Sleeping With Monsters - Amelia Hutchins
Sleeping With Monsters - Amelia Hutchins
Sleeping With Monsters - Amelia Hutchins
Leona
SleepPumpkin
Pilar_Gr
Moonwixh
DarkFate
MorganaZuri
Lina Mi Lu
#SomosBrujas
Sleeping with Monsters
Playing with Monsters #02
The Fae Universe #08
Amelia Hutchins
Cuando todo está en juego, ¿hasta dónde llegarás para proteger a tus
seres queridos?
¿Y si el coste de salvarlos es tu alma?
¿Lo pagarías?
Pensé que estaba preparada para lo que se avecinaba; que si hacía
sacrificios, podría ganar este juego.
Ya no tengo miedo de la oscuridad ni de los monstruos que se
esconden en las sombras. Me he convertido en lo que más temía,
dejándola entrar para proteger a los que amo.
A veces hace falta un monstruo para ganar. A veces, para luchar
contra los monstruos, tienes que convertirte en uno.
Mi único temor es... ¿puedo regresar de eso?
Orden de lectura
1. Fighting Destiny
2. Taunting Destiny
3. Escaping Destiny
4. Seducing Destiny
5. A Demon’s Dark Embrace (Serie The Elite
Guards)
6. Playing with Monsters (Serie Playing with
Monsters)
7. Unraveling Destiny
8. Sleeping with Monsters
Capítulo 1
LUCIAN
Iba a destruir a Lucifer. Destruirlo, poco a poco, hasta que no
quedara nada. Había entrado en su tienda, sorprendido por los dulces
ruidos que había hecho. Mi polla había reaccionado, endureciéndose
con la necesidad de follarla hasta que no pudiera moverse después. La
misma mierda que me había estado persiguiendo desde que la había
follado en la cabaña a la que me llevó la semana pasada.
Luego escuché otras voces, y había visto rojo. Empujé a través de las
puertas delanteras, encontrando la habitación de su destilería abierta.
Ella estaba en el sofá, desnuda, con su cuerpo retorciéndose mientras
tocaba su dulce botón, moviéndolo con urgencia. Retrocedí, viendo
cómo su cuerpo se movía y sus ruidos me llevaban al borde de la
locura, hasta que susurró Luc. Muchos me habían llamado así antes,
pero entonces había olido el azufre, había notado la forma en que su
cuerpo se movía, como si realmente estuviera siendo follada. La liana
se había deslizado de entre sus labios y mi estómago había caído ante
lo que estaba siendo testigo. Él se estaba follando a mi Lena. Había
llegado a ella de alguna manera, había descubierto que eran gemelas y
de alguna manera había conseguido su permiso para entrar en su
cuerpo.
Sostenerla mientras escapaba de él sin estrangularla había sido un
acto de fuerza de voluntad suprema. Quería mostrarle las diferencias,
hacerla sentir, para que no volviera a confundir la diferencia, porque
de alguna manera había sabido que él utilizó mi imagen para llegar a
mi chica. Él moriría pronto, pero por ahora tenía que evitar que ella
cayera en sus manos, lo que significaba que tenía que permanecer
cerca sin apegarme emocionalmente a ella.
—Esto es inesperado —la profunda voz de Hades susurró a través
de la habitación antes que su forma se solidificara con el humo.
Me giré, mirándolo fijamente a los ojos, de color violeta, que
observaron mi cuerpo antes de dirigirse a la forma de Lena,
escasamente vestida, se detuvo en el lugar donde su cadera se había
quedado al descubierto al quitarse las mantas. Sin pensarlo, moví mi
mano para taparla, cubriéndola de la ardiente curiosidad de sus ojos.
—No merece la pena empezar una guerra por ella. Cancela la
recompensa que pusiste sobre la cabeza de Lucy.
—Vete a la mierda, Hades. La quiere porque es mía, por lo que cree
que tiene. Sólo eso debería asustarte, considerando lo que pasaría si
ese imbécil pone sus manos en el sello antes que nosotros. Considera
esto, amigo: Soy más viejo que ustedes dos. Soy eterno, más que
inmortal e interminable. No creo que el imbécil busque el sello sólo
para poder jugar amistosamente al escondite; por lo que he oído, se
cansa de estar atado al Infierno. No puede permanecer fuera del
infierno más de unas horas sin que sus fuerzas se debiliten. Quiere
abrir las puertas, pero no ha descubierto cómo hacerlo.
››Ahora, está creando secuaces para que le ayuden desde fuera. Él
tenía intención de colocar su bastardo en el vientre de ella esta noche.
Si lo hubiera hecho, tendría algo más que un peldaño en este mundo.
Tendría un hijo lo suficientemente fuerte como para demoler las
Puertas del Infierno y lograr su objetivo con el sello. ¿De verdad crees
que su Dios sería misericordioso si todo su rebaño fuera asesinado o
poseído por demonios? Lucifer es simplemente un niño para nosotros,
uno que necesita ser golpeado en su trasero para que se le muestre
dónde está en la cadena de mando. Los otros Dioses ya se han dado
cuenta que sus demonios están aquí, vistiendo a los humanos como si
fueran putos disfraces de Halloween. Tarde o temprano, conseguirá la
guerra que quiere.
—¿Qué importa si el cielo se cae? —Hades se encogió de hombros,
sus ojos se entrecerraron mientras me observaba—. Ya hemos lidiado
con los problemas de otros durante mucho tiempo. Dejemos que
limpien sus propios jodidos líos.
—¿Crees que esta ronda es sólo porque quiere un poco más de
espacio para moverse? ¿Cuánto tiempo pasará antes que los viejos
Dioses y los Nuevos Dioses se declaren la guerra unos a otros, o a
nosotros, en todo caso? Ese sello que está buscando no sólo abrirá este
mundo al infierno, abrirá todos los mundos. Cada mundo, Hades. Sólo
unos pocos seres saben lo que eso implica. Sabes muy bien que no
estamos preparados para luchar con esas criaturas de nuevo. Además,
si vienen, significa que perderemos todo lo que hemos trabajado para
lograr aquí. No habrá lugar ni mundo donde podamos escondernos de
ellos. Ese sello es lo único que los mantiene donde están. Así que o
ayúdame, o vete a la mierda.
—Sabes de qué lado estoy: he estado a tu lado desde los albores del
hombre —dijo—. Hablando de bandos, creo que es mejor que lo
escuches de mí en lugar de uno de tus pequeños espías: la he probado
esta noche...
Más rápido de lo que pudo pestañear, salí volando de la cama, lo
agarré y lo inmovilicé contra la pared; mis ojos ardían en fuego azul
mientras gruñía, a centímetros de su garganta.
—Debería destruirte.
Se burló, mirándome fijamente mientras sostenía su garganta con un
agarre mortal.
—Separé su dulce coño y ella cabalgó sobre mi cara, corriéndose tan
bellamente. Ella hace los ruidos más divinos, ¿verdad? Y sabe a cielo,
tanto que ninguno de nosotros tiene suficiente.
Mi mano se tensó y sin embargo, el bastardo siguió sonriendo. Medí
mis palabras para que no hubiera dudas sobre lo que sentía por lo que
había hecho.
—Ella es mía y sólo mía, y si quieres continuar con tu lamentable
existencia, te callarás la maldita boca sobre lo que le hiciste.
—¿Por qué? Si no hubiera hecho que su coño se mojara, si no la
hubiera hecho correrse con fuerza para mí, estaría embarazada ahora
mismo. Puse un bonito hechizo anticonceptivo sobre su precioso
vientre con mi lengua mientras la lamía para que él no pudiera plantar
esa semilla que ella aceptó tan ciegamente albergar. Sabía qué gemela
había arrastrado a Abbadon. Sabía que ella era tuya, y aunque podría
haberme quedado atrás y verle hacer lo que quisiera, improvisé. Se la
presenté a él, al mismísimo diablo. La desnudé, la mantuve calmada y
controlé su mente para que no él la destrozara ni la violara. Él lo habría
hecho; le habría hecho las mismas cosas que le hizo a su dulce hermana
hasta que ella dejara de luchar contra él.
››Ahora que su hermana lleva su hijo, no es más que un juguete roto
que ha sido entregada a sus secuaces para que la utilicen. Así que sí, me
aseguré que no le pasara a tu chica, y te he dado algo de tiempo para
llegar a ella —Me miró críticamente mientras yo solté su garganta y me
alejé de él—. Este sentimentalismo no es habitual en ti. No te importa
ella; te importa la idea de ella. Eres el monstruo al que llaman a
masacrar hordas de monstruos. Eres la muerte, y sin embargo aquí
estás, con otra mortal. Criaturas frágiles y débiles que tienen una fecha
de caducidad que comienza su cuenta regresiva en el momento en que
respiran por primera vez —Se dirigió a un sillón con volantes y se
acomodó en él, su gran tamaño empequeñecía la absurda cosa, pero se
las arregló para parecer tranquilo mientras cruzaba sus largas piernas
y me miraba expectante.
—Ella es diferente —dije con rabia, odiando que me importara. Era
una maldita debilidad que no necesitaba ni quería, y que sin embargo
no podía matar.
—Este no eres tú. Has pasado demasiado tiempo en este plano
mortal y estás empezando a sonar como uno de ellos. Tienes que
despertar de una puta vez y ver lo que está sucediendo a tu alrededor.
Faery está entrando en este mundo y su Diosa, bendito sea su sexy y
apretado culo, no puede evitar que suceda. El Rey de la Horda, tampoco
puede detenerlo. Los demonios ya están aquí, han estado en este
mundo durante milenios y a nadie le importa más que a nosotros.
¿Dónde están los otros dioses? No están aquí, no están sudando para
salvar a ninguna de estas débiles criaturas. No, sólo nosotros. Sigues
luchando contra esto, pero es interminable, y personalmente, estoy
malditamente cansado de verte caer por una mortal mientras te
mientes a ti mismo diciendo que no lo has hecho. Te he visto matar a
las encarnaciones de Katarina demasiadas malditas veces. Si piensas
cambiar el ciclo, tienes que cambiar la forma de enfocar tu problema.
Después de eso, si planeas jugar con los mortales, encuentra una por la
que valga la pena morir. Este juego del gato y el ratón es interminable,
y eso es porque ella es mortal y tú eres mucho... más.
—Magdalena no es Katarina —ladré, y vi cómo una sonrisa burlona
se levantaba de su boca. Lo golpeé, observando cómo vacilaba muy
brevemente.
La sangre goteó de la comisura de su boca y se la limpió con el pulgar
antes de lamerla. El fuego del infierno bailaba en sus ojos violetas que
se clavaron en los míos.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Comenzó lentamente mientras
se acomodaba en el sillón—. Si yo fuera Katarina, habría enviado a
Lena para que te distrajera. Ella parece hacer precisamente eso, ¿no?
Pero si somos sinceros, sus coños no saben nada iguales —Su burla
pretendía enfurecerme. En lugar de eso, sonreí, observándolo con
indiferente frialdad. Suspiró y negó con la cabeza, sabiendo que no iba
a conseguir que admitiera lo que él quería, y cambió de táctica—. Luc
ha subido la apuesta esta noche; alégrate de que yo estuviera allí
cuando hizo su pequeño truco. Hice mi hechizo para protegerla de lo
que él quería que viera. Él quería que viera el caos que se desarrollaba
a su alrededor. La alimenté con una ilusión de lujuria. Toqué música
dentro de su alma con mi toque. Ella nunca se dio cuenta que estaba
hasta los tobillos de sangre mientras yo llevaba su pequeño y perfecto
culo al escenario. No se dio cuenta que la multitud se estaba
desgarrando porque nunca pueden encontrar liberación en ese lugar.
—¿Sabes si ya llevó a Kendra a través de las Puertas del Infierno?—
Pregunté, estrechando mis ojos en su forma dormida.
—La ha mantenido en movimiento en diferentes niveles que rodean
las puertas desde hace unas semanas. Escondida justo en el borde del
reino, no lo suficientemente profundo como para saber si ella alberga
el sello, si eso es lo que te estabas preguntando. Si alberga el sello,
habría un espectáculo de mierda que ninguno de nosotros podría
haberse perdido si cruzaba con ella —Me miró especulativamente—.
Ahora que ha probado el fuego en ambas, no se mantendrá alejado. No
cuando sabe que hay dos de ellas; no cuando sepa que se equivocó de
hermana primero y que tú escondiste a la otra.
—Podrías haber evitado que se la follara —gruñí mientras me
acercaba más a Lena.
—Claro que podría haberlo hecho. Es que me encanta tener ataques
repentinos de estupidez para hacer que ese pequeño bastardo
sospeche de mí —Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros—.
Te di suficiente tiempo para llegar a ella, ¿y qué si metió la polla dentro
de ella? Sólo lo retrasé y me puse en el camino para que no consiguiera
lo que lo que realmente quería, y sabía que no estarías muy lejos. Por
suerte, la sacaste antes que pudiera convertirla en un cadáver. Lo
habría hecho, sólo para asegurarse de que perdieras. No te equivoques,
Lucian, esto es un juego para él. Estas chicas no son más que peones.
Esta tuvo suerte; su hermana es la que está siendo torturada porque
Luc pensó que era tu amante, mientras que esta no sufrió más que un
pequeño tiempo sexy en los brazos del diablo. Por cierto, cuando ella
recuerde quién es y lo que has hecho, ¿crees que tropezará de buena
gana y caerá sobre tu polla? ¿O te odiará tanto como mi esposa me
odiaba a mí? Podría ir en cualquier dirección; ella es una chica del tipo
whisky, tienden a nacer del fuego. Eso es algo que tú y yo nunca
entenderemos, nunca podremos, ya que somos las llamas que las
hicieron nacer y las quemaron. Tú y yo, no somos tan diferentes.
Ambos tenemos afinidad por querer mujeres con complicaciones, ¿no
es así?
—Hiciste un trato, uno que no tenías que hacer. Evitó el caos; al
menos la tienes durante seis meses del año. Podría ser peor.
—Oh, sí, y es un puto trato tan dulce, ¿no? Para los otros seis meses,
tengo que ser creativo y conseguir mi diversión donde pueda. Se
necesita un montón de ingenio creativo y tuve que tragarme una puta
tonelada de mi orgullo para que ella dejara de odiarme —dijo mientras
señalaba con el dedo la forma dormida de Lena—. Le quitaste su
elección, borraste lo que era sin su consentimiento. Cuando ella
recupere sus recuerdos, y lo hará, te odiará. Claro, siempre puedes
mantenerla como un juguete para follar encadenado a tu cama, lo cual
es divertido durante las primeras dos décadas, pero confía en mí;
luchar contra ellas todos los días se vuelve aburrido rápidamente.
¿Crees que acepté el trato de Atum porque Deméter estaba teniendo un
enorme ataque de histeria, o porque tuve jodida lástima por todos esos
humanos que mató porque estaba enojada conmigo? Te aseguro que
no. Yo era como tú, adicto a la lucha en sus ojos. El espíritu en su alma,
pero el cautiverio lo asfixia; apaga la llama y la lucha. Entonces todo lo
que te queda de ello es una bonita muñeca rota.
››No, a pesar de las mentiras que contaban esos narradores, no la
dejé volver con su madre porque sabía que echaba de menos el sol o
porque no dejaba de llorar. Lo hice porque soy un bastardo egoísta y
pensé que seis meses a la vez era mejor que ninguno. Una cosa que
puedo prometerte es esto: lo que estás haciendo ahora no funcionará,
nunca lo hace. Sin embargo, tu historia tiene un pequeño giro con
respecto a la mía. La tuya está en un bucle; en el momento en que la
amas, está muerta. No fuiste creado para ser amado, o para dar amor.
Eres lo que eres porque eres el hijo de puta más frío que podría pensar
en convertirse por ella. Hazme un favor; si ganas el juego esta vez,
aléjate de las brujas y encuentra a alguien que no pueda ser utilizado
por los que te maldijeron.
—No muere porque me enamore de ella —Hice una mueca y me
detuve de poner los ojos en blanco ante su estúpida especulación.
—¿No lo hace? Te enamoraste de la primera; tres días después de
admitirlo, fue asesinada por ti. Y sigue muriendo con cada
reencarnación. Uno de ustedes se enamora y ella muere. Si ella te ama,
muere; si tú la amas, ella sigue muriendo. Haznos un maldito favor:
enamórate de alguien que no esté asociado a esta puta maldición para
que puedas saber lo que se siente tener amor y que te lo den y que ella
no muera. Tal vez entonces vuelvas a nosotros como antes.
—Vete —espeté, odiando la verdad que escapaba de su boca. Tenía
razón, lo que significaba que tenía que alejar a Lena antes de matarla, o
peor, maldecirla con mi alma.
Capítulo 8
Cada jugador debe aceptar las cartas que la vida le ofrece. Pero
una vez que están en la mano, solo él o ella deben decidir cómo
colocar las cartas para ganarlas.
~Voltaire
1897
Mi cabello se agita contra mi rostro mientras el viento en la cuenca de
las Montañas Rocosas aúlla. La tormenta se detuvo, amenazando con
desatarse en el prado abierto donde algunos miembros de mi aquelarre
yacían muertos o agonizantes. Estaba bañada en su sangre, mi camisa
rosa por ella. Mi cabello mojado azotó contra mi cara, helado por el frío
aire de noviembre. Incliné la cabeza hacia atrás, dejando que la luz de la
luna llena de sangre me bañara la cara como lo hizo con el prado por el
que me moví como un espectro.
Escaneé los rostros de los muertos más cercanos a mí, deteniéndome
mientras observaba la mirada sin vida de mi hermana. A diferencia de
los demás, su muerte me había herido.
La amaba.
Afortunadamente, la maldad dentro de mí había apagado mis
emociones cuando llevé su alma con la mía. Me había susurrado hacía
mucho tiempo, prediciendo sobre el hombre que vendría a destruirme, y
la había escuchado con la respiración contenida.
Había hablado de mis vidas pasadas, mostrando cada una con vívidos
detalles que trajeron su dolor hacia mí, dejándome sentir el amor que
habían compartido con un monstruo, uno que había acabado con cada
una de sus vidas. Lo había observado a través de los siglos mientras él las
seducía y luego las asesinaba, pero había sido yo quien había jugado al
voyeur cuando había tomado a cada una de ellas. Conocía su toque, su
sabor y todo lo que sabían sobre él.
En el momento en que Lucian entró en nuestra ciudad, supe que era él
quien buscaba el alma de la bruja maldita que vivía dentro de mí. Había
susurrado a los oídos del aquelarre, y mi hermana, Flora había
sucumbido a su encanto; ella lo había llevado entre sus piernas y había
aceptado cualquier cosa que le dijera como verdad.
Juntos, difundieron noticias de lo que tenía dentro de mí. Esta
completamente hermosa oscuridad que era real. Me habló de vidas
pasadas y de cómo terminar con este juego mortal, de una vez por todas.
