Resumen - Ideas Principales
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Resumen - Ideas Principales
presentación.
En verde: info desde otras fuentes aparte de la bibliografía sugerida
Caroline
CAPÍTULO 1 | SUJETOS DE SEXO/GÉNERO/DESEO
No basta con investigar de qué forma las mujeres pueden estar representadas de manera má s precisa
en el lenguaje y la política. (p.48)
La crítica feminista también debería comprender que las mismas estructuras de poder mediante las
cuales se pretende la emancipació n crean y limitan la categoría de «las mujeres», sujeto del
feminismo. (p.48)
La creencia política de que debe haber una base universal para el feminismo, y de que puede
fundarse en una identidad que aparentemente existe en todas las culturas, a menudo va unida a la
idea de que la opresió n de las mujeres posee alguna forma específica reconocible dentro de la
estructura universal o hegemó nica del patriarcado o de la dominació n masculina. (p.49)
La idea de un patriarcado universal ha recibido numerosas críticas en añ os recientes porque no tiene
en cuenta el funcionamiento de la opresió n de género en los contextos culturales concretos en los
que se produce. (p.49)
La urgencia del feminismo por determinar el cará cter universal del patriarcado (con el objetivo de
reforzar la idea de que las propias reivindicaciones del feminismo son representativas) ha
provocado, en algunas ocasiones, que se busque un atajo hacia una universalidad categó rica o ficticia
de la estructura de dominació n, que por lo visto origina la experiencia de subyugació n habitual de las
mujeres. (p.50)
Si bien la afirmació n de un patriarcado universal ha perdido credibilidad, la noció n de un concepto
generalmente compartido de las «mujeres», la conclusió n de aquel marco, ha sido mucho má s difícil
de derribar. (p.50)
¿Comparten las «mujeres» algú n elemento que sea anterior a su opresió n, o bien las «mujeres»
comparten un vínculo ú nicamente como resultado de su opresió n? (p.50)
Estos campos de exclusió n ponen de manifiesto las consecuencias coercitivas y reguladoras de esa
construcció n, aunque ésta se haya llevado a cabo con objetivos de emancipació n. (p.51)
[...] la exclusió n en sí puede definirse como un significado no intencional pero con consecuencias,
pues cuando se amolda a la exigencia de la política de representació n de que el feminismo plantee un
sujeto estable, ese feminismo se arriesga a que se lo acuse de tergiversaciones inexcusables. (p.51)
Las estructuras jurídicas del lenguaje de la política crean campo actual de poder; no hay ninguna
posició n fuera de este campo, sino só lo una genealogía crítica de sus propias acciones legitimadoras.
(p.52)
[...] la tarea consiste en elaborar, dentro de este marco constituido, una crítica de las categorías de
identidad que generan, naturalizan e inmovilizan las estructuras jurídicas actuales. (p.52)
Quizá s haya una oportunidad en esta coyuntura de la política cultural (época que algunos
denominaría posfeminista) para pensar, desde una perspectiva feminista, sobre la necesidad de
construir un sujeto del feminismo. (p.52)
Dentro de la prá ctica política feminista, parece necesario replantearse de manera radical las
construcciones ontoló gicas de la identidad para plantear una política representativa que pueda
renovar el feminismo sobre otras bases. (p.52)
Por otra parte, tal vez sea el momento de formular una crítica radical que libere a la teoría feminista
de la obligació n de construir una base ú nica o constante, permanentemente refutada por las posturas
de identidad o de antiidentidad a las que invariablemente niega. (p.52)
A lo largo de este intento de poner en duda a las «mujeres» como el sujeto feminismo, la aplicació n no
problemá tica de esa categoría puede tener como consecuencia que se descarte la opció n de que el
feminismo sea considerado una política de representació n. (p.53)
La identidad del sujeto feminista no debería ser la base de la política feminista si se asume que la
formació n del sujeto se produce dentro un invariablemente campo de poder que desaparece la
afirmació n de ese fundamento. (p.53)
Tal vez, paradó jicamente, se demuestre que la «representació n» tendrá sentido para el feminismo
ú nicamente cuando el sujeto de las «mujeres» no se dé por sentado en ningú n aspecto. (p.53)
Aunque la unidad no problemá tica de las «mujeres» suele usarse para construir una solidaridad de
identidad la diferenciació n entre sexo y género plantea una fragmentació n en el sujeto feminista.
