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Sleeping With Monsters - Amelia Hutchins

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¡Hola!

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Atte.
El Staff de TSC.
Staff

Leona
SleepPumpkin
Pilar_Gr
Moonwixh
DarkFate
MorganaZuri
Lina Mi Lu
#SomosBrujas
Sleeping with Monsters
Playing with Monsters #02
The Fae Universe #08
Amelia Hutchins

Cuando todo está en juego, ¿hasta dónde llegarás para proteger a tus
seres queridos?
¿Y si el coste de salvarlos es tu alma?
¿Lo pagarías?
Pensé que estaba preparada para lo que se avecinaba; que si hacía
sacrificios, podría ganar este juego.
Ya no tengo miedo de la oscuridad ni de los monstruos que se
esconden en las sombras. Me he convertido en lo que más temía,
dejándola entrar para proteger a los que amo.
A veces hace falta un monstruo para ganar. A veces, para luchar
contra los monstruos, tienes que convertirte en uno.
Mi único temor es... ¿puedo regresar de eso?
Orden de lectura

The Fae Universe

1. Fighting Destiny
2. Taunting Destiny
3. Escaping Destiny
4. Seducing Destiny
5. A Demon’s Dark Embrace (Serie The Elite
Guards)
6. Playing with Monsters (Serie Playing with
Monsters)
7. Unraveling Destiny
8. Sleeping with Monsters
Capítulo 1

Para encontrarme a mí misma, primero debo destruir aquello en


lo que me he convertido. En lo que me convirtieron; en alguien más.
~Lena.

Mi pelo se agitó contra mi cara mientras el viento aullaba por la


inminente tormenta que se abalanzaba sobre Metaline Falls. Levanté
los ojos hacia la luna, llena y roja por el humo de los incendios que
ardían sin control en el Noroeste del Pacífico, desde Washington hasta
Montana. Me ardían los ojos por el penetrante olor de los incendios
mientras esperaba en la zona densamente arbolada en la parte trasera
del exclusivo club nocturno.
La música sonaba en el interior del club; el bajo palpitaba en las
paredes y vibraba el suelo, despertando la excitación de los que habían
hecho cola durante horas sólo para tener la oportunidad de entrar en
el festival de la perversión que ocurría en los niveles inferiores del
notorio club de Blackstone. La parte delantera de este lugar no era
diferente de la parte trasera; las colas empezaban temprano y la gente
esperaba horas en ellas, sin importarles que sólo unos pocos elegidos
lograran entrar sin conocer a alguien o tener una invitación exclusiva.
Los inmortales estaban junto a los mortales, algo que había notado
más a medida que observaba a Lucian Blackstone y lo que ocurría
dentro de este lugar. Le había pedido al Aquelarre que lo investigara a
él y a su club, y en lugar de tomar mis preocupaciones seriamente, me
advirtieron que no me metiera en sus asuntos. Nadie cuestionó su
motivo para abrir un club de sexo en el centro de Little Town, USA,
pero yo sí, mientras que el aquelarre parecía ignorar el creciente
problema de los demonios, incluso aunque estaba segura de que tenía
algo que ver con este lugar.
Observé a una pareja mientras se manoseaban, sin importarles que
los demás observaran y disfrutaran del lascivo espectáculo que
estaban dando. Un hombre tenía a una mujer apretada contra el
edificio, y por el movimiento de sus caderas, no sólo la estaba besando.
Otros miraban, tocando a sus parejas o acariciándose a sí mismos.
Cerré los ojos, imaginando el sueño que se repetía en mi cabeza. Aquel
en el que yo no era la espectadora, sino la que miraban. Abrí los ojos y
aparté el recuerdo. La ira me recorrió, mi pulso se aceleró y exhalé
lentamente mientras calmaba la respuesta de mi cuerpo.
Esa música... Cada ritmo estaba destinado a atraerte, a embobar tus
sentidos, a hacer que te desinhibas, y no estaba tan segura de que no
fuera magia, o algo más oculto en la letra salaz o en la melodía tántrica.
Me alisé la falda que llevaba, empujándola hacia abajo para cubrir mis
piernas desnudas mientras me giraba para asentir a Kat y Dexter, que
esperaban a que el escurridizo dueño saliera del club.
Habíamos planeado esto hasta el más mínimo detalle. No podía
haber errores aquí. Había estudiado a Blackstone durante semanas,
observándolo, aprendiendo todos los detalles posibles sobre él. Nada
me pasó desapercibido mientras bailaba dentro de su club, captando su
mirada y manteniéndola durante lo que parecían horas, y sin embargo
nunca mordió el anzuelo, nunca se acercó a mí. En las ocasiones en
que me acercaba a él, abandonaba la zona o el club, como si no pudiera
soportar la vista de mí. Eso me escocía el orgullo y hería mi ego más de
lo que ya estaba.
Odiaba que, noche tras noche, él llenara mis sueños sin explicar por
qué estaba sucediendo. Todas las chicas fantasean, pero yo había usado
hechizos para detener los míos, y nada de lo que hacía detenía los
sueños o borraba la sensación de él después que el sueño había pasado.
Conocía la disposición del club, incluyendo los niveles por debajo de la
planta principal, y sin embargo nunca había estado abajo. Conocía
ciertos detalles sobre él que no debería saber a menos que hubiera
intimado con él. El reto de discernir entre la fantasía y la memoria era
que nunca había tenido intimidad con él, a menos que lo haya hecho y
él me haya quitado esos recuerdos.
Cuando le pedí a mi abuela que el aquelarre lo investigara le
expliqué lo que me estaba pasando, pero ella me sugirió que lo tomara
como mi compañero ya que su línea era tan antigua como la nuestra.
Eso no me había ayudado, y sólo sirvió para frustrarme más. Nada en él
tenía sentido, y ella alegremente desechaba mis preocupaciones como
si estuviera enamorada de él. Ni siquiera me gustaba ese tipo; era un
fanático del control egoísta que agitaba el dinero y conseguía lo que
quería. Odiaba que ignorara mis temores, como si estuviera loca por
pensar que lo que le estaba diciendo podía ser cierto.
La multitud avanzaba, y mi corazón se aceleraba y latía
dolorosamente contra mis costillas. Miré a la luna, juzgando el tiempo
antes de sacar un frasco de polvo para dormir que había creado para
noquear a Lucian. El polvo era poderoso, pero teniendo en cuenta lo
grande que era, había traído más, por si lo necesitaba. Puse un poco de
la arenilla suelta en el bolsillo de mi chaqueta y saqué un pequeño
frasco de boticario con esencia de sirena. Quité la tapa, lo puse contra
mis labios y lo incliné hacia atrás, inhalando y llevándolo a mis
pulmones.
Los sonidos de la multitud se hicieron más fuertes, una indicación de
que el hombre del momento estaba saliendo del edificio. Le observé
mientras salía por la puerta, ignorando a los que lo llamaban. En las
últimas semanas de observar a este hombre, sabía que siempre salía de
aquí con uno o varios de esos hombres corpulentos, que parecían ser
una especie de guardaespaldas. Era lo suficientemente caliente que
podía doblar su dedo y conseguir la chica que quisiera, y sin embargo
nunca lo hacía. Todo sobre él era un enigma.
Iba vestido con un elegante traje a medida, inmaculado como
siempre. Su pelo largo era negro como el azabache, alejado de sus
rasgos afilados. Su fuerte mandíbula estaba hecha de mármol, un
contraste perfecto con las líneas duras de su cuerpo. Sus anchos
hombros hablaban de fuerza bruta, y los gruesos músculos se
agolpaban bajo el traje, que no ocultaban la forma cruda y masculina
que había debajo. Los ojos azul noche se alzaron hacia la luna llena
antes que diera un rápido vistazo al estacionamiento y se abriera paso
entre la multitud de gente como si no existiera.
Una vez que estuvo lo suficientemente lejos en el estacionamiento,
susurré su nombre, atrayéndolo hacia mí con el atractivo de la esencia
de sirena que llenaba mis pulmones, haciéndolo imposible de ignorar.
—Lucian —ronroneé, con una voz seductora, que llegó hasta él con
la suave brisa. Vi cómo se detenía, levantaba esos ojos profundos y
buscaba en la zona boscosa que bordeaba el aparcamiento donde yo
esperaba—.Ven a mí.
Comenzó a caminar en mi dirección, pero luego sus pasos se
ralentizaron cuando nuestros ojos se cruzaron en el estacionamiento
lleno de gente. Cuando llegó a cierto punto, el motor de una furgoneta
rugió a la vida mientras Kat y Dexter se preparaban para bloquear la
vista de los gorilas.
—Ven a mí —dije en voz más alta, observando por encima de su
hombro como mis palabras se transmitían a algunas personas de la
larga fila. Mierda—. Lucian, necesito que vengas a mí ahora.
Solté un suspiro de alivio cuando empezó a moverse más rápido, y
alterné mi enfoque entre él, los gorilas, y Kat y Dexter en la furgoneta
que se movían hacia nosotros. El poder chisporroteaba en mi cuerpo
cuanto más se acercaba a mí, mi mano se sumergió en mi bolsillo,
sacando el polvo para dormir. Una vez que la vista fue bloqueada por la
furgoneta y estaba lo suficientemente cerca, crucé la distancia hacia él,
levanté mi mano, y soplé la arena en su cara. La sorpresa se reflejó en
su rostro antes que sus ojos se entrecerraran, su cuerpo se balanceara
y empezara a caer.
Me moví para atraparlo, lo que terminó conmigo de culo en la tierra
con un macho corpulento acunado entre mis piernas y su pesada
cabeza sobre mis pechos. El calor se desplegó a través de mí cuando
nuestros cuerpos entraron en contacto y empujé contra él para para
quitármelo de encima. Ok, quizás esto no estaba tan bien planeado
como yo creía. Oí que la puerta de la vieja furgoneta protestaba cuando
Dexter la abrió y bajó de un salto.
—Maldita sea, te mueves rápido —se burló mientras intentaba
levantar al macho dormido—. Mierda, pesa una tonelada y media —
refunfuñó mientras me esforzaba por levantarlo.
Susurré un hechizo de ingravidez para ayudar a Dexter a salir y me
dirigí a la furgoneta, saltando al interior mientras se acercaba. Puse
una manta, ya que la parte trasera de la furgoneta estaba sucia y
oxidada. Una vez que Lucian estuvo dentro, lo cubrí, dejando su cara al
descubierto.
Una vez que la furgoneta se puso en marcha, miré fijamente su
rostro adormecido. Gruesas pestañas negras espolvoreaban sus
mejillas y su pelo, que de alguna manera seguía perfectamente en su
sitio, brillaba a la luz de la luna que entraba por las ventanas.
Comprobé su pulso y bajé mi boca hasta la suya, rozando mis labios
con los suyos mientras salíamos del aparcamiento a toda velocidad a la
autopista. Las chispas se encendieron y yo jadeé cuando levanté mi
mano y toqué donde nuestras bocas acababan de encontrarse.
—¿Lo estás acosando? —Dexter se rio mientras Kat se unía.
—Me estoy asegurando de que aún respira —refunfuñé mientras un
rubor se extendía por mi cara—. Una vez que estemos en la carretera
secundaria, mantente a la derecha en la bifurcación. Sólo hay unos
pocas millas desde allí hasta la cabaña; mi coche está allí. Tendrán que
cambiarse, y luego usar el hechizo de señuelo que practicamos. Nos
dará una coartada si esto sale mal.
—Todavía no me siento bien dejándote allí sola con él. ¿Qué pasa si
algo va mal? —Preguntó Kat cuando nuestras miradas se encontraron
en el espejo retrovisor—. Estarás sola con él, y nadie estará allí para
ayudarte.
—Sí, pero dime, Kat, ¿qué puedes hacer para ayudarme? Nuestra
magia es limitada, el aquelarre es débil, y si tiramos de ellos para algo,
estamos jodidos. No, tú y Dexter me dejarán allí como lo planeamos,
porque si alguien va a caer por esto, seré yo y sólo yo. Además, ¿qué
podría salir mal?
—Todo, teniendo en cuenta a quién acabamos de secuestrar —gruñó
ella mientras sus ojos volvían a mirar la carretera.
—Pensamientos positivos, por favor —murmuré mientras miraba
fijamente al hombre en cuestión.
—Estoy segura que estamos jodidos si se escapa —replicó ella.
Levanté la vista para captar sus ojos mirándome, lo que
desgraciadamente no me permitió frenar cuando chocamos con algo en
la carretera que me hizo salir disparada hacia adelante, obligándome a
aterrizar sobre Lucian. Me quejé mientras me enderezaba, lamentando
la elección de ser la que iba atrás con él. Olía a pecado mezclado con
sexo, con una generosa pizca de macho espolvoreada por encima.
—Limítense a seguir el plan: no se desvíen a menos que ocurra algo.
Si vuelven y no estoy, vuelvan a subir al coche; salgan y vayan a casa.
No me busquen, porque si la mierda golpea el ventilador, me
encontraré con ustedes mañana como lo planeamos. La cafetería sería
el mejor lugar para que ustedes vayan esta noche, no debería haber
una gran multitud aunque sea viernes. Tampoco van a rondar, lo que es
bueno ya que mi doppelgänger sólo podrá decir algunas cosas como
mucho.
—¿Estamos siquiera seguros de que sonará como tú? —Sus cejas se
alzaron escépticas.
—Sí, es una imagen especular de mí, pero que no se coma nada. No
es real, así que si lo pide, no dejen que coma o beba, ¿entendido? —
Miré a través del parabrisas cuando la cabaña apareció a la vista. Me
tragué el miedo que me invadía ante la idea de estar a solas con este
hombre, pero no podía echarme atrás, estábamos demasiado metidos.
Una vez que la furgoneta se detuvo, miré a Kat con nerviosismo
mientras nuestros ojos se encontraban brevemente antes de salir de la
furgoneta y Dexter volvía a forcejear con la puerta.
Una vez que mis pies tocaron el suelo, el corazón se me subió a la
garganta. La cabaña estaba oscura, vacía y preparada para los hechizos
que iba a utilizar para sacar la verdad de Lucian. Volví a meter la mano
en la furgoneta y saqué mi pesada mochila mientras Dexter luchaba
torpemente con la altura y el volumen de Lucian mientras intentaba
maniobrarlo.
Por suerte el hechizo de ingravidez aguantaba, o probablemente
acabaría haciendo los hechizos aquí mismo.
En el interior, di un movimiento de muñeca y las velas cobraron vida,
inundando la habitación con un cálido resplandor y sombras mientras
se balanceaban con el viento que entraba con nosotros. La lluvia
comenzó a golpear el techo de hojalata y un trueno retumbó en la
distancia.
—Tengo que quitarle la camisa antes de encerrarlo —comenté
mientras Dexter asintió y se volvió para mirarme mientras se rascaba
la nuca. Él no era un fan de este plan más que Kat, pero ninguno de
ellos estaba teniendo mis sueños. Sueños tan reales que, horas después
de haberse desvanecido, me dolían. A pesar de sus recelos sobre lo que
iba a hacer, estaban aquí y me ayudaban.
Dexter sentó a Lucian en la cama y levantó la parte superior de su
pesado cuerpo. Mis manos temblaban mientras desabrochaba los
botones de su chaqueta y se la quitaba de sus gruesos y musculosos
hombros. La doblé y la dejé en la silla que había junto a nosotros
mientras trabajaba en los botones de su impecable camisa de vestir.
Una vez que se la quité del pecho y de los hombros, se me cortó la
respiración. Mis ojos se deslizaron sobre sus tatuajes y se detuvieron
en el piercing. Nunca lo había visto sin camisa, y sin embargo los
conocía como si mi lengua hubiera recorrido cada uno de ellos, cada
pequeño detalle, íntimamente.
Junté las manos para detener el temblor mientras Dexter tumbaba a
Lucian en la cama y le colocó un extremo de un par de esposas
alrededor de cada muñeca antes de encajar el otro extremo alrededor
de los barrotes de hierro de la vieja cama. Fruncí el ceño; la idea de
estar en medio de una enorme tormenta en una vieja cabaña decrépita
con Lucian y una cama era ligeramente inquietante.
—Ya está; está asegurado —dijo Dexter mientras se limpiaba las
manos en los pantalones y se giró para mirarme—. No tienes que hacer
esto sola, Kendra.
—Sí, tengo que hacerlo. Acabo de secuestrar a Lucian Blackstone, y si
le pasara algo a alguno de ustedes por esto, nunca me lo perdonaría.
Ahora vete, tengo unos veinte minutos antes que se pase el efecto de la
arena, y tengo que preparar el primer hechizo —Dije mientras me
levantaba y abrazaba fuertemente a Dexter—. Mantén a Kat a salvo, y
no vuelvas hasta dentro de dos horas como mínimo.
Una vez que estuvo fuera y la puerta se cerró, me giré para mirar al
hombre dormido. Me restregué las manos por la cara y sacudí la
cabeza.
—¿Qué mierda has hecho? Ha sido una mala idea —balbuceé
nerviosa. Acababa de secuestrar a Lucian, y estaba bastante segura que
no era el tipo de hombre que presentaba cargos; no, él mismo se
encargaría de las represalias. Estaba tan jodida si esto no funcionaba, o
si no era lo suficientemente poderosa como para eliminar los
recuerdos de esta noche de su mente.
Tragué y me volví hacia mi mochila, preguntándome qué me haría.
¿Podría devolver el favor? Me dejaría en algún lugar donde nadie
pudiera encontrarme, ¿tal vez una cabaña en lo profundo del bosque
nacional de Colville? ¿Me esposaría a una cama y me torturaría?
Probablemente.
¡Fantástico!
Capítulo 2

Ella es whisky y fuego del infierno sin nada entre ellos.


~Lucian

Me arrodillé frente a las piedras que rodeaban el caldero y busqué en


mi mochila, sacando una bolsa con frascos de vidrio. Goteé un poco del
líquido de cada frasco en las piedras alternas, y luego sellé
rápidamente los frascos con los tapones de goma antes de empujarlos,
uno por uno, de vuelta a la bolsa. Bajé la cabeza y susurré las palabras
que encenderían las llamas bajo el caldero.
La habitación se llenó de magia mientras el rico aroma de la lavanda
y las hierbas salían del caldero. Tardó unos segundos en alcanzar el
punto de ebullición, una de las ventajas de tener magia. Me levanté y
me acerqué a la cama mientras recuperaba la otra bolsa que había
dejado aquí la noche anterior. Dentro, tenía la bata que había elegido
para la pureza, lavada y limpiada en una mezcla de hierba de limón y
flores del jardín.
Me quité las zapatillas y me saque el vestido, exhalando mientras los
aromas relajantes permanecían y bailaban con mis sentidos mientras
doblaba el vestido que puse junto a la ropa de Lucian. Me desabroché el
sujetador y lo arrojé a la silla, disfrutando de la libertad que me ofrecía.
Enganché mis pulgares a través de mis bragas y tiré de la tela hacia
abajo, saliendo de ellas. Saqué la bata de pureza cuando mi cuello
empezó a cosquillear y me giré, todavía medio agachada, para
encontrar ojos de medianoche mirándome.
Me puse de pie, girando hacia él mientras sostenía el vestido frente a
mí como un escudo. Mi corazón se aceleró, latiendo contra mis
costillas, mientras mis pezones se agitaban y la piel de gallina se
extendía por mi cuerpo.
—Suéltame —gruñó.
—No —susurré a través de unos labios repentinamente resecos—.
No puedo hacerlo —enmendé mientras me esforzaba por sonar
medianamente responsable, pero no lo conseguí.
—Fitzgerald, si no me sueltas, te destruiré —espetó con rabia, sus
ojos se deslizaban por mi cuerpo, y no estaba tan segura que quisiera
decir “destruir” en el sentido de matarme y dejar mi cadáver en el
bosque para los lobos—. Quítame las esposas, ahora.
—He dicho que no —me enfurecí—. Tú no estás a cargo, yo lo estoy.
Yo tengo el control aquí —Crucé los brazos sobre mi pecho antes de
recordar que ni siquiera estaba vestida para esta discusión, y mucho
menos preparada—. ¡Ni siquiera deberías estar despierto todavía!
—Estoy despierto, y cuanto más tiempo me mantengas esposado,
más me voy a enfadar. También voy a suponer que no tienes el permiso
o el apoyo del aquelarre en este plan tuyo. Lo que significa que estamos
solos, y que no tienes a nadie aquí para ayudarte ¿o sí?
Dejé caer mi mirada hacia su pecho desnudo con un encogimiento de
hombros culpable. Me di la vuelta, pasando la bata sobre mi cabeza.
Apenas me cubría el culo, pero era lo único blanco que tenía. Tiré de
ella, tratando de bajarla un poco más antes de volver a mirarlo. La bata
estaba empapada de magia, y sólo estaría puesta el tiempo suficiente
para protegerme de la magia oscura que pudiera liberarse al comienzo
del el hechizo que pretendía lanzar.
—No te preocupes; pronto serás libre. No tengo intención de hacerte
daño —dije suavemente mientras me acercaba hasta que estuve lo
suficientemente cerca como para pasar mis manos por su pecho, tal y
como me apetecía hacerlo. Me encontré con su mirada y sonreí,
inclinándome un poco más más cerca para poder aparentar que tenía
el control—. ¿Tienes miedo? —Me reí.
—No, pero tú deberías tenerlo —gruñó y, de repente, la magia llenó
la habitación, espesa y poderosa, y sentí que unas fuertes manos me
agarraban de los brazos antes de empujarme hacia él.
No tuve tiempo de reaccionar; un minuto estaba al lado de la cama y
al siguiente, mi cuerpo se estrelló contra el suyo y grité cuando mi cara
se estrelló contra su cuerpo caliente. Un fuerte brazo me rodeó
mientras una mano me agarraba el pelo y tiraba de mi cabeza hacia
atrás, obligándome a mirar esas diabólicas profundidades medianoche.
Presa del pánico, levanté la vista hacia sus muñecas, que seguían
sujetas a las esposas que se tensaban contra los barrotes de hierro de
la cama.
—Quítame las malditas esposas —exigió. Su boca estaba a
centímetros de la mía, y no pude evitar pasar mi lengua por mis labios
con hambrienta anticipación.
—No —gimoteé roncamente, preguntándome si la esencia de Sirena
aún tenía que abandonar mi sistema.
—Suéltame —Sonrió y el agarre en mi pelo se tensó mientras su
boca bajó como si tuviera intención de besarme—. Incluso esposado,
puedo matarte, Fitzgerald —advirtió—. Yo tengo el control, y ahora
mismo, estamos solos en una cabaña, con uno de nosotros mal
equipado para manejar la situación, y no soy yo.
—¿Y qué harías? ¿Matarme? —Me quejé.
—Hay muchas otras cosas que puedo hacerte —retumbó mientras
me miraba retorcer.
Sonreí y le di un fuerte puñetazo en el estómago antes de lanzarme
de espaldas al suelo, con las piernas separadas para mantener el
equilibrio mientras me agarraba y sujetaba la cabeza, que acababa de
golpear contra el suelo de madera de la cabaña.
Tardé unos instantes en poder ver más allá de las estrellas que
danzaban en mi visión, y cuando se despejó, un trueno estalló
directamente sobre nosotros, sacudiendo la pequeña cabaña. El viento
aullaba violentamente mientras la lluvia golpeaba el techo de hojalata
sin descanso, levanté la cabeza para encontrar a Lucian mirando con
hambre entre mis piernas mi sexo desnudo. En lugar de cubrirme,
sonreí. ¡El imbécil no era inmune! Casi quería hacer un baile de
felicidad, casi.
—Buen intento, idiota —gruñí mientras rodaba hacia un lado y me
levantaba. Me moví alrededor de él, frotándome la cabeza mientras lo
observaba. Me quedé mirando las esposas, preguntándome cómo
diablos evitaría que volviera a usar magia, ya que para empezar, no
debería poder hacerlo. Susurré un hechizo, que con suerte podía
fortalecer la cadena de las esposas—. No vas a salir de aquí hasta que
consiga lo que quiero de ti.
—¿Qué quieres exactamente de mí? —gritó con rabia mientras me
observaba con una frialdad que hizo que un escalofrío me recorriera la
espalda.
—¿Qué quiero de ti? —me burlé—. Empecemos por lo inquietante
que es saber que si besara esos labios, sabrías a whisky añejo con un
toque de cítricos; o que sueño contigo todas las noches, pero que no
termina cuando amanece. En cambio, me paso las horas tratando de
eliminar tu sensación de mi cuerpo. Empecemos por ahí.
—Sólo porque fantasees con follar conmigo no te da el derecho a
hacer esto, Bruja.
—¿Fantasear? —Casi grité—. ¡Las fantasías son sueños de sexo que
te gustan! Yo no lo hago, tengo los mismos sueños que se repiten en mi
cabeza cada jodida noche —Me pasé las manos por la cara mientras me
acercaba a él—. Es el tipo de sexo que nunca había pensado, ni siquiera
en mis imaginaciones más salvajes. Me haces daño, ¡y me gusta! Abres
mis piernas delante de extraños y dejas que nos miren, que me miren
mientras me deshago en tus brazos. Puedo sentirte cuando me
despierto, cómo estiraste mi cuerpo, cómo me dolió, y sin embargo, de
alguna manera hiciste mucho más que eso, ¿no es así? Me hacías
enloquecer de necesidad, tan enloquecida que dejaría que me hicieras
cualquier cosa, sólo para complacerte. Pero algo sucede, y entonces el
dolor y la ira se apoderan de mí. Me despierto rota, como si realmente
hubiera sucedido. Si cambiara, o variara en algo, lo llamaría un sueño,
pero nunca una fantasía, es más bien una pesadilla. No me gusta el
dolor, a nadie le gusta. En mis sueños, lo disfruto, pero sólo viniendo de
ti.
››Creo que es un recuerdo, que de alguna manera me hiciste algo y
borraste lo que sea que haya pasado de mi mente. O es un recuerdo, o
has estado con Lena y lo sentí o lo compartí a través de ella. Uno de
esos dos escenarios tiene que ser correcto, porque he usado la magia
para bloquear los sueños de mi mente, para mantenerte fuera de mi
cabeza mientras duermo. Los sueños en realidad se hicieron más
fuertes después de eso, como si al tratar de mantenerlos a raya, dejara
entrar algo más. Añade eso al hecho que hay una tonelada de fotos en
mi habitación que no recuerdo haber tomado. Lo que significa que me
falta un buen trozo de tiempo —expliqué mientras me daba golpecitos
en la cabeza—. Ahora, no hay nadie en nuestro aquelarre lo
suficientemente fuerte o poderoso para haber logrado una limpieza
mental más que yo, y yo no borré mis propios recuerdos.
—Hay formas de conseguir respuestas, pero esta no es una de ellas.
Puedo decirte cómo termina este camino —gruñó con fuerza.
—¿Y cómo lo hace?
Me acerqué, como si me atrajera su seductora boca.
—Tú pierdes —respondió con seguridad.
—Aunque pierda, no importa realmente, ¿verdad? —Me reí con
ganas—. O bien consigo mis respuestas y no estoy loca, o no las consigo
y voy al aquelarre y les pido que me quiten mis poderes. Porque con lo
poderosa que soy, estar loca me convertiría un peligro para los demás
—admití con dudas.
—Les pedirías que te quitaran tus poderes. ¿Permitirías que eso
ocurriera? —preguntó con cautela.
—Si estoy loca, o ya no puedo discernir lo que me pasa, entonces sí.
Les pediría que protegieran el aquelarre, incluso a costa de mis
poderes. No soy una santa, pero tampoco planeo ser una asesina, y con
todo el poder que me atraviesa, podría destruir potencialmente el
aquelarre. Las brujas oscuras son brujas mortales.
No apartó la mirada, pero no ofreció ninguna explicación sobre lo
que estaba pasando. En cambio, me miró con lástima. Me mordí el labio
mientras lo observaba.
—Supongo que lo haremos por las malas, entonces —Murmuré
mientras me volvía hacia el grimorio, un cuenco lleno de tinta negra y
una cuchara que me esperaban cerca del caldero—. No guardarás tus
secretos por mucho tiempo, Blackstone.
—Eso es lo que crees, pero tus hechizos no funcionarán conmigo —
sonrió.
Me giré, marchando hacia él y, antes que pudiera detenerme, lo
había abofeteé. Parpadeé, miré mi mano y luego a él. Nunca había
herido a nadie, y sin embargo, algo en él se metió bajo mi piel, se
enconó, y no me dejaba ir. Mis pechos subían y bajaban con mi ira
mientras su rostro se movía lentamente hacia atrás para encontrarse
con mis ojos furiosos.
—Te vas a arrepentir de eso —susurró roncamente, con sus ojos de
profundidad líquida de fuego negro azulado.
—Dudo que me arrepienta de haber quitado esa sonrisa de
satisfacción de tu cara, aunque sea por un segundo. Ahora cállate,
tengo que concentrarme.
Me di la vuelta, sonriendo mientras me dirigía de nuevo al grimorio.
Me arrodillé junto a él y cogí la cuchara, luego removí con ella la tinta
en el cuenco antes de recoger un poco de tinta y examinar la sustancia
oscura y aceitosa que goteaba en el cuenco. Cantando suavemente un
hechizo del grimorio, removí la tinta varias veces más; en el sentido de
las agujas del reloj, y luego en sentido contrario a las agujas del reloj
mientras cantaba. Dejando la cuchara en la tinta hechizada, acuné las
manos alrededor del fondo del cuenco, me levanté y me dirigí a la
pequeña mesa del otro lado de la habitación.
Observé el parpadeo de las velas mientras las grietas de la cabaña
permitían que el viento siguiera gritando en el exterior. Como la
mayoría de los hechizos, éste requería que me desnudara ante Hécate,
que me expusiera para que él también estuviera expuesto y obligado a
susurrar verdades, incapaz de mentir.
Dejé el cuenco sobre la mesa y me llevé la mano al dobladillo de la
bata. Me mordí el labio nerviosamente mientras levantaba la bata de
pureza por encima de mi cabeza y la arrojaba al suelo, sintiendo su
magia mientras susurraba el hechizo para retener su magia en mí. Oí
como contenía la respiración y me obligué a no reaccionar. Cogí el
cuenco y sumergí los dedos en él mientras me acercaba e intentaba no
encogerme bajo su mirada furiosa.
—Podrías hacer esto más fácil para ambos —ofrecí mientras
extendía la mano, amenazándole con la tinta—. O puedo dejarte sin
opciones para que me respondas. Sé que un hombre como tú no está
acostumbrado a ser impotente, pero tal vez sea bueno para para ti —
Esperé y fruncí los labios mientras él me observaba con ojos fríos y
furiosos.
—Si me maldices, no habrá nadie que pueda salvarte de mí ira —
advirtió.
—¿Es así? —Musité, empujando mis dedos contra su pecho mientras
dibujaba las runas sobre sus hombros, a través de su pecho y su
abdomen. Me acerqué, atraída por el contacto y con mi mano libre,
empecé a trabajar en el botón de sus pantalones—. Tengo que quitarte
los pantalones, así que sé un buen chico y quédate quieto, ¿sí?
Me agaché y dejé el cuenco de tinta a un lado, esperando que se
resistiera. No se movió. Le bajé los pantalones y me di cuenta de mi
error al ver lo que sus pantalones ocultaban. Tragué saliva cuando
miré hacia arriba y vi sus ojos llenos de una emoción que no podía
identificar, y entonces ahogué un gemido mientras cerraba los ojos,
aunque él se rió de mí por ello.
¿Quién tenía una polla bonita? Las pollas simplemente no eran
hermosas, y sin embargo, la suya era gruesa, larga y perfecta. Sacudí la
cabeza para disipar ese pensamiento y entonces me di cuenta que aún
no le había quitado los zapatos. Mientras agachaba la cabeza para
mirar sus pies, mi mejilla rozó su polla y me eché hacia atrás.
—Es sólo una polla, Fitzgerald —musitó en voz alta. Levanté los ojos
y me sonrojé de raíz al darme cuenta que el objeto de nuestra
discusión estaba creciendo.
—¡Deja eso! Para —grité, tapándome los ojos mientras lo señalaba—
. ¡Apártalo lejos!
—Libera mis manos y lo haré —gruñó, y fruncí aún más el ceño.
—No hace falta que crezca para esto, eso es improcedente.
—Una chica bonita acaba de frotar su mejilla sobre ella —respondió
con facilidad—. No le importa un carajo el decoro.
Dejé caer la mano y me mordí el labio mientras me giraba, mirando a
cualquier parte menos a su polla. Me acerqué mientras mi corazón se
aceleraba, mi boca se hacía agua y mi garganta anhelaba ser llenada.
Realmente apestaba en el secuestro, y lo que es peor, en estar desnuda
con él. Todo lo que había planeado en mi cabeza decidió convertirse en
una gran porno en ese momento, que era lo peor que podía estar
pensando ahora mismo. Mi sexo se calentó y mi cuerpo se tensó con
una necesidad no satisfecha, una necesidad que él podía satisfacer
fácilmente.
Me contuve, negándome a reconocer su polla mientras se balanceaba
firme como un cachorro feliz. Le desaté los zapatos y traté de
quitárselos, pero él no me dejó. Retrocedí, lo miré y negué con la
cabeza.
—El libro dice que tenemos que estar desnudos, juntos.
—Pregúntame si me importa, pequeña —volvió a decir con voz
gruesa, como si se hubiera comido la gravilla del exterior y se hubiera
alojado en su garganta—. Esta es una situación en la que tú nos
metiste, una en la que no pedí participar. Tú estás desnuda, yo estoy
duro. También eres pésima secuestrando, pero apuesto a que chupas la
polla mucho mejor.
—Eres un imbécil —espeté, dándome la vuelta para recuperar la
tinta antes de alejarme de él. Sumergí mis dedos en la mezcla caliente,
los subí y pinté en mi cuerpo las runas correspondientes a las de
Lucian. Intenté ignorar sus miradas y me concentré en el hechizo,
cantando mientras me pintaba la cintura y los brazos. Estaba tan
absorta en lo que hacía que el tiempo no tenía sentido. Sonreí una vez
colocada la última runa y me di la vuelta, para encontrarme cara a cara
con un pecho ancho y tatuado.
Miré a los ojos de medianoche y grité.
Capítulo 3

La mordí, joder, así que es mía.


~Lucian

Sus manos rodearon mi garganta mientras me levantaban y empujaban


contra la pared, con fuerza. Mi cabeza se golpeó, rebotando contra ella
mientras las luces estallaban en mi visión.
¿Cómo mierda se había liberado? Mis manos se agitaron contra las
suyas, arañando mientras luchaba por liberarme, pero él me mantuvo
en el sitio mientras su cuerpo se apretaba contra el mío.
—¿Es esto lo que querías de mí? —exigió mientras su boca bajaba
para tocar mi mejilla, su aliento abanicó mi rostro mientras dejaba caer
su boca sobre la mía. Estrellas estallaron detrás de mis ojos, y lo arañé,
rastrillando mis uñas por sus costados mientras luchaba por respirar.
Las lágrimas corrían por mi cara mientras luchaba más fuerte,
peleando por mi vida. Mis pulmones ardían, y los ruidos que salían de
mí no eran correctos. Mis manos cayeron y mi cabeza rodó hacia un
lado mientras la negrura amenazaba con reclamarme. Su boca rozó la
mía, su lengua pasó por mis labios y sus manos se soltaron de mi
garganta mientras me daba aire. Me alimentaba con aire, su boca era
mi salvación. Grité contra él, reclamando su lengua mientras tragaba su
aire con avidez en mis hambrientos pulmones.
Se apartó con una mirada oscura y peligrosa bailando en sus ojos.
¿Quién tiene el control ahora? —se burló roncamente mientras
bajaba su nariz y la frotaba contra mi mejilla.
No le contesté; no le daría esa satisfacción. Además, era difícil con el
dulce y seductor sabor del whisky añejo y ese puto toque de cítricos
que llenaba mis sentidos. Quería arrancarle la mirada de victoria de la
cara. Danzaba en las infinitas profundidades de sus ojos mientras me
veía seguir jadeando por aire.
Su sonrisa se intensificó, volviéndose tan retorcida como él. Lucian
agarró un puñado de mi cabello y tiró de mi cuerpo desnudo contra el
suyo. No luché, no podía. Todavía estaba tratando de entender cómo se
había liberado de las esposas hechizadas y cómo ya sabía cuál sería su
sabor. Se había liberado, sus zapatos estaban en el suelo, y yo no había
oído nada, ni un solo ruido mientras me pintaba la piel.
Bajó la boca mientras me echaba la cabeza hacia atrás, obligándome
a levantar mi boca para encontrar la suya. Justo cuando pensé que me
besaría de nuevo, me tiró al suelo, bruscamente. Jadeé mientras caía, el
ruido sordo de mis manos al chocar contra el suelo, resonó en la
habitación. Me había dejado sin aliento, y las lágrimas me quemaron
los ojos mientras el dolor me asaltaba.
—Te dije que ganaría —gruñó mientras se acercaba lentamente a
mí. Luché por alejarme de él, imitando a un gusano que se arrastra por
el suelo después de una fuerte lluvia—. Deberías haberte alejado de mí.
—Vete a la mierda — susurré sin aliento. Grité cuando me atrapó las
piernas y patee para escapar de él. Me volteó, manteniendo su agarre
en mis tobillos mientras se arrodillaba entre mis piernas, sin
molestarse en ocultar la lujuria que brillaba en sus ojos.
—Te excita, ¿verdad? El no saber si pienso follarte o hacerte daño —
Su voz retumbó en mí y fue directa a mi sexo mientras su mano soltaba
un tobillo para trazar sus dedos a través de mis pliegues. Siseó al
encontrarlo húmedo, listo, y excitado por los forcejeos. Me odiaba a mí
misma ahora más que nunca. ¿Qué me pasaba?—. Tan jodidamente
húmeda para mí, ¿no es así, dulce chica? Me deseas tanto que estás
temblando, esa necesidad primaria de abrirte para que pueda
alimentarte con cada centímetro de mí... —El ruido que hizo fue
salvaje. Las puntas de sus dedos se sumergieron en mi interior y gemí
hambrienta de más.
—Te odio —gemí mientras mis labios temblaban por la adrenalina
que me recorría. Odiaba que tuviera razón, que estuviera temblando
por él, que ni siquiera podía ocultar lo mucho que lo deseaba en ese
momento.
—Dices mucho eso. No, odias no saber por qué me deseas. Odias no
poder controlar las ansias. Tu cuerpo sabe la verdad: se le antoja lo que
necesita. Te gusta que todo sea perfecto, y necesitas que todo tenga
sentido, y no es así como funciona este mundo. Crees que estás loca,
pero lo que yo veo... es un maldito y hermoso desastre, uno que no
necesita sus poderes atados, porque no son peligrosos. Mierda, ni
siquiera eres capaz de secuestrar a un hombre —gruñó mientras sus
dedos seguían acariciando mi piel. Se inclinó como si planeara
besarme, y sonreí mientras bajaba la boca—. La próxima vez, no te
dejaré ir solo con una advertencia, bruja.
Tanteé a ciegas hasta que toqué un gran trozo de madera que había
alcanzado y mis dedos se cerraron alrededor de él desesperadamente.
Lo levanté y lo golpeé con más fuerza de la que creía tener, teniendo en
cuenta el incómodo ángulo. El sonido resonó en la habitación y su
cuerpo se aflojó. Me zafé de él y empecé a moverme hacia la puerta,
pero su mano me agarró por el tobillo y tiró de mí derribándome de
nuevo. Me giré y le di una patada en la cara y en el pecho mientras
luchaba por liberar mi pie de su vil agarre.
Lágrimas de frustración brotaron de mis ojos y grité de miedo
cuando usó mis piernas para tirar de mí debajo de él, atrapándome con
su enorme cuerpo. Su polla se deslizó sobre mi vientre y mis ojos se
abrieron mientras la sangre goteaba de su sien.
—No deberías haber hecho eso, joder —gruñó. La ira palpitaba en el
interior de la cabaña, reflejando la tormenta del exterior. Me observó
mientras me daba cuenta de lo jodida que estaba. Un sollozo estalló en
mí cuando él sonrió, y la anticipación mortal brilló en sus ojos de
obsidiana, reflejando el caos de la habitación. Sus manos capturaron las
mías mientras las empujaba por encima de mi cabeza, asegurándolas
allí con facilidad. Mis músculos protestaron cuando separó mis piernas,
dejándome abierta, expuesta. No podía luchar contra él; no tenía uso
de ninguna de mis extremidades en esta posición y él lo sabía—. Ya fue
bastante difícil alejarme de ti antes de que me golpearas, pero ¿ahora?
Ahora lo haremos a mi manera, pequeña —susurró mientras bajaba su
boca hasta mi pezón y lo mordía. Grité cuando el dolor me desgarró,
pero incluso mientras mordía la delicada carne, lo soltó frotando su
lengua sobre él, calmando el dolor. El grito se convirtió en un gemido, y
mi cabeza cayó hacia atrás, golpeando el suelo. El placer inundó mi
sistema, desplegando lo que se había estado acumulando en mi
estómago. Mis piernas se enroscaron alrededor de él y cerré los ojos
contra el sensual asalto.
Sus manos soltaron las mías cuando encontré su pelo, lo agarré a
puñados y lo abracé contra mí mientras sucumbía a su oscuro placer.
Mis caderas se agitaron cuando su mano se deslizó entre nosotros,
encontrando mi vértice y deslizándose por él cada vez más lento y
pausado, se detenía y trabajaba un círculo en mi clítoris hasta que casi
alcanzaba el precipicio donde me mantenía al borde.
—Maldita sea, estás haciendo que sea muy difícil mantenerse alejado
—gruñó mientras bajaba su boca a la mía, y yo la reclamé, dándole la
bienvenida mientras seguía sujetando su pelo. Me aferré a él como si
me estuviera ahogando en una inmensa mar, perdida a la deriva en las
olas turbulentas que se abatían sobre mí, y él era la boya a la que me
aferraba para sobrevivir. El ruido que arrancaba de su garganta era
inhumano, y la forma en que me besaba cambió, volviéndose tan
oscura como mi alma—. ¿Te moja saber que podría hacerte lo que
quisiera ahora mismo? ¿Es por eso que este bonito coño está
empapado? —gruñó.
Lucian Blackstone era un huracán, y yo era la tierra que pretendía
destruir. Era de categoría cinco, creando y causando estragos,
derribando defensas mientras me destruía. Me destrozó, me redujo a
mis instintos animales básicos y no se sabía cuánto daño quedaría
cuando terminara. Lo peor era que no estaba segura de querer
sobrevivir a esta tormenta. En algunas tormentas valía la pena morir
sólo por ser testigo de ellas.
Terminó el beso, con su boca aun rondando a centímetros de la mía.
Solté una mano de su pelo y la extendí, con intención de abofetearle,
pero él la atrapó. La empujó contra el suelo de forma dolorosa. Gemí
cuando dejó de descubrir mi cuerpo con sus dedos y me arrebató la
otra mano de su pelo, donde me había agarrado a él para apoyarme.
—Te odio tanto —susurré, porque ahora mismo lo hacía. Lo odiaba
por lo que me hacía desear, lo que anhelaba de él. Esto estaba mal;
estábamos equivocados al querer esto. Todo lo que me habían
enseñado lo decía, así que, ¿cómo podía querer esto, ¿cómo podía
quererlo a él?
—No, no lo haces —susurró suavemente—. No me odias más de lo
que yo podría odiarte —Se rió sin miramientos, el sonido vibrando a
través de nuestros cuerpos debido a nuestra proximidad. Su boca bajó
como si tuviera la intención de reclamar la mía de nuevo, pero sus ojos
me observaban, mirándome fijamente como si pudiera ver dentro de
mi pequeña alma negra hasta la fibra más jodida de mí ser. Sus dientes
mordieron mi labio, y gemí por el leve dolor, mis ojos se volvieron
pesados mientras me mordía, ya hinchado por sus exigentes besos.
Gimoteé por el dolor mientras él lo chupaba entre sus labios y pasaba
su lengua por la carne dolorida. Gemí, sintiendo el dolor y el placer
hasta el centro de mis entrañas, la lujuria al rojo vivo que me recorría.
Me soltó las manos y le pasé las uñas por los costados, sonriendo
contra el satisfactorio gruñido de dolor—. ¿Quieres jugar duro? —Y el
sonido de sus roncas palabras me hizo abrir los ojos, pero no fueron
ojos medianoche los que encontré esperándome; estaban llenos de
fuego azul líquido.
—Lucian —susurré mientras asimilaba la sonrisa que era más
dientes que nada, y el fuego que vi en sus ojos me recordó las antiguas
historias de las llamas azules que iluminaban las Puertas del Infierno.
Me besó la garganta mientras su cuerpo se frotaba ansiosamente
contra el mío. Su polla descansaba fuertemente contra mi estómago.
Grité cuando su cálido beso llegó hasta mi hombro. Movió sus caderas,
ajustando su posición hasta que jadeé cuando su pesada polla se
deslizó por el calor resbaladizo de mi coño. Me retorcí contra él,
utilizándolo. Envolví mis piernas alrededor de su cintura,
sosteniéndolo allí mientras frotaba mi calor desnudo contra la gruesa
polla que él ofrecía tan libremente. Su boca seguía chupando mi piel,
sus dientes raspando, mordiendo antes de besarla.
Movió sus caderas, alimentando mi necesidad y golpeando mi
clítoris hasta que yo grité su nombre mientras el orgasmo amenazaba
con desgarrarme, pero cada vez que me acercaba lo suficiente, él se
movía y apartaba su polla. No importaba que me estuviera
deshaciendo, o que estuviera gritando para que me penetrara, para que
me tomara, para que me poseyera. Lo deseaba de la forma más
primitiva; una forma que desnuda el alma, exponiendo las necesidades
más oscuras en su hora más baja. Ya no importaba nada excepto
conseguir que me diera lo que necesitaba... y ahora.
Lucian se inclinó, como si tuviera la intención de besarme; en
cambio, su boca tocó mi hombro y sus dientes se cerraron. Me mordió
el hombro y todos mis pensamientos de correrme se esfumaron, así de
fácil. El dolor estalló, y grité, me agarré a él para alejarme. Entonces me
golpeo, y grité su nombre como si fuera como si fuera una maldita
bendición. Fue brutal, me corrí con tanta fuerza que me
sacudí...incontrolablemente mientras me destrozaba. Me corrí tan
fuerte que cuando empecé a caer de nuevo a tierra, me di cuenta que
tenía su hombro entre mis dientes y estaba sangrando, goteando por
mi barbilla, y no me importó porque ese orgasmo no había disminuido
como yo había pensado; se negaba a soltarme. Estaba literalmente
vibrando tanto que sus manos acunaban mi cabeza mientras golpeaba
el suelo con cada violento temblor que desgarraba a través de mí. En
realidad temía que no terminara nunca, y no sabía si era necesario que
me importara si lo hacía. Estaba tan jodidamente mojada que el único
ruido dentro la cabaña era yo, gritando mientras empezaba a
retroceder. Las luces seguían explotando detrás de mis párpados. No
estaba segura de si me estaba muriendo, viniendo, o rompiendo en un
millón de pedacitos. Su timbre sexy y ronco sonaba a lo lejos mientras
me observaba tratando de regresar de donde sea que me haya enviado,
¿al infierno?, ¿al cielo? A quién le importaba, quería más. Ahora.
—Esa es mi buena chica —susurró mientras me observaba. En el
momento en que pensé que estaba a salvo, el dolor me desgarró
cuando entró en mi cuerpo. Jadeé mientras él enterró su polla en mi
apretada vaina, los músculos ardiendo y apretando contra él—. Dime
que me odias mientras te hago tomar cada centímetro de mi polla
dentro de tu coño apretado, poseyendo cada dulce centímetro de ti por
dentro y por fuera —gruñó.
—Lucian —gemí entrecortadamente, incapaz de protestar o de
hacer algo más que aferrarme a él—. Me duele —Estaba demasiado
llena, demasiado rápido. Mi cuerpo ardía donde los músculos luchaban
por acomodarse a él, y no lo conseguían.
—Dime que pare —exigió—. Yo no soy suave. ¿Estás segura que
quieres jugar conmigo? Porque ahora mismo, lo único que quiero es
arruinarte. Quiero enterrar mi polla tan profundamente que siempre la
sientas ahí. Me sentirás ahí, para siempre. Si no es eso lo que quieres de
mí, dime que pare ahora.
—No pares —susurré mientras sacudía mi cabeza, que seguía
acunada en sus grandes manos. Las movió entonces, agarrando mis
hombros mientras se inclinaba y me miraba fijamente. Esperé a que se
moviera, moviendo mis caderas para tomar cualquier cosa que
estuviera dispuesto a darme.
—Voy a destruir todo lo que amas mientras me ves hacerlo —siseó
mientras sus ojos se encendían desde dentro—. Voy a destruir todo lo
que aprecias, y luego voy a destruirte a ti, Lena. Deberías odiarme;
ahora mismo, deberías huir de mí —susurró mientras me observaba.
Lena...
El dolor estalló dentro de mi cabeza y las lágrimas rodaron por mis
ojos mientras parpadeaba con dolor. Lena. Mi respiración se agitó
mientras él me observaba con frialdad. Lena. Los demonios parecían
observarme desde las profundidades infernales de sus ojos.
Magdalena. Mi cuerpo temblaba mientras él me observaba, y sus
caderas empezaron a moverse lentamente, aumentando la velocidad
mientras yo lo empujaba, tratando de aferrarme a ese nombre, el único
debía conocer. Mi nombre.
—¡Hijo de puta! —Le arañé, levantándome, sólo para ser golpeada
contra el suelo y aplastada.
—Ahí estás —ronroneó mientras me besaba, y Dios me salve, le
devolví el beso. Mis manos tiraron de su pelo mientras sus caderas se
estrellaban contra mí. Lo abracé contra mí—. Sólo unos minutos, sólo
necesitaba unos minutos contigo —murmuró, y lo miré.
—No, otra vez no, no... Lucian, por favor, no me hagas eso.
—¿Quién eres? —exigió.
—Soy Lena —gemí.
—¿Quién carajos eres tú? —gruñó, y sus manos mordieron mi piel.
—¡Tuya, soy tuya! —grité.
—Jodidamente correcto, eres mía. Es una pena que no lo recuerdes,
pero yo sí lo haré—me aseguró—. Cada puto momento de tu dulce
ruina, voy a revivir esto mil veces al día cuando estés muerta y te hayas
ido de esta tierra, y mucho después que tu última descendencia haya
perecido. Tienes que volver a mí por tu cuenta, ¿me entiendes? —
Exigió, y yo le miré fijamente, sin entender sus palabras mientras me
llevaba al borde del acantilado y me enviaba navegando hacia las
nubes mientras un caleidoscopio de colores estallaba detrás de mis
ojos—. Tú eres Kendra...
—Soy Kendra —susurré entre gemidos.
—Te echo de menos, Bruja —gruñó, con algo de picor en su tono. Se
inclinó, reclamando mis labios y profundizando el beso; un beso que
me arruinó más que todo lo que había hecho hasta entonces, porque lo
sentí. Lo sentí a él. La emoción en su beso era más de lo que me había
permitido sentir antes, como si me estuviera besando para saludar y
despedirse, todo en un solo beso. Terminó demasiado pronto, y yo
sollozaba por la pérdida.
—Te odio —respondí con frialdad mientras él empezaba a moverse
más rápido, hasta que mi cuerpo no pudo seguir el ritmo. Me iba a
doler mañana. Abrí los ojos para encontrar fuego azul mirándome
fijamente; ardía tanto que me dolía mirarlo fijamente durante
demasiado tiempo. Sentí su calor cuando bajó su frente y la apoyó
contra la mía, mirando mi alma. Me estaba mostrando lo que era, el
monstruo que llevaba dentro, el monstruo con el que me acostaba. Sus
labios se curvaron en una sonrisa peligrosa, y yo temblé al saber que
era cualquier cosa menos lo que decía ser. Quería que lo viera, todo él.
—Eres tan hermosa —gruñó, chupando mi labio entre sus dientes.
Murmuré, corriéndome alrededor de su polla, sin poder evitar que me
destrozara mientras él se ponía rígido y aullaba su liberación al cielo.
El poder estalló a nuestro alrededor mientras él me miraba con el
fuego azul bailando seductoramente en sus ojos. La tierra tembló a
nuestro alrededor al explotar, y no aparté la vista de lo que veía, ni
siquiera cuando la cabaña empezó a temblar por la fuerza de nuestra
mutua liberación.
Empezó a desmoronarse, y él me protegió. Este hombre que me
había destrozado en pedazos, que me había mostrado el dolor y el
placer, me protegía mientras la cabaña literalmente se desmoronaba a
nuestro alrededor. Su boca reclamó la mía, ajena a las astillas de
madera que llovía sobre nosotros.
—Lucian —gemí mientras todo lo que nos rodeaba seguía
haciéndose añicos, y los árboles explotaban y caían al suelo mientras
yo me aferraba a él—. No me dejes.
—No recordarás esto en unos minutos —dijo suavemente mientras
cerraba sus emociones y nos acostamos en los restos de la cabaña en el
bosque donde había sido construida; ahora, todo parecía como si un
asteroide la hubiera demolido—. Tuviste tus respuestas, y luego me
dejaste ir después de limpiar mi mente —susurró con fuerza, su voz
distorsionada, retumbando contra mi mente y resonando a través de
ella—. Todavía me odias, porque yo disfruto de esta mierda de amor-
odio que tenemos. Pero tú eres Kendra, así que dilo.
—Soy Kendra —repetí.
Le miré fijamente a través de la oscuridad de las ruinas. Mi visión se
llenó de lágrimas, mis brazos cayeron, y me quedé allí, vacía y fría,
exactamente como me sentía por dentro.
—Mírame —exigió, observándome con atención—. ¿Eres feliz?
—¿Soy feliz? —pregunté. Era una pregunta extraña teniendo en
cuenta lo que lo que acababa de ocurrir—. Algo está mal conmigo —
susurré entrecortadamente—. Algo tiene que estar mal en mí,
¿verdad? —El miedo entró en mi mente, negándose a soltar sus gélidas
garras—. No estoy bien, nada de esto está bien. No soy así. Esto esta
tan mal, ¿cómo puede gustarme? Mi cuerpo ya anhela tu toque y
todavía estamos conectados —balbuceé mientras me giraba para mirar
hacia otro lado.
›› ¡Y ni siquiera me gustas! —sollozaba mientras mi cuerpo se mecía
bajo el suyo—. Estoy loca. Ya ni siquiera sé qué es real y qué no. Todo
está mal, y no puedo detenerlo. No puedo recordar si hice algo, y todos
los demás pueden recordarlo. Mi ropa ya no me queda bien, y ni
siquiera me gusta. El control que tenía de la realidad ha desaparecido.
Ni siquiera recuerdo haber estado con nadie dentro de la abadía de la
Cosecha y sin embargo pretendo saber con quién estaba durmiendo,
pero lo único que puedo recordar cuando me hechizo, eres tú. Es una
locura. Tengo que estar perdiendo la cabeza, ¿no?
—No estás loca, eres jodidamente perfecta —murmuró, lloviendo
besos en mi cara mientras la capturaba entre sus manos y yo intentaba
alejarme—. Mírame. Escúchame; lo que hicimos aquí... No estuvo mal,
fue hermoso. ¿Se siente como si ya no te deseara de nuevo? —Giró sus
caderas para asegurarse de que no hubiera olvidado su polla enterrada
en mi calor todavía—. ¿Y qué si follamos como si fuéramos a la guerra?
A nadie más tiene que gustarle o entenderlo. No importa nadie más que
nosotros. Lo que nosotros hicimos, follar, lo hacemos bien juntos.
Algún día lo recordarás todo. Te acordaras de nosotros, y sabrás lo que
pasa cuando intentas contener una química como la nuestra.
—¿Volamos cabañas? —Pregunté con voz inexpresiva.
—A la mierda esta cabaña, no podría contenernos —Sonrió, pero
había algo en sus ojos: ¿tristeza?—. Cuando recuerdes todo, me odiarás
a mí, dulce niña, pero no me importará. Porque, de nuevo, me gusta
cuando no te gusto —susurró.
Se me cortó la respiración y una lágrima rodó por mi mejilla.
—No lo entiendo.
—¿Eres feliz? —volvió a preguntar, y yo parpadeé.
—Me estás preguntando en serio si soy feliz —Volví a parpadear—.
¿Cómo ahora mismo? —Mis ojos se centraron en su garganta mientras
tragaba con fuerza—. Estoy desnuda en el bosque con un hombre que
ni siquiera me gusta. Acabamos de destruir una cabaña que ni siquiera
nos pertenecía y tú sigues dentro de mí. ¡Intenté secuestrarte y tú me
dejaste! Tienes runas en tu loco trasero marcado que deben impedir
que algo como esto suceda. No estabas realmente inconsciente,
¿verdad? Lo que significa que soy la mayor idiota del mundo en este
momento, y me siento seriamente estúpida —resople—. Fuimos a la
guerra con nuestros cuerpos, y quiero decir, no de buena forma. Ni
siquiera me gusta el dolor y, sin embargo, ya anhelo más de ti. Estoy
bastante segura que acabo de tener el más grande, el más demoledor y
cataclísmico orgasmo de toda mi vida porque ¡me mordiste! ¿Quién
hace eso? ¿Quién se desmorona porque un tipo al que odia le mordió la
mierda? Te diré quién: ¡los locos! La gente normal no hace una mierda
como esta. No puedo sacarte de mi cabeza.
››Quiero decir, lancé hechizos para erradicar lo que sea que estaba
viendo, pero en el momento que cierro los ojos, estás ahí de nuevo,
¡esperándome! Puedo olerte, puedo sentirte y te anhelo. Y eso que es la
primera vez que nos tocamos. La única explicación plausible es que
estoy loca. Tengo que estarlo, porque incluso ahora te deseo y de
nuevo, ¡te odio, joder! Así que quítate de encima, saca tu polla de mí y
déjame en paz.
Solté un chasquido, luchando por alejarme de él.
¡No te metas en mi cabeza! Aléjate de mí, por favor —sollocé.
—Eres perfecta, siempre has sido perfecta, dulce niña —canturreó,
su voz más profunda—. No hemos follado, nunca enloqueciste, y has
conseguido lo que querías de mí. Cuando despiertes, Kendra, pensarás
que todo fue exactamente como querías. No pedirás al aquelarre que
ate tus poderes, porque eres cualquier cosa menos loca.
—Eso no tiene sentido —murmuré con lentitud; sus palabras eran
como una droga y mi cerebro las absorbía con avidez.
—Duerme. Cuando te despiertes, todo estará bien —prometió, y yo y
parpadeé mientras mis ojos se volvían pesados. Estaba agotada;
mentalmente, físicamente, completamente destrozada.
Capítulo 4

Las hembras alfa no necesitan una manada, elegimos tener una.


Incluso los lobos más fuertes tienen momentos de debilidad.
~Lena.

