Presentación Del Libro Escuchar para Ser Franz Jalics

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FRANZ JALICS

ESCUCHAR
PARA SER
Dimensión contemplativa
de las relaciones interpersonales

Edición a cargo de
Pablo d’Ors

cuarta edición

EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2023
Traducción de José Manuel Lozano-Gotor
del original alemán Miteinander im Glauben

© Franz Jalics, Obras completas, 2020


© edición en lengua española de las Obras completas de F. Jalics: Asociación
Amigos del Desierto, 2020
© de la presente edición: Ediciones Sígueme S.A.U., Salamanca 2021
C/ García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / España
Tlf.: (+34) 923 218 203 - [email protected]
www.sigueme.es

ISBN: 978-84-301-2096-3 (obra completa)


ISBN: 978-84-301-2097-0 (volumen I)
Depósito legal: S. 98-2022
Impreso en España / Unión Europea
Imprenta Kadmos, Salamanca
CONTENIDO

Presentación, de Pablo d’Ors ...................................... 9

Escuchar para ser


Prólogo ........................................................................ 19
1. Convertirse al prójimo ............................................ 25
2. Favorecer la autonomía ........................................... 37
3. Acoger a la persona ................................................. 55
4. Escuchar el fondo .................................................... 93
5. Dar testimonio ......................................................... 97
6. Practicar lo aprendido ............................................. 119
7. La comunicación grupal .......................................... 155
8. Bendecir con el corazón .......................................... 189

Índice general ............................................................. 203


PRESENTACIÓN

Pablo dʼOrs
Fundador de Amigos del Desierto

La aportación de Franz Jalics (Budapest, 1927-2021) crece


conforme pasa el tiempo. En una línea muy afín a la de Tho-
mas Keating (1923-2018) o a la de John Main (1926-1982),
quizá los principales maestros del silencio dentro del catoli-
cismo en estas últimas décadas, la figura de Jalics se alza hasta
tal punto que no dudaría en vaticinar que, con el paso de las
décadas, se constituirá en el principal referente espiritual en
ámbito católico para muchas generaciones venideras. Esta es
una afirmación osada, sin duda, pero avalada por su obra escri-
ta, de apariencia más bien modesta. De hecho, crece el número
de cristianos, pero también de no cristianos, que confiesan sin
ambages ser discípulos de Jalics, algo particularmente signifi-
cativo desde el momento en que él nunca pretendió crear una
escuela de meditación propiamente dicha, sino tan solo intro-
ducir a los sedientos de espíritu en su método contemplativo y,
si así lo deseaban, acompañarlos un trecho del camino.
Entre la legión de seguidores de Franz Jalics quiero mencio-
nar a los llamados Amigos del Desierto (AdD), una red de me-
ditadores, constituida como asociación privada de fieles, cuyo
propósito es profundizar y difundir la dimensión contemplati­
va desde una cepa cristiana. Menciono a este colectivo porque
se erige y organiza precisamente en torno a las enseñanzas del
maestro Jalics (así como bajo la paternidad de Charles de Fou-
cauld, una suerte de padre del desierto contemporáneo).
Desde que empecé a bucear en la obra de Jalics, dispersa en
distintas editoriales, en buena medida sin reeditar y en traduc-
ciones más que dudosas, comprendí que una de las tareas fun-
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damentales de los AdD era la reedición de su obra completa,


