Heartless - 1
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Heartless - 1
Capítulo 1
Camino por las grandes calles de Londres. Mis tacones con punta repiquetean mezclándose
al ruido de mi alrededor.
Paso por una construcción dónde los hombres con chalecos naranjas se encuentran
sumergidos en el trabajo.
Las personas sumergidas en sus mundos pasan por mi lado: unos con los ojos en la
pantalla de su celular y otros con la vista al frente y audífonos en sus oídos.
Yo por lo tanto, optó por un traje de oficina y un tanto elegante, pero, en vez de usar la típica
falda, uso pantalón.
Pido un capuchino junto con una rebanada que logró captar mi atención y me siento frente a
la ventana en el asiento que se ha hecho continuo durante hace unos tres meses.
La campanita de la entrada suena cada vez que alguien entra y no puedo evitar despegar
mis ojos de la ventana cada vez que eso sucede.
«Estoy nerviosa».
Mis manos juegan entre sí y tengo que poner una encima de la otra para calmar los nervios
que ahora se han hecho continuos.
El capuchino llega junto con mi rebana rellena de arequipe y mis ojos se iluminan «Es la
gloria».
Lo llevo a mis labios y está vez cuando la campanita de la entrada suena no me detengo a
mirar, concentrada en lo que tengo entre mis dedos.
Es un poco crujiente pero a la vez suave por dentro y esa mezcla junto con el arequipe me
explota en la boca. No puedo evitar que se me escapa un jadeo de satisfacción.
—¿Disfrutando la comida?
Mi mandíbula se detiene al masticar y dirijo mi mirada a la persona que tengo adelante. Esa
voz es inconfundible.
—Me disculpo por la tardanza, reina —menciona con una pequeña risita y la sonrisa que
decora sus labios. Me da un beso en el cachete y la respiracion se me atasca—. Asuntos de
último previsto en el trabajo, ya sabes, mucho papeleo.
Me recuerdo respirar porque el hombre que tengo ante mí y su exquisita belleza me deja
deslumbrada como siempre. Termino de masticar y comer lo que tenía en mi boca y la
rebanada la dejo en el pequeño plato blanco de vidrio.
—No hace mucho que llegué —le contesto y le doy una pequeña sonrisa. Tomo un sorbo
del capuchino intentando ocultarla pero la suya se amplía más.
Mi sonrisa se esfuma.
Él lo nota y cuadra sus anchos hombros hacia atrás poniéndose en una pose firme.
—Jessica…
—Escucha, eres nueva en esta ciudad, no sabes cómo se manejan las cosas aquí. Has
buscado empleo por durante los tres meses que llevas aquí y aún no has encontrado.
Déjame ayudarte.
—Solo es la típica mala racha cuando uno sale de la universidad. Soy buena en lo que
estudié, pero solo tengo la experiencia de las pasantías, pero eso no me hace mala, soy
muy buena: solo necesito mi oportunidad.
—Quiero que lo que logré sea por mí, porque yo lo busqué, no porque la persona a la que
conocí apenas llegar aquí me lo dé.
—¿Y que haya aparecido en tu vida y te ofrezca está oportunidad no te parece una señal?
Asiente, relaja sus hombros y suelta una exhalación. Vuelve a mirarme y el café de sus ojos
claros conecta con mis azules y me vuelven a dejar sin respiración.
—Sé que lograré encontrar algo en mi campo, ya lo verás —mis labios se curvan hacia
arriba—. En poco tiempo ya lo obtendré.
—Claro que sí —me devuelve la sonrisa estilo colgate. Se inclina hacia adelante y toma una
de mis manos haciéndome mantener el aire en mis pulmones—. Confío en tí.
Nos mantenemos mirandonos fijamente, y yo no puedo evitar empezar a detallarlo; brazos
fuertes, la camisa azul marino se le pega a sus músculos. Sus ojos son rasgados con
espesas pestañas y pobladas cejas, su cabello es de un color chocolate.
