MARIOLOGIA
MARIOLOGIA
MARIOLOGIA
MARIOLOGÍA
CONTENIDO
I. CAPÍTULO VIII – LUMEN GENTIUM ............................................................................ 1
II. MARIA EN EL TESTIMONIO BIBLICO DE LA REVELACION.............................. 4
III. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA MARIOLOGÍA ................................................ 9
I. EDAD ANTIGUA ............................................................................................................ 9
II. EDAD MEDIA ........................................................................................................... 10
III. EDAD MODERNA .................................................................................................... 11
IV. EDAD CONTEMPORÁNEA .................................................................................... 15
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Aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a
los primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3, 15). Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y
dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; comp. con Mi 5, 2-3; Mt 1, 22-23). Ella
sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la
salvación.
56. Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de
la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también
la mujer contribuyese a la vida. La Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de
la Anunciación como «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28), a la vez que ella responde al mensajero
celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Así María, hija
de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón
y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios.
Piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos
de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San
Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género
humano». «El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo
atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe. «la
muerte vino por Eva, la vida por María»
57. Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el
momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. En primer lugar, cuando María,
poniéndose con presteza en camino para visitar a Isabel, fue proclamada por ésta bienaventurada a
causa de su fe en la salvación prometida, a la vez que el Precursor saltó de gozo en el seno de su
madre (cf. Lc 1, 41-45); y en el nacimiento, cuando la Madre de Dios, llena de gozo, presentó a los
pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que, lejos de menoscabar, consagró su integridad
virginal…
58. En la vida pública de Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el principio,
cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia, suscitó con su intercesión el
comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn 2, 1-11). Así avanzó también la Santísima Virgen
en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual,
no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su
Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio. Finalmente, fue dada por el mismo
Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a tu
hijo» (cf. Jn 19,26-27).
59. vemos que los Apóstoles, antes del día de Pentecostés, «perseveraban unánimes en la
oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Hch 1,
14), y que también María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación
ya la había cubierto a ella con su sombra. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de
toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma
a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal.
III. La Santísima Virgen y la Iglesia
60. Uno solo es nuestro Mediador según las palabra del Apóstol: «Porque uno es Dios, y uno
también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo
para redención de todos» (1 Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión maternal de María para con los
hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve
para demostrar su poder. Lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la
fomenta.
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61. La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios
juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra
la Madre excelsa del divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás
criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo,
presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en
forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente
caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden
de la gracia.
62. Esta maternidad de María en la economía de gracia perdura sin cesar desde el momento
del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz
hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta
misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la
salvación eterna.
La Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la
dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador. La mediación única del Redentor no excluye, sino
que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente. La Iglesia
no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la
recomienda a la piedad de los fieles.
63. La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con
el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la
Iglesia. Como ya enseñó San Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe,
de la caridad y de la unión perfecta con Cristo [189]. Pues en el misterio de la Iglesia, que con razón
es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente
y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre.
64. La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo
fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con
fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos
concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios.
65. Mientas la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual
no tiene mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo
enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como modelo de
virtudes para toda la comunidad de los elegidos. La Iglesia, en su labor apostólica, se fija con razón
en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que
también nazca y crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles.
IV. El culto de la Santísima Virgen en la Iglesia
66. María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles
y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo,
es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más
antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de «Madre de Dios (Éfeso 325).
De acuerdo con sus proféticas palabras: «Todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso» (Lc 1, 48-49). Este culto, tal como
existió siempre en la Iglesia., a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del
culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo.
67. El santo Concilio enseña de propósito esta doctrina católica y amonesta a la vez a todos
los hijos de la Iglesia que fomenten con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente
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el litúrgico; que estimen en mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia ella. Cultivando el
estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo
la dirección del Magisterio, expliquen rectamente los oficios y los privilegios de la Santísima
Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad.
Recuerden, finalmente, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un
sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica,
que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial
hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes.
V. María, signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios
68. Mientras tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos
en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la
vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de
esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 P 3,10).
Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres
para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo
por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos
ante su Hijo hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de
cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y
concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad.
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3. La concepción de Jesús en la virgen María por obra del Espíritu (Mateo, Lucas)
a) El testimonio bíblico
A diferencia de Pablo y Juan, Mateo y Lucas no parten de la preexistencia del Hijo cabe el
Padre antes de la encarnación (Jn 1,1.14.18), de su misión bajo la figura de la carne (Rom 8,3) y de
su alumbramiento como hombre nacido de mujer (Gal 4,4s.). Ambos evangelistas inician su
exposición describiendo la relación filial del hombre Jesús con Dios, su Padre. Quieren así señalar
que la esencia de esta filiación esta ya fundamentada en el acto del origen del hombre Jesús derivado
directamente de la voluntad divina, que ha decidido revelarse. Los dos recurren, por caminos
independientes, a las tradiciones aclimatadas en el suelo del judeocristianismo palestino, que
hablaban de una concepción de Jesús en la virgen María llevada a cabo por el Espíritu, ≪sin
concurso de varón≫.
Jesús. Su evidente centro de interés teológico es la afirmación de la causalidad inmediata del
Espíritu divino en el origen del hombre Jesús en María y en su existencia histórica, su destino y sus
acciones poderosas como mediador escatológico del reino de Dios.
En Mateo (Mt 1-2), es a José, el esposo, a quien se le revela la profunda dimensión teológica
de aquel acontecimiento que desbordaba las posibilidades de la naturaleza creada y del
conocimiento natural. El hijo que María espera no ha sido engendrado de forma natural por un varón
y su mujer (Mt 1,18.25), sino que ha venido a la existencia por la acción del Espíritu de Dios (Mt
1,18.20). Debe aquí tenerse presente la idea bíblica de que la acción creadora de Dios no necesita
presupuestos ni condiciones previas. El Espíritu, que se identifica con la esencia de Dios, no actúa
como una causa creada y sensiblemente perceptible, es decir, ocupando el lugar de un progenitor
masculino. Queda así excluida a limine cualquier resonancia o parecido con las ideas teogamas
(generación, por un dios y una mujer, de una naturaleza mixta humano-divina). El Espíritu de Dios
no actúa como una causa natural y creada. Produce, como causa increada, sin condicionamientos ni
presupuestos previos.
Jesús no es engendrado de una manera cuasi-biológica natural, aunque la acción del Espíritu
tiene su correspondencia en el nivel de lo creado. Aunque en Mateo se expone la prehistoria
cristológica desde la perspectiva de José, el centro objetivo de la narración está ocupado por las
figuras de «el niño y María, su madre» (Mt 2,11.13.14.20.21).