Me quedé mirando por la ventana la vieja mansión al otro lado del


campo de nuestra casa, que solía estar vacía. Varios camiones de
mudanza habían sido estacionados en frente y habían estado
bloqueando nuestra entrada todo el día. Había pasado una semana
desde que había secuestrado a Lucian, y él había dejado la ciudad el día
después. Nadie sabía a dónde había ido o qué estaba haciendo, pero
todavía se las arreglaba para volverme loca. Entonces descubrí que
había comprado el viejo lugar, lo que significaba que ahora estaría al
lado.
—Si lo miras más fijamente, podría incendiarse —dijo Kat. Ella
estaba vestida, lista para ir al Club Chaos.
Apartando mis ojos de la mansión, le dediqué una sonrisa apretada.
—¿Vas al club? —Ya sabía la respuesta.
—Deberías venir con nosotros; el envío puede esperar hasta
mañana, ¿no? —preguntó.
—No, mamá me dijo que Lucian lo encargó para este fin de semana,
así que tiene que estar el jueves a más tardar, y no podemos
permitirnos hacerle perder su negocio. La economía es una mierda, y él
es el que nos mantiene a flote —murmuré, odiando tener que
defenderlo. Pero era cierto; desde la explosión en la abadía, todo había
entrado en una espiral descendente. Los turistas que venían a la tienda
eran enviados por él o por la recomendación de boca en boca de los de
su club que habían probado nuestras pociones, jabones, lociones o
mezclas de té.
—Así que nos vas a dejar tirados, otra vez —se quejó—. Podrías
hacer muestras y preguntarle si puedes repartirlas el fin de semana
fuera de su club. De esa manera podrías entrar una vez que se hayan
ido, y yo tendría a alguien que no sea Dexter para bailar. Lo amo, pero
tiene dos pies izquierdos y se parece a un pez fuera del agua cuando
baila.
—Iré contigo la próxima vez, lo prometo —Le di una pequeña
sonrisa mientras me daba la vuelta para ver cómo otro camión se
acercaba a la mansión—. Sabes que siempre hay una cosa que no se
baila y puedes salvar tus pies si lo haces —dije, riendo mientras ella
arrugaba la nariz.
—Me gusta, mucho. Mis padres, en cambio, creen que nuestra línea
de sangre necesita una línea más fuerte mezclada con ella —frunció el
ceño.
—¿Crees que tienes problemas de linaje? Mi abuela sigue
presionando para que me acerque a Blackstone para procrear. ¿Te
imaginas? Lucian y yo haciendo un bebé —musité en voz baja, pero mi
cuerpo se calentó y mis mejillas se sonrojaron con calor
involuntariamente al considerarlo—. Deberían confiar en nosotras
para encontrar una pareja sin entrometerse.
—Se está celebrando otro baile. Estoy bastante segura que éste va a
ser en su club en algún momento de la próxima semana —dijo
emocionada, ignorándome. O eso pensé, hasta que vi la mirada
especulativa en sus ojos—. Podrías acercarte a él, entonces, ya sabes, te
observa cuando no estás mirando. Y odio decirlo, pero ustedes harían
una línea muy poderosa.
—Tiene tendencia a huir cuando me acerco a él, también estás
olvidando que no me gusta, y que tendría que tener sexo con él para
hacer un niño. No creo que esté contento de donar a la causa, sin
mencionar que ha rechazado todas las ofertas de todas las familias que
han solicitado sus nadadores.
—Semen. Dilo conmigo, s-e-m-e-n —lo deletreó lentamente—. Dilo,
glaseado lleno de proteínas, que, teniendo en cuenta su aspecto,
probablemente sabe a cielo —Ella resopló de risa.
—Eso es asqueroso —Me encogí y negué con la cabeza—. No me
extraña que tu último tipo no pueda superarte. ¿Qué le hiciste, chica
sucia? —Me reí, sonriendo hasta que me dolieron los ojos y el
estómago—. Somos criaturas horribles, sabes. Buscamos hombres para
usarlos basándonos únicamente en su sangre y su poder. Casi como
conseguir un sugar daddy, basándonos en su cuenta bancaria.
—¿Y? Los hombres saben lo que queremos de ellos, no es como si
estuviéramos ocultando el hecho de que queremos su semen y eso es
todo. Sí, a veces mantenemos a los hombres alrededor si nos gustan,
pero no es nuevo. Hemos estado haciendo esto desde siempre, y los
que elegimos conocen las reglas. Y has cambiado de tema; sé que no te
gusta, pero supongo que el Señor Dueño de un Club de Sexo sabe cómo
follar. Así que, no es que vaya a ser un momento horrible, y no me
digas que ustedes dos no tienen un factor “wow” en marcha, lo tienen.
Te he visto mirarle y he visto la forma en que él te mira. Una noche, sin
ataduras, y ¡zas! Abuela feliz y tal vez el niño más poderoso que este
aquelarre ha tenido cocinándose en el horno. Todo el mundo feliz. No
es que tengas que casarte con él, y lo sabes.
—No estás entendiendo el punto. Él no quiere reproducirse, y yo no
quiero criar con él. Fin de la discusión.
—El baile, es una trampa, Kendra —presionó—. Hay una razón por
la que se está celebrado en su club, y esa razón es porque no ha ido a
ninguno de los celebrados en las últimas tres semanas, y tú tampoco.
Esta es de asistencia obligatoria, para celebrar el eclipse solar que
ocurre el mismo día en que Venus y Marte se alinearán —insinuó.
—¿Hablas en serio?— Pregunté mientras me ponía la chaqueta y me
giraba para mirar por la ventana una última vez—. Quiero decir, sabía
que íbamos a hacer algo para el evento ya que no ocurren muy a
menudo, pero tenderme una trampa es un poco estúpido, incluso para
ellos —gemí mientras me sacaba el pelo de la chaqueta y lo ataba en un
montón desordenado encima de mi cabeza.
—¿Ya pensaste en ello? Serías la bruja más popular del aquelarre si
lo consigues —dijo con una nota de esperanza en su tono.
—Te veré más tarde —respondí, dándole otra sonrisa de labios
apretados mientras me dirigía a la puerta—. Kat, ten cuidado en el
club. Todavía no confío en él ni en su equipo. Además, todavía está la
infestación de demonios, que parece empeorar cuando él se va.
—Lo haré; siempre estamos listos para los demonios —dijo,
comiendo una frambuesa mientras se dirigía a la salida—. Ve a ser el
científico loco y haz esas pociones de amor —Su voz llegó flotando por
el pasillo mientras el sonido de sus pasos se alejaba al bajar la escalera.
Me colgué la mochila al hombro, cogí el móvil y me dirigí a la planta
baja, sólo para detenerme cuando el sonido de las risas y la música me
hicieron cosquillas en los tímpanos. Dejé mis cosas en el sofá y me
dirigí a la cocina, encontré a Alden y a mi madre bailando al ritmo de
los sonidos agudos y nasales de Bob Dylan. Me apoyé en el marco de la
puerta, sonriendo mientras él la movía torpemente al ritmo de la
batería y la armónica.
Ella se reía tanto que le brillaban los ojos. No la había visto tan feliz
en mucho tiempo. No desde que estábamos todos juntos, antes que
Joshua se fuera al campo de entrenamiento. Debería haberme dado la
vuelta, dejándolos con su felicidad, pero quería ver este momento, este
momento en el tiempo viéndola sonreír, escuchar su risa.
—Las chicas se fueron —murmuró Alden cerca de su oído, con una
nota ronca en su tono que indicaba que era hora de que me perdiera—.
No sé qué quiero mordisquear más, a ti o a ese cordero en el horno.
Me giré para irme y me encogí cuando mi madre respondió.
—Agarra el vino, a la mierda el cordero, deja que se queme. Dejaré
que me mordisquees donde quieras... ¡Kendra! —gritó.
Arrugué la cara mientras me daba la vuelta, notándose mi silenciosa
retirada. Incliné mi cabeza, sonreí y moví los dedos en un saludo
silencioso.
—Creíamos que te habías ido— chilló con un rubor culpable que
subió a sus mejillas, creando un rubor moteado—. Oímos la puerta.
—Kat se fue para ir al Club Chaos. Tengo que ir a la tienda esta noche
para asegurarme que el envío para el club de Lucian esté listo para ser
recogido a tiempo.
Esperé incómodamente a que me despidiera. Parecían niños
traviesos atrapados robando del tarro de galletas, lo cual era lindo de
una manera nauseabunda.
—¿No puede esperar? Deberías estar ahí fuera con ella, en el club.
No te estás rejuveneciendo, y se rumorea que Lucian estará allí esta
noche —reprendió.
—También se rumorea que me estás emparejando con él —
respondí, viendo como su rubor culpable se profundizaba y se
extendía—. No hagas eso por mí, por favor. No estoy interesada.
—Es un buen partido; su sangre es tan antigua como la nuestra, si no
más, Kendra. Tu prueba de embarazo resultó negativa cuando el
aquelarre arrojó las arenas para ti. Tienes que tener un hijo pronto, lo
sabes. Magdalena se ha ido y Joshua está muerto, así que eres la única
que puede continuar esta línea ahora.
—Lo sé, madre, soy consciente de mis obligaciones y estoy buscando
partidos, pero no con él. No me gusta, y lo sabes.
Ella frunció el ceño.
—No tiene que gustarte para hacer lo necesario para producir un
niño. Al menos considéralo, por mí.
—Bien, pero no te hagas ilusiones. Además, puede que vuelva
eventualmente —murmuré.
—¿Quién? —preguntó en voz baja.
—Tu otra hija —respondí bruscamente con el ceño fruncido.
—Tienes razón, pero sus poderes no se despertarían hasta dentro de
unos años, y el aquelarre necesita que se añadan números ahora,
mágicos que eventualmente acabarán recibiendo los poderes al mismo
tiempo. Piénsalo, te encantará la maternidad.
Ella sonrió, sus manos retorcieron los suaves pliegues de su falda
mientras yo asentía, y un destello de inspiración traviesa me golpeó.
—Sabes, en realidad no soy la última de la familia que puede
continuar la línea. Quiero decir, ustedes dos podrían hacer un pequeño
bollo en el horno mágico si están a la altura de lo que creo que estaban
haciendo —bromeé. Alden me miró con dureza y mi madre se puso
como quince tonos de rojo. Ah, sí. Conseguir un poco de venganza se
sentía muy bien—. Muy bien, ustedes dos, niños locos, sean buenos. No
estaré en casa hasta mañana. Lucian ordenó suficientes pociones para
mantenerme ocupada durante una semana —Refunfuñé, aunque
estaba agradecida. Me daba una excusa para esconderme—. Te quiero
—Me giré hacia la sala de estar para recuperar mi bolso.
—Kendra —llamó Alden mientras me acercaba a la puerta.
—¿Sí? —pregunté, volviéndome para mirarle.
—Tengan cuidado esta noche; los demonios están más densos de lo
que han estado en un tiempo. He colocado un círculo de sal alrededor
de la tienda hoy mismo y he añadido algunas protecciones para
mantenerte a ti y a tu madre a salvo mientras trabajan, pero eso no
garantiza que no puedan entrar. Estos son más fuertes que la mayoría
de los demonios; algo está alimentando su poder, algo o alguien.
—Siempre tengo cuidado, Alden. Y gracias. No se ha reído así en
mucho tiempo, pero si la lastimas... Te arrancaré el corazón y se lo daré
de comer a los gatos.
Capítulo 5

A veces las pesadillas se convierten en realidad, y a veces los


monstruos se convierten en héroes.
~Lena.

Entré en el aparcamiento vacío de Midnight Emporium un poco antes


de las de las nueve. Habíamos elegido el nuevo nombre cuando
creamos la marca para el relanzamiento. Mamá y Alden habían tenido
la idea de añadir una cafetería con asientos en el exterior, lo que había
aumentado el margen de beneficios. Vendíamos principalmente tés de
hierbas que hacíamos por encargo, o algunos de los productos
horneados que mi madre y mi abuela hacían en la nueva cocina.
La fachada era la típica tienda para turistas, con chucherías y cosas
que se alineaban en los escaparates, atrayendo la curiosidad de los
turistas. La parte delantera consistía en artículos no mágicos, con
alguna que otra baratija inofensiva que eran para la prosperidad o
seguridad. La parte trasera era donde estaba la verdadera magia, y
donde yo hacía jabones, shampoo y lociones, enriquecidos con magia y
hierbas.
La tienda apenas había superado los números en rojo cuando Lucian
le hizo a mi madre una oferta. Quería una poción para mejorar la
estimulación sexual. Por supuesto, habíamos dicho que sí cuando había
dicho el precio por el que las compraría. Era inaudito, pero claro, yo
estaba segura que él sabía que era un dolor en el culo elaborarla, y no
quería ocuparse él mismo del proceso de fabricación. La magia se
liberaba durante la elaboración de la infusión, se transmitía a través
del aire cuando la magia se mezclaba con el calor de cocer a fuego lento
un lote durante unas horas, así que era un desastre destilarlas.
Apagué el encendido y cogí mi bolso, luego lo deslicé sobre mi
hombro. Cuando salí del coche, me detuve mientras el fino vello de mi
cuello se erizó. Al escudriñar el oscuro aparcamiento, me estremecí y
me apresuré a ir a la tienda. Una vez allí, dejé caer las llaves y me
agaché para recogerlas, pero sentí que algo me tocaba la espalda. Me
gire a la defensiva, buscando en el aparcamiento, pero no encontré
nada. Exhalé mientras me daba la vuelta, introduciendo la llave en la
cerradura y entrando en la tienda. Cerré la puerta, alcancé el
interruptor de la luz y murmuré las palabras para encender las velas
de protección que estaban colocadas alrededor de la tienda.
Sacudí la cabeza, sabiendo que había dejado que la advertencia de
Alden se deslizara por mi mente y sólo estaba reaccionando a ella.
Odiaba que tuviéramos poco o ningún conocimiento de por qué los
demonios estaban aquí, o por qué convergían en este pueblo como si
fuera un punto focal del mal. Mientras que la mayoría de ellos
permanecían en las afueras de la ciudad, había algunos ocasionales que
lograban pasar las barreras. La otra cosa era que los demonios eran
impredecibles y tendían a aparecer cuando menos lo esperabas.
Caminando por la tienda, corregí los artículos que estaban fuera de
lugar o desordenados; la gente los tomaba y los volvía a dejar una vez
que habían mirado otra cosa. Era un proceso interminable para
mantener todo en su sitio. La tienda estaba siempre más ocupada el fin
de semana, antes y después que empezaran o terminaran las
interminables travesuras en el Club Chaos, según el punto de vista.
Odiaba admitirlo, pero ese club atraía a los curiosos sexuales que eran
mucho más abiertos de mente que los forasteros que pasaban por aquí
en su camino o desde Canadá.
Al abrir la puerta de la sala de pociones, dejé mi bolso en el sofá y
revisé las provisiones. Dejé la puerta abierta, porque estar aquí sola
era espeluznante, pero no poder escuchar fuera de la habitación lo
hacía aún más. Además, la elaboración de la infusión en la habitación
era horrible, el calor inmanejable, como si todas las estufas de última
generación estuvieran preparando pociones al mismo tiempo.
Me acerqué al sofá, me quité los pantalones y la camisa y me puse un
sexy par de shorts con volantes y una camiseta de tirantes con la que
podía moverme fácilmente sin derretirme por el calor sofocante. Había
recurrido a cocinar o crear pociones por la noche, ya que les daba a
Alden y a mi madre algo de tiempo a solas, y me permitía trabajar más
eficientemente con menos ropa. Rápidamente me recogí el pelo en un
moño y encendí la sensual voz de Ed Sheeran. La música llenó la
habitación, y el último poco de estrés del día se desvaneció.
A continuación, me dirigí a la parte trasera de la tienda, donde
teníamos un pequeño invernadero que almacenaba las hierbas frescas.
La mayoría de ellas eran exóticas o extrañas en Estados Unidos y eran
mucho más potentes si se cultivaban frescas en el lugar. Apilé una
cesta llena de los ingredientes que necesitaba y me puse a trabajar
para llenar las pesadas ollas. Vertiendo el anís seco en el cuenco de
piedra, empecé a machacarlo hasta convertirlo en un fino polvo junto
con la canela, el clavo de olor y las semillas de hinojo. Cuando tuvo la
consistencia de polvo, vertí partes iguales en el agua hirviendo. El
sudor se deslizaba por mi cuello y la espalda mientras usaba la muñeca
para apartar un mechón de pelo que se había pegado a mi sien.
Mis caderas se balanceaban al ritmo de la música mientras molía los
frutos secos que reducirían el sabor a regaliz negro del anís. El anís era
la principal razón por la que las gominolas negras y el Jägermeister1
tenían un sabor único, y era conocido por sus propiedades afrodisíacas
en todo el mundo. La canela, el clavo y el hinojo tenían propiedades
analgésicas naturales y la fruta que utilicé fue la granada para ayudar;
la que, por supuesto, aumentaba el placer tanto de los hombres como
de las mujeres.
Una vez añadido el polvo, coloqué las semillas de la fruta y luego una
cucharada de miel cruda y canté el hechizo para aumentar la potencia
sexual de las pociones.
Mi cuerpo ya me dolía, palpitando con la magia de la poción que me
dejaba con ganas de liberarme. Una vez que reduje el calor a fuego
lento, me dirigí al sofá y cogí el libro que estaba leyendo, un libro
erótico que era mi placer culpable.

1 Licor amargo a base de hierbas amargo


Me senté y me eché la mano a la espalda para frotarme el hombro,
que tenía un nudo de la tensión con la que había estado lidiando en los
últimos días. El entrenamiento de Alden era más bien una escuela
militar. Nos dejaba mental y físicamente agotados, y teniendo en
cuenta que nos estaba haciendo ir tres veces a la semana, yo estaba
agotada de la locura de todo esto. Entrenábamos dos veces por semana
en magia, y un día lo pasábamos aprendiendo a defendernos, a luchar.
En el lado positivo, estaba aprendiendo a aprovechar y controlar mis
poderes, lo que no había sido fácil.
Levanté las piernas y las apoyé en el brazo del sofá mientras me
sentaba en los mullidos cojines decorativos detrás de mí. Apoyé la
cabeza en ellos y me sumergí en el libro mientras esperaba que el
temporizador indicara que las pociones habían terminado. Gemí
cuando llegué a una parte del libro que estaba llena de sexo. Me retorcí
en el sofá, odiando que mi vagina tuviera un pulso, un pulso que
necesitaba ser liberado.
Dejé el libro y me giré para mirar el temporizador. Quedaba una
hora. Me tumbé de nuevo y miré al techo, sintiendo que los ojos se me
ponían pesados mientras luchaba contra la somnolencia que
amenazaba con acabar conmigo, pero sin quererlo, se me cerraron los
ojos. Me esforcé por abrirlos, pero sentí como si me arrastraran en un
sueño, como si alguien hubiera metido la mano en mi mente y me
hubiera arrastrado.
Estaba dentro de un club nocturno, uno que supuse que pertenecía a
Lucian, ya que había oído que tenía varios, y había cuerpos desnudos
retorciéndose juntos en el suelo, fornicando al ritmo seductor de la
música que sonaba en los altavoces.
Mis ojos se deslizaron sobre las parejas en posiciones escandalosas; los
sonidos de los cuerpos chocando entre si de alguna manera coincidía con
la canción, que estaba seduciendo a mi cuerpo parado en frente, jugando
a ser un voyeur de la gente en la sala.
Buscando en la sala, encontré a una pareja que me miraba fijamente,
sus frenéticos movimientos cuando el hombre sacaba su polla de su calor
acogedor, resbaladizo con su humedad. Los ojos plateados se
encontraron con los míos en la necesidad desnuda, su mano envolvió su
polla mientras la acariciaba, invitándome a participar en su placer, sus
ojos recorriendo lentamente mi cuerpo. Me aparté atrás, alejándome de
él, necesitando poner más distancia entre ellos y yo, pero no conseguí
alejarme más de medio metro antes de chocar con algo duro.
Empecé a girar, pero manos me rodearon la cintura mientras el
pánico se apoderaba de mí. Mi corazón latía con un doloroso pulso
entrecortado que me dificultaba la respiración.
Mi cerebro me decía que corriera, que abandonara este lugar, y sin
embargo las manos me sujetaban con un agarre de acero. Dirigieron mi
cuerpo hasta que estuve frente al escenario, donde una mujer con los ojos
vendados y atada mientras su amante la utilizaba y la multitud miraba,
embelesados por la escena que tenían delante. Me estremecí por el calor
de las manos que me sujetaban, contrastando con el frío de la habitación.
Intenté ver quién me sujetaba, pero algo se movía en el escenario,
tirando de mis ojos con un hilo invisible. Lucian salió de las sombras a la
vista, con su cuerpo sin camisa a la vista. No me moví, no mientras
nuestros ojos se fijaban el uno en el otro. Todo lo demás desapareció,
excepto las manos que me sostenían. Le observé mientras estaba de pie,
haciéndome señas para que avanzara, y sin embargo las manos no me
soltaban.
Lucian se desabrochó los pantalones mientras yo lo miraba, incapaz de
apartar la mirada mientras liberaba su gloriosa polla. Me quedé
paralizada, atrapada en esos interminables ojos medianoche mientras
las manos me soltaban, se deslizaban lentamente alrededor de mi
cintura y me levantaban la camiseta hasta que mis pechos quedaron
expuestos.
Temblé cuando las manos me levantaron los brazos y me quitaron la
camiseta, dejándola caer al suelo. Las fuertes manos acariciaron mis
pechos, probando su peso mientras Lucian nos observaba desde su
posición en el escenario. No podía apartar la vista de él ni siquiera para
averiguar quién me estaba acariciando. Sentí las manos cuando bajaban
de mis pechos y empujaban contra mis pantalones. Mientras me bajaba
el short y las bragas, sus labios besaron la curva de mi cadera y la parte
posterior de mi muslo, arrastrando su boca por mi piel mientras me
desnudaba, dejándome desnuda para la mirada de Lucian, que se
intensificaba.
En el momento en que la acalorada mirada de Lucian se deslizó por mi
cuerpo, me giré y miré los penetrantes ojos violetas enmarcados por
gruesas y exuberantes pestañas negras. El hombre que me tocaba era
hermoso, aterradoramente. Su largo y ondulado pelo negro había sido
retirado de la cara y estaba sujeto por una tira de cuero en la base del
cuello. Era alto, de complexión musculosa como un nadador; un serafín
oscuro, que había venido a seducirme.
Me besó por el muslo mientras yo lo observaba pasivamente, y una vez
que se puso de nuevo en pie, me atrajo contra su cuerpo desnudo,
obligándome a salir de las bragas y el short.
Comenzó a sonar Sweet Dreams de Marilyn Manson, y me estremecí
cuando la música parecía robar mis inhibiciones. Mi cuerpo se mecía al
ritmo, balanceándose lentamente mientras el hombre me sonreía donde
me había desnudado para la intensa mirada de Lucian, sabiendo que me
perdía en la magia de la letra y los acordes de la canción.
Las manos del hombre me agarraron de los brazos, extendiéndolos,
ante la excitación de la multitud que ahora había dejado de follar para
observarnos. Mis ojos se abrieron de par en par al ver sus miradas
hambrientas. Necesitaba salir de este lugar antes de ceder a la música y
acabar entre la multitud. Luché por apartar mis manos, pero su boca
tocó mi hombro y me hundí mientras el deseo desgarraba a través de mí.
Me hizo girar para que todo el mundo lo viera, y luego giró lentamente
mi cuerpo nuevo, dando a los que estaban en el escenario una deliciosa
vista de mi culo mientras él separaba mis mejillas y gruñía desde lo más
profundo de su pecho. Me giró de nuevo y me empujó hacia el escenario,
sin dejarme otra opción que caminar o ser pisoteada por él mientras
caminaba justo detrás de mí, guiándome.
Lucian esperó, con los ojos llenos de calor líquido mientras me
acercaba a él. La expectación del público era palpable, y la mía crecía a
cada momento al igual que la canción. Una vez que estuve lo
suficientemente cerca, Lucian me tendió la mano y la acepté, alejándome
del hombre que me había estado tocando.
—Me sorprendes —susurró Lucian sólo para mis oídos. Me empujó
hacia delante y me pasó el pulgar por el labio inferior. Se acercó hasta
que su calor me abarcó y amenazó con tragarme entera.
No olía igual. La fragancia del whisky caliente con un toque de cítricos.
No es que me importara, ya que seguía siendo celestial para mis sentidos,
desarmándolos mientras su boca se cernía sobre la mía. En el momento
en que su boca tocó la mía, gemí mientras el deseo se desplegaba de lo
más profundo de mí ser. Cuando retiró su boca de la mía, grité por la
pérdida de su calor. Me giró en sus brazos, forzando mi espalda contra
los gruesos músculos de su pecho.
Lucian me sostuvo los brazos, tal como había hecho el otro hombre
antes que él. Me mostró a los espectadores mientras empujaba mis
brazos hacia arriba, animándome a rodear su cuello. Sus manos se
deslizaron lentamente por mi cuerpo, hasta que encontraron mi coño
mojado, que fue recompensado con un gruñido de aprobación contra mi
oreja mientras sus dedos exploraban las curvas de mi sexo desnudo.
—Qué hermoso —murmuró, sus dedos empujando lentamente mi
cuerpo mientras la multitud nos observaba—. Tan jodidamente apretado
y húmedo; ¿es esto para mí? —Preguntó, y asentí con la cabeza—. Eres
más oscura que la otra —siseó mientras me levantaba sin previo aviso,
manteniendo mis piernas abiertas a la multitud mientras me mantenía
allí, en equilibrio sobre su cuerpo.
La multitud se calló con expectación. Me hizo girar en dirección a una
cama que no había notado antes, y la preocupación trató de colarse en
mis pensamientos, sólo para desaparecer cuando la canción aumentó su
seductor ritmo. Una vez que llegamos a la cama, me dejó en el suelo y me
empujó. Reboté en el colchón y me giré para verlo, mientras se
arrastraba lentamente sobre la cama.
—¿Quieres correrte por mí? —Su voz era un calor seductor que se
deslizaba sobre mi cuerpo y resonaba en mi cabeza. Asentí, incapaz de
decirlo en voz alta—. Dilo, Kendra. Dime que te haga venir, que te haga
mía. Quieres ser mía, ¿verdad?
—Sí —La única palabra se escapó de mi lengua, haciendo eco en la
multitud, que seguía observándonos.
Giró mi cuerpo hasta que volví a estar de espaldas mientras daba a la
multitud una vista sin obstáculos de mi sexo. Sus dedos se deslizaron por
mis pliegues, girando lentamente mientras golpeaba mi clítoris con sus
nudillos, rozando la delicada carne.
Podía oír los gemidos apagados de una mujer que estaba a nuestro
lado, así que me giré, mirando su forma vendada. Estaba atada, con las
manos a los tobillos, permitiendo que el hombre que se la follaba tuviera
el control total de su cuerpo. Sentí que mi cuerpo se calentaba ante la
idea de estar tan indefensa, sin control sobre lo que ocurría.
—Te follaré así —susurró Lucian contra mi oído. —Me follaría cada
parte de ti hasta que sepas que eres mía para hacer lo que quiera. Te
gustaría, ¿verdad?
Tragué saliva cuando sentí que algo húmedo tocaba mi coño.
Miré hacia abajo, encontrando al hombre de pelo oscuro y ojos violetas
mirándome fijamente mientras su lengua lamía mi sexo. El pánico se
apoderó de mí y traté de retroceder, pero Lucian me susurró al oído
mientras me besaba el cuello.
—Shhh, no te hará daño. Quiere probarte, saber a qué sabe tu dulce
coño cuando te corres. Quieres que te haga venir, ¿verdad?
Esta vez, negué con la cabeza. Lucian me separó las piernas, dándole
al serafín oscuro pleno acceso a mi cuerpo.
Me estremecí cuando sus ojos violetas se clavaron en los míos mientras
besaba y acariciaba mi coño con su lengua diabólica. Era hermoso, y
sabía lo que necesitaba, mi mente me pedía a gritos que terminara su
juego. Mi cuerpo quería que fuera de otra manera y exploté cuando el
hombre introdujo su lengua en lo más profundo. Gruñó mientras mi
cuerpo empujaba contra él en busca de más.
—Sólo tú —le dije a Lucian, pero moví mis caderas contra la hábil
lengua del hombre. Mi mente sabía que estaba mal, mi cuerpo quería
otro orgasmo de él.
—Tu cuerpo no miente tan fácilmente como tú lengua —gruñó Lucian
mientras sus dedos pellizcaban mi clítoris, y luego separaban mi coño
para el hombre, que empujó su lengua más profundamente, y luego la
sacó, sólo para pasarla lentamente por mis pliegues—. Míralo —exigió
Lucian, sujetando mi barbilla mientras me obligaba a mirar hacia abajo,
hacia él—. Estás tan caliente, tan jodidamente sexy. Estás ardiendo por
nosotros —gruñó, mientras veía al hombre retroceder, llevándose el
calor de su hábil boca.
Lucian me empujó a un lado, y yo grité al ser sacada de la deliciosa
bruma que había permitido que me envolviera. Me hizo girar hasta que
mi culo estuvo en el aire y mis piernas estaban abiertas, y entonces gemí
cuando sus dedos empujaron en mi coño dolorido.
—Qué chica tan mala, mira este desastre. ¿Qué voy a hacer contigo? —
dijo mientras sus dedos bombeaban dentro de mí y su boca tocaba un
globo redondo de mi culo, besándolo mientras su nariz presionaba. Su
lengua se deslizó alrededor de sus dedos, lamiendo el desastre del que
había hablado. Me estremecí cuando mi cuerpo empezó a moverse,
haciendo que sus dedos penetraran más profundamente en mi interior.
No estaba preparada cuando el orgasmo se disparó a través de mí,
violento, pero terminó prematuramente cuando retiró su boca y sus
dedos y me dio una palmada en el culo, provocando dolor y un calor que
me recorría. Gimoteé, con el orgasmo menguante aun palpitando en mi
cuerpo con la necesidad de terminar.
—Niña mala, no dije que podías correrte, ¿verdad? —gruñó, con un
tono de ira. Me dio la vuelta, mi cara a centímetros de su polla mientras
me miraba fijamente con furia en sus ojos—. No te corres a menos que yo
lo permita; ahora limpia el desastre que has hecho —Empujó su polla
contra mis labios, mientras me agarraba del pelo y forzaba su gruesa
polla en mi boca. Tuve una arcada cuando golpeó la parte posterior de
mi garganta; las lágrimas llenaron mis ojos mientras me adaptaba a su
tamaño y a la salinidad de su pre-semen. No era suave y en ese momento
no quería que lo fuera—. Así se hace, tómalo todo —me animó,
empujando más profundamente en mi boca mientras yo relajaba mi
mandíbula para acomodar más—. Mírame —gruñó, y levanté la vista,
encontrando su sonrisa pecaminosa, y había algo más oscuro de lo
habitual en ella. Algo que me molestó al registrarlo en el fondo de mi
mente. Se retiró y me pasó el pulgar por los labios mientras me empujaba
hacia abajo, moviendo su cuerpo entre mis piernas mientras su boca se
aferraba a mi sexo.
Sus ruidos eran de aprobación, y grité por el calor que su boca me
proporcionaba mientras sus dedos se deslizaban por mi culo. Estaba tan
perdida en su boca pecaminosa que cuando introdujo un dedo, me sacudí
sorprendida.
—Todavía no te han follado ahí, ¿verdad? —se rio, deslizándolo hacia
dentro, mientras yo me estrechaba contra su exploración. Era una
pregunta extraña para hacer. Me estaba deshaciendo y él lo sabía; mi
cuerpo se tensó y, en el momento en que debería haber explotado, se
retiró, me empujó hacia abajo mientras se inclinaba sobre mí—.
Contéstame.
—No, no lo he hecho —gemí, y entonces me giró la cara hasta que
estaba mirando a la mujer en el escenario mientras su polla se deslizaba
contra el desorden que había creado.
—¿No es hermosa? Mira como hacen que se corra para mí.
Observé como un hombre empujaba su polla contra su boca mientras
el otro se alejaba, su polla goteando semen mientras abandonaba el
escenario, otro ocupando su lugar inmediatamente. Ella se abrió a ellos,
su cuerpo empujando y tirando mientras uno mientras uno la penetraba
por detrás y el otro empujaba en su boca sin parar hasta que su polla
estaba enterrada hasta la base, en lo más profundo de su garganta.
—Ahora puede aguantar tres a la vez; es bastante complaciente. Me
ruega que la follen, que abuse de su dulce coño y garganta. Ahora es mía;
hace todo lo que le diga, cualquier cosa que le pida. Ella ya no mira, no
siente nada a menos que yo lo permita. Pronto estarás así, rogándome
que te follen. Sin saber nunca quién es el que entra en tus bonitos
agujeros, y aun así dispuesta a tomar a quien yo te diga.
—Lucian —supliqué, sin saber lo que estaba pidiendo, pero sus dedos
habían estado habían estado acariciando mi sexo mientras hablaba, y yo
necesitaba correrme, encontrar la liberación que sabía que él podía
darme.
—Llámame Luc —exigió con rabia. Se sentó de nuevo, mirando mi
brillante sexo, mojado por la necesidad de correrse como lo había hecho
la mujer que ahora gritaba—. Voy a follarte, ¿quieres? — Sus dedos
empujaron dentro de mí, forzándome a abrir más las piernas para
recibir más de él—. ¿Quieres que te folle hasta que mi polla acaricie tu
matriz, plantando mi semilla tan profundamente que no pueda ser
removida?
¿Semilla? Me tragué un gemido cuando retiró sus dedos mientras se
inclinaba para besar mis labios, atrayendo mi mente de nuevo a su
bruma de placer caliente. Cuando se retiró, me empujó al borde de la
cama, obligándome a mirar a la mujer que seguía dando placer a los
hombres con los que estaba. Mi cabeza colgaba del borde, y la levanté
para ver cómo Lucian se arrodillaba entre mis piernas. Su polla
empujaba contra mi coño y cerré los ojos, sabiendo que pronto se
enterraría en mi acogedor calor y que me correría.
Oí su risa y abrí los ojos mientras luchaba por incorporarme, sólo para
encontrar cosas parecidas a la vid que se arrastraban por mi piel. Gemí
mientras me acariciaban, enviando besos suaves como plumas sobre mi
carne. Su polla se frotaba contra mi húmeda raja, entrando en ella
lentamente mientras veía las lianas que estaban unidas a él lentamente
entrelazando mi cuerpo. Unas alas esqueléticas brotaron de su espalda, y
jadeé ante la extrañeza. Sus ojos, de un tono más claro que el índigo real,
se volvieron rojos, rojos como las llamas que lamían las paredes del
infierno. Dejé caer la cabeza, incapaz de sostenerla mientras las lianas
acariciaban mi clítoris y envolvían los picos de mis pezones, creando una
vorágine de sensaciones que amenazaban con consumirme.
Volví la cabeza hacia el público, palideciendo al contemplar la sangre
y las vísceras. Las mujeres y los hombres se desgarraban mutuamente.
Literalmente. Sacudí la cabeza y me giré para mirar a la otra mujer en el
escenario, sólo para descubrir que me habían quitado la venda, y mis
propios ojos me miraban. ¿Yo era la mujer del escenario? Parpadeé y
levanté la cabeza, encontrando una criatura inhumana entre mis piernas
mientras me miraba absorber el jodido caos que se desarrollaba a
nuestro alrededor.
Sus enormes y esqueléticas alas negras se expandieron y las lianas se
arrancaron de su cuerpo sin que él reaccionara al dolor mientras la
sangre se filtraba por donde habían escapado.
Se retorcieron al salir de su cuerpo, deslizándose sobre el mío con un
placer que no pude ignorar. Acariciaron mi coño, frotaron mi clítoris
mientras él mecía sus caderas, la punta de su polla permanecía acunada
en mi coño.
¿Qué mierda era esta? Bajé la cabeza, tratando de ignorar lo que mis
ojos me decían y concentrarme en lo que mi cuerpo sentía: un placer al
rojo vivo. Lo era todo. Necesitaba concentrarme en eso, y en nada más.
Mis ojos se abrieron en contra de mi voluntad cuando oí que me
llamaban por mi nombre. Lo estaban gritando. Parpadeé ante mi reflejo,
que ahora me gritaba mientras Lucian se reía perversamente mientras
empujaba más dentro de mi cuerpo. Algo empujó en mi boca y tragué,
incapaz de detenerme mientras empujaba más adentro.
El dolor estalló cuando todo lo que estaba sucediendo se registró a la
vez. Luché por incorporarme, pero me tiraron del pelo y el hombre que
me había probado el coño apareció. Me hizo mirar a Lucian... que no era
Lucian en absoluto.
Un Ángel de la Muerte me miraba fijamente, con sus rasgos retorcidos
de satisfacción al verme luchar por escapar de las monstruosidades que
intentaban entrar en mi cuerpo a través de mi piel. No eran lianas;
estaban vivas, como él estaba.
—Grita —exigió mientras empujaba más adentro—. Me dejaste
entrar, así que ahora me perteneces. Nadie puede protegerte de mí, ni
siquiera él. Me pertenecen las dos —Se enterró en mi cuerpo y temblé
mientras explotaba alrededor de su polla. Los músculos ardían, se
tensaban mientras mi cuerpo se apretaba contra su polla, ordeñándola
mientras el orgasmo me desgarraba—. Me pertenecen las dos, y él no
puede salvarlas ahora —Su voz llenó la habitación, ahogando la música
mientras me veía luchar contra él—. Mis dulces chicas, tan jodidamente
hermosas —gruñó mientras bombeaba más fuerte en mi cuerpo, como si
se le acabara el tiempo.
—¡Despierta!
Las palabras desgarraron mi mente. Otro orgasmo me desgarró
mientras algo golpeaba mi cara. Sentí que me tiraban en dos direcciones,
como si algo estuviera tratando de alejarme de esta criatura que me
daba placer.
Me estremecí cuando la sangre goteó de mi nariz y luego jadeé cuando
agua cayó sobre mí. Parpadeé, viendo como las criaturas aladas me
miraban a los ojos con una diversión enfermiza. Me agarraron con
manos ásperas y luego me echaron agua sobre la cabeza, agua helada.
—¡Despierta!
La voz retumbó en mi oído, rebotando en mi cuerpo y mi mente.
Parpadeé, viendo cómo mi amante de los sueños era expulsado de mi
cuerpo violentamente por llamas azules. Llamas azules que chocaron con
unas rojas al estallar, protegiéndome del calor abrasador. El sonido de
una risa resonó en mis oídos mientras unas manos me levantaban,
obligándome a volver a la realidad.
—¡Maldito y jodido infierno, despierta!
Algo me abofeteó y parpadeé, el eco de los orgasmos aún se aferraba
a mi cuerpo. Gemí mientras sentía todo. El agua helada, la cosa clavada
en mi garganta, y la polla que se retiró, seguida del eco de su risa.
Me agaché, vomitando hasta sentir la cosa que se había deslizado por
mi garganta. Tiré de ella, forzándola a salir mientras vomitaba todo lo
que tenía en el estómago. Era interminable. Me detuve, incapaz de
sacarlo mientras el dolor me desgarraba. Las fuertes manos bajaron,
sin importarles que la saliva y la sangre se escaparan junto con la
criatura que se retorcía, y la sacaron de un tirón.
Miré a los aterradores ojos de medianoche y grité. Me golpeé contra
la pared de una ducha con fuerza, mi cuerpo desnudo era una mezcla
de dolor y magulladuras con el dolor fantasma de los dedos seductores
que jugaban en mi coño.
—¿Te ha follado? —fue la pregunta que me hizo y me estremecí
hasta que mis dientes castañearon violentamente.
—Fue un sueño. Sólo un sueño —gimoteé mientras otro orgasmo
amenazaba con consumirme. Esto no estaba sucediendo, ¿verdad?
Enterré mi cara en mis manos mientras mi cuerpo temblaba y mis
rodillas se doblaban. Unas manos me agarraron, atrapándome antes
que pudiera caer y entonces el orgasmo me desgarró, solloce por lo
que me estaba sucediendo. Estaba corriéndome en los brazos de
Lucian por una pesadilla que él acababa de protagonizar.
—Voy a arrancarle la puta columna vertebral por la boca —gruñó
mientras me sujetaba con cuidado, como si yo fuera una flor delicada
que fuera a marchitarse.
Un sollozo salió de mi pecho cuando me llevó a la otra habitación,
tocando mi estómago mientras separaba mis piernas, y luego me miró
con ojos helados de medianoche. Miré hacia abajo, encontrando marcas
rojas por mis piernas, el torso y los pechos, y luego levanté mis ojos
llenos de lágrimas hacia los suyos con una acusación escrita en ellos.
Si sólo había sido un sueño, ¿por qué mi sexo estaba hinchado y
dolorido? ¿Por qué había vomitado Dios sabe qué en el baño?
—Vístete, ahora —gritó mientras se ponía de pie y se alejaba de mí
como si yo fuera una vil criatura que no pudiera soportar.
Capítulo 6

¿Qué mierda quieres decir con que no estaba soñando?


~Lena.

Estaba sentada en el sofá, envuelta en una manta, mientras Lucian


relataba la delicada posición en la que me había descubierto a mi
madre y a Alden. Les dijo que había pasado por la tienda para recoger
su pedido antes de tiempo, ya que normalmente estaba lista antes de la
hora solicitada. Les explicó cómo había encontrado la puerta sin llave y
entró para encontrarme en una situación más que comprometida.
Por suerte, se había saltado algunos de los detalles embarazosos,
como que yo desnuda, lo que todavía no podía entender, o que había
estado vomitando algo raro.
—¿Y estás seguro que era un demonio? —preguntó Alden, y Lucian
asintió con una mirada que pasó entre ellos que me preocupó—.Los
demonios del sueño son casi desconocidos hoy en día; los humanos son
a quienes prefieren ir a buscar, ya que las brujas normalmente pueden
ignorar su presencia en estado de sueño.
—Normalmente, sí —explicó Lucian con paciencia—. Pero éste
debió tener algo que ella quería, algo que la atrajera hacia él.
O alguien.
—No pueden hacer nada a menos que la persona que sueña quiera lo
que le ofrecen —Su tono se volvió condenatorio mientras hablaba.
—¿Así que lo que estás diciendo es que quería tener sexo con él? —
Pregunté bruscamente, y el cristal se rompió. Giré la cabeza en la
dirección del sonido y encontré a Lucian mirándome con una mirada
que fácilmente podría matar. Bajé los ojos a su mano, que rezumaba
sangre donde el cristal la había atravesado.
—Oh, Dios —murmuró mi madre mientras se ponía en marcha y
cogía un paño de cocina para envolver su mano—. Puedo curarla —se
ofreció, y mis ojos fueron de nuevo a su furiosa mirada azul-negra.
—Está bien, tengo las runas activas. Se curará en breve sin ayuda —
Él continuó mirándome fijamente—. ¿Te lo follaste? —espetó con
rabia, y los ojos de mi madre miraron nerviosamente de mí a Lucian.
—Fue un sueño —grité.
Odié que todavía sintiera el toque de esa criatura en mi piel. Odiaba
recordar cada detalle escabroso. Odiaba que el hombre sentado en el
sillón frente a mí tuviera el mismo aspecto que el supuesto demonio.
—Sigue diciéndote eso y puede que acabes creyéndolo.
—¡Si no era un sueño, no fue mi culpa! Se supone que los sueños no
son reales, por eso se llaman sueños —argumenté.
—¿Cómo la protegemos? —interrumpió mi madre, poniendo fin a
nuestra discusión.
—Ella tiene que luchar contra él; pero antes de poder luchar contra
él, tendría que no querer follarlo primero.
—¡Yo no quería follarlo! —gruñí mientras me ponía de pie y lo
miraba con furia.
Él se movió sigilosamente como una pantera, hasta que se elevó
sobre mí y me miró con desprecio.
—¡Tuviste que haberlo hecho o no habría podido llegar a ti!
—¡No lo quería a él!
—Entonces, ¿qué pudo haber hecho para convencerte de que te lo
follaras? —gritó, sacudiendo las macetas.
—Él no hizo nada. Fuiste tú —susurré fríamente—. Tú fuiste el
demonio, Lucian. Me acosté contigo. Dejé que me usaras, me tocaras y
jugaras conmigo. Si era un demonio, dejé que me follara porque pensé
que eras tú.
Tragó y pareció desinflarse un poco cuando la lucha lo abandonó.
Sus ojos se cerraron mientras se frotaba las manos por la cara como si
estuviera agotado.
Lucian me agarró la mano y me estremecí, recordando cómo me
sostuvo durante el violento orgasmo que no me había dado, pero me
había acunado durante proceso, abrazándome mientras lloraba en su
pecho.
Cuando seguí mirando su mano, la soltó. Volvió a ocupar su lugar
frente a mí, y me senté tranquilamente mientras la habitación
permanecía en un silencio ensordecedor. Quería gritar y llorar, pero
sobre todo, quería averiguar por qué se dirigió a mí en primer lugar.
—¿Por qué yo, por qué me eligió a mí? —Pregunté en voz baja.
—Eres poderosa, fértil y no estás casada. Todavía tienes que elegir
una pareja para procrear, así que eres un blanco fácil. A los demonios
como él, les gusta procrear porque entonces tienen el control total
sobre la que lleva a su hijo no nacido y sobre el propio niño una vez
que nace.
—¿Así que estás diciendo que cuando dijo semilla, quiso decir que
quería impregnarme? —Tragué contra mi estómago revuelto mientras
el color se drenaba de mi cara.
—Bueno, él no podía lograr ese objetivo a menos que tú estuvieras
de acuerdo —espetó, e hice una mueca ante sus palabras
condenatorias—. Tienes que contarme lo que pasó, y empezar desde el
principio.
Le miré fijamente y luego miré a mi madre y a Alden. Me sonrojé y
moví mis ojos de nuevo a Lucian.
—Eso no va a pasar.
—Déjennos —exigió, y mi madre y Alden se levantaron, aunque
esperaron a mis indicaciones.
Me mordí el labio inferior y asentí ante su pregunta no formulada.
Iba a contarle todo a Lucian. Cada vez que el aquelarre tenía un
problema, era a él a quien acudían. Si lo que decía era cierto, me había
entregado a un demonio que parecía y sonaba exactamente como
Lucian, lo que significaba que el demonio lo conocía.
Había necesitado su forma para conseguir que sucumbiera a él, lo
que decía mucho, ya que nadie sabía que yo sentía una gran atracción
por este hombre.
Una vez despejada la habitación, Lucian se levantó, dirigiéndose al
aparador, y cogió una botella de whisky antes de quitarle el tapón.
Sirvió el líquido ámbar en el vaso y volvió hacia mí, ofreciéndome
tranquilamente uno de los vasos de cristal. Mientras lo cogía, se sentó
en el sofá, demasiado cerca para ser cómodo.
—¿Qué aspecto tenía? —me preguntó, con su mirada penetrante que
parecía querer perforar un agujero en mi cabeza mientras yo miraba la
puerta por la que mi madre y Alden acababan de desaparecer.
—El tuyo —respondí en voz baja—. Lo primero que recuerdo del
sueño... Comenzó conmigo caminando por un club, uno que supuse que
era tuyo. Intentaba salir, pero alguien me agarraba, y cuando miré al
escenario, tú estabas allí. Era como si no tuviera voluntad propia y me
dejara llevar por la corriente. El hombre que me agarró... dejé que me
quitara la ropa. Le dejé hacerlo porque pensé que me estabas mirando,
y quería que eso sucediera, supongo. Lo dejé llevarme a ti, y luego me
mostraste a todos, y te dejé. Soy tan idiota —Mi voz se entrecortó—. El
que me agarró... le dejé... le dejé que me hiciera cosas. Lo dejé porque tú
querías que lo hiciera —Mi voz se quedó en un susurro mientras me
cubría la cara con las manos, odiándome a mí misma mientras contaba
cada escabroso detalle, hasta lo que sentí al deshacerme por la
criatura.
Una vez que la historia estaba fuera, esperé unos momentos para
que él dijera algo. Cuando pasaron unos momentos más sin ninguno de
sus devastadores comentarios, volví los ojos hacia Lucian y lo encontré
estudiándome en silencio. Parecía enfadado, herido y violento, una
extraña combinación teniendo en cuenta todo lo que había pasado y
todo lo que sabía de él.
Se levantó y se alejó de mí, como si yo fuera una cosa sucia de la que
no pudiera alejarse lo suficientemente rápido.
—No deberías haber dejado que te tocara —me gritó.
Me giré en mi asiento y le miré incrédula.
—No sabía que no eras tú quien me tocaba —argumenté.
—Deberías haber sido capaz de ver a través de él. ¿Qué tipo de
música sonaba en tu sueño? —gruñó.
—Marilyn Manson, Sweet Dreams are Made of This.
Me miró fijamente, asintiendo.
—El ritmo, ¿te llamaba?
—Fue como si me atravesara, llevándose la parte de mí que quería
huir. Cada vez que me asustaba, la música subía de volumen o el ritmo
se aceleraba. Una vez que lo hacía, él me tocaba y yo volvía a
concentrarme en él. Sin embargo, lo quería a él, no importaba lo que
estuviera sonando, quería que él me tuviera.
—¿A él o a mí? —Había un dolor en sus ojos que no entendía.
—A ti, Lucian —admití, aunque con dudas—. Te quería a ti por
alguna loca razón.
—Porque me deseas, y él es una criatura que se alimenta del pecado.
La lujuria es importante para los demonios.
—Sabes quién es, ¿no?
Mis ojos se entrecerraron mientras observaba cuidadosamente cada
matiz de él.
—Sí —escupió como si hubiera probado algo desagradable, y tragué
con fuerza.
—¿Quién era? —Mi voz vaciló y sonó entrecortada. Me miró durante
unos momentos mientras consideraba sus palabras, y cuando llegaron,
fue como si hubiera dirigido una bola de demolición hacia mi cuerpo.
—Lucifer —Su voz era tan clara, que no había forma de que pudiera
confundir lo que lo que acababa de decir. Me estremecí mientras las
lágrimas llenaban mis ojos y ardían mientras se deslizaban lentamente
por mis mejillas—. Te follaste al diablo, Kendra.
—Él no terminó, y yo no acepté llevar su semilla, o lo que sea que era
—respondí mientras las náuseas me quemaban por dentro.
—Lo tomaste en tu boca; lo dejaste entrar en tu cuerpo. Casi le
entregaste tu alma; no importa si estuviste de acuerdo o no en este
punto. Ahora te ha marcado, lo que significa que tengo que deshacerlo.
—¿Cómo?
—Eso es lo que tengo que averiguar. Hasta que lo haga, no harás
nada sola. Definitivamente no dormirás sola. Lucifer llegó a ti una vez,
lo hará de nuevo. Eres fértil, lo que es un aliciente más para que lo
intente de nuevo. Tu hijo sería poderoso, pero un hijo tuyo y de él... —
Hizo una pausa, mirándome fijamente mientras el tic de su mandíbula
martilleaba con rabia—. Sería un hijo más poderoso de lo que podrías
imaginar.
Me estremecí cuando un sollozo sonó desde la puerta de la cocina.
Me giré en esa dirección, y vi a mi madre tapándose la boca mientras
las lágrimas corrían por su cara. Alden la sostenía mientras me miraba
fijamente.
Me había acostado con el diablo; porque la mierda de aquí no era lo
suficientemente loca, ¿por qué no follar con Lucifer?
—¿Cómo evitamos que me encuentre? —Me aparté del horror que
acababa de ver en los ojos de mi madre—. ¿Hay algún hechizo, o alguna
trampa del diablo? ¿Hay alguna manera de evitar que me encuentre?
—Yo, me usaras. No se arriesgará a tener que esperar los nueve
meses para saber si el niño que cría es suyo o mío.
—¿Perdón? —Parpadeé, preguntándome si no lo había oído bien.
Capítulo 7

Entonces, eso sucedió.


~Lena.

Miré mi reflejo en el espejo mientras me preparaba para ir a la cama.


Me había duchado y me había frotado hasta que cada parte de mi
cuerpo estaba roja y dolorida. No importaba lo mucho que me
restregara, esos dedos fantasmas seguían tocándome de forma
pecaminosa. Miré a la débil chica del espejo, preguntándome por qué
habría hecho algo tan estúpido, teniendo en cuenta que odiaba a
Lucian. Cogí el jarrón que estaba sobre la encimera y lo lancé contra el
espejo, cerrando los ojos mientras el cristal se hacía añicos.
Recogí uno de los fragmentos y lo dejé caer mientras miraba
fijamente el reflejo fracturado que me devolvía. Era un desastre, y
ahora que mi madre y Alden me habían dejado sola con Lucian, me
sentía perdida. Lo más probable es que lo habían hecho para poder
correr a contar al aquelarre lo que yo había permitido que sucediera, y
con la esperanza de evitar que le ocurriera a las otras. Yo era un
desastre a la defensiva que quería estar en cualquier otro lugar que no
fuera aquí ahora mismo.
Tome la escoba y el recogedor para limpiar los restos que parecían
simbolizar mi vida. Me permitió tener la oportunidad de poner mi
cabeza en un lugar mejor. Lentamente limpié los fragmentos brillantes,
sólo para que la ilusión se rompiera momentos después cuando me
dirigí al pasillo desde el baño. Me detuve al ver a Lucian apoyado en el
marco de la puerta de mi habitación, observándome con diversión en
sus ojos.
Me crucé de brazos y pensé en cambiarme de nuevo. Llevaba un
camisón negro, que ofrecía poco a la imaginación, pero en
retrospectiva, nunca lo compré pensando en que alguien se acostara
conmigo. Tenía pequeños lazos cosidos en el dobladillo y otros a juego
en la parte superior con tirantes. Todos mis pijamas normales estaban
sucios ya que pasaba muy poco tiempo aquí, y la mayor parte de mi
tiempo estaba envuelta en el entrenamiento o trabajando en la tienda.
—¿Estás bien? —preguntó suavemente cuando me acerqué a la
puerta de mi habitación.
—Estoy bien —espeté, incapaz de detener el auto-desprecio que
consumía mi mente. Se enderezó, mirándome como si hubiera dicho
que mi pelo estaba en llamas, en lugar de bien.
Lo empujé y me dirigí a la cama que compartiríamos esta noche. Era
medianoche, todavía faltaban demasiadas horas para el amanecer, y mi
madre le había sugerido que durmiera en mi habitación, para
protegerme de que me sedujera el diablo. Como si él no fuera otra
versión del diablo, excepto esta interpretación en carne y hueso.
—Quédate en tu lado de la cama —advertí. En el momento en que lo
dije, miré la cama y le fruncí el ceño—. Esto no va a funcionar.
—Funcionará —Su tono transmitía más confianza de la que yo
sentía. Se quitó la camisa y mi boca se secó. Sus músculos ondulaban en
la habitación poco iluminada, y yo me pasé la lengua por los labios
mientras me alejaba de él—. Tendremos que acercarnos, lo cual está
bien, ya que tengo que tocarte para mantener a raya a los monstruos.
No puede llegar a ti si estás conectada.
—¿Conectada? —Pregunté vacilante mientras me daba la vuelta
justo a tiempo para verle ponerse un pantalón de chándal que no
ocultaba el hecho de que no llevaba nada debajo.
—Si alguien se agarra a ti, no puede tirar de ti hacia él. Es una de las
leyes básicas de la física, así que mientras yo te sostenga, él no puede
tenerte.
—¿Así que todo lo que tengo que hacer es encontrar a alguien que
duerma conmigo cada noche y no te necesitaré? —Levanté una ceja
como pregunta.
Su boca se transformó en una sonrisa furiosa.
—Si son lo suficientemente fuertes como para luchar contra el diablo
en persona para retenerte, claro —musitó con una sonrisa presumida.
—¿Estás muy seguro de que fue él con quien estuve?
—Métete en la cama, me haces perder el tiempo —respondió
bruscamente mientras me quitaba las zapatillas y lo miré fijamente.
Levanté la vista mientras empezaba a poner los ojos en blanco, sólo
para encontrar una enorme trampa roja del diablo que se había
marcado en el techo sobre mi cama. Eso quitó la lucha de mí; la
realidad era una perra.
Hice lo que me pidió, me metí debajo de las sábanas y luego me
estremecí cuando él hizo lo mismo, nuestros cuerpos se conectaron
cuando me acercó y acunó mi cabeza en su brazo. Encajábamos
perfectamente, como dos piezas de puzzle que se habían perdido y que
ahora se reconectaban.
Inhalé su aroma masculino y terroso y cerré los ojos, sabiendo que el
sueño no llegaría fácilmente, no después del último sueño que había
tenido.
—¿Pelearías con el diablo por mí? —Murmuré mientras abría los
ojos y me giraba para mirarlo, lo que fue un gran error. Nuestros labios
estaban a escasos centímetros, su aliento abanicó el mío, y me lamí los
labios mientras miraba fijamente sus ojos, cúspides interminables que
respondían a mi pregunta.
Él sonrió.
—Algunas personas asustan al diablo —susurró mientras sus ojos
bajaron a mis labios. El tic en su mandíbula volvió, como si estuviera
considerando donde habían estado antes mis labios —. Otras se
convierten en sus juguetes. No seas de esas. Sé alguien que él tema.
Ahora duérmete antes que te muestre la diferencia entre él y yo.
Me di la vuelta y luego salté cuando su brazo me rodeó la cintura,
justo debajo de mis pechos. Podía oír mi corazón palpitando en mis
oídos, sentirlo latir en mi pecho, lo que significaba que él también
podía hacerlo. Su nariz estaba en mi pelo, respirando, y podía sentir el
calor que desprendía su cuerpo.
—Esto no va a funcionar —refunfuñé mientras me sentaba y me
frotaba las sienes. Podía sentir sus ojos en mi espalda mientras estaba
sentada, odiando la idea de dormir junto a un hombre al que ni
siquiera me había dado cuenta que quería hasta que lo había
secuestrado. Entonces, como si fuera castigada por desearlo, permití
que Lucifer se hiciera pasar por él... lo cual, resultó no ser un sueño.
—Mírame —gruñó, y me mordí el labio inferior antes de girarme y
mirarlo—. No eres la primera en ser engañada por él, y no serás la
última. No puedes quedarte despierta para siempre, así que pon tu
culo en la cama antes de que te sujete hasta que te duermas.
—Sólo inténtalo, carajo —resoplé. Me levantaron y me tiraron al
colchón de golpe. Su pesado cuerpo inmovilizó el mío contra la cama y
una sonrisa sexy se dibujó en sus labios mientras yo lo miraba
sorprendida.
—Yo no intento nada, pequeña. Si te digo que voy a hacer algo,
piensa que lo voy a hacer. No me desafíes, porque me gusta ganar —
murmuró mientras bajaba su boca a la mía, como si estuviera
probando lo que yo podría hacer.
Levanté mis labios hacia los suyos, sin besarlo, pero necesitando
saber la diferencia. Tal vez entendiera lo que estaba haciendo, o tal vez
no. Inhalé profundamente, abrí los ojos y lo encontré mirándome con
una intensidad que me hizo temblar.
No estaba convencida que no hubiera sido él en mi sueño. Se había
sentido tan real. Había notado similitudes, pero también había sutiles
diferencias. Le lamí los labios, necesitando que se abriera para mí, pero
no lo hizo. En su lugar, un gruñido gutural escapó del fondo de su
pecho y se apartó de mí.
—Duérmete —me espetó.
Me aparté, odiando haber intentado algo con él. ¿Qué coño me
pasaba? Él era parte de la razón por lo que me había pasado todo esto.
Había asumido que estaba con él, con nadie más. Lo quería tanto, que
me había permitido bajar la guardia, y eso me había traído aquí, a mi
cama, con este hombre acunándome mientras lágrimas silenciosas
rodaban por mi mejilla.
—Duerme —retumbó su voz, resonando en mi mente, y no luché
contra él. No pude. Mis ojos se cerraron y mi cuerpo se hundió
mientras sucumbía a su demanda.