—Quería invitarte a salir esta noche —menciona luego de unos segundos y vuelvo a
mirarlo.
Lo dejo con la pregunta suspendida en el aire por unos segundos. Tomo de mi capuchino y
la impaciencia de saber ya se le está reflejando en sus facciones y tengo que tragarme la
sonrisita que me quiere salir.
—Te va a encantar.
—¿Hola?
—Muy buenos días señorita Jessica Lord, la llamamos de parte de la empresa (el nombre)
para hacerle saber que su currículum ha sido revisado minuciosamente y para infórmale
que ha quedado contratada.
Intento agarrarme de algo porque siento que me caigo al suelo pero cuando lo hago termino
tocando un hombro que pasa por mi lado. El hombre me mira con el seño fruncido, si las
miradas matarán la suya me calzina en ese mismo instante pero no me concentro en eso,
tampoco lo detallo. Le doy una disculpa y me doy la vuelta.
—¡Que bien! Esto merece una celebración ahora —su sonrisa es gigante igual que la mía.
—Eso no será posible ahora —tomo mi cartera que se encuentra en su mano junto con mi
chaqueta que había dejado en el respaldar y ha sido amable de traermela—. Tengo que
estar allá ahora mismo.
—Claro que no —bufo pero lo ignoro. Nada me hará borrar la sonrisa que me cargó
ahora—. Te veré en la noche —me despido y paso por su lado.
Camino hasta donde se encuentra mi pequeño guerrero, no es ni muy viejo ni muy nuevo,
pero es lo que me dejó mi abuela Martha, así que no lo desecharé.
—Muy bien amigo, vamos a la guerra —le doy unas palmaditas al volante y luego de unos
segundos de intentar que encienda escucha mis plegarias—. Eso es, cariño.
Llegó a la entrada del edificio y me vuelvo a sorprender que una empresa tan grande me
haya contratado. Es uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad.
El balet parking toma mis llaves y cuando nota a mi pequeño guerrero logró percibir como
frunce el ceño y le doy una mirada ceñuda haciendolo sonreír nuevamente. Bien.
El piso blanco y bien pulido de un color blanco hace que mis tacones repiquetean se
escuchen por todo el lugar. Mujeres junto con hombres con trajes de oficina me pasan por
mi lado, algunos me detallan como hay otros que no.
Solo es la entrada pero esto es gigantesco, las paredes son de vidrio reforzado que dejan
ver hacia afuera y todo está elegante y lleno de lujo.
Me dirijo al escritorio alto y de madera pulida en qué se encuentra una mujer atendiendo el
teléfono cuando suena. Su boca se mueve respondiendo del otro lado y cuando estoy frente
a ella termina de cortar la llamada.
—¿En qué puedo ayudarla? —su voz es robótica, como si todo lo que hablara aquí lo haya
dicho cientos de veces repetidas.
—Muchas gracias.
Me retiro de ahí y llegó a las máquinas que me evitan el paso a los ascensores. Escaneo la
tarjeta y de inmediato me permite el paso.
Apenas pongo un pie dentro del ascensor que se encuentra solo es como si llegara una
avalancha de mamuts de la nada y me aplastará, porque en segundos me estoy afixiando
con las personas a mi alrededor.
—Auh —me quejo cuando alguien me pisa el pie. El hombre lo nota pero no se disculpa y
simplemente me ignora.
«Idiota».
Respiro profundo, o al menos lo intento, ya que siento que el aire no me entra. Nada me
arruinará la mañana, me contrataron y es lo que estaba buscando.
Las puertas comienzan a cerrarse pero antes de que se terminen de cerrar un zapato bien
pulido y negro se interpone dejándome ver a un hombre con un traje tallado a la medida
resaltando su pecho bien ajustado, se nota por demás que debajo de ese traje oculta puro
músculo duro. La tela fina del saco le llega hasta las rodillas y esa masa de cabello negro
está bien fijado hacia atrás.
Va hablando por teléfono y cuando sus ojos color plomo recaen en mí siento que me devora
por completo. Una mirada tan penetrante no debería ser legal en este mundo, porque son
como dos cuchillas afiladas.