debidamente ordenada y revisada. Esta tarea se planteó desde
el primer momento con un claro horizonte: ofrecer un mate-
rial de calidad a todos los buscadores espirituales, confesio-
nalmente cristianos o no, y servir a la Iglesia, tan necesitada,
quizá hoy más que nunca, de guías espirituales.
La revisión literaria de este volumen en particular, con el
que hemos decidido comenzar esta aventura de Opera omnia
(pese a no ser el primero en la producción jalicsiana), ha sido
laboriosa y profunda. A este fin he manejado tanto la edición
original de Aprendiendo a compartir la fe, su título original,
como la posterior traducción al alemán, revisada y prologada
por el propio Jalics. Confieso haberme permitido muchas licen-
cias a la hora de reformular algunas de las ideas del maestro,
pero siempre ‒o en eso confío‒ respetando su espíritu y, por su-
puesto, con una clara intención pastoral. Mi trabajo de revisión
y edición ha estado guiado por un enorme respeto hacia Jalics
‒reverencia, me atrevería a decir‒, pero también por el deseo
de que su mensaje llegue al lector y meditador de hoy. Confío
haber cumplido, al menos lo suficiente, este propósito.
¿Qué es lo que el lector encontrará en las páginas que si-
guen? Buena parte de los lectores de Jalics conocen lo que
podría designarse su patrimonio místico, recogido fundamen-
talmente, aunque no sólo, en Ejercicios de contemplación, su
obra más definitiva. Pocos, en cambio, han tenido acceso a su,
llamémoslo así, patrimonio ético. Porque Jalics no sólo medi-
tó, sino que escuchó a los demás. En efecto, este memorable
jesuita desplegó una tarea pastoral de primerísimo orden, que
le ocupó tanto tiempo, o probablemente más, que el que invir-
tió a estar a solas ante el misterio. Y, lo que es todavía mejor:
nos ha dejado escrita su experiencia. Es de esto de lo que tra­
ta Escuchar para ser. Dimensión contemplativa de las relacio-
nes interpersonales. ¿Cómo guardar en el corazón la vida del
otro? ¿Es posible aprender algo así?
Me permito resumir aquí, a modo de introducción, las que
son las principales enseñanzas de Jalics a este respecto, que bien
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podrían resumirse en las siguientes palabras: proporcionalidad,


autonomía, reflejo, pausas, revelación, gratuidad y diálogo. Es-
tas son, pues, las pautas o consignas que pueden ayudar, según
el maestro, a una comunicación interpersonal y grupal digna de
este nombre.
Primera enseñanza: La proporcionalidad. La relación que
se mantiene con Dios, con los demás y con uno mismo es exac-
tamente proporcional. El autor insiste en ello. ¿Quieres saber la
relación que mantienes con Dios? Mira la relación que tienes
con los demás. Si amas a una persona, quieres a diez, te caen
bien unas veinte, te son indiferente sesenta, hay trece o catorce
que, francamente, no te hacen muy feliz, y una o dos, qué le
vamos a hacer, a las que no puedes ni ver, exactamente así es tu
relación con Dios: le amas en uno por ciento, te deja indiferente
en un sesenta por ciento, te resulta agradable en un veinte, y así
sucesivamente. Si ofrezco un ejemplo tan concreto es porque el
propio Jalics los propone, sabedor de que, si nos quedamos en
los grandes principios, el mensaje nunca llega al corazón del
hombre. Todo esto, en cualquier caso, lo dice la Sagrada Es-
critura de un modo mucho más rotundo: «Quien diga que ama
a Dios y no ama a sus hermanos, es un mentiroso» (1 Jn 2, 4).
Segunda enseñanza: La autonomía personal. Convertirse
al prójimo significa creer que el otro, por deteriorado o en de-
clive que pueda estar, tiene la capacidad de comprenderse y de
curarse. Desde esta perspectiva, ayudar a alguien no es sacarle
del agujero, sino mostrarle que él mismo puede salir de él, sea
porque hay un camino que puede y debe descubrir, sea, más
sencillamente, porque no hay agujero en absoluto. Creer en la
autonomía personal y promoverla significa que no cabe ayu­
dar desde fuera (todo eso son falsas ayudas), sino que el mejor
servicio que cabe prestar a los otros es creer en ellos. Por otro
lado, sólo un contemplativo puede creer verdaderamente en
una persona, puesto que sólo los contemplativos ven el fondo
de las personas. Querer a alguien es, pues, darle la posibili-
dad de autoestima. Dicho de otra forma, aún más radical: sin
contemplación el amor no tiene raíz.
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Tercera enseñanza: El reflejo. Creer en la autonomía perso­