LUCIAN
Iba a destruir a Lucifer. Destruirlo, poco a poco, hasta que no
quedara nada. Había entrado en su tienda, sorprendido por los dulces
ruidos que había hecho. Mi polla había reaccionado, endureciéndose
con la necesidad de follarla hasta que no pudiera moverse después. La
misma mierda que me había estado persiguiendo desde que la había
follado en la cabaña a la que me llevó la semana pasada.
Luego escuché otras voces, y había visto rojo. Empujé a través de las
puertas delanteras, encontrando la habitación de su destilería abierta.
Ella estaba en el sofá, desnuda, con su cuerpo retorciéndose mientras
tocaba su dulce botón, moviéndolo con urgencia. Retrocedí, viendo
cómo su cuerpo se movía y sus ruidos me llevaban al borde de la
locura, hasta que susurró Luc. Muchos me habían llamado así antes,
pero entonces había olido el azufre, había notado la forma en que su
cuerpo se movía, como si realmente estuviera siendo follada. La liana
se había deslizado de entre sus labios y mi estómago había caído ante
lo que estaba siendo testigo. Él se estaba follando a mi Lena. Había
llegado a ella de alguna manera, había descubierto que eran gemelas y
de alguna manera había conseguido su permiso para entrar en su
cuerpo.
Sostenerla mientras escapaba de él sin estrangularla había sido un
acto de fuerza de voluntad suprema. Quería mostrarle las diferencias,
hacerla sentir, para que no volviera a confundir la diferencia, porque
de alguna manera había sabido que él utilizó mi imagen para llegar a
mi chica. Él moriría pronto, pero por ahora tenía que evitar que ella
cayera en sus manos, lo que significaba que tenía que permanecer
cerca sin apegarme emocionalmente a ella.
—Esto es inesperado —la profunda voz de Hades susurró a través
de la habitación antes que su forma se solidificara con el humo.
Me giré, mirándolo fijamente a los ojos, de color violeta, que
observaron mi cuerpo antes de dirigirse a la forma de Lena,
escasamente vestida, se detuvo en el lugar donde su cadera se había
quedado al descubierto al quitarse las mantas. Sin pensarlo, moví mi
mano para taparla, cubriéndola de la ardiente curiosidad de sus ojos.
—No merece la pena empezar una guerra por ella. Cancela la
recompensa que pusiste sobre la cabeza de Lucy.
—Vete a la mierda, Hades. La quiere porque es mía, por lo que cree
que tiene. Sólo eso debería asustarte, considerando lo que pasaría si
ese imbécil pone sus manos en el sello antes que nosotros. Considera
esto, amigo: Soy más viejo que ustedes dos. Soy eterno, más que
inmortal e interminable. No creo que el imbécil busque el sello sólo
para poder jugar amistosamente al escondite; por lo que he oído, se
cansa de estar atado al Infierno. No puede permanecer fuera del
infierno más de unas horas sin que sus fuerzas se debiliten. Quiere
abrir las puertas, pero no ha descubierto cómo hacerlo.
››Ahora, está creando secuaces para que le ayuden desde fuera. Él
tenía intención de colocar su bastardo en el vientre de ella esta noche.
Si lo hubiera hecho, tendría algo más que un peldaño en este mundo.
Tendría un hijo lo suficientemente fuerte como para demoler las
Puertas del Infierno y lograr su objetivo con el sello. ¿De verdad crees
que su Dios sería misericordioso si todo su rebaño fuera asesinado o
poseído por demonios? Lucifer es simplemente un niño para nosotros,
uno que necesita ser golpeado en su trasero para que se le muestre
dónde está en la cadena de mando. Los otros Dioses ya se han dado
cuenta que sus demonios están aquí, vistiendo a los humanos como si
fueran putos disfraces de Halloween. Tarde o temprano, conseguirá la
guerra que quiere.
—¿Qué importa si el cielo se cae? —Hades se encogió de hombros,
sus ojos se entrecerraron mientras me observaba—. Ya hemos lidiado
con los problemas de otros durante mucho tiempo. Dejemos que
limpien sus propios jodidos líos.
—¿Crees que esta ronda es sólo porque quiere un poco más de
espacio para moverse? ¿Cuánto tiempo pasará antes que los viejos
Dioses y los Nuevos Dioses se declaren la guerra unos a otros, o a
nosotros, en todo caso? Ese sello que está buscando no sólo abrirá este
mundo al infierno, abrirá todos los mundos. Cada mundo, Hades. Sólo
unos pocos seres saben lo que eso implica. Sabes muy bien que no
estamos preparados para luchar con esas criaturas de nuevo. Además,
si vienen, significa que perderemos todo lo que hemos trabajado para
lograr aquí. No habrá lugar ni mundo donde podamos escondernos de
ellos. Ese sello es lo único que los mantiene donde están. Así que o
ayúdame, o vete a la mierda.
—Sabes de qué lado estoy: he estado a tu lado desde los albores del
hombre —dijo—. Hablando de bandos, creo que es mejor que lo
escuches de mí en lugar de uno de tus pequeños espías: la he probado
esta noche...
Más rápido de lo que pudo pestañear, salí volando de la cama, lo
agarré y lo inmovilicé contra la pared; mis ojos ardían en fuego azul
mientras gruñía, a centímetros de su garganta.
—Debería destruirte.
Se burló, mirándome fijamente mientras sostenía su garganta con un
agarre mortal.
—Separé su dulce coño y ella cabalgó sobre mi cara, corriéndose tan
bellamente. Ella hace los ruidos más divinos, ¿verdad? Y sabe a cielo,
tanto que ninguno de nosotros tiene suficiente.
Mi mano se tensó y sin embargo, el bastardo siguió sonriendo. Medí
mis palabras para que no hubiera dudas sobre lo que sentía por lo que
había hecho.
—Ella es mía y sólo mía, y si quieres continuar con tu lamentable
existencia, te callarás la maldita boca sobre lo que le hiciste.
—¿Por qué? Si no hubiera hecho que su coño se mojara, si no la
hubiera hecho correrse con fuerza para mí, estaría embarazada ahora
mismo. Puse un bonito hechizo anticonceptivo sobre su precioso
vientre con mi lengua mientras la lamía para que él no pudiera plantar
esa semilla que ella aceptó tan ciegamente albergar. Sabía qué gemela
había arrastrado a Abbadon. Sabía que ella era tuya, y aunque podría
haberme quedado atrás y verle hacer lo que quisiera, improvisé. Se la
presenté a él, al mismísimo diablo. La desnudé, la mantuve calmada y
controlé su mente para que no él la destrozara ni la violara. Él lo habría
hecho; le habría hecho las mismas cosas que le hizo a su dulce hermana
hasta que ella dejara de luchar contra él.
››Ahora que su hermana lleva su hijo, no es más que un juguete roto
que ha sido entregada a sus secuaces para que la utilicen. Así que sí, me
aseguré que no le pasara a tu chica, y te he dado algo de tiempo para
llegar a ella —Me miró críticamente mientras yo solté su garganta y me
alejé de él—. Este sentimentalismo no es habitual en ti. No te importa
ella; te importa la idea de ella. Eres el monstruo al que llaman a
masacrar hordas de monstruos. Eres la muerte, y sin embargo aquí
estás, con otra mortal. Criaturas frágiles y débiles que tienen una fecha
de caducidad que comienza su cuenta regresiva en el momento en que
respiran por primera vez —Se dirigió a un sillón con volantes y se
acomodó en él, su gran tamaño empequeñecía la absurda cosa, pero se
las arregló para parecer tranquilo mientras cruzaba sus largas piernas
y me miraba expectante.
—Ella es diferente —dije con rabia, odiando que me importara. Era
una maldita debilidad que no necesitaba ni quería, y que sin embargo
no podía matar.
—Este no eres tú. Has pasado demasiado tiempo en este plano
mortal y estás empezando a sonar como uno de ellos. Tienes que
despertar de una puta vez y ver lo que está sucediendo a tu alrededor.
Faery está entrando en este mundo y su Diosa, bendito sea su sexy y
apretado culo, no puede evitar que suceda. El Rey de la Horda, tampoco
puede detenerlo. Los demonios ya están aquí, han estado en este
mundo durante milenios y a nadie le importa más que a nosotros.
¿Dónde están los otros dioses? No están aquí, no están sudando para
salvar a ninguna de estas débiles criaturas. No, sólo nosotros. Sigues
luchando contra esto, pero es interminable, y personalmente, estoy
malditamente cansado de verte caer por una mortal mientras te
mientes a ti mismo diciendo que no lo has hecho. Te he visto matar a
las encarnaciones de Katarina demasiadas malditas veces. Si piensas
cambiar el ciclo, tienes que cambiar la forma de enfocar tu problema.
Después de eso, si planeas jugar con los mortales, encuentra una por la
que valga la pena morir. Este juego del gato y el ratón es interminable,
y eso es porque ella es mortal y tú eres mucho... más.
—Magdalena no es Katarina —ladré, y vi cómo una sonrisa burlona
se levantaba de su boca. Lo golpeé, observando cómo vacilaba muy
brevemente.
La sangre goteó de la comisura de su boca y se la limpió con el pulgar
antes de lamerla. El fuego del infierno bailaba en sus ojos violetas que
se clavaron en los míos.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Comenzó lentamente mientras
se acomodaba en el sillón—. Si yo fuera Katarina, habría enviado a
Lena para que te distrajera. Ella parece hacer precisamente eso, ¿no?
Pero si somos sinceros, sus coños no saben nada iguales —Su burla
pretendía enfurecerme. En lugar de eso, sonreí, observándolo con
indiferente frialdad. Suspiró y negó con la cabeza, sabiendo que no iba
a conseguir que admitiera lo que él quería, y cambió de táctica—. Luc
ha subido la apuesta esta noche; alégrate de que yo estuviera allí
cuando hizo su pequeño truco. Hice mi hechizo para protegerla de lo
que él quería que viera. Él quería que viera el caos que se desarrollaba
a su alrededor. La alimenté con una ilusión de lujuria. Toqué música
dentro de su alma con mi toque. Ella nunca se dio cuenta que estaba
hasta los tobillos de sangre mientras yo llevaba su pequeño y perfecto
culo al escenario. No se dio cuenta que la multitud se estaba
desgarrando porque nunca pueden encontrar liberación en ese lugar.
—¿Sabes si ya llevó a Kendra a través de las Puertas del Infierno?—
Pregunté, estrechando mis ojos en su forma dormida.
—La ha mantenido en movimiento en diferentes niveles que rodean
las puertas desde hace unas semanas. Escondida justo en el borde del
reino, no lo suficientemente profundo como para saber si ella alberga
el sello, si eso es lo que te estabas preguntando. Si alberga el sello,
habría un espectáculo de mierda que ninguno de nosotros podría
haberse perdido si cruzaba con ella —Me miró especulativamente—.
Ahora que ha probado el fuego en ambas, no se mantendrá alejado. No
cuando sabe que hay dos de ellas; no cuando sepa que se equivocó de
hermana primero y que tú escondiste a la otra.
—Podrías haber evitado que se la follara —gruñí mientras me
acercaba más a Lena.
—Claro que podría haberlo hecho. Es que me encanta tener ataques
repentinos de estupidez para hacer que ese pequeño bastardo
sospeche de mí —Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros—.
Te di suficiente tiempo para llegar a ella, ¿y qué si metió la polla dentro
de ella? Sólo lo retrasé y me puse en el camino para que no consiguiera
lo que lo que realmente quería, y sabía que no estarías muy lejos. Por
suerte, la sacaste antes que pudiera convertirla en un cadáver. Lo
habría hecho, sólo para asegurarse de que perdieras. No te equivoques,
Lucian, esto es un juego para él. Estas chicas no son más que peones.
Esta tuvo suerte; su hermana es la que está siendo torturada porque
Luc pensó que era tu amante, mientras que esta no sufrió más que un
pequeño tiempo sexy en los brazos del diablo. Por cierto, cuando ella
recuerde quién es y lo que has hecho, ¿crees que tropezará de buena
gana y caerá sobre tu polla? ¿O te odiará tanto como mi esposa me
odiaba a mí? Podría ir en cualquier dirección; ella es una chica del tipo
whisky, tienden a nacer del fuego. Eso es algo que tú y yo nunca
entenderemos, nunca podremos, ya que somos las llamas que las
hicieron nacer y las quemaron. Tú y yo, no somos tan diferentes.
Ambos tenemos afinidad por querer mujeres con complicaciones, ¿no
es así?
—Hiciste un trato, uno que no tenías que hacer. Evitó el caos; al
menos la tienes durante seis meses del año. Podría ser peor.
—Oh, sí, y es un puto trato tan dulce, ¿no? Para los otros seis meses,
tengo que ser creativo y conseguir mi diversión donde pueda. Se
necesita un montón de ingenio creativo y tuve que tragarme una puta
tonelada de mi orgullo para que ella dejara de odiarme —dijo mientras
señalaba con el dedo la forma dormida de Lena—. Le quitaste su
elección, borraste lo que era sin su consentimiento. Cuando ella
recupere sus recuerdos, y lo hará, te odiará. Claro, siempre puedes
mantenerla como un juguete para follar encadenado a tu cama, lo cual
es divertido durante las primeras dos décadas, pero confía en mí;
luchar contra ellas todos los días se vuelve aburrido rápidamente.
¿Crees que acepté el trato de Atum porque Deméter estaba teniendo un
enorme ataque de histeria, o porque tuve jodida lástima por todos esos
humanos que mató porque estaba enojada conmigo? Te aseguro que
no. Yo era como tú, adicto a la lucha en sus ojos. El espíritu en su alma,
pero el cautiverio lo asfixia; apaga la llama y la lucha. Entonces todo lo
que te queda de ello es una bonita muñeca rota.
››No, a pesar de las mentiras que contaban esos narradores, no la
dejé volver con su madre porque sabía que echaba de menos el sol o
porque no dejaba de llorar. Lo hice porque soy un bastardo egoísta y
pensé que seis meses a la vez era mejor que ninguno. Una cosa que
puedo prometerte es esto: lo que estás haciendo ahora no funcionará,
nunca lo hace. Sin embargo, tu historia tiene un pequeño giro con
respecto a la mía. La tuya está en un bucle; en el momento en que la
amas, está muerta. No fuiste creado para ser amado, o para dar amor.
Eres lo que eres porque eres el hijo de puta más frío que podría pensar
en convertirse por ella. Hazme un favor; si ganas el juego esta vez,
aléjate de las brujas y encuentra a alguien que no pueda ser utilizado
por los que te maldijeron.
—No muere porque me enamore de ella —Hice una mueca y me
detuve de poner los ojos en blanco ante su estúpida especulación.
—¿No lo hace? Te enamoraste de la primera; tres días después de
admitirlo, fue asesinada por ti. Y sigue muriendo con cada
reencarnación. Uno de ustedes se enamora y ella muere. Si ella te ama,
muere; si tú la amas, ella sigue muriendo. Haznos un maldito favor:
enamórate de alguien que no esté asociado a esta puta maldición para
que puedas saber lo que se siente tener amor y que te lo den y que ella
no muera. Tal vez entonces vuelvas a nosotros como antes.
—Vete —espeté, odiando la verdad que escapaba de su boca. Tenía
razón, lo que significaba que tenía que alejar a Lena antes de matarla, o
peor, maldecirla con mi alma.
Capítulo 8

Cada jugador debe aceptar las cartas que la vida le ofrece. Pero
una vez que están en la mano, solo él o ella deben decidir cómo
colocar las cartas para ganarlas.
~Voltaire

1897
Mi cabello se agita contra mi rostro mientras el viento en la cuenca de
las Montañas Rocosas aúlla. La tormenta se detuvo, amenazando con
desatarse en el prado abierto donde algunos miembros de mi aquelarre
yacían muertos o agonizantes. Estaba bañada en su sangre, mi camisa
rosa por ella. Mi cabello mojado azotó contra mi cara, helado por el frío
aire de noviembre. Incliné la cabeza hacia atrás, dejando que la luz de la
luna llena de sangre me bañara la cara como lo hizo con el prado por el
que me moví como un espectro.
Escaneé los rostros de los muertos más cercanos a mí, deteniéndome
mientras observaba la mirada sin vida de mi hermana. A diferencia de
los demás, su muerte me había herido.
La amaba.
Afortunadamente, la maldad dentro de mí había apagado mis
emociones cuando llevé su alma con la mía. Me había susurrado hacía
mucho tiempo, prediciendo sobre el hombre que vendría a destruirme, y
la había escuchado con la respiración contenida.
Había hablado de mis vidas pasadas, mostrando cada una con vívidos
detalles que trajeron su dolor hacia mí, dejándome sentir el amor que
habían compartido con un monstruo, uno que había acabado con cada
una de sus vidas. Lo había observado a través de los siglos mientras él las
seducía y luego las asesinaba, pero había sido yo quien había jugado al
voyeur cuando había tomado a cada una de ellas. Conocía su toque, su
sabor y todo lo que sabían sobre él.
En el momento en que Lucian entró en nuestra ciudad, supe que era él
quien buscaba el alma de la bruja maldita que vivía dentro de mí. Había
susurrado a los oídos del aquelarre, y mi hermana, Flora había
sucumbido a su encanto; ella lo había llevado entre sus piernas y había
aceptado cualquier cosa que le dijera como verdad.
Juntos, difundieron noticias de lo que tenía dentro de mí. Esta
completamente hermosa oscuridad que era real. Me habló de vidas
pasadas y de cómo terminar con este juego mortal, de una vez por todas.
Empecé a dar pasos en el momento en que el mal dentro de mí me dijo
lo que venía, y cómo este juego debía terminar. Puse las cosas al alcance
más lejano de nuestra comunidad. Empaqué todo lo que me vinculaba
con el alma maldita e hice el largo viaje al Gremio. Había negociado con
los Ancianos y ellos accedieron a ayudarme. Había escondido todo allí,
incluidos los grimorios que habían pasado a través de los linajes,
baratijas que cada uno había poseído, diarios de cada vida perdida, junto
con las historias del aquelarre sobre brujas malditas.
Los Ancianos del Gremio me aseguraron que todo lo que encontré
estaba oculto, resguardado lejos y sellado en las catacumbas del Gremio.
El único lugar en el que nadie de nuestro propio aquelarre o él jamás
pensaría en mirar.
Como piezas de un juego, todo estaba preparado, colocado
perfectamente para el próximo renacimiento para encontrarlo y usarlo
en su contra. Él había estado buscándome, la que había renacido con el
alma maldita de su amada Katarina dentro de ella. La oscuridad había
susurrado sus secretos, y con esos secretos vinieron sus recuerdos.
Era un amor que siempre terminó en muerte, un amor que nunca
debió ser. En cada renacimiento, seducía a la desafortunada mujer. La
convertía en alguien tan perdida en el amor que dejaba que su muerte
ocurriera. Algunas habían ido a él a ciegas, otras habían luchado contra
él; todas terminaron enamoradas de él.
Al final, no importó cuánto lucharon, todas terminaron muertas.
Cada una había añadido una maldición a su alma; una lo había hecho
incapaz de engendrar niños. Por supuesto, ella había tenido que incluir
una forma de evitarlo, ya que tantas maldiciones incluían algún tipo de
excepción a ellas. Hasta ahora, no tenía hijos, como mi hermana cuando
la maté. Otra había maldecido su alma para llevar la esencia y almas de
las que había matado, imaginando que juntas, éramos más fuertes.
Qué desastre fue eso, considerando que todas susurraron dentro de mi
cabeza, con empeño. Podía escuchar sus voces, sentir sus emociones,
incluso el amor que Katarina tenía por el monstruo del que se había
enamorado. Mi maldición, mi maldición no le haría nada a él. Fui la
primera bruja renacida que planeó maldecir a su amada Katarina.
No fui tan estúpida como para creer que sobreviviría donde otras no lo
habían hecho. Sabía que la muerte me había llamado, susurrando mi
nombre sobre las estrellas, y yo le daba la bienvenida. Después que me
marcaron, me quitaron todo. Mi amor, el hombre al que le había
entregado mi corazón, había sido masacrado por orden de este monstruo
que me cazaba, y este monstruo fue en última instancia responsable de
los muertos y moribundos que ahora ensuciaban los prados.
Algunos del aquelarre me habían distraído, ya que los demás se habían
ido a mi casa para asesinar a John, el hombre que había amado con cada
parte de mí. Habíamos planeado nuestra vida, niños para llenar nuestro
hogar de amor, y me lo habían quitado.
Corrí a casa, solo para encontrar lo que quedaba de él dentro de
nuestra cabaña. Escrito en su cuerpo había un mensaje de sus asesinos
para encontrarlos aquí, debajo de la luna en este lugar sagrado donde
las líneas ley se reunían y cruzaban.
Les había servido de poco, considerando que yo vivía y ellos no eran
nada más que forraje para alimentar a los gusanos. El resto del
aquelarre debió estar convencido de que estos tontos serian mejores que
yo y se habían escondido en la ciudad o en la abadía. En lugar de
cazarlos, comencé a prepararme para la retribución.
Llamé a la sal de las filas para que se reunieran y crearan el
hexagrama que el mal dentro de mí me había ordenado que hiciera. A
continuación, había iniciado los fuegos que crearon un círculo a mí
alrededor y el área en la que necesitaba trabajar.
Los fuegos ardían intensamente, alimentados por los restos de los que
habían sido sacrificados aquí y fortaleciéndome a mí y a la maldición que
pretendía infligir al monstruo que me había quitado todo. Había
preparado el caldero, las llamas lamían sus lados cuando comenzó a
burbujear con los ingredientes que había recolectado mientras esperaba
que Lucian viniera. Porque vendría, siempre lo hacía.
Agarré la daga y tiré de mi trenza rubia hacia adelante, la corté y lo
arroje al caldero hirviendo. Chisporroteó, enviando una gruesa y pútrida
columna de humo en el aire. Corté la palma de mi mano cuando una
ramita se rompió, alertándome de que el monstruo estaba aquí.
La sombra tomó forma y lo vi arrodillarse junto al cadáver de Flora.
Dos de las brujas que no habían sucumbido a sus heridas lo llamaron
mientras él se levantaba de su cuerpo sin vida y yo sonreí, moviendo mi
muñeca mientras se movía hacia una que aún no había muerto.
En el momento en que la alcanzó, la volví a mover y disfruté el sonido
cuando sus cuellos se rompieron, sonriendo cuando sentí que sus fuerzas
vitales se desvanecían mientras se agregaban a mi creciente poder.
Levantó esos ojos de medianoche y me miró a través del campo abierto, y
sonreí con frialdad mientras la muerte me miraba.
Merodeó hacia mí, su andar encajaba perfectamente con un puma
mientras cazaba a su presa. Podía sentir su ira. El sutil pulso de poder
puro que exudaba y emitía cuando entraba en una habitación
deslizándose a través de la barrera protectora y a través de mi piel.
Murmuré el hechizo para encender la barrera mientras permanecía
quieta, observando sus movimientos fluidos y elegantes.
—No tenías que matarlos para llamar mi atención —gruñó, y me reí,
aplaudiendo mientras se acercaba.
—¿Crees que los maté por ti? No murieron para llamar tu atención.
Murieron porque pensaron en seguir tus órdenes. Los pusiste en mi
contra, y así sus vidas terminaron aquí. Tú hiciste esto; los metiste en
esto, por lo que su sangre está en tus manos. No en las mías, monstruo —
siseé mientras lo miraba desde debajo de mis pestañas.
Caminó hacia los muertos, sin verse afectado por sus brutales muertes,
pero, por otra parte, en el pasado, muchos de nosotros habíamos muerto
en sus manos. Él era el monstruo de esta historia, no yo.
—Además, si hubiera querido tu atención, habría abierto los muslos
como lo hizo mi hermana por ti. ¿No es así como funciona esto? Me follas
y luego me destruyes.
—Estaban tratando de salvarte, al igual que yo esta vez —espetó, sus
ojos ardían con la ira que sentía. Pude sentir la verdad en sus palabras.
Desafortunadamente, nadie me había preguntado si quería ser salvada.
Ahora, anhelaba la muerte, porque estaría con John, al menos hasta
que las almas fueran obligadas a renacer en la próxima encarnación. En
lugar de hablarme, le habían creído cuando había susurrado mentiras al
oído, hablándoles de la oscuridad que me controlaba, y sin embargo aún
no me controlaba.
Me dijo verdades, me mostró un camino para escapar de la criatura
que estaba frente a mí. Habían intentado dejarme indefensa contra este
hombre, esta criatura que me perseguía a través del espacio y el tiempo
solo para matarme una y otra vez.
Les había dicho que necesitaba ser salvada, pero no tenía idea que
disfrutaba de la oscuridad. Anhelaba esta cosa dentro de mí, el sello que
mantenía el equilibrio entre los mundos. ¿Confiaba en él? No, no confiaba
en nadie excepto en John. Sabía que el sello me estaba utilizando para
luchar contra este monstruo frente a mí y, sin embargo, no me
importaba. Quería acabar con este juego, acabar con él de una vez por
todas. La próxima vez que me matara, se acabaría. No habría un alma
renacida, dejaría de existir. Planeaba lastimarlo tanto como él me había
lastimado al matar a John.
—Ah, a la hermosa Katia le gusta la oscuridad que alberga, ¿no es así?
—Me estudió mientras caminaba alrededor del círculo, buscando una
grieta en mis defensas.
Esos ojos suyos, seductores, se clavaron en mí y trataron de bajar mis
defensas mientras lo miraba, hechizada por cada paso que daba. Su
mirada se deslizó por los andrajosos restos de mi camisola y me
estremecí ante el calor que se acumuló en su mirada entintada. Sus ojos
se deleitaron con mis pechos que habían sido levantados por mi corsé,
agitados con cada aliento que tomaba.
—Ven a mí y te mostraré un placer que no se parece a nada que tu
pobre amante podría haberte mostrado.
—Temes a lo que tengo en mi interior, ¿no es así?
Necesitaba cambiar la dirección de la conversación, mientras mi
cuerpo se calentaba por él. Respondió como si supiera que decía la
verdad, aunque probablemente lo hacía. Albergaba a sus amantes dentro
de mí; cada una había sucumbido a él al menos una vez.
—¿Es porque me muestra lo que realmente eres? ¿O porque me dijo
cuánto disfrutas seducirnos y luego asesinarnos después de haber
disfrutado? Dime, Lucian, qué es lo que más te gusta de cazarme; la
emoción de matar, ¿o follarme mientras acabas con mi vida? Sé todo
sobre ti porque lo escuché y a las mujeres antes que yo a las que mataste.
¿Querías que me enamorara perdidamente de ti para que pudiéramos
jugar este juego mortal de nuevo? ¿O prefieres que me quite la ropa y te
deje tenerme? —Bajé los tirantes de mi camisola, exponiendo mis
hombros a él—. Por eso mataste a mi John, ¿no? Porque se interpuso
entre nosotros y yo lo amaba a él.
Cogí la cinta ensangrentada que mantenía la camisola unida y la
liberé. Lentamente, me acerqué a él mientras exponía más piel de la
adecuada. Extendí la mano, aflojando lentamente las cintas que
sostenían el corsé, una por una, deshaciéndolas hasta que estuve ante él
en nada más que la camisola. Dejé caer el corsé al suelo y me incliné,
agarré el dobladillo de la combinación y me lo pasé por la cabeza para
exponer mi cuerpo desnudo a sus ojos acalorados.
Mis ojos sostuvieron los suyos en abierto desafío, sabiendo que él me
quería como yo lo quería a él, pero no sería el amor lo que haríamos.
Sería la guerra. Cómo podía quererlo después de lo que hizo, bueno, no
tenía sentido. Él nos había traído a este tiempo y lugar; me había hecho
pasar un infierno para asegurarse de que ocurriera esta confrontación.
Me paré a centímetros de él, desnuda como el día en que nací en este
mundo y atraída por el fuego que vi arder en sus ojos. Observó mis
movimientos; fueron lentos, calculados, hechos para llamar su atención
sobre mi cuerpo desnudo. El fuego de la barrera de protección lamió mi
piel y, sin embargo, me importaba poco si me quemaba hasta los huesos.
Sus ojos hicieron poco por ocultar su hambre mientras los movía
lentamente por mi cuerpo hasta que los volvió a levantar para sostener
los míos.
—Ven a mí, Katia —canturreó, su cuerpo llamándome, pero sus ojos...
—Sus ojos escudriñaron mi alma, encontrando cada defecto, cada deseo,
tocándolo como un violín—. Te ayudare; me quieres, ¿no es así? —
Empezó a desabrochar los botones dorados de su elegante abrigo azul.
Había venido a nosotros disfrazado de soldado, un desertor que no
pensaba que nuestro país debería estar involucrado en el conflicto entre
España y algunas de sus colonias. Nuestro pueblo estaba aislado y las
noticias eran difíciles de conseguir, por lo que nuestro aquelarre se había
atiborrado de sus historias del mundo exterior. Había jugado con
nuestras simpatías diciéndonos que su aquelarre ya no existía y que
anhelaba pertenecer a otro. Mentiras, todo era mentira para arraigarse
en nuestra comunidad unida.
Deslicé mis manos por mis costados, viendo como sus ojos seguían su
sutil descenso. Una vez que se quitó el abrigo, se sacó la camisa blanca
por la cabeza, revelando runas que cubrían su pecho con absoluta
perfección. Moví mi mano sobre mi coño, viendo como el músculo de su
mandíbula se apretaba.
—No quiero ser salvada —murmuré. Miré las llamas dentro de sus
ojos; ardían en color azul medianoche—. Me gusta cómo soy, ¿sabes? —
Me burlé mientras agarraba mis pechos, apretándolos mientras él me
miraba—. ¿Piensas que soy bonita? —Incliné la cabeza mientras lo
miraba a los ojos, desafiante.
—Eres hermosa, Katia —gruñó mientras daba un paso atrás—.
Déjame tocarte —suplicó mientras se desabrochaba los botones de su
pantalón.
—No lo creo —dije, volviéndome para despedirlo y regresar al caldero.
Cogí mi cuchillo del suelo y, sobre la olla hirviendo, me corté la palma de
la mano para que ambas coincidieran. Luego golpeé mis manos
ensangrentadas juntas, torciendo mis manos mientras enviaba gotas a la
poción hirviendo.
—¿Sabes lo que le sucede a una bruja que asesina a aquellos a quienes
está ligada?
No me molesté en volverme hacia él mientras hablaba, por miedo a
que fuera más de lo que podía resistir. Estaba probando su conocimiento
de las brujas, ya que tenía que ser vasto, considerando que me había
acechado durante generaciones, siempre cazando al mismo aquelarre.
—Ella será maldecida por Hécate —espetó, una vez más paseando por
el círculo mientras me miraba, como un animal, acechando a una presa
que estaba fuera de su alcance.
—¿Y si ya está maldita? —Me volví y lo observé mientras caminaba
alrededor del círculo, el hambre en sus ojos era mortal mientras tomaba
mi forma desnuda.
Las maldiciones de mis vidas pasadas ahora eran visibles, presentadas
para que él las viera. Mi carne se estropeó, brillando con cada maldición
que me había puesto.
—¿Sabes la respuesta o no? —Me burlé mientras dibujaba las
palabras y runas de una nueva maldición sobre mi cuerpo con sangre—.
Deberías saber la respuesta. ¿No eres tú quien disfruta de este juego, Sir
Lucian? —Pregunté con una sonrisa unilateral—. La maldición se
intensificará, por lo que cualquier maldición que haya usado sobre sí
misma, o aquellas con las que alguien más la maldijo, en este caso, ese
eres tú, es diez veces mayor que cuando renace.
—No lo hagas —gruñó mientras se detenía frente a mí, su cuerpo
desnudo iluminado por la luz de la luna—. Ven a mí, ahora, o morirás —
gruñó.
—Ya estoy muerta —me reí—. Estaba muerta desde el momento en
que entraste y le dijiste tus mentiras a cualquiera lo suficientemente
estúpido como para creerlas. John, sin embargo, no se merecía lo que le
hiciste. Ese fue tu error, Lucian. No debiste haberlo tocado. Verás, estaba
contenta con jugar tu juego, pero tuviste que quitarme lo que más
amaba —Agarré el cucharón y vertí un poco del líquido burbujeante del
caldero en un vial.
—Se merecía todo lo que le pasó y más —respondió Lucian, acechando
mi cuerpo desnudo mientras me movía alrededor del caldero, dejando
caer los ingredientes restantes para que no pudiera identificar la
maldición que había realizado—. Él te quería por algo que tienes dentro
de ti, no porque te amaba. No se casó contigo; solo quería un hijo tuyo.
Ya ni siquiera era humano; un demonio poseía a un humano para poder
acercarse a ti y parecer mortal. Una vez que te hubiera dejado
embarazada y el niño hubiera nacido, te habría degollado.
—Él me amaba—susurré a la defensiva, como si estuviera tratando de
convencerme a mí misma y al monstruo que merodeaba cerca.
—Estabas follando con un demonio, Katia. Uno cuyo único propósito
era meterse entre tus bonitos muslos y dejarte embarazada —siseó
mientras se arrodillaba, tocando el círculo que me protegía—. Una vez
que se asegurara que estuvieras embarazada de su hijo y que hubiera
nacido, habrías muerto por su mano. Así que sí, hice que el aquelarre lo
matara. También disfruté dando la orden. Escuché que John sangró por
horas, y ni una sola vez pensó en ti o gritó tu nombre mientras yacía allí,
muriendo.
—Estabas celoso, y si él era un demonio, entonces no eres mejor que él.
Me aparté de él para que no pudiera ver las lágrimas en mis ojos. Mis
manos temblaban mientras permanecía allí con el vial en una, alisando
mi piel como si todavía me hubiera puesto la camisola con la otra. Alejé
el dolor, enterrándolo tan profundamente dentro de mí que fue
absorbido por el sello para que pudiera concentrarme.
—Querías que fuera yo, ¿no es así? —Asentí en dirección al cadáver de
Flora—. Querías que fuera yo a quien estabas follando, y no podías
tenerme, ¿verdad? En cada vida que viví antes, fui tuya. Excepto esta. En
esta, yo ya era suya. ¿Qué te dice eso? —Pregunté con una suave sonrisa
jugando en mis labios. Incliné el vial, con la intención de beberlo, lo que
haría que el círculo se rompiera y lo dejara entrar, pero su voz me
detuvo.
—Que debería haberte follado de todos modos y te habrías olvidado
por completo de él, dulce bruja. Tienes razón, eres mía. Importa poco en
qué vuelvas, porque cuando lo haces, eres mía en todos los sentidos. Me
amas, incluso ahora. No te gusta, pero lo haces. Me anhelas, ¿no es así?
—Te odio, y sé que una vez que el círculo se rompa, estaré muerta.
Pero debes saber esto, Lucian; cuando muera, será con un propósito. Te
he visto matarlas a todas, a cada una de ellas. Te he visto manipular a
sus familias. He visto y escuchado las mentiras que esparces sobre todas
mis encarnaciones. La mayoría de ellas no descubrió lo que estabas
haciendo hasta que fue casi demasiado tarde. Yo aprendí de ellas. Sé lo
que hicieron y dónde fallaron. Esta vez, cuando muera, pondrá ruedas en
movimiento que no podrás detener.
Me había movido hasta el borde del círculo y lo vi arrodillarse frente a
mí en la hierba mojada, su aliento abanicando mi coño desnudo mientras
miraba hacia arriba con avidez. El calor me atravesó, volviéndome
estúpida por lo mucho que necesitaba que me tocara. Tenía que estarlo
matando estar tan cerca de mí, y sin embargo, estar tan lejos de su
alcance.
—Quiero probar tu dulce coño, déjame —susurró con voz ronca, su
tono lleno de necesidad—. Quiero escuchar mi nombre en tus labios
mientras te llevo más allá de lo que ese demonio jamás podría hacer que
alcanzaras. Era un monstruo, uno que solo quería un hijo de ti. Soy un
hombre. Uno que quiere mostrarte cómo es el cielo. Quiero sentir tu
cuerpo contra el mío, sentirlo temblar mientras encuentras tu placer.
Déjame tenerte —canturreó seductoramente.
Me agaché frente a él y sonreí con frialdad.
—Tócame —llamé suavemente, mi propia voz reflejando su necesidad,
pero yo tenía el control—. Ven a buscarme si puedes.
—Acércate; déjame mostrarte para qué fue hecho tu cuerpo. Déjame
amarte.
—Tenía amor, tú me lo quitaste —espeté, y sus ojos se entrecerraron
ligeramente—. Tú, no eres un hombre. Eres un monstruo que me caza a
través del espacio y el tiempo. Siempre dejas mi cadáver en una bonita
caja de cristal cubierta de runas que esperas que detenga mis
maldiciones cuando has terminado. Eso no es amor; amar es entregarse
a alguien y descubrir que tiene defectos, pero lo amas de todos modos,
porque lo conviertes en una mejor persona. Tú no sabes lo que es el amor.
Tú, Lucian, nunca conocerás el amor verdadero. La quieres porque ella
descubrió lo que eres, porque prefirió la muerte a tu toque. Le das caza
porque eres un monstruo.
Nos pusimos de pie lentamente, los ojos fijos en el otro hasta que
estuvimos cara a cara de nuevo.
—Todavía me amas cada vez. Cada vez que vuelves a mí, Katarina.
Eres mía, y cuando me amas, me das cada pedazo de ti. No me ocultas
nada. ¿Esa oscuridad dentro de ti? Te une a mí. Es lo que te trae de vuelta
a mí. Tu amor, sin embargo, tu amor no puede ser forzado o tomado; es
dado, porque no importa cuánto tiempo haya pasado, eres mía. Tu amor
es lo más puro que tienes, y cuando lo das, mueves montañas para
protegerlo.
—¡Soy Katia, no tu Katarina! Yo lo amaba a él, no a ti. ¡Lo amaba más
de lo que podría amarte a ti! ¡Él no me quería muerta!
—Lo hacía, quería que tu cuerpo le diera un hijo, y luego te habría
cortado la garganta mientras amamantaba tu pecho. Era un ser vil,
inferior a todo lo que existe aquí. ¡Y te lo follaste! ¡Eres mía, cada parte
de ti me pertenece y aun así se lo diste a un demonio!
Levanté el frasco y lo miré.
—Bájalo, ahora —exigió mientras me miraba—. Puedo salvarte.
Encontramos una manera de separar tu alma del sello, lo que significa
que puedes vivir. El sello es la razón por la que Katarina huyó de mí. El
sello teje mentiras para intentar liberarse. Por favor, Katia. Déjame
salvarte. Déjame terminar con esto —murmuró, sin apartar los ojos de
los míos—. Una vez que se quite, serás libre de renacer sin mí; puedes
vivir la vida que te mereces. Harás más daño que solo maldecir tu alma si
te matas, y lo sabes.
—Al diablo contigo y tus maldiciones. Ya te lo dije, no quiero que me
salven. ¿Esta cosa dentro de mí? Te odia. Te odia tanto como yo. Quiere
venganza y yo también. Tú también le temes, así que creo que la
conservaré.
—Es malvada —susurró mientras sus ojos seguían el frasco que
sostenía cerca de mi boca.
—Sé que lo es —estuve de acuerdo—. Yo también lo soy. También es lo
único a lo que temes, y yo soy la dueña. Entonces, ¿por qué lo devolvería?
Te aterroriza, así que por ahora es mía. Sé las maldiciones que mis
predecesoras lanzaron contra ti. Me susurran todo el tiempo,
deleitándose con los pequeños tormentos que pudieron dejarte cuando
las mataste. Veamos si puedes adivinar lo que he agregado, ¿de acuerdo?
Una te maldijo para que no pudieras crear hijos, una maldición
desagradable, esa. Pero considerando lo guapo que eres, es casi una
lástima. ¿No sería una bendición para ti si hubiera una excepción a esa
maldición? Quizás mi maldición podría contrarrestar eso en las
circunstancias adecuadas. ¿O ya hay una excepción a esa maldición, y la
que he elegido termina esto de una vez por todas de una manera que
posiblemente no puedas prever? —Me burlé.
—Tócame, Katia —gruñó, sus pasos reflejados en los míos mientras
comenzaban a caminar por el círculo con el frasco apretado en mi puño
ensangrentado. Cuando no respondí, asintió con la cabeza hacia mi
mano.
—¿Qué hay en el vial?
—¿Qué crees que hay en él?
Sonreí cuando maldijo en voz baja.
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que te robe tu presa? —Sonreí
mientras me detenía para fruncir el ceño, lo suficientemente cerca para
besarlo—. Obviamente ella está aquí conmigo porque me encuentro
queriendo probarte. John siempre dijo que era un desperdicio de semillas
y que la polla solo pertenecía a una cosa, sin embargo, te anhelo en mi
boca. Entonces, ella debe estar aquí, su fantasma en mi alma. Porque no
te amo, nunca lo haré, tampoco la siguiente; de hecho, ella te odiará.
Estoy más que segura de ello.
—Dime lo que hiciste —exigió. Su mano empujó contra la barrera de
fuego del círculo, y miré mientras luchaba y casi logra alcanzarme. Di un
paso atrás, entrecerrando mis ojos en los suyos.
Levanté el vial, lo apoyé contra mis labios y bebí el contenido.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras consideraba lo que había
hecho. Me volví, observando su cuerpo desnudo mientras merodeaba,
moviéndome hacia adelante y hacia atrás mientras sus ojos observaban
las llamas alrededor del círculo. Nadie me había amado en esta vida.
John quería un hijo, porque una vez nacido, tendría lo que más había
deseado en este mundo.
Lucian la deseaba a ella, a la que había amado hace tanto tiempo. Mi
aquelarre lo había elegido a él antes que, a mí, y al final, moriría sola.
Dejé caer el vial y escuché cómo rebotaba en el suelo. Levanté los ojos y
miré hacia la luna llena que alcanzaba su cúspide, en lo alto del cielo. Mi
maldición no era mucho, pero si suficiente para darle a la siguiente una
oportunidad de luchar contra él. Una oportunidad para acabar con esto.
Mis ojos se deslizaron de nuevo a Lucian, observando cómo caminaba,
desnudo, bañado por la luz de la luna en absoluta perfección masculina.
Pude ver por qué ella lo había amado. Sabía por qué todas estaban
enamoradas de él hasta el final cuando su fuerza vital se desvanecía. Era
todo lo que una mujer querría en un hombre; fuerza, poder, viril y nunca
envejecería. Su cuerpo era elegante, duro, musculoso y cubierto de runas
que seducían a los ojos de cualquiera lo suficientemente valiente como
para mirar.
Bajé la mirada, viendo cómo las llamas alrededor del círculo se
apagaban y él levantó su mirada de medianoche hacia la mía mientras
una sonrisa oscura tiraba de la comisura de sus labios. Se movió con
determinación, cruzando la barrera ahora inexistente, y luego
lentamente, siempre así, se movió a mí alrededor mientras su mano
tocaba mi cuerpo, creando una tormenta de emociones dentro de mí. Su
toque me prendió fuego y supe que no quería desear a este hombre.
Me había quitado mucho y, sin embargo, quería que me recostara e
hiciera lo que quisiera, lo cual era completamente pecaminoso. En
cambio, me rodeó lentamente, merodeando a mí alrededor como una
bestia desnuda lista para reclamar su premio. Se pavoneó, asegurando
que el pelo de mi nuca se erizara en su proximidad, y esperé, esperé a que
me diera el golpe que acabaría con mi vida. No llegó.
En cambio, sus dedos se deslizaron lentamente por mis costados,
enviando calor dentro de mí. Estaba cubierta de sangre y, sin embargo,
en el momento en que sus manos me tocaron, olvidé quiénes o dónde
estábamos. Sus labios tocaron entre mis omóplatos, besando su camino
hasta la base de mi columna.
—Date la vuelta, Katia —susurró mientras besaba la curva de mi
cuello. Me volví y lo miré mientras retrocedía—. Dime qué hiciste. Si me
lo dices, podré ayudarte.
—No sé lo que hice —dije rígidamente, esperando que él respondiera
con violencia. Su mano se levantó y me dio un revés, enviándome al suelo
con un golpe de castigo.
Se arrodilló a mi lado con su polla dura, su mano tocando lentamente
donde me había golpeado. Sus ojos me miraron y algo suave se apoderó
de mí.
—Dime qué hiciste. No quiero hacerte daño. Demasiado depende de lo
que hayas hecho, lo entiendes, ¿verdad? —A pesar de la violencia que
acababa de usar contra mí, su tono seguía siendo el de un amante.
—No puedo —susurré, y grité cuando me agarró del pelo y me puso de
pie.
—Me lo dirás, siempre lo haces —gruñó mientras me empujaba contra
él—. ¿Sientes eso? —Preguntó mientras mi cuerpo se frotaba contra él
de buena gana—. Tu demonio te hizo el amor, ¿pero yo? Quiero
destruirte. Quiero tomarte con tanta fuerza que sepas que tienes dueño,
para que cuando vuelvas, todavía me sientas aquí —Me apartó y deslizó
sus dedos dentro de mi carne resbaladiza—. Eso te excita, ¿no? Mi sucia
chica, tan oscura y mortal que ni siquiera está a salvo de sí misma —
siseó con frialdad—. Dime, Katia, cuando tu demonio yacía entre tus
piernas susurrando cosas dulces, ansiabas más, ¿no es así? No tenías idea
de que era a mí a quien anhelabas.
—¡Vete al infierno! —Grité.
—El infierno no me asusta, no puede contenerme. Vamos, Katia, pelea
conmigo —exigió mientras yo luchaba contra él—. Me gusta cuando
peleas conmigo, ¿recuerdas? ¿Ella también te susurró eso?
—No lo hiciste al principio —le respondí entre dientes—. Dime, ¿qué
harías si solo tuvieras una oportunidad más para salvarla? Porque eso es
lo que es esto; estás tratando de salvarla de lo que ella hizo. Pero piensa
en esto, no te maldije. La maldije a ella —me reí mientras el tragaba
convulsivamente y me empujaba al suelo.
—Lo descubrí: ¿la forma de lastimarte? Es hacerle daño. Intentarás
salvarla, pero no podrás, nadie lo hará. La amarás, y en el momento en
que lo hagas, su reloj comenzará a correr. Todas estaremos con ella, pero
ya no te amarán. Ella no te amará. La próxima vez que renazca, ganará
este juego. Nos hemos asegurado de eso.
—Dime lo que hiciste o me aseguraré que el recordatorio de tu vida no
sea más que un dolor innombrable —advirtió. Cuando le sonreí con
satisfacción, negó con la cabeza y se arrodilló entre mis piernas. Sin
apartar mis ojos de los suyos, las separé—. Última oportunidad, Katia.
—No puedo decírtelo porque no lo sé —susurré—. Me maldije a mí
misma para olvidar lo que hice. Me hechice para conocer mil
posibilidades, pero ya no recuerdo exactamente lo que maldije. Vi lo que
les hiciste a todas. La forma en que las manipulaste y sedujiste antes de
matarlas. ¿Crees que confiaría en mí misma para no rogarte? —Me reí,
sintiéndolo mientras se acomodaba entre mis piernas mientras
capturaba mis manos por encima de mi cabeza y me obligaba a arquear
la espalda. Su boca aplastó la mía con una ferviente necesidad que yo
igualaba.
La lujuria desenfrenada nos atravesó y, querida o no, necesitaba su
toque mientras el veneno y la maldición me quemaban. Su lengua pasó
por mis labios, chupándolos mientras se encontraban en una necesidad
primordial, sin verse afectado por el caos que nos rodeaba.
Los relámpagos iluminaron el cielo mientras los truenos aplaudían y
sacudían el suelo. Lo anhelaba. Lo ansiaba como una prostituta ansiaba
dinero para alimentar a sus bebés que esperaban hambrientos en casa.
Gemí, incapaz de negar lo que me hizo cuando me tocó. Podía sentir su
polla palpitante mientras se deslizaba entre mis piernas, preparada para
tomar lo que le ofrecía libremente. Se rió con frialdad, el sonido era
ininteligible, pero no del todo humano.
—Si no me lo dices, suplica misericordia. Si conoces el pasado,
entonces sabes de lo que soy capaz. Ruégame —exigió. Empujó dentro, y
grité contra su boca, gimiendo mientras me llenaba hasta que me dolía,
pero ansiaba el dolor.
Sonreí con frialdad al ver que el sello tomaba el control de mí,
cambiando mis ojos al color de su alma; negro. Gruesas líneas negras
corrieron sobre mi piel mientras el poder del sello fluía por mis venas. Un
cuchillo se materializó en su mano cuando lo levantó y apretó su puño
alrededor de él. Levanté las manos para detenerlo, pero era demasiado
tarde. El cuchillo me cortó las manos y se hundió en mi pecho. Grité
cuando él se retiró y se puso de pie, ignorando el hecho de que ya no era
eso, el mal que acechaba dentro de mí. Luché por ponerme de pie para
enfrentarlo.
—¡Déjala ir! —él demandó.
—Lo hizo —jadeé mientras levantaba las palmas de mis manos, con
náuseas al ver la herida sangrienta que había cortado hasta el hueso y
me había desollado. Cuando se movió hacia mí, susurré su nombre y se
detuvo, sus ojos entrecerrados parpadearon lentamente, como si
estuviera esperando. Esperándola.
—Katarina —susurró.
—Todas estamos aquí, mi amor —le respondí, incapaz de detener la
oscuridad mientras cobraba vida una vez más.
—Dioses —gruñó mientras corría hacia mí, derribándome mientras
me penetraba con fuerza, moviéndose a un ritmo que no era humano.
Mientras cantaba palabras que no podía entender, palabras que sonaban
más antiguas que el tiempo, su cuerpo tomó el mío, navegando sobre la
luna y a través de las estrellas mientras me destrozaba contra él. Con
una respiración entrecortada y acelerada, encontró alivio.
—Lucian —le advertí, incapaz de evitar que me controlara. Una voz
que no sonaba como la mía salió de mi boca—. Lo estás haciendo
demasiado fácil. ¿Crees que la dejaría ir? —se rió, cambiando mis rasgos
por los de ella. Me alejé de él, incapaz de evitar que me usara para hablar
con él. El dolor me atormentaba, consumiendo mi mente mientras
tomaba el control total—. Has estado tratando de devolverme a esa caja,
y no tengo planes de ir voluntariamente.
—Los Dioses te maldigan —espetó Lucian, recuperando la hoja—.
Encontraré una manera de destruirte.
—No, no lo harás. No hay forma que esto termine conmigo siendo
destruido o volviendo a esa caja. No la volverás a matar. Ella sabe lo que
eres y lo que le haces cada vez que renace. La próxima vez, cuando la
encuentres, ya será demasiado tarde para ti. Las puertas se abrirán y ella
será libre de renacer como le he prometido en una vida sin ti. Verás, ella
no volverá a ser la misma cuando regrese. Ella será más rápida, más
fuerte, más inteligente y oculta hasta que esté lista para jugar el juego.
La amabas, lo que significa que es una debilidad que se puede usar en tu
contra.
—Estaré preparado, criatura, siempre lo estoy —gruñó mientras
saltaba, cortándome cuando, una vez más, el sello desapareció,
dejándome sentir el mordisco de la hoja mientras me cortaba en tiras.
Caí al suelo mientras mi sangre fluía y sus pies pateaban, golpeando mi
columna vertebral hasta que se partió, y con ello, la bendita nada cuando
terminó con mi vida.
Desperté de la pesadilla, jadeando por aire, y di vuelta en la cama,
solo para ver a Lucian mirándome. Me lancé de la cama, cubierta de
tanto sudor que el camisón se me pegaba a las curvas. Me arrastré por
el suelo, hasta la pared, y me derrumbé contra ella, mirándolo.
—¿Una pesadilla? —preguntó con frialdad.
—Tú, tú me mataste —gemí como si realmente me hubiera
atravesado con ese cuchillo. Levanté las manos, extendiéndolas
mientras las miraba, y luego aparté la parte superior de mi camisón
para examinar mi cuerpo—. ¡Mierda, eso fue jodidamente aterrador!
—¿Qué pasó en tu sueño?
Miró por la ventana mientras se levantaba y se volvía hacia mí.
—Maté gente, y luego, oh Dios, maté a mi hermana, pero no era mi
hermana. Y tú, estabas desnudo, acechándome alrededor de un círculo
de fuego. Desnudo, como, tu polla balanceándose en el viento —
balbuceé mientras bajaba la mirada hacia la polla en cuestión—. Luego,
cuando se rompió el círculo, me mataste. Tú, tú... —miré hacia la
ventana cuando el sol comenzaba a salir, luego de vuelta a Lucian, que
se había quedado tan quieto como una estatua.
—Deberías vestirte —gruñó, y parpadeé ante su fría despedida.
—¿Eso es todo? ¿Preguntas qué pasó y luego nada?
Había pasado de cálido a frío más rápido que saltar a un estanque
helado en invierno.
—Dije que te vistieras; fue una pesadilla, Fitzgerald, ¿qué esperas
que haga al respecto? —espetó enojado.
—Nada, nada en absoluto —murmuré mientras me empujaba del
suelo y me paraba con las piernas temblorosas, lo que él notó—.
Anoche tuve un sueño sobre follar con Lucifer, y todo el mundo entra
en pánico. Esta noche, se trata de ti. Entonces, tal vez los sueños tengan
algo que ver contigo y nada que ver conmigo.
—Cuidado, Fitzgerald —me advirtió con expresión glacial.
—No, no lo creo, Blackstone. Anoche me ofreciste una solución; hoy
estás tan frío como el iceberg que hundió el Titanic. Si esa solución eres
tú, creo que estoy dispuesta a mantener los sueños. Después de todo,
no fue tan malo ser follada por el diablo, considerando que tú estás en
segundo lugar.
Me empujo contra la puerta con su mano envuelta alrededor de mi
garganta, mi cabeza rebotando contra la madera. Grité cuando llevé
mis manos a las suyas y jadeé por aire.
Un golpe sonó en la puerta y mi madre dijo mi nombre en voz baja.
Comencé a responder, pero su mano se apretó hasta que no pude hacer
nada más que mirarlo. Escuchamos mientras sus pasos se retiraban
por el pasillo.
—No me digas que soy peor que él joder o te daré una maldita buena
razón para pensar que lo soy. ¿Crees que me importa una mierda si
piensas que soy un monstruo? Te lo prometo, niña, te follaré y luego te
destruiré en la misma noche. No soy un buen hombre, pero sigo siendo
una mejor opción que él. Estoy allí cuando pasa la mierda porque,
aunque no lo creas, estoy tratando de proteger a este aquelarre, ya que
parecen empeñados en luchar contra los demonios cuando no tienen ni
idea de cómo lograrlo. ¿Crees que no sé sobre ti y tu pequeño grupo de
luchadores demoníacos? ¿Cuándo eres sobrepasada y parecen huir de
ti? No es a ti a quien temen, es a mí. Cuando tú y tus pequeños
compañeros de juego fueron sobrepasados hace unas semanas, ¿quién
mierda crees que impidió que los demonios los destrozaran a todos?
Recuerda, Fitzgerald, escaparon de ti a pesar de que estabas de culo en
la tierra. No eras tú y seguro como la mierda que no era al viejo de
abajo al que temían. Me necesitas, te guste o no. No tiene que gustarte;
Joder, lo prefiero cuando no te gusta. Ahora, báñate carajo, tienes
lugares donde estar hoy. Intenta no resbalarte y aterrizar en la polla de
Lucifer mientras estoy fuera.
Se apartó y lo abofeteé con fuerza, llevándome las manos a la
garganta mientras se alejaba de mí.
—Sí, a mí también me gusta rudo, pequeña —gruñó mientras se
giraba, dando grandes zancadas mientras salía del dormitorio. Me
deslicé por la pared y miré la puerta mucho después que él la cerrara.
Capítulo 9