No me permito mirar a mi lado pero por alguna extraña razón siento que tengo su mirada
clavada en mi nuca. Reprimo el impulso de rascar la parte de atrás de mi cuello y
disimuladamente me voy alejando de él.
Escucho una risa ahogada y ronca por lo bajo y la piel detrás de mi oreja se torna de gallina,
descendiendo como una ráfaga de viento por toda mi espalda. Cierro mis ojos con fuerza y
respiro profundo. Se irá, se irá. ¿Qué mierda me pasa?
—Se le ha caído algo, señorita —su voz es increíblemente masculina y oscura con ese tono
serio. No me permito mirarlo y solo observo abajo notando que se me ha caído la tarjeta.
—Debería aprender a tener más equilibrio señorita, dos veces en el día que se sujete de mí
no es normal.
Frunzo el ceño al no entender sus palabras. ¿Dos veces? Si está ha sido la prime… una
parte de mi cerebro hace “click”. ¡Al frente de la cafetería! Él fue el hombre.
Siento como el rubor se va extendiendo por mi rostro y justo cuando estoy por responderle
las puertas se abren y sale a paso seguro y elegante, dejándome con las palabras en la
boca.
Recompongo la compostura y maldigo por lo bajo al darme cuenta que no le dí las gracias
por avisarme de la tarjeta, pensará que ha parte de de intrusa de espacio personal soy una
mal educada.
Saldo del ascensor e intento que lo que acaba de pasar no arruine mi día. No, no lo hará.
—¡Muy buenos días! Me gustaría hablar con la señorita Laura —le pregunto a la mujer
joven que se encuentra tras el escritorio de este piso apenas salí del ascensor.
Me sonríe y apenas sus labios se abren para responderme se ve interrumpida por alguien.
—¡Hola! Mucho gusto. Tú debes ser Jessica Lord, la mujer de diseño de interiores. ¿Así que
quieres trabajar en Vega, eh?
Me doy la vuelta y la mujer que tengo frente a mí es hermosa de tan siquiera mirarla. Tiene
cuerpo de modelo y es alta, su cabello está bien sujeto en un moño alto de un color dorado
que se refleja con la luz; sus facciones son finas y alargadas.
—¡Hola!, así es; Soy Jessica Lord, a la orden de esta empresa —le estrecho la mano que
me ofrece con mi mejor sonrisa.
—¡Así es! Pero, a parte de la empresa, estarás a mis órdenes, serás mi secretaria, querida.
Hago lo que dice y me guía por un montón de pasillos que derrochan lujo y luz. Pasamos
oficinas que son de vidrio reforzado pero que no permiten ver el interior, sin embargo,
cuando vamos pasando por una, el vidrio pasa de ser oscuro a ser por completo claro,
permitiendo ver a la persona que se encuentra allí.
—Entra, por favor —me indica que pase a la oficina que llegamos y yo hago lo que dice.
Me quedo corta con decir que la oficina es hermosa, lo es, aunque de una forma sencilla
pero que aún así no se lo quita. Me siento en el asiento frente a su escritorio de caoba
cuando me lo pide y ella tomo su respectivo puesto.
—Así que… —inicia—, nunca habías estado en una empresa como está, ¿no es así?
—En mis pasantías estuve en una de las empresas más reconocidas de Rusia y debo decir
que todo me salió acordé lo esperado.
—El señor Nicolas fué un excelente jefe y terminé siendo su mano derecha en los proyectos
que se le asignaban en el diseño de interiores de los hoteles.
—Me causa curiosidad el hecho de que ahora te encuentres aquí cuando tenías algo seguro
allá, el señor Nicolas me dejó en claro que fue una pena que te fueras, te había dejado el
puesto fijo.
Sonrío con pena bajando mi rostro por un segundo y veo que lo nota poniéndose firme en
su asiento otra vez para ahora mostrarme su blanca sonrisa.