Empecé a dar pasos en el momento en que el mal dentro de mí me dijo
lo que venía, y cómo este juego debía terminar. Puse las cosas al alcance
más lejano de nuestra comunidad. Empaqué todo lo que me vinculaba
con el alma maldita e hice el largo viaje al Gremio. Había negociado con
los Ancianos y ellos accedieron a ayudarme. Había escondido todo allí,
incluidos los grimorios que habían pasado a través de los linajes,
baratijas que cada uno había poseído, diarios de cada vida perdida, junto
con las historias del aquelarre sobre brujas malditas.
Los Ancianos del Gremio me aseguraron que todo lo que encontré
estaba oculto, resguardado lejos y sellado en las catacumbas del Gremio.
El único lugar en el que nadie de nuestro propio aquelarre o él jamás
pensaría en mirar.
Como piezas de un juego, todo estaba preparado, colocado
perfectamente para el próximo renacimiento para encontrarlo y usarlo
en su contra. Él había estado buscándome, la que había renacido con el
alma maldita de su amada Katarina dentro de ella. La oscuridad había
susurrado sus secretos, y con esos secretos vinieron sus recuerdos.
Era un amor que siempre terminó en muerte, un amor que nunca
debió ser. En cada renacimiento, seducía a la desafortunada mujer. La
convertía en alguien tan perdida en el amor que dejaba que su muerte
ocurriera. Algunas habían ido a él a ciegas, otras habían luchado contra
él; todas terminaron enamoradas de él.
Al final, no importó cuánto lucharon, todas terminaron muertas.
Cada una había añadido una maldición a su alma; una lo había hecho
incapaz de engendrar niños. Por supuesto, ella había tenido que incluir
una forma de evitarlo, ya que tantas maldiciones incluían algún tipo de
excepción a ellas. Hasta ahora, no tenía hijos, como mi hermana cuando
la maté. Otra había maldecido su alma para llevar la esencia y almas de
las que había matado, imaginando que juntas, éramos más fuertes.
Qué desastre fue eso, considerando que todas susurraron dentro de mi
cabeza, con empeño. Podía escuchar sus voces, sentir sus emociones,
incluso el amor que Katarina tenía por el monstruo del que se había
enamorado. Mi maldición, mi maldición no le haría nada a él. Fui la
primera bruja renacida que planeó maldecir a su amada Katarina.
No fui tan estúpida como para creer que sobreviviría donde otras no lo
habían hecho. Sabía que la muerte me había llamado, susurrando mi
nombre sobre las estrellas, y yo le daba la bienvenida. Después que me
marcaron, me quitaron todo. Mi amor, el hombre al que le había
entregado mi corazón, había sido masacrado por orden de este monstruo
que me cazaba, y este monstruo fue en última instancia responsable de
los muertos y moribundos que ahora ensuciaban los prados.
Algunos del aquelarre me habían distraído, ya que los demás se habían
ido a mi casa para asesinar a John, el hombre que había amado con cada
parte de mí. Habíamos planeado nuestra vida, niños para llenar nuestro
hogar de amor, y me lo habían quitado.
Corrí a casa, solo para encontrar lo que quedaba de él dentro de
nuestra cabaña. Escrito en su cuerpo había un mensaje de sus asesinos
para encontrarlos aquí, debajo de la luna en este lugar sagrado donde
las líneas ley se reunían y cruzaban.
Les había servido de poco, considerando que yo vivía y ellos no eran
nada más que forraje para alimentar a los gusanos. El resto del
aquelarre debió estar convencido de que estos tontos serian mejores que
yo y se habían escondido en la ciudad o en la abadía. En lugar de
cazarlos, comencé a prepararme para la retribución.
Llamé a la sal de las filas para que se reunieran y crearan el
hexagrama que el mal dentro de mí me había ordenado que hiciera. A
continuación, había iniciado los fuegos que crearon un círculo a mí
alrededor y el área en la que necesitaba trabajar.
Los fuegos ardían intensamente, alimentados por los restos de los que
habían sido sacrificados aquí y fortaleciéndome a mí y a la maldición que
pretendía infligir al monstruo que me había quitado todo. Había
preparado el caldero, las llamas lamían sus lados cuando comenzó a
burbujear con los ingredientes que había recolectado mientras esperaba
que Lucian viniera. Porque vendría, siempre lo hacía.
Agarré la daga y tiré de mi trenza rubia hacia adelante, la corté y lo
arroje al caldero hirviendo. Chisporroteó, enviando una gruesa y pútrida
columna de humo en el aire. Corté la palma de mi mano cuando una
ramita se rompió, alertándome de que el monstruo estaba aquí.
La sombra tomó forma y lo vi arrodillarse junto al cadáver de Flora.
Dos de las brujas que no habían sucumbido a sus heridas lo llamaron
mientras él se levantaba de su cuerpo sin vida y yo sonreí, moviendo mi
muñeca mientras se movía hacia una que aún no había muerto.
En el momento en que la alcanzó, la volví a mover y disfruté el sonido
cuando sus cuellos se rompieron, sonriendo cuando sentí que sus fuerzas
vitales se desvanecían mientras se agregaban a mi creciente poder.
Levantó esos ojos de medianoche y me miró a través del campo abierto, y
sonreí con frialdad mientras la muerte me miraba.
Merodeó hacia mí, su andar encajaba perfectamente con un puma
mientras cazaba a su presa. Podía sentir su ira. El sutil pulso de poder
puro que exudaba y emitía cuando entraba en una habitación
deslizándose a través de la barrera protectora y a través de mi piel.
Murmuré el hechizo para encender la barrera mientras permanecía
quieta, observando sus movimientos fluidos y elegantes.
—No tenías que matarlos para llamar mi atención —gruñó, y me reí,
aplaudiendo mientras se acercaba.
—¿Crees que los maté por ti? No murieron para llamar tu atención.
Murieron porque pensaron en seguir tus órdenes. Los pusiste en mi
contra, y así sus vidas terminaron aquí. Tú hiciste esto; los metiste en
esto, por lo que su sangre está en tus manos. No en las mías, monstruo —
siseé mientras lo miraba desde debajo de mis pestañas.
Caminó hacia los muertos, sin verse afectado por sus brutales muertes,
pero, por otra parte, en el pasado, muchos de nosotros habíamos muerto
en sus manos. Él era el monstruo de esta historia, no yo.
—Además, si hubiera querido tu atención, habría abierto los muslos
como lo hizo mi hermana por ti. ¿No es así como funciona esto? Me follas
y luego me destruyes.
—Estaban tratando de salvarte, al igual que yo esta vez —espetó, sus
ojos ardían con la ira que sentía. Pude sentir la verdad en sus palabras.
Desafortunadamente, nadie me había preguntado si quería ser salvada.
Ahora, anhelaba la muerte, porque estaría con John, al menos hasta
que las almas fueran obligadas a renacer en la próxima encarnación. En
lugar de hablarme, le habían creído cuando había susurrado mentiras al
oído, hablándoles de la oscuridad que me controlaba, y sin embargo aún
no me controlaba.
Me dijo verdades, me mostró un camino para escapar de la criatura
que estaba frente a mí. Habían intentado dejarme indefensa contra este
hombre, esta criatura que me perseguía a través del espacio y el tiempo
solo para matarme una y otra vez.
Les había dicho que necesitaba ser salvada, pero no tenía idea que
disfrutaba de la oscuridad. Anhelaba esta cosa dentro de mí, el sello que
mantenía el equilibrio entre los mundos. ¿Confiaba en él? No, no confiaba
en nadie excepto en John. Sabía que el sello me estaba utilizando para
luchar contra este monstruo frente a mí y, sin embargo, no me
importaba. Quería acabar con este juego, acabar con él de una vez por
todas. La próxima vez que me matara, se acabaría. No habría un alma
renacida, dejaría de existir. Planeaba lastimarlo tanto como él me había
lastimado al matar a John.
—Ah, a la hermosa Katia le gusta la oscuridad que alberga, ¿no es así?
—Me estudió mientras caminaba alrededor del círculo, buscando una
grieta en mis defensas.
Esos ojos suyos, seductores, se clavaron en mí y trataron de bajar mis
defensas mientras lo miraba, hechizada por cada paso que daba. Su
mirada se deslizó por los andrajosos restos de mi camisola y me
estremecí ante el calor que se acumuló en su mirada entintada. Sus ojos
se deleitaron con mis pechos que habían sido levantados por mi corsé,
agitados con cada aliento que tomaba.
—Ven a mí y te mostraré un placer que no se parece a nada que tu
pobre amante podría haberte mostrado.
—Temes a lo que tengo en mi interior, ¿no es así?
Necesitaba cambiar la dirección de la conversación, mientras mi
cuerpo se calentaba por él. Respondió como si supiera que decía la
verdad, aunque probablemente lo hacía. Albergaba a sus amantes dentro
de mí; cada una había sucumbido a él al menos una vez.
—¿Es porque me muestra lo que realmente eres? ¿O porque me dijo
cuánto disfrutas seducirnos y luego asesinarnos después de haber
disfrutado? Dime, Lucian, qué es lo que más te gusta de cazarme; la
emoción de matar, ¿o follarme mientras acabas con mi vida? Sé todo
sobre ti porque lo escuché y a las mujeres antes que yo a las que mataste.
¿Querías que me enamorara perdidamente de ti para que pudiéramos
jugar este juego mortal de nuevo? ¿O prefieres que me quite la ropa y te
deje tenerme? —Bajé los tirantes de mi camisola, exponiendo mis
hombros a él—. Por eso mataste a mi John, ¿no? Porque se interpuso
entre nosotros y yo lo amaba a él.
Cogí la cinta ensangrentada que mantenía la camisola unida y la
liberé. Lentamente, me acerqué a él mientras exponía más piel de la
adecuada. Extendí la mano, aflojando lentamente las cintas que
sostenían el corsé, una por una, deshaciéndolas hasta que estuve ante él
en nada más que la camisola. Dejé caer el corsé al suelo y me incliné,
agarré el dobladillo de la combinación y me lo pasé por la cabeza para
exponer mi cuerpo desnudo a sus ojos acalorados.
Mis ojos sostuvieron los suyos en abierto desafío, sabiendo que él me
quería como yo lo quería a él, pero no sería el amor lo que haríamos.
Sería la guerra. Cómo podía quererlo después de lo que hizo, bueno, no
tenía sentido. Él nos había traído a este tiempo y lugar; me había hecho
pasar un infierno para asegurarse de que ocurriera esta confrontación.
Me paré a centímetros de él, desnuda como el día en que nací en este
mundo y atraída por el fuego que vi arder en sus ojos. Observó mis
movimientos; fueron lentos, calculados, hechos para llamar su atención
sobre mi cuerpo desnudo. El fuego de la barrera de protección lamió mi
piel y, sin embargo, me importaba poco si me quemaba hasta los huesos.
Sus ojos hicieron poco por ocultar su hambre mientras los movía
lentamente por mi cuerpo hasta que los volvió a levantar para sostener
los míos.
—Ven a mí, Katia —canturreó, su cuerpo llamándome, pero sus ojos...
—Sus ojos escudriñaron mi alma, encontrando cada defecto, cada deseo,
tocándolo como un violín—. Te ayudare; me quieres, ¿no es así? —
Empezó a desabrochar los botones dorados de su elegante abrigo azul.
Había venido a nosotros disfrazado de soldado, un desertor que no
pensaba que nuestro país debería estar involucrado en el conflicto entre
España y algunas de sus colonias. Nuestro pueblo estaba aislado y las
noticias eran difíciles de conseguir, por lo que nuestro aquelarre se había
atiborrado de sus historias del mundo exterior. Había jugado con
nuestras simpatías diciéndonos que su aquelarre ya no existía y que
anhelaba pertenecer a otro. Mentiras, todo era mentira para arraigarse
en nuestra comunidad unida.
Deslicé mis manos por mis costados, viendo como sus ojos seguían su
sutil descenso. Una vez que se quitó el abrigo, se sacó la camisa blanca
por la cabeza, revelando runas que cubrían su pecho con absoluta
perfección. Moví mi mano sobre mi coño, viendo como el músculo de su
mandíbula se apretaba.
—No quiero ser salvada —murmuré. Miré las llamas dentro de sus
ojos; ardían en color azul medianoche—. Me gusta cómo soy, ¿sabes? —
Me burlé mientras agarraba mis pechos, apretándolos mientras él me
miraba—. ¿Piensas que soy bonita? —Incliné la cabeza mientras lo
miraba a los ojos, desafiante.
—Eres hermosa, Katia —gruñó mientras daba un paso atrás—.
Déjame tocarte —suplicó mientras se desabrochaba los botones de su
pantalón.
—No lo creo —dije, volviéndome para despedirlo y regresar al caldero.
Cogí mi cuchillo del suelo y, sobre la olla hirviendo, me corté la palma de
la mano para que ambas coincidieran. Luego golpeé mis manos
ensangrentadas juntas, torciendo mis manos mientras enviaba gotas a la
poción hirviendo.
—¿Sabes lo que le sucede a una bruja que asesina a aquellos a quienes
está ligada?
No me molesté en volverme hacia él mientras hablaba, por miedo a
que fuera más de lo que podía resistir. Estaba probando su conocimiento
de las brujas, ya que tenía que ser vasto, considerando que me había
acechado durante generaciones, siempre cazando al mismo aquelarre.
—Ella será maldecida por Hécate —espetó, una vez más paseando por
el círculo mientras me miraba, como un animal, acechando a una presa
que estaba fuera de su alcance.
—¿Y si ya está maldita? —Me volví y lo observé mientras caminaba
alrededor del círculo, el hambre en sus ojos era mortal mientras tomaba
mi forma desnuda.
Las maldiciones de mis vidas pasadas ahora eran visibles, presentadas
para que él las viera. Mi carne se estropeó, brillando con cada maldición
que me había puesto.
—¿Sabes la respuesta o no? —Me burlé mientras dibujaba las
palabras y runas de una nueva maldición sobre mi cuerpo con sangre—.
Deberías saber la respuesta. ¿No eres tú quien disfruta de este juego, Sir
Lucian? —Pregunté con una sonrisa unilateral—. La maldición se
intensificará, por lo que cualquier maldición que haya usado sobre sí
misma, o aquellas con las que alguien más la maldijo, en este caso, ese
eres tú, es diez veces mayor que cuando renace.
—No lo hagas —gruñó mientras se detenía frente a mí, su cuerpo
desnudo iluminado por la luz de la luna—. Ven a mí, ahora, o morirás —
gruñó.
—Ya estoy muerta —me reí—. Estaba muerta desde el momento en
que entraste y le dijiste tus mentiras a cualquiera lo suficientemente
estúpido como para creerlas. John, sin embargo, no se merecía lo que le
hiciste. Ese fue tu error, Lucian. No debiste haberlo tocado. Verás, estaba
contenta con jugar tu juego, pero tuviste que quitarme lo que más
amaba —Agarré el cucharón y vertí un poco del líquido burbujeante del
caldero en un vial.
—Se merecía todo lo que le pasó y más —respondió Lucian, acechando
mi cuerpo desnudo mientras me movía alrededor del caldero, dejando
caer los ingredientes restantes para que no pudiera identificar la
maldición que había realizado—. Él te quería por algo que tienes dentro
de ti, no porque te amaba. No se casó contigo; solo quería un hijo tuyo.
Ya ni siquiera era humano; un demonio poseía a un humano para poder
acercarse a ti y parecer mortal. Una vez que te hubiera dejado
embarazada y el niño hubiera nacido, te habría degollado.
—Él me amaba—susurré a la defensiva, como si estuviera tratando de
convencerme a mí misma y al monstruo que merodeaba cerca.
—Estabas follando con un demonio, Katia. Uno cuyo único propósito
era meterse entre tus bonitos muslos y dejarte embarazada —siseó
mientras se arrodillaba, tocando el círculo que me protegía—. Una vez
que se asegurara que estuvieras embarazada de su hijo y que hubiera
nacido, habrías muerto por su mano. Así que sí, hice que el aquelarre lo
matara. También disfruté dando la orden. Escuché que John sangró por
horas, y ni una sola vez pensó en ti o gritó tu nombre mientras yacía allí,
muriendo.
—Estabas celoso, y si él era un demonio, entonces no eres mejor que él.
Me aparté de él para que no pudiera ver las lágrimas en mis ojos. Mis
manos temblaban mientras permanecía allí con el vial en una, alisando
mi piel como si todavía me hubiera puesto la camisola con la otra. Alejé
el dolor, enterrándolo tan profundamente dentro de mí que fue
absorbido por el sello para que pudiera concentrarme.
—Querías que fuera yo, ¿no es así? —Asentí en dirección al cadáver de
Flora—. Querías que fuera yo a quien estabas follando, y no podías
tenerme, ¿verdad? En cada vida que viví antes, fui tuya. Excepto esta. En
esta, yo ya era suya. ¿Qué te dice eso? —Pregunté con una suave sonrisa
jugando en mis labios. Incliné el vial, con la intención de beberlo, lo que
haría que el círculo se rompiera y lo dejara entrar, pero su voz me
detuvo.
—Que debería haberte follado de todos modos y te habrías olvidado
por completo de él, dulce bruja. Tienes razón, eres mía. Importa poco en
qué vuelvas, porque cuando lo haces, eres mía en todos los sentidos. Me
amas, incluso ahora. No te gusta, pero lo haces. Me anhelas, ¿no es así?
—Te odio, y sé que una vez que el círculo se rompa, estaré muerta.
Pero debes saber esto, Lucian; cuando muera, será con un propósito. Te
he visto matarlas a todas, a cada una de ellas. Te he visto manipular a
sus familias. He visto y escuchado las mentiras que esparces sobre todas
mis encarnaciones. La mayoría de ellas no descubrió lo que estabas
haciendo hasta que fue casi demasiado tarde. Yo aprendí de ellas. Sé lo
que hicieron y dónde fallaron. Esta vez, cuando muera, pondrá ruedas en
movimiento que no podrás detener.
Me había movido hasta el borde del círculo y lo vi arrodillarse frente a
mí en la hierba mojada, su aliento abanicando mi coño desnudo mientras
miraba hacia arriba con avidez. El calor me atravesó, volviéndome
estúpida por lo mucho que necesitaba que me tocara. Tenía que estarlo
matando estar tan cerca de mí, y sin embargo, estar tan lejos de su
alcance.
—Quiero probar tu dulce coño, déjame —susurró con voz ronca, su
tono lleno de necesidad—. Quiero escuchar mi nombre en tus labios
mientras te llevo más allá de lo que ese demonio jamás podría hacer que
alcanzaras. Era un monstruo, uno que solo quería un hijo de ti. Soy un
hombre. Uno que quiere mostrarte cómo es el cielo. Quiero sentir tu
cuerpo contra el mío, sentirlo temblar mientras encuentras tu placer.
