Nuestras Costumbres
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Nuestras Costumbres
NUESTRAS
COSTUMBRES
Cuando una verdad llega al mundo,
siempre es con el título de bastarda,
con vergüenza del que la engendra,
hasta que el tiempo, que no es padre,
sino partero de la verdad, declara al
hijo legítimo y vierte sobre su cabeza
la sal y el agua.
M i l t o n (D efensa del divorcio)
No es el placer, no es la naturaleza,
no son los sentidos los que nos co-
rrompen, sino los cálculos á que nos
acostumbra la sociedad.
B enjamín Constant.
M A D R ID
IMPRENTA DE RICARDO ROJAS
Campomanes, 8.—Teléfono 316.
1900
IN TRO D U C C IO N
desde un punto de vista menos influido por la contingencia unas teorías con sus contrarias, ha hecho inofensivo el iilo de
humana, tendremos que convenir en que es ley de la humani las doctrinas y la agitación y empuje de sus sostenedores y
dad que ésta deponga sus equivocadas opiniones y acepte combatientes para turbar la paz de los Estados. Así, hoy nadie
otras, que aunque acaso equivocadas también, estén más se asusta, ni debe asustarse, porque á alguno se le antoje
cerca de la verdad, porque á ella vamos conducidos como por pedir que se invente una máquina para volar el planeta, si
un hilo invisible, tropezando y cayendo muchas veces, pero así le parece conveniente, porque en la incesante barabúnda
con la infatigable terquedad del que no tiene otro fln que en que nuestra actividad intelectual nos sume, todo se oye y
cumplir y en su consecución pone todo el esfuerzo de que se todo se permite, y como son tantas y tan encontradas las doc
trinas que se predican, como son tantos los pseudo-profetas,
siente capaz.
Incalculable es el número de errores que se habrán exten como son tantos los vaticinios, todos estamos convencidos ya
dido con la libertad de pensamiento; ¿cuántas patrañas, cuán de que porque Fulano diga hache y Mengano diga erre, no se
tas ridiculeces, cuántos embustes no se han llevado por todas ha de cambiar el curso de los sucesos, obediente y sometido
partes, en triunfo con los honores de la verdad y de la ciencia? á una le y fatal, sobre la que no influye la vacía y gárrula
¡Qué mal se ha usado de este divino derecho! Convengo en palabrería de los charlatanes de feria.
ello; pero por su misma cualidad esencial, la libertad de pen *
samiento, hacía que el error durase menos en la inteligencia
de los hombres, aunque no fuera más que sustituyéndole con
otro distinto. En la antigüedad, en cambio, se medía por Pero si en el orden de los principios y aun en el orden le
siglos el curso de las ideas. Cuando una preocupación se en gal es lícito que alcen su voz los malos y los tontos para poder
tronizaba en un pueblo, era seguro que sobre él pesaría cente escuchar la de los buenos y los sabios, no sucede así en el or
nares de años, y los hombres verterían su sangre por él, reve den práctico de las costumbres, en donde la opinión social
renciándole como santa herencia legada por la tradición; era constituye un coactivo de más importancia de lo que parece á
seguro que si algunas conciencias se sublevaban contra la primera vista.
impostura de aquel principio funesto, no hallaría su voz con Lícito es, y permitido, á un hombre censurar los males que
diciones de resonancia para que, difundiéndose la protesta por á su parecer afligen á su patria; atacar por su base á las ins
lia sociedad toda, sirviese de aviso contra las inevitables con tituciones existentes, y predicar el advenimiento de otras más
secuencias del error, y de ellas la salvase. Hoy por fortuna se perfectas. La ley no le condenará, y en principio no hará sino
ha dado á la opinión individual tal importancia, que se la usar de un derecho atribuido á su conciencia. Pero, ¿cuántas
autoriza para ser expuesta en todo caso y sobre cualquier voces no se alzarán contra la suya calumniando su propósito,
tachando de impío, de opuesto el inmenso cúmulo de preocupa
materia.
Por esto, en la época presente, todo ciudadano puede cla ciones bajo cuyo enorme peso se hallan abrumados la mayoría
mar en la forma que tenga por conveniente contra los abusos de los hombres, á sus intentos de reforma y á sus pretensiones
de una institución ó contra la institución misma. Abundan con de mejoramiento?
este motivo la exposición de teorías nuevas, disparatadas ó ge Los intereses muévense con más energía que las ideas.
niales, de principios revolucionarios que si antes espantaban á L qs, hombres encarnamos mejor aquéllos que éstas. Por eso al
las gentes .porque venían á turbar la calma en que nos sumía el que combate una institución, créesele movido por algún inte
imperio de antiguos y venerados principios, el sosiego que de rés particular. El que niega lo que los demás creen, sólo puede
la aquiescencia general respecto de las cuestiones primarias y estar inspirado, según algunos, por el interés ó por la so
fundamentales era resultado, hoy las oímos como quien oye berbia.
llover, porque el choque de unos principios con otros, de Aunque todos reconocemos la ley del progreso, es tal nues-
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tro apego á las costumbres, que miramos con ceñuda expre proporcione la experiencia y con nuevas conquistas que le
sión á todo aquel que pretende interrumpir la monotonía de suministre la meditación; dudará unas veces, vacilará mu
nuestros hábitos ó la uniformidad de nuestras creencias. La chas, cuando piense sustituir la razón en las prácticas de los
risa, el escarnio, el insulto, el anatema, la calumnia, todo se hombres por la rutina que en ellas impera; juzgará cada vez
esgrimirá contra el por haber osado profanar con su mirada con más desapasionamiento y con más justicia las institucio
el arca santa donde se guarda misteriosamente el decálogo de nes humanas, cuanto más vaya despegándose de ellas por
nuestras convicciones y haber publicado su descrédito. ¿Por medio de la reflexión y de la crítica; estudiará cada uno de
qué no marchar al paso que todos? ¿Por qué no doblar la ca los hechos humanos en sus orígenes psicológicos, en sus cau
beza á la convención establecida? ¿Con qué derecho intenta sas generatrices; separará la parte de responsabilidad que co
mos descorrer el velo y mostrar la verdad á, los engañados rresponda al individuo en un acto suyo, de la parte de necesi
mortales? Si hasta aquí ha venido siendo así, ¿por qué ha de dad con que se le imponga su realización por efecto del medio
ser de otra manera? Pronto el atrevido se verá aislado, los de ambiente; en resumen, hará un estudio filosófico, y el resul
mejor voluntad le abandonarán, su vida será difamada, sus tado que obtenga deseará proclamarlo ávidamente, y se sen
negaciones se atribuirán á torpe deseo de disculpar sus críme tirá autorizado por el tiempo invertido en dicho estudio y por
nes, como si no fuera mejor máscara que ninguna la hipocre el fin transcendental é interesantísimo que representa.
sía, para andar por el mundo encubriendo y disfrazando la
*
intención, ni más cómodo recurso el pasar inadvertido y escu * *
darse con la legalidad, para faltar á la justicia.
El hombre es un animal venenoso. Dejadle seguir en paz Así se ha escrito este libro. Es un libro de experiencia y de
su trillado camino ; si os oponéis á su paso, os clavará el razón. Le han inspirado las ideas más sencillas,' los hechos que
aguijón. caen bajo el dominio de todas las inteligencias; esos hechos
No hay tarea más ingrata que la del satírico. Su celebri que se repiten diariamente y que, á fuerza de presenciarlos,
dad se verá amargada por la calumnia, su gloria mezclada dejan casi de tener un sentido para nosotros, y que están re
con la difamación. Los actos de los hombres, sus costumbres, lacionados, no obstante, con las grandes síntesis, con las gran
aquello que cae bajo el dominio del moralista y que podemos des ideas innovadoras, del mismo modo que los grandes he
achacarnos todos, es el punto más sensible de nuestra natura chos de la Historia tienen su fundamento muchas veces, y
leza moral, y cada picadura en esa parte levanta .ronchas están íntimamente relacionados, con los insignificantes y vul
mortiñcadoras é irritantes. En resumen, y para expresar grá gares que ésta desdeña con frecuencia narrar.
ficamente mi pensamiento, el que toca el sagrado de las creen Dice Castelar: «Para explicar la vida se necesita haber v i
cias y hostiga á los hombres en sus preocupaciones morales, vido mucho.» Y ¡cuánta verdad es! Para darnos cuenta de lo
es como el que se acerca á una colmena á sacar miel sin po que sucede á nuestro alrededor, para penetrar el sentido ín
nerse careta. timo de los actos humanos, de las pasiones, de los resortes que
No le arredrará esta animadversión general ni en poco ni mueven las voluntades, del secreto imperio de las costumbres,
en mucho, si en lugar de ir movido por torpe anhelo de muy se necesita, amén de una perspicacia analítica suficiente á
efímera popularidad, habla inspirado por el nobilísimo amor ello, el transcurso de los años, que depura á nuestros ojos, con
á la verdad. Encontrará en el orgullo de proclamarla el único su lenta influencia, la realidad que nos rodea, que esclarece
premio digno de su empresa. Su obra latirá en germen dentro el mundo moral, disipando las sombras que á modo de un des
de él mucho tiempo. De cuando en cuando sentirá sacudidas pertar perezoso entorpecen nuestra visión desde la cuna, im
de impaciencia por exteriorizar el tesoro que guarda en su pidiéndonos tener idea cabal, conciencia exacta de lo que se
pensamiento, que irá acrecentando con nuevos datos que le mueve á nuestro alrededor.
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Para comprender el mundo físico necesitamos de las cien Por eso, este importante apotegma de aquel genio inmortal
cias naturales y exactas ; para comprender el mundo moral de la novela, perdido y casi olvidado en uno de sus libros, era
necesitamos de esa otra ciencia tan exacta, tan matemática y el precursor, llevaba el germen de futuros y gloriosísimos sis
tan natural como aquélla que se lia bautizado con el humilde temas, que se habían de llamar determinismo en sociología y
y plebeyo nombre de experiencia, y que va conformando el en arte, y antropología criminal en la ciencia jurídica. Por eso
entendimiento para que distinga á través del tupido velo de en lugar de presidios, se había de pensar en sanatorios para
las convenciones sociales y de los falsos colores con que se encerrar á los delincuentes, y era lógico que así sucediese,
disfrazan y revisten, ya por nosotros, ya por nuestros seme porque derribadas las grandes columnas que simbolizaban el
jantes, la lógica de las pasiones. bien y el mal absolutos, socavados los cimientos de la ética,
Este estudio que hacemos á costa nuestra, que nos obliga de la ciencia moral, tenían que ser juzgados los actos huma
á ir dejando las ilusiones una á una según vamos andando ha nos con el indiferentismo científico con que juzga Taine la
cia arriba, lleva á los conocedores de la vida y de sus secretas historia, y con la benignidad compasiva con que estudia Lom
leyes, á burlarse de los teóricos y de los moralistas; esto es, de broso al delincuente.
*
los que pretenden explicar la vida por medio de una fórmula * *
exclusiva, y de los que predican un género de reglas nacidas
y derivadas de una idea metafísica, á que deben ajustar los Analizar nuestras costumbres, poner de manifiesto sus in
hombres su conducta, violando sus instintos y falsificando la sensateces, sus torpezas, sus abusos, su mentira; desenmasca
naturaleza. L a'vid a no es más que realidad. Bajemos á ella rar la naturaleza humana, mostrar la desnudez de sus nobles
desde las inseguras cumbres del idealismo y la metafísica, y instintos, no ahogados, pero sí oprimidos por el ropaje que la
estudiemos allí las leyes eternas, invulnerables, imperiosas, vestimos; señalar como indestructibles y eternos estos instin
fatales de la sociedad, como hemos buscado los principios que tos, y demostrar que todos los preceptos morales, tradiciones
informan las ciencias naturales, estudiando la caída de los y prejuicios, sedimentos de otra edad, desprovistos hoy de
cuerpos, el soplo del viento, la resistencia de las masas, el crédito é incapaces de inspirar fe, gravitan sobre nosotros
choque de las corrientes eléctricas y los resultados inevitables como techo agrietado que amenaza ruina y que nos aplastará,
y matemáticos de las combinaciones químicas. si no atajamos su decrepitud manifiesta, derribándole cuida
Ya supone Balzac, y antes que él los Fisiócratas, que las dosamente, según las leyes de albañilería, es una tarea que
leyes del mundo moral, de la conciencia, del pensamiento, de me tentó hace mucho tiempo y que me arrastró á la consuma
las pasiones, son tan fatales en sus consecuencias y en sus re ción de esta obra.
laciones, como son las naturales, matemáticas y físicas. Sólo Las primeras observaciones propias, individuales, que
depende su aparente diversidad de los múltipes elementos que yo hacía sobre los hombres y las cosas, carecían ante mí de
entran en su formación y desenvolvimiento, multiplicidad que autoridad por lo mismo que, fuerza es decirlo, venían á es
hace escapen á nuestra vista todos los innumerables factores tar muy en abierta contradicción con la moral imperante, de
que es preciso tener en cuenta para juzgar un acto humano ó la cual todavía costábame trabajo abjurar; pero frecuentes
para estudiar un hecho social. Porque así como en química lecturas vinieron á robustecer mis convicciones, y la opinión
podemos aislar el hidrógeno y ponerle en combinación con el autorizada de muchos sabios me sorprendió, dándome la razón
oxígeno para formar el agua, y por consiguiente, tener la con en multitud de juicios que yo anteriormente había formado. Y
vicción de que el nuevo cuerpo es el resultado de las activida era más importante esta aquiescencia, cuanto que muchas v e
des reunidas de los dos anteriores, no podemos en moral ni en ces, lo mismo el revolucionario que el tradicionalista, lo mis
sociología aislar los diferentes elementos que vienen á deter mo el católico que el protestante, que el ateo; lo mismo el mo
minar un acto ó un hecho. nárquico, que el republicano, que el socialista, convenían en
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ciología, como en todos los órdenes; negación que engendra
ciertas verdades y coincidían en cierto terreno: el de la ex
ese positivismo práctico, escéptico y envenenador, y que en
periencia, de donde yo sacaba mis principios.
gendra también el citado anarquismo, que viendo el estado
La experiencia del mundo moral, que no viene á ser sino
caótico en que nos hallamos, reniega de toda forma de organi
una parte de la experiencia del universo mundo,podía ser, por
zación y predica la destrucción de todos los organismos exis
lo tanto, origen de una enseñanza. Si á ella se había recu tentes.
rrido para extraer los materiales de las diferentes ciencias,
¡Todos anarquistas!, dice U. González Serrano. Todos lleva
¿por qué no se había de acudir para la construcción de otra
mos en el corazón ó en la conciencia la ruina de algún templo
que por su naturaleza necesitaba su auxilio inmediato y con
los restos de alguna divinidad derrumbada, algún pedestal va
tinuo? Es decir, ¿por qué en vez de fundar nuestra moral en
cio. En la manera como los hombres viven, hallamos huellas
principios metafísicos y absolutos, debidos á la caprichosa
desoladoras de esta anarquía moral, viendo que cada uno obra
inventiva de algunos filósofos, no la habíamos de fundar en
según su provecho propio y ajeno á toda máxima, cualquiera
los elementos que nos suministra el estudio de la natura
que sea, de moralidad. Porque si bien es verdad que en otros
leza humana? Si se había contrastado con una demostra
tiempos la perversión ha igualado y aun superado á los nues
ción práctica, y se había definido por medio de una represen
tros, en estos parece que el egoísmo, el mal, está como consa
tación gráfica el principio d éla caída de los graves, ¿por qué
grado y sistematizado por el espíritu de los tiempos, y se erio-e
no se había también de recurrir al estudio desapasionado del
el^ egoísmo en escuela filosófica (positivismo) y hay filósofos
hombre para fundar y definir los principios de la ciencia so
(Xietzsche) que predican y erigen en sistema la inmoralidad y
cial? Y aparece la sociología, ciencia eminentemente moderna,
la emancipación de todo principio altruista.
ciencia la más interesante de todas, si se atiende á que está
Si acudimos á lo intelectual, la confusión es mayor, porque
llamada á resolver el pavoroso problema social, que deja sen
allí se manifiesta como en ninguna parte la falta de ideal que
tir la necesidad de su resolución de modo tan urgente y ame
arrastre á todos en una misma dirección. En cierto modo es
nazador.
consecuencia de la multiplicidad de elementos que nos informa
Pero acontece que mientras unos con el repaso y mesura
Más ó menos bien avenidos, naturalistas, idealistas, clásicos
de una ciencia que empieza, echan sus bases y sientan sus
románticos, decadentistas, modernistas, degenerados; todos los
principios en una esfera superior y ajena á las agitaciones del
colores y matices del pensamiento artístico, hallan cabida en
momento (Spencer y los suyos), apoyándose en los tanteos y
la extensión y en el gusto del público. Los errores engendran
materiales que habían adelantado filósofos, que como Rousseau,
escuelas para disculparse, y alternan, no sólo con las existen
sólo de una manera incompleta trataron el asunto; otros, des
tes, sino con las antiguas resucitadas. Las unas se anatemati
cendiendo á terreno más práctico y popular, empuñan la tea
zan á las otras; á cada momento nacen nuevas concesiones y
incendiaria, como son los socialistas revolucionarios, y otros,
pronto se les da patente, porque como no hay interés por una
por fin, menos platónicos y más originales, más propios del si
determinada, á todas se les mide por el mismo rasero. En rea
glo, fundan esa secta, que es tal vez la que más vitalidad y
energía muestra en nuestros tiempos, hasta poder atribuírsele, lidad, poco se entiende, pero todo se juzga; todo tiene sus mo
como carácter peculiar, ese último matiz rojo del pensamiento mentos de boga, demostrando con esto el público, que lo mismo
le importa una cosa que otra y que rechaza el imperio, cual
que se llama anarquismo intelectual.
Y digo que esta secta es quizá la que más caractenza el si quiera que éste sea, y aborrece la '‘autoridad, venga de donde
viniere.
glo, porque basta echar una mirada por todo él para penetrarse
de que la nota esencialmente característica es la falta de ideal, Un autor de primera línea (1 ),aturdido, mareado, asustado,
la negación de todos los principios, de todas las enseñas, de to (l) B. Pérez Galdós.
das las doctrinas, así en política, como en religión, como en so
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casi, ante la rapidez con que se suceden estos fenómenos de lin dos somos anarquistas, todos somos revolucionarios, todos lle
terna mágica, ante la versatilidad del público y la inconstan vamos dentro alguna bomba que desearíamos lanzar y no lan
cia de los escritores, declara en un discurso académico, que un zamos por miedo; palpita en las mujeres, cuyos labios, su
libro corre peligro de parecer anticuado con poco que tarde misos á roda tiranía, á todo despotismo, murmuran por lo bajo
desde que se escribe hasta que se imprime, y otro que sigue en los oídos de sus amantes, en los oídos de sus esposos y en
con más agilidad la marcha de los acontecimientos (1), trata de los oídos de sus hijos palabras que revelan profunda desorga
acomodarse á las circunstancias, proclamando el principio de nización moral, absoluta falta de ideal, positivismo el más gro
la moda literaria, á la cual, según él, debemos sujetarnos es sero y desacato el más tremendo á la moral que confiesan en
trictamente y rechazar hoy el principio que proclamábamos publico; palpita en los gremios, esas asociaciones que buscan
ayer, porque así se le antoja á Juan ó á Pedro. la fuerza efectiva contra el poder efectivo, que son ya una or
ganización revolucionaria, como asimismo las huelgas, las
* imponentes y amenazadoras huelgas, fuerza nueva y descono-
* *■
cida, y palpita, por último, en la juventud, que, ó se entrega
Y así caminando entre esta descomposición intelectual de esclava en manos de la reacción y abdica de sus derechos en
poderes, en este aniquilamiento de toda fuerza autoritaria, in las cofradías, ó se arroja exaltada en pos de la nueva bandera.
diferentes en cierto modo á las luchas políticas, usufructuando ú como palpita en todos estos elementos y en muchos más,
y tolerando las formas arcaicas y anacrónicas de monarquía tiene que respirarse en la atmósfera social, como aire infla
é imperio como si no nos enterásemos de que existen, atentos mable que quema los corazones y los cerebros.
únicamente á la labor de socabar los cimientos de todo poder
y de toda autoridad en el orden de las ideas, preparamos la
*
revolución del porvenir que, como elaborada por un siglo sin
semejante en la historia, ha de ser diferente á todas las revolu La revolución francesa empequeñeció todas las revolucio
ciones; revolución que tendrá algo de suicida como engen nes habidas y por haber, les quitó fuerza, les ahorró trabajo.
d r a d a por el pesimismo de Schopenhauer, Hartman y otros: Todos los pueblos han gustado más ó menos de los frutos que
alo-o de redentora como profetizada por la voz apostolica de aquélla dió; de consiguiente, poco parecía quedar por hacer,
los Tolstoi y de los Dostoyuski; algo de apocalíptica, porque poco les quedaba reservado á las revoluciones políticas de los
señala en todo y por todo el fin de un mundo; mucho de huma Estados. Sobre todas las naciones brotó una bienhechora llu
nitaria porque viene á ser resumen y compendio de todas las via de principios filosóficos, lluvia formada con la evapora
ideas igualitarias; algo de criminal como caldeada por las bom ción de tanta sangre de mártires en el suelo de la Kepública
bas anarquistas, y por último, que tendrá carácter universal tí ancesa. Pero no bien á su bienhechor influjo nos hubimos
porque amenaza conmover con su vastísimo programa y co hecho, empezamos á notar que, ó no habíamos dado el golpe
losales principios, hasta las entrañas mismas del planeta. de muerte á la tiranía más que en apariencia, ó de entre tanta
ruma surgía otro tirano, apretando el yugo más despiadada
*
* * mente que nunca, y ya no se llamaba rey, ni nobleza, ni clero,
sino que se llamaba dinero.
Estamos tan advocados á ella, que se sienten ya sus prime ¡Dinero! Un elemento en cierto modo democrático, pues el
ros estremecimientos, como los primeros rugidos de nn temblor dinero capaz es cualquiera de poseerlo. En la Declaración de
de tierra P a t it a en todos: en los hombres, que sordamente to- los Derechos del hombre, en los principios revolucionarios, no
se proscribía el dinero, como el despotismo, como la intransi
(1) Verdes Montenegro.
gencia ó la intolerancia, antes bien, las ciencias del siglo xix,
INTRO D UCCIÓ N 17
n u e s t r a s co stu m br es
16 Repúblicas, y á éstas alzarse sobre los Imperios, y engrande
y"en particular una <,uc parece crearse can M t s to cer su nombre y sus territorios á costa de las decrépitas y
giVo objeto, la Economía Política, lo elevan, lo dignifican y lo ruinosas potencias tradicionalistas, que tratan, al caer, de
consideran como poderosísima palanca social. De suel te que buscar una postura heroica, estatuaria, honrosa, aunque á v e
el toano es consagrado por ella y no hay modo de rebelarse ces no la encuentren.
contra él, porque hasta algunas ciencias, como la teoria dar Ganadas de una vez para siempre las libertades públicas,
winiana que rompía lanzas contra el dogma, y que, p i conquistados los derechos naturales y ofreciéndose como ga
tanto era democrática revolucionaria, dejan de militar en fa rantía de progreso la aceptación lenta y gradual de todas las
vor del lado débil del género humano y derivan conclusione instituciones nuevas, estaban acalladas las pasiones políticas
(el aristocratisme positivista, la lucha por la existencia), qu de los pueblos.
consagran la victoria del fuerte contra el débil, y por un mo Ya no acompaña á cada nación el carácter propio de su
mento0 creemos deber resignarnos con aquel razonamiento que forma de Gobierno, sino que ésta subsiste por una especie de
se invoca para defender la desigualdad social de que en el capricho de los pueblos, por un olvido de los ciudadanos, ocu
mundo es preciso que haya pobres y ricos, y que unos es á pados en la realización pacífica de su destino.
destinados á mandar y otros á obedecer, principio de que si Castelar, el insigne político, confesaba su asombro en pre
negasen á convencerse las clases menesterosas, las desencade, sencia de los acontecimientos europeos de estos últimos años.
mana contra las opresoras y vendría á ser la teor.a más Entre oti'os sucesos, le parece estupendo el que todo un
francamente anarquista que se hubiere proclamado Czar de Rusia proponga el desarme universal. No le parece
Pero así como en aquella célebre «Insurrección del a„ua , verosímil que una potencia tan esencialmente militar procla
ésta tiende siempre á alcanzar un mismo nivel asi la humani me en Europa semejante principio, propio más bien de nacio
dad está condenada á no hacer otra cosa que buscai el ape nalidades modernas sin tradición y sin poder, como no le pa
cido nivel de libertad é igualdad, que constituye su fin unico rece verosímil que un pueblo como la República norteameri
y cuando siente el peso de una nueva tiranía, se dispone á cana, que ha proclamado el derecho y la justicia á la faz del
combatirla. Y conociendo que el arma de nnestros tiempos no mundo entero, que ha sido por tanto tiempo la personificación
es otra que la razón, la lógica, la d.scusion científica, en fila de los nuevos ideales de paz y de razón, olvide su papel de
zos suyos se arroja, segura de que encontrará consuelo a sus pronto y manifieste ser empujada por la codicia para despo
cuitas y fortaleza para el combate. seer á un pueblo débil de sus territorios, y se arme como P o
“ a la menos que on la Repúbdo Platón se enonen.r»
tencia bélica y corra ansiosa en busca de una reputación m ili
el abolendo, ol panto de partida, el agna bautismal oon que tar; como no le parece creíble que un pueblo cual Inglaterra,
va á rociarse á la nueva ciencia, á la nueva religión, mejoi empapado de los ideales modernos y en las ideas emancipado
dicho al nuevo programa social, que como todos los principios ras, pronuncie por boca de uno de sus Ministros la sentencia
innovadores de tal transcendencia, primero hacen reír a las de muerte á España, proclamando la inhumana teoría de que
o-entes y luego las hacen temblar. . las naciones débiles están destinadas fatalmente á ser devora
° Á un tiempo trabajan la evolución y. la revolución; aque das por las grandes Potencias.
lla como más propia de los presentes tiempos; ésta, como co Lo que demuestra lo confuso de los caracteres que bajo su
mún á todos; ésta amenaza, aquélla templa; la una asusta y forma de gobierno revisten los pueblos, el estado caótico de
la otra garantiza, y mientras tanto, como he dicho, los horn los principios y de las teorías que hoy encarnan aquí y ma
bres no se cuidan de los ideales políticos que les hacían antes ñana más allá, y sobre todo, el valor puramente convencional
apetecer los fragores del combate. Miran indiferentes esta o y nominal de los nombres de las naciones.
la otra forma de Gobierno, porque no cabe ya en ellas el anti- El asombro, la sorpresa, han dependido no más que de to
o-uo despotismo, y se ve á los Imperios confraternizar con las
2
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mar por realidades todas esas formas decorativas de imperios nueva, á los que predican el nuevo ideal que tanta falta hace
y monarquías con que se adornan aún algunas naciones mo á esta sociedad agonizante. Los parlamentos ábrenles sus
dernas, en las cuales, como en todas las demás civilizadas, puertas, el pueblo escucha sus discursos; en el teatro se aco
palpita la democracia, y está de hecho implantado el parla gen sus manifestaciones con hondos extremecimientos de emo
mentarismo, y se respira el ambiente de libertad esparcido por ción; sólo la religión les sale al encuentro cargada de anate
el mundo desde fines del siglo pasado. De poco sirven esos mas y maldiciones; sólo la religión permanece ceñuda ante
títulos ostentosos, puramente nominales; de poco sirve el fasto este movimiento anhelante de la humanidad hacia un ideal
de los reyes, encerrados y maniatados en sus doradas cárceles, nuevo, y prepara sus cárceles, y dispone sus hierros para car
así Como el Papa en el Vaticano. Un exceso de indulgencia de gar con ellos las manos de los nuevos apóstoles. Sólo la reli
los demócratas les ha permitido v ivir, instalarse junto á los gión, con la impasibilidad de un ídolo indio, se opone al paso
nuevos poderes; un resto de amor á lo pasado conserva los de la humanidad, con sus eternos dogmas y con su entronizada
palacios de la antigüedad como museos, y á los monarcas como é inflexible intransigencia, queriendo todavía la dominación
maniquíes para sostener en sus hombros, á modo de curiosi universal bajo las formas ancestrales de las edades bárbaras,,
dades históricas, los mantos reales. Todo un mundo antiguo sin tener en cuenta que es impotente todo poder humano para
está ahí sobre el tinglado de la realeza y del trono, represen detener la marcha de los hombres hacia un ideal de libertad
tado en muñecos que se mueven desde abajo como los polichi y progreso. Sin tener en cuenta que sólo con una flexibilidad
nelas de feria. Así se explican esas revoluciones sigilosas, acomodaticia podrá seguir por algún tiempo imperando sobre
como la del Brasil, en que, sin sangre ni ruido, imanación se las conciencias, y que no podrá siempre adaptar á su intran
acuesta imperio y amanece república. El espíritu moderno sigencia un mundo en que todo cambia, en que todo se re
escamotea con la calma del prestidigitador las figuras de ese nueva, unos tiempos en que las generaciones han mamado
histórico retablo cuando se ha cansado de contemplarlas. el odio á los tiranos, y un siglo en cuyo comienzo han cir
culado por los horizontes europeos los más heterogéneos gritos
*
* * de emancipación, que, como los relámpagos en cielo cargado
de corrientes eléctricas, anunciaban la tempestad, el derrum
Pero no se crea, porque nos detenemos un punto á consignar bamiento de todo el formidable mundo antiguo á los golpes
estas conquistas del progreso, que bastan ya á contener nues gigantescos de una colosal y nunca imaginada revolución
tras ansias de mejoramiento, enardecidas por las predicaciones universal.
de los modernos apóstoles y por los vaticinios de los nuevos L a clase sacerdotal va como impelida por una fuerza ex
profetas. Un extraño y evidente malestar nos acosa á todos, traña, á su propia destrucción. Como si quisiese hacer alarde
impulsándonos hacia cualquier estado social distinto del pre insultante de todas las demasías y ridiculas prácticas de su
sente. Las ciencias, la filosofía, las artes, todo, en fin, ha de degradante superstición, en vez de asentar su poder sobre la
hacerse la expresión del ideal nuevo, predicando docti-inas moralidad y el decoro, sobre un rito depurado de todas sus
redentoras, profetizando un nuevo estado de cosas que hará antiguas pequeñeces, multiplica sus escándalos y pide la im
más felices á los hombres. La nueva creencia va tomando los punidad para sus escandalosos, quiere ejercer en el pensa
mismos caracteres que las antiguas religiones á su aparición: miento una tiranía insostenible, una pugna constante contra
hombres que hablan y viven como profetas, destacándose del la razón, y desciende á las prácticas más estúpidas, como la
positivismo reinante ; mártires que dan su sangre enardecidos de poner una estafeta celeste en las iglesias, donde los fieles
por ciego fanatismo, y que consideran la deshonra como un depositan sus memoriales dirigidos.á tal ó cual santo.
timbre de gloria que ha de respetar la posteridad. Por todas ¡A y del pueblo que cae en esta debilidad intelectual, en
partes se recibe con júbilo á los mensajeros de la doctrina esta degeneración moral! La superstición en las naciones se-
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IN T R O D U C C IÓ N 21
exacerba en los momentos de decadencia, como los enfer
mos se ven atormentados por delirios en los momentos de los acontecimientos sociales, como un cálculo biliar interpuesto
fiebre. en el organismo humano puede hacerle sucumbir! Nadie es
•i capaz de predecir lo que sucederá, porque cuanto más compli
* *
cado es un organismo, se multiplican hasta el infinito las com
Pero no es éste el único síntoma de desorganización. Los binaciones que sus leyes pueden afectar y los efectos que estas
corifeos del siglo han señalado las moradas de los ricos como combinaciones pueden producir.
propias al saqueo y â la rapiña. Se les ha dicho á los misera
*
bles: «Todo eso se os está usurpando, es tanto vuestro como * *
de aquellos que lo poseen; no hay razón ni ley divina ni hu
mana que os impida considerar su posesión como un despojo N i son esos tampoco los únicos gérmenes de destrucción. La
que se os hace. El derecho no es más que la consagración de renovación amenaza ser más extensa, y el derrumbamiento
ese despojo.» ¿No es esta la voz de indisciplina? Estamos v i más general que lo que llevamos estudiado; porque si la ra
viendo tranquilos por un milagro de equilibrio, una vez rotos zón de haberse derrumbado las antiguas instituciones políticas
los fuertes pilares que sostenían la moral y el derecho an estriba en la negación del principio divino en que se asen
tiguos. taban, si el motivo de su descrédito lo trajeron las escépticas
A pesar de todo esto, y tal vez escudados por ello, los reac doctrinas y burlas de Voltaire, los razonamientos de Rousseau,
cionarios se agitan más nerviosos que nunca, creen llegada su la obra en fin de los enciclopedistas, desacreditadas estaban
hora, se aprestan á entrar en acción, y se sirven de esta misma ipso facto todas las demás instituciones que en aquel princi
dispersión de elementos, de este estado semicaótico, en que pio se fundaran, y por él estuviesen consagradas y manteni
las doctrinas más contrarias encuéntranse y chocan, para das. Si la propiedad se fundaba en razones jurídicas, y á la
profetizar un retroceso, para predicar su desprestigiada doc luz de principios jurídicos hemos condenado su origen, la he
trina, para explotar la insensatez de las gentes, haciéndose mos atacado por su base; si el matrimonio se fundaba en prin
fuertes en el terreno ganado merced á la atonía y tolerancia cipios religiosos, y esos principios religiosos los hemos recha
generales. zado por legendarios, por míticos, hemos destruido el matrimo
¿Quién sabe si esto mismo no es una ley evolutiva? ¿Quién nio, y si en el matrimonio se funda la familia, hemos destruido
sabe si esos mismos hombres no son instrumento ciego de la la familia.
ley del progreso y equilibrio sociales? ¿Quién sabe si ese mo Nadie, pues, se espante si digo que las instituciones que en
vimiento reaccionario que se observa en Europa entera no está este libro estudio están heridas de muerte.
destinado á proteger con una concentración de fuerzas esa lenta Pero si á las instituciones políticas les tocó ser derribadas
desorganización social, como se protege la retirada de un ejér por la revolución, á las sociales les estaba destinado serlo por
cito? ¿Quién sabe también si, torpemente ejercida, esta ga lenta y gradual evolución, según exigía su propia y peculiar
rantía, esta protección, no acelerará los acontecimientos y , naturaleza.
terminará todo con los horrores de la matanza y del saqueo, No hay mayor tiranía que la de la costumbre. Perpetúa entre
con una nube de sangre y de humo que obscurezca por largo nosotros los mayores absurdos y las más disparatadas prác
rato la luz del sol, conmoviéndose el planeta al fragor de la ticas. La costumbre es una razón suprema. Nos hace mar
guerra más espantosa que registre la historia: la guerra de char como esos forzados que caminan en hilera amarrados
hordas hambrientas, salvajes é indisciplinadas? por el cuello unos á otros, cuyos movimientos están depen
¡Tan cierto es que las pequeños causas producen los gran dientes de los movimientos de los demás.
des efectos, que un grano de arena puede variar el rumbo de Así como las revoluciones en política son hacederas y sus
ceptibles de consumarse en breves momentos al estallido de
22 N U E S T R A S C O ST UM R K BS IN T R O D U C C IÓ N 23
la pólvora; así como las Constituciones pueden ser rasgadas hojas, y si alguna flor se ostenta entre ellas, sigue luciendo por
por el plomo y el acero, y dictarse otras que las sustituyan, en breve espacio sus colores y aun esparce aroma y encanta los
el fragor del combate, y antes de enterrar á los que las defen ojos, pero al cabo, por ley fatal, sus hojas palidecen y caen
dieron, la revolución en las costumbres no puede nunca ser secas, faltas de los jugos que las nutrían, y los pótalos de la flor
efectuada con esa sorprendente rapidez, y para su consuma son esparcidos por el viento á encontrar separados las tristes
ción se necesita que, ó surgan pueblos nuevos, razas exóticas palideces de la muerte; de igual suerte aquellas instituciones
que, mezclándose con las naturales, las infundan con su sangre que vivieron largos siglos, cuando se arrancan sus raíces del
sus nuevos usos; ó el lento trabajo de los siglos que transfor corazón y de la conciencia de los hombres, están destinadas á
ma toda Ja naturaleza, sometida á su influjo. Pero no por su perecer, aunque por el momento parezca que no hayan perdido
lentitud liemos de dudar de que tales evoluciones se verifican, nada con ser separadas del terreno del cual tomaban los nu
no porque no las hayamos de ver consumadas en nuestro corto tritivos jugos.
tránsito por el mundo, porque tampoco vimos las transfor *
maciones geológicas del planeta, y son dogma de fe científico. * *
Aunque parezca increíble, los factores de resistencia de la
costumbre son más fuertes que los factores de resistencia de La evolución en esta materia también es democrática, tam
las instituciones políticas. Lo que perpetúa los usos de un pue bién es de abajo á arriba. Los más propensos á abandonar cier
blo, es la misma inconsciencia con que los practica. A fuerza tas costumbres son los plebeyos y humildes, porque están
de repetir una palabra acabaremos por perder su significa menos ligados por tradiciones, prejuicios y convencionalismos.
do, y á fuerza de repetir una costumbre acabaremos por per ¿Quién duda que tendrá mayor empeño en conservar limpio
der su razón filosófica, porque el uso cotidiano nos la ofrece de toda mancha el apellido de su padre, y tratará más imperio
en su aspecto exterior y nos la oculta en su índole esencial. samente de perpetuar su raza por legítimo enlace y sucesión
Para desarraigarla se necesita la reflexión, pero la reflexión el aristócrata lleno de timbres y blasones, cuyo título suena
en sociedad es ocupación de unos pocos. La multitud se lanza por toda una nación y se considera como archivo de memorias
al torbellino de la vida, aturdiéndose con su heterogéneo ru ilustres y santuario de inmortales hechos, propiedad y patri
mor y deslumbrándose con sus multicoloros rayos. La reflexión monio de su misma patria, que el obscuro desheredado, que
desgasta, entristece, amarga, y la multitud quiere la tenue nació en un rincón al abrigo de la beneficencia, é ignora cuá
alegría de los pasatiempos ligeros y frívolos, que cubren con les sean sus padres, é ignorándolo, éstos no le han podido le
un débil pero florido velo las negruras, las asperezas, los abis gar ningún ejemplo que seguir, ni ninguna institución que
mos de la vida. Por eso la costumbre se salva de su enemiga la respetar?
reflexión y opera sobre las muchedumbres, como sobre masas Parece que por un decreto antiquísimo de la Providencia,
brutas, que se mueven por leyes que ignoran. Al mismo tiempo la obra sublime del progreso les está encomendada á los po
se manifiesta con carácter de necesidad inexorable. En la ver bres y humildes, á los parias; como parece también que los
tiginosa marcha á que nos fuerzan y nos impulsan los intere grandes, los ricos, los poderosos, están condenados á verse pe
ses y las pasiones, no nos podemos detener á discutir lo esta riódicamente desposeídos de sus privilegios, arrollados por la
blecido, y lo acatamos bueno ó malo como lo encontramos por ola democrática, á vacilar y caer de allá sus vertiginosas al
temor á mayores perjuicios, hasta que nos ordena variar la turas, á verse, en fin, siempre derrotados y vencida su estéril
dirección de nuestros pasos una superior voluntad y una más y odiosa resistencia, porque, según frase de Castelar, si las
•esclarecida razón. victorias pequeñas, transitorias, pasajeras, son de la reacción,
Por esto su desaparición es más lenta, y así como la planta las grandes, gloriosas, definitivas y transcendentales, son y
arrancada de cuajo no pierde por el momento el verdor de sus serán de la revolución; ó en otros términos, si las victorias pe-
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17 de Octubre de 1899.
CAPÍTULO PRIMERO
Jamás, ni en nuestros días, ha gozado de verdadera en teoría, aunque en la práctica sigue casi en el mismo
libertad. ¿Qué enigma indescifrable ofrece esa criatura, estado. Hombres eminentes de este siglo han sostenido
embeleso nuestro, para desorientarnos é impedirnos que la mujer, dotada de un cerebro para pensar y de un
colocarla en el puesto que le corresponde? T a l vez ese corazón para sentir, sería otra cosa muy distinta de lo
mismo encanto que produce sobre nuestros sentidos, que es si se la tratase de otro modo que se la trata; pero
ofusca nuestra razón cuando se trata de señalar su des nuestras instituciones políticas distan mucho de andar
tino en la realidad de la vida. de acuerdo con los sabios.
En los tiempos modernos, mejor dicho, en los con Los Códigos mismos, que parecen jactarse de haber
temporáneos, si hemos de tener en cuenta para ju zgar hecho conquistas en el terreno de la emancipación, con
á la mujer los juicios que sobre ella emiten los poetas, tienen los contrasentidos más absurdos. A l lado de un
los filósofos, los pensadores, los literatos, etc., etc.; artículo en que se concede la patria potestad á la madre,
hasta los simples mortales que no tienen ninguno de esos se escribe otro en que se la manda seguir al marido á
títulos, nos veríam os en g ra v e aprieto para poder emitir todas partes donde quiera llevarla .
un juicio definitivo. Unos la pintan como un sér perfecto L a patria potestad, ¡qué significa en una mujer, si los
y superior al hombre por su hermosura m aterial y mo hijos sobre quienes la ha de ejercer valen más que ella,
ral. En esta creencia se inspiran los escritores que, intelectualmente, á los quince años!
como Michelet y S. Catalina, no tienen más que alaban Pero la más positiva de todas las esclavitudes que
zas é idealización para ellas, sin duda creyendo honrar sufre la mujer está en su incapacidad para ganar dinero.
las de esta manera. Y o creo que se les honraría más L a mujer de un alto funcionario, de un Ministro, por
dándoles libertad y educación. Otros, principalmente ejemplo, cuando se queda viuda, como no haya aho
los libertinos, que creen que la única misión de la mujer rrado su marido un gran capital, cosa que no es tan
es agradarles á ellos y guardarles fidelidad, dicen de fácil hacer aunque se llegue á esos altos puestos, como
ella pestes y le achacan toáoslos defectos humanos. V i vemos todos los días, no puede atender á la educación de
ciosa, falsa, traidora, interesada, sucia. A éstos les sus hijos, cae de un golpe de la opulencia en la pobreza,
hacen coro literatos que, como Quevedo y Vargas y esto sucede casi siempre en la clase media; el marido
Ponce, se han inm ortalizado insultándolas, y filósofos se lleva la lla v e de la despensa, según se dice, y los
que, como Schopenhauer, la creen inferior al hombre huérfanos y la viuda tienen que salir adelante con la
hasta en hermosura, y la llam an inestètica. Los más tie limosna más ó menos disfrazada. Y eso que, atendiendo
nen opiniones incompletas ó exageradas de la mujer, y á este problema, el Estado subviene á las necesidades
comprendiendo que les es precisa, la toman como es. de estos infelices por medio de las viudedades, orfan
H ay quien se pasa la vida suspirando porque las muje dades, etc., que todos sabemos lo insuficientes que son y
res son inconstantes, y hay quien se la pasa riéndose de que, cargando el presupuesto enormemente, no cumplen
ellas y calumniándolas. Si les preguntasen á los hijos, su objeto.
todas las madres son buenas, la cual opinión no puede Sobre no llenar su fin los derechos pasivos, están
menos de ser apasionada, porque están muy lejos de lle combatidos constantemente y se intenta suprimirlos con
gar á la perfección. mucha frecuencia, porque en realidad no tienen razón
En los tiempos actuales, la cuestión parece resuelta de ser, pues si el Estado paga al funcionario su trabajo
32 NU ESTRAS COSTUMBRES
36 N U ESTRA S COSTUMBRES
C O N D IC IÓ N D E L A M U JER 37
perpetua para conservar intacto su honor, que es el
la vida; condenando sus facultades á un perpetuo sueño,
salvoconducto que se le exige para circular libremente
ocultándoles y haciéndoles imposibles la apreciación de
por la sociedad.
las obras de arte, las grandes emociones que ocasiona
Pero no todas resisten y luchan de la misma manera.
su cultivo, así como la explicación del mundo en que
Sus pasiones, sometidas á la inmensa presión de todas
viven , por medio de la ciencia, cosa á que no son reb el
las prohibiciones á que se hallan condenadas, son fuego
des ni muestran aversión según opinan algunos falsos
devorador que reduce su alm a á pavesas ó estalla en
observadores de la naturaleza femenina; además de
form a de licencia y libertinaje. No se concibe sino com
esto, les reservamos los oficios más viles de la sociedad.
prendiendo que les imponemos hábito de fingir, cómo
Hacemos de nuestras madres, hermanas y esposas, cos
soportan todo ese peso y no llega un día en que, rom
tureras, lavanderas, modistas. Las dejamos que barran
piendo la máscara, enseñen el rostro. Semejante coac
nuestro cuarto, que hagan nuestras camas, que limpien
ción no tiene más remedio que embrutecerlas ó corrom
aquelLos objetos que nosotros desdeñaríamos tocar, y las
perlas; hacerlas mártires, perversas ó bestias.
metemos en la cocina para que empuñen el cazo y la
Y a decía Espronceda:
sartén.
Hermoso sér, para llorar nacido Miente el que diga que tales faenas son las que ha
ó vivir como autómata en el mundo. destinado. Dios á esas criaturas, á quienes tributamos
miserable adulación, cuando sentimos que encienden el
De suerte que esa infidelidad que los libertinos re
ardor de nuestros sentidos. Y prueba de que mienten es
prochan á la mujer, esa inconstancia, esa perfidia, esa
que todas las que pueden se emancipan de ese triste es
vileza , esa falta de corazón, esa doblez que tanto abun
tado por medio del oro. Sólo á espíritus burgueses y ado
da en ellas y tan triste efecto nos produce, son en mu
cenados puede ocurrírseles semejantes despropósitos.
cha parte obra nuestra, consecuencia del lugar que les
Ved á la mujer de la aristocracia. ¿L ava sus ropas, frie
asignamos y de la esclavitud en que las sumimos.
ga suelos, vierte orinales? Pues indudablemente no cum
Observad si no á los esclavos; qué maña adquieren
ple su destino, según el modo de pensar de algunos. Es
para engañar á sus dueños, á qué recursos acuden. Del
cierto que está muy lejos de cumplirle, pero por otras
negro siempre se espera la traición y el fraude. Conse
causas muy distintas. También ellas tienen su esclavitud
cuencia natural de lo injusto de su estado es que abri
como las otras, pero no de tan baja índole.
guen odio al tirano, que se perpetúa de generación en P a ra ellas reservam os todos los dolores; nosotros nos
generación hasta que llega el tiempo de reconquistar su procuramos todas las alegrías. Salimos de casa, al café
independencia. Pues lo mismo la mujer. Encubre un odio
ó á paseo; ellas se quedan dando, entre dolores, de m a
secreto contra el sexo masculino que se traduce en un mar al niño. Estamos durmiendo por la noche y alguna
deseo innato de dominación por medio del ardid. criaturita llora: ellas dejan el lecho y van á acallarla;
Y no es otro que el de un esclavo, el de un ilota, el
ese es su destino. Gastamos nuestro dinero locam ente y
de un paria el puesto que les asignamos en la vida. A d e ellas lo ven marcharse tristes y sobresaltadas, sintiendo
más de la degradación que las imponemos al privarlas
llegar la miseria; ese es su destino. Nos divertim os lin
de esa ciencia, recreo de la im aginación; de los goces
damente con las mujeres que nos parece; sostenemos
del espiritu, única cosa que pueda hacer algo agradable
una amante, dos, una doble fam ilia; deben verlo con
S8 N UE.S'l R A S C O STU M B R ES
de política ni tienen voto en las elecciones, y, sin em rrir modestamente por la calle para ir á ganarse el sus
bargo, hay muchos diputados hechos por ellas; no en tento con el fruto de su trabajo.
tienden del arte de la guerra, y á pesar de esto, algunos Pero no está reservada esta tiranía á las cortesanas,
generales les deben sus fajines y otros los esperan de á las mujeres que comercian con su cuerpo únicamente;
ellas; no pueden ser empleadas, ni juezas, ni ahogadas, también nuestras honradas tienen parte en ella.
ni médicas, y no obstante, en algunos negociados impera Muchas casadas dominan de tal modo á sus maridos,
una mujer, y los magistrados sienten más de lo que de que por ellas indudablemente se inventó aquel dicho de
bieran su influencia, y los médicos procuran agradar á «si tu mujer quiere que te tires por el balcón, pídele á
ella antes que al marido; y si por acaso se las antoja Dios que sea bajo». Cuando caemos bajo el dominio de
sentir una enfermedad, que necesite una temporadita de una mujer, bien puede decirse que hará de nosotros lo
baños, el doctor, pobre padre de familia que necesita que quiera. Amigos, aficiones, bienes, parientes, á todo
conservar su clientela, no podrá contrariar á la hermosa tenemos que renunciar por su omnímoda voluntad, y
dama, que exige de él imperiosamente este pequeño ser muchos de los que se ríen de la emancipación de la mu
vicio. jer y la consideran como sér v il é inferior, no pueden sa
Nuestras actrices tienen más parte de la que pudiera cudir el yugo con que les hace inclinar la cerviz. Recor
suponerse en la distribución de las fortunas. Muchos demos aquel personaje de Daudet en el Nabab, aquel
acaudalados han dejado de serlo al solo capricho de judío que vendió á su antiguo amigo «por conservar la
estas hadas, y Sus millones han pasado á enriquecer la paz de su casa», como él decía, y el personaje de L ’In -
industria y el comercio en un abrir y cerrar de ojos. mortel, que todo lo que era lo debía á su mujer, y aquel
Pudiera llamárselas diosas de la igualdad, mágicas ni otro veterano de Trafalgar, que deseando ir á pelear en
veladoras y vengadoras de las injusticias sociales. Es los mares, temblaba á la aproximación de la suya, y mil
asombrosa la virtud que tienen. otros vivos que andan dispersos por esos mundos, los
Ved á una de estas graciosas tiranuelas forrada de cuales, unos consciente y otros inconscientemente, son
pieles, repantigada en su coche, aposentada en su juguetes, instrumentos de las pasiones más ó menos bue
palacio, recibiendo homenaje de las gentes, con la cons nas de una mujer.
tante adulación del lacayo, que se quita el sombrero No deja esto de abogar en cierto modo en favor de
para dirigirles la palabra, á quien algunas de ellas no ese sexo desvalido y postergado que, sin embargo, mues
miran con mala cara y de quien otras hacen su favorito; tra pericia y habilidad suficiente para coger las riendas
vedlas pasearse con majestad de reinas, disfrutar su y regirnos á su capricho; por más de que algunas veces
fortuna con la tranquilidad de quien jamás se ha pre esta tiranía femenina se ejerce más por inferioridad del
guntado en virtud de qué derecho, en premio á qué me hombre que por superioridad de la mujer.
recimiento, en pago de qué servicio social disfruta de Exageramos mucho cuando señalamos los grados de
todas aquellas riquezas y prerrogativas. inferioridad de ésta con relación á nosotros, porque, á
Y en cambio, salpicado por el lodo de su carruaje, decir verdad, poca es la diferencia. A l hablar de la igno
casi atropellado por los caballos de estas divas, ved tam rancia y del envilecimiento femeninos, sentamos una
bién, como yo he visto, á un hombre eminente, á un pro presuntuosa hipótesis en favor nuestro que hace reir.
fundo filósofo, Jefe en otro tiempo de la Nación, discu ¿En qué consiste esta pretendida superioridad? ¿Qué
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C O N D IC IÓ N D E L A M U JER
tiene el hombre sobre la mujer? ¿Algunos derechos c iv i usurpado á la sociedad lo que le pertenece? ¿Quién será
les más? ¿Derechos políticos? ¿El ejercicio de una profe tan iluso que crea que todo ese ardor que les empuja á
sión? Y ¿qué es todo esto? codiciar el poder se lo inspira el bienestar de sus conciu
Para obtener un título que el día de mañana nos
dadanos, y que todo ese apetito de honores, tiene por ob
sirva de lucro, estamos la tercera parte de nuestra vida jeto el bien público y no el provecho suyo? Si tal fuera,
adquiriendo conocimientos que en la m ayoría no dejan cuando soñamos con todo eso, tendríamos puestos los ojos
sino ligerísima huella, el estricto aprendizaje de un tec en nuestros semejantes, consideraríamos nuestro porve
nicismo que nos sirva para manejar nuestros asuntos. nir como una serie de ímprobos trabajos, y no le consi
Lo único que pudiera sernos saludable para el espíritu, deraríamos como nuestra esperanza y el interés de
la ciencia pura que despierta en nosotros la sed insacia nuestra familia. Si algún bien resulta á la ciudad, será
ble de saber, de penetrar los secretos de la naturaleza, de rechazo, porque, en último término, cuando llevamos
empujándonos á consagrar toda la vida á este sublime á cabo algo beneficioso para nuestros conciudadanos, lo
objeto, ¿se desarrolla en la mayor parte de los hombres? hacemos para acreditar nuestra valía, y demostrar que
No. Si por un momento la ciencia nos ha hecho entrar
somos dignos del puesto que ocupamos y de los honores
en su divino recinto, la sociedad nos ha reclamado otra
que nos conceden, por recibir homenaje y adulación.
vez, inculcándonos todos los virus que pueden gangre- He aquí el por qué de la dominación femenina en
nar el alma humana, la envidia, la lujuria, el ansia de muchos casos. Su mayor habilidad para la intriga, su
poder, el deseo de falsos honores, etc., etc. Son pocos los menor escrúpulo para esas transacciones morales tan
que viven aislados entre las muchedumbres, entregados provechosas, su conocimiento de los resortes que mue
á la especulación abstracta, al cultivo del arte, á los ven las voluntades, su misma degradación, que les da
placeres sanos del hombre normal, educando su espíri mayor agilidad que á nosotros, para maniobrar en el
tu, tratando de elevarse de este fango, al que nacemos fango, les hace adquirir profundo conocimiento de la
pegados. Y aun de éstos la sociedad tira siempre hacia granujería que nos rodea, de la picardía que se necesita
abajo con esa especie de prolongación de la ley de la
para escalar altos puestos, ganando voluntades.