Lucas describe de una manera mucho más pormenorizada la significación cristológica y
mariológica de la concepción de la virgen María por obra del Espíritu. Conoce, al igual que Mateo,
el origen de la vida de Jesús sin concurso sexual masculino. También el da por supuesto que la
relación filial del hombre Jesús con Dios tiene su principio constitutivo en el ser y la acción de Dios
mismo —propios de su esencia— en dynamis y pneuma.
En Lucas es María la destinataria directa de la anunciación, en la que el mensajero de Dios,
Gabriel, transmite las palabras divinas. La afirmación decisiva del que y el cómo de la concepción
de Jesús sin intervención de un varón acontece en la escena misma del anuncio — modelada según
el ≪esquema de revelación* paleotestamentario (Lc 1,26-38). Ante la promesa de la presencia
graciosa de Dios y el anuncio de que concebirá un hijo que será llamado ≪Hijo del Altísimo≫,
plantea la pregunta: ≪ [, ¿Cómo va a ser eso, puesto que yo no conozco varón?≫. Y recibe la
respuesta: ≪El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te envolverá con su sombra.
Por eso, el que nacerá será santo, será llamado Hijo de Dios≫ (Lc 1,35).
No hay en la expresión ≪ cubrir con la sombra≫ ningún connotación sexual. La frase alude
a ≪la nube≫ tras la que se encuentra la gloria divina, la presencia salvífica y la voluntad de
revelación de Dios: Dios se manifiesta en la sombra de la nube (cf. Ex 13,22.
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En esta escena dialogada es determinante la respuesta de María: ≪He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra≫ (Lc 1,38). Esta respuesta afirmativa es la fe, posibilitada y
sostenida por el Espíritu Santo y realizada en libertad, de la que surge Jesús como el ≪fruto de su
cuerpo≫ y por la que se convierte en ≪madre del Señor≫ (Lc. 1,43). Jesús comparte con Dios, su
Padre, este título de ≪Señor≫. Y así, María es la creyente por antonomasia, porque en ella se ha
cumplido lo que le ha dicho el Señor (Lc 1,45). Esta mujer, cuyo seno ha engendrado a Cristo y
cuyo pecho le ha alimentado, es madre no solo por lo que respecta a la concepción de la naturaleza
humana de Jesús sino también, y más aún, en virtud de la fe en la palabra de Dios causada por el
Espíritu (Lc 11,37). Esta aquí presente la acción de Dios «para quien nada es imposible» (Lc 1,37;
18,27).
El Evangelio de Lucas ofrece, finalmente, el relato de la peregrinación de Jesús al Templo,
cuando pronuncia sus primeras palabras, en las que declara que Dios es «mi Padre» en un sentido
incomparable (Lc 1-2).
b) La significación teológica
El acontecimiento de la concepción de Jesús en la virgen María por obra del Espíritu escapa
a todo tipo de verificación empírica y cientffico-biologica natural. Pero esto no significa que no
haya sido real, ni que se reduzca a mero interpretamiento. La realidad es más amplia que aquel
segmento de ella que puede captarse por medio de la empiria. Dios no actúa materialmente, pero su
acción abarca también la dimensión corpórea y sale al encuentro de los creyentes como señal. La
realidad de la concepción por obra del Espíritu y su significación solo se abren y descubren su
contenido en el horizonte de la fe bíblica en Dios. Dios como autor del acto de la encarnación es
también, a la vez, e inmediatamente, el fundamento trascendente del origen de la existencia humana
de Jesús.
c) El horizonte de Israel y el «universo semántico» de la perícopa de la anunciación.
Jesús no entabló su relación específica con Dios solo cuando llegó a la edad adulta, tras una
larga fase de vida absolutamente normal y a continuación de una súbita vivencia vocacional. En los
relatos del nacimiento de Jesús de la virgen María, cuyas huellas pueden rastrearse hasta los años
cuarenta y cincuenta del primer siglo cristiano, se refleja más bien la convicción de que Jesús, en
cuya resurrection actuó Dios tan poderosamente y a quien revelo como su Hijo, debe también el
origen de su existencia terrena a una acción inmediata de Dios. No hay aquí una simple deducción
teórica. Se trata de la convicción de que la realidad de Jesús (como autopresentación escatológica
de Dios), conocida en la fe, tiene como autor al mismo Dios. Por eso, la fe se refiere a un
acontecimiento y a una acción especial de Dios en el origen humano de Jesús.
Dios actúa realmente en la historia. Pero las realidades percibidas en el nivel de la historia y
de los hechos concretos no pueden aducirse como prueba objetiva de una acción de Dios. Son, más
bien, una señal, llena de contenido y sustentada por la realidad de la acción invisible de Dios, que
pone de manifiesto la acción de Dios en el mundo.
La fe construye sobre datos históricos y es capaz de captar sus dimensiones teol6gicas
profundas. La unidad específica de historia y teología, de fe e historia, de realidad y símbolo,
configura el horizonte hermenéutico desde el que debe interpretarse el relato de la anunciación, en
el marco del género literario evangelio. « [Este relato] se centra en la poderosa acción de YHWH,
Dios de Israel, en la virgen María, una acci6n a través de la cual se confirma una vez más la verdad
de la sentencia de que nada es imposible para Dios. No existe ninguna conexión, ni objetiva ni
histórica, con elementos mitológicos paganos.
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d) Inexistencia de puntos de comparación en la historia de las religiones
La concepción virginal de Jesús ha sido entendida, sobre todo desde David Friedrich Strauss
como un mito. Infiltrado en los relatos bíblicos a partir de la mitología helenista y egipcia. Además
de las reclamaciones racionalistas que exigían que se eliminara esta idea de la concepción virginal
en la confesión de fe y en la Biblia (Marcion, s. II; Según Strauss, los mitos neotestamentarios no
son sino «revestimiento, con apariencia histórica, de ideas protocristianas, formadas a modo de saga
histórica, sin intención preconcebida». En definitiva, según esta corriente, el tema del parto virginal
de María sería un residuo de una concepción precientífica del mundo. Las concepciones mitológicas
no pasan del piano de las relaciones teogamas entre dioses y mujeres de la raza humana, de cuya
unión surgen seres mixtos, semidioses, mitad hombre y mitad dios,
Dios no penetra en el mundo de una manera física y cosificada, sino en virtud de su palabra
y de su acción histórica libre. Entre Dios y María no existe ninguna relación teogama, Dios no
mantiene ningún tipo de relación sexual con María, sino que actúa libremente, sin
condicionamientos físicos ni dependencias creadas, desde su voluntad creadora (es decir, pneuma y
dynamis). Y ello de tal modo que hace que el hombre Jesús comience a existir en el seno de María,
su madre. Por eso se da una diferencia radical entre Cristo y los seres intermedios de la mitología.