Déjame tenerte —canturreó seductoramente.
Me agaché frente a él y sonreí con frialdad.
—Tócame —llamé suavemente, mi propia voz reflejando su necesidad,
pero yo tenía el control—. Ven a buscarme si puedes.
—Acércate; déjame mostrarte para qué fue hecho tu cuerpo. Déjame
amarte.
—Tenía amor, tú me lo quitaste —espeté, y sus ojos se entrecerraron
ligeramente—. Tú, no eres un hombre. Eres un monstruo que me caza a
través del espacio y el tiempo. Siempre dejas mi cadáver en una bonita
caja de cristal cubierta de runas que esperas que detenga mis
maldiciones cuando has terminado. Eso no es amor; amar es entregarse
a alguien y descubrir que tiene defectos, pero lo amas de todos modos,
porque lo conviertes en una mejor persona. Tú no sabes lo que es el amor.
Tú, Lucian, nunca conocerás el amor verdadero. La quieres porque ella
descubrió lo que eres, porque prefirió la muerte a tu toque. Le das caza
porque eres un monstruo.
Nos pusimos de pie lentamente, los ojos fijos en el otro hasta que
estuvimos cara a cara de nuevo.
—Todavía me amas cada vez. Cada vez que vuelves a mí, Katarina.
Eres mía, y cuando me amas, me das cada pedazo de ti. No me ocultas
nada. ¿Esa oscuridad dentro de ti? Te une a mí. Es lo que te trae de vuelta
a mí. Tu amor, sin embargo, tu amor no puede ser forzado o tomado; es
dado, porque no importa cuánto tiempo haya pasado, eres mía. Tu amor
es lo más puro que tienes, y cuando lo das, mueves montañas para
protegerlo.
—¡Soy Katia, no tu Katarina! Yo lo amaba a él, no a ti. ¡Lo amaba más
de lo que podría amarte a ti! ¡Él no me quería muerta!
—Lo hacía, quería que tu cuerpo le diera un hijo, y luego te habría
cortado la garganta mientras amamantaba tu pecho. Era un ser vil,
inferior a todo lo que existe aquí. ¡Y te lo follaste! ¡Eres mía, cada parte
de ti me pertenece y aun así se lo diste a un demonio!
Levanté el frasco y lo miré.
—Bájalo, ahora —exigió mientras me miraba—. Puedo salvarte.
Encontramos una manera de separar tu alma del sello, lo que significa
que puedes vivir. El sello es la razón por la que Katarina huyó de mí. El
sello teje mentiras para intentar liberarse. Por favor, Katia. Déjame
salvarte. Déjame terminar con esto —murmuró, sin apartar los ojos de
los míos—. Una vez que se quite, serás libre de renacer sin mí; puedes
vivir la vida que te mereces. Harás más daño que solo maldecir tu alma si
te matas, y lo sabes.
—Al diablo contigo y tus maldiciones. Ya te lo dije, no quiero que me
salven. ¿Esta cosa dentro de mí? Te odia. Te odia tanto como yo. Quiere
venganza y yo también. Tú también le temes, así que creo que la
conservaré.
—Es malvada —susurró mientras sus ojos seguían el frasco que
sostenía cerca de mi boca.
—Sé que lo es —estuve de acuerdo—. Yo también lo soy. También es lo
único a lo que temes, y yo soy la dueña. Entonces, ¿por qué lo devolvería?
Te aterroriza, así que por ahora es mía. Sé las maldiciones que mis
predecesoras lanzaron contra ti. Me susurran todo el tiempo,
deleitándose con los pequeños tormentos que pudieron dejarte cuando
las mataste. Veamos si puedes adivinar lo que he agregado, ¿de acuerdo?
Una te maldijo para que no pudieras crear hijos, una maldición
desagradable, esa. Pero considerando lo guapo que eres, es casi una
lástima. ¿No sería una bendición para ti si hubiera una excepción a esa
maldición? Quizás mi maldición podría contrarrestar eso en las
circunstancias adecuadas. ¿O ya hay una excepción a esa maldición, y la
que he elegido termina esto de una vez por todas de una manera que
posiblemente no puedas prever? —Me burlé.
—Tócame, Katia —gruñó, sus pasos reflejados en los míos mientras
comenzaban a caminar por el círculo con el frasco apretado en mi puño
ensangrentado. Cuando no respondí, asintió con la cabeza hacia mi
mano.
—¿Qué hay en el vial?
—¿Qué crees que hay en él?
Sonreí cuando maldijo en voz baja.
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que te robe tu presa? —Sonreí
mientras me detenía para fruncir el ceño, lo suficientemente cerca para
besarlo—. Obviamente ella está aquí conmigo porque me encuentro
queriendo probarte. John siempre dijo que era un desperdicio de semillas
y que la polla solo pertenecía a una cosa, sin embargo, te anhelo en mi
boca. Entonces, ella debe estar aquí, su fantasma en mi alma. Porque no
te amo, nunca lo haré, tampoco la siguiente; de hecho, ella te odiará.
Estoy más que segura de ello.
—Dime lo que hiciste —exigió. Su mano empujó contra la barrera de
fuego del círculo, y miré mientras luchaba y casi logra alcanzarme. Di un
paso atrás, entrecerrando mis ojos en los suyos.
Levanté el vial, lo apoyé contra mis labios y bebí el contenido.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras consideraba lo que había
hecho. Me volví, observando su cuerpo desnudo mientras merodeaba,
moviéndome hacia adelante y hacia atrás mientras sus ojos observaban
las llamas alrededor del círculo. Nadie me había amado en esta vida.
John quería un hijo, porque una vez nacido, tendría lo que más había
deseado en este mundo.
Lucian la deseaba a ella, a la que había amado hace tanto tiempo. Mi
aquelarre lo había elegido a él antes que, a mí, y al final, moriría sola.
Dejé caer el vial y escuché cómo rebotaba en el suelo. Levanté los ojos y
miré hacia la luna llena que alcanzaba su cúspide, en lo alto del cielo. Mi
maldición no era mucho, pero si suficiente para darle a la siguiente una
oportunidad de luchar contra él. Una oportunidad para acabar con esto.
Mis ojos se deslizaron de nuevo a Lucian, observando cómo caminaba,
desnudo, bañado por la luz de la luna en absoluta perfección masculina.
Pude ver por qué ella lo había amado. Sabía por qué todas estaban
enamoradas de él hasta el final cuando su fuerza vital se desvanecía. Era
todo lo que una mujer querría en un hombre; fuerza, poder, viril y nunca
envejecería. Su cuerpo era elegante, duro, musculoso y cubierto de runas
que seducían a los ojos de cualquiera lo suficientemente valiente como
para mirar.
Bajé la mirada, viendo cómo las llamas alrededor del círculo se
apagaban y él levantó su mirada de medianoche hacia la mía mientras
una sonrisa oscura tiraba de la comisura de sus labios. Se movió con
determinación, cruzando la barrera ahora inexistente, y luego
lentamente, siempre así, se movió a mí alrededor mientras su mano
tocaba mi cuerpo, creando una tormenta de emociones dentro de mí. Su
toque me prendió fuego y supe que no quería desear a este hombre.
Me había quitado mucho y, sin embargo, quería que me recostara e
hiciera lo que quisiera, lo cual era completamente pecaminoso. En
cambio, me rodeó lentamente, merodeando a mí alrededor como una
bestia desnuda lista para reclamar su premio. Se pavoneó, asegurando
que el pelo de mi nuca se erizara en su proximidad, y esperé, esperé a que
me diera el golpe que acabaría con mi vida. No llegó.
En cambio, sus dedos se deslizaron lentamente por mis costados,
enviando calor dentro de mí. Estaba cubierta de sangre y, sin embargo,
en el momento en que sus manos me tocaron, olvidé quiénes o dónde
estábamos. Sus labios tocaron entre mis omóplatos, besando su camino
hasta la base de mi columna.
—Date la vuelta, Katia —susurró mientras besaba la curva de mi
cuello. Me volví y lo miré mientras retrocedía—. Dime qué hiciste. Si me
lo dices, podré ayudarte.
—No sé lo que hice —dije rígidamente, esperando que él respondiera
con violencia. Su mano se levantó y me dio un revés, enviándome al suelo
con un golpe de castigo.
Se arrodilló a mi lado con su polla dura, su mano tocando lentamente
donde me había golpeado. Sus ojos me miraron y algo suave se apoderó
de mí.
—Dime qué hiciste. No quiero hacerte daño. Demasiado depende de lo
que hayas hecho, lo entiendes, ¿verdad? —A pesar de la violencia que
acababa de usar contra mí, su tono seguía siendo el de un amante.
—No puedo —susurré, y grité cuando me agarró del pelo y me puso de
pie.
—Me lo dirás, siempre lo haces —gruñó mientras me empujaba contra
él—. ¿Sientes eso? —Preguntó mientras mi cuerpo se frotaba contra él
de buena gana—. Tu demonio te hizo el amor, ¿pero yo? Quiero
destruirte. Quiero tomarte con tanta fuerza que sepas que tienes dueño,
para que cuando vuelvas, todavía me sientas aquí —Me apartó y deslizó
sus dedos dentro de mi carne resbaladiza—. Eso te excita, ¿no? Mi sucia
chica, tan oscura y mortal que ni siquiera está a salvo de sí misma —
siseó con frialdad—. Dime, Katia, cuando tu demonio yacía entre tus
piernas susurrando cosas dulces, ansiabas más, ¿no es así? No tenías idea
de que era a mí a quien anhelabas.
—¡Vete al infierno! —Grité.
—El infierno no me asusta, no puede contenerme. Vamos, Katia, pelea
conmigo —exigió mientras yo luchaba contra él—. Me gusta cuando
peleas conmigo, ¿recuerdas? ¿Ella también te susurró eso?
—No lo hiciste al principio —le respondí entre dientes—. Dime, ¿qué
harías si solo tuvieras una oportunidad más para salvarla? Porque eso es
lo que es esto; estás tratando de salvarla de lo que ella hizo. Pero piensa
en esto, no te maldije. La maldije a ella —me reí mientras el tragaba
convulsivamente y me empujaba al suelo.
—Lo descubrí: ¿la forma de lastimarte? Es hacerle daño. Intentarás
salvarla, pero no podrás, nadie lo hará. La amarás, y en el momento en
que lo hagas, su reloj comenzará a correr. Todas estaremos con ella, pero
ya no te amarán. Ella no te amará. La próxima vez que renazca, ganará
este juego. Nos hemos asegurado de eso.
—Dime lo que hiciste o me aseguraré que el recordatorio de tu vida no
sea más que un dolor innombrable —advirtió. Cuando le sonreí con
satisfacción, negó con la cabeza y se arrodilló entre mis piernas. Sin
apartar mis ojos de los suyos, las separé—. Última oportunidad, Katia.
—No puedo decírtelo porque no lo sé —susurré—. Me maldije a mí
misma para olvidar lo que hice. Me hechice para conocer mil
posibilidades, pero ya no recuerdo exactamente lo que maldije. Vi lo que
les hiciste a todas. La forma en que las manipulaste y sedujiste antes de
matarlas. ¿Crees que confiaría en mí misma para no rogarte? —Me reí,
sintiéndolo mientras se acomodaba entre mis piernas mientras
capturaba mis manos por encima de mi cabeza y me obligaba a arquear
la espalda. Su boca aplastó la mía con una ferviente necesidad que yo
igualaba.
La lujuria desenfrenada nos atravesó y, querida o no, necesitaba su
toque mientras el veneno y la maldición me quemaban. Su lengua pasó
por mis labios, chupándolos mientras se encontraban en una necesidad
primordial, sin verse afectado por el caos que nos rodeaba.
Los relámpagos iluminaron el cielo mientras los truenos aplaudían y
sacudían el suelo. Lo anhelaba. Lo ansiaba como una prostituta ansiaba
dinero para alimentar a sus bebés que esperaban hambrientos en casa.
Gemí, incapaz de negar lo que me hizo cuando me tocó. Podía sentir su
polla palpitante mientras se deslizaba entre mis piernas, preparada para
tomar lo que le ofrecía libremente. Se rió con frialdad, el sonido era
ininteligible, pero no del todo humano.
—Si no me lo dices, suplica misericordia. Si conoces el pasado,
entonces sabes de lo que soy capaz. Ruégame —exigió. Empujó dentro, y
grité contra su boca, gimiendo mientras me llenaba hasta que me dolía,
pero ansiaba el dolor.
Sonreí con frialdad al ver que el sello tomaba el control de mí,
cambiando mis ojos al color de su alma; negro. Gruesas líneas negras
corrieron sobre mi piel mientras el poder del sello fluía por mis venas. Un
cuchillo se materializó en su mano cuando lo levantó y apretó su puño
alrededor de él. Levanté las manos para detenerlo, pero era demasiado
tarde. El cuchillo me cortó las manos y se hundió en mi pecho. Grité
cuando él se retiró y se puso de pie, ignorando el hecho de que ya no era
eso, el mal que acechaba dentro de mí. Luché por ponerme de pie para
enfrentarlo.
—¡Déjala ir! —él demandó.
—Lo hizo —jadeé mientras levantaba las palmas de mis manos, con
náuseas al ver la herida sangrienta que había cortado hasta el hueso y
me había desollado. Cuando se movió hacia mí, susurré su nombre y se
detuvo, sus ojos entrecerrados parpadearon lentamente, como si
estuviera esperando. Esperándola.
—Katarina —susurró.
—Todas estamos aquí, mi amor —le respondí, incapaz de detener la
oscuridad mientras cobraba vida una vez más.
—Dioses —gruñó mientras corría hacia mí, derribándome mientras
me penetraba con fuerza, moviéndose a un ritmo que no era humano.
Mientras cantaba palabras que no podía entender, palabras que sonaban
más antiguas que el tiempo, su cuerpo tomó el mío, navegando sobre la
luna y a través de las estrellas mientras me destrozaba contra él. Con
una respiración entrecortada y acelerada, encontró alivio.
—Lucian —le advertí, incapaz de evitar que me controlara. Una voz
que no sonaba como la mía salió de mi boca—. Lo estás haciendo
demasiado fácil. ¿Crees que la dejaría ir? —se rió, cambiando mis rasgos
por los de ella. Me alejé de él, incapaz de evitar que me usara para hablar
con él. El dolor me atormentaba, consumiendo mi mente mientras
tomaba el control total—. Has estado tratando de devolverme a esa caja,
y no tengo planes de ir voluntariamente.
—Los Dioses te maldigan —espetó Lucian, recuperando la hoja—.
Encontraré una manera de destruirte.
—No, no lo harás. No hay forma que esto termine conmigo siendo
destruido o volviendo a esa caja. No la volverás a matar. Ella sabe lo que
eres y lo que le haces cada vez que renace. La próxima vez, cuando la
encuentres, ya será demasiado tarde para ti. Las puertas se abrirán y ella
será libre de renacer como le he prometido en una vida sin ti. Verás, ella
no volverá a ser la misma cuando regrese. Ella será más rápida, más
fuerte, más inteligente y oculta hasta que esté lista para jugar el juego.
La amabas, lo que significa que es una debilidad que se puede usar en tu
contra.
—Estaré preparado, criatura, siempre lo estoy —gruñó mientras
saltaba, cortándome cuando, una vez más, el sello desapareció,
dejándome sentir el mordisco de la hoja mientras me cortaba en tiras.
Caí al suelo mientras mi sangre fluía y sus pies pateaban, golpeando mi
columna vertebral hasta que se partió, y con ello, la bendita nada cuando
terminó con mi vida.
Desperté de la pesadilla, jadeando por aire, y di vuelta en la cama,
solo para ver a Lucian mirándome. Me lancé de la cama, cubierta de
tanto sudor que el camisón se me pegaba a las curvas. Me arrastré por
el suelo, hasta la pared, y me derrumbé contra ella, mirándolo.
—¿Una pesadilla? —preguntó con frialdad.
—Tú, tú me mataste —gemí como si realmente me hubiera
atravesado con ese cuchillo. Levanté las manos, extendiéndolas
mientras las miraba, y luego aparté la parte superior de mi camisón
para examinar mi cuerpo—. ¡Mierda, eso fue jodidamente aterrador!
—¿Qué pasó en tu sueño?
Miró por la ventana mientras se levantaba y se volvía hacia mí.
—Maté gente, y luego, oh Dios, maté a mi hermana, pero no era mi
hermana. Y tú, estabas desnudo, acechándome alrededor de un círculo
de fuego. Desnudo, como, tu polla balanceándose en el viento —
balbuceé mientras bajaba la mirada hacia la polla en cuestión—. Luego,
cuando se rompió el círculo, me mataste. Tú, tú... —miré hacia la
ventana cuando el sol comenzaba a salir, luego de vuelta a Lucian, que
se había quedado tan quieto como una estatua.
—Deberías vestirte —gruñó, y parpadeé ante su fría despedida.
—¿Eso es todo? ¿Preguntas qué pasó y luego nada?
Había pasado de cálido a frío más rápido que saltar a un estanque
helado en invierno.
—Dije que te vistieras; fue una pesadilla, Fitzgerald, ¿qué esperas
que haga al respecto? —espetó enojado.
—Nada, nada en absoluto —murmuré mientras me empujaba del
suelo y me paraba con las piernas temblorosas, lo que él notó—.
Anoche tuve un sueño sobre follar con Lucifer, y todo el mundo entra
en pánico. Esta noche, se trata de ti. Entonces, tal vez los sueños tengan
algo que ver contigo y nada que ver conmigo.
—Cuidado, Fitzgerald —me advirtió con expresión glacial.
—No, no lo creo, Blackstone. Anoche me ofreciste una solución; hoy
estás tan frío como el iceberg que hundió el Titanic. Si esa solución eres
tú, creo que estoy dispuesta a mantener los sueños. Después de todo,
no fue tan malo ser follada por el diablo, considerando que tú estás en
segundo lugar.
Me empujo contra la puerta con su mano envuelta alrededor de mi
garganta, mi cabeza rebotando contra la madera. Grité cuando llevé
mis manos a las suyas y jadeé por aire.
Un golpe sonó en la puerta y mi madre dijo mi nombre en voz baja.
Comencé a responder, pero su mano se apretó hasta que no pude hacer
nada más que mirarlo. Escuchamos mientras sus pasos se retiraban
por el pasillo.
—No me digas que soy peor que él joder o te daré una maldita buena
razón para pensar que lo soy. ¿Crees que me importa una mierda si
piensas que soy un monstruo? Te lo prometo, niña, te follaré y luego te
destruiré en la misma noche. No soy un buen hombre, pero sigo siendo
una mejor opción que él. Estoy allí cuando pasa la mierda porque,
aunque no lo creas, estoy tratando de proteger a este aquelarre, ya que
parecen empeñados en luchar contra los demonios cuando no tienen ni
idea de cómo lograrlo. ¿Crees que no sé sobre ti y tu pequeño grupo de
luchadores demoníacos? ¿Cuándo eres sobrepasada y parecen huir de
ti? No es a ti a quien temen, es a mí. Cuando tú y tus pequeños
compañeros de juego fueron sobrepasados hace unas semanas, ¿quién
mierda crees que impidió que los demonios los destrozaran a todos?