gravedad, que existe en el mundo del espíritu. De ahí que una criada sirva muchas veces para di
¡Derechos civiles! ¡Derechos políticos! ¿Qué son éstos rigir á un hombre de Estado, cosa que no les parecerá
en la realidad sino la consagración de pasiones é intere
inverosímil á los que tengan un poco de experiencia, y
ses bastardos? Los primeros se dirigen á proteger nues algunos hasta pudieran darme la razón citando nom
tras riquezas; los segundos á favorecer nuestras am bres propios, porque más conocedoras de los instintos
biciones para lo porvenir. ¿Qué es ser diputado, ser humanos, que son los que en último término rigen la
ministro, tener voz y voto en alguna Asamblea, más que
marcha social, se dejan engañar menos por las aparien
haber vencido á los demás en la brutal lucha por la cias que el hombre, dedicado al estudio y desorientado
existencia, sino la consagración de nuestra fuerza y en el mundo por la luz que despide su propio ideal.
nuestra supremacía con relación á los demás? ¿Qué Esta es la tiranía de la mujer. Como dice Schopen
significa todo esto, sino ser más hábil en la intriga, hauer en su ruda sátira contra ella, «comercia con las
tener buenos padrinos, es decir, haber ocasionado mu bajas pasiones de los hombres», y de este comercio
chas injusticias ó tener mucho dinero; es decir, haber proviene su fuerza. No contradice este poder con la escla-
44 NUESTRAS COSTUM BRES
cualidades de entendimiento, más desarrolladas que en está, que si no h ay leyes ni rescriptos que le impidan
éste, como son: poderosa intuición, más ingenio y e x instruirse, existe la costumbre, coacción más im periosa
traordinaria perspicacia. P ero añade que su capaci que todas aquéllas, y existe, además, esa inclinación
dad cereb ral es de otra índole que la masculina, y que natural humana á rech a zar y emanciparse de lo que
no muestra predilección por las obras del genio, por las significa algún trabajo ó esfuerzo, sobre todo intelectual.
matem áticas ni por la física, química y filosofía. Piensa, Esta disposición la vem os en nuestros hijos, en nosotros
como L a Bruyère, que por ninguna le y ni edicto se les ha mismos, que á pesar de tener una necesidad absoluta de
prohibido leer ni reten er lo que leen, y después re fe cu ltivar nuestro entendimiento para v iv ir en sociedad y
rirlo; que h ay que culparlas á ellas mismas de su igno ganarnos el pan, son muchos los que menosprecian la
ra n c ia , y que si algunas han descollado mostrando instrucción y se rebelan contra la enseñanza. P or algo
grandes facultades, esas excepciones no contradicen su se dice: la letra con sangre entra. Entre esas mujeres á
teoría. D ice que aunque com prende que su misión es quienes tanto menospreciamos, habría muchas que cam
a rreg la r la casa, agrad ar al marido y educar á los hijos, biarían su forzosa ociosidad por el estudio, en el cual
según afirm aba Fenelón, no estaría de más que apren habían de encontrar satisfacción á sus rectas in clin a
dieran de las ciencias físico-quím icas y matemáticas, y ciones, que la sociedad tiende á v icia r.
aun de la filosofía, aquellos conocimientos que pueden ¿Cómo extrañarse de que la mujer no se incline na
ser de utilidad á la transcendental obra de la educación. turalmente á la filosofía y á las abstrusas ciencias, si no
E l Sr. M ariscal demuestra claram en te en todos estos hacemos nada por infundirle amor á ellas y quitarles su
distingos y restricciones que no está muy convencido de enfadosa apariencia? A los muchachos les sometemos
lo que dice, y que las ideas que expone provienen más á severa disciplina desde que em piezan á m anifestarse
de una preocupación, de falsos prejuicios, que de un su voluntad y su inteligencia, y aun así cuéstanos gran
serio y meditado convencim iento. Confiesa que la inte esfuerzo dominar su levantisco natural. A las jóven es,
ligen cia de la mujer no está muy por bajo de la del lejos de hacer lo mismo con ellas, les dejam os en lib e r
hombre, y que en algunos puntos está por cima de ella, tad desde muy pequeñas; nadie les habla de que tengan
como no puede menos de confesarlo un talento tan ob que ganarse el sustento con su trabajo, sino que con
servador y perspicaz como el suyo. Ocasión habrá te suavidad, les hacemos com prender que h ay un hombre
nido en su v id a el sabio doctor de adm irar á muchas destinado á trabajar p ara ellas, y que su misión consiste
mujeres en este punto. H abrá visto que las h ay á granel
en saberle agradar.
que ejercen sobre sus maridos una dominación alcan Su aprendizaje debe hacerse en el tocador, y su único
zada únicamente por la inteligencia. Que adquieren á afán debe ser el cuidado de su cuerpo.
la misma edad del hombre más hábil experiencia, y . Y si aun así hemos visto en todos los tiempos muje
hasta en sus manejos é intrigas de baja le y , demuestran res que por su propia inclinación y esfuerzo se han a l
más perspicacia y conocimiento del corazón humano zado á gran altura de las muchedumbres, brillando en
que nosotros. Tam bién com prenderá que si no resuelven todas las manifestaciones de la in teligen cia humana,
grandes problemas de matemáticas, es porque no se las ¿qué fundamento hay para lan zar sobre ellas sem ejante
han enseñado, y que el dicho de L a B ruyère me parece acusación de incapacidad?
una solemnísima ton tería, pues demasiado á la vista El mismo Sr. M ariscal confiesa que reconoce haber
I · l pi mSÊÊÊÊKÊMtmSÊm
48 NUESTRAS COSTUMBRES
C O N D IC IÓ N D E L A M U JE R 49
existido una Isabel la Católica, una María Teresa de
Pero, quisiera yo saber, qué bienes nos vienen, ni á
Austria, en la política; una Doña Oliva Sabuco de Nan
ellas ni á nosotros, con esa humildad. Porque ésta no
tes, en la filosofía; una Santa Teresa de Jesús, en la mís
puede ser provechosa ni tener utilidad alguna, en tanto
tica; una Doña Concepción del Arenal, en ciencias mora
no signifique un medio de suplir todas esas cualidades
les, y una Enriqueta Beecher-Stowe, en la novela; pero
que queremos que les falten en absoluto, y en el mo
cree que no desvirtúan estos hechos su teoría, pues con
mento en que las hiciésemos nacer en ellas, era inútil
firmando mis afirmaciones, dice, se ha visto en todos estos
y vejatoria. Y esto es obvio, porque la pasividad y obe
ejemplos de mujeres ilustres, y en otros muchos que po
diencia con que el caballo obedece á nuestras indicacio
dría citar, que sus facultades anímicas tienen todas las
nes, no es digna de elogio, sino en cuanto carece de un
cualidades propias del tipo intelectual masculino, que he
superior grado de inteligencia, en virtud del cual, él
admitido, como si al form ar Dios seres tan extraordina
solo maniobrase en la forma que de antemano le prefi
rios, hubiese, por una equivocación, colocado en su cuerpo
jásemos, dándole órdenes á la manera que las da un su
de mujer, almas de hombres.
perior á su subordinado. Si el caballo adquiriese de pron
Yo, francamente, no creo en esta equivocación. Me
to el grado de inteligencia que le falta para llegar á la
cuesta menos trabajo admitir los efectos de la educación,
nuestra, es indudable que se emanciparía del bocado.
principio que veo constantemente comprobado por la
Pero es más: el Sr. Mariscal supone que sería incom
experiencia. Esa humildad, por ejemplo, que el Sr. Ma
patible el ejercicio de cualquiera ocupación con el ca
riscal pide para la esposa, no es una cualidad innata
riño, abnegación y desintéres que exige la maternidad.
en ella, sino que procede de su positiva dependencia é
¿Es posible suponer esto, á menos de calumniar indig
inferioridad con respecto al hombre; procede de que
namente nuestro amor paternal? ¿Pues qué? ¿Nuestras
éste, p or su instrucción, es el llamado constantemente á
ocupaciones nos privan de atender solícitos á nuestros
dirigir sus pasos en la vida, cosa difícil para ellas, por
hijos, de prodigarles cuidados y ternuras, de seguir con
cuanto las tenemos alejadas de los negocios. Pero en el
inquietud la marcha de sus enfermedades, de descender
momento en que por su propia ciencia se elevan por
á mil pequeñeces y niñerías, que inspira é inspirará
cima del hombre y se pueden valer ellas solas, esa hu
siempre el amor en todas las formas que puede revestir?
mildad desaparece, como no tiene más remedio que des
i Acuérdese de aquella anecdota que se cuenta nada
aparecer, habiendo cesado su causa.
menos que del gran Enrique IV el Bearnés, según la
Únicamente los que fundan la inferioridad del sexo
cual, le encontró el embajador de Felipe I I sirviendo de
femenino en la preponderancia física del masculino, son
caballo á su propio hijo, anécdota que creo refiere él
los que pueden pedir lógicamente esa humildad y obe mismo en su libro.
diencia que cree el Sr. Mariscal incompatible con el des
Además, aún suponiendo que la maternidad exija
empeño de algún cargo que le sirviese para comer, en el
mayores cuidados, ¿no se emancipan de ella en la actua
caso, desgraciadamente harto común, de que por sus
lidad, bajo diversos pretextos, la mayor parte de las
pocos atractivos físicos ó por su mala suerte, no encon
mujeres; unas, como las aristócratas, porque así lo
trase un hombre dispuesto á sostenerla, á atender á su
tiene establecido la costumbre, porque necesitan su
subsistencia, y á facilitarle honradamente el cumpli
tiempo para entregarse á la disipación; otras, como la
miento de su misión maternal.
mayor parte en la clase media, por comodidad y por ese
4
m
P H i p i . j.
C O N D IC IÓ N D E L A M U JE R 51
50 NUESTRAS COSTUMBRES
vanidoso espíritu que les hace lucir con gusto un ama produce el cultivo de las letras y de las ciencias? Y aun
de cría de luengas trenzas y galonada librea? Y si des suponiendo que así no fuese, ¿está exento el hombre de
cendemos á la clase baja, que nos puede dar lección en esos estados de ánimo, provocados por diferentes y nu
muchas cosas, ¿no vemos á las mujeres ocupadas en merosísimas cansas? ¿El mismo autor citado no estudia
muchas faenas mientras crían: lavar en el río, trans en los hombres que se dedican á los traoajos de la inteli
portar sacos, y aun á muchas, muchísimas, en los pue gencia, no estudia y comprueba inmensos trastornos pa
blos, hacer faenas del campo, mientras los maridos per sionales, excitaciones de todas clases, manías, deliiios,
manecen en sus casas? depresiones mentales, melancolías, etc., etc., pasiones,
Pero lleguémonos al argumento Aquiles en contra de en fin que tocan los linderos de la locura? ¿Y por ventura
la emancipación de la mujer: esto es, á las funciones or se le ha ocurrido al Sr. Mariscal pedir para esos hom
gánicas naturales propias de su sexo. bres el apartamiento de los negocios, del despacho de sus
Dice el Sr. Mariscal después de aludir á las pertur asuntos, del ejercicio de una profesión ó la abstención
baciones patológicas de que pueden venir acompañadas del cultivo de las ciencias ó del arte? ¿No son esos mismos
las funciones menstruales, y que él mismo confiesa no hombres en que semejantes y tamaños desequilibrios se
ser argumento pertinente por su carácter morboso y han visto, los que han producido las más inmortales
anormal: obras, asombro ó regocijo de la humanidad? ¿No se han
«L a aparición de las reglas va ordinariamente acom- concebido esos portentosos libros, esas maravillosas
»pañada, además de otros muchos fenómenos generales obras de arte entre dolores, lágrimas, decepciones y mi
»y locales, de cambios más ó menos sensibles en el humor serias morales y físicas?- Ahí está abierto su libro para
»de la mujer, que unas veces se traducen por la tristeza comprobar lo que yo digo; no hay más que echar una
» y el abatimiento, y otras por la exitación nerviosa; que rápida ojeada por él.
»y a consisten en acceso de melancolía ó exaltación Habría que inhabilitar, dice el sabio higienista, á la
»mental, ya en ataques de verdaderas manías que les que estuviese investida de cualquier cargo público, si
»llevan á cometer las mayores extravagancias.» queríamos evitar fatales é irremediables consecuencias,
No me atrevo á decir al sabio Doctor que exagera, en cuanto apuntasen los signos de la preñez. ¿Cuándo ni -
porque soy incompetente para ello, pero sí confieso in cómo han creído los jurisconsultos que tal estado fuese
genuamente que la mayor parte de ellas disimulan causa de incapacidad? Y o sostengo firmísimamente que
bien esos trastornos. Creo que todas esas funciones, en ningún momento del embarazo, pierde una mujer
verificadas en condiciones normales, les proporcionan la lucidez de su razón. Podrá tener que soportar ma
escasas molestias, y no les privan, la mayor parte yores ó menores molestias,pero nunca, que yo sepa, se.
de las veces, de asistir á las tertulias, á los teatros, anubla la claridad de su juicio, ni pierde la facultad de
á los paseos, de manifestar el ingenio y el humor poder discurrir sobre los asuntos de mayor importancia.
de siempre y de hacer el mismo género de vida, tanto ¿Hemos visto ni oído acaso que los maridos dejen de
en lo moral como en lo material. Pero aun esas mis consultar á sus mujeres en las cuestiones de su casa, so
mas excitaciones y melancolías, de que yo confieso no pretexto de que están embarazadas? ¿Cuándo ni cómo?
haber sido espectador, ¿no contribuiría á aplacarlas Y si el temor de comprometer intereses respetables nos
una ocupación, las distracciones y aun placeres que había de llevar á suspender los asuntos de su cargo du-
52 N U E S T R A S COSTUMBRES CO N DIC IÓ N D B L A M U JER 53
rante ese período, ¿por qué no quitamos á las reinas el ellas, ya que les llamamos débiles, más intensos los te
gobierno de sus pueblos cuando llevan en sus entrañas mores, más inseguras las esperanzas, y su sensibilidad
al que ha de sucederías en el trono, al que ha de regir está menos curtida y batallada.
los destinos de la nación? Y cuenta que aunque el Sr. Ma Á esto queda reducida la tan cacareada incompati
riscal crea que no hay gran diferencia entre gobernar bilidad fisiológica de la mujer para el ejercicio de las
un pueblo y gobernar una casa, yo tengo á aquélla por profesiones. Todos los que se basan en ella para impug
la más suprema, difícil y trabajosa magistratura. nar la emancipación femenina, tienen que exagerarla
Pero si se quiere un ejemplo de" otra índole, que ates enormememente por medio de la retórica, pretendiendo
tigüe que en la mujer sana, el período del embarazo ofuscar nuestra razón. Michelet llega hasta afirmar la
no les impide dedicarse á las ocupaciones más rudas, existencia de una llaga interior que sangra periódica
ahí tenéis á las mujeres del pueblo, á quienes su des mente en la mujer, resintiendo su naturaleza, lo cual po
gracia no permite holgar como á las nuestras, que se drá tener más ó menos valor como figura poética, pero
entregan á duros trabajos durante su preñez y salen ile ninguno como realidad.
sas; ya habréis oído alguna vez hablar de lavanderas Queda, pues, suficientemente refutada la vieja teoría
que han dado á luz desempeñando su oficio y en la orilla de la inferioridad intelectual de la mujer y de su inutili
del río. ¿Y viendo á los robustos hijos del pueblo se nos dad para el estudio y el trabajo, tarea, en mi entender,
ocurrirá alimentar ese temor que invade al Sr. Mariscal, facilísima, pues no se apoya en ningún fundamento ra
de que la raza degenere? cional tal impugnación, y sí únicamente en el imperio de
Nada de eso. Toda clase de trabajo ejercitado conve la rutina y en la impremeditación de la mayor parte de
nientemente sin exceso es provechoso, porque supone el nuestras opiniones.
desarrollo de nuestras facultades. Lo que nos acarrea Dispense el Dr. Mariscal si me he atrevido á criticar
todos esos males que él estudia en su libro, no son los las suyas, temeridad disculpable por dos razones: pri
trabajos físicos ni los intelectuales: es su exceso, su pre mera, por la necesidad en que me hallaba de acudir
ponderancia, el desorden de la vida moderna, los afa á la ciencia médica para discutir los argumentos que
nes, las preocupaciones de la lucha por la existencia, ésta pudiese alegar en contra de la emancipación feme
los dolores de la familia, las dificultades, en fin, que por nina; y en segundo lugar, porque al hacerme yo cargo,
todas partes entorpecen nuestra actividad y anulan como no podía menos, de las particulares convicciones
nuestro esfuerzo, engendrando las pasiones deprimentes, del Sr. Mariscal en este punto, no censuro ninguna parte
los disgustos y las decepciones. esencialísima de su obra, cuyo objeto es completamente
Y todo esto lo sufre la mujer durante su embarazo distinto del que nos ocupa, calificando él mismo de di
igual que lo sufre su marido, porque en el seno del ma gresión las ideas que sobre él expone, y para el resto de
trimonio no se guarda reserva en estos asuntos, y con su libro sólo tengo elogios y asombro, por la pasmosa
tamos á nuestras mujeres nuestras esperanzas, nuestros erudición que revela, y la profundidad filosófica y gala
anhelos, nuestros temores, nuestras contrariedades y nura literaria con que trata el asunto principal, cuali
nuestros desmayos, y toman parte en todo ello, y á ve dades éstas que bien disculpan alguna impremeditación
ces sufren más que nosotros, por la imposibilidad en que que pueda haber en cuestiones que no estudia directa
están de unir su esfuerzo al nuestro, y porque son en mente, sino por incidencia.
54 N U E S T R A S COSTUMBRES
la que hoy tiene, porque si la educación, lo que somos, besos frenéticos que dan las madres á sus pequeñuelos,
se lo debemos á nuestras madres, no pueden éstas v a con tanta furia que les arrancan lágrimas, simbolizan el
nagloriarse de su obra. Yo creo que la educación debiera amor maternal, no les dan ni un adarme de felicidad, y,
ser monopolio del Estado, con más razón que la fabrica en cambio, les quitan mucha. A l contemplar esas esce
ción de tabacos y la de cerillas. nas, un sentimiento interior me impelía, pensando en
Para las madres, los niños recién nacidos son un ju que aquel niño había de ser hombre, á arrancarle de sus
guete; les recuerdan las muñecas de su infancia. Nunca brazos y á librarle de sus furores de madre.
he podido ver sin una secreta protesta, ese desenfrenado Pero como este entretenimiento de juguetear con sus
cariño que las madres demuestran á sus pequeños con hijos llena el vacío de gran parte de la vida de las mu
estrepitosos y frenéticos besos, con gritos y apretones jeres, no es raro verlas ocuparse constantemente de
contra su pecho y echándolos á lo alto como una pelota. ellos, referir sus gracias, -abultándolas considerable
Creen las madres aparecer como seres angelicales y mente, creyendo que han de agradar á todos, y suponer
modelos por ese amor bestial, algo parecido al de la car les un prodigio de precocidad.
ne, y no conocen que su cariño más bien perjudica que Ese cariño exagerado y egoísta de que hablábamos,
aprovecha á sus hijos. El cariño ha de ser razonado, ha que pide para los hijos toda clase de comodidades, re
de estar presidido por el espíritu de justicia y de severi galos y bienes, sin tratar de dilucidar cuáles son conve
dad. Todo lo quieren para nosotros, aun en perjuicio de nientes ó perjudiciales-, tratando de procurárselos á ex
los demás. Se aprende más espíritu de justicia en las pensas de todos los demás seres, corresponde al modo de
comunidades, en los colegios, que entre las faldas de las desarrollarse los afectos en el corazón de la mujer.
madres. A su lado, creemos que el mundo está hecho Alguien ha dicho, no recuerdo quién, que la mujer
para nosotros. No sabríamos nunca valernos solos. Por desconoce la justicia y se inclina á la misericordia, y
su gusto, ni nos destetarían ni nos enseñarían á andar. así es en efecto. No se apasiona por los intereses gene
No experimentan más que la satisfacción de un ins rales de pueblo ó nación. Su corazón no tiene más ho
tinto. Tan soberanamente injusto es su afecto, que se rizontes que las afecciones de familia. Cree que fuera
manifiestan inclinadas á unos en perjuicio de otros. Y a de ésta terminan todos los deberes y empiezan todos los
es natural cuando se entra en una casa preguntarle á derechos. No concibe los deberes sociales, los del ciuda
la madre cuál es el preferido, como la cosa más natural dano, los de la humanidad (éstos menos que ningunos).
del mundo. Pues bien; á estos favoritos, que cuando Empieza por distinto lado que debe empezar. Para
llegan á tener uso de razón son verdaderas fierecitas, ella, primero es familia, luego nación, luego humanidad;
hay que meterlos en colegios internos para que se hagan en vez de ser primero humanidad, luego nación, y, por
criaturas humanas.
último, familia. No conoce los actos heroicos. Nunca
No quiere decir esto que el amor maternal no tenga comprenderá el sentido de acciones como la de Guzmán
su lado bello y aun sublime. Llega á los mayores sacri el Bueno. Por eso, odia la guerra, no en cuanto es un
ficios algunas veces, pero hay que convenir en que más azote de la humanidad, sino en cuanto le roba á sus hi
bien nos es perjudicial que provechoso, por no estar jos, á sus padres ó á sus hermanos.
animado de ningún espíritu de justicia. El que haya La mujer se halla limitada á la vida de familia; el
leído el Em ilio de Rousseau comprenderá esto. Esos hombre sale, entra, se agita en el exterior, tiene asun-
58 NUESTRAS COSTUMBRES CO N D IC IÓ N D E L A M U JER 59
tos en que se interesa su cabeza y su corazón, se pre tes de hablarnos á nosotros del asunto que le trae, para
ocupa un poco de los sucesos de la vida pública, y, en lo cual nos encerramos en el despacho, tendrá que diri
suma, está más ligado á los conceptos de ciudadanía, de gir á nuestra mujer algunas atenciones, adoptando el
patria, de bien común, etc.; de aquí que el hombre, en lenguaje propio de ellas; esto es, hablará de bailes, pa
general, tenga un sentimiento de la justicia más desarro seos, trajes; murmura un poco ó alabará las piernecitas
llado que la mujer, sensible únicamente al amor de sus del niño y la gracia con que llora. Extraña ley de ga
hijos, de sus padres, de su esposo, con cuyos intereses lantería que manda descender para agradar, rebajarse
está únicamente ligada, y todo lo que se oponga á estos para parecer bien educado.
intereses será odiado por ella, aunque sean los más al Algunas veces comprenden nuestras benévolas dis
tos y supremos sentimientos de justicia. Por estola mu posiciones, y nos las agradecen; pero pronto advierten
jer se preocupa rarísimamente de política, y nos cuesta que su presencia es un estorbo, y las más discretas, sa
tanto trabajo imaginarla sentada en los Parlamentos. len. Pero no todas ellas se resignan á esta servidumbre.
Pudiera decirse de los sentimientos de la mujer que Cuando han apurado la tremenda decepción del matri
no alcanzan á grande distancia, y sólo se calienta su co monio, con el cual creían emanciparse, y cuando se han
razón con el roce inmediato, con el contacto directo de visto reducidas á mísera condición, á la categoría de
las personas que andan á su alrededor, llevándole in un sirviente, á una vida de prosaicos deberes, de abu
mensa ventaja en esto el hombre, que puede amar abs rrimiento y de atrofia, su corazón y su inteligencia piden
tracciones é ideas generales. pasto nuevo, la imaginación échase á volar, la fantasía
Pero ¿cómo ha de amar estas últimas si le privamos vuelve á despertarse.
de ellas, no cultivando su inteligencia, teniéndola ven Y no puede ser de otro modo: se ha creído posible
dada, y hablándole sólo por incidencia de los grandes tener paralizado el cerebro de la mujer y mantener en
ideales que mueven ó deben mover á los hombres? El la ociosidad su alma, sin saber que ésta no puede estar
corazón y la inteligencia son como las tierras antes de ociosa; necesita sorpresas, emociones, huir, salvarse del
ser cultivadas: si sembramos trigo, darán trigo; si no, hastío, que es el moho del espíritu. Y como las hemos
producirán ortigas. cerrado las puertas de la ciencia, del trabajo, del arte,
En todas las cuestiones procuramos mantenerlas en ellas abrirán violentamente la puerta del libertinaje.
el mismo estado de ignorancia é incapacidad. Todo ha Tanto más cuanto no puede haber una verdadera comu
de ser para ellas ligereza y pasatiempo. Si están varios nicación entre marido y mujer, puesto que queremos
hombres hablando de un asunto serio y se acerca una regirnos por leyes diferentes á las suyas, y ambos ten
mujer, al punto suspenden su conversación y eligen otra drán que tomar constantemente opuesta dirección. Y si
apropiada á las circunstancias. Cuando no se hace esto se observa algún equilibrio en determinados matrimo
y se comete la indiscreción de hablar delante de ellas nios, es más bien por envilecimiento del hombre que por
de política ó de ciencia, etc., etc., pronto selas verá elevación d éla mujer.
formar corro aparte, y hablar de trajes y de otras frus Ahora bien: si la imaginación y todas las facultades
lerías por el estilo. En nuestro despacho no entra la mu de la mujer están, por nuestras costumbres, condenadas
jer sino para limpiarlo, encender la estufa, ó cosa pare á una absurda inacción, y la naturaleza no les permite
cida. Si algún amigo viene á visitarnos, por cortesía, an ese forzado reposo, tendrán necesariamente que ejercí-
C O N D IC IÓ N DE L A M U JE R 61
60 N U E S T R A S C O STUM BRES
lizada, que es un conjunto de todas esas piezas oxidadas
tarse sobre todo lo que encuentran á su alcance y lo que
y mohosas, desgastadas ya y dispuestas á quebrarse con
la sociedad pone á su disposición, y como con lo que más
el trabajo lento y continuado de los siglos.
trata de seducirla es con el lujo, despertando la envidia,
Hemos visto cómo en el amor son extremas, llegan
el deseo de una alta jerarquía sobre las demás, así como
donde no llega el hombre; pero cuando aquél huye de su
los militares sueñan con conseguir entorchados y galo
corazón, son también extremas en la indiferencia y en el
nes, los abogados vuelillos y los empleados uniforme de
odio. Siempre el cariño en ellas tiene algo de caprichoso;
directores, ellas codiciarán un abrigo elegante, un som
no saben explicar su por qué. Sus afectos no están re
brero cosí oso, etc., y pondrán en conseguirlo más em
gidos por la inteligencia, regulados por la razón, como
peño que nosotros en nuestras aspiraciones.
en el hombre. Cuando aman, aman ciegamente; pero por
Mejor toleran muchas una mancha en su honra que
esa misma razón, si dejan de amar, la consideración de
una mancha en su vestido. Leed á los novelistas céle
la ley moral no las ha de traer á sus antiguos afectos. Y
bres de todos los tiempos, y veréis estudiadas estas pa
como esta ley pesa sobre ellas en cada momento de su
siones. Véase á este propósito La Desheredada, del ma
vida, obligadas por la necesidad de guardar una apa
gistral Galdós, que contiene un pasaje hecho adrede
rente conformidad con ella, adquieren prontamente el
para demostrar este pensamiento: la escena d éla prota
hábito del disimulo. De ahí la extraordinaria habilidad
gonista con el hijo de D. Manuel María Pez, en que, des
con que lo practican. A l igual que el zorro entre los
pués de empeñada lucha, cede aquélla y depone su virtud
demás animales, se distinguen ellas del resto del género
al oirse llamar cursi por su seductor. En ciertas clases,
humano por la astucia y la sagacidad. Y como esta faci
la defensa obstinada de la honra resulta de mal gusto.
lidad se adquiere á costa nuestra, de ahí ese menospre
Y ya que de Pérez Galdós se trata, leed La de B ria
cio que tenemos y han tenido todos los hombres por el
gas, admirable estudio social, en que la pasión del lujo
sexo femenino; de ahí que cuando queramos insultar á
va arrastrando insensiblemente á una mujer casada por
un hombre le digamos que tiene alma de mujer.
la pendiente que conduce al adulterio.
La galanteria, por lo tanto, es una máscara con que
Claro que todas estas pasiones son complejas y no
entran en la mujer por la puerta única de su ignorancia; nos acercamos ante ellas para pedirles lo único que las
también contribuyen á ellas otros poderosos factores; exigimos; ¡qué extraño es que ellas se pongan otra para
tratar con nosotros! Lo malo es que la suya está mejor
mucho hacemos nosotros, mucho hace su debilidad, mu
hecha; tan hábilmente tejida, que no sabemos distin
cho hace la falsa naturaleza de nuestras costumbres,
influye mucho el ambiente que se respira; existe una guirla sobre su rostro; sólo en nuestros brazos, al calor
de nuestras caricias,con el aliento de nuestra boca, se va
concatenación de causas sociales, un engranaje per
deshaciendo, y entonces vemos lo que hay debajo, pero
fecto de ruedas que ponen en movimiento la máquina
ya es tarde; estamos ligados para siempre; volvemos la
inmensa de opresión moral de nuestas costumbres equi
vista atrás para retroceder y hallamos cerrado el paso;
vocadas y salvajes; pero en la imposibilidad de estudiar
un guardián con la espada desnuda nos hace gestos de
en conjunto todo ese organismo viciado, tenemos que
silencio ; la sociedad no debe enterarse de nuestro des
desmontar sus piezas, como las de un reloj, por medio del
análisis parcial, para luego formarnos, por medio de la engaño, está interesada más de lo que parece en este
juego.
abstracción, el verdadero cuadro de la humanidad c iv i
CONDIC1ÓN DE L A MUJER 63
66 NUESTRAS COSTUMBRES C O N D IC IÓ N D E L A M U JE R 67
de reclamo; pero más que los paseos, los teatros, en inocentes todavía, no desempeñen con tanta viveza su
donde la toilette es un poco más íntima, y más todavía papel de mujeres.
las reuniones, en donde por medio del baile, la seducción En las madres en cuya vida ha desempeñado el amor
se ejerce más poderosamente. papel muy activo, para las cuales (y hay muchas de
Sus madres no han de llevar á mal que un mucha éstas) el amor sexual ha sido lo único que ha dado atrac
cho enlace su cintura, que respire su aliento, porque tivo á la vida, esta regresión á las escenas y lances de
está convenido que eso sea lícito. Hemos juzgado con sus juveniles años, tiene poderosos atractivos. Vuelven
veniente prolongar esta salvaje costumbre consagrada otra vez á oir las palabras ardientes de los enamorados,
por los años, para que sea como el punto de contacto disfrutan otra vez de la galantería, no dejan que se apa
carnal lícito, de los dos sexos, con ocasión del cual gue el fuego sagrado, y como son en realidad Venus ju
elijamos nuestra media naranja, como elegimos las fru biladas, sientan plaza de Celestinas y ayudan con sus
tas, tratando de ver si están suficientemente sazonadas artimañas á sus hijas, compartiendo con ellas el deleite
por medio del tacto. de dominar á un hombre.
Para una madre, conocedora del mundo, y del oficio Para conseguir esta dominación han tenido que soste
de la mujer en él, será punto de honra casar á su hija; ner hábil y enconada lucha contra los derechos del hom
se convertirá esta idea en un verdadero frenesí, y apro bre libre, la han tenido que pintar el matrimonio como
vechará todos los medios y ocasiones para adelantar un estado mejor al en que viven, demostrándoles que
un pasito en su empresa. La mujer cuando ha perdi llevan ventaja al cambiar el uno por el otro; la han he
do su hermosura por medio de la cual ha reinado du cho ver que su hija es la única que reúne las cualidades
rante su juventud, tiene dos medios de prolongar su necesarias para ser una buena esposa; han multiplicado
vanidad herida: la devoción ó sus hijos. Por medio de los lazos á sus pies y han tratado de excitar sus senti
aquélla, seguirá reinando, tendrá su corte de aduladores dos en toda ocasión que han podido, hartas de saber que
y prolongará la resonancia de su nombre, costeando no esta excitación, esta embriaguez, arranca y provoca
venas, visitando las iglesias frecuentemente para que juramentos y protestas los más ardientes y comprome
su nombre se inscriba á la puerta de los templos. Por tedores, pues la bestezuela que se agita en esos momen
esto veréis á la que no tiene hijas, dedicarse con más em tos dentro de nosotros, echando llamas por los ojos, tiene
peño que otras, á la devoción. En cuanto á las que las la elocuencia más pródiga en ofrecimientos, y da toda
tienen, éstas son pedazos de carne arrancados de sus una existencia de esclavitud por un breve y fugaz ins
entrañas, en los cuales parece haberse refugiado su v a tante de placer.
nidad. Son parte de su cuerpo rejuvenecido. Desde en
tonces se olvidan de sí mismas, dejan de cuidar su per
sona, y se dedican á sus continuadoras. Un elogio á éstas
parece que lo sienten con más viveza que un elogio á
ellas en otros tiempos. Toman parte en él. A poco que
se las observe se les verá hincharse de vanidad cuando
sus hijas agradan, y tener envidia y mala voluntad á las
que les hacen sombra, cuando, si á mano viene, ellas,
c o n d ic ió n de la m u jer 69
»trimonio, sea absolutamente impedida, á fin de que están más interesadas que nosotros en el matrimonio, y
»cada uno de ellos se vea obligado al matrimonio como sólo cuando la mujer tenga independencia, modo de
»á una especie de capitulación, y que así todas las mu vivir propio y exclusivo por medio de su trabajo, podrá
je re s sean atendidas. Este resultado no puede obtenerse mirar con indiferencia el matrimonio. Pero mientras no
»completamente sino por la observancia rig'urosa de pueda sostenerse en el rango en que nació, sino por el
»esta máxima; así, el sexo femenino entero, vela con un trabajo de un hombre que la acepte como mujer propia
»verdadero espíritu de cuerpo, porque todos sus miem- y la dedique al cuidado de sus hijos, ó mientras el ma
»bros los ejecuten fielmente. En consecuencia, toda sol- trimonio sea una tentación, un origen de enriqueci
»tera que por el concubinato se hace culpable de traición miento, un medio de pasar de un estado inferior á otio
»á su sexo, es rechazada por el cuerpo entero y notada más alto, el honor femenino subsistirá.
»de infamia, porque el bienestar de la generalidad pere- De este modo se ve cómo toda la organización exis
»cería si su procedimiento se generalizase. Se dice en- tente se compenetra y engrana, y que muchos den tes
»tonces: ha perdido su honor. Ninguna mujer debe fre- timonio de una fe que no tienen, arrodillándose delante
»cuentar su trato, se huye de ella como de una apesta- de un altar para recibir como católicos el Sacramento
»da. La misma suerte espera á la mujer adúltera, porque que les ha de enriquecer, y pasar en cinco minutos á un
»ha violado la capitulación consentida por el marido, y estado que de otro modo les costaría largos años de tra
»porque un ejemplo tal aleja á los hombres de tales con- bajo. Pero como es condición precisa, para escalai poi
»venciones, dependiendo de ellas el bienestar de todas ese medio una posición brillante, el estar en condiciones
»las mujeres. Pero además, como una acción semejante adecuadas para ello, es decir, no haber perdido el ho
»implica un engaño y una grosera falta á la propia pa- nor, de aquí la necesidad en que se hallan todas de acre
»labra, la mujer adúltera pierde el honor civil (1). Por eso ditar públicamente, por medio de sus costumbres y por
»se puede muy bien decir de ella, para excusarla, que es te, que poseen un nombre sin tacha, sin lo cual tendrían
»una mujer caída; el seductor puede volver el honor á la que renunciar á ser esposas.
»soltera por el matrimonio, pero jamás el adúltero á su Es, pues, la honra, es decir, la virginidad, el sello, el
»cóm plice.» pasaporte, el requisito sin el cual no puede circular libre
He copiado esta ingeniosísima definición del honor mente una mujer, ni aspirar á cumplir su destino de una
femenino, porque, sobre dar clara idea del estado y con manera decorosa.
dición d éla mujer,da también la explicación de por qué Y llega á tal extremo nuestra absurda manera de
se ha conservado por tanto tiempo este grosero concep considerar las cosas, que todos los defectos que pueda
to. En efecto: necesitando las mujeres del concurso del tener una mujer son aceptables menos ése. Puede ser
hombre para disfrutar de los bienes terrenales, era envidiosa, irascible, soberbia, derrochadora, calumnia
consiguiente que se organizasen de modo que pudiesen dora, todo esto y aun mucho más, sin que nadie la crea
asegurarse el monopolio de un hombre, otorgándole de inhabilitada para el matrimonio. Pero si se sospecha,
esa única manera lo que necesitamos de ellas. Por eso en cambio,que ha perdido su virginidad, sólo un hombre
que lo ignore puede hacerla suya, y aun así, se le con
' l ; Schopenhauer llama honor civil á la presunción de que respetaremos los siderará con cierto menosprecio y burla. Bien elocuente
derechos de cada uno, y no emplearemos en ventaja nuestra, medios injustos é
ilícitos.
testimonio de lo que tantas veces hemos dicho, á saber:
4 4 U J ÍW M H J M III.. l l u u . N IN I ............. I I .■ I I I !■ ll· · H · H lj
NUESTRAS COSTUMBRES
CONDICIÓN DE L A MUJER 73
que las relaciones entre hombre y mujer están circuns
Todo lo cual demuestra que el problema está en pie
criptas y limitadas á la cuestión sexual.
y que si es bárbara la opinión de los que quieren el in
Viene con esto á demostrarse que el matrimonio
mediato y sangriento castigo de la esposa culpable,
tiene por exclusivo objeto, al cual se posponen todos, la
inadmisible es asimismo la teoría de que el esposo pueda
procreación de los hijos y su agrupación bajo un ape
perdonar en todos los casos y conformarse con el con
llido común, y que cada hombre está interesado en que
trabando introducido en su casa.
no entre dentro de esta agrupación ningún intruso, para
Sólo la consideración de este último aspecto del pro
lo cual sigue la mujer, después de casada, sujeta á este
blema puede dar algún valor á la ficción del honor feme
concepto del honor con la agravante (y esto ya no lo
nino. Pero hay que tener en cuenta, que aun cuando el
sabemos explicar) de que el marido, en el caso de que
adulterio sea para mí fatal en la mayor parte de los ca
su mujer delinca, pierde también el suyo.
sos, y le crea como un notable pensador francés, un
Estos conceptos, por descabellados que parezcan,
crimen de invención social, no dejo de conocer que im
están oyéndole todos los días y repitiéndose por las mu
plica mayor malicia que la falta de una mujer soltera,
chedumbres. Poco trabajo os costará persuadiros de
por cuanto significa al mismo tiempo un acto de traición.
ello. A todas horas oiréis á las gentes hablar en este
Esta segunda consideración del honor femenino en
sentido. Con frecuencia escucharéis horrendas historias
la mujer casada complica evidentemente el problema,
producidas por estos motivos. Desafíos, homicidios, ase
haciendo que no pueda resolverse por sí sólo, y demos
sinatos, lo confirman. El esposo ofendido se cree en la
trando la falsedad y necesidad de reforma de una insti
ineludible obligación de castigar, porque, según muchos,
tución tan absurda como el matrimonio; pero es en rea
el nudo gordiano no se rompe en estas ocasiones más que
con sangre. lidad la más inofensiva, la que ha causado menos vícti
mas. El fraude, pasa. Los maridos, unos por tontos,
Ha pocos años representóse en Madrid un drama de
otros por demasiado listos, otros por superiores, y otros,
un insigne escritor, en el cual tratábase esta cuestión
en fin, por mil causas, lo dejan pasar. Lo que tiene otro
desde un punto de vista muy nuevo. Un esposo perdo
carácter menos inofensivo es el deshonor de la mujer
naba á su mujer el delito de adulterio y abrazaba la
soltera; ese concepto inmoral y bajo, es el que se traga
sombra del adúltero que, avergonzado de su acción, se
todos los días millones de inocentes víctimas. Es el que
había suicidado. A l salir del estreno fué cuando oí yo
deshonra á la sociedad que lo sustenta y á las religiones
esa fiase que dejo apuntada, de labios de un importante
que lo intentaron. Vamos á estudiarle.
peí sonaje que salía de un palco: «Estos asuntos no se
resuelven más que con sangre.»
El drama gustó, pero no su tendencia. Su autor fué
acusado de soñador y de iluso. La consecuencia, lo serio
de la obra, fué calificado hasta de inmoral, y los perió
dicos caricaturizaron al protagonista. Hubo hasta quien
le dijo al autor que tenía noticia de que la esposa culpa
ble había tenido un niño y que deseaba saber lo que pen
saba hacer el esposo ultrajado.
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CONDICIÓN DE L A MUJER 75
CONDICIÓN DE L A MUJER 77
ponsables de su conducta. Si las infamamos, ¿cómo no do. Las circunstancias las colocan en situación de dar
queremos que sean infames? Silas escupimos, ¿cómo no lo que vulgarmente se llama petardo-. Buscan su reha
han de volvernos el ultraje con los medios de lucha de bilitación á costa de un hombre, y algunas veces la al
que dispongan? Si las dejamos morir de hambre, ¿cómo canzan. Pero aunque admito la inmensa fuerza,, el gran
impedir que exploten su cuerpo, envenenando nuestra peso de las circunstancias sobre el individuo, las cuales
pueden llevar á espíritus nobles á salir á flote por cual
alma?
Alguien ha dicho que la prostitución es más perjudi quier medio, también comprendo que este género de
cial para el hombre que para la mujer. rehabilitación repugne á los seres generosos, á las mu
Sí; nos corrompe antes á nosotros que á ellas, desti jeres superiores, cuyo orgullo se subleva á la sola idea
lando ponzoña en nuestro corazón, ofreciéndonos por de semejante embaucamiento.
los atractivos y las seducciones de cuerpos hermosos el Esta es la única puerta que le queda á la mujer para
contacto con almas viles y enfermas. Enfermas más recobrar la estimación social una vez perdida; pero es
tan baja, que no pueden entrar por ella sino seres muy
que viles.
Entre ellas hay muchas sobre las cuales el fallo pequeños; bien es verdad que la mayoría lo son.
social ha caído de la manera más injusta. Serían dignas Quedan, pues, déla parte afuera de esta puerta una
de una rehabilitación; pero no abundan los hombres de porción de criaturas que por ignorancia, perversión ó
suficiente temple para emprender obra tan suprema. generosidad han perdido ese pasaporte que las leyes de
Generalmente, los hombres tienen menos valor que las policía social exigen, para la libre circulación de la
mujeres. Voltaire dice: tíabed, que las que á veces cali mujer. Examinemos los tres casos.
ficáis de mujeres sin honra, casi siempre poseen las virtu ¿Ha sido por ignorancia? ¿La mujer se ha entre
des de un hombre honrado. Y , sin embargo, raro es el gado á un hombre ignorando la transcendencia de este
hombre que se prestaría á ver en una de estas mujeres acto? La sociedad comete un doble crimen con ella: pri
algo superior á una señorita que tenga una bien sentada mero, no enseñándola á defender su virtud; segundo,
reputación; raro el que la querría para madre de sus condenándola por una falta de que la misma sociedad
ha sido causante.
hijos.
Género averiado se podría llamar á todas las que la ¿Ha sido por perversión? Pues aun en este caso tiene
trompeta de la fama ha inhabilitado pata el matrimo el deber la sociedad de llamarla á su seno y corregirla.
nio. Los hombres creemos muy justo reservárnoslas Por último, ¿fué por generosidad? ¿Pertenecía la
para vacaciones y acercarnos á ellas siempre con la mujer caída á esa raza de mujeres de corazón gigante,
sonrisa en los labios, como cosa que no merece tomarse que dan su honra por el amor, arrostrando consciente
mente todas las consecuencias de su desprendimiento? De
en serio. %
En esta clase están incluidas criaturas que, habiendo éstas no hay necesidad de ocuparse; son más grandes
perdido su honor, ó mejor, su virginidad, se hallan impo que la sociedad entera.
sibilitadas, sin embargo, de confesar en público su falta, La mujer que peca por ignorancia es la que da más
v bien por no empañar el nombre de la familia, ó para contingente á la clase que estamos estudiando, y al
poder seguir dignamente en el círculo que les corres mismo tiempo la más digna de estudio.
ponde, ocultan á todos su mancha y falsifican su esta ¡Qué testimonio más elocuente de las injusticias so-
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80 NUESTRAS COSTUMBRES
C O N D IC IÓ N D E L A M U JER 81
sivo á esta clase, sino que se extiende á todas ellas (1); ble, si la que peca constantemente sin engañar á nadie
no necesita, en fin, más que conservar su belleza y sus ó la que peca, aunque no sea más que de una vez, enga
seducciones, por lo cual, excusado es añadir que todo lo ñando al que la mantiene, deposita su fe en ella y la hace
que hemos dicho de la mentira no es directamente apli madre de sus hijos.
cable á ellas. Se dirá que su sinceridad es bestial, pero
es de advertir que en las bestias hay instintos superiores
á los del hombre, y prueba de ello es la contraposición
que comúnmente se hace de la fidelidad del perro á la
ingratitud humana.
La mujer emancipada cambia por completo su ma
nera de considerar al hombre; ya no depende de él y,
por lo tanto, está menos humillada en su presencia, por
que no espera de él ningún gran beneficio. Obsérvese el
resultado que da el amor libre practicado por algunas
clases de la sociedad; las actrices y cantantes, por ejem
plo, á pesar de no admitir el convencionalismo de la
honra, son bien acogidas en sociedad, lo cual muestra
que menospreciamos nuestros mismos preceptos. ¿En
qué alta sociedad de cualquier país no se admite y hasta
solicita á las cantantes y actrices que puedan deleitar
nuestra imaginación ó nuestro oído?
Así, pues, queda demostrada la superioridad que pro
porciona la emancipación. La mujer mala es á veces
mejor que la buena, y, en todo caso, si una tiene vicios,
la otra tiene crímenes sobre su conciencia. Es capaz
aquélla como ésta de tiernos y nobles sentimientos, y si
tratase la sociedad de despertarlos en ella en vez de
tratar de envilecerla constantemente, sería más de lo
que es. La prostitución no es sino una forma de la escla
vitud femenina, y se compone de un rebaño de infelices
que no han tenido la suficiente habilidad para fingir lo
que la soceidad exige que se finja (tan sólo que se fin-
jal, y, en conclusión, falta saber quién es más culpa-
88 NUESTRAS COSTUMBRES CO N D IC IÓ N D E L A M U JE R 89
»bien: mas no me conoces. Tanto te perseguiré, que al mos que esta porción contraríe sus naturales impulsos
»fin esa muerte cuyo solo nombre te hace estremecer, la hasta el punto de aniquilarlos, queremos que permanez
»buscarás con pasión y con vehementes deseos, apresu- can vírgenes so pena de verse hundidas bajo el peso del
»rándote á acudir á ella como antaño á tu primera cita oprobio y de la vergüenza, lo que es tan ridículo como
»de amor. Y la desgracia cumple su palabra, pues no dar órdenes al aire, al fuego, á los montes, á los mares
»son pocas las solteras que se tiran desde lo alto de los y á la tempestad, y pretender que las obedezcan, y
»monumentos públicos, ó simplemente desde su buhardi cuando vemos que la ley del honor queda vencida en la
l l a á la calle; muchas son también las que compran mayor parte de los casos por la naturaleza, nos mos
»cuatro cuartos de carbón para ahogarse en ácido car- tramos muy admirados, y exclamamos inocentemente:
»bónico. Su hijo, salvado por un momento, vuelve á ¡Qué inmoralidad! Si la naturaleza ha dotado á todos los
»la corriente que se lleva á todos los hijos naturales.» individuos de idénticos órganos para el cumplimiento de
Hé aquí pintados de mano maestra los efectos de los mismos fines, éstos se cumplirán á despecho de todas
nuestra moral. La vindicta pública parece que debe las ficciones humanas. Las consecuencias de la resis
quedar satisfecha con tales extremos, ¿no es así? Pues os tencia que opone la sociedad al libre y regular cumpli
engañáis; porque no hay nada más implacable que la miento de estos fines, serán los suicidios, la locura, las
saña de nuestra sociedad para con el caído. Esa saña si enfermedades y la prostitución.
gue á la infeliz madre y la empuja por caminos cada vez Sí; por más que queráis persuadir á una multitud, de
más pendientes, hasta sumirla en una casa de prostitu que leyes divinas ó humanas mandan dominar los ins
ción, en una cárcel, en un hospital. tintos naturales, éstos arrastran á las multitudes, y los
Si no es por la maldad intrínseca de su falta, ni por la hijos heredarán los instintos de los padres, y las gen e
influencia ó escándalo qne pueda producir, ni por sus raciones humanas serán una continuada protesta contra
efectos, ¿por qué se trata entonces á este pecado, que nuestras estúpidas preocupaciones.
tiene la menor cantidad de pecado posible, de otro modo Tiene la humanidad, por lo mismo que es una parte
que á los otros? ¿Por qué hay mayor indulgencia para de la naturaleza, algo del impulso inconsciente que
todos los demás defectos juntos que para éste? ¿Por qué mueve los elementos, algo de la ola que envuelve,
no exigimos cuenta á la mujer falsa, ingrata, etc., y las del huracán que empuja, de las lluvias que inundan.
pedimos á la que sólo ha cometido el delito de dejarse Ese algo no lo destruirá ninguna ley por violenta que
llevar por instintos naturales é irresistibles? sea. ¡Sacerdotes! No os disfracéis de dioses para dictar
Obligamos á la mujer á que acalle sus sentimientos las contra natura, á las muchedumbres. La empresa
más naturales, á que atrofie los instintos del amor y de sólo compete á dioses verdaderos.
la maternidad, Inasta que á nosotros los hombres nos Dícese, generalmente, que el número de mujeres es
place llegarnos á ellas y solicitarlas legalmente para cinco veces mayor que el délos hombres, de suerte que
que cumplan esos instintos; y como en nosotros es po si en una nación hay 10 millones de éstos, y, por consi-
testativo el ofrecerlas este medio (la ley), y por lo tanto, guiento, 50 de aquéllas, suponiendo que no se quede
sólo lo hacemos con las que nos convienen, y cuando ninguno soltero, quedarán 40 millones de mujeres con
nos place, siempre tendrán que quedar una porción de denadas á celibato perpetuo. Es decir, que sólo una
ellas condenadas á la esterilidad y al celibato, y quere- quinta parte podrán cumplir decorosamente las funció-
90 NUESTRAS COSTUMBRES
determinando nuestros hábitos, son los factores que más no puede iluminar su cara una inteligencia que no ha
adelante han de producir nuestro sér más íntimo. Pero, cultivado. Faltas de ilustración, de educación intelec
en la vejez, ya está adquirido y demostrado este carác tual, que es lo único que puede preservarlas del veneno
ter, y no debemos esperar inconsecuencia ni variación. que la experiencia derrama diariamente en nuestro co
Si dentro de nosotros había instintos nobles, inclinacio razón, se hacen séres la mayor parte de las veces sin
nes rectas, ya los habremos mostrado y nos habremos sentido moral alguno. La esclavitud en que han vivido,
hecho fuertes dentro de nuestra conciencia, y, salvo ra les ha acostumbrado al fraude y al engaño, ha desfigu
rísimas excepciones, la sociedad tendrá derecho á espe rado horriblemente su conciencia y ha hecho, en fin, de
rar y confiar en nosotros. Si, por el contrario, no hemos ellas, seres deformes, moralmente hablando.
tenido la suficiente energía para resistir á las fuertes Por eso, la palabra vieja suena peor que la palabra
tentaciones que nos ofrece de continuo la existencia, viejo; se les hace encarnación de todas las ideas más
no podremos adquirirla á tan última hora, así como si repugnantes; de la superstición, de la hechicería. La
llevamos dentro de nosotros instintos malvados, no ha pintura simboliza con ellas pasiones desordenadas y fu
bremos esperado á que nuestros cabellos blanqueen para riosas. Cuando se trata de pintar monstruos masculinos,
mostrarlos. se desfigura al hombre, se le pone cuernos ó cola, se le
Por eso, generalmente, las canas imponen respeto, cambia la mitad del cuerpo por la de un animal, real ó
porque suponen largo tiempo de luchas contra las ase fantástico; pero cuando se quiere representar un mons
chanzas que continuamente nos dirige el destino, y, por truo hembra, se pinta una vieja. Ahí tenéis la bruja. No
tanto (mientras no se demuestre otra cosa), un valor es sino una vieja.
moral acreditado. Parece como si la naturaleza misma hubiese querido
Pero, así conio el aspecto de un hombre de avanzada hacer menosprecio de su obra femenina, quitándole á la
edad, suscita generalmente en nosotros ideas y senti mujer más encarnizadamente el don que la enorgulle-
mientos de respeto, no así el de la mujer cuando llega á cía: la belleza. Así como el hombre, por lo general, por
la decrepitud. Excita más bien compasión y mofa. Como todo lo que ya hemos dicho, parece como que gana en
el valor moral é intelectual de la mujer es inferior al del hermosura cuando llega á viejo, las mujeres pieiden
hombre, como el objeto de su vida ha sido frívolo y ba- toda la que tenían, haciendo en ellas la vejez horribles
ladí, como su valor ha estribado únicamente en su her estragos, que contrastan con su anterior lozanía.
mosura y en su facultad de concebir hijos, cuando todo Su decrepitud viene á ser terrible lección, por la que
esto ha pasado, no podemos ver en ella sino un misera aprenden toda la vanidad de su existencia, sin objeto ^
ble despojo. En el hombre, un pasado de trabajo, de hon digno ni noble, todo lo ridículo de sus gustos, ansias y
radez y de luchas donde se ha acrisolado su energía, afanes por cosas efímeras y pasajeras. Su vida agitada
llenan sus canas de majestad y dan á sus arrugas un sello les ha dejado el vacío en el corazón, y cuando la socie
venerable. La inteligencia, por su parte, se retrata en dad se olvida de ellas porque ya no le sirven para nada,
su rostro, y en toda su fisonomía hay no se qué de au su decepción y tristeza deben ser tremendas. Por eso
gusto, cuando no se trata de un pillo redomado. Pero en entonces se echan en brazos de la religión, única filoso
la mujer, por el contrario, se retratan con horrible fía que ellas conciben; por eso suenan en su espíritu
mueca los instintos que encubre durante su apogeo, y profundas y grandilocuentes las palabras del sacerdote
NUESTRAS COSTUMBRES CO N D IC IÓ N DE L A M U JER
cuando les habla de la vanidad de las cosas humanas, cipado, sólo puede devolvernos la juventud del espíritu
Estas frases retumban en su inteligencia como en un y desarrugar su ceño, el convencimiento, la satisfacción
cántaro vacío. de haber contribuido en nuestras fuerzas á la obra de
¡Qué diferente manera de considerar la vida en esta solidaridad, de progreso, de civilización, de trabajo, de
época de la senectud, en que todo se ve desde un punto cumplimiento del destino humano.
de vista opuesto al en que se había visto hasta entonces,
en que las cosas nos presentan su otra cara, su reverso,
el más elocuente, el más verdadero. De ahí esa melan
colía de los ancianos que nos parece ornamento propio
suyo. Por eso nos hace mal efecto un carácter alegre y
bullanguero en esa edad, contradictorio con su esencia
é incompatible con las ideas graves y austeras que
suscita.