No es mitad hombre y mitad Dios, sino, como afirma la confesión de fe, verdadero Dios y hombre
verdadero.
4. María, tipo de la fe (Lucas)
A diferencia de los restantes escritores bíblicos, en Lucas puede hablarse de una acentuación
mariológica conscientemente desarrollada. Traza una imagen de María en la que se refleja tanto la
singularidad personal humana de su figura histórica como el modelo del encuentro humano-divino.
Es la llena de gracia, a quien Dios, como Señor, ha prometido una cercanía absolutamente
excepcional, que ella acepta, a través de su respuesta afirmativa, en su propia vida y en la biografía
con Jesucristo derivada de aquella aceptación. El dialogo humano-divino en la escena de la
anunciación sitúa a María en la plenitud de los tiempos, cuando con la venida definitiva de Dios
como hombre entre los hombres llega a su consumación y queda abolida la validez ultima de la
alianza antigua.
Es dichosa porque ha creído que se cumplirá en ella lo que el Señor le ha dicho (Lc 1,45).
La fe no se limita a ser una aceptación pasiva de la salvación. En la fe se convierte María en co-
actora de la salvación que acontece en la historia. Por eso, «desde ahora me llamaran bienaventurada
todas las generaciones» (Lc 1,48).
En su Evangelio, Lucas ha expuesto sus afirmaciones mariológicas desde el acontecimiento
de Cristo en el marco de la acción del Espíritu de Dios Padre No es, pues, casual que en el inicio de
su «historia de la primitiva Iglesia» vuelva a mencionar a María cuando señala que la madre de
Jesús, los apóstoles, los discípulos y algunas mujeres «perseveraban unánimes en la oración»
esperando la del Espíritu sobre la Iglesia (Act 1,14). Así, María es, por un lado, miembro v e n i d a
de la Iglesia surgida en virtud de la acción de Cristo y del envío del Espíritu y, por otro, y a la vez,
en cuanto oyente de la palabra, tipo de Iglesia, de la Iglesia de l a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
(Act 20,28).
5. María, testigo de la gloria divina (Juan)
Juan expone la totalidad de las acciones históricas de Jesús desde el tema dominante de la
revelación de la gloria divina que tenía, junto al Padre, ya antes del inicio del mundo. A través de la
revelación de esta gloria lleva a sus discípulos a la fe (Jn 2,11). En la fe y en el amor participan los
discípulos de la comunión del Padre, el Hijo y. El Espíritu y del amor de Dios, un amor que es su
misma esencia (Jn 17,24). Juan no habla de María desde el punto de vista de recuerdos biográficos.
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La menciona dos veces en su Evangelio: al comienzo de la revelación de la gloria de Jesús, con
ocasión de las bodas de Cana, y al final de esta misma revelación, en la cruz. ¿Que tengo yo que ver
contigo?» Solo a Dios compete fijar la hora de la revelación de la gloria divina. Pero como María
sabe quién es Jesús, puede en cierto modo, en su calidad de primera discípula, dirigir
inmediatamente hacia el la atención de los participantes: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).
Tampoco en la cruz, junto a la que se encuentra en pie María, con el discípulo amado de
Jesús, el tema que interesa son algunas concretas noticias históricas, o la indicación de que, incluso
en la misma hora de su muerte, Jesús se haya preocupado por atender a las necesidades materiales
de su madre. En las palabras de Jesús a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y al discípulo: «Ahí
tienes a tu madre», así como en la constatación: «Desde aquel momento el discípulo la acogió en su
casa» (Jn 19,26s.), el contenido espiritual de la relación madre-hijo entre Jesús y María se traduce a
la relación entre María y la Iglesia. Es patente que para las comunidades joánicas María es la figura
máxima de la fe y del seguimiento perfecto, porque fue en sí misma una referencia a Jesús, en quien
se revelo la gloria de Dios. María, madre de Jesús, testifica su existencia histórica como ser humano.
Es también, al mismo tiempo, testigo de su gloria y de su divinidad, de cuya plenitud todos hemos
recibido la gracia (Jn 1,16).
6. Rasgos básicos de la imagen neotestamentaria de María
1. María es la sierva —elegida por la gracia del Espíritu— de la llegada escatológica del Hijo de
Dios, como hombre, entre nosotros.
2. María es para la nueva alianza el prototipo de la relación del hombre con Dios, que acontece en
la correlación de palabra y fe (amor). Y así, pasa a ser el tipo y el ideal del creyente y de la Iglesia,
del pueblo de Dios de la alianza nueva.
3. María es la madre del Señor (de Dios), quien ha tornado de ella su ser humano en virtud de la
eficacia causal exclusiva del poder del Espíritu divino. María ha recibido esta gracia como tarea
y en su relación con Jesús y con la comunidad salvífica de la Iglesia surgida de él la ha
transformado activamente en fe, esperanza y caridad.
4. El testimonio de la maternidad virginal divina de María es la afirmación bíblica básica y el
fundamento de todos los enunciados de fe de la Iglesia sobre ella.
7. La imagen de María en los apócrifos
En el Protoevangelio de Santiago se testifica la maternidad divina de María. Se habla aquí
de un voto de virginidad de María, cuya función es explicar su permanente virginidad después del
parto.
8. LA FIGURA DE MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO
María es la madre biológica de Jesús: es decir, la mujer concreta que dio a Jesús, Masías, su ser humano.
María es la oyente fiel de la Palabra, que intenta penetrar su significado, llegando a ser, en ese sentido,
la discípula por excelencia dentro del grupo de seguidores de Jesús
Maria es la que a un cierto momento se incorpora a la familia escatológica de Jesús, formada
precisamente por los que hacen la voluntad del Padre, por los que oyen la Palabra de Dios y la hacen
vida concreta y real.
La bienaventuranza capital de María consiste precisamente en la exhaustiva obediencia con que oye la
Palabra de Dios.
Maria al pie de la cruz es constituida Madre del discípulo por excelencia, convirtiéndose ella misma en
modelo de fe y seguimiento.
La concepción virginal de Cristo en el seno de María, es una realidad, que ante todo, hace referencia al
mismo Cristo.
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III. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA MARIOLOGÍA
Cuatro etapas históricas: desde el siglo II hasta el Vaticano II
I. EDAD ANTIGUA
Abarca entre los siglos II y VIII. Se subdividen en dos periodos: uno que abarca desde el
siglo II al s. V (Concilio de Éfeso: a. 431) y otro que comprende del final del s. V al s. IX.