Recuerda, Fitzgerald, escaparon de ti a pesar de que estabas de culo en
la tierra. No eras tú y seguro como la mierda que no era al viejo de
abajo al que temían. Me necesitas, te guste o no. No tiene que gustarte;
Joder, lo prefiero cuando no te gusta. Ahora, báñate carajo, tienes
lugares donde estar hoy. Intenta no resbalarte y aterrizar en la polla de
Lucifer mientras estoy fuera.
Se apartó y lo abofeteé con fuerza, llevándome las manos a la
garganta mientras se alejaba de mí.
—Sí, a mí también me gusta rudo, pequeña —gruñó mientras se
giraba, dando grandes zancadas mientras salía del dormitorio. Me
deslicé por la pared y miré la puerta mucho después que él la cerrara.
Capítulo 9
*~*~*
Me desperté adolorida como la mierda, incapaz de moverme. Gemí,
me levanté de la cama y miré alrededor de la habitación. Me puse de
pie, mirando mi habitación, parpadeando mientras miraba a mi
alrededor. No pudo haber sido una pesadilla; las pesadillas no te
dejaban haciendo una mueca cuando caminabas, y maldita sea, estaba
haciendo una mueca mientras me dirigía al baño.
Terminé con mis necesidades corporales y me miré en el espejo. Me
levanté el pijama de Hello Kitty y miré fijamente la multitud de marcas
rojas de donde me habían mordido. Prueba de lo que habían hecho
esos imbéciles.
Pasando a la ducha, la encendí mientras entraba lentamente y me
deslizaba por la pared, donde me senté y pensé en formas de
prenderles fuego a todos.
No había una parte de mí que no doliera. Recordé todo lo de anoche.
Rápidamente me lavé, usando el nuevo champú que había hecho, y
luego me vestí con una falda, sin bragas ya que estaba demasiado
adolorida para siquiera intentarlo. Yo iba a jodidamente asesinarlo.
Me dirigí a la sala principal, con la plena intención de encontrar a mi
madre y explicarle lo que había sucedido anoche. Solo que, en el
momento en que llegué al pie de las escaleras, ella no estaba allí. Ellos
estaban ahí. Lucian y sus hombres sonrieron, arrogantes como la
mierda mientras observaban mi paso lento y doloroso.
No hice contacto visual porque no podía; ¿después de lo que me
habían hecho? Simplemente no pude. Salí de la habitación y me dirigí
hacia la cocina, solo para que algo me empujara hacia atrás, algo que se
había movido más rápido de lo que mi mente podía comprender.
—Dulce niña, ¿nos estás ignorando ahora? —Lucian ronroneó y yo
gruñí, mostrando los dientes como un perro rabioso.
—¿Qué diablos me hiciste? —Rompí—. ¿Crees que no le diré a mi
aquelarre lo que hiciste? ¿Lo qué hicieron todos?
—¿Que te hicimos? —Murmuró con un falso tono inocente mientras
inhalaba el olor de mi cabello. Me sostuvo allí, exponiéndome a la
habitación llena de hombres mientras extendía mis brazos. Mi
estómago estaba expuesto, y Spyder sonrió mientras sus ojos se
apartaban para sostener los míos.
—¡Tú sabes lo que hicieron! —Dije.
—Te protegemos de Lucifer —susurró contra mi oído mientras su
nariz lo acariciaba. Quería cerrar los ojos para que no vieran las
lágrimas de ira que se acumulaban cuando los recordaba a todos
besándome y tocándome antes de que me royeran como un hueso—.
Tú lo dejaste entrar, no nosotros. Estabas abierta a él, y dejaste que se
follara lo mío, así que te hicimos nuestra. Toda nuestra, y ahora, ahora
él no puede tocarte —murmuró con aire de suficiencia.
—¿Y tenías que hacer eso? ¿No podrías haberme advertido, o al
menos haber intentado hablar conmigo al respecto? —Grité cuando
aparté mis brazos de los suyos y me volví para mirarlo—. Tenías que
follarme para lograr el hechizo, ¿o solo estabas siendo tú y necesitabas
reclamar la mierda?
Él caminó lentamente hacia adelante, obligándome a retroceder.
—Eso estaba incluido en el hechizo. Verás, cuando reclamas algo
como lo hemos hecho nosotros, normalmente constituye ser follada,
duro. Y fuiste follada duro, ¿no es así? —Su voz era engañosamente
suave mientras avanzaba, empujándome lentamente hacia los
hombres—. Dime, ¿todavía puedes sentirme dentro de ti,
reclamándote, destrozando ese apretado coño? —Sonrió mientras un
rubor calentaba mis mejillas—. Te lo dije, sabrías muy bien la
diferencia entre nosotros, pequeña. Cuando follo, me aseguro de que te
lastimes de una manera placentera que no olvidarás. Él juega,
atormenta, tortura y desecha sus juguetes rotos; yo soy tu dueño y me
ocupo de mis pertenencias —Su voz bajó peligrosamente—. Dejare que
conserves tus recuerdos. Viste lo que hago, así que adelante, díselo al
aquelarre. En el momento en que hagan un movimiento en mi contra,
se mueren. Si quieres un monstruo, puedo serlo. Crees que lo que viste
anoche fue malo, puedo hacer que eso parezca un juego de niños. No
me hagas mostrarte el monstruo en tu cama, pequeña bruja. No te
gustará.
—No puedes matar al aquelarre —advertí mientras la ira latía a
través de mí.
—Puedo, y lo haré si descubren lo que viste, o si alguno de ellos se
entera de lo que hicimos juntos. No cometas errores; te uniste a la
diversión durante horas. Eso es magia oscura. Apestas a ella —se rió,
empujándome hacia atrás, donde aterricé en el regazo de Spyder con
un grito de dolor. Me acercó a su cuerpo y gruñó, y mis ojos se alzaron
hacia los de Lucian, quien había descubierto que hoy estaba sin bragas
cuando Spyder levantó el dobladillo de mi falda.
—Alguien está adolorida —sonrió Lucian mientras Spyder
acariciaba mi muslo, cerca de mi sexo.
—Disfrutamos matando, pero disfrutamos más follando. Dices algo,
y te haré ver como son masacrados mientras te follo; creo que
conocerás el dolor y el placer a un nivel completamente nuevo, gatita.
Te he probado y, para ser honesto, entiendo por qué te quiere. Eres
dulce, pero escondes un lado sucio que me vuelve loco. Así que, por
favor, diles, porque una vez que lo hagas, su protección termina y
comienza la verdadera diversión —gruñó Spyder mientras sus dedos
trazaban el pliegue de mi muslo, a centímetros de donde mi sexo
estaba expuesto a la mirada acalorada de Lucian.
Luché en su regazo hasta que sentí su polla crecer contra mi trasero,
dándome cuenta que disfrutaba más si me resistía. Me detuve,
arqueando mi trasero lejos de él mientras él se reía roncamente contra
mi oído.
—Demasiado fácil —murmuró suavemente mientras besaba mi
cuello—. Sabes a sexo y magia, y un toque de whisky, y honestamente,
te ves mucho mejor atada a una cama, desnuda. Así que no vayas a
cagarla, porque si lo haces, es donde te quedarás.
—Jódete —susurré con voz ronca.
—No, pero si susurras nuestros secretos a un alma y es exactamente
lo que te haré —prometió—. Ahora, sé una buena chica y no hagas
nada estúpido. Estamos en todas partes, mirándote.
Mi falda fue cayendo hacia abajo cuando una mano se deslizó por mi
muslo, la otra tocó mi hombro, y ardió en el momento en que lo hizo.
—Hueles bien, casi lo suficientemente buena para comer.
Me levanté bruscamente y me alejé de él hasta que me topé con
Lucian, quien sonrió mientras buscaba las palabras. Me aparté de él
con las mejillas carmesí y miré las espaldas de los hombres mientras
salían de la casa.
Tragué un sollozo cuando me volví para mirar a Lucian, quien
levantó un dedo para recorrerlo por un lado de mi cara.
Recordé estar con él, todo él. Recordé rogarle que me hiciera cosas,
cosas malas. Le supliqué y le hice cosas solo para que me diera lo que
necesitaba, y aun así, tenía hambre de más. Ellos habían estado
observando toda la noche, y cada vez que detonábamos, se deshacían
un poco con nosotros.
—Lo que hicimos... —No pude terminar cuando el calor floreció en
mi rostro y las lágrimas se quedaron en mis ojos.
—Follamos, tú y yo. No te follaste a nadie más, y no lo harás, nunca
más. Supéralo; incluso los animales follan cuando están en temporada
y ahora mismo, tú eres el animal y yo soy el lobo cazándote porque, no
te equivoques, estás en temporada. Te dije que no era un buen tipo, te
dije que era yo quien te protegía, y así lo hago. Arreglé tu problema con
Lucifer, pero no fue gratis. Lo dejaste entrar. No a mí, no a ellos.
Pagamos un precio para arreglar lo que hiciste y, por lo tanto, eres mía.
¿Entiendes? Y la próxima vez que pienses en explorar mi club, lo harás
conmigo, o no te gustará lo que pase. Rompe las reglas de nuevo, y
serás castigada, y no terminará tan bien como resultó esto.
—Se supone que debo encontrar un compañero. Tengo que
quedarme embarazada, así que, a menos que planees tener un hijo
conmigo, estaré lista para la selección en el próximo evento. Y tú... tú
no lo hiciste —hice una pausa, mirándolo mientras trataba de
preguntarle delicadamente si se había puesto algo.
—¿Usar protección? —Se rió mientras me veía entrar en pánico—.
No, no lo hice, y no lo haré contigo. Le dirás al aquelarre que eres mía, o
les diré que follamos y que seguiremos follando. Una de las dos cosas
sucederá porque no vas a follar con nadie más. No, a menos que
quieras verlos al final de una espada, sin cabeza.
—Eres un bastardo —siseé mientras me alejaba de él mientras se
acercaba, forzándome contra la pared.
—Guarda los sobrenombres para el dormitorio —se rió mientras me
presionaba contra la pared—. Bésame, joder, y hazlo en serio. Imagina
que tu pequeña y bonita vida depende de ello porque lo hace.
Levanté mi boca hacia la suya, pasando lentamente mi lengua por
sus labios mientras gemía contra él. Mi lengua se deslizó entre sus
suaves labios, capturando los suyos. Un gruñido surgió de lo más
profundo de su pecho mientras me levantaba, presionando mi coño
contra su polla, arrancando un grito de mis pulmones cuando el dolor
contra el que presionaba ardía.
¿Qué le pasaba a este hombre? Me perseguía, moviéndome de una
manera que ninguna bruja podría, y sin embargo, no pude mantenerme
alejada de él. Lo quería, quería todo de él. Quería que me follara aquí
mismo, ahora mismo, y él lo sabía. Envolví mis piernas alrededor de él,
estirándome entre nosotros para liberar su polla, hasta que sonó una
tos desde otra parte de la habitación, y luego otra, seguida de risas.
Me aparté de él, mirando fijamente sus condescendientes ojos de
medianoche que me sonreían con triunfo, luchando por calmar la
respuesta de mi cuerpo y forzando mi respiración a calmarse. Mordí mi
labio, inclinando mi cabeza hacia atrás contra la pared mientras él me
dejaba deslizarme por él, justo hasta que sus dedos se deslizaron a
través de mi sexo con mi madre y su novio a solo unos metros de
nosotros. Ahogué mi rostro contra su pecho, inhalando su aroma
terroso mientras luchaba por calmar la tormenta que él había creado.
—¿Qué es esto? —chilló mi madre y yo gemí—. ¿Es por eso que no
volviste a casa anoche hasta tarde?
—Ella es mía —dijo Lucian con firmeza—. Hazle saber a tu madre
que te reclamé desde anoche y que tengo intención de criar contigo —
Me miró mientras lo ensartaba con una mirada que prometía mil
muertes—. Un Fitzgerald y Blackstone será un niño muy poderoso de
hecho, ¿no es así, dulce niña? Probablemente el más poderoso en la
historia del aquelarre —murmuró antes de quitar la mano y besar mi
frente.
—¿Qué hay de él? —preguntó ella apenas por encima de un susurro.
—Ya no puede tocarla —Sus ojos se clavaron en los míos,
mirándome mientras hablaba—. Usé un antiguo hechizo familiar para
protegerla y reclamarla. Ella está ligada a mí ahora, y cerrada al
infierno para siempre.
Sonreí con frialdad al recordar su hechizo "familiar", que había
consistido en un Fae y una habitación llena de hombres semidesnudos
lamiendo y mordiéndome.
—Haré el anuncio; el aquelarre estará encantado. Es inesperado,
pero no creo que pueda elegir una mejor pareja para ella. Eso, si se
reproducen, por supuesto.
—Estoy de acuerdo, al igual que ella —dijo en voz baja, bajando su
boca a la mía en un casto beso, que hizo que las mariposas se
enfurecieran dentro de mí—. Te veré pronto.
—Aguanta la respiración mientras esperas —le susurré, solo para
sus oídos.
—No me hagas azotar tu trasero, pequeña bruja —dijo lo
suficientemente fuerte como para que lo escucharan, haciendo que mis
mejillas se enrojecieran más de lo que ya estaban al ser encontrada con
su mano en el tarro de galletas. Literalmente.
Capítulo 11
2Bodice-ripper: una novela romántica que contiene escenas donde la heroína es agredida y violada
sexualmente.
—No, no exactamente —resoplé—. Amigos de mi novio no deseado,
supongo que se podría decir.
—Hay una puerta trasera —ofreció—. No es que puedas llegar a tu
auto sin que te vean, pero te daría algo de tiempo antes que noten que
te has ido. Una vez salí con un imbécil abusivo. Envió a sus amigos a
presionarme cuando rompí con él. Nosotras, las chicas, nos
mantenemos juntas, ¿verdad, cariño?
La miré mientras lo consideraba. El Gremio estaba a cinco cuadras
de aquí. Podría llegar allí a pie en minutos si me apurara. Todavía no
estaba segura de cómo entraría, pero no tenía la intención de no entrar
en este momento.
—Por favor. Eso me ayudaría mucho, pero tendré que volver por
aquí, si es posible —susurré, y ella asintió mientras terminaba de pasar
el libro antes de señalar algunos estantes y hablar de otros libros como
si estuviera ayudándome a encontrar algo más. Rodeó el mostrador de
la caja registradora y la seguí hasta el frente de los estantes, donde
comenzó a sacar libros al azar y a describirlos antes de pasar a los
estantes traseros, que no se podían ver desde las ventanas delanteras.
Exhalé mientras ella dejaba los libros y corrí hacia la puerta trasera, la
abrí y miré por el callejón oscuro en ambas direcciones. Ella no se
detuvo allí; cruzó el callejón y golpeó con los nudillos la puerta frente a
su tienda.
—Roger, abre, cariño —dijo, y cuando se abrió la puerta, salió un
hombre de treinta y tantos, sonriendo de oreja a oreja mientras miraba
a la empleada tetona de la tienda. Sin perder el ritmo ni una pizca de
encanto, ella empezó a hablar rápido—. Esta chica necesita un poco de
ayuda, tiene a alguien detrás de ella; ¿la dejarías salir por el frente por
mí?
—Lo que sea por ti, Carla —canturreó antes de mirarme y
parpadear, sus ojos viajando lentamente por mi cuerpo con interés.
—Bueno, Roger, ¿en serio estás haciendo eso? Ya ha pasado por
bastante. Déjala salir, ¿por favor? —Ella sacudió un dedo debajo de su
nariz.
—Claro, pero me lo deberás —sonrió y entrecerré los ojos, sin saber
si quería dejar a la pobre Carla en deuda con este tipo.
—Puedo caminar alrededor de los edificios —le ofrecí, pero ella me
empujó a través de la puerta.
—Ahora, ya te lo dije, las chicas debemos permanecer juntas. Y
Roger aquí tiene más de treinta centímetros en los pantalones, así que
no me preocupo por él en absoluto. Una chica tiene que encontrarlo
donde pueda. Dios sabe que no los hacen todos iguales. Sin cerebro, y
mucha polla en este. Él es como los prefiero en estos días. Sin
resentimientos, cariño, pero sabes que estoy en esto por la polla.
Riendo, insegura de si debería haberlo hecho, pero incapaz de evitar
que burbujeara, abracé a Carla rápidamente y luego seguí a Roger,
quien me informó que eran más como trece pulgadas y él estaba
dispuesto a mostrármelas todas si quería comprobar. Pasé, saliendo
por el frente de su tienda con un rápido saludo y un vistazo a su
entrepierna antes de correr hacia el siguiente callejón.
Corrí de callejón en callejón hasta que patiné y me detuve cuando
doblé la última esquina y me encontré cara a cara con la vista
amenazadora del Gremio Spokane. El suave resplandor de las farolas
reflejándose en él me mostró que realmente había sido reconstruido y
era mucho más grande de lo que esperaba; enorme, de hecho. Las luces
brillaban en algunas de las ventanas y vi que el frente estaba
custodiado por un par de hombres altos y de aspecto imponente que
no tuve que arriesgarme mucho para adivinar que eran Fae.
Metí el libro en mi mochila y lo cambié por el mapa. Las flechas
apuntaban a la parte posterior del Gremio, y me mordí el labio
mientras levantaba los ojos y vi a una rubia familiar mientras ella y un
hombre de cabello oscuro se movían por el frente del Gremio.
Mirándolos con sospecha, me moví por la parte de atrás y busqué en
la oscuridad hasta que encontré el drenaje pluvial marcado en el mapa
que me daría acceso a las catacumbas. Me deslicé a través de él,
conteniendo la respiración junto con mi mochila para no hacer ningún
ruido cuando entré al interior estigio. Bajé la escala, ignorando el
desagradable olor a moho y agua estancada cuando llegué a otra
escalera.
Trepé a través de un montón de escombros, uno que había sido
trazado, lo que significaba que el mapa estaba bien. Encendí una
linterna y volví a mirar el mapa.
¿En qué carajo había estado pensando al venir aquí después que lo
atacaran? Sus notas decían que había estado viniendo durante meses y,
sin embargo, el Gremio había sufrido daños por mucho más tiempo.
Me adentré más en las alcantarillas y finalmente en los bordes
exteriores de las catacumbas como indicaban las notas, luego me
detuve y tuve la primera vista del interior del Gremio.