(p.54)
[...] con independencia de la inmanejabilidad bioló gica que tenga aparentemente sexo, el género se
construye culturalmente: por esa razó n, el género no es el resultado causal del sexo ni tampoco es tan
aparentemente rígido como el sexo. (p.54)
Por tanto, unidad del sujeto ya está potencialmente refutada por la diferenciació n que posibilita que
género sea una interpreta ció n mú ltiple del sexo. (p.54)
[...] un género ú nicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su límite ló gico, la distinció n
sexo/género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente
construidos. (p.54)
La hipó tesis de un sistema binario de géneros sostiene de manera implícita la idea de una relació n
mimética entre género y sexo, en la cual género refleja sexo o, de lo contrario, está limitado por él.
(p.54)
Cuando la condició n construida del género se el teoriza como algo completamente independiente del
sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con resultado de que hombre y masculino
pueden significar tanto un cuerpo de mujer como uno de hombre, y mujer y femenino tanto uno de
hombre como uno de mujer. (p.54-55)
[...] no hay nada que asegure que la «persona» que se convierte en mujer sea obligatoriamente del
sexo femenino. Si «el cuerpo es una situació n», como afirma, no se puede aludir a un cuerpo que no
haya sido desde siempre interpretado mediante significados culturales; por tanto, el sexo podría no
cumplir con los requisitos de una facticidad anató mica prediscursiva. De hecho se demostrará que
sexo, por definició n, siempre ha sido género. (p.57)
En consecuencia, es razonable suponer que una limitació n lingü ística sobre el pensamiento crea y
restringe los términos del debate. (p.58)
Dentro de esos términos, el «cuerpo» se manifiesta como un medio pasivo sobre el cual se
circunscriben los significados culturales o como el instrumento mediante el cual una voluntad
apropiadora e interpretativa establece un significado cultural para sí misma. (p.58)
En ambos casos el cuerpo es un mero instrumento o medio con el cual se relaciona só lo
externamente un conjunto de significados culturales. (p.58)
Esto no quiere decir que todas y cada una de las posibilidades de género estén abiertas, sino que los
límites del aná lisis revelan los límites de una experiencia discursivamente determinada. Esos límites
siempre se establecen dentro de los términos de un discurso cultural hegemó nico basado en
estructuras binarias que se manifiestan como el lenguaje de la racionalidad universal. De esta forma,
se elabora la restricció n dentro de lo que ese lenguaje establece como el campo imaginable del
género. (p.58-59)
Algunas teó ricas feministas aducen que el género es «una relació n», o incluso un conjunto de
relaciones, y no un atributo individual. Otras, que coinciden con Beauvoir, afirman que só lo el género
femenino está marcado, que la persona universal y eI género masculino está n unidos y en
consecuencia definen a las mujeres en términos de su sexo y convierten a los hombres en portadores
de la calidad universal de persona que trasciende el cuerpo. (p.59)
Luce Lrigaray afirma que las mujeres son una paradoja, cuando no una contradicció n, dentro del
discurso mismo de la identidad. Las mujeres son el «sexo» que no es «uno». Dentro de un lenguaje
completamente masculinista, falogocéntrico, las mujeres conforman lo no representable. Es decir, las
mujeres representan el sexo que no puede pensarse, una ausencia y una opacidad lingü ísticas. (p.59)
Para Beauvoir, las mujeres son lo negativo de los hombres, carencia frente a la cual se distingue la
identidad masculina; para Irigaray, esa dialéctica específica establece un sistema que descarta una
economía de significació n totalmente diferente. (p.60)
Las mujeres no só lo está n representadas falsamente dentro del marco sartreano de sujeto
significante y otro significado, sino que la falsedad de la significació n vuelve inapropiada toda
estructura de representació n. (p.60)
Como un fenó meno variable y contextual, el género no designa a un ser sustantivo, sino a un punto de
unió n relativo entre conjuntos de relaciones culturales e histó ricas específicas. (p.61)
[...] manifestaciones del lenguaje falogocéntrico. (p.61)
Las opciones interpretativas del género en ningú n sentido se acaban en las opciones mencionadas
anteriormente. La circularidad problemá tica de un cuestionamiento feminista del género se hace
evidente por la presencia de dos posiciones: por un lado, las que afirman que el género es una
característica secundaria de las personas, y por otro, las que sostienen que la noció n misma de
persona situada en el lenguaje como un «sujeto» es una construcció n y una prerrogativa
masculinistas que en realidad niegan la posibilidad estructural y semá ntica de un género femenino.