No busco escapar de la oscuridad; me encuentro a mí misma en


ella
~Lena

Me senté en el sofá con mis piernas debajo de mi trasero, viendo


repeticiones de I Love Lucy con mi mamá y Alden mientras el timbre
sonó alegremente por toda la casa. Alden se levantó de un salto y se
apresuró hacia el vestíbulo, y pude escucharlo abriendo la puerta.
Unos momentos después, mientras tamborileaba con los dedos en
mi muslo, miré hacia arriba y me congelé cuando vi a nuestro invitado.
Ojos verdes encontraron los míos, sonriendo antes de moverse hacia
mi madre y luego hacia mí.
—Cariño, Kendra, este es Adam —anunció Alden mientras se
aclaraba la garganta y nos miraba incómodo.
—Un placer, señoras — Adam parecía ronronear mientras entraba
en la habitación. Me enderecé y deslicé mis ojos sobre él porque si el
sexo caminaba sobre dos piernas, acababa de entrar por la puerta de
mi casa y estaba esperando que mi madre y yo respondiéramos a su
saludo. Era alto, como más de un metro ochenta, con cabello largo y
oscuro de color caoba y músculos marcados.
—Hola —murmuré, deseando haberme tomado un poco más de
tiempo con mi apariencia. Pero habíamos estado viendo Netflix y
relajándonos con Lucy toda la noche, así que me había sentido bastante
cómoda con mis sudaderas holgadas hasta que él llegó—. Lo siento, no
esperábamos compañía —admití mientras me levantaba torpemente y
me alisaba los pantalones de chándal. Al menos eran de la marca Pink,
y de color gris claro que combinaban con la camiseta que había hecho
para vender y que decía: “Witches eat Snitches”, en los senos.
—Está bien, todavía te ves lo suficientemente bien como para comer
—sonrió mientras deslizaba esos ojos verdes por mi cuerpo con una
mirada hambrienta en ellos—. Solo estoy aquí para hablar con Alden
por un momento.
—¿Hay algún problema? —preguntó mi madre, mordiéndose el labio
inferior mientras sus ojos se apartaban de Adam y se posaban en
Alden. Se miraron con ojos de cachorrito y yo hice un sonido de
náuseas que le robó una risa a Adam, lo que solo lo hizo aún más
atractivo.
Algo pulsó en la habitación y tragué mientras mi cuerpo se
despertaba con una necesidad violenta. Miré a Adam, que casi parecía
como si estuviera esperando algún tipo de reacción de mi parte. Me
lamí los labios con nerviosismo y traté de apartar los ojos de él.
—¿Quizás podamos tener una cita doble más tarde, señoritas? —
Adam sugirió con un guiño malicioso. En otro hombre, el gesto se vería
malintencionado. Con este, me imaginaba que las bragas caían al suelo
por todo el estado.
—¿Eres de su aquelarre, su antiguo aquelarre? —preguntó mi
madre, y noté que los labios de Adam se apretaban, como si algo sobre
lo que dijo mi madre fuera gracioso.
—Se podrías decir que si —asintió Adam, pero la forma en que lo
dijo me hizo cuestionarlo.
Algo andaba mal aquí. Sin embargo, cuanto más lo miraba, más
quería arrancarme la ropa. Todo estaba mal. Aparté los ojos de él,
tratando de hacer que el pulso que acababa de cobrar vida entre mis
piernas se detuviera. No era un brujo, no con esos ojos que intentaba
ocultar. Me volví hacia él a tiempo para ver los tatuajes en sus brazos
latir y ondular brevemente sobre su piel. Joder. Sacudí la cabeza para
aclararme mientras Alden le preguntaba a mi madre si podía usar su
oficina; en el momento en que ella estuvo de acuerdo, atravesé la
cocina y salí por la puerta trasera.
Ignoré el hecho de no estar vestida para el frío en el aire o el hecho
que estaba merodeando por mi casa para averiguar qué diablos estaba
pasando en ella. Hice una pausa mientras me apretujaba contra la casa
y miré hacia el camino de entrada, preguntándome distraídamente en
qué tipo de coche había entrado.
Un tipo así no estaría conduciendo un Gremlin verde lima o un
Volkswagen bug. Para empezar, dudaba que encajara en uno de esos
autos a menos que estuviera doblado, pero tenía curiosidad por saber
qué conduciría.
No había nada. Estaba a punto de regresar al interior cuando se
abrió una ventana a unos pocos metros de mí, y Alden miró a su
alrededor con nerviosismo mientras colocaba sal nueva en la repisa
mientras hablaban. Esperé a que su cabeza se moviera hacia adentro y
luego me escabullí tan cerca como me atreví. Mientras mi corazón latía
salvajemente contra mi pecho, traté de calmar mi respiración para
poder escuchar lo que estaban diciendo.
—El Gremio está casi terminado, pero todavía hay habitaciones
dentro de las catacumbas a las que no podemos entrar. Así que, si
sabes lo que hay dentro de ellos, debes comenzar a hablar —dijo Adam
en voz baja, y me quedé paralizada.
—¿No podría Olivia entrar en ellos como lo hizo con la habitación
que tenía esos grimorios? —La voz de Alden era suave como si no
estuviera hablando de traición contra nuestro aquelarre en mi casa.
—No se lo hemos preguntado todavía, considerando que está
embarazada y Ristan está siendo un imbécil sobreprotector.
Probablemente me arrancaría el corazón y se lo comería si le sugiriera
enviarla ahora mismo. Synthia planea preguntárselo, pero ha estado
bastante ocupada. A fin de cuentas, no quiere molestarlos si ya sabes lo
que hay dentro. Además, ahora que la bruja de la línea de ley está
fuera, es seguro comenzar a reunir a los pequeños para vivir y entrenar
allí nuevamente. Syn quiere que esté listo y funcionando pronto; al ver
que otros gremios están cayendo, esos niños no tendrán adónde ir.
—¿Synthia ya descubrió lo que quiere Lucian de las catacumbas?
Hizo ese trato con él sin considerar lo que podría haber primero, y eso
me preocupa —La voz de Alden se volvió severa como si sus propias
palabras lo molestaran.
—No, pero sabes que finalmente lo conseguirá. Ella no romperá su
palabra.
—No, no… una vez que la da, la honrará. Dios nos ayude si es algo
que amenaza este mundo y el tuyo, Adam. Me preocupa lo que está
buscando y cómo afectará al Gremio o a este aquelarre. Sin mencionar
que la otra noche, Lucifer hizo otro movimiento que habría sido casi
tan desastroso como el último. Hazme un favor y mantente atento,
avísame si escuchas algo. Revisaré los archivos que me trajiste la
semana pasada; ver si encuentro algo en ellos.
—Hazlo —dijo—. Lucifer, ¿eh? Suena como un jodido lío lo que
tienes aquí, viejo. Si nos necesitas, sabes cómo comunicarte con
nosotros.
—Adam, usa la puerta. La casa está protegida y hechizada contra
todas las criaturas posibles. Estas brujas son más inteligentes que la
mayoría.
—Bien —gimió, y escuché que la ventana se cerraba, mientras la
puerta se abría al pasillo. Me moví hacia mi auto, escondiéndome en las
sombras mientras el hombre salía de la casa, caminaba hacia la entrada
y luego desaparecía.
Me quedé allí, mirando fijamente donde se había evaporado hasta
convertirse en nada. Como si acabara de dejar de existir. Me apoyé
contra el coche, mirando la mansión al otro lado del camino antes de
girar hacia la puerta trasera. Apenas había atravesado la puerta cuando
escuché pasos que se dirigían en mi dirección, así que me dejé caer a
cuatro patas sobre la alfombra.
—¿Kendra? —Alden gritó, y yo le respondí, cuando dio la vuelta a la
esquina y me encontró, fingiendo examinar la alfombra donde se había
vuelto raída en algunos lugares—. ¿Todo bien? —preguntó.
—Solo ver tanto Lucy es más de lo que una chica puede manejar —
mentí con una sonrisa tensa.
—No creas que tu mamá estaría de acuerdo contigo en eso, niña —
sonrió y me estudió de cerca—. Lucian fue un caballero anoche, ¿no?
—Perfecto caballero —estuve de acuerdo—. Un imbécil
condescendiente, pero mantuvo sus manos para sí mismo —Me
incorporé y me sacudí el polvo de las manos—. Voy a salir esta noche
con Kat y Dexter, así que entraré y me ducharé, si quieres decírselo a
mamá.
No quería enfrentarme a mi madre en este momento. Demonios, si
alguien podía decir que estaba mintiendo, era esa mujer.
—¿Estás segura? Lucian dijo que no deberías estar sola.
—No estaré sola. Estaré en su club con mis amigos —Sonreí
alegremente.
Una hora más tarde, estaba caminando hacia Layton, quien me
seguía con los ojos entrecerrados. Me detuve frente a él, dándole una
sonrisa torcida.
—Necesito hablar con tu jefe —dije con descaro, esperando que me
dejaran entrar.
—Está ocupado —gruñó, despidiéndome con frialdad.
—No estoy aquí por placer, es por negocios —respondí con frialdad.
Me devolvió la mirada, sus ojos recorrieron mis curvas, y lo que
estaba usando parecía ser una nota al pie de página en su lectura. El
vestido era un maxi vestido de doble abertura que me quedaba
malditamente bien, y la parte superior resultó ser una blusa de tubo, lo
que significaba que no tenía sujetador, lo que, aparentemente, parecía
gustarle.
—Podrías haberme engañado; no hay brujas que vengan en busca de
negocios con un vestido como ese, a menos que estén en el negocio de
buscar problemas. Así que dime, Bruja, estás aquí para follar o pelear,
¿cuál es?
—Ninguno —contesté remilgadamente mientras entrecerraba mis
ojos en él—. ¿Dónde está?
—Él está abajo. ¿Tienes las pelotas para ir allí por tu negocio? —dijo
arrastrando las palabras mientras sus ojos permanecían fijos en mis
pechos.
—¿Crees que no lo haré? —Le espeté y él sonrió.
—Entra; te encontrará cuando esté listo para hacerlo —gruñó
mientras levantaba la cuerda roja para que yo pudiera pasar.
—Gracias —bromeé, sin importarme si sonaba más como un vete a
la mierda.
Entré al club, escuchando el ritmo rápido de una canción que parecía
fluir a través de mí. Miré a mi alrededor, arrugando la nariz mientras
observaba a la multitud, que parecía más "diferente" que humana
mientras bailaban y se movían al ritmo. La vibra dentro del club era
pecado, mezclada con algo más oscuro.
Me moví más profundo entre la multitud, abriéndome paso hasta
que llegué al pasillo que conducía abajo. Esta noche no estaba
bloqueado. Normalmente había hombres apostados en la entrada y no
se podía pasar. Miré a mi alrededor para asegurar que nadie estuviera
mirando y sonreí cuando un grupo de chicas empezó a bajar; las
alcancé, mezclándome.
Bajamos las escaleras hasta el nivel inferior y me detuve una vez que
llegamos a la pista de baile. Estaba llena de hombres y mujeres
semidesnudos, todos bailando al ritmo hipnótico.
Había algo hermoso y sensual en la forma en que se movían; no era
nada parecido a lo que había visto en los incómodos bailes o bares de
la escuela secundaria que se dirigían a la multitud de la universidad.
Sus movimientos me atrajeron y me hipnotizaron. Me tragué las ganas
de quitarme el vestido y unirme a ellos, obligándome a profundizar en
los secretos que se encuentran en este nivel al que nos habían
prohibido entrar.
Mis ojos escanearon la habitación en busca de cámaras, agachando la
cabeza cuando pasaba junto a algunas.
Entré en un sinuoso pasillo que se ramificaba en tres direcciones
diferentes. Estaba a punto de ir en una dirección cuando vi a Adam,
quien tomó de la mano a una chica mientras caminaban más
profundamente en lo que parecía un pasillo sin fin. ¿Cómo diablos era
este lugar tan grande?
Los seguí, manteniendo suficiente distancia para que no me vieran.
Cuando Adam se volvió abruptamente, me vi obligada a entrar en una
habitación oscura para evitar que me viera.
La puerta se abrió lo suficiente para que pudiera escuchar lo que
estaban haciendo. ¿Realmente se la estaba follando en el pasillo?
Mierda. ¿Cómo diablos se suponía que saldría de aquí si estaban
follando? Me moví más adentro de la habitación, encontrando muebles
y juguetes sexuales al azar colocados por todas partes. Incluso tenía
una mesa lo suficientemente grande como para sostener un cuerpo.
Mierda extraña. Me moví hacia la pared de vidrio que se parecía mucho
a la de la oficina de Lucian, pero esta parecía vidrio templado. Me
acerqué y vi a un grupo de personas al otro lado que parecían estar
esperando algo.
Parecían asustados, casi aterrorizados, pero ¿por qué? Escuché una
puerta abrirse y vi como Lucian y Spyder entraban, ambos sin camisa
mientras se acercaban al grupo.
—Rompieron las reglas esta noche —La voz de Lucian cortó como
fragmentos de hielo a través del grupo cuando apareció una mujer
ensangrentada que no había visto antes. Fue cortada en varios lugares,
su cuerpo era una masa de furiosos hematomas de color púrpura—.
Ahora, ¿por qué no me dicen el por qué pensaron que podrían hacer
algo así en mi club? —Exigió.
—Vete a la mierda, no eres el rey aquí —espetó uno—. A ella le
gustó, pidió más a gritos.
—¿Fue así? No me pareció que ella lo estuviera disfrutando —
Spyder ladeó la cabeza con un brillo peligroso en los ojos.
—Vete a la mierda tú también, sombra. ¿Crees que estaríamos aquí
si no nos permitieran? Es un mundo nuevo, viene un nuevo rey. No
estarán aquí mucho tiempo —gruñó otro, y fruncí el ceño,
atreviéndome a mirar a Lucian, quien sonrió con malicia.
—¿Crees que él me lo puede quitar? —Lucian desafió.
—Él tomó a tu puta justo debajo de tus narices, ¿no es así? —el tipo
se burló, y vi como Lucian agarraba la garganta del tipo con una mano
y su hombro con la otra antes de literalmente partir al hombre por la
mitad.
Mi mano voló hasta mi boca, sofocando el grito que trató de escapar.
Mi codo golpeó la ventana y di un paso atrás, viendo como uno por uno,
fueron asesinados de una manera que ni siquiera podía considerarse
remotamente humana. Película de terror, sí; humano, ¡no tanto! Mi
pierna chocó contra algo, y el sonido del vidrio rompiéndose en el piso
me hizo mirar hacia abajo y luego hacia arriba, solo para encontrar
unos enfurecidos ojos azul medianoche clavados en los míos.
Giré y salí corriendo de esa habitación de la muerte tan rápido como
pude. Mi corazón tronaba en mi cabeza más fuerte que la música que
retumbaba dentro del club. Mis pies se movieron más rápido de lo que
se habían movido antes, porque los había visto matar a alguien, gente,
haciéndolos jodidos pedazos. ¡Lucian ni siquiera había sudado un
maldito segundo! ¿Quién hacia eso? Salí a la primera pista de baile,
empujando a la gente fuera de mi camino mientras corría a través de
ella y subía las escaleras hasta el nivel superior. Me escondí entre los
bailarines, recuperando el aliento mientras me dirigía hacia la puerta,
pero él estaba allí, a menos de unos metros frente a mí, esperándome
con una mirada fría en los ojos. Él era el único que no bailaba,
mirándome mientras todo lo demás se movía a nuestro alrededor.
Giré la cabeza, con la intención de salir por la puerta lateral, pero de
alguna manera, él había aparecido allí. Enter Sandman de Metallica
interrumpió la reproducción de la otra canción, y sentí mi cuerpo
temblar cuando se dirigió hacia mí. Giré y volví por donde acababa de
venir. Me moví entre la multitud hasta el siguiente piso, encontrándolo
más cerca de lo que pensé que podría estar al otro lado de mí. Giré en
círculo y luego corrí en la dirección opuesta, cerrando la distancia
entre la escalera que conducía arriba y yo. Casi la había alcanzado
cuando salió de la multitud de cuerpos y bloqueó la salida. Me volví de
nuevo y me abrí paso apresuradamente entre la multitud, en la
dirección de dónde venía. Me estaba persiguiendo, llevándome de
regreso a las salas subterráneas de su club.
Corrí por el pasillo sin mirar atrás, quitándome los zapatos mientras
las parejas se abrazaban en el largo y sinuoso pasillo, ajenas al
monstruo que me perseguía, doblando una esquina, planeé subir las
escaleras hacia las oficinas, pero en el momento en que mi pie tocó la
escalera, miré hacia arriba, solo para encontrarlo bajando lentamente
las escaleras. Ya no estaba cubierto de sangre, lo cual era una locura
porque acababa de verlo masacrar a un montón de personas.
¿Qué carajos?
Giré en la dirección por donde había venido y corrí a ciegas,
buscando algún lugar para esconderme de él. Doblé otra esquina y
mientras corría hacia la habitación más cercana, todas las puertas se
cerraron de golpe. Todas excepto una, que tenía BOSS estampada. Corrí
adentro y cerré la puerta detrás de mí. Me mudé a la parte de atrás de
la habitación, donde encontré una pared de vidrio del piso al techo,
examiné cada lado, tratando de encontrar lo que pudiera hacer que
funcionara y me dejara salir de esta habitación. La toqué y no pasó
nada. La golpeé y me pregunté si había algo en la habitación que
pudiera atravesarla, pero en el momento en que giré la cabeza para
mirar, fui golpeada contra el vidrio. Los ojos de medianoche se
comieron los míos mientras él me empujaba contra su cuerpo y
agarraba un puñado de mi cabello mientras tiraba de mi cabeza hacia
atrás.
—No deberías estar aquí —gruñó. Estaba pulsando, su poder
vibrando, llenando la habitación con corriente bruta—. No esta noche,
no cuando necesito una liberación de lo que hiciste con el diablo.
—Mi aquelarre sabe que estoy aquí, Lucian —gemí cuando su boca
tocó mi garganta y un gruñido retumbó desde lo profundo de su pecho.
Frotó su nariz sobre mi mejilla, permitiendo que su aliento caliente
avivara mi carne.
—¿Crees que pueden salvarte de mí? —Murmuró mientras sus
dedos acunaban mi cuello—. Nadie puede salvarte de mí esta noche,
nadie —Su boca tocó mi hombro, y luego bajó la parte superior de mi
vestido, ignorando el grito que salió de mi garganta mientras lo
empujaba lejos de mí.
—Si no voy a casa, sabrán que estoy perdida —balbuceé mientras
luchaba por levantarme el vestido y maniobraba a su alrededor.
Comencé a retroceder mientras él se acercaba, negando con la cabeza.
—Lucian —Extendí mis manos para alejarlo—. Por favor —jadeé
cuando mis piernas golpearon algo suave, pero firme, y caí hacia atrás.
Se cernió sobre mí, sin camisa. Hermoso de una manera aterradora
que me dejó sin aliento y estupefacta, lo que me hizo darme cuenta que
no era mejor que la bruja en el sueño que había tenido sobre él. Quizás
por eso lo había soñado.
—¿Por favor qué, bruja? —gruñó mientras sus brazos alcanzaban
mis piernas. Me revolví, retrocediendo en la cama mientras él sonreía y
me acechaba a través del colchón—. ¿Por favor destrozar tu bonito
coño, o por favor dejarte ir? Solo tengo deseos de cumplir una de esas
peticiones, y dejarte ir no es realmente una opción.
—Tengo que irme —chillé, tratando de averiguar cómo evitarlo,
pero no había forma de hacerlo sin tirarme de la cama—. Antes que
alguien se dé cuenta que me he ido y vengan a buscarme.
—No lo creo; le dijiste a Alden que vendrías aquí, para que sepan
dónde estás. Saliste con amigos, ¿no es así, Adam? —Preguntó por
encima del hombro—. No estarás en casa hasta tarde —terminó, sin
molestarse en parecer culpable mientras me veía retorcerme. Mis ojos
se movieron hacia la puerta, donde Adam se apoyó contra el marco,
mirándonos.
—¡Tú! ¡Tú me tendiste una trampa! —Lo acusé y le lancé una mirada
mortal a Lucian—. Tú preparaste esto, ¿por qué? ¿Porque me burlo de
ti? ¿Porque no sigo ordenes?
—Porque dejaste que Lucifer follara lo que es mío, y no me gusta
compartir mis juguetes —espetó, empujándome sobre mi espalda
mientras me seguía—. También está tu flagrante desobediencia y tu
falta de voluntad para seguir mis reglas. Se te advirtió que te
mantuvieras alejada de los niveles inferiores repetidamente y, sin
embargo, te niegas a escuchar. El hecho de que no haya un guardia
colocado no significa que no sepa todo lo que sucede dentro de mi club.
—Reclamó mi boca, con fuerza, exigiendo que le abriera.
Gemí contra él, levantando mis manos para acunar su rostro, sin
importarme que tuviéramos una audiencia. Se apartó mientras me
miraba fijamente.
—Antes que termine esta noche, voy a asegurarme de que sepas la
diferencia entre Lucifer y yo. No habrá duda de quién te está follando a
partir de ahora —advirtió, empujando su sexo contra el mío,
obligándome a envolver mis piernas a su alrededor hasta que nuestros
cuerpos estuvieran al ras—. Eres tan jodidamente hermosa. Tan
jodidamente perfecta —ronroneó mientras su lengua rozaba mis
labios, persuadiéndolos para que se abrieran aún más.
Mi cuerpo estaba en llamas con una necesidad que solo él podía
arreglar. Gemí su nombre mientras me bajaba el vestido, su aliento
caliente abanicaba mis pezones mientras se reía con frialdad. Estaba
inconsciente de todo lo que sucedía a mi alrededor cuando él se
levantó y empujó mi vestido hacia abajo, y me lo quitó y luego regresó,
besándome hasta que empecé a hacer ruidos con lo mucho que lo
necesitaba para curar el dolor que él había creado.
Lucian apartó mis manos de él y gemí, luchando por tocarlo, pero
luego bajó la boca, atrapando mi labio mientras lo mordía suavemente.
Grité, sintiendo que mi cuerpo respondía mientras se arqueaba, y mis
pezones se endurecían, desesperados por ser chupados.
—Te necesito —gemí, sin prestar atención a nada más que a él. Ni
siquiera estaba segura de por qué lo necesitaba, solo que lo hacía.
Seguía diciendo que yo era suya, y ni siquiera me atrevía a discutirlo.
Nunca había sido suya antes, pero quería serlo de una manera que no
entendía.
—Pronto —prometió, mirando más allá de la cama mientras una vez
más bajaba su boca contra la mía. Mis pies fueron tirados de alrededor
de él y me quedé quieta, sintiendo las manos en mis tobillos, ambos
tobillos. Me aparté de él para ver qué estaba pasando. Me miró
mientras una risa malvada retumbaba en su pecho.
—¿Qué estás haciendo? —Susurré cuando una sensación de
inquietud se apoderó de mí cuando vi a Bane y Layton asegurando mis
tobillos mientras luchaba contra ellos. Rápidamente se movieron para
asegurar mis muñecas. Lo armé lentamente y mi cuerpo tembló
mientras miraba a los hombres observándome. Esto no era lo que
quería o necesitaba. Miré hacia arriba mientras Lucian se recostaba,
exponiéndome a los hombres. Mis bragas eran todo lo que me quedaba
aun.
Bane apretó la cuerda a través de los lazos de las esposas de sujeción
de mis muñecas y, mientras se enderezaba, me miró con una mirada
hambrienta en los ojos.
Estaba atada a los postes de la cama, que eran demasiado gruesos
para romperlos o alejarme, extendida y vulnerable mientras me veían
retorcer.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Exigí.
—Reclamarte —sonrió con satisfacción, alejándose de la cama.
—¡Déjenme ir! —Escupí, luchando contra las cuerdas mientras
luchaba por escapar—. ¡Voy a patear sus putos traseros! —Sabía que
no importaba lo que dijera o hiciera, porque no era como si realmente
pudiera patearles el culo todavía.
Layton se aclaró la garganta, claramente divertido, e inclinó la
cabeza hacia Lucian.
—Va a tomar un poco de tiempo tener todo preparado, ¿quieres que
traiga a los demás aquí?
¿Más?
Al diablo con esto.
Susurré un hechizo, pero no pasó nada. Lo canté dentro de mi
cabeza, una y otra vez, mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse
por mis sienes hasta mis oídos.
—¿Qué diablos creen que están haciendo? No se saldrán con la suya
con esta mierda —les advertí.
—No te preocupes, no haremos nada que no te guste, linda gatita —
murmuró Spyder mientras emergía de las sombras, como si hubiera
estado ahí mirando todo el tiempo—. Los demás ya están en camino.
Ella ya está lista, no queremos hacerla esperar, ¿verdad, caballeros?
Capítulo 10

Iría al infierno y volvería por ti, atravesaría el fuego y haría


cualquier cosa para protegerte. Incluso esto. Tú. Eres. Mia.
~Lucian

Me revolví, luchando por alejarme de ellos hasta que Lucian llamó a


Adam. Hice una pausa, mirando al hombre que ya no ocultaba las
señales reveladoras que lo identificaban. Sus ojos tricolores se
movieron lentamente sobre mis pechos expuestos.
Su sonrisa era pecaminosamente hermosa mientras se sentaba a mi
lado, y lenta y levemente acariciaba mis costillas con una gran mano,
explorando tranquilamente. Mordí mi labio cuando sentí sus manos,
enviando ondas de choque a través de mí.
—Continúa, pero quita tus putas manos de ella —gruñó Lucian como
advertencia.
—Quieres que deje de pelear, necesito tocarla. Esta mierda no
funciona a través del aire conmigo. No soy Ryder. Hice la transición
hace menos de un año, así que si la quieres sin sentido y con necesidad
para que esté de acuerdo con lo que quieres de ella, retrocede. O
encuentra a alguien más. No estoy exactamente de acuerdo con esto tal
como es, porque todo el asunto del consentimiento está saliendo por la
ventana con esta mierda —dijo Adam, sin tocarme hasta que Lucian
asintió.
—Para lo que hay que hacer aquí, es suficiente consentimiento —
Lucian le hizo un gesto de "sigue adelante".
—¡Hijo de puta! —Lloré mientras me daba cuenta. Adam era Fae,
pero no cualquier Fae. Sus ojos tricolores y marcas pulsantes decían
que era un Fae real, y un Fae real podía hacerte hacer lo que quisiera—
. ¡No lo hagas! —Grité, pero sus manos rozaron mis costados,
deslizándose sobre ellos, y mis ojos se pusieron en blanco cuando el
placer me atravesó. Levanté la espalda, luchando por recordar por qué
estaba luchando. Sacudí la cabeza, grité blasfemias y luché contra las
cuerdas.
—Maldita sea, es feroz —murmuró Adam mientras retiraba su mano
y yo gruñía—. Voy a necesitar besarla, porque ella no me deja entrar.
Va a necesitar más que mi toque.
—Inténtalo de nuevo —ordenó Lucian, apartando el cabello de mi
cara mientras me miraba con una mirada impasible en sus ojos, como
si estuviera tratando de separarse emocionalmente de lo que le estaba
ordenando a Adam que me hiciera.
—¡Te voy a destrozar, imbécil! ¡Déjame ir!
—¿Y dejar que él te alcance de nuevo? Prefiero cortarme la polla —
sonrió Lucian—. Lo cual no va suceder —aclaró cuando sonreí
salvajemente ante su respuesta—. Te gusta mi polla.
—¡Nunca he tenido tu polla para saber si me gusta o no! —Le gruñí.
—Estoy a punto de remediar eso —murmuró mientras me miraba.
Sentí las dos manos de Adam acariciándome y grité de frustración
mientras luchaba contra el Fae, odiando que me estuviera quitando
todo lo que tenía para mantener su toque lejos de mi mente y no
pudieran hacer lo que fuera que hicieran. Estaba ganando contra ellos,
hasta que Lucian se inclinó cuando su mano se deslizó en mis bragas y
su boca rozó la mía.
Grité, gimiendo contra él mientras mi lucha por mantenerlo a raya se
desvanecía y mi necesidad por él crecía a un nivel explosivo. Gemí
cuando sus dedos acariciaron mi sexo, sacando gruñidos de todos los
hombres en la habitación, como si de alguna manera supieran lo que
había hecho. Sentí los dedos de Adam mientras acariciaban mis
pezones. Lucian soltó mi boca y mis ojos lucharon por permanecer
abiertos.
—Maldito infierno —gruñó Adam mientras se alejaba como si yo
fuera un fuego, uno que él había encendido y no podía apagar—. Ella es
un volcán ahora mismo —murmuró mientras se frotaba la mano por la
cara como si estuviera tratando de ignorar la tienda en sus pantalones,
y yo lo quería, los quería a todos.
—No, no por favor —rogué—. Te arrancaré la polla, bastardo —Me
abalance sobre Lucian, y nadie lo había esperado. Golpeé mi cabeza
contra la suya, tomándolo con la guardia baja, y él sonrió, ¡el hijo de
puta me sonrió!
—Jesús —susurró Adam y se movió de la cama, probablemente
tratando de evitar que su cabeza también fuera golpeada.
—Eso fue... inesperado, pero divertido —sonrió Spyder, sentándose
en el lado que Adam acababa de dejar libre. Sus manos tocaron mi
ombligo, tirando suavemente del piercing que colgaba ahí. Se movió,
deslizándose hacia donde estaba mi cabeza y se sentó detrás de mí. Olí
la salvia y otras cosas ardiendo mientras la luz de las velas bañaba la
habitación con su resplandor. Me apartó el pelo de la cara y lo rodó
debajo de la cabeza mientras yo ponía los ojos en blanco para mirarlo.
—Quiero follarte, ¿qué piensas de eso? De hecho, todos queremos,
gatita. ¿Crees que puedes manejarlo? ¿Quizás tomar de a dos a algunos
de nosotros?
—¡Empecemos con tu polla en mi boca para que pueda tragarla
después de morderla, imbécil! —Grité mientras trataba de golpear mi
cabeza contra él, pero la atrapó, levantándome; de hecho, todos se
movieron juntos como si hubieran estado esperando su señal,
empujándome hacia arriba para que él pudiera colarse detrás de mí
mientras otros reajustaban las cuerdas que me sujetaban. Spyder
acunó mi cuerpo con el suyo, sosteniendo mi espalda contra su pecho
desnudo mientras Lucian nos miraba con ojos entrecerrados.
—Veo por qué te gusta —ronroneó Spyder contra mi oído—. Adam,
besa a la perra para que podamos seguir adelante, ¿no?
—No —gemí, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras las
lágrimas caían sin control—. Lucian —No había nada en sus ojos, solo
ira mientras me veía suplicarle—. ¡No me lo follé! ¡Pensé que eras tú
con quien estaba! —Grité con voz ronca, lo que hizo que todos se
detuvieran y me miraran—. Se suponía que eras tú.
—No importa con quién pensabas que estabas. Follaste al diablo, ¿y
sabes lo que pasa cuando lo dejas entrar? Él no se detiene, puede
llevarte al purgatorio, follarte y terminar embarazada por eso. Él puede
cortarte la maldita garganta y se acabó, te mueres. ¿Así que esto? Esto
está ocurriendo. Eres mía y él no volverá a llegar a ti, nunca.
¿Entiendes? Sé buena chica, besa al chico bonito. Te lo dije, no soy tu
puto cuento de hadas, soy tu pesadilla.
—No soy tuya y nunca lo seré, imbécil —gemí y mi cabeza fue girada,
y Adam estaba allí, agarrando mis labios mientras me empujaba hacia
atrás, solo para sentir la erección de Spyder cuando Adam reclamó mi
boca. No se limitó a besar; folló con su lengua, sumergiéndola,
acariciando lentamente la mía hasta que me apoyé contra Spyder,
frotando mi culo sobre su gruesa polla como si lo estuviera invitando a
jugar. Cuando Adam se apartó, gemí, lloriqueando por la pérdida del
calor que me había dado, solo para quitármelo.
—Ella está lista ahora, no va a luchar más —murmuró con algo
parecido a la tristeza en sus ojos—. Me debes una joder, recuerda eso.
La próxima vez, déjanos fuera de lo que sea que es esta mierda. No
estoy seguro para que se requiere tantos tipos a medio vestir y una
mujer delicada, sin importar cuán fuerte sea su mente —Adam se
volvió y miró enojado a Lucian antes de sacudir la cabeza y
desaparecer de la habitación.
—Buena gatita —ronroneó Spyder mientras sus manos soltaban mi
cintura para apretar mis pechos y besar mi oreja. Gemí, sin apartar la
mirada de Lucian, como si mi vida dependiera de mantener el contacto
visual con él.
Lucian apartó la mirada y se acercó a la mesa, dejándome a solas con
Spyder mientras los demás se reunían alrededor de la mesa, añadiendo
algo a una copa. Los dedos de Spyder continuaron pellizcando mis
pezones, tirando de ellos mientras yo cerraba los ojos y dejaba caer la
cabeza contra él mientras inhalaba su olor y el de la habitación.
Masculinidad mezclada con magia. Spyder no se detuvo; me sostuvo
allí mientras yo luchaba por abrir los ojos al ver a los otros hombres,
uno por uno, aceptando una daga que se movía lentamente alrededor
de la mesa. Cada uno hizo un pequeño corte en su palma y la sangre
goteó en la copa, hasta que la daga alcanzó a Lucian, quien hizo su
ofrenda y llevó la copa a Spyder. Miró a Spyder, que gruñó mientras
jugaba con mis pechos.
—Dame la mano —ordenó Lucian, y Spyder extendió la mano con
pereza, a pesar que Lucian tenía una hoja de aspecto perverso en la
mano, que pasó por la palma de Spyder hasta que pude ver su sangre,
brillando como rubíes al caer en la copa. Después de un momento,
Spyder retiró su mano y no pude ver una sola marca en ella mientras
descendía para atormentar mis pezones nuevamente. Me estaba
reteniendo en el momento, encerrándome en lo que sea que el Fae me
había hecho, haciéndome desear su polla aunque solo quería lastimarlo
a él o a ellos.
Lucian se acomodó entre mis piernas, separándolas más para
acomodar su ancho cuerpo. Tomó un generoso sorbo de la copa y pude
ver la sangre en sus labios, sangre que fue aportada por todos los
hombres en la habitación. Lucian tocó mis labios con el borde de la
copa.
—Bebe —ordenó en voz baja, y fue una compulsión que no pude
ignorar. El sabor estalló en mi lengua, no un sabor cobrizo, sino a
almizcle erótico, vino, salvia y un toque de incienso.
Luego metió el dedo en la copa y cuando sus ojos capturaron los
míos, lentamente retiró el dedo ensangrentado y comenzó a hacer
marcas en mi estómago mientras los cánticos estallaban en la
habitación. Tragué mientras la magia se deslizaba sobre mi carne y mi
cuerpo se calentaba. Cerré los ojos cuando mi cabeza se hundió contra
Spyder, quien besó mi cuello mientras cantaba con voz ronca junto con
los demás.
Mis ojos se abrieron cuando sentí que me arrancaban las bragas y un
gemido de miedo salió de mi garganta cuando descubrí a Lucian
pintando el trozo de tela con su sangre.
Me miró mientras yo miraba su mano, su pulgar rozando mi clítoris,
y grité cuando las manos de Spyder se movieron hacia la parte
posterior de mis muslos, manteniéndome abierta a Lucian mientras él
continuaba dibujando runas sobre mi cuerpo.
—Un coñito desnudo —gruñó Spyder, su aliento caliente abanicó mi
oído mientras Lucian se movía, haciendo sus marcas—. Apuesto a que
sabes a necesidad porque te follen, pruébala por nosotros —exigió
mientras la mirada de Lucian se movía por encima de mi hombro. ¿Era
ira en sus ojos? ¿No le gustaba que me vieran así, o no le gustaba que
Spyder le diera órdenes?
Que se joda.
Las siguientes palabras de los labios de Lucian me sorprendieron.
—Sabe a caos, mezclado con el comienzo de una tormenta. Folla
como un huracán, salvaje con una necesidad tan cruda y exigente que
no puede ser igualada. Y cuando llega, ruge como una maldita bestia
matando a su presa. Y cuando se rompe, es un jodido desastre
hermoso. Encuentra la tuya propia; ella es mía.
—Ella es nuestra ahora, Lucian —corrigió Spyder, deslizando sus
manos más cerca de mi sexo mientras empujaba sus dedos a través de
los pliegues calientes, que estaban húmedos, pero no por él. Su dedo
empujó mis profundidades y me arqueé hacia él, necesitando
liberación. Sentí a Spyder temblar detrás de mí cuando sacó su dedo de
mi cuerpo y una vez más lo deslizó a través de los resbaladizos
pliegues mientras Lucian nos miraba. Lucian y sus malditas palabras, el
hombre me mataba.
—Quieres que la cuidemos, ya conoces el precio. Sabes lo que se
necesita para protegerla de él, y no tenemos ninguna razón para
querer que ella siga respirando, excepto tú. Tómalo o déjalo, porque no
hay otra forma de evitarlo. Lucifer sabrá lo que hicimos; no pensó que
harías esto porque no te gusta compartir. Si no lo usamos todo, él
volverá a buscarla. Decide.
Los ojos de medianoche sostuvieron los míos y él asintió. Sentí que
todos se acercaban, incluso con la neblina Fae mezclada con el hechizo
que se lanzaba sobre mi piel. No los quería en mí; mi cuerpo no era
algo para compartir. No me importaba lo que hiciera, siempre y cuando
no dejara que me tuvieran.
Vi como Lucian se deslizaba sobre su vientre y comenzaba a besar
mi carne mientras los demás se acercaban, y luché por entender lo que
estaba sucediendo. Sentí sus bocas tocándome, lamiendo mi estómago
y pechos mientras Lucian se aferraba a mi coño y grité, sintiendo que
Spyder se uniría pronto, a pesar de que solo él me mantenía erguida
mientras la multitud de sensaciones amenazaba con hacerme explotar.
Sentí su boca lamiendo mi hombro mientras miraba a Lucian. Spyder
me mordió el hombro y grité; el dolor ardía y luego, tan rápido como
había comenzado, se convirtió en placer.
Los otros se unieron mordiendo y chupando y no pude apartar los
ojos de Lucian cuando su sonrisa se volvió sexy mientras lamía mi
clítoris. Jadeé cuando me di cuenta de lo que pretendía hacer; incluso
mientras mordisqueaba mi coño resbaladizo, me estaba mirando con
ellos. Solo que ellos no me estaban follando, me estaban mordiendo y
enviando algo a mi sistema. Layton se acercó a mi sexo y vislumbré un
colmillo justo antes de que golpeara. A medida que cada uno me lamía
y mordía, el sitio donde me mordía se encendía y enviaba chispas
eróticas disparándose por todo mi cuerpo.
Sentí que Spyder soltaba su agarre, incluso mientras se movía un
poco, enviando mi cuerpo inerte hacia él hasta que alguien más me
agarró. Luego regresó, abriendo mi mandíbula mientras sostenía la
copa en mis labios.
—Bebe, o arruinaré este trasero— gruñó Spyder—. Me está
tentando con lo dulce que es, y no puedo asegurar que no disfrutes el
que me lo folle duro —Luché contra él, pero se rió—. Aww, gatita, ¿me
estás invitando a follar? —Empujó su dura polla contra mi espalda,
sosteniéndome contra él mientras los demás comenzaban a lamer mi
cuerpo en un brutal asalto, enviando mi cuerpo en espiral sobre el
borde mientras Spyder me sostenía durante el orgasmo.
Sentí los dientes de Lucian contra mi muslo, cerca de mi sexo y me
deshice mientras Spyder continuaba abrazándome, incluso cuando
Lucian soltó mi piel para volver a trabajar mi coño con su peligrosa
lengua. La mano de Spyder se deslizó hacia abajo, separando mi carne
que Lucian estaba deslumbrando, moviendo lentamente sus dedos
contra mi clítoris—. ¿Sientes mi polla? —Spyder murmuró contra mi
oído—. Quiere ser enterrada en esa estrechez. Tú me dejarías follarte,
¿no es así? —La copa estaba inclinada, apoyada contra mi labio
inferior, esperando.
—Bebe, ahora —gruñó Lucian mientras mordía mi clítoris,
chupándolo mientras el orgasmo disminuía. Abrí la boca con un
gemido y bebí lo que Spyder vertió por mi garganta. Me atraganté y, sin
embargo, continué tragando hasta que desaparecieron las últimas
gotas, lamiendo mis labios para limpiarlos mientras Lucian sonreía con
suficiencia, su ronca risa vibrando contra mi cuerpo. Cuando terminé
de tragar la poción restante, mi cuerpo se calentó hasta que el sudor se
acumuló entre mis pechos. Temblé cuando mi cuerpo se estremeció,
mientras los hombres retrocedían y se paraban alrededor de la cama,
esperando.
—Buena niña, ahora dime a quién mierda perteneces y que sea la
verdad.
Los labios de Spyder rozaron la parte posterior de mi cuello
suavemente, sus dedos se apartaron de mi coño y lentamente se alejó
de mí mientras Lucian se cernía más grande que la vida sobre mí. Sus
ojos perforaron los míos cuando el significado de sus palabras me
golpeó. Él o Lucifer, esas eran mis elecciones.
—A ti —susurré sin dudarlo. Su boca tocó la mía mientras su polla
presionaba contra mi abertura.
—Eres mía desde ahora y siempre —gruñó mientras me veía
temblar.
Su boca se curvó en una sonrisa diabólica mientras empujaba dentro
de mí mientras sus hombres presenciaban lo que estaba haciendo.
—Dilo —Sacudió sus caderas cuando un fuerte gemido de
anticipación salió de mis labios.
—Soy tuya, Lucian —gemí, dejando caer mi cabeza mientras él
empujaba más profundamente en mi cuerpo. Grité mientras me
llenaba, sin importarme la audiencia que nos rodeaba—. Ahora, y
siempre, soy tuya, Lucian.
—Buena chica, ahora grítalo para que nunca lo olvides —exigió,
empujando con fuerza mientras soltaba las cuerdas y empujaba mis
piernas contra mi pecho mientras me follaba. Grité cuando lo sentí
dentro de mí. Estaba reclamando propiedad, pero no era solo de mi
cuerpo; quería cada parte de mí, incluida mi alma. Mi misma esencia.
Sus hombres comenzaron a cantar de nuevo y yo detoné, mi espalda se
arqueó fuera de la cama cuando los sentí allí con nosotros, como si
compartieran esta parte íntima de nosotros a pesar de que no me
habían tocado o unido mientras él follaba mi alma. Lucian agarró mi
cabello, volteándome mientras separaba mis piernas, golpeándome con
su velocidad inhumana mientras cantaban cada vez más rápido, hasta
que mi cabeza cayó, solo para que él agarrara mi cabello y tirara de mi
cabeza hacia atrás hasta que reclamó mi boca con su beso hambriento.
El sexo y la magia llenaron la habitación. Sexo oscuro mezclado con
magia negra, y yo había aceptado voluntariamente ser suya, ser de
ellos. Mi mente estaba regresando y empujé de vuelta, uniéndome a la
incursión que llamábamos, y no me importaba una mierda si me veían
ser dominada en el dormitorio. Estaba en llamas y él era el combustible
que quemaba dentro de mí. Me di la vuelta y lo abofeteé mientras lo
empujaba hacia abajo, ganándome una sonrisa.
—Ahí está mi chica —gruñó mientras me deslizaba lentamente por
su gruesa polla, inclinándome para morder su labio mientras gruñía mi
aprobación. Rastrillé mis uñas por su pecho y escuché a los hombres a
nuestro alrededor gemir mientras me levantaba y, una vez más, me
golpeaba contra él hasta que exploté alrededor de su polla gruesa, solo
para ser empujada y capturada contra la cama mientras él me sonreía.
—Ahora, para castigarte por no saber la jodida diferencia, y
asegurarme de que nunca olvides cómo me siento dentro de ti.
No estaba segura de cuántas horas habían pasado o cuánto tiempo
habíamos follado, pero estaba segura que nunca lo olvidaría. Me di la
vuelta, exhausta y saciada, y lo miré con ojos pesados.
—Qué niña tan traviesa, dulce Bruja; los querías, ¿no es así? —
Murmuró con voz ronca, todavía duro y dentro de mi cuerpo—. Eres
mía. No hay nadie que pueda contactarte ahora, nadie que pueda
alejarte de mí. Nunca podrás huir de mí porque te encontraré. Tú. Eres.
Mía.
—Chúpala —gemí.
—Esa boca tuya —se rió mientras empujaba más profundamente—.
Es útil; déjame mostrarte para qué.

*~*~*
Me desperté adolorida como la mierda, incapaz de moverme. Gemí,
me levanté de la cama y miré alrededor de la habitación. Me puse de
pie, mirando mi habitación, parpadeando mientras miraba a mi
alrededor. No pudo haber sido una pesadilla; las pesadillas no te
dejaban haciendo una mueca cuando caminabas, y maldita sea, estaba
haciendo una mueca mientras me dirigía al baño.
Terminé con mis necesidades corporales y me miré en el espejo. Me
levanté el pijama de Hello Kitty y miré fijamente la multitud de marcas
rojas de donde me habían mordido. Prueba de lo que habían hecho
esos imbéciles.
Pasando a la ducha, la encendí mientras entraba lentamente y me
deslizaba por la pared, donde me senté y pensé en formas de
prenderles fuego a todos.
No había una parte de mí que no doliera. Recordé todo lo de anoche.
Rápidamente me lavé, usando el nuevo champú que había hecho, y
luego me vestí con una falda, sin bragas ya que estaba demasiado
adolorida para siquiera intentarlo. Yo iba a jodidamente asesinarlo.
Me dirigí a la sala principal, con la plena intención de encontrar a mi
madre y explicarle lo que había sucedido anoche. Solo que, en el
momento en que llegué al pie de las escaleras, ella no estaba allí. Ellos
estaban ahí. Lucian y sus hombres sonrieron, arrogantes como la
mierda mientras observaban mi paso lento y doloroso.
No hice contacto visual porque no podía; ¿después de lo que me
habían hecho? Simplemente no pude. Salí de la habitación y me dirigí
hacia la cocina, solo para que algo me empujara hacia atrás, algo que se
había movido más rápido de lo que mi mente podía comprender.
—Dulce niña, ¿nos estás ignorando ahora? —Lucian ronroneó y yo
gruñí, mostrando los dientes como un perro rabioso.
—¿Qué diablos me hiciste? —Rompí—. ¿Crees que no le diré a mi
aquelarre lo que hiciste? ¿Lo qué hicieron todos?
—¿Que te hicimos? —Murmuró con un falso tono inocente mientras
inhalaba el olor de mi cabello. Me sostuvo allí, exponiéndome a la
habitación llena de hombres mientras extendía mis brazos. Mi
estómago estaba expuesto, y Spyder sonrió mientras sus ojos se
apartaban para sostener los míos.
—¡Tú sabes lo que hicieron! —Dije.
—Te protegemos de Lucifer —susurró contra mi oído mientras su
nariz lo acariciaba. Quería cerrar los ojos para que no vieran las
lágrimas de ira que se acumulaban cuando los recordaba a todos
besándome y tocándome antes de que me royeran como un hueso—.
Tú lo dejaste entrar, no nosotros. Estabas abierta a él, y dejaste que se
follara lo mío, así que te hicimos nuestra. Toda nuestra, y ahora, ahora
él no puede tocarte —murmuró con aire de suficiencia.
—¿Y tenías que hacer eso? ¿No podrías haberme advertido, o al
menos haber intentado hablar conmigo al respecto? —Grité cuando
aparté mis brazos de los suyos y me volví para mirarlo—. Tenías que
follarme para lograr el hechizo, ¿o solo estabas siendo tú y necesitabas
reclamar la mierda?
Él caminó lentamente hacia adelante, obligándome a retroceder.
—Eso estaba incluido en el hechizo. Verás, cuando reclamas algo
como lo hemos hecho nosotros, normalmente constituye ser follada,
duro. Y fuiste follada duro, ¿no es así? —Su voz era engañosamente
suave mientras avanzaba, empujándome lentamente hacia los
hombres—. Dime, ¿todavía puedes sentirme dentro de ti,
reclamándote, destrozando ese apretado coño? —Sonrió mientras un
rubor calentaba mis mejillas—. Te lo dije, sabrías muy bien la
diferencia entre nosotros, pequeña. Cuando follo, me aseguro de que te
lastimes de una manera placentera que no olvidarás. Él juega,
atormenta, tortura y desecha sus juguetes rotos; yo soy tu dueño y me
ocupo de mis pertenencias —Su voz bajó peligrosamente—. Dejare que
conserves tus recuerdos. Viste lo que hago, así que adelante, díselo al
aquelarre. En el momento en que hagan un movimiento en mi contra,
se mueren. Si quieres un monstruo, puedo serlo. Crees que lo que viste
anoche fue malo, puedo hacer que eso parezca un juego de niños. No
me hagas mostrarte el monstruo en tu cama, pequeña bruja. No te
gustará.
—No puedes matar al aquelarre —advertí mientras la ira latía a
través de mí.
—Puedo, y lo haré si descubren lo que viste, o si alguno de ellos se
entera de lo que hicimos juntos. No cometas errores; te uniste a la
diversión durante horas. Eso es magia oscura. Apestas a ella —se rió,
empujándome hacia atrás, donde aterricé en el regazo de Spyder con
un grito de dolor. Me acercó a su cuerpo y gruñó, y mis ojos se alzaron
hacia los de Lucian, quien había descubierto que hoy estaba sin bragas
cuando Spyder levantó el dobladillo de mi falda.
—Alguien está adolorida —sonrió Lucian mientras Spyder
acariciaba mi muslo, cerca de mi sexo.
—Disfrutamos matando, pero disfrutamos más follando. Dices algo,
y te haré ver como son masacrados mientras te follo; creo que
conocerás el dolor y el placer a un nivel completamente nuevo, gatita.
Te he probado y, para ser honesto, entiendo por qué te quiere. Eres
dulce, pero escondes un lado sucio que me vuelve loco. Así que, por
favor, diles, porque una vez que lo hagas, su protección termina y
comienza la verdadera diversión —gruñó Spyder mientras sus dedos
trazaban el pliegue de mi muslo, a centímetros de donde mi sexo
estaba expuesto a la mirada acalorada de Lucian.
Luché en su regazo hasta que sentí su polla crecer contra mi trasero,
dándome cuenta que disfrutaba más si me resistía. Me detuve,
arqueando mi trasero lejos de él mientras él se reía roncamente contra
mi oído.
—Demasiado fácil —murmuró suavemente mientras besaba mi
cuello—. Sabes a sexo y magia, y un toque de whisky, y honestamente,
te ves mucho mejor atada a una cama, desnuda. Así que no vayas a
cagarla, porque si lo haces, es donde te quedarás.
—Jódete —susurré con voz ronca.
—No, pero si susurras nuestros secretos a un alma y es exactamente
lo que te haré —prometió—. Ahora, sé una buena chica y no hagas
nada estúpido. Estamos en todas partes, mirándote.
Mi falda fue cayendo hacia abajo cuando una mano se deslizó por mi
muslo, la otra tocó mi hombro, y ardió en el momento en que lo hizo.
—Hueles bien, casi lo suficientemente buena para comer.
Me levanté bruscamente y me alejé de él hasta que me topé con
Lucian, quien sonrió mientras buscaba las palabras. Me aparté de él
con las mejillas carmesí y miré las espaldas de los hombres mientras
salían de la casa.
Tragué un sollozo cuando me volví para mirar a Lucian, quien
levantó un dedo para recorrerlo por un lado de mi cara.
Recordé estar con él, todo él. Recordé rogarle que me hiciera cosas,
cosas malas. Le supliqué y le hice cosas solo para que me diera lo que
necesitaba, y aun así, tenía hambre de más. Ellos habían estado
observando toda la noche, y cada vez que detonábamos, se deshacían
un poco con nosotros.
—Lo que hicimos... —No pude terminar cuando el calor floreció en
mi rostro y las lágrimas se quedaron en mis ojos.
—Follamos, tú y yo. No te follaste a nadie más, y no lo harás, nunca
más. Supéralo; incluso los animales follan cuando están en temporada
y ahora mismo, tú eres el animal y yo soy el lobo cazándote porque, no
te equivoques, estás en temporada. Te dije que no era un buen tipo, te
dije que era yo quien te protegía, y así lo hago. Arreglé tu problema con
Lucifer, pero no fue gratis. Lo dejaste entrar. No a mí, no a ellos.
Pagamos un precio para arreglar lo que hiciste y, por lo tanto, eres mía.
¿Entiendes? Y la próxima vez que pienses en explorar mi club, lo harás
conmigo, o no te gustará lo que pase. Rompe las reglas de nuevo, y
serás castigada, y no terminará tan bien como resultó esto.
—Se supone que debo encontrar un compañero. Tengo que
quedarme embarazada, así que, a menos que planees tener un hijo
conmigo, estaré lista para la selección en el próximo evento. Y tú... tú
no lo hiciste —hice una pausa, mirándolo mientras trataba de
preguntarle delicadamente si se había puesto algo.
—¿Usar protección? —Se rió mientras me veía entrar en pánico—.
No, no lo hice, y no lo haré contigo. Le dirás al aquelarre que eres mía, o
les diré que follamos y que seguiremos follando. Una de las dos cosas
sucederá porque no vas a follar con nadie más. No, a menos que
quieras verlos al final de una espada, sin cabeza.
—Eres un bastardo —siseé mientras me alejaba de él mientras se
acercaba, forzándome contra la pared.
—Guarda los sobrenombres para el dormitorio —se rió mientras me
presionaba contra la pared—. Bésame, joder, y hazlo en serio. Imagina
que tu pequeña y bonita vida depende de ello porque lo hace.
Levanté mi boca hacia la suya, pasando lentamente mi lengua por
sus labios mientras gemía contra él. Mi lengua se deslizó entre sus
suaves labios, capturando los suyos. Un gruñido surgió de lo más
profundo de su pecho mientras me levantaba, presionando mi coño
contra su polla, arrancando un grito de mis pulmones cuando el dolor
contra el que presionaba ardía.
¿Qué le pasaba a este hombre? Me perseguía, moviéndome de una
manera que ninguna bruja podría, y sin embargo, no pude mantenerme
alejada de él. Lo quería, quería todo de él. Quería que me follara aquí
mismo, ahora mismo, y él lo sabía. Envolví mis piernas alrededor de él,
estirándome entre nosotros para liberar su polla, hasta que sonó una
tos desde otra parte de la habitación, y luego otra, seguida de risas.
Me aparté de él, mirando fijamente sus condescendientes ojos de
medianoche que me sonreían con triunfo, luchando por calmar la
respuesta de mi cuerpo y forzando mi respiración a calmarse. Mordí mi
labio, inclinando mi cabeza hacia atrás contra la pared mientras él me
dejaba deslizarme por él, justo hasta que sus dedos se deslizaron a
través de mi sexo con mi madre y su novio a solo unos metros de
nosotros. Ahogué mi rostro contra su pecho, inhalando su aroma
terroso mientras luchaba por calmar la tormenta que él había creado.
—¿Qué es esto? —chilló mi madre y yo gemí—. ¿Es por eso que no
volviste a casa anoche hasta tarde?
—Ella es mía —dijo Lucian con firmeza—. Hazle saber a tu madre
que te reclamé desde anoche y que tengo intención de criar contigo —
Me miró mientras lo ensartaba con una mirada que prometía mil
muertes—. Un Fitzgerald y Blackstone será un niño muy poderoso de
hecho, ¿no es así, dulce niña? Probablemente el más poderoso en la
historia del aquelarre —murmuró antes de quitar la mano y besar mi
frente.
—¿Qué hay de él? —preguntó ella apenas por encima de un susurro.
—Ya no puede tocarla —Sus ojos se clavaron en los míos,
mirándome mientras hablaba—. Usé un antiguo hechizo familiar para
protegerla y reclamarla. Ella está ligada a mí ahora, y cerrada al
infierno para siempre.
Sonreí con frialdad al recordar su hechizo "familiar", que había
consistido en un Fae y una habitación llena de hombres semidesnudos
lamiendo y mordiéndome.
—Haré el anuncio; el aquelarre estará encantado. Es inesperado,
pero no creo que pueda elegir una mejor pareja para ella. Eso, si se
reproducen, por supuesto.
—Estoy de acuerdo, al igual que ella —dijo en voz baja, bajando su
boca a la mía en un casto beso, que hizo que las mariposas se
enfurecieran dentro de mí—. Te veré pronto.
—Aguanta la respiración mientras esperas —le susurré, solo para
sus oídos.
—No me hagas azotar tu trasero, pequeña bruja —dijo lo
suficientemente fuerte como para que lo escucharan, haciendo que mis
mejillas se enrojecieran más de lo que ya estaban al ser encontrada con
su mano en el tarro de galletas. Literalmente.
Capítulo 11

Oh, los secretos que escondemos en esta red de mentiras


andrajosa.
~Lena

Pasear por mi habitación se estaba convirtiendo en un mal hábito. Lo


había estado haciendo durante más de una hora, probablemente
castigándome por lo que había permitido que sucediera anoche.
Todavía no sabía por qué fui a su club, para empezar.
Quizás fue la conversación entre Alden y Adam lo que me inquietó, o
podría haber sido espiar a Lucian y finalmente obtener algunas
respuestas sobre la locura que lo rodeaba y estaba influyendo en todo
mi pequeño mundo.
Sabía que, por la retorcida razón que fuera, él tenía algo que ver con
que los Fae aparecieran en mi casa.
Escuché hablar del Gremio de Spokane, que estaba siendo
reconstruido después de haber sido convertido en un montón de
escombros. También había oído hablar de la caída del Gremio de
Seattle, aunque no había noticias de que se estaba reconstruyendo. Las
noticias habían cubierto ambas historias sobre las batallas en los
Gremios. Ambas batallas tenían dedos apuntando a los Fae como los
chicos malos lógicos, sin embargo, parecía haber algo más grande
detrás de escena con los Gremios, algo que los medios de comunicación
no nos contaban.
Luego estaba Alden. Había invitado a los Fae a mi casa y parecían ser
bastante amigables con él. No, eran más que amistosos con él; era casi
paternal con el Fae real que me despojó de todas mis defensas y me
dejó abierta a Lucian y su depravada banda de hombres. Alden, el
hombre que nos había estado entrenando para usar nuestra magia.
Alden, que había estado guiando a nuestro aquelarre, sabía mucho más
de lo que dejaba ver sobre Lucian y lo que estaba sucediendo con el
Gremio, un lugar al que nuestro aquelarre tenía prohibido ir. ¡Alden, el
gran traidor gordo que estaba saliendo con mi madre!
Agarré una foto mía y de Lena y la arrojé contra la pared, viendo
cómo se hacía añicos en una gratificante lluvia de vidrio. Me acerqué a
los restos y saqué la foto de los restos de cristal. La sacudí en busca de
fragmentos afilados y noté un mapa dibujado en la parte posterior.
Sentada en mi cama, la estudié por unos momentos, y luego se me
ocurrió una idea mientras examinaba lentamente las otras imágenes.
Cuando éramos niñas, dejábamos mensajes ocultos en todas partes,
pero los importantes los habíamos ocultado a plena vista.
Una tras otra, quité las fotos de los marcos y les di la vuelta para
encontrar notas garabateadas apresuradamente, luego las alineé en la
cama hasta que tuve un mensaje completo. Tragué el miedo mientras
descubría lo que significaba. Mi corazón latía con fuerza mientras
estudiaba las notas una al lado de la otra en el mapa.
Echando un último vistazo a la habitación, agarré mi mochila y junté
las notas en una ordenada pila antes de deslizarlas en ella. Me puse los
zapatos, tiré la mochila liviana sobre mis hombros y me dirigí hacia la
puerta, pero dudé por un momento mientras sostenía el pomo. La abrí
y avancé por el pasillo, escuchando las risas que sonaban desde el
dormitorio de mi madre.
Satisfecha porque estaría ocupada un poco, bajé las escaleras lo más
silenciosamente posible, mirando furtivamente alrededor de la
habitación, pero no encontré a nadie. Me moví un poco más rápido
hacia la puerta principal y luego salí a mi auto. Me quité la mochila de
los hombros y la tiré en el asiento del pasajero antes de deslizarme
dentro del auto.
Nada era lo que parecía aquí y todo se sentía mal. Me sentía como si
me hubiera deslizado en un episodio de Twilight Zone, uno con
ladrones de cuerpos. Había repetido a Lucian asesinando gente una y
otra vez dentro de mi cabeza, memorizando cada detalle, hasta
aquellas personas en la multitud que no eran humanos; habían sido
otros. Nadie dijo nada cuando me perseguían; nadie se movió para
ayudarme. ¡Como si estuvieran acostumbrados a que la gente asustada
corra por sus vidas en los niveles inferiores del club!
El sol se estaba poniendo cuando salí a la carretera y miré por el
espejo retrovisor a tiempo para ver otro automóvil en el asfalto detrás
de mí. Lucian me había advertido que su gente estaba en todas partes,
mirándome, y yo había aprendido por las malas que él nunca hace
amenazas sin sentido. Si decía que estaba vigilando, podía contar con
ello. Sin embargo, yo era una chica y él tenía chicos acechándome.
Literalmente podría aburrirlos hasta la muerte, hacer que bajen la
guardia y luego escabullirme.
Pasé las siguientes horas deambulando por el centro comercial,
disfrutando de muestras de chocolate y perfumes mientras miraba los
escaparates, luego me dirigí a una librería que estaba más cerca de
donde realmente quería estar. Pasé un par de horas más mirando
libros mientras la recepcionista me miraba como si temiera que fuera a
terminar el que tenía en la mano. Me dirigí a la caja registradora y
coloqué el libro en el mostrador, mirando con indiferencia por la
ventana para ver a Bane esperando en su auto con un pasajero
desconocido.
—¿Este? —Preguntó, colocando sus perfectos anteojos de
bibliotecaria en su lugar mientras me hacía sentir como una niña
traviesa leyendo una de las novelas picantes de su madre—. ¿Estás
segura que no quieres los otros de los que leíste la mitad?
—No, no mantuvieron mi interés. Pero este lo hizo; ¡Muchísimas
gracias por preguntar! —Sonreí alegremente.
—No puedo decir que te culpo; se ponen un poco lentos, pero ese se
acelera en la mitad —Señaló uno de los libros que tenía una cubierta
tipo bodice-ripper2, sorprendiéndome. Volví a mirar por la ventana y
ella me miró especulativamente—. Han estado ahí fuera todo este
tiempo; ¿amigos tuyos?