Pero hay mucha diferencia entre la senectud del
hombre y la de la mujer. A los dos ha enseñado la expe
riencia, pero la de aquél ha sido una enseñanza más
noble y depurada. Su inteligencia, más cultivada, ha
entrevisto algunas de esas verdades científicas que dan
la explicación de lo que es el mundo. Aprendió, sí es
cierto, la maldad de los hombres, pero también se ilu
minó su conciencia con algún débil rayo que le instruyó
acerca del destino humano, mientras que la mujer verá
el mundo siempre con ojos de mujer. Sentirá haber per
dido los atractivos, las vanidades que en otro tiempo la
dieron un lugar eminente en la sociedad, pero no com
prenderá la insignificancia de todo aquello, ni sentirá la
aspiración hacia un estado mejor.
Y si acaso lo sintiese, ¿no será esto mismo la abjura
ción de todo su pasado? ¿No significará la clara visión
' de todo lo estéril de su vida, de todo lo inútil de su trán
sito por el mundo?
Á esa edad en que el escepticismo, la ausencia de
todas las ilusiones que nos hicieron creer, ha dejado vacía
nuestra alma, y en que el corazón, cansado de todas las
afecciones humanas, se encoge como hoja seca; en que
la desvalidez y la proximidad de la muerte tienden á
hundirnos en la desesperación como en un sepulcro anti-
LIBRO SEGUNDO
IE X j m a t r i m o n i o
7
CAPITULO PRIMERO
El amor.
K L M A TR IM O N IO 103
102 NUESTRAS COSTUMBRES
serva que es objeto de interés por parte de ella. 1 asa su
Sin embargo, todo esto podría darse por bien em
calle al día siguiente, una, dos ó tres veces, es objeto de
pleado si la venda no cayera jamás, si el tiempo no des
las burlas de los vecinos, aguanta el sol, la lluvia, el
gastase su hilazón, y empezásemos á ver claro' á través
frío, hasta que ella, por fin, sale al balcón, so pretexto
de ella. Feliz estado el de esa ceguera artificial, si se
de tomar el fresco con una amiga. Entonces se contenta
prolongase eternamente. Pero, por la naturaleza de las
con mirarla y ser visto. Procura verla en paseos, reunio
cosas, ha de cesar necesariamente en cuanto nos inter
nes y teatros. Pasea á caballo por debajo de sus balcones
namos en el matrimonio. La vida en común, el roce
y se entrega con perezoso abandono á esta platónica
diario, el trato íntimo, produce una especie de desesti
adoración, desatendiendo sus ocupaciones, y cuando poi
mación de todas esas cualidades que antes nos embele
la noche piensa entregarse al trabajo, represéntasele su
saban. Si es la belleza, ésta deja de excitarnos, de
amada, que le condena á no hacer otra cosa que pensar
conmovernos, y la imaginación se cansa de idealizar. En
en ella. Quisiera borrar su imagen, pero la siente escul
cambio, empezamos á sentir prontos efectos de las ma
pida dentro de sí. Tienen mucho poder unos ojos negií-
las cualidades; y, por último, sólo quedan las virtudes;
simos como el azabache, una cara de perfil árabe, de
pero ¡ay de nosotros, si el dios Cupido vuelve á vendar
cutis como la seda, de boca como un brote de rosa. De
nuestros ojos con su pañuelo y nos manda que prestemos
este delicioso ensueño, viene á sacarle una cruel orden,
nueva adoración á quien á él se le antoje y pierda su
por la cual, tiene que ausentarse de Madrid, yendo des
encanto para nosotros la que preside nuestro hogar!
tinado à otra provincia; pero como afortunadamente es
De lo que se deduce, que en un período de pasajera
rico, se da el gustazo de quedarse en la Corte, renun
exaltación, firmamos un compromiso para toda la vida,
ciando á su ascenso, si lo es, ó gestionando su perma
por el cual nos obligamos á vivir con una misma perso
na, á soportar las consecuencias de su conducta, etcé nencia. A todo esto, no conoce de su adorada nada más
tera, etc. Obramos como hechizados por los efectos de que su figura, ni siquiera el metal de su voz, é ignora
un filtro: sin libertad; y así como no valdría un contrato completamente sus gustos, su carácter, su fondo moral,
hecho por personas que hubieran perdido la capacidad todo, absolutamente todo, lo que más debiera im poital
le. No la ha oído hablar, no sabe si sus gustos son con
jurídica, siquiera momentáneamente, de igual modo de
trarios á los suyos, si es buena ó mala, si es tonta ó lista,
biera declararse nulo este compromiso. La situación del
si es amante ó coqueta. ¿Se negará, en presencia de este
hombre que vuelve de este estado de delirio es igual
caso, que el amor vuelve insensatos á los hombres?
que la del borracho, que á la mañana recuerda cómo,
Llega por fin á conocerla, y ve con satisfacción que
impulsado por el vino, dió la noche antes una puñalada
pertenece á una familia distinguida, que no desdice de
y mató á un hombre.—¿Qué he hecho yo?—es lo primero
que dice. su linaje, y que ni por remota idea se le ha ocurrido du
dar de su buena conducta; que va á misa, que hace al
Verdaderamente, el amor es una pasión reñida con
guna novena, que da limosna á los pobres cuando los
toda cordura y sensatez. Y esto se puede comprobar ob
encuentra en la calle, que su conversación es amena y
servando la conducta de un enamorado. Un hombre ve
chispeante y que parece quererle. Supongamos que ha
en la calle á una mujer: es hermosa, va elegantemente
visto todo esto, pero supongamos también que no ha
vestida, tiene maneras distinguidas, tal vez sea una bri-
visto su puntito negro, su defecto capital, que ahora esta
bona, pero no lo parece. Nuestro hombre la sigue, y ob
iU 4 NUESTRAS COSTUMBRES E L MATRIMONIO 105
encogido, casi disimulado, tras del superficial velo del pacientes, que atormentan hasta no verse satisfechas,
trato social, pero que más tarde ha de crecer, agran apagan su ardor en el primer instante y sacian su sed
darse, tomar proporciones gigantescas y eclipsar con su al primer sorbo. Calcúlese qué funestas consecuencias
negra sombra la dicha soñada. traerá esta mudanza para los seres que, engañados por
Ese hombre se casa, y al cabo de uno ó de dos años, una pasión de esta índole, unan para siempre sus exis
empieza á recibir la tremenda lección que merece su in tencias. Serán los dos condenados unidos por una misma
sensatez. Ella es coqueta, es caprichosa, es gastadora, cadena de que habla Tolstoï, ó tendrán que adoptar un
ignora los deberes de madre, el arreglo de la casa, el modus vivendi vergonzoso. La sociedad acusa bien injus
afán del lujo la devora, su marido se convierte para ella tamente cuando acusa por cualquier extravío á uno de
en un insoportable tirano, y, entonces, éste comienza á estos dos infelices, que se retuercen bajo la presión de
comprender cuán locos somos cuando creemos ver en una ley inicua, mientras enaltece y pide respeto al
los ojos de una mujer océanos de dicha, felicidad para vínculo que los hace desgraciados.
toda la vida, dulzura, poesía y ventura inagotables. Pero aun tratándose de pasiones más tranquilas y
Y no proceden ni se engañan de este modo los hom- templadas por unas relaciones de muchos años, tam
bi es que por su corta intelig'encia vienen á ser una ex bién cabe el engaño mutuo y la desilusión final, porque
cepción, sino la mayoría de los hombres; porque si el la experiencia en unas relaciones honestas no es com
corazón humano tiene trampas y disimulo suficientes pleta, y hay que dar á los sentidos la parte principa
¡jai a engañar en general, ¿cuánto más fácil no será el lísima que les corresponde.
engaño cuando el que lo ha de ver tiene una venda en Por eso no será nunca tan frágil y vacilante cimiento
cima de los ojos? como el amor, bastante á sostener el pesado edificio
Es, pues, el amor, por su naturaleza, un período de donde se nos guardan los rigurosos deberes del matri
locura, que ciega los sentidos de los hombres, sumién monio.
dolos en un sueño voluptuoso, un frenesí que nos eman Naturalmente considerado el amor, significa una aña
cipa del imperio de la razón. ¿Quién no ha visto á qué gaza, un engaño de la naturaleza, para obligarnos á
terribles extremos lleva la pasión amorosa? Suicidios, cumplir la ley de conservación de la especie, y social
crímenes, deshonra, adulterio, demencia, desafíos, mente significa el matrimonio un desconocimiento com
mina, miseria: tal es tu pronóstico, enfermedad de pleto de los instintos humanos, un artificio destinado á
amor. Pero eres más; eres como ese monstruo, único en sostener, como una de las principales bases de la socie
la fauna terrestre que se devora á sí mismo; porque dad, el culto religioso, la mitología cristiana.
así que dos amantes han gustado el uno del otro lo que
tanto anhelaron, y tantas noches de insomnio les costó,
luego se sienten hastiados y experimentan decepción y
repugnancia.
Y esto es tan cierto, que muchos amantes que han
pasado anos enteros adorándose platónicamente, no tar
dan quince días en sentir mutua é invencible repugnan
cia. Generalmente esas pasiones exaltadas, febriles, im-
el m a t k im o m o - 107
notables y que revestían extraños caracteres, y esas
otras que han concedido la inmortalidad á los que las
experimentaron, siendo asombro del mundo, no son sino
excepciones, y algunas del dominio de la patología, y lo
vulgar y corriente son pasiones intermedias, tibias, que
CAPÍTULO II no resisten á los obstáculos que á su paso encuentran, y
que, empequeñeciendo el amor, le hacen representar un
papel muy secundario en la vida. Y ésta, en verdad,
puede decirse que es su manifestación normal, puesto que
El ideal de las mujeres y el ideal de los maridos.
el amor no es más que el cumplimiento de una función
fisiológica que ocupa un lugar entre las otras que com
El amor es una pasión muy compleja, y le imprime
ponen la armonía de la actividad humana. En un p iin
cada individuo su peculiar carácter; compárese el amor
cipio se manifiesta como una vaga aspiración cle^ un
tranquilo, lleno de idealidad y de misterio, de calma y sexo al otro; poco á poco va concretándose, y llega á un
de deleite, con la pasión tumultuosa y febril que todo lo estado de individualización que ha hecho á tantos poetas
avasalla; con esa ardiente sed tan pronto satisfecha tener suspenso al mundo entero con las maravillosas
como apagada, ese fuego que dura lo que una centella, tonterías que salían de su boca. Por último, va siendo un
no deja más que ceniza, y apenas sirve para iluminar juego donde cada,vez reina menos sinceridad, hasta
nuestra vida un segundo. Pues entre estos dos polos, hay convertirse en un arte, en que, como en otros muchos de
una serie infinita de gradaciones que le hacen más ó la vida, la experiencia produce frutos algo amargos. La
menos ardiente, más ó menos elevado, más ó menos mo mujer aprende este arte más pronto que el hombre en
ral, más ó menos placentero, según las circunstancias general, y es natural, puesto que constituye casi el ex
de que se halla rodeado, la naturaleza de quien lo ins- clusivo objeto de su vida, siendo así, que su fin es atiaei
pira, y, sobre todo, el temperamento del que lo siente, y dominar al hombre, de donde se deduce que todo el
porque, como dijo el poeta,
tiempo debe consumirlo ésta en desarrollar un plan más
más que en el sér amado, ó menos hábil, cuyo fin es el matrimonio, en llegando al
la causa del amor está en el que ama. cual, debe dar un ¡ah! de satisfacción y de descanso.
Este deseo de dominar es la nota característica del
Por esto son arbitrarias y ridiculas todas esas máxi amor de la mujer, que por lo mismo que es esclava del
mas pretenciosas y absolutas sobre el amor, puesto que otro sexo, quiere ver á sus pies á uno de sus tiranos. Se
en cada caso producirá efectos diversos, sin que esto esfuerzan por presentar á nuestra vista las cualidades
sea negar que existe en todos algo de común. que nosotros amamos en las mujeres y ocultan su verda
No com paremos los ardientes amores de Safo con los dero natural, mientras que el hombre no se acuerda
romántico-cristianos de Abelardo y Eloisa, y, sin em cuando ama de su derecho de dominación, y es mucho
bargo, en ambos el esencial elemento era una atracción más sincero en su afecto. Algo de esto ha debido quei er
invencible. expresar el enigmático F. Nietzsche, ald ecii. «una mis
Las pasiones extremas que han brillado en hombres ma pasión presenta caracteres distintos en el hombie y
EL M ATR IM O N IO 109
108 NUESTRAS COSTUMBRES
mi testamento; he legado toda mi fortuna á mi mujer,
en la mujer; por eso los dos sexos no se comprenden
pero á condición de que ha de casarse otra vez lo antes
nunca.»
posible... De esa manera habrá al menos un hombre que
Puede que halle confirmación este apotegma en el
sentirá mi muerte todos los días.»
estudio del ideal de las mujeres y de los maridos.
Así, pues, la mujer, embriagada por el amor, esco
La mujer, más que el hombre, cuando no ha llegado
gerá al hombre más guapo y más estúpido, por lo gene
á penetrar el verdadero sentido del juego amoroso y del
ral, porque la impresionará principalmente una buena
matrimonio, es decir, cuando es, como vulgarmente se
figura, y no podrá compararse esta impresión con la que
dice, inocente, está expuesta á ser víctima en esta mate
le produzcan un sabio ó un bueno Tal es la fatalidad
ria al fiarse de sus sentidos y al ser guiada por su sen
que impera sobre ellas. Pocas, muy pocas son las que
sibilidad afectiva. Su corazón es más vehemente que el
dejan llegar hasta su alma los encantos de una inteli
del hombre, de imaginación más corta, y su conoci
gencia brillante ó las buenas cualidades de un corazón,
miento de la vida más superficial y adquirido á costa de
aunque esto es más frecuente. No aciertan por lo común
más largo aprendizaje.
á predecir el porvenir lisonjero de un joven, y se equi
Por lo común, preferirán un hombre de buena es
vocan, y son deslumbradas muchas veces por los falsos
tampa: para ellas no podrá sostener nunca comparación
talentos. De apreciar algo, aprecian la elocuencia; el
un sabio con un buen mozo; generalmente, los sabios son
hombre que se sienta ágil de lengua, puede confiar en
para ellas gente aborrecible y mal educada, indigna de
obtener las simpatías de la mujer. Gustan comúnmente
ser admitida en sus salones. Después de la figura, .conce
de oirnos disertar sobre materias amenas é interesantes
den extraordinaria importancia á las maneras y al trato.
y vernos mostrar erudición y conocimientos, aunque
Montar á caballo, bailar, vestir, todas estas prendas,
éstos sean falsos. Es esto tanta verdad, que ya Ovidio
aunque adornen á un cerebro vacío y á un corazón per
en su ii's amandi aconseja á los que pretenden alcanzar
verso, son las que cautivan el alma de una mujer.
los favores de una romana, que usen de la elocuencia,
No quiere decir esto que los hombres procedan en su
pues también la belleza, como el pueblo, como el juez \
elección con muy diferente criterio las más de las veces,
los senadores, se dejan seducir por ella; que muestren
y que no les arrastre la belleza física, teniendo en poco
erudición relatando sucesos acaecidos en remotos tiem
las cualidades morales. Acordémonos, si no, del sensible
pos, y que si no los saben, que los inventen.
poeta Becquer, que en una de sus Rimas confesaba no
Pero cuando la mujer ha adquirido un poco de expe
ignorar los defectos de su amada; pero ¡era tan hermo
riencia y ha pasado dos ó tres veces el sarampión del
sa! Con lo cual se demuestra que somos más artistas de
amor inocente, cuando empieza á razonar un poco, nos
lo que nos convendría en esa materia, y que primero
presenta una faz muy diversa y bastante descorazona-
rendimos culto á los sentidos que á la inteligencia, aun
dora. Entonces empieza á cotizar al hombre como el
que luego las duras lecciones de la realidad nos hagan
papel del Estado, y pobre del que se presente delante de
variar radicalmente de opinión. Compárese el entusiasmo
ella brindándole una pobreza honrada y amante. Enton
que nos inspira nuestra novia con el hastío que luego nos
ces cambia por completo el ideal de la mujer, y enciende
produce nuestra mujer. Recordemos, en prueba del te
todo su fuego el presentimiento de las onzas.
rrible escarmiento que nos proporciona el matrimonio,
Vivid prevenidos, ricos célibes, solteros acaudalados,
aquel dicho ingenioso del poeta Heine: «Acabo de hacer
W P
■■
cultivadas; hay una prevención contra las mujeres sa temente á una de esas pobres muchachas de humilde ex
bias, como las llaman los que no pueden tolerar que el tracción, cuya existencia se ha deslizado en los estre
sexo femenino salga de su postración y esclavitud; dos chos limites de una cocina? ¿Quién verá con gusto que
talentos en casa, dicen con expresión irónica los que te sea madre de sus hijos una mujer ordinaria de quien él
men la supremacía de la mujer. Miran compasivamente mismo se avergüenza, que la tenga que ocultar á sus
á los hombres de mujeres ilustres, considerándolos como amigos porque no se rían de él, que ofenda constante
obscurecidos y humillados. Quieren conservar la supe mente sus oídos con expresiones torpes y bajas? ¿Quién,
rioridad buscando una esposa inferior á ellos, y, sin em decidme, que tenga un poco de imaginación y de delica
bargo, algunos no la hallan. deza se resignará á esto?
Mantegazza hace una estadistica, y dice que la mu ¡Oh amor! ¡Bien mereces el nombre de tirano, puesto
jer ilustrada, sólo consigue un voto de cada cien hom que á esto y á mucho más condenas! Muchos hombres, de
bres; la mujer tonta, treinta, y la mujer de buen sentido, quienes no lo podíamos esperar, han caído en este error,
los restantes. Sólo encuentro una razón en contra de la impulsados por la fuerza embrutecedora de la pasión.
mujer ilustrada, de la mujer literata ó artista, y es que, Han firmado un pacto para toda su vida en un momento
poi regla general, resulta cara por el ambiente que ne de exaltación, con quien, de estar en su sereno juicio,
cesita, y que no puede costearle la insignificancia de su se hubieran mirado mucho para admitir á su servicio.
marido. Ya se ve, por lo tanto, el caos que reina en esta ma
Si el destino de la mujer es coser medias y repasar teria, en la cual no se puede sentar una regla fija ni
calcetines, barrer y fregar exclusivamente, yo les acon asignar un ideal á los hombres, que vamos arrastrados
sejaría á los que buscan mujer, que hicieran lo que Rous hacia la mujer por una fuerza irresistible y brutal, por
seau, Goethe y algunos otros hombres ilustres: casarse con algo mágico y sobrenatural, por un hechizo que nos
su criada. Llevarían mucha ventaja â los demás maridos. amarra y luego nos abandona, encendiendo allí, en lo
Mantendrían con facilidad su superioridad intelectual, más escondido del alma, extraño fuego á cuyo resplan
encontrarían en sus mujeres más sumisión y respeto, y dor vemos las cosas pintadas de hermosos colores, pero
sobre todo, les serían más útiles para el arreglo de’ su que se apaga como y cuando al que le plugo encenderlo
casa. Están exentas de ciertos prejuicios que atormentan se le antoja apagarlo.
á las señoritas y se acomodan con más facilidad á la es
casez y á las privaciones.
Muchos hombres hacen esto, según estamos viéndolo
todos los días, y no son por lo común gente tonta ni que
haya vivido poco, sino expertos en el amor, hombres co
rridos que han apurado bien la copa del deleite y que
tienen experiencia en materia de mujeres. Tal vez pro
venga esa última decisión suya, de su mismo conoci
miento del sexo femenino y del convencimiento de que
poca diferencia hay entre unas y otras.
Pero ¿quién se resignaría á tener á su lado constan-
EL MATRIMONIO 115
Interés... siempre.
Juventud... al salir del colegio, por atolondramiento.
Fealdad... temiendo algún día carecer de mujer.
Maquiavelismo... para heredar pronto á una vieja.
Necesidad... para legitimar á un hijo.
CAPÍTULO III Obligación... cuando la señorita ha tenido un desliz.
Pasión... para curarse más pronto de ella.
Querella... para acabar un pleito.
Reconocimiento... que es dar mucho más de lo que se
Lo que nos lleva al matrimonio. ha recibido.
Sabiduría... lo que les sucede hoy aún á los doctri
No sabemos por dónde empezar este capítulo. ¡Tantas narios.
son las ilusiones que debemos destruir en él! Sin embar Testamento... cuando un tío os gravó una herencia
go, toda lección provechosa entraña dolorosa experien con una hija que debéis tomar por esposa.
cia. Si los jóvenes que lean mi libro le arrojan con repug V e je z ... para hacer un negocio.
nancia, son unos ingratos. Yo no trato sino de evitarles Costumbre... á imitación de sus abuelos.
decepciones y engaños. Pero como, á pesar de esto, con Escrúpulos... como el Duque de Saint-Aignan, que
tinúa mi temor é incertidumbre, voy á conceder la pala no quiso pecar.
bra al gran Balzac, que ha hecho una lista por orden Esta lista abrirá infinitos horizontes á la imaginación
alfabético, de muchas de las innumerables causas que del lector y le convencerá de que afortunadamente el
nos llevan al matrimonio. Estoy seguro que no pretende amor es el móvil menos frecuente de los matrimonios, y
encerrar todas ellas en esta lista, pero sí dar una idea al digo afortunadamente, porque ya he demostrado en el
lector de lo numerosas que son. En francés corresponde primer capítulo que es la más peligrosa de todas las cau
cada una de ellas á una letra del abecedario; pero en sas que á él nos pueden conducir.
castellano es imposible conservar esta correspondencia. El cálculo es quien más enlaces ocasiona, y el cálculo
Héla aquí: más frecuente se ejercita en los números. La mujer que
El hombre se casa por: tiene buena dote considera asegurada su boda. En todo
Ambición... sobre esto no hay que hablar. tiempo tiene probabilidad de comprar un marido. El
Bondad... para libertar á una hija de la tiranía de hombre, por su parte, piensa obrar cuerdamente cuando,
una madre. no dejándose llevar de ninguna pasión, contrae matri
Odio... para desheredar á unos parientes colate monio con una rica heredera. ¿Quién no ha dicho de un
rales. hombre así: Fulano ha hecho un buen matrimonio? Y,
Desdén... de una querida infiel. sin embargo, el que se engaña con este cálculo, se en
Fastidio... de la deliciosa vida de soltero. gaña más que aquel á quien alucinó el amor, porque pre
Locura... aunque el matrimonio siempre lo es. tende neciamente haberle hecho una jugarreta al destino,
Apuesta... este es el caso más raro. y es el destino quien se lia burlado de él. De los modos
Honor... como Jorge Dandin. de entrar en el matrimonio, éste es el más expuesto á un
116 NUESTRAS COSTUMBRES EL MATRIMONIO 117
fracaso, pues el dinero se escurre con agilidad pasmosa, travíos, nuestros amores ilícitos, nuestros despiltarros,
y además, porque por mucha afición que se tenga al di que ella nos echará en cara, recordándonos que es la
nero, es mayor la dificultad de vivir con ciertas mu dueña de nuestra fortuna. ¿Con qué derecho podremos
jeres. acusarla de pródiga é impedir que derroche el dinero? Y
El matrimonio hecho por dinero nos eleva de pronto sobre todo, ¡qué mísera autoridad podremos tener en el
á una categoría social superior á la que teníamos, pero interior de la familia, en los asuntos graves y hondos de
no sacia nuestros deseos, sino que los hace crecer. ¡Po la paternidad y de la dirección del hogar! Los disgustos
bre del que espere satisfacer su ambición por medio del lloverán sobre nosotros, se contarán por días, nuestra
oro! Será lo mismo que el que quiera apagar su sed be cabeza blanqueará prematuramente. El matrimonio será
biendo agua del mar. Su ansia por los placeres se dupli un duelo á muerte. No podremos traer la paz cuando ya
cará, su vanidad, hinchándose monstruosamente, exi el espíritu cansado quiera transigir de cualquier manera.
girá cada vez más grande y fastuoso ropaje para cubrir El mutuo encono, el dolor de las recíprocas heridas, se
se, y en suma, no habrá hecho más que despertar en renovará todos los días, y nuestro corazón estará enve
su alma nuevos é insaciables apetitos. Que renuncie el nenado por el odio, que es la muerte del alma. Téngase
que fué movido por este acicate á los dulces y reposados presente todo esto, y se verá que el que se casó por co
placeres; su vida será un continuo desear, una agitada y dicia, creyendo asegurar su felicidad, es el más impre
tumultuosa existencia de hastío y remordimiento, un visor y el más engañado de todos.
continuo batallar con el tedio que le irá comiendo como Pero la suerte del codicioso no es la que nos debe ins
carcoma. Dentro de la intimidad de la familia caen las pirar más lástima, sino la de otros muchos que van más
máscaras mejor ideadas, el hombre se manifiesta como llenos de fe al ara del matrimonio.
es, y nuestra mujer se convierte en una vergüenza y un La mayor parte se casan sin saber lo que hacen; no
reproche, vengadora del engaño y de la codicia. ¿Qué conocen la naturaleza humana y no pueden calcular los
mujer no ha de sentir desprecio por su marido, cuando efectos de una eterna y absoluta unión, dada nuestra
conozca que se vendió á ella? ¿Y este desprecio no ha de contingencia. No pueden escarmentar sino en cabeza
destilar un día y otro día gotas de hiel sobre aquel frío propia, porque la mayoría de las personas se unen
hogar? ¡Ah! entonces sentirá, más apretado que nunca, para ocultar el fracaso completo que significa el matri
el pesado grillete del matrimonio, y habrá de suspirar monio.
por la perdida independencia. De no transigir con la León Tolstoï habla de este modo:
vergüenza y el oprobio, tendremos que constituirnos en «Me casé como nos casamos todos. ¡Si los jóvenes que
guardianes de nuestro honor, en espías de nuestra mu sueñan con la luna de miel supiesen la desilusión que les
jer, y calcúlese la ímproba tarea de celar á quien aborre aguarda! No más que desilusión. Y no sé por qué motivo
cemos, que tiene en sus manos nuestro honor y nuestra todos nos creemos obligados à ocultarla.
tranquilidad, y está dispuesta á entregarlos al primero »Un día me paseaba en un bosque de París y entré
que pase. Imagínese cómo hemos de llevar con pacien en una barraca, donde exhibían una mujer con barba, y
cia las mil impertinencias, terquedades, caprichos y v a una foca. La mujer era un hombre descotado, y la foca
nidades con que una mujer puede poner á prueba nuestro un perro cubierto con una piel de foca, y qué nadaba en
cariño. Imagínese cómo hemos de disimular nuestros e x una especie de baño. En resumidas cuentas, poca cosa.
118 NUESTRAS COSTUMBRES EL MATRIMONIO 119
Cuando salí, el dueño de la barraca me señalaba, di mente que contribuir en cuota más ó menos crecida.
ciendo:— Pregunten ustedes al señor si vale la pena de Aún es posible que pensemos en esto y titubeemos. Pero
entrar. ¡Adelante, señoras y caballeros! ¡Adelante! nos empuja al fin nuestra lamentable ceguedad.
»No sé decir por qué, me costaba mucho trabajo con Caemos en el matrimonio empujados por inexorable
tradecir á aquel hombre, que contaba ya con este senti mano. Así lo quiere la sociedad. A nuestros piés se mul
miento mío. Lo mismo sucede, sin duda, á los que cono tiplican las trampas y los lazos. Así se explica que mu
cen por experiencia el hastío de la luna de miel, y no se chos hombres cuerdos den un apellido á quien lo ha de
atreven á disipar el ensueño de los demás.» arrastrar por el lodo. No; no es solamente el amor lo que
Todo esto es verdad, extraordinaria verdad. La mo conduce á tal estado; son las circunstancias, la lucha
ral pública no permite que se dé este aviso á la incauta porla existencia, la pobreza, los dolores de la familia,
juventud. Está interesada la conservación del orden, y las preocupaciones, la cobardía, la ligereza, el cansan
muy principalmente la religión. Pregonar los males del cio, el atolondramiento. Todos estos móviles hacen que
matrimonio es atentar contra los cimientos de la socie el amor quede en muy secundario lugar en la constitu
dad. Pero ¿qué se pretende con esto? ¿Perpetuar el mal ción del matrimonio.
por medio de engaños, ó tal vez se alimenta la cándida Vosotros los que os reís de ese pobre marido que su
esperanza de que la humanidad deje de ser lo que es y fre los coqueteos y veleidades de su mujer, tened pru
cambie sus instintos? dencia y sellad los labios, que no sabéis las circunstan
A todas horas la maledicencia, la murmuración, re - cias en que habrá caído ni por qué razón, tal vez de ín
pite sucias historias que son del dominio público, en dole elevada, resulta ciego y toléralo que á vosotros os
las que se pregona la deshonra de tal ó cual matrimo parece intolerable.
nio. Los hombres señalan á esas mujeres con el dedo; Con solo hacer una recopilación de las ideas del vulgo
pero como van siendo tantas ya, vamos creyendo que es sobre este asunto, podríamos escribir un profundo trata
.achaque de todas, y que corremos gravísimo peligro do, porque, en resumidas cuentas, lo que en él escribi
•cnando pensamos en arreglar nuestra vida entrando en ríamos sería la misma conciencia social. Porque si bien
la cofradía de los casados. corren muchas ideas falsas esparcidas por los tontos, de
Sin embargo, esto, que se repite por todos, no es ver las que no pueden prescindir, porque tienen más apego
daderamente sabido más que de algunos. Todos cree á sus falsas convicciones, que los cuerdos á sus opiniones
mos en la virtud de nuestras madres, de nuestras her sensatas, hay en cambio desperdigadas aquí y allá, en
manas y de nuestras esposas. Si este idealismo fuese éste y en el otro, buenas y exactas observaciones, pro
fundas máximas engendradas por la experiencia. No
■cierto, tendríamos que figurarnos á la humanidad como
impecable coro de ángeles. En el momento en que nos son hombres de talento únicamente los que la fama ha
casamos, creemos que nuestra persona va á llenar por inmortalizado, y estos mismos han escrito muchas san
toda la vida el corazón de una mujer, y en esta convic deces; hay enterrados, perdidos en la revuelta masa so
cial, cerebros privilegiados, espíritus perspicaces, con
ción la hacemos nuestra; pero si estudiásemos la esta
denados al rudo trabajo mecánico, que abruma y em
dística conyugal, veríamos que, á costa de los maridos,
brutece; estos cerebros atesoran gran copia de observa
se produce todos los años espantoso número de irregula
ciones atinadas sobre algunos puntos sociales, mientras
ridades conyugales, á cuya cuantía tendremos probable
120 NUESTRAS COSTUMBRES EL, MATRIMONIO 121
que otros permanecen velados á su clara inteligencia llena de contrariedades y rudos deberes ante los que hay
por falta de atención sobre ellos. Así como se ha dicho que detenerse con pavor, en vez de inducirnos á él como
que no hay libro, por malo que sea, que no contenga á un estado de felicidad, quizá en los primeros años de
algo bueno, así no hay hombre que haya vivido en so nuestra existencia, no disipadas aún las brumas de la
ciedad muchos años, por inculto que sea, que no pueda ignorancia; si hubiese quien nos detuviera con fuerte
decir alguna verdad aprendida por la experiencia, esa mano y nos susurrase al oído terribles augurios, funestos
vieja hechicera que anda por ahí, con su enmarañado vaticinios, aún se nos podría reprochar nuestra locura,
cabello blanco y gesto de dolor, diciendo á cada hombre y seríamos responsables de nuestras desgracias; pero
algún secreto amargo, arrancando de su alma alguna no, la sociedad parece que trama una conspiración de
ilusión y vertiendo en su corazón alguna gota de hiel. silencio, ve á dos enamorados y calla, pone el dedo en los
Pero como esta vieja siempre llega tarde; como la labios, respeta el engañador ensueño como respeta el
experiencia la vamos adquiriendo paulatinamente con del niño en la cuna, y les empuja suavemente por el ca
el transcurso de los años, raro será el hombre que no se mino de la licitud como por el único practicable. Ante
tenga que arrepentir de alguna determinación suya, si dos enamorados, todo son sonrisas, buenas caras, en
quiera sea buena, de algún desacierto, aunque le haya horabuenas, plácemes, halagos. Ante dos casados, en
llevado á cometerlo cualquier noble sentimiento. Así, el cambio, la sociedad aparece como implacable juez, por
que más se haya entregado á los transportes del amor, que está interesada en guardar la vieja ley, la estúpida
maldecirá más tarde esta pasión, como causa de sus ley, cuyas infracciones castiga con más rigor que los Có
desdichas. digos y ejecuta con más cruel impasibilidad que los ver
Dentro del matrimonio tendremos lugar de arrepen dugos .
timos mil veces de la ciega pasión que nos llevó á él,
pero será en balde; pues es un callejón sin salida. No se
concede período de prueba. Á los que profesan en un
convento se les concede un año de preparación, de en
sayo, transcurrido el cual pueden quebrantar sus votos,
pero el que se va á casar, esto es, el que va á firmar un
pacto de fidelidad perpetua con una persona á quien
sólo ha tratado un par de meses, cuyo carácter tendrá
que soportar toda la vida, no se le permite ningún pe
ríodo de prueba, sin duda por temor á que si así se hi
ciera, pocos ó ninguno confirmarían sus votos al terminar
el año.
Y aún si se nos diese un aviso antes de poner la
planta en el dintel de esa institución, si no se engala
nase de flores el umbral de nuestra casa de novios, ocul
tándonos los reptiles que hay en ella escondidos; si al
menos se nos pintase el matrimonio como una existencia
KL .MATHIMONIO 123
EL MATRIMONIO 125
124 NUESTRAS COSTUMBRES
»vorarla. Aquí que cada uno interrogjue su conciencia,
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, de
»evoque sus recuerdos y se pregunte si encontró jamás
bemos asentar, como ley fatal, que el amor ha de faltar
»hombre alguno satisfecho con el amor de una sola
dentro del matrimonio, no sólo porque el amor no es
»mujer.»
eterno, sino porque, como luego veremos, dicha institu
Según se ve, poca es la fe del escritor en la tan pro
ción reúne condiciones poderosísimas para apagar este
clamada monogamia de nuestra especie, y lo que dice
sentimiento.
del hombre nadie dudará que se puede decir de la mu
Es el amor una función fisiológica á cuya realización
jer, según algunos, en mucha mayor proporción.
tiende el organismo humano con extraordinario im
Y no es fácil otra cosa, porque la índole del matri
pulso, pero que una vez realizado, tiende á decrecer.
monio acelera la ruina del amor, puesto que la vida en
¿Quién sabe si en esto mismo no existe una ley natural,
común, con sus intimidades, con su roce diario, con la
como la de la gravedad ó cualquier otra física, que nos
saciedad que proporciona á los sentidos, apaga la sed
inclina â que variemos constantemente de pareja con
de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Por eso llamaba
el fin de obtener la raza una rnejdr descendencia; así
madama Staël al matrimonio, la turnia del amor. Este
como una especie de selección favorable al perfecciona
necesita cierto grado de incomunicación con la persona
miento de la especie? Si se estudiase esta ley por nues
amada, y es muy difícil que subsista cuando vivimos
tros naturalistas, yo creo que habían de contestarla y
junto á ella, porque todos los detalles íntimos que pre
favorecerla, como muy provechosa á la salud de los
senciamos, nos la pintan como cualquiera otra mujer, y
pueblos.
el amor la había idealizado, separándola de las demás.
Ahora bien: esta ley se cumple socialmente á expen
Traspuesto el dintel del matrimonio, apagado el ardor
sas de la moralidad pública y bajo la forma ilícita y cri
de la carne, satisfechas todas las curiosidades, vemos
minal del adulterio; pero se cumple, como no puede me
desvanecerse el ensueño de ventura que nos habíamos
nos de cumplirse.
forjado, aparece otro individuo distinto en el que han
Así habla Balzac en su Fisiología del Matrimonio,
muerto una porción de delicadezas, de ideas y de de
página 372:
seos; van apagándose como las luces de un templo todos
«No es para hacer temblar á todos los maridos el
los ardientes y luminosos presentimientos de dicha, y
»pensamiento de que el hombre está dominado, na-
nos vemos en un recinto frío y obscuro, donde en vano
»turalmente, de la necesidad innata de variar de man
tratamos de resucitar emociones muertas. La imagina
ijares, y que por salvaje que sea el lugar adonde lle-
ción deja de presentarnos risueños horizontes, herida
»gue, allí encontrará bebidas espirituosas y suculentos
diariamente por los mil detalles prosaicos de la vida do
»asados.
méstica cuando no de sus contrariedades, y sólo podre
»Pues bien: el hambre no es tan violenta como el
mos prolongar un poco la agonía de nuestro ensueño
»amor; los caprichos del alma son mucho más numero-
por medio de fiestas, vestidos, teatros, paseos, lujo y
»sos, más incitantes, más rebuscados en su furia que los
pasatiempos, que no nos dejen reflexionar sobre el vacio
»caprichos del paladar; todo lo que los poetas y los
que se va haciendo en nuestra alma.
»acontecimientos nos han revelado del amor humano,
Este es el triste porvenir del amor, que primero es
»arma á nuestros solterones de un poderío terrible: son
poesía y luego conviértese en prosa por ley tan inexora-
»los leones del Evangelio que buscan su presa para de-
mmm
. M i
E L MATRIMONIO -1 2 7
12 6 NUESTRAS COSTUMBRES
ble, que á este propósito dice Max Nordau, con verda social ha conseguido esa dulce hada, á quien creemos
dero humorismo, que «fué una fortuna para Romeo y estrechar en nuestros brazos y se escapa de ellos, lle
»Julieta haber muerto tan jóvenes. Si la tragedia no ter- vándonos cada vez más lejos en su seguimiento. Las
»minase en el quinto acto, no estoy seguro de no oir ha- victorias son muy pequeñas; apenas hemos conseguido
»blar â poco de desacuerdo entre aquellos jóvenes en- unas cuantas, La lucha por la libertad es eterna.
»cantadores; mucho temería que al cabo de unos meses
»Romeo hubiese tomado una querida, y Julieta se hu-
»biera consolado de su abandono con algún hidalgo ve-
»ronés.»
Insisto en que no es posible otra cosa, porque lo que
nos lleva á desear una mujer, lo que nos une á ella, es
un lazo que nos tiende la naturaleza y que afloja en
cuanto hemos cumplido el fin que ella quería. La pose
sión carnal señala la cúspide, la cima de ese deseo que
nos arrastra. Desde entonces, todo va hacia abajo, el
encanto va disipándose, el fuego apagándose, la venda
cayendo, la reflexión y el juicio se nos devuelven y nos
hacen ver un esqueleto humano en la que antes creía
mos un hada. Entonces, y sólo entonces, tenemos cono
cimiento exacto de lo que es el matrimonio, pero ya
es tarde. Esta experiencia sólo nos sirve de mortifi
cación.
No se culpe de ser así á la naturaleza; cúlpese, y
mucho, á la sociedad. Rara juego, es muy diabólico eso
de chasquearnos tan despiadadamente.
Hora es ya de que cese de correr la sangre en el al
tar de las antiguas divinidades. La espada del sacrifi-
cador se embota, y nauseabundos vapores corrompen el
ambiente. Toda la idealidad se perdió, y hoy, cuando
nos arrodillamos al pie del sacerdote para recibir la
bendición nupcial, lie vaincs el asco en el corazón con
tra ceremonias ridiculas y bárbaras. Hora es ya de que
suene el grito de independencia. La libertad, la divina
libertad, todavia no la hemos conseguido; distamos mu
cho de ello, y, si queremos convencernos, arrojemos una
mirada á las demás naciones civilizadas, y las envidiare
mos por las conquistas que en el tei reno de la revolución
EL MATRIMONIO 129
»hombre la culpa. De cien esposas culpables, hay ochen-
»ta que lo son por culpa de sus maridos.
»La separación, separa nada más, pero no liberta.
»No rompe la cadena; lo que hace es alargarla, y, por
»casa de la novia, agrada y es aceptado. Se firma el mentos agí adables, como los que ocasionan las primeras
»contrato y se celebra el casamiento. Una hora despues contrariedades amorosas. Un nuevo amor nace, más
»de haber salido de la iglesia, y antes de terminarse la instintivo, más verdadero que el otro, y hace soporta
»comida, aquel joven sale y no se le vuelve & ver mas. bles y llevaderos todos los disgustos, temores y privacio
»Se marchó llevándose el dote y dejando á una mujer nes de que viene aparejado. ¿Pero qué no marchitará el
»virgen y arruinada. Ésta se dirige á la ley, que le con tiempo con la tenacidad inexorable de su fuerza des
testa: Es cierto, señora, que os habéis casado con un tructora? Los primeros sacrificios los hacíamos gustosos,
»estafador.—Pues bien, ahora devolvedme mi libertad. más adelante fueron simplemente soportables, poco á
»N o.— Pero, entonces, ¿qué debo hacer?—Esperar. ¿A poco van pasando á la categoría de hábitos inconscien
;>pué? _ Á que vuelva.—¿Y si no vuelve?-Esperar a tes que dejan vacía el alma, la cual pugna por llenarse
»que se m u era.-¿Y si no se muere?— Entonces tanto otra vez con algún sentiraient.» nuevo, y, por último, se
»peor para v o s .-¿ Y si amo á otro hombre?-Sereis des •convierten en deberes ineludibles, en tormentosos casti
honrada.— ¿Y si tengo hijos?, porque al fin he nacido gos, á cuyo cumplimiento nos condena la sociedad,
»para ser madre.—Serán bastardos.—Pero esto es ini •alerta siempre, para espiar la menor infracción, el más
c u o , porque al fin soy inocente.-Pues así es.» leve incumplimiento, el más ligero desvío de su ley.
Después de tan lógica sucesión de argumentos, no Mientras tanto, experimentaremos, en la satisfacción de
parece posible discutir la cuestión del divorcio; pero los goces matrimoniales, la saciedad de un placer ya
como en nuestra sociedad estamos muy lejos de admi apurado; trataremos de esprimir el zumo al limón para
tir lo razonable, y, según dicen los hombres sensatos no atrancarle la última gota; nuestros sentidos no respon
estamos en disposición todavía de implantar las refor derán, como si estuvieran exhaustos de sensaciones, y el
mas que nuestra conciencia nos pinta como necesarias, débito conyugal se convertirá en una prostitución mu
tenemos que conformarnos con la no existencia del di tua, el más sublime de los goces.en el más repugnante
vorcio, como con un hecho consumado, y partir de este de los suplicios.
Entonces el alma, ávida de sensaciones, deseosa de
hecho. _
Una vez, pues, fuera de la iglesia, hemos de consi refrescar pasados sentimientos, nos lanzará imperiosa
derarnos unidos para siempre con una persona; senten en pos de nuevas aventuras. Entendes aparece él ó apa-
cia contra la cual no hay apelación. tece ella, se apoderan de nosotros, nos sacuden, nos
La vida transcurre (vamos á suponerlo) en los pri arrastran, nos vencen; las leyes fisiológicas hacen sen
meros momentos del matrimonio tranquila y hasta pla tir su imperio, y por encima de todos los reparos, de to
centera. Suponiendo á dos recién casados enamorados dos los escrúpulos, de todas las prohibiciones, atrope
el uno del otro, es un episodio la luna de miel, por lo ge llando la ley moral, el adulterio se consuma.
neral, de los más agradables de nuestra existencia. Pero Necesita también la mujer, en muchos casos, una
pronto este placer, apurado hasta las heces, va degene compensación á los continuados dolores en que van con
rando en fastidio. Pronto se convierte en monotonía, que virtiéndose las obligaciones domésticas; su imaginación,
sobreviene después de la hartura, y esta monotonia solo iibie y desocupada, en vano es que la queramos sujetar
es alterada por los primeros cuidados de la maternidad. á un trabajo diario, mecánico y estúpido, á una faena
Aún estas mismas inquietudes son, en un principio, toi- cotidianamente repetida, á los insignificantes y prosai-
NUESTRAS COSTUMBRES EL MATRIMONIO 133
132
cos quehaceres que les permitimos. Queremos condenar dancia, agradecidas al que todo le parece poco para
á una mujer á la esclavitud de la aguja cuando sueña ellas, en un arranque de franqueza, no le dirían al oído:
con el imperio del mundo. Fomentamos antes en ella la «Querido mío, dame un amante.» Indudablemente lo ha
vanidad, acostumbrando su oído á la lisonja y al halago, rían, porque es lo único que les falta. Y en realidad, ellas
y ahora oye de nosotros palabras indiferentes y hasta lo piden y ellos lo conceden. Lo piden solicitando la oca
duras, quejas, reproches, reconvenciones, cuando no- sión, la libertad que para ello necesitan, el dinero á v e
amenazas é insultos. ces; sólo que en vez de pedirlo directamente, dan un pe
Y queremos que renuncie á ese paraíso, á ese jardín queño rodeo, hacen un gracioso mohín, despliegan, en
encantado del amor, en donde sufren una misma exal fin, toda la astucia y el disimulo de que son capaces y
tación la sensibilidad y la imaginación, regalada poi que han adquirido en el trato social con admirable apli
doradas imágenes, promesas y seducciones. cación, porque saben que es su única arma y la ponen al
Pero no siempre el adulterio es un desquite de las servicio de su idea:
amarguras y contrariedades del matrimonio, una ma Una vez puesta en tan resbaladiza pendiente, em
nera de disipar el tedio, tormento menos soportable para pieza á saborear sus diabólicos deleites. Ha roto la
nosotros que el mismo dolor; no siempre, ni con mucho, monotonía de su existencia de burguesa; de hoy en ade
es una escapada por la puerta falsa al jardín de lo ideal, lante, sus cuidados no serán únicamente si la muchacha
huyendo de un hogar pobre, estrecho y miserable; esta sisa, si la salud de su marido zozobra; si la modista ha
enfermedad, como las otras, toma en cada individuo di errado en el corte de un vestido y futilezas semejantes,
ferentes caracteres. El bienestar, el lujo, las comodida sino que se sentirá al borde de un precipicio, caminará
des, las riquezas, predisponen tanto ó más al supuesto sobre el cráter de un volcán dispuesto á la erupción, y
delito que penan los Códigos por compromiso y como sentirá la misma alarma que el que lleva una bomba
para tener una deferencia con lajmoral religiosa. Cuan de dinamita en el bolsillo, tendrá presente la idea de que
do están satisfechas suficiente ó excesivamente nuestras á cada momento se pueda romper la tranquilidad de su
necesidades físicas, sentimos nuevas necesidades. Nunca casa y estallar el drama.
estamos más hambrientos en este sentido que después «H ay en toda alma — dice Pérez Caldós',— junta-
de una buena comidá; esto les sucede con más intensidad emente con el miedo á las emociones, la curiosidad de
á las naturalezas refinadas y, sobre todo, á la mujer. Un »ellas, indefinible simpatía del corazón humano con lo
marido, después de procurarse posición y riquezas para »patético. Como la vista en las alturas siente el llama-
contentar á su mujer, la ve sonreír satisfecha, con gesto » miento del abismo, así el alma siente la atracción ale-
de agradecimiento, y no adivina debajo de esa misma »vosa del drama.»
sonrisa con que ella misma pretende engañarse, el Considerando el amor sexual como una potencia que
mundo de deseos, de necesidades nuevas en que se agita. radica en el individuo y está siempre dispuesta á rea
El marido continua por este camino, creyendo tenei ase lizarse, y teniendo en cuenta que su realización la exige
gurada la dichade su mujer, y no ve, el muy ciego, que el organismo humano con el imperio de una ley natural;
fomentando sus caprichos, la llevara a deseai la única viendo al mismo tiempo la multitud de excitantes de la
cosa que le resta poseer y que él dignamente no le puede civilización, los refinamientos del lujo, el arte, ideali
proporcionar. ¡Cuántas mujeres, nadando en la abun zando constantemente el obligado tema del amor; los
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KL MATRIMONIO 135
134 NUESTRAS COSTUMBRES
autores dramáticos haciendo del mismo asunto la mate falso honor y de caprichosa tiranía, que tienen el injusto
ria de sus inspiraciones; las mismas tertulias y reunio privilegio de correr autorizadas de boca en boca, aun
nes poniendo en contacto á los dos sexos en habitaciones que la experiencia las considera estúpidas y falsas.
confortables que acarician muellemente los sentidos; las ¿Quién no tendrá observado en su vida algunos de estos
mujeres ociosas y aburridas y recibiendo la constante casos en que la conciencia individual se sobrepone á la
adulación de los hombres, y éstos viendo en aquéllas social, y la mujer culpada es absuelta de su delito para
pasto para su intemperancia, que se ofrece incondicio evitar tal vez más grandes males? Las muchedumbres
nal, desinteresadamente; considerando esto profunda no comprenden esta conducta de piedad y transigencia;
mente, y echando una mirada á la historia, que se en por eso se agolpaban amenazadoras en torno á la mujer
carga de probarnos que siempre ha sido así, y que has adúltera del Evangelio, y sólo las contuvo la voz del
religiones han sido impotentes para estirpar esta pasión, Salvador cuando dijo: El que de vosotros se encuentre
que hemos convenido en llamar crimen, y que al cabe limpio de pecado, que tire la primera piedra.
terminaremos por considerarla como inseparable de la
naturaleza humana, hallaremos alguna atenuante con
los extravíos originados por el amor sexual.
Y ya le encuentra cierto buen sentido existente en el
criterio social, algo oculto en sus repliegues y que nece
sita un buen observador para atinar con el sitio en que
reside. A l juzgar algunas faltas de este género, la socie
dad no es intransigente como la religión. Ésta fulmina
desde luego el anatema contra los delincuentes, les con
dena sin oirles; para ella están en pecado mortal, y to
dos los que en su caso se hallan tienen igual castigo y
reprobación, sin atenuantes ni agravantes (pues la jus
ticia de Dios, según sus ministros, viene á ser más im
perfecta que la de los hombres); pero la conciencia social
se divorcia aquí como en muchos casos, de la religión, y
tiene en cuenta las circunstancias del delito, el carácter
del marido, su conducta para con la mujer culpable, su
separación ó proximidad, el carácter ó temperamenta
de la mujer; pues, como dijo Voltaire, On sait assez que
notre temperement fait toutes les qualités de notre âme; y
en suma, es algunas veces más inteligente su justicia, y
por lo tanto, menos rigurosa. En los ojos de los hombres
á quienes ha hecho sabios la experiencia, he visto yo
una expresión de indulgencia para la mujer caída y una
sonrisa de desdén para las torpes máximas sociales de
EL MATRIMONIO 137
tra supremacía, como cuando aceptan nuestro brazo poi jer cometer temeridades con su amante. Ir acompañada
la calle. Comprenden que nos gusta su aparente debi de él por sitios públicos, echarle cartas á las doce del
lidad y la fingen, aunque en realidad se sienten más día por el balcón, desafiar las delaciones de sus criados,
fuertes que nosotros. Bien es verdad que es más aparente y de sus vecinos, y salir completamente ilesa. El secreto
que real la tan repetida debilidad del sexo bello. ¿Dónde de todo esto era la confianza de su marido.
está? Yo las he visto, á la cabecera de un enfermo, re Vemos, pues, que la confianza es el fin á que aspira
sistiendo fatigas físicas mayores que las que resiste un ia mujer dentro del matrimonio; con ella vendrá la paz,
hombre; las he visto soportando con admirable valor el abandono de los asuntos en sus manos, la delegación
moral una situación difícil, sobrellevándola y vencién de la autoridad marital. El marido, por su parte, repo
dola. La mayor parte de lo que se dice de la mujer es sará y cimentará este sentimiento de confianza, en aque
mentira. Sus defectos provienen en mucha parte de su lla inocencia más ó menos real con que se le mostró en
oprimida condición social y del trato que las damos. el lecho la tímida doncella, y procurará mantenerla en
Pobres séres dotados de los mismos instintos que nos lo que cabe en ese primitivo estado, teniéndola sumida
otros, de la misma ó mayor imaginación, y condenadas en cierta oscuridad, en cierta ignorancia, en cierto ale
á todas las privaciones. No es extraño que traten de re jamiento de determinadas realidades, que tienda á man
cobrar la .libertad perdida engañando á sus amos. tener viva la sensibilidad de su pudor. La mujer coad
Decía Macaulay: «Emancipad á los judíos, dadles pa yuva á este fin ocultando las conquistas que hace su
tria, honor, estimación, y entonces podréis juzgarlos.» Y picardía y su experiencia, como preciosas armas de que
digo yo: emancipad á la mujer, dadla verdadero honor, su instituto le avisa que se podrá valer. El marido des
dadla trabajo, libertad, y entonces podréis juzgarla. cansa dormido en su confianza. No sabe todo lo que
Pero, continuando, diremos que, como se ve, el fingi puede hacer la mujer valida de ella.
miento de la mujer se impone dentro del matrimonio, Es admirable la candidez con que algunos hombres
pues la da un poder que de otro modo no tendría. Siendo mantienen la fe en sus mujeres. Ven á su alrededor á
como es su marido su dueño, el arte consiste en hacerle las de los demás completamente despiertas, y creen á la
esclavo. ¿Y cómo se consigue esto? Engañándole, ganando suya eternamente dormida.
su confianza, adulándole como adulan los cortesanos á Sin embargo, no aconsejo á nadie que pierda siste
los reyes para manejarlos. Por eso todas consideran el máticamente la confianza en su mujer y la someta á una
matrimonio como un estado superior al de soltería, como grosera y ofensiva vigilancia. Este procedimiento es
un estado de relativo bienestar é independencia, como más pernicioso todavía. El celoso que esclaviza á su
la tierra de promisión. mujer, la pone guardias y no la deja salir sola, la pro
Pero las verdaderas ventajas de este estado no las híbe que levante el visillo, viene de la oficina y registra
conocen, sino las que han pasado por él. toda la casa espantoso, amenazador como un ogro, como
Cuando ha conocido la mujer el secreto del matrimo un tirano, sobre ser la criatura más tristemente cómica,
nio, procurará robustecer la confianza que inspira á su es también la más desgraciada de todas.
marido, comprendiendo que cuanto más grande sea ésta, La mujer que sienta repugnancia por el adulterio ó
más fácil le será abusar de ella. que no haya pensado jamás en él, se sentirá ultrajada
Los resultados son admirables. Yo he visto á una mu por la desconfianza de su marido; se familiarizará con
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la idea de dicha falta, y teniendo que soportar constan No confundáis nunca la autoridad con el despotismo
temente á un verdugo que se complace en insultarla y ni la tiranía, y si queréis que la mujer os respete, dadle
atormentarla, pensará lo que tal vez no hubiera pen los derechos que le corresponden. Uno délos más sagra
sado de otro modo. dos es la fidelidad. Si queréis que ella os la guarde,
Tened también en cuenta que aunque pongáis á la ¿por qué no guardarla vosotros? Á muchos hombres sen
prisión que habite vuestra mujer siete murallas, como satos y de honor he oído decir que, si bien es ley para
dice Herodoto que tenía la ciudad de Thebas, ella sabra la mujer el guardarnos fidelidad, nosotros estamos exen
escalarlas. Leed E l Celoso Extremeño, de nuestro inmor tos de esta ley ó la podemos quebrantar siempre que lo
tal Cervantes, y vereis cómo abunda en esta opinión. hagamos con discreción. Hasta llegan á hacer depen
Allí os demostrará que todas las prevenciones y barre der la felicidad del matrimonio de la habilidad para
ras que imaginéis no os salvarán de vuestra desgracia, elegir una mujer que sepa hacer la vista gorda en esta
si es que ésta ha de acaecer. materia. Esto lo he oído yo decir á hombres reputados.