El resultado de divergencias tan agudas sobre el significado del género (es má s, acerca de si género
es realmente el término que debe examinarse, o si la construcció n discursiva de sexo es, de hecho,
má s fundamental, o tal vez mujeres o mujer y/o hombres y hombre) hace necesario replantearse las
categorías de identidad en el á mbito de relaciones de radical asimetría de género. (p.62)
Tamara
Beauvior afirma que el cuerpo femenino debe ser la situació n y el instrumento de la
libertad de las mujeres, no una esencia definidora y limitadora. En la tradició n filosó fica
que se inicia con Plató n y sigue con Descartes, Husserl y Sartre, la diferenciació n entre alma
(conciencia, mente) y cuerpo siempre relaciones de subordinació n y jerarquía política y
psíquica.
Las asociaciones culturales de la mente con la masculinidad y del cuerpo con la feminidad
está n bien documentadas en el campo de la filosofía y el feminismo. En este libro, Butler
sienta las bases sobre algunos aspectos de su teoría del género, partiendo de la idea de que
el género es una construcció n naturalizada como parte de un sistema de heterosexualidad
hegemó nica que contiene las herramientas para poder cambiarlo y replantearlo. En ese
marco, Butler realiza un quiebre muy trascendental en la academia norteamericana al
cortar con el estructuralismo, dejando de lado esa tradició n crítica.
El punto de vista predominante es que el sexo bioló gico es binario (masculino frente a
femenino), esencial y natural, y que constituye la base del género binario, que se considera
la interpretació n cultural del sexo y el deseo sexual. En otras palabras, existe la creencia de
que un bebé que nace con pene crecerá para identificarse y actuar como un hombre, sea lo
que sea que eso signifique en una cultura específica, y, como parte de este rol de género, se
sentirá atraído sexualmente por las mujeres. De manera similar, existe la creencia de que
un bebé que nace con vagina crecerá para identificarse y actuar como mujer y, como parte
de este rol de género, se sentirá atraído sexualmente por los hombres. Butler sostiene que
estas configuraciones de sexo, género y deseo sexual son los ú nicos géneros "inteligibles"
en nuestra cultura.
Butler critica esta distinció n entre sexo - como natural, esencial y pre-discursivo (es decir,
existente antes de la cultura y antes de la interpretació n) - y el género como su
interpretació n cultural. Ella sostiene que no es solo el género lo que está construido
culturalmente y tiene cualidades prescriptivas y proscriptivas, sino que esto también se
aplica al sexo como una categoría binaria. A través de esto, Butler (1990) sostiene que la
distinció n entre sexo y género no tiene sentido, señ alando que “quizá s este constructo
llamado 'sexo' está tan construido culturalmente como el género; de hecho, tal vez ya fue
siempre el género con la consecuencia de que la distinció n entre sexo y género resulta no
ser ninguna distinció n en absoluto "
Para ser claros, Butler no argumenta que los procesos bioló gicos no existen o no afectan las
diferencias en las hormonas o la anatomía. Má s bien, ella argumenta que los cuerpos no
existen fuera de la interpretació n cultural y que esta interpretació n da como resultado
visiones binarias excesivamente simplificadas del sexo. En otras palabras, los procesos
bioló gicos en sí mismos no dan como resultado dos categorías de personas "naturales",
distintas y significativas. Los dos sexos solo nos parecen naturales, obvios e importantes
debido al mundo de género en el que vivimos. Má s específicamente, la actuació n repetida
de dos géneros opuestos y polares hace que la existencia de dos sexos naturales, inherentes
y prediscursivos parezca plausible. En otras palabras, Butler ve el género como una
actuació n en la que participamos repetidamente y que crea la ilusió n de sexo binario.
Segú n Judith Butler: el cuerpo feminizado debería ser el instrumento de libertad y no una
condició n limitaodra. El género es un constructo social naturalizado dentro del sistema
heteropatriarcal hegemó nico. Esto significa: un punto de vista del sexo binario bioló gico
que vendrá a constituir “naturalmente” un género binario donde se espera la
heterosexualidad y que el individuo siga los roles de género tradicionales que su cultura le
asigna. Butler sostiene que la biología no resulta en el género, y que este sistema cultural qe
define al género puede cambiarse y replantearse. El género, segú n elle, es una actuació n de
participació n repetitiva que crea la ilusió n del binarismo de género.
Adrián
Pá gina 50 en adelante
“La teoría del neobarroco gay [..] afecta a hombres/ esculturas realizados por hombres”,
por 3 razones:
Los hombres siguen siendo la clase dominante y dirigente en el arte de la
imaginería.
Los personajes implicados en la Pasió n son mayoritariamente masculinos.
