicto, permite no sólo definir acciones tendientes a obtener los propios objetivos sino, además,
prevenir o incidir en los cambios que puedan producirse dentro de la unidad adversaria. Cuando los
grupos son numerosos -en el conflicto gremial, por ejemplo- las acciones de ambas partes
tendientes a influir en las decisiones internas del adversario sobre el liderazgo en el manejo del
conflicto, son marcadamente importantes. En cada grupo amplio, el hecho de estar en conflicto,
genera una relación de consenso y oposición entre quienes lideran al grupo y actúan frente al
adversario y los miembros del grupo. Estas cuestiones se vinculan con muchos de los aspectos
prácticos del manejo del conflicto, fundamentalmente con el problema de las comunicaciones y con
el margen posible de secreto de las negociaciones. A mayor número de integrantes de un grupo
conflictivo, menor la posibilidad de mantener secretos en las negociaciones, sin poner a riesgo el
consenso y la confianza de los miembros del grupo. Pero al mismo tiempo, a mayor número de
integrantes de la unidad conflictiva, más importante es el secreto de los pasos parciales de una
negociación. Una oferta inaceptable hecha pública por el dirigente a su grupo, puede provocar en
éste una reacción que genere un aumento en la intensidad conflictiva que el grupo desarrolla, sin
darle tiempo a formular contraofertas, que seguramente tendrían capacidad de modificar la oferta
inaceptable.
Además de lo hasta aquí dicho sobre las características del adversario, es importante
determinar la relación que existe entre actores, con referencia a una organización mayor que
ambos integren. Dentro de la empresa, el conflicto entre sectores es virtualmente permanente y tal
conflicto debe interpretarse como funcional para la empresa. El departamento de ventas procura
aumentar sus operaciones, concediendo más financiación o efectuando más descuentos. Trata de
prometer las entregas más cortas posibles. Los responsables de finanzas, son reacios a otorgar
plazos que incrementan el costo del producto o que agotan los recursos financieros disponibles.
Los responsables de la fijación de precios y de la generación de utilidades pueden no interpretar
como ventajoso el otorgamiento de descuentos aunque se argumente que ello generará volumen y,
por lo tanto, absorción de costos fijos y reducción, así, del costo final. Y bien, cuando en una
organización dos sectores conflictúan no es lo mismo que lo hagan dentro de un todo en el que
tienen una situación igualitaria pero no con la misma independencia que la que tienen dos
particulares que conflictúan fuera de toda organización. En efecto, la organización tiene sobre
ambos conflictuantes poderes que ejercerá para preservarse de las consecuencias que el conflicto
pueda acarrearle. Pero ello es también por su parte, distinto, si conflictúa un sector de grado
superior con uno de grado inferior. O si desde un escalón inferior se conflictúa con un órgano
supremo, porque éste alega que representa todos los intereses mientras que su oponente sólo
representa los intereses propios o de su sector, que es menos significativo que la totalidad. En este
sentido debe distinguirse, cuando se analiza un conflicto, al menos lo siguiente:
2) El grado de autonomía que cada actor tiene con respecto al otro o el grado que ambos tienen
de integración en una organización mayor.
3) Si una de las unidades pretende tener o realmente tiene una autoridad -de cualquier
naturaleza- basada en la circunstancia de que ella representa una entidad más amplia que la
otra unidad conflictiva y que esta última es integrante de esa entidad mayor a la que alega
representar.
El tema de la regulación del conflicto es tratado en general por la teoría como una de
las dimensiones de análisis del mismo, al igual que la conciencia, la pureza y la intensidad. Se trata
de la determinación de hasta qué punto la conducta conflictiva está institucionalizada o regulada.
Podemos, en realidad, decir que, salvo en caso de la guerra de exterminio, no existen acciones
conflictivas que no estén sujetas a alguna regulación. Esto, que es evidente dentro del campo
estatal, ocurre igualmente en el mundo internacional, aunque debamos deplorar la pobreza de las
regulaciones del conflicto entre Estados, que ha permitido y continúa permitiendo niveles infernales
de destrucción. Pero aún así la guerra tiene sus limitaciones convencionales, tales como las
convenciones de Ginebra, que revisten el carácter de convenciones plurilaterales. Y tiene también
regulaciones emanadas de convenciones expresas o tácitas de los propios Estados combatientes
en una guerra determinada. Existe, por otra parte, en la comunidad internacional, un sistema de
valores que sustenta la clasificación que distingue guerra de agresión de guerra legítima o de
sanción. Distinción ésta que es heredera de la teoría tradicional del bellum justum.
*******
(1) Fuente: Louis Kriesberg, Los Conflictos Sociales, Ed. Trillas, 1975, pág. 17
Papel de Trabajo Nº 4
Dr. Remo F. Entelman
EL LABERINTO DE LA CONTIENDA
El título que antecede tiene por objeto enfatizar que parte de las ideas aquí expuestas
siguen las enseñanzas de Richard W. Mansbach y John A. Vázquez, los autores de los más
modernos intentos de una teoría general con pretensiones científicas sobre el conflicto, que fue
publicada en los Estados Unidos recién en 1981. La denominación "el laberinto de la contienda"
apunta a análisis antes no alcanzados por la investigación científica, en virtud de que esta última
parece haber trabajado siempre, al menos hasta la década del 70, sobre la base de un paradigma
realista fundado en tres asunciones:
2) Las relaciones entre los hombres y por tanto, la vida y la actividad política están
bifurcadas en dos esferas o categorías, con reglas de conducta independientes: la política
interna y la internacional.
Pese a la notable originalidad del pensamiento de esos autores, uno podría decir, sin
embargo, que siguiendo un poco la regla inevitable de la acumulación del saber, su pensamiento
tiene origen en el esfuerzo que Galtung hiciera en 1972 al exponer su teoría del triángulo
conflictual, en uno de cuyos vértices coloca el conflicto con sus metas incompatibles, situando en el
segundo las actitudes de los actores (amistad/enemistad) y en el tercero la conducta de los
actores. Esta asociación de ideas sobre el origen del pensamiento de Mansbach y Vázquez se
entenderá mejor cuando hayamos analizado las variables y dimensiones del conflicto.
Es mucho lo que se ha escrito sobre interacción y son diversos los intentos que se han
hecho de definir este fenómeno. Tal vez la definición más amplia que haya emanado de autores
que se ocupen de interacción conflictiva sea la de Charles McClelland y Gary Hoggard (1). Estos
autores definen la interacción como toda comunicación no rutinaria, verbal o no verbal entre
actores. Sin embargo, la definición que me parece más apta para nuestros fines pedagógicos es la
de J. David Singer (2). Para este autor, podemos hablar de interacción cuando dos o más
entidades realizan conductas recíprocas y puede detectarse una secuencia de por lo menos dos
actos discernibles tales que el primero pueda razonablemente ser interpretado como parcialmente
responsable del segundo. Cuando se habla aquí de un acto parcialmente responsable por el
segundo, debe interpretarse la expresión "responsabilidad" como causa. Es decir que la interacción
ocurre cuando de dos actos discernibles, uno puede razonablemente interpretarse como causa del
otro.
El carácter dinámico del conflicto produce una inevitable y permanente alteración de sus
términos. Una situación conflictiva totalmente estática, no existe en la realidad, aunque el conflicto
sí pueda tener períodos de estancamiento en que aparentemente un statu quo perdura. Sin
embargo, incluso ese statu quo produce cambios en las percepciones de los actores, en sus
imágenes del adversario y del conflicto mismo y anticipa acciones futuras que serán distintas de las
que se hubieran emprendido de no haber mediado el statu quo.
En primer lugar, debe tenerse presente que cuando en un conflicto uno se detiene a
observar un nivel alto de intensidad de conducta conflictiva, puede tener la certeza de que esa
conducta ha sido precedida de otra u otras de magnitud menor. Esto no quiere decir, sin embargo,
que las conductas conflictivas aumenten indefinida e inevitablemente, puesto que el ciclo de los
conflictos evidencia momentos en que comienza el descenso en la intensidad. Este descenso
puede detenerse en un estancamiento que siempre será transitorio, aunque puede no ser breve.