2Bodice-ripper: una novela romántica que contiene escenas donde la heroína es agredida y violada
sexualmente.
—No, no exactamente —resoplé—. Amigos de mi novio no deseado,
supongo que se podría decir.
—Hay una puerta trasera —ofreció—. No es que puedas llegar a tu
auto sin que te vean, pero te daría algo de tiempo antes que noten que
te has ido. Una vez salí con un imbécil abusivo. Envió a sus amigos a
presionarme cuando rompí con él. Nosotras, las chicas, nos
mantenemos juntas, ¿verdad, cariño?
La miré mientras lo consideraba. El Gremio estaba a cinco cuadras
de aquí. Podría llegar allí a pie en minutos si me apurara. Todavía no
estaba segura de cómo entraría, pero no tenía la intención de no entrar
en este momento.
—Por favor. Eso me ayudaría mucho, pero tendré que volver por
aquí, si es posible —susurré, y ella asintió mientras terminaba de pasar
el libro antes de señalar algunos estantes y hablar de otros libros como
si estuviera ayudándome a encontrar algo más. Rodeó el mostrador de
la caja registradora y la seguí hasta el frente de los estantes, donde
comenzó a sacar libros al azar y a describirlos antes de pasar a los
estantes traseros, que no se podían ver desde las ventanas delanteras.
Exhalé mientras ella dejaba los libros y corrí hacia la puerta trasera, la
abrí y miré por el callejón oscuro en ambas direcciones. Ella no se
detuvo allí; cruzó el callejón y golpeó con los nudillos la puerta frente a
su tienda.
—Roger, abre, cariño —dijo, y cuando se abrió la puerta, salió un
hombre de treinta y tantos, sonriendo de oreja a oreja mientras miraba
a la empleada tetona de la tienda. Sin perder el ritmo ni una pizca de
encanto, ella empezó a hablar rápido—. Esta chica necesita un poco de
ayuda, tiene a alguien detrás de ella; ¿la dejarías salir por el frente por
mí?
—Lo que sea por ti, Carla —canturreó antes de mirarme y
parpadear, sus ojos viajando lentamente por mi cuerpo con interés.
—Bueno, Roger, ¿en serio estás haciendo eso? Ya ha pasado por
bastante. Déjala salir, ¿por favor? —Ella sacudió un dedo debajo de su
nariz.
—Claro, pero me lo deberás —sonrió y entrecerré los ojos, sin saber
si quería dejar a la pobre Carla en deuda con este tipo.
—Puedo caminar alrededor de los edificios —le ofrecí, pero ella me
empujó a través de la puerta.
—Ahora, ya te lo dije, las chicas debemos permanecer juntas. Y
Roger aquí tiene más de treinta centímetros en los pantalones, así que
no me preocupo por él en absoluto. Una chica tiene que encontrarlo
donde pueda. Dios sabe que no los hacen todos iguales. Sin cerebro, y
mucha polla en este. Él es como los prefiero en estos días. Sin
resentimientos, cariño, pero sabes que estoy en esto por la polla.
Riendo, insegura de si debería haberlo hecho, pero incapaz de evitar
que burbujeara, abracé a Carla rápidamente y luego seguí a Roger,
quien me informó que eran más como trece pulgadas y él estaba
dispuesto a mostrármelas todas si quería comprobar. Pasé, saliendo
por el frente de su tienda con un rápido saludo y un vistazo a su
entrepierna antes de correr hacia el siguiente callejón.
Corrí de callejón en callejón hasta que patiné y me detuve cuando
doblé la última esquina y me encontré cara a cara con la vista
amenazadora del Gremio Spokane. El suave resplandor de las farolas
reflejándose en él me mostró que realmente había sido reconstruido y
era mucho más grande de lo que esperaba; enorme, de hecho. Las luces
brillaban en algunas de las ventanas y vi que el frente estaba
custodiado por un par de hombres altos y de aspecto imponente que
no tuve que arriesgarme mucho para adivinar que eran Fae.
Metí el libro en mi mochila y lo cambié por el mapa. Las flechas
apuntaban a la parte posterior del Gremio, y me mordí el labio
mientras levantaba los ojos y vi a una rubia familiar mientras ella y un
hombre de cabello oscuro se movían por el frente del Gremio.
Mirándolos con sospecha, me moví por la parte de atrás y busqué en
la oscuridad hasta que encontré el drenaje pluvial marcado en el mapa
que me daría acceso a las catacumbas. Me deslicé a través de él,
conteniendo la respiración junto con mi mochila para no hacer ningún
ruido cuando entré al interior estigio. Bajé la escala, ignorando el
desagradable olor a moho y agua estancada cuando llegué a otra
escalera.
Trepé a través de un montón de escombros, uno que había sido
trazado, lo que significaba que el mapa estaba bien. Encendí una
linterna y volví a mirar el mapa.
¿En qué carajo había estado pensando al venir aquí después que lo
atacaran? Sus notas decían que había estado viniendo durante meses y,
sin embargo, el Gremio había sufrido daños por mucho más tiempo.
Me adentré más en las alcantarillas y finalmente en los bordes
exteriores de las catacumbas como indicaban las notas, luego me
detuve y tuve la primera vista del interior del Gremio.
Esta sección todavía estaba destruida, rocas y bloques de concreto
que alguna vez fueron paredes cubrían los pisos. La sangre seca los
cubría como una pintura macabra, como si aquí fuera donde los
miembros del Gremio hubieran caído, y luego los trasladaran para el
entierro. Mi corazón se apretó por los que habían muerto aquí. Alejé
esos pensamientos mientras pasaba entre los escombros y me
internaba más en el Gremio.
Me escabullí por el pasillo oscuro, siguiendo las flechas hasta que
tuve que cambiar de foto. Mi corazón latía salvajemente cuando
descubrí otro pasillo que conducía más al laberinto debajo del Gremio.
Una vez que llegué al piso que estaba buscando, afortunadamente
sin que cayera sobre mi cabeza, apagué la linterna y susurré el hechizo
para ver en la oscuridad. La línea Ley aquí era fuerte, lo
suficientemente fuerte como para no causar una onda al tocarla. Me
moví silenciosamente a través de lo que supuse que había sido una vez
una biblioteca, sosteniendo el mapa a mi lado mientras seguía la
imagen dentro de mi mente.
Pasé por lo que parecía un altar medieval y me detuve en la entrada.
Era viejo y apestaba a muerte, como si hubiera sido un lugar de
sacrificio para los dioses de antaño. Un escalofrío recorrió mi espalda
mientras miraba la puerta, cubierta de protecciones. Protecciones
pesadas, del tipo con el que no te metes porque podría derribarte todo
el lugar encima.
Lena estaba oficialmente despedida.
Me abrí paso cuidadosamente entre más escombros, preguntándome
por qué no habían arreglado los niveles inferiores como debieron
haber hecho con los niveles superiores.
Mi primera visión de las catacumbas casi me hizo dar la vuelta y
correr; esta sección era peor. Cada puerta tenía runas, y cuanto más me
internaba en el laberinto de túneles, más quería dejar este lugar. Pude
ver rastros de sangre seca, como si algunas de las brujas del Gremio se
hubieran escondido en las profundidades de las catacumbas el día que
este lugar cayó.
Me detuve frente a una puerta, sosteniendo el mapa para mirarlo.
Estaba marcado con sangre, sangre familiar y, sin embargo,
instintivamente supe que no era de mi línea. Sentí que me llamaba, así
que puse mi mano en la puerta, y se abrió. ¿Qué mierda?
Desde fuera de la habitación, miré hacia las filas de libros y rollos de
pergamino que llenaban los estantes. En la parte de atrás había viejas
mesas de madera, junto con viejas sillas decrépitas.
En el momento en que entré en la habitación, apareció una figura
fantasmal, mirándome. Era una mujer hermosa, creada a imagen de lo
que nos enseñaron que era la Diosa, Hécate, y, sin embargo, de alguna
manera supe que no era la Diosa. Contuve la respiración mientras me
acercaba, mirando la puerta detrás de la figura.
—Y entonces has venido —dijo—. Sangre de mi sangre y línea de mi
línea, soy liberada de este tiempo.
—¿Que qué? —Pregunté, y vi como la puerta detrás de ella se abría
mientras ella desaparecía—. Es por eso que las drogas son malas niños
—Gemí mientras me frotaba las sienes y me movía hacia la habitación
oculta, cerrando la puerta detrás de mí mientras susurraba un hechizo
para encender las velas dentro de la habitación.
Jadeé mientras miraba los objetos antiguos dentro de la habitación.
Los frascos de hierbas y otros artículos se intercalaban con libros en
los estantes. Extendí la mano, tocando uno de los viales que contenían
líquido y observé cómo aparecía una escritura azul fluorescente en la
etiqueta. Aparté mi mano de él, temiendo haber hecho estallar algo,
pero cuando aparté mi mano, las otras etiquetas comenzaron a brillar
con la misma escritura azul iridiscente. Pasé a la siguiente cosa, que era
una pequeña caja, donde encontré un collar de camafeo que parecía
haber sido elaborado a principios del siglo XVIII. Al presionar el
pequeño mecanismo en el costado, el relicario se abrió y una mujer de
cabello oscuro me miró fijamente, sus labios exuberantes y llenos
mientras hacía pucheros a quienquiera que hubiera pintado su imagen.
Lo devolví y seguí examinando los artículos. Girando en círculo, noté
que las protecciones dentro de la habitación eran del mismo color que
la escritura que brillaba con los objetos, como si estuviera proyectada
allí.
Mis ojos siguieron las líneas que zigzagueaban por la habitación
hasta que aterrizaron en una pila de grimorios. Me estremecí y me
acerqué, atraída por la letra brillante que estaba garabateada en el
grimorio en la parte superior de la pila.
Miré alrededor de la habitación una vez más y di el último paso que
me llevó a los libros. Mi mano salió disparada, agarrando el primero de
la pila. Dejé caer mi bolso mientras me arrodillaba frente a la pila y abrí
la cubierta encuadernada en cuero hasta la primera página. Todo
dentro de mí decía que lo cerrara y retrocediera, pero no pude. Me
sentí atraída hacia ellos como si una línea invisible me conectara con
ellos. Un violento temblor me atravesó cuando mis dedos tocaron la
primera página.
Mis ojos se volvieron pesados mientras el aire dentro de la
habitación se llenaba de magia. Mientras observaba, las letras salían de
la página, se deslizaban por mi carne y desaparecían en mi piel. Mis
brazos brillaron con las letras fluorescentes mientras una tras otra
dejaba el libro y se desvanecía en mi cuerpo. No pude detenerme, no
hasta que todos los grimorios estaban vacíos y formaban una pila a mi
lado.
Levanté las manos y me enjugué las lágrimas que se negaban a
detenerse cuando cada palabra y cada historia entraban en mi mente.
Hechizos antiguos se arremolinaron alrededor de mi mente, y peores.
Las historias que pertenecían a las dueñas de los grimorios también
susurraban en mi mente.
Dolor; emocionalmente mi mente gritaba con su dolor a pesar que
no era mío. Cada una había predicho su propia muerte, así como las
manos de quién vendría. Faltaban nombres y fechas, pero de alguna
manera sabía más que solo los detalles de sus vidas; conocía su dolor.
Me quedé mirando el último libro y noté que no era un grimorio, sino
un diario con páginas amarillas. Sobre la página que estaba abierta
caían mis lágrimas mientras lloraba cuando cada palabra se reproducía
como un audiolibro entrando en mi mente. Me levanté, volví a poner
los libros en una pila ordenada y me alejé de ellos.
Me volví y miré la otra caja pequeña en el estante, parpadeando para
contener las lágrimas mientras me dirigía hacia ella. Después de quitar
la tapa, sostuve otro medallón tosco en mi mano. Este relicario era más
antiguo; tenía algo escrito y, sin embargo, no pude distinguir lo que
decía. Volví a poner la parte superior de la caja mientras lo guardaba
en mi bolsillo y luego toqué el siguiente artículo. Me atravesaron
recuerdos que no eran míos. Quité la tapa del siguiente, lo toqué, y el
siguiente, y así sucesivamente, hasta que toqué todos los artículos de la
habitación y saqué los recuerdos de ellos. Arreglé la habitación, volví a
poner todo donde lo había encontrado.
Ahora tenía los grimorios de al menos seis brujas dentro de mi alma.
Minutos, ese fue el tiempo que me tomó ganar toda la vida de la magia
de cada grimorio. No solo eso, sino que guardaba recuerdos preciados
de ellos; el amor y el miedo hormigueaban dentro de mí, y me sentí
extraña. Nada de eso tenía ningún sentido, pero de alguna manera se
sentía bien.
Mis pies se movieron como si estuvieran controlados por otra
persona. Entré en la habitación de al lado y me detuve frente a un
ataúd que estaba cubierto de una hermosa artesanía. La madera estaba
grabada con una historia de maldiciones, y una extraña sensación de
déjà vu me recorrió la espalda. Pasé mis dedos sobre él, buscando los
recuerdos que contenía, pero no había nada allí. Cuanto más lo tocaba,
más se me erizaba el pelo de la nuca. Quienquiera que hubiera grabado
las tallas lo había hecho con amor, tomándose su tiempo.
Me aparté de ello, obligándome a irme. Una pared de cráneos se
encontró con mi visión y salté hacia atrás, golpeando el ataúd con la
cadera. ¿Vigilantes? Moví mis ojos de ellos al ataúd, tragando una
sensación de inquietud. Espeluznante. Me estremecí y mientras lo
hacía, escuché voces. Me puse rígida, mirando el ataúd y
preguntándome si tendría las pelotas para esconderme dentro de él. Ni
siquiera voy a intentarlo. Me aplasté contra una pared, susurré un
hechizo y parpadeé, quedándome quieta mientras la gente doblaba la
esquina. Me preparé para luchar, sabiendo que no ganaría, pero
pasaron a mi lado.
Casi exhalé, pero en cambio me quedé tan quieta como una estatua,
escuchándolos.
—Algo lo tocó, Ristan. Lo sentí, ¿tú no? —preguntó la rubia, y yo la
miré—. Todavía está aquí, sea lo que sea. Se siente... incorrecto.
Incompleto. Poderoso… te lo digo, algo está aquí .
—Yo también lo habría sentido, Flor, y no siento nada. Te siento y
me siento a mí. Tal vez fue Adam, su magia tiende a persistir cuando se
transporta. Aún no lo ha perfeccionado, pero todos sabemos que ha
estado en el límite.
Me moví en silencio, observando cada lugar que pisaba hasta que
estuve de regreso en la habitación con el altar. Acababa de entrar
cuando la rubia apareció frente a mí, con una espada sacada de la nada.
Me incliné hacia la derecha tirándome al suelo mientras ella blandía la
espada en un amplio arco, mirando alrededor de la habitación
mientras el otro chico de largo cabello negro le aplaudía. Los miré con
los ojos entrecerrados, tratando de ver mejor cualquier cosa extraña
que estuviera pasando con sus ojos.
—Felicidades, mataste el aire —se rió.
—Silencio Demonio, hay algo aquí.
Me arrastré sobre manos y rodillas, rodeando el altar hasta que
apoyé la cabeza contra él. Escuché sus zapatos, sensuales como el
infierno, tacones altos que repiquetearon mientras lo rodeaba y
balanceó su espada a centímetros de mi cabeza. Contuve la respiración,
quedándome en mi lugar mientras ella se movía alrededor, mirando
fijamente todo.
—Si estoy en lo cierto, es una bruja. Una poderosa, lo que significa
que podría estar escondida aquí, necesitando nuestra ayuda —
reflexionó mientras empujaba la espada en la funda de su costado.
—Dudo que ella pida algo contigo moviendo esa cosa como She-Ra
con esteroides. Quiero decir, estoy bastante seguro que ella asumirá
que eres del equipo Skeletor. Vamos; si no sientes malicia, ella no es
mala. Probablemente esté aterrorizada y escondida aquí, así que
démosle un poco de espacio. Pronto verá que somos del equipo He-
Man.
—Tú y tu mierda de películas. Necesitamos conseguirte más Blu-
Rays pronto.
—Los Blu-Rays son tan el año pasado. Tengo Demon on Demand,
que es un paso adelante de Fae-per-view.
Contuve la respiración hasta que salieron de la habitación, y durante
lo que pareció una eternidad después que se fueron, permanecí en mi
lugar. Lentamente me puse de pie, busqué en el área y recé para que el
hechizo de invisibilidad que de alguna manera había lanzado todavía
funcionara. Salí corriendo por donde había venido, sin detenerme
hasta que entré en la tienda de Roger mientras me deshacía del
hechizo. Sonrió con satisfacción, rodeando su mostrador con un par de
pantalones cortos en lugar de los jeans que había estado usando antes.
Miré el reloj y vi que no me había ido más de una hora y unos minutos.
Parecía que habían pasado varias.
—Tengo que volver a entrar en la tienda de Carla, ahora —espeté
mientras él asentía.
—Por aquí, señorita. Todas las chicas guapas siempre tienen mucha
prisa por aquí —refunfuñó. Una vez que estuve en el callejón, abrió la
puerta y escuché la voz de Bane. Me llevé el dedo a los labios y miré a
mi alrededor, encontré el baño y me apresuré a entrar, cerrando la
puerta silenciosamente detrás de mí.
Escuché como los pesados pies de Bane golpeaban el piso mientras
tiraba del inodoro y abría la puerta del baño mientras arreglaba mi
camisa. Lo miré, entrecerrando mis ojos en él mientras salía del baño.
Gruñí y él sonrió.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Rompí.
—¿Siguiendo tu dulce trasero por Lucian, y tú? Dime, ¿quién mierda
pasa tanto tiempo en una librería? ¡Dios mío, mujer, tres malditas
horas!
—Comprando libros, sola. Lo que significa que no importa si son
cinco o diez horas, porque estoy sola —respondí mientras me movía
hacia la pila que Carla había dejado en la silla, luego me dirigí a la caja
registradora y las coloqué, sonriéndole a Carla.
—¿Encontraste todo lo que necesitabas? —me preguntó, como si
hubiera pasado la última hora más o menos en la librería con ella,
acurrucada con libros.
—Y más, esperemos que mi nuevo amor tenga estantes grandes —
bromeé.
—Si un hombre espera complacer a una mujer, primero necesita
complacer su mente —se rió y Bane resopló detrás de mí.
—Si un hombre quiere complacer a una mujer, le separa el coño y se
lo folla con la boca hasta que ella le ruega que se detenga. Después de
eso, se la folla durante horas hasta que ella, nuevamente, le ruega que
se detenga. Entonces, reclama su mente, porque una vez que tienes su
cuerpo y su mente, esa alma es tuya.
Lo miré mientras la cajera inhalaba.
—El suyo no mide treinta centímetros; más como cinco —me reí
disimuladamente, y ella se rió de la mirada de descontento en su
rostro.
—Qué carajos dices —gruñó Bane mientras miraba sus jeans.
—A mí me encantan mis pulgadas —ella le guiñó un ojo.
Capítulo 12

Luego vino una araña, que quiere estar dentro de ella.


~Spyder

Me recosté en mi cama, sin saber si realmente quería salir con Dexter y


Kat, especialmente después de la mierda que había pasado con Lucian.
Me sentía más confiada ahora, sabiendo que tenía innumerables
hechizos a mi alcance, especialmente porque nadie más lo sabía. Me
había pasado la mayor parte del día pasando las páginas mentalmente
y examinando los hechizos que nunca había soñado que existieran.
Aunque traté de ignorarlo, el sueño de Katia se repitió en mi cabeza
al menos tres veces hoy, como si algo quisiera que lo recordara. La
mera idea de Katia confiando en el Gremio, los grimorios y los diarios
que ahora tenía me molestaba. ¿Por qué había corrido hacia ellos? El
Gremio era el último lugar al que debería haberle confiado sus secretos
y, sin embargo, los había escondido en una habitación secreta. ¿Por
qué? ¿Por qué iban a ir más allá por una bruja que no formaba parte
del Gremio? No tenía sentido, y cada nueva información que aprendía
hacía que todo fuera más confuso.
¡Ya nada tenía sentido, nada!
Había tenido sexo con Lucifer en un sueño, que no había sido un
sueño después de todo. Eso había llevado a Lucian y sus hombres a
reclamarme, y no era una idiota. Sabía que había sido más que un
simple acto de protección, era más profundo. La mordida de Spyder
todavía me dolía, y cada vez que la tocaba, mi cuerpo respondía de una
manera que no debería. Lucian me había mordido el interior del muslo
y me dolía continuamente como un recordatorio de lo que había
sucedido.
Ayer revisé los archivos del aquelarre en busca de algo parecido a lo
que me habían hecho y, sin embargo, no había nada ni siquiera
parecido.
Me alejé de la cama, mirando ceñuda mi reflejo en el espejo. Empujé
la tira de encaje de mi camisón hacia un lado. Reveló una mordida roja
furiosa que aún no se había desvanecido. Pulsaba y quemaba mientras
pasaba mis dedos sobre ella. Miré la mordida y luego levanté la bata
para exponer la parte interna del muslo, donde estaba la mordida de
Lucian, estaba rojo brillante, como si me hubiera mordido hace unos
minutos. Dejé caer el dobladillo del vestido, agarré algo de ropa y salí
arrastrando los pies de mi habitación y por el pasillo hasta el baño, con
la intención de restregarme la piel para eliminar la sensación punzante
en mi carne. Ninguna de las otras marcas de mordiscos era visible, solo
las de Spyder y Lucian, y ambas palpitaban con una línea directa a mis
partes femeninas. Lo odiaba, pero peor aún, sentía que me habían
puesto un rastreador sobrenatural. Por otra parte, si tuviera que elegir
entre el diablo y ellos, los elegiría a ellos.
Una vez que me duché, me puse una falda ondulada con una blusa de
encaje. Arreglé mi cabello en una cola de caballo y apliqué un poco de
labial en mis labios antes que un golpe en la puerta me sacara de todos
mis pensamientos confusos. Me moví vacilante hacia la puerta después
de verificar que mi hombro estaba cubierto, ocultando la evidencia de
la delicada situación que había soportado.
—Tienes que empacar, ahora —dijo mi madre enérgicamente
mientras se abría paso hacia el baño y me echaba de allí, a mi
habitación.
—Um, ¿disculpa? Voy a salir con Kat y Dexter esta noche —le
expliqué mientras se trasladaba a mi cama, donde se sentó con el ceño
fruncido que estropeaba sus hermosos rasgos. Para su edad, parecía
más joven de lo que realmente era. Estoy segura que no parecía lo
suficientemente mayor para tenerme como su hija.
—No, no lo harás. El aquelarre ha solicitado tu ayuda y me he
tomado la libertad de aceptar que lo harías. Hay una bruja en Portland,
Oregón, que está en problemas. Necesito que hagas esto, y decir que
no, no es una opción, Kendra. Nuestros números son bajos. Tu abuela
cree que será una adición útil a nuestro aquelarre.
Su mirada se desvió de mí al marco roto que todavía estaba en el
suelo. Los fragmentos de vidrio reflejaban el sol que entraba en la
habitación por la ventana, y sus ojos se movieron rápidamente desde el
marco que faltaba hasta la única foto enmarcada que quedaba de Lena
y yo. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas antes que se los secara y
se volviera para mirarme con resolución en sus hermosas
profundidades.
—Yo también la extraño —susurró mientras se levantaba, sacando
un pedazo de papel de su bolsillo, junto con una pequeña bolsa de
hierbas—. Estos te ayudarán, y empaqué algunos mechones de cabello
de Sirena en la bolsa si lo necesitas. Simplemente lo colocas en tu
lengua y, por un corto período de tiempo, heredarás la habilidad de la
Sirena para encantar con palabras. Con suerte, no lo necesitarás, pero
no estarás sola en esto. Lucian ha enviado a alguien para que te proteja
en su ausencia. Como ha aceptado reproducirse contigo, tiene derecho
a garantizar tu protección.
—Nunca accedí a ser suya.
—Te acostaste con él sin protección. Si hubieras usado algo, el
aquelarre pudo haber considerado tus pensamientos al respecto, pero
no lo hiciste. Hasta que sepamos si lleva a su hijo, hay poco que
podamos discutir considerando los linajes involucrados. Este
emparejamiento, bueno, sería bienvenido si un niño fuera producido
de su unión. Con los números bajos, necesitamos a la próxima
generación más que nunca. No veo ninguna razón para discutir este
emparejamiento en este momento, a menos que sepas algo sobre él
que nosotros no sabemos —preguntó ella intencionadamente.
—No —dije, recordando la amenaza de Spyder—. Simplemente no
me agrada mucho, ni confío en él.
—¿Y sin embargo te acostaste con él?
—Lo hice —admití. No le mentiría a mi madre. No más de lo que ya
lo había hecho. Ella se merecía algo mejor de mí. Me mordí la lengua,
sabiendo que las mentiras que dije la protegían de Lucian y sus
hombres.
—No parece que lo hayas disfrutado —señaló burdamente—. ¿No es
complaciente en el dormitorio?
—Madre —gemí.
¿No fue complaciente en el dormitorio?
Sonaba como si acabara de escapar de una novela victoriana. El
hombre era una bestia en la cama, y probablemente una especie de
Dios sexual, ¡pero eso no venía al caso!
—¿A quién voy a traer de Portland y por qué yo? —Pregunté,
cambiando de tema.
—Tu abuela dijo que es de una de los linajes originales, pero su
familia rompió los lazos hace años. Hay una dirección en esa nota. Te di
un lugar donde vivía la bruja; deberías comenzar tu búsqueda allí. Si no
puedes encontrarla con la información que te proporcionamos,
rastréala. Ten cuidado, hija mía. Usa lo que sea necesario para traerla
de regreso, pero no a costa de tu vida. Spyder estará en frente cuando
estés lista —murmuró, acercándose para abrazarme con fuerza—. Si él
intenta evitar que la alcances, usa el cabello de sirena para que vea las
cosas a tu manera.
—No necesito una niñera —dije.
—No, no la necesitas. Pero eres mi hija. Eres la nieta del miembro de
más alto rango de este aquelarre, y eso te convierte en un objetivo, nos
guste o no. El propio Lucifer ha tratado de alcanzarte, así que me alegra
que no estés sola. Alden estuvo de acuerdo en que enviarte sola sería
imprudente y que eres la única que puede continuar con esta línea de
sangre. No me arriesgaré con tu vida.
—Entonces envía a alguien más —me quejé.
—No; tu abuela te eligió para esto, así que harás lo que ella te ha
pedido.
—Bien —gemí con irritación mientras me frotaba las sienes—.
¿Cuánto tiempo estamos programados para estar fuera?
—Hasta que la encuentres y la traigas de vuelta con nosotros —
respondió en voz baja mientras me abrazaba con fuerza—. Empaca
rápido; hay tres mil dólares en tu tarjeta de crédito, úsala si la
necesitas. Si pasa algo, haz lo que debas, pero trata de ocultarte, no
necesitamos que se preste atención al aquelarre.
Con eso, salió de la habitación, dejándome perpleja ante su torbellino
de palabras y emociones confusas. Empaqué rápidamente, metiendo la
bolsa y algunas otras cosas en mi mochila, junto con ropa extra en caso
que estuviéramos fuera más de lo necesario. Mis pies se movieron
vacilantes hacia la ventana, mirando hacia el camino de entrada para
encontrar a Spyder mirándome con una sonrisa perezosa en los labios.
Los ojos azul hielo sostuvieron mi mirada mientras un ceño fruncido
tiró de mi ante el repentino ardor en mi hombro. Negué con la cabeza
mientras me alejaba de la ventana, salía de mi habitación y bajaba las
escaleras.
Esta no era una buena idea, ni me gustaba buscar a una sola bruja
que pudiera estar en problemas en Portland. Habla de una aguja en un
pajar.
Salí de la casa y me acerqué lentamente al camino de entrada
mientras Spyder se levantó del capó de un elegante Audi R8 negro. Su
sonrisa era todo dientes, lo que hizo muy poco para detener el ritmo
salvaje de mi corazón mientras me acercaba a él. La última vez que lo
había visto, estuve en su regazo, sintiendo su inconfundiblemente dura
polla contra mi trasero.
—Hey, linda gatita —ronroneó suavemente, sonriendo mientras se
movía hacia la puerta del auto, manteniéndola abierta para mí—. Sé
una buena chica y haz que este viaje sea fácil para nosotros, o sabes lo
que te haré. Lucian no está aquí para protegerte esta vez. No voy a
tolerar nada, y si me jodes, ten en cuenta que te joderé de vuelta... duro.
—¿Dónde está él? —Ignoré su mirada acalorada. Metí mi bolso en el
auto y subí, tratando de ignorar su elección de palabras y lo que me
hacía sentir.
—Eso no es asunto tuyo. Si él quisiera que lo supieras, te lo habría
dicho, y no lo hizo. En cambio, me tienes aquí para sostener tu linda
manita.
—Como sea —gruñí mientras él subía al otro lado. Me ajusté la falda,
preguntándome si no debería volver a entrar y cambiarme antes de
irnos. Portland era un viaje largo y necesitaba una capa de protección
contra este hombre.
—¿Estás usando bragas, gatita? —preguntó con una mirada oscura,
sus ojos moviéndose lentamente para deslizarse sobre mis piernas.
—Mantén tus ojos y tus manos para ti, idiota —le advertí—. Este
viaje es de negocios, solo negocios —Lo ignore mientras el campo
pasaba borroso por la ventana del lado del pasajero cuando llegamos a
la autopista.
—Te reclamé, gatita, así que enfunda tus putas garras o te mostraré
lo que significa ser reclamada por alguien que no te quiere. Esa
atracción que tienes por Lucian, la siento por ti ahora. Seguro como la
mierda que tampoco lo quería. Tú, sin embargo, fuiste y montaste la
polla de Lucifer, así que aquí estamos. A veces tienes que hacer lo que
sea necesario para un bien mayor, y otras veces, ayudas a tus amigos
incluso si eso va a hacer que te odien. En este caso, es un poco de
ambos. Así que supéralo. Yo ya lo hice.
—¿No querías ayudarlo? —Cuestioné sin convicción. Deslicé mis
ojos de la ventana del pasajero a su frío rostro.
—¿Querer? No; no vales la pena el jodido problema. No quiero
anhelar ese bonito coño rosado. Sin embargo, lo hago, ¿y verte siendo
follada la otra noche? Soy adicto a la idea de ser el que te folla. Todo en
ti me está llamando, tu olor, la curva de tu columna, pero ese es el
hechizo trabajando, maldita magia oscura. No eres mi tipo; me gusta
romper a mis mujeres y ver cómo luchan por recuperarse. Me gusta
destrozarlas, destrozar sus mentes con nada más que lo que los Dioses
me dieron. Dime, gatita, ¿alguna vez te sentiste destrozada hasta que
ya no te importa quién eres y no te importa quién te tome mientras
tengas el próximo orgasmo? —Sus ojos se apartaron de la carretera
para mirarme.
—Solo cuando ustedes me sujetaron —tragué, alejándome de él
antes que viera la necesidad creciendo en mis ojos.
—Querías follarme, ¿no?
No fue una pregunta, fue una declaración.
—No sé lo que quería, o lo que me hicieron —respondí con
frialdad—. Me drogaron, dejaron que el Fae me tocara, me besara,
alimentándome con sus poderes hasta que me quedé sin sentido. Así
que esa no era yo en esa cama, era alguien que no podía detenerse. Lo
que no entiendo es por qué alguien más que Lucian necesitaba
reclamarme. Y estoy segura que tampoco quería eso.
Mi voz se había reducido a un susurro gutural, incapaz de ocultar el
hambre en mi timbre mientras recordaba el calor de su toque.
—Hay dos cosas que Lucifer teme: a Lucian y a mí. Tampoco está
loco por el resto de los muchachos. Él sabe con lo que está lidiando.
Tienes nuestras marcas en tu piel ahora; si vuelve a intentar algo con
esas marcas en ti, lo sentiremos antes que siquiera te des cuenta que te
está alcanzando. Si tiene las pelotas para intentarlo nuevamente, es
posible que tengamos que intensificar el reclamo sobre ti. A Lucian no
le gusta, pero realmente necesitas nuestras esencias en ti.
— ¿Y cómo consigo eso?
—Eres una chica inteligente, descúbrelo.
—Compláceme, Spyder —Le hice un gesto magnánimo con la mano.
—Te follaría, gatita, poniendo mi aroma con el de Lucian. Mezclados,
Lucifer no perdería su precioso tiempo contigo. Seguro como la mierda
que no esperaría para ver quién sería el papá del bebé, ¿verdad?
Necesita secuaces, pero no esperaría nueve meses para ver cuál de
nuestros hijos salió arrastrándose de tu cuerpo.
—Eso no sucederá —siseé mientras un escalofrío me atravesaba. Su
mano se movió a mi muslo mientras agarraba la marca de Lucian,
pellizcándola hasta que jadeé y apoyé mi cabeza contra el
reposacabezas de cuero. Luché por apartar su mano.
Él ni siquiera estaba prestando atención a la carretera ni a los coches
del otro lado. Me sonrojé, excitada mientras se aferraba a la marca. Mis
ojos se volvieron pesados y gemí, abriendo las piernas, aunque no
quería. Mis pezones se convirtieron en piedras duras y gruñó ante mi
reacción.
—Es así de jodidamente fácil —advirtió mientras me soltaba y volvía
los ojos a la carretera—. Te marqué; ahora también eres mía. Puedo
follarte, en cualquier lugar, en cualquier momento que quiera. La
diferencia es que yo realmente no quiero, y Lucian sí. Ahora, sé buena
porque este auto no es lo suficientemente grande para follarte y mi
polla ya está palpitando de estar tan cerca de ti sin poder saciar su
jodida atracción.
Cogí mi bolso y saqué mi iPod y auriculares, dejándolos en mi
regazo. Aparté la mirada de él, ignorando su mirada, todavía sentía que
me quemaba la carne. Odiaba haber sido débil contra su toque. ¿Por
qué Lucian me había enviado con Spyder si sabía que esto pasaría?
—¿A Lucian siquiera le importa el enviarnos juntos con esta
condición? —Pregunté sin pensarlo.
—No pretendo saber lo que está pensando. Sé que está ocupado o
estaría aquí él mismo. Pero sí, sabe que ahora estamos conectados; es
plenamente consciente de lo que sucede cuando se usa ese hechizo,
una vez que ha comenzado el reclamo.
—¿Ha comenzado? ¿No ha terminado? —Me incorporé, mirándolo
de vuelta.
—Mi reclamo se finaliza cuando te follo. Hasta entonces, estoy en un
estado perpetuo de necesidad que solo tú puedes arreglar, así que ten
una advertencia justa, espero que la cagues porque después de verte
follando, necesito un pedazo de ti y realmente no me importa que pieza
sea.
—No voy a follar contigo, así que ya basta —murmuré.
Capítulo 13

Esa no es mi sombra, él es mi oscuridad


~Lena

El viaje a Portland fue incómodo. No importa cuánto lo ignoré, sentí lo


que Spyder había descrito. Tuve que obligar a mi mente a concentrarse
en otras cosas, como escanear las páginas mentales dentro de mi
cabeza para tratar de encontrar un hechizo que borrara el hechizo
reclamante. Dudaba que fuera tan fácil de borrar como usar un simple
hechizo.
Lucian me había follado tantas veces que dejé de contar esa noche.
Ellos nos habían observado todo el tiempo, en todas las posiciones y no
me había importado. No es que les hubiera molestado a ellos o a mí, no
hasta que lo volví a reproducir en mi cabeza.
Entonces me sentí un poco más avergonzada, pero no parecía
importarles ver lo que Lucian me había hecho.
El Audi se detuvo en el hotel y salí, agarrando mi bolso, que comencé
a arrojar sobre mi hombro cuando Spyder lo agarró y me lo quitó. Sacó
el suyo del baúl antes de dirigirse al valet y le habló mientras yo
esperaba.
Se entregaron las llaves y luego nos dirigimos hacia el hotel de lujo.
El aroma de las rosas me golpeó cuando las puertas se abrieron,
revelando una entrada impresionante en tonos de blanco y azul donde
se habían pintado grandes murales en las paredes y el techo.
Una vez que llegamos al mostrador, Spyder le entregó una tarjeta a
la recepcionista rubia teñida, lo que pareció animar su
comportamiento. Rezaba para que Lucian hubiera tenido la previsión
de saber que yo no podría pagar el servicio de habitaciones en este
lugar, y mucho menos una habitación.
—¿Se está uniendo a ti? —murmuró seductoramente. El tono ronco
de su voz crispó mis nervios—. Él fue tan generoso la última vez que
estuvo aquí —se rió mientras abanicaba sus mejillas enrojecidas.
—No, está ocupado, Ana. Solo somos nosotros —dijo en un tono
aburrido.
—¿Y serán una o dos habitaciones, Spyder? Ella no parece ser tu tipo
habitual —Apuntó su nariz en mi dirección y no pareció importarle
que yo estuviera allí, jodidamente, escuchándola.
—Su suite, por favor, que por supuesto cargarás a su tarjeta —
refunfuñó, y fruncí el ceño mientras estiraba su cuello como si no
estuviera disfrutando esto más que yo.
—Dos habitaciones —hablé detrás de él, frunciendo el ceño cuando
volvió esos ojos helados hacia mí con una mirada enojada.
—Una puta habitación, gatita —espetó mientras se alejaba del
escritorio—. Envía el servicio de habitaciones —llamó por encima del
hombro.
—¿Qué te gustaría? —gritó ella.
—Dos platos de todo lo que hay en el menú —murmuró lo
suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara.
Lo seguí, sofocando un bostezo cuando llegamos al ascensor. Me
apoyé contra el costado, mirándolo mientras me estudiaba por debajo
de sus pestañas.
—Deberías haber pedido dos habitaciones. No dormiremos en la
misma cama —Gruñí cansadamente mientras me mordía el labio. De
ninguna manera me iba a acercar tanto a él, no con estas emociones
encontradas y la incapacidad de prevenirlas.
—Yo soy el que manda aquí —murmuró mientras se acercaba, y una
sonrisa de complicidad se curvó en la esquina de su boca—. ¿Alguna
vez te han follado en un ascensor?
—No, y no planeo empezar ahora —advertí—. Además, hay cámaras
—Señalé con una ceja levantada.
—Te gusta ser observada —sonrió—. Te gusta que la gente vea lo
que no pueden tocar.
—No me gusta que me vean —dije con confianza, pero no estaba
realmente segura de si era verdad o mentira. Me había excitado que
nos vieran, y no había tenido nada que ver con lo que el Fae me había
hecho—. Esta es una mala idea.
—Mentirosa —se burló cuando las puertas se abrieron y entramos
en una habitación que estaba adornada con muebles costosos y
cristalería. Parecía una suite para grandes apostadores en Las Vegas en
lugar de algo que encontraría en el noroeste del Pacífico.
Desde la entrada de la suite, pude ver que las puertas del dormitorio
estaban abiertas y la cama era enorme. Una tela transparente con
pequeños cristales cosidos colgaba del marco cuadrado de madera
sobre la cama. Había candelabros en cada habitación. Nada en la suite
disuadió a mis ojos de regresar lentamente a la cama con inquietud y
miedo cuando noté que era la única cama en la suite.
Él se trasladó al dormitorio, dejando nuestro equipaje al lado de la
cama. Se dio la vuelta lentamente, mirándome como si estuviera
pensando en decir algo, y luego se lo pensó mejor.
Entré más profundamente en la habitación y eché un vistazo al
balcón y la bañera de hidromasaje que aguardaban tentadoramente
afuera, con el vapor subiendo en espiral a través del aire helado.
Pétalos de rosa flotaban en ella, probablemente habiendo caído de
las enredaderas de rosas que rodeaban el balcón. Giré en círculo,
asimilándolo todo.
—¿Esta es una habitación normal aquí? —Murmuré.
—No, esta es la habitación personal de Lucian cuando está en
Portland. Me pareció apropiado usarla ya que estoy aquí con su chica.
Bien podría usar su habitación con ella —respondió casualmente.
Como si no me hubiera lanzado una púa.
Puse los ojos en blanco y luego miré el reloj. Doce de la noche;
Habíamos hecho un gran tiempo, pero nos quedaba poco para
encontrar a la bruja esta noche y poder dar la vuelta y regresar a casa,
lo cual apestaba. Significaba que estaría durmiendo aquí, con él. A
solas. Miré el sofá pensativamente y me dirigí hacia él, preguntándome
si la habitación tenía mantas extra.
Apenas lo había alcanzado cuando los ascensores se abrieron,
revelando dos carritos llenos de bandejas de comida y un botones, que
miró a Spyder tímidamente como si le temiera.
—Ponlo en la entrada y lárgate —espetó Spyder, haciendo que el
chico ya tímido se apresurara a alejarse de él lo más rápido que
pudiera. Empujó los carritos dentro de la habitación y luego presionó
el botón para cerrar las puertas del ascensor varias veces mientras nos
miraba con ojos enormes y caricaturescos.
Miré con nostalgia las fuentes de plata mientras mi estómago gruñía,
recordándome que no había comido en horas. El aroma era atractivo y
mi boca se hizo agua en respuesta.
Tan pronto como se fue, me di la vuelta para encontrar a Spyder
mirándome pensativamente. Asintió con la cabeza hacia la comida
mientras sacaba su teléfono del bolsillo y hablaba. Me había despedido
con nada más que un movimiento de cabeza.
Me acerqué a las bandejas y encontré una variedad de comidas con
un delicioso aroma. Me decidí por un plato de cordero y patatas al
romero, junto con un plato de lo que parecía un pastel de chocolate. Lo
dejé en la mesa y fui al minibar, saqué una botella de champán, dos
copas y regresé a la mesa. Con una mirada desafiante a la puerta,
Spyder debió haber desaparecido detrás, rompí el corcho con un giro
brusco y vertí el espumoso en una de las copas.
Acababa de terminar la mayor parte de la comida, junto con una
tercera copa de champán cuando Spyder volvió a entrar en la
habitación. Metí mi dedo en el pastel y saqué una cucharada de
chocolate y crema batida, lamí mi dedo y gemí ante el sabor celestial
que explotó en mis papilas gustativas.
Un gruñido masculino hizo que mi mirada se fijara en la suya
mientras tragaba la cremosa bondad, lentamente saqué mi dedo y odié
el rubor culpable que se extendió por mis mejillas.
—Dioses, ¿en qué diablos estaba pensando? —Gimió mientras se
pasaba la mano por la cara y se alejaba de mí, dirigiéndose al sofá.
Deslicé el champán lejos de mí y me obligué a no golpear mi frente
contra la mesa. Me levanté, aparté la silla de la mesa y me tambaleé
torpemente hasta la cama, saqué una nota del paquete y se la entregué
a Spyder.
—Llévame aquí, por favor —supliqué, y luego pensé en cómo sonaba
mientras me balanceaba y comencé a reír—. Estoy lo suficientemente
borracha como para poder entrar sin sentirme culpable.
—Jodida peso ligero —rechinó mientras miraba la dirección y luego
me miraba con sospecha—. ¿Por qué aquí?
—Es donde estaba la bruja o algo así, y no, no sé por qué ni dónde
está. Solo sé que mi madre dijo que lo comprobara mientras estábamos
aquí. Tal vez tenga una pista de dónde está para que podamos volver a
casa más rápido.
—Maldita sea —gruñó mientras tomaba mi chaqueta de mi bolso y
me la arrojaba—. Vamos —murmuró en voz baja mientras caminaba
hacia el ascensor y apretó el botón. Lo seguí como un cachorro
mientras salíamos del hotel. El coche estaba esperando como si
hubieran predicho que lo necesitaría.
Me deslicé en el asiento del pasajero y el auto se estremeció cuando
cerró la puerta con más fuerza de la necesaria. Condujimos en silencio,
con él mirándome de manera extraña cada pocos minutos. Nos tomó
mucho más tiempo llegar a la dirección de lo que pensaba.
Por supuesto, la dirección no era de Portland, de lo que me habría
dado cuenta si hubiera mirado antes de dársela a Spyder. La dirección
era para un pequeño complejo de apartamentos que estaba ubicado en
una pequeña ciudad costera, que tenía un ambiente acogedor y estaba
a solo un par de cuadras del océano.
Salí del coche y eché a andar, sintiendo la inmensa presencia de
Spyder detrás de mí mientras caminábamos por la acera y pasábamos
la pequeña puerta del apartamento. Verifiqué dos veces el número
antes de abrir la puerta y la encontré cerrada.
—Mierda —murmuré, ya por encima del zumbido del alcohol en mi
sistema. Odiaba estar en desventaja en este estado.
—Muévete —gruñó mientras empujaba la puerta con el hombro, la
cerradura cedió fácilmente. Caminamos silenciosamente dentro del
diminuto apartamento vacío y me detuve. Parpadeé rápidamente
mientras miraba alrededor de la pequeña habitación.
Un minuto estaba vacío y al siguiente pude verme claramente en esta
habitación, con velas encendidas en casi todas las superficies
disponibles, estudiando detenidamente los libros que estaban apilados
sobre la mesa y la música sonando suavemente de fondo. Un gatito
negro sentado en mi regazo, ronroneando mientras le frotaba detrás
de las orejas.
—¿Qué carajos? —Me di la vuelta para encontrar a Spyder
estudiándome.
—Sí, qué carajos está bien —Murmuró mientras se adentraba más
en el apartamento vacío de un dormitorio, que ni siquiera era lo
suficientemente grande para él, y mucho menos su presencia, que se
tragó el resto de la habitación. Había una tarjeta en la repisa de la
chimenea, que tomó y leyó. Me acerqué mientras lo veía arrugarla y
volverse para mirarme—. Será mejor que no juegues conmigo —
advirtió.
—¿Por qué estaría jugando contigo? —Lo fulminé con la mirada
mientras resoplaba y retrocedía. Lo rodeé hasta el asiento de la
ventana y abrí las cortinas mientras miraba el océano. Cerré los ojos y
visualicé una figura oscura entre las olas en medio de una tormenta.
Los abrí y miré hacia el mar oscurecido.
—Creo que he estado aquí antes —murmuré—. Eso es raro,
¿verdad?
Me tapé los oídos con las manos mientras el dolor me atravesaba la
cabeza.
—Nunca dejaste Haven Crest para venir tan al oeste, gatita.
—Lo sé, pero esto es familiar —Me froté la cabeza y me alejé de la
ventana—. Esta fue una mala idea; si ella estaba aquí, borró toda
evidencia de ello —murmuré mientras tomaba unos tres pasos hacia el
dormitorio, empujé la puerta para abrirla y descubrí que también
estaba vacía—. Deberíamos volver al hotel y descansar —di la vuelta y
me dirigí hacia la puerta.
—¿Algún otro lugar al que planeas llevarme esta noche? —gruñó, y
negué con la cabeza mientras salíamos del apartamento y cerraba la
puerta detrás de nosotros.
—No, esta noche no —murmuré mientras regresábamos al coche. No
pareció tardar tanto en volver al hotel, y se detuvo debajo del toldo del
valet despidiéndome con un breve asentimiento antes de salir a toda
velocidad, dejándome sola.
Sintiéndome un poco desanimada, regresé a la habitación y miré la
bañera en el balcón con un brillo especulativo en mis ojos. ¿Me
atrevería? Sabiendo que probablemente no volvería por al menos unas
horas, sonreí. Si, lo haría. Me quité los zapatos, me quité la ropa y tomé
una toalla.
Abrí las puertas del balcón y dejé caer mi ropa y la toalla en la silla
junto a la bañera. Probé el agua con los dedos y me deslicé con cautela
en la bañera caliente, gimiendo mientras aliviaba los dolores y
molestias. Me empujé contra el costado. Mirando el paisaje urbano de
Portland, que era mucho más grande que el de Spokane, vi miles de
luces bailando en la noche, brillando contra el amanecer que se
aproximaba.
Una vez que mi piel comenzó a parecer una pasa, me puse de pie,
mirando la ciudad mientras mis pezones se endurecían mientras el aire
fresco picaba mi piel. Me volví, sintiendo que ya no estaba sola. Spyder
esperaba al otro lado de las puertas de vidrio, mirando mi figura
desnuda con avidez. Me deslicé de nuevo en el agua rápidamente
mientras me miraba.
—No se suponía que volvieras hasta dentro de unas horas —dije en
voz alta con sorpresa mientras levantaba los brazos para cubrir mis
senos.
—Y no se suponía que estuvieras desnuda —respondió enojado,
dando un paso hacia atrás como si necesitara poner distancia entre
nosotros. Girando sobre sus talones, se dirigió hacia el dormitorio y
tomó su bolso, luego se dirigió al ascensor. Lo miré fijamente mientras
presionaba su dedo repetidamente contra el botón y continuaba
mirándome con hambre persistente en su mirada azul gélida e
invernal.
Una vez que desapareció detrás de las puertas del ascensor, me puse
de pie inmediatamente y agarre la toalla, para luego trasladarme
rápidamente al dormitorio. Cerré las puertas de golpe detrás de mí
mientras mi corazón latía salvajemente.
Agarré mi bolso y me puse el pijama, me peiné, luego saqué las
mantas de la cama y una sola almohada antes de moverme al gran sofá
y hacer una cama, me metí en él y me subí la manta hasta la barbilla,
sin quitarme la ropa y mis ojos fijos en el ascensor mientras esperaba a
que Spyder regresara.
Me desperté, más o menos, con brazos envolviéndome y
levantándome del sofá mientras algo sólido me sostenía. Sentí que me
movían a la cama, pero en lugar de despertar, sonreí mientras
levantaba la boca y besaba los cálidos y masculinos labios. Mis manos
ahuecaron su rostro fuerte mientras lo atraía hacia mí, reclamando su
boca y el calor de bienvenida contra la mía. Se apartó y yo lloriqueé por
la pérdida de su calor. Sentí un peso presionando contra la cama, y
luego desapareció.
—Lucian —susurré antes que el sueño me reclamara de nuevo.
Capítulo 14

Cueste lo que cueste, incluso bailar con el diablo, iré por ti.
~Lena

A la mañana siguiente, me desperté sobresaltada cuando algo se


estrelló contra la pared. Levanté la cabeza, aturdida, luego lentamente
salí de las mantas y me arrastré hacia la otra habitación. Spyder me
fulminó con la mirada mientras bostezaba.
—Métete a bañar; encontramos a esta bruja y jodidamente
regresamos a Metaline Falls para que pueda deshacerme de ti —dijo
con voz áspera. Tenía los ojos inyectados en sangre y el pelo revuelto,
como si se hubiera pasado los dedos por él toda la noche.
—Bien —asentí, todavía luchando contra el sueño—. ¿Qué diablos te
picó? —Le espeté, pero su mirada detuvo cualquier otra discusión que
pudiera haber tenido.
—Métete en la puta ducha y cierra la puerta, gatita. Regresaré —
gruñó mientras presionaba el botón y se negaba a mirarme.
—Estoy yendo, idiota —gruñí mientras volvía al sofá y luego miraba
la cama con confusión—. ¿Me moviste? —El sonido del metal crujiendo
atrajo mis ojos hacia él. Miré alrededor de la habitación ahora vacía,
que estaba bañada en sombras. Las puertas del ascensor se abrieron,
pero no había nadie—. ¿Spyder? —Grité mientras un escalofrío
recorría mi espalda. Miré el carrito del servicio de habitaciones ahora
destrozado y fruncí el ceño.
Me encogí de hombros, agarré mi mochila, cerré la puerta del
dormitorio y escapé al baño para ducharme. Rápidamente me desnudé
y tomé la gran ducha que era casi tan grande como el baño de mi casa.
Entré a través de las puertas de vidrio y abrí el agua, sintiendo una
sensación de calidez que se deslizó sobre mis pezones. Hice una pausa
y cerré los ojos mientras el agua comenzaba a caer sobre mi cabello y
piel. Cogí el jabón y le quité el papel. Rápidamente enjaboné cada parte
de mi cuerpo que pude alcanzar, y mientras frotaba el jabón sobre mi
coño, haciendo una pausa cuando una ola de calor y lujuria surgió a
través de mi cuerpo, gimiendo ruidosamente, incapaz de evitar que
saliera. Sentí algo, como manos cálidas tocándome, pero en el
momento en que me di la vuelta para investigar, no había nada allí y
me pregunté si estaba perdiendo la cabeza. Me senté en el pequeño
banco dentro de la ducha y separé las piernas mientras mi clítoris latía
suplicando ser tocado, necesitando ser liberado. Dejé que el agua
corriera por mi cuerpo mientras empujaba los dedos dentro de mi sexo
húmedo, apretando contra ellos. Mis ojos se elevaron hacia la sombra
que se movía al otro lado del cristal y cerré los ojos frente a ella.
No tomó mucho; la tensión de estar aquí con Spyder y sentir esta
ansia salvaje estaba enviando mi cuerpo al límite. Empujé dos dedos
dentro, separando más mis piernas mientras descansaba mi cabeza
contra la pared de la ducha mientras la otra mano acariciaba mi clítoris
lentamente. Exploté sin previo aviso, sin aumentar la presión, solo
euforia me recorría.
Mis gemidos fueron ahogados cuando levanté mi mano,
sosteniéndola sobre mi boca mientras algo se deslizaba a través de mi
coño desnudo, empujando contra los pliegues húmedos mientras se
sumergía y empujaba hacia adentro. Grité cuando mi cuerpo se tensó y
se arqueó en busca de más. Algo golpeó contra mi clítoris y me
estremecí cuando otro orgasmo comenzó a acumularse. Miré hacia
abajo para ver qué estaba pasando, y todo se detuvo como si hubiera
imaginado la presión y la entrada a mi cuerpo. Me paré con piernas
temblorosas, dejando que el vapor de la ducha me reconfortara.
Me estaba volviendo loca.
Era un poco retorcido, pero a quién le importaba. Tenía necesidades,
y si Lucian hubiera estado aquí conmigo, probablemente lo habría
usado para satisfacerlas. Pero él no estaba aquí, y yo no me acostaría
con Spyder solo para rascarme la picazón. No era algo que pudiera
arreglar de todos modos; sólo un hombre podía aliviar el dolor que se
creaba dentro de mí, lo que apestaba admitir.
Rápidamente terminé mi ducha y me sequé, y me puse un par de
jeans rotos que tenían un encaje negro asomando por donde estaban
los agujeros. Me puse una cómoda sudadera de gran tamaño y me pasé
un cepillo por el pelo. Fruncí el ceño ante mi cansado reflejo antes de
salir de la habitación y encontré a Spyder sentado a la mesa, mirando
por la ventana con el dedo presionado en los labios.
—¿Te sientes mejor? —se burló, y consideré convertirme en uno de
esos pájaros que escondían la cabeza en el suelo mientras me
preguntaba si me había escuchado en la ducha.
—Renovada —balbuceé mientras dejaba mi bolso en el suelo y
sacaba mi equipo. Dejé el mapa en la gran mesa de café redonda y me
senté en el suelo frente al sofá. Madre había mencionado que si no
podíamos encontrar a la bruja en la dirección, intentáramos buscarla.
—¿Qué estás haciendo? —gruñó con sospecha
—Buscando a la bruja para que no tengamos que arrastrarnos por
cada lugar abandonado por los dioses en Portland —respondí
suavemente mientras me ponía de rodillas y me inclinaba sobre la
pequeña mesa. La camiseta dejó al descubierto parte de piel, que no
pasó desapercibida para él. Se acercó, sentándose a mi lado mientras
yo preparaba lo que necesitaba para el hechizo de adivinación. Hice
una pausa y miré por encima del hombro hacia donde estaba sentado.
Él sonrió con malicia, notando que me retorcía con su proximidad.
Antes que pudiera decir algo más, se deslizó a mi lado, enviando las
palpaciones de mi corazón a un crescendo.
Se inclinó sobre mi hombro, obligándome a mirar de vuelta al mapa
mientras recogía el cristal, que estaba unido a una cadena mágica.
Susurré el hechizo y sostuve el cristal sobre el mapa, donde comenzó a
balancearse hacia adelante y hacia atrás mientras buscaba a la bruja.
Sentí su boca flotando a centímetros de donde me había mordido y mi
concentración se rompió.
Mi cabeza se movió bruscamente en su dirección antes de pensar, y
encontré mis labios aplastados contra los suyos. Lo miré fijamente,
preguntándome qué pasaría si cualquiera de nosotros se moviera un
centímetro. Mi mente luchó entre el bien y el mal. Me aparté de él,
gritando mientras la marca de la mordedura ardía al rojo vivo en mi
hombro. Pulsó y envió oleadas de dolor a través de mi cuerpo.
—Solo va a empeorar —Su cabeza se acercó y su boca se movió
suavemente contra el mordisco, besando mi hombro mientras mi
cabeza rodaba hacia atrás. Se apartó como si lo hubiera quemado, o
como si se hubiera olvidado de sí mismo momentáneamente. Su
respiración abanicó mi piel y me mordí el labio para mantener a raya el
gemido que burbujeaba. Se puso de pie y rápidamente puso algo de
distancia entre nosotros. Lo miré por debajo de mis pestañas mientras
se dirigía al mini-bar y sacaba una pequeña botella de Jack Daniel's,
rompiendo la tapa y tirándola en la pequeña cesta de basura—. Cuanto
más lo reprimimos, más se construye. Ese dolor, el de tu hombro donde
te reclamé, tengo ese mismo hijo de puta en mi pecho. Palpita por ti y
solo por ti. Lo odio, y sí, te odio un poco por eso.
—¿Cuánto tiempo será así? —Fruncí el ceño, levantando mis ojos
para encontrarme con los suyos.
—Ésa es la cuestión, gatita. Nunca termina —se rio con frialdad
mientras se bebía otra botella—. Uno de nosotros tendría que morir y,
a veces, el vínculo no termina ahí. No es magia blanca la que nos ata, es
la oscura. ¿Por qué crees que estabas en una habitación oscura con
sangre que nos sacaron a todos? Lucifer podría matarte fácilmente,
pero hay muchas cosas malas que te haría antes de matarte. Te dimos
nuestra protección, pero no fue gratis. No soy un maldito santo, y esto
me costó mucho, más que solo la necesidad de follarte. Por eso eres
nuestra ahora, no solo de él. Si decido actuar en base a estos
sentimientos, ¿crees que me detendría? —Se rio con frialdad mientras
su pregunta bailaba en cada terminación nerviosa de mi cuerpo.
—¿Y él estuvo de acuerdo? ¿Lucian me compartiría contigo y los
demás? —Mi voz se entrecortó cuando el dolor tiró de mi corazón e
hizo poco para ocultar el pánico creciente que sentía.
—No pueden reclamarte como nosotros. Cuando reclamamos, es
más que solo marcar. Reclama tu alma al mismo tiempo. Lucifer no
jode con nosotros. Ya no tienes que preocuparte por él; eres nuestra
para protegerte ahora, gatita. —Su voz estaba llena de lujuria.
Los ojos de Spyder comenzaron a brillar del color de los rubíes
recién pulidos cuando una oscura sonrisa se extendió por sus labios.
Hice una pausa, mirándolo boquiabierta, tragando saliva
repetidamente mientras reunía coraje. Una vez que volvieron a
cambiar al azul helado, recogí el cristal, obligándome a no temblar
como si su pequeña demostración de sobrenaturalidad no me hubiera
sacudido tanto como lo había hecho.
—Obviamente quieres que sepa que no eres como yo, lo entiendo.
Tampoco quieres que sepa lo que eres, lo cual está bien. Si lo quisieras,
me lo dirías. También sé que las brujas no pueden marcar a otras
brujas, porque el libre albedrío es enorme y joder con él está mal visto.
Romperlo te maldice. Toda la magia tiene límites, incluso la magia
oscura. Eso significa que ninguno de ustedes es lo que pretende ser. Sin
embargo, él me reclamó por completo, y además de eso, también
accedió a reproducirse conmigo. Eso significa que terminaré llevando a
su hijo tarde o temprano.
Hice una pausa, mirándolo con sospecha mientras lo estudiaba.
—A menos que, por supuesto, no pueda reproducirse, en cuyo caso,
su marca y la tuya serán eliminadas, Spyder —suspiré pesadamente
mientras negaba con la cabeza—. Tengo un linaje para continuar y
quiero ser madre algún día. De hecho, con todo lo que sucede a nuestro
alrededor, me he dado cuenta de lo frágil que es la vida, y todos los días
el aquelarre me recuerda lo importante que es seguir con mi línea.
Quiero decir, míranos. Estamos en Portland cazando a una bruja
porque el aquelarre cree que está en problemas y puede ayudarnos de
alguna manera. Vivimos en tiempos muy peligrosos.
—Entonces, si él no puede tener hijos, ¿simplemente encontrarías
otra polla, ¿así como así? —Vació otra botella y la arrojó a la creciente
pila de la cesta.
—No somos una pareja —respondí en voz baja—. Él me ha follado.
No significa que cambiamos el estado de nuestras redes sociales a ‘‘en
una relación’’ —solté un bufido mientras hacía comillas con los
dedos—. Ahora, tomemos una nota especial de cómo me folló. Ese no
era sexo normal, y nada entre nosotros ha sido normal, ¿verdad? Dice
que lo hizo porque yo estaba en peligro, pero eso no significa que
realmente quiera crear una vida conmigo y no obligaría a nadie a
hacerlo, así que todo el punto es discutible. Luego agrega el hecho que
realmente no le agrado, y él no me agrada a mí. Eso es un
entendimiento mutuo, lo que hace que mi cerebro pique cuando
incluso pienso en tener un hijo con él.
—Él te quiere y si se ofreció, puedes creer que lo dice en serio —
gruñó con dureza, como si lo hubiera ofendido—. No está
acostumbrado a querer a nadie. Sin embargo, una cosa que debes
saber, gatita: si no pensara que él realmente te desea, estarías tendida
en esa cama conmigo, con treinta centímetros de profundidad en ese
pequeño coño desnudo. ¿Crees que estoy disfrutando luchando contra
esto? No lo hago; odio no tomarte, ya que todo dentro de mí está
gritando que lo haga en este momento. La única razón por la que estoy
luchando contra esta necesidad de follarte es por Lucian, él es mi mejor
amigo. Así que haznos un favor a todos, intenta hablar con él antes de
considerar dejarlo a un lado por una polla flácida que no pueda
empezar a rascarte la puta picazón. Porque, seamos sinceros, ningún
brujo vivo podría aliviar ese puto dolor que creamos dentro de ti. Eres
una niña sucia, que es la forma en que nos gustan. Una que necesita ser
follada sin piedad, duro y a menudo. Ahora, búscala maldita sea,
porque estoy a punto de terminar de jugar a la casita contigo —ordenó
y luego vaciló, como si estuviera pensando en decir más y cuando lo
hizo, lo dijo suavemente—. Y, gatita, si él no puede darte un hijo
poderoso, seguro como la mierda que yo puedo hacerlo.
—¿Harías eso por él? Porque no estoy segura que funcionemos,
Spyder —me reí, tratando de mejorar el estado de ánimo.
—Haría cualquier cosa por él. Cualquier cosa que me pidiera, incluso
romper tu bonito cuello.
Tragué saliva y lo miré con los ojos entrecerrados mientras el cristal
continuaba moviéndose por el mapa. Su pelo puntiagudo era negro,
pero se movía como si tratara de mezclarse con las sombras en las que
solía pararse.
—Eso resolvería el pequeño problema de reclamos que tenemos. —
Sonreí cuando me miró boquiabierto y luego él sonrió abiertamente,
revelando un hoyuelo. Parecía más joven sonriendo, y me di cuenta
que nunca antes lo había visto sonreír genuinamente. Este hombre era
un asesino; estaba grabado en las líneas de su rostro, y brillaba desde
lo más profundo de él cuando te miraba.
El cristal se detuvo y se deslizó hacia abajo, y miré el área. No había
nada allí, ni edificios, nada que estuviera marcado en el mapa más que
una masa de cuevas y un área densamente boscosa, marcada en el
terreno.
Spyder dio un paso adelante, mirando el mapa. —Maldita sea —
exhaló con un resoplido mientras levantaba sus orbes azules líquidos
del mapa hacia el mío—. Al diablo con eso. Terminamos aquí, consigue
tu mierda. Estamos regresando a casa.
—¡No lo estamos! No puedo ir a casa sin ella —Cuadré mis hombros
mientras lo miraba.
—¿Crees que va a dejar pasar esto si te llevo a ese club? —desafió.
—¿Qué clase de club es ese? —Dejé caer la bravuconería un matiz.
Después de todo, era un club en medio de la nada, lo que decía mucho
al respecto. Ni siquiera estaba segura de cómo sabía que era un club, ya
que el mapa solo mostraba muchas cuevas y terreno accidentado.
—Del tipo en el que serías mi lindo juguete, gatita —ronroneó con
voz ronca—. El tipo en el que esperarían que te follara allí mismo, en
frente de todos. —Se acercó lo suficiente a mí, así que di un paso
atrás—. ¿Crees que podrías fingir ser mi juguete por una noche?
Porque ese es el tipo de club que es ese infierno.
Tragué y asentí. Mi mano se deslizó en mi bolsillo, sabiendo por qué
mi madre me había regalado el potente cabello de Sirena; si Spyder no
estuviera dispuesto a aceptarme, y si tuviera que hacerlo, lo usaría. Ella
había dicho lo que fuera necesario, y ahora sabía que no había querido
decir contra los demás, solo contra él.
—Puedo ser tu jodida puta de ensueño si tengo que serlo. Cueste lo
que cueste —susurré, esperando que mi voz no temblara tanto como
estaba por dentro—. Solo ayúdame a sacarla de allí.
—¿Y si Lucian pierde su mierda por esto? —preguntó mientras su
boca bajaba a la mía—. ¿Quién recibe el castigo?
—Yo lo haré —dije, levantando mi boca hasta que mi aliento abanicó
sobre sus labios antes de permitir que los míos tocaran los suyos, muy
levemente—. A él le gusta castigarme de todos modos —susurré
mientras me alejaba de él—. Puedes decirle que te drogué o te hechicé
para que hicieras lo que te dije.
—¿Piensas que él creería eso? —Se rio, pero fue hueco—. Se pondrá
lívido —Se trasladó al dormitorio y marcó el código de la caja fuerte.
Lo seguí al dormitorio, sosteniendo el pelo de Sirena entre mis dedos,
listo para usarlo si me veía obligada a hacerlo.
Sacó algunas cosas de la caja fuerte, la cerró, se dio la vuelta y se
acercó a mí. Él sonrió, mirándome mientras yo sostenía sus ojos
helados y levantó lentamente un collar de joyas como si me estuviera
desafiando.
—Levántate el pelo y date la vuelta —me ordenó, y dudé. Giré
lentamente, dándole la espalda y levantando mi cabello mientras
miraba su reflejo en el espejo que estaba frente a nosotros en la pared.
Pasó sus manos alrededor de mi cuerpo, tocando mi piel, sus dedos
frotaban mi clavícula mientras deslizaba el collar alrededor de mi
garganta.
No, no era un collar común; era un collar para una sumisa. Tragué
saliva mientras me estremecía por lo que significaba. Una vez que
estuvo abrochado, no se apartó. Sus labios tocaron el costado de mi
cuello, justo encima de la banda enjoyada. No aparté la mirada de él,
sabiendo que me estaba poniendo a prueba. Si me alejaba ahora,
fallaba en hacer lo que dijo, terminaría usando el cabello en él y el
camino sería más fácil, menos desordenado—. Toma tus cosas;
tenemos que ir a buscarte un vestido.
—¿Ahora mismo? —pregunté, mirando en el espejo el collar
brillante.
—Es solo un collar, gatita. Toda gatita bonita debería tener uno —
dijo con voz ronca mientras se alejaba de mí—. Pero no dejes que
Lucian te atrape usando mi collar.
—No me ha puesto el suyo todavía.
—Cuidado —advirtió. Estoy colgando de un hilo y estás a punto de
cortarlo. Ambos lamentaríamos que algo así sucediera, así que
vámonos antes que termines en esa cama, atada a ella.
—Está bien —tartamudeé sin aliento, alejándome de él y huyendo
del dormitorio hacia el ascensor, donde presioné el botón varias
veces—. No tengo mucho dinero en efectivo conmigo. —Lo miré por
encima del hombro.
—No te preocupes por eso; estamos comprando con la tarjeta de
Lucian —Me sonrió mientras esperábamos a que se abrieran las
puertas. Su cabello parecía más oscuro que antes, negro mientras se
mezclaba con las sombras; incluso los pequeños expansores de sus
orejas parecían más oscuros. Me pregunté qué demonios era, que
literalmente se convirtió en una sombra.
—Eso no es algo que realmente quiera hacer —dije, volviéndome
para entrar en el ascensor cuando se abrieron las puertas.
—No te pedí permiso, ¿verdad?
—¿Cuánto dinero tiene? —pregunté.
—Suficiente.
Capítulo 15

Ella tiene más que caos en sus ojos; ella tiene fuego en su alma.
~Spyder.