Esta sección todavía estaba destruida, rocas y bloques de concreto
que alguna vez fueron paredes cubrían los pisos. La sangre seca los
cubría como una pintura macabra, como si aquí fuera donde los
miembros del Gremio hubieran caído, y luego los trasladaran para el
entierro. Mi corazón se apretó por los que habían muerto aquí. Alejé
esos pensamientos mientras pasaba entre los escombros y me
internaba más en el Gremio.
Me escabullí por el pasillo oscuro, siguiendo las flechas hasta que
tuve que cambiar de foto. Mi corazón latía salvajemente cuando
descubrí otro pasillo que conducía más al laberinto debajo del Gremio.
Una vez que llegué al piso que estaba buscando, afortunadamente
sin que cayera sobre mi cabeza, apagué la linterna y susurré el hechizo
para ver en la oscuridad. La línea Ley aquí era fuerte, lo
suficientemente fuerte como para no causar una onda al tocarla. Me
moví silenciosamente a través de lo que supuse que había sido una vez
una biblioteca, sosteniendo el mapa a mi lado mientras seguía la
imagen dentro de mi mente.
Pasé por lo que parecía un altar medieval y me detuve en la entrada.
Era viejo y apestaba a muerte, como si hubiera sido un lugar de
sacrificio para los dioses de antaño. Un escalofrío recorrió mi espalda
mientras miraba la puerta, cubierta de protecciones. Protecciones
pesadas, del tipo con el que no te metes porque podría derribarte todo
el lugar encima.
Lena estaba oficialmente despedida.
Me abrí paso cuidadosamente entre más escombros, preguntándome
por qué no habían arreglado los niveles inferiores como debieron
haber hecho con los niveles superiores.
Mi primera visión de las catacumbas casi me hizo dar la vuelta y
correr; esta sección era peor. Cada puerta tenía runas, y cuanto más me
internaba en el laberinto de túneles, más quería dejar este lugar. Pude
ver rastros de sangre seca, como si algunas de las brujas del Gremio se
hubieran escondido en las profundidades de las catacumbas el día que
este lugar cayó.
Me detuve frente a una puerta, sosteniendo el mapa para mirarlo.
Estaba marcado con sangre, sangre familiar y, sin embargo,
instintivamente supe que no era de mi línea. Sentí que me llamaba, así
que puse mi mano en la puerta, y se abrió. ¿Qué mierda?
Desde fuera de la habitación, miré hacia las filas de libros y rollos de
pergamino que llenaban los estantes. En la parte de atrás había viejas
mesas de madera, junto con viejas sillas decrépitas.
En el momento en que entré en la habitación, apareció una figura
fantasmal, mirándome. Era una mujer hermosa, creada a imagen de lo
que nos enseñaron que era la Diosa, Hécate, y, sin embargo, de alguna
manera supe que no era la Diosa. Contuve la respiración mientras me
acercaba, mirando la puerta detrás de la figura.
—Y entonces has venido —dijo—. Sangre de mi sangre y línea de mi
línea, soy liberada de este tiempo.
—¿Que qué? —Pregunté, y vi como la puerta detrás de ella se abría
mientras ella desaparecía—. Es por eso que las drogas son malas niños
—Gemí mientras me frotaba las sienes y me movía hacia la habitación
oculta, cerrando la puerta detrás de mí mientras susurraba un hechizo
para encender las velas dentro de la habitación.
Jadeé mientras miraba los objetos antiguos dentro de la habitación.
Los frascos de hierbas y otros artículos se intercalaban con libros en
los estantes. Extendí la mano, tocando uno de los viales que contenían
líquido y observé cómo aparecía una escritura azul fluorescente en la
etiqueta. Aparté mi mano de él, temiendo haber hecho estallar algo,
pero cuando aparté mi mano, las otras etiquetas comenzaron a brillar
con la misma escritura azul iridiscente. Pasé a la siguiente cosa, que era
una pequeña caja, donde encontré un collar de camafeo que parecía
haber sido elaborado a principios del siglo XVIII. Al presionar el
pequeño mecanismo en el costado, el relicario se abrió y una mujer de
cabello oscuro me miró fijamente, sus labios exuberantes y llenos
mientras hacía pucheros a quienquiera que hubiera pintado su imagen.
Lo devolví y seguí examinando los artículos. Girando en círculo, noté
que las protecciones dentro de la habitación eran del mismo color que
la escritura que brillaba con los objetos, como si estuviera proyectada
allí.
Mis ojos siguieron las líneas que zigzagueaban por la habitación
hasta que aterrizaron en una pila de grimorios. Me estremecí y me
acerqué, atraída por la letra brillante que estaba garabateada en el
grimorio en la parte superior de la pila.
Miré alrededor de la habitación una vez más y di el último paso que
me llevó a los libros. Mi mano salió disparada, agarrando el primero de
la pila. Dejé caer mi bolso mientras me arrodillaba frente a la pila y abrí
la cubierta encuadernada en cuero hasta la primera página. Todo
dentro de mí decía que lo cerrara y retrocediera, pero no pude. Me
sentí atraída hacia ellos como si una línea invisible me conectara con
ellos. Un violento temblor me atravesó cuando mis dedos tocaron la
primera página.
Mis ojos se volvieron pesados mientras el aire dentro de la
habitación se llenaba de magia. Mientras observaba, las letras salían de
la página, se deslizaban por mi carne y desaparecían en mi piel. Mis
brazos brillaron con las letras fluorescentes mientras una tras otra
dejaba el libro y se desvanecía en mi cuerpo. No pude detenerme, no
hasta que todos los grimorios estaban vacíos y formaban una pila a mi
lado.
Levanté las manos y me enjugué las lágrimas que se negaban a
detenerse cuando cada palabra y cada historia entraban en mi mente.
Hechizos antiguos se arremolinaron alrededor de mi mente, y peores.
Las historias que pertenecían a las dueñas de los grimorios también
susurraban en mi mente.
Dolor; emocionalmente mi mente gritaba con su dolor a pesar que
no era mío. Cada una había predicho su propia muerte, así como las
manos de quién vendría. Faltaban nombres y fechas, pero de alguna
manera sabía más que solo los detalles de sus vidas; conocía su dolor.
Me quedé mirando el último libro y noté que no era un grimorio, sino
un diario con páginas amarillas. Sobre la página que estaba abierta
caían mis lágrimas mientras lloraba cuando cada palabra se reproducía
como un audiolibro entrando en mi mente. Me levanté, volví a poner
los libros en una pila ordenada y me alejé de ellos.
Me volví y miré la otra caja pequeña en el estante, parpadeando para
contener las lágrimas mientras me dirigía hacia ella. Después de quitar
la tapa, sostuve otro medallón tosco en mi mano. Este relicario era más
antiguo; tenía algo escrito y, sin embargo, no pude distinguir lo que
decía. Volví a poner la parte superior de la caja mientras lo guardaba
en mi bolsillo y luego toqué el siguiente artículo. Me atravesaron
recuerdos que no eran míos. Quité la tapa del siguiente, lo toqué, y el
siguiente, y así sucesivamente, hasta que toqué todos los artículos de la
habitación y saqué los recuerdos de ellos. Arreglé la habitación, volví a
poner todo donde lo había encontrado.
Ahora tenía los grimorios de al menos seis brujas dentro de mi alma.
Minutos, ese fue el tiempo que me tomó ganar toda la vida de la magia
de cada grimorio. No solo eso, sino que guardaba recuerdos preciados
de ellos; el amor y el miedo hormigueaban dentro de mí, y me sentí
extraña. Nada de eso tenía ningún sentido, pero de alguna manera se
sentía bien.
Mis pies se movieron como si estuvieran controlados por otra
persona. Entré en la habitación de al lado y me detuve frente a un
ataúd que estaba cubierto de una hermosa artesanía. La madera estaba
grabada con una historia de maldiciones, y una extraña sensación de
déjà vu me recorrió la espalda. Pasé mis dedos sobre él, buscando los
recuerdos que contenía, pero no había nada allí. Cuanto más lo tocaba,
más se me erizaba el pelo de la nuca. Quienquiera que hubiera grabado
las tallas lo había hecho con amor, tomándose su tiempo.
Me aparté de ello, obligándome a irme. Una pared de cráneos se
encontró con mi visión y salté hacia atrás, golpeando el ataúd con la
cadera. ¿Vigilantes? Moví mis ojos de ellos al ataúd, tragando una
sensación de inquietud. Espeluznante. Me estremecí y mientras lo
hacía, escuché voces. Me puse rígida, mirando el ataúd y
preguntándome si tendría las pelotas para esconderme dentro de él. Ni
siquiera voy a intentarlo. Me aplasté contra una pared, susurré un
hechizo y parpadeé, quedándome quieta mientras la gente doblaba la
esquina. Me preparé para luchar, sabiendo que no ganaría, pero
pasaron a mi lado.
Casi exhalé, pero en cambio me quedé tan quieta como una estatua,
escuchándolos.
—Algo lo tocó, Ristan. Lo sentí, ¿tú no? —preguntó la rubia, y yo la
miré—. Todavía está aquí, sea lo que sea. Se siente... incorrecto.
Incompleto. Poderoso… te lo digo, algo está aquí .
—Yo también lo habría sentido, Flor, y no siento nada. Te siento y
me siento a mí. Tal vez fue Adam, su magia tiende a persistir cuando se
transporta. Aún no lo ha perfeccionado, pero todos sabemos que ha
estado en el límite.
Me moví en silencio, observando cada lugar que pisaba hasta que
estuve de regreso en la habitación con el altar. Acababa de entrar
cuando la rubia apareció frente a mí, con una espada sacada de la nada.
Me incliné hacia la derecha tirándome al suelo mientras ella blandía la
espada en un amplio arco, mirando alrededor de la habitación
mientras el otro chico de largo cabello negro le aplaudía. Los miré con
los ojos entrecerrados, tratando de ver mejor cualquier cosa extraña
que estuviera pasando con sus ojos.
—Felicidades, mataste el aire —se rió.
—Silencio Demonio, hay algo aquí.
Me arrastré sobre manos y rodillas, rodeando el altar hasta que
apoyé la cabeza contra él. Escuché sus zapatos, sensuales como el
infierno, tacones altos que repiquetearon mientras lo rodeaba y
balanceó su espada a centímetros de mi cabeza. Contuve la respiración,
quedándome en mi lugar mientras ella se movía alrededor, mirando
fijamente todo.
—Si estoy en lo cierto, es una bruja. Una poderosa, lo que significa
que podría estar escondida aquí, necesitando nuestra ayuda —
reflexionó mientras empujaba la espada en la funda de su costado.
—Dudo que ella pida algo contigo moviendo esa cosa como She-Ra
con esteroides. Quiero decir, estoy bastante seguro que ella asumirá
que eres del equipo Skeletor. Vamos; si no sientes malicia, ella no es
mala. Probablemente esté aterrorizada y escondida aquí, así que
démosle un poco de espacio. Pronto verá que somos del equipo He-
Man.
—Tú y tu mierda de películas. Necesitamos conseguirte más Blu-
Rays pronto.
—Los Blu-Rays son tan el año pasado. Tengo Demon on Demand,
que es un paso adelante de Fae-per-view.
Contuve la respiración hasta que salieron de la habitación, y durante
lo que pareció una eternidad después que se fueron, permanecí en mi
lugar. Lentamente me puse de pie, busqué en el área y recé para que el
hechizo de invisibilidad que de alguna manera había lanzado todavía
funcionara. Salí corriendo por donde había venido, sin detenerme
hasta que entré en la tienda de Roger mientras me deshacía del
hechizo. Sonrió con satisfacción, rodeando su mostrador con un par de
pantalones cortos en lugar de los jeans que había estado usando antes.
Miré el reloj y vi que no me había ido más de una hora y unos minutos.
Parecía que habían pasado varias.
—Tengo que volver a entrar en la tienda de Carla, ahora —espeté
mientras él asentía.
—Por aquí, señorita. Todas las chicas guapas siempre tienen mucha
prisa por aquí —refunfuñó. Una vez que estuve en el callejón, abrió la
puerta y escuché la voz de Bane. Me llevé el dedo a los labios y miré a
mi alrededor, encontré el baño y me apresuré a entrar, cerrando la
puerta silenciosamente detrás de mí.
Escuché como los pesados pies de Bane golpeaban el piso mientras
tiraba del inodoro y abría la puerta del baño mientras arreglaba mi
camisa. Lo miré, entrecerrando mis ojos en él mientras salía del baño.
Gruñí y él sonrió.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Rompí.
—¿Siguiendo tu dulce trasero por Lucian, y tú? Dime, ¿quién mierda
pasa tanto tiempo en una librería? ¡Dios mío, mujer, tres malditas
horas!
—Comprando libros, sola. Lo que significa que no importa si son
cinco o diez horas, porque estoy sola —respondí mientras me movía
hacia la pila que Carla había dejado en la silla, luego me dirigí a la caja
registradora y las coloqué, sonriéndole a Carla.
—¿Encontraste todo lo que necesitabas? —me preguntó, como si
hubiera pasado la última hora más o menos en la librería con ella,
acurrucada con libros.
—Y más, esperemos que mi nuevo amor tenga estantes grandes —
bromeé.
—Si un hombre espera complacer a una mujer, primero necesita
complacer su mente —se rió y Bane resopló detrás de mí.
—Si un hombre quiere complacer a una mujer, le separa el coño y se
lo folla con la boca hasta que ella le ruega que se detenga. Después de
eso, se la folla durante horas hasta que ella, nuevamente, le ruega que
se detenga. Entonces, reclama su mente, porque una vez que tienes su
cuerpo y su mente, esa alma es tuya.
Lo miré mientras la cajera inhalaba.
—El suyo no mide treinta centímetros; más como cinco —me reí
disimuladamente, y ella se rió de la mirada de descontento en su
rostro.
—Qué carajos dices —gruñó Bane mientras miraba sus jeans.
—A mí me encantan mis pulgadas —ella le guiñó un ojo.
Capítulo 12
Cueste lo que cueste, incluso bailar con el diablo, iré por ti.
~Lena
Ella tiene más que caos en sus ojos; ella tiene fuego en su alma.
~Spyder.
Pensé que él había tocado todos mis botones, resultó que recién
estaba comenzando.
~Lena
*~*~*
Me quedé fuera del Club Chaos con algunas de las brujas que habían
sido lo suficientemente valientes como para hacer el viaje conmigo. No
es que mi abuela, (perdón, la Suma Sacerdotisa), les hubiera dado
muchas opciones en el asunto. Mi estómago se revolvió y dio un vuelco
hasta que sentí como si fuera a vomitar allí mismo en el frío pavimento.
Respiré hondo y empujé la puerta para abrirla, entrando con valentía;
la presencia de las brujas siguiéndome me dio una medida de consuelo
y confianza que sabía que iba a necesitar.
La cabeza oscura de Lucian estaba inclinada sobre un mapa que
estaba extendido sobre las mesas que habían juntado. Los Fae estaban
aquí, junto con algunos otros que no eran Fae, pero que tampoco eran
humanos, quienes miraron hacia arriba y nos observaron con
curiosidad mientras nos acercábamos a ellos. Los ojos medianoche
brillaron peligrosamente cuando se fijó en mí.
—Vete a casa, Kendra —gruñó.
—El aquelarre necesita saber si nos ayudarás a luchar —respondí
con dureza, forzándome a permanecer distante.
—Dije que te vayas a casa —Me despidió con un gesto de la mano y
se inclinó sobre el mapa.
Me mordí el labio mientras lo miraba, preguntándome cuánto
debería decirle, si es que debía decirle algo. Él sabía; sabía que yo no
era Kendra y, sin embargo, me había dejado creer que era así.
—No puedo ir a casa sin una respuesta —espeté, y él levantó su
oscura cabeza, mirándome.
—Vete a casa, Kendra. No te lo volveré a pedir —espetó.
—Dije que no podía, no sin una respuesta. Di que no, está bien.
Realmente no esperamos que te quedes y luches con nosotros de todos
modos —Crucé mis brazos frente a mí mientras lo desafiaba.
—¿Crees que pueden enfrentarse a lo que viene? —Rio con
frialdad—. Los ejércitos del infierno se han desatado en este mundo y
los muros de los otros mundos se están derrumbando. ¿Crees que me
preocupo por tu aquelarre? Tengo mayores putos problemas en mi
puerta, Kendra.
—Jó-de-te. —Sonreí cuando vi sus ojos entrecerrarse y su boca se
curvó en un ceño enojado. Todos en la habitación dejaron de hablar y
prestaron atención al drama que se desarrollaba entre Lucian y yo.
Mis ojos se deslizaron sobre la pila mientras me enfocaba en el resto
de la habitación, y vi algunos de los grimorios de la habitación secreta
apilados al azar en la mesa junto a los mapas. Grimorios vacíos. Synthia
parecía estar midiéndome, e incliné la cabeza, devolviéndole la mirada.
Había hombres a su lado, hombres hermosos y una bonita pelirroja,
Olivia. Recordé que había sido amable conmigo antes, cuando los Fae
aparecieron aquí por primera vez.
Volví a mirar a Lucian, solo para encontrarlo más cerca de mí de lo
que había estado antes. Levanté mi cabeza hacia para verlo mejor y
sonreí mientras me miraba.
—Tienes exactamente una hora para volver a la abadía antes de que
se ponga el sol. Te sugiero que la uses.
—Ya no me importa lo que creas que debería hacer, Lucian. No
significas nada para mí —respondí fríamente mientras alargaba la
mano y, con la más mínima explosión de poder, pedía a los grimorios
que se abrieran para mí. Olivia jadeó cuando las páginas se liberaron
de las encuadernaciones y comenzaron a navegar por el aire, llenando
la habitación mientras se encendían una a una en pequeñas bocanadas
de fuego, ardiendo mientras caían al suelo.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —demandó Lucian.
—No son tuyos, ni de ellos. No se quedaron dentro del Gremio para
ti o para ellos, y lo sabes. Esos grimorios estaban en blanco de todos
modos. Pero no te preocupes; yo los tengo —me reí, señalando mi
cabeza—. Aquí. Donde están a salvo —sonreí mientras la ira palpitaba
en Lucian.
—Fuiste tú la que se escabulló dentro del Gremio —dijo Synthia, y la
observé con una mirada fría de interés.
—Sí —admití—. Deberías saber que no debes meterte con los
grimorios de otra bruja. Tocar la historia de otra bruja puede volverte
loca —dije, inclinando la cabeza para mirar a Alden, que se había unido
a nosotros desde la parte trasera del club. Mi estómago se retorció y
luché contra las lágrimas—. ¿Tú? ¿Tú también? Todo tiene perfecto
sentido ahora. —No es de extrañar que se encontrara con los Fae
reales, era amigo de ellos. Todos estaban trabajando juntos. Respiré
hondo y me abrí camino a través del dolor que me apretaba el corazón.
—Kendra —comenzó, como si tuviera la intención de encontrar
alguna excusa de por qué estaba aquí entre los Fae y Lucian.