nal, tanto propia como ajena, es algo que puede aprenderse.
Los en­trenamientos posibles a este efecto son múltiples, pero el
fun­da­mental ‒tomado de Carl Rogers, el famoso psicoterapeu-
ta norteamericano‒ es el llamado reflejo. Reflejar es devolver
lo que se dice sin cargarlo emocional ni intelectualmente, es
decir, sin añadir los propios pensamientos o sentimientos, sino
acogiendo lo que se dice y devolviéndolo en la máxima pure-
za posible, de modo que el interlocutor, ante esta devolución,
pueda ir más adentro en su propia indagación, aproximándose
cada vez más a la verdad, que es lo que le hará libre. Mantener
una conversación reflejando supone una importante dosis de
humildad y de paciencia, exactamente igual que en la práctica
meditativa.
Cuarta enseñanza: Las pausas. Un diálogo en el que nues-
tro interlocutor es reflejado irá siendo cada vez más pausado,
es decir, habrá en él silencios más prolongados, tanto entre
las palabras como entre las frases. La prueba de que se está
hablando de algo espiritual o, más sencillamente, de algo del
corazón, de algo que nos importa, es que se habla más despa-
cio. Tanto más despacio se habla, tanto más importa lo que se
está diciendo. La prisa es, pues, enemiga de la contemplación
y de la verdadera comunicación. La comunicación vertiginosa
no es verdadera comunicación, sino manipulación. Las pau-
sas entre palabras o frases prueban que esas palabras o frases
dichas no son aprendidas, sino que están siendo buscadas en
el hondón de quien habla, de que se están creando en ese ins-
tante. Además, esas pausas son las que posibilitan que el men-
saje pueda llegar a su interlocutor. Dicho de otro modo, que el
silencio es, en el fondo, el signo de que el receptor realmente
importa; que no se quiere simplemente soltar lo propio, sino
que interesa que llegue realmente a su destinatario para que
allí ese contenido y esa forma le trabajen por dentro.
Quinta enseñanza: La revelación. Un diálogo fecundo no
es simplemente un intercambio de opiniones o de información,
sino una plataforma privilegiada ‒quizá la plataforma por exce-
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lencia‒ para la búsqueda de la verdad y para el descubrimiento


de la vida. La verdad (sobre la propia vida, sobre la vida en
general, sobre Dios…) no es algo que se tiene o se deja de te-
ner, sino algo que se gesta, algo que se alumbra, un espacio de
luz en el que se entra (y del que se puede salir). Y el diálogo
es la mejor plataforma para que tal gestación y alumbramiento
pueda tener lugar. Esto significa que la verdad, la vida, es un
acontecimiento esencialmente interpersonal, que es en la rela-
ción donde nace, se despliega y se descubre. No se habla con
los otros simplemente para hacer o que nos hagan el bien, sino
para descubrir lo que se es. Esta es la perla escondida que late
tras cada conversación, por lejos de ella que se pueda estar.
Sexta enseñanza: La gratuidad. Nada de todo esto puede
acaecer cuando una relación interpersonal no está motivada
por la gratuidad, sino por el interés. Si se habla con otro para
que al final nos pague la sesión, o para autoafirmarnos, o pa­
ra reforzar una institución, todo este proceso contemplativo de
las relaciones interpersonales queda dinamitado de raíz. Jalics
insiste en esto, convencido de que muchos de los así llamados
diálogos pastorales terminan frustrándose porque el interés del
sacerdote o del pastoralista en cuestión no es puro: quieren
que esa persona con quien hablan se confiese y comulgue, por
ejemplo, o que vaya a misa, o que no se marche de la insti-
tución que ellos representan…, por seguir con los ejemplos.
Su punto de mira no está entonces en lo que la persona trae
consigo, sino en lo que ellos tienen previamente. Por hermoso
que eso previo pueda ser, siempre es un impedimento para la
verdadera relación interpersonal. Ser amigo de un cura ‒uno
de los ejemplos que el propio Jalics trae a colación‒ es muy
difícil, puesto que antes o después te pedirá algo. Los intere­
ses de los curas casi siempre están en la gloria de su institución
(de su parroquia, de su movimiento…), no en las personas. Por
ello, es preciso crear plataformas pastorales donde no exista
un interés institucional; y revisarlas periódicamente para que
no terminen por ser autorreferenciales. Sólo esto posibilitará la
verdadera escucha.
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Séptima y última enseñanza, aunque hay, desde luego, mu-