Resultaría poco apropiado que las escultoras realizará n obras en las que se pudiera
identificar caracteres propios del género masculino, resultando má s complicado aú n
la proyecció n de valores lésbicos evidentes, sin olvidar que los desnudos femeninos
escasean, por no decir está n ausentes en la Pasió n de Cristo.(pá g. 50)
“El neobarroco gay es una teoría de signo eminentemente androcéntrico que manifiesta
por medio de un lenguaje propio una serie de valores estéticos que apuestan por visualizar
un modo particular de entender la belleza masculina, desde la perspectiva de los valores
queer y las expectativas de la sociedad de la comunicació n. (pá g. 50)
“Hablar de neobarroco gay es hablar de un lenguaje que no siempre es bien recibido en las
entrañ as de la Iglesia, ni entre los sectores sociales medios y muy conservadores, ya que
implica poner de manifiesto, o mejor dicho aceptar que la “supremacía” y los papeles del
género masculino sobre el femenino actualmente no se antoja tan evidente en lo que
respecta a la imaginería procesional”. (pá g. 50)
“Bajo la mirada del neobarroco gay, el imaginero, al esculpir (presentar) su obra, hace uso
de una serie de convenciones, explícitas o implícitas, que pertenecen al imaginario de la
cultura visual del siglo XXI, que suponen la puesta en valor del hombre como un “homo
sentimental” donde su masculinidad no se ve afectada por cuestiones que socialmente son
propias de “mujeres”. Ello justificaría el uso de barbas incipientes; piercings, tatuajes;
torsos, espaldas y brazos musculados; composiciones amaneradas; así como de lá grimas
tanto en personajes principales como secundarios de la Pasió n de Cristo. (pá g. 51)
“Como creaciones hijas de su tiempo, la puesta en valor de las imá genes del neobarroco gay
y su expansió n en términos de expansió n artística y difusió n entre el pú blico deben
muchísimo al impacto de las redes sociales. [...] lo que ha propiciado de un modo indirecto
un crecimiento exponencial del conocimiento “popular” sobre el arte de la imaginería [...]
Por ello, las redes sociales han contribuido decisivamente al esparcimiento mediá tico y
conocimiento de las obras. [...] las obras pueden llegar a los lugares má s recó nditos del
mundo, abriendo incluso insó litas perspectivas y posibilidades de cara a la investigació n, la
docencia y la innovació n educativa en las materias relacionadas con el estudio de la
escultura policromada desde el XVI a nuestros días”. (pá g. 53)
“Desde una ó ptica artística, el neobarroco gay aspira a ser un vehículo de representació n,
interpretació n, relectura y síntesis de un modo particular y específico de visualizar la
belleza del hombre, marcada por la explicitez morbosa de la belleza misma y el erotismo
masculino y asentá ndose sobre las bases del realismo, incluso de un realismo extremo,
aunque sin trascender al “exceso” hiperrealista”. (pá g. 54)
“El “homo sentimental” del neobarroco gay se convierte en cú mulo de posibilidades que
vienen a engrandecer, o mejor dicho, a ampliar el universo barroco actual, ademá s de
poner de manifiesto có mo el arte es hijo de su tiempo; y el que nos ha tocado vivir a
nosotros es aquel que lucha por la igualdad y la no discriminació n entre personas o
esculturas por sus tendencias, orientaciones o el tipo de arte que manifiestan”. (pá g. 55)
“Lo que atañ e a esta investigació n son los movimientos feministas dentro del arte del
performance: la construcció n de la mujer como sujeto, los feminismos de la igualdad, los
feminismos de la identidad y las diferentes reivindicaciones de las mujeres por medio de
estos movimientos. Tomando la idea de reivindicació n como la inclusió n del Otro por
medio de la diferencia, para así ocupar el lugar antes arrebatado dentro de su entorno y su
historia, en la cual es evidente la exclusió n de las mujeres dentro del contexto artístico”.