Me paré en el espejo de la boutique de lujo a la que me había


arrastrado. La vendedora había estado más que feliz de ayudar una vez
que Spyder entró en la boutique detrás de mí. Hasta entonces, me
había mirado como un insecto que quería aplastar con sus tacones de
suela roja. Se lamió los labios e hizo una producción con la ropa más
cara que tenían en stock una vez que Spyder mencionó el nombre de
Lucian.
—Se supone que este vestido no debe verse hasta la primavera, pero
por ti… —ella coqueteó abiertamente.
Spyder sonrió con satisfacción; sus ojos parecían acariciar
lentamente su figura antes de pasar al vestido. Era puro, azul celeste, y
parecía algo que usarías en una luna de miel, en lugar de ir a un club de
sexo. Él se lo quitó y me lo entregó.
—Ve a probarlo —me ordenó, y puse los ojos en blanco mientras se
volvía hacia ella y doblaba el dedo. Lo ignoré y me dirigí al camerino,
cerré la puerta de un portazo y me quité la ropa. Me quité el sostén una
vez que me aseguré de que el vestido tuviera suficiente soporte para
las chicas y me dejé las bragas. Menos mal que había lavado la ropa, ya
que no se podían ver a través de la tela transparente.
Me giré en el espejo, notando las delgadas correas que se
entrecruzaban sobre los hombros y se ataban por la espalda, dejando
el área justo encima de mi trasero al descubierto. Incliné la cabeza y
luego miré hacia la puerta mientras un ruido sonaba desde el otro lado.
Abrí la puerta y vacilé. Spyder estaba en el sofá que estaba ubicado
justo en frente del vestuario. Tenía la cabeza hacia atrás y la mujer le
estaba chupando la polla sin preocuparse porque la descubrieran. Mis
ojos se deslizaron hacia la puerta principal y vi que el letrero abierto
estaba frente a mí. Al menos había tenido el sentido común de cerrar
las puertas.
Di un paso atrás, lo que alertó a Spyder de mi presencia, y en lugar
de apartar la mirada de mí, esos ojos pesados sostuvieron los míos
mientras la cabeza de ella se inclinaba sobre su polla. Ella gimió
cuando él empujó su cabeza hacia abajo tanto como pudo,
sosteniéndola allí mientras me miraba fríamente.
Debería haber desviado la mirada. Debería haberme escabullido
dentro del camerino para esconderme. En cambio, vi como él levantaba
sus manos y las deslizaba por su cabello antes de levantar su cabeza,
exponiendo su gruesa polla a mis ojos curiosos. Tragué, dando un paso
involuntario hacia atrás, alejándome de él. Había dicho treinta
centímetros y no había estado fanfarroneando. En todo caso, había sido
modesto en sus cálculos.
Sus ojos se deslizaron por mi cuerpo escasamente vestido que se
había calentado, porque oye, yo era una mujer y no era inmune a él. La
empujó hacia abajo sin previo aviso y ella gritó, su protesta
amortiguada alrededor de su polla mientras me preguntaba si tenía
algún reflejo nauseoso. Sonrió mientras me agarraba a la puerta del
vestuario, mi hombro ardía de dolor.
Apoyé la cabeza contra la pared, odiando haberme quedado allí
como una idiota, mirándolos. ¿Por qué Lucian nos envió juntos? Sabía
que sería así, tenía que saberlo. Cerré los ojos, escuchando mientras
ella gritó, ya no amortiguada por su polla. Escuché piel golpeando piel
y los gritos de placer cuando ella tomó lo que él tan libremente le
ofreció. Su gruñido sonó y abrí los ojos, mirándome en el espejo
mientras mi hombro comenzaba a zumbar con un dolor más intenso.
—Eso fue, eso fue wow —gimió ella sin aliento mientras luchaba por
recuperarlo.
—Vístete y búscale unos zapatos. No puede andar descalza.
—Nosotros acabamos... ¿quieres que atienda a esa puta después que
acabas de follarme? —ella resopló.
—Ella no es una puta, es mi gatita —Su tono era peligroso, como si la
desafiara a que lo dijera de nuevo. Escuché arrastre de pies, un grito
aterrorizado y luego los tacones haciendo clic mientras se movían por
el suelo. Negué con la cabeza, sin querer saber lo que acababa de pasar.
Me quité el vestido y estaba de pie con nada más que mis bragas,
sintiéndome bastante estúpida y fuera de lugar cuando se abrió la
puerta. Agarré el vestido frente a mí; no dijo nada y no tenía por qué
hacerlo. Lo sentí, la necesidad de ceder a lo que ambos sentíamos,
aunque fuera solo un hechizo. Estaba pateando el puto trasero de
Lucian cuando volviéramos.
—Ella no eras tú —murmuró mientras apoyaba la cabeza contra la
pared y asintió con la cabeza hacia el trozo de tela en mis manos.
Vuelve a ponerte el vestido; podemos ir desde aquí. Ella está
consiguiendo zapatos para acompañarlo.
—No tengo maquillaje —admití distraídamente, preguntándome por
qué importaba.
—Eres jodidamente hermosa como eres. No necesitas esa mierda en
tu cara y déjate el pelo suelto —Se acercó, sin importarle que estuviera
casi desnuda, mientras deslizaba sus dedos por mi mejilla—. Lo sé, yo
también lo sentí —admitió—. Lo odio un poco cada vez que la marca te
quema —Se frotó el área de su hombro que era el espejo de donde me
había mordido—. ¿En qué diablos estaba pensando? —Se apartó de mí
mientras se ajustaba los pantalones.
—Estos deberían quedarle —siseó la vendedora, arrojando los
zapatos al vestidor. Sobresaltada, salté y dejé caer el vestido como si
nos atacaran. Spyder gruñó y se volvió para irse en el momento en que
cayó.
Me volví a poner el vestido, atando la espalda antes de poner los pies
en los tacones. Eché un vistazo rápido en el espejo y salí del vestidor
con mi ropa sobre el brazo. Crucé la habitación hasta la caja
registradora, donde Spyder me esperaba.
—Quince mil setecientos —resopló mientras me miraba—. Es
posible que desees invertir en realzarle los senos si la vas a vestir con
alta costura; no hay mucho ahí.
Mi estómago dio un vuelco, pero no ante sus palabras. ¿Quién
diablos compraba un vestido que costaba tanto?
—Sus tetas son perfectas, deberías verlas rebotar cuando ella monta
una polla —gruñó, guiñándome un ojo mientras mis mejillas se
calentaban. De todas las respuestas, ¿tenía que decir eso? Quiero decir,
sabía que él miraba, pero no tenía que señalarlo.
Me alejé de ellos mientras ella resoplaba y cobraba el vestido. Quería
llorar por el precio, argumentar que era demasiado, pero él lo
ignoraría, además, Lucian se lo merecía.
En el momento en que me alejé de ellos, fingí que no existían
mientras ella anotaba su número en una tarjeta de visita y lo deslizaba
por el mostrador hacia Spyder, quien arqueó una ceja en cuestión.
—Llámame —dijo con voz ronca.
—No fuiste tan buena —resopló, agarrando el recibo, mi bolsa de
ropa y dejando la tarjeta mientras salía de la tienda.
No dije nada mientras nos alejamos de la tienda. No supe que decir.
Quiero decir, lo había observado con ella y él me había observado a mí.
Había sido incómodo y un poco caliente, lo que también me molestó.
—¿Estas celosa? —Se desvió por una carretera vieja y miró hacia el
camino—. No deberías estarlo; ella no significó nada.
—No significa nada para mí —gruñí, cabreada más conmigo misma
que con él. Estaba celosa, ¡y él ni siquiera era mío! ¿Cómo me atrevo a
sentir algo, u odiar a una mujer sin nombre por tenerlo? No tenía
derecho a sentirlo. Ella no se merecía mi odio, porque él era libre y ella
no había hecho nada malo, aparte de ser una perra mezquina que se
follaría a un hombre extraño a las primeras de cambio.
Sonrió maliciosamente mientras aceleraba el motor. —Tomo nota.
—Eso salió mal.
—No, tampoco significas nada para mí. Esta marca nos dice algo
diferente, pero ninguno de nosotros siente realmente lo que nos dice.
Es bueno que lo sepas, porque, sinceramente, prefiero romperte el
bonito cuello antes que meterte la polla.
—Eres un idiota —suspiré mientras me volvía para mirar por la
ventana.
—Nunca dije que no fuera un idiota, gatita. No te mentiré. Tampoco
te follaré a menos que Lucian diga que puedo, y si lo hace, te
destrozaré. Eso te lo puedo prometer. Lo que le hice a la perra allá
atrás ni siquiera fue un calentamiento —se burló con frialdad—.
Hazme un favor; mantente alejada de Lucifer para que se olvide que
existes. De esa manera no tendrás que preocuparte por ese mordisco.
—No fui a buscarlo la primera vez —dije enfurecida.
—No, pero no viste a través del glamour para entender que no era
un sueño y que él tampoco era Lucian, y todos sabemos que podrías
haberlo hecho. Permitiste que sucediera, eso es algo que no volverás a
hacer. La marca no te permitirá acudir a él; se asegurará que sepas
quién y qué diablos es.
—Lo que sea —murmuré mientras nos deteníamos en un
estacionamiento lleno de autos. A lo lejos, era como si el club formara
parte de la ladera de la montaña—. ¿Qué demonios? —Incliné mi
cuerpo para encontrar a Spyder estudiando el club.
—Algo está mal —murmuró en voz baja—. Te pegas a mí como mi
polla dentro de ti. ¿Entiendes?
—Lo tengo —susurré mientras aparcamos y salimos.
Avanzamos por el camino que conducía al club. La gente que
esperaba en la fila estaba apagada. En lugar de verse emocionados por
tener la oportunidad de ingresar al club, se veían vacíos. Como si no
estuvieran realmente interesados en entrar, o no les importara de
ninguna manera. Donde la gente de los clubes de Lucian irradiaban
entusiasmo, éstos apestaba a miedo.
Una vez que llegamos a la puerta principal, un portero nos bloqueó
el camino. Spyder sacó su billetera y extrajo una pila de cientos antes
de entregarle un fajo de efectivo al hombre.
El hombre lo miró y sonrió con frialdad mientras quitaba la cuerda
roja y movía la mano en dirección al palpitante club.
—Bonita mortal tienes ahí; ella es tu problema. Si muere, no hay
reembolso —advirtió.
—No le pasará nada —resopló Spyder—. Mi propiedad es mía para
proteger.
—Sí, claro, idiota. Ella es dulce; nos gusta romper a las dulces.
—Este coño solo me folla a mí, ¿lo captas? —Preguntó, tirando de mi
cuello—. Reclamada, en todos los sentidos de la palabra. Le digo lo que
hace, a quién se folla, y ahora mismo, ese soy yo hasta que diga lo
contrario —gruñó amenazadoramente.
No dije una palabra ni discutí lo que le había dicho al tipo. Había
visto a las parejas dentro del club de Lucian la última vez que estuve
allí. Los que llevaban collares no hablaban a menos que se les dijera; no
discutieron con quienes los reclamaron. Hicieron lo que se les dijo y se
lo hacían a quien se les ordenó. Eran el sueño de todo dominante:
dóciles, domesticados y serviles. Prácticamente todo lo que yo no era.
Una vez que estuvimos dentro del club, Spyder me acercó a él
mientras un hombre de ojos vidriosos y brillantes se acercaba a
nosotros. Spyder sostuvo mis tetas, aplastándolas con sus manos
mientras yo reprimía un gemido cuando el dolor me golpeó.
—Hermosa —suspiró el hombre, extendiendo una mano para tocar
mi cabello.
—No toques mi propiedad —advirtió Spyder con frialdad.
—Tengo tres; ¿Puedes tenerlas todas por la noche si puedo tenerla?
—La mano del hombre se movió, tocando mi cadera hasta que Spyder
gruñón.
—No es para comercio —rugió con amenaza—. Ella es nueva,
todavía está siendo entrenada para satisfacer mis necesidades.
—Me gustan así, su piel es pura todavía. Te pagaré muy bien por ver
cómo la rompes.
—Te encontraré si cambio de opinión —dijo Spyder, despidiendo al
hombre mientras me arrastraba con él a través de la multitud. Una vez
que nos perdimos entre la multitud, me di la vuelta hacia su amplio
pecho mientras me acercaba más, actuando por instinto. Olía exótico,
adictivo y a todo menos humano.
Estábamos siendo observados por los gorilas, enormes criaturas que
nos miraban con sospecha mientras nos balanceábamos con la música
embriagadora y sensual que sonaba dentro del club. Las manos de
Spyder se deslizaron hasta la base de mi columna mientras los miraba.
—Bésame, gatita —instó suavemente mientras su boca bajaba para
flotar junto a la mía.
Tragué saliva mientras trataba de pensar en una manera de no
besarlo. Pero le dije que podía hacer esto. No era como si fuera a
significar nada. Interpretábamos papeles aquí. Unos que estaban
destinados a salvar una vida, ¿verdad? Levanté los dedos de mis pies
para conectar nuestros labios y ondas de choque corrieron por mi
columna mientras nos conectamos. Sus labios se frotaron contra los
míos antes que su lengua pasara por mis labios, reclamando mi lengua.
Sabía a pecado, pecado mezclado con cuero y especias caras. Gemí
contra él mientras profundizaba el beso, y luego se apartó, mirándome
a los ojos.
Murmuré incoherentemente tratando de averiguar qué decir
mientras luchaba contra las emociones encontradas que había causado
el beso.
—¿Qué quiso decir con lo de romperme? —Solté, balanceándome
con la música mientras lo miraba a los ojos. Sonrió suavemente, como
si se diera cuenta de lo que estaba haciendo y me permitiera ignorar lo
que acabábamos de hacer. Aunque había funcionado; los gorilas habían
alejado su atención de nosotros. Pero mis ojos parecían incapaces de
apartarse de sus labios, preguntándome cómo había sentido tanto
como lo hice con él.
¿Qué diablos me pasaba?
—Él azota y folla a sus mujeres hasta que no son más que un
desastre ensangrentado en un palo de azotes. Es un sádico extremo,
pero donde la mayoría traza una línea, la muerte es la suya. Los
tatuajes en su brazo izquierdo son por los que llevó a la muerte. Los de
la derecha son para los que vivieron.
Me estremecí al ignorar la opresión en mi garganta. No estaba
destinada a este mundo. Quería encontrar a ese hombre y arrancarle la
garganta. Dudaba que las mujeres hubieran estado atadas
voluntariamente a algún poste sabiendo cuál sería su destino. Me sentí
aliviada cuando comenzamos a movernos de nuevo.
Seguí a Spyder más adentro de la masa hirviente de gente que
bailaba cuerpo a cuerpo. Nos obligó a atravesarlos para llegar a donde
pudiéramos encontrar un lugar para sentarnos. Para cuando llegamos
a la mitad de la pista de baile, que estaba bastante adentro del club, mi
cabeza comenzó a latir con fuerza y mi estómago se revolvió. El dolor
me atravesó y mi mano, que estaba en la de Spyder, se liberó cuando
comencé a caer hacia atrás. Me agarró y me sostuvo contra su costado
mientras comenzaba a empujar a la gente fuera de su camino.
—Algo está mal —señaló, y asentí. El calor se desplegó dentro de mí
mientras me aferraba a Spyder como un salvavidas. Me sentía mal y mi
cabeza latía con la música. Una vez que despejamos a la multitud, me
tapé la boca mientras las náuseas se arremolinaban en mi garganta con
un pulso doloroso.
—Baño —gemí mientras la saliva se acumulaba en mi boca—. Ahora
—supliqué.
Me apresuró en dirección al baño, empujando la puerta para abrirla
mientras me ayudaba a entrar. Una vez que puso el primer pie adentro,
fue empujado hacia afuera por una fuerza invisible. Lo intentó de
nuevo y la puerta se cerró de golpe en su cara.
Corrí al puesto, incapaz de esperar mientras arrojaba mis galletas,
violentamente. Una vez que no me quedaba nada en el estómago, me
dirigí a la hilera de lavabos, lavándome la boca y dándome palmaditas
en la cara con la toalla de papel húmeda cuando se abrió la puerta de
un cubículo y salió una pelirroja. Tenía unos ojos de un verde intenso,
que me examinaban de arriba abajo como si me conociera.
—Finalmente lo lograste —me sonrió mientras se lavaba las
manos—. Temí que no lo harías después de que no apareciste anoche.
—¿Eres la bruja? —Me alejé del fregadero para mirarla. No tenía una
marca que pudiera indicar algún tipo de problema o malestar. Llevaba
un hermoso vestido, blanco para la pureza, que parecía fuera de lugar
dentro de este club en particular.
—Lo soy. Soy Tiffany, Tiffany O'Hara.
—¿No pudiste encontrar un lugar más seguro para reunirnos? —Le
pregunté negando con la cabeza y ella se encogió de hombros.
—Lugares como este están de moda en estos días. Sin embargo,
deberíamos irnos, no estamos a salvo aquí. Disfrutan demasiado de las
brujas en lugares como este.
—¿Tú crees? —siseé, marchando hacia la puerta y abriéndola de par
en par.
Spyder parecía enojado. Sus ojos me miraron de arriba abajo en
busca de heridas antes de agarrarme del brazo y dirigirse hacia la
puerta principal.
—La encontré —anuncié enérgicamente con una inclinación de
cabeza en su dirección.
—No me importa si la encontraste, nos vamos, ahora —espetó.
Me di cuenta del caos del club. La ropa se estaba quitando y las
parejas estaban follando al aire libre. Mantuve mi mirada en la espalda
de Spyder hasta que Sweet Dreams comenzó a sonar y se me heló la
sangre. Tiré del brazo de Spyder cuando una ilusión de alas me llamó la
atención. Un minuto estaba allí a unos metros de nosotros, luego al
siguiente se desvaneció como un espejismo, solo para reaparecer un
poco más cerca de nosotros sin alas.
Un hombre de cabello negro y vívidos ojos índigo me observaba con
una mirada de complicidad en su mirada pecaminosa. Sentí que mi
cuerpo se calentaba mientras se acercaba a nosotros a paso ligero.
Spyder tiró de mi brazo, girando para ver por qué me había detenido.
—Maldita sea —gruñó mientras me empujaba detrás de él, pero era
demasiado tarde.
Lucifer se movió de una manera que me hizo doler la cabeza. En un
momento estaba al otro lado de la habitación llena de gente, y al
siguiente me agarraba del brazo y me tiraba hacia él. El dolor me
atravesó cuando sus dedos se enroscaron alrededor de mi brazo,
mordiendo mi carne. Alas negras y esqueléticas estallaron en su
espalda mientras unas enredaderas de púas salían disparadas de sus
dedos, envolviéndose alrededor ya través de mi brazo. Grité y traté de
alejarme de él mientras luchaba por permanecer en los brazos de
Spyder.
—¡Ella es mía! —Lucifer gruñó con frialdad.
—Jodidamente intenta quitármela, imbécil —respondió Spyder con
un brillo peligroso en sus ojos.
En un momento estaba siendo desgarrada en dos direcciones con
demonios descendiendo sobre nosotros. Al siguiente, Spyder detonó
con poder, un poder puro y sin cortar que sacó el aire de mis pulmones
como si hubiera sacado el aire de la habitación. Las runas que cubrían
sus brazos se iluminaron desde adentro y su cabello se levantó en el
aire mientras dejaba escapar un aullido ensordecedor cuando los
demonios explotaban en nubes negras de ceniza a su alrededor.
Tenía un poder brillando en sus dedos que sostenía a Lucifer contra
el suelo. Me quedé boquiabierta mientras jadeaba por aire, temiendo
desmayarme por la falta de él. Los relámpagos destellaron y
zigzaguearon alrededor del club mientras un trueno lo sacudía. Lucifer
en el suelo tembló con ello; la sangre manaba de su nariz y ojos
mientras Spyder lo sujetaba con su poder.
Luchaba por levantarse, pero no podía moverse. Nadie podía. Fuera
lo que fuera el maldito Spyder, había derribado a todo el club con
facilidad. Mi mano se levantó, tocando su pierna mientras la oscuridad
amenazaba con consumirme.
Ojos plateados me miraron, motas azules mezcladas en las
profundidades de mercurio. Su cabello era de un blanco azulado, como
si alguien le hubiera robado el pigmento y le hubiera dado unos
reflejos infernales y elegantes. Dejé caer mi mano, mi cabeza cayó al
suelo y mis ojos se desviaron hacia los de Lucifer. En realidad, ya no
tenía ojos, solo sangre rezumando de donde deberían haber estado.
Qué. Mierda.
Spyder se agachó y tiró de mí mientras se movía. Señalé a Tiffany,
que parecía que también estaba a punto de desmayarse por el poder en
la habitación. La tomó de la mano y la arrastró con nosotros hacia la
noche oscura. Una vez afuera, tomé aire con avidez. Tiffany farfulló,
jadeó y tosió mientras aspiraba el suyo.
Spyder me bajó con cuidado, sosteniéndome mientras sacaba el
teléfono de su chaqueta y apretaba los botones con el pulgar.
—Ahora —exigió, su voz mezclada en capas de ira e inquietud. Miré
hacia las puertas del club, notando que incluso los de afuera no se
habían librado. Spyder se guardó el teléfono en el bolsillo. Los
neumáticos chirriaron y vi que un Land Rover negro se detenía y
alguien salía. Spyder le arrojó las llaves del Audi a quienquiera que
estuviera en el Rover y me empujó hacia el lado del pasajero del Rover,
abrió la puerta y me levantó hacia el asiento.
Observé con horror entumecido mientras sacaba las enredaderas de
mi piel y presionaba su boca contra la carne dañada mientras la
chupaba. Cerré los ojos contra la imagen mientras la pus negra manaba
de donde había arrancad la primera.
—¡Mierda, mierda! —gritó mientras sacaba varios más. Una luz
brillante me cegó por un momento. Una vez que mis ojos se ajustaron,
pude ver que la luz emanaba de sus manos mientras las deslizaba
sobre mi piel desgarrada, curándola mientras tocaba metódicamente
cada herida. La luz se disipó, y volvió al Spyder oscuro y enojado
normal al que estaba acostumbrada. Se apartó y cerró la puerta de
golpe. Se arrojaron bolsas al Land Rover desde el Audi antes que
saliera a toda velocidad del estacionamiento.
Me volví y miré a Tiffany, que parecía tranquila, como si no
hubiéramos estado a punto de morir. Parecía demasiado tranquila y
me pregunté quién diablos era y cómo la había encontrado mi abuela.
Me di la vuelta para ver a Spyder mientras se subía al asiento del
conductor y cerraba la puerta de golpe.
Aceleramos, los neumáticos chirriaron cuando las puertas del club
explotaron hacia afuera. Luché para darme la vuelta y mirar detrás de
nosotros mientras Lucifer estaba parado frente al club, mirando
mientras nos alejábamos.
Mi corazón martilleó cuando sus ojos se clavaron en los míos;
incluso en la distancia, sabía que era a mí a quien estaba mirando.
Tragué, incapaz de romper el contacto visual hasta que Spyder me
empujó hacia atrás y me tocó un lado de la cara.
—No puede seguirnos —murmuró. Miró por el espejo retrovisor
para ver cómo estaba Tiffany—. Será mejor que me expliques qué
diablos estabas haciendo allí, o puedes salir y esperar a que los
malditos demonios te encuentren. Ahora —exigió—. ¿Qué mierda
estabas haciendo en los niveles externos del infierno con el diablo?
Sentí que mi sangre se congelaba cuando las imágenes del sueño
volvían a fluir. Ese club. Había estado en ese club antes, en el escenario.
¡Me habían follado allí! Las lágrimas me quemaron los ojos y miré a
Spyder, sabiendo que acababa de salvarme la vida.
—¿Infierno? —Susurré—. Los mortales no pueden entrar al infierno
—continué, mirándolo—. Solo las almas pueden, ¿verdad?
—Pueden si son invitados, o si permanecen en las afueras de la
Puerta del Infierno, pero eso no era normal. Ha sido alterado.
—No me invitaron, me llevaron allí. —Tiffany se humedeció los
labios con nerviosismo—. Envié una llamada de socorro a través de las
líneas ley. Tenía que salir de allí; no tienes idea de lo que les hacen a las
brujas en ese lugar —Ella se sentó y cerró los ojos—. Soy una bruja de
los linajes originales; tu aquelarre no tuvo más remedio que atender mi
llamado.
—Que se joda tu sangre, y jódete tú —espetó; la furia parecía
emanar de él—. Y tú, tú encontraste el lugar. Las brujas no pueden
encontrar las Puertas del Infierno. Están ocultas a los de tu especie por
una buena razón.
—Bueno, yo la encontré —respondí con enojo—. ¡Solo la busqué a
ella, no a las Puertas del Infierno, Spyder!
Estaba a punto de decir algo, pero se detuvo y sacó el teléfono del
bolsillo. Lo sostuvo cerca de su oído por un momento, luego gritó:
—¿Qué? Sí, sé que lo sentiste, joder, todos lo sentimos... No, vete a la
mierda. Ella me llevó allí, jodidamente puedes preguntarle por qué
estábamos allí... No, no es mi puto problema. Puedes preguntarle
cuando llegue a ti. En primer lugar, no quería hacer de niñera. No, por
supuesto que no, estaba jodidamente abierto. Sí, sé que es un jodido
problema, toda esta jodida situación es un gran jodido problema, pero
¿quién tiene la maldita culpa? —Se giró, mirándome antes de soltar un
bufido en el teléfono—. Sí, te la llevaré. —Colgó el teléfono y
condujimos el resto del camino en silencio hasta unas pocas millas
fuera de la ciudad.
—Tengo que ir a la abadía —dijo Tiffany en voz baja mientras se
alisaba la falda—. Debo llegar antes del eclipse solar de hoy.
¿Hoy? Miré el reloj en el tablero que decía que eran las cinco de la
mañana. ¿Qué mierda? Me volví y miré a Spyder, quien me fulminó con
la mirada.
—El infierno se mueve de manera diferente a este mundo. Un
minuto dentro puede ser una semana aquí, dependiendo de lo que esté
ocurriendo en él.
—Eso es una locura —dije vacilante—. ¡No estuvimos allí tanto
tiempo!
—Lo estuvimos... simplemente no se siente así. Estuviste dentro del
baño un tiempo, además, nos costó un poco abrirnos paso entre la
multitud, entre otras cosas que hicimos. No hay percepción del tiempo
en el infierno. Si estás condenado a una eternidad en el infierno, estás
condenado a su tiempo, no a este mundo.
Llegamos a la abadía alrededor de las diez de la mañana y vi cómo se
abrían las puertas cuando mi madre las atravesaba. Sus ojos se
deslizaron sobre mí y se dirigieron a la bruja en el asiento trasero
mientras exhalaba un suspiro de alivio. Fruncí el ceño cuando Tiffany
salió del auto y corrió hacia el grupo de brujas que salieron para darle
la bienvenida.
La camioneta comenzó a bajar por el camino de entrada y miré hacia
atrás, mirando a los ojos a mi madre mientras aceleramos hacia el Club
Chaos.
Capítulo 16

Pensé que él había tocado todos mis botones, resultó que recién
estaba comenzando.
~Lena

Nos detuvimos en el club y vimos una multitud de personas dando


vueltas afuera, lo cual fue extraño considerando la hora que era. Debo
haber tenido una expresión confusa en mi rostro, cuando vi a Spyder
mirándome de manera extraña.
—Es el eclipse solar. Los clubes de Lucian tienden a atraer a aquellos
que creen en los poderes sobrenaturales de estos eventos —explicó a
mi pregunta no formulada—. Hay misterios en torno a los eclipses que
ni siquiera tu aquelarre o los propios dioses pueden empezar a
comprender.
—¿Entonces vienen al club de Lucian porque están locos? —Me reí
nerviosamente.
—Incluso las brujas creen que el eclipse solar tiene poderes más allá
de su comprensión. Por otra parte, la vida está llena de misterios que
no podemos comprender.
—Eso es profundo, Spyder —murmuré mientras sus gélidos ojos
azules se entrecerraban en mí.
—Vámonos, ahora —gruñó mientras abría la puerta y salía,
ignorando a las chicas boquiabiertas que pasaban junto a nosotros y se
fijaban en él mientras abría la puerta. Era un caballero, al menos. Salí
del auto lentamente, tratando de ignorar las miradas curiosas de la
multitud que deambulaba por el club mientras él sacaba nuestras
maletas del maletero—. No lo hagas enojar cuando entremos, gatita. Ya
está enojado porque entramos en un hueco del infierno.
—No sabíamos que lo era —dije a la defensiva.
—No, pero debería haberlo sabido mejor —espetó enojado y cerró el
maletero de golpe. Parecía más como si estuviera enojado consigo
mismo y no conmigo.
—No veo por qué deba estar molesto en absoluto —Traté de
caminar un poco más rápido para mantener el ritmo de sus largas
zancadas—. No salimos heridos, sacamos a Tiffany de allí y todos
vivimos.
Spyder me miró boquiabierto con incredulidad.
—¿Estás loca? —casi me gritó—. Fuimos a un show de mierda y
saliste herida. Sí, tenemos a esa maldita bruja, y tuvimos mucha suerte
de salir de allí —Se frotó la cara con enojo y respiró hondo tratando de
controlar su temperamento—. Solo sigue caminando —Hizo un gesto
hacia las puertas, donde Bane nos esperaba.
—Aquí vienen los problemas —se burló con una sonrisa mientras
nos acercábamos, y mantuvo las puertas abiertas para que pudiéramos
pasar—. Los está esperando en su oficina.
—Vamos —Spyder apartó del camino a un par de tipos que se nos
acercaron demasiado. Lo seguí de cerca hasta que una mano salió y me
agarró del brazo. Me di la vuelta y antes que pudiera tomar un respiro
para gritarle al chico, Spyder ya estaba en acción.
Con una mano en la garganta del enorme hombre, Spyder lo
inmovilizó contra la pared. Los pies del hombre patearon el aire
cuando la nariz de Spyder se acercó peligrosamente a la del hombre.
—No la vuelvas a tocar o morirás, ¿entiendes? —gruñó con frialdad,
enviando una ola de escalofríos corriendo por mi columna vertebral—.
Deja este lugar, ahora —Spyder empujó al hombre que farfullaba lejos
mientras jadeaba por aire y asintió con la cabeza en su acuerdo de
dejar el club de inmediato.
—Puedo manejarlo yo misma —susurré, deseando poder
esconderme de todas las miradas curiosas.
—Una dama no debería tener que manejar nada cuando tiene a
alguien dispuesto a protegerla —dijo en voz baja mientras reanudamos
nuestra caminata entre la multitud hacia la escalera que conducía a las
oficinas con vista al club.
Seguí su espalda rígida por las escaleras y por el largo pasillo hasta
que estuvimos frente a la oficina de Lucian. La gruesa puerta de
madera ya estaba entreabierta, así que Spyder la abrió mientras yo
enderezaba los hombros y me preparaba para enfrentar la tormenta.
Música clásica y suave nos recibió mientras nos dirigíamos a la
oficina; Lucian miraba hacia otro lado de la puerta, de pie en la ventana
de pared a pared en la parte trasera de su oficina mientras
contemplaba hacia el club de abajo.
Una vez que Spyder dejó nuestras maletas, Lucian se volvió y sus
ojos brillaron peligrosamente hacia mí. Tragué mientras sus ojos se
deslizaban lentamente a lo largo de mi cuerpo, como si estuviera
buscando un solo rasguño o un cabello fuera de lugar. Se detuvieron en
mis uñas pintadas y volvieron a subir hasta centrarse en mi cuello.
—¿Le pusiste el puto collar? —gruñó, mirando por encima del
hombro a Spyder.
—Pensamos que íbamos a un club de sexo, Lucian. Seguro como la
mierda que no estaba dejando que entrara allí sin reclamar —se burló.
—¿Qué diablos estabas pensando? —demandó, apuntando esos
pecadores ojos negro azulados hacia mí con suficiente fuego en ellos
como para quemarme la ropa.
—No sabía que era ese club —balbuceé—. Busqué a esa bruja tal
como me dijo mi madre, en lugar de dar vueltas por todo Portland
durante las próximas semanas, y lo creas o no, no decía que el infierno
en el mapa, o el sentido común habría entrado y me lo habría saltado.
Tan pronto como encontré dónde estaba, le di la ubicación a Spyder y
salimos.
—¿Después de cargar algunos artículos en mi tarjeta? —mordió.
—Esa no fue mi idea —resoplé—. ¿Y sabes qué? No eres mi padre.
No puedes darme mierda solo porque te apetezca. ¡Soy una chica
grande y puedo arreglármelas sola!
—¡Deberías haber tenido un padre al que le importaras lo suficiente
como para gritarte! —rugió, y mi columna se enderezó cuando mis
ojos se entrecerraron en él—. En cambio tuviste esa excusa de mierda
de padre que ni siquiera podía defenderte.
—¿Perdón? —Lo miré mientras su respiración se volvía dificultosa.
—Fuera —espetó por encima de mi hombro, y escuché a Spyder salir
de la habitación, la puerta cerrándose después de sus pasos en
retirada.
—¿Qué diablos sabes sobre mi padre? —Pregunté con cuidado.
—Más que tú, al parecer —espetó—. Podrías haber muerto. —
Suavemente cambió de tema tan rápido que casi no capté el cambio.
—Pero no lo hicimos, ¿verdad? —Respondí enojada—. No tienes
derecho a gritarme. Mi lealtad es ante todo al aquelarre; me enviaron
allí para conseguir algo, ¡y lo hice! Mi lealtad no es contigo, ni he
pretendido nunca lo contrario, Blackstone.
—Has terminado de arriesgarte con tu vida, pequeña bruja —gruñó,
y parpadeé cuando me empezó a doler la cabeza—. ¿Tienes idea de lo
jodidamente impotente que se sentía al sentir sus manos tocándote,
sabiendo que no podía hacer nada para protegerte? —Dio un paso más
cerca, pasando sus dedos alrededor de mi garganta mientras
desabrochaba el collar, luego lo torció en un bulto brillante
irreconocible.
—¿Te hubiera importado? —grité cuando sus ojos ardieron con
llamas azules líquidas. Enviaste a Spyder conmigo. Solos. Sabías que
estábamos conectados y, sin embargo, nos enviaste allí juntos, de todos
modos.
—¿Crees que no me importa? ¿Crees que quería enviarte con él? No
lo quería, ni debería preocuparme por ti, y sin embargo, me encuentro
atrapado entre querer besarte o estrangularte. Estaba ocupado aquí,
lidiando con asuntos que necesitaban mi atención inmediata, así que sí,
te envié con él. Debería retorcerte el maldito cuello y lavarme las
manos. Pero no sería tan fácil, ¿verdad?
—Vete a la mierda —juré mientras lo miraba—. ¡Tienes más
cambios de humor que cualquier otra persona en este planeta!
—¡Quizás si dejaras de arrojarte a los brazos de Lucifer, no los
tendría! —gritó mientras agarraba mi brazo y nos movía hacia el sofá.
—¿Qué estás haciendo? —Exigí mientras me arrastraba de mala
gana con él.
—Te estoy enseñando una maldita lección —gruñó mientras se
sentaba en el sofá y me ponía de rodillas. Parpadeé y giré la cabeza
para mirarlo cuando sentí el aire en mi trasero mientras levantaba mi
vestido. Su mano chocó bruscamente contra mi culo antes que
adivinara sus intenciones, y grité mientras el dolor quemaba mi
trasero. Me retorcí, pero él me mantuvo allí, bloqueada en su regazo
mientras su mano golpeaba mi culo una y otra vez. Las lágrimas se
deslizaron de mis ojos mientras gritaba con cada golpe de castigo de su
mano contra mi trasero.
—¡Hijo de puta! —grité cuando la ira me atravesó, la indignación
pisaba mis talones.
En el momento en que se detuvo, me levanté, alejándome de él hacia
el otro lado de la oficina.
—¡No tienes ningún jodido derecho! —Traté de ignorar el dolor que
me atravesaba con cada paso—. ¡Hijo de puta! —Cogí un jarrón y se lo
arrojé. Se hizo añicos contra la pared demasiado lejos de su cabeza.
Cogí otro misil y se lo arrojé mientras daba grandes zancadas hacia mí.
—Pequeña —advirtió.
—¡Púdrete! —Le arrojé el pisapapeles de vidrio sobre su escritorio
mientras lo rodeaba, quedando justo fuera del alcance de su brazo—.
¡Nadie me pega!
—¡Jodidamente lo hice! —Rugió mientras empujaba el escritorio a
un lado y agarraba mis brazos—. No tienes derecho a correr riesgos
como lo hiciste. Lucifer te llevaría a los pozos más oscuros del infierno
y haría lo que mejor sabe hacer. ¿Me entiendes? ¡Te arruinaría y luego,
cuando se hubiera hartado de ti, te enviaría a mí en pedazos!
—¿Cómo diablos se suponía que iba a saber que era el infierno?
¿Crees que si hubiera sabido qué era realmente ese lugar, habría ido?
¡No soy jodidamente estúpida y tampoco creo que Spyder me hubiera
servido deliberadamente! —Me eludí mientras trataba de liberar mis
brazos de un tirón.
Me golpeó contra la pared y presionó su frente contra la mía. Sus
labios me tocaron tan suavemente que no estaba segura de no haberlo
imaginado.
—Te odio —gemí mientras cerraba los ojos.
—Puedes odiarme, porque tienes que estar viva para odiarme —
murmuró mientras sus manos soltaban mis brazos y se movían
lentamente hacia la V del corpiño de mi vestido. La tela se rasgó por la
mitad con la fuerza de sus manos. Lo aparté mientras lo miraba con
lágrimas en mi visión.
—No lo hagas —espeté fríamente mientras me giraba, con la
intención de alejarme. Pero este era Lucian. Mi cerebro nunca funcionó
a su alrededor y, por lo general, mi cuerpo me traicionaba. Apenas
logré alejarme dos pasos de él antes que empujara mi cuerpo hacia
atrás contra el suyo, y todo pensamiento racional huyó en el momento
en que sus manos ahuecaron mis pechos.
—Eres mía —Fue una declaración de propiedad. Un reclamo. La ira
cobró vida mientras me miraba como un cazador haría con su presa.
Sus manos se deslizaron hacia arriba, agarrando el corpiño hecho
jirones que dejaba expuestas las curvas de mis pechos, y rasgó el
vestido el resto del camino—. Toda tú, pequeña bruja, me perteneces
—ronroneó mientras empujaba mi cuerpo contra el suyo.
Me llevó de espaldas hacia su escritorio, se inclinó y pasó el brazo
por él, haciendo que lo poco que quedaba se estrellara contra el suelo.
Me levantó, agarrando mis caderas mientras me sentaba en él. Mis
piernas se envolvieron alrededor de sus caderas, obligándolo a
acercarse mientras su boca se aplastaba contra la mía.
Mis manos desabrocharon su camisa antes de rasgarla, enviando
botones al piso y al escritorio mientras se rompían en mi prisa. La piel,
su piel en particular, me hizo cosas. Mis manos vagaron y frotaron las
duras líneas de músculos. Gemí cuando sus labios dejaron los míos,
dudando de que se detuviera.
Pensar era peligroso. Cuando mi cerebro funcionaba, distinguía el
bien del mal. Cuando su boca tocó la mía, hizo que las líneas se
volvieran lo suficientemente borrosas como para que no me importara.
Sin apartar los ojos de los míos, se movió hacia atrás y desenganchó
mis piernas, desabrochándose el cinturón y deslizándolo para liberarlo
de sus pantalones. Aproveché su movimiento para deshacerme de lo
poco que quedaba del vestido que aún se me pegaba a los hombros.
Lucian se deleitó con mi figura desnuda y yo sonreí, sabiendo que él
me deseaba tanto como yo lo deseaba a él. Sostuvo el cinturón en una
mano, apartando el cabello de mi cara antes de envolverlo alrededor
de mi cuello y deslizar el extremo de la correa de cuero a través de la
hebilla suavemente hasta que quedó ceñido. Me tragué el miedo que
provocó porque la emoción de lo desconocido tenía prioridad.
Aplicó un poco de presión cuando sus labios tocaron los míos de
nuevo, suavemente. El contraste fue embriagador. Jadeé mientras
luchaba por atrapar su beso, uno que sostuvo fuera de mi alcance
mientras me deslizaba más sobre su escritorio. Me recostó y me quitó
las bragas sin que yo protestara. Su mano se deslizó a través de mi
sexo, encontrándolo listo. Sus dedos empujaron adentro mientras el
cinturón se apretaba. Me arqueé ante su toque, balanceando mis
caderas mientras sus dedos exploraban las profundidades de mi deseo.
Besó el pesado globo de un pecho. —Tan jodidamente hermoso —
gruñó, luego besó al otro antes de pellizcar suavemente mi pezón
mientras su lengua se curvaba y jugueteaba con la piel erizada.
Lentamente besó su camino por mi vientre, dejando un rastro
acalorado cuando su boca encontró mi clítoris. Grité, sacudiéndome del
escritorio mientras el cinturón se apretaba aún más mientras sus
dientes raspaban mi delicado coño.
Su boca me chupó el coño hasta que me separé más y me arqueé
hacia él, dándole acceso completo a mis partes más privadas. Empujó
otro dedo, llenándome hasta que grité mientras estiraba mi cuerpo. Mi
cabeza cayó hacia atrás contra el escritorio mientras él soltaba el
cinturón, empujando su boca más fuerte contra mi sexo mientras me
llevaba a navegar por el borde. Grité su nombre mientras una ola tras
otra de placer recorría mi cuerpo, luego lloriqueé cuando él apartó su
boca y me miró mientras me retorcía mientras el orgasmo disminuía.
—Lucian —susurré, apenas capaz de pronunciar palabra mientras él
continuaba empujando sus dedos en mi cuerpo.
—No hables —ordenó enojado—. Me cabreas cuando hablas. No
debería sentir nada por ti y, sin embargo, me haces quererte, me haces
sentir esta necesidad de protegerte y no soy este tipo. No soy tu
maldito príncipe; Soy el dragón que mata al príncipe débil mientras
intenta rescatarte. Eres una debilidad, una que no puedo permitirme.
—Me levantó y luego me tiró en el sofá, abriendo mis piernas mientras
me tiraba hacia el borde, desabrochando los botones de sus costosos
pantalones—. Quiero destruirte de la manera más hermosa, de una
manera que te arruinaría para cualquier otro hombre. Para
asegurarme de que sepas que ningún otro hombre en este mundo
podría compararse conmigo—ronroneó mientras entraba en mi
cuerpo sin piedad.
Lloriqueé, ignorando sus palabras mientras levantaba mis piernas,
separándolas mientras empujaba su dura polla más profundamente de
lo que nunca antes había estado en mi centro. Me aparté, solo para que
él capturara mis manos y las sostuviera contra mi vientre mientras
bombeaba sus caderas.
La canción FMLYHM de Seether explotó dentro de la habitación. Salía
de varios altavoces que se alineaban en las paredes. Incliné la cabeza,
mirando hacia donde nuestros cuerpos se unían. Apartó mis brazos,
envolviendo sus manos alrededor de mis caderas mientras ganaba
velocidad. Grité por la embriagadora y adictiva mezcla de dolor y
placer mientras me follaba sin cuidado ni pensamiento. Era demasiado
grande, sin embargo, encajamos como dos piezas de un rompecabezas
que se han unido para convertirse en uno.
Sentí mi cuerpo apretarse a su alrededor, exigiendo que me diera
más. Sentí que el mundo se tambaleaba a nuestro alrededor mientras
tocaba el borde del acantilado una vez más, pero justo cuando estaba a
punto de detonar, él se retiró, movió mi cuerpo y me colocó boca abajo
con la cara enterrada en el sofá. Mis piernas estaban separadas,
colocadas a cada lado de sus piernas cuando lo sentí reacomodar el
cinturón. De repente estaba allí, tirando del cinturón mientras su polla
entraba en mí de nuevo.
Exploté sin previo aviso. Mi cuerpo se sacudió con fuerza y lo sentí
tensarse mientras tiraba más fuerte del cinturón, robándome el aire
mientras me follaba por detrás. Su otra mano golpeó mi tierno trasero
y me arqueé en cada empuje, cada sensación que creaba, y luego, una
vez más, mi cuerpo sucumbió al placer candente que me mantuvo
encerrada en el limbo mientras flotaba en las nubes.
Esperaba que terminara conmigo. En cambio, llevó una de mis
piernas por encima de su hombro, abriéndome más mientras me
colocaba de lado, más expuesta mientras pellizcaba un pezón,
empujando dentro de mi cuerpo de nuevo.
Grité, insegura de poder manejarlo en esta posición, pero él no
estaba preguntando. Estaba tomando y dando lo que quería. Mantuvo
el control absoluto mientras empujaba lentamente y salía de mi cuerpo
más lento de lo que había entrado. Lo miré a los ojos mientras mi
cuerpo se tensaba, se arqueaba y le daba lo que necesitaba. Todo lo que
tenía. Le di el control, le di mi ser.
Lo vi mientras su cuerpo se ponía rígido y un gemido se deslizaba
por sus labios mientras empujaba más fuerte, deshaciéndose con mi
sumisión. Sus párpados se volvieron pesados, lánguidos mientras
seguía sosteniendo los míos, y su cuerpo parecía brillar desde dentro.
Las runas en su estómago estallaron con un resplandor dorado, como
si estuvieran iluminadas con un poder dentro de él. Mi mano se levantó
sin pensar, lentamente recorriendo su cuerpo mientras vaciaba su
polla dentro de mí.
—¿Qué diablos hiciste? —Preguntó después que pasó un momento,
y parpadeé mientras trataba de adivinar qué había hecho mal ahora—.
¿Qué tipo de magia es esta? —Se retiró, dejándome sin su calor
mientras miraba las brillantes runas.
—¿Qué? —Lloriqueé, todavía incapaz de hablar a través de la
sequedad de mi boca—. ¿Qué diablos quieres decir con qué te hice?—
Pregunté, confundida en cuanto a cómo algo de eso era mi culpa.
—¿Qué diablos me hiciste, bruja? —gruñó y se apartó de mí
mientras se levantaba. Le fruncí el ceño en confusión mientras se subía
los pantalones y se los abrochaba.
—No te hice nada —resoplé mientras lo seguía, mostrándome
desnuda para él. Torpemente, desabroché el cinturón de mi cuello y lo
arrojé a sus pies—. ¿Cuál es tu problema?
—Me dirás lo que hiciste o te arrancaré la verdad —Su gruñido fue
apenas audible mientras me miraba como si hubiera hecho algo para
lastimarlo.
—¡No hice nada! ¡Follamos! Eso es todo, no usé magia contigo. ¿Es
eso lo que piensas? ¿Que te he lanzado un hechizo? —Le pregunté,
horrorizada de que pensara tan poco de mí que creyera que le lanzaría
magia mientras follábamos como conejos.
—Esas runas no reaccionan a menos que alguien las hechice, bruja
—se burló como si fuera estúpida, lo miré boquiabierta, sin saber qué
decir.
—Yo no lo hice, así que busca a alguien más a quien culpar —espeté
con rabia mientras caminaba hacia mi bolso y comencé a cavar en
busca de un cambio de ropa, ya que él había arruinado la mía.
—Me dirás lo que hiciste antes que te permita salir de aquí —
ordenó, y me giré para enfrentarlo, con la intención de decirle dónde
meterse su amenaza cuando sonó un golpe en la puerta.
Negué con la cabeza, odiando su trasero bipolar en ese momento. No
le había hecho una mierda a sus malditas runas, y no podría haberlo
hecho aunque quisiera. No era una experta en runas, y me asustaban
muchísimo. Apenas me había subido las bragas cuando Spyder
irrumpió en la habitación.
—Tenemos un gran puto problema abajo... —Hizo una pausa, y sentí
el calor de su mirada mientras admiraba mis mejillas rojas—. Ese es un
bonito culo rosa, gatita —dijo sedosamente.
—¿Cuál es el puto problema? —Demandó Lucian, como si no le
importara que mis bragas no cubrieran mucho y Spyder pudiera ver su
obra por todo mi trasero. El calor inundó mis mejillas mientras los
ignoré, vistiéndome con un par de pantalones de yoga y una camiseta
sin mangas. Saqué mis zapatos de la bolsa y deslice mis pies dentro de
ellos, luego me di la vuelta para encontrar a ambos hombres
mirándome por una razón muy diferente, estaba segura.
—El aquelarre está abajo —comenzó Spyder, notando mi enojado
ceño fruncido y las lágrimas que nadaban en mi visión por las
acusaciones de Lucian. Sus gélidos ojos azules se movieron entre
Lucian y yo antes de que dejara escapar un suspiro y se volviera hacia
Lucian, solo para explotar con una maldición al ver las brillantes runas
doradas en su estómago—. ¿Qué mierda?
—Pregúntale —gruñó Lucian, abriendo un armario que ni siquiera
había notado antes y sacando una camisa de vestir nueva—. Parece
que nuestra pequeña bruja está jugando con magia oscura —declaró
enojado—. Ella ha estado aprendiendo a lanzar y eliminar maldiciones,
aparentemente.
—Yo no hice una mierda. —Saqué un cepillo de mi bolso y lo pasé a
través de mi cabello enmarañado—. Follamos. Tan simple y fácil como
eso. No usé magia, y segura como la mierda que no podría cantar un
hechizo entre gritar tu nombre y deshacerme en tu polla. Si lo hubiera
hecho, lo habrías escuchado. ¿No es así? —Exigí con impaciencia
mientras volvía a meter el cepillo en mi bolso.
—La magia oscura no siempre necesita palabras, bruja.
—Ya terminé con esto —dije, odiándolo—. He terminado con que me
culpes por una mierda de la que no podría haber sabido o hecho.
¿Crees que tengo la culpa? Está bien, lo que sea; mantente alejado de
mí. Problema resuelto —Lágrimas frescas se deslizaron por mis
mejillas mientras me dirigía hacia la puerta.
—No te irás —gruñó.
—Intenta detenerme, Blackstone —herví de rabia cuando me volví
para enfrentarlo con una mirada fría y muerta—. ¿Quieres una guerra?
Porque eso es lo que obtendrás si intentas retenerme aquí.
Cargué mi mochila sobre mi hombro y salí de su oficina, sin
importarme una mierda que pareciera recién follada, o que todo el
aquelarre estuviera abajo, esperándome. No miré hacia atrás para ver
si me seguían; sabía que lo hacían. Los sentí hasta el fondo, como si su
jodido ritual hubiera hecho más que reclamarme.
—Gatita —gritó Spyder detrás de mí, pero no me detuve.
Caminé más rápido hasta llegar a los escalones, tomándolos de dos
en dos para alejarme de ellos. Necesitaba distancia, necesitaba
alejarme de ellos y mantenerme alejada. Mi cabeza latía con fuerza, me
dolía todo el cuerpo y mi corazón se partía con sus acusaciones.
Hechizar a alguien era enorme; hacerlo durante el sexo era
jodidamente cobarde y sucio. Haría casi cualquier cosa por el
aquelarre, pero no usaría mi cuerpo para conseguir lo que quería. Eso
estaba mal en un nivel que ni siquiera quería imaginar.
Capítulo 17

Estoy de vuelta, ¿estás listo?


~Magdalena Fitzgerald

En el momento en que mis pies tocaron el nivel principal del club, me


detuve y logré encontrar al aquelarre entre la multitud mientras
esperaban con impaciencia. Mi abuela no estaba con ellos, pero mi
madre y el resto del aquelarre con ella parecían aterrorizados. Me abrí
paso entre la multitud para llegar hasta mi madre y traté de ignorar
cómo debía verme en este momento, o que me dolía con cada paso que
me acercaba a ella.
—¿Qué ocurre? —demandé, preguntándome qué podría haberla
alterado tanto. Su piel era de un blanco pálido, los ojos muy abiertos
por el miedo mientras apuntaba sus ojos azules a los míos y sacudía la
cabeza mientras las lágrimas llenaban sus ojos.
—Las Puertas del Infierno están abiertas —gritó sobre la música
mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. La ciudad se está
quemando y la gente está muriendo. Intentamos encontrar a los demás,
pero había demasiados demonios.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —repetí nuestro viaje por la
ciudad mientras nos dirigíamos hacia aquí solo una hora antes. —
Estuve en la ciudad, todo estaba bien.
—Venía a buscarte cuando comenzaron los incendios, y luego
convergieron en la ciudad. No sé cuántos salieron de allí, pero por el
aspecto y el daño que dejaron los monstruos, no asumiría muchos. Es
malo, muy malo. El aquelarre ha lanzado protecciones de sanción y
roció agua bendita dentro y alrededor de la abadía para evitar que
entren. Necesito que vengas conmigo ahora —sollozó—. Tienes que
venir conmigo, es hora, bebé.
—Esto es una locura —Sacudí la cabeza en negación y noté que los
demás en la multitud parecían tan asustados como mi madre y el
aquelarre. ¿Cómo pudieron abrirse las Puertas del Infierno?
—Ven conmigo —Ella extendió su mano y deslicé la mía en la suya
mientras nos dirigíamos hacia las puertas. Hice una pausa, dudando
mientras volvía a mirar a Lucian. Si alguien podía ayudarnos, era él,
pero ¿lo haría?
—Ve —exigió con frialdad. El hielo en su voz me atravesó,
irradiando a través de mi corazón y mi alma. Tragué saliva y asentí.
Dándole la espalda, atravesamos el club y salimos por la puerta
principal. Parpadeamos contra la brillante luz del sol de la tarde y noté
que había un tinte rojizo sobre el sol y percibí un leve olor acre a humo
de los incendios de la ciudad.
Exhalé mientras nos dirigíamos hacia los autos, y por el rabillo del
ojo, noté que teníamos escolta. Spyder caminó en silencio a mi lado
mientras algunos de los hombres de Lucian flanqueaban nuestros
lados. El aquelarre huiría. Siempre lo habían hecho en tiempos de
crisis. Era un plan de emergencia, que se utilizó a lo largo de
generaciones para mantener nuestro estilo de vida.
No miré atrás, sabiendo que si lo hacía, él no estaría allí. Si lo
estuviera, ¿todavía iría? Yo lo quería; aunque lo odiaba la mayor parte
del tiempo, quería a Lucian Blackstone. Era tan difícil y tan sencillo
como eso.
La puerta de un auto se abrió y me deslicé en el asiento trasero,
manteniendo mis ojos en el asiento frente a mí mientras esperaba a
que la puerta se cerrara, pero no lo hizo.
—Gatita, mantente a salvo —ordenó Spyder con brusquedad
mientras se arrodillaba junto al coche. Su mano se deslizó entre las
mías mientras las sostenía con fuerza—. Quédate dentro de la abadía,
¿me entiendes? Lo que viene, no va a terminar en esta ciudad. Estará
en todas las ciudades del mundo. Esto es una mierda del fin de los días
y está pasando en este momento.
—¿Él luchará contra ellos con nosotros? —Me atraganté, sin
molestarme en mirarlo mientras las lágrimas de ira brotaban de mis
ojos.
—No lo sé. Ni siquiera sé si podemos luchar contra lo que se avecina.
Las puertas del infierno no solo se abren, algo las desencadena. Alguien
tomó algo a través de una puerta recientemente y la abrió. Eso significa
que no hay barrera entre la tierra y el infierno. Ya nadie está a salvo.
No hay reglas para este juego, no hay árbitro aquí para detenerlos —
Inclinó la cabeza y me besó las manos mientras mi madre miraba.
Mordí mi labio mientras consideraba lo que acababa de decirnos.
—Lucifer está llegando —susurré, cerrando los ojos mientras caía la
primera lágrima.
—Si las puertas están abiertas, ha sido liberado para hacer lo que le
plazca en este mundo. Detenerlo no será fácil y empeorará antes de
mejorar.
—Tenemos que irnos —Mi madre se deslizó en el asiento del
pasajero y se volvió hacia mí—. Tenemos que llegar a la casa. Hay
muchos libros que pertenecen al aquelarre allí; tenemos que proteger
nuestra historia de ellos.
Asentí y me volví para decir algo, pero la puerta se cerró y Spyder ya
estaba caminando de regreso hacia el club. Se puso en marcha el coche
y salimos a toda velocidad del aparcamiento hacia la autopista.
—Una vez que llegamos a la casa nos quedamos juntas, o cerca una
de la otra. ¿Lo entiendes? —La voz de mi madre era bastante tranquila,
considerando la situación.
—Sí —dije en voz baja, pero mi mente estaba de vuelta en el club,
ante la ira de Lucian por la eliminación de una maldición. ¿No habría
sido bueno eso? El hombre me dio un latigazo emocional. Sin
mencionar que no podía controlarme y dejar de follar con él. Era como
si a mi cuerpo no le importara que fuera un completo imbécil; quería lo
que quería, y ese era él.
—Necesito que vayas a la cabaña y recuperes los libros escondidos
allí para mí mientras comienzo en la casa principal —dijo—. Kat y
Dexter te acompañarán y te cuidarán las espaldas para que puedas
sacar los libros de debajo de las tablas del suelo. No pierdas tiempo;
aún no sabemos si los demonios se dirigen hacia aquí o si acaban de
atacar la ciudad. No estamos preparados para enfrentarlos.
—Lucian puede ayudarnos —dije suavemente, sintiendo su ceño
fruncido mientras conducíamos hacia la casa. Incluso desde tan lejos
de la ciudad, podía ver los fuegos ardiendo, así como en las colinas que
rodeaban la ciudad, que tenían casas esparcidas a través de ellas—. Él
puede matarlos. Vi a Spyder derribar a Lucifer; puede hacerlo de
nuevo. Lucian y sus hombres no son brujos, eso es seguro. Sean lo que
sean, pueden joderlos. Pueden salvar la ciudad.
—La ciudad está en ruinas, hija mía. La puerta se abrió en medio de
la ciudad y cientos de demonios salieron del infierno. Las vidas... las
vidas pobres e inocentes —Hizo una pausa cuando un sollozo brotó de
sus labios—. No pudimos acercarnos lo suficiente para verlos, mucho
menos protegerlos, así que los dejamos a su suerte. Estar indefenso es
un sentimiento horrible.
Llegamos a la casa y me quedé mirando la vieja cabaña. Nuestros
bisabuelos la habían construido mientras trabajaban en la mansión y
ahora se usaba principalmente para almacenamiento.
El auto se detuvo enfrente y salí, esperando un momento mientras el
auto se alejaba y otro se acercaba detrás. Rápidamente miré hacia atrás
para ver a Kat y Dexter salir del auto mientras subía los escalones de la
cabaña, deteniéndome en seco mientras los recuerdos me asaltaban.
¿Los recuerdos de Lena?
Una escena se desarrolló frente a mí. Joshua y Lena jugando en el
porche; corriendo el uno del otro mientras la bisabuela cosía un viejo y
gastado overol para el bisabuelo. Puse mis manos sobre mi cabeza y
me di la vuelta en círculo, buscándome. ¿Por qué lo estaba viendo a
través de los ojos de Lena?
—¿Kendra? —Kat me sobresaltó, colocando una mano en mi hombro
mientras se volvía para mirar a Dexter—. Vamos a entrar —ofreció,
subiendo las escaleras. Noté que ambos estaban armados con afilados
athames3. Cuando Dexter empujó la puerta para abrirla, pasé junto a
ellos.
—Oye, primero tenemos que comprobar —gritó Dexter.
Lo ignoré y miré al sofá, que estaba vacío. Mis ojos recorrieron la
cocina y encontré una visión de Lucian en nada más que una toalla
mientras se apoyaba en la entrada de la cocina. Tragué, sintiendo el
calor que me atravesaba al verlo. Observé la figura fantasmal, un
recuerdo de Lucian que se sentía como en casa en la pequeña cabaña,
descarado de estar vestido solo con nada más que una toalla barata,
que abrazó sus caderas.