—Bueno… sin más que decir te doy la bienvenida a una de las cadenas hoteleras más
grandes de Londres: Vega —me ofrece la mano y se la vuelvo a estrechar—. Espero no me
decepcioné señorita Jessica.
—Muy bien. Eso creo, tengo un buen ojo para cuando se trata de la gente, querida. Ahora,
quiero que revices estás carpetas, son de el diseño de interiores de Vega. Las estudias, las
analizas y luego me redactas un buen informe especificando todo. Luego, harás otro plano
en dónde pongas y quites cosas desde tu punto de vista, necesitamos cosas nuevas. Hay
un nuevo proyecto en dónde se creará un nuevo hotel en las afueras de la ciudad y hay
otros que lo quieren, y no se los dejaré, digo —se corrige—, no se los dejaremos.
—Ahora, aquí viene lo peor, pero necesito que esos dos estén listos para mañana, ¿Crees
que podrás lograrlo? —se pone unos anteojos que no le opacan la belleza—. Mañana
tendremos juntas en dónde todos los informes estarán sobre la mesa, quieren ideas frescas
y únicas que llamen al público.
—Mañana, entendido.
—¡Excelente! Ahora, Erika te llevará a tu nueva oficina —preciona un botón del teléfono—.
Erika, por favor lleve a la señorita Jessica a su nueva oficina.
Le responde del otro lado con una positiva y luego lo deja de presionar.
Tomo todas las carpetas en mis brazos y definitivamente esto es más pesado que una
piedra.
A los segundos la puerta es abierta y tengo que echar mi cabeza hacia un lado para darme
cuenta que es la mujer de la recepción.
Las carpetas son como libros gordos y no me dejan ver por dónde voy, terminaré
estrelladom…
Las carpetas se me estampan con fuerza contra mi rostro al recibir el impacto. Me tambaleó
hacia atrás y mis tacones de aguja no me quieren ayudar a la tarea de ponerme firme. ¡Por
favor, no!
Ya presiento como el golpe se viene con fuerza pero no llego a caer porque siento como
una mano se posa en mi espalda echándome hacia adelante.
—Lo lamento mucho —la persona que tengo adelante y que sujeta mi espalda se
disculpa—, no te ví —siento como su voz es avergonzada.
—Ya te darás cuenta que yo tampoco —bromeo, pero es cierto—. ¿Erika? ¿Te fuiste?
—Dejame ayudarte —me quita dos carpetas grandes de la pila y mis brazos lo agradecen
cuando tengo menos peso.
Unos ojos color miel me reciben con pena reflejeda en ellos. Sus cejas están fruncidas
hasta el punto de tocarse. Es un hombre delgado pero tonificado, y es unas cabezas más
alto que yo.
—Ese golpe debió doler —me da una sonrisa y de inmediato me parece tierno, su rostro es
con facciones suaves y adorables.
—Ya lo creo, un poco más y un diente vuela por los aires —bromeo y… o no, su rostro se
funde con el pánico.
—Hay que llevarte a la enfermería para que te revisen —se apresura en hablar y está
apunto de tomarme del brazo.
—¡Oooh, no! Eso no será necesario, solo bromeaba, tranquilo. Me encuentro más que bien.
Ya se me pasará.
—Fue un gusto conocerle, aunque muy malas las circunstancias —me despido dándole una
sonrisa y paso por su lado.
Dice a mi espalda y yo solo puedo reír. Parece un niño, aunque si se encuentra en esta
empresa debe tener más edad de la que aparenta que es unos 17.
—Esta es su nueva oficina —Erika me abre la puerta y la felicidad me invade por completo.
¡Mi oficina!
Me deja sola y yo no puedo evitar admirar todo. Hay unos pequeños sillones a un lado de
las paredes de vidrio. Mis dedos pasan por la madera caoba y bien pulida de mi escritorio.
Me siento en la silla alconchada y un suspiro sale de mis labios.
—Eres mía, bebé —paso las manos por el escritorio—, y… ya tengo que empezar a usarte,
aunque aún hay algo que debo hacer.