chas más: El diálogo. Un diálogo no es simplemente escuchar
‒y mucho menos sólo reflejar‒, también es hablar; no es sólo
recibir, también hay que dar. El asunto es qué se da, por qué
se da y, ciertamente, cómo se da. ¿Qué debe darse en un diá-
logo pastoral, o espiritual, o en una relación de ayuda? Sólo
lo esencial. No debe uno perderse en lo periférico o circuns-
tancial, sino que debe ir siempre, y por sistema, a lo nuclear.
Eso es lo que debe darse. ¿Por qué? Porque lo contemplativo
es lo que atañe al centro, no a la periferia. Apuntando al pro-
pio centro se invita al otro a apuntar al suyo, y es ahí, desde
ambos centros, donde puede producirse la experiencia de la
comunión y del amor.
¿Cómo puede darse eso tan esencial o central que apunta
tanto afectiva como efectivamente al centro del interlocutor?
Con respeto, con suavidad, con progresión y con luminosidad.
El respeto es el primer nivel de la comunicación. Sin respeto,
es decir, aceptación de que el otro sea otro, no se puede avan-
zar en la comunicación. No se trata de llevar al otro a la propia
orilla, sino de navegar juntos un tramo del río. Ese respeto se
manifiesta en la suavidad: las propias palabras son sencillas,
no complicadas; se formulan despacio, no deprisa; en un tono
agradable, para que vayan entrando a un ritmo adecuado en la
mente del otro y, acaso, en su alma. La suavidad es siempre
una prueba de amor. El mensaje que se transmite es progresi-
vo, es decir, está secuenciado, se va adelante en la medida en
que es acogido, es un mensaje articulado, construido, aunque
sea una construcción muy elemental. Por último, es luminoso,
esto es, resulta comprensible en sí mismo y ayuda a que los in-
terlocutores comprendan que ellos son la palabra que Dios les
ha dado. Las palabras son caminos para la palabra que somos.
La palabra que somos es el camino para la palabra que es. El
diálogo interpersonal es la forma privilegiada de acceso a un
Dios que es diálogo (intra-trinitario).
Concluyo este ya largo prólogo con una última advertencia.
Si bien el tema por excelencia de la obra de Jalics es la oración
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contemplativa y, en este sentido, el trabajo interior en el silen-


cio, también lo es que ese silencio meditativo es en orden a
la escucha. ¿A la escucha de qué? A la escucha de lo que en la
tradición cristiana se conoce como palabra. Silencio y palabra
están, pues, en una íntima relación, lo que significa que uno no
puede comprenderse sin el otro, algo así como el yin y el yang
o como la noche y el día: ambos forman parte de lo mismo,
uno es el camino para ir al otro y viceversa.
Nosotros, que somos una generación escéptica ante el po-
der de la palabra ‒quizá porque hemos sido víctimas del exce-
so de palabras, de la sobreinformación‒, tendemos a separar
palabra de realidad. Pensamos que primero están las cosas ‒la
nube, el árbol, la montaña…‒ y luego viene el ser humano y
las nombra, diciendo: nube, montaña, árbol… No es esta, sin
embargo, la mentalidad bíblica, para la que Dios crea por la
palabra, lo que significa que el secreto de las cosas es, preci-
samente, la palabra con la que están hechas. Guardar la pala­
bra en el corazón ‒expresión que condensa como ninguna otra
la tradición contemplativa en el cristianismo‒, no es, simple-
mente, como a menudo se ha pensado, guardar la palabra bí-
blica, sino guardar la realidad, de la que la palabra bíblica
quiere ser precisamente un símbolo o un mapa. Lo que se ha
de guardar, pues, lo que se debe contemplar en el corazón, no
es otra cosa que la vida.
El modelo más insigne de meditación en el cristianismo es
la Virgen María, de quien los evangelios dicen que «guarda-
ba» todas esas cosas en su corazón. Guardar, es decir, custo-
diar, cuidar, atender, preservar. ¿Dónde? En el corazón, esto
es, en la sede volitiva y sentimental del ser humano; pero no
sólo, sino en su centro, pues para la mentalidad bíblica el co-
razón era lo más radical. La principal forma para guardar la
vida es para Franz Jalics la meditación silenciosa. Pero esa
meditación en silencio y quietud nunca debe convertirse en
un ídolo, sino que ha de encaminarse a la vida. La vida es el
absoluto, no la práctica meditativa; es en la vida cotidiana ‒no
en las sentadas‒ donde finalmente se juega todo. Esa vida co-
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tidiana, lo sabemos bien, está llena de escenarios, quehaceres,