Una intuición fundamental aparece en la reflexión de la Iglesia primitiva sobre la figura de
María ya en el s. II: que la plenitud de los tiempos y la salvación del mundo que esa plenitud
proporcionó, están indisolublemente ligadas con la persona de María con la misión que le señaló el
mismo plan salvífico de Dios.
A. Primer periodo (siglo II al siglo V)
En este periodo se destacan 3 pensadores: Ignacio de Antioquía, Justino e Ireneo de Lyon, y
se cierra con la celebración del Concilio de Éfeso (a. 431) en el que se asume el título Theotokos
aplicado a María ya en siglo III por Orígenes.
En ese arco de tiempo no solo se plasman los primeros símbolos de la fe en los
sistemáticamente se confiesa a Jesucristo “Hijo de Dios que nació por obra del Espíritu Santo de la
Virgen María, sino que van apareciendo autores que confirman un autentica edad de oro de la
patrología también en lo que se refiere al misterio de María: Tertuliano, Clemente de Alejandría,
Cirilo de Jerusalén, Atanasio, Gregorio de Niza…
B. Segundo periodo (final del siglo V al siglo IX)
Se caracteriza por el progresivo resurgir de la liturgia y del culto en honor a María: fiestas
(particularmente en honor de la dormición de María), himnos, homilías, composiciones poéticas,
iconología, etc. Continúa por otra parte la reflexión doctrinal sobre el misterio de María con autores
como: Beda el Venerable, Ildefonso de Toledo, y especialmente Juan Damasceno en Oriente.
C. Líneas doctrinales marianas que van apareciendo
A lo largo de este periodo van apareciendo los siguientes datos doctrinales acerca de la figura
de María:
1) El Hecho de su divina maternidad: contra los docetas y los gnósticos se afirma con fuerza
tanto el hecho de haber sido concebido Cristo por obra del Espíritu Santo en el seno de María,
como la autenticidad de la humanidad asumida y nacida de María la Virgen. Se destacan los
autores: san Ignacio; san Justino y san Ireneo.
2) Conexión entre Cristo y María: se pone de relieve la profunda conexión existente entre Cristo
y María en un orden que supera con mucho el simple nivel biológico: la maternidad de María
no se agota en la pura biología es, por el contrario una maternidad estrictamente soteriológica.
3) María Virgen: se admite la virginidad de María en conexión íntima con la condición divina
del Redentor. La concepción virginal aparece ya en siglo II como un signo y manifestación
terrena de la filiación eterna del Verbo. La figura de María, madre y virgen, o mejor aún, madre-
virgen, es la primerísima imagen de María en la mente de la primera comunidad cristiana. En
los autores del siglo II el tema de la virginidad “perpetua” de María no es abordado de forma
inmediata y directa. Fueron los siglos posteriores, los que puntualizaron la dimensión perpetua
de la virginidad de María (particularmente con Orígenes y Basilio el Grande) hasta llegar a ser
confesada en el Concilio de Constantinopla (a. 553) “tomó carne de la gloriosa Theotokos y
siempre virgen María”.
4) Tipología María-Eva: con esta tipología se va estableciendo un doble y estrecho paralelismo:
María-Eva, María-Iglesia. El paralelismo antitético María-Eva fue desarrollado por Justino
mártir y sobre todo por Ireneo de Lyon. María es vista como asociada a la obra redentora de
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Cristo. El paralelismo María-Iglesia. Es sobre todo san Ambrosio en Occidente el primero que
construye un paralelismo tipológico directo entre María y la Iglesia, entre María y cada fiel en
la Iglesia, con respecto a la virginidad de fe y la fecundidad del parto. Por lo demás, la relación
María-Iglesia se encuentra en san Agustín.
5) María, la toda santa: María aparece desde el primer momento de la tradición de la Iglesia
como la toda santa. Ya en el siglo II viene afirmada y celebrada la santidad personal de María
principalmente en los escritos de Justino e Ireneo. La santidad de María aparece como
consecuencia lógica y como una exigencia, al mismo tiempo, de su misión maternal y de su
función soteriológica. María es llamada santa, santísima, toda santa e incuso inmaculada,
aunque no tiene todavía la significación que se le da en 1854. Estos primeros siglos el término
inmaculada referido a María, hace referencia a la globalidad de su pureza e integridad virginal.
6) La Asunción de María: comienza a hacerse presente y a difundirse con los escritos apócrifos
de los siglos IV y sobre todo V. el tema de la muerte singular de María, representa el elemento
primordial a partir del cual se desarrollará sucesivamente la reflexión en torno a la asunción y
particularmente la fiesta del tránsito o dormición de María que llegó a convertirse en la fiesta
de las fiestas de María. Se desarrolló sobre todo en Oriente con Modesto de Jerusalén, German
de Constantinopla y Juan Damasceno, fueron elaborando un recio tratado sobre la glorificación
corporal anticipada de María.
7) La mediación mariana: con relación al título de la nueva Eva y la Asunción aparece el tema
de la intercesión y mediación de María. Efectivamente la invocación suplicante a María como
expresión de confianza en su protección. A finales del siglo IV la Iglesia va utilizando con
significados más precisos y definidos el título de mediadora. Se destaca Severiano de Gábala
que afirmó “María tiene un poder de intercesión superior al de los mártires y al de los mismos
apóstoles”.
8) María Reina: desde el comienzo del siglo XV, la tradición cristiana atribuye a María el título
Reina en paralelismo del título Rey atribuido a Cristo su Hijo.
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De particular importancia son las colecciones de sermones de tratados marianos que ejerció a través de sus
sermones sobre la anunciación y la asunción cuyo representante es San Bernardo.
En el S. XV san Bernardino dio una expresión nueva a la tradición de la maternidad espiritual de María: ella
es nuestra madre no por simple adopción sino por una relación materno filial y espiritual en el orden de la
gracia de Dios.
Comienzan a aparecer algunas monografías con dos direcciones diversas: 1 en forma de opúsculos sobre
temas marianos concretos y puntuales.2 en línea de género biográfico interesado en narrar la vida de María,
así como aspectos concretos de su persona.
El tema mariano en la literatura extraeclesial Dos autores importantes son Alfonso el Sabio (escribe más de
420 poesías a María de ahí el nombre trovador de la virgen) y Dante Alighieri (la divina comedia donde la
figura de María ocupa un cuadro de honor y enfatiza la función de la virgen en el misterio de la redención).
Dada la importancia que se dio en el medioevo a innumerables milagros atribuido a la virgen en el S. XII
alimento la devoción mariana popular.
3. Manifestaciones artísticas marianas
Surgen las grandes catedrales dedicadas a María. Y dentro de las catedrales e iglesias había muchas
pinturas, esculturas impregnadas de humanismo que reflejan frecuentemente aspectos cantados en honor de
María.