Desde ese punto de estancamiento, la magnitud de la conducta puede decrecer, o retomar una
línea de ascenso, produciendo así una especie de curva ondulatoria.
En primer lugar, una vez que se ha iniciado una acción conflictiva, los actos producidos
por una de las partes aun comenzando con una baja intensidad, tienden a producir en la otra
cambios que fomentan el escalamiento. La agresión de una unidad a la otra, cualquiera sea el
contenido del acto agresivo, produce, entre muchos efectos, la solidaridad, unidad, lealtad y
vocación de participación de los miembros de la unidad agredida, que aumentan así su
compromiso con las metas perseguidas. Este aumento de compromiso justifica un incremento del
esfuerzo destinado a alcanzar tales metas. Y una predisposición a absorber mayores costos
provenientes del ejercicio del poder del adversario y de la utilización del poder propio. Estos y
muchos otros mecanismos, hoy profundamente estudiados, fomentan el escalamiento.
Lo dicho pone casi en evidencia una ley empírica del desarrollo del conflicto. Producida
una escalada, un aumento de magnitud de la conducta conflictiva de una de las partes, la otra,
generalmente, se ve obligada a responder con una conducta de magnitud mayor. Mantener su
conducta anterior y soportar la escalada del adversario supone, o un sometimiento a éste, o el
fomento de su vocación de escalar. La respuesta con intensidad mayor, genera a su vez el círculo
de provocar en el otro, autor de la escalada originaria, una nueva reacción de ascenso de la
conducta. La regulación de estos actos requiere un especial cuidado puesto que alcanzado un
determinado nivel de intensidad, su estancamiento o la iniciación de un proceso de descenso, se
tornan muy dificultosos. En efecto, salvo que exista entre las partes un muy buen nivel de
comunicación, dentro de un marco que dé posibilidad a un compromiso de tregua o
desescalamiento, uno de los contendientes no puede fácilmente iniciar una acción de descenso.
Ella sería interpretada por su adversario como un acto de debilidad, que en general no lo motivaría
a descender también a un nivel más bajo de interacción. Por el contrario, le haría vislumbrar la
ventaja de aumentar considerablemente su escalamiento a fin de colocarse en condiciones óptimas
para el proceso de terminación del conflicto. En tales condiciones, el desescalamiento que no
puede generarse por acuerdo expreso o tácito entre las partes, sólo puede intentarse con la
intervención de terceros, institución que cada vez más juega un rol predominante en el manejo de
conflictos. He dicho acuerdo expreso o tácito porque en general los acuerdos de desescalada no
son formales y se celebran a través de actos de las partes que contienen mensajes que la otra está
en condiciones de bien interpretar en un sistema adecuado de comunicación. La crisis de los
misiles en 1962, en Cuba, fue un ejemplo típico de excelente comunicación e interpretación de
mensajes que llevaron a un virtual acuerdo de desescalada, en medio de una crisis que puso al
mundo al borde del conflicto nuclear.
Hemos dicho antes que una de las formas de escalada es la extensión del conflicto, la
formulación de nuevas pretensiones, el incremento de los objetivos. En el lenguaje popular, es
común decir que el adversario se "agranda" no sólo cuando ataca más -cualquiera sea el método
de ataque- sino también cuando aumenta sus pretensiones.
Vale la pena aquí, aunque aparentemente no tenga que ver con el tema, recordar que
existe un concepto que puede parecer emparentado con los de proliferación y polarización, que es
el concepto de contagio. El contagio es la reproducción del conflicto en otras unidades conflictivas,
alguna de las cuales puede integrar el mismo todo que una de las del conflicto inicial. Una huelga
de un gremio, puede provocar la de otro sector de la producción, hasta llegar a una huelga
generalizada. También una huelga de un sector puede provocar la de otro sector dentro de la
misma empresa, en cuyo caso, el contagio del conflicto significa, para la empresa, una escalada
del adversario.
La previsión del contagio es uno de los temas en que el operador debe ser muy
cuidadoso del momento en que toma contacto con el conflicto. En muchas circunstancias, podrá
descartar toda posibilidad razonable de contagio. En otras, tendrá que admitir ciertos riesgos de
que éste se produzca y tratar de aislar la relación que maneja, para evitar que así ocurra.
Finalmente en determinadas circunstancias el contagio aparece como un riesgo inminente. Allí sólo
puede operarse con el margen de tiempo que pueda estimarse hasta que el siniestro se produzca.
Con este título, de dudosa precisión, hacemos referencia a los tres diversos aspectos que
pueden distinguirse en la interacción conflictiva. Tal vez otras denominaciones, como variables de
la interacción, aspectos de la interacción o niveles de la interacción, fueran más precisos para
definir el tema que aquí desarrollaremos. En todo caso, como en toda disciplina nueva, debemos
aceptar que la creación del lenguaje es un proceso que marcha a la zaga de la investigación, del
descubrimiento y de la adquisición del conocimiento.
Los más modernos enfoques sobre el tema intentan reconceptualizar el tema
cooperación y conflicto. McClelland y Hoggard trataron de delinear empíricamente, sobre la base
de un conjunto de datos de la realidad de la interacción internacional, tres tipos de interacción:
cooperación, participación y conflicto. Otros autores han visto la cooperación como una dimensión
independiente de la conducta que puede ser objeto de escalada. Mansbach y Vasquez citan dentro
de esta línea, trabajos de investigación que se remontan a publicaciones efectuadas en 1967 (3).
También destacan, coincidiendo en esto con otros autores, que los trabajos realizados por el
prestigioso equipo de Edward Azar se mantienen dentro de la tradición de desarrollar escalas
individuales de medidas de la interacción. Sin embargo, la insatisfacción teórica por la ineficiencia
del instrumento conceptual cooperación -conflicto ha ido llevando a la necesidad de la creación de
nuevos conceptos. Diversos intentos postularon la inexistencia de correlación entre cooperación y
conflicto y la imposibilidad de explicarlos sobre la base de variables idénticas. El propio John
Vazquez, extrajo de un análisis de los resultados estadísticos de las investigaciones sobre política
internacional que la forma cuantitativa de investigación podía demostrar eficiencia para explicar la
cooperación, pero había fallado en hacerlo respecto del conflicto. Probablemente el hecho teórico
que llevó a la postulación más reciente sobre tres aspectos o variables de la interacción, fue el
descubrimiento de que la dinámica de la cooperación tiende a ser una función de características
relacionadas con los temas en conflicto, particularmente la tangibilidad de los objetivos, mientras
que la dinámica del conflicto tiende a estar en función de características relacionadas con los
actores.
El primer paso de avance fue posiblemente separar cooperación y conflicto, lo que así se
hizo en el conocido proyecto denominado CREON (Comparative Research on Events of Nations),
sin que ello produjera una auténtica reconceptualización del tema.
Tales aspectos, que al titular este acápite hemos llamado "variables del conflicto" y que
en realidad proponemos a partir de aquí denominar "variables de la interacción", son:
Es igualmente claro que las últimas dos variables tienen que ver con la conducta y las
actitudes de los actores mientras que la primera se vincula a la inteligencia por éstos respecto de
los temas y objetivos con relación a los cuales interactúan. En el plano del acuerdo y desacuerdo
habrán de darse los intercambios que posibiliten las soluciones negociadas por los actores o a
través de la participación de terceros.