colores, reclamos…; pero uno de ellos, acaso el fundamental,
es precisamente el de las relaciones interpersonales.
Es con los demás donde se ha de aplicar lo que se aprende
en la práctica meditativa. De modo que si la mística o medita-
ción no lleva a la ética ‒al amor en las relaciones interperso-
nales‒, entonces no es verdadera mística, sino una sofisticada
forma de alienación.
Concluyo diciendo que el título original de este libro es
Aprendiendo a compartir la fe. Así como me atreví a cambiar
El acompañamiento espiritual en los evangelios por Jesús,
maestro de meditación, en la revisión que en su día hice de
es­te volumen, también ahora me he permitido rebautizar estas
páginas con dos palabras que, a mi entender, son capitales en
el universo de Jalics: escuchar y ser. Porque, si bien es cierto
que en los capítulos que siguen se abordan muchísimos as­
pectos de la comunicación humana –siempre desde la óptica
de la pastoral y de la espiritualidad–, también lo es que el pun-
to de partida es siempre la escucha, y el de llegada el ser, el
ser en plenitud.
Ojalá que esta nueva edición de este manual para el acom-
pañante espiritual y para el animador de grupos toque muchos
corazones, cumpla su destino y, de este modo, honre la memo-
ria de su autor.
ÍNDICE GENERAL

Presentación, de Pablo d’Ors ............................................... 9

Prólogo ............................................................................... 19

1. Convertirse al prójimo ................................................. 25


1. Interesarse por el otro .................................................. 25
2. Ponerse en el lugar del otro ......................................... 28
3. El diálogo pastoral ....................................................... 30

2. Favorecer la autonomía . ............................................. 37


1. El yo y la imagen que uno tiene de sí mismo .............. 37
2. Una atmósfera de respeto ............................................ 44
3. Actitudes que favorecen la libre expresión ................. 48
3. Acoger a la persona ..................................................... 55
1. Respuestas posibles ..................................................... 55
2. Atender a lo principal .................................................. 61
3. Mirar a la persona, no a su problema .......................... 64
4. Fijarse en la intención, no en lo revelado involuntaria-
mente ........................................................................... 66
5. Formas del reflejo ........................................................ 68
a) El reflejo .................................................................. 68
b) El reflejo de un contenido no expresado ................. 70
c) El movimiento pendular .......................................... 70
d) El reflejo de contraste .............................................. 72
e) El reflejo mediante repetición ................................. 73
f) El reflejo del sentimiento ........................................ 75
g) El esclarecimiento ................................................... 76
6. Frecuencia del reflejo .................................................. 77
7. El reflejo no debe ser una pregunta ............................. 78
8. Hablar rápido, hablar despacio .................................... 79
204 Índice general

9. No interrumpir las pausas en el diálogo ...................... 79


10. El reflejo recapitulador ................................................ 80
11. El tránsito de escuchar a hablar ................................... 81
12. El talante contemplativo .............................................. 89
4. Escuchar el fondo ........................................................ 93
5. Dar testimonio ............................................................... 97
1. El testimonio de vida ................................................... 97
2. El testimonio en el ámbito de la enseñanza ................. 105
3. Algunas modestas sugerencias .................................... 116
6. Practicar lo aprendido ................................................ 119
1. Con los excesivamente fervorosos .............................. 120
2. Con los agresivos ........................................................ 124
3. Con los que sufren ....................................................... 141
4. Con los que buscan ...................................................... 146
5. Lo que acontece en el silencio ..................................... 150
6. El orador ...................................................................... 153
7. La comunicación grupal ............................................... 155
1. La formación de la conciencia de grupo ..................... 156
2. El objetivo de la reunión ............................................. 166
3. La dinámica de la dirección ........................................ 172
4. Las tres fases de una reunión ....................................... 180
5. Distintas clases de grupos ........................................... 184
8. Bendecir con el corazón .............................................. 189
1. El amor en la pastoral .................................................. 189
2. La oración en la pastoral ............................................. 193
3. La bendición en la pastoral .......................................... 194

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