Pero el celoso no debe esperar á que su mujer le falte Pero es verdad que siempre que se trate de defender el
para juzgarse infeliz; sufre ya anticipadamente los tor orden establecido en esa materia, no podremos menos de
mentos de los celos y del deshonor. agraviar á la razón y al sentido moral. La mayor con
La confianza podrá poneros en situación de ser en denación que se puede hacer de los que así piensan, es
gañados; pero mientras no toquéis el engaño, sereis consignar su modo de pensar.
■feliz; mientras que la desconfianza os hace desgraciados Si el matrimonio es un ensueño de amor, tratad de
desde el momento en que os casais. Así, pues, si nunca no despertar de él mientras queráis ser felices. En
os aconsejaría yo la confianza absoluta en vuestra mu cuanto sintáis otra nueva pasión en vez de la de vuestra
jer, por creerla irracional y ’ ocasionada á graves peli esposa, habrá que compadeceros. Vosotros que os creéis
gros, ¿cómo os he de aconsejar la desconfianza, si este libres, tendréis que soportar gran esclavitud. Si pensá
consejo mío hubiese de ir encaminado á que encontráseis semos cuerdamente, habríamos de temer mucho más
la paz y el sosiego en el matrimonio? nuestro hastío, que el de nuestra mujer; nuestra infideli
Y, sin embargo, si hubiese de dar mi opinión sobre dad, que la suya; nuestra traición, que su traición. Á
estos dos extremos, tendría necesariamente que deciros, quien primero perjudicaremos con ella será á nosotros
como han dicho todos, desde Ovidio hasta Cervantes, mismos; porque si el amor es de tal naturaleza que nos
que no existe la mujer fuerte, la mujer invulnerable, la lleva á desear una mujer para nosotros, á hacer vida
mujer capaz de resistir toda asechanza, en cuya fe po común con ella, á tomarla en matrimonio, luego que
dáis reposar tranquilos. vuelva á nacer en nosotros, apeteceremos hacer lo mismo
Procurad de todos modos no ser su opresor. Si el se con la que nos lo inspire, pero ya no seremos libres para
creto del matrimonio está, por parte de la mujer, en ello. En cambio, tendremos una esposa que quizá ad
conseguir la confianza y el dominio de su marido, por vierta nuestro desvío, que nos exija caricias, fuego,
parte de éste debe estar en hacerla libre sin perder su pasión, y halle nuestros brazos indolentes, nuestros
autoridad sobre ella; en dejarla una racional libertad labios fríos, nuestra boca exhausta de besos, exhausta
que no relaje los vínculos de potestad á que debe estar de sonrisas, exhausta de palabras; nuestros ojos despro
sometida, pero que haga que no los sienta. vistos de ardor y todo nuestro sér ausente.
EL m a t r im o n io 149
148 ' NUESTRAS COSTUMBRES
tezuela, de la cual sólo hay que esperar goces materia
¿Cuál no será entonces nuestro conflicto? ¿Qué par
les. Y en esta inteligencia, no hay para qué contentarse
tido habremos de tomar? ¿Qué excusas la daremos?'
con una. Con vendarle los ojos á la propia, está todo
¿Cómo cumplir todos los deberes que estipulamos en el
despachado. Pero entonces es cuando menos comprendo
contrato matrimonial? ¿Cómo podrá salir un hombre
el matrimonio. Según este modo de pensar, ¿por qué ha
noble de semejante atolladero? Tendremos que respon
cemos nuestra á una mujer para toda la vida? ¿Por qué
der á unas caricias importunas, á unos brazos opresores,
la elegimos entre todas y nos constituimos en la obliga
á un aliento que nos ahoga. Sentiremos asco, náuseas. Y
ción perpetua de acariciarla constantemente? ¿Por qué
á todo esto tendremos que acostumbrarnos ó plantear el
divorcio secreto, y dejar á nuestra consorte abandonada nos echamos semejante carga sobre los hombros, com
prometiéndonos á alimentarla, á soportarla, y exponién
á los efectos de nuestra conducta.
Y entonces, aun cuando la ley sigue inflexible dic donos á sus traiciones y engaños? ¿Por qué afectamos el
tándoos deberes precisos é ineludibles, aunque vosotros monopolio de una, cuando todas están á nuestra dispo
mismos tratéis de imponeros ese mismo deber como sición?
¡Ah jóvenes! No hagais caso del amor. No Arméis
una penitencia, aun cuando por prevención probéis á
pactos diabólicos, engañados por las promesas halagüe
tener á vuestra mujer contenta, no concibo cómo os
arreglaréis para acariciar á quien no amáis; y aunque ñas de la pasión. Convenceos de que el amor pasa, y pasa
muy pronto, y si no os lleva al matrimonio otro motivo
logréis venceros, no sé cómo podréis disimular lo sufi
que el estar enamorado de una mujer, detened vuestros
ciente para que vuestra mujer no sospeche vuestra des
pasos. Volveos atrás. Pensad que si no os casáis con las
ilusión y hastío.
demás mujeres porque no estáis enamorados de ellas,
Lo tendrá que comprender necesariamente. Tendrá
llegará un tiempo en que os encontréis con respecto á la
que comprender vuestra traición, y una vez compren
vuestra en la misma situación que con esas otras. Pensad
dida, ¿cómo tomaréis su llanto, sus quejas, sus celos,,
también que todos los razonamientos que os arrastren á
sus reproches, su ira, sus amenazas? Las oiréis en silen
tan deplorable fin os los inspira un demonio, un enemigo
cio ó trataréis de acallarlas brutalmente y echando-
que lleváis dentro; retroceded, yo oslo ruego, si podéis,
mano de vuestra fortaleza, ó tal vez recurriréis al enga
delante de ese sombrío edificio en cuyas aras arde un
ño. Pero sabed que es muy difícil engañar en esta mate
fuego que se apagará pronto, y en cuyo interior se lee
ria; nos engañan mejor ellas á nosotros que nosotros á
esta tremenda y desconsoladora palabra: decepción.
ellas.
Y si todavía tenéis interés en que vuestra mujer no
imite vuestra conducta, ¿cómó trataréis de destruir el
efecto pernicioso que vuestra traición ha producido?
Después de haber introducido el fraude en vuestra casa,
¿cómo haréis para que salga? Vuestro ejemplo ha sido
funesto. Ya, si ella no delinque, no será por considera
ción á vosotros, sino por consideración á sí propia.
¡Y aún se tiene esto por falta diminuta y sin conse
cuencias! Los que tal piensan, ven en la mujer una bes-
EI. MATRIMONIO 151
nes se complican hasta lo infinito, de tal modo, que para
predecir los resultados futuros sería preciso estar dotado
del dón de adivinación, lo mismo que un oráculo; por eso
el buen sentido del pueblo se limita á desear á los recién
casados «que sea para bien», como dando á entender
que el Destino tiene guardada la clave reveladora de la
suerte de los matrimonios.
CAPÍTULO Vili El matrimonio es una cosa desconocida; al entrar
en él nos debemos santiguar como cuando nos metemos
en el ferrocarril. No podemos decir qué será do nos
otros. Tenemos, sí, algunos datos al empezar el viaje,
S is te m a s p e rn icio s o s. pero ¡son tan falibles, tan contingentes! ¡Es tan posible
que vengan inesperados acontecimientos á echar por tie
Mantegazza, en su Arte de elegir mujer, aboga por el rra nuestros cálculos y á defraudar nuestras esperanzas!
matrimonio como la forma menos mala de las relaciones Por esto no se pueden dar reglas fijas acerca de la con
entre hombre y mujer, y en su defensa, no todo lo afor ducta que en él hayamos de observar; cambiará ésta se
tunada que pudiera pedirse, aconseja á los que andan gún vayan surgiendo los acontecimientos y se vayan
en vías de contraerle que, siguiendo el dictamen de Ben manifestando los caracteres. Por eso, sin duda, los pa
jamín Franklin, tomen un pliego de papel, le doblen por dres cuidadosos se limitan á enseñar á sus hijos que van
la mitad de modo que resulten dos columnas, escriban á á contraer matrimonio la Doctrina cristiana. Lo que haya
un lado las ventajas del matrimonio y á otro los incon de ser de nosotros, después lo sabremos.
venientes. Después aconseja que se contrapesen unos y De tal matrimonio se espera, por ejemplo, desunión
otros, teniendo en cuenta la ley algebraica de que -j-3 y discordia, y dejan á la gente los que le contrajeron con
y — 3 es igual á 0, y de este modo se sacará el bien ó el la boca abierta, prolongando su luna de miel indefini
mal que el matrimonio nos puede reportar. damente. En otros, en cambio, en los que todo parecía
La cosa no puede ser más inocente, porque para que predecir dicha y concordia, estalla el drama desde los
esta cuenta se aproxime á la verdad, sería necesario primeros momentos.
que el que la echase conociese por experiencia.lo que da Muchas veces proviene este mal de que los contra
de sí el lazo'matrimonial, y aún así, sólo podría cono yentes no han pasado del cuarto lustro,-lo cual consti
cer los inconvenientes y ventajas de su matrimonio, del tuye un delito social, de que son responsables todo el
suyo, de uno solo, porque así como todas las fisonomías, mundo menos ellos. No concibo mayor desnaturaliza
aún estando compuestas de ojos, boca y narices, se dife ción, mayor perfidia en unos padres, que casar á su hija
rencian hasta el punto de no haber dos idénticas, así las ó á su hijo á tan temprana edad. Generalmente se hace
relaciones del matrimonio, como basadas en elementos esto por intereses de familia, porque así conviene á tal
tan complejos, cuales son: educación, caracteres, gus casa ó á tal apellido, y son costumbres más determina
tos, posición social, salud, etc., etc., no son susceptibles das en las altas clases sociales. Á medida que son de
de ser conocidas previamente, sino que sus combinacio más alta alcurnia las personas, toma menos parte en la
152 NUESTRAS COSTUMBRES BL MATRIMONIO 153
constitución del matrimonio el amor. El mundo de los la misma brutalidad con que apetecemos los placeres
pergaminos, el mundo aristocrático,se halla encadenado de la mesa.
á su tradición, se debe de tal modo á su apellido y á sus La obediencia á las leyes que nos rigen nos ocasiona
intereses, que el matrimonio allí conviértese en cosa muy múltiples dolores, pero también, en cambio, nos propor
distinta de lo que en teoría es. De aquí que el matrimo ciona algunos goces, compensación sin la cual no sería
nio en esas clases tenga que ser otra cosa muy diferente posible el equilibrio moral, porque la humanidad está
que en las clases burguesas. Son matrimonios.á la fran movida por el placer, y aun el mismo sacrificio con que
cesa, donde subsiste la independencia absoluta de los dos se nos representa una acción buena, lleva encarnada la
cónyuges. En ellos el adulterio es una cosa naturalísi- idea de una satisfacción subsiguiente. Por eso nos move
ma. Ninguno de esos maridos sería tan brutal que inter mos siempre interesados por este comercio: placeres á
viniese en los actos de su mujer, á no ser que estuviese cambio de dolores, sin meternos á averiguar si aquéllos
enamorado de ella, cosa rarísima. Las clases inferiores son legítimos, ni éstos son justos. Cuando el número de
honran más al matrimonio, está en ellas menos falsifica dolores excede considerablemente al de placeres, y no
do, se acerca más á la forma ideal que predica su insti hallamos en lo lícito cómo igualar las dos sumas, recu
tución; los casamientos por amor, es decir, los casa rrimos á lo ilícito, á lo inmoral, siempre que fd burlar la
mientos descabellados, son más frecuentes. Pero si las ley no nos sobrevengan grandes perjuicios, y aún algu
clases superiores representan la manifestación más ele nas veces sin detenernos en esa consideración. Por esto,
vada de la cultura de un pueblo, y su criterio es el más si la mujer tiene que sufrir á un marido déspota, tirano,
cultivado, hemos de convenir en que no dice nada en fa vicioso, egoísta, del cual no reciba más que sinsabores,
vor de la institución que estamos estudiando la índole de se verá fatalmente conducida á la trasgresión de la ley
sus matrimonios. moral del matrimonio.
Los reducidos hogares burgueses, en donde la mujer No quiero detenerme á examinar aquí esa forma
y el marido tienen un roce continuo y diario, son los mercantil del adulterio, que es la última de todas, en
más ocasionados á discordias y rupturas, porque los que la codicia y el oro representan el papel principal,
lazos, por demasiado apretados, se conviertén en opre porque sobre ser extremadamente repugnante, pues mis
sores. Acabarán por hacerse insoportables los dos cón lectores tendrán en más, yo creo, á la que se entrega á
yuges el uno al otro; su continua y mutua vigilancia se su criado impulsada por la naturaleza, que á la que se
convertirá en un suplicio y acecharán cualquier oca vende á un poderoso impulsada por la codicia: además
sión para emanciparse. Porque la vida fisiológica nos no compete á mi objeto, que es estudiar los instintos na-
impone sus leyes con imperio soberano, tenemos el ene lurales, y no los perversos.
migo dentro, y en cambio, la falsa ley moral que nos Pero si no quiero entrar en esa materia, no puedo
rige está fuera de nosotros, es no más una representa menos de alzar mi voz contra otra tiranía que se ejerce
ción ideológica desacreditada en nuestra conciencia. Es sobre la esclava mujer, condenándola á no poseer ni
decir, que el placer, aunque le hallemos prohibido por manejar otros bienes que los que al marido se le antoje
una ley social que cada uno por su parte procura eludir concederle. En una sociedad en que la palanca universal
con la menor cantidad posible de escándalo, nos solicita es el dinero, en donde cada latido de la respiración social
imperiosamente, y acabamos por solicitarle nosotros con se regula por el oro, de la que decía Balzac: « Oú est
lo i NUESTRAS COSTUMBRES E L MATRIMONIO 155
l ’homme, sans désirs et quel désir humaine se résoudra sans gustos, transacción muy en perjuicio del honor del ma
argent»-, en una sociedad semejante, arrebatar á la mujer trimonio.
ese medio de libertad sumiéndola en una doble esclavitud Pero si muchos hombres hacen á su mujer depositaria
política y económica, es porlo menos una imprudencia del tesoro doméstico, no lo hacen todos. Algunos, pri
pues si además de privarla de ilustración y trabajo, vando á la mujer de toda dignidad, la reducen á la con
únicas fuentes de moralidad, quitamos de manos de la dición de sirviente.
mujer el dinero, lo que equivale á llenar su alma de ten En este caso, ó la mujer queda por su debilidad re
taciones, su voluntad de envidias y su pensamiento de ducida á la condición que pide Schopenhauer para todas
tristezas, y á sembrar en ella gérmenes de insubordina las de su sexo, á la de la mujer de los romanos y griegos,
ción, ¿cómo impediremos que no surta efecto de seduc que dice se hubieran reído de nosotros al ver que hace
ción el oro corruptor que á voluntades más fuertes ha mos de ella la moderna señora, residuo de la dama en
rendido? gendrada por el romanticismo germánico, ó estalla la
Bien es verdad que, si las leyes son disparatadas, la guerra civil. Si reducís á vuestra mujer á la condición
nobleza de los hombre las subsana algunas veces, y es de paria, sufriréis vosotros mismos las consecuencias.
lo común que el amor, dictándonos consideración y ge De un sér á quien se rebaja, á quien se arrebata la dig
nerosidad hacia nuestras mujeres, nos lleve á nombrar nidad, no se puede esperar nada bueno. Empezaréis por
las administradoras efectivas de los bienes del hogar y menospreciarla, la encontraréis degradada y estúpida,
á depositar nuestra fortuna en sus manos. viéndola temblar á vuestra voz y obligándola á pensar
Uno de los motivos por que mira la mujer el matri con angustia si os debe pedir diez céntimos para coles ó
monio como su único fin, es un deseo vago, una aspira lechugas.
ción á la propiedad de que se ve desposeída. La dicha En verdad que nuestra compasión es bien extraña;
de manejar dinero, esa voluptuosidad de este siglo, la la excita un perro á quien vemos sangrando en la calle,
cree encontrar en el matrimonio, como cree encontrar y no la despierta nuestra pobre mujer, rebajada y envi
otras muchas cosas que no encuentra. ¡Cuál no será su lecida por nuestra crueldad. Tendréis celos sin amarla,
desilusión al hallar en muchos casos que, si por acaso porque un tirano siempre debe pensar en la traición de
se confía á sus manos el tesoro doméstico, se le confía sus vasallos.
también una interminable lista de partidas que la reduce Cierto es que algunas desgraciadas soportan con re
simplemente á una administradora! Tendrá en su mano signación este suplicio; pero querer hacer de este estado
el precioso metal y no le servirá para nada. Le mirará una norma, un modelo para la mujer casada, sólo lo
melancólicamente correr ante si, como las argentadas pretenderá la religión, y será impotente para conse
aguas de un arroyo que no sirviese para apagar su sed. guirlo.
Y entonces, un poco desencantada, emprenderá, si es La sociedad está llena de esos séres sublimes ó ab
buena, la tarea de embellecer sus prosaicos deberes y de yectos que viven automáticamente, paseando como
dicarse á su cumplimiento, haciendo una renuncia de la sonámbulos, sin darse cuenta de su verdadero estado,
dicha soñada y encaminándose por el penoso sendero de sostenidos por la esperanza de una próxima redención,
las privaciones y del trabajo. Hay muchas, no obstante, que nace en los corazones ulcerados. Todos los días los
que hacen una transacción entre esos deberes y sus vemos. Con sus ojos parece que imploran que les tenda-
156 NUESTRAS COSTUME R üS
malos ratos, las inquietudes que inspiran á las madres, nos han de proporcionar esos hijos, que, según ha dicho
su salud vacilante; son diluvios de lágrimas, tempesta con feliz humorismo un preclaro ingenio, son una enfer
des de suspiros, noches de insomnio, ¡quién no sabe esto! medad de nueve meses y una convalecencia de toda la
nuestras madres nos lo han recordado mil veces. vida.
Para el padre representa inquietudes de otra espe En la adolescencia, nos prodigan nuestras madres
cie. Un recién nacido, en lugar de traer un pan debajo tal cantidad de ternura, que más bien nos perjudican.
del brazo, viene acompañado de un tren costosísimo. Se abandonan á una voluptuosidad de cariño no sentida
Habrá que pedir á luengas tierras sangre nueva para el hasta entonces y que viene á compensar anteriores de
nuevo retoño. Y la institución encargada de este oficio cepciones del corazón. El amor sexual, en sus más altos
tiene su librea, sus honores y sus derechos, igual que los grados, no tiene tanta exaltación y frenesí. La madre y
magistrados y que los militares, y como estos últimos, el hijo viven un largo idilio, durante el que se aíslan
caen sobre nosotros como sobre terreno conquistado. del mundo real y se remontan á no muy provechosas
Ahora los gastos se multiplican, y el decoro de clase idealidades. Es un cuento de hadas, una página de amor
exige serias privaciones. El presupuesto crece extraor inocente y profundo como le piden la imaginación y sen
dinariamente. Las preocupaciones se suceden las unas sibilidad femeninas. Esto es lo que vulgarmente se llama
á las otras. mimo.
Luego sobrevienen enfermedades. Hay que entablar Pero dentro de estas flores se esconden nuevas espi
lucha incesante para arrancar á la muerte á esos rapa- nas; ese amor tiene también sus decepciones. Nada más
zuelos que están siempre acechando la menor ocasión ingrato que el sér naciente, que recibe de todos ayuda y
de escapar de este mundo como si les pareciese indigno todo lo estima como debido.
de ellos. En su pequenez parece que la ley de atracción Ved cómo se expresa Michelet comentando el mo
á la vida que sobre todos se ejerce, les es menos sensible. mento en que las escuelas arrebatan á los hijos del
Una porción de monstruos invisibles y alevosos están hogar:
acechando para clavar sus garras en esta carne rosada «Han pasado diez y ocho años. Hemos tenido hijos y
é inocente. Unos tratarán de ahogarlos sin piedad, otros »los hemos perdido. Por eso adoramos en el que nos les-
se cebarán en su vientre, otros en su cabeza, introdu =>ta. Y ahora es preciso que hagamos el sacrificio de él.
ciendo allí el delirio y el vértigo; otros, en fin, sembra »Á causa de la madre, se difiere un poco; pero el niño
rán su cuerpo de manchas repugnantes. El médico viene »crece, el padre insiste y el rapto se efectúa. ¡Oh, qué
entonces, como luchador infatigable, á sacarlos de sus »diferente es el sacrificio! Él ocupado, distraído en sus
garras cien veces seguidas, y el terror y la zozobra es »negocios, apenas sufre; pero á ella le han arrancado la
tablecen sus reales en nuestro hogar. En sus manos bri »vida. Su hijo la había apartado de todo lo que antes la
llan argentados instrumentos que nos crispan los nervios . »ocupaba: del arte, de la lectura; y al partir la deja
y llenan de angustia nuestro corazón. Y á menudo ter »vacía y sola en la desierta casa. Cuando el padre está
mina todo esto en una caja chiquitita y en una carroza »ausente, llora una por una en todas las habitaciones.
blanca sembrada de flores. A l año siguiente repítese la »En ésta nació, en ésta jugaba, aquí aprendió á leer.
misma historia con ligeras variantes. »En la mesa, aún peor; quiere contenerse para no afligir
Pero éstos no son sino preludios de los tormentos que »á su marido, mostrarse fuerte. No se atreve á mirar el
160 NUESTRAS COSTUMBRES EL MATRIMONIO 161
»sitio vacío. Pero sir saber cómo, sus ojos se han dete- y la miseria; por eso, en realidad, desde que tenemos
»nido en él y rompe en sollozos. hijos hemos perdido parte de nuestra libertad, de nuestra
»¿Qué le resta? Tú. La abrazas y tratas de consolar - personalidad. El más fuerte egoísmo siempre se ablanda
»la. Pero esto no es bastante para un corazón enfermo. cuando se trata de los hijos.
»Y este corazón enfermo está allí, en la escuela, en la Por el acto de la generación nos consagramos á la
»severa escuela, participando del duro y cruel cambio especie y empieza á declinar nuestra individualidad. De
»de situación. ¡La inmovilidad impuesta á un sér que aquí la resistencia de la generación actual, más egoista
»hasta entonces no se estaba quieto; el trabajo ingrato que las otras, al matrimonio.
»y abstracto, la reprensión seca y violenta! ¿En quién Sin embargo de todos los sinsabores que ocasionan,
»repercute todo esto sino en su madre, á quien él escribe los hijos son el lazo que más aprieta el matrimonio, con
»y se lo cuenta todo? Renuncio á pintar sus dolores: las lo que se demuestra que unen más los vínculos natura
»he visto caer en la desesperación. les que los civiles; esta misma es la creencia popular.
»Pero esto no es bastante: aún hay más. Nos acostum- Los matrimonios estériles no suelen ser felices, hasta el
»bramos á todo, y al cabo de un año el colegial es menos punto que muchas veces el deseo de descendencia, sin el
»desgraciado; tiene amigos, juega á la hora de recreo. Y cual el amor parece que no tiene su debida consagra
»cuando su madre, al cabo de una semana de i n f a ción, lleva al adulterio.
sciente espera, en que ha contado los días, lleg'a emo- Sin embargo, tales son los tiempos, y tan degenerada
»cionada para abrazarle, le encuentra frío y distraído, está la institución del matrimonio, que el parricidio es
»visiblemente preocupado de otra cosa. Ha interrumpido un crimen más extendido de lo que se cree. Las dificul
»su juego, le ha hecho perder una hora; ella le habla y tades pecuniarias llevan á muchos padres á prescindir
»él no escucha sino los gritos de sus camaradas que se de las satisfacciones de la legítima sucesión, y aparte de
»divierten sin él. ¡Cruel, cruel herida! los obstáculos que se oponen artificialmente por muchos
»¡Qué caída!... Ha perdido á su hijo, su amor de diez padres á la concepción, existen no pocos que llegan
»años... y perdido este amor, no volverá á encontrar hasta destruir el fruto de su amor después de concebido,
»nada semejante» (1). no vacilando en matar á los hijos en el vientre de sus ma
Como he dicho antes, perdemos parte de nuestra per dres, como decía Juvenal. Hay hogares donde no se puede
sonalidad para dedicársela á nuestros hijos, y, por con atender anualmente á un nuevo sucesor. No abona esto
siguiente, quedamos atados á ellos por un lazo tan estre mucho en favor de la moralidad del matrimonio.
cho, que en adelante la mitad de nuestra felicidad ó En muchas uniones ilícitas, el amor atiende mejor á
desgracia será obra suya. Les legamos nuestro apellido su obra y la espera con más ilusión que en esas instil,u-
y no sabemos lo que el día de mañana harán de él. La ciones encargadas oficialmente de proveer de hijos á la
ley les transmite nuestras propiedades, que nosotros nos Nación.
afanamos por aumentar, y ellos tal vez dilapidaran. Sin Todavía la especie debe agradecer á los que se con
embargo, muchas veces sucede al reyés; nosotros derro tentan con dejar á sus hijos en una casa de Maternidad
chamos nuestra fortuna y les dejamos á ellos el hambre y á los que esparcen su descendencia por los salubres
rincones de las aldeas. Si no se considerase una desgra
(1) M ic h e l e t , L ’amour. cia nacer sin apellido, todavía podíamos considerar más
ti
162 NUESTRAS COSTUMBRES EL MATRIMONIO 163
felices á esos niños que se crían en ios campos, atendidos »es que los individuos se imaginan que trabajan por su
por invisible mano y respirando el aire de su primera »propia dicha; pero el fin verdadero les es extraño á
nutrición en medio de la bienhechora y ¡pródiga natura »ellos mismos, puesto que no es más que la procreación
leza, que á los que ven la luz en nuestras estrechas y mal »de un sér que sólo por ellos es posible. Obedeciendo
ventiladas viviendas, sufriendo todas las deficiencias de »uno y otro al mismo impulso, naturalmente deben tra-
higiene y todas las miserias más ó menos doradas á que »tar de estar en el mejor acuerdo que puedan. Pero muy
estamos sujetos los habitantes de la ciudad. »á menudo, gracias á esa ilusión instintiva, que es la
Nuestra organización social se sostiene principal »esencia del amor, la pareja así formada se encuentra
mente de la descendencia legítima, y aunque ha admi »en todo lo demás en el desacuerdo más ruidoso. Bien
tido la natural en los Códigos por el elocuente ejemplo »se ve esto en cuanto la ilusión se ha desvanecido fatul
del Derecho romano, lo hace de soslayo y como por com amente. Ocurre entonces que, por lo regular, son bas-
promiso, concediéndoles escatimada porción en la for »tante desgraciados los matrimonios por amor, porque
tuna de sus padres, demostrando una transigencia de »aseguran la felicidad de la generación venidera á ex-
igual índole que aquella otra acordada á la prostitución »pensas de la generación actual. Quien se casa por amo
reglamentada y legalizada. Tenemos que admitir lo que rres ha de vivir con dolores, dice el proverbio español.
tenemos por inmoral, puesto que se nos impone. »L o contrario sucede en los matrimonios de convenien-
Pero de esta preferencia de madrastra pueden con »eia, concertados la mayor parte de las veces, según la
solarse los hijos naturales acordándose de que ellos son »elección de los padres. Las consideraciones que deter-
los hijos del amor, y aquéllos los del interés. »minan esta clase de enlaces, cualquiera que pueda ser
Si hemos de creer á Schopenhauer en su Metafísica »la naturaleza de ellos, á lo menos tienen alguna reali-
dei amor, éste no es más que el instinto de conservación »dad, y no pueden desaparecer por sí mismas. Estas
de la especie, individualizado en nosotros. Lo que nos »consideraciones son capaces de asegurar la ventura de
enamora en el objeto amado no son sino aquellas condi »los esposos, pero á expensas de los hijos que deban
ciones fínicas y morales, que, unidas á las nuestras, pue »nacer de ellos, y aun así es problemática esa felicidad.
den mejorar la raza, y, por consiguiente, el amor no »El hombre que al casarse se preocupa aún más del
tiene otro fin que reproducir un tipo lo más perfecto po »dinero que de su inclinación, vive más para el indivi-
sible, uniendo los elementos de uno y otro sexo. «Por eso, »duo que para la especie, lo cual es en absoluto opuesto
»dice, el genio de la especie.separa y anonada sin es- »á la verdad, á la naturaleza, y merece cierto menos-
»fuerzo todas las diferencias de alcurnia, todos los obs- aprecio. Una joven soltera que, á pesar de los consejos
»táculos, todas las barreras sociales. Disipa, cual una »de sus padres, rechaza la mano de un hombre rico y
»leve arista, todas las instituciones humanas, sin cui- »joven aún, y rechaza todas las consideraciones de con
»darse más que de las generaciones futuras. Bajo el im- veniencia para elegir según su gusto instintivo, hace
» per io de un interés amoroso desaparece todo peligro, y »en aras de la especie el sacrificio de su felicidad indivi-
»hasta el sér pusilánime encuentra valor.» »dual. Pero precisamente á causa de eso no puede negár-
Y más adelante: »sele cierta aprobación, porque ha preferido lo que más
«Los matrimonios por amor se conciertan en interés »importa, y obra según el sentir de la naturaleza (ó ha-
»de la especie y no en provecho del individuo. Verdad »blando con mayor exactitud, de la especie), al paso que
EL MATRIMONIO 165
164 NUESTRAS COSTUMBRES
»los padres la aconsejaban en el sentir del egoísmo indi- arranca g'ritos de dolor; tal vez comprenderán el espan
toso drama íntimo que se desarrolla todos los días, cuyos
»vidual. Parece, pues, que al concertarse una boda es
trágicos acentos son ahogados por los ricos cortinónes,
»preciso sacrificar los intereses de la especie ó los del
»individuo. La mayoría del tiempo así sucede: tan raro los damascos, las pieles, los tapices... Tal vez adivina
rán todo esto, pero en nada de ello hay motivo de es
»es ver las conveniencias y la pasión ir juntas de Ja
»mano. La miserable constitución física, moral ó intelec- cándalo.
» tual de la mayor parte de los hombres proviene sin duda, ¿Quién se escandalizará aunque los hijos de estos
»en gran manera, de que por lo general se conciertan Ios padres sufran la influencia de tal estado de cosas, aun
» matrimonios, no por pura elección ó simpatia, sino por que su educación esté descuidada, aunque de continuo
»toda clase de consideraciones exteriores y conforme A se vea combatida la autoridad dql padre por la de la
» circunstancias accidentales. » madre y viceversa, aunque vivan en el seno mismo del
He aquí, en fin, el mayor cargo que puede hacerse dolor y del drama? Sólo en el caso en que llegue el in
al matrimonio. Creado por la idea religiosa y sostenido evitable y saludable rompimiento, sólo en el caso en que
por ella, hoy, además de ser un anacronismo, es una cada uno se vaya por su lado, á regenerar su alma, á
institución muerta que pugna con el espíritu del siglo, curar su corazón con el sano ambiente de la libertad y
tiene gran parte quizá en la degeneración social, y por ■quizá con las embalsamadas auras de una nueva prima
ella se sostiene, viniendo á ser al mismo tiempo causa y vera de amor, será cuando el mundo encuentre motivo
efecto de ella. Forma de perpetuar los privilegios, árbol de escándalo, de murmuración. Sólo entonces, cuando
genealógico de la propiedad, el viejo mundo necesita la naturaleza proteste del vinculo brutal, la sociedad se
del matrimonio para seguir existiendo; es su armazón, irrita, acusa, vilipendia y escarnece al ver quebran
su esqueleto, y participa de su propia decrepitud. tada la ley, sin ver que es la naturaleza quien la rom
Ved qué espectáculo ofrece á nuestros ojos: las más- pe, sin reparar en las causas, en los hondos motivos
psicológicos que pueden justificar tales rebeliones y ha
bastardas pasiones, el interés, la ambición, la vanidad,
la lujuria, están reglamentadas y amparadas por él. Se cerlas convenientes. Sólo entonces la sociedad condena;
entronizan y arrellanan en su regazo. ¿Quién dice mal sólo entonces ejecuta con su fría complacencia de ver
de un matrimonio contraído por una rica heredera cuyos dugo.
padres amasaron su riqueza en la más baja industria, En cambio, ved el amor, el verdadero amor, perse
con el hijo de un conde ó de un duque, necesitado de tal guido, proscrito, ocultándose con vergüenza y con mie
enlace para reparar sus averiados pergaminos? ¿No está do; ved á la mujer enamorada, entregándose á un hom
contraído lícitamente? Abrirán sus salones, y el mundo- bre de quien le separa algún obstáculo social, con la
no encontrará ningún motivo para no acudir á ellos. nobleza y generosidad que entraña la pasión, desafiando
Verán la aparente felicidad de aquel suntuoso hogar, ó ella sola á todo un mundo de maldicientes dispuestos á
tal vez vislumbrarán la efectiva incompatibilidad de escupirla y á estigmatizarla, llevando en su seno el fruto
sus caracteres, gustos y educación; el vacío de sus dos- de su amor, que es al mismo tiempo la prueba de su
existencias; tal vez adivinarán las desavenencias secre deshonra. Ved al verdadero amor, derramando lágrimas
tas, la continua rebelión contra un lazo que, como la de sangre, compañero las más de las veces de la estre
cuerda del condenado, se hunde en sus carnes- y les- chez y de la miseria, afrontándolo todo, soportándolo
366 NUESTRAS COSTUMBRES
persona el sello especial que imprime el incumplimiento ciones originadas, más que por una verdadera concor
de las naturales funciones de la especie. Ved su color dancia de afectos y de gustos, por circunstancias exter
quebrado, su cara lacia y prematuramente arrugada; nas, como son: la convivencia, la igualdad de condición
notad que siempre padecen de algo, y eso que la mayor social y otros muchos factores que no es posible enume
parte de esas solterías son nada más que oficiales. rar aquí.
El romanticismo ha exaltado esta pasión más allá De este modo queda considerablemente mermada
de.sus límites. Si tuviéramos que dar una definición del la facultad de elección de hombres y mujeres, y viene
romanticismo, considerado en su más amplia acepción, á hacerse sumamente difícil la unión perfecta basada
diriamos que era el infinito individualizado en el senti en una constante armonía de gustos y condiciones. Pero
miento, definición muy semejante á la que da J. P. Rich la necesidad fisiológica sexual se impone con fuerza,
ter en1sus Teorías estéticas. Propio de los tiempos bárba y el hombre, prescindiendo de más altas condiciones,
ros, el romanticismo era una consecuencia de la fe y idealiza á la primera mujer que le depara el azar. El
venía á completar en el orden social aquella otra exal amor pone sobre sus ojos la venda y le hace encontrar
tación en orden al amor divino, denominada misticismo. en aquella mujer lo que vulgarmente se llama su media
Consideraba el amor como una pasión eterna, indestruc naranja.
tible. La hacía durar más allá del sepulcro, y ligaba Pero la base que hemos estudiado es bien insegura,
una porción de conceptos de falso honor con la unión bien traidora, bien inconstante. ¿Quién no ha visto á
sexual. El romanticismo y el matrimonio eran comple hombres que por conseguir el amor de una mujer hacen
mento uno de otro. Se compenetraban. No se concebian locuras, absurdos, y cuando le han conseguido, la arro-
separados. Siendo el amor eterno, debía traducirse en un jan'eon el mismo desprecio que si se tratase de un hara
vínculo indisoluble que durase toda la vida y que, por po? Por eso la mujer inteligente se hace fuerte dentro de
consecuencia, excluyera toda otra unión carnal. Siendo, la llamada honradez, y no capitula si no es en el matri
pues, aquel sentimiento apoyado en la idea religiosa, monio, porque sabe que el amor no une para siempre, no
base y explicación del matrimonio, natural era que, des ata, no vincula, y el matrimonio sí.
aparecido la una, desapareciese el otro. El romanticismo Pues lo que sucede fuera del matrimonio, sucede den
no era más que una manera de considerar la vida, un tro de él. No puede lograr que el amor sea eterno, porque
punto de vista desde el cual aparecían los sentimientos la naturaleza de éste lo impide. Obliga con todo el rigor
y las pasiones con determinada configuración; cam de la ley á que un hombre viva siempre con una mujer
biando este modo de ver las cosas, variando el punto de y alimente á sus hijos, pero ¡ay! no enciende la llama
vista, es claro que debían tomar otra forma distinta esas que se apagó, ni resucita el afecto mutuo. Y al no resu
pasiones y esos sentimientos, materia primera de las ins citarle, condena á aquellos dos seres al suplicio más es
tituciones. pantoso.
Hoy día, en la conciencia de todos está que el amor León Tolstoi explica lindamente esta situación cuando
no es eterno; lo han dicho los filósofos, lo han cantado habla en su Sonata á Kreutzer de la luna de miel. Com
los poetas; sólo falta que lo consignen las leyes. para á los dos esposos cuando, después de apagado el
Las circunstancias de la vida ponen á los hombres en primer ardor, tratan de continuar el trato carnal, con
contacto con las mujeres, y entre ellos se anudan rela- el muchacho que quiere acostumbrarse á fumar: todo
170 NUESTRAS COSTUMBRES KL MATRIMONIO 171
se vuelve náuseas, mareos y repugnancia. En efec agua sucia, y allí aclimataros, haceros inmunes y vivir
to, asi es. Cuando se enfrían nuestros sentido-i y quere en ella como los sapos, sacando alguna vez la cabeza
mos seguir el trato carnal, hostigándolos y fatigándolos, para ver el sol, la luz, el aire, la vida, de la cual hemos
nos entregamos á una verdadera prostitución y prodúce salido para siempre.
nos el mayor sacrificio pensar que estamos para siempre ¡Espantoso tormento! Los hombres se previenen en
atados á una criatura cuyo contacto nos produce repul general contra el hambre y las enfermedades, creyéndo
sión. No hay nada más desagradecido que los sentidos. las sus más poderosos enemigos, y apenas vislumbran
De modo que para continuar cumpliendo el pacto que los verdaderos dolores que llegan á ellos enmascarados
firmamos, tenemos que castigar nuestras carnes y entre bajo risueñas apariencias. Pues bien: uno de estos, que
garlas á un trabajo, el más ímprobo y repugnante que viene disfrazado con el aspecto del más sublime placer,
podemos imaginar. que enciende en nuestra alma titánicos deseos, volcáni
El hombre qu experimenta este chasco, que encuen cos ardores, y nos arrastra, nos ciega y nos sacude con
tra disipada la ilusión que á tal estado le condujo, no las más violentas emociones para luego chasquearnos al
dará crédito á sus ojos, no se convencerá de lo que le despertar, sumiéndonos en un pozo de agua sucia, es el
pasa; y si trata de vivir bien, de no faltar á sus deberes, que hemos descrito: el vicio conyugal.
de ocultarle á su mujer que su pasión ha huido, se verá
obligado á vencer diariamente la repugnancia del que,
no gustande de un manjar, tiene que comerlo á la Tal es el matrimonio. Á los que prean que me he de
fuerza. jado llevar del pesimismo, he de hacerles observar que
Todo aquello que pedíamos de rodillas, y por lo cual no me he fijado, ni con mucho, en los casos extremos,
ofrecíamos una vida entera y hubiéramos ofrecido un sino que he estudiado las contingencias, que nunca, ó ra
mundo, de haber dispuesto de él, nos inspira luego ho rísimas veces, faltan. No creo, ni con mucho, haber ago
rror, hastío, tedio abrumador. Y si esto os pasa álos po tado todas las censuras que se le pueden dirigir. Me he
cos meses, veréis ante vosotros una vida entera que con fijado en una idea que, por su propia importancia, basta
sagrar á vencer esa inapetencia. para declararle guerra á muerte. Ésta es: que siendo el
Este es el vicio conyugal. Os tendréis que habituar á amor contingente y pasajero, no puede dar origen á un
un acto repulsivo. Vuestra mujer se os colgará del cuello, vínculo eterno, indisoluble. De esta manera y con este
y sus brazos serán una cadena insoportable; temeréis principio, se explica también el adulterio, séquito obli
sus besos como marcas infamantes. Sus lágrimas os pa gado del matrimonio en todos los siglos y lugares.
recerán enojosas. Se siente deseo de huir, de echar á co EL que quiera ver más detallado el análisis y al
rrer, de pedir socorro, á veces de golpear, y una de dos: mismo tiempo reir con esa amarga risa que sabe provo
os emancipáis en absoluto y rompéis el lazo ó hipócrita car el genio satírico, que acuda á Balzac, al inmortal Bal
mente le aflojáis y corréis á los brazos de una querida, ó zac, y lea su Fisiologie du mariage, esa obra, tan profun
aceptando la cruz, os resignáis prostituyéndoos y echán damente irónica, tan profundamente triste y tan profun
doos de bruces en el vicio conyugal. No os queda enton damente revolucionaria. Resuenan en ella los golpes de
ces otro recurso que cerrar los ojos y la boca y taparos hacha como en las profundidades de los bosques, y ya el
las narices como si hubieseis de arrojaros en un baño de matrimonio hubiera caído á tan profundas heridas si las
172 NUESTRAS COSTUMBRES
F A M I L I A-
Origen de la familia.
N U E STR AS COSTUMBRES
180 mopolitismo, etc., son sentimientos que el progreso va
contrahacer su inclinación y desviar la dirección de sus oponiendo á los antiguos, considerados Como divinos.
facultades, fracasará por más padre que pretenda ser. Los griegos consideraban la venganza como una virtud,
Así pues, si el instinto hizo nacer á la familia, el ins y como un hombre inmoral al que dejaba de vengarse.
tinto la hace morir también, dejándola reducida estric La venganza misma ha sido la madre de la justicia.
tamente á aquel período de nuestra infancia, en que ¿Por qué asustarse entonces ante la posibilidad de que
necesitamos apoyo para nuestros pasos, dirección para se debilite el instinto paternal y se cambien ó se perfec
nuestra inteligencia, maestro para nuestra lengua y de cionen las relaciones de familia? ¿Es que se supone que
fensa para nuestra impotencia y pequenez. no pudiera sustituirse todo esto por otra cosa mejor y
Hay que buscar, pues, el origen racional de la fami más provechosa para la raza misma? ¿Es que no se con
lia en aquella necesidad primitiva del hombre de orga cibe que la educación, el cuidado de nuestros hijos pue
nizarse de algún modo para resistir las asechanzas que den ser mejor desempeñados que nosotros lo hacemos?
la naturaleza dirige contra él; en la primera y más sen Ahora es cuando más debemos recordar aquellas pa
cilla manera de reglamentar las consecuencias de nues labras del prólogo, de que vivimos sin penetrar la esen
tros instintos, no aprendida de nadie, no revelada por cia de lo que nos rodea, y que ignoramos hasta una edad
nadie, pues de admitir la necesidad de una revelación muy avanzada el verdadero sentido de la vida. Las má
divina como origen de la familia en el hombre, igual ximas y preceptos de nuestros padres, nos producen en
mente, de ser lógicos, la debiéramos admitir para los la primera infancia el efecto de un despotismo. Como
animales, pues ninguna razón había para que la raza no comprendemos su utilidad, y contrarian nuestras in
humana, más inteligente en su origen según la cree a clinaciones, nos oprimen y nos rebelamos contra ellas.
tradición religiosa, hubiera de necesitar la enseñanza Más tarde, en la edad madura, vemos su conveniencia
divina para querer y criar á sus hijos, y los animales, y las recordamos, dictándoselas por su bien, á nues
privados, por voluntad del Criador, de ese precioso atri tros propios hijos, y por último, en la vejez, ó antes
buto que otorgó al hombre, sintiesen mejor el amor ma el hombre que ha meditado las pasiones humanas, ad
ternal y paternal de que tanto nos vanagloriamos nos vierte que muchas de ellas, la mayor parte, eran atroz
otros y que á todas horas reconocemos acaso más des mente inmorales. Para llegar á este descubrimiento hay
arrollado en ellos. que vivir mucho y reflexionar mucho, cosa esta última
Y , en efecto, más desarrollado está. Y está mas des muy poco común en el hombre, porque todas nuestras
arrollado porque la obra de la civilización es debilitar reflexiones versan, no sobre la índole de las pasiones
los instintos. Cuanto más nos acercamos á la naturaleza, humanas, sino sobre la marcha y curso probable de los
más robustecemos esos primitivos é imperiosos apetitos sucesos, de los cuales pretendemos sacar el mejor par
de nuestra bestia. Por eso los retrógrados lloran la tido posible para nosotros; y si algo aprendemos acerca
muerte de esos apetitos, á los cuales llaman virtudes. de los caracteres y las acciones es de soslayo, por com
El ardor guerrero, el amor á la independencia, los pri promiso y á pesar nuestro.
mitivos afectos al terreno donde nacimos, etc., todo eso Por esto la mentira de las relaciones familiares sólo
lo va destruyendo la complicada civilización, á cuyo se nos aparece muy entrados en años, cuando nos damos
perfeccionamiento venimos há tantos años dedicándo á la vela en el tormentoso mar de los intereses contra
nos. El deseo de la paz, la solidaridad humana, el cos
182 NUESTRAS COSTUMBRES L A F A M IL IA 183
dicterios y opuestos. Entonces es cuando se empequeñe La familia es una de las apariencias á la que más do
cen los principios y sentimientos de nuestra niñez al lores debemos. El niño ha gustado todos sus frutos, el
mirarlos desde la cumbre de la vida. Ésta requiere hombre se prepara á todas sus contrariedades, el an
presteza, energía, movimiento; es una batalla: la lucha ciano apuró todos sus sinsabores. Cuando vivimos enga
por la existencia; en ella vamos dejando nuestros primi ñados, porque todo lo que nos rodea conserva para nos
tivos amores, segados por el punzador y cortante filo del otros su fuerza ideológica, somos más felices, porque,
amargo desengaño. Cuando ya llevamos muchos años aunque la ficción y la mentira nos rodean, no vemos de
de luchas, muchas lides ganadas, cuando blanquea nues ésta más que su cara risueña, y el reverso nos está re
tra cabeza es cuando, arrojando una mirada al pasado, servado para mucho después. Todos conspiran para en
podemos comprender toda la extensión de nuestro en gañar al niño. En esto estriban los moralistas su edu
gaño, y podemos ver la vida tal y conforme es en reali cación. Se le finge cariño por adular á sus padres, se
dad. ¡Cuán distintos nos vemos! Todo lo que soñamos u:i contesta á sus preguntas con embustes y embaucamien
tiempo era mentira: el amor, la familia, el bien, la ver tos. Se le oculta nuestra conducta, nuestras pasiones,
dad, la religión, todo es convención, todo nos lo enseña hasta nuestro cuerpo. Pero es fuerza que el círculo en
ron para entretener nuestra imaginación infantil como que vive se ensanche y salga del recinto familiar,
con cuentos de hadas, para ocultarnos el escepticismo atraído por las seducciones del exterior, y entonces se
que nos han de traer los fríos de la vejez. Entonces qui opera la gran batalla en su espíritu. Puede conocer la
siéramos protestar contra toda esa fábrica de superche realidad del mundo con mayor ó menor rapidez, más ó
rías; pero el hielo nos oprime, nos agobia, nos quita el menos claramente, y esta será la medida de su feli
movimiento, la voz se ahoga en la garganta, faltan las cidad.
energías, nos sentimos débiles para gritar la verdad y Si pudiésemos conocer en un solo día todas las lu
hacernos oir entre el inmenso vocerío de la multitud, y chas, las lágrimas, las amarguras que ocasionan los in
llevamos al sepulcro con nosotros el verdadero sentido tereses opuestos de padres é hijos, no podríamos sopor
de la existencia y el secreto de nuestras pasiones. Mal tar semejante espectáculo. La familia es como el casca
decimos de la sociedad: pero no intentamos regenerarla rón en donde se concibe el pollo, y que en cuanto éste
ó cambiarla, porque los nobles impulsos no arraigan ya puede salir de él, arroja lejos de sí. La continuación de
en el corazón árido y estéril, y nos importa poco, por las relaciones familiares por más tiempo, es funesta, se
otro lado, de un inundo del que tardaremos breves ins gún veremos más adelante.
tantes en salir. El pater familias, como el rey, como el señor feudal,
Sí; por toda ganancia alcanzamos en el ocaso de la es anacrónico en estos tiempos. Para subsistir necesita
vida un frío pesimismo, resultado de nuestra reflexión del despotismo, de la sumisión, de la tiranía de las eda
sobre las cosas humanas y del estudio de la existencia, des históricas, y esto no es posible hoy, dada la hetero
estudio que forzosamente habremos hecho, aunque pro geneidad de elementos psíquicos, la complicación de las
curemos distraer nuestra atención con todas las menti relaciones sociales. Por eso se oye hablar de la relaja
ras y embustes sociales. Asi se ve, que los seres más ción de los lazos familiares. Para dar á la familia signi
felices, no son, en «erdad, los que han penetrado más en ficación hay que acudir á su origen, como hemos hecho
el fondo de las cosas, sino los que viven más engañados. en este capítulo. Hoy, si vive, sólo da ocasión á la farsa,
184 NUESTRAS COSTUMBRES
dor de un Estado. Con sólo que se disolviera ésta por mento extraño á la ley, popular, sensible, que se llama
espacio de unos cuantos años, las ideas religiosas des Jurado.
aparecerían como por encanto 4e sobre la faz de la Summum jus summa injuria; la aplicación estricta del
tierra. derecho es la mayor de las injusticias. Del mismo modo
Se practica un pretendido derecho, según el cual, el esa máquina inmensa de la Justicia histórica no basta
padre puede engañar al hijo en lo que se refiere al fun por sí sola para cumplir el ideal de equidad que lleva la
damento de la moral y á la explicación del mundo en sociedad en su conciencia, y se ha necesitado de la
que vive. Nadie le puede disputar á un hombie que in amalgama con ese elemento sano, indocto, lego, cando
culque á su hijo las máximas morales que tenga por con roso del pueblo para que nuestros Tribunales tengan
veniente. Como si la nación no tuviese ningún interés en entrañas, para que no sean un mecanismo ineite y pei-
que sus ciudadanos aprendiesen eu tal ó cual escuela los judicial, tan seco como los viejos pergaminos en que se
principios que han de presidir más tarde el desenvolvi escribieron los primeros balbuceos del derecho antiguo,
miento de su actividad, aparece completamente indife que ante las modernas teorías científicas aparece como
rente á las primeras influencias que se puedan ejercer un sanguinario, despótico y repugnante reglamento de
sobre el corazón del hombre. Esto sería disculpable, y verdugos.
hasta natural, si el Estado no esperase nada de los ciu Así, pues, no es ni con mucho indiferente al Estado
dadanos. Podría desentenderse de estas primeras influen la educación de los ciudadanos, y no están lejos los tiem
cias si el hombre no esperase nada de sus semejantes, si pos en que se estudie el monopolio de ésta poi el mismo.
no fuese sociable, si el concepto del Estado, vago y os ¿Qué es la instrucción obligatoria más que un atisbo,
curo en la actualidad, no derivase precisamente de ese un preludio proveniente de la absoluta necesidad, del
instinto de sociabilidad del hombre, germen de la civili profundo interés que tiene el Estado del auxilio del indi
zación, del derecho, de la moral y de la justicia. viduo? ¿Qué leyes va á dictar, qué moral ha de predicar
En la ciencia moderna aparecen íntimamente ligados si no cuenta con que sus ciudadanos tengan abiertos los
estos dos extremos del principio y el fin del hombre; es ojos á la luz que ilumina las inteligencias?
decir, de su educación, y como resultado inevitable de Á medida que se derrumba el viejo edificio de la Eti
ésta, los frutos que la sociedad tiene derecho á esperar ca, á medida que pierde crédito el Código de la moral
de un individuo. antigua, nos volvemos más mirados, más escrupulosos
Ya no nos limitamos á escribir Códigos y á castigar, para arrojar el estigma de la deshonra y de la delin
según ellos, á los delincuentes, no. La conciencia social cuencia sobre un individuo. Cuanto más clara vamos
aparece como timorata é indecisa ante la consideración viendo la inmensa responsabilidad que tenemos en la
de que, cuando la Policia se apodera de un criminal, miseria intelectual y moral que agobia á los deshereda
coge ya un producto fatal del medio en que se ha des dos, menos energía tiene nuestra mano paia filmai las
arrollado, y á medida que estudiamos la formación del penas infamantes. Trémula, vacilante, no es ya la mano
delincuente, se aminora ante nosotros la idea de su res seca y apergaminada de nuestros antiguos reyes, escla
ponsabilidad. Los Tribunales de justicia ya no son sufi vos del principio Divino, sino la de nuestros pensadoies,
cientes para administarla. Ya no aplicamos la ley, por movida por el humanitarismo, opimo y generoso fruto de
clara que sea, sin remordimientos. De ahí ese ele- la razón humana.