Las actitudes de amistad u hostilidad que integran la tercer variable, tienen una incidencia
directa a su vez en la generación de actos positivos o negativos y en la obtención de acuerdos o en
la generación de desacuerdos. Cuanto más amplio es el conjunto de temas que relacionan a las
partes, en lo que hemos llamado relaciones de suma variable, mayor es la posibilidad de operar
con modelos de intercambio de acuerdos y desacuerdos, en que las concepciones recíprocas
posibiliten la terminación satisfactoria de los conflictos. Cuando domina en la relación la variable
amistad-hostilidad, el acuerdo y el desacuerdo ya dependen de esa variable, los acuerdos y los
desacuerdos se producen en función de ella. En tales relaciones no habrá accidentalmente
acuerdo y/o desacuerdo, sino, para citar textualmente una expresión feliz "obsesivo acuerdo o
desacuerdo". Si esto no ocurre, en circunstancias normales, la relación entre las dos variables,
debe ser pensada como de congruencia. Es común encontrar que actores hostiles entre ellos se
pongan de acuerdo en temas concretos. Se ve claro en nuestros días en las negociaciones sobre
control de armamento nuclear, entre dos potencias cuyo nivel de hostilidad recíproca parece definir
el estado de sus relaciones dentro de la variable amistad-hostilidad; al menos a juzgar por las
señales que ambos actores emiten en su comunicación recíproca y en la que mantienen con la
comunidad internacional.
En primer lugar, hay que advertir que es difícil provocar el cambio de dirección negativa
en la variable amistad-hostilidad. El nivel donde pareciera más fácil iniciar el proceso es en el de
acuerdo-desacuerdo, donde el intercambio de posibilidades que razonablemente se pueden
mostrar como convenientes a cada uno de los actores, provoca en éstos la comparación de esas
posibilidades con los daños que pueden surgir del aumento de intensidad conflictual. Sin embargo,
la hostilidad funciona siempre como un esfuerzo para evitar acuerdos. La división de temas se
hace difícil y, por lo tanto, el tratamiento del conflicto como de sumas variables, porque la relación
de hostilidad circula entre los actores como si lo hiciera atravesando los temas en conflicto. Los
actores hostiles concentran los objetivos distintos en uno sólo, porque no están afectivamente en
condiciones de solucionar unos independientemente de los otros. Y de la misma manera que la
división o pluralidad de objetivos facilita la solución, la concentración la dificulta, al constituirse en el
predominio de la mentalidad ganadora en ambos actores, es decir, al enfatizar en ellos una
mentalidad de suma cero.
Si excluimos estas dos variables, aparece como evidente que el cambio tiene que
producirse en el área del intercambio de actos positivos o de reducción de los actos negativos.
Finalmente, cuando uno advierte que las raíces del conflicto están en el nivel de la
hostilidad, uno se encuentra frente a conflictos de difícil resolución y manejo. Para corregir el
cambio de actitud desde un exceso de hostilidad hay que internarse en un área de profundas
reticencias y prejuicios. Piénsese en la hostilidad que gobierna los conflictos raciales o religiosos
contemporáneos. Desde luego, también aquí la única guía posible de operación es la generación
de actos positivos, lo cual es difícilmente obtenible en el seno de cada actor y sólo se hace
relativamente posible, aunque no fácil, con la intervención de los terceros.
Lo que debe tenerse claro aquí es que en toda ausencia de manipulación de una de las
variantes hay una tendencia de las tres a balancearse y mantener su congruencia. Por ello en el
largo plazo una relación de conflicto estabilizada no tiende por sí misma a transformarse en
relación de cooperación. Lo que se denomina Ley de Gresham muestra que los elementos más
negativos, más peligrosos y más dañosos de la conducta de interacción conflictual, van con el
tiempo excluyendo a aquellos otros que hubieran mantenido el conflicto en un estancamiento
dentro de límites aceptables.
Las variables de interacción nos han permitido, aún en el somero análisis que de ellas
hemos hecho, adentrarnos en el concepto de dimensiones del conflicto. Con tal denominación,
aludimos a los dos aspectos en que puede recaer con mayor intensidad la existencia de conflicto,
es decir, los dos distintos terrenos en que el conflicto puede tener más afirmadas sus raíces. Hay
relaciones de conflicto en que la tónica está puesta en la relación entre los actores. Otras en que el
énfasis se da en la temática conflictiva, es decir, en la materia de conflicto, en los objetivos, metas,
pretensiones y propuestas de las partes. En el primer supuesto hablamos de conflictos de
dimensión actoral. En el segundo, de conflictos de dimensión objetal.
Cuando el conflicto tiene dimensión actoral, los actos negativos y positivos tienden a
concentrarse del mismo modo en que tienden a fusionarse los objetivos, lo que contribuye al
aumento de los actos negativos, al predominio del "cálculo de afecto" o, al menos, a la
interpretación de que el adversario actúa no "para" obtener algo, sino en "contra" de su oponente.
En un conflicto de dimensión objetal no cuenta la satisfacción de producir un daño o un costo al
adversario, ni la de favorecer a aquél con el cual se tiene una relación más amistosa. En
consecuencia, sólo en el conflicto de dimensión objetal se obtiene una variable y accidental
distribución de los actos positivos y negativos entre una variedad de objetivos a los que éstos actos
se destinan. Puesto que los actores de éste tipo de conflicto no excluyen ni descartan la
coexistencia o el avenimiento posterior de colaboración con sus actuales oponentes, tienden a
moderar la intensidad de sus conductas.
Llamamos concretos a aquellos más o menos tangibles que además de una u otra
manera son susceptibles de ser pensados como divisibles. Esos objetivos tienen la característica
de que su obtención importa la automática satisfacción de las pretensiones de quien conflictúa por
ellos. Ello es así por que en tales objetivos el valor que la parte les atribuye, económico o de
cualquier otra naturaleza, es inseparable del objeto mismo. Cobrar un crédito, obtener la tenencia
de un menor cuya proximidad sentimos valiosa, adquirir un territorio en una contienda
internacional, pactar un salario mayor en un conflicto gremial tendiente a obtener ese objetivo
concreto, da al actor que obtiene su objetivo un aumento finito de bienes valiosos, usando la
expresión "bienes" en sentido amplio y no como sinónimo de cosas, es decir, bienes materiales o
espirituales y colocando dentro de estos últimos la amplia gama de situaciones que tienen valor
positivo con referencia a valores de muy diversa índole, como seguridad, predominio político,
prestigio, etc.
Objetivos simbólicos son aquellos en los que en realidad el objetivo no es la última meta
deseada por el actor en conflicto, sino más bien un representante de otro, lo cual convierte en muy
difícil definir la relación entre el objeto y su valor, entre el objeto o situación depositaria del valor y
el valor mismo. Una superficie de campo como objetivo concreto en una disputa cualquiera, es un
objeto material con valor económico. Si uno en cambio lo reclama en una disputa sucesoria o
societaria, no por el valor que tiene, en un cálculo de intercambio con otros bienes, sino por el
principio de que elegir ese particular bien corresponde al privilegio del hermano mayor o del socio
más antiguo, etc., transforma el objetivo concreto en un objetivo simbólico. A su respecto, ya es
difícil encontrar una solución que no sea la total ganancia del pretensor. El conflicto con objetivo
simbólico tiende a ser de suma cero donde quien lo emprende tiene que " ganarlo" mientras su
adversario lo "pierde". En el campo internacional los ejemplos son patentes. Se cita el caso de
Alsacia y Lorena las provincias francesas que Alemania anexó. Toda negociación sobre su re
adquisición no fue a partir de entonces un objetivo concreto consistente en algo mensurable como
una determinada superficie con determinados habitantes. Las provincias fueron impregnadas de
valores políticos de soberanía. Pasaron a representar la integridad del concepto de "patria". A partir
de ello, Bismark advirtió según los autores, un obstáculo inamovible para la reconciliación franco-
germana (op. cit. Mansbach y Vasquez, pag. 245).