4. El nacimiento de grandes Ordenes marianas
Lo que caracterizan en ésta época son las grandes órdenes religiosas inspiradas en María: Los
cistercienses que quedaron marcado por el marianismo de San Bernardo, los carmelitas, los mercedarios, las
siervitas, los dominicos, los franciscanos etc.
C. Puntos doctrinales que se van decantando
Maternidad de María, comprendida y explicada en una perspectiva salvífica como asociada a Cristo
en su obra redentora.
Se va descubrir y presentar doctrinalmente la amplitud de la virginidad de María.
Se afianza el convencimiento de la función mediadora universal de María, pero todavía con una
perspectiva de ambigüedad
La Asunción de María como glorificación anticipada de la Virgen en cuerpo y alma, como
consecuencia; María tiene el título de Reina.
La reflexión sobre la inmaculada concepción de María que se profundiza a partir del siglo XII.
III. EDAD MODERNA
Esta época abarca los siglos 16 al 19 Descargar reforma a la proclamación dogmática de la
concepción inmaculada de María en 1854.
En esta época de grandes contrastes el tema Mariano tiene que ser visto en el contexto de crisis
generalizada (doctrinal y existencial).
Para proceder con mayor Claridad daremos tres pasos.
A. El tema Mariano en la iglesia católica de los siglos XVI-XIX
Helecho nuevo de esta época es la aparición de un tratado de mariología como discurso distinto y
orgánico sobre María y entre estado sobre su culto y devoción.
Podemos descubrir una doble dirección en la consideración del tema Mariano.
1. Dirección teológico – doctrinal
En esta época se realiza el paso del “Mariale” (que había caracterizado a la época anterior) algún
tratado de la mariología propiamente tal.
El autor que como el primero que escribió un tratado mariológico de carácter científico es el jesuita
Francisco Suárez (1617)
Pretende en remediar esa desproporción presentando un tratado integral y abundante acerca de la
bienaventurada virgen. Suárez puede ser considerado como el fundador del moderno estado Mariológico.
Suarez no hace otra cosa que comentar, Aunque de forma rigurosa y sistemática las cuestiones de la tercera
parte de la suma teológica de Santo Tomás, es decir, la perspectiva y el marco en que se propone Suárez
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realizar este tratado abundante y completo acerca de la bienaventurada Virgen María es fundamentalmente
un contexto cristologico.
Por estos mismos años (1602) aparece también por primera vez el vocablo mariología para Designar
un tratado teológico sobre MaMaría.
2. Dirección cúltico devocional
Desde una perspectiva mucho más vital y existencial dentro de la Vida Cristiana aparecen en estos
siglos una serie de hechos que van colocando poco a poco amarilla en el lugar de enorme relevancia y hasta
de cierta centralidad en la vida concreta de la iglesia.
Efectivamente el renacimiento que partiendo de Italia se impuso en todo el ámbito europeo nos dio
una imagen humanista de la Virgen presentando la bajo la forma de una elegante y distinguida señora de
soberana belleza y perfección corporal española, francesa, italiana, alemana o flamenca según la nación
donde se hiciera la representación.
Constatamos igualmente en estos siglos el nacimiento de numerosos tratados sobre el verdadero
culto, sobre la verdadera devoción a María.
Entre los numerosos autores que escriben tratado sobre la auténtica devoción a María es preciso
destacar a dos: el primero es San Luis María Grignon de Monfort (1716) que bajo el título de tratado de la
verdadera devoción a María puso por escrito una doctrina (la esclavitud Mariana) que había sido predicado
a lo largo de su vida apostólica.
El segundo San Alfonso María de Ligorio (1696 – 1787) Las glorias de Maria, cuyo contenido se
centra en el comentario a la oración salve Regina. La obra es fruto de años de trabajo y meditación y pretende
dar a conocer mejor la devoción a la virgen y especialmente el recurso a su intercesión.
Entre otras cosas de Piedad popular nacidas en esta época es preciso señalar el famoso “mes de
María”. A decir verdad, el mes de mayo concebido y vivido como mes dedicado a María parece tener un
preludio y una lejana raíz ya en el siglo 13. Más tarde en el siglo 14 los jóvenes de París realizaban en mayo
en el ofrecimiento de alguna planta adornada de joyas. En plena época renacentista encontramos a San Felipe
Neri que invitaba a sus jóvenes a hacer obsequios a María durante el mes de mayo. en el siglo 18 fue una
práctica ampliamente generalizada en la iglesia Latina promovida y acompañada de una abundante
producción de folletos y Obras populares que pretendían guiar pastoralmente a los fieles en la celebración
provechosa de dicho mes.
Aparece También en esta época la práctica del “voto de sangre”. Consiste en derramar hasta la última
gota de su sangre Si es preciso para defender el privilegio de la concepción inmaculada de María.
Asimismo sobre todo hacia el final de la época qué analizamos vemos el nacimiento de numerosas
congregaciones de Matiz Mariano. Después de la Revolución Francesa se puede enumerar hasta 150
congregaciones que tienen una expresa referencia Mariana: bien en su espiritualidad, bien Incluso en el
mismo título de la congregación.
Al disociarse más y más la reflexión teológica estás discurrieron lógicamente por causas no siempre
aceptables de miedo o incluso de interés sobrenatural. Desde el fin de la edad media la piedad mariana no ha
dejado de multiplicar recetas de salvación ligadas a medios tangibles materiales: el cielo o cualquier otro
beneficio particular Asegurado por llevar una medalla o recitar una fórmula.
Finalmente se acentúan estos signos un fenómeno y que nos referimos a las apariciones de María. La
antigüedad se recuerdan las apariciones de la Virgen entre ellos a San Juan damasceno. Más tarde las
apariciones fueron de Cristo, para dar paso a partir del siglo XVI a las apariciones de María sin Cristo. La
primera, Guadalupe en 1531. Medalla milagrosa (1830), Lourdes (1858), etc.
B. Reaccion critica
La espectacular eclosión de la literatura Mariana Popular a que nos hemos referido anteriormente
junto con la multiplicación frecuentemente descontrolada de manifestaciones de la Piedad Mariana dio origen
a serias reacciones Que no dejaron de suponer un freno a la marcha de un fervor Mariano más o menos
legítimo y bien orientado.
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La reacción frente a este fervor Mariano popular fue apareciendo cada vez con mayor fuerza y hasta
concierta virulencia. No sólo en el ámbito de las recién nacidas Iglesias reformadas sino también en el ámbito
de la misma iglesia católica.