190 la f a m ilia 191
NUESTRAS COSTUMBRES
cualquier opinión suya, que la que pueda sostener en
¡Qué candidez más criminal la de la antigua Ética!
contrario la sociedad. Lo regular es que veamos por los
Para ella, los hombres se dividían en malos y buenos,
ojos de nuestros padres; ellos nos han enseñado á hablar,
conforme á la distribución de un Código liliputiense de
han formado nuestra inteligencia, nuestros sentimientos,
diez artículos, cuando no hay un individuo que se
y han influido tanto sobre nosotros, en suma, desde que
parezca á otro y obedecen todos á Ja ley fatal de sus pa
hubimos uso de razón, que no es extraño demos más cré
siones congénitas, y son el reflejo de todos los agentes
dito á una palabra de nuestros padres que á todo lo que
exteriores que obran sobre nuestra alma débil é incon
diga en contrario el mundo entero. Considerando esto,
sistente con la fuerza del diamante sobre la cera.
mueve á risa la tan decantada libertad moral, pues que
No vacilemos, pues, en acusar á la organización fa
damos reducidos á bien poca cosa en lo que respecta á
miliar del atraso, de la miseria moral é intelectual en
que se halla la humanidad. Nuestros padres tienen dere independencia intelectual.
Y considerando que cada hombre tiene su conciencia
cho para hacer de nosotros lo que quieran: lo mismo
propia y distinta á la de los demás, hecha adrede para
unos ángeles que unos malvados; están en su derecho.
su manera de proceder, para su idiosincrasia, pues to
Ei ladrón establece en su casa industria de timos y educa
dos tratamos de disculpar nuestros errores ante la opi
á sus hijos en estos santos principios. Pero los que no
son ladrones tienen sobre su conciencia más grandes crí nión y ante nosotros mismos, y que cada hombre, por
menes para con sus hijos. En el concepto vulgar, un consecuencia de lo anteriormente expuesto, tiene dere
padre es naturalmente bueno, y este es un error grose cho á imponer y trasmitir su conciencia á sus hijos, de
ro, porque si censuramos á los hombres y les considera aquí que la influencia de la familia se oponga al pro
mos tan bajos en cuanto hombres, ¿por qué les hemos de greso de todos los individuos hacia un ideal moral ó in
absolver en cuanto padres? ¿Cómo han de enseñar á sus telectual.
hijos una ciencia que no saben, una moral que no cono En esto reside la causa de que se perpetúen xas tra
cen? ¿Cómo les han de legar una generosidad que no diciones políticas, de que se hereden los odios, de que se
tienen, un heroísmo de que abjuran, todas las cualida enciendan y perpetúen las guerras, de que se rinda culto
des, en fin, de que carecen en absoluto? por generaciones y generaciones á ideas falsas y erró
Lo que hacemos únicamente es imprimir en nuestros neas, á ídolos y supersticiones que deshonran á la hu
hijos todas las muecas, todos los visajes, todas las co manidad .
rrupciones que son nuestro mísero patrimonio, y á esa Generalmente, todo espíritu innovador y revoluciona
opresión es á lo que llamamos pueril y ridiculamente rio halla inmediata y enconada resistencia en su familia.
amor paternal, orgullo de raza, tradición de familia, et Estudiad la historia de todos los grandes pensadores que
cétera, etc. han hecho guerra á la rutina y á la preocupación, y en
La atmósfera que se respira en el seno de la familia contraréis en la mayor parte de ellos el doloroso espec
es una atmósfera más concentrada que la atmósfera so táculo de un completo divorcio con los seres á quienes es
cial, y como al mismo tiempo vivimos más en aquélla taban unidos por la sangre. Generalmente han tenido
que en ésta, justo es que influya más sobre nosotros. El que librar sus primeras batallas con sus padres y herma
padre tiene una autoridad moral sobre sus hijos asentada nos, han tenido que sentir el menosprecio y la cólera de
sobre el instinto filial, que hace pesar más sobre éstos éstos, que por lo general se niegan á ver en ningún indi-
MIIRHII 1
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Puede decirse que el padre tiende á detener el des que no vuelve á aparecer en el resto de la vida en la
arrollo moral é intelectual de su hijo, no en el nivel ge mayor parte de los individuos, y que cuando aparece la
neral de cultura (esto sería gran felicidad), sino en el saludamos con el respetable nombre de amor á la cien
suyo propio. El tipo social del hijo es el tipo social pa cia. En realidad, desde los diez años en adelante,
terno. El artesano, cría artesanos: el burgués, burgue la inteligencia adelanta poco en lo esencial; lo que más
ses, etc. hace es adquirir conocimientos, llenar las casillas que
No hay más que tener en cuenta, para comprender las nociones elementales, el Principio de Razón abre en
esto, que nacen en nuestros brazos, que su inteligencia el entendimiento; pero en lo que se refiere á la esencia
se abre bajo nuestra influencia, y que les damos las pri de las cosas, los niños son grandes filósofos, y se les
meras ideas sobre el mundo y la vida. ocurren grandes ideas morales; si no, hablad con ellos y
Cuando les juzgamos aptos para comprender algún lo veréis. Observad que el lenguaje de los filósofos y el
principio moral, la primer máxima que les proponemos de los niños se parece. Para el hombre vulgar, ambos son
es que los hijos deben obediencia á sus padres, con lo igualmente despreciables.
cual les obligamos á que ellos busquen el medio de eman Casi siempre estamos oyendo narrar á los padres
ciparse de esra obediencia. ocurrencias notables de sus hijos, acompañadas de las
Para que aquel precepto produjese provechosos re frases: «¡Quién lo había de decir, una criatura tan pe
sultados, preciso sería que los hombres fuésemos la ra queña!»; ó «¡Qué cosas se le ocurren!» Y todos creen
zón misma, y para ver cuán lejos estamos de ella, no hallar en ellos pruebas de la superioridad intelectual de
tenemos más que fijarnos en la diversidad de opiniones sus hijos, con respecto á otros. Esta perspicacia, propia
humanas sobre cualquier punto, por vulgar y corriente de la infancia, les hace fijarse en las acciones de los de
que sea, de la vida. más, y, sobre todo, de sus padres; acciones que toman por
Una de las cosas que más despreciamos y más lejos norma estudiando, con más penetración que la que po
estamos de comprender, es la inteligencia de los niños. dría esperarse de sus incipientes facultades, los móviles
Les creemos imbéciles,.y están muy lejos de serlo. La que las ocasionan, y cuando queremos engañarles,
inteligencia infantil sigue las mismas evoluciones, las cuando empleamos nuestra autoridad para exigir de
mismas etapas que ha seg'uido la humanidad. En el cre ellos cosas que nuestro egoísmo nos dicta, nos compren
cimiento infantil está estereotipado, se proyecta todo el den, nos adivinan, y más tarde, nos imitan.
desarrollo de la humanidad á modo de esas proyecciones Es tan fácil que el egoísmo ú otras pasiones bas
geométricas de figuras semejantes, en que la proyec tardas se vayan infiltrando en la autoridad paterna,
tante es infinitamente mayor que la proyectada. Tan como que el mismo padie forma la inteligencia y cri
cierto es esto, que los naturalistas ven reproducidos en terio moral de sus pequeños súbditos, y procura aco
algunos caracteres del cráneo de los recién nacidos y modarlos á su conveniencia. Muchas de esas lágrimas
en su voluminoso vientre los rasgos fisiológicos de la que vierten los niños por los castigos que sus padres les
raza de Canstand. Los niños son grandes pensadores. infligen, y que creemos saludables, son derramadas por
Más libres de los infinitos prejuicios que turban la razón la sorpresa que en las almas infantiles producen el des
de los hombres, su inteligencia posee más lógica, está pecho y la cólera que van mezcladas en las reprensio
más sana y se halla poseída de una curiosidad cósmica nes paternas, esa sorpresa con que recibimos la injusti-
L A F A M ILIA 199
198 NUESTRAS COSTUMBRES
padres, cuando queremos dar á entender que hemos re
eia, compañera de la humanidad desde los primeros
cibido un gran dòn al recibir la vida. Es un error el su
pasos que da sobre este suelo, y que la ejercitan sobre
poner que la vida sea un bien primordial, el origen de
nosotros aun aquellos mismos á quienes podemos y debe
todas las felicidades, el mayor bien, en suma, porque la
mos llamar nuestros bienhechores.
vida no es sino á manera de un cauce por donde pueden
En fin, citemos á este propósito lo que á un talento
correr muchas felicidades, pero también, y con mayor
tan sólido y positivo como el de Stuart Mill le inspiró la
frecuencia, muchas miserias y amarguras. Pocos serán
organización familiar:
los hombres que cuando la vejez despierta en ellos la
«Si la familia es, como suele decirse, una escuela de
razón suprema, la clarividencia intelectual á que puede
»simpatía, de ternura, de afectuoso olvido de sí propio,
llegar el hombre, no se digan á sí propios que no vale
»también es con mayor frecuencia ¡jara el jefe, una es-
la pena, para arrastrar una existencia miserable y des
»cuela de obstinación, de arrogancia, de desafuero sin
consoladora como es la del hombre, de haber sido des
»límites, de un egoísmo refinado é idealizado, en que
pertado del eterno sueño de la nada. Lo único que nos
»hasta el sacrificio es forma egoista, puesto que elhom-
hace pensar de otra manera es el ciego instinto de la
»bre no toma interés por su familia y por sus hijos, sino
conservación. Este es el que nos engaña, sosteniendo en
»porque forman parte de su propiedad; puesto que á sus
nosotros el amor á una existencia, la prolongación de
»menores caprichos sacrifica la felicidad ajena.»
una individualidad que sólo ha de ser provechosa á los
¿Cuál es el fundamento racional de la autoridad pa
fines generales de la especie. Cuando llegamos á viejos,
terna? Unica y exclusivamente la debilidad é insuficien
después de descubrir los engaños del mundo, nos pene
cia para bastarse á sí propio del sér naciente. Hoy, que
tramos del engaño que sobre nosotros ejerce la Natura
ya han pasado los tiempos de los poderes delegados por
leza, infundiéndonos apego á una vida que sólo nos de
Dios; aquellos tiempos en que se hacía responsable á
para privaciones y contrariedades, y manteniéndonos
Dios de toda tiranía y de todo despotismo, hay que bus
en ella por medio de las ilusiones y las esperanzas.
car el origen de los poderes en la necesidad que de ellos
Por lo tanto, sólo retóricamente y para agasajar á
tienen aquellos sobre quienes se ejercen, y, por lo tanto,
nuestros padres, podemos decir que les debemos el don
hay que basar la autoridad paterna en la conveniencia
de la vida, porque, en realidad, ellos son deudores nues
que de ella resulta para el recién nacido. Consecuencia
tros por el hecho de traernos al mundo; ellos quedan li
de la evolución que el concepto de la patria potestad ha
gados á nosotros, por razón de nuestra insuficiencia, con
sufrido, es la disminución de sus antiguos límites.
una serie de deberes á los cuales no se pueden sustraer
Mientras se averigua si la existencia es un mal ó un
con ningún pretexto. Cuando el instinto natural no nos
bien, tenemos por cierto que se la debemos á nuestros
compeliere á ello, nos obligarían las leyes y la opinión
padres, y consideramos como justo que durante nuestra
pública, que no son en este caso más que la expresión de
infancia nos prodiguen una serie de cuidados y desvelos
ese instinto. Sin embargo, él puede más que aquélla,
que no tienen retribución inmediata por parte nuestra;
puesto que si no existiese, aquéllas no valdrían nada.
luego tácitamente convenimos en que nos deben todos
Por desgracia, la ley y la opinión social, consideradas en
esos desvelos y cuidados en cambio de habernos traído á
otras fases, son las que ahogan muchas veces el instinto
una existencia de privaciones y miserias. Por esta razón
paternal. La mujer, como hemos visto en el libro pri
aro es exacta la frase de que debemos la vida á nuestros
200 NUESTRAS COSTUMBRES L A FAMILIA 201
mero, amenazada con la pérdida de su reputación, de se oyen riñas, no hay disgusto, todo va bien al parecer,
su honra y, por consecuencia, de la posibilidad de cum y, sin embargo, para un observador perspicaz, en el
plir su destino en la sociedad, es llevada muchas veces fondo de aquel sosiego late la discordia, dispuesta á ma
á renunciar á su hijo, verdadero sacrificio impuesto á su nifestarse en el momento más propicio. Es verdad que
natural instinto por las circunstancias y los respetos cuando se reúnen todos á comer, están conformes en que
mundanos, más fuertes que la debilidad de una mujer. hay que comer, y así lo ponen en práctica; que cuando
Examinada del modo que la hemos examinado, la llega la hora de dormir, todos cooperan con su silen
autoridad paternal debe cesar, y de hecho cesa, en el cioso sueño al sueño de los demás; es decir, que coinci
momento en que el hijo, por haber alcanzado el com den admirablemente en la superficie, en todo aquello en
pleto desarrollo de todas sus facultades, se basta á sí que coincidimos todos, y merced á un estilo de vida casi
propio. Esto es lo que la naturaleza dicta, puesto que animal, no conocen sus profundas divergencias mora
habiendo cesado la causa, debe cesar el efecto, y así lo les. Pero vendrá un acontecimiento que turbará este
reconoce la ley estableciendo la mayor edad. sosiego y los dispersará á todos como una piedra ca
El matrimonio es lo que más generalmente emancipa yendo en medio de una bandada de palomas.
á los hijos, que son llamados por el orden natural de las Supongamos una señorita, por ejemplo, educada en
cosas y en cumplimiento de los fines de la especie á for la sumisión, en los principios religiosos, en la austeridad,
mar una nueva prole. Pero sucede en muchas ocasiones en las buenas costumbres, en el recogimiento; que no
que los hijos no pueden, ó no quieren, contraer este ma haya ido á bailes, que apenas haya visto hombres, á
trimonio por circunstancias sociales de muy diverso or quien hayan inspirado casi horror al mundo, practicando
den y, sin embargo, continúan viviendo en compañía de todo esto por el deseo de captarse las simpatías de los
sus padres, porque la sociedad adopta el criterio de que que la rodean y que la llaman buena, es decir, por exi
personas bien educadas y que se han tomado cariño, gencias de su orgullo. Su padre habrá llegado á esperar
deben vivir, sin inconveniente, juntos; criterio absolu de ella obediencia absoluta y perpetua, y ni ella misma
tamente falso, porque las leyes por que se rigen los jó habrá sospechado los gérmenes de rebelión que lleva
venes y los viejos son completamente opuestas. ocultos dentro de sí.
Estaría mal mirado que una hija abandonase la casa Supongamos también, como es muy lógico suponer,
de sus padres y se fuese á vivir sola, y, sin embargo, la que en aquel corazón lleno de tinieblas, enciéndese re
ley natural así lo exige, como exige otras muchas cosas pentinamente el fuego del amor; que ante la aparición
á cuyo cumplimiento se opone la sociedad. de un hombre, sacude su letargo su anestesiado tem
La prolongación de la vida en común, una vez pa peramento de mujer, despiértanse sus sentidos y opérase
sada la mayor edad, se verifica en virtud de una serie en ella, en fin, la revolución más grande que ha de ope
de transacciones recíprocas que dan por resultado una rarse en su vida, revolución tanto más fuerte cuanto
aparente adaptación de que pudiéramos dar idea con la más tiempo ha estado ciega para semejante luz, sorda
frase de «equilibrio insestable». para semejante llamamiento, y virgen, en fin, de aque
Este fenómeno se da en infinidad de familias, en las llas emociones y deseos.
que á primera vista reinan tranquilidad y acuerdo en Pero el padre, desentendiendo todo esto, ciego ante
vidiables; todos sus individuos parecen entenderse; no este fenómeno, no tiene en cuenta sino que el hombre
202 NUES I RAS COSTUMBRES LA F AMI LI A 203
que se ha acercado á su hija no reúne las condiciones el mundo nos solicita y volamos á él, dejando desocupado
por él apetecidas, y hecho á la obediencia que siempre el nido, con la mayor y más natural de las ingratitudes.
le ha prestado su hija, supone fácil empresa hacer sen- Pero no es este el único ejemplo, ni siquiera el mejor
1ir sobre ella su autoridad y oponerse á su amor. Esta, de ese equilibrio inestable que mantiene la paz en la fa
por su parte, no ve en su padre desde aquel momento milia, siempre dispuesta á venir por tierra.
sino un tirano que dificulta su dicha y, arrastrada por el Todos coincidimos en aquellos actos fisiológicos é in
fuego que arde en su alma, por el huracán de su pasión, eludibles, en aquellos gustos que son generales hacia
arrolla aquel obstáculo como arrollaría cien mil que se objetos que á todos agradan y en la repulsión que nos
interpusiesen, y la autoridad del padre, su prestigio, su inspiran otros, y, por consiguiente, en que hay que con
influencia, todo rueda por los suelos menospreciado y seguir los primeros y evitar los segundos; pero á medida
desatendido; que no hay barrera bastante fuerte que que nos vamos separando de estas cosas de aceptación
detenga á una mujer apasionada. ó meñcsprecio generales, á medida que vamos internán
Aquel padre, al sentir su voluntad resistida, fortifi donos en las complicaciones que ofrece la vida á la con
cada por tantos años de dominación, siente el despecho ciencia individual, van siendo mayores las divergencias,
de un rey destronado, y no pudiendo hacer otra cosa, pues la conciencia tiene más profundas raíces de lo que
condena á su hija á perpetuo ostracismo, á definitivo se supone en nuestro temperamento, por lo que, como
destierro, ahogando su carillo y destruyendo su ternura los temperamentos varían hasta lo infinito, las concien
antes que pasar por lo que él considera un ultraje y un cias sienten la moralidad de muy diversa manera.
acto de insubordinación. De aquí la tradición en las Ahora bien: en la vida familiar, sobre todo hasta
óperas de que el bajo maldiga con las notas más graves cierta edad, ni están formados nuestros temperamentos
de la gamma musical al hijo ó hija rebelde, tradición, ni nuestra conciencia, por lo que se hace posible la vida,
entre paréntesis, que ya va abandonándose en el teatro pues ésta es sencilla, ruda, limitada á la satisfacción de
por anticuada. las primeras necesidades. Entonces pueden los hijos ser
■Dónde están entonces los efectos de aquella educa fáciles juguetes de sus padres, porque éstos atienden á
ción que él la dió? ¿Qué se hizo de la obediencia incon su subsistencia y los defienden de los rigores de la na
dicional, de la sumisión continua que tanto halagaba al turaleza con su protección. Como entonces no necesita
infeliz padre, incapaz de prever semejante sorpresa“^ mos más, estamos satisfechos.
Yo he visto con mis propios ojos este drama familiar Pero cuando, formada nuestra personalidad, sobre
y he comprendido, por su enseñanza, cuán engañados vienen necesidades de un orden más elevado, y por el
estamos muchas veces repecto á las personas que nos natural desarrollo de nuestras facultades, exigimos una
rodean, con las cuales vivimos muchos años en relativa mayor libertad de acción, la organización que antes nos
concordia, sin pensar que las llamas del volcán están sirvió de ayuda, ahora nos ahoga y oprime; ocurren in
asomando á los bordes del crii ter, sin compì endei que evitables colisiones y choques, y el malestar es cons
aquella pa¿ es un milagro de equilibrio entre caracteres tante. Esto se ve á diario en todas las familias. En cuanto
y temperamentos completamente diferentes y opuestos. los hijos pueden moverse por sí solos exigen imperiosa
El egoísmo nos ata á la familia, y el egoísmo nos la mente mayor libertad é independencia; lo que sucede es
llega á hacer intolerable. Educados en ella y para ella, que como no sabemos inculcarles una verdadera moral,
L A FAMILIA 205
204 NUESTRAS COSTUMBRES
cer, es un despotismo que consagra la costumbre, y que
esta libertad la emplean mal, hacen impropio uso de
aun cuando la ley trata de evitar, se viene ejerciendo
ella, con lo que aparece como que ese deseo de libertad
en la práctica por el respeto á los juicios mundanos. Este
é independencia es inclinación al mal, propia de esa
respeto constituye muchas veces una opresión tal, que
edad, y necesaria la imposición de la autoridad paterna.
perjudica á la misma familia, pues personas unidas por
Si á esa edad se hubiese ya despertado en nuestra
los lazos paterno-filiales que vivirían acordes, de no me
alma una aspiración al perfeccionamiento, á subir un
diar la autoridad paterna, son víctimas de ésta.
peldaño en la condición humana, á mejorar nuestras
cualidades; es decir, si nos inclinaran á tender natural
mente hacia arriba en vez de tender hacia abajo, y la
mayoría de los individuos aspirasen á superar á sus pa
dres en vez de contentarse con permanecer fieles á la
tradición familiar, exigirían, si cabe, con mayor imperio
esa libertad é independencia para conseguir su fin. En
tonces, absortos en nuestra labor, la autoridad paterna
será un estorbo y una rémora, porque, como ya hemos
dicho, el padre tenderá á hacernos permanecer en el
tipo social á que pertenece.
Los padres, en este caso, se verán obligados á pres
cindir de su autoridad, cosa à que es difícil renunciar
después.de ejercida por mucho tiempo. Los hijos recla
marán sus derechos.
La solución natural de este conflicto es, como hemos
dicho, la separación de padres é hijos.
De no hacerlo así, se verán obligados éstos á vivir
con padres septuagenarios, y corno la vejez se rige por le
yes absolutamente contrarias á la juventud, de no me
diar el sacrificio por una de ambas partes, ocurrirán
constantes colisiones. Yo he presenciado las funestas
consecuencias de estas disparatadas convivencias. He
visto á una nieta condenada á vivir con su abuela, octo
genaria y ciega, á llevar la misma vida que ella en ha
bitaciones oscuras, á no salir á paseo, á no ver á los
hombres, á estar constituida en enfermera, á inmolarse,
en suma, en holocausto del amor filial. Yo he visto con
espanto terminar este idilio en locura.
En suma: la autoridad paterna, en lo que exceda de
los limités de tiempo en que naturalmente se debe ejer
LA FA M ILIA 207
odios, enemistades ó malas acciones, éstas harán impre
sión indeleble en su ánimo como hace todo lo que se ve
y se siente en esa edad en que todo es nuevo, en que se
está con respecto á las cosas de la vida en el mismo caso
que el que entra por primera vez en una región en donde
ve costumbres desconocidas, en donde le sorprenden y
asombran una porción de objetos raros ó admirables que
CAPITULO IV nunca ha visto. Por eso los niños conservan más lozanas
que ningunas sus primeras impresiones, y la memoria de
los actos que en los demás vieron, resurge en ellos más
adelante como otras tantas sorpresas que tuvieron al en
La educación. trar en el palacio del mundo.
Y si por un lado es cierto que lo juzgan todo según
No nos forjemos quimeras sobre los supuestos benefi las intuiciones morales que en mayor ó menor porción,
cios de una moral incierta é insegura como es la que nos y más ó menos claras, tenemos en esa edad, según ese
ensenan nuestros padres, compuesta de tendencias y derecho natural que Dios ha grabado en nuestro corazón
principios contradictorios, emanados los unos de la mo si hemos de dar crédito á los moralistas escolásticos, y
ral religiosa, metafísica é impracticable, y otros de las por tanto apareceremos á sus ojos como criminales, to
enseñanzas de la vida, maestra poco escrupulosa en davía es más cierto que se equivocarán al juzgarnos mu
cuanto á moral. Si los padres meditasen sobre las máxi chas veces, apreciando nuestras acciones de muy capri
mas que inculcan á sus hijos percibirían esta contradic chosa manera, según el estrecho criterio que les procu
ción, pero sucede que la obra educativa es indirecta, de ramos. ¿Y qué extraño es, en último caso, que se equi
soslayo, impremeditada, rutinaria; hoy se nos ocurre ad voquen, si en resumidas cuentas'y al cabo de los años
vertir á nuestros hijos un mal que les puede suceder si mil, los moralistas tampoco están de acuerdo sobre los
hacen ésto ó aquéllo, y mañana nos ven hacer á nosotros más importantes puntos de moral?
lo mismo. Se les dice, por ejemplo, que á los criados no De aquí la responsabilidad que tenemos por su edu
se les debe maltratar, y á los pocos momentos nos deja cación. Les damos un criterio mezquino é insuficiente,
mos llevar de un arrebato de ira contra ellos. A lo más llevados de la rutina y de la poca atención que les pres
echamos mano de una porción de convencionalismos y tamos, sin comprender que su inteligencia, que está
rutinas en los cuales entra el hacerles creer una porción abriéndose, que está formándose, que hace un juicio crí
de fábulas y mentiras contrarias á toda lógica y cuya tico de todo lo que ve, porque todo le sorprende, nece
utilidad nunca he comprendido. Los niños tienen más sita mucho más que una moral de bebés, y que incons
perspicacia de lo que creemos, y cuando delante de ellos cientemente la dejamos que campe por sus respetos y
el padre ó la madre tiene conversaciones por las cuales que se forme á su propio gusto.
pueden comprender algo que no queremos que compren ¿Qué padre por lo común se dedica á pensar diez mi
dan, ellos generalmente se hacen cargo, porque su aten nutos al día el sistema de educación que debe dar á su
ción está muy despierta, y si les dejamos ver nuestros hijo? La clase de vida que lleva el hombre que tiene
208 NUESTRAS COSTUMBRES L A F A M IL IA 20í*
que ganarse el sustento, le impide desempeñar el papel pondrían en grave aprieto al que quisiera dilucidar en
de mentor; la lid continua que representa su vida, qué principio único se funda nuestro sistema de moral.
le sumerge en hondas y amargas preocupaciones que Esta mezcla se expresa muy propiamente con aquel pro
alejan de él esa tranquila disposición de espíritu que verbio, tan á menudo repetido, de que en el mundo es pre
requiere la sublime tarea de la educación. Acostum ciso tener un poco de Dios y otro poco del diablo.
brado necesariamente á tener su vista fija en la lucha De esta contradicción nace esa vaguedad del sentido
por la existencia, á estar alerta siempre, acechando moral que es propia de la generalidad de los hombres, á
la ocasión de herir á su enemigo ó de defenderse, no quienes un carácter enérgico ó el predominio de un ideal
puede conocer á fondo el corazón de sus hijos. Si éstos no les presta una manera propia y genuina de ver y sen
se llegan á él cuando está sumido en una de esas abs tir las cosas.
tracciones que le reproducen como en linterna mágica Por otra parte, esta contradicción arranca de la
las batallas de la vida, cuando la contrariedad le aci opuesta tendencia que caracteriza á la familia y al Es
bara, cuando la aflicción le embarga, cuando un temor tado, de su contraria índole, del choque de sus peculia
le sobresalta, cuando un vehemente deseo le devora, res aspiraciones.
si sas hijos se llegan á él con cualquiera de esas pre El hombre nace en la familia, pero no se puede decir
guntas que hacen los niños y que encierran todo un que nazca para ella solamente, sino que tiene deberes, y
problema moral bastante para hacer temblar al filósofo, muy principales, para con el Estado. En realidad, se pre
¿qué de extraño tiene que el sombrío padre los aparte de senta el problema de cuál es el objeto á que debe tender
sí, sin oírlos, incapaz de atenderlos ni de comprender el la educación del hombre. ¿Hacerle útil para la familia ó
esfuerzo de una mente infantil para disipar las brumas útil para el Estado? Porque ambas entidades son en mu
que la envuelven? chos puntos antitéticas y contrarias; lo que va en bene
Pero aun suponiendo que tuvieran tiempo y habilidad ficio de la una, redunda en perjuicio de la otra, y vice
los padres para educar á los hijos, faltaba que supieran versa. Producto del concepto del Estado son las nocio
en qué criterio se habían de inspirar para esa educación. nes de justicia, de sacrificio, de heroísmo, etc. Producto
Porque lo más triste y fatalmente transcendental es esa de la familia son esas tendencias al privilegio, á la exen
poca firmeza, esas vacilaciones y contradicción cons ción, al bienestar particular y al interés individual. El
tante de la moral, que por rutina se transmite de padres Estado exige la sumisión ciega é incondicional á la ley;
á hijos. la familia despierta el instinto de las excepciones basa
Es una mezcla bien extraña. Por un lado, la mo das en las condiciones particulares. El interés del Estado
ral pura, religiosa, metafísica, austera, falsa, impracti pide al individuo cierta insensibilidad con los afectos de
cable, de desprecio del mundo, de abjuración de los pla la sangre, como cuando, por ejemplo, arranca sus hijos
ceres, de perdón de las ofensas, que nos dicta la Iglesia; á las madres para defender la patria, y el interés de la
por otro, esas reglas útiles que dicta ja experiencia de familia inclina al individuo á la defraudación, á las
iniciación en la lucha por el céntimo, de amor á los hono ocultaciones, á quitarse de encima siempre que pueda la
res, á las vanidades, á las riquezas que nos parece con ley que reclama su particular sacrificio en provecho de
veniente enseñar á nuestros hijos para que sean algo en la comunidad. ¿Qué somos ante los Tribunales, ante los
el mundo, y que, mezcladas con aquéllas, sus contrarias, Municipios, ante la Administración, más que unos tima-
14
210 NUESTRAS COSTUMBRES
L A F A M ILIA 211
clores dispuestos siempre á estafarle? ¿Cómo aparece En todo lo que no es ley escrita, en todo aquello es
sino como un verdugo cuando nos reclama á nuestros hi pontáneo no impuesto por la coacción, vence la familia
jos para las Alas militares ó pone en ejecución la ley? como institución que está más cerca de nosotros, más pe
Esa falta de virtudes cívicas que á poco que se reñexione gada á nuestra humanidad, que es prolongación nuestra,
se observa en nuestra sociedad, es efecto de la organi como informada por nuestra sangre, y con la cual lati
zación familiar, que coloca y colocan! siempre el indivi mos al unísono. Vence y vencerá del Estado, idea abs
duo enfrente del Estado. tracta; de la Justicia, idea abstracta; del interés común,
Estas virtudes son menos fuertes que las virtudes fa idea abstracta; de todo esto vence y vencerá la familia
miliares, y sobre todo la mujer, gran factor de la vida con sus impurezas, con sus imperfecciones, con sus de
humana, tiene buen cuidado de robustecer estas últimas bilidades, con sus abusos; la inmensa mayoría de los
y debilitar aquéllas. hombres, en esta organización, se inclinarán siempre á
Notoria es, sin embargo, la mayor utilidad y excelen lo pequeño, á lo relativo, á lo material, desatendiendo y
cia de las primeras, su más alta extirpe, porque mientras sacrificando lo grande, lo absoluto, lo ideal, lo abstrac
á mis conciudadanos les interesa poco ó nada que yo gane to; de las cuales nociones derívanse, sin embargo, todas
mucho dinero para mi mujer y mis hijos, que les propor las instituciones que hacen posible la vida humana, que
cione comodidad y regalo, que les dé posición y honores, son el origen de la civilización y que tienden una mano
sino al contrario, cuanta mayor cantidad sustraiga yo de á nuestra insuficiencia, pequeñez y desvalimiento.
la riqueza general de mi país, menos disfrutarán los de La más importante función que puede atribuirse á la
más; á todos interesa aquello que se refiere al cumpli familia es, sin duda alguna, esta de la educación, pot
miento de los fines de la comunidad. Á todos interesa el ser de tal entidad sus efectos como que significan nada
recto cumplimiento de la Administración de Justicia, del menos que la formación del hombre mismo; creo, por lo
délas funciones del Municipio, de la Administración, del tanto, que no se puede invocar en favor de la familia, en
Ejército, etc., etc.; á todos interesa que se mantenga en defensa suya, otro argumento más importante que el su
el corazón de los ciudadanos la recta disposición hacia ponerla encargada de tan suprema misión. Sin embar
el cumplimiento honrado de todos esos fines. go, ¿son nuestros padres los que nos educan?
Y la demostración de que estas nociones de sacrificio A todas horas oiréis repetir esta frase: «la educación
y desinterés por la comunidad son de más utilidad, y las recibida por nuestros padres.» Pues bien: no hay frase
últimas adoptadas en definitiva, está en que en la misma más estúpida.
familia hallan ecos de simpatía algunas veces en pro No son nuestros padres los que nos educan.
vecho de su organización, acordando mayor considera Los colegios son la confirmación de la imposibilidad
ción á aquel que se sacrifica en pro del interés de todos y de la incompetencia de nuestros padres para edu
los individuos que la forman. carnos.
Hé aquí por qué la educación que senos da tiene que ¿Qué son esos educadores de oficio más que los subs
ser casuística, mixta, vacilante, indecisa, como inspi titutos de nuestros padres en dicha tarea?
rada por dos principios contradictorios. ¿De qué manera Se alquilan los maestros como se alquilan las amas
conciliar tan irreconciliables términos? ¿Cuál de las dos de cría. El tiempo de nuestra niñez se lo reparten estas
entidades, por consecuencia, saldrá vencedora? dos instituciones.
212 NUESTRAS COSTUMBRES LA FAM ILIA 213
Durante la lactancia tomamos la nutrición de una diendo de este modo una materia indivisible, pues sólo en
persona extraña á la familia, y pudiera decirse que no abstracto se puede separar una cosa de otra.
sólo la nutrición, sino también ol cariño, las caricias. Es más: en la separación de estos dos conceptos, en
Hasta que nuestra inteligencia no se forma y podemos la práctica, estriban todos los males de la educación. La
comprender los preceptos de nuestros moralistas, es fre sustitución por el temor religioso, de la razón científica
cuente que tomemos más cariño á nuestras amas ó ni de los fenómenos del mundo, como primer resorte de la
ñeras que á nuestros mismos padres. Formada nuestra educación, es el gran defecto del sistema de nuestros
inteligencia, entramos en un colegio, donde por lo co padres; y todos los que han estudiado este asunto, como
mún pasamos todo el día. Recibimos inmediata influencia Rousseau, Spencer, etc., hacen ver que la educación no
de los maestros, á cuya elección no presiden común consiste en otra cosa que en dirigir la inteligencia del
mente muchos escrúpulos. Quedamos confiados á ma educando con arreglo á las consecuencias racionales de
nos mercenarias, entramos en un mundo infantil donde su conducta.
hemos de encontrar múltiples contagios. Nuestros com Spencer dice:
pañeros forman una sociedad pequeña, remedo de la «Cuando un niño se cae ó se da un golpe en la ca-
grande, en la que palpitan en germen todas las pasiones »beza contra la pared, siente cierto dolor cuyo recuerdo
de la humanidad. Y lo peor es que estamos solos en esa »le hace más precavido.
sociedad; ni el padre ni el maestro bajan con nosotros á »Si toca en el hierro enrojecido de la chimenea, si
ella. Nos dejan solos. Lo que hayamos de ser provendrá »pasa la mano por la llama de una bujía ó echa agua
de mil combinadas influencias y circunstancias, pero no »hirviendo sobre cualquier parte de su cuerpo, la que-
deberemos achacárselo á ellos. » madura que recibe será una lección que no olvidará
Rarísimos son los casos en que un padre se dedica di »fácilmente. La impresión producida por uno ó varios
rectamente á la educación de su hijo. Es verdad que »acontecimientos de esta naturaleza es tan fuerte, que
para tanta cosa como abarca generalmente la actividad »ninguna persuasión podrá en lo sucesivo impulsarle á
del hombre, no tiene tiempo; pero repugna considerar »despreciar las leyes de su constitución.»
que la educación de los hijos sea lo que siempre se sa De este modo, el niño recibe lecciones directamente
crifica . de la naturaleza, que es lo que pide igualmente Rousseau,
La sociedad perdona á los padres que eludan esta ta al exigir esa inacción en el maestro, que debe limitarse
rea, bien por una verdadera complicidad de todos sus al papel de conductor de la inteligencia.
individuos, bien porque entienda que es mejor dejar esta Por este ejemplo puede comprenderse que la ense
ocupación á unos cuantos que, por no dedicarse más que ñanza y la educación van unidas de tal modo, que es im
á ello, hayan adquirido mayor pericia. De todos modos, posible, en buena lógica, separarlas. La ciencia sirve
en el momento de entregar nuestro hijo al director de para precaver los males que nos amenazan; de suerte,
un colegio, hacemos tácito reconocimiento de nuestra que de las enseñanzas científicas se derivan todos los
incompetencia en este asunto. preceptos que deben servir de norma á nuestra con
Sin embargo de esto, generalmente se cree que los ducta. Toda máxima que no se saque directamente de
padres educan á sus hijos, y se cree esto, porque se hace la ciencia no tendrá ninguna eficacia, y las más veces
una falsa distinción entre educación y enseñanza, divi ha de ser contraproducente.
Pü SPI
LA F A M I L I A 215
•214 NUESTRAS COSTUMBRES
y sacad de la naturaleza y de su explicación, la ciencia,
Por ejemplo: yo, para preservar á mi hijo en su ju
los elementos de que os hayáis de servir para tal em
ventud de pecados que le puedan traer funestas conse
presa. Sólo de este modo se han formado los grandes
cuencias, no me limitaré â recomendarle la castidad
filósofos, los grandes artistas, los grandes hombres de
como una virtud agradable á los ojos de Dios, porque
ciencia, los grandes caracteres. Generalmente, éstos,
corro el peligro de perder el tiempo lamentablemente;
emancipándose de toda la pequeñez que les rodeaba, se
creo que será más útil á mi propósito poner cuanto antes
han educado ellos solos. Por eso puede creerse cierta
un tratado de patología en sus manos, donde encuentre
aquella frase de Ricardo Wagner, que viene á conden
detallados los peligros á que se expone. Sin embargo, la
sar toda la materia de este capítulo: «No he tenido otros
mayor parte de los padres apartan de sus tiernos hijos
educadores que el Arte y la Naturaleza.>-
estas obras, creyendo más procedente tenerlos en la ig
norancia de estas cosas.
Lo que impide que percibamos en el primer momento
la estrecha relación de la enseñanza con la moral, es
que generalmente en la inmensidad de la ciencia se eli
gen aquellos conocimientos más fútiles, menos esencia
les para la formación del hombre, y se rellenan los pla
nes de enseñanza de aquellas materias de más urgente
necesidad para el comercio de la vida, pero que menos
influencia ejercen sobre nuestro interior desarrollo.
De este modo puede muy bien sostenerse que la edu
cación y la enseñanza son cosas distintas, y en realidad,
dada la infinitesimal cantidad de ciencia que nos es lí
cito adquirir y la estúpida manera como nos la ingieren
los pedagogos de escuela, ciertamente que de poco nos
sirve. Más bien nos daña si el objeto de la educación es
conformar al hombre para todos los artificios sociales,
familiarizarle con las pocas ideas que el comercio hu
mano tiene puestas en circulación, hacerle apto para to
das las vulgaridades que la mayoría comprende y acep
ta, darle maña para cobijarse debajo de todas las ruti
nas, y hacerle, en fin, uno de tantos maniquíes como se
mueven por el mundo.
Si queréis que vuestro hijo sea esto, seguid el sistema
usual, cruzaos de brazos y no os rompáis la cabeza en
la difícil tarea de dirigir sus facultades. Pero si acaso
intentáis hacer de él un hombre y no un mono, romped
todas esas ligaduras artificiosas de la enseñanza al uso,
L A FA MILIA 217
de aquéllos deslumbren á éstos. De aquí que entre los casas de enseñanza pueden llenar toda España de tem
chicos predomina la fuerza como en las ciudades salva plos, de cafés, de tiendas de comestibles y otros esta
jes. También esto, como el vientre abultado de los r e blecimientos parecidos.
cién nacidos y las mandíbulas prominentes, puede ser un Lo que han conseguido los jesuítas no dejan de inten
rasgo atávico, un recuerdo del estado primitivo de la tarlo los directores laicos, dando apariencias fastuosas
raza, una resonancia de su pasado. á sus colegios, halagando constantemente el lujo de los
Las desigualdades de posición comienzan á despertar padres ricos y haciendo gala de que en ellos no se recibe
ya en este tiempo las envidias y tristezas que afligen el gente pobre. Pero lo que en España parece obligado es
corazón de los desheredados. La caprichosa fortuna mez poner la imagen y el nombre de algún santo álos colegios
cla su rueda en los juegos infantiles. como para guarecerse bajo su protección. Otros tienen
Un hijo de ricos capitalistas educado en el confort un director eclesiástico. Sin embargo, en esta cuestión
y en el regalo, rechaza la compañía de un niño pobre á entra por mucho la moda.
quien sus padres visten con modestia; ajeno éste por su Por lo común, casi todos los colegios de señoritas son
parte á las causas que engendraron esa desigualdad, ha religiosos. Las monjas, que han hecho voto de pobreza,
de sentir doblemente la injusticia que representa. Por lo de castidad y de ignorancia, pretenden educar (y lo con
mismo que á esa edad ese espectáculo es nuevo é inex siguen) á las niñas de la aristocracia. No quieren que su
plicable, es también más doloroso que en la edad adulta. pobreza sea contagiosa, pues hacen venir á sus educan
-Cuando la inteligencia del hombre empieza á desper das en carruaje propio, so pena de ser mal miradas. En
tarse debería hallar delante la justicia, la igualdad y la cuanto á lo que allí las enseñan se necesita poco espacio
razón, y no el capricho, lo arbitrario y lo absurdo. Su para decirlo: Religión, labores, idiomas y piano. Con esto
traje debería ser igual al de su compañero, no debería está despachada la educación de la mujer. Mejor dicho,
empezar ya la adulación prometiendo destinos más bri esto es lo que aparece oficialmente en el Reglamento de
llantes á su condiscípulo que á él, ni debería ver en el esas piadosas casas; pero enseñan muchas cosas más,
gesto de sus maestros la parcialidad y la injusticia como como son: vanidad, soberbia, intolerancia, fanatismo,
la hemos visto todos. coquetería y otras que las mujeres de nuestra sociedad
Pero de remediar este inconveniente ya parece que se encangan de revelarnos.
ha tratado solícita la Religión. Los jesuítas, sobre todo, Es de advertir que todo esto es imitado del francés,
tratan de que no existan estas irritantes desigualda de modo que no podemos reconocerle el mérito de la ori
des entre sus educandos. Para ello elevan extraordi ginalidad.
nariamente los honorarios de sus colegios, de modo que Los otros colegios de señoritas pobres no tienen nin
no pueden entrar en ellos sino determinada clase de guna cualidad superior á estas enumeradas. ¿Qué ha de
gente. De este modo se aseguran la educación de las cla enseñar la mujer en España si necesita que Ja enseñen
ses elevadas de un país. Desdeñan el ejemplo de los es á ella?
colapios, cuyo principal objeto es la enseñanza de la Un hombre ilustre, D. Fernando de Castro, fundó
clase pobre. Y en honor de la verdad, hemos de decir en 1869 un establecimiento, «Asociación para la ense
que hacen bien, pues merced á los productos de sus ñanza de la mujer», que es el único instituto serio que
hay en España destinado á este objeto. Hay que confe-
NUESTRAS COSTUMBRES
La verdadera educadora.
tiguo estilo. La observación seria, siempre contestará mi que lleva á amar lo bueno necesariamente donde se
teoría. halle.
Mucho se ha hablado del instinto paternal, se le ha La ley de reciprocidad rige el trato humano. Así su
adornado con todas las figuras retóricas imaginables. En cede que, no porque hayamos vivido gran parte de nues
éste, como en otros muchos asuntos, se ha establecido un tra vida con una persona que es, naturalmente, opuesta
pugilato para hacer su apología. Cierto es que el cariño á nuestro modo de ser, conseguirá despertar el cariño
de los padres puede dar lugar á idilios de grande inten que despertaría un amigo afable y de iguales ideas á las
sidad afectiva, pero comúnmente de poca utilidad para nuestras. Ya dice Stuart Mill que las diferencias pueden
los hijos. No se forman las virtudes de éstos al calor de atraer, pero sólo la semejanza retiene. Bien al contrario,
la idolatría de aquéllos. Todo cariño es interesado, aún la convivencia con personas de diversa constitución mo
éste; y la exagerada afección que algunos hijos inspiran ral es origen de la pasión del odio, de que es víctima,
á sus madres, responde á necesidades de la mente y no sólo aquel que la inspira, sino el que la siente.
del corazón, que se satisfacen á expensas de la futura Descontando el afecto paterno-filial, único verdade
felicidad de esos seres idolatrados. Pasan desde el amor ro, todos los demás de la familia son falsos. Yernos dia
maternal á la indiferencia del mundo con la misma ex riamente que se toma más cariño á un amigo que á un
posición que se pasa de una habitación á 30 grados á hermano, y de aquel recibimos más favores siá mano vie
otra de 10 bajo cero. Muchos sucumben moralmente. ne. Lo cual no quiere decir que no haya algunos herma
Pues bien: á esa temperatura tan alta no se forman nos que se hagan verdaderos amigos, aunque esto suceda
los séres aptos para la lucha de la vida. Da de sí, por el pocas veces. Lo común es que una misma educación
contrario, individuos blandos, plantas de invernadero, produzca gustos y cualidades diferentes, lo cual no de
por lo que, en llegando á cierta edad, todos los padres muestra sino su misma ineficacia. El afecto, el cariño,
comprenden la necesidad de separarse de sus hijos y es necesario inspirarle por las propias cualidades, no le
confiárselos á los maestros. crean los lazos de familia.
Entonces el idilio comienza á decrecer, como ya he Á este propósito quiero citar las siguientes palabras
mos visto en otro lugar; decrecimiento saludable, por del P. Grou en sus comentarios á la República de Platón:
que es el resultado de las lecciones de la experiencia y «Las leyes humanas no pueden mandar ni disponer
regulariza el desequilibrio que existía en nuestras fun »á su grado de los sentimientos naturales. Podrase ha-
ciones afectivas. »cer enhorabuena que resuenen en los oídos de los ñiños
Entonces empezamos á comprender que hay más eo- »los dulces nombres de padre y hermano; pero éstos no
sás que amar en el mundo además de los objetos y los »serán nada más que nombres vacíos, que nunca des-
séres de nuestra casa, y también cosas que aborrecer y »pertarán en ellos sentimientos que no tienen. Las ame-
despreciar. La vida promueve en nosotros una gimnasia »nazas y los éastigos podrán muy bien sujetarles á cier-
de la voluntad, haciéndonos, como digo, repugnar cier »tas demostraciones exteriores, mas ellos jamás excita-
tos séres y objetos, y buscar como compensación los »rán en su alma aquella ternura, aquella inclinación á
contrarios para satisfacer las necesidades del corazón. »un objeto más bien que á otro, que sólo puede plantar
Por cima de los lazos de familia aparecen entonces »allí la misma naturaleza.»
nuestras simpatías naturales y ese espíritu de justicia Nótese que el que habla es un jesuíta; pero es un je
L A F A M IL IA 237
236 N U E ST R AS COSTUMBRES
suíta que dice lo que siente en este momento. Ya sé que un testimonio bien triste acerca de la fuerza con que pe
no sacará de esta profunda observación las consecuen san en la conciencia de los hombres las leyes morales de
cias que yo saco, sin embargo de ser las lógicas. ¡Cuántos la familia, cuando sienten del lado opuesto el contrapeso
habrá como éste, talentos profundos y sinceros, que, no del interés y de la ambición. Estas historias escandali
obstante, cuando vayan á hablar sientan pesar la sotana zaron al mundo, y siquiera tienen eso de bueno, que con
sobre sus hombros! su publicidad, dieron á los hombres materia y ejemplo
Pero si nos alejamos un poco en el orden del paren para sacar saludables consecuencias y provechoso es
tesco, llega á ser hasta irrisoria la suposición de que per carmiento; pero ¿y esas mil y mil historias diarias que
sonas de un mismo apellido deban profesarse necesaria se desarrollan en el interior de la masa vulgar y anóni
mente cariño. En este punto sí que descubre el hombre ma, de familias roídas por las enemistades hijas del
la hilaza de que está formado. Los parientes que nos amor al dinero y de las leyes de sucesión que enrique
rodean constituyen otros tantos censores dispuestos á cen á unos á costa de otros, que siembran la discordia,
someter nuestros actos á severa crítica. El título de pa que perpetúan el odio? Si en un día nos pudiéramos en
riente parece que da derecho á inmiscuirse continua terar de todos los dramas que se desarrollan á la som
mente en la vida y hechos de los que le llevan. Y gene bra con ocasión de las leyes de familia, puede que no
ralmente, lo que mejor vemos en ellos son los defectos pareciera esta institución tan lógica y respetable.
y lo que menos perdemos de vista son sus deberes para En su mismo seno existen las desigualdades que la
con nosotros. Así ocurre muchas veces que gozamos de fortuna establece entre los mortales. Hay individuos que
mejor concepto en la opinión de un extraho que en la de nacen favorecidos por la suerte que les concede la dicha
un pariente. Tal vez éste nos haga más justicia que de ser millonarios, mientras sus padres y hermanos v i
ven en la pobreza. ¿Habéis visto á muchas de estas per
aquél, pues los defectos que nos aquejan los encubre la
sonas que en atención á los afectos de la familia dividan
cortesía, como encubre el traje ciertas deformidades cor
su fortuna en partes iguales y la repartan con los su
porales, y en la familia nos desnudamos de esta cortesía
como en la intimidad de la alcoba nos desnudamos de yos? Hijos millonarios son adulados por sus padres y her
nuestras vestiduras. manos, sobre los cuales ejercen la autoridad que presta
No quiero hablar de las veces en que los mismos el oro. Éstos se enorgullecen de poseer en su familia un
vínculos del parentesco son origen de odios inextingui rico banquero ó un acaudalado, aunque sea un bruto;
pero se avergüenzan de llevar el mismo nombre de otro
bles, de atentados y de pendencias. Todas esas luchas
que yace en la miseria y en el oprobio que lleva consi
sordas que se establecen en las familias por el interés,
go. Y lo mismo, ó más, cuando se trata de posición so
los crímenes que son algunas veces su consecuencia y
que permanecen sepultados en el secreto, no los quiero cial.
Tiempo es ya de desvanecer tanta mentira, y de que
atribuir á la organización familiar; se los' achaco á la
deseemos el imperio de la razón.
maldad de los hombres, aunque para mi capote sé á qué
La organización familiar está carcomida por su base:
atenerme respecto á la responsabilidad que les toca á
el matrimonio, y éste es el grande, el principal motivo de
los vínculos y á las leyes que los ocasionaron.
su desaparición. Todo lo que ha hecho exclamar á tanto
La historia de los reyes con sus fratricidios, con sus
excéptico que es mentira el mundo en que vivimos, tiene
rebeldías, con sus guerras entre padres é hijos, nos dan
238 N U E ST R AS COSTUMBRES
que viene, con voz quejumbrosa, á pintarnos su desgra parentesco nos agranda las malas cualidades de las per
cia y á oprimirnos el corazón; á darnos un mal rato en sonas, así como la falta de trato nos las oculta en los que
no son parientes nuestros.
suma. Los parientes pobres no comprenden que sería
mejor el procedimiento opuesto. En vez de traernos su Por esta razón es más fácil que idealicemos, que nos
dolor á casa, traernos alegrías, risas, chistes, lo cual condolamos de la necesidad de un pordiosero, de un vago,
abunda tan poco en nuestra sociedad, que se paga bien; que de la de un pariente nuestro. Somos idealistas cuando
ya lo creo que se paga. no debemos serlo y guardamos el escepticismo y el posi
tivismo para los nuestros.
Pero los parientes pobres parten de un supuesto
íalso. Creen que los ricos, cuando son de su familia, es La desgracia,para llegar áexcitar nuestra compasión,
tán en la obligación de socorrerles y que con la pintura necesita revestir ciertas formas de estética convencio
de sus miserias, han de poner más patente esa obliga nal, que generalmente son el completo falseamiento de
ción. la realidad. En suma, que damos de mejor gana limosna
Se equivocan lamentablemente. No hay sér más inde á un mendigo que va por la calle, que socorremos una
pendiente que el sér humano. Se rebela contra todo lo necesidad de uno de nuestros parientes.
que tenga carácter coercitivo. Así es que los ricos Todo lo que decíamos de la limosna, sobre todo aque
cuando se ven acosados por los pobres de su familia, lla nota de rebajamiento que estudiábamos en ella, es
prorrumpen en malhumoradas exclamaciones. No pueden aplicable á las caridades que hacemos con los parientes
con tanto gasto. Les irrita que sus parientes se crean en pobres. Porque es indudable que no tenemos ninguna
el derecho de pedirles limosna, y se sublevan á la idea de obligación jurídica con ellos. El Código restringe extra
tener que pagar ellos las consecuencias del desorden y ordinariamente el derecho á exigir algún socorro en nom
del mal cálculo que generalmente son los generadores bre de ios vínculos de la sangre. Y aún en los casos
de esa incómoda parentela. en que admite este derecho es ineficaz ó inoportuno y
Hé aquí expuesta la diferencia entre los dos parási se presta más al abuso y al fraude que á la expresión
tos. El primero divierte, se acerca á nosotros para dar de los sentimientos familiares. Porque es indudable que
nos un buen rato; somos libres de darle ó de no darle cuando se tiene que echar mano del derecho en este
dinero, no nos recuerda ninguna obligación y nos propor punto, es señal de que faltan en absoluto dichos senti
ciona el placer de hacer una obra de caridad regocijada mientos. De modo que la existencia en los Códigos de
mente; el segundo nos llora, nos abruma, nos da un mal ese precepto dice en contra de la familia, en vez de de
cir en favor de ella.
rato, se cree en el derecho de que le socorramos y viene
á ponernos delante de los ojos algo así como una ver En los casos en que es exigible este derecho, la digni
güenza ó un remordimiento. Este es el por qué del des dad acostumbra despreciarle y sólo se aprovecha de él
abrido recibimiento que le hacemos. ó la necesidad suma ó, como hemos dicho anteriormente,
Además, como he dicho antes, conocemos á fondo la el fraude.
conducta y el carácter de nuestro pariente pobre, y con Por lo tanto, generalmente á lo que dan lugar los la
sideramos su pobreza como consecuencia de ese carác zos familiares es á la limosna; limosna que rebaja más,
que duele más, que avergüenza más cuando nos la da un
...............
ter y de esa conducta, tenemos vista de lince para sus
defectos, pues por un efecto de óptica, la proximidad del pariente que cuando nos la da un extraño.