Cuando los conflictos tienen dimensión actoral los actores tienden a teñir los objetivos
concretos agregándoles valoraciones que los convierten en simbólicos. En un conflicto conyugal, el
objetivo de la tenencia de un menor es concreto mientras el debate se genere en el deseo de cada
una de las partes de que el menor viva y se eduque con ella, porque así es considerado como lo
más valioso para tal proceso de educación. Pero si la relación de confrontación personal, da
dimensión actoral al conflicto, y el esposo plantea que el hecho de que el menor no viva con la
madre es una cuestión de principios, adjudicando a su cónyuge un estilo inmoral de vida, el mismo
objetivo aparece como simbólico y no concreto. A partir de allí las soluciones se dificultan. Si
hubiese dos hijos respecto de los cuales se debate la tenencia podemos pensar, dejando al
margen por un momento la inconveniencia de la separación de los hermanos, en que uno viva con
el padre y otro con la madre. Esta solución se hace impensable cuando el objetivo es simbólico.
Porque el valor fundamental que estaba detrás del objetivo, como la cuestión del estilo moral de
vida de los padres, no puede dividirse y aparecer que la madre es de "buena vida" para tener un
hijo y de "mala vida" para tener el otro.
Por último, llamamos objetivo trascendente a aquel en el que en realidad puede decirse
que el valor mismo está puesto como objetivo porque no se divisa que esté anexo a un objeto
tangible ni divisible. Si pretendo cobrar o no pagar o adquirir un bien o no entregarlo, u ocupar un
territorio o no tolerar la intervención de otro Estado en un tercero, porque lo que está en juego allí
no es ni el monto a cobrar, ni el bien a recibir, ni el problema concreto en que un Estado interviene,
ni la importancia física, económica ni política del territorio a ocupar, sino un principio cualquiera,
muy difícilmente puedo llegar a una transacción. "Debo" cobrar la totalidad porque, que el otro
retenga el pago, es una inmoralidad que no puedo aceptar; "debo" ocupar el inmueble porque la
familia tiene que reconocer que he heredado de mi padre el carácter de jefe del grupo familiar;
"debo" ocupar el territorio para que no avance en su expansión un sistema político-social con el
que no puedo transigir, llámese socialismo o capitalismo. En ese aspecto, toda transacción supone
perder parte de algo que en su integridad ha sido declarado fundamental para mí. No puedo
aceptar ser "menos" moralmente rígido en las transacciones comerciales, ni "menos" jefe de familia
ni "menos" socialista ni "menos" capitalista.
Los conflictos de dimensión actoral, muestran una clara tendencia a plantear las
incompatibilidades en términos de objetivos trascendentes. Los conflictos de dimensión objetal,
apuntan en cambio, como hemos dicho, a objetivos concretos. En realidad, objetivos simbólicos y
trascendentes son, en relación con la dimensión actoral de un conflicto, como gradaciones de un
aumento de intensidad en la conducta conflictual.
NOTAS
(1) Conflict Patterns in the Interactions among Nations en: James N. Rosenau,
"International Politics and Foreign Policy" (New York Ed. Free Press 1969 pag. 7l3).
(2) "The Global System and its Sub-Systems. A development view" en James
N. Rosenau Ed. Linkage Politics (New York: Free Press 1969, pag. 37).
(3) Artículo "Scaling data on Inter Nation Action", publicado por Moses, Brody,
Holsti, Kadane y Milstein en la revista Ciencia, To. 156, páginas l054/l059.
4
Fuente: Amitai Etzioni: The Kennedy Experiment, Western Political Quarterly, 20 (junio 1967), p. 361-380
Esos gestos unilaterales no tuvieron quizás efectos sustantivos en la balanza del poder,
ni alteraron las bases del conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Sin embargo,
lograron reducir las tensiones, facilitando el reconocimiento de las relaciones comunes y
complementarias. A continuación, pudieron proseguirse negociaciones más formales sobre
cuestiones más sustantivas. De hecho, las negociaciones multilaterales para lograr un acuerdo
sobre la proscripción de las pruebas nucleares se reanudaron en julio, y el 5 de agosto se firmó
dicho acuerdo.
5
Con mucha posterioridad al trabajo de Etzioni y a nuestras investigaciones sobre el tema, han sido publicadas las
transcripciones de los tapes grabados por disposición del Presidente John F. Kennedy, mientras se desarrollaba la crisis,
donde el proceso de toma de decisiones y de comunicaciones queda mejor explicitado. (Véase The Kennedy Tapes, Ernest
R. May y Philip Zelikow, 1997)
Papel de Trabajo Nº 5
Dr. Remo F. Entelman
I - CONCEPTO Y ROLES
Tal vez sorprenda, en un primer momento, la idea de que puedan existir terceros en
un conflicto, cuando éste consiste en una relación que se caracteriza por la dualidad adversario-
adversario, como la cooperación es una relación caracterizada por la dualidad amigo-amigo. Más
aún, una de las características del conflicto es su bipolaridad, que supone una exclusión de
terceros. Julien Freund ha dicho con razón que el conflicto es una relación signada por el principio
de tercero excluido. En realidad, lo que ocurre es que los terceros, o bien son absorbidos por el
conflicto, o bien se mantienen fuera de él. Sin embargo, tanto algunas de las maneras en que los
terceros hacen "implosión" en el conflicto como otras en que participan en su resolución, son temas
inexcusables para nuestra disciplina. Aunque debe reconocerse que sólo muy recientemente los
teóricos le han dado su merecida importancia.
En realidad ha sido el sociólogo Georg Simmel, el primer autor moderno que trató el
tema de los terceros. Su tipología distingue tres clases de terceros:
a) Los terceros imparciales que no están implicados en el conflicto pero a quienes se les
pide que lo juzguen o le pongan fin. Tal tipo de intervención da lugar a una variedad de
formas de las que Simmel señala el mediador y el árbitro. Posteriormente analizaremos la
gama de las intervenciones más usuales.
b) El segundo tipo de terceros es denominado por Simmel "tertius gaudens", a quien los
autores franceses llaman "tiers larron", expresión que no traduciría textualmente como
"tercero ladrón", sino como "tercero ventajista". Algo así como lo que en el lenguaje
cotidiano se denomina "tercero en discordia". Se trata de aquel no implicado en el
conflicto, pero que obtiene de él beneficios para sí mismo. Es evidente que en un
conflicto gremial, por ejemplo, los competidores se benefician de la paralización de la
producción de uno de sus colegas. Estos terceros beneficiarios, a veces lo son porque
uno de los actores en el conflicto, o ambos, tratan de favorecer a un tercero, porque ello
refuerza su posición. Hay casos incluso, de conflictos que se generan a causa de
terceros cuando uno de los conflictuantes tiene en vista obtener algún tipo de beneficio
del tercero, por estar en conflicto con otro. Si una empresa realiza actos que perjudican la
acción en el mercado de otra empresa, es probable que pueda obtener algún tipo de
ventajas de aquellas que resulten beneficiadas con el deterioro del destinatario de
aquellos actos conflictivos.
c) El tercer tipo de tercero identificado por Simmel es el que corresponde a la vieja máxima
dividir para gobernar, que en su primigenia expresión resulta más precisa en su
aplicación a nuestro tema: divide e impera. Este tercero interviene en el conflicto
directamente, porque obtiene de él ventajas o espera obtener una posición dominante.
II - TRIADAS Y COALICIONES
Puede decirse que recién en la década del 50 se intensificaron los estudios sobre
tales grupos, denominados tríadas, como consecuencia de las experiencias de laboratorio y de
observación de la vida real que fueron efectuados por los psicólogos sociales.
La mejor exposición para comenzar, con seriedad pero con relativa sencillez, el
estudio del tema, se encuentra en la obra de Theodore Caplow, traducida al castellano con el título:
Dos Contra Uno - Teoría de las Coaliciones en las Tríadas. Alianza Editorial, Madrid 1974. Buena
parte de lo que aquí se expone sigue el pensamiento de Caplow con lo cual esta mención
reemplaza detalladas citas concretas. Para un primer contacto con el tema es recomendable la
lectura de los capítulos uno, cinco y seis. Resulta además conveniente continuar luego, en el orden
que aquí se indica, con los capítulos siete, nueve, diez, ocho y cuatro. El capítulo dos tiene
referencias al pensamiento de Simmel que, con su fácil lectura, dará un marco conceptual capaz
de facilitar la comprensión del tema. El glosario que el autor incluye en las páginas finales de la
obra, ha de ser sin duda, de gran utilidad (ver copia del mismo en Anexo 1 de este capítulo).