1. En el ámbito de la iglesia católica
En el contexto humanista de los siglos 15 y 16 encontramos a Erasmo, crítico agudo y hasta
demoledor, fue considerado protestante aunque él nunca se sintiera como tal. Gracias a su conocimiento de
las lenguas originales de la escritura hizo de una exégesis fácil y hasta superficial de los textos a una exégesis
más crítica y rigurosa.
De una devoción Mariana de carácter medieval a una Piedad crítica ajena a La Piedad popular y sus
manifestaciones. El propósito de Erasmo en efecto era el crear continuamente una Piedad digna del Señor,
de su madre y de la iglesia: obedecer al Espíritu y resistir a la rutina y a las supersticiones.
Un siglo más tarde encontramos a Cornelio Jancesio (1638). El jansenismo combatió denodadamente
la incipiente doctrina de la mediación Universal de María y se opuso a toda forma de culto Mariano
suprimiendolo por completo.
Finalmente en este mismo contexto de crítica Mariana encontramos la larga controversia generada
por la oposición frontal del sacerdote MURATORI (1750) al famoso “voto de sangre”. Este voto consistía
en ofrecer hasta el martirio de la propia vida por defender una doctrina (la inmaculada concepción de María)
que En definitiva Era una simple opinión teológica. Al no haber sido declarada doctrina de fe por el
magisterio de la iglesia el creyente era completamente libre de creer o no en dicha doctrina.
La polémica originada por Muratori sirvió para aclarar el problema de la distinción entre una práctica
secundaria y discutible, como el voto de sangre, y la doctrina de la inmaculada concepción de María a
propósito de la cual había de estudiar la revelación.
2. En el ámbito de las iglesias de la Reforma.
El tema Mariano sufrió en este momento histórico las vicisitudes de otros temas que componen el
universo doctrinal católico.
Hay que confesar que como el tema Mariano no fue abordado de forma sistemática sino de forma
esporádica por los reformadores permaneció al margen de las grandes discusiones teológicas y dogmáticas.
Solamente hay un tema de carácter Don Trini al frente al cual los reformadores fueron absolutamente
unánimes en su postura de rechazo: la mediación de María y consecuentemente, La invocación de la Virgen
como abogada e intercesora ante Cristo.
• Lutero profesaba una Piedad muy positiva hacia la virgen se adhería, no solamente, a los dogmas
de la maternidad y de la virginidad integral sino también a la inmaculada Concepción. Ya en 1523 había
declarado “Yo quisiera que se abandonará totalmente el culto de María solamente por el abuso que se ha
hecho de ella”. En el ámbito de la Reforma luterana permanecieron las tres fiestas Marianas: la Anunciación
la Visitación y la Purificación.
• por su parte calvino no sólo suprimió todas las fiestas Marianas sino que sustituyó la expresión
“madre de Dios” por la de “madre de Cristo”. Sostuvo la perpetua virginidad de María contra algunos pastores
de sus comunidades que dudaban de ese privilegio Mariano.
• De Zwinglio mantuvo las tres fiestas Marianas además de autorizar el rezo del Ave María durante
la celebración de su culto.
• Los Seguidores de Pedro Valdés (1200) después de asegurar que no desprecian a la Virgen a pesar
de no invocarla durante su culto declaran que la consideran bienaventurada digna de alabanza y de imitación.
C. La doctrina Mariana al final de este periodo
1. El concilio de Trento.
En la amplia gama de temas doctrinales que afrontó y hasta fijo dogmáticamente el Concilio del
Trento el tema Mariano no mereció una especial atatención. Dos son los momentos en que traendo hace una
referencia nominal a María;
- La primera, Afirma el Concilio que no es intención suya comprender en este decreto En qué se trata
el pecado original a la bienaventurada e inmaculada Virgen María madre de Dios sino que ando
servar se las constituciones del Papa Sixto IV de feliz recordatorio.
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- La segunda, enseña el Concilio que a las imágenes de María lo mismo que a las de Cristo y de los
santos se les pueden rebotar el debido honor y veneración a causa de Los Originales que ellos
representan.
2. Orientación eclesiológica
María que a lo largo de todo el medioevo había sido mantenida siempre en el área de Cristo e incluso
de la Trinidad permaneció en ese mismo contexto cristologico También en esta época. Pero en una iglesia
cada vez más dividida entre jerarquia y pueblo, María fue alejada poco a poco llegándose a afirmar
prácticamente en exclusividad su pertenencia al orden hipostatico.
Al desaparecer de la conciencia cristiana la dimensión eclesial María fue dejando paulatinamente de
ser considerada miembro de esa comunidad eclesial. Para ser considerada como la omnipotencia suplicante,
la omnipotente por gracia, la intercesora que todo lo puede, la medianera por excelencia de la gracia.
María llegó a ser, cada vez más, una realidad en sí, completamente ajena y alejada de la condición
peregrinante de pueblo de Dios.
Como consecuencia lógica en estudio teológico del Misterio de María, llegó a ser cada vez más, una
disciplina cerrada en sí sin conexión interdisciplinar con los demás tratados teteológicos.
3. Fervor inmaculista
En tercer lugar se observa en este periodo un Incontenible crecimiento del fervor inmaculista tanto
en el plano doctrinal Como en el devocional popular.
La controversia en torno a la inmaculada que toma cuerpo ya en los siglos 13 y 14 no se apaga ni
siquiera con las intervenciones de Sixto IV y del mismo Concilio del Trento. Por el contrario a medida que
pasa el tiempo parece encontrarse más y más el debate entre los “maculistas" y los “inmaculistas".
Entretanto el pueblo sencillo sobre todo en España creía firmemente en el privilegio de la concepción
inmaculada de María hasta el punto de sentirse turbado, ofendido y torturado, púlpito oía hablar en el púlpito
en el sentido contrario. En el Siglo XVII el fervor inmaculista del pueblo se expresó en varias formas:
creación de numerosas cofradías y archicofradía bajo el título de la inmaculada, capillas y altares en honor a
la Purísima Virgen, oraciones dirigidas amarilla en su Concepción inmaculada. Por este fervor inmaculista
tuvo lugar precisamente la proclamación dogmática de la concepción inmaculada de María (1854) con Pio
IX.
4. Maria, Corredentora
Se hace También en estos años de forma explícita y formal el planteamiento de un Renault acerca de
la participación activa de María en la obra redentora de Cristo. El jesuita Quirino de Salazar, en 1618, hace
su comentario al libro de los proverbios y planteó por primera vez y de forma global el problema de la
participación activa de la Virgen en la obra redentora de Cristo.
5. La mariología y la devoción Mariana.
Finalmente es la doble disociación que se observa y que se mantendrá hasta fechas muy recientes:
- Por una parte, la mariología es sistemáticamente estudiada como realidad en sí y por sí sin conexión
alguna con otras áreas del Misterio cristiano.