242 NUESTRAS COSTUMBRES LA FAMILIA 24
Sin embargo, hay muchos casos en que esta limosna, que vengo hablando; ni por eso es menos ficticia é impo
este mal, reviste caracteres crónicos. tente la organización familiar, ni menos amargos los ma
Hay muchos casos en que parientes que han llegado les que engendra.
á la miseria tienen puesto en nuestra mesa y lecho en En fin, los parientes pobres son toda una institución
nuestra casa. En estos casos se trata casi siempre de un social, un agregado de la familia que no dice nada en
pariente solo, no de una familia, y este pariente come, pro de ella. El que quiera estudiarlos más á fondo, que
duerme, vive á costa nuestra y forma parte de nuestro abra el gran libro de La Comedia Humana y allí los en
hogar. contrará admirablemente estudiados. Y el que los quiera
La suerte de estos desgraciados es bien triste. Sobre ver más de cerca, ahí los tiene de carne y hueso en el
que tener que vivir á costa de otro, es ya suficiente infe mundo. Conforme los vayáis conociendo, los iréis com
licidad en este mundo, además tienen que ser nuestros padeciendo, pero su familia se encargará de demostra
criados. Así sucede comúnmente que en nuestros hoga ros que no son acreedores á ninguna lástima. Sin embar
res una hermana, una prima, etc., se ve tratada con me go, oidles á ellos detenidamente, escuchad sus cuitas, que
nos consideración que un criado. os contarán en voz baja, recoged sus quejas, escudriñad
Limpia la casa, cose la ropa blanca, come algunas su vida y os convenceréis no solamente de que los lazos
veces las sobras, cuida de la prole y aguanta sus imper familiares no significan nada ni suponen nada, sino que
tinencias, y en cambio de esto y de otros muchos servi á veces perjudica á los hombres el ser parientes los unos
cios, tiene que soportar y devorar en silencio el mudo y de los otros.
continuo reproche que nuestra beneficencia lanza á su
miseria.
El que da de comer y ofrece lecho á un pariente suyo
está autorizado para darle sus vestidos viejos, y todavía
es acreedor al agradecimiento.
Y un pariente vestido con nuestro deshecho, ¿qué pa
pel tan miserable no hace á nuestro lado? Ofenderá con
tinuamente nuestra vista con su aspecto, huirá de la so
ciedad, se ocultará de nuestros amigos, y nosotros vere
mos con gusto que huya y se oculte por dos razones: por
el triste papel que desempeña y por el desairado que nos
hace desempeñar á nosotros.
Y no se crea que digo todo esto en son de sátira con
tra esos parientes que acogen á uno de los suyos y le dan
de comer. Si no los visten de nuevo es porque general
mente no pueden. Bastante carga tiene el padre de fa
milia muchas veces con vestir de nuevo á su mujer y á
sus hijos. Hay que absolverles por lo tanto de algo. Pero
no por esto es menos dura la situación de esos asilados de
LA F AM ILIA 245
Pero no es esta la única ocasión en que las madres menesteres más humildes. El hombre, á medida que se
abdican de su maternidad cargando á estas pobres mu cultiva y refina, siente más horror á todas esas menu
jeres con responsabilidades que les abruman. El ama de dencias que constituyen la parte mecánica de nuestro
cría es una de las instituciones más repugnantes que te funcionalismo. Calcúlese cuál sería el suplicio de un Mi
nemos. En otro tiempo Rousseau consiguió que la moda nistro que tuviera diariamente que hacerse la comida,
desterrase esta sustitución contra naturaleza. Pero en limpiarse sus botas, lavar su ropa y hacerse la cama.
otro tiempo la voz del filòsofo tenía más imperio sobre Pues téngase en cuenta que todos esos penosos oficios hay
los hombres. un sér destinado á desempeñarlos diariamente por nos
La mayor parte de las veces, el ama es un objeto de otros, y que lleva con paciencia y resignación su destino,
lujo y de regalo para las madres, que se ven exentas de y que para que se conforme con él hemos de desterrar de
muchos malos ratos, si pueden exhibir en paseo una su alma toda aspiraciónhaeia un estado superior, sumirle
montañesa cargada de cuentas y abalorios. La pasión en la ignorancia, privarle, en fin, de una porción de
del lujo tiene millones de parásitos vestidos de librea y dichas y de goces elevados. Consideremos que les somos
ostentando cifras representativas de los nombres de sus deudores de mucho, y ellos no nos deben más que un
.señores, y que remedan á las marcas que los ganaderos miserable jornal casi irrisorio, que en los momentos en
estampan á sus bestias con hierro candente. que caemos enfermos y no podemos valernos, desempe
Pero no me mueven á tanta compasión éstos, que, ñan servicios penosísimos y repugnantes.
aunque envilecidos por la servidumbre, viven en cierto Hay en el fondo de las conciencias cultivadas un
modo felices explotando la vanidad de sus amos. Para grito de protesta ahogado por nuestro egoísmo y nuestra
los que hay que sentir lástima profunda es para esos complicidad con los demás. Cuando alguna vez nos dete
parias, servidores de la pobreza, que no es otra cosa la nemos á pensar en la triste condición de esas gentes y
clase media, y que no teniendo á su lado los esplendores nos reprochamos interiormeute la esclavitud en que les
de la riqueza, la cual hasta en sus desperdicios es dora sumimos, se delata en nosotros la existencia de un sen
da, tienen que soportar la doble carga de su miseria y timiento que, si se fomentase, podría liberar á esa infeliz
de la de aquellos á quienes sirven. Disculpable es que clase de los sufrimientos que soporta; lo que sucede es
los poderosos envilezcan á un pobre haciéndole vasallo que nuestro egoísmo, inmensamente desarrollado, des
suyo, sumiéndole en una esclavitud de hecho, tratándole truye aquella delicada aspiración filantrópica.
con menos consideración que á sus caballos, si en re La cortesía tiene establecido que evitemos la menor
compensa de ese rebajamiento comparten con ellos su molestia á una persona de nuestra clase. No consentiría
abundancia; pero nosotros los pobres, ¿qué derecho te mos, si un amigo viniese á visitarnos en nuestra enfer
nemos á darnos tono de grandes señores insultando á medad, que sacase de la alcoba el servicio donde de
una clase desgraciada, pisándola continuamente, con la positamos nuestros excrementos, y , sin embargo, lo
sola recompensa de compartir con ella nuestra hambre? creemos natural en una persona á quien no inspiramos
Deberíamos tratar á nuestros criados con la misma ni profesamos afecto ninguno; y recompensamos su
estimación que á una vara mágica ó á un talismán ó heroica acción con un mísero jornal. Todos nos hacemos
amuleto, porque no otra cosa representan. Nos ahorran lenguas si oímos contar que en cierta ocasión dos ami
Jos trabajos más viles y groseros de la existencia, los gos, obligados por las circunstancias, se auxiliaron uno
248 N U E S T R A S COSTUM RKBS L A F A M IL IA 249
á otro en sus enfermedades, se cuidaron, pasaron malas palma, el título de gloria que el siglo x ix ha de recoger
noches, se dieron tazas de caldo, se privaron de sueno, de la posteridad.
se expusieron á un contagio. Y todo esto, que considera Los que hacen de ese ensueño socialista un nombre
mos como una heroicidad en uno de nosotros, lo tenemos execrable y temible, una divisa criminal, los que le abo
por una obligación en uno de esos infelices. minan de injurias y de calumnias, de oprobio y de ver
De todo lo cual resulta que existe una esclavitud mo güenza, son enemigos de la humanidad; pero enemigos
derna no muy distinta de la antigua, bajo las aparien de corazón, conservadores interesados del orden actual,
cias de un estado libre, en la que si el dueño no tiene indignos de invocar el nombre santo de Jesús para com
derecho de vida y muerte, en cambio, tampoco tiene la batir el sentimiento que inspira á la nueva doctrina.
obligación de alimentar al esclavo. Esta clase social La esperanza, el ideal de nuestra sociedad es la libe
parece que es el complemento de la familia. Á ella vive ración de los que sufren, es el único ideal que puede
pegada, y por ella y para ella subsiste. tener después de haber abjurado de todas las estériles
El escepticismo tiene ocasión de contrastar que, á locuras espiritualistas que suscitaron las religiones. Ese
pesar de las revoluciones políticas y sociales, hay siem ideal crece, se agiganta, nos inunda de luz, sostiene y
pre una inmensa mayoría condenada á duro vasallaje. conforta á los ilotas que bajan la cerviz humillados para
Tal vez el de hoy sea más duro que el de otros tiempos servir á nuestra incontinencia, pereza y egoísmo. Su
por muchas y complejas causas. Pero al lado del escep redención se anuncia más ó menos próxima. Mientras
ticismo vive siempre la fe, y en este siglo más que en tanto, ¡piedad para ellos!
ninguno se promete una próxima y definitiva redención
de los oprimidos.
Tengan la fuerza que quieran las leyes sociales, que
los escépticos invocan, esos que dicen que siempre ha
brá pobres y siempre habrá ricos, que hay una clase
destinada á eterna opresión ; la voluntad, la aspiración
de la especie humana es y será siempre hacia un ideal
de igualdad y de conmiseración. El espíritu del Evange
lio domina el mundo, y no saldrá nunca de él. Esa com
pasión hacia los pobres, hacia la miseria humana no ha
pasado de moda; al contrario, revive al soplo inspirado
de los grandes pensadores y artistas revolucionarios
modernos, del gran Tolstoi, del gran Dostoyuski, del
gran Zola, del gran Pérez Galdós. Ellos encienden ese
fuego divino que, nacido de la compasión que siente el
hombre por su semejante que padece, calienta la imagi
nación hasta concebir el ensueño de cambiar la organi
zación universal en pro de los modernos parias, ensueño
que, aunque no llegara á realizarse, sería el florón, la
miento, y así se demostrará también que es movimiento
todo el mundo moral, y que las leyes que lo rigen, pro
longación de las leyes naturales, físicas, no le permiten
reposo ni quietud, ni crean nada que no sea el escalón,
la premisa, el antecedente de algo en que viene á resol
verse lo que existía.
Si nos fijamos un momento en la gestación universal,
CAPÍTULO X veremos que el modo de desarrollarse de esa fuerza cós
mica, que todo lo anima, y que es á modo de fluido, que
toma formas sucesivas con arreglo á leyes preestableci
das y lógicas, no es otro que el descrito. Por todas partes
La gr a n f a m i l i a . hallaremos ese escalonamiento progresivo de formas
más complejas. Registrad la superficie terrestre y veréis
La evolución se patentiza y manifiesta en todas las en ella petrificada dicha evolución en la coexistencia
fases de la civilización humana. Desde el hombre tro de capas endurecidas, que delatan otros tantos estados
glodita hasta nuestros días, la especie no cesa de ade geológicos. Ciclos de inmensa duración, durante los
lantar hacia un destino envuelto todavía en las brumas cuales la materia se preparaba para manifestarse en
de lo porvenir, escondido á la perspicacia del entendi un grado superior, en una forma más perfecta. Durante
miento humano. Pero si éste puede perderse y eterni esos extensísimos períodos de miles de siglos, la materia
zarse en conjeturas más ó menos atinadas, en hipótesis no sabía que iba á producir al hombre con su inteligen
más ó menos lógicas, respecto á lo que constituye el fin, cia, pero trabajaba para producirle. El organismo ru
en pro del cual nos empuja esa fuerza desconocida que dimentario engendra el organismo más complejo, y
no nos permite reposo, no puede poner en tela de juicio después de producido, duerme despreciado y olvidado
el movimiento resultante de dicha fuerza, que en el or en las oscuras entrañas del planeta. En su interior yacen
den moral, intelectual y social recibe el nombre de pro sepultados los restos de terrenos primarios, secundarios
greso. No podemos dudar de que andamos, de que nos y terciarios, como ciudades antiguas devoradas por
movemos en una determinada dirección, y que nuestras algún cataclismo, como las preciosas ruinas de Pompeya
instituciones y costumbres están dispuestas á cambiarse y Herculano, ó como los sombríos y malditos restos de
y á renovarse. Sodoma y Gomorra.
Todo el que haya penetrado el sentido de la natura El reino mineral no es más que la fosilización de or
leza, todo el que haya estudiado la historia natural del ganismos primitivos. El que hoy llamamos reino orgá
mundo, comprenderá que no existe reposo, como no nico, quizá esté destinado á preparar superiores organis
existe vacío, como no existe tiempo. Estas son abstrac mos, á los cuales tengamos pronto que ceder el paso y
ciones que no tienen ningún valor absoluto y que nos in la vida.
ducen á error. Pasaron ya los tiempos en que se suponía De cuando en cuando la naturaleza experimenta una
á la tierra como una inmensa planicie suspendida en el sacudida monstruosa, colosal, devastadora, que tras
espacio. La aparente quietud se demostró que era movi torna todo lo existente y hace que la vida se retire de
LA F AM ILIA 253
la razón del hombre, por esa aspiración á la solidaridad cial; en los tiempos modernos, el Estado asume inmenso
universal que tiende á unificar todo el esfuerzo humano número de responsabilidades, atiende á una porción de
como consecuencia del único y mismo destino de todos fines sociales, se inmiscuye en las relaciones de familia,
los hombres y lucha por destruir las barreras que al y al propio tiempo que se piensa en robustecer y exten
'cumplimiento de esta fusión ofrecen las nacionalidades, der su acción, se pide la disolución del organismo fami
el espíritu de raza, la diversidad de cultos, y ese mons liar como rudimentario é inútil.
truoso atentado contra la humanidad reglamentado por La filosofía por su parte, la metafísica moderna, le
los pueblos, vergonzosa herencia de la barbarie que se jos de contradecir con sus elucubraciones el sentido que
llama guerra, contra la cual el incipiente Derecho inter damos á la evolución, le corrobora y confirma. Estudia
nacional levanta su balbuciente é infantil voz para apla en el hombre un instinto, tendencia ó aspiración á salir
car los odios que agitan y arrojan á unos pueblos contra de sí mismo rompiendo las barreras de la individualidad
otros. y á confundirse con la esencia universal, hacia la cual
Hé aquí el trabajo de la humanidad en la historia, no tiende, como hacia su fin propio y destino supremo. As
otro sino la aspiración al cumplimiento de ese supremo piración es esta que se conoce en la moderna psicología
ideal de solidaridad, de fusión, de amor entre los indivi con el nombre de altruismo, y comprende todos aquellos
duos, las razas y los pueblos, ensayado en esas tres movimientos del alma humana por los cuales tiende el
gigantescas tentativas descritas, abortadas por cata hombre al sacrificio propio en pro del bien ajeno, aspi
clismos universales ó revoluciones poderosas que han ración que en cada época de la historia se ha bautizado
echado por el suelo el lento trabajo de los siglos y de los con distinto nombre, pero que siempre ha existido inna
hombres. ta, primordial, más ó menos incipiente, más ó menos
La coexistencia de los organismos rudimentarios con desarrollada, según el distinto grado de civilización y
los complejos no significa sino la falta de realización de cultura de los individuos, y que es en el hombre un punto
esta ley que venimos estudiando. Cuando las colectivi sensible de su naturaleza moral, el germen, el embrión
dades de orden superior no están sólidamente cimenta de un sentimiento universal, susceptible, de inconmensu
das, necesitan apoyarse en las más sencillas, y éstas no rable desarrollo, que empequeñezca todas las pasiones
hacen sino una delegación parcial y paulatina de pode mezquinas y egoístas, y la conforme para ser miembro
res y fines. Pero á medida que las entidades de acción de la familia universal, de la gran familia, en la que
más extensa adquieren vida propia, tienden á disolverse desapareciendo todas las organizaciones microscópicas,
las que histórica y evolutivamente las precedieron y rudimentarias que tienden á limitar y comprimir la ex-
engendraron. pansión.de sus afectos, se sienta libre para amar á sus se
Y la razón de ello está en la antinomia, en la pugna mejantes, para robustecer los sentimientos de jusiicia, de
que existe entre ellas, oponiéndose los intereses de las beneficencia, de solidaridad, y le haga apto para tender
unas á los de las otras. Así se ve, que mientras en los libremente hacia un ideal más alto que el que hoy pei-
primitivos tiempos la familia tenía considerable fuerza, sigue, hacia unos intereses más generales que los que
los lazos familiares eran sagrados, el principio d’é auto hoy codicia y hacia un bien más racional y supremo que
ridad residía en ella, sus órdenes alcanzaban considera el que hoy apetece.
ble radio de acción, v de ella arrancaba la fuerza so-
_______________________________________ _________________
CAPÍTULO PRIMERO
Opresión espiritual.
que nos saliésemos de eilas, sino que, recelosos de su Y esto, aunque rara vez lo podéis esperar de un
acierto y temorosos de equivocarse, nos dejarían la libre hombre, nunca lo esperéis de un sacerdote. Este tiene
elección y alejarían de sí la tremenda responsabilidad que ser por su propia naturaleza intransigente. La Re
de imponernos sus creencias. ligión trae consigo la intolerancia y el fanatismo, per
Es esto tan lógico, que un padre interesado por el petúa el odio entre los hombres que no comulgan bajo
bien de su hijo, temerá resolver sobre los asuntos decisi un mismo credo; por eso el sacerdote no podrá nunca
vos de su vida. ¿Qué padre prudente no vacilará cuando predicar lógicamente la concordia entre el género
su hijo vaya á contraer matrimonio, ó cuando piense humano. La Religión Cristiana, la religión del amor y
emprender un negocio en que arriesgue su sapital, ó de la paz, es la que ha sostenido en perpetuo estado de
cuando tenga, en fin, que adoptar una de esas determi guerra á toda Europa durante la Edad Media. Su fana
naciones que influyen poderosamente en el destino de tismo ha iniciado luchas de largos siglos, y delante de
una persona? Pues, si esto se hace en lo que á los inte nuestros ojos tenemos la Historia de España, que no es
reses temporales y humanos afecta, ¿cuánto más lógico sino una sucesión de largas contiendas, en las que la
no es que ocurra en lo que se refiere á los intereses es idea religiosa se oponía á la concordia entre los hom
pirituales, en lo que afecta á cuestiones de tanta impor bres, á la provechosa fusión de las razas, haciendo he
tancia, según el creyente, como la salvación eterna? reditario el feroz odio entre ellas, de que nos da tan pa
Y no se diga que el padre impone su religión á su tente testimonio toda la Reconquista.
hijo, persuadido de que es la única verdadera, porque Explicadme qué absurdo es éste. Decidme cómo
por cima de esta persuasión está en el hombre prudente una doctrina que se dice continuadora de las que profe
el temor á equivocarse. Y si el hombre no es solamente saban aquellos mártires que se dejaban devorar por las
prudente, sino reflexivo, pensará de este modo: «Mis fieras antes que defenderse de ellas, de aquel Mártir su
»padres me impusieron la Religión Católica, y por eso blime que se dejaba abofetear y escupir sin una queja
»soy católico; pero si hubiese nacido en Inglaterra hu- ni un movimiento de cólera, pudo engendrar odio para
»biera sido protestante; si en Africa, mahometano; si en cientos de generaciones y pudo poner á sus ministros á
»la China, budista; si en Suiza, calvinista, y si mis pa- la cabeza de los ejércitos; cómo los que se llaman con
»dres fuesen judíos, yo sería también judío; lo cual tinuadores de la obra de Jesús pudieron convertirse en
»quiere decir que los hombres nacemos y nos educamos verdugos de la humanidad é imprimir su sello y legar
»influidos por lo que nos rodea, y no podemos elegir li- su nombre á los más infernales instrumentos de tortura
»bremente la verdad. Ahora bien: si yo enseño á mi hijo que concibió la mente humana.
»diversas religiones, contrapesaré su respectiva influen- Y no se crea que este espíritu guerrero es propio
»cia y le pondré en condiciones de que elija libremente, únicamente de los sacerdotes de la antigüedad, pues
»facultad que yo no he tenido.» aun hoy que tanto ha reaccionado la opinión social
Pero es más difícil de lo que parece que los hombres sobre aquellas bárbaras costumbres,, y lejos de poderse
tengan tal prudencia y reflexión, porque el torbellino de predicar una cruzada como en tiempos de Pedro el Er
la vida no se lo permite, y aunque se lo permita, obede mitaño, el Papa tiene que limitarse á ver cruzado de
cen generalmente á otras miras más bastardas y menos brazos las guerras europeas y pedir á Dios por el resta
desinteresadas. blecimiento de la paz, sin embargo, el espíritu de hosti-
mM fittttM ttjdBH äB
su estúpida existencia. De vuelta de paseo entramos en mencia de un precepto, de una doctrina, la ponemos en
una grande iglesia, cuyas puertas, abiertas de par en práctica, porque en esta convicción íntima, en este pro
par, dejan ver iluminaciones fastuosas, y tienden á po fundo resorte de la conciencia, está el móvil de nuestra
pularizar el culto y ponerle en medio de la calle á los conducta, y por esto, cuando vemos hombres que prac
pies del transeúnte, á metérsele por las narices como se tican una cosa y predican otra, no vacilamos en llamar
dice vulgarmente, á confraternizar con el arroyo, á ex les hipócritas. Pues lo mismo podemos decir de una so
poner las imágenes á las chuscadas de la granujería, á ciedad que de un hombre. Puede que la sociedad sea
propagarle, en fin, por todos los medios, aún á trueque menos responsable de su hipocresía, por serle impuestos
de profanarle. muchos de los principios que confiesa; pero no por esto
Ved, en cambio, estos mismos templos por la ma será menos falsa su confesión.
ñana, los días de trabajo, y contad las personas que allí Todos blasonamos de católicos en cualquier momen
se reúnen. Os sorprenderá desde luego su número y ca to, y sabemos que una de las cosas más anatematizadas
lidad. Casi todas son mujeres, y las más, viejas. Indagad por el Catolicismo es el duelo. En todo tiempo lo ha con
un poco más y ved qué grado de instrucción acusan sus denado la Iglesia con las mayores censuras y con el ma
inteligencias; mirad el tipo, la fisonomía, el ángulo fa yor rigor. El que se bate se separa de la Iglesia, muere
cial, todos ellos datos preciosísimos, y ved luego si por en pecado mortal, pierde la bienaventuranza. Y, sin
aquella manifestación de religiosidad, que vamos á su embargo, el duelo es considerado por nuestra sociedad
poner sincera, sin meternos en más honduras psicológi como un medio á que debe recurrir todo hombre de ho
cas, puede decirse que vivimos en una sociedad eminen nor para castigar ciertas afrentas. No es necesario insis
temente religiosa; si vamos á tomar á esa pobre gente tir sobre este punto. No necesito convencer á mis lecto
por expresión del estado moral de las clases inteligentes res de que el duelo está aceptado por los ciudadanos de
de un país. una nación, no como lo considera la Iglesia, como un
Si llamamos ciudad católica á aquélla en que por delito, sino como un recurso honroso, y cuanto más ele
la mañana no cesan de repicar las campanas, y salen vada es la clase á que pertenece un ciudadado, más
las mujeres envueltas en sus mantos y con el libro de obligado se cree éste á aceptar la fórmula impuesta del
rezos en la mano, y cruzan las calles los curas luciendo duelo, que viene á ser una demostración del honor de
ricos mantos de seda ó grasicntos de paño, y pasea el una persona cuando éste se pone en duda.
Obispo ofreciendo el anillo para que le besen los fieles, No se diga que el duelo es una consecuencia de los
Madrid es una ciudad católica. Pero si tuviéramos que instintos brutales del hombre, una válvula de seguridad
llamar católico á un pueblo que practicase la moral ca de los odios. No es lo que nos lleva á batirnos, por lo ge
tólica, nos veríamos en grave aprieto para poder en neral, el deseo de dar muerte á nuestro enemigo, no; por
tresacar uno, entre los muchos que así se llaman. fortuna, no llegan á ese grado de violencia las pasiones
Hay que penetrar un poco más adentro, hay que mi humanas en la mayoría de los casos, sino el deseo de
rar un poco más hondo para poder defluir el carácter de quedar bien á los ojos de la sociedad; y lo prueba el he
un pueblo y sus verdaderas convicciones. Tratemos de cho de existir los duelos llamados «á primera sangre»,
hacerlo. que son los más, y tienen el carácter de una verdadera
Cuando estamos realmente convencidos de la conve- fórmula para satisfacer á la opinión social.
N U E STR AS COSTUMBRES
2« 3 269
E L CATO LICISM O
Si solamente se practicase el duelo por las clases
terodoxia, y así lo considera la Iglesia al negarles se
baja ó media, bien podría decirse algo contra nuestra teo
pultura cristiana; pero existe una clase de suicidios, los
ría; pero, antes por el contrario, el duelo es usanza más
suicidios por honor que, inspirada como el duelo en un
particular délas clases superiores, que deben represen
deseo de justificación á los ojos de la sociedad, implica
tar y representan de hecho la opinión social. La confir
que todos sabemos que en determinados casos, ésta
mación de esto la tenemos en la milicia, en la cual es
quiere que saldemos cuentas con ella de ese modo, des
más necesario que en otras clases recurrir al duelo para
preciando en absoluto la moral católica. Los suicidios
lavar las ofensas inferidas al honor militar, y un oficial
originados por desesperación, por enfermedad, por
que no vengase cualquier injuria con su espada, sería
amor, por hastío, etc., no nos los impone el criterio so
mirado con menosprecio por sus compañeros. Es de no
cial, sino que su causa reside dentro de nosotros mismos;
tar que la ley también se opone absolutamente á esta
por lo tanto, si nos suicidamos vulnerando de este modo
práctica del duelo, persiguiéndolo y penándolo, y á pe
el precepto religioso, no hacemos cómplice á la sociedad
sar de ello, nadie desdeña caer bajo la acción de la ley,
de nuestra falta; pero cuando el marino se mata porque,
porque sabe que no pierde en la opinión de las gentes.
merced á una negligencia suya, se pierde el barco, ó
Y hay que tener en cuenta que mientras la ley es
cuando el militar, próximo á caer en poder del enemigo
una resultante de la opinión social y de la religión, y am
ó á entregar una plaza, prefiere la muerte antes que so
bas se pueden considerar como fuentes del derecho, por
brevivir á su deshonra, ó. cuando el funcionario civil,
que en todas las naciones han sido anteriores la costum
que toda su vida ha conservado sin tacha su reputación
bre y la religión, y de ésta y aquélla se han formado los
de probo, por cualquiera de esas circunstancias que ocu
Códigos; la religión ocupa, por su naturaleza, un lugar
rren en la existencia, malversa fondos confiados á su
más preminente, y debe influir en la ley y en la costum
custodia y se pega un tiro, todos ellos creen que el ho
bre como principio de más categoría y, en consecuencia,
nor que perdieron por su falta, le recobran con la pena
al ser menospreciadas sus enseñanzas, queda más des
que ellos mismos se imponen.
airada que la ley al ser también olvidada, por cuanto
Estos dos fenómenos sociales, repetidos en todos los
son más sagrados los principios de aquélla y han pesado
tiempos y lugares; son un poderoso mentís á los princi
por más tiempo y con más autoridad sobre nosotros.
pios religiosos que fingimos profesar y que en realidad
Pero hay otro testimonio más elocuente todavía pot
no hacemos sino tolerar por miedo al qué dirán, y todo
ser más sincero y poner más de manifiesto la conciencia
lo más creer que son nuestra verdadera conciencia por
individual, que muestra de qué manera los pueblos que
una autosugestión engañadora.
se dicen católicos y levantan templos y asisten á misa
Pero además de estos hechos, demostraciones bien
todos los días festivos no han podido connaturalizarse
concluyentes, que á nadie creo se le ocurrirá combatir
con la moral católica, á pesar de los muchos siglos que
me, hemos de estudiar el carácter de la vida moderna
cuenta de existencia. en general, nuestra conducta en la sociedad para ver
Este testimonie es el suicidio. vivimos como católicos y si la religión influye sobre nos
En general, todo suicidio, cualesquiera que sean sus
otros de otra manera que imponiéndonos sus ceremonias y
causas, significa un desacato á las leyes de la Iglesia,
prácticas con la fuerza poderosa de la rutina y el hábito.
una protesta de descreimiento, una declaración de he
a r, C ATO LICISM O 271
Nuestros padres se afanan por inculcarnos el deseo Seremos verdaderamente católicos cuando deseemos
de las riquezas y de los honores, y el mayor desprecio la muerte, pues será lógica consecuencia de creer en
que puede hacer la sociedad de un joven, es decir de él: una existencia suprasensible, en la que hoy estamos muy
«Ése nunca será nada». Queremos ser más que los que lejos de creer. Hay quien supone, sin embargo, que esta
nos rodean, porque nos han enseñado que la dicha se idea es ingénita en el hombre; pero lo que es ingénito
compone mitad de riquezas y mitad de honores. Nadie en el hombre es el horror á la muerte, como el mayor
negará esto. Cada uno, conforme á su condición, se mal que nos puede sobrevenir, y el apego indestructible
afana por ser un poquito más que los que pululan á su á la vida; lo otro es adquirido. Son dos sentimientos que
alrededor, en lo cual nuestro criterio no ve torcida in se repelen, que se contradicen, que no pueden existir
clinación, sino muy loable y hasta honrosa. ¿Cómo com sin pugna dentro del alma humana, que se excluyen,
paginar todo esto con el desprecio por los honores y v a pues de existir el uno mataría al otro, y testimonio de
nidades del mundo, con el desdén hacia los intereses ello son los místicos, en cuyo espíritu ha desaparecido el
materiales? ¿Cómo hermanar ese afán de oro, que es instinto de conservación, y piden á Dios la muerte como
considerado como legítimo, porque todos creemos que de un presente celestial; la desean con fervor y la miran
él nos ha de venir la dicha, con aquella máxima de Je como un deleite superior á todos. Aquellos versos de
sús, «más difícil es que entre un rico en el cielo», etc.?
muero porque no muero,
Si el fin que nos debe inspirar la religión es la renuncia
de todo, riquezas, honores, nuestro fin es comp’ etamente y los otros:
opuesto; ¿tenemos, pues, derecho á decir que somos cató
Ven, muerte, tan escondida
licos? que no te sienta venir,
No caben transacciones: ó una sociedad católica, si porque el placer de morir
acaso pudiera existir, ó una sociedad que tenga concien no me vuelva á, dar la vida,
cia de su verdadero fin y lo confiese sin hipocresías ver
gonzosas. con que Santa Teresa expresaba su mística pasión por
Tenemos hijos á quienes sustentar, mujer á quien sos Jesús, no son sino consecuencia lógica del convenci
tener y, sobre todo, una ley, la del trabajo, que cum miento que les inspiraba la idea de otra mejor existen
plir. Si estuviéramos convencidos de que esta existencia cia, convencimiento que nos falta á nosotros.
es solo una antesala de la otra, un lugar de prueba, no Igualmente son lógicos todos aquellos martirios que
buscaríamos los goces del amor que engendra la familia, se imponían á sí propios los santos; los disciplinazos, el
y para nuestra alimentación nos bastarían las raíces de dormir en tablas y el vestir cilicios, todo, en fin, lo que
los árboles. A casi todos les parecería esto disparatado, tienda á hacer penoso y meritorio este momento de
y, sin embargo, así nos pintan la vida de los elegidos prueba que nos concede Dios para darnos luego la defi
del Señor. Los anacoretas, los mártires, son los únicos nitiva existencia, única real y duradera.
convencidos de sus ideas; por lo tanto, los demás, al De la idea madre del catolicismo, de que este mundo
decirnos católicos, nos dejamos llevar por ese espíritu es un lugar de prueba, en el que no hemos de cumplir
de imitación, que todo el que haya estudiado nuestra nuestro fin, y de que el único provecho que podemos sa
psicología habrá encontrado en el hombre. car de nuestra estancia entre los hombres es el martirio
18
¿74 NUESTRAS COSTUMBRES
N U E STR A S COSTUMBRES
276 luta, apartamiento de las agitaciones que proporciona la
tes contradicciones en que caen como consecuencia de lucha por la vida, ausencia de los disgustos y sinsabo
las leyes antinaturales y antisociales á que pretenden res que ocasiona la familia; en suma, todo un programa
ajustarse. Yo apelo á todos los hombres de experiencia y de costumbres que aceptaría el hombre filósofo que an
sinceridad para que me digan si por el mero hecho de helase gozar de la única felicidad que se puede gozar en
vestir un hábito religioso, el hombre cambia de instintos, la vida: el reposo y la calma absoluta.
si adquiere por eso otra pasta distinta de la de que esta Nadie que haya pasado de los cuarenta años y tenga
mos formados los demás, si no les vemos animados pol una mediana inteligencia, que haya comprendido los
las mismas pasiones que nosotros, si no se pintan en sus trabajos que la vida nos tiene reservados, que haya
rostros la ira, la cólera, la envidia, el interés, la avari apurado hasta las heces la amarga copa colocada por el
cia, el egoísmo; si no usan de nuestros mismos procedi destino en nuestra mano, que haya luchado con la socie
mientos en la vida; si no compran, si no venden, si no dad por alcanzar en ella un puesto honroso, que haya
pleitean, tratando de arrancar á otros, con la misma co ennoblecido su inteligencia con el estudio y su alma con
dicia que cualquiera, los bienes terrenales. el dolor, puede tener por superior á él á un fraile por el
Y quiero que me digan, en cambio, si esos hombres solo hecho de vestir capucha y embrutecerse en el há
que blasonan de haber adoptado una vida más perfecta, bito de una vida mecánica, monótona y completamente
no han abjurado de sentimientos que son tenidos por to vacía.
dos los hombres como lo único que ennoblece la natura La vocación religiosa se presenta por lo común en la
leza humana positivamente, si no han renunciado al gente del pueblo. Se les hace más asequible que ninguna
amor de padre, al amor de la familia, al sacrificio y la otra profesión, y comparando las ventajas que pueden
abnegación que ella engendra, muy . distintas del frío alcanzar ingresando en la clase sacerdotal, redimién
cumplimiento del deber, que es como únicamente ellos dose del servicio militar y adquiriendo aptitud para lle
pueden concebir el desinterés con que deben atender á gar á elevadísimos puestos sociales, no es de extrañai
sus semejantes. Todo cuanto ennoblece la vida, hermo que cualquier destripa-terrones opte por haceise íepie-
seándola, les es desconocido; el amor cantado por los sentante de Dios entre los hombres. El mayor contin
poetas es para ellos una pasión criminosa, el esparci gente para los conventos le proporcionan los villorrios
miento y la diversión, que son ley fisiológica en todo el y aldeas. En las demás clases sociales son casos verda
linaje humano, son vituperados y menospreciados por deramente excepcionales, los que dejan las afecciones
ellos; el aislamiento es mérito; la holganza, la negación de la familia por irse á encerrar e:i un claustro, y aún
á participar en la inmensa labor social, virtud: y el huir en estos casos, son raros los que adoptan tal decisión
del trato humano y de la especie como enemiga de su espontáneamente; rara vez se trata de una verdadera
salvación y de su bien, fin constante y decidido. vocación religiosa, sino que la causa más frecuente haj
Aun así, todo esto sería un inocente extravío de unos que buscarla en uno de esos transcendentales conflictos,
pocos, si no tuviese un reverso completamente contra á consecuencia de los cuales nos vemos obligados á apar
dictorio que le da carácter de abominable farsa. Porque, tarnos por completo de la sociedad; un desengaño terri-
en efecto, la vida conventual no viene á ser otra cosa bie, por el cual se nos hace aborrecible el mundo, y
que el egoísmo reglamentado: comidas frugales (algunas amamos la soledad, el retiro, el olvido de las personas.
veces), paseos á horas determinadas, tranquilidad abso-
L‘ö N U E S TR A S COSTUMBRES
fcL CATOLICISMO 270
y de las cosas, haciendo renuncia absoluta de todos
nuestros derechos en el mundo. el cura será el señor, la iglesia el mejor edificio, y por
ende, ios jóvenes abrazarán con frecuencia el estado
Sobre todo, en la mujer, es frecuente esta solución
religioso. Que se haga una estadística del contingente
para los grandes conflictos pasionales. Es un recurso que
que dan esos humildes lugares á los conventos y semi- '
se le ofrece después de acaecida su deshonra, y el único
narios, y se compare con el que éstos obtienen de las
medio que le queda para poder mirar frente á frente á
grandes ciudades, y se verá que es necesario ir en di
la sociedad, y lo extraño es que no le aproveche más
rección contraria á la civilización para encontrar hom
á menudo, siendo esta una prueba de la repugnancia que
bres convencidos de la moral católica y de las predica
inspira ese estado. De suerte que en la generalidad de
los casos, lo que lleva á esas personas á abrazar el es ciones sacerdotales.
Creo que debe concederse á los habitantes de las
tado religioso, renunciando â las dichas del mundo, es
capitales una inteligencia un poco más cultivada que la
el convencimiento de que ya no pueden gozar tales di
de esos inocentes lugareños, y para nada entra en las
chas, sea por haber perdido la estimación de las gentes,
ideas de un padre de nuestra cdase, hay que confesarlo,
sea por haber sufrido una especie de muerte moral que
el dedicar á sus hijos á frailes y á monjas, y, sin em
les incapacita para la felicidad, arrebatándonos la fe,
bargo, así debiera ser de estar convencidos de las doc
la confianza y la alegría. De todos modos, en ambos
trinas que dicen profesar. Indudablemente, si creyeran
casos, bien poco mérito tiene nuestra renuncia, puesto
á pies juntillas que el estado religioso había de asegurar
que consideramos perdido aquello mismo á que renun
á sus hijos en la otra vida eterna bienaventuranza, el
ciamos .
amor paternal les empujaría á hacer el sacrificio de su
Las causas apuntadas más arriba prueban que aun
separación, porque el amor paternal à mayores sacrifi
en los casos en que la vocación religiosa parece espon
cios vemos que se dispone todos los días, y, sin embargo,
tánea y verdadera, está determinada por móviles cir
¿no son coutadisimos ios padres que imponen á sus hijos
cunstanciales, como son: la pobreza, la exención del
ni ven con gusto semejante resolución? Y aún de éstos,
servicio militar, etc., etc. Antiguo y manoseado es ese
¿qué piensa la sociedad? ¿No son víctimas en algunos
asunto de novela que representa un pobre joven paisano
casos de juicios temerarios?
hecho cura sin darse cuenta, y cediendo á presiones más
Y ¿por qué esta repugnancia hacia esta clase de
ó menos poderosas, que al cabo de algún tiempo empieza
vida? Porque, más ó menos latente, está en todos los
á sentir la pasión del amor y á lamentar su destino, con
hombres la idea deque la vida conventual, con sus rigo
virtiéndose en un mártir ó en un hipócrita; pero por
rismos y disciplina, es opuesta á la naturaleza humana,
manoseado que esté, nunca dejará de ser de actualidad.
y en consonancia con esta idea proceden, entregándose-
Es indudable, sin embargo, que la poca sinceridad
á la satisfacción de sus naturales inclinaciones y al cum
i eligiosa de un país hemos de buscarla por esos lugares,
plimiento de sus fines, satisfacción y cumplimiento que
en las aldeas, en los pueblos pequeños y apartados de
son el origen de las alegrías y dolores de la vida, trama
toda relación con la Metrópoli, donde las gentes viven
de nuestra existencia, de suerte que el ascetismo, ne
con cincuenta años de retraso, donde no llegan apenas
gando la legitimidad de esas alegrías y dolores, y tra
las vías de comunicación; allí todos los vecinos irán á
tando de desterrar del alma todo deseo y toda pasión,
misa, y el que no lo haga será tenido por malvado; allí
niega y trata de destruir la naturaleza humana.
280 N U E STR AS COSTUMBRES E L C ATO LICISM O 281
¿Por qué considerar el estado de virginidad y de ce »en desgraciado y ridículo, en el cual es ya casi imposi-
libato como superior al estado de matrimonio? ¿Cómo »ble vivir sin ser un bribón ó un tonto.
creer que es mejor un estado que, si se generalizase, des »Cetros de hierro, leyes insensatas, á vosotros os re-
truiría el linaje humano? Si para defender ó imponer el »prochamos no haber podido cumplir nuestros deberes
celibato se invocasen razones económicas ó de otra cual »sobre la tierra, y por vosotros es por quien se revela la
quiera índole, cabría atenderlas y examinarlas; pero su »naturaleza contra vuestra barbarie. ¿Cómo os atrevéis
poner que Dios prefiere á los que guardan castidad per »á echarnos en cara la miseria á que nos habéis re-
petua, es la mayor de las sinrazones, porque no es »ducido?»
posible creer que estime como preferente una virtud que Sí, sacerdotes, vanos son vuestros esfuerzos. Predi
tiende á destruir su propia obra. cáis la esterilidad, la negación de vosotros mismos, el
Todos sabemos lo egoísta que, por lo general, hace el aislamiento, la mortificación constante, una mortifica
estado de soltería á los hombres, quitándoles esa flexibi ción infecunda fundada en un sentimiento egoísta: la idea
lidad de afectos, esa tendencia á la abnegación, ese des absurda de la salvación por tales medios. No triunfaréis
prendimiento, ese desinterés, ese hábito de orden, ese nunca de la humanidad con tales doctrinas, no cambia
amor al trabajo que caracteriza á las personas que tie réis nunca las leyes naturales, las leyes verdaderamente
nen familia. impuestas por Dios, la ley del amor y de la fecundidad
Y para añadir á lo que llevamos dicho la autoridad que, pese á vosotros, es á lo que tiende la humanidad ci
de un grande hombre, reproduzcamos las siguientes pa vilizada, en cuya marcha os atravesáis, cerrándola el
labras de Rousseau: paso con la enseña de la cruz en la mano y la pasión de
«L a continencia y la pureza tienen ventajas hasta las tinieblas en el alma.
»para la misma procreación; siempre es hermoso saberse
»mandar á si mismo, y en este sentido, el estado de v ir
aginidad es digno de estimación; pero no se sigue de
»aquí que sea bueno, ni bello, ni loable, permanecer en
»él toda la vida, ofendiendo á la naturaleza y enga-
»fiando al destino. Se respeta más á una virgen que á
»una mujer, pero se respeta más también á una madre
»de familia que á una solterona, y esto me parece muy
»sensato. Como no nos casamos al nacer, y tampoco es
»muy conveniente casarse muy joven, la virginidad que
»todos hemos tenido que pasar y honrar, tiene su nece-
»sidad, su precio y su gloria; pero es para cuando ilega
»el momento de depositarla en el matrimonio. ¿Qué di-
»cen estúpidamente los cébiles predicando contra el
»nudo conyugal? ¿Por qué no se casan? ¡Ah! ¿Por qué?
»Porque un estado tan santo y tan dulce en sí mismo, ha
»venido por nuestras necias instituciones á convertirse
E L C A T O L IC IS M O 283
sienta lo bello de la religión y no su austeridad y disci V á escondidas del gran Dios, de quien esperan indulgen
plina, por lo que, á diferencia de otras religiones en que cia para aquellos pecadillos y para otros mucho más
el culto es más rigoroso, pueden las señoras estar sen gordos, según les aseguran continuamente los labios de
tadas en la iglesia todo el tiempo que quieran, para lo
los sacerdotes.
cual se fabrican lindos y cómodos reclinatorios; constan La vanidad es uno de los sustentáculos que tiene la
temente arde incienso ante el ara, el cual figura ser para Religión en el corazón humano, demostrándose con esto
Dios, y es para las criaturas en realidad; se exige el que el Catolicismo, comprendiendo que tiene que vivir
concurso de la música, hay órgano y además se insta de los hombres, vive de sus defectos, porque éstos dan
lan orquestas, y, en fin, se procura convertir el culto á
más provecho que sus virtudes.
Dios en un espectáculo agradable y sensual, acomodán La práctica del culto nos hace aparecer como mejo
dole de este modo al género de vida de las grandes ca res á los ojos del vulgo, y esto, al fin y al cabo, siempre
pitales. es un orgullo de que echan mano los que no pueden te
El templo para las mujeres es además un lugar de ner otro. Así, por lo tanto, la mujer, cuando se va con
exhibición, un pretexto para salir de casa; ponerse un venciendo de su inferioridad con relación al hombre y de
tocado especial, con el cual muchas están más hermo su dependencia de él, gusta de oir de los labios de una
sas; lucir lujosos devocionarios, guantes, medallas, ro persona revestida del prestigio y autoridad que propor
sarios, que á veces son verdaderas joyas, con las que ciona el sacerdocio diatribas contra los hombres que se
satisfacen su pasión por el lujo. Todas las ceremonias sir apartan del seno de la Iglesia, gustan de íecibir la deli
ven para poner de manifiesto sus gracias, eterna ocupa cada misión de traerlos al redil, como á descarriadas
ción suya; ya en el modo de arrodillarse, ya en la manera ovejas, y en suma, les proporciona un arma de resisten
de manejat el reclinatorio, bien en los mil gestos de de cia contra ellos. Esto en lo que se refiere á las relaciones
voción, con los que puede encantar á los circunstantes con el sexo fuerte; que en lo que se refiere á otros órde
una mujer distinguida. Allí están ellas en su casa; son las nes de consideraciones, también es la devoción un re
protagonistas. Vedlas con qué soltura y familiaridad an curso muy socorrido. En muchos casos la mujer echa
dan de un ladQ á otro. Aquel caballero de osada expre mano de la devoción como de una pantalla para encu
sión y resuelto ademán, no se atreve á pasar de los pies brir sus verdaderas inclinaciones; es indudable que, aun
de la iglesias; ellas avanzan hasta el presbiterio, revuel que está muy desacreditado el procedimiento, á la que se
ven las sillas, lo husmean todo, lo preguntan todo, rega la ve frecuentar la iglesia, se la cree buena, y á la que no
ñan con el sacristán, hablan con el sacerdote. Cogen una lo hace, es tan equivocada la opinión de los hombres, que
silla, y si no la encuentran, se la reclaman al encargado se sospecha de ella. Pues bien: de esta pantalla se sil ven
de este humilde oficio, que después se convierte en cobra muchas para ocultar su verdadera vida y sus faltas; de
dor del precio del alquiler. El ruido de las monedas al lo que se deduce que la mujer buena tiene que imitar á
caer en la hucha turba sólo el santo silencio de aquel lu aquélla, so pena de quedar perjudicada en el concepto
gar. A la salida y á la entrada detienen al padre Fulanito público. Muchos caracteres francos y altaneros, nada
ó Menganito. Cruzan con él saludos y cumplidos en voz convencidos de la farsa eclesiástica, he visto yo que
baja, chanzonetas y risitas; el trato femenino, en fin, aceptan la impuesta necesidad de fingir en este punto,
continuado entre los pilares de los templos, en presencia como se dice vulgarmente, por no chocar.
E L CATOLICISMO 287
286 N U E STR AS COSTUMBRES
acuse de sordidez ó se dude de nuestro afecto hacia la
Gomo iba diciendo, el orgullo, mejor dicho, la vani
persona muerta, á la que nos complacemos en tributar
dad, es una pasión por la cual podemos explotar á nues
esta última muestra de nuestro cariño. El sentimiento
tros semejantes, y esto hace el sacerdocio con las muje
que nos mueve á mandar hacer funerales y decir misas
res, inscribiendo en los carteles de las novenas los nom
á un muerto es el mismo que nos hace desear para él
bres de las devotas que contribuyen al esplendor de sus
un féretro de lujosa apariencia ó un carro tirado por seis
fiestas con algún donativo. Yo aseguro á mis lectores
caballos en vez de dos; un lujo, en suma, que queremos
con toda la sinceridad de mi alma que es mayor en ellas
tributar á la persona querida que se separa de nosotros
la vanidad que experimentan viendo su nombre inscrito
para siempre, una deuda con su memoria, la fastuosidad
en dichos carteles con la cantidad con que contribuyen
que requiere la manifestación de un gran dolor; pero
anotada á continuación, que el alivio que experimentan
nada que tenga relación con la otra vida; en manera al
en su temor al infierno por las indulgencias que con su
guna suponemos que su futura existencia ultraterrena!
ofrenda puedan alcanzar. En los pueblos existen lápidas
esté ligada ni tenga relación de ninguna clase con la
conmemorativas, panteones erigidos por la iglesia á
factura que nos pueda mandar el párroco por los gastos
personas ricas que dejaron sus bienes al clero. Modos de
de decorado de la iglesia, del consumo de cera y de
inmortalizarse como otros cualesquiera. Afán de vivir
los esfuerzos de los pulmones de todos los demás sacer
en la posteridad. Deseo de gloria de aquellos que todo
dotes.
lo han alcanzado en la vida menos eso.
Tolérase, por lo tanto, y nada más, la religión, en
El lujo es también una de las pasiones humanas que
éste como en otros puntos, pues es imposible que los
más provecho da á la respetable clase sacerdotal. Los
hombres ilustrados de una nación puedan admitir de
funerales, esas ceremonias que nos asemejan por más
buena fe tan groseros errores. Lo que hacen sencilla
de un concepto á los pueblos salvajes, encuentran su
mente es no oponerse á la corriente general, compren
sostenimiento en el rango de las familias y en sus cos
diendo las consecuencias de una abierta y franca rebe
tumbres de ostentación y fatuidad. Hemos llegado á
lión, que vendría á aumentar los trabajos y sinsabores
creer que les debemos esta ceremonia á nuestros muer
de que ya está sembrada la existencia.
tos, y el no tributarla nos parecería notoria mezquindad.
En cuanto al pueblo, y usamos ahora de esta pala
En este punto, afortunadamente, está bastante exten
bra en su aceptación más lata, atesora en su seno mu
dida la convicción de que es absurdo suponer que el alma
cha paciencia y está en su manera de considerar la
de una persona está en el otro mundo vacilante entre su
vida muy tocado de positivismo á lo Sancho, y prefiere
salvación y su condenación á merced de que á nosotros
vivir sometido y esclavizado con tal que le dejen satis
se nos antoje gastarnos unos cuantos duros en misas ó
facer con tranquilidad sus funciones animales. Por eso
funerales. Afortunadamente, repito, aun á los verdade
aguanta tanto antes de rebelarse. En el fondo tiene este
ros creyentes se les resiste este grosero concepto de la
sentimiento mucho de pesimismo; acusa en la generali
justicia de Dios, y, sin embargo, á pesar de ello, casi
dad de los hombres una idea pesimista de la vida, á la
todos, cuando se nos ofrece esta triste ocasión, no esca
cual consideran como una carga de dolores de que hay
timamos gasto alguno en proporción con nuestra fortuna
que ir segregando los menos precisos, los menos inevi
y compramos esas preces, que para nosotros pierden todo
tables, y creen que todo esfuerzo generoso en este sen
su valor al ser compradas, ante el temor de que se nos
N U E STR A S COSTUMBRES E L CATO LICISM O 289
288
tido debe traer como consecuencia gran copia de des la farsa social que continuamente se desarrolla delante
engaños y el fracaso más completo. de nuestros ojos, y que sería tolerable y divertida si de
E l que se mete á redentor saldrá crucificado, es expre bajo de ella no palpitase la gran tragedia de nuestros
sión muy repetida y que sintetiza de muy gráfica manera dolores disfrazados. Produciría risa, si no produjera tris
la hostilidad sistemática con que las gentes acogen toda teza esta obligación de mentir y dejar mentir que nos
innovación, aunque esté fundada en las más obvias 5 impone el trato humano en naciendo, esa complicidad
claras razones. Nadie se meta á Quijote, es otra máxima en que todos estamos envueltos de disimular nuestras
vulgar que revela esa frialdad y desaliento, esa convic malas pasiones en vez de desterrarlas de nuestra alma,
ción de todos de que el que quiere renovarla sociedad, á la que, como única medicina, aplicamos los polvos y
llevado de un impulso noble y generoso, no encontrará afeites que se dan las mulatas para parecer menos ne
sino resistencia y vituperio; de que todos clamaran con gras.
tra él por poner mano en el sagrado de sus creencias,
aunque el tal sagrado sea un depósito de ridiculeces ab
surdas y abominables farsas.
Nuestros padres nos repetirán de continuo esa má
xima, producto de la experiencia, que no siempre da
frutos sanos.
El pueblo ha consagrado en uno de sus refranes, en
aquel que dice «Donde fueres,, haz lo que vieres», esa
cautelosa prudencia que se necesita para vivir en el
mundo, donde no hay que asombrarse de nada que pa
rezca ridículo ó absurdo, sino limitarse á ver y á imitar
las costumbres, porque lo peor que podemos hacer es
oponernos á las rutinas y echarle á la humanidad en
cara su estulticia
Por todo esto, el público transige con los sacerdotes,
así como los sacerdotes, en cierto modo, tiansigen con
la deficiencia humana desde que comprendieron que ésta
les había de dar mucho provecho. Da risa oir en los pul
pitos á esos hombres representar la comedia religiosa,
aconsejar á los fieles que prescindan de los lespetos hu
manos para luego vivir de esos mismos respetos y de
esas vanidades; verles fingiendo la más santa indigna
ción, accionando y haciendo gestos contra los pecado
res, y luego bajar y estrecharles las manos con sonrisa
cortés y aduladora; asombra esto, mejor dicho, asom
braría si no lo viésemos á diario, si no formase parte de
19
el c a t o l ic is m o 291
»consistir simplemente en decir la verdad y en restituir duce y que les hace creerse elegidos por Dios entre las
»á cada uno lo que de él se ha recibido? ¿Ó el hacer esto demás criaturas.