(321)
Enfocado en la segunda mitad del siglo XX, partiendo del movimiento posmoderno y de
có mo se libró la batalla contra el machismo en los países desarrollados como Estados
Unidos, particularmente, la del movimiento del performance (320)
Durante las décadas de 1950 y 1960, se desarrolló el trabajo de las primeras artistas
feministas,tomando el performance como el mayor representante artístico y el cuerpo
como el soporte principal por excelencia. (321)
En esta misma década, “las feministas radicales no aceptaban las acciones feministas de las
mujeres que les parecían “bellas” por creer que la belleza les facilitaba algunos privilegios
dentro de la sociedad masculina y hasta se cuestionó si una mujer bella podría ser
feminista y má s aú n, artista, como en el caso de Carolee Schneemann o Hanna Wilke;
artistas del performance que utilizaban su cuerpo en una serie de retratos en movimiento
donde el estereotipo de la belleza se fusiona con el cuerpo como objeto femenino expuesto
y acentuado por poses sensuales que cuestionan los prejuicios del hombre acerca de la
forma de ver el cuerpo femenino. Dicho concepto no funciona de manera radical, pero esta
forma de proceder, fue el detonante para que la mujer empezara a unirse y a trabajar en
conjunto con otras mujeres accionistas, lo cual, convenientemente, sucedió de una manera
má s específica en el arte acció n o performance; manifestació n artística que, por mucho
tiempo, llevó la bandera de movimiento de minorías”. (322)
“Artistas como Marisol Escobar, Lee Kranser, Eva Hesse, Niki de Saint–Phalle y Louise
Bourgeois son la referencia al arte norteamericano feminista y a la primera generació n de
artistas creadoras de acciones y representaciones de la década de 1970; donde, primero en
Estados Unidos y después en el resto de Occidente, se desarrolló un movimiento feminista
dentro de las artes visuales, en especial, las artes plá sticas, cuestionando lo que, hasta ese
momento, se consideraba obra de arte”.(323)
“Una de las primeras acciones reivindicadoras de las mujeres artistas feministas dentro del
mundo de las artes visuales se realizó en 1969, en una exposició n colectiva que se
celebraba cada añ o en Whitney Museum de Nueva York, en la cual un porcentaje muy
pequeñ o que exponía era del género femenino, a causa de esto, un grupo de mujeres que
pertenecían al gremio artístico protestaron a las puertas de este museo por medio de
acciones espontá neas que, mediante diferentes descontextualizaciones, mostraban su
inconformidad con este hecho, creando así el movimiento WAR (Women Artists in
Resistence)”. (323 - 324)
“De igual manera, se llevó a cabo el primer curso de arte feminista, en Fresno, California en
1970, bajo la batuta de la escultora, pintora y después performancera Judy Chicago, artista
radical feminista, probablemente una de las primeras mujeres en reivindicar la historia del
género femenino dentro del arte [...] Asimismo, se funda el Feminist Art Program,
desarrollado en el Institute of Art de Los Á ngeles, California en 1971, promovido por Judy
Chicago y Miriam Shapiro, otra artista del performance, reivindicando las creaciones
realizadas por mujeres dentro de la historia del arte. / Shapiro toma conciencia feminista y
junto a Judy Chicago pone en marcha el Programa de Arte Feminista, en el California
Institute of Arts, dirigido exclusivamente a mujeres y en el que formaron parte 22 alumnas
en la primera edició n, con quienes crean la primera exposició n feminista en una casa
abandonada en Nueva York con el título “Womanhouse””. (324)
“Las prá cticas feministas dentro del arte que má s interesan en este momento sostienen el
legado má s importante del feminismo de las décadas de 1960 y 1970: la exposició n
insistente de los circuitos de poder a través de los cuales se identifican los sujetos y se
sitú an en la cultura y/o la articulació n gloriosa de cuerpos sexualizados en una gama de
identificaciones complejas; cuerpos que, de un modo u otro, enuncian un tipo de actuació n
que les permite hablar contra la veta de discriminació n racista, clasista, homofó bica y de
otra naturaleza; todo lo cual es también inherentemente sexista y contrario a la mujer”.
(325)
“De ahí que el valor del arte feminista no está en el tiempo, ni en el contexto de este, sino,
de modo espec, en lo que cada una de las mujeres, de manera individual y autó noma, quiere
expresar y reivindicar de su entorno, de su género, de la vida en general y de su vida en
particular, sabiendo que cada una como mujer tiene una historia diferente y que también
existen minorías dentro de las minorías, como las mujeres negras, musulmanas, latinas,
tomando en este momento el estandarte de Marías Magdalenas y reivindicando a la mujer,
en general, por medio de su historia y de su contexto de vida, y con estas acciones
performativas, reivindicando también el juicio que se le ha impuesto a la imagen
iconográ fica de María Magdalena a lo largo de los siglos donde es vista como una prostituta
y una pecadora arrepentida”. (325)
“El feminismo no ha logrado destruir las estructuras machistas que continú an sustentando
el mundo del arte, lo que ha conseguido, en relació n con las artes visuales, es una
aceptació n a gran escala de algo tan viable como lo masculino y lo femenino, es decir,
donde puede haber cabida para los dos géneros por igual”. (325 -326)