- Por otra parte, cada vez fue más pronunciado el alejamiento entre lo que la teología Mariana pensaba Y
estructurada de forma sistemática y lo que el pueblo fiel y sencillo vivía Y manifestaba en sus devociones
o actos de cultos marianos.
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IV. EDAD CONTEMPORÁNEA
La edad contemporánea de la Mariología corresponde a los años que, comenzando por la definición
dogmática de la Inmaculada Concepción de María (1854) y se extiende hasta nuestros días.
A. LA MARIOLOGÍA ENTRE LOS AÑOS 1854-1962
Primer momento, la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María por Pío IX
(8/12/1854), y la definición dogmática de la Asunción de María al cielo por Pío XII (1/11/1950).
Estos acontecimientos estuvieron marcados por una masiva acentuación del fervor mariano tanto en
el plano doctrinal como en el cultural y devocional y seguido de una multitud de manifestaciones
marianas que caracterizaron esos años hasta hacer de ellos “la hora de María”.
1. La doctrina mariana en el Magisterio pontificio
Abundancias de documentos magisteriales (Encíclicas, Cartas Apostólicas, Constituciones
Apostólicas, etc.) de naturaleza mariana.
Con estas intervenciones, los Papas fueron impulsando diversos aspectos de la doctrina, del culto y
de la piedad mariana.
La mayor parte de estos documentos marianos tienen en la mayor parte un objeto devocional.
2. La reflexión teológica mariana
El inicio del siglo XIX se había caracterizado por una notable ausencia de otras marianas.
A finales de este siglo aparece M. J. Scheeben quien expone un cuerpo de doctrina sistemática sobre
los problemas dogmáticos y teológicos referentes a María.
Scheeben fue el primero en plantear con cierta amplitud el tema de la relación Iglesia-María.
Scheeben volvió a las fuentes patrísticas, pero dejándose guiar por el movimiento del desarrollo
dogmático.
Una doble preocupación domina su trabajo: establecer en su orden y unidad los diversos aspectos del
misterio mariano y, lo más novedoso, situar la Mariología en su lugar dentro del conjunto de la
teología entre la teología entre el tratado de Cristo y de la Iglesia: integrada allí orgánicamente.
A medida que va avanzando el siglo XX se puede observar fácilmente un despertar rápido y
generalizado del entusiasmo mariano en el plano de la reflexión teológica propiamente. Se orienta
en tres direcciones:
o En el ámbito de los escritos teológicos marianos: temas abundantes referentes a la figura de
María, en particular sobre el tema de la Mediación mariana.
o Nacen en este siglo, 1931, casi la totalidad de Sociedades mariológicas y Centros de estudios
teológicos
o Congresos mariológicos y marianos que proliferan en forma espectacular. Los Congresos
marianos internacionales, nacidos en el 1900, se caracterizan por su naturaleza pastoral:
destinados a creyentes no especializados y su objetivo es el incremento de la piedad mariana
dentro del Pueblo de Dios. Los Congresos mariológicos internacionales, nacidos en 1950
con ocasión del Año santo proclamado por Pío XII, tienen como destinatarios a estudiosos
especializados en teología mariana y, su finalidad es la profundización científica de la
doctrina referente a María.
3. El culto y la piedad mariana popular
El ámbito existencial y devocional del Pueblo de Dios se vio fuertemente impulsado.
Factores y realidades que caracterizan el ambiente mariano en esta época:
o La institución de la fiesta de María Reina por parte de Pío XII. En ocasión de los 100 años
de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción en 1954 (se declara Año santo
mariano). Se busca animar a todos los cristianos a reconocer más claramente y a honrar con
mayor cuidado el clemente y materno imperio de la Madre de Dios.
o El decisivo impulso dado a la devoción mariana del Rosario. Las frecuentes intervenciones
de los Papas, especialmente León XIII, hicieron que la devoción del Rosario llegara a ser
sinónimo de cristiano fervoroso y auténtico.
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o La consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María: primero por Pío XII en plena
guerra mundial con motivo del 25 aniversario de las apariciones de Fátima, fue repetida 10
años después. Contribuyó el incremento del fervor mariano del pueblo cristiano.
o Se fomenta también en este tiempo, la práctica de la esclavitud mariana. El descubrimiento
en 1842 del manuscrito de San Luis María Grignon de Monfort con el “Tratado de la
verdadera devoción mariana”.
o Prosigue e incluso se acentúa en estos años el fenómeno de las Apariciones de María:
Lourdes (1858), Pontmain (1871), 50 años de las apariciones en Fátima.
o En íntima conexión con el fenómeno de las apariciones, está el de la promoción de
peregrinaciones a Santuarios marianos famosos: Loreto, Pilar, Fátima, etc.
o Sigue creciendo ininterrumpidamente el nacimiento de nuevas Congregaciones bajo la
inspiración de María. Buscan vivir una profunda espiritualidad mariana, concebida como
compromiso e identificación con María.
o Se sigue acrecentando la devoción al santo Escapulario carmelitano.
o Se pone énfasis especial a la celebración del mes de mayo como el mes de María. Urgido
muy particularmente por la amenaza de guerra, Pío XII invitó repetidamente, de forma
especial a los niños, a celebrar con todo fervor el mes de María para alcanzar la paz.
4. Aspectos doctrinales que se destacan en este periodo
Peligro de dispersión, el riesgo de transformar la Mariología en una “especialidad”, en un
compartimiento estanco de la teología.
Carrera esotérica: exageraciones: María ha sido exenta no solo de la mancha original, sino de toda
deuda próxima o remota. La Virgen tuvo desde el seno de su madre, la facultad del conocimiento
intelectual. Ha gozado, incluso habitualmente, de la visión beatífica. Ha merecido condigno, es decir,
en justicia y misericordia de la Redención. Es Cabeza secundaria o asociada del cuerpo místico. Tuvo
privilegio de la primera aparición de Cristo resucitado, etc.
Identificados los riesgos y exageraciones, se presentan cuestiones que ocuparon un lugar privilegiado
en la reflexión mariológica en este periodo:
1) La doctrina de la Inmaculada Concepción de María: el movimiento inmaculista impulsado por
los Papas desde el siglo XV, llega a su culmen en el siglo XIX.
2) Semejante interés despierta el tema de la Mediación universal de María.
3) Cobra protagonismo peculiar, en la década del 1940 y 1950, la doctrina de la Asunción de María.
Petición a la Santa Sede de la declaración dogmática.
4) Finalmente, llega a ocupar un lugar importante en los mariológicos la cuestión acerca del
principio fundamental organizador y estructurante de la teología mariana.