»sería más bien á veces justo y á veces injusto?» En este punto, toda la Religión es una adulación cons
Lo que nos lleva á despreciar al embustero no es que tante que va ciñendo suavemente al católico hasta en
le creamos inmoral, sino que le creemos imbécil. lazarle. El pecador, cuando piensa dejar de serlo, anhela
De creer la moral católica, hay que considerar la ig mirar con desprecio á sus semejantes. En ese camino de
norancia como una virtud; en primer lugar, porque no la perfección no comprende que lo único que se perfec
nos dicen que para ganar el cielo sea necesaria mucha ciona y crece es su soberbia. X medida que va siendo
sabiduría, puesto que á todos, sabios é ignorantes, se mayor su humildad ante Dios, va siendo también mayor
dará cabida en él, donde se codeará un aguador con su orgullo para con las criaturas. Interpelad á una de
un académico de ciencias, y también porque en muchas esas beatas que salen por la tarde de los templos ati
ocasiones la lectura de ciertas materias y autores, y so borradas de oraciones, decidla que está perdiendo el
bre todo, de muchas teorías científicas, es condenada tiempo miserablemente, que le podría utilizar mejor
por la Iglesia, que, en materia de descubrimientos, se ha haciendo obras de caridad ó llevando la dicha á su fa
visto en grave aprieto por contradecir éstos muchos de milia, y veréis cuál se yergue como serpiente y vomita
los dogmas venerados. En varias épocas el fanatismo sobre vosotros el veneno de su soberbia. El sacerdote
religioso ha llegado á quemar vivos á los apóstoles de la las acaricia al oído con promesas de felicidad eter
verdad, á pesar de que luego la Iglesia ha tenido que na, las hace comprender que muy pocos se dedican á la
aceptar sus descubrimientos. obra de su propia salvación, que son seres elegidos que
«La historia de la ciencia, dice Draper, no es sola- descuellan entre las muchedumbres, y sin ellas mismas
»mente la historia de sus descubrimientos: es también la darse cuenta irán bebiendo el veneno y se volverán á
»del conflicto existente entre dos potencias contrarias: contemplar con secreta alegría la perversidad de los de
»de una parte, la fuerza expansiva de la inteligencia hu- más. La soberbia es inseparable de ese supuesto estado
»mana; por otra, la compresión ejercida por la fe tradi- de perfección, por lo mismo que consiste en elevarse so
»cional y por los intereses humanos.» bre el nivel común, en ser uno entre mil, en creer que
Pero hay más: esa humildad de los santos, ese des Dios, allá, en el empíreo, enajenado por nuestras bon
precio por las comodidades y gusto por las mortificacio dades, se levanta de su trono celestial para abrirnos de
nes, esas virtudes ascéticas, no son en el fondo más que par en par las puertas de su divino palacio y sentarnos
orgullo disfrazado. Porque la humildad, considerada á su mano derecha.
como un medio de perfección, viene á ser uno de los mil Hé aquí cómo trastorna nuestra inteligencia la prosa
medios que la soberbia humana tiene para hacernos su de los devocionarios con el incienso de la adulación y de
periores á los que nos rodean. Las mismas mortificacio la lisonja. Ved con qué suavidad nos aparta de nuestro
nes, por un extravío de los sentidos (que no se presenta destino, nos petrifica en el egoísmo y remacha las pasio
en este único casol, vienen á convertirse en una volup nes sobre las cuales quiere establecer su dominación.
tuosidad de los mismos, como se puede observar leyendo Y ya que hablamos de egoísmo, diremos que el ideal
la vida de algunos santos, porque entonces el dolor ma de la educación religiosa es opuesto á la solidaridad hu
terial es menor que la satisfacción espiritual que se pro- mana. Tiende á arrebatar al hombre al trabajo social,
29« NUESTRAS COSTUMBRES EL CATOLICISMO 299
á Ja cooperación de la especie, apartándole á los con- sombrío calabozo de modo que parezca menos feo de lo
\ en tos y á las soledades donde pueda establecer una más que es, llenándole de confort y dando á entender con sus
directa comunicación con su Dios. La vida solitaria del actos, aunque no lo diga con los labios, que la muerte es
desici to ha tentado á los que se creían elegidos del cielo, el fin de todo.
,s allí, e'ntregados á un egoísmo espiritual, prescindían Lucha terrible, titánica, que viene sosteniéndose
de los demás hombres y renunciaban á tomar parte en desde hace muchos siglos, que ha perpetuado la guerra,
la obra colectiva y al bien que pudieran hacer al linaje que ha afligido á la humanidad, que ha llenado la tierra
humano, á la participación en el progreso, al trato y al de lamentos y que ha envilecido á la Iglesia por las ar
socorro de los hombres. En efecto: esta conclusión es ló mas que ha usado para combatir: la hipocresía, la men
gica dado el principio de que las demás criaturas nos es tira, el tormento, la intolerancia, el fanatismo, la guerra
tol ban para alcanzar la bienaventuranza con sus tenta á la civilización, calumniando de este modo los propósi
ciones, con sus asechanzas, con sus ejemplos. La socie tos de Jesús, que sonó para los hombres el reinado de la
dad nos distrae de nuestro verdadero fin exigiéndonos la paz, de la caridad y de la concordia.
colaboración en el común esfuerzo hacia fines particula
res y profanos. De aquí que la Iglesia considero como
más perfecta la vida monástica, desligada de toda clase
de afectos humanos, de las relaciones de familia, de
amistad, etc. Como bien se ve, opone el fin particular al
fin social. Y esta oposición es bien patente y tenemos
ocasión de observarla todos los días. La Iglesia siempre
tirando de un lado, la sociedad tirando de otro. La so
ciedad considerando como buenos, fiestas, teatros, bailes
y diversiones; la Iglesia transigiendo con todo esto á du
ras penas y considerando el tiempo invertido en ello
como tiempo perdido; la Iglesa pidiendo al católico ac
tos de culto, frecuencia de sacramentos; la sociedad es
quivando estas obligaciones como puede y cumpliendo
con lo estrictamente necesario para no ser tachada de
irreligiosa; la Religión pidiendo monjas y frailes con que
rellenar sus conventos; la sociedad dándole para ello á
los desesperados, á los vencidos en la lucha social, á los
caídos, á los deshonrados; la Religión pidiendo sombras,
penitencias, ayunos, mortificación; la sociedad pidiendo
luz, alegría, placeres; la una, colocando el fin del hom-
bi e en una esfera imaginaria de donde viene el único
rayo de esperanza á este valle de lágrimas llamado tie-
tra; la otra, con su sentido materialista, engalanando el
E L CATOLICISMO 301
nada, y no necesitan echar mano de la resignación ni cumplido en otro sitio, ya que no puede en éste, su ideal
de la paciencia para sobrellevarla. de justicia, é inventa un tribunal ultraterreno que de
Cicerón, en su tratado Del sumo bien y del mal, estu nada serviría si los hombres recibiesen ya en la tierra
dia profundisimamente estas cuestiones, y allí afirma el premio á sus virtudes y el castigo á sus pecados.
que, aun siendo la virtud el único bien á que debemos El mismo Cristo ha dicho: «Mi reino no es de este
aspirar en la tierra, no está el virtuoso destinado siem mundo», con la cual frase renunciaba á inmiscuirse en
pre á ser feliz. las acciones humanas, y hé aquí que los que se dicen
Las personas, pues, que creen el mundo campo de la sus intérpretes pretenden ver la mano de Dios orde
justicia divina, ó no son sinceras ó han aprovechado nando la vida de los hombres y sirviéndose de ellos
muy mal las lecciones de la experiencia, pues no se como de instrumentos para desarrollar sus planes; de
comprende que en el curso de su vida no hayan presen modo que para castigar á los malos necesita de los ma
ciado alguna de esas atroces injusticias de la naturaleza los, y para que los buenos sean tales y ganen el cielo
que sublevan el corazón y hacen dudar de la existencia necesita también que haya siempre malvados, puesto
misma del bien y del mal, asemejando el sér humano á que los mártires implican atormentadores, y los calum
esos puñados de hormigas sobre las que nos parece indi niados calumniadores, etc.; es decir, que Dios no podría
ferente que caiga nuestro pie, aplastándolas á millares. ejercitar su justicia sin el concurso del mal.
Ni se desprende otra cosa de la índole y relación de Y de ser esto así, de quedar reducidas las criaturas
los instintos y pasiones de los hombres, puesto que hay á muñecos movidos por la voluntad de Dios, ¿cómo
un engranaje tan íntimo entre los malos y los buenos, puede sustentarse la teoría del libre arbitrio? Porque son
que aquéllos no se conciben sin éstos, y viceversa. No teorías contradictorias que nos llevan á conclusiones
se comprenden la astucia y la hipocresía sino á costa de opuestas. Si los hombres son responsables de sus actos,
la sinceridad y de la buena fe, ni la envidia y,sus efec ¿cómo pueden ser instrumentos de Dios, y viceversa?
tos sino oponiéndose al mérito y valiéndose de la intriga, Y si estas dos cosas no pueden ser á la vez, ¿cómo las
para alcanzar por este oscuro atajo lo que aquél persi sustentan algunos entendimientos?
gue por el camino real; no se concibe la ingratitud sin la Ya se ve, pues, con qué frivolidad y ligereza racio
generosidad, ni la soberbia sin la humildad, ni la calum cinan algunas personas, que al hablar de estas cosas se
nia sin la virtud, contra la cual se ejercita; de modo revisten de solemne gravedad y creen emitir pensamien
que todas ó casi todas las malas pasiones de los hombres tos profundos y santos. Son á la vez ignorantes é irre
se desarrollan á expensas de las buenas, por lo que ne verentes, porque al mismo tiempo que desconocen la
cesariamente tendrán que carecer éstas del premio que ley de la vida, calumnian á la justicia suprema, preten
les correspondería si el mundo estuviese ordenado según diendo hallarla en el mundo.
un principio de justicia suprema. De donde se desprende que los hombres sensatos no
Esa misma aspiración del hombre hacia la infinita pueden ver en la tierra un espejo de la justicia de Dios,
justicia no es nacida sino de la constante injusticia que y que, por lo tanto, si el Catolicismo necesita, como pa
presencia; la existencia de la religión es precisamente rece necesitar, que los católicos vean este mundo á la
una consecuencia de ese mismo hecho, de esa imperfec luz de esa falsa idea, se confirmará una vez más que ha
ción y desorden humanos, pues el hombre aspira á ver menester para subsistir del error y ligereza de los hom-
314 NUESTRAS COSTUMBRES EL CATOLICISMO 315
bres, error y ligereza que, en puridad de verdad, no exis castiga culpas de una vida infinitamente pequeña, con
ten, pues nadie fía de la justicia divina para conseguir dolores infinitamente grandes é infinitamente duraderos?
lo que se propone conseguir; y aunque al devoto se le Todo esto, de creerse, haría de Dios el tirano más grande
ocurra impetrarlo por medio de oraciones, no dejará por del Universo; pero como ningún cerebro sano puede
eso de tratar de conseguirlo por medios más humanos. creerlo sinceramente, hace de la especie humana la más
Grave conflicto se les presentaría á esos que asi opi necia y estúpida de las especies.
nan si tratasen de conciliar la infinita justicia con la
infinita misericordia, cualidades que atribuyen al Sér
Supremo, porque si Dios es infinitamente misericordioso,
infinitamente más misericordioso que cualquier criatura,
¿cómo se comprende que el espectáculo que excita la
compasión de un hombre poseído de la cólera, esa hu
mildad que desarma á nuestros enemigos, no detenga el
brazo de Dios? ¿Cómo es posible que descargue, por
ejemplo, su ira sobre un mísero aldeano, que vive ro
deado de cinco hijos, que no ha podido cometer grandes
crímenes porque la sencillez de su alma y de sus costum
bres se lo impide, cómo es posible, digo, que sobre esta
familia desahogue su furor, destruyendo todo su ajuar,
toda su cosecha, toda su fortuna en cinco minutos, por
medio de un pedrisco asolador, cómo es posible que
esto lo haga la Suprema Misericordia, cuando el pe
cho más endurecido temblaría de compasión al pen
sarlo? ¿Cómo es posible esto? Explicádmelo. ¿Cómo atri
buir también á la Suprema Misericordia la condenación
del pecador, por unos cuantos pecados que se pierden en
el inmenso piélago de la insignificancia humana, á los
eternos sufrimientos del infierno? ¿Qué misericordia es
esa que puede ver por tiempo infinito, sin un extremeci-
miénto de compasión, sin un titubeo, sin un enterneci
miento, las inmensas torturas de millares de infelices,
que purgan el pecado de haber cedido á la tentación de
un mundo lleno de asechanzas, donde los colocó la mano
de Dios, sin suficiente fuerza para resistir, sin bastante
inteligencia para comprender, con la inclinación al pe
cado heredada de sus padres y compuestos de miserable
arcilla frágil y deleznable? Y ¿qué justicia es esa que
EL CATOLICISMO 317
doctrina del nuevo credo, en la nota culminantemente
sensible que encerraba, nota á que respondía profunda
mente la humanidad entera, que se deja doininar toda
vía más por el sentimiento que por la razón. Esta nota, la
humanidad la sintió llegar hasta lo más profundo de sus
entrañas. No eran ciertamente las nociones de libertad,
de igualdad y de fraternidad, que estaban encerradas, es
mio á nuestros sinsabores? El dolor quedaba erigido en rramando como bálsamo sobre todos los miserables su
salvador de las criaturas, divinizado, ensalzado, adora infinita misericordia, defendiendo á la mujer adúltera,
do. Y así la humanidad.se abrazaba al dolor, cuyo sím y, por último, después de consagrar con su divina pala
bolo era una cruz rodeada de tristeza y desolación. Y bra todos los sufrimientos humanos, entregándose él
abrazarse al dolor ¿no era vencerle, hacerse superior á mismo al dolor, sumergiéndose en él como en un baño
él? Sí. Así vencía la raza humana á su eterno é impla voluptuoso y saliendo triunfante de la tremenda prueba
cable enemigo, convirtiéndole en un compañero dulce, por medio de la resignación y de la paciencia.
generoso, fecundo en provechosos frutos. Esta vez los Todo esto, representado en los muros de las catedra
pobres, los oprimidos, los parias, los que llevaban la les como un mudo recuerdo del dolor de las pasadas eda
mayor carga sobre sus débiles hombros, eran llamados á des, y las voces de los sacerdotes, entonando con plañi
la más opulenta riqueza y al más apetitoso bienestar. dera entonación Jas lamentaciones de Jeremías, los Sal
Para ellos era la mayor recompensa. Para ellos un Dios mos de David, las dolorosas profecías hebraicas, con
lleno de ternuras infinitas preparaba las más radiantes una nota desolada y continua, propia para simbolizar, el
y esplendorosas venturas allá en su alcázar de nubes. eterno dolor humano, única esperanza de salvación y
Ya había quien se acordara de ellos. Se había difundido ventura, único don del hombre sobre la tierra, único
la esperanza por toda la superficie de la tierra. Los que destino de las criaturas, que podían ofrecerlo en holo
suspiraban estaban próximos á dejar de suspirar. En causto al Señor Dios del universo.
este mundo, donde la injusticia era ley, comenzaba á Y todas las manifestaciones de la vida eran deriva
vislumbrarse el reino de la justicia. Nada eran ya los ciones de esta misma idea y estaban impregnadas del
poderosos. Sus placeres estaban condenados. Su reinado mismo color. El romanticismo, que no es sino el culto al
estaba destruido. Era más difícil que se salvase un rico dolor, el dolor divinizado, es la fisonomia de aquella ex
que entrase un camello por el ojo de una aguja. traña edad. El amor afectaba un dejo melancólico y
Así se formó el espíritu de la Edad Media. De aquí triste. Era condición precisa padecer por el objeto ama
nació el romanticismo, que no es otra cosa sino el dolor do. A l pie délos torreones era uso cantar trovas impreg
idealizado. En la obscuridad de catedral que reina en nadas de inmensa y soñadora tristeza. La manifestación
toda la época, iluminadas por la multicolora luz que pe más simpática del amor entonces era el amor desdeña
netra por los altos góticos ventanales, no se ve otra cosa do. La mujer estaba considerada de muy distinto modo
sino figuras representativas del dolor humano. Aquí á que hoy. Un objeto de culto por quien era bien padecer
Job, suma y compendio de todas las miserias, elegido y sufrir. Las luchas materiales en torneos, y las intelec
por Dios, atrayendo sobre él las mayores calamidades. tuales en certámenes, eran homenaje que se les tributa
Allí el patriarca Abraham llevando resignado á su hijo ba. El ir á pasar trabajos por el mundo durante muchos
Isaac al sacrificio. Allí Samsón, con los cabellos corta años para merecer el favor de una dama, cosa de todos
dos, los ojos ensangrentados, mutilado, befado y escar los días. Atravesar mares, andar tierras, combatir á los
necido por todo un pueblo. Allá Jerusalém, humillada, hombres para entretanto suspirar y suspirar por una
vencida y cautiva, de cuyos muros parece que se exha mujer que exigía esta especie de purificación para otor
lan gemidos de desolación. Después Jesús, bajando al gar su amor, el colmo de la dicha á que un espíritu ga
mundo á consolar á los leprosos y á los apestados, de» lante debia aspirar.
320 NUESTRAS COSTUMBRES
EL CATOLICISMO 321
En fin, de la misma manera que la religión exigía Lejos, muy lejos, estaba entonces la humanidad de
como condición haber sufrido mucho en la tierra para considerar cómo fin propio el bienestar, la paz y la con
gozar en el cielo, así la posesión de una mujer, objeto cordia: era su objetivo completamente distinto: guerra,
divinizado en aquel tiempo, no estaba bien merecida si mortificación y privaciones; para eso estaba la Cruz en
antes no había causado tempestades de suspiros y mares todos los pueblos, en todas las calles, en todos los cam i
de lágrimas. nos, recordándonos la lucha y el dolor. Cada tres casas
El arte se limitaba á reproducir vidas de santos y una iglesia ó un lóbrego convento que incitaba con su
milagros de religión; las literaturas de las nuevas len apariencia de mazmorra á la meditación y al sufrimien
guas que empezaban á dar sus primeros vagidos, pro to. El mundo era una cárcel; la muerte sólo, nos libraba
nunciaban el nombre de Dios y hablaban sólo de amor de nuestras cadenas. Instrumentos de mortificación eran
y de dolor. Más tarde, el poema por excelencia de la insignias santas. Los anacoretas hacían brotar llagas en
Edad Media, La Divina Comedia, está dedicado á descri su cuerpo con la -mirada. Los cánticos litúrgicos, to
bir las más diversas formas en que la imaginación das las ceremonias del culto respiraban inmenso duelo,
puede concebir el dolor humano. y un paño enlutado parecía cubrir la redondez de la
Las empresas de aquel tiempo son empresas religio tierra.
sas, las guerras son guerras, religiosas. Estas eran crue No por esto vaya á creerse que los hombres de en
les y bárbaras, como inspiradas por un odio salvaje. «En tonces eran mejor que los de ahora. Nada menos que eso.
»todas ellas, dice Macaulay, el celo inflamaba de tal Tras de todo este aparato de ascetismo y penitencia,
»modo á los paladines de la Iglesia, que reputaban cul- las pasiones humanas afectaban formas feroces y bár
»pada flaqueza la menor muestra de generosidad con el baras. Taine afirma que la Edad Media está edificada
»vencido, siendo á sus ojos necesario perseguir y acabar sobre un estercolero. La corte de los Pontífices era el
»los infieles y herejes, como se persiguen y acaban las centro más corrompido de crímenes y escándalos. Los
»alimañas y animales feroces, no habiendo ultraje ni Reyes eran bandidos disfrazados. Los señores feudales
»exceso de cuantos puede cometer la pasión religiosa so salían á robar á sus vasallos en los caminos. El derecho
brexcitada que no se antojara obra meritoria y digna de pernada es indicio de lo bárbaro y tiránico de las cos
»del guerrero católico.» tumbres. Nadie estaba seguro. El despotismo no lo ejer
Además de esto, se organiza Ja vida monacal. Un cía uno solo en cada nación, sino infinidad de señores.
santo inventa una regla que no es más que un sistema Los príncipes y los sacerdotes se unían á los bandole
de mortificación; otro inventa otra más ruda, y así suce ros para oprimir al pueblo. En suma: bajo aquella capa
sivamente. Se emprenden peregrinaciones, se buscan, en hipócrita de misticismo, una de las épocas de que más
fin, los más refinados modos de atormentar el cuerpo y tiene que avergonzarse la humanidad.
el espíritu humanos. Pero al cabo, tras nophe tan larga y medrosa, luce la
Los iniciados abandonan el mundo y se van á los de aurora de un nuevo día. Europa comienza á despere
siertos. Allí viven en cuevas como las fieras, entre es zarse y á moverse, sacude su pesadilla, recobrando el
queletos y cráneos, con disciplinas y cilicios. Y es muy imperio de la razón y dando el primer golpe al fana
frecuente ver á estos eremitas abandonar su mansedum tismo con la Reforma de Lutero. Una corriente de acti
bre y empuñar la espada para matar infieles. vidad se establece del uno al otro extremo de las nacio
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NUESTRAS COSTUMBRES
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%
KL CATOLICISMO 325
324 NUESTRAS COSTUMBRES
necesita, y necesitará siempre, un ideal al que ajuste su gonzosos y torpes, transportándonos de pronto á un
organización y modo de ser, cosa distinta de la necesi mundo superior iluminado por los destellos del genio, sa
dad de una religión de que hablan algunos. turado de preciosas esencias y regalado con armonías
La necesidad de una religión, es decir, de una fá sublimes y arrobadoras.
bula para explicar el mundo, subsistió mientras los Esto sólo puede hacerlo el arte. Sólo el arte es hoy
pueblos, por el estado de inocencia de los hombres, quien puede habitar un templo y tener un culto. Sólo á
carecieron de datos científicos para explicarse los fenó él es dado en nuestros días hacer inclinar las cabezas y
menos de la naturaleza; pero desde el instante que el hacer latir los corazones. Sólo su voz mágica y pode
descubrimiento de un método propio para la investi rosa impone silencio en todas las bocas y asombro en to
gación de las ciencias naturales, el hallazgo de datos das las inteligencias. Sólo su acento dramático é inspi
preciosísimos que la casualidad ó el genio de algunos rado ha de arrastrar á las multitudes, no al sacrificio
hombres nos procuró, y la constitución, en fin, de la sangriento y cruel que exigían los antiguos ídolos, no á
ciencia moderna sobre bases filosóficas y racionales, la guerra implacable y sañuda que perpetuaba el odio
operó la transcendentalisima revolución que todos hemos religioso, no al fanatismo, á la matanza y al suplicio,
presenciado en los conocimientos humanos, viniendo á sino en pos del bien, de la paz, de la concordia, de la
caer por tierra todas las fantásticas y caprichosas inter generosidad, de la abnegación y del amor.
pretaciones y explicaciones del Universo mundo, ya no El arte moderno, depurado de antiguos errores, des
tenían razón de ser las religiones y estaban condena terrada la rutina de su seno, es esencialmente democrá
das á desaparecer por haber cesado la causa que las tico, consolador, lleva dentro de sí tesoros de fe y espe
originó. ranza, promete la redención de los oprimidos y el abati
Por lo tanto, el porvenir no es de las religiones, el miento de los tiranos, habla á las muchedumbres con el
porvenir es de la ciencia, y si hablo de la religión del lenguaje tierno, candoroso y sincero del nino, y álos su
porvenir, es sólo en un sentido traslaticio, retórico, me periores con la grandilocuencia del. sabio. Presenta al
tafórico, y empleando esta frase para designar aquello mismo tiempo ingenuidades de infante, profundidades de
que debe sustituir á la Religión, en la influencia que ésta filósofo y fogosidades de revolucionario. Cada día es
pudiera ejercer sobre la sensibilidad del vulgo; aquello mayor su riqueza, la ciencia le da materiales nuevos, la
que, llegando directa y rápidamente al alma de la mu observación le hace clarividente, ha heredado la llama
chedumbre, la emocione, la conmueva, la eduque y la sagrada de las religiones, y es.pl mentor de la sociedad
arrastre. moderna.
Las condiciones que haya de tener esta nueva insti Es democrático por el espíritu que le anima y por la
tución habrán de ser ciertamente las mismas que procu generosidad con que entrega sus tesoros al pueblo. Desde
raron á las religiones el inmenso poder y arraigo de que hace medio siglo los héroes de la novela, del drama, de
disfrutaron entre los hombres. Tendrá esa nota de uni la poesía misma, son los pobres, los desheredados, los
versalidad, de interés general que aquéllos tuvieron; la miserables. El genio arde en amor hacia los harapien
tirá el espíritu de justicia en todas sus manifestaciones y tos, y arranca lamentos de compasión y lágrimas de
llevará en sí el poder de elevar nuestra alma por encima piedad, revolviendo en la escoria social, entre aquellos
de los intereses mezquinos y diarios, délos apetitos ver sobre quienes pesa una maldición, un estigma ó un vili-
H H H H I
pendio. En la literatura de todas las naciones ha habido (Jon ella llega á lo profundo de la conciencia humana,
un paria, un esclavo, un ladrón, un presidiario, ante y alli corta, raja, quema, desinfecta.
quien se ha prosternado todo un pueblo, por quien han Saca al exterior llagas y cánceres que antes llevába
derramado lágrimas niños, mujeres y hombres. Por to mos ocultos, porque hasta ignorábamos nosotros mismos
das partes un aliento de simpatía, una corriente de amor su existencia. Define la moralidad derrocando antiguos
hacía los humillados y perseguidos. El arte moderno ha errores y supersticiones, nos traza el camino que debe
idealizado la miseria. Rara es la obra maestra de estos mos seguir, consuela nuestras decepciones, enjuga nues
últimos cincuenta años cuyo protagonista no es un ham tras lágrimas, levanta nuestro espíritu, condena y ab
briento, un criminal ó una prostituta. suelve, juzga y profetiza; es el oráculo moderno.
Pero es democrático también porque ha dejado de Y al conquistar este eminente puesto el arte y el ar
ser patrimonio y monopolio de los poderosos. Antigua tista, éste es el sacerdote de la nueva religión. Está
mente el arte vivía en los palacios de los ricos, oculto á ungido por la inspiración y toma aspecto de iluminado ó
las miradas de la plebe, guardado en sus cofres, ador vidente. Á él le toca dirigir nuestras pasiones y exaltar
nando sus aposentos, divirtiendo sus festines y alegrando las hacia un ideal de perfección. Por eso tiene también
sus ocios. Y cuando era privilegio de los reyes y de los grandes responsabilidades.
príncipes, cuando los artistas dependían de la munificen Ved cómo por virtud de la evolución se cumple tam
cia de un prócer y su mayor anhelo era asombrarle ó re bién aquel precepto del Evangelio que dice que los hu
crearle, el arte era un paria y los artistas unos misera mildes serán ensalzados. Ved cómo los que hace un si
bles; vivían pobres y despreciados como los bufones que glo apenas, estaban habituados al menosprecio general,
alegraban á los déspotas; su oficio era el último oficio: viviendo pobres y llenos de sufrimientos, ocupan hoy,
se les tenía por viles, vivían asalariados y hasta la Igle por disposición de la suerte, un lugar esclarecido y hon
sia les negaba derecho á la bienaventuranza. Sólo roso en las naciones. También el arte ha pasado de hijo
cuando el arte se democratizó, se dignificó; sólo desde bastardo de los poderosos á ocupar en los pueblos el
que ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los poten puesto de las antiguas divinidades. Por todos los ámbitos
tados y se ha ofrecido á las masas, á las multitudes, ha del mundo resuena su acento sublime como el único
empezado á vivir sin vilipendio; sólo ahora puede el ar acento que puede salvar á la sociedad presente. Al
tista mirar cara á cara á un monarca y no tenerle envi mismo tiempo se nos aparece con caracteres eternos é
dia; sólo ahora puede gozar de las apoteosis que elevan inmutables. Su imagen, rodeada de laureles inmarcesi
á las alturas luminosas de la popularidad y de la gloria. bles, se levanta en los linderos de un siglo y de una civi
Únicamente cuando el artista se ha hecho amigo del lización como lo único joven, lo único hermoso y lo único
pueblo, ha empezado á ser persona decente. sagrado. ¡Quememos incienso en sus altares!
Pero además de todo esto, y para que su semejanza
con las antiguas religiones sea más perfecta, el arte es
hoy el depositario de la moral pública y privada, y ha
recibido la noble y altísima misión de dirigir las concien
cias. La sátira es el arma de que se sirve para castigar
Jos vicios sociales y para fustigar á los delincuentes.
__________
CAPÍTULO PRIMERO
Carácter del si gl o.
ron, no pueden ahora subsistir sin una organización eco amenazando á los temerarios que le desafían, aplas
nómica. La nobleza se adquiere por su mediación. La tando á los unos, levantando á los otros, riendo de sus
justicia le toma muy en consideración en sus Códigos, y víctimas con carcajada estúpida y cínica, disfrazado
la mayor parte de las veces, una indemnización pecu otras veces con brocados y sedas, ostentando como ser-
niaria compensa á los lesionados de danos de muy di vidor suyo al arte, erigiendo suntuosos palacios, tratán
verso orden. La actividad intelectual está por él deter dose con reyes y príncipes unas veces y viviendo otras
minada, y se hace febril más que fisiológica desde que se en la miserable buhardilla del avaro, con frío y hambre.
deja sentir de tan poderosa manera el poder del oro. Es un Proteo que adopta todas las formas sociales para
Se ha convertido en el fin único del hombre, y todos los manifestarse.
momentos de la vida de éste están devorados por la Es un tirano y un libertador. Sometidos á su imperio,
misma ansia, por el mismo deseo. Desde que nace á la ra cien mil desgraciados, en el fondo de las minas, en las
zón, todo lo que se hace con él, lleva el mismo sello, dis fábricas, en la industria, inclinados sobre la tierra, es
ponerla para que más adelante pueda ganar dinero. Esta tán condenados á trabajos y fatigas superiores á los que
ha de ser la base de su felicidad. Hasta que no lo posea, se imponen á los presidiarios. Se inmolan al monstruo,
no podrá formar familia, no podrá cumplir sus leyes sacrificando su cuerpo, dando su sangre, su salud, su vi
fisiológicas. Él habrá de determinar la clase social en que gor, renunciando á la luz del día, engendrando hijos ra
se nos debe incluir. La medida de nuestro tesoro será la quíticos y enfermos, que son desde su primera infancia
medida de nuestra estimación y de nuestra utilidad. Si entregados despiadadamente á un trabajo superior á sus
somos ricos, valdremos de algo á la sociedad; si somos fuerzas, que les hace precoces para el vicio y les dispone
pobres, ni aun á nosotros mismos. á la degeneración y al crimen.
La vida social y hasta fisiológica viene á ser la re Pero sin llegar á estos extremos, podemos compren
sultante de la vida económica, de tal manera, que todo der el papel del dinero en cualquier momento de la vida,
trastorno en este orden, repercute en aquél; pero no al y convencernos de que es la fórmula que por medio de
contrario, lo cual indica que la relación no es recíproca cifras encierra la clave de nuestra dicha, de nuestra sa
ni por lo tanto esencial. lud y de nuestra alegría.
El dinero, actualmente, es el poder humano. Es el El padre de familia tiene en su presupuésto el origen
secreto talismán con que se nos abren las más pesadas de todas sus cavilaciones. No puede perderle de vista,
puertas en la vida, como en una comedia de magia; con así como el piloto no puede distraerse del timón.
el cual se allanan todos los obstáculos, á cuyos reflejos La miseria dorada, es tal vez la más terrible de to
la justicia templa su rigor y se detiene la mano del v e r das. El hombre que recorre las calles de la ciudad ves
dugo. Honore-;, distinciones, categorías, laureles, gloria; tido de levita, lleva en su mente más terribles preocupa
todo lo que más estima el hombre, se concede á este ciones que el mendigo vestido de harapos, que le tiende
ogro, á este gigante que, salido de las obscuras entra la mano para pedirle una limosna con plañidero acento.
ñas de la tierra, se ha enseñorado de ella. Recórrela v ic Obedeciendo á una ley imperiosa, el joven contrajo
torioso y deforme, adorado y execrado, haciendo incli matrimonio con una mujer, hacia quien el amor le em
nar la cabeza á todos y llevando ea su formidable mano pujó, á despecho de los avisos de la prudencia. La ga
la maza del absurdo, de la injusticia, del privilegio, rantía de estas dos existencias está por lo común á mer-
EL DINERO 335
834 NUESTRAS COSTUMBRES
ced del capricho de un ministro y de los vaivenes de la Para comprender toda la fuerza opresora que las
política. Cobra un modesto sueldo del presupuesto na condiciones económicas imponen al hombre, sería pre
cional, con el cual tiene que hacer frente á todas las ne ciso un estudio comparativo de las diferencias que exis
cesidades de su nuevo estado. Al poco tiempo, la familia ten entre las condiciones de vida de la moderna clase
se aumenta; tienen un hijo, en el cual cifran su amor y media y las de la misma ó su equivalente en más anti
su ilusión. La madre no puede criar, se necesita echar guos tiempos. En esto hemos de encontrar su principal
mano de un ama de cría, con lo que el presupuesto es diferenciación. Pero á fin de simplicar la tarea, compa
gravado notablemente; y como ya estuviese calculado raremos al habitante de las provincias con el habitante
para lo estrictamente necesario, ahora comienzan las de Madrid.
escaseces, reduciéndose algunas partidas y disminu Así como sería muy precaria la vida de un hombre
yendo los artículos de primera necesidad, bien cuantita en un país deshabitado, aunque poseyese los millones de
tiva ó cualitativamente, apareciendo el grave riesgo de Creso, porque no le servirían de nada, y antes bien, le
una alimentación insuficiente. Es lo probable que al año abrumarían como á Midas el oro con su abundancia y
siguiente se aumente la prole, con lo cual los gastos van su inutilidad; así, á la inversa, es bien triste la condición
en progresión, sin que los ingresos hayan aumentado. El del hombre civilizado, que en las modernas capitales se
conflicto va tomando alarmantes caracteres. El padre, halla enfrente de tanto placer, de tanta comodidad, de
necesitado, emprende trabajos extraordinarios, roba al tanto lujo como la industria le presenta, y no puede al
descanso sus horas más preciosas, fatiga su cerebro ó su canzar ninguno de esos goces ni para él ni para los su
vista, pónese en el gravísimo peligro de enfermar y yos por carecer de dinero. Semejante á un condenado
abandonar el timón de la nave, que pronto se verá á del Dante, vagará errante por doquiera, con melancó
merced del viento y de las olas. lico rostro, donde irán dejando sus huellas todas las
Este temor envenena la dicha de los dos esposos, y su tristezas, todos los dolores, todas las decepciones, todas
existencia se convierte en una lucha de resultados in las envidias propias del desheredado. Á las máscaras
ciertos y obscuros. trágicas de la antigüedad hay que agregar esta mísera
No hablemos ya de todos los placeres de la vida, que mascarilla del infeliz que rueda por las poblaciones,
desfilan ante ellos sin poder gustarlos. No hablemos de sintiendo todos los apetitos que excitan los escaparates
aspiraciones legítimas, ni de esas vanidades disculpa modernos, sin satisfacer ninguno.
bles del vestir, deTa elegancia, del confort, etc... que á Se verá con frecuencia obligado á tratar con los
veces, hasta se pueden reputar necesidades sociales; con ricos, con los poderosos, porque la democracia así lo
el espectáculo de su miseria, de su salud vacilante, con quiere, de los cuales sentirá el menosprecio y la compa
el tormento de sus constantes inquietudes, de sus conti sión, disfrazado con las más correctas formas sociales.
nuos temores, tienen bastante para mirar la vida con Tendrá otras veces que reducirse á tratar con personas
disgusto y temor, para entregarse á la desesperación, de otra clase social, con quienes la falta de dinero bru
para perder la ufanía y descuido propios de su juventud, talmente le reúne, porque no puede sostener el trato con
y abrigar en su pecho como traidoras sierpes, el sobre las clases elevadas. Nada hay más mortificador que esto.
salto, el desaliento, el escepticismo de una vejez prema Nada hay que entristezca más á las personas ilustradas,
tura. bien nacidas, que han venido á menos, que verse en la
336 NUESTRAS COSTUMBRES
EL DINERO 337
necesidad de tratar á ciertas gentes. Pero así lo quiere
mi entos que no están á su alcance, deseo que, no satis
muchas veces la moderna clasificación económica. El
fecho, le producirá más sufrimientos que un artesano,
dinero ha venido á romper la unidad del género humano,
desconocedor de esas necesidades, pudiera experimen
introduciendo tal variedad en él como en el resto de las
tar. A éste, su misma ignorancia le salva, haciéndole
especies zoológicas.
participar de la felicidad inconsciente de los seres infe
El habitante de la ciudad respira un ambiente im
riores. Aquél, en cambio, es víctima de sus propios ele
pregnado de penetrantes perfumes, que despierta los
vados instintos, de sus refinadas cualidades ; la sociedad
sentidos y le hacen ávido de más pródigas emanaciones;
no le presta el concurso debido, ni le proporciona los
ambiente iluminado por mágicos rayos de diversos colo
medios materiales que la jerarquía de su inteligencia
res, que se cruzan, entrechocan, iluminan la imagina demanda.
ción y electrizan el espíritu; ambiente saturado de mis
En las provincias y en el campo es otra la atmósfera
terioso fluido,, que excita todas las sensaciones., que
que se respira. Cuanto más nos acercamos á la natura
despierta todos los deseos, que aguijonea todas las facul
leza, mejor podemos refrenar nuestras insanas ambicio
tades, que espolea de continuo el corazón y que fustiga
nes, más garantía se nos ofrece de paz para el alma. La
sin cesar el alma. Es una atmósfera ésta de seducción,
atmósfera de las grandes ciudades es un ambiente infer
de engaños y de promesas, en la cual se ven muchos
nal saturado de deleites. La del campo, más pura, nos
envueltos, arrastrados y perdidos. Otros viven la vida
comunica la calma y reposo de la naturaleza. Nos pone
de los parias, y llevando tal vez un alma noble escon
en condiciones de hacernos fuertes contra las tentacio
dida en el pecho, tienen que mancharla con la adulación,
nes, cuya no satisfacción nos empequeñece á nuestros
con la envidia y con la bajeza.
propios ojos. Nos pone en condiciones de hacernos filó
Y aún de esto hay que descontar las ignorancias, la
sofos ó de embrutecernos. Ved, si no, cómo todos los filó
resignación, las compensaciones que la condición social
sofos de todos los tiempos han escogido algún lugar de
nos impone, connaturalizándonos con muchas privacio
retiro donde espláyar libremente sus facultades y gozar
nes que, si así no sucediera, si no existiera ésta ley re de la contemplación de la naturaleza.
guladora y el hombre de las clases pobres tuviese con
Por eso, el habitante de la Corte ha de sentir pode
ciencia y sentimiento en un momento dado de toda su
rosa necesidad de compensar los efectos producidos pol
miseria, de todas las dichas, los placeres, los medios de
la vida de capital con una temporada de vida campes
perfeccionamiento de que está desposeído, no podría so
tre. Es una exigencia de la higiene, no sólo de la higiene
portar la inmensa tristeza, el venenoso despecho que se del cuerpo, sino de la higiene del alma.
apoderaría de él. La vida de provincias es un término medio entre
Y como deseamos menos las cosas cuanto menos las estas dos. Tiene grandes molestias y mezquindades,
conocemos, he aquí por qué los hombres del pueblo son compensadas con grandes ventajas.
más felices que la clase media, que tan pocos abogados El oro no ejerce allí su imperio de manera tan brutal.
ha tenido, siendo, en realidad, una de las que más su En cambio, es más pronunciado el carácter de las pre
fren. ocupaciones, y las gentes, como más cerca unas de
Así, un individuo de esta clase sentirá el vivo deseo otras, y más desocupadas, se divierten en clavarse mu
de tal ó cual joya artística, de adquirir ciertos conoei- tuamente el aguijón.
22
338 NUESTRAS COSTUMBRES EL, DINERO 339
Por consiguiente, á las grandes capitales es á las que leyes que han influido, no sólo en las cuestiones pura
nos referimos, al dibujar la especial fisonomía del siglo. mente económicas, sino que han penetrado hasta el co
No hay que desconocer que en todos los tiempos y razón mismo de la sociedad actual, produciendo en ella
naciones el peso del oro se ha dejado sentir, ha ejercido profundos y transcendentales cambios, y que más bien
inmensa importancia en las relaciones del hombre, que determinar un estado definitivo, lo que han hecho ha
siendo poderoso resorte de las voluntades; pero por la sido preparar terreno para radicales y estupendas trans
diversa clase de organización social, por el gran imperio formaciones.
que en las costumbres ejercía la tradición, por el escaso Ellas han aumentado, del modo que todos sabemos,
desarrollo de las industrias, por las vinculaciones, por la las necesidades de la vida, y han puesto al alcance del
no existencia del libre cambio, etc., etc., el dinero no consumidor objetos que su misma fantasía no soñara.
significaba, ni con mucho, lo que significa hoy. La de Hacen compatible la adquisición de estos objetos con la
mocracia, orillando desigualdades antiguas, logró que condición social, cualquiera que sea, del ciudadano; y
circulara el codiciado metal por. todas partes, pero dejó tal amplitud y transcendencia ha tomado este sistema,
sentir nuevas y más irritantes desigualdades que antaño. que todo, hasta bienes del orden moral, y cosas que por
Factores novísimos han dado al dinero el dominio su índole no parecen estar sujetas á precio ni tasa,
del mundo moderno. vienen á resolverse en numerario.
La misma ciencia económica data de poco más de En fin, hasta el mismo derecho establece precio á
un siglo, y no es otra cosa que el reflejo de ciertas leyes ciertos delitos, que no otra cosa son algunas indemniza
propias y exclusivas de nuestra época. Sus mismos fun ciones y multas de los Códigos. Los legisladores, cono
dadores, como veremos más adelante, impugnan algu ciendo el lado más sensible del hombre moderno, prefie
nas veces los cimientos que la sostienen. ren que la vindicta pública se satisfaga en ciertas oca
En efecto: ¿cómo podria tratarse en la Edad Media siones con crecidas multas, á privar de una libertad más
de las leyes determinadas por los productos de ciertas ó menos provechosa para la cooperación social al ciu
industrias modernísimas? La actividad febril que el dadano.
vapor ha dado á la circulación, hace que la industria Así pues, al ver que cada aspiración, que cada movi
moderna se rija por distintas leyes que la antigua. La miento, que cada esfuerzo ha de repercutir y significar
libertad de comercio, como consecuencia de las nuevas un cambio ó un sacrificio pecuniario, podremos excla
ideas del derecho internacional, ha dado también nuevo mar con Balzac: «où est l’homme sans désirs et quel
carácter á nuestra época. Los sistemas tributarios han désir social se résoudra sans argent?» ¿Dónde está el
dejado de ser arbitrios anejos á las monarquías, para hombre sin deseos? ¿Y qué deseo humano se satisfará sin
convertirse en reguladores de la riqueza social. Los es dinero?
tudios relativos al capital, esa entidad moderna, no pu De todo esto ha resultado para el hombre una escla
dieron hacerse antiguamente. Y por fin, los inventos, vitud más cruel que la esclavitud abolida.
las máquinas, la industria, la mecánica, la ciencia en En la antigüedad, los esclavos carecían de todo dere
general, con sus descubrimientos, han creado nuevas cho, eran cosas, tenía sobre ellos el amo derecho de
leyes, por las que se rige el mundo del trabajo; leyes vida y muerte y eran arrojados á los acuarium para
que han marcado una fisonomía especial al siglo xix, servir de alimento á los peces, pero no se morían de
340 NUESTRAS COSTUMBRES
ticado un acto religioso que atañe únicamente á nuestra Reunidos varios jóvenes en cierta ocasión, senos
alma con respecto á su Dios; pero no hemos ejercitado llegó un pobre pidiéndonos, con quejumbroso acento,
nuestros sentimientos humanitarios, ni verificado un una limosna. Alguien la hubo de dar, y con este motivo
acto de desinterés. entablóse discusión sobre la caridad y sus móviles, y
La Iglesia deja, pues, que el provecho propio, el in uno de ellos, estudiante de la Universidad de Deusto,
terés, el egoísmo guíe á la caridad, por cuanto si soco nos preguntó:
rremos á un prójimo, es con la mira de alcanzar una re — Vosotros ¿por qué dais limosna?
compensa allá en la otra vida. Uno de nosotros, interpretando el pensamiento de la
Por este carácter religioso de la limosna es por lo que mayoría, contestó que por la compasión que excitaba en
hormiguean á la puerta del templo multitud de pobres, él la desgracia de un semejante. A lo que el jesuíta re
adornados con escapularios, cintas, medallas y crucifi plicó:
jos. Por esto mismo es por lo que, con acento plañidero, — ¡Ah! Vuestra limosna es muy mezquina. Yo no veo
piden «una limosna, por amor de Dios», y nos prometen en el pobre un semejante, sino al mismo Dios en figura
que «el Señor nos lo pagará en la otra vida». humana. Doy la limosna por su amor, y espero con ella
A l mismo tiempo, los fieles leen en sus devocionarios una recompensa en la otra vida.
la orden de socorrer á los pobres para alcanzar el per No hubo medio de hacerle entender que nuestro acto
dón de los pecados; algunos asocian además el cumpli era más desinteresado que el suyo.
miento de este deber religioso â la obtención de alguna Afortunadamente, están en minoría estos individuos
gracia impetrada del cielo. De aquí que cuando se quiere en los que el terror religioso, el miedo á la eterna con
pintar la caridad cristiana, se pinta á un niño ó ángel denación si eluden los deberes que preceptúa la Iglesia,
extendiendo la mano y derramando con ella monedas á puede más que el sencillo é innato sentimiento de con
los pobres y mirando con gesto de arrepentimiento al miseración, por el cual cedemos parte de nuestros bie
cielo. nes en alivio de las desgracias de nuestros semejantes.
La Iglesia ha creído que el deseo de salvarnos había La razón que la Iglesia da para fundar la caridad en
de ser el acicate más poderoso para movernos en favor aquella idea, es que la naturaleza humana, por sí sola,
de nuestros semejantes. A l establecer con este carácter no es capaz de sentir esa conmiseración de que hablo, y
la limosna, quitó la espontaneidad y el desinterés á los por fiínto, de remediar la pobreza de nuestro prójimo.
actos de caridad, arrogándose su monopolio, señalán Luego veremos cuán insuficiente es este modo de
dola con su sello y haciéndola circular por todas las na practicar la limosna; ahora cúmplenos protestar en
ciones á ella sometidas para recoger la gloria y el pro nombre de la humanidad, de la calumnia que entraña
vecho correspondientes. semejante teoría.
C mío siempre, siguiendo una política preconcebida, Es muy cómodo eso de suponer que cualquier acto
ha calumniado la naturaleza humana, suponiéndola in humano inspirado en el bien es obra de la Gracia Divina,
capaz de moverse en favor de sus semejantes al solo es y que el hombre sólo es responsable de sus malas accio
pectáculo de su miseria y dolor, y con el único interés nes. Esto es muy cómodo para la Iglesia, pero muy in
de satisfacer ese deseo de hacer bien, que entrañan famante para el hombre.
nuestros sentimientos naturales de piedad. En esta falsificación, en esta usurpación de los natu
344 NUESTRAS COSTUMBRES EL DINERO 345
rales sentimientos benéficos de la especie humana,.está sus vidas en honor de la humanidad. Alguno de ellos
inspirado ese afán de monopolizar para la Iglesia los es pagó con su existencia tan valerosa conducta. Yo me
tablecimientos de beneficencia, de poner curas y monjas complazco en rendirle tributo de respeto, no atribuyendo
en los hospitales, lazaretos, asilos, etc. Según la Iglesia, su acto de abnegación á la ingerencia de ningún poder
no existe en el corazón humano la iniciativa benéfica sobrenatural, ni al egoísta é inocente deseo de ganar
sin el auxilio de la Gracia, ni se concibe un hospital sin cien dias de indulgencia, sino á cualidades propias que de
hermanas de la Caridad que por el mero hecho de po bemos honrar con la admiración y la gloria.
nerse tocas blancas, se conviertan en ángeles que pueden Aunque tarde, ha comprendido la Religión que el
mirar con desdén al resto de los mortales. bien, como todo, es preciso saberle hacer, y últimamente
Demasiado se encarga la experiencia de desenmas se ha puesto de moda inquirir el por qué de la miseria,
carar esta hipocresía y de hacernos saber que esos su es decir, estudiar los antecedentes del necesitado. Con
puestos ángeles son criaturas como nosotros y á veces este designio, el ángel de la caridad visita la morada de
inferiores á nosotros, pero de hecho tan expuestas á su los pobres, pero una vez dentro de ella, se da aires de in
cumbir á la tentación como cualquiera; pero si no lo su quisidor. Se entera ante todo de las costumbres que ob
piéramos, la creación de los modernos sanatorios, insti servan los necesitados, y, no estoy muy cierto, pero creo
tuciones completamente laicas, de las cuales va ha que cuando no se ajustan estas costumbres al criterio
biendo numerosos ejemplos ya en España, se encargaría eclesiástico, el ángel niega la beneficencia, porque, á su
de demostrarnos que no se necesitan votos religiosos entender, las necesidades de un ateo ó de una prostituta
para atender y cuidar al prójimo con riesgo de la vida, no se deben remediar, sino dar á tales gentes con el pie
para curar infectas llagas, para socorrer á enfermos y dejarlas morir como perros.
contagiosos, para ejercitar, en una palabra, los ins De todos modos, en estas visitas de carácter eminen
tintos de amor y de caridad que honran, sin necesidad de temente jesuítico, parece ser que se hace propaganda de
ninguna Gracia, á la raza humana. novenas, escapularios y devociones, con lo cual la limosna
La ciencia moderna arroja á los fariseos de su templo. no se limita al cuerpo, sino al espíritu.
Visitad el Instituto Rubio, sobre un alto de la Moncloa, Pero no es únicamente la Iglesia quien se sirve déla
y veréis en él á pobres mujeres dedicadas á la ocupación limosna para fines bastardos.
de curar y asistir sin llevar el rosario colgado á la cin La mujer, sobre todo, gusta de abatir á sus rivales
tura, sin hacer de su oficio una misión sublime, ni espe por actos de hipócrita magnanimidad. La limosna en
rar de él la remisión de sus pecados. éstas es un elemento de guerra, un alarde de poder, una
No necesita por cierto la ciencia del auxilio de la re manifestación del lujo y una muestra de soberbia, como*
ligión para ser toda caridad y abnegación. Todos lo es los brillantes de sus orejas ó las perlas que lleva al
tamos viendo: tiene sus mártires. Ese valor estoico que cuello.
el amor á los descubrimientos presta no es un espectáculo Harto frecuentes senos ofrecen á la vista casos en que
raro. Poco há que con ocasión de la peste en Poriugal, dos mujeres que se han llamado mucho tiempo amigas,
de la temible peste cuyas descripciones leíamos aterrori mientras rivalizaban en riquezas, en posición, etc., por
zados en los telegramas de la India, médicos de todas uno de esos vaivenes de la fortuna se encuentran distan
las naciones acudieron solícitos y presurosos á exponer ciadas, cayendo una de ellas en la miseria y dando lu-
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gar á que la otra satisfaga antiguos rencores, arroján No digamos nada de esas fiestas de la Caridad que
dola sus desperdicios en forma de limosna. Comúnmente organiza la última moda europea y que tienen por base
la irreflexión de las gentes ó la adulación de los parási el lujo y la ostentación. A l fin y al cabo, reportan pin
tos dan á esa venganza el valor moral de una buena gües beneficios á los miserables, aunque es bien triste
acción. tener que hacer llamamiento á las malas pasiones hu
También conocemos todos á personas que practican manas para recoger el fruto que debían producir los sen
la beneficencia porque necesitan la indulgencia de la so timientos humanitarios.
ciedad por estar en deuda con su opinión. Hay muchas Basta lo dicho, aunque es poco, para dar idea de lo
mujeres que reparten en torno de sí monedas de oro para que es la limosna y cómo se practica. Repito, sin embar
comprar la indulgencia y el perdón de ciertas faltas, go, que empleo la palabra limosna para dirigirla estas
para compensar á su orgullo con las alabanzas que re censuras en su sentido más estricto, porque en su acep
coge la caridad, de los latigazos que por otro lado recibe ción más comprensiva, es decir, como expresión de los
la lascivia. sentimientos humanitarios y de compasión, tiene otra
Me acuerdo que siendo casi un niño sentirne conmo índole más excelente, su antigüedad es más remota y
vido por la generosa conducta de una señora muy rica, sirve mejor á los fines que persigue.
que cosía trajecitos de luto á unos niños huérfanos, y que Veamos ahora cuáles son los efectos prácticos de la
al ir á expresar mi entusiasmo con lágrimas en los ojos, limosna, para recoger y deducir las consecuencias que
quedé helado por la mirada de desdén, por la sonrisa de para la sociedad produce, y comprender que, lejos de re
orgullo, por la expresión de vanidad complacida, porla mediar las necesidades de un pobre con los cinco cénti
impasibilidad, hija del cálculo con que fué recibida mi mos que le regalamos, sostenemos su miseria y prolon
inoceme emoción. Después pude comprenderla razón de gamos sus sufrimientos.
su fría actitud, sabiendo que todo aquello lo hacía por
conquistar en la opinión pública cierto terreno perdido
por otro lado.
La caridad á veces es productiva,.y entre esas clases
elevadas, correctas, intachables, cuyos individuos ten
drían á menos explotar cualquier industria ó comercio,
y que por nadar en millones se les puede creer al abrigo
de la codicia, se observan muy á menudo personas que
Tundan Asilos, Casas de Beneficencia, dan una cantidad
todos los años para tal ó cual fin piadoso, y acaban re
cibiendo de manos del Pontífice un título nobiliario como
recompensa á su caridad cristiana.
Los Papas nunca han sido poco generosos en esta
materia, porque cuidan solícitamente de rellenar de
cuando en cuando los huecos que la degeneración de las
familias abre en la aristocracia.