Una tríada, tal como la define Caplow, es un sistema social formado por tres miembros
relacionados entre sí en una situación persistente. En rigor de verdad, no fue Simmel sino sus
seguidores los que utilizaron las expresiones díada y tríada en lugar de los vocablos alemanes
empleados por él (Zweierverbindung y Dreierverbindung).
Esta función va rotando entre los tres elementos, ya que el flujo y el reflujo de la vida
social encarnan el esquema del conflicto en toda combinación posible de dos miembros".
Toda tríada tiene tres miembros y las convenciones científicas -en el fondo tácitas-
han dado en denominar A, B y C a estos miembros reservando la letra A para designar al actor con
mayor poder. Por lo tanto, la tríada tiene tres relaciones posibles: AB, BC y AC. Resulta así que
éste es el único grupo social que posee un número de relaciones igual al número de sus miembros.
Antes de describir características de las tríadas es conveniente hacer notar la diferencia que existe
entre un grupo de dos y un grupo de tres, diferencia sobre la cual Simmel parece ser el primer
autor que ha llamado la atención, al extremo de que puede afirmarse que el número tres tiene en la
sociología un valor diferencial respecto del dos y del cuatro y siguientes que no tiene en la
aritmética. En efecto, el grupo de dos no existe como algo distinto de sus miembros, porque la
desaparición de uno de éstos hace desaparecer el grupo. En toda organización que tenga por lo
menos tres miembros, uno puede distinguir los miembros y la organización, porque ésta sobrevive
a la desaparición de uno de ellos en la tríada, aunque esa desaparición, hasta que el tercer
miembro se reemplaza, cambia la estructura de la organización de triádica a diádica. En los grupos
de más de cuatro miembros, la situación, obviamente, se repite. La teoría de las tríadas considera
que todo agrupamiento de cuatro, cinco, seis o más miembros, se reduce a agrupamientos
triádicos. La familia sirve muy bien de ejemplo para la mostración, diríamos casi intuitiva de estos
fenómenos. La pareja sin hijos constituye una díada, una relación de dos que, por lo tanto, no
existe con independencia de sus miembros. Separada la pareja o muerto uno de los cónyuges, el
grupo "pareja" desaparece. El nacimiento de un hijo genera una tríada. Con el advenimiento de un
segundo o tercer hijo el grupo de cuatro o cinco continúa permitiendo agrupamientos de tres. Es
fácil advertir, en la propia familia o en las cercanas a uno, que cuando tienen cuatro o cinco
miembros, dentro de ellas hay una especial relación entre dos padres y un hijo, dos de los hijos y el
padre o la madre o entre tres de los hijos, relaciones que además coexisten y se superponen. El
padre puede tener con la madre una específica relación que incluye como tercero al hijo mayor.
Pero coincidentemente suele tener una relación triangular con sus dos hijas mujeres que serían el
cuarto y quinto miembro del grupo. O la madre tenerla con dos hijos varones. Al mismo tiempo, los
tres hijos pueden formar un triángulo con un vértice de uno de los sexos y los otros dos del otro
sexo, que sea diferenciable como grupo del resto de la familia y de sus combinaciones triangulares
con los demás miembros de la misma. El hijo mayor, por ser el primer tercero que se agrega a la
díada para formar la primer tríada, tiene por ello una significación distinta de la de los hijos
siguientes, desde que cambia para siempre la estructura diádica de la familia y en realidad crea,
con su aparición, un grupo que permite, como dijimos antes, ser visto como independiente de sus
miembros.
Por cierto que los miembros de las tríadas pueden ser individuos aislados o unidades
colectivas de cualquier volumen o una mezcla de ellos: un individuo y dos grupos, dos individuos y
un grupo, tres individuos o tres grupos. Los grupos pueden ser desde un pequeño grupo hasta un
Estado nacional. Las reglas que parecen regir estos fenómenos sociales son aplicables a todos. La
tríada más frecuentemente analizada, probablemente porque es la que en mayor proporción han
encontrado los investigadores en la realidad, es aquella en la que un miembro tiene más poder que
los otros dos y éstos tienen igual poder entre sí. Dentro de este grupo los análisis han permitido
construir la hipótesis de trabajo de que la coalición más previsible es la que pueden celebrar los
dos miembros de igual poder, frente al tercer miembro de más poder de cada uno de ellos. En
efecto, se advierte claramente que si el miembro de más poder A forma una coalición con el
miembro B contra el miembro C o con C contra B no aumenta su poder, sino que lo disminuye
porque alguna concesión de su poder originario tiene que hacer a B o C para que estos entren en
la coalición. La alianza de BC en cambio, una suma de poder que convierte a A en el miembro más
débil. Pero aquí no termina el análisis que pudiera hacerse de esta situación. Porque una vez
celebrada la coalición, A, que pasa a ser el miembro más débil, tiene frente a sí a una coalición
más poderosa que él, pero integrada por dos miembros. Aquí la tríada originaria ha cambiado de
estructura: hay un miembro muy débil y dos que en conjunto son muy fuertes. En el futuro, A
procurará una alianza con B o con C que antes no le interesaba pero que ahora le es
indispensable.
Se advierte aquí ya con claridad cómo el abogado puede prever la evolución de las
relaciones de un grupo prediciendo así conflictos futuros y cómo puede ensayar la generación de
coaliciones, que cambien la estructura del grupo antes del conflicto o el poder relativo de los
actores durante el conflicto o durante su proceso de manejo y resolución. Muy particularmente el
abogado que actúa cotidianamente como tal, dentro de un grupo de personas o de empresas, en
un directorio o comité de trabajo.
El tercero entre los miembros de las tríadas no es uno de los miembros concretos sino
uno cualquiera de los miembros. Para entender esto habría que decir que entre los miembros de la
tríada, siendo las relaciones de conflicto de carácter bipolar y manteniendo el pensamiento de que
hay dos actores que conflictúan dentro de ellas, el rol de tercero puede definirse como rotativo.
Esto significa que cualquiera de los miembros puede jugar el papel de tercero y que el que hoy lo
desempeña, puede mañana ser actor en un conflicto con otro miembro mientras que el restante
asume el rol de tercero.
De acuerdo con Simmel el tercero puede tener el carácter de mediador, que es el que
comúnmente tiene en un grupo de tres, de "tertius gaudens" o de tercero opresor. Cuando decimos
que el rol de mediador es el más común del tercer miembro aludimos preferentemente, como
ejemplo más genérico, a la situación del simple diálogo de una hora a que se refería la cita de
Simmel que antes hemos transcripto. En las desavenencias teóricas o conceptuales sobre el tema
que dos discuten, el tercero interviene para esclarecer conceptos, cambiar actitudes de uno de los
miembros en polémica o de ambos.
El tercero que actúa como opresor sigue una política de provocación del conflicto, en
interés propio, es aquél que se refleja en la frase vulgar "divide para gobernar".
Hemos hablado ya también del "tertius gaudens", que al terciar entre dos que
disienten recibe propuestas de ambos para conseguir su apoyo, lo que le permite negociar y
aumentar un precio explotador.
El tercero en las tríadas tiene una acción de presencia catalítica, muy especialmente
cuando tal presencia es física en grupos pequeños y muy enfáticamente cuando las relaciones
entre los miembros de las triadas son jerárquicas. El capataz, que depende del jefe de planta pero
que a su vez tiene bajo su dependencia al operario, cambia de actitud cuando está solo con el jefe
donde desarrolla una conducta más de estilo empresario que cuando está solo con el trabajador,
con quien se consustancia y actúa como si fuera él un operario más. En presencia de los otros dos
miembros, la presión que recibe el tercero que está en el medio de una escala jerárquica aumenta
considerablemente porque por él pasa lo que Caplow llama "la tensión entre disciplina y labor".
