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Mecanismos moleculares que regulan la migración celular colectiva
Autores: Cecilia Huertas Fernández-Espartero
Directores de la Tesis: Manuel Jesús Muñoz Ruiz (dir. tes.), María D. Martín Bermudo (dir. tes.) Lectura: En la Universidad Pablo de Olavide ( España ) en 2013 Idioma: español Tribunal Calificador de la Tesis: Jordi Casanova Roca (presid.), Ruth Díez del Corral Baubry (secret.), Xosé R. García Bustelo (voc.) Materias: Ciencias de la vida ● Biología celular Tesis en acceso abierto en: RIO TESEO Resumen La migración celular es un proceso fundamental tanto en el desarrollo embrionario como a lo largo de la vida del organismo. En organismos adultos, tiene gran importancia en los procesos homeostáticos como la respuesta inmune y la reparación de tejidos. La migración celular también puede contribuir a algunos procesos patológicos, incluyendo enfermedades vasculares, enfermedades inflamatorias crónicas y procesos metastáticos (Friedl et al., 2004). Durante el desarrollo, existen dos modos principales de movimiento celular, la migración individual y la migración colectiva. Las células que migran de forma individual son células procedentes de epitelios que mediante una transición epitelio-mesénquima (EMT), en el que tiene lugar cambios en la polaridad y adhesión celular, se delaminan y se convierten en células mesenquimales con capacidad de migrar. La migración colectiva se entiende como el movimiento de varias células, bien formando parte de un grupo, de una fila o de una capa, que mantienen características similares a las células epiteliales. Este tipo de migración no se rige por una EMT como tal ya que no pierde totalmente la identidad epitelial. Existen varios ejemplos de migración colectiva durante el desarrollo como es la gastrulación y de procesos patológicos como la metástasis. En general, la migración celular se considera un proceso cíclico. Este ciclo comienza con la adquisición de una polaridad celular que genera una asimetría espacial entre la parte frontal y la trasera de la célula. Esta polarización se debe a la recepción de señales externas, estímulos quimiotácticos, factores de decrecimiento o proteínas de la matriz extracelular, las cuales determinan la dirección de la migración. Estas señales activan a receptores de membrana situados en el frente celular como son los receptores tirosina kinasas EGFR y PDGF (Forsberg-Nilsson et al., 1998; Simpson and Armstrong, 1999). Estos receptores se activan gracias a la fosforilación de su dominio intracelular por la unión de sus ligandos al dominio extracelular. Otra proteína implicada en el establecimiento de la polaridad celular y en la adhesión y mantenimiento de epitelios es la proteína E-cadherina. Esta proteína ejerce un papel importante en la migración colectiva durante el desarrollo, donde si bien la disminución de los niveles de E-cadherina en el frente de células pertenecientes a un epitelio promueve la migración, el aumento de expresión de esta proteína la inhibe (revisado en Shapiro and Weis, 2009 y en Peinado et al., 2004; Acloque et al., 2009). Esto ocurre en el cierre del tubo neural o durante la gastrulación en el desarrollo embrionario. Esta polarización y la consecuente activación de las rutas de señalización de los receptores EGFR y PDGF, implica la emisión de proyecciones transitorias en el frente celular (Sarmiento et al., 2008). Estas prolongaciones o extensiones, conocidas como filopodios y lamelipodios, son responsables del movimiento celular. Una molécula importante implicada en la formación de estas extensiones es la actina, un componente del citoesqueleto celular. La polimerización y despolimerización de actina para la formación de proyecciones celulares depende de reorganizaciones del citoesqueleto. En este proceso están involucradas las proteínas pertenecientes a las Rho GTPasas, Rac1 y Cdc42 (Sander et al., 1999). Varios estudios han mostrado que la activación de Rac1 o Cdc42 resulta en un incremento de la formación de lamelipodios y filopodios, respectivamente (Ridley et al., 1992; Machesky and Hall, 1997). Células eucariotas y procariotas: ¿Sabrías distinguirlas? Te damos las claves 23 de octubre de 2017 Por Elsevier Connect Todas las células se dividen en dos grandes grupos: eucariotasy procariotas. Las células de los animales, las plantas y los hongos son eucariotas (palabra de origen griego que significa «núcleo verdadero»), mientras que las bacterias, las archaea y las algas azulverdosas son miembros de las procariotas (del griego «núcleo primitivo»). Además de carecer de núcleo y organelas, el cromosoma bacteriano se distingue del humano en varios aspectos. El cromosoma de una bacteria típica, como Escherichia coli, es una molécula única circular con dos cadenas de ácido desoxirribonucleico (ADN), que contiene aproximadamente unos 5 millones de pares de bases (o 5.000 pares de kilobases [kb]) y tiene una longitud aproximada de 1,3 mm (es decir, casi 1.000 veces el diámetro de la célula). Los cromosomas bacterianos más pequeños son los de los micoplasmas, que miden aproximadamente la cuarta parte de este valor. En comparación, los seres humanos tienen dos copias de 23 cromosomas, lo que representa unos 2,9 × 10 9 pares de bases y 990 mm de longitud. Las bacterias emplean un ribosoma de menor tamaño, el ribosoma 70S, y en la mayoría de las bacterias existe una pared celular constituida por peptidoglucanos que rodea las membranas a modo de entramado para protegerlas del entorno. Las bacterias pueden sobrevivir y, en algunos casos, crecer en entornos hostiles, en los que la presión osmótica en el exterior de la célula es tan baja que la mayoría de las células eucariotas se lisarían, con temperaturas extremas (tanto cálidas como frías), en ambientes secos y en presencia de fuentes de energía muy diluidas y diversas. Las bacterias han sufrido cambios en la estructura y función para adaptarse a estas condiciones. La infografía muestra estas y otras características distintivas. Varias de estas diferencias son la base para la acción de los antimicrobianos. Capítulo 2: La célula Introducción La célula representa la unidad morfológica y funcional que compone a los seres vivos. De acuerdo con la teoría celular, propuesta por Schleiden y Schwann en el año 1838, “todos los organismos vivos están formados por la asociación de células y sus productos”. En consecuencia, para iniciar el estudio de la estructura microscópica y la organización de los tejidos, órganos y sistemas que integran al cuerpo humano, es necesario estudiar primero las características estructurales de las células. Estas características estructurales se observan de diversas formas, según sean la técnica empleada para la preparación de las muestras de células y el tipo de instrumento utilizado para su observación. Con el microscopio óptico, o de luz de campo claro, se identifican algunos de sus componentes con las tinciones de rutina, como la hematoxilina y eosina (H y E) (figs. 2-1A y B, 2-2A); otros se pueden visualizar sólo mediante la aplicación de técnicas tintoriales especiales, o bien por métodos histoquímicos (fig. 2-2B y C) o el uso de anticuerpos marcados y el microscopio de fluorescencia (fig. 2-2D y E).
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