Mi sonrisa se extiende.
—¡Ohh, sí!
Luego de admirarla durante unos segundos decido dejar la oficina así y me pongo a
trabajar.
Las horas se me pasan volando y no me doy cuenta y me salto mi primera comida “el
almuerzo”. Solo siento como mi estómago gruñe y cuando veo el reloj de la pared son las
dos de la tarde. Maldigo por lo bajo, tomo mis cosas y salgo por los pasillos, voy a las
puertas del ascensor.
Me va enseñando todo el lugar por el alrededor, le digo que he venido pocas veces a
Londres y aunque conozca ciertos lugares este no es uno de ellos. Se muestra amable de
mostrarme unos restaurantes un poco alejados de la empresa y que son más accesibles los
precios, sin embargo, la comida no deja de estar exquisita.
Luego de hablar juntas me doy cuenta que es una chica sencilla y muy amable. Tiene tres
años en la empresa y conoce a todos.
Los minutos pasan y cuando terminamos de comer nos dirigimos nuevamente a la empresa.
Los ojos se me llegan a fatigar, me los y sigo leyendo. Tecleo en la computadora y luego de
otras horas más tengo el informe.
—Eso es, Jessica. Bien hecho. —me palmeo mi propio hombro—. Eres buena.
Subo mi mirada a la pared y… ¡Las seis de la tarde! Tocan a la puerta en ese instante y yo
ya me estoy levantando a recoger todo.
—¡Entre!
—Cierto —sonrie.
Termino de tomar el informe que acabo de imprimir en la oficina con la impresora, agarro mi
cartera y la cuelgo en mi brazo.
Me doy cuenta que ella ya tiene todas sus cosas a la mano. Está por irse.
—Vamos —insto.
Bajamos juntas y cuando estamos en el ascensor el recuerdo de un hombre con ojos como
el acero llega a mi mente y lo desecho. No, Jessica.
Tomo un taxi y luego de unos minutos llegó a casa que queda un poco alejada de la
empresa.
Paso el césped entrecortado por el medio del caminito que da a la casa. Pongo la la llave en
el pomo pero antes de abrirla, puedo escuchar como la música de el lago de los cisnes, se
escucha desde el interior y ese simple hecho me incha el pecho.
Dejó la cartera y las cosas en la mesita que se encuentra a un lado y camino por la
estancia.
Nadie viene, la música está muy alta, voy a la cocina y ahí la veo.
Mis ojos se iluminan con la imagen de verla con sus brazos extendidos, moviendo los
suavemente al ritmo de la música mientras intenta ponerse muy bien de puntas. La
suavidad de sus movimientos me deja hipnotizada, podrán pasar los años, pero la música
nunca saldrá de ella.
Hace tiempo que no la veía así, parece que la música puede sacar lo mejor de ella, a pesar
de las circunstancias.
—Abuela —la llamo y se voltea, la gran sonrisa hace que sus ojos se achinen y me llegua al
corazón.
—¡Mi Jessica! —viene a mí, me toma de las mejillas y me planta un gran beso en una de
estas— ¿Qué tal te fué? ¿Lograste conseguir empleó?
—Si, abuela —su sonrisa incrementa—. Es una gran empresa, una de las más reconocidas
en esta ciudad.
—Sabía que lo conseguirás mi niña, era solo cuestión de tiempo. Eres muy buena en lo que
haces.
—Bueno, acomodate y ponte cómoda, quítate este traje de oficina —ordena. Sé que no le
gusta.
—Si, señora.
Subo las escaleras y entro a mi habitación. Tomo lo primero que veo, me lo pongo y cuando
vuelvo a bajar ya la mesa está servida.
—Es la mejor.
—Jessica..
—De acuerdo.
Veo de reojo y vislumbró que es una llamada de Rodrigo. Mierda, me había olvidado por
completo de nuestra salida.