Las tríadas pueden clasificarse según las situaciones en que aparecen, en:
Dentro de este agrupamiento clasificatorio en que deben analizarse las tríadas pueden
distinguirse ocho tipos distintos de ellas. Cada uno de esos tipos producirá resultados distintos al
formarse coaliciones si el tipo se dio en una situación continua, episódica o terminal.
Ellos son los siguientes, donde la indicación que en cada caso se formula mediante el
signo > ó < significa más o menos poder relativo.
TIPO CARACTERÍSTICAS
1 A=B=C
2 A>B
B=C
A < (B+C)
3 A<B
B=C
4 A > (B+C)
5 A>B>C
A < (B+C)
6 A>B>C
A > (B+C)
7 A>B>C
A = (B+C)
8 A = (B+C)
B=C
El actor incluye una mostración gráfica de las alianzas en las que se trata de hacer
notorio, por el tamaño de los círculos que emplea a tal efecto, el poder relativo de cada miembro en
cada uno de los tipos de alianzas (3).
Diversas clasificaciones pueden hacerse de las tríadas desde otros puntos de vista, es
decir, con otros criterios clasificatorios, como las que, por ejemplo, han sido analizadas con
respecto a la tríada primaria familiar. Nos importa mucho destacar, para los abogados de
empresas, la tríada organizacional, que es definida por Caplow como "aquella ... cuyos miembros
pertenecen a una organización y su programa les exige que interactúen unos con otros". Esos
miembros pueden ser colectividades o individuos.
Las coaliciones que se producen en las tríadas organizacionales tienen que ver con
las relaciones de poder jerárquico, dependencia o dominación del miembro superior respecto del
miembro inferior. Ello permite clasificar tales coaliciones en:
- revolucionarias,
- conservadoras,
- impropias.
Similar a la figura del disuasor aparece la del persuasor, aquél tercero que por una u
otra razón tiene peso suficiente de influencia para persuadir a las partes o a alguna de ellas a
realizar los actos u otorgar las concesiones que solucionen el conflicto, resolviendo la
incompatibilidad de metas. Los primeros momentos de la intervención del Sumo Pontífice en el
reciente conflicto del Canal de Beagle, muestran un ejemplo en que el tercero interviene como
persuasor, a los fines de detener la escalada conflictual. Su posterior intervención fue, como
sabemos, la de mediador.
Los abogados deben tener muy presente la figura y el rol de este particular tipo de
terceros no participantes, a quien otros autores denominan, con acierto, terceros interventores o
intervinientes. Porque su rol es imitable, en mucho, por el abogado de parte en un conflicto, aunque
no sea un tercero propiamente dicho. Desde luego, es todavía más imitable o asumible por el
abogado de empresa en los conflictos internos de la empresa. La eficiencia con que el abogado
pueda contribuir al manejo y terminación de tales conflictos dependerá de su capacidad para
asumir el rol de tercero en el enfrentamiento entre individuos o unidades dentro del sistema mayor
en que consiste la empresa. Hay en los abogados una tendencia a sentirse con deber de lealtad
hacia quien se supone es el conductor de la empresa o el propietario de su capital. Sin embargo,
cuando se es abogado de empresas uno puede mirar el conflicto no desde el punto de vista de
ninguna de las unidades que conflictúan, sino desde el punto de vista de la totalidad mayor que la
empresa representa. Distinto es el caso cuando conflictúan, en muy grandes empresas, sectores
que tienen cada uno de ellos, abogados que, en consecuencia, integran la unidad menor en
conflicto.
Pero con una mayor amplitud mencioné antes la conveniencia de tratar de imitar el rol
de tercero que posibilita las comunicaciones, aún cuando uno es abogado de una de las partes. La
posición social del abogado, el prestigio que su profesión tiene en la sociedad como una subelite
estratégica en la terminología de Susan Keller, le permite auto-otorgarse un cierto, aunque
reducido, nivel de independencia desde el cual puede comunicarse, tanto con su parte como con la
adversaria intentando cumplir aquellos objetivos de reducir el nivel de amenaza, generar más
confianza y facilitar así el manejo de propuestas, a través de una comunicación intermediaria que
las partes no pueden suplir por el diálogo directo.
Por cierto que este enfoque encuentra en la práctica profesional grandes dificultades
en el hecho de que muchos abogados creen que, por el contrario, su rol frente al cliente es ser más
papista que el Papa, su prestigio frente a éste es escalar el conflicto a la mayor intensidad posible
de conducta conflictiva y su gran arma, la amenaza de tono violento, cualquiera sea el nivel de
credibilidad que pueda otorgarse a la misma por el adversario que la recibe.
Tengo para mí, sin embargo, que los usuarios de los servicios de abogados, temática
o no temáticamente avistan las desventajas de un manejo incontrolado del escalamiento y las
ventajas de una acción que posibilite, facilite o mejore las comunicaciones. Yo diría que el abogado
que trata de escalar rápidamente los conflictos, aquel que arroja combustible sobre el fuego de la
contienda me hace pensar algunas veces en otro tipo de tercero, el "tertius gaudens" de Simmel,
aquél que saca beneficio propio del conflicto, bien sea este beneficio un pretendido prestigio, una
determinada imagen o una ventaja económica.
NOTAS
1) Georg Simmel, The Sociology of Georg Simmel, traducción de Kurt H. Wolff (Free
Press, New York, 1950, página 148).
ANEXO 1
GLOSARIO(*)
Una coalición es una combinación de dos o más sujetos que adoptan una estrategia
común frente a otros sujetos pertenecientes al mismo sistema.
Una coalición dentro de una tríada es una combinación de dos miembros de dicha
tríada frente al tercero.
Poder es la capacidad que tiene un sujeto para modificar la conducta de los demás
sujetos con los que interactúa.
Se dice que un sujeto domina a otro en una determinada situación cuando su poder
sobre el otro es evidentemente mayor que el del otro sobre él.
La distribución del poder de una tríada es una descripción o medida del poder
relativo de cada miembro en un momento dado.
La formación de una coalición dentro de una tríada divide a ésta en dos compañeros
y un oponente.
Una organización es un sistema social que posee una identidad colectiva inequívoca,
una lista detallada de miembros, un programa concreto de actividad y un procedimiento para la
sustitución de sus miembros.
Los programas privados de una tríada organizacional son los programas de actividad
(dirigida hacia la consecución de un objetivo) que establecen sus miembros persiguiendo sus
propios intereses.
Una coalición conservadora dentro de una tríada organizacional es una coalición
que no altera el orden de status prescrito.
Se dice que las tríadas están ligadas cuando tienen uno o dos miembros en común.
(*) Fuente: "Dos contra Uno: Teoría de coaliciones en las tríadas" Theodore Caplow, p. 204 a 206.
Ponencia
1. FUNDAMENTOS
Cualquiera sea la misión con que los abogados se asumen, guiados por una
extensa bibliografía que incluye nombres célebres como los Calamendrei, Couture,
Ossorio y Gallardo y tantos más, hay de sus servicios profesionales una concepción
distinta: la de sus usuarios. Ella es, en la sociedad actual, portadora de exigencias para
cuya satisfacción los programas universitarios de grado poco o nada aportan. Y ocurre así
tanto en nuestro país como en las facultades de derecho del mundo, incluyendo los
países llamados desarrollados o -en el discurso político y periodístico- del primer mundo.
En efecto, lo que una sociedad espera de sus abogados es mucho más que
información sobre sus derechos y obligaciones. Y también más que asistencia o
representación profesionalizada para actuar en juicio. Siempre ha pretendido que los
abogados la representen o la asistan cuando negocia, cuando celebra contratos o realiza
otros actos generadores de normas, es decir, originadores de relaciones más o menos
duraderas que contienen, en su desarrollo, derechos y obligaciones recíprocas, para las
partes o para terceros. Así la creación o fusión de sociedades, el testamento y la
constitución de derechos reales entre otros. Las relaciones que se desarrollan entre
particulares o grupos de particulares, entre éstos y el Estado o dentro de un grupo social
interestatal más o menos amplio como las sociedades, las asociaciones, las
universidades y las comunidades religiosas o sociales son -hoy sabemos- más complejas.
