III Rome - 2020 - Documento de Trabajo 4
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1. De la estructura a la prehistoria
Por otra parte, cabe subrayar que Marx despliega el análisis del caso de
Inglaterra pues, según afirma, constituye el ejemplo clásico del proceso de
conformación del sistema capitalista. Pero eso no significa que sea una suerte
de modelo histórico que daría cuenta de los pasos necesarios reproducidos de
un modo mecánico, homogéneo y lineal en otras latitudes. Por el contrario,
Marx sostiene: “La historia de esa expropiación adopta diversas tonalidades en
distintos países y recorre en una sucesión diferente las diversas fases” (p. 895).
1
Volvemos a encontrar la función del mito, como el de El Estado de Naturaleza, que vimos en el DT1.
El mito de la economía política está constituido entonces por una narrativa con
dos figuras, la del “ahorrista inteligente”, por un lado, y la de los “vagos y
holgazanes”, por el otro. En ese sentido, en el Capítulo XXIV, Marx escribe:
Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por
no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de ese pecado original arranca
la pobreza de la gran masa –que aún hoy, pese a todo su trabajo, no tiene
nada que vender salvo sus propias personas-, y la riqueza de unos pocos, que
crece continuamente, aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace
mucho tiempo (p. 892).
Tal vez, podríamos ubicar o rastrear el retorno de esas figuras que aparecen en
el mito burgués de los comienzos del capitalismo bajo la forma subjetiva del
empresario de sí en el neoliberalismo: los sujetos son interpelados en tanto
2
Para un análisis de las “leyes de la vagancia” que tuvieron lugar en el proceso de construcción del Estado Nacional
Argentino, véase Carvaglia, 2007.
emprendedores a asumir una responsabilidad de sí, a ocuparse de incrementar
el valor y el capital, y esa figura subjetiva también puede pensarse en tanto
forma exclusiva y excluyente ante quienes “no son capaces” de ser “gestores
de sí”: los incapaces, los vagos, los fracasados.
Por otro lado, en consonancia con la crítica al Estado-Nación que vimos en LIA
(donde el Estado es pensado en términos de “comunidad ilusoria” que
convierte el interés particular de una clase en el interés general), Marx plantea
que en la génesis histórica de la producción capitalista,
la burguesía naciente necesita y usa el poder del estado para regular el salario,
esto es, para comprimirlo dentro de los límites gratos a la producción de plusvalor,
para prolongar la jornada laboral y mantener al trabajador mismo en el grado
normal de dependencia (p. 923).
En ese texto, la autora señala la tesis de Marx para destacar que el proceso de
despojo de las grandes masas no solamente implica a los comienzos y al
ascenso del capitalismo, sino también que esa violencia retorna, insiste.
Así, para Federici, cada etapa del capitalismo ha estado acompañada por ese
mecanismo de desposesión violenta, inclusive la actual, la del capitalismo en
su forma financiera y globalizada, con las guerras imperialistas y el saqueo de
recursos naturales, la degradación de las mujeres, la persistente expulsión de
los campesinos de la tierras, la precarización de trabajadores.
3
Dentro del renovado interés que en las últimas décadas adquirió el proceso de desposesión violenta en los inicios
del capitalismo, Silvia Federici realiza un aporte fundamental en el libro Calibán y la bruja, al pensar la llamada
acumulación originaria desde el punto de vista feminista.
En una línea similar a lo que plantea Federici, Harvey 4 entiende que la
acumulación originaria no sólo fue condición de posibilidad en los inicios del
modo de producción capitalista sino también en cada una de las etapas,
acompañadas por ese mecanismo de “acumulación por desposesión” que se
extiende hasta el capitalismo neoliberal mediante cuatro aspectos principales:
privatización y mercantilización, financiarización, manipulación de las crisis con
la “trampa de la deuda” y el Estado como agente activo en la transferencia de
ingresos desde las clases más bajas a las más altas.
Por lo tanto, una violencia a gran escala está a la orden del día –subraya
Federici– del mismo modo en que lo estuvo en el período de transición del
feudalismo al capitalismo, aunque con la diferencia de que, en la actualidad,
“los conquistadores” son los funcionarios del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional (p. 30). En ese sentido, Federici también remarca el
modo en que el capitalismo debe mistificar sus contradicciones (las promesas
de libertad y prosperidad ante la coacción y la pobreza expansiva) sobre la
base de denigrar la “naturaleza” de aquellos a quienes explota: “mujeres,
súbditos, coloniales, descendientes de esclavos africanos, inmigrantes
desplazados de la globalización”. (p.31).
4
En línea similar a Federici, David Harvey es otro pensador contemporáneo que entiende que la acumulación
originaria no tuvo lugar solamente en la prehistoria del capitalismo sino se renueva en cada una de sus fases. Cfr.
Breve historia del neoliberalismo, 2007.
a la reproducción de la fuerza de trabajo. Y para establecer esa división sexual
del trabajo que confina a las mujeres al trabajo reproductivo se llevó a cabo una
gran cacería o persecución de brujas entre los siglos XVI y XVII.
Luego de este breve recorrido por algunos de los puntos centrales del Capítulo
XXIV de El Capital y del texto de Federici, cabe recordar algunas de las ideas
que trabajamos en el DT anterior en relación a lo que podemos llamar la crítica
marxista de la ideología. Como dijimos más arriba, el análisis marxista de la
“historia real” es indisociable de la crítica del mito burgués. Resulta interesante
en este punto destacar cómo el análisis de Marx del proceso de la llamada
acumulación originaria implica una “lectura sintomática” de los teóricos de la
economía política. Como planteamos en DT3, “esto se debe a que Marx sabe
que esos teóricos expresan un punto de vista de clase y que sus teorías forman
parte de la consolidación del capitalismo como modo de organización histórica.
La crítica de su pensamiento abre la posibilidad de señalar aquello que éste
deniega para poder presentarse como una teoría “pura” y “neutral” de la vida
social (…). La crítica es entonces una lectura de huellas y síntomas, una
lectura del campo de visión que un discurso habilita y de los “puntos ciegos” de
ese mismo campo, de lo que en él suena a hueco.”
Como afirma Balibar en La filosofía de Marx, lo ideológico no se vincula con lo
que podríamos llamar el mundo de las apariencias -en el sentido de un velo
que oculta la realidad- sino con el modo en que “el mundo” aparece para los
sujetos que intervienen en él.
Federici, S., “Introducción” y “El mundo entero necesita una sacudida. Los
movimientos sociales y la crisis política en la Europa medieval”. En Calibán y la
bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Tinta Limón, Buenos Aires,
2011.
Marx, K., El Capital, Libro Primero, Capítulo XXIV, FCE, Buenos Aires (ed. or.
1867).