No le contesto, termino de comer lo más rápido que puedo. Recojo los platos cuando mi
abuela también termina, los pongo en el lava vajilla y me voy al patio trasero deslizando la
puerta corrediza de vidrio.
—Rodrigo.
—Temo que está noche no podremos salir —me disculpo—. Me han pedido dos informes
para mañana en la mañana, acabé con uno pero otro tengo que empezar con él ahora.
—Entiendo, reina. No tienes porqué disculparte. No será está noche, pero cuando estés
libre, eres mía.
—A tus abuelos siempre les gustó la lluvia —mi abuela habla a mi espalda
sorprendiendome. Me doy la vuelta para verla con la mirada fija, observando cómo las gotas
suaves se van tornando en unas más fuertes y que empapan el patio—. Recuerdo que, de
vez en cuando, salían y disfrutaban de ella, importandoles poco que luego se resfriaran,
pero, en ese momento, ellos eran felices, y yo junto con ellos.
Sus ojos van tornados de tristeza, imaginando cada uno de esos detalles en su mente.
Luego, sonríe como si nada y voltea a mirarme.
—Entra, podrías resfriarte —me dice con voz cariñosa. Me extiende una de sus manos
arrugadas por la edad y yo la tomo entrelazando mis dedos con los de ella, ahora entrando
a la casa nuevamente.
Capítulo 2
—Jessica.
—Jessica.
—¡Jessica!
—¡Ah! Estoy aquí —levanto mi cabeza de golpe. Ay, mierda, me duele la espalda.
—Lo siento —suelto un bostezo mientras me estiró y con una mano intento tapar mi boca—.
El trabajo estuvo pesado.
—Nada.
Pongo a imprimir el plano, tomo una toalla y me doy una ducha rápida, no quiero llegar
tarde.
Me seco el cabello negro con una toalla y lo dejo suelto. Optó por lo típico, tacones de
aguja, pantalones de oficina y una camisa manga larga con botones blanca.
Tomo una base de acuerdo a mi color de piel que es relativamente “leche” y me deshago de
ellas. Mis ojos color gris claro quedan a la vista y de inmediato a mi mente vuelven unos,
pero esos… esos son muy diferentes a los míos, esos pareciera que te escarban el alma y
que podrían ver todos tus secretos con solo una mirada, son tan profundos, y ese gris
deslumbra.
Listo, tengo que ir a un psicólogo a qué me revisen, no puede ser que con solo la presencia
de alguien me haya hecho algo como esto. Es ridículo.
Le doy una repasada a el informe y al plano y está perfecto todo. Tomo todo lo que me voy
a llevar y bajo.
—Ya iba a ir a por tí. Te estabas tardando —dice mi abuela de brazos cruzados al final de la
escalera.
—Lo sé, lo sé —bajo las escaleras de dos en dos agarrándome de la barandilla—. Tenía
que asegurarme de que todo estuviera perfecto.
—Esa es mi niña.
Se va a la cocina y yo voy a dejar todo esto en la mesita que está cerca a la puerta. Me
devuelvo y la sigo.
—Jessica.
—¿Sí?
La miro confundida.
—¿A qué viene este interrogatorio? ¿Me está investigando una base secreta o algo así?
—río.
—Pues… —sale por la puerta y en unos segundos viene de regreso con un gran ramo de
rosas blancas en sus manos—. Ha llegado esto.
—Son preciosas —me acerco y las acaricio, de inmediato el olor llega a mi nariz y me
deleitó con su increíble fragancia—. No puede ser —mi sonrisa es gigante.
—Una rosa para otra rosa. El blanco me recuerda a tí, por tu pureza y alma tan bella. Eres
preciosa —leo en voz alta y mi abuela junto conmigo nos quedamos con los ojos abiertos de
par en par.
—¿Ahora sí me lo vas a decir, Jessica? ¿O tengo que seguir insistiendo? Aunque creo que
es lo que estoy pensando.
—¿Qué? No. No lo creo —lo niego con una pequeña risita. Las palabras se repiten como
bucle en mi mente.
—Si… Claro.
—¡Abuela!