—¡No soy Kendra, soy Lena! —espeté, la magia latiendo a través de
mí mientras daba un paso atrás, acercándome a los hombres y mujeres
a mi espalda—. Tú también sabías quién era yo, ¿no? —Exigí,
volviéndome para encontrar a Lucian mirándome sin emoción en su
rostro—. No estás aquí para ayudarnos en absoluto, ¿verdad? Estás
aquí para destruirnos. El Gremio, los Fae y lo que sea que seas... solo
somos un jodido daño colateral, ¿no? —Mi voz tembló cuando las
lágrimas cegaron mi visión—. ¿Qué tan fácil fue para ti borrarme, y
Lucian, incluso te detuviste a considerar lo que me haría a mí?
—Lena —suplicó Alden, y me giré sobre él, llamando magia a mi
alrededor.
—¡No! Nada de jodida Lena, ¡estás con ellos! ¡Confié en ti! Sabías
quién era yo y no hiciste nada. No eres solo un brujo, eres un Anciano y
eres uno de ellos. Mantente alejado de mí y de mi madre. ¿Alguna vez la
amaste o fue solo un medio para estar cerca de nosotros? Todos
ustedes son jodidamente malvados.
—No es así —insistió, y vi a Synthia acercarse a él de manera
protectora, como si yo fuera un cañón encendido a punto de explotar.
—¿No es así? No es como si borraran lo que sucedió en la abadía y
nos hicieran olvidar lo que realmente sucedió. Nos dejaron vivir
ciegamente cuando tantos habían sido asesinados, ¡y tú! —Volví mi
rabia contra Lucian—. Dejaste que mi hermana fuera violada y
torturada por Lucifer cuando era a mí a quien quería. Quería usarme
para lastimarte. ¡Debería haber sido yo! ¡Deberías haberme permitido
salvarla ya que la dejaste con ese monstruo! —Nadie dijo nada. Negué
con la cabeza y lo miré mientras me acercaba—. Quiero que Luna
vuelva, y luego quiero que olvides que existo, lo cual debería ser
bastante fácil para ti, ya que lo hiciste antes. Mi abuela pensó que
lucharías por nosotros, pero le dije que era una estupidez suponer que
estabas de nuestro lado.
—Habrías muerto tratando de salvar a tu hermana de Lucifer —
gruñó—. Pero no hasta que él te hubiera hecho todo lo que le hizo a tu
hermana. Y esta vez, estoy seguro que habría sido mucho peor.
—Probablemente, pero esa hubiera sido mi decisión, ¿no? —
Respondí con frialdad—. Ni siquiera me diste una oportunidad antes
de decidir qué hacer, y cuando lo hiciste, tu cura me estaba borrando
de este mundo. Me quitaste todo lo que me hizo quien soy. Mis tatuajes,
mis recuerdos del dolor que he soportado, y no tenías ningún derecho
a hacerlo. Borraste a Joshua —pronuncié mientras un sollozo
burbujeaba y mi pecho palpitaba—. No puedo recordarlo ni el dolor de
su pérdida, y sé que me lo quitaste. Las personas son lo que han
soportado. El dolor al que sobrevivimos es lo que nos define. Los
recuerdos mantienen a los que amamos con nosotros, y tú me lo
quitaste todo. Puede que vuelvan, puede que no; no lo sé porque
decidiste jugar a ser Dios en mi mundo. Sigues diciéndome que
necesito que me protejas, pero no es así. El aquelarre cree que necesita
que nos protejas, pero de nuevo, no es así.
—No puedes guardar los grimorios dentro de ti, Lena —dijo Synthia
en voz baja—. Nadie es lo suficientemente fuerte como para guardar
los recuerdos y la magia de tantas brujas dentro. No sin volverse loco.
—¿No estamos todos un poco locos? —Incliné la cabeza mientras le
daba una buena mirada. Ella era etérea, hermosa y no era Fae. Ella era
más—. Además, ¿quién quiere vivir para siempre? —Me reí con
frialdad—. ¿No lo has escuchado? Es el fin del mundo y lo sabemos, y
me siento bien —Me reí con frialdad de nuevo, sacando una frase de
REM.
—Puede que aún no sientas los grimorios dentro de ti, pero cuanto
más fuerte se vuelve tu magia, más fuertes se volverán hasta que
pierdas el control sobre ellos. Los grimorios son seres vivos. Pueden
comunicarse con quienes los manejan, pasados y presentes. Es por eso
que la mayoría de las brujas no tocan el grimorio de otra bruja.
—Debemos haber tenido el mismo maestro —Volví los ojos
enojados hacia Alden—. Puedo controlarlos.
—No, a menos que seas una bruja oscura —gruñó.
Sonreí mientras entrecerraba sus ojos morados en mí.
—No puedes convertirte, no y quedarte con tu aquelarre.
—Me pregunto cómo puedes saber tanto sobre nosotros, ya que
vienes del Gremio —Limpié algunas de las lágrimas traidoras y le
sonreí sombríamente—. Nuestro aquelarre no es como el tuyo. El tuyo
corre hacia el peligro, el nuestro huye de él. Esta vez, sin embargo, no
hay ningún lugar a donde correr, ¿verdad? —Miré a Lucian y solté un
bufido de irritación—. Si hubiéramos sabido lo que estaba pasando,
podríamos habernos escondido, pero alguien intervino y lo impidió.
Ahora, estamos completamente jodidos sin la parte divertida. Sin
embargo, está bien porque sé qué hacer para salvarnos. Cuando no
tienes nada que perder, nada te detiene.
Giré sobre mis talones, dirigiéndome hacia la puerta mientras los
demás me seguían. En la puerta, me detuve cuando puse mi mano en la
barra de salida y miré por encima del hombro.
—Quiero que Luna vuelva. Puedes llevarla a la abadía; dejarla en la
puerta y me encontrará. Entonces puedes volver a fingir que ya no
existo. Planeo encontrar una manera de deshacerme de las marcas que
tú y tus hombres me hicieron, así que espero que ya no sientas la
necesidad de protegerme. Las borraré de mi cuerpo para que todo lo
que nos conecte desaparezca, tal como quiero que lo hagas tú de mi
vida. Te perdono, pero nunca olvidaré lo que me hiciste —bullía, de
alguna manera manteniendo intacta mi dignidad—. Sin embargo, te
sugiero que te vayas, ya que podría resultar difícil descifrar al amigo
del enemigo mientras nos preparamos para luchar contra los
demonios. Que tengas una buena puta vida, Lucian. —Saludé mientras
empujaba las puertas para abrirlas y salía del club.
Apenas había llegado al auto cuando un enojado Lucian me empujó
contra la puerta. Sus ojos eran medianoche, el color de una noche sin
estrellas.
—¿Crees que yo quería hacerlo? Tenía que protegerte. Hubieras
muerto de una manera más horrible de lo que puedas imaginar, y no
podría vivir con eso —dijo con frialdad.
—No me estabas protegiendo. Estabas siendo un idiota egoísta.
Sabías que huiríamos y no querías renunciar a mí. Sé por qué lo hiciste.
Sabías que el aquelarre huiría de esto, y deberían haber podido
hacerlo. No habría huido de ti, me habría parado a tu lado y te habría
ayudado a sacar a mi hermana del infierno, pero no me diste la opción,
¿verdad? No, me la quitaste y me borraste. Recuerdo esa noche y todo
lo que dijiste cuando me convertías en ella, cada detalle.
››Pensaste que era débil, pero no lo era. Podría haberte amado,
Lucian. Podría haber sido tu todo y tú el mío, pero no quieres eso,
quieres que me destruyan. Lo has dicho desde el día en que te conocí y
debería haber escuchado. Felicitaciones, me destruiste. Esa Lena que
borraste, se ha ido. No soy la misma, y estoy jodidamente segura que ya
no te necesito. Te aseguraste de ello cuando decidiste por mí. Me dijiste
que me arruinarías, y lo has hecho —Lo empujé lejos de mí mientras
los demás convergían fuera del club para ver cómo se desarrollaba
nuestro drama—. Cuida tu espalda, porque ya no somos amigos.
¿Nosotros? No somos nada, tal como querías que fuéramos desde el
principio. Tú eres Lucian, el que me destruyó, me arruinó, y yo solo soy
la chica que dejó que sucediera.
—Necesito las páginas de esos grimorios —rechinó.
—Tómalas, entonces —sonreí—. Córtame la maldita cabeza y
llévatelas. La única forma en que se pueden devolver esas páginas es si
muero, muero de verdad. Así que mátame, Lucian —Lo miré
desafiante—. Hazlo, ni siquiera pelearé contigo —me reí entre dientes
mientras extendía mis brazos, ofreciéndole mi cuello—. ¿No? No lo
creo —me reí fríamente mientras sus ojos brillaban con ira.
Tragó mientras tomaba nota de la resolución en mis ojos. Yo había
terminado de ser su maldita pieza de ajedrez, una que movía cuando
necesitaba hacer una jugada. Yo era una Fitzgerald, nacida de los
linajes originales, nieta de la Suma Sacerdotisa, y ya no era el puto
juguete de nadie.
Capítulo 19
Solo tienes una vida, y luego se acabó. Vive, ama y déjalos entrar.
~Magdalena
Nos quedamos fuera del club con el viento aullando mientras las nubes
de tormenta se acercaban. Era como si el mundo presintiera la
oscuridad que íbamos a liberar sobre él. Lucian y sus hombres, junto
con los Fae, patrullaban el impresionante aparcamiento del club donde
habíamos colocado el altar, junto con la sangre de los animales que
habían sacrificado. Lo habían hecho todo como indicaban los libros y,
sin embargo, sentí que algo estaba mal, fuera de lugar.
Algo dentro de mí gritaba por salir a medida que se aseguraba y
realizaba cada nueva preparación. Observé con desapego cómo se
repetía la mañana en mi mente. Lucian se había ido mucho antes de
que yo me despertara, si es que había dormido en la cama. Habían
movido sus cosas y, cuanto más pensaba en ello, más me enfadaba.
Había pasado de estar al rojo vivo a estar helado antes que yo
supiera qué pensar o pudiera averiguar qué había hecho para
merecerlo. Lo observé por debajo de mis pestañas, notando que
actuaba como si yo ya no existiera. ¿Era porque le había dicho que lo
amaba y él nunca lo había querido? ¿O era porque ya no era un desafío?
Tragué saliva cuando Kat y Dexter se acercaron.
—Wow —anunció Kat al ver la mirada enfadada—. Uno pensaría
que estarías sonriendo esta mañana, después de esa pequeña
exhibición de anoche.
—Sí, todo el mundo está hablando de cómo fuiste y tiraste la
precaución al viento y te lo follaste, otra vez —murmuró Dexter
mientras miraba fijamente a Kat—. Ni siquiera te importó ni viste lo
que tenías delante de ti —gruñó.
—Sólo díselo, Dexter —gruñí—. No es una jodida empática; ¿qué
mierda pasa con los hombres? No nos lo dicen y esperan que
simplemente sepamos lo que pasa. Pues adivina qué, ella no tiene ni
puta idea de que te gusta, ¡y lo peor es que te quiere! Siempre lo ha
hecho y, sin embargo, no dices nada —espeté, y luego palidecí cuando
me miraron como si estuviera perdiendo la cabeza.
Odiaba haberlo delatado, pero entonces él no le habría dicho que le
gustaba desde el primer curso. Era tímido con ella, mientras que era un
coqueto total con todas las demás. Volví a mirar a Lucian, sólo para
descubrirlo hablando con una chica que lo tocaba demasiado.
—¿Qué mierda, Lena? —Preguntó Dexter, y yo fruncí el ceño al
asimilar sus rasgos enojados.
—Ella no lo sabía —le expliqué—. Esperas que lo adivine, y ella es
Kat, Dex. No capta las indirectas, y tú lo sabes. Así que, ¿por qué
andarse con rodeos? Podríamos morir todos mañana y tú morirías sin
decirle lo que sientes, así que deja de perder el tiempo y, por el amor
de Dios, ¡hazlo!
—Lena —dijo Kat mientras ponía su mano en mi hombro, pero me
encogí de hombros—. ¿Qué pasó, y yo te gusto? —le dijo a Dexter, que
asintió con la cabeza mientras su mirada bajaba al suelo con timidez.
—Le dije a Lucian que lo amo —respondí, y ella se tapó la boca con
la mano.
—Eso es genial, ¿por qué no estamos contentos?
—Porque dejó la cama maldiciendo y luego sacó sus cosas de la
habitación —confesé con sinceridad.
—Esa rata bastarda —se quejó, mirando a su espalda a través del
aparcamiento—. Yo digo que lo jodamos, o que le lancemos un hechizo.
—Está bien —dije mientras me mordía el labio cuando mi abuela se
aclaró la garganta señalando—. No podemos lanzar un hechizo sobre
él, no es mortal, pero gracias por eso —me reí sin emoción.
—Una vez que la piedra cambie de color, si es que lo hace, pasarán al
círculo de protección —explicó mientras miraba el pentagrama
demasiado grande que tenía varios en el centro—. Allí abrazarán la
oscuridad, que Hécate se apiade de sus almas. Si no pueden luchar
contra ella, serán eliminados. No podemos permitir que los que se
vuelven malvados salgan de los límites de la barrera de protección. ¿Lo
entienden todos? —preguntó, y asentimos, aunque yo no había
escuchado la mayor parte de lo que había dicho.
—Lena, ¿y si acabamos siendo elegidos? —preguntó Kat mientras su
mirada se desviaba hacia Dexter, que no había hablado mucho desde
que le había confesado sus sentimientos por ella.
—Si eres elegida, quédate en el grupo que es bueno. Lucharás contra
la oscuridad mientras crece dentro de ti. Piensa en tus seres queridos,
en todo lo que podrías perder si dejas que se apodere de ti y te
controle.
—¿Qué pasa si la mayoría se vuelve malvado?—replicó Dexter,
hablando por fin—. ¿Qué carajo hacemos entonces?
—No lo sé —respondí mientras empezábamos a desplazarnos hacia
la fila para sacar una piedra del montón. Sólo los menores de
veinticinco años elegían las piedras. Además, a las que estaban
embarazadas no se les permitía hacerlo, lo que significaba que Kendra
estaba fuera del proceso por completo. Miré mi sudadera blanca que
decía Some Like it Witchy en la línea del busto y en el trasero de los
pantalones a juego en letras rosas brillantes.
Una vez seleccionadas nuestras piedras, nos dirigimos al grupo,
bastante numeroso, que esperaba el lanzamiento del hechizo. Se
encendieron antorchas y montones de leña alrededor de las líneas de
protección, el jazmín y el sándalo se colocaron con albahaca y otras
hierbas secas como protección. Se colocaron cristales de forma
esporádica por la zona para garantizar la seguridad de los que seguían
siendo blancos y, sin embargo, algo seguía picando contra mi cerebro,
como si intentara advertirme.
En el momento en que todo estaba preparado, empezaron los
cánticos y, uno a uno, dimos un paso adelante, sosteniendo la piedra en
una palma mientras deslizábamos una cuchilla por la palma de la
mano, dejando un corte poco profundo en ella antes de utilizar la otra
mano para colocar la piedra en la sangre.
Observé desde el fondo del grupo cómo cada bruja se acercaba con la
piedra en la palma de la mano cerrada. Las primeras pasaron y
volvieron al aquelarre que estaba a un lado, observando con tristeza
cómo uno a uno, sus hijos y su linaje se acercaban a su destino. En una
hora, teníamos catorce brujas oscuras, y la mayoría de las demás
seguían igual, sin ser tocadas por la mancha que podía destruirlas o
salvarnos.
No fue hasta que Kat se acercó para revelar su piedra que mi
estómago se hundió cuando el rostro de mi abuela se torció de tristeza.
Me tragué un grito de negación cuando ella torció el cuello para
mirarme, con una mirada de puro pánico en su hermoso rostro.
A continuación, Dexter se acercó, a escasos metros de mí, él también
fue elegido. Sus hombros no se encogieron como los de Kat. En cambio,
se acercó a ella en el pentagrama y la abrazó con fuerza. Los siguientes
fueron una mezcla de blanco y oscuro, y entonces me acerqué a mi
abuela. Su vista brillaba con lágrimas no derramadas cuando le tendí la
mano, con la palma hacia arriba. La mirada de alivio que la invadió me
hizo sentir una punzada de culpabilidad.
Exhaló e hizo un gesto al grupo que esperaba para ver si alguno de
los elegidos fallaba a la oscuridad. Miré fijamente a Kat y Dexter, que se
abrazaban, y el estómago se me revolvió de inquietud. Falcon parecía
emocionado, y me pregunté si no habría conocido ya su destino. Sus
compinches permanecieron cerca de él.
Todos los hombres que habían permanecido junto a él habían sido
elegidos. Una sensación inquietante llenaba el aire, pero al observar a
Falcon, noté que anticipaba algo. Mi corazón se ralentizó mientras le
observaba, notando las finas pupilas negras que parecían palpitar,
como si quisieran crecer.
Mi mente regresó a los primeros días en Portland, a los clubes en los
que había sido salvaje. Era como si los recuerdos volvieran poco a
poco, y entonces algo que había ocultado volvió de golpe. Conocía su
mirada; la conocía porque la había sentido antes.
Retrocedí lentamente, girando para situarme al fondo del grupo.
Saqué la navaja del bolsillo, abriendo lentamente la punta de cada dedo
mientras expulsaba los pequeños fragmentos de cristal que había
cosido en ellos para mantenerlo a raya. Susurre el hechizo para curar
mi piel, pero no ocurrió nada. Estábamos protegidos contra la magia,
me di cuenta mientras miraba los símbolos garabateados en el
cemento. Miré la sangre que rezumaba de las yemas de mis dedos y
fruncí el ceño. Metí el cuchillo en su funda y volví a situarme al frente
del grupo mientras me metía las manos en los bolsillos, ocultando la
sangre.
Kat y Dexter estaban de pie con otras dos brujas mientras el grupo
más grande estaba al otro lado. Había brujas del aquelarre a su
alrededor fuera de la barrera, colocando las últimas piezas para
encender el hechizo que obligaría a la oscuridad que los había elegido a
salir. El estómago se me revolvió de inquietud cuando Falcon me
sonrió, y luego sus ojos se desdibujaron, volviéndose negros mientras
ladeaba la cabeza.
Ya era oscuro. Cerré los ojos, recordando la forma en que su piel se
sentía aceitosa, como si estuviera manchada. Empecé a avanzar, pero
llegué demasiado tarde. La jaula mágica se encendió, enviando un
zumbido por el aire que nos rodeaba.
—Ya es oscuro —pronuncié mientras buscaba a mi madre entre la
multitud. Me abrí paso entre los miembros del aquelarre, luchando por
encontrarla. Una vez que lo hice, la agarré del brazo y vi cómo Kendra
sonreía a su lado—. Han venido a volvernos oscuros —anuncié,
horrorizada de que mis amigos estuvieran dentro de aquella jaula
mágica con ellos. Habían masacrado a los demás antes que tuvieran la
oportunidad de abrazar por completo su propia oscuridad.