En el fondo de la cuestión, late la preocupación por descubrir la significación e importancia del
rol de María en la historia de la Salvación.
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En estos años la reflexión teológica viene dominada por una fuerte tonalidad de inflación
mariológica.
El exagerado entusiasmo mariano fue creando tensiones y reacciones contrarias.
Los derroteros doctrinales y sobre todo las expresiones doctrinales (ver pág. 60 nota 148) no han
dejado de suscitar serias reservas y aprensiones entre los mismos católicos.
2. Elaboración del Esquema mariano en el Concilio Vaticano II
Dos cuestiones fundamentales entre los Padres conciliares: ¿Qué habría de decir de María? ¿Dónde
había que decirlo?
El primer Esquema presentado por la Comisión teológica en el aula conciliar el 23/11/1962 bajo el
título de: “la buenaventura Virgen María. Madre de Dios y madre de los hombres”. El Esquema no
fue revisado ni aprobado en la primera sesión.
Durante la primera pausa del Concilio (1962-63), el Esquema fue reelaborado, siendo presentado de
nuevo a los Padres, en la segunda sesión conciliar, bajo el título de: “María, madre de la Iglesia”.
En la famosa sesión n. 55 del 24/10/1963 hubo un amplio y serio debate entre los representantes de
las dos tendencias presentes en el concilio. La discusión era si el tema de María debía constituir un
documento a se, con presentación y aprobación aparte de los restantes documentos conciliares, o si,
por el contrario, debía ser presentado en el Esquema sobre la Iglesia. El debate de fondo era si María
tenía que ser vista como inserta en la Comunidad eclesial, o más bien, por encima de ella.
Intervino Pablo VI el 04/12/1963, recordando la aceptación del nuevo esquema y dando tres
orientaciones fundamentales a tener presentes en la redacción definitiva del mismo:
1) María debía ser vista y considerada como inserta en la Iglesia;
2) Debía considerarse igualmente como elevada por encima de todos los miembros;
3) Por fin, el Esquema debía ser aprobado, posiblemente, por unanimidad entre todos los Padres.
Durante la segunda pausa del Concilio (1963-64) el Esquema fue profundamente reelaborado, siendo
presentado en el aula durante la tercera sesión conciliar para su debate y aprobación definitiva. El
título del Esquema fue modificado: “la Bienaventurada Virgen Madre de Dios, María, en el Misterio
de Cristo y de la Iglesia”.
La votación y aprobación definitiva fue el 19/11/1964
3. La Mariología resultante del Vaticano II
Características de la doctrina mariana conciliar:
o La intención del Concilio no es proponer una doctrina completa sobre María y, menos aún,
zanjar cuestiones que todavía no están completamente aclaradas por el trabajo de los
teólogos.
o Los rasgos positivos de la doctrina mariana conciliar:
El misterio de María es visto y presentado, ya desde el mismo título del capítulo
VIII de la LG, a la doble luz del misterio de Cristo y del misterio de la Iglesia.
Se afirma vigorosamente la radical condición de peregrina en la fe que vivió María,
aun reconociendo la singularidad de los dones y carismas de que estuvo adornada.
Todos esos dones y gracias de María, son vistos, además, a la luz de su condición
de figura y prototipo para toda la comunidad eclesial.
Queda fuera de toda duda, la total y esencial dependencia de Mara respecto de
Cristo.
Se supera definitivamente el peligro de una Mariología aislada, situándola en el
contexto del misterio cristiano en general, y en el de Cristo y en el de la Iglesia.
Volvieron a una doctrina mariológica más bíblica y patrística, integró
conscientemente el Concilio toda la doctrina sobre María en un contexto y en una
perspectiva radicalmente histórico-salvífico.
Se afirma la doctrina mariana de la mejor tradición eclesial, vista e interpretada
desde unas claves: bíblicas, eclesiológicas, antropológicas, etc.
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La doctrina mariológica aparece en los restantes documentos conciliares, está toda
ella estructurada alrededor de dos ejes fundamentales: Cristo y la Iglesia.
- María aparece, ante todo, como madre del Salvador, asociada activamente a la
obra redentora del único Mediador entre Dios y los hombres, esclava y sierva
del Señor, en total y absoluta dependencia de Él.
- María, aparece, además, ejerciendo una función maternal respecto a la
Comunidad eclesial, para la que es, también, figura de la maternidad virginal a
la que está llamada la misma Iglesia.
C. La Mariología en el periodo posconciliar (1965…)
1. La crisis mariana posconcilio
a) Motivos y causas de la crisis:
o Antes todo, no se debe afirmar que la crisis se deba al Concilio
o Es preciso afirmar que la Mariología posconciliar tiene que ser situada en el marco más
amplio del contexto teológico del posconcilio: un contexto preocupado por la historicidad
del dato teológico, por la ortopraxis más que por la ortodoxia, y por el problema
hermenéutico.
o Factores que condujeron a la crisis:
La ley histórica de la acción y la reacción o ley del péndulo
La lógica repercusión que tuvo, en el campo de la Mariología, el cuestionamiento
de determinados contenidos doctrinales-
El renovado plan temiendo de los problemas relativos a la exégesis bíblica en
general, y en particular, la amplia gama de problemas existentes acerca de los
evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc 1-2), y de los textos marianos de Jn (2,1-12;
19,25-27).
El doble esfuerzo, antropológico y ecuménico, por acercar la figura de María, sea al
hombre de hoy, sea a los miembros de las Iglesias cristianas no católicas.
La secularización presente en todas partes.
La crisis mariana se dio mucho más en el nivel de los estudiosos y teólogos, que en
el nivel del pueblo sencillo.
2. Recuperación de la crisis
El influjo del Magisterio pontificio de Pablo VI: se tienen 315 documentos marianos del pontificado
de Pablo VI. En todos ellos se destaca ciertamente por el impulso renovador y por el impacto
doctrinal y pastoral que supuso en el campo de la Mariología, la Exhortación apostólica Marialis
cultus.
Juan Pablo II: tiene una parte decisiva en el renacer del fervor mariano. Su encíclica Redemptoris
Mater (25/03/1987) con el que se proclamaba el Año Mariano (1987-88), es un autorizado
comentario a la doctrina del Vaticano II sobre la condición del creyente.
3. Orientaciones y perspectivas actuales
Aparece con particular relieve y protagonismo la perspectiva bíblica
Una orientación patrística
Una orientación pneumatológica
Una orientación eclesiológica
La perspectiva unitaria, es decir, ubicar a María en el contexto global de la fe, en referencia al
conjunto de los datos de la fe.
Una orientación litúrgica
Una perspectiva ecuménica
Es sensible a la instancia antropológica
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