¿Qué?
—¿Nada de sexo? Que aburrido —bufa y no puedo evitar soltar una tremenda carcajada
que me brota desde lo profundo—. Hablo enserio.
—Mi risa también es enserio —hablo con los resquicios de mi risa saliendo de mí. Intento
respirar profundo pero es que las palabras de mi abuela se vuelven a repetir y mis mejillas
se entumecen por la risa de nuevo—. ¡Ay, ay! Me duele reír.
—Son preguntas normales, Jessica. ¡Tu también deberías de hacertelas! Saber eso es
importante.
—Bueno, en la carta se notó —toma con una mano su barbilla y parece que está
pensando—. Pero quién sabe —baja la mano—. Solo te digo algo, paquete no asegurado,
paquete no entregado.
Mis mejillas se sonrojan. No soy tímida en hablar de estás cosas, pero mi abuela es… mi
abuela.
—¡Entre!
Abro y de inmediato la srta. Laura me recibe con una sonrisa y contoneando sus caderas.
—¡Excelente! Justo a tiempo —se sienta—. ¿No te importa si…? —lo señala.
Se toma su tiempo examinado todo a través de sus anteojos. Sus cejas fruncidas van se
van suavizando a medida que va revisando todo. Con su otra mano libre agarra un lápiz y lo
hace repiquetean en la mesa.
—Debo decir… —empieza sin apartar los ojos de las páginas, luego, los levanta
mirandome— Que esto es… realmente excelente.
Se levanta y los toma en sus brazos, llega a mi lado—. Debo decir que por un momento
pensé que no serías capaz para la tarea.
—Cuando me comprometo con algo cuente con ello que lo tendrá en sus manos.
Pasamos todas las oficinas llegando a un pasillo que está sumamente pulcru y reluciente,
pasamos por el llegando a unas puertas dobles de madera. La abre y cuando entramos en
lugar me deja con la boca abierta. La cierro rápido dándome cuenta que no estamos solos,
hay varias personas desplazadas por la mesa de vidrio ovalado, las paredes también son de
vidrio permitiendo ver todos los edificios desde una altura que me causa vértigo tanto como
adrenalina.
Las puertas de abren y pasan unas cuentas personas más. Mi mirada se mantiene en la
tablet en mi mano que es la agenda.
La puerta vuelve a abrirse y siento como todos a mi alrededor se levantas y frunzo el ceño.
¿Qué…?
Cuando levanto la mirada confundida unos pozos grises que desdes ayer me taladran la
mente quedan conectados con los míos. Su cejas negras pobladas se frunces aún más si
es posible y la belleza que excusa no me permite verlo menos atractivo, así luzca molesto.
Mierda.
Me mantengo firme y derecha mirando al frente, sin permitirme mirarlo nuevamente, sin
embargo, él aún no quita la mirada de mí y eso me pone nerviosa. ¿Qué tanto me vé?
Como si Dios hubiera escuchado mis súplicas, arranca la mirada de mí, pasa por detrás de
mi espalda y su colonia me impregna el olfatos. Me prohibió cerrar los ojos. Llega hasta la
punta de la mesa, se echa el saco largo hacia atrás ajustándose bien, y se sienta
elegantemente inspirando dominio puro.
Todos le obedecen de inmediato callendo en sus puestos con una sincronización que me
deja sorprendida. Yo soy la que no les sigo el ritmo de marioneta.
—Ahora, empecemos.
Toma una lista y empieza a llamar a uno por uno. Se paran al frente, los vidrios se medio
oscurecen y uno de los vidrios se ilumina mostrando una pantalla.
Los modelos para los nuevos hoteles que cada uno que pasa y expone son realmente
maravillosos, mis ojos vagan por cada uno de ellos y quedó impresionada.
Respiro profundo y tomo una bocanada de aire. Yo no preparé nada con vídeo, todo lo
tengo impreso, pero no importa, me pararé ahí adelante y expondré todo como la
profesional que soy, para esto me preparé.
—Jessica Lord.