—¿De qué estás hablando, Lena? —preguntó. Miré más allá de ella,
hacia Kendra, y vi cómo su rostro se contorsionaba.
—¡Lena, sálvame! —resonó en mi cabeza con tanta fuerza que casi
me hizo caer de rodillas—. ¡Tienes que salvarme!
Algo cambió en sus ojos; se volvieron más oscuros mientras su
rostro se movía, mirando a los que empezaban a gritar desde la jaula.
Tragué y negué con la cabeza.
—¿Kendra?
—Lena, sálvame. —Sonaba débil, casi débil esta vez que habló. Como
si hubiera usado todo lo que tenía para sacar las primeras palabras.
Parpadeé repetidamente mientras me tapaba los oídos mientras el
interminable parloteo estallaba dentro de mi cabeza.
—¡Magdalena! —gritó mi madre, agarrando mis manos mientras un
grito salía de la jaula. Me giré, odiando el nivel de ruido que se elevaba
a mi alrededor. Sabrina estaba frente a Kat y Dexter, y estaba en el
suelo, retorciéndose de dolor. Miré a Falcon, que movía los dedos
mientras la miraba fijamente. Estaba lanzando... magia oscura.
—Ya eran oscuros. No se oscurecieron —dije con horror mientras
me separaba de ella.
Me adelanté mientras la sangre estallaba de la nariz y la boca de
Sabrina. Ella gritó mientras Falcon sonreía fríamente; los que estaban
detrás de él se unieron a él mientras empezaba a reír mientras el
cuerpo de Sabrina se sacudía y gritaba más fuerte con el dolor que la
desgarraba, literalmente.
—¡Deténganlos! —Grité y vi cómo mi abuela se volvía, mirándome
fijamente mientras su tez palidecía. Sus ojos eran grandes,
redondeados por el horror de ver lo que se estaba desarrollando—.
¡Deténganlos! —Tenían que parar esto. Kat y Dexter estaban dentro
con Falcon, el mismo monstruo que había ayudado a Kendra a soplar el
polvo en mi cara.
—Nadie puede entrar con ellos, está sellado, Lena —murmuró mi
madre.
Avancé mientras los Fae se acercaban, esperando que las brujas
oscuras escaparan de la jaula si mi abuela la abría. Sabía que no lo
haría. Estaría poniendo al aquelarre en peligro mortal si se escapaban.
Kat y Dexter morirían una vez que terminaran de asesinar a Sabrina.
Habían venido a matarnos, a todos nosotros. No querían protección,
querían tomar el poder que tenían las brujas blancas, igual que los
demonios que temíamos. Unos usarían nuestros cuerpos; los otros
podían robar nuestro poder. Ambos eran malvados.
Las brujas oscuras podían desviar la magia blanca como propia,
añadiéndola a su poder. Por eso todo el mundo temía a Benjamin, pero
donde él nos había ayudado, estos bastardos se habían paseado
directamente frente a nosotros, y nosotros lo habíamos permitido.
Saqué la navaja del bolsillo cuando todos los demás gritaron de miedo
cuando Sabrina empezó a doblarse en posiciones extrañas mientras le
rompían todos los huesos del cuerpo desde dentro.
Me abrí la lengua, escupiendo el último cristal que mi cuerpo
contenía para mantener a raya la oscuridad que había conquistado. Me
moví con determinación, observando cómo todos se alejaban de mí. El
poder brotó de mí, enviando una oleada de ello a través de la multitud
mientras los rayos estallaban, golpeando los árboles a escasos metros
de donde estaba Falcon. Su mirada buscó entre la multitud hasta que se
posó en mí. Sonrió con frialdad, sin temerme. Debería tener miedo.
Había luchado contra la oscuridad y ya había ganado. La había
suprimido hasta ahora, manteniéndola encerrada y oculta con cristales
hechos directamente de las líneas ley originales.
Alguien se movió para detenerme y desaparecí de donde estaba,
apareciendo frente a Kat y Dexter. Su jaula mantenía la oscuridad
dentro, no fuera. Me giré y miré a mis amigos mientras salían de donde
estaban acurrucados en el suelo, esperando la muerte.
—Lena, eres... oscura —gimió Kat mientras me miraba fijamente,
confundida.
—No soy oscura, no del todo —pronuncié, girando hacia atrás
cuando sentí que el poder se precipitaba hacia mí. Levanté la mano,
impidiendo fácilmente que su magia me tocara a mí o a mis amigos—.
Quédense detrás de mí —ordené mientras dejaba que la oscuridad de
mi interior se desenredara. Había estado aterrorizada por ella, por las
cosas viles que me había susurrado. Había querido asesinar a todos y a
todo cuando apareció por primera vez justo después del funeral de
Joshua. Me había ido sin decir nada después de eso, incapaz de
controlarlo y aterrorizada por lo que pasaría si no pudiera.
Los otros brujos empezaron a aumentar el poder de Falcon cuando
éste volvió a protegerse. Reaccioné, avanzando sin otro pensamiento
que el hecho de que las vidas de Kat y Dexter estaban dentro de mi
capacidad para protegerlas. La ley del aquelarre establecía que
protegíamos a los nuestros, sin importar el coste. El problema era que
me gustaba la oscuridad. Ofrecía libertad; la magia que liberaba era
cruda, poderosa, y no había límite para lo que podías hacer.
Pero tenía un precio. Uno que no había querido pagar. Hasta ahora.
El primer brujo se interpuso en mi camino, con la intención de
derribarme, y sonreí cuando la negrura de mi interior estalló sin previo
aviso. Alcancé sus brazos, agarrando ambos mientras lanzaba los
primeros golpes, que también serían los últimos. La magia de Falcon
seguía asaltándome, pero no me tocaba. Había construido un muro
entre él y nosotros. Era una fuerte barrera mágica que se negaba a
permitirle tocar a mis amigos con su magia contaminada.
Mis manos capturaron los brazos del hombre y los arranqué de sus
cuencas. Gritó y sonreí con frialdad, utilizando la magia que llevaba
dentro para acabar con él. La sangre estalló mientras su cuerpo era
desgarrado. Cayó y el siguiente se movió para ocupar su lugar. Le di
una patada en las pelotas, usando un uppercut para pillarle
desprevenido antes de dejarme caer, balanceando mi pierna para
expulsar la suya de debajo de él. No lo asesiné; no iba a permitir que la
magia hiciera lo que quisiera. La retiré y la metí en el oscuro recoveco
de mi mente mientras me levantaba y miraba fijamente a Falcon.
Mi pelo flotaba con el poder que latía en mí. Tenía un suministro
interminable de magia en la punta de los dedos.
—Pero si eres una maldita Fitzgerald —rio fríamente Falcon—. No
me lo esperaba —se mofó mientras sus hombres se acercaban a él,
como si pudieran salvarlo. Había estado enterrando mi magia durante
tanto tiempo que había acumulado una peligrosa reserva. Por eso no
había podido liberar la línea de ley. La había escondido tan
profundamente que me había impedido saber que estaba allí; a menos
que alguien a quien amara se jugara la vida, habría permanecido
encerrada dentro, oculta incluso para mí. Había borrado mis propios
recuerdos de ella, dejando sólo unas migajas que me llevaran de vuelta,
si alguna vez necesitaba usarla. Ni siquiera la magia de sangre de
Lucian la había encontrado. El hecho de que Kat y Dexter estuvieran en
peligro había hecho arder los cristales de las yemas de mis dedos, mi
detonante para desbloquear los recuerdos.
Se movieron en grupo, y sonreí mientras gritaba un hechizo para que
todos flotaran en el aire, indefensos, incapaces de lanzar. Gritaron
mientras sus cuerpos se paralizaban en el aire. Caminé por debajo de
sus cuerpos flotantes hasta que estuve a la altura de Falcon.
—No eres bienvenido aquí —gruñí—. Márchate ahora y liberaré a
los que vinieron contigo, pero no volverás aquí. Tu clase no es
bienvenida.
—¿Crees que puedes hacer un hechizo y vencerme? No eres nada —
rio fríamente mientras se movía para golpearme. Le agarré el pecho sin
pensarlo, extrayendo su corazón aún palpitante mientras lo acercaba a
mis ojos, que sabía que estaban negros por la repentina liberación de
poder crudo y oscuro que había invocado. La sangre goteaba de mi
muñeca y de mi brazo, y me quedé mirando su inútil corazón, cubierto
de gruesas líneas negras. Había sido oscuro más tiempo que yo. Lo
solté mientras caía al suelo. Mi cabeza se inclinó y giré la cabeza hacia
donde sentí una pesada mirada que se clavaba en mi cabeza.
Lucian me miró fijamente y no sentí nada; fría y sin vida como me
había hecho sentir cuando había procedido a sacar sus cosas de la
habitación sin decir nada. Había utilizado la magia para hacerme
dormir, pero así, podía recordarlo todo. Su mirada de medianoche se
estremeció al contemplar mi perfil. Sabía qué aspecto tenía: el mal
encarnado. La negrura se tragaba el iris y el blanco de mis ojos, gruesas
venas de magia oscura palpitaban bajo mi piel y mi pelo flotaba como
los hombres bajo los que me encontraba. Atrás quedaba su pequeña
flor marchita que necesitaba ser amada, y en su lugar había una
frialdad que no quería su calor.
—Guárdalo, Lena, se ha ido.
Le miré fijamente, sin inmutarme, mientras decidía los destinos de
aquellos que literalmente pendían de un hilo. Podía oír a mi madre
llorar mientras Alden la consolaba con palabras vacías. Synthia se
acercó más a mí, dispuesta a cumplir la promesa que le había hecho
jurar. Kat y Dexter me rogaron que la enterrara dondequiera que la
hubiera escondido antes, y los ignoré a todos mientras miraba
fijamente a unos ojos del color de las llamas que ardían en el infierno
mientras me ordenaba que volviera.
—Mátalo —susurró una voz, y sonreí al considerarlo.
—No puede ganar si eres más fuerte —susurró una voz más suave, y
parpadeé—. Haz lo que dice, está tratando de ayudarte.
—Ella no lo necesita. Los matará a todos si ella no lo detiene. Todos
conocemos esa lección demasiado bien. Él es la muerte; tomará su
alma y la maldecirá, como ha hecho con todas las nuestras.
—Ella está enamorada de él.
—Y eso nos funcionó muy bien, ¿no?
Volvían a discutir dentro de mi cabeza. Los aparté a todos, a las
voces, a la magia, al poder que fluía a través de mí. Sonaron gruñidos
cuando los cuerpos cayeron al suelo y torcí el cuello al verlos
levantarse con miradas de horror mientras se alejaban lo más posible
de mí. Me moví lentamente para ver qué había sido de Falcon y palidecí
al ver que su corazón cortado yacía junto a su cabeza, justo delante de
sus ojos abiertos. El otro cuerpo yacía en pedazos, dos para ser exactos,
donde lo había desgarrado. Sabía por qué los que habían acogido la
oscuridad la conservaban; adormecía el dolor de lo que habías hecho
en su enfermizo abrazo.
—Magdalena —se inquietó mi abuela. Volví los ojos azul zafiro hacia
ella y vi cómo exhalaba profundamente, liberando el miedo que había
guardado. La despedí mientras me alejaba de Lucian y Synthia, hacia
Kat y Dexter y los demás de mi aquelarre que esperaban una muerte
segura a manos de las brujas oscuras a las que habíamos permitido
acercarse.
Su oscuridad llamaba a la mía y yo sonreía, extendiendo los brazos
mientras me abalanzaban sobre ellos. Eran mi gente. Había renunciado
a mi secreto para salvarlos, y no lo cambiaría. Había nacido mala, con
una enfermedad que no muchos podían contener, pero eso no
cambiaba que también fuera buena. Si hubiera sabido quién era mi
padre, podría haberlo manejado antes de haberme auto-expulsado del
pueblo.
Yo nací en la oscuridad, pero también lo hizo Benjamin. A diferencia
de él, en el momento en que había aflorado, había sido lo
suficientemente mayor como para ocultarlo a los demás, incluso a la
Suma Sacerdotisa. Me había mantenido alejada de ellos hasta saber que
no era un riesgo o un peligro para mi aquelarre, pero había necesitado
que mis poderes se despertaran. Me reí al pensar en lo que implicó.
Había despertado mis poderes en la polla de Lucian, porque no había
necesitado ser bendecida por nadie; la oscuridad no necesita la luz. La
luz necesitaba la oscuridad para poder ver las estrellas y la belleza que
la noche guardaba en secreto.
—Magdalena, ni una palabra —me instó mi abuela mientras soltaba
a Kat y a Dexter para que se liberaran del círculo.
—Conozco las reglas —dije. Giré sobre mis talones, enfrentándome a
los brujos que Falcon había traído con él, las brujas oscuras de mi
propio aquelarre a mi espalda—. Pueden quedarse y luchar contra los
demonios conmigo, o pueden huir y los perseguiré y los mataré. Esa
elección es suya, sólo ustedes pueden hacerla. Su líder está muerto, y
era de sangre débil, pero yo no lo soy. Soy Magdalena Fitzgerald, bruja
oscura del aquelarre de Haven Crest, y mi aquelarre es nuestro para
protegerlo. Juren que no le harán daño y les permitiré vivir.
—Falcon nos prometió poder, no somos de linaje fuerte —anunció
uno.
—No hace falta ser de linaje fuerte si son brujos oscuros. Sólo tienen
que ser lo suficientemente inteligentes para sobrevivir. El poder viene
con el tiempo, pero las brujas blancas de este aquelarre mantendrán el
suyo. No hay que hacerles daño; júrenlo o mueran.
—Nos mataran de todos modos —gritó otro. Los demás estuvieron
de acuerdo.
—Es posible, pero te haré la promesa de que no lo haré hoy. Si
decides irte, dejarás este pueblo y no volverás jamás. Si te quedas,
prometerás proteger el aquelarre y, a cambio, tendrás comida y
refugio, y no tendrás que enfrentarte ni preocuparte por los demonios
mientras duermes. Decide.
Esperé, sin saber si elegirían seguirme, o si el aquelarre lo permitiría.
Sin embargo, sólo habíamos conseguido un puñado de brujas que
podían proteger el aquelarre y las necesitábamos a todas.
—¿No nos matarán si nos quedamos con ustedes? —preguntó uno
de los chicos más jóvenes.
No podía tener más de dieciséis años. Temblaba y yo fruncía el ceño.
—No me gustan las matanzas, pero si surge la necesidad de proteger
a mi aquelarre, no dudaré. Nuestras leyes establecen que debemos
proteger a los nuestros, y si surge esa necesidad —moví mis ojos para
sostener los de mi abuela—, entonces haremos lo que sea necesario
para protegerlos, sin importar el costo para nosotros.
Se agruparon y esperamos; una vez que se decidieron, exhalé y
asentí. No había querido volver a liberar la magia. Cada vez que la
utilizaba, me resultaba más difícil apartarla. Por eso había colocado los
fragmentos en mi piel y en mi lengua, bloqueando todos los puntos de
mi cuerpo que podían liberar magia. Luego había borrado mis propios
recuerdos, y probablemente por eso, cuando Lucian los había vuelto a
borrar, habían tardado tanto en volver.
Me giré y miré a mi abuela, agachándome hasta quedar de rodillas, y
los demás me siguieron. Levanté mi mirada para sostener la suya.
—Yo soy tuya, tú eres mía. Doy este voto a través de la sangre de los
míos. Tú eres mía para proteger, y yo soy tuya para controlar. El
aquelarre nos aceptará, a todos y cada uno, porque esta oscuridad
interior no debe luchar contra la luz. En tu hora más oscura de
necesidad, nos levantaremos, para luchar contigo a nuestro lado. Se me
ha dado en este momento de necesidad, ¿me aceptas como tuya, para
ser usada como necesites? —Esperé, rezando para que nos aceptara.
—Acepto, nieta mía. Levántate oscuridad, y ven a la luz, porque te
necesitamos en este momento.
Me levanté y fruncí el ceño.
—¿Qué? —preguntó en voz baja.
—Eso fue muy cursi —me reí nerviosamente.
Se rio y la multitud soltó su aliento, uniéndose a ella. Habíamos
sobrevivido a la oscuridad y, mientras buscaba a mi madre entre la
multitud, me detuve. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras
Kendra miraba con desprecio a su lado. Su mirada permanecía fija en
los restos de Falcon. Me tragué las sospechas por esta noche y casi me
sobresalto cuando mi abuela me tocó el brazo.
—No debías intervenir —anunció—. Me alegro que hayas
desobedecido esta vez, pero podría haber acabado de otra manera para
ti, nieta.
—Juré proteger el aquelarre a toda costa cuando acepté que los
ancestros despertaran mis poderes. Todos lo hicimos; tomé una
decisión. Es una con la que tendré que vivir.
—No hiciste una elección aquí; revelaste que las brujas oscuras
pueden ser salvadas. Usaste cristales para mantenerla oculta, para
contenerla. Has hecho lo impensable, pero también has dado esperanza
al aquelarre en este día, en nuestra hora más oscura.
Capítulo 32
* ~*~*
LUCIAN
Yo miraba, incapaz de pasar la puta barrera de protección. La cabeza
de Lena estaba mal, tan jodidamente mal que si no podíamos llegar a
ella pronto, moriría. De alguna manera había conseguido ponerse en
pie, pero notaba cómo se desvanecía, incapaz de llegar hasta ella. El
corazón me latió con fuerza por primera vez desde que tengo uso de
razón. Me dolía el pecho mientras gritaba de frustración.
—Katarina, ven a mí. Puedo ayudarte —mentí, con un nudo en la
garganta por la sangre que bajaba de la herida de la cabeza de Lena. La
había visto con Lucifer, luchando por sobrevivir, y los que estaban
alrededor habían sentido que el mundo se estremecía ante mi ira, lo
sentían temblar en mi presencia.
Me paseé por la línea, observando cómo Lena retrocedía y se volvía
hacia su madre. Iba matar a su hermana, y luego querría matarme
cuando le hablara del niño y de lo que contenía. Me odiaría, y este
jodido juego se repetiría porque ahora está dentro de ella. Mi niño, mi
niño tenía un monstruo dentro de él. Contenía mi sello en su diminuta
forma, siendo ya superado por él antes que llegara a respirar.
Me ardían los ojos y levanté la mano, apartándola después de haber
limpiado lo que fuera que había en ella. Me quedé mirando la humedad,
parpadeando.