3 Athame: Daga afilada.


Negué con la cabeza con firmeza, tratando de disipar la imagen o el
recuerdo.
—¿Estás bien? —Kat murmuró, observándome intensamente
mientras lentamente acercaba mis ojos a los de ella antes de responder
con un suspiro.
—Estoy bien, todo está bien —gruñí con enojo.
Me moví al dormitorio, mirando la cama mientras me dirigía a la
sección de la habitación que necesitaba. Saqué la cama y la rodeé,
levanté las tablas del suelo y las dejé a un lado. Metí la mano y saqué
algunos libros y álbumes de fotos, y me detuve mientras buscaba más
profundo. Debajo de los álbumes había páginas y páginas de notas
garabateadas. Las miré, conociéndolas como si las hubiera escrito yo
misma. Las saqué del escondite y las puse sobre la cama. Hojeé las
páginas, interminables garabatos escritos en las primeras horas de la
mañana que una vez habían estado ocultos con los rayos del sol
naciente. Tragué mientras el dolor atravesaba mi cabeza. Los
recuerdos brillaron dentro de mi cabeza y me tragué el grito que
amenazaba con salir de mis labios.
Un gato saltó a la cama y me detuve, observándolo mientras
empujaba su cabeza en mi pecho, exigiendo que le prestara atención.
¿Luna?
Cerré los ojos y me tragué el miedo que me atravesaba. Alguien
había jugado con mi mente, pero no me habían hecho olvidar nada. Me
habían borrado y sobrescrito como si fuera una especie de
computadora. La ira vibró a través de mí mientras me giraba para
enfrentar a Kat.
Me había estado estudiando desde la puerta, como si hubiera estado
esperando esto. Las lágrimas se deslizaron de mis ojos cuando los
recuerdos volvieron a mi mente y fueron llevados a la luz del día como
un tesoro. Mis manos temblaban mientras trataba de mover mi boca,
pero no salió nada mientras Kat esperaba y me observó al borde de un
ataque de nervios.
—Bienvenida de nuevo, Lena —dijo en voz baja—. Ya era
jodidamente hora.
—¿Lo sabías? —exigí.
—Lo sabemos desde hace un tiempo, pero la mente es algo
complicado. No puedes obligar a alguien a recordar algo a menos que
esté preparado para ello. Sabes quién eres, pero el resto... vuelve con el
tiempo. La mía tomó un poco más de tiempo que los demás, pero tú, te
tomaste tu dulce tiempo para regresar con nosotros.
—¿Quién nos hizo esto? —pregunté, mirándola mientras se encogía
de hombros.
—Esa parte permanece en blanco para todo el aquelarre. No ha
habido ninguna forma de identificar lo que sucedió, ni magia ni de otro
tipo. Solo criaturas sin rostro, pero creemos que Cassidy y Helen
tuvieron algo que ver con eso, porque mis recuerdos tienen a esas dos
encerrándonos dentro de la abadía.
—¿Qué pasó en la abadía? —Empecé a poner las tablas del suelo en
su lugar.
—Tienes que recordar lo que pasó, no podemos decirte. Si lo
hacemos, podría fracturarte la mente. Como dije, el cerebro es
complicado —Ella arrugó la nariz y se apoyó contra el marco de la
puerta—. Te llegará, aunque con suerte no de una vez, porque Laura
hizo que todas las suyas regresaran a la vez y ahora es... diferente.
Dejé los libros, álbumes y papeles en la cama y comencé a apilarlos
para poder llevar todo más fácilmente.
—¿Diferente cómo?
—Ella está completamente jodida. Grita todo el día y toda la noche.
No se detiene, ni siquiera cuando su voz se ha ido. Suena como una
banshee llorando por la llegada de los muertos. Demonios, con las
puertas abiertas, tal vez estaba tratando de advertirnos de lo que
estaba sucediendo.
—Tenemos que irnos —interrumpió Dexter cuando apareció junto a
Kat y notó las lágrimas que se arrastraban por mis mejillas. —Todo va
a estar bien, Kendra.
—Ella sabe quién es —Kat le dio unas palmaditas en el hombro—.
Quién es ella realmente —explicó.
—Jesús, te tomó bastante tiempo, chica. Pensé que iba a tener que
empezar a dejar caer pistas por todas partes para que salieras de eso
—Él dudó.
—¿Quién más lo sabe? —Recogí la pila de libros y papeles y se los
entregué a Kat, quien pareció aliviada cuando tomé su athame.
—Casi todo el mundo —murmuró. Dexter miró a su alrededor con
nerviosismo y me hizo un gesto hacia ellos—. Pero en realidad,
tenemos que largarnos de aquí. Escuché cánticos provenientes del
bosque. No tenemos mucho tiempo antes que los demonios estén aquí.
—¿Los demonios cantan?
—Supongo que lo hacen cuando están pidiendo nuestra sangre —
murmuró mientras se movía con nosotros hacia la puerta principal.
Una vez allí, corrimos hacia la casa principal y Dexter abrió la puerta.
Cuando entré en la habitación y encontré gotas de sangre salpicando el
piso, las paredes y los muebles, disminuí la velocidad y mi mirada se
elevó hacia las escaleras.
—Cúbranme el trasero —susurré mientras nos movíamos como uno
por las escaleras. Una vez que llegamos a la cima del rellano, olí el aire,
oliendo el azufre pútrido y el olor a cobre de la sangre en el aire. No
había ruido; nada. Estaba inquietantemente silencioso; mis pies no
hacían ningún sonido mientras me acercaba a la primera habitación,
mirando hacia adentro. Vacío.
El olor se hizo más fuerte en la puerta de al lado. Me asomé a la
habitación y vi a mi madre en el suelo, arrastrándose hacia la puerta
mientras una criatura alta y raquítica con ojos blancos giraba una daga
en una mano. Miré alrededor de la habitación, notando que los otros
que habían estado con mi madre parecían sin vida. La criatura se veía
malvada y tenía una forma cercana a la de un humano y, sin embargo,
algo se deslizó sobre la superficie de su piel, brillando gruesas líneas
negras de maldad que me decían que era cualquier cosa menos
humana. Salí de la puerta y entre a la habitación, sabiendo que mi
madre no sería capaz de luchar, no sola.
Sus ojos se elevaron, como si estuviera evaluando cuán sabrosa
podría ser una comida. La saliva goteaba de sus labios mientras me
veía entrar.
—Bonita —siseó.
—Kendra, corre —gimió mi madre.
—No soy del tipo que corre. —Tiré poder hacia mí, succionándolo
del aire y tirando del suelo mientras tocaba la línea de ley más cercana.
La sentí en mis huesos, una corriente eléctrica cruda que amenazaba
con consumirme—. ¿Dónde están tus amigos? —Podía sentir la
ligereza del poder mientras pulsaba en mis palabras.
—Estarán aquí muy pronto —gruñó, sin saber que había inyectado
suficiente poder en mi cuerpo para iluminar todo el estado de
Washington.
—Lástima, llegarán demasiado tarde —hice un puchero. Levanté mis
manos para dirigir el poder y lo solté, viendo como sus ojos se abrían
con la cantidad de poder que le disparé. Su cuerpo se sacudió, explotó,
hice una mueca y arrojé mi cuerpo sobre el de mi madre mientras toda
la casa temblaba a nuestro alrededor—. Te tengo. —Hice una mueca
por el dolor que recorrió mi cuerpo y el rasguño en mi garganta.
Cuando miré hacia arriba, no quedaba nada de la criatura más que
cenizas negras donde una vez estuvo.
Nos pusimos de pie con las piernas temblorosas. Abracé el cuerpo
delgado de mi madre con más fuerza mientras ella temblaba contra mí.
Solté demasiado poder a la vez y no estaba en mejor forma que ella.
Dejé que me abrazara un momento más antes de alejarme.
—Kendra —gritó—. ¡Deberías haberte escapado, podrías haberte
lastimado!
—No soy Kendra, mamá. Soy Lena. Soy Magdalena Fitzgerald. —Dejé
que mi nombre se escapara de la punta de la lengua por primera vez en
mucho tiempo y me sentí bien.
—Tenemos que irnos ahora —Su voz era débil mientras la apoyé
hasta que pudo orientarse y mantenerse por sí misma.
—Ayúdenme con ella —dije, necesitando levantar a los demás. Una
vez que Dexter aceptó el ligero peso de mi madre y me liberó de
mantenerla erguida, Kat y yo nos dirigimos hacia las dos figuras
inmóviles que yacían en el suelo. Me arrodillé, comprobando el pulso—
. Ella se ha ido —murmuré mientras cerraba los ojos. Miré a Kat, quien
asintió con tristeza para confirmar que la otra amiga de mi madre
también estaba muerta. Agarré una manta de la cama y la coloqué en el
suelo, con la intención de usarla como un sudario para sus cuerpos.
—Lena, no, se despertarán pronto —dijo en voz baja, el terror
coloreando sus rasgos—. Había tres demonios aquí; faltan dos. Creo
que están dentro de Meg y Sheila; No creo que sea una buena idea
traerlas con nosotros.
—Cuando regresemos a la abadía, debemos buscar cómo
protegernos de estas cosas —Mentalmente, ya había comenzado a
hojear los grimorios, tratando de localizar lo que necesitaba—. Creo
que hay algunas protecciones que podemos usar como tatuajes que
evitan que entren dentro de nosotros, así este tipo de mierda no
sucederá —murmuré—. Vámonos antes de que despierten.
Capítulo 18

Ya no le tengo miedo a la oscuridad. En su interior, he


encontrado para qué nací.
~Magdalena

Varios días después, me encontré sentada en la esquina del gran salón


de la abadía con las rodillas contra el pecho. Esta habitación era el
centro de reunión del aquelarre. Las comidas y celebraciones habían
tenido lugar aquí a lo largo de los años, y ahora era nuestro santuario.
Fruncí el ceño por lo rápido que volvían los recuerdos. Habían
evitado que la mayoría de mis recuerdos estuvieran con Lucian,
retenidos de cuando pensaba que era mi hermana. También tenía
recuerdos de antes, que parecían fluir y refluir a medida que entraban
en mi mente. No había podido poner todos los recuerdos en una
dirección lineal durante los primeros días, y luego, a medida que
pasaba el tiempo, mis sueños se mezclaron con lo que ahora sabía que
había sido real.
Era un puto lío de ira y dolor que no podía procesar. Apoyé la cabeza
en mis rodillas mientras veía a los jóvenes fregar los pisos con agua
bendita mientras los mayores reemplazaban la sal en los alféizares de
las ventanas.
Así fue como me encontró mi abuela cuando finalmente se le
permitió salir de la cámara del consejo con el resto de los Ancianos del
aquelarre. Se sentó a mi lado y me palmeó la pierna mientras
suspiraba.
—Estás enojada porque no te lo dijimos —murmuró pensativamente
mientras descansaba su mano sobre la mía.
—Estoy enojada porque debería haberlo sabido. Todas las pistas
estaban ahí y las ignoré. Realmente pensé que me estaba volviendo
loca un par de veces, cuando en realidad, era alguien que estaba
jodiendo mis recuerdos —suspiré e incliné mi cabeza para poder verla
mejor—. Abuela, no somos lo suficientemente fuertes para luchar
contra esos demonios solos.
—No, y los Gremios que se opusieron a aquellos que dañarían a los
humanos no pueden ayudarnos en este momento —Ella asintió con la
cabeza en solemne acuerdo. Pero él luchará por ti. Tú también eres
fuerte —Ella palmeó mi mano—. Eres mi nieta. Sé que lo que sea que te
esté bloqueando es doloroso, pero eres más fuerte de lo que crees.
Nuestra línea tiene una larga historia de luchadores. Tú, mi dulce Lena,
tienes poder dentro de ti, gran poder. Lo tenías, puedes recuperarlo.
—Lucian no nos ayudará ahora —Hice una mueca y me concentré en
mis uñas astilladas—. Él cree que he deshecho una gran maldición que
se le lanzó, o que le he lanzado una, quién sabe lo que piensa. Me odia
en este momento.
—No puedes eliminar una maldición a menos que la hayas hecho
para empezar —dijo con firmeza—. Solo la bruja que lanzó la
maldición puede eliminarla; a menos que de alguna manera
desencadenaras la escapatoria a su maldición, no tenías nada que ver
con eso. Cada maldición tiene una forma de deshacerse; es solo una
cuestión de encontrarla y usarla.
—¿Crees que me creerá? Dijo cosas bastante terribles y actuó como
si me odiara.
Ella sonrió con complicidad.
—Creo que odia a Kendra. Él nunca pareció preocuparse por ella
antes, y tú ya no eres Kendra. Eres Magdalena Fitzgerald.
—Me enviaste al infierno para buscar a Kendra y ni siquiera te
molestaste en decirme que era a ella a quien estaba salvando —acusé,
odiando que ella hubiera sido la que diera la orden—. No confiabas en
mí, o habrías confiado en mí más de lo que lo hiciste. En cambio, me
dejaste en la oscuridad incluso después que regresáramos. Imagínate
mi sorpresa cuando el disfraz de Tiffany cayó y descubrí que en
realidad era mi hermana gemela.
››Eso fue tan sorprendente y divertido como recibir un golpe en la
cabeza con un bate de béisbol. También me enviaste al infierno, que
apestaba. ¿Sabías siquiera a dónde me enviabas o simplemente estabas
dispuesta a sacrificarme para tener la oportunidad de recuperarla? —
Le espeté enojada, herida de que me hubieran enviado a Lucifer, que
podría haber sido muy diferente si Spyder no hubiera estado conmigo.
Si no hubiera estado allí, fácilmente podría haber cambiado de lugar
con Kendra.
—Teníamos que asegurarnos que estabas de nuestro lado. Han
pasado muchas cosas desde que llegó Lucian Blackstone y es un
desconocido para nosotros. Sin embargo, eres una de nosotros,
Magdalena. Siempre lo has sido; incluso cuando nos dejaste, todavía
nos sentías, tal como te sentimos a ti. Sentimos que ella estaba en
problemas, pero asumimos, como se suponía que debíamos creer, que
eras tú quien había sido secuestrada. Mientras planeábamos
recuperarla, las cosas empezaron a volver y el ataque a la abadía afloró
en algunos de nuestros recuerdos. Eras la bruja más fuerte que
teníamos cuando fue atacada, así que eras la ideal para ir a buscarla.
Ella nos convocó a través de las líneas ley; los lazos mágicos no
terminan cuando dejas un mundo por otro. Tener una conexión con
ella también te convirtió en la persona perfecta para encontrarla. No
puedes dejarte engañar por la magia no cuando el vínculo que
comparten es mucho más profundo que cualquier magia que tenga este
mundo. Solo pudimos descubrir el área general de donde estaba
detenida, pero tú, la encontraste y en mucho menos tiempo del que
esperábamos. Pero no, no sabíamos a dónde te estábamos enviando,
solo que su vida estaba en juego. La liberaste, y ahora mismo, es todo lo
que importa. Con la cantidad de personas que murieron en el ataque,
se necesitan todas las brujas si queremos sobrevivir a esto.
—Abuela, el vínculo no ha sido el mismo entre Kendra y yo desde
que ocurrió el ataque —Le di unos momentos para que asimilara, y
cuando su rostro se arrugó con la magnitud de lo que podría haber
sucedido debido a su fe fuera de lugar, supe que había dejado claro mi
punto—. ¿Correremos? —Suspiré mientras inclinaba mi cabeza hacia
atrás contra la pared.
—No hay ningún lugar adonde correr esta vez. —Estiró el cuello,
miró alrededor del pasillo y asintió con la cabeza hacia Alan, que era un
poco mayor que yo y acababa de despertar con el último grupo de
brujas. Cogió un mando a distancia y encendió el televisor de pantalla
grande.
Todos los canales parecían estar mostrando solo las noticias. Se
detuvo en un canal, donde un reportero estaba dando un relato
detallado de los casos inexplicables de muertos que volvían a la vida
dentro de las morgues, como si se hubiera cometido un error en varias
partes del país. Se habían incendiado ciudades sin explicación, como si
los disturbios hubieran ocurrido sin alborotadores. Para el mundo
exterior, parecía como si los grupos de odio hubieran aparecido en
lugares esporádicos y hubieran creado el caos. Algunas ciudades tenían
innumerables personas desaparecidas. Las familias sostuvieron
carteles de personas desaparecidas cuando la cámara de noticias pasó
junto a ellos. Se habían encontrado algunos cuerpos en lugares
extraños, destrozados de manera grotesca. Ninguna de estas personas
tenía idea de que el infierno se había desatado sobre ellos, y no había
forma conocida de cerrar las puertas.
—Apágala —siseé mientras deslizaba mis pies hasta el suelo y la
enfrentaba—. ¿Crees que él nos ayudará, que puede ayudarnos?
—El Gremio ya no existe, no en el estado de Washington de todos
modos. El más cercano está en California y no han respondido a
ninguna llamada de ayuda. Es posible que también haya caído en
cualquier guerra que estén librando contra los Fae. A partir de ahora,
debemos asumir que Lucian no es un brujo. Sea lo que sea, es mortal.
››Necesitamos saber de qué lado está en todo esto. Por lo que nos
dijiste, es posible que pueda matar a estas criaturas, como lo hiciste tú.
Ninguno de los aquelarres con los que estamos en contacto ha matado
a un solo demonio todavía. Solo tú, Lena —Ella me dio una débil
sonrisa y volvió a palmear mi mano pensativamente.
—Magia oscura —Dudé, porque sabía que lo que estaba a punto de
intentar y convencerla de que nos permitiera usar estaba prohibido en
nuestro mundo—. Luchas contra los demonios con magia oscura,
porque son poderosos. Si cambiamos a algunas de nosotras a brujas
oscuras, podríamos luchar contra ellos.
—Pero eres de la luz y ya has matado a uno. ¿Quién te dijo algo así?
—ella se burló—. Es inaudito hablar de algo tan vil dentro de estas
paredes.
—No, no, no lo es. Tenemos libros sobre eso en los niveles inferiores.
He leído algunos de ellos antes. No somos las primeras brujas en
enfrentar demonios, y tampoco seremos las últimas. Hay un libro
basado en la historia de las brujas de Salem, que se enfrentaron a una
situación muy parecida a la que nos enfrentamos ahora, abuela.
Lucharon contra los demonios y ganaron —Mantuve mi voz baja, por si
acaso alguien pudiera escuchar—. Se volvieron oscuras para defender
el aquelarre, pero permanecieron atadas a su aquelarre, y eso les
impidió volverse malvadas. Hay runas que se pueden tatuar en la bruja
que se convierte, asegurando que ella o él siga siendo uno con el
aquelarre. Conozco las reglas, pero estamos luchando por sobrevivir,
como tenían que hacer esas brujas en ese entonces.
—Esa fue una época diferente, y la mayoría de esas brujas no
sobrevivieron a ser convertidas después que se desarrollaron esos
eventos. La mayoría fueron sacrificadas para salvar el aquelarre. Si
intentáramos y perdiéramos más brujas, estaríamos en más peligro del
que ya estamos. La magia oscura es mortal, no solo para la bruja que la
usa, sino también para quienes la rodean. Juega con tu mente y toma
un pedazo de tu alma cada vez que la usas. Está prohibida por una
razón.
—Abuela, la gente se está muriendo. No hay ningún lugar al que
podamos ir donde estaremos a salvo —Hice un gesto con la mano hacia
el gran salón y las brujas que deambulaban por él, tratando de
encontrar algo en lo que ocuparse—. Esto funciona por ahora, pero
¿cuánto durará? Eventualmente, descubrirán dónde estamos. Los
cuerpos humanos no duran mucho; las brujas son un anfitrión mucho
mejor para ellos porque vivimos más que los humanos. Nuestra magia
los hace más fuertes. No estamos a salvo, nadie lo está. Si caemos,
tenemos que caer luchando.
—Quiero probar algo contigo, Lena. Después de eso, quiero que veas
si Lucian está dispuesto a ayudarnos o si sabe cómo cerrar las puertas.
Sé que no quieres volver allí, pero tienes que hacerlo. Si se abre una
brecha en la abadía, su club será nuestra última esperanza de
supervivencia.
—¿Quieres usar Club Chaos como último recurso? Sabes que es un
club de sexo, ¿verdad? —pregunté.
—Las situaciones de vida o muerte hacen que las cosas siniestras se
vuelvan grises y el nombre me parece bastante apropiado,
considerando todo.
—¿Qué querías probar? —Le pregunté, siguiéndola mientras se
levantaba. Parecía mayor de lo que había sido en mucho tiempo.
—Ven conmigo —susurró.

*~*~*

Me quedé fuera del Club Chaos con algunas de las brujas que habían
sido lo suficientemente valientes como para hacer el viaje conmigo. No
es que mi abuela, (perdón, la Suma Sacerdotisa), les hubiera dado
muchas opciones en el asunto. Mi estómago se revolvió y dio un vuelco
hasta que sentí como si fuera a vomitar allí mismo en el frío pavimento.
Respiré hondo y empujé la puerta para abrirla, entrando con valentía;
la presencia de las brujas siguiéndome me dio una medida de consuelo
y confianza que sabía que iba a necesitar.
La cabeza oscura de Lucian estaba inclinada sobre un mapa que
estaba extendido sobre las mesas que habían juntado. Los Fae estaban
aquí, junto con algunos otros que no eran Fae, pero que tampoco eran
humanos, quienes miraron hacia arriba y nos observaron con
curiosidad mientras nos acercábamos a ellos. Los ojos medianoche
brillaron peligrosamente cuando se fijó en mí.
—Vete a casa, Kendra —gruñó.
—El aquelarre necesita saber si nos ayudarás a luchar —respondí
con dureza, forzándome a permanecer distante.
—Dije que te vayas a casa —Me despidió con un gesto de la mano y
se inclinó sobre el mapa.
Me mordí el labio mientras lo miraba, preguntándome cuánto
debería decirle, si es que debía decirle algo. Él sabía; sabía que yo no
era Kendra y, sin embargo, me había dejado creer que era así.
—No puedo ir a casa sin una respuesta —espeté, y él levantó su
oscura cabeza, mirándome.
—Vete a casa, Kendra. No te lo volveré a pedir —espetó.
—Dije que no podía, no sin una respuesta. Di que no, está bien.
Realmente no esperamos que te quedes y luches con nosotros de todos
modos —Crucé mis brazos frente a mí mientras lo desafiaba.
—¿Crees que pueden enfrentarse a lo que viene? —Rio con
frialdad—. Los ejércitos del infierno se han desatado en este mundo y
los muros de los otros mundos se están derrumbando. ¿Crees que me
preocupo por tu aquelarre? Tengo mayores putos problemas en mi
puerta, Kendra.
—Jó-de-te. —Sonreí cuando vi sus ojos entrecerrarse y su boca se
curvó en un ceño enojado. Todos en la habitación dejaron de hablar y
prestaron atención al drama que se desarrollaba entre Lucian y yo.
Mis ojos se deslizaron sobre la pila mientras me enfocaba en el resto
de la habitación, y vi algunos de los grimorios de la habitación secreta
apilados al azar en la mesa junto a los mapas. Grimorios vacíos. Synthia
parecía estar midiéndome, e incliné la cabeza, devolviéndole la mirada.
Había hombres a su lado, hombres hermosos y una bonita pelirroja,
Olivia. Recordé que había sido amable conmigo antes, cuando los Fae
aparecieron aquí por primera vez.
Volví a mirar a Lucian, solo para encontrarlo más cerca de mí de lo
que había estado antes. Levanté mi cabeza hacia para verlo mejor y
sonreí mientras me miraba.
—Tienes exactamente una hora para volver a la abadía antes de que
se ponga el sol. Te sugiero que la uses.
—Ya no me importa lo que creas que debería hacer, Lucian. No
significas nada para mí —respondí fríamente mientras alargaba la
mano y, con la más mínima explosión de poder, pedía a los grimorios
que se abrieran para mí. Olivia jadeó cuando las páginas se liberaron
de las encuadernaciones y comenzaron a navegar por el aire, llenando
la habitación mientras se encendían una a una en pequeñas bocanadas
de fuego, ardiendo mientras caían al suelo.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —demandó Lucian.
—No son tuyos, ni de ellos. No se quedaron dentro del Gremio para
ti o para ellos, y lo sabes. Esos grimorios estaban en blanco de todos
modos. Pero no te preocupes; yo los tengo —me reí, señalando mi
cabeza—. Aquí. Donde están a salvo —sonreí mientras la ira palpitaba
en Lucian.
—Fuiste tú la que se escabulló dentro del Gremio —dijo Synthia, y la
observé con una mirada fría de interés.
—Sí —admití—. Deberías saber que no debes meterte con los
grimorios de otra bruja. Tocar la historia de otra bruja puede volverte
loca —dije, inclinando la cabeza para mirar a Alden, que se había unido
a nosotros desde la parte trasera del club. Mi estómago se retorció y
luché contra las lágrimas—. ¿Tú? ¿Tú también? Todo tiene perfecto
sentido ahora. —No es de extrañar que se encontrara con los Fae
reales, era amigo de ellos. Todos estaban trabajando juntos. Respiré
hondo y me abrí camino a través del dolor que me apretaba el corazón.
—Kendra —comenzó, como si tuviera la intención de encontrar
alguna excusa de por qué estaba aquí entre los Fae y Lucian.
—¡No soy Kendra, soy Lena! —espeté, la magia latiendo a través de
mí mientras daba un paso atrás, acercándome a los hombres y mujeres
a mi espalda—. Tú también sabías quién era yo, ¿no? —Exigí,
volviéndome para encontrar a Lucian mirándome sin emoción en su
rostro—. No estás aquí para ayudarnos en absoluto, ¿verdad? Estás
aquí para destruirnos. El Gremio, los Fae y lo que sea que seas... solo
somos un jodido daño colateral, ¿no? —Mi voz tembló cuando las
lágrimas cegaron mi visión—. ¿Qué tan fácil fue para ti borrarme, y
Lucian, incluso te detuviste a considerar lo que me haría a mí?
—Lena —suplicó Alden, y me giré sobre él, llamando magia a mi
alrededor.
—¡No! Nada de jodida Lena, ¡estás con ellos! ¡Confié en ti! Sabías
quién era yo y no hiciste nada. No eres solo un brujo, eres un Anciano y
eres uno de ellos. Mantente alejado de mí y de mi madre. ¿Alguna vez la
amaste o fue solo un medio para estar cerca de nosotros? Todos
ustedes son jodidamente malvados.
—No es así —insistió, y vi a Synthia acercarse a él de manera
protectora, como si yo fuera un cañón encendido a punto de explotar.
—¿No es así? No es como si borraran lo que sucedió en la abadía y
nos hicieran olvidar lo que realmente sucedió. Nos dejaron vivir
ciegamente cuando tantos habían sido asesinados, ¡y tú! —Volví mi
rabia contra Lucian—. Dejaste que mi hermana fuera violada y
torturada por Lucifer cuando era a mí a quien quería. Quería usarme
para lastimarte. ¡Debería haber sido yo! ¡Deberías haberme permitido
salvarla ya que la dejaste con ese monstruo! —Nadie dijo nada. Negué
con la cabeza y lo miré mientras me acercaba—. Quiero que Luna
vuelva, y luego quiero que olvides que existo, lo cual debería ser
bastante fácil para ti, ya que lo hiciste antes. Mi abuela pensó que
lucharías por nosotros, pero le dije que era una estupidez suponer que
estabas de nuestro lado.
—Habrías muerto tratando de salvar a tu hermana de Lucifer —
gruñó—. Pero no hasta que él te hubiera hecho todo lo que le hizo a tu
hermana. Y esta vez, estoy seguro que habría sido mucho peor.
—Probablemente, pero esa hubiera sido mi decisión, ¿no? —
Respondí con frialdad—. Ni siquiera me diste una oportunidad antes
de decidir qué hacer, y cuando lo hiciste, tu cura me estaba borrando
de este mundo. Me quitaste todo lo que me hizo quien soy. Mis tatuajes,
mis recuerdos del dolor que he soportado, y no tenías ningún derecho
a hacerlo. Borraste a Joshua —pronuncié mientras un sollozo
burbujeaba y mi pecho palpitaba—. No puedo recordarlo ni el dolor de
su pérdida, y sé que me lo quitaste. Las personas son lo que han
soportado. El dolor al que sobrevivimos es lo que nos define. Los
recuerdos mantienen a los que amamos con nosotros, y tú me lo
quitaste todo. Puede que vuelvan, puede que no; no lo sé porque
decidiste jugar a ser Dios en mi mundo. Sigues diciéndome que
necesito que me protejas, pero no es así. El aquelarre cree que necesita
que nos protejas, pero de nuevo, no es así.
—No puedes guardar los grimorios dentro de ti, Lena —dijo Synthia
en voz baja—. Nadie es lo suficientemente fuerte como para guardar
los recuerdos y la magia de tantas brujas dentro. No sin volverse loco.
—¿No estamos todos un poco locos? —Incliné la cabeza mientras le
daba una buena mirada. Ella era etérea, hermosa y no era Fae. Ella era
más—. Además, ¿quién quiere vivir para siempre? —Me reí con
frialdad—. ¿No lo has escuchado? Es el fin del mundo y lo sabemos, y
me siento bien —Me reí con frialdad de nuevo, sacando una frase de
REM.
—Puede que aún no sientas los grimorios dentro de ti, pero cuanto
más fuerte se vuelve tu magia, más fuertes se volverán hasta que
pierdas el control sobre ellos. Los grimorios son seres vivos. Pueden
comunicarse con quienes los manejan, pasados y presentes. Es por eso
que la mayoría de las brujas no tocan el grimorio de otra bruja.
—Debemos haber tenido el mismo maestro —Volví los ojos
enojados hacia Alden—. Puedo controlarlos.
—No, a menos que seas una bruja oscura —gruñó.
Sonreí mientras entrecerraba sus ojos morados en mí.
—No puedes convertirte, no y quedarte con tu aquelarre.
—Me pregunto cómo puedes saber tanto sobre nosotros, ya que
vienes del Gremio —Limpié algunas de las lágrimas traidoras y le
sonreí sombríamente—. Nuestro aquelarre no es como el tuyo. El tuyo
corre hacia el peligro, el nuestro huye de él. Esta vez, sin embargo, no
hay ningún lugar a donde correr, ¿verdad? —Miré a Lucian y solté un
bufido de irritación—. Si hubiéramos sabido lo que estaba pasando,
podríamos habernos escondido, pero alguien intervino y lo impidió.
Ahora, estamos completamente jodidos sin la parte divertida. Sin
embargo, está bien porque sé qué hacer para salvarnos. Cuando no
tienes nada que perder, nada te detiene.
Giré sobre mis talones, dirigiéndome hacia la puerta mientras los
demás me seguían. En la puerta, me detuve cuando puse mi mano en la
barra de salida y miré por encima del hombro.
—Quiero que Luna vuelva. Puedes llevarla a la abadía; dejarla en la
puerta y me encontrará. Entonces puedes volver a fingir que ya no
existo. Planeo encontrar una manera de deshacerme de las marcas que
tú y tus hombres me hicieron, así que espero que ya no sientas la
necesidad de protegerme. Las borraré de mi cuerpo para que todo lo
que nos conecte desaparezca, tal como quiero que lo hagas tú de mi
vida. Te perdono, pero nunca olvidaré lo que me hiciste —bullía, de
alguna manera manteniendo intacta mi dignidad—. Sin embargo, te
sugiero que te vayas, ya que podría resultar difícil descifrar al amigo
del enemigo mientras nos preparamos para luchar contra los
demonios. Que tengas una buena puta vida, Lucian. —Saludé mientras
empujaba las puertas para abrirlas y salía del club.
Apenas había llegado al auto cuando un enojado Lucian me empujó
contra la puerta. Sus ojos eran medianoche, el color de una noche sin
estrellas.
—¿Crees que yo quería hacerlo? Tenía que protegerte. Hubieras
muerto de una manera más horrible de lo que puedas imaginar, y no
podría vivir con eso —dijo con frialdad.
—No me estabas protegiendo. Estabas siendo un idiota egoísta.
Sabías que huiríamos y no querías renunciar a mí. Sé por qué lo hiciste.
Sabías que el aquelarre huiría de esto, y deberían haber podido
hacerlo. No habría huido de ti, me habría parado a tu lado y te habría
ayudado a sacar a mi hermana del infierno, pero no me diste la opción,
¿verdad? No, me la quitaste y me borraste. Recuerdo esa noche y todo
lo que dijiste cuando me convertías en ella, cada detalle.
››Pensaste que era débil, pero no lo era. Podría haberte amado,
Lucian. Podría haber sido tu todo y tú el mío, pero no quieres eso,
quieres que me destruyan. Lo has dicho desde el día en que te conocí y
debería haber escuchado. Felicitaciones, me destruiste. Esa Lena que
borraste, se ha ido. No soy la misma, y estoy jodidamente segura que ya
no te necesito. Te aseguraste de ello cuando decidiste por mí. Me dijiste
que me arruinarías, y lo has hecho —Lo empujé lejos de mí mientras
los demás convergían fuera del club para ver cómo se desarrollaba
nuestro drama—. Cuida tu espalda, porque ya no somos amigos.
¿Nosotros? No somos nada, tal como querías que fuéramos desde el
principio. Tú eres Lucian, el que me destruyó, me arruinó, y yo solo soy
la chica que dejó que sucediera.
—Necesito las páginas de esos grimorios —rechinó.
—Tómalas, entonces —sonreí—. Córtame la maldita cabeza y
llévatelas. La única forma en que se pueden devolver esas páginas es si
muero, muero de verdad. Así que mátame, Lucian —Lo miré
desafiante—. Hazlo, ni siquiera pelearé contigo —me reí entre dientes
mientras extendía mis brazos, ofreciéndole mi cuello—. ¿No? No lo
creo —me reí fríamente mientras sus ojos brillaban con ira.
Tragó mientras tomaba nota de la resolución en mis ojos. Yo había
terminado de ser su maldita pieza de ajedrez, una que movía cuando
necesitaba hacer una jugada. Yo era una Fitzgerald, nacida de los
linajes originales, nieta de la Suma Sacerdotisa, y ya no era el puto
juguete de nadie.
Capítulo 19

El dolor cambia a las personas, pero está bien. Me gusta en quien


me estoy convirtiendo.
~Magdalena

Mi mano se deslizó sobre el brillante pelaje de Luna mientras


ronroneaba en mi regazo. Ella había estado arañando la puerta, y una
vez que el aquelarre se dio cuenta de que no era una amenaza, me la
trajeron. La revisé en busca de algún signo de negligencia y, en su
lugar, encontré una gata muy sana y muy gorda que obviamente había
sido mimada. Abrí la comida para gatos que había estado en una bolsa
que estaba afuera de las protecciones. Evidentemente, él la había
estado alimentando con una versión de caviar para gatos, algo que
nunca podría pagar. Había malcriado a mi bebé, lo que tiró de las fibras
de mi corazón y me cabreó aún más. Llevaba un collar nuevo y
brillante, que no estaba tan segura que no tuviera diamantes de
verdad.
Al menos se había alegrado de verme, y así fue como terminé con
ella en mi regazo, acariciando su brillante pelaje mientras hojeaba los
diarios de la biblioteca de la abadía, escritos por brujas que habían
muerto hacía más de un siglo. Las primeras brujas que se alojaron en la
abadía habían escrito casi todo, pero en realidad no era nada. Los
diarios no contenían pistas sobre los demonios o cómo luchar contra
ellos. Hablaron de la agricultura y las hierbas que crecían salvajemente
alrededor de la abadía y otras cosas aburridas.
Arrojé el último diario a la gran pila y recogí a Luna, molestándola y
arruinando su siesta. Ella gruñó mientras la sostenía antes de acariciar
su cuello. Mientras me alejaba de ella, noté una pequeña cápsula de
mensaje pegada a su cuello. Saqué la nota extraída de la cápsula y la
miré un momento. Dejándola en el suelo, consideré abrirla, y luego,
cuando las mariposas estallaron, lo pensé mejor y la metí en mi bolso.
Lucian era una madriguera de conejo, una que me absorbía sin
importar cuánto tratara de ignorarlo.
Demasiadas cosas estaban saliendo mal en este momento, y mis
problemas personales (y mi libido), tuvieron que pasar a un segundo
plano. Teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando, no tenía tiempo
de preocuparme por él o por la variedad de emociones que el hombre
me hizo sentir, que eran en su mayoría rabia y la necesidad de
estrangularlo, seguidas únicamente por la mortificante y conflictiva
necesidad de follarlo hasta el próximo año.
Me estiré y me agaché para recuperar los diarios mientras Luna
gruñía en la puerta. Giré mi cabeza hacia ella y traté de concentrarme
en escuchar lo que sea que Luna podría haber escuchado. Sopesé la
pesada carga y me dirigí hacia la puerta, abriéndola lentamente y
mirando hacia el pasillo.
No había nada allí: todo el pasillo parecía abandonado y no se
filtraba ningún ruido de los niños jugando o de otro tipo. La cerré y fui
a mi tocador, abrí el cajón de un tirón y empujé los libros dentro. Salté
sobre la cama al lado de Luna y mi mente vagó hacia Lucian por su
cuenta.
Entendí de dónde venía; probablemente habría muerto si hubiera
intentado ir tras Kendra. No cambiaba lo que había hecho. Había
borrado todo rastro de mi regreso a casa. Luego se había llevado mis
recuerdos de Joshua. La abuela había trabajado con magia poderosa
para traer de vuelta muchos de mis recuerdos.
Luego, estaba la horrible verdad de lo que había permitido que le
sucediera a Kendra al encubrir el hecho de que ella estaba
desaparecida, tomada por Lucifer. Sabía de primera mano en qué clase
de mierda enfermiza y retorcida estaba.
Pasó meses con él y, aunque no lo admitía, sabía que me culpaba.
Había frialdad en sus ojos cuando me miró. Se alejaba de mí si me
acercaba demasiado, como si me temiera. Ella era mi mejor amiga y la
había perdido porque Lucifer me quería y se había llevado a la chica
equivocada.
Kendra todavía no me hablaba de lo que había soportado, aparte de
gritarme si se lo preguntaba. Había una brecha entre nosotras, una que
no estaba seguro de poder arreglar fácilmente. Le contó a la abuela
cómo Lucifer la había llamado Lena, cómo se había jactado de haber
dejado embarazada a la chica de Lucian. Ella nunca le dijo la verdad
sobre quién era; algo del sufrimiento por el que había pasado. Si lo
hubiera sabido, podría haber intentado encontrar una manera de
intercambiar lugares con ella, o haber intentado salvarla.
No importa cuánto traté de alejar la culpa, me consumía. Lucifer me
había querido, pero ¿por qué? ¿Qué le había hecho o quitado Lucian
para torturar a una chica inocente y embarazarla? El aquelarre había
confirmado su prueba de embarazo, lo que significaba que Lucifer
había tenido éxito en lo que se había propuesto hacerme, excepto que
había tomado a la gemela equivocada y, para protegerme, Lucian me
había borrado. No había ningún registro de mi regreso a casa para el
Despertar.
De hecho, no había constancia de que estuviese en este pequeño
pueblo, no desde el funeral de Joshua. Esperé a que el dolor familiar me
atravesara y, sin embargo, no fue así. Ni siquiera podía recordar su
rostro. Me levanté y me acerqué al espejo. Parecía cansada, vacía. Mis
ojos azules parecían más apagados, mi cabello era un desastre y no me
importaba. Tiré del cuello de mi camisa para ver mejor el mordisco que
adornaba mi hombro e hice una mueca.
Todavía tenía el de Spyder, pero no era el suyo el que dolía en las
horas del crepúsculo del amanecer. Era el que estaba en la parte
interior de mi muslo, cerca del vértice de mi sexo, que latía de
necesidad. Había pasado poco más de una semana desde que se
cerraron las puertas de la abadía y, sin embargo, todavía sentía su
presencia conmigo cada minuto del día y hasta bien entrada la
medianoche.
No debería haberme molestado dentro de la abadía porque nada
debería poder alcanzarnos a través de los hechizos de protección y las
barreras que cubrían cada centímetro de este lugar. Runas que habían
sido pintadas en pequeñas rocas cubrían el suelo afuera, aquellas
destinadas a mantener a todo tipo de criaturas alejadas de nosotros.
Todo estaba destinado a mantener el mal fuera y, sin embargo, sentí
que algo dentro de mí crecía a medida que la ira que sentía latía con
vida propia. Me sentía como una prisionera dentro de este lugar, sin
poder respirar ni sentir.
Él me había arruinado, como dijo que haría. Me había enamorado de
él en algún lugar entre conocerlo y que él me borrara. Me había
enamorado un poco del monstruo que había dicho desde el principio
que me destruiría. Y lo peor fue que lo dejé. Yo quería que lo hiciera, y
algo dentro de mi alma todavía lo deseaba.
Me alejé del espejo y miré a Luna, quien me miró con una mirada
aburrida mientras se limpiaba las patas. Agarré mi chaqueta y los
diarios de mi tocador y salí de mi habitación, solo para encontrar a
Kendra parada frente a mi puerta, apoyada contra la pared de piedra
mientras me miraba.
—Kendra —susurré, entrecerrando los ojos cuando ella no
respondió de inmediato—. ¿Kendra? —repetí, más fuerte.
—¿Mmm? —Dijo distraídamente, alejándose de la pared mientras
sus ojos se enfocaban—. Es un hermoso día afuera —murmuró antes
de alejarse de mí y dirigirse por el sinuoso pasillo.
Sacudiendo la cabeza, me abrí paso por los pasillos de la abadía
hasta la biblioteca, colocando los libros que había traído en la mesa de
devolución antes de pasar a la sección más antigua. Mis dedos se
deslizaron sobre las encuadernaciones de cada libro, dudando en uno
donde el cuero era más viejo, más desgastado que los otros. Lo saqué
del estante y me quedé mirando el antiguo garabato.
Me trasladé a uno de los bancos y abrí las páginas, sabiendo que
contenía magia oscura dentro de sus antiguas ataduras y que habría
más consecuencias por usar cualquiera de las enseñanzas de este libro.
Sabía que las brujas mayores de nuestro aquelarre estaban
investigando la utilidad y los efectos de aprovechar la magia oscura, y
cada día surgían más preguntas sobre qué sería de nosotros.
Las noticias habían comenzado a informar de menos muertes en los
principales medios de comunicación y, sin embargo, sabíamos sin los
informes que cientos habían sido asesinados y en su lugar había
demonios.
Los asesinatos aumentaron, los maridos masacraban a sus familias y
desaparecían en la noche sin dejar rastro. Algunos informes incluían
familias enteras desaparecidas y, sin embargo, no habían dejado ni un
solo rastro de dónde habían desaparecido.
Para aquellos de nosotros que sabíamos que el infierno estaba
abierto de par en par, no fue sorprendente. Los huéspedes humanos
solo duraban un poco antes de que comenzaran a pudrirse, por lo que
la necesidad de encontrar uno nuevo continuaría a menos que el
demonio encontrara un cuerpo que pudiera durar más. Eso significaba
que nos estábamos convirtiendo en sus principales objetivos.
Los mensajes llegaban de otros aquelarres a través de rutas mágicas,
como la adivinación o la tinta que aparecía en las páginas junto a uno
de nosotros aquí en la abadía. Las brujas ahora estaban siendo
atacadas debido a la capacidad de albergar permanentemente a un
demonio.
Habíamos enviado instrucciones para que los hechizos tatuados las
protegieran, pero algunas se negaron a colocar la simple protección en
su cuerpo. Quizás no nos creyeron, o quizás sabían que había pocas
esperanzas de vivir en el infierno en la tierra.
Los tacones resonaron por el suelo de la biblioteca y levanté la
mirada del antiguo tomo mientras mi abuela se acercaba. Parecía
exhausta, pero muchos de nosotros no estábamos durmiendo con todo
lo que sabíamos que estaba sucediendo fuera de los muros de nuestro
santuario. Esconderse no significaba olvido de las muertes o el caos
que reinaba fuera de nuestras puertas. Sin embargo, significaba que
tampoco podíamos ayudarlos. Mierda, ni siquiera podíamos ayudarnos
a nosotros mismos en este momento.
—Magdalena —murmuró en voz baja mientras se sentaba en el
banco a mi lado—. Dijiste que Alden te entrenó a ti y a algunos otros en
magia que nuestro aquelarre tradicionalmente no enseña, ¿correcto?
—Miró a nuestro alrededor como si temiera que nos oyeran.
—Lo hizo —dije en voz baja. No estaba de nuestro lado, pero lo que
nos había enseñado tampoco era un juego de niños. Me había enseñado
a contener mi poder, a tocar la línea ley sin ser detectada por otros.
Nos había entrenado para defendernos, así como para luchar, por lo
que estaba agradecida, incluso si ahora él era el enemigo.
—¿Crees que podrías entrar en la tienda de tu madre y recuperar
algunos de los artículos de esta lista? —Me entregó una hoja de papel
cuidadosamente doblada—. Es imperativo que estemos bien
abastecidas si tenemos la intención de aguantar aquí por mucho más
tiempo.
—¿Quieres que salga? —Aclaré cuidadosamente.
—No quiero que lo hagas, pero tenemos poca o ninguna hierba para
hechizos y sabes dónde están dentro de la tienda. Enviaré a otros
contigo, pero para sobrevivir, debemos estar preparados para
enfrentar a los demonios si descubren cómo penetrar las barreras. Sin
mencionar que el propio Lucifer puede intentar entrar para llegar a tu
hermana ahora que ella lleva a su hijo.
—¿Crees que a él le importa que ella esté embarazada de su hijo?
Quería que los secuaces cumplieran sus órdenes aquí. Ahora ya no los
necesita. Él ya está aquí, y dudo que le importe mucho que vaya a ser
padre.
—No podemos saber qué hará, y el hecho de que esté aquí significa
que debemos estar preparados sin importar qué, sin importar el costo.
—¿Y aun así luchas contra las brujas que se vuelven oscuras para
protegernos? —Me pregunté si su mentalidad sobre las brujas oscuras
estaba cambiando. Este era un momento tan bueno como cualquier
otro para poner a prueba su determinación.
—Lo estoy considerando, pero hay un precio por mi aceptación de
permitir tal cosa. Es un precio con el que no estoy segura de poder
vivir o hacer. Hablaremos más sobre el tema cuando regreses. Ahora
mismo tenemos que conseguir suministros, o nada importará una vez
que rompan nuestras defensas.
—Iré —respondí con calma, de alguna manera logrando ocultar el
miedo que me atravesaba. Afuera era peligroso; los demonios salían
del infierno y entraban en nuestro mundo con cada momento que
pasaba. Las historias de antaño hablaban de ejércitos de ellos saliendo
a masacrar a los vivos, y eso es exactamente lo que estaba sucediendo.
—Sabía que lo harías, pero no sola. Lleva a algunos de los otros que
entrenaron contigo. Hay seguridad en el número. Para reducir el
tiempo, deben dividirse en grupos una vez que lleguen a la ciudad.
Debería reducir el tiempo necesario allí, y si algo le pasara a uno de
ustedes, la Diosa no lo quiera, no los perderemos o a todos los
suministros. Les daré algunas listas más de lo que necesitamos para
que puedan darles a los grupos. Los otros, aunque importantes, pueden
fallar; el tuyo, sin embargo, no puede. Son los que más se necesitan,
¿me entiendes?
—Entendido —murmuré mientras agarraba el libro y me alejaba de
la mesa—. Sabíamos que era necesario cuando comenzamos a entrenar
con Alden, pero no que sería imperativo o vital para nuestra existencia
continua. Al menos no en ese momento. También sabía que no lo
aprobarías. Lamento no decírtelo de inmediato —admití en voz baja,
sintiendo un hormigueo en las mejillas de la culpa.
—Tu madre sabía lo que estaba pasando —se burló con un suave
movimiento de la mano—. No es tan ciega como crees. De hecho, sabía
quién era Alden, pero aún tenía que averiguar por qué estaba allí.
¿Cómo crees que te volviste tan inteligente? Está en la sangre —sonrió
con un brillo travieso en sus ojos—. Pero, al igual que tú, ella tenía
poco control sobre lo que hizo su corazón después de conocerlo.
—No lo amo —la interrumpí con frialdad, agarrándome al libro con
fuerza—. Él me borró, abuela. Al resto de ustedes les cambió sus
recuerdos para alterar los eventos. Conmigo, borró mis recuerdos de
personas, de eventos y de los últimos años de mi vida. Él tomó lo que
me hacía ser yo, y me lo robó. Ya no recuerdo mucho de Joshua, y eso
es algo que me duele más que cualquier otra herida.
—Te devolví ciertos recuerdos, pero algunos son más difíciles de
captar porque no estás lista para hacerlo. Culpas a Lucian por su
intromisión, pero puedo ver su razonamiento. No habrías dejado de
luchar para salvar a Kendra. Habrías muerto tratando de salvarla, y por
eso, estoy agradecida por lo que hizo. No pudo detener lo que nos pasó,
ni estoy convencida de que pudiera haber salvado a Kendra de lo que
Lucifer le hizo. Pero te salvó. Él nos reinició, y por eso, vivimos. Si
hubiéramos corrido como lo dictan las reglas, no tendríamos ni idea
del mal que ha entrado en este mundo.
—¿Cómo puedes decir eso? Se llevó nuestros recuerdos. ¡Me lo quitó
todo! ¡Todo lo malo que pasó, lo borró! ¡Todo lo que me convertía en
quien soy se ha ido! Me siento vacía, desprovista de emociones y me
aterroriza no poder recuperar esos recuerdos o sentimientos.
—Lo harás —Ella palmeó mi hombro—. Estás enojada, pero no por
lo que hizo, sino por cómo lo hizo. Estás herida y tienes todo el derecho
a estarlo, pero ahora hay asuntos más importantes de los que
preocuparte. En este momento, los humanos están siendo masacrados
y no se dan cuenta de lo que está sucediendo. No hay ningún gremio
que los proteja a ellos ni a nosotros. Puede que Lucian no sea un brujo,
pero es algo fuerte, y ahora mismo, podemos usar toda la ayuda que
podamos conseguir.
—No lo necesitamos —refunfuñé—. Ni siquiera sabemos de qué lado
está en esta pelea.
—Él te protegió de Lucifer con magia antigua, nieta mía —insistió
con fiereza mientras me daba una palmadita tranquilizadora—. No
muchos conocen la magia tan antigua como la que se ha utilizado para
protegerte de ese monstruo. Es más antigua de lo que se remonta a
cualquiera de nuestros tomos, y se remontan a nuestra primera
generación de brujas. Si es enemigo de Lucifer, entonces debemos
tener a Lucian Blackstone de nuestro lado, sin importar el costo.
—¿Y si el costo soy yo? —Pregunté, pensando cuál sería su
respuesta.
—Entonces lo pagarás por el bien del aquelarre. Al menos hasta que
encontremos algo que él quiera más.
Capítulo 20

Yo no vivo en la oscuridad, está dentro de mí.


~Magdalena.