No se limitan a relaciones de cooperación o a competencias agonales en que se debate
quién tiene derecho y quién está obligado. Siempre hubo algo más, sólo que los
abogados no pudimos tener conciencia de ello hasta que no abandonamos por un
momento nuestra estructura normativa de pensamiento y tratamos de divisar nuestra
actuación dentro del campo más amplio, más omnicomprensivo, más universal, que otras
disciplinas describen.
LA TEORÍA DEL CONFLICTO
También después de Comte se desarrolló una sociología del conflicto sobre cuya
historia Don Martindale6 y Luis González Seara7 han escrito páginas eruditas.
Por otra parte las ideologías hicieron del conflicto su objeto en las dos grandes
ramas de lo que hoy se denomina “ideología del conflicto”: el marxismo por un lado y el
darvinismo, en sus dos sucesivas etapas por el otro8.
Una verdadera ciencia del conflicto con pretensiones de tal, sólo comienza a
desarrollarse después de la Segunda Guerra Mundial, bajo el nombre de Peace
Research, War Research o Polemología. Ese pensamiento, que parte de desarrollos
teóricos sobre temas aislados, sólo alcanza los umbrales de una Teoría General en los
últimos años de la década del ochenta. En nuestro país, una versión relativamente
vernácula de la disciplina se desarrolló desde los años setenta y se enseña bajo el
nombre de Teoría del Conflicto, como la bautizamos en 1984 al incorporar su enseñanza
como asignatura independiente en el posgrado de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires. Decimos relativamente vernácula porque, en realidad, lo
único que reivindicamos de originalidad es la concepción de aplicar a las relaciones
intraestatales -y sobre todo interpersonales- los conocimientos desarrollados para el
estudio de los conflictos internacionales y el hecho de que esos conocimientos nos
posibilitaron descubrir que buena parte de los conflictos no pueden ser resueltos desde el
ordenamiento jurídico, aunque constituyan relaciones en que los actores enfrentados
pujan por obtener objetivos incompatibles pero igualmente permitidos. La tarea de aplicar
los conceptos y las técnicas desarrolladas por otras disciplinas, si bien ha sido
desarrollada por nuestra cátedra en la Argentina, no es sino el producto tecnológico de
una investigación pura, que en su mayor parte simplemente adaptamos. Desde luego que
esa actividad tampoco es una obra individual y sólo ha sido posible gracias a la inteligente
e incansable perseverancia de un grupo de estudiosos colaboradores tanto en la Cátedra
de la Facultad de Derecho de la U.B.A. como en el Seminario Permanente de Análisis,
Prevención y Resolución de conflictos creado en 1986 por el Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales (C.A.R.I).
Cuando presentamos esta tesis en Julio de 1986 pudimos citar ya varios autores
que parecían tomar el mismo camino en otras latitudes9. Luego, la búsqueda de
antecedentes permitió citar anticipos de ese pensamiento de fechas aún anteriores, que
se acercan curiosamente a la misma época en que en la Argentina comenzamos a
trabajar sobre el tema10. Partiendo de una ciencia de carácter paradigmático, el desafío
básico era la propuesta de un nuevo paradigma. Ya los conflictos no serían juegos entre
actores exclusivamente estatales. No tendrían por objeto único el aumento, la adquisición
o la conservación del poder. Ni la política internacional sería un fenómeno distinto de la
política interna o nacional. Esa asunción, al poner de manifiesto la multiplicidad de actores
posibles y de objetos en conflicto, trasladó el eje de la observación teórica a la conducta
de los conflictuantes y a la naturaleza de sus conflictos. Se abría así el camino a una
teoría del conflicto interpersonal que, en su producción de técnicas específicas, nos
posibilitó luego algunos aportes a la teoría del conflicto internacional, es decir, a la teoría
del conflicto a secas. Y que por ello fue aplicable también a la administración de los
conflictos interestatales.
Aunque nada hayamos dicho hasta aquí que describa el objeto conflicto, con la
sóla inteligencia del concepto que da el lenguaje natural pueden comprenderse las
grandes perplejidades a las que nos enfrentamos al pensar el Derecho tomado como un
orden cerrado, su ciencia y la conducta de los abogados y los comparamos con los
conceptos con los que se piensan las disputas entre naciones o entre grupos sociales,
étnicos o laborales.
La primera gran sorpresa fue tomar conciencia de que la mayor parte de las
disputas entre particulares no se dan entre una pretensión legítima y otra ilegítima.
Ocurren en el enfrentamiento cotidiano entre alguien que pretende lo que, en el
ordenamiento jurídico, no le está prohibido pretender y alguien que se lo niega, y al cual a
su vez, no le está prohibido denegar. O entre alguien que pretende alcanzar un objetivo
que, pese a ser incompatible con el de su oponente, también le está permitido pretender a
éste. Dos posiciones en el primer caso, dos pretensiones en el segundo, ambas opuestas
e incompatibles, ambas legítimas. Que así ocurre en la competencia por posiciones de
mercado es algo claro para todos. Esta relación conflictiva entre dos competidores se
diferencia de la que se genera entre un acreedor que se siente con un derecho legítimo a
cobrar una suma de dinero y aquel a quien él considera su deudor moroso. Ella no se da
9
Randall Collins, Univ. de California (1975), Paul Wehr, Univ. de Boulder, Colorado (1979),
Vasquez y Mansbach, Univ. de Rotjers (1981), Walter Isard y Chistine Smith, Univ. de Cornell
(1982).
10
En el trabajo de Michael Banks publicado como capítulo primero de la obra colectiva dirigida por
Edward E. Azar y John W. Burton titulada “International Conflict Resolution” puede encontrarse
una amplia bibliografía en este sentido, en la que se destacan los trabajos de Arnold Wolfers
(1962) y Martín Wight. El capítulo se titula “La disciplina de las relaciones internacionales”:
¿Activo o pasivo para la resolución de conflictos? Op. cit. Wheatsheaf Books L.T.D, 1986,
páginas 25 a 27.
en el ámbito de la aplicación de normas concretas del Derecho. Ocurre en el área que
todo el sistema demarca como el lugar de lo permitido, de lo que no está prohibido. Allí los
abogados sólo hemos sido entrenados para dictaminar que ambas partes actúan
legítimamente. Y por ello ninguna solución a sus problemas podemos obtener de un
proceso judicial. En este amplísimo marco de lo permitido se da el mayor número de las
disputas sobre las que no sabemos asesorar. Respecto de ellas, ambas partes sólo
obtienen de sus abogados opiniones coincidentes, que nada les dicen sobre qué
conductas han de seguir para obtener sus objetivos permitidos o para impedir al oponente
que obtenga los suyos, tampoco prohibidos. Tal situación sólo exacerba los estados de
ánimo y frustra las expectativas de un control social eficiente. En ello reside la crisis actual
de la abogacía. No la del Derecho porque éste ha sido creado por la sociedad para
resolver el número indispensable de situaciones en que la comunidad interviene limitando
la libertad de acción de sus miembros. En la medida en que más felices estemos por
disponer de un mayor grado de libertad menos conflictos tendrán solución jurídica. ¿Es
esto malo? ¿Deja a los miembros de la sociedad en un estado de frustración que aumenta
en la misma medida que su campo de libertad? Por cierto que no, siempre que las
situaciones conflictivas que se dan en el campo de lo permitido, fuera de la interferencia
del sistema de normas jurídicas, se administren con propiedad y sean resueltas por
medios idóneos, substitutivos del método judicial que queremos ver funcionar con
eficiencia, transparencia e independencia, pero en la órbita limitada donde podemos
tolerar las prohibiciones. Porque eso es el Derecho: un sistema de prohibiciones,
establecidas por medio de normas que amenazan con sanciones privativas de objetos
valiosos -vida, libertad, bienes materiales o espirituales en el más amplio sentido-. Esta
referencia a métodos que deben substituir al Derecho en el área de relaciones en la que
éste no interfiere, no excluye que tales métodos sean, en determinados casos, aplicables
con mayor eficiencia a aquellos conflictos que sí tienen una solución prevista en el
ordenamiento. A menudo es posible reemplazar la adjudicación por el juez -o quien, como
el árbitro, esté autorizado a substituirlo en tal tarea- por sistemas de resolución que dejen
a las partes más satisfechas de haber contribuido recíprocamente a una convención que
termine con la relación conflictiva, sin destruir el vínculo.