—¡Mira hacia otro lado! —susurró Lena y me giré, mirando a su
madre, que ya la odiaba por lo que se había convertido aunque se
esforzara en no hacerlo. La odiaría por lo que iba a hacer: liberar a su
hermana—. Por favor, mira hacia otro lado —suplicó
entrecortadamente, y su mirada me recorrió—. ¡Haz que miren hacia
otro lado! —gritó, y Alden entró en acción, tirando de Fiona contra su
pecho. Ella luchó contra él, dándole bofetadas mientras luchaba por
alejarse para ver lo que ocurría con sus hijas.
Mi mirada se desvió lentamente hacia Lena, que asintió suavemente
a su abuela y luego casi se derrumbó por el pequeño movimiento. Su
mano se introdujo en el bolsillo de la falda y se irguió, más orgullosa, al
encarar a Katarina.
Spyder se acercó, como si fuera a atraparla cuando cayera. Ella no
caería; era Magdalena, feroz y fuerte a pesar de que todo estaba en su
contra.
—Lena —susurré, y su mirada bajó al suelo antes que sus ojos se
alzaran hacia mí y sostuvieran los míos. Sus pupilas estaban dilatadas,
pero la mirada de sus ojos hizo que mi estómago se revolviera de
inquietud.
—¿Crees que puedes matarme? —gruñó Katarina mientras escupía
su ira contra Lena—. ¡Ni siquiera puedes ponerte en pie, joder! Lo has
arruinado todo. No eres nada; sin mi alma, estás vacía y desprovista de
vida. Fuiste creada para morir; no vales ni el aire que respiras.
—No tengo que matarte, Katarina —susurró Lena mientras apartaba
su mirada de la mía y levantaba la cabeza.
—La única manera de matarme es si... ¡no puedes! —gritó Katarina
mientras observaba a Lena con horror.
—Yo gano. Lucian no matará a nuestro hijo y tú ya no controlarás a
mi hermana. Esto termina aquí, ahora. No volverás a renacer para
hacer daño a ninguna otra bruja nunca más —Lena acercó el cuchillo a
su cuello.
—¡No! —grité, haciendo que el mundo se inclinara mientras la ira
me recorría.
La hoja atravesó su carne, abriendo su cuello hasta el hueso. El
cuchillo cayó al suelo, rebotando contra él. Luché por mantenerme en
pie mientras veía cómo sus manos se agarraban al cuello. Sus piernas
cedieron y cayó al suelo, arrodillándose sobre ellas. Su cuerpo se
estrelló contra él mientras su sangre se filtraba en el suelo.
—¡Déjame entrar! —Exigí, pero Katarina todavía estaba en el
cuerpo. Asumió la morbosa escena que tenía ante sí; Lena jadeaba y
hacía ruidos, pero era lo único que salía mientras la sangre burbujeaba
de sus labios.
—¡Lena! —Kendra gritó mientras corría hacia donde estaba Lena en
el suelo—. No, quédate conmigo, oh Dios, quédate conmigo. Este no era
el plan —sollozó mientras levantaba a Lena y la acunaba en sus brazos.
El aquelarre se quedó en silencio, todos en estado de shock; nadie se
daba cuenta. La mano de Lena tocó el suelo mientras sus ojos se
quedaban vacíos, sin vida. Grité mientras luchaba contra la barrera de
protección, y entonces Spyder estaba arrodillado, suplicando a Kendra
que nos trajera a Lena.
En el momento en que la sacaron del círculo, caí de rodillas,
sujetándola mientras Vlad se cortaba la muñeca y la empujaba contra
su boca. Fue inútil, ella se había ido. En el momento en que el alma
expiró, ella murió. Lágrimas se formaron en mi visión y enterré mi cara
contra su pecho cubierto de sangre mientras los Fae y todos trabajaban
para salvarla. Las brujas cantaban, Kendra gritaba histérica, furiosa por
seguir aquí, pero su hermana no.
Lena dio su vida para salvarla. Dio su vida para evitar que yo matara
a nuestro hijo. Sabía que no viviría, y era consciente que tenía media
cabeza aplastada. Había evitado que Kendra y todos lo vieran. Los
había engañado a todos.
—No va a volver —murmuré mientras levantaba la cabeza,
apartando a Vlad—. No tiene alma. No puede ser salvada —dije, pero
ellos siguieron intentándolo—. ¡Déjenla en paz! —solté, observando
cómo Spyder me tocaba el hombro; él también lo había sentido. El
vínculo había desaparecido. Se había ido con ella. Sabía que lo sentiría
si se quedaba, pero nos dejó. Me liberó, pero el coste fue su vida, y yo
habría jugado este juego hasta el fin de los tiempos para perdonarla.
—Lucian, tiene que ser envuelta en el paño de la pureza —susurró
su abuela mientras estaba a pocos metros de mí.
—Se ha ido, no hay renacimiento para ella —gruñí con frialdad—.
Ella liberó el pedacito de alma que Katarina plantó, y al hacerlo, nunca
podrá renacer. Nunca podrá volver. Simplemente se ha ido, joder.
—Soy consciente de ello, pero el alma del niño que liberó no lo es.
Merece ser enterrado y tener una oportunidad de vivir, cuando Hécate
lo elija.
—Que se joda Hécate —gruñí—. El niño es mío; contiene algo que
tengo que recuperar.
—No, no lo tiene. Colocamos runas en su piel para liberar el alma
inocente del sello. Está latente dentro de su cuerpo. No tiene un alma a
la que adherirse. Lena sabía que moriría cuando vino aquí; la arena
predijo su muerte. Tomó la decisión de salvar a su familia y protegerte,
así que terminemos lo que ella empezó. Que no muera en vano.
—¿Sabía que iba a morir y aun así vino? —Pregunté.
—Fue su elección —dijo, sus lágrimas corrían libremente por sus
mejillas mientras yo mecía el cuerpo sin vida de Lena—. Me dijo que te
dijera, si llegaba a suceder, que hay amores por los que vale la pena
morir. Que ella dio su vida para que tú fueras libre, y que toda
maldición sobre tu piel se irá con su muerte. Katarina ya no existe, ni
puede volver a nacer. Su alma está fracturada. No puede volver. Eres
libre de ella para siempre.
—Ese era mi precio a pagar —me quejé.
—Y lo estás pagando —señaló—. Deberías respetar su sacrificio,
porque no eres el único que la llora.
Mi rostro se volvió hacia su madre, que gritaba contra el pecho de
Alden mientras éste se aferraba a ella. Kendra estaba entumecida,
mirando el cadáver sin vida de su hermana. Sus amigos permanecían a
lo lejos, abrazándose mientras lloraban sin importarles quién los viera.
Me puse de pie, llevándola conmigo.
—Puedes colocar el sudario alrededor de ella, pero no me voy a ir de
su puto lado hasta que la coloquen en la tierra. Me importa una mierda
sus tradiciones o leyes; no la voy a dejar sola.
Capítulo 37
~Kendra Fitzgerald
Dicen que morir es duro, pero no son los que nos dejan los que se ven
obligados a seguir viviendo. Simplemente se van, se acaban, su historia
termina. Que se jodan los que dicen eso. Vivir es más duro, levantarse
cada mañana y pretender que la vida sea normal. De alguna manera lo
hacemos, nos levantamos y ponemos un pie delante del otro. Fingimos
que no hay un vacío dentro de nosotros, un lugar que murió con la
persona que amábamos.
Otros esperan que superemos el duelo, pero para mí era como si me
faltara un trozo de mí misma. Mi otra mitad había dejado de existir.
Nos decían que ella querría que fuéramos felices, pero ¿cómo coño
iban a saberlo? El duelo era normal, era la forma que tenía el corazón
de recordarnos que había sido amada. Era el precio que pagábamos
por amarla tanto que nunca podríamos dejarla ir del todo. Era la forma
de mantenerlos vivos dentro de nosotros, ese dolor; nos recordaba que
habían vivido.
Me había mantenido alejada de la sala principal durante la mayor
parte del tiempo, caminando por los pasillos vacíos como un fantasma
mientras trabajaba en todo lo que había sucedido. Odiaba su lástima,
sus miradas de tristeza mientras susurraban detrás de sus manos lo
que ella había sido, o lo que había hecho.
No tenían ni idea de lo que era, ni de quién era. Era mi hermana, la
bruja más poderosa de nuestro aquelarre porque, a diferencia de
nosotras, no había tenido un alma que la retuviera. Había sido un
conducto de magia, una fuerza infinita que no podía ser retenida por
las limitaciones mortales. No como el resto de nosotros, no; ella había
sido intrépida por derecho propio. Había sido desinteresada tanto en
amarnos como en protegernos.
Día tras día había querido tumbarme a su lado y rendirme. Estaba
cansada de fingir que su pérdida no me hacía pedazos.
El duelo no se hacía más fácil; eso era una mentira para apaciguar a
los que quedaban atrás. Te hacías más fuerte; encontrabas formas de
vivir con el dolor interminable en el pecho. Aprendías a respirar de
nuevo, a llevar aire a tus pulmones aunque te doliera hacerlo. Lena lo
había dicho una vez, que la muerte te rompía, te robaba un trozo de ti
cuando te visitaba, y había tenido razón. Se quedó mirando el ataúd de
Joshua cuando lo llevaron para el servicio y dijo:
—Que se joda la muerte; jode más a los vivos que a los muertos. La
vida se acaba, no son los muertos los que sufren, son los que dejamos
atrás.
El día que murió habían tardado horas en dejar de intentar salvarla
mientras Lucian sostenía su cadáver. Habían intentado todo, desde la
magia hasta la sangre de vampiro, para traerla de vuelta. Él había
luchado contra ellos, gritando mientras intentaban arrebatársela. Al
final, sólo el alma de su hijo no nacido hizo oscilar su mano. Liberó su
cuerpo y, sin embargo, se negó a separarse de ella incluso ahora.
Habían pasado días mientras el cuerpo sin alma del niño se purificaba
con el de su madre.
Lena no volvería a nacer. Sólo un alma había podido encontrar paso
con el hechizo que habían lanzado, ella se lo había dado a su hijo. Ella
había tomado la poca oportunidad que tenía de renacer y había sellado
su destino. Por supuesto, había sellado el de Katarina en el proceso.
Ella había liberado a Lucian, algo que él no había sido capaz de hacer
por sí mismo.
Había estado con él mientras su cuerpo había sido limpiado de la
sangre, revelando la extensión de sus heridas. Ella había sabido que se
estaba muriendo, tenía que haberlo sabido. Toda la parte posterior de
su cabeza se había abierto. Ambas pupilas estaban completamente
dilatadas, revelando una hemorragia masiva. Cómo se las arregló para
terminar el juego fue un testimonio de su fuerza y deseo de liberarnos
a Lucian y a mí de las garras de Katarina. Había visto cómo se
revelaban las runas, algo que había permitido hacer a la abuela antes
de abandonar el club, sabiendo que nunca volvería a él.
Lucian se había preocupado de que el niño estuviera vivo dentro de
su vientre hasta ese momento. Había dado una breve explicación de lo
que llevaba dentro. Llevaba en su interior una maldad pura que no sólo
abría las puertas de otros mundos, sino que los atravesaba,
destruyendo todo lo que era bueno. De alguna manera, incluso con eso
dentro de ella, se mantuvo pura. Se mantuvo dedicada a sus seres
queridos.
Lena había sido una luz brillante en un mundo lleno de oscuridad, y
de alguna manera, había brillado más que cualquiera de nosotros.
Me enfadé con ella por eso, por quitarme la posibilidad de elegir. Nos
había engañado a todos, nos había hecho creer que yo no sobreviviría,
y luego lo había hecho. Había tomado su vida y con ella la luz que tenía.
Lena fue enterrada junto a Joshua bajo el roble gigante que bordeaba
la propiedad. No hubo música para aminorar el golpe o aligerar la
multitud que se había reunido. Su féretro fue llevado por Lucian y sus
hombres y colocado en el suelo junto al lugar donde sería enterrada. El
aquelarre cantó para que su cuerpo sin alma encontrara la paz de
cualquier forma posible. Había dado su vida por la mía, y nunca se lo
perdonaría. Lucian la había colocado junto al monumento
conmemorativo de Joshua y luego se había puesto a distancia. Nadie le
siguió, pero al igual que yo, probablemente estaba enfadado porque
ella había tomado las decisiones por nosotros.
Tal y como dictaba la ley del aquelarre, Magdalena Fitzgerald sería
eliminada de la historia, desvaneciéndose en el pasado como lo habían
hecho tantas otras antes que ella. Mis manos se deslizaron hacia mi
vientre y me pregunté si Hécate me bendeciría con una hija, una tan
fuerte como lo había sido mi hermana.
—Kendra, es hora —dijo mi madre mientras me ponía una mano
suave en el hombro. Había entrado en una profunda depresión con la
muerte de Lena, pero ya sabíamos que lo haría. Ni siquiera Alden pudo
sacarla de ella. Sólo habían pasado dos semanas desde su muerte, y en
todo ese tiempo, Lucian había permanecido fiel a su palabra, sin
dejarla. Era como si esperara que ella despertara de un profundo
sueño, o tal vez se convirtiera en otra cosa.
Ella pertenecía a un lugar mejor, un lugar donde las almas pudieran
encontrar la paz. Era difícil pensar en ella como desalmada cuando
había estado tan llena de vida. Ella había sido mi otra mitad y ahora...
ahora se había ido.
Retrocedimos mientras bajaban su cuerpo a la tierra, cubriéndolo
con una lona verde una vez que habían puesto la tierra sobre su ataúd.
Estaba justo donde quería estar, al lado de Joshua. A diferencia de su
lápida adornada, ella tenía una pequeña losa de hormigón que
simplemente contenía las iniciales ‘‘MF e Hijo no nacido’’.
Se colocaron flores en el suelo por encima de su cuerpo, junto con
coronas para protegerlo. Se encendieron velas y otras cosas, lo que le
daba cierto parecido a un entierro normal de aquelarre. Una vez que
terminamos, nos dirigimos hacia los coches que se alineaban en el
campo a lo largo de la propiedad. Lucian fue el único que se quedó
mientras la dejábamos en paz.
El club era un recordatorio de lo que había ocurrido. El ambiente era
sobrio, el silencio reinaba en todo él mientras esperábamos a ver si
Lucifer regresaba, o qué otra criatura se arrastraba desde los pocos
mundos que se habían desbloqueado. Los Fae nos habían hecho saber
que había unos cuantos portales sin cerrar que, por supuesto,
conducían a este mundo.
La vida parecía estar paralizada, como si todo el mundo contuviera
la respiración a la espera de que ocurriera algo. Yo, en cambio... me
sentía entumecida, incapaz de ignorar el vacío que Lena había dejado
sin su vínculo para hacerme saber que estaba allí conmigo. La finalidad
me recordaba cada día que se había ido; cada momento estaba vacío, y
cada vez que la buscaba, ella no podía devolverme la mano.
—Después de un tiempo, eliminaremos cualquier señal de que haya
existido —dijo la abuela, y vi cómo mi madre se derrumbaba y tenía
que ser ayudada por Alden a salir de la habitación. Mis manos se
alisaron sobre mi vientre y me excusé para hacer lo mismo.
Atravesé el pasillo y Lucian se detuvo, observándome con una
mirada que no entendí. Se arrinconó contra la pared y negó con la
cabeza antes de darse la vuelta, dejándome reflexionar sobre su
reacción. Me llevé la mano a la cara y exhalé. Tenía su cara, su belleza,
pero me faltaba su fuego; el fuego de la vida que ardía tan
intensamente desde dentro. Podían intentar eliminarla de la historia,
pero yo era un recordatorio constante de que mi hermana había vivido,
de que existía y había sido real.
Capítulo 38
No he terminado aún.
~Magdalena
Morir apestaba, pero había sabido que no sería fácil. Había muerto
para salvar a los que amaba, para protegerlos de lo que pasaría si no se
hubiera ofrecido un sacrificio. Había tomado una decisión, una con la
que pretendía vivir. Sabía que sería mi gran final, mi big bang, por así
decirlo. Las arenas lo habían predicho, y yo sabía que todo lo que me
habían dicho era real. Todos los hechos se habían alineado.
No podía morir. No tenía alma para ser tomada. Había ido con ese
conocimiento, ese poder para enfrentar a Lucifer. Había muerto con
dignidad, por una buena causa. ¿Salvar a los que amaba? Lo haría un
millón de veces más.
Mi hermano me había explicado lo que sucedía cuando las almas se
fracturaban. Me lo había contado todo, y cómo el no tener una me
salvaría la vida. No puedes matar algo que nunca existió en primer
lugar. Yo nunca nací, fui clonada. Katarina había tenido razón en eso,
pero no en todo.
No había salido indemne. Había matado a mi hijo para protegerlo.
Había tomado mi primera y única decisión como madre, sola. Lo había
liberado para que renaciera, para que volviera a encontrar la vida con
una nueva familia. Le había evitado a su padre la indecible decisión de
asesinar a su propio hijo para salvar este mundo. Llevaría esa carga
sola, la pérdida de su vida antes que hubiera empezado.
No era una santa. Sabía que el cielo nunca me querría y que el
infierno no podría retenerme. No tenía alma para que se la llevaran. Al
igual que la de mi hermano, le había abandonado, y en su lugar había
poder, un poder incalculable que hacía que el mundo fuera nuestro.
Ahora no teníamos nada que nos retuviera.
A la hora de la verdad, había tomado mi decisión sabiendo que la
razón por la que las arenas habían mostrado el final de mi línea de
vida, mientras que la de mi hijo había sido interminable, era porque
había algo más en él. Cuando la arena había dado la vuelta y vuelto a
acercarse a mi línea, supe que era el mal el que lo impulsaba. El bien
sigue moviéndose, sigue yendo a ayudar al siguiente de la fila. El mal se
da la vuelta cuando ha terminado su objetivo: vuelve a las cosas
conocidas o amadas para destruirlas al final. Había protegido al
aquelarre de ello, y a su padre.
Pero está bien, aún no he terminado. Mi vida acaba de empezar.
Abrí los ojos cuando unos suaves pasos se acercaron al agua en la
que flotaba. Al abrir los ojos, miré el aspecto desaliñado de mi
hermano.
—Hola, chica Lenny —se rió mientras se agachaba y me tocaba la
mejilla—. Por favor, dime que mi funeral no fue tan miserable.
—Peor, Joshua, mucho peor —me reí mientras miraba fijamente su
cariñoso rostro.
—Unos días más y deberías estar curada —dijo mientras examinaba
mi cabeza y mi garganta—. La próxima vez, nada de mierdas
dramáticas —refunfuñó mientras levantaba el paño de mi cuello—. Eso
va a dejar cicatrices.
—Las cicatrices están bien, Josh —dije—. Sólo significan que he
vivido.
—En cuanto estés curada, tienes que conocer a los demás. Se
mueren por conocerte —anunció.
Hice una mueca de dolor ante sus palabras y sacudí la cabeza con
cuidado. —Demasiado pronto —susurré.
—Nunca es demasiado pronto, no cuando tenemos la eternidad —
respondió.