Mi cuerpo se estremece desde los pies hasta mi nuca en cuanto mi no.bre es pronunciado
de esa manera. Por alguna extraña razón sus ojos recaen en mí, pero el no sabe mi nombre
¿O sí?
Me levanto y tomo todo en mis manos y paso al frente con la espalda erguida.
Todos los ojos recaen en mí, pero la persona que tengo a la derecha son más pesado que
cualquiera que haya en este salón.
Abro mi boca y…
—Un momento —me interrumpe y me prohibo tensarme. Me digno a mirarlo y lo noto con
las manos juntas en su regazo, estudiando—. Creo que la señorita Jessica antes de iniciar
debe ofrecernos una disculpa por su falta de modales.
—Al entrar me e percatado que se ha quedado sentada —enarco una ceja pero él no se
inmuta—, es de señal de respeto hacia sus superiores levantarse cuando hacen acto de
presencia.
—Pero su deber, es que eso no ocurra —objeta molesto. ¿En serio?—. Yo no tengo a
empleados mediocres que no saben de modales en mi empresa.
La irá se me quiere escapar por la garganta y mis ojos quieren alzarse por la sorpresa. Lo
que tiene de atractivo lo contrarresta con su personalidad y que sea dueño de la jodida
empresa no me importa en lo absoluto, solo quiero gritarle por hacerme pasar por esto solo
porque me quedé unos segundos sentada demás.
Respiro profundo, siento como mi sangre corre por mi rostro con furia haciéndome poner
roja. Aprieto los planos, me enderezó en mi puesto y me dirijo hacia todas las personas que
nos rodean.
—A todos los presentes les ofrezco mis más sinceras disculpas, les prometo que no va a
volver a pasar —mi voz en fuerte y clara.
Todos se quedan sorprendidos echando miradas entre la persona que tengo a la derecha y
a mí. Asienten y yo me acomodo en mi lugar.
No me permito verlo en ningún momento, solo le doy un asentimiento de cabeza sin siquiera
mirarlo y comienzo a explicar todo dando mi presentación primero.
Todas las miradas ahora están sobre mi juiciosas, analizadores, solo para ver cómo lo hago,
pero yo no les daré el gusto de hacer algo mal y que me vean doblegar. Yo levanto mi
cabeza firme y dejo que las palabras fluyan por mí. Reparto los planos por la mesa con
eficacia y puedo ver los ojos llenos de sorpresa de algunos. Llegó al lado de ese hombre de
ojos grises del cuál no se su nombre y le entrego un plano, no deja de observar me en
ningún momento, por el contrario, intensifica su mirada y ladea la cabeza.
No sé qué me pasa, pero no soy yo, y una parte de mí quiere demostrarle que no le tengo
miedo y que no me doblego ante su mirada o presencia, así qué giro un poco mi cuerpo
dando en su dirección haciendo el primer contacto visual desde hace un rato. Sigo
explicando todo, detallando con sumo detalle cada cosa nueva que se incorpora y porqué,
resaltando la gloria y la belleza de los hoteles Vega, dándole algo fresco pero a la vez
moderno.
Por un momento, su mirada baja, descendiendo tortuosamente por mi cuerpo y un
escalofrío me invade por su gélida mirada que no muestra ninguna emoción en su
escrutinio. Sus ojos vuelven a los míos y le hago lo mismo, bajando la mirada hasta ver
como su camisa negra abotonada se ajusta a sus trabajados músculos, hasta su pantalón y
más allá. Le devuelvo la mirada y le muestro mi mejor indiferencia posible.
No sé qué tenga este hombre contra mí, tampoco sé si se lo hace a todas las nuevas que
llegan aquí, Pero yo no me voy a amedrentar por su presencia, que busque a otra víctima.
Doy por terminado todo y vuelvo a mi puesto a un lado de Laura que me recibe con una
mirada y sonrisa iluminada.
—Eso estuvo genial —susurra por lo bajo—. Arrasaste con todos, sabía que no me
decepcionarias.