EL DINERO 349
viduo que vive de su trabajo, tendría por deshonroso re y descompuestos ademanes de embriaguez. El aguar
cibir la limosna que se da un á pordiosero, y todos consi diente es el placer de los pobres, y les compensa de sus
deramos éste como el más vergonzoso estado. Esta nota privaciones con pasajeros estados de demencia en que
de humillación jamás se podrá separar de la limosna, olvidan su propia miseria, y que van envenenando su
por lo que ésta no será un acto que satisfaga al que lo cuerpo. Este vicio les es necesario Realízase aquí aque
ejecuta; no será un acto sublime,como dice la Iglesia,por lla ley de compensación moral de que ya hemos hablado
el cual se nos abren las puertas del Cielo; no será si que exige la reacción de un placer intenso contra un
quiera una compensación á la injusticia social que re gran dolor, á cuyo cumplimiento nos vemos empujados
presenta el obrero errante y sin trabajo, pidiendo pan en cualquier estado social y que se cumple con más vio
para .sus hijos, ó el imposibilitado físicamente á quien la lencia y extremo, más ostensiblemente en las gentes des
sociedad no presta asilo. ordenadas.
Lejos de ser un acto grande, la limosna por sus con Y como el mendigo tiene que atender á este vicio,
secuencias es bien mezquina. La persona que la recibe que por las razones dichas ha tomado en él tan hondas
experimenta por el momento un alivio pasajero, pero raíces, empleará para poderlo hacer todos los procedi
quedará ligado con su bienhechor con un vínculo moral. mientos de que disponga; el más frecuente será la explo
Nuestra caridad es inconscientemente interesada, por tación de la piedad con enfermedades y necesidades fin
que siempre exigimos la gratitud en el favorecido. Com gidas. De aquí el envilecimiento que trae consigo este
pramos la dependencia, la subordinación, el respeto, la género de vida y la persecución que existe contra esos
adulación, con ese dinero que creemos dar á título gra pobres callejeros, de cuyas supuestas desdichas nos
tuito. reímos muchas veces.
Por su parte, el que ha recibido un donativo se cree Censuramos la degradación de esos miserables, y no
en el derecho á solicitar, cuando se vuelve á sentir nece reflexionamos que es consecuencia de su misma desgra
sitado, una segunda limosna, y en caso de serle negada, cia; que somos en cierta manera nosotros los culpables
á censurar y á quejarse del que ya una vez le socorrió. de ella; que lo que necesitan no es la limosna que les
De suerte que en vez de engendrar la gratitud, la li damos, sino benevolencia, protección, restitución de sus
mosna da origen al rencor y al despecho. derechos, cultivo de su inteligencia, educación de su vo
Por esto se dice que el que hace bien á las gentes no luntad.
encuentra más que ingratos. Brindadles con un trabajo honrado, y no lo acepta
Pero en esos casos en que la limosna no establece rán. ¿Porqué? Porque hemos destruido su trono, su dig
ningún vinculo entre el que la da y la recibe, ¿son más nidad, su aplicación y su conciencia, manteniéndoles en
provechosos sus resultados? ¿Son más moralizadores? el miserable estado en que les encontramos. Todo esto
Por lo común, el que da una limosna en la calle á un se lo debemos, puesto que se lo hemos quitado.
mendigo cree aliviar su necesidad, cuando no hace sino Si queréis hacer un viaje por esos antros sociales que
prolongarla. se llaman- miseria, mendicidad, prostitución, criminali
El mendigo, en cuanto recoge cinco céntimos, se va á dad, os convenceréis de que no es dinero lo que necesi
la taberna á gastarlos, y aquellas quejas con que impor tan. Es apoyo, tutela, regeneración, instrucción, amor
tunaba al transeúnte, conviértense en cínicas carcajadas al trabajo, ejercido todo esto por el Estado en su función
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de beneficencia; pero no como la ejerce ahora, sino de conciencia, y no se necesita más que un momento de
modo que su protección no se limite, en primer lugar, reflexión para leerlos en ella escritos, ¿cuál no debe res
al cuerpo, y no lleve la nota infamante que ahora lleva, plandecer allá dentro ese axis m a, razón ó precepto que
pues el morir en el hospital ó recibir ciertas limosnas proclama la participación natural, lógica, necesaria
del Estado parece que rebaja y empequeñece. del hombre en los bienes que contribuyen al sosteni
Condenemos, pues, la limosna como medio insufi miento común, y que negársela es cometer el despojo
ciente de curar todos estos males, los cuales más bien más criminal y tiránico que puede hacerse al sér hu
perpetúa, y reconozcamos como un deber alto, imperio mano?
so, de la sociedad, la reforma moral de esos desgracia Precepto tan natural me parece, que en la edad ado
dos. Pidamos su regeneración. La instrucción, el amor lescente no comprendía yo pudiera haber un hombre
al trabajo, el reconocimiento de su propia dignidad es que se muriese de hambre en una ciudad civilizada.
lo que debemos reclamar para ellos, más que la limosna. Para convencerme de ello he tenido que esperar á que
Hagamos de la beneficencia uno de los fines permanen la experiencia me enseñe todo el egoísmo oculto en el
tes del Estado. corazón de los hombres y todo el vicio que entrañan
Mientras tatito, conviene que esos hambrientos co nuestras instituciones sociales.
man; que á esos parias se les reconozca su participación Alguna vez, recorriendo las calles de Madrid, tro
en los bienes sociales; conviene que se sepa que hay un pecé con un grupo de gente espantada que miraba á un
derecho único, primordial, ilegislable, generador de hombre caído en el suelo, con el rostro lívido y las pupi
otros muchos, grabado en el corazón de todos, que puede las sin mirada. Era un hombre que se moría de hambre.
disputar su primacía á los más antiguos, su preeminen El espectáculo quedó indeleble en mi pecho de niño, y
cia á los más elevados, y que no se ha escrito todavía mi conciencia se hizo esta pregunta: ¿cómo puede mo
en los Códigos. rirse nadie de hambre en una ciudad civilizada? Y algo
Este derecho es el derecho á la vida. Para las reli confuso, pero enérgico, se revelaba dentro de mí. Algo
giones debería ser sagrado, revelación de Dios, inspi me decia que aquello no podía ser, que me engañaban
rado en todas las mentes y escrito en todas las concien mis ojos, que no estaba conforme tamaña crueldad con
cias. Cuando los sacerdotes hablan de los dones más los eternos principios de justicia bebidos por mí en el
preciosos concedidos por Dios, deberían hablar de este derecho humano y en el derecho divino; que de aquel
derecho. Cuando luchan con el poder civil para arran hecho, del cual nadie particularmente tenía la culpa,
carle privilegios y exenciones, debían tratar de recabar éramos responsables todos colectivamente. Era la voz
este derecho como una conquista paternal para los po del derecho á la vida que se revelaba, que protestaba,
bres y afligidos, deberían pedir su inserción en los Có que pedía, no sé si la venganza de aquel crimen, ó la ins
digos civiles, deberían escribirle ellos en sus Códigos cripción solemne de un nuevo artículo en los Códigos
religiosos. humanos.
Para el poder civil debiera ser la base de todo dere
cho, de toda legitimidad; porque si los jurisconsultos
definen el dere'cho natural como la reunión de aquellos
preceptos que están naturalmente grabados en nuestra
EL DINERO
que añadir los esfuerzos y las predicaciones de las cla refiexionar sobre la injusticia que pesa sobre ella, y á
ses intelectuales en estos últimos tiempos. discurrir los medios de libertarla.
Si, por un lado, pueden parecemos criminales los Como consecuencia de esto, entregamos á los descon
atentados contra la seguridad pública con que expresan tentos todas las nociones revolucionarias adquiiidas.
su descontento los desheredados; por otra parte, las doc Consentimos que lleguen á sus oídos todas las especies
trinas esparcidas á cada momento por todos los pueblos, subversivas que pueden incitarlos al saqueo y á la ma
parece que autorizan lógicamente á eso y á mucho más. tanza. Predicamos el robo é idealizamos al ladrón. Es el
Se practica en todas las naciones una verdadera pre héroe de nuestros dramas y de nuestras novelas. Los
dicación excitando al pillaje. Se niega el fundamento ju cuadros délos modernos pintores no copian Concepciones
rídico de la propiedad, se extiende el odio contra el ca ni santos, sino obreros, anarquistas y procesados. Falta
pitalista, se hace la apoteosis del obrero, se idealiza su poco para que arrebatemos al reo del banquillo de los
vida, sus costumbres, su familia. Los filósofos no se pre acusados, de las manos de sus jueces.
ocupan sino de la suerte de los pobres. Esta es la pesadi Como consecuencia de todo esto, la pluma del escri
lla constante del pensamiento moderno. Se autorizan los tor moderno extiende de continuo las ideas más atrevi
meetings en donde las ideas más disolventes, los procedi das, que llevan en sí gérmenes de delitos, palpitan y hu
mientos más atentatorios son expuestos. En estas cáte mean sangre, son bombas, materias explosivas, más
dras del espíritu revolucionario, la voz del obrero ruge terribles que las que estallan á las puertas de los pode
amenazadora contra el actual tirano. De su boca ema rosos; en realidad, hacen más daño á la organización
nan enseñanzas peligrosas para la quietud y sosiego del existente.
proletariado. El obrero se encarga de instruir al obrero; ¿Cómo se quiere que hombres desprovistos de ins
pero al propio tiempo que la instrucción, le transmite trucción, sedientos de un ideal que amortigüe y ador
odio á muerte contra las instituciones modernas. El mezca los dolores de su miseria, que no tienen nada que
mismo radicalismo de estas predicaciones les quita fuer perder, que carecen de todo; hombres que están en con
za, es verdad; esos barbudos agitadores, esos fogosos tacto con los placeres inventados por la civilización y
demoledores son por el momento completamente inofen no los pueden disfrutar; hombres á quienes decimos:
sivos y su inocente demagogia se presta á la carica «Aquí tenéis todo lo que os hace falta, tomadlo, es
tura y á la parodia, pero no vaya á creerse que su pa »vuestro, ninguna de las leyes que os privan de ello son
labra no deja eco en el corazón y en la inteligencia de »justas, todas las hemos analizado y condenado»; que
los que la escuchan. Ni una gota del veneno se desperdi remos que estos hombres á quienes de esta manera se
cia, y gota á gota va depositándose en el fondo de las provoca, se mantengan en los límites de una prudencia
conciencias el descontento y la insubordinación. inverosímil? ¿Que no traten de apoderarse de lo que nos
Por otro lado, la literatura y el arte escogen con pre otros confesamos poseer injustamente? Necia pretensión'.
ferencia para objeto de sus cuadros, la condición del Nosotros mismos los excitamos al pillaje y les animamos
obrero, su desgracia, sus ensueños, sus ternuras, sus pa á la rebelión.
siones, sus dramas. Parece como que una corriente de Y contra la exposición de estas doctrinas, no hay
simpatía, de amor, de humanitarismo, empuja á todo fuerza alguna que prevalezca. En vano es que pretenda
el mundo moderno hacia esa pobre clase, invitando á mos enmudecer á los que proclaman tales principios, a
el d in e r o
353
358 NUESTRAS COSTUMBRES
los que se inspiran en tales sentimientos. La humanidad »ideas; si queréis transformar un mundo, cambiad sus
cuando concibe una nueva idea, la expresa. La cien »ideas.»
cia proclama sus deducciones con la ingenuidad del El fracaso de la organización presente ha sido dema
nino y las sostiene con la resolución y tenacidad del siado hondo, está demasiado manifiesto, nos afecta de
mártir. masiado, y al mismo tiempo el ejemplo de virilidad de la
Y las deducciones de la ciencia, como las aspiracio Revolución francesa está bastante presente á nuestros
nes del arte, como los datos de la sociología, manifies oios para que podamos contener por mucho tiempo el
tan pugna tan notoria contra las viejas instituciones, ansia de emancipación. Así, pues, nuestra revolución
que bien puede calificárseles de revolucionarios. Prepa está próxima, todos coadyuvamos á ella y tenemos im
ran la nueva revolución que ha de cérrar un siglo de paciencia por ver el fruto de nuestro trabajo.
transición, de aspiraciones, de luchas, de ensayos, de du Esta relación proporcional de tiempo que media en
das, así como la Revolución francesa cerró un ciclo de- tre las revoluciones es bien elocuente. De un lado siglos
tiranía, de injusticias, y acabó con un mundo y una or y siglos de paciencia; de otro, apenas uno. ¿No indica
ganización fundados sobre él derecho divino. esto que la humanidad ha resuelto no descansar hasta
La misión de ésta fué vengar los crímenes de mil y conseguir el ideal de igualdad y justicia deseado? Quiza
mil reyes; lavó con la sangre de uno de ellos toda la ig también así como la antigüedad ha estado dedicada a las
nominia que había caído sobre un pueblo. Esta sangre innúmeras guerras ordenadas por la ambición de los re
era inocente, pero así tuvo que ser porque si no, no hu ves para disputarse unos á otros pedazos de territorio, y
biera podido lavar ni purificar. por la ambición de los sacerdotes para disputarse los
Durante aquella imponente convulsión de un pueblo unos á los otros pedazos de la conciencia universal, e
se declararon los derechos del hombre, se deificó la ra porvenir esté reservado á guerras más santas y menos
zón, se consagró la voluntad nacional con el óleo de la estériles que aquéllas en que la soberbia de los podero
democracia, se creó el concepto de la soberanía, y en una sos se ejercitaba sacando á los pueblos de su feliz estado
palabra, se les dió á los oprimidos una porción de garan primitivo para oprimirlos y esquilmarlos, á guerras mas
tías que parecían asegurar su libertad. Justo era después provechosas que éstas, donde contiendan los oprimidos
de tantos siglos de opresión. Pero no vaya á crerse que la con los poderosos, los humildes con los soberbios, hasta
causa generatriz de tal cataclismo fué el transcurso de un arrancarles el monopolio de la dicha y el privilegio de
determinado tiempo, en atención á lo cual pudiera imagi la felicidad.
Y una vez consumada esta victoria, el siglo x ix sei a
narse que hacía falta otro tanto para preparar la nueva
revolución. Yo. La causa generatriz fué la aparición de inmortal en la historia. Él sólo habrá llevado á cabo la
las ideas nuevas, á cuyo empuje nada pudo resistir, pu- titánica tarea de fundar un mundo sobre las bases de jus
diendo de este hecho deducirse que si en el transcurso de ticia é igualdad, y derrocar otro presidido por la arbitra
este siglo se han hecho rancias aquéllas y se han for riedad y la r utina. Será un siglo de transición, en el cual
mado otras nuevas, estamos advocados á un fenómeno se habrá operado la más importante evolución del pen
de igual si no mayor importancia que aquél por el samiento humano. Un siglo sin igual entre los siglos, en
cumplimiento de aquella ley que el gran Oastelar for que la conciencia del hombre habrá alcanzado tal vez la
mulaba en esta grandiosa frase: «El mundo se rige por suprema elevación que es susceptible de alcanzar. Ln
360 NUESTRAS COSTUMBRES
C A P ÍT U L O y
La desigualdad de fortunas.
que la conquista estaba realizada, y que la tiranía ha bito de discurrir, y desengañados de la aparente licitud
bía levantado su pesada mano de sobre la cabeza de V necesidad de ciertas instituciones, no tengamos más
tanto miserable como antes suspiraba. remedio que condenar en el fondo de nuestra conciencia
Pero pronto nos hemos convencido de que es lo mis hechos tan inicuos como la caprichosa y arbitraria dis
mo, si no peor, que la tiranía esté ejercida por un noble tribución de las riquezas sociales.
de los que pinta la historia, ó por un burgués de los que Los hombres que por su temperamento y educación
aborrece el socialismo. se encuentran más distantes del idealismo, aquellos que
Cierto que en el orden de los principios no es esta consideran lo existente, no como cosa acabada y per
nueva esclavitud, al parecer, tan insultante ni vejato fecta, pero como cosa necesaria, los que sonríen compa
ria como la antigua; pero también es cierto que en la sivamente al escuchar al utopista y no conciben que el
realidad es más dura ó insoportable que aquélla, como orden de relaciones humanas pueda cambiar de como
ya hemos apuntado en otra parte. Sobre todo, nosotros ellos le han visto, esos hombres, ajenos á la idea de pro
la sentimos, naturalmente, más que la otra. greso, que no han pensado dos veces en su vida en lo
A poco que se profundice en la trama social, llega á que será la raza humana dentro de doscientos años, aún
herir nuestro sentimiento de la justicia la desigualdad esos mismos hombres, llega un día en que tan palmatia,
de las fortunas sociales. ¡Unos cuánto y otros qué poco! tan clara, tan evidente, contemplan la atroz injusticia,
Hé aquí la fórmula vulgar en que se exhala ésa queja, que no pueden menos de sentir un movimiento de repug
esa protesta que á todos, sin excepción, nos arranca el nancia hacia ella. Pero careciendo de aquella fe del que
espectáculo de la miseria de tantos infelices y del lujo espera un estado mejor para la humanidad, se verán
escandaloso de tantos dichosos. En esta protestase con acometidos del escepticismo y la misantropía, que no son
tiene implícita condenación del hecho, y tras de ella ciertamente generadores de grandes y nobles acciones.
surge inmediatamente sincera y ferviente aspiración Hoy, que todo se funda en el principio científico'como
hacia un estado mejor, en pro de una reforma que venga queriendo que en él se base nuestra organización en
á deshacer la iniquidad que contemplamos. Por mucho tera; que preocupan especialmente las ciencias morales
que se hable, por mucho que se discuta en defensa del y políticas, y que, de prisa y corriendo, hacemos la cla
actual estado de cosas, siempre subsistirá el hecho evi sificación de la ciencia universal, encasillándola en infi
dente de que en la conciencia de todos está ese deseo de nidad de departamentos con los títulos de las ciencias
mejoramiento, esa tendencia igualitaria, expresión del particulares; que, orgullosos con las verdades funda
innato sentimiento de la justicia, que pide la distribución mentales de todas las enseñanzas, no dejamos que nada
equitativa de las riquezas sociales como recompensa de repose en el empirismo; hoy ¿puede la ciencia miiar con
los servicios que cada cual presta á la comunidad. ojos de conformidad ese fundamento, caprichoso é injus
Por mucho que nos familiaricemos con la injusticia, to, de la desigualdad de fortunas?
por más que la hayamos visto á nuestro lado desde que Dice Schopenhauer, á quien no se puede tachar de
la razón despertó en nosotros, y por la fuerza de la socialista:
rutina la hayamos considerado siempre como natural y «Nuestros bienes nos llegan por herencia, por matri-
legítima, no dejará de llegar un momento en nuestra »monio, porla lotería, por cualquier otro camino, nunca
vida en que, emancipada nuestra inteligencia por el há »por el trabajo hecho con el sudor de nuestra trente. A
EL DINERO 365
364 NUESTRAS COSTUMBRES
ó por lo menos muchos, menosprecian al usurero. No
»ideas afortunadas, á inspiraciones, es á lo que se lo de
hay figura más innoble ni más odiada, y á pesar de ello,
bemos: por ejemplo, á especulaciones, á veces á ter
la organización actual de la propiedad permite que en
quedades absurdas, que fueron favorecidas por el azar,
los bolsillos de este ilustrísimo personaje ingresen millo
»que el Deus eventus ha recompensado y glorificado. Es
nes, y como el dinero es el poder y la felicidad, conside
»muy raro que sean el fruto del trabajo, de verdaderos
ramos todos muy justo y legítimo que aquel hombre viva
»cuidados; y aun en este caso, se trata con frecuencia
feliz y poderoso, y, en cambio, á un hombre insigne,
»de un trabajo del espiritu, como el del abogado, del mé-
que puede hacer mucho bien á sus semejantes y que.
»dico, del empleado ó del profesor; trabajo que á los ojos
honra á su patria, le dejamos que muera pobre. La cos
»del vulgo grosero no debe costar gran esfuerzo. Hacen
tumbre de presenciar este hecho, los prejuicios que he
»falta inteligencias muy cultivadas para reconocer en
redamos y que nos contagian á favor de la actual dispo
»una propiedad de este género el derecho moral, para
sición de cosas, impiden que esto sea considerado como
»respetarlo, en virtud de razones completamente mo-
injusto y, sobre todo, hacen que nos parezca necesaiio.
»rales. Así, más de uno, prescindiendo de los suyos, no
La pereza intelectual y moral, el convencimiento de
»v e en los bienes de los demás sino posesiones garanti-
que durante nuestra vida no habremos de tocar los re
»zadas por el derecho positivo. Si entonces encuentra el
sultados prácticos de nuestros esfuerzos en favor de una
»medio, ya utilizándolas ó simplemente forzando las le-
renovación en este asunto, hacen que la mayor parte de
»yes, no vacila en ello. Les parece que está muy bien
los hombres se afanen más por lograr fortuna por alguno
»que pierda sus bienes aquel que no ha trabajado por
de los medios legales, aprovechando las injusticias de la
»adquirirlos, y sus pretensiones las creen tan bien fun-
ley, que de procurar el advenimiento de la justicia á la
»dadas como las del primer propietario.
sociedad en que vive.
»Vistas las cosas bajo este aspecto, deben suponer
No obstante, á la mayoría repugnan los procedimien
»que la institución de la propiedad no ha hecho más que
tos por los cuales muchos se hacen ricos, y dicho sea en
»sustituir el derecho del más fuerte con el derecho del
honor de los hombres, la generalidad desdeña estos pro
»más hábil.»
cedimientos y se ajusta á llevar una vida llena de pri
Esto es absolutamente cierto y fácil de comprobarlo
vaciones antes de perder, siguiendo el camino poco hon-
en la realidad. Aún se muestra muy optimista el gran
í-oso de algunos, la estimación de sus compatriotas.
filósofo cuando señala las profesiones del empleado, del
Hombres que han guardado cabras se han hecho
profesor y otras, como orígenes de grandes fortunas.
millonarios en poco tiempo por medios perfectamente
Sólo por excepción llegan los individuos que viven de
lícitos. Todos podemos citar nombres propios.
ellas á hacerse millonarios. Lo común es qqe ios grandes
El arrendamiento de las contribuciones es negocio de
capitales provengan en gran parte del comercio, y con
pingües rendimientos.
mucha mayor frecuencia de negocios inmorales, que
El aprovisionamiento del ejército ha dado lugar á
atraen sobre el que los emprende el desprecio de sus
grandes fortunas, hechas á costa de la salud de miles de
conciudadanos. Los negocios de préstamos dan, por lo
individuos. Bien sé que cómplices en estas bribonadas
regular, un rendimiento que ya quisiera para sí un pro
son muchas veces clases que blasonan de honorables;
fesor ó un abogado. Es el negocio, según dice mucha
pero así como no las disculpo de la deshonra que sobre
gente, que más produce en España. ¡Sin embargo, todos,
B L D IN E R O 367
366 NUESTRAS COSTUMBRES
ellas cae con este motivo, también confieso que es muy vir felices, atendiendo con holgura á nuestras necesida
inocente suponer, mientras exista el incentivo y las des, vistiendo con decencia y manteniendo espléndida
facilidades que da la ley para el fraude, que la codicia mente á nuestros hijos, agasajando á nuestros amigos y
de los hombres va á retroceder ante la sola considera recibiendo de ellos lisonja y adulación, gozando de las
ción del honor, que fácilmente recobra el que lo ha per artes, pudiendo si queremos cultivar nuestro espíritu y,
dido, con la posesión de grandes riquezas. en una palabra, siendo dichosos. De aquí que todos que
El negocio del perro chico es otro de los medios de ramos ser comerciantes, que todos menospreciemos al
hacerse millonario. ¿Cómo podremos decir honrada fin y al cabo cualquier profesión honrada que nos haga
mente que están bien dispuestas las cosas, que están vivir humildes y oscurecidos, porque el otro honor, el
bien retribuidos los servicios, que descansa en una base honor que procede de una vida consagrada al estricto
justa el reparto de las utilidades sociales, en una socie cumplimiento del deber ó á la consumación de alguna
dad en que hay grandes probabilidades de adquirir obra generosa y humanitaria va quedando oscurecido,
grandes capitales vendiendo esos objetos de aceptación olvidado, inútil ante el honor que damos nosotros todos,
general que la moda arrebata de manos de los granuji adoradores del becerro de oro, al capitalista, al acauda
llas que vocean á la puerta de los teatros, como lapice lado, al millonario, al que despojó á sus semejantes de
ros, cerilleras, acertijos, etc., etc., que proporcionan á los bienes que le eran debidos, por medio de la especula
su inventor una posición que no han podido alcanzar ción y de su bastardo el fraude.
sabios, artistas, magistrados, generales, ministros, etc.?
El inventor de unos juguetes que se pusieron de moda
hace años en Madrid, y que se llamaban cuclillos, cuyo
coste era de diez céntimos, y que consistían en una la
minilla de acero y un estuche de plomo, se hizo millo
nario.
La consecuencia inmediata es que en una sociedad
semejante se persigan con más frecuencia esos procedi
mientos, y las profesiones honrosas tengan pocos aspi
rantes y sean menospreciadas por las gentes.
Es indudable que, siguiendo las cosas como están,
pronto nos haremos todos empresarios, prestamistas,
abastecedores, y que si alguno piensa en hacerse filó
sofo ó sabio sea conformándose de antemano con la mi
seria.
Las profesiones elevadas y dignas van perdiendo el
incentivo que antes tenian; la codicia, el amor al bien
estar, la carestía de la vida moderna, va haciendo de
todo el mundo comerciantes. La especulación, el con
trato es lo que nos da probabilidades únicamente de vi-
EL DINERO 369
mento nuevo de las sociedades, cuya organización ha borar las doctrinas del maestro. Otros, descendiendo á
habido y hay C]ue ir convirtiendo hasta ponerla en ai- un orden más práctico, hacen aprestos para la batalla,
monía con su nueva base. El hombre se debe á la socie dictando á los obreros condiciones de organización, de
dad por el principio de sociabilidad, que no hay nadie, resistencia y de lucha. Desde estos momentos, predecir
ó hay muy pocos que le discutan. En consecuencia, la el resultado no es empresa meritoria. La idea nueva está
sociedad tiene derecho á juzgar al hombre según el mé ya lanzada, se discutirá, se razonará, se comprobará;
rito ó demérito de sus acciones: á premiarle y á casti hasta se ensayará. Hace poco tiempo corrió la noticia
garle. El fundamento que ha de tener la sociedad para de que en un apartado lugar de Europa se habían re
repartir sus riquezas no puede ser otro que un funda unido unas cuantas familias y habían organizado una
mento de justicia: la retribución de servicios de cada sociedad comunista. Entre las carcajadas de los unos, el
cual, según la índole y cuantía de estos servicios, y se menosprecio de los otros, los anatemas de los intransi
gún la diferencia de necesidades que la distinta clase de gentes y el miedo de muchos, la lucha se emprende, el
facultades supone. La propiedad, pues, debe quedar re trabajo de fortificación empieza y sigue su curso la idea
ducida al mero papel de protectora, de garantía de este revolucionaria. Se crean cátedras, escuelas científicas
principio; y el derecho, en lugar de proteger los anti- donde se exponen las nuevas doctrinas sistematizadas.
guos*origenes de propiedad (modos de adquiiii), debe Se concede representación en los Parlamentos á 1» idea
estar subordinado á aquel principio de equidad, á la ma socialista; se le reconoce, en fin, beligerancia. Se coloca
nera que la acción de la Policía está á los 1 ribunales de en fila con los demás representantes de los demás credos
justicia. Es decir, que la idea do propiedad, en lugai de y aguarda pacíficamente á que le llegue su turno para
tomarla como idea sustantiva, debe considerarse comò lograr el Poder.
una idea adjetiva, una forma coactiva, dependiente de Esta corriente se refleja en la literatura de todos los
un principio más elevado que la determine y del cual países, porque la nueva idea constituye el alma del
sea como si dijéramos la condición legal. movimiento intelectual de estos tiempos. Se combate
De este modo planteado el asunto, toda la evolución la propiedad. Se hace del burgués el símbolo de la idea
del derecho no ha sido ni será otra cosa que la lucha odiosa y, como ya hemos dicho en otro lado, se compa
con los antiguos principios apoyados en el derecho di dece al obrero. Se le considera como víctima, se le dis
vino, el cambio de postura de la sociedad una vez reno culpa en sus yerros, se culpa á la sociedad de su caída
vados los cimientos en que ésta se apoya. y, por último, se le incita al robo.
Proudhon, ese jurista nacido para combatir el dere Como es natural, la sociedad se defiende. Los con
cho, ataca con saña de revolucionario y con la fuerza servadores alzan su voz. Los hombres sensatos se llevan
dialéctica de un legista, la idea de propiedad. Coloca al las manos á la cabeza y los obispos fulminan anatemas.
frente de su libro el lema más alarmante, más incendia Sin embargo, todo esto tiene tanta significación como el
rio que ha escuchado jamas una sociedad, puesto que espanto de las viejas cuando en noches de invierno obs
ataca su constitución esencial, su interior organiza curas y ventosas se persignan espantadas ante los re
ción, su esqueleto. Asombra ver cómo la palabra de un lámpagos porque creen ver al diablo cruzando los aires
hombre puede levantar semejante tempestad de pasio
nes. Los secuaces se multiplican. Unos tratan de corio-
EL DINERO 373
es una relación esencialmente distinta de la relación tes en ciertas órdenes, pueden ser legos en otros distin
entre todo mi sér y mis brazos y piernas. tos, y que no es lo mismo tener habilidad para manejar
Todo lo que es mio, lo que constituye mi propiedad, á los hombres, servirse de sus pasiones para sus fines y
puede pasar á ser propiedad de otro: como mis casas, hasta dejar sentir su influencia en la política de un pue
mis caballos, mis muebles, mis vestidos: todo esto se me blo, que elevarse por medio de la abstracción para des
puede pedir, reclamar enjuicio, y yo lo puedo vender, entrañar el fundamento racional y filosófico de las cosas,
regalar, establecer sobre ello gravámenes, garantías, de las ideas ó de las instituciones.
etcétera, etc.; pero no puedo regalar, ni vender, ni hi Aunque, según el mismo autor, derrocando la base
potecar mis brazos ni mis piernas, porque no se concibe hemos derrocado su sistema, fácil sería, no obstante,
su existencia separados de mi cuerpo. Cortados de él seguirle demostrando en el curso de su desarrollo defi
dejan de ser tales brazos y tales piernas, y se convier ciencias de lógica tan enormes como ésta, y yo lo harí i
ten en pedazos de carne muerta. si no lo creyera inútil y ocioso. Y a está suficientemente
No porque se pueda decir correctamente mis ojos y discutida la idea de propiedad; creo que un mediano
mis dientes, éstos constituyen propiedad mía ni de nadie; talento que tenga algún hábito de discurrir puede con
porque, como digo, ni m i3 ojos ni mis dientes se pueden vencerse de que es un convencionalismo que hemos ad
trocar ni enajenar. Así como cuando digo «mis padres, mitido, al cual es imposible hallar un fundamento racio
mis hermanos ó mi esposa» no quiero dar á entender que nal suficientemente satisfactorio.
son propiedad mía, porque ni mi padre, ni mi madre, ni No hay que estudiar de este modo las instituciones
mis hermanos, ni mi esposa son ni pueden ser objetos sociales. El suponer que éstas , nacidas algunas de ellas
apropiables. hace miles de años, fueron creadas con la lógica y modo
«La primera de mis propiedades soy yo mismo.» No de argumentar del hombre moderno, es dar una patente
es cierto. La primera de mis propiedades empieza donde de incapacidad para estudiar los hechos sociales.
acabo yo. La primera de mis propiedades la constituirá La propiedad es un fenómeno social del que se pueden
aquel objeto susceptible de propiedad que caiga bajo mi estudiarlas causas generatrices, su desarrollo, vicisitu
poder y cuya posesión me protejan las leyes. des, historia y hasta predecir su suerte en lo futuro;
Pues sobre este primer axioma funda Thiers toda su pero no es una institución inmutable ni en sus accidentes
teoría de la propiedad. Sólo quiere que le reconozcamos ni en su esencia. No ha existido siempre como está hoy,
este principio, y él se encarga de deducir de aquí una ni ha sufrido las mismas influencias, ni ha tenido los
serie de razonamientos que prueben que la propiedad mismos caracteres, ni se ha reglamentado del mismo
se deriva directamente de la naturaleza humana, y nos modo. Ahí están los Códigos de los pueblos para demos
la ha acordado Dios como nos ha dado los ojos, la boca trarlo. Algunos acreditarán claramente que los legisla
y los dientes. dores se han visto en graves aprietos para coordinar
Véase cómo no es tarea fácil argumentar y razonar, unas con otras las absurdas consecuencias de este su
cómo nos podemos engañar sobre aquellas cosas de uso puesto derecho. Las más contrarias corrientes palpitan
diario, cómo podemos admitir como verdades inconcusas en los articulados de los modernos cuerpos legales. Por
enormes errores sólo por lo familiarizados que estamos que si la propiedad es un derecho á disponer libremente
con ellos, y cómo, en fin, hombres que han sido eminen de la cosa, si su consagración está en la facultad de
376 NUESTRAS COSTUMBRES
Nada de esto admiten los individualistas que suponen ñas, de igualar las aptitudes y de remediar los estados
su sistema fundado en la naturaleza humana, y creen las patológicos.
desigualdades de fortuna traducción directa de las des Pues si éste es el oficio de la ciencia, y en este sen
igualdades humanas. Disfrutan considerablemente po tido y con este fin trabaja, ¿cómo hemos de pedir en
niendo de relieve estas desigualdades con que se nos nombre de ella, no sólo que se sostengan esas desigual
presenta la naturaleza, y estoy seguro que verían con dades é ineptitudes, sino que se aumenten con el soste
disgusto su desaparición. Nos repiten constantemente nimiento de un sistema artificioso, que lejos de favorecer
que hay hombres feos, que hay hombres pequeños, de el desarrollo de las facultades humanas, las contraría,
menos desarrollo físico que otros, que hay hombres de las aprisiona y las mutila horriblemente, consagrando
menos aptitudes morales; que el uno es fuerte, pero tor el derecho del más fuerte, la violencia y la astucia?
pe, y el otro débil, pero lleno de inteligencia; que uno Pero no sólo la ciencia, sino la misma naturaleza de
hará poco con mucho trabajo, y el otro mucho con poco; las cosas, el mismo orden social, se opone á las conclu
que éste es á propósito para un oficio, y aquél para siones de los individualistas y pro/iietaristas. Las necesi
otro. dades sociales, la utilidad pública merma, lima, cambia,
Pero no meditan que es uno el trabajo de la natura opone sus exigencias á las exigencias de los propietarios.
leza inconsciente y otro el de la inteligencia humana. Hay que tener en cuenta que si el socialismo es una
Que si bien la naturaleza física nos presenta constante aspiración, el individualismo en toda su pureza es otra;
mente, no sólo desigualdades, sino deformidades y hasta que no está implantado, que el orden actual de cosas no
enfermedades, el destino de la especie humana es luchar •es individualista del todo, y el dogma de la propiedad
sin tregua contra estas desigualdades, contra estas de absoluta uo se respeta en todo su rigor, ni en la teoría ni
formidades y contra estas enfermedades; que si tuvié en la práctica.
ramos que respetar la dirección de las fuerzas natura La utilidad pública establece limitaciones tan lógicas
les, estaríamos aún en estado salvaje; que el destino como la siguiente:
humano no es otro que domar los elementos naturales, Yo tengo una viña de muchas fanegas, de la cual ob
suplir las deficiencias de nuestra naturaleza, acortar las tengo preciosos rendimientos, y en la comarca vecina
distancias, encadenar el rayo, protegernos contra la se presenta la filoxera, amenazando destruir mi cosecha
lluvia, contra el viento, contra el calor y contra el frío; y dar al traste con mi riqueza. Pues bien; hay un medio
dominar, en suma, la naturaleza. de evitar esta catástrofe, y es, plantar en sustitución de
Á todas horas vemos á la ciencia discurriendo medios mis antiguas cepas la vid americana, con la cual estoy
de aumentar la belleza, de curar la sordera, de aumen libre de toda clase de perjuicio, pues es inmune contra
tar la vista, de reponer los miembros perdidos, de suplir la destructora plaga, hasta el punto de que la soporta
por medio de máquinas la inteligencia del obrero, de en sus ramas. Con esto salvaría mis cosechas, pero no
dar á éste más elevado objeto sustrayéndole de los ofi puedo hacerlo, porque la ley me lo prohíbe, y me lo pro
cios mecánicos que requiere la elaboración de objetos de híbe justísimamente, porque en el momento que yo plan
primera necesidad, de enseñar la música á los sordo tase en mi tierra la vid americana, las viñas colindantes
mudos y de enseñar la lectura á los ciegos; tratando, se verían inmediatamente infestadas y perecerían en
en fin, de remediar, de socorrer las deficiencias Imma poco tiempo.
EL DINERO 381
38 I NUESTRAS COSTUMBRES
¿Cómo resolverían este conflicto los puristas de la miento de Jesucristo hasta 1791, hubiera producido una
propiedad? Si yo tengo derecho á destruir la cosa, ¿con suma igual al valor de ¡300 millones de globos de oro tan
cuánta mayor razón no he de tenerlo para mejorarla, ó grandes como la tierra! Admitida esta facultad de acre
siquiera para conservarla? centamiento, como no puede menos de admitirse, te
Otro ejemplo : en la'h inmediaciones de una capital niendo en cuenta la lógica de los números y aunque
poseo yo un monte cuyo arbolado favorece extraordina descontemos aquellos obstáculos ó leyes sociales que se
riamente las condiciones climatológicas del pueblo en oponen á su absoluto cumplimiento, y que son, según los
cuestión; según el derecho estricto, yo tengo la facultad mismos economistas, entre otros, los gastos de conser
de cortar todos los árboles que se me antojen; según la vación de esos capitales, la dificultad de encontrar in
conveniencia pública, no tengo derecho á cortar ningu dustrias que explotar, el impuesto, etc., etc., ¿qué suce
no, y en los países donde hay leyes sabias, así se ob derá? Que el instinto de conservación de los capitales y
serva. de su acrecentamiento establecerá un estado de lucha en
Otro: yo tengo una casa en el centro de la ciudad, do el que será lícito hundir por todos los medios al semejan
cuya situación y condiciones estoy satisfechísimo; el Mu te, conspirar contra su existencia, y, en suma, perpetuar
nicipio acuerda trazar una calle que pase por donde está el estado de guerra en condiciones todavía más crueles
mi finca, y la ley de expropiación forzosa me obliga á que en el estado primitivo del hombre.
enajenarla. Los individualistas deben considerar esto Pero es más, y para terminar, ved cómo se expresa
como un despotismo y un despojo. Adam Smith, al que llaman padre de la Economia poli
Citemos aún otro de otra clase. Según ellos, yo, que tica todos los que han querido hacer de esta enseñanza
soy la primera de mis propiedades, tengo derecho á tra una ciencia social; escuchad de sus labios la condenación
bajar donde y como me parezca, lo mismo si soy niño del capital, uno de los principales elementos que estudian
que si soy mujer, y, sin embargo, las leyes sobre el tra con más religioso respeto los sectarios de la Ciencia lú
bajo de mujeres y niños me cercenan este derecho. gubre:
Pero ¿es que ha existido nunca, por ventura, la pro «Todo el producto anual de la tierra y del trabajo de
piedad en toda su pureza? ¿Qué significan entonces los »cada país, ó lo que es lo mismo, el precio de este pro-
mayorazgos, las amortizaciones, todas las prohibiciones »ducto, se distribuye, naturalmente, en tres partes, que
de enajenar que nos muestra la historia? »hemos llamado: renta territorial, salario del trabajo é
La lógica de los números nos lleva en ocasiones a » interés de los fondos, el cual proporciona una renta á
conclusiones disparatadas; querer aplicarla á las rela »tres clases diferentes de individuos, que viven: el uno,
ciones sociales es un absurdo. »de sus rentas; el otro, del salario, y el tercero, del ré-
Ved, por ejemplo: si un capital puede devengar un »dito ó beneficio de los fondos. Estas son en toda socie-
interés cualquiera, este interés supone un acrecenta »dad culta las tres clases grandes, originarias, y eons-
miento progresivo de la masa total en el caso de que se »titutivas, de cuya renta sacan la suya todas las demás.
vaya acumulando al capital, con lo que tendríamos un »El interés de la primera está estrechamente unido
aumento progresivo de éste, tan alarmente, como prueba »con el general de la sociedad, y así, lo que es ventajoso
Ricardo Price, que en un folleto (1774) demostraba que »ó perjudicial á la una, es igualmente ventajoso y per-
un sueldo colocado á réditos del 5 por 100 desde el naci »judieial á la otra.
382 NUESTRAS COSTUMBRES
en lo moral que, convenientemente aplicada, cura los sacerdote sorprendiendo nuestra buena fe, explotando
males que se propone curar; también hay una higiene nuestras disposiciones, sugestionándonos con el alevoso
cuyo acertado uso nos preserva de llegar á estados pa disfraz que ostenta y con las frases retumbantes y espe
tológicos, y también una cirugía que en los momentos ciosas que profiere. Nuestra irreflexión nos lleva á darle
decisivos corta y desinfecta. La moral social, como la crédito; y él,interesado en imponer una moral que oprime
individual, existe; nunca ha estado más demostrada que y repugna, atiende más á arrancarnos juramentos y pro I
ahora su existencia desde que consideramos muchos es fesiones de fe, que á aliviar nuestros dolores y á cicatri
tados morales como estados patológicos; lo que no existe zar nuestras heridas.
y es impertinente, es la moral antigua, acompañada de Cuando salimos de su influencia, queremos poner en
la coacción arbitraria y ajena por completo á la natu práctica sus preceptos y los hallamos mezquinos, insufi
raleza humana. Su forzado mantenimiento ha producido cientes y estúpidos. La realidad no es campo apropiado
el más hondo mal de la época: el divorcio de la concien para que prosperen; se necesita un terreno ideal que po
cia social con la conciencia individual. demos crear algunas veces en nuestra imaginación, pero
¿Qué se puede esperar de este divorcio? Por fuera, que se disipa rápidamente en cuanto volvemos los ojos
hipocresía; por dentro, desmoralización. Aunque se al mundo. Entonces volvemos á hallarnos en la misma
quiera prestar fe á una moral falsa, tendrá que llegar situación que cuando el sacerdote nos sorprendió. La in
el momento en que la condenemos y la desmintamos con fluencia, la sugestión ha sido pasajera, momentánea y no
nuestras obras, y ese hipócrita acatamiento producirá es raro que luego nos avergoncemos de ella. La vida, i.
mientras, vacío en el cerebro y en el corazón, ausen con su gesto humorístico, mezcla de risa y de dolor, se
cia completa de verdadera moralidad, de un criterio burla de nosotros, y como chicos de escuela, tratamos de
constante y fijo para juzgar nuestas acciones; porque amoldarnos otra vez á la pauta de la vida por miedo á la
son pocos los hombres que aciertan á formarse por me zumba de todos los que nos rodean. '
dio de la reflexión una regla de conducta cierta y deter A l poco tiempo, cansados otra vez de la lucha, vuelve
minada. á surgir en nosotros el deseo de un sedativo, la necesi
Como ha dicho un grande hombre, los sacerdotes dad de una fe positiva, y no encontramos sino el escep
usurpan el puesto á los filósofos. El vulgo se deja embau ticismo más desconsolador. Dudamos de la familia, du
car por aquéllos y desoye ó menosprecia la voz de éstos. damos con asco de los placeres, y como consecuencia de
L a credulidad que presta á sus embustes, depende de la esta duda,apetecemos ó el atontamiento de una vida me
ignorancia y de la irreflexión. Ocupados.constantemente cánica ó el desenfreno de nuestros apetitos, engendra-
los hombres, unos en el cálculo de sus intereses, otros en dor del hastío, de la muerte del espíritu, de esa frialdad
la satisfacción de sus vicios, prescinden por completo de que endurece y de esa amargura que envenena.
«poner el corazón de acuerdo con la conciencia»,y cuan Y si de esta decepción queremos consolarnos con el
do en el vasto mar de las pasiones pequeñas, de los in empleo de nuestra actividad en los asuntos de interés g e
tereses egoístas, de la mala fe y de la disipación, senti neral, en el ejercicio de la política, tremenda ha de ser la
desilusión que allí encontremos también. '
mos un momento la necesidad de algo que reponga nues
tra perdida fe, de algo que colme el vacío de nuestra En este terreno, más que en otro alguno, la actividad
alma y nos eleve á un orden superior, se nos presenta el humana toma los caracteres de la lucha ruda de intere-
394 N U E S T R A S COSTUM BRES
RESUMEN Y CONCLUSIÓN 395
ses egoístas, en que está de antemano consagrada la vic A su vez la evolución, cambiando sigilosamente todo
toria del más fuerte disfrazado con la máscara del pa el mundo político y social; dando á ¡as leyes del momento
triotismo y con la hipócrita apariencia del amor á la R e un carácter ecléctico y de transición, creando derechos
pública. á medio definir, reglamentando las fuerzas nuevas y es
Producto del concepto y de las teorías individualistas tableciendo cada vez con mayor amplitud franca y g e
es la desunión del individuo con el Estado, y por consi nerosa comunicación entre gobernantes y gobernados,
guiente, la falta de virtudes cívicas que caracteriza á suaviza el choque de los nuevos principios con las viejas
nuestra época, que nos va haciendo creer como definitivo instituciones y aleja en cierto modo la posibilidad de un
el establecimiento de un sistema basado en el principio conflicto inminente.
del egoísmo y que nos hace ver como propias de otros Así puede decirse que están peor las cosas en el te
tiempos y muertas para siempre aquellas gloriosísimas rreno privado que en el terreno público. Los factores y
figuras de hombres públicos que iluminaron la historia elementos indicados dan garantías de progreso en el or
con el resplandor de sus virtudes. den político de los pueblos y quitan todo carácter dq
Si consideramos al Estado como el cumplidor de un opresión al gobierno de éstos (no hay hoy día más opre
contrato de seguros, lógico es que nuestras relaciones sión que la que imponen las condiciones económicas),
para con él queden reducidas á las que tendríamos con mientras que en el orden particular, la costumbre se
un contratante cualquiera, y las prestaciones que nos opone con su dureza de roca á los beneficiosos é indispen
exige las otorguemos con el mismo enojo con que pa sables cambios que pide el pensamiento moderno.
gamos el interés vencido al prestamista usurero. Lógico El individualismo social y económico ha embrutecido
y aun laudable es que tratemos de eludir la mayor can á las masas con la imperturbable práctica de una Yuda
tidad de deberes para con él y que nos peguemos cada mecánica. Ha hecho que por la poca participación que
vez más fuertemente á la concha de nuestro egoísmo, toma el individuo en los asuntos de interés general, por
cuyo peso nos inmoviliza y dificulta la progresión moral. la atención de soslayo que les presta, reconcentrando
Por otra parte, y como coronación de todo esto, el toda su actividad en la familia y viviendo á estilo mo
problema social arruga la frente de las Naciones, en runo en el interior, se opere un verdadero retroceso en
donde contienden dos fuerzas gigantescas cuyo duelo á las relaciones sociales. El individualismo no es ni más ni
muerte es el espectáculo del mundo moderno: la riqueza menos que una protesta contra el instinto de sociabili
y la miseria; aquélla extendiendo y acrecentando su do dad del hombre, cuya forma más elevada es el senti
minación, sometiendo á su poder ciudades enteras, regio miento de solidaridad. El individualismo va contra este
nes enteras, razas enteras; ésta conmoviendo cada vez sentimiento y contra aquel instinto; es un atentado con
con más fuerza las viejas instituciones con el clamoreo tra ellos. Por eso se observa esa incongruencia en la
de sus ayes y gritos desgarradores. época presente entre el progreso material y el progreso
Y tanto la conmueve, que en Fraucia se está discu moral. Por lo que toca á éste, bien podemos afirmar una
tiendo un nuevo derecho: el derecho á robar; un artículo verdadera degeneración cuyos ostensibles caracteres ya
del Código penal que declare no constituye delito sus hemos señalado en el curso de este lib ro.
traer un artículo de primera necesidad impelido por la Este es el grito que se escucha por todas partes, el
extrema miseria. grito que lanzamos al cabo, viendo que un aislamiento
39 6 NUESTRAS COSTUMBRES RESUMEN Y CONCLUSIÓN 397
antinatural y egoísta nos ha embrutecido, impidiendo la sumergen.las mezquinas instituciones y las costumbres
fusión de los intereses que nos haga solidarios á los unos salvajes. Desterremos el individualismo económico, el
délos otros, el cambio délas opiniones que engendra la individualismo familiar, el individualismo religioso. L e
discusión y el asentimiento por el ejercicio de la razón, vantemos el espíritu para luchar, no por nuestros in
el dinamismo de las pasiones intelectuales que mueve y tereses, sino por los intereses de todos. Pongamos de
descuaja las preocupaciones y rutinas á cuya estabilidad acuerdo nuestra conciencia con la conciencia social.
contribuye la pereza intelectual engendrada por el de Difundamos entre los hombres otra vez el espíritu del
recho de pensar cada uno lo que quiera, que se traduce Evangelio, llevando á todas partes, á todos los miembros
en la costumbre de no pensar nadie en nada, si no es en del organismo social el calor de ese sentimiento único
el cumplimiento de una vida vegetativa y mecánica'. que sostiene la especie y que se llama amor. Luchemos
Hé aquí el por qué la costumbre, que representa la por el imperio del amor entre los hombres, derribando el
parte bruta del organismo social, contrapeso de la evo imperio deloro, nuevo déspota que enciéndela codicia,
lución, que representa la parte intelectual, se robustece la envidia, la hostilidad, la ambición y perpetúa los odios
tanto en las sociedades primitivas como en las socieda en el corazón humano, en la convicción de que sólo
des degeneradas. Cuando éstas pierden el sentido moral poniendo los ojos en este supremo y risueño ideal, po
á consecuencia de su degradación, viven de la moral demos acelerar el advenimiento entre las criaturas del
antigua, rudimentaria y arcaica, y las inteligencias atro reinado de la Paz, de la Verdad y de la Justicia.
nadas y prostituidas toman por dioses mayores y divini
dades venerandas los fantasmas que asustan á las v ie
jas y los chicos en las vetustas y miserables aldeas
donde la vida humana es un remedo no muy perfeccio
nado de la vida animal, y donde fermentan al mismo
tiempo el estiércol de los corrales y la ignorancia y la
mala fe de las almas rústicas y de los cerebros incultos
y atrofiados.
Apaguemos, pues, el grito desolado que de todas par
tes se alza, con la promesa de próxima y saludable re
generación, alcanzada por el robustecimiento dei senti
miento de solidaridad y por la realización de los nuevos
ideales propuestos por la razón humana. Llevemos la
razón á todas partes, que ella únicamente nos puede sal
var. Echemos los fundamentos de la gran familia y des
truyamos las barreras que nuestra mezquina individua
lidad opone á la fusión universal. Salgamos de nosotros
mismos. Curémonos de los males ajenos y curaremos los
propios. Destruyamos el gran monstruo del egoísmo que
se agiganta en la soledad y apartamiento en que nos
í ISTDICE
Páginas.
I ntroducción ................................................................. 5
L ibro primero — C o n d ic ió n de la m u je r ......................... 25
Capitulo I. Lo que ha sido y lo que es............... 27
II. - Su esclavitud................................... 33
III. Su tirania........................................ 39
— lY (1). - Su pretendida inferioridad......... 45
— V.—Su efectivo envilecimiento.............. 55
VI. —Bazar de novias............................. 62
V II. —La mujer honrada......................... 68
V ili. La mujer libre................................. 74
[X. Su delito y su pena.......................... 84
X.—La mujer vieja................... •............ 91
L ibro segundo.— K l m a t r i m o n i o .................................. 97
Capitulo I.—El amor........................................... 99
— 11.—El ideal de las mujeres y el ideal de
los maridos................................... 106
III. —Lo que nos lleva al matrimonio.... 114
IV. —Ley fatal..................................... 122
— V. - La primera piedra............................ 128
V I.—Progresos del monstruo................... 136
V II.—Sistemas perniciosos........................ 150
— V III.—El secreto del matrimonio............... 143
— I X .—Los hijos........................... .............. 155
— X. —El vicio conyugal .......................... 167
L ibro tercero .— L a f a m i l i a .......................................... 173
Capitulo I. —Origen de la familia ........... . 175
— II.—La familia coarta la libertad del es
píritu........................................... 185
(1) La. numeración de los capítulos de este primer libro está equivocada á
partir del I V. resultando por este motivo repetido el III.
Páginas.
Capitulo I I I , —El principio do autoridad................ 19 4
IV. La educación.................................. 206
— V. - Los colegios..................................... 216
— VI. La verdadera educadora................. 225
VII. La fuerza de la sangre.................... 232
— V III. Los parientes pobres...................... 239
IX . —Los sirvientes............................... 244
X. La gran familia............................... 250 ERRATUS DE IMfORTANEfA ADVERTIDAS EN ESTi OBRA
Lnuio cuarto . —El catolicismo ..................................... 257
Capitulo I . —Opresión espiritual........................ 259
— I I . —Xo somos católicos........................... 265
III. -Contradicciones de la vida moderna. 270 P A G IN A LIN EA DICE DEBE D EC IR
IV. Las órdenes religiosas..................... 275
V, —Lo que perpetúa el culto católico.... 282
67 16 la han tenido le han tenido
— V I,—La moral católica........ 290 67 18 la han le han
V II.—Virtud educativa............................. 300 129 7 amistad mitad
— V III.—La justicia de Dios........................... 308 133 5 lo piden y ellos lo conceden le piden y ellos le conceden
IX. Apoteosis del dolor.......................... 3 43
133 23 pueda puede
154 14 hombre hombres
X. - La religión del porvenir.................. 323 168 25 desaparecido desaparecida
L ibro quinto .—El dinero.......................................... 339 200 34 insestable inestable
Capitulo I .—Carácter del siglo........................ 331 219 34 Geografía Geometría
— I L —La limosna............................ 341 282 17 mantienen mantiene
284 27 iglesias iglesia
— II I.—Sus efectos....................................... 3 43 290 12 misterio Misterio
IV,—La predicación del pillaje................... 354 332 13 disponer Iíh disponerle
V La desigualdad de fortuna................. 361 332 34 enseñorado enseñoreado
— VI. —La propiedad.................................. 303 336 8 le hacen le hace
351 29 su trono su honor
V II.—Su fundamento racional..................... 372
— V I I I. - Sus restricciones................................. 377
IX .—Sus efectos......................................... 333
.Resumen y conclusion . ................................................... 3^9
26