Poner en claro esta característica del sistema jurídico explica porqué, además de
la necesidad de cubrir el área de los conflictos permitido-permitido, se propician hoy
métodos pacíficos alternativos de los judiciales, que no utilicen la violencia ni amenacen
con ella. Tal como en lo internacional se trata de desplazar la guerra utilizando la
negociación y la múltiple gama de formas de intervención de terceros y de nuevas y
sofisticadas técnicas.
Llegamos así a la pregunta central: ¿qué actitud deben tomar los abogados frente
a esta temática? ¿Qué política deben adoptar quienes deciden sobre el contenido de la
formación de los abogados ¿Limitarla a la augusta función que hoy tienen? Ella deja sin
satisfacción a una sociedad que hoy no hesita en consultar al médico sobre su salud y,
dentro de la medicina, a cada experto o especialista capaz de ocuparse de su problema.
Pero desde hace tiempo, los particulares advierten que, si bien no dudan -cuando como
socios minoritarios tienen conflictos con una mayoría accionaria- en consultar un
abogado, no encuentran respuestas satisfactorias para la solución de sus problemas. En
la mayor parte de las situaciones en que alguien pretende algo que ninguna norma le
prohibe pretender, frente a alguien que no está obligado a satisfacer su pretensión, la
respuesta de que ambas partes tienen derecho a hacer lo que están haciendo -pedir y
denegar- no resuelve ningún problema. Ni al sector minoritario de la sociedad ni al
mayoritario, en el ejemplo elegido. Otros métodos deben aplicarse allí con el sólo límite de
las conductas que la ley prohibe. ¿Quiénes serán en el futuro los profesionales de esos
métodos? Para ciertas categorías de conflictos -como los laborales y los raciales- la
sociedad ha ido creando expertos en el manejo, conducción o administración de las
relaciones conflictivas. En el conflicto por el poder y por la distribución de la riqueza, los
diversos sectores de la comunidad han entrenado hombres que, con más o menos
eficiencia según los países y las épocas, procuran solucionar o resolver esos conflictos.
Solemos llamarlos políticos 11.
11
“El conflicto es el problema básico de la Política”. Hay Política desde que Cain, el agricultor, mató
a Abel, el pastor”. Política hubo en la muerte de Sócrates; y el Calvario fue precedido por un
complejo juicio Político”. Manuel Fraga Iribarne, prólogo al libro de J.M. González titulado
“Conflicto, Estrategia, Política”.
desconfianza o invadida por sentimientos y actitudes de hostilidad, toda negociación será
infecunda. Se realice con o sin la cooperación de un mediador.
El objeto conflicto y su abordaje conceptual -la Teoría del Conflicto- tal como se
encuentra desarrollada hoy en nuestro país, trabaja dentro de la región ontológica de lo
que se denomina, para acudir a un género próximo que permita la descripción de nuestro
objeto por diferencia específica, relaciones sociales. Allí distinguimos relaciones de
“cooperación” y relaciones de “conflicto”. Estas últimas son descriptas como aquellas en
que dos actores12 pujan por objetivos incompatibles o que son percibidos como tales por
alguno de ellos o por ambos.
12
La referencia a dos actores mienta en realidad la postulación de que sólo existen dos campos
conflictuales. El tema sigue siendo objeto de debates siempre renovados que no podemos tratar
aquí. En nuestro reciente trabajo titulado “Hielos, Mercosur y Malvinas” desarrollamos la tesis de
los llamados actores fragmentados que explican bien la formación de una tríada portadora de
eventuales coaliciones entre los dos actores y una fragmentación de uno de ellos. Academia del
Mar. Cuaderno Talásico Nro. 5. Bs.As. 1996.
cuán difícil es hacer entender a alguien que, frente a un reclamo no prohibido, tiene de
todos modos un conflicto que enfrentar aunque no tenga deber jurídico alguno de
satisfacer el reclamo.
Con una visión dinámica del proceso conflictual, el análisis ha conseguido mostrar
cómo se desarrollan los elementos de conducta de los actores que anteceden al
nacimiento del conflicto. Ello es de substancial importancia para las estrategias de
prevención que interesan a operadores, administradores de conflictos o negociadores que
planifican negociaciones futuras por igual. O para mediadores que desean evitar que la
solución alcanzada no genere nuevos conflictos. Uno de los primeros estudios en el que
la teoría pone el acento es el de interacción conflictual. Concebir con claridad la conducta
de cada parte o de cada actor como uno de los términos de una sucesión de conductas
realizadas alternativamente por uno u otro, en la que cada una de ellas resulta algo así
como la causa de la siguiente. Porque, en efecto, esta se concibe y se decide sobre la
base de la conducta ajena. O, más bien, sobre la base de la percepción que cada actor
tiene de la conducta ajena.
Las ideas que aquí se desarrollan tienen que ver con la clasificación de los
métodos de resolución. Porque, en efecto, hay métodos que son endógenos, es decir,
intrasistemáticos, que se utilizan dentro del sistema diádico conflictivo. Mientras que otros,
que se denominan exógenos expanden el grupo diádico con la incorporación de un
tercero. Sin embargo, la profundización de este tema ha llevado a clarificar que no todos
los terceros actúan de la misma manera ni con características similares y que el modo
13
Amitai Etzioni: The Kennedy Experiment, Western Political Quarterly, 20 (junio 1967),
361-380
14
“Social conflicts and third parties”. Westview Press Inc. Boulder, Colorado. Bercovitch es profesor
de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda.
múltiple en que pueden hacerlo admite diversas clasificaciones. Una de ellas es la de
distinguir entre terceros, que no participan en el conflicto pero son llamados a cooperar en
su resolución, asumiendo, por adjudicación de las partes o del sistema jurídico, la
responsabilidad de decidir cuál será la solución que habrá de considerarse como
resolutoria del conflicto. El árbitro, desde luego, participa de idénticas características, aún
cuando sea seleccionado de modo distinto.
Aunque para que las partes puedan utilizar la fuerza para obtener sus objetivos, en
ejercicio de los derechos que brinda el monopolio y la centralización del uso de la
violencia en los jueces, éstos deberán ejecutar las resoluciones o sentencias de los
árbitros.
15
El análisis dinámico del laberinto de la contienda distingue tres franjas o niveles de la conducta
conflictual, que hemos denominado “Variables del Conflicto”: el nivel intelectual, donde se dan los
procesos racionales de acuerdo y desacuerdo; el nivel emocional o sentimental, donde la
hostilidad se contrapone a la actitud benevolente o amistosa; y, finalmente, el nivel volitivo, donde
se efectiviza la alternativa de realizar actos positivos, frente a la posibilidad de producir actos
negativos. La investigación empírica sobre el funcionamiento correlativo de estas variables ha
puesto de manifiesto características sobre las cuales se han edificado las más importantes
técnicas de conducción de conflictos y de control del proceso de escalada. Tales técnicas son las
que posibilitan llevar en forma exitosa una disputa a la etapa de resolución en condiciones que
conviertan en idóneos los métodos endógenos o exógenos a aplicarse.
a las descripciones que tienen que ver con las variables del conflicto a que antes hemos
aludido. Hemos tomado la ingeniosa calificación de Vasquez y Mansbach.
APORTES MULTIDISCIPLINARIOS
16
Joseph O’Connor y John Seymour, “Introducing eurolinguistic programming”. The Aquarium
Press, San Francisco, 1993