Nos movimos a las puertas, ignorando a las personas que nos


observaban con un aspecto premonitorio. Como si fuera a ser la última
vez que nos vieran con vida. Teníamos muy pocas armas, e incluso
menos ropa protectora puesta. Decir que estábamos poco preparados
para enfrentar demonios sería el eufemismo del siglo. Mi chaqueta era
negra, al igual que los jeans que usaba. Había tomado prestadas unas
botas de Kat, que tenía una incontable cantidad de botas patea
traseros. Por suerte calzábamos del mismo número.
Mi mochila estaba bien asegurada, y la lista de hierbas estaba en mi
bolsillo. Entre más esperábamos a que se abrieran las puertas, más
nerviosa me ponía ante la idea de enfrentar demonios. Las marcas en
mi cuerpo cantaron con dolor mientras me acercaba a la puerta, como
si me advirtieran que me quedara en la seguridad de la abadía.
—¿Estas lista para esto? —me pregunto Dexter mientras me
aproximaba, viéndolo con poca confianza. Él estaba vestido de negro
igual que los otros, con una mochila más grande atada sobre su pecho
que la que colgaba vacía en su espalda.
¿Le fallaría si nos encontrábamos con demonios? Había derribado a
un demonio, pero no fue fácil. No podía salvarlos a todos, no si
enfrentábamos a una horda de demonios. Uno, sí. Tenía una
oportunidad de luchar en su contra, pero eso no era lo que esperaba
afuera de esas puertas. ¿Qué si la última vez fue una coincidencia, y en
realidad no podía defenderme contra ellos? Era lo desconocido lo que
me asustaba más. ¿Me estaba esperando Lucifer? ¿Aun quería usarme
contra Lucian, y si lo hacía, si me atrapaba, a Lucian incluso le
importaría en este punto? Si llegaba a mí, temía lo que haría. Había
arruinado mucho a Kendra, tanto que ni siquiera me hablaba. En lugar
de eso se escondía en la biblioteca archivando los papeles que
teníamos, leyendo. Era apenas un fantasma de la vibrante mujer que
fue una vez.
—Ninguno de nosotros está listo para esto, pero no tenemos
elección, —musite mientras Kendra entraba a la habitación, su mirada
desconcertada pasando lentamente por la fiesta de cacería y nuestros
atuendos. Ella me culpaba, incluso lo había admitido con los otros. Él le
había hecho cosas mientras gritaba mi nombre, y aun así ella me había
protegido. Ahora…ahora, ella me había alejado y no la culpaba ni un
poco. Me había gritado cuando le pregunté sobre el infierno diciendo
que debí haber sido yo, y si, estaba de acuerdo. La culpa me consumía,
carcomía mi interior cuando su mirada se ponía vacía como si
estuviera reviviendo algo de lo que había soportado.
Había dejado a Lucian entrar a mi vida. Había dormido con él, y
Kendra había pagado por ello al final, lo que era mi culpa. Nuestra
conexión fue cercenada, de algún modo cuando ella dejo este plano por
el Infierno, o fue cortada o ella se rehusaba a usarla. Importaba poco
ahora, desde que apenas me decía unas cuantas palabras si tenía
suerte, y esas palabras no tenían importancia. Era casi como si no me
conociera, como si no fuera más que una extraña.
—Voy a abrir la puerta y una vez que estén afuera, será sellada de
nuevo. Una vez que vuelvan y estén dentro de las runas que rodean la
abadía vamos a abrirlas para que vuelvan adentro. Eso no cambiara a
menos que su plan cambie. Entiéndanme, van a dejarlos afuera si es
demasiado peligroso para abrir. Si eso pasa, vayan a nuestra casa y
activen las protecciones del sótano —dijo mi madre, luchando
visiblemente contra la ansiedad mientras me miraba—. Si no puedes
conseguir las cosas que necesitamos de forma segura, déjalas y vuelve.
No valen tu vida —susurro mientras me abrazaba fuerte—. Vamos a
encontrar otro modo de conseguirlas, ¿entiendes?
—Fallar no es una opción, vamos a tener éxito y volver con éxito, lo
prometo—respondí, alejándome de ella—. Habla con Kendra, ve si se
abre contigo sobre lo que paso.
—Tú lo has intentado y se rehúsa a decir más —respondió
suavemente, mirándome a los ojos.
—Ella me culpa, y debería. Tú no la lastimaste como yo, inténtalo,
madre. Ella se vuelve más distante con cada día que pasa.
—Solo ha pasado semana y media, ella necesita tiempo para sanar —
respondió—. Las cosas que debe haber pasado…
Hice una mueca y asentí, incapaz de responder porque sabía lo que
había soportado. Había estado ahí, viéndola en el escenario mientras
tomaba a múltiples criaturas en su interior. La habían golpeado, usado
y violado hasta que se volvió complaciente. De eso estaba segura. Yo
había tomado a Lucifer en mi interior, pensando que era Lucian
mientras que ella había estado a meros centímetros de mí, soportando
lo que debió haber sido para mí. Kendra era amable, era suave e
incapaz de soportar las cosas que le hicieron. Yo era oscura, retorcida y
hubiera sido capaz de soportarlo.
La puerta se abrió y pase por ella sin otra palabra. Estaba oscuro y
frío afuera de la abadía, una señal de que el invierno estaba
acercándose a nosotros. Ninguna estrella brillaba encima de nosotros
en el cielo ónix. Solo había nubes oscuras, oscureciendo la bienvenida
luz. Me pare dentro de las runas, buscando en las líneas de árboles
cualquier señal de peligro. Sombras bailaban a través de la oscuridad y
trague con duda y miedo mientras pasaba encima de las runas,
sabiendo que mi madre me veía.
Los otros esperaban, como si el mismo Lucifer fuera a salir de entre
los arbustos para consumir mi alma. Me di la vuelta, viéndolos antes de
sacar mi viejo átame y comencé a avanzar en dirección a los bosques.
Los viejos caminos entre los árboles eran la mejor ruta, dado que
estaríamos cubiertos por espesos arbustos y nadie esperaría que
pasáramos a través de ellos para alcanzar el pueblo. Asumiendo que
los demonios tenían pensamientos coherentes además de la sed de
sangre y saltar sobre los cuerpos, de lo que no estábamos seguros.
—Esto debería ser divertido —dijo Dexter mientras tropezaba sobre
un árbol caído y se enderezaba—. Están locos, enviándonos afuera.
—No están locos —gruñí mientras mi pie se atoraba en una raíz y
me detenía para liberarlo de una patada—. Están desesperados por
sobrevivir y nosotros estamos entrenados.
—Por alguien que puede o no estar de nuestro lado —se burló Kat
desde mi otro lado. Me gire, viéndola. Entendía sus miedos, tenía los
propios.
—Él nos entrenó para ser como aquellos que entreno dentro del
Gremio. He visto a una de ellas en acción y es bastante patea traseros.
Hay muchas cosas que estamos cuestionando en este momento, pero
luchar y lo que él nos enseñó para defendernos no pertenece a esa lista.
Nos enseñó a luchar, así que hay que usarlo. Tú tienes magia, naciste
con magia y corre por tus venas. Podemos hacer esto, sé que podemos.
Tengo fe en ustedes, en todos ustedes, así que dejen de dudar de
ustedes. Nos enviaron porque somos la mejor esperanza en este
momento. Estamos aquí afuera por el aquelarre, para mantenernos a
todos vivos.
—Tenemos miedo —dijo Kat suavemente mientras se secaba los
ojos.
—Todos tenemos miedo, pero somos más fuertes que ellos —
respondí lo suficientemente alto para que fuera escuchado por todos
los que nos observaban y escuchaban—. Ellos no están acostumbrados
a nuestro mundo, y no tienen idea de lo que somos capaces. Son
desconocidos para nosotros, pero nosotros también lo somos para
ellos. Ellos pueden conocer a las brujas, pero no nos conocen a
nosotros.
Comencé a avanzar, ignorando las palabras de acuerdo que siguieron
a mi discurso de ánimo. Sonaba bien, pero era tan vacío como los
bosques en los que estábamos parados. Nos tomó cerca de una hora
avanzar sobre el espeso terreno, por la tierra muerta o casi muerta
cubierta de hielo mientras la noche se apoderaba del lugar y la frialdad
del invierno apretaba su agarre sobre el noreste pacifico.
Me pare al borde del bosque, mirando al pueblo que una vez
habíamos llamado casa. Casas estaban quemadas hasta los cimientos
mientras otras brillaban prístinas contra la violencia que había
sacudido al adormilado pequeño pueblo. Ladee la cabeza, sin escuchar
nada excepto las cascadas que rugían en la noche.
—¿Escuchas eso? —pregunte, esperando a que Kat hablara, siempre
con algo de que platicar. Estaba silenciosa, lagrimas corrían por sus
mejillas mientras miraba la destrucción que nuestro pueblo había
soportado.
—Nada, no hay nada —susurro, ahogada con la emoción.
—No hay demonios tampoco —anuncio Dexter—. Parece
abandonado —apunto.
—Así parece, pero deberíamos asumir que se están dando un festín.
Van a parecer humanos, así que cualquiera que se cruce en su camino
debe asumir que es ahora un demonio. Hay un puerto al Infierno en
medio del pueblo…si alguien sobrevivió a la primera invasión, estoy
segura de que se han ido ahora. No imagino que se hayan quedado para
volverse una escalera hacia el Infierno. No estoy segura de donde está,
pero si algo parece extraño, aléjense de ahí.
—Naciste para ser líder —apunto Kat mientras marchábamos hacia
las tiendas a las afueras del pueblo—. Eres buena con eso.
—Sí, si consideras el liderazgo ciego hacia la batalla como algo para
lo que nacemos —musité. Una vez que llegamos a distancia de correr
hacia las tiendas, nos detuvimos, pegándonos a los edificios—. Está
bien, entren y salgan tan rápido como puedan. Una vez que terminen,
directo a los bosques. Nos reagruparemos ahí.
—¿Y si encontramos un demonio? —pregunto Dexter.
—Mátenlo —respondí cuidadosamente—. Ellos no están vivos ni el
cuerpo que han poseído. De lo que sabemos, una vez que entran, se
alimentan de su hambre hasta que se ha consumido, o la extinguen. No
duden, dudar va a matarlos —me puse la capucha y asentí hacia ellos
antes de salir de la protección del edificio e ir en dirección de nuestra
tienda.
El pueblo estaba lleno de un ensordecedor silencio, y entre más me
acercaba a la tienda, más oscuro se volvía, como si las sombras me
estuvieran siguiendo al interior de la tienda. La puerta de la tienda fue
arrancada del edificio, y tuve que pasar encima de lo que asumí una vez
fue un humano para entrar. Era un pedazo aplastado de carne, como si
el demonio se lo hubiera comido hasta que solo quedó un cascaron.
Dude, viendo a la anciana mujer cuyos ojos sin vida me miraban.
La Sra. Carson, la panadera que siempre había venido por café con
nosotros incluso aunque su propia tienda lo vendía.
Me frote los ojos y busque alrededor algo para cubrirla, sin
encontrar nada. Entre a la tienda, sacando un tapete de la luna y
poniéndolo encima de ella. La vida no era justa, nunca los que merecían
morir eran los que morían. Eran los amables y de buen corazón a los
que Dios alejaba de nosotros, dejando a los sucios imbéciles detrás.
En el momento en que entre, susurre un hechizo para encender las
velas, incapaz de ver en la oscurecida tienda. Estaba vacía, con
baratijas regadas por todos lados, así como pociones destrozadas en el
piso. La red eléctrica estaba caída, lo había estado desde el momento
en que los demonios habían entrado al pueblo. Como si algo sobre los
portales abriéndose hubiera causado un corto circuito.
Me quite la mochila y entre a la parte trasera de la tienda, buscando
a través de las plantas que parecían a momentos de secarse y morir
mientras los últimos restos de magia pulsaban a través de ellas,
manteniéndolas con vida. Saque bulbos de las plantas poniéndolas en
una gran bolsa ziploc antes de revisar el cuarto más pequeño.
Susurre un hechizo para iluminar unas cuantas velas más y extinguí
las del frente, dejando la puerta abierta en caso de que cualquier cosa
entrara. Este cuarto no tenía salida más que por la que acababa de
entrar. Contrario a los otros, este cuarto estaba asegurado para que las
plantas respiraran, pero también evitaba que el frio aire del invierno
matara el clima tropical. No es que importara mucho sin energía para
mantenerlas vivas. Por suerte se estaban aferrando a la vida con la
magia que había usado para cultivarlas. Deslice paquetes de semillas
en mi mochila, ya que no podríamos volverlas a cultivar sin más. Tome
raíces y otras cosas para ser capaz de usar magia para reponer
nuestros suministros cuando estos también se terminarán.
Una vez que termine de poner todo en bolsas seguras, cerré la
mochila y la acomode encima de mi hombro. Me di la vuelta,
escuchando mientras un escalofrió me recorría la columna. Podía
escuchar llanto… ¿Un niño? Lentamente me moví al cuarto siguiente,
susurrando el hechizo para encender las velas.
Podía ver pequeños pies saliendo del mostrador del frente. Contuve
la necesidad de correr hacia allá. Me deslice más cerca, poniendo la
bolsa en el piso mientras hacía mi camino a la niña. Casi había llegado a
ella cuando fui atacada por un costado, lanzada contra la pared con
dolor ardiente llenando mi cabeza mientras mis oídos sonaban. Busqué
el átame pero algo fue lanzado contra mí y no tuve tiempo de
esquivarlo. Dolor exploto mientras sangre caía de donde el vidrio se
había roto contra mi cabeza.
—Es suficiente —gruño una voz profunda y sedosa mientras luchaba
por levantarme. Una penetrante mirada celeste se bloqueó con la mía
en el momento en que recupere el equilibrio. Un silencioso grito se
formó en mi garganta mientras enfrentaba a Lucifer, quien me sonrió
como si estuviera complacido por haberme encontrado de nuevo—. Me
sorprendes, dulzura. O eres estúpida o más valiente que tu hermana.
No creo que seas estúpida. ¿Cómo está mi pequeño bollo en el horno,
por cierto? ¿Me extraña?
—Vuelve al infierno —gruñí, preguntándome que carajos podía
hacer para evitar que me llevara con él.
—Ahora, ¿Por qué haría eso cuando acabo de llegar aquí? Estoy
bastante feliz aquí —dijo suavemente mientras su mirada escaneaba
mi cuerpo—. Luces mejor desnuda. La ropa de este siglo no es nada
halagadora. Prefiero los vestidos, es mucho más fácil llegar a lo bueno,
¿no estás de acuerdo? En este atuendo casi pareces normal, y todos
sabemos que lo que escondes debajo no es normal. Debo confesar, no
estoy seguro de lo él que ve en ti. No te pareces nada a ella.
—Deberías irte antes de que me enoje. Solo me quieres porque eso
lo molestaría, pero él no se interesa por mí. Estás perdiendo el tiempo
aquí. No le pertenezco a él ni a ti —espete mientras secaba la sangre
que amenazaba con escurrir en mis ojos—. Ustedes dos creen que solo
pueden decir que alguien es suyo y lo es, pero este es el mundo real. No
funciona así. Ambos necesitan lecciones de como tener citas o como
pedirle a una chica salir.
—Funciona exactamente así cuando eres tan viejo como nosotros,
dulzura —ronroneo mientras su mirada se deslizaba a donde mi mano
sostenía el átame—. Tsk, tsk, bruja. —chasqueo mientras sus labios se
movían a una sonrisa seductora. El levanto la mano, enviándome,
volando contra la pared donde había estantes, enviando las cosas al
suelo debajo. Grite mientras el dolor me atravesaba cuando algo se
clavó en mi costado. El me sostuvo ahí, en medio del aire, mis pies
colgando lejos del piso. Vi indefensa mientras se acercaba y dejaba caer
la mano, dejándome incapaz de tocar el suelo o incluso moverme
mientras cerraba la distancia entre nosotros.
Su nariz empujo contra mi sexo y gruñí mientras luchaba por
liberarme. Lo que sea que estuviera haciendo, me dejo paralizada,
incapaz de mover tanto como un musculo. Su nariz acaricio y se froto
contra mi sexo y él se rio mientras su mirada se tomaba a la mía en sus
oceánicas profundidades.
—Hueles a cielo mezclado con las profundidades del infierno —
gruño mientras empujaba con más fuerza—. Tienes secretos propios
¿no? —Preguntó y lo miré con coraje y odio—. O no estas enterada, lo
que significa que él tampoco —se rio—. Increíble, está funcionando
mejor de lo que asumí que seria. ¿Estás consiente de lo que esto
significa para ti? —se rio con más fuerza como si lo que sea que estaba
diciendo tuviera algo de jodido sentido.
No podía responderle. No podía mover los labios. Un minuto estaba
en el aire, presionada contra la pared con un poder estremecedor que
amenazaba con ahogarme, y al siguiente estaba en mis manos y
rodillas a sus pies sobre el vidrio y otros desechos.
—¡Jódete! —espeté, yendo hacia él, pero algo se estrelló contra la
ventana de la tienda antes que yo pudiera hacerlo. Su cabeza giró y sus
secuaces se movieron a investigar, dejando a solo unos cuantos
alrededor de la tienda con él.
—No, soy yo quien te jodió y te gustó. Eres perfecta para el pecado,
sin maldita educación en la polla, pero podemos culpar de eso a la
criatura que te está entrenando para ser su zorra. Me pregunto ¿te ha
dicho lo que es?
—No me importa lo que es.
—Sí, lo hace, está en tus ojos. Verás, poseo pecados, y la mentira es
uno de ellos. Necesitas saber qué es, lo que quiere, y cómo encajas en
su mundo. No lo haces. Encajar en su mundo, eso es. No eres nada más
que un parpadeo para criaturas como nosotros. Nos ayudas a pasar el
tiempo.
—Deberías irte —ofrecí, sacando magia de la línea ley. Estiré hasta
que sentí el empujón, sabiendo que estaba tomando demasiada a la
vez. No importaba. No iba a morir aquí. Estaba amoratada,
ensangrentada, pero viva y mirando a Lucifer desde abajo. Lo dejé ir,
deje al poder pulsar a través de la tienda mientras los secuaces
gritaban y se doblaban mientras su piel siseaba. Huesos botaron, piel
cayo y el nauseabundo olor de carne quemada lleno la tienda.
Él no fue tocado por nada. Me miro, sin importarle que estuviera
matando a sus hombres mientras el poder salía de mis dedos y
susurraba hechizo tras hechizo hasta que mi cabeza punzaba y sangre
salía de mi nariz.
—No eres normal después de todo, dulzura. Eres…diferente —
musitó mientras me miraba. De repente me agarró, acercándome a él
mientras se daba la vuelta. Sus manos se envolvieron a mí alrededor,
girándome hasta enfrentar la puerta con mi espalda presionada contra
la de él.
Lucian entró a la tienda, Bane y Spyder flanqueando sus costados.
Los vi mientras la magia pulsaba a través de mí, ira pulsaba en el aire,
palpable mientras la animosidad hacia erupción con el calor suficiente
para derretir toda la tienda a nuestro alrededor.
—Déjala ir —dijo Lucian apenas encima de un susurro.
Sentí mi cuerpo hundirse con alivio, pero duro poco mientras Lucifer
frotaba su nariz contra mi cuello. Él ronroneó contra mi oreja y cerré
los ojos contra lo que asumí que planeaba hacer. Tenía audiencia
ahora, y si quería matarme, seria mientras Lucian lo veía.
—Déjala ir y voy a considerar el dejarte vivir —advirtió Lucian, sus
ojos sosteniendo los míos en el momento en que los abrí mientras sus
palabras se registraban. ¿Podía matarlo? ¿Qué carajos era él?
—¿Crees que te tengo miedo? Tuviste tu oportunidad en este
mundo, te rendiste, ¿ahora la quieres de regreso? ¿Por qué, porque lo
arruinaste y perdiste el sello? Es demasiado tarde para arreglarlo
ahora, he ganado, —se burló él mientras sus labios tocaban mis
mejillas—. Ella es dulce pero no es por eso que te gusta ¿o sí? Probaste
la maldad dentro de ella ¿no? Yo la probé y es deliciosa. ¿Sabías que se
corrió por mí? ¿Gritando por más?
—¿Por qué pensó que eras yo? Debes sentirte realizado —respondió
Lucian fríamente, su tono llevando muerte en cada silaba que
pronunciaba—. Aun así en el momento en que supo que eras tú, todo
terminó ¿verdad? Siempre en segundo lugar en cada maldita cosa que
haces, debe ser cansador, el perder siempre —ronroneo él.
Ok, ¿qué carajos? ¿Hacer enojar a la criatura a mis espaldas mientras
sostenía mi vida en sus manos? No estaba bien. Trague las palabras
mientras veía a Lucian quitar una pelusa invisible de su costoso traje.
Parecía aburrido, desinteresado con todo el espectáculo. Sus ojos
sostuvieron los míos y hablo sin tener que decir nada.
“¿Qué carajos estás haciendo afuera de la abadía?”, demandaba su
mirada.
“No te necesito agarrando mi maldita mano”, respondí regresándole
la mirada.
“Pareces estar haciendo un trabajo fantástico sosteniéndote de las
manos de Lucifer por el momento”, estrecho los ojos.
“Es un tropiezo, tengo esto”, sonreí.
“Aun así, aquí estas, en sus brazos”, su ceño se estrechó en las
esquinas mientras me observaba.
Lucifer me acercó, poniendo sus brazos alrededor de mi pecho
mientras sus manos sopesaban el peso de mis pechos. Miré a Lucian,
luchando por calma mientras seguían tocándome. Contuve el llanto
mientras aplicaba presión en ellos, tentando a Lucian para hacer un
movimiento mientras me manoseaba descaradamente frente a él.
“¿Segura que tienes esto, damisela en apuros?”
Levanté los brazos, envolviéndolos lentamente alrededor del cuello
de Lucifer, para no alertarlo o hacerlo lastimarme. Miré a Lucian todo
el tiempo, viendo su mandíbula apretarse de enojo. Me recargué en el
cuerpo de Lucifer, sintiendo su inhumano calor mientras pulsaba en mi
contra. Sus labios tocaron mi cuello, enviando calor hasta el fondo de
mi estómago, y mis ojos se pusieron pesados. Lucian se tensó,
viéndome mientras mantenía mi mirada en la suya. La mano de Lucifer
se deslizo por mi costado y me moví, tomando su cuello mientras
doblaba mi cuerpo, usando el tropiezo para enviarlo volando a través
del suelo y hacia los estantes. Nunca los golpeó, en el momento en que
lo hubiera hecho se desvaneció.
Me paré ahí, sorprendida porque en realidad hubiera funcionado e
incapaz de moverme del lugar donde estaba clavada hasta que Lucian
se movió, agarrándome. Mi poder chisporroteó, incapaz de encontrar
una salida ya que había seguido construyéndose.
—Déjalo ir —advirtió Lucian viéndome mientras se acercaba más a
mí.
—No sé si puedo —admití, alejándome cuando se movió para
tocarme. Era un cable vivo, un artefacto explosivo preparado para
estallar. Había sobrepasado la línea, jalándola incluso cuando se
resistió. Había tomado demasiado; las pilas negras de lo que alguna vez
fueron demonios eran prueba de eso.
—Gatita, deja de ser una cobarde y libéralo —demandó Spyder,
llegando a mi otro lado mientras me miraba—. Tomaste demasiado, si
no lo dejas salir esta tienda no será más que un desastre quemado. No
quieres eso, así que malditamente respira por mí y déjalo salir.
Temblé mientras el poder crecía, incapaz de detenerlo mientras mi
cabello se levantaba por la estática que estaba pulsando a través de mí.
Cosas dentro de la tienda comenzaron a flotar en el aire a mi alrededor.
Mi cuerpo quemaba, odio pulsando a la vida mientras imaginaba todo
lo que los demonios le habían hecho a este pueblo, y abrí la boca
demasiado rápido, solo para tener los labios de Lucian empujados
contra los míos. Mi mente giró, la ligera presión había sido suficiente
para terminar el hechizo que había bailado en mi lengua. Sus manos
tocaron mis mejillas, borrando el toque de Lucifer con ternura.
Cuando se alejó, exhalé pero el poder aún no se liberaba. Se
intensificó hasta que me balanceé sobre mis pies con la fuerza de ello
llenando mis venas.
—Duerme, Lena, —susurró Lucian mientras empujaba su frente
contra la mía. El aire salió de mis pulmones mientras mi cabeza caía
sobre su hombro y mis ojos se cerraban.
Capítulo 21

Cuando no puedes encontrar el lado brillante, encuentra a


alguien que camine contigo en la oscuridad.
~Magdalena.

Me desperté con alguien sacudiendo mi brazo. Parpadeé, observando


los magníficos colores del amanecer mientras tomaban control del
cielo. Giré la cabeza, encontrando a Kat mirando hacia donde yo estaba
acostada en el pasto. Lucian me observaba; sus ojos medianoche
brillaban con diversión mientras se arrodillaba a mi nivel y me veía
luchando por recordar lo que había pasado.
—Hora de levantarse bella durmiente —murmuró mientras asentía
hacia alguien más atrás de mí. Ladeé la cabeza, encontrando a Spyder
ahí en las sombras. Él salió, ofreciendo un vial que Kat aceptó
quitándole la tapa. Ella lo empujó contra mis labios y bebí
profundamente antes de escupir mientras el Jack Daniel’s quemaba su
camino por mi garganta.
—¿Qué me hiciste? ¿Dónde está Lucifer? —demandé.
—Le pateaste el culo, gatita —se rio Spyder, pero fue interrumpido
mientras Lucian le daba una mirada de advertencia.
—¿Quieres explicar qué carajos estabas haciendo afuera de la
abadía? —demandó Lucian enojado.
—¿A ti? No, no realmente —gruñí mientras me enderezaba,
sujetando mi cabeza cuando mi visión nado—. Ya no tengo que
explicarte los asuntos del aquelarre —apunté mientras dos de él
bailaban en mi visión—. Además, ni siquiera me caes bien.
—Te dije que te quedaras dentro de la abadía —gruño él.
—No, creo que dijiste algo como que maldije tu polla con mi vagina
usando magia, o algo sobre remover una maldición —murmuré
mientras veía las desgastadas y amoratadas caras de las brujas que
había traído conmigo. Hice un conteo mental e hice una mueca—.
¿Dónde está Tara? —pregunté, empujando más allá de mi cabeza
girando para ganar equilibrio. Me balanceé mientras Lucian me
alcanzaba, sosteniéndome hasta que arranqué mi brazo lejos de él.
—Ella no ha vuelto —respondió Kat mientras se levantaba para
mirarme—. ¿Es verdad? ¿Venciste a Lucifer? —susurró, como si el
hombre a su lado no fuera a escucharla.
—No exactamente, solo usé los movimientos de defensa que
aprendimos en el verano —gruñí mientras frotaba mis sienes—.
¿Cuánto tiempo estuve fuera?
—Unas pocas horas, pero no estábamos seguros de sí debíamos
despertarte aun —admitió mientras su mirada iba a Lucian antes de
regresar a la mía—. Estabas bastante ida. Estabas escurriendo poder, lo
que fue algo aterrador. Dijeron que tiraste de una línea ley, ¿y no te
detuviste con la advertencia? ¿No fue la primera cosa que nos
enseñaron, Lena?
—Sí, bueno, estaba enfrentando al Príncipe de la Oscuridad y
algunos de sus secuaces, así que tuve que usar todo lo que pude para
asegurarme de salir con vida —expliqué delicadamente—. ¿A ustedes
también los atacaron?
—Algunos, otros escuchamos a los demás ser atacados y los
ayudamos a liberarse de los demonios. Las buscamos a ti y a Tara pero
seguían llegando así que salimos cuando Spyder vino por nosotros y
nos dijo que estabas con Lucian. No encontramos a Tara, sin embargo.
—¿Y aún no ha habido señales de ella? —pregunté, sabiendo que no
tendrían una oportunidad contra los demonios.
—No, y nos dijeron que no podíamos dejarte —bufó mientras se
giraba hacia Spyder y señalaba con un pulgar en su dirección,
indicando que era el vigilante—. Él dijo que nos amarraría y nos
dejaría colgando de los árboles como carnada de demonios si siquiera
intentábamos ir a buscarla antes que despertaras.
—Voy a ir —dije, girándome hacia mi mochila solo para darme
cuenta que no la tenía. Exhalé y negué con la cabeza—. Tengo que
conseguir mis hierbas de todos modos. No puedo dejarlas detrás, el
aquelarre las necesita.
—No vas a ir a ningún lado —advirtió Lucian.
—No eres mi jefe —disparé, ira irradiando de mis poros—. No
puedes decirme que puedo o no hacer aquí. El aquelarre está tratando
de sobrevivir solo, y para hacer eso, necesitamos esas hierbas y
suplementos. Tara estaba recolectando cosas medicinales; su mochila
también tiene que ser recuperada. Así que ven conmigo o hazte a un
lado y déjame hacer lo que tengo que hacer.
—No deberías estar fuera de la maldita abadía, mucho menos
traspasar los bosques. No tienes idea de los monstruos que están
afuera ahora, Lena —me espetó enojado.
—Entonces edúcame, grandote —lo reté, cruzando los brazos
encima de mi pecho mientras lo miraba y luego reculaba mientras
calor entraba a su mirada, como si hubiera dicho algo más.
—No vas a ir sola —respondió con cuidado—. Tienes, qué, doce
brujas apenas iniciadas que no sabrían la diferencia entre un demonio
y una maldita arpía. No puedes lanzar un hechizo mucho menos al
momento, mierda, apenas puedes jalar una línea sin casi matarte. Así
que no, Lena, no vas a salir ahí.
—Lucian, puede que no sea lo suficientemente fuerte para salvarla,
pero voy a ir de un modo u otro. Tara está sola. Ella probablemente
está escondiéndose en una de esas tiendas esperando a que vayamos
por ella. No voy a irme sin ella, así que ayúdame o vete. Esas son tus
opciones en este momento —declaré mientras me acercaba a él,
cuadrando mis hombros mientras enterraba los talones. No iba a dejar
a nadie atrás.
—Son malditos demonios Lena, unos que pueden oler humanos y su
miedo, ¿y las brujas? Más dulces que los humanos, los llamas con eso.
¿Crees que aún no la encontraron? Ella es como el jodido tocino para
ellos —discutió hasta que notó que no estaba cediendo—. Eres la más
terca, irritante bruja en la existencia —se quejó mientras se acercaba a
mí.
—Lo dices como si me importara, pero no lo hace —sonreí mientras
me giraba hacia el grupo y lejos del hombre que incluso ahora estaba
ocupando mi espacio con su pesada esencia—. Ustedes vayan a la
abadía, que se preparen para nosotros en caso que lleguemos
escapando. Tengan a los sanadores preparados también, en caso de
que ella esté mal.
—¿Crees que incluso sigue viva? Se ha ido por horas. Podrías
terminar herida tratando de encontrarla, y podría ni siquiera estar viva
—debatió Dexter.
—No voy a darla por perdida aun, tampoco deberías hacerlo. Si
fueras tú el que estuviera allá, cualquiera de ustedes, también iría. No
dejaría de buscar hasta que conociera tu destino —respondí
cuidadosamente con una calma que no sentía realmente. Mi corazón se
había acelerado, mis sienes punzando el miedo que sentía de volver al
pueblo, pero no podía dejarla—. Vuelvan a la abadía donde es seguro, y
quédense juntos sin importar lo que pase.
La abuela había sido temeraria, y estaba equivocada. Nos había dicho
que nos dividiéramos para incrementar las probabilidades de que
algunos volvieran con vida, y aun así si nos hubiéramos quedado
juntos, todos estaríamos en camino de regreso a la abadía sanos y
salvos. Había protección en el número.
—Spyder, ve con ellos. Asegúrate que vuelvan a la abadía en una
pieza.
—Ellos saben cómo sobrevivir —respondí molesta.
—Ellos están volviendo sin ti, la bruja más poderosa del grupo. Él va
a mantenerlos a salvo mientras tú y yo vamos por la chica perdida.
Los vi recuperando sus mochilas mientras las ponían en sus espaldas
y comenzaban a avanzar hacia el pequeño claro al que Lucian me había
traído antes de reunir a los otros. Spyder y Lucian compartieron una
mirada antes que el tomara el final del grupo mientras volvían a la
protección de la abadía.
Lucian movió la cabeza en dirección al grupo. —¿Por qué siquiera
los sacaste de la protección de la abadía?
Me burlé y negué con la cabeza hacia él.
—No lo entiendes, estamos solos. Nos jodiste —me reí de forma
hueca—. Ellos pudieron haber estado en un búnker. En lugar de eso
somos malditos patos para los demonios. Bien podrían ponernos en un
parque de diversiones y recogernos uno por uno. ¿Por qué estamos
afuera? Porque si planeamos sobrevivir, necesitaremos suministros
para hacerlo. No tienes que ayudarnos, como dijiste, no es tu maldito
problema, es nuestro. Dejaste claro que no quieres tener nada que ver
conmigo, así que dime, ¿por qué estás aquí afuera?
—Porque sin importar lo que haya pasado, no vas a ir con Lucifer
para ser usada en mi contra, ¿crees que me importa si mueren? —
preguntó, señalando con su pulgar en dirección del equipo que se
acababa de alejar—. No, ¿pero tú? Estas siendo cazada, y él casi te
atrapa. ¿Crees que no te cortaría y te enviaría de regreso a mí, pedazo
por maldito pedazo?
—¿Te importaría incluso? —me burlé—. Me pusiste en su camino, y
entonces le permitiste tomar a mi hermana en mi lugar. En lugar de
confiar en que fuera lo suficientemente fuerte para manejarlo, borraste
mis recuerdos. ¿Sabes lo que le hizo? —Demandé, luchando contra las
lágrimas de enojo que quemaban mi mirada—. Ella ni siquiera me
habla ahora, no más que unas cuantas palabras murmuradas o
gritadas, y entonces se aleja de mí.
—Lo superará —gruño él.
—¿No tienes remordimiento, o sí? —susurré mientras lo fulminaba
con la mirada.
—¿Por protegerte? Absoluta y jodidamente no —murmuró mientras
cerraba la distancia entre nosotros. Retrocedí y negué con la cabeza.
—No tenemos tiempo para esto —musité suavemente mientras me
giraba hacia el pueblo y comenzaba el camino de regreso.
—Puedes odiarme si eso te hace sentir mejor, pero no, Magdalena,
no lamento que ella tomara tu lugar. Él te hubiera arruinado. Si la
oportunidad me fuera dada de nuevo, haría lo mismo para protegerte
de él.
—¿Por qué me quiere siquiera? —pregunté, rehusándome a darme
vuelta para verlo mientras tropezaba sobre árboles caídos y ramas. No
estábamos cerca del camino que habíamos seguido desde la abadía.
Este era más espinoso, y giraba en direcciones que le agregaban
tiempo a la caminata de regreso al pueblo.
—No lo sé —musitó enojado.
—Mentira —gruñí, finalmente girándome hacia él. Acabábamos de
pasar el último árbol grande y entramos a un matorral que tenía agua
corriente a lado—. El diablo no sale a cazar sin razón, seguro como la
mierda no busca a una bruja para torturarla sin razón. Dijiste que era
para lastimarte, ¿por qué?
—Tomé algo de él —admitió.
—¿Algo? —presioné mientras seguía mirándolo.
—Tome a alguien a quien amaba —gruñó mientras ignoraba mi
mirada perpleja.
—¿Y ahora él cree que me amas?
—Nos vio follar Lena —se rio fríamente—. Lo que sea que viera
mientras follábamos esa noche en el club, asumió que eras mía y
significabas algo para mí.
Me estremecí por el recordatorio.
—Nos vio juntos —dejé salir un profundo suspiro y tragué mientras
cerraba los ojos—. ¿Crees que eso fue suficiente para que creyera que
me amas? Debes follar a una tonelada de mujeres, quiero decir, posees
un club de sexo y tienes mujeres jadeando detrás de ti con sus lenguas
rodando hasta el piso. ¿Qué era diferente sobre nosotros? —pregunté,
viéndolo mientras su barbilla pulsaba con ira—. Tuvo que ser algo que
hiciste —dije pensativa mientras tocaba mi barbilla, recordando esa
noche. Mi cuerpo se calentó mientras los recuerdos nadaban por mi
mente.
—No fuiste diferente de las otras —dijo fríamente, y así como así, un
balde de agua helada fue derramado sobre mi cabeza.
—¿No? ¿Entonces por qué él no está detrás de las otras en lugar de
mí? —demandé—. Quiero decir, de algún modo se escapó del infierno
para entrar a la abadía. Por supuesto, era Samhain así que los muros
estaban un poco abajo para permitirle paso a la muerte. Pero entonces,
no fue por nadie más a quien follaras, me estaba buscando a mí.
—Camina o me doy la vuelta y te llevo a la abadía —demandó.
—¿Qué carajos era tan especial sobre mi para hacerlo venir por mí?
—respondí.
—Nada —siseó mientras pasaba más allá de mí y tomaba el camino
que llevaba al pueblo.
Una vez que faltó una milla para el pueblo, me detuve y me quedé
quieta. El olor a sulfuro era espeso, asaltando mi nariz con su esencia
pútrida. Había estado a punto de abrir la boca y señalarlo cuando
Lucian se estrelló contra mí, llevándome al suelo con un golpe
estremecedor mientras algo volaba por encima de nosotros y
arrancaba un árbol mientras este caía y se estrellaba contra el suelo a
lado de nosotros con un sonido derrotado.
—Lucian —lloriqueé mientras el sonido de pies azotando contra el
húmedo bosque encontraba mis oídos.
—Lena —sonrió el mientras su frente descansaba contra la mía—.
¿Asustada? —murmuró mientras sus labios se acercaban a los míos.
—¿No deberíamos hacer algo? —pregunté, insegura de por qué
parecía tan calmado considerando que probablemente había un
ejército de demonios dirigiéndose directo a nosotros.
—¿Quién dice que no lo estoy haciendo? —susurró mientras
inhalaba mi esencia en sus pulmones—. Hueles jodidamente delicioso.
—Es solo el shampoo de manzanilla y moras —musité mientras me
estremecía, inhalándolo gustosamente. Su olor a sándalo hizo que mis
sentidos giraran mientras el rico, boscoso aroma curvaba mi interior
con necesidad. Lucian era crudo, fusionado con las esencias de la tierra
que parecían trabajar en mi contra.
—Lena, cierra los ojos por mí —susurró mientras sus labios se
presionaban en mi sien. Los cerré mientras sentía su cuerpo levantarse
del mío, dejándome fría sin su calor. En el suelo, me quede acostada,
paralizada sin su calor para darme fuerzas. Escuche el sonido de pies
contra el suelo y entonces algo más se unió. Un nuevo sonido hizo
erupción en el bosque. Rodé sobre mi estómago y me levanté del piso,
volviendo arriba mientras tropezaba con el recién caído árbol y me
escondía detrás de uno más grande.
Recargué la cabeza mientras los sonidos se intensificaban,
acercándose a mi locación. Giré mi cuerpo y me asomé alrededor del
árbol mientras mis dedos mordían la corteza y veía una luz azul
giratoria moviéndose a través de los demonios. Me estremecí mientras,
uno tras otro, los demonios caían en humeantes pedazos de nada más
que cenizas y sulfuro. Cuando el ultimo demonio cayó, Lucian volvió a
su forma corporal y su brillante mirada azul sostuvo la mía mientras se
movía hacia mí.
—Te dije que cerraras los ojos —gruñó enojado.
—Hice mucha trampa jugando a las escondidas de niña —respondí
mientras me alejaba necesitando distancia entre nosotros—. ¿Qué
carajos eres tú? —lloriqueé mientras un árbol detenía mi huida.
—¿En verdad importa lo que soy? —preguntó suavemente mientras
su mirada aterrizaba en mis labios.
—Algo así, estoy en el bosque contigo a solas y hemos hecho cosas
—siseé apenas arriba de un susurro. Como si alguien pudiera
escucharme y comenzar a reírse de mí, lo que sería mi suerte.
—¿Hecho cosas? ¿Cómo cuando te tragaste mi polla? —Se burló
presumidamente mientras ladeaba un poco la cabeza—. ¿El saber lo
que soy cambiaría lo que hemos hecho?
—Aquí está la cosa, te enojaste mucho cuando tuvimos sexo y tus
runas desaparecieron, ¿eso significa algo verdad? El aquelarre quería
tener un baile esa noche, dentro de tu club, ¿sabes por qué? Porque el
eclipse solar se alineó con Venus, lo que significa fertilidad. Esas runas
tuyas, se desvanecieron mientras pasaba, no antes, no después.
Exactamente durante el eclipse —expliqué en un tono firme, de algún
modo arreglándomelas para mantener el creciente pánico fuera de él.
Vi su mirada oscurecerse mientras se acercaba a mí—. Pero sabias eso,
¿no?
—No estás embarazada de mi hijo Lena, no puedo tener hijos —
espetó fríamente.
—Anotado —dije—. No dije que lo estuviera ¿pero qué tal si sí?
Entonces saber lo que eres sería importante para mí, ¿no? —reté.
—Vamos a movernos, bruja —gruñó, tomando mi mano antes que
pudiera alejarla de él. Lo seguí de cerca, odiando que el simple toque
de su mano contra la mía enviara mariposas revoloteando a mi
estómago.
—¿Por qué necesitas los grimorios? —pregunté, tratando de pensar
en cosas de las cuales hablar para calmar los nervios dentro de mí.
—No es tú problema —respondió, sin detenerse mientras
tropezábamos a través del nuevamente espeso follaje—. ¿Por qué los
tomaste?
—No es tu problema —respondí mientras casi tropezaba sobre una
raíz saliente—. ¿Quién es Katarina? —pregunté.
Fui jalada contra el incluso antes que supiera lo que estaba pasando.
Sus labios se separaron de sus dientes mientras me gruñía.
—¿Cómo sabes ese nombre? —demandó con frialdad.
Toqué mi cabeza. —El primer libro dentro de mi cabeza es de ella —
admití con cuidado—. Los estás buscando, deberías saber de quién
eran o a quien pertenecieron, o no los querrías ¿verdad? —sonreí
mientras liberaba su agarre en mi brazo y yo retrocedía, poniendo
distancia entre nosotros—. Sabes lo que contenían, o lo que crees que
contenían, así que dime: ¿quién era ella y por qué su nombre se repite
a través de generaciones?
—Es tu historia, Lena, no mía. Tú dime —retó mientras levantaba
una rama para dejarme pasar.
—Creo que ella es la bruja maldita, la que el monstruo caza —dije
estudiando su postura y lenguaje corporal. No dio nada—. Ella renace y
entonces él viene por ella.
—¿Y tú crees que yo soy el monstruo? —preguntó, girándose para
verme con las manos hechas puños a los costados.
—No, ella hace referencia a L mucho, pero mi dinero está en Lucifer,
así que ¿es ella a quién mataste?
—No dije que la maté ¿o sí?
—No, pero eso es de lo que estamos hablando, y sé que tienes
tendencia a esconder cuerpos muertos en tu patio trasero. Mencioné
que cuando mis recuerdos volvieron, volvieron todos los tuyos
¿verdad? —me regodeé, recordándole del cuerpo que una vez lo acusé
de enterrar—. Creo que le quitaste a la bruja y él está tratando de
vengarse de ti con mi cabeza.
—Piensas demasiado, y esto no es algo que jodidamente me importe
discutir contigo, bruja —gruñó, dándose la vuelta para dejarme parada
sola mientras pisoteaba sobre arbustos. Luché para seguirlo y entonces
giré la cabeza mientras escuchaba un sonido.
—Lucian —dije, tratando de alcanzarlo. Él no bajo la velocidad, ni
siquiera mientras yo trataba de correr a través de los espesos arbustos
y caía en un hoyo donde un árbol una vez tuvo sus raíces. Cerré los ojos
mientras trataba de volver a escuchar el sonido, girándome hacia él.
Podía escuchar a Lucian alejándose más, sus pasos continuaban
mientras salía del lodo y miraba alrededor.
—¡Lucian! —grité, y entonces lo escuché. El silbido de algo mientras
se disparaba por el aire y se movía hacia mí. Golpeé el suelo, gritando
mientras el árbol que había estado a punto de trepar se deshacía,
enviando astillas hacia mi piel mientras yacía ahí, inmóvil.
Escuché pies moviéndose, y entonces gruñidos de dolor como si algo
los estuviera destrozando. Levanté la mano y limpié la sangre de donde
la madera me había cortado. No me levanté esta vez, en lugar de eso
espere hasta que Lucian estuvo encima de mí y lo fulminé con la
mirada.
—Eres el peor guardaespaldas de todos —murmuré mientras me
levantaba.
—Estas sangrando —gruñó él.
—Es un rasguño —siseé mientras trataba de revisarme—. Te llamé.
—Lo sé —dijo de mala gana. No podía decir si estaba enojado
conmigo, con él o con ambos—. Debiste quedarte detrás de mí.
—Lo intenté, pero mis piernas son más cortas y no puedo saltar
arboles como tú —dije mientras me levantaba e ignoraba su mano, la
cual había ofrecido. Busque en los arbustos cualquier señal de peligro,
deteniéndome mientras las brillantes y blancas correas de mi mochila
aparecían a la vista—. ¡Tara! —grite, moviéndome a través del follaje
con facilidad mientras corría hacia ella y se daba vuelta para mirarme.
Me detuve mientras el daño en su rostro aparecía a la vista.
Sus ojos estaban negros del abuso, furiosos moretones cubrían su
rostro y brazos, y cortes de garras sangraban libremente. Sus
pantalones también estaban cubiertos de sangre, como si hubiera sido
retenida y torturada.
No dijo nada. Llegó a mí y se lanzó a mis brazos mientras sollozos
sacudían su cuerpo. No pregunté si estaba bien, porque sabía que no lo
estaba. La mecí mientras Lucian nos miraba, viendo el daño en su
cuerpo.
—Ella podría estar poseída —apuntó él.
—Estamos protegidas de ello —susurré mientras me alejaba,
mirando sus verdes ojos y brillante cabello rojo—. Está bien, vas a
estar bien.
—Pensé que me habías dejado —lloriqueó mientras su nariz
comenzaba a sangrar—. Pensé que me atraparían de nuevo y
harían…eso otra vez, —sollozó.
—Ellos no van a volver a tocarte, nunca —juré firmemente, incluso
aunque la ira pulsaba a la vida en mi interior—. Vamos a casa Tara.
Unas cuantas horas y un montón de tropiezos para mantenerla de
pie después, llegamos a la abadía. Estaba exhausta, aun así aliviada de
haber vuelto. Lucian no había dicho mucho desde el último ataque o
encontrar a Tara, más que decirnos que atendiéramos nuestros pasos
de vez en cuando y poner su mano en mi espalda cuando tropecé.
Apestaba admitir que si no se hubiera aparecido cuando lo hizo,
probablemente todos hubiéramos muerto esta noche.
Todos estaban afuera mientras ayudaba a Tara a pasar por las
protecciones y se la pasaba a mi madre. Lucian y Spyder se quedaron
justo afuera y me detuve, viéndolo mientras él las analizaba. Su mirada
se levantó, como si me hubiera sentido viéndolo. Sonreí mientras su
mirada se estrechaba en mí. Sí, había ayudado a ponerlas, y había
usado las de los grimorios dentro de mi cabeza.
—Lucian, ¿unas palabras? —llamo mi abuela mientras un Land
Rover estacionaba en el camino de la abadía.
—Por ti, Sarah, cualquier cosa —dijo, pero no hizo movimiento
alguno para pasar las protecciones. Se paró firmemente afuera de ellas,
forzándola a salir de la protección que ella erigió. Vi en silencio
mientras ella se movía hacia él y entonces, juntos, se alejaban, más allá
de la distancia del oído.
Mi corazón se aceleró mientras esperaba que volviera. Escuché a
Kendra hablando con los otros, su tono bajo y amortiguado. Me giré,
viendo mientras sonreía y asentía a las otras chicas, que hablaban
todas con emoción. ¿Cómo si algo hubiera pasado y ayudado en mi
ausencia de la abadía? Su mirada se levantó y sostuvo la mía
brevemente antes de moverse más allá de mí y se fijara en Lucian con
una enorme mirada de sorpresa.
Lucifer había tomado la forma de Lucian, y aun así ella seguía
viéndolo con algo que nunca había visto en sus ojos. ¿Hambre?
¿Traición? No estaba segura. Había pasado por mucho. La culpa me
bañó mientras giraba mi mirada a donde estaba mi abuela, viendo
mientras estrechaba su mano con la de Lucian antes de volver a mí.
—¿Sobre qué fue eso? —pregunté mientras trataba de ignorar a
Lucian inclinando su enorme figura dentro del Land Rover antes de
irse sin algo parecido a un adiós.
—Me estoy adaptando a los tiempos —dijo con una sonrisa triste—.
Vamos, debemos prepararnos para lo que debe ser hecho pronto.
Capítulo 22

Ella está loca como una cabra y es mía, o solía serlo.


~Magdalena.

Un par de días pasaron con la abadía en un arrebato de actividad


mientras todos se movían alrededor, haciendo sus tareas diarias y
ayudando a crear pociones. Me senté en la ventana de nuevo, viendo
las barreras que nos protegían de los demonios afuera.
Había pasado incontables horas tratando de conseguir que Kendra
solo me hablara, y aun así seguía poniendo más distancia entre
nosotras. Ni siquiera hacer descomunales tareas juntas le urgía a
hablarme. Ella había, de alguna forma, comenzado a hablar con todos
menos conmigo.
Miré por la ventana y no la escuche acercarse hasta que su mano
toco mi hombro. Levanté la mirada hacia ella con sorpresa.
—Kendra —dije suavemente antes de mirar alrededor en la ahora
vacía habitación.
—Necesito que me lleves a un lugar —dijo duramente mientras
doblaba los brazos sobre su pecho.
—No podemos irnos —me burlé y fruncí el ceño ante su petición—.
Es demasiado peligroso dejar la abadía en este momento.
—Me lo debes por lo que sucedió —espetó acaloradamente—. Vas a
llevarme a donde necesito ir sin hacer preguntas.
La miré en confusión y entonces negué con la cabeza. Me levanté y
me estiré.
—¿Sabes que podríamos morir ahí afuera verdad? —pregunté con
cuidado.
—Eres poderosa —se burló—. Es de lo que todos están hablando. Lo
especial que eres, lo mucho que has hecho y en lo que te vas a convertir
algún día.
Ella me odiaba. Estaba en su tono, en la forma en que me miraba. La
culpa me asalto y mire la habitación casi vacía, con solo unas personas
alrededor.
—Tengo que conseguir algunas cosas primero —declaré, viendo
mientras asentía y acomodaba su falda—. Podrías querer cambiarte a
unos pantalones y zapatos reales.
—No tengo ninguno aquí —me miró expectante—. Pero tú sí.
Comencé a avanzar hacia las habitaciones, que estaban pasando el
primer conjunto de pasillos. Una vez ahí, abrí la puerta y la dejé entrar.
Saquee ropa y esperé mientras ella examinaba los pantalones y zapatos
que había puesto en la cama.
—¿Qué dicen que seré? —pregunté, tratando de hacer una
conversación educada.
—Dicen que estás con Lucian Blackstone, incluso aunque él debería
ser considerado enemigo del aquelarre. Pero entonces, yo lo sé mejor
que la mayoría, considerando lo que me pasó. Lucifer me llamó por tu
nombre cada vez.
—¿Cada vez que qué? —pregunté.
—Cada vez que se forzó en mi interior —susurró ella, e hice una
mueca—. Los de aquí creen que serás la siguiente Suma Sacerdotisa,
porque tienes mucho poder dentro de ti.
—¿Es así? Que mal que no quiera serlo —gruñí mientras me movía
para agarrar algunas cosas, que metí en la mochila solo en caso de que
no volviéramos hoy.
—¿Por qué no lo querrías? —Preguntó con incredulidad—. El solo
ser mencionado por ahí como una posibilidad es un honor.
—¿Un honor por qué? ¿Estar encerrada, ser escondida de los otros
cuando las cosas salen mal? Preferiría ayudar al aquelarre en las líneas
frontales y dejarle la política a alguien más.
—La política la maneja el aquelarre, tú serias la líder —explicó ella,
como si no entendiera lo que estaba diciendo.
—Entiendo exactamente lo que significa —dije suavemente—. Tú
querías ser la que lo manejara cuando éramos pequeñas, no yo.
—Tengo muy poco poder, ya que parece que me lo has quitado —
gruñó, y levanté una ceja ante su ira.
—No fue una elección. No fue una cesión, nací con ello.
—Y aun así no fuiste iniciada aquí —sonrió.
—No, no lo fui, pero tú lo sabes.
—Solo llévame a donde necesito ir por favor —dijo suavemente—.
He pasado por mucho y es difícil perdonarte por lo que soporte.
—Lo sé —susurré a través del nudo en mi garganta—. No sabía que
estabas ahí, o hubiera ido por ti.
—No creo que hubiera importado —dijo ella mientras me daba la
espalda y comenzaba a vestirse. Trague bilis mientras las furiosas
cicatrices rojas eran reveladas. Mis pies retrocedieron, alejándome de
la culpa que me atravesaba.
Ella había sido torturada porque pensaron que era yo. Mi hermana
había sido preñada por Lucifer porque pensó que era yo, y entonces la
arrojó a sus secuaces cuando tuvo éxito.
Sus piernas estaban cicatrizadas donde la amarraron, y sus muñecas
llevaban el mismo patrón de cicatrices. Marcas de látigo cubrían su
espalda y sobre su trasero mientras se subía los jeans.
—Están apretados —dijo mientras se daba la vuelta. Bajé la mirada
al pequeño bulto que estaba perfectamente acomodado en su barriga.
No podía hablar más allá del creciente nudo en la garganta. Quería
gritar por lo que ella había soportado. Que había tomado mi lugar y
atravesado un completo infierno para volver a nosotros. Asentí y me
moví de regreso a la pequeña caja de ropa que había traído, sacando
unos pantalones de ejercicio. Se los pasé y se cambió, entonces salimos.
—¿Esperas que pase por ahí? —espetó mientras veía la entrada
cubierta de musgo. Telarañas la cubrían, con décadas de polvo y otros
desechos.
—¿Quieres ir o no? Porque no hay forma de que nos permitan salir
por la puerta del frente. La otra puerta fue dañada en la explosión y en
lugar de repararla, la sellaron. Esta es la única salida disponible para
nosotras. La otra está protegida con magia ya que sale al otro lado del
pueblo, cerca de la entrada al Infierno. Tampoco creo que sea sabio
trepar en tu condición. Son casi dos kilómetros sobre tus manos y
rodillas, y mi auto está afuera, bueno, técnicamente es el tuyo.
—Por aquí funciona —dijo, levantando la nariz mientras pasábamos
telarañas y bolas de polvo del tamaño de Texas para escaparnos.
Una vez que llegamos a la puerta, la abrí y contuve el aliento. Nada
paso, así que nos movimos más allá de las runas y a través de los
árboles hasta que alcanzamos los autos, que estaban situados lejos de
la abadía.
Abrí la puerta del conductor y ella se movió del lado del pasajero. Me
pare ahí mirando la puerta cerrada del auto antes de subir.
—¿No quieres conducir? —pregunté mientras ponía las llaves en el
encendido y arrancaba.
—No, por supuesto que no —musitó ella.
—¿Vas a decirme a donde vamos entonces? ¿O solo se supone que
conduzca en círculos hasta que acierte?
—Necesito ir al Gremio de Spokane —dijo y me tensé.
Me detuve mientras la miraba, segura de que no la había escuchado
correctamente.
—¿Te refieres al recientemente remodelado? ¿El que actualmente
está siendo construido como una fortaleza, ese Gremio? —pregunté.
—Sí, conozco una forma de entrar —respondió, como si hubiera
dicho que era un día soleado afuera, que no lo era. Estaba lloviendo y
feo afuera. Y ella quería ir al Gremio, en el que casi había perdido la
cabeza, gracias a una rubia loca con una enorme espada, que
casualmente estaba con los Fae.
—Sabes que ellos están ahí, vigilándolo —murmuré—. Si nos
atrapan irrumpiendo, no va a gustarles.
Ella se encogió de hombros como si fuera una consecuencia
pequeña.
—Lo que sea que venga a nosotros, puedes manejarlo —dijo después
de que pasaron unos momentos de silencio.
—Uh, no, no puedo. Son Fae, Kendra. Como, los Fae inmortales del
mundo que no van a morir y son casi totalmente inmunes a la magia,
sin mencionar que tienen una Fae que fue entrenada como bruja y no
es una con la cual puedas joder.
Se encogió de hombros de nuevo y vio por la ventana mientras
pasábamos la señal del pueblo. Se dio la vuelta mientras pasábamos.
—¿Dónde está la señal de Haven Crest?
Fruncí la nariz, riéndome de ella.
—La derribaron cuando decidieron que ya no era necesaria. Ahora
está frente al ayuntamiento. Nos enseñaron eso en nuestras lecciones.
Fue remplazada con la de Metaline Falls.
—Lo siento, tengo pedazos faltantes de memoria de antes
de…bueno, ya sabes.
—Sí, lo sé.
Llegamos al Gremio en poco menos que una hora y estacionamos a
lado de un decrepito edificio. Estacioné el auto y salimos, viendo la
vieja cosa con inseguridad. Parecía que había sido construida cuando
los comerciantes entraron por primera vez a esta ciudad y la
nombraron.
—¿Estás segura de que este es el lugar? —pregunté, mirando la calle
donde se ubicaba el Gremio con prístinas puertas nuevas y escaleras
que llevaban a ellas. Esto era nuevo, pero había pasado un tiempo
desde que estuve aquí, o que las cámaras de noticias habían sido lo
suficientemente valientes para acercarse y conseguir una buena
imagen, por lo que importa.
—Hay un sótano con escaleras que llevan a las catacumbas que
corren dentro del Gremio. Puedes alcanzar los cuartos secretos a
través de él. No fueron muy inteligentes.
—Estuviste aquí antes —declaré, sin molestarme en hacerlo como
pregunta.
—Varias veces —acordó—. Tienen archivos de los primeros
aquelarres e incluso más que eso. Criaturas que no puedes comenzar a
creer que existan, su información también está guardada en el Gremio
para ser protegida de nuestros enemigos.
—Entiendo eso pero, ¿por qué viniste? Sabías que no era seguro
para ti.
—Curiosidad, al principio, y después necesitaba hechos —explicó
mientras abría la puerta envejecida, que se resistió. Empujé con ella, y
juntas la abrimos. Sacudí mis manos y entonces corrí para alcanzarla
mientras ella lideraba el camino al sótano.
—Este lugar apesta —dije, preguntándome como su nariz
embarazada podía manejarlo.
—Una vez fue una fábrica de papel usada por el Gremio y un
periódico. Entonces el Gremio se cerró a las otras facciones,
manteniendo sus secretos protegidos del mundo exterior —bajo por
un tramo de escaleras que no parecían muy firmes. La seguí,
preguntándome a donde había ido su miedo. Había sido aventurera, sí,
pero le temía a las alturas y en este momento estábamos bajando la
escalera más vieja del mundo, sin un final a la vista.
—¿Y cómo sabes todo eso? —pregunté mientras la madera crujía
debajo de nosotros.
—Lecciones de historias, ¿dónde más? —se burló mientras
seguíamos bajando.
Lo que se sintió como una eternidad después, cuando llegamos al
final, el piso estaba cubierto de agua. Ella no dudo, solo se movió
directamente encima mientras iba hacia el Gremio.
—¿Qué necesitas del Gremio? —pregunté y ella se detuvo, girándose
para verme.
—¿Por qué tantas preguntas?
—Porque tengo curiosidad de saber por qué estamos arriesgando
nuestras vidas. ¿Qué podrían tener ellos que necesites?
—Tienen unos cuantos collares, para empezar, unos que protegen de
los demonios. También tienen montones de cosas que podrían
asistirnos al pelear contra Lucifer, si llegamos a ello. Necesitamos todo
lo que podamos conseguir para protegernos de él. No tienes idea de lo
malvado que es.
—Kendra, él es el diablo, se auto-explica solo.
—De hecho, no es el diablo. Ese sería Satán, está un paso arriba de él.
Él es el Príncipe de la Oscuridad, o Lucifer. En segunda, hay peores
monstruos en el mundo que él, ahora que cada monstruo conocido por
la humanidad puede ser liberado.
—Estoy bastante segura que él es el peor de nuestros problemas por
el momento —dije mientras empujaba contra la puerta secreta que se
abrió, liberando más agua en la ya creciente piscina a nuestros pies.
—Estas cosas van a ayudarnos —insistió mientras entrabamos a
piso seco y pasábamos la puerta—. Cierra detrás de nosotras.
Cerré y la seguí. Ella susurró el hechizo para la luz, y varias velas que
adornaban la pared explotaron con llamas. Entre más profundo nos
adentrábamos al Gremio, más crecía la sensación de estar encerrada.
No fue hasta que llegamos a un cuarto que estaba lleno de cráneos
que me detuve, viendo el solitario ataúd. Era viejo, y estaba
hermosamente grabado. Me estremecí mientras la luz de las velas
bañaba las palabras, brillando mientras pasábamos. Estremeciéndome
de nuevo, continué siguiéndola fuera del cuarto hasta que se paró
frente al que tenía los grimorios dentro.
Ella esperó, observando hasta que se dio cuenta que no podía abrirse
por su cuenta. Frunció el ceño, moviéndose para abrirla. Dentro, no
había nada más que algo de basura. Ella giró en un círculo completo.
—Imposible —dijo, empujando su cabello lejos de su cara y
sosteniéndolo atrás—. Debería haber montones de grimorios y joyas
aquí. El archivo decía que estaba lleno de artefactos del paso del
aquelarre a través del tiempo aquí.
—Leí que una bruja enloquecida los puso aquí, bajo el cuidado del
Gremio —musité y el color se drenó de su rostro.
—¿Enloquecida? Estaba siendo cazada, no estaba loca. Era brillante,
la primera en alejarse de la oscuridad de las antiguas brujas, y
permaneció así por mucho tiempo antes de ceder al deseo de volverse
completamente oscura. Escribió sobre eso para las demás así podíamos
forjarnos para volvernos lo que era necesario. Fueron archivados aquí
por los Ancianos del Gremio. Si estaban aquí, ¿tal vez pueden decirnos
quien los tomo?
—El Gremio cayó, Kendra. Poco después de que estuvieras aquí, cayó
ante una maldad superior.
—Un Gremio no cae, es el Gremio.
—Tu sabias que cayó, ¿recuerdas? —pregunté mientras ella negaba
con la cabeza.
—Es imposible —discutió—. Ven, hay otras cosas que ella dejo aquí.
No me moví.
—¿Quién es ella?
—Las brujas de nuestro aquelarre —dijo como si fuera una niña
malcriada a la que se lo habían dicho muchas veces antes—. En
tiempos de guerra, escondían cosas para otras en caso de que el
aquelarre cayera —la seguí con una sensación de inquietud mientras
volvía a la habitación con el ataúd. Comenzó en la pared, removiendo
cráneos y, de vez en cuando, sacando una pieza de joyería de ellos. Iba
a tomarle años terminar.
—¿Esto no es violar la paz de los muertos? —pregunté, alcanzando
un cráneo.
—No si dieron sus vidas por nosotras. La mayoría debe haber sido
colocado aquí posterior a su muerte, pero en tiempos de discordia, es
un honor para una bruja dar su vida y alma para proteger al Gremio.
Esconden recuerdos, información, hechizos, y algunas veces pedazos
de nuestras joyas de protección. Una vez que termines de reunirlas,
tienes un poderoso amuleto que puede ser de luz o de oscuridad.
Le ofrecí un cristal que saque de un cráneo y ella sonrió mientras lo
dejaba caer en su creciente pila, una vez que cada cráneo fue revisado y
puesto en un montón como instruyó, se movió hacia el ataúd.
—Algunos incluso darían su vida para cazar a los enemigos del
aquelarre en el nuevo mundo, para vengar a sus hermanas o al ser
amado. Leí que esta dio su alma para tenerla atada a otra bruja…para
capturar un monstruo, uno que planeaba matar.
—Eso es horrible —dije, notando que había leído mal la inscripción
del ataúd.
—¿Por qué? ¿Por qué la venganza es mala si salva a los que amas?
Creo que fue valiente; estar sin alma no es algo que muchos puedan
manejar, y sin embargo la suya la dejó para unirse a las demás. Así ella
nunca podría seguir adelante, podría dormir sin descanso.
—¿Quieres decir que está viva? —pregunté dudosa.
—No del todo. Su alma se unió a otra, por lo tanto está fracturada. Si
una parte del alma deja el cuerpo y la otra no es atada, ambas almas
dejan ambos cuerpos. Atar almas toma tiempo, y sin embargo no es
fácil de hacer. Ella ató la suya, lo que permitió a la anfitriona
mantenerla dentro de ella mientras este cuerpo moría. Por desgracia,
cuando renaciera, solo sabría aquello para lo que fue hechizada, y esos
recuerdos irían a la misma alma con la que murió la porción más
grande.
—¿Así ella tomaría el control del alma y cuerpo? —pregunté, sin
entender la lógica.
—Si es lo suficientemente fuerte para silenciar a la anfitriona y
eventualmente matar al alma, sí —dijo mientras empujaba la tapa del
ataúd y se rompía en el suelo de piedra. Miré alrededor y entonces
retrocedí un paso, poco dispuesta a ver los restos dentro del ataúd.
Ella buscó, sin importarle la persona muerta en el interior. Me alejé
más, observando mientras sacaba cosas y las ponía en sus bolsillos. Los
sentí antes de verlos. El aire vibro con poder y los pelos de mi nuca se
levantaron en alerta.
—Kendra —susurré mientras me movía hacia ella y musitaba las
palabras para hacernos invisibles. Tan pronto como lo hice un hombre
con cabello rubio oscuro se materializó a centímetros de nosotras.
Synthia estaba a su lado, vestida en un fluido vestido blanco. Casi di un
suspiro de alivio, hasta que un monstruo con enormes alas del color del
cielo a medianoche entró. Sus irises brillaban color ámbar mientras
miraba directo al ataúd.
—Lena —suspiró Synthia mientras presionaba el puente de su
nariz—. Tres segundos, es el tiempo que te daré antes de comenzar a
balancearme con la espada —gruñó.
Dejé caer el hechizo y exhalé lentamente mientras todos hacían una
doble toma de Kendra y yo. Kendra levantó la mano en el aire, tratando
de conjurar magia. Empujé sus manos abajo en el último segundo.
—¿Por qué me detienes? —demandó ella.
—Porque no van a lastimarnos —declaré mientras veía a Synthia.
—Dijiste que iban a matarnos —siseó ella.
—No, dije que no les gustaría que estuviéramos aquí para detenerte
de querer venir.
—¡Son nuestras cosas! —se quejó enojada.
—Synthia —susurré, tratando de luchar por calma. La bestia se
movió y mis ojos se levantaron, más y más arriba, hasta que mi cuello
estuvo inclinado para poder verlo. Exhalé una respiración temblorosa
y me alejé, golpeando algo sólido. Giré, encontrando brillantes ojos
color zafiro mirándome con interés.
—Se amable Zahruk —se rio Synthia—. Cambia de nuevo antes que
rompas sus pobres cuellos. Hada, no me gruñas. Lena, explica por qué
estás aquí. Tú ya…—negué con la cabeza detrás de Kendra y las
palabras de Synthia se detuvieron—. Espero una respuesta.
—Necesitábamos cosas que el aquelarre escondió aquí para poder
luchar contra los demonios —expliqué mientras Kendra les fruncía el
ceño con desdén.
—¿Y no pensaste en pedirlos? —ofreció.
—No, no creo que pensáramos mucho en esto en realidad —admití y
observé los labios de Zahruk levantarse en una sonrisa seductora.
Ryder se rio directamente y Synthia cubrió su propia risa con la mano.
—Tengo que estar de acuerdo, en el momento en que entraron
sonaron las alarmas —dijo suavemente.
Poder recorrió el área y mire alrededor con curiosidad, dándole a
Adam una mirada fría mientras tomaba forma. Sonrió sin
preocupaciones, como si no hubiera estado encima de mi ayudando a
Lucian.
—Imbécil —le dije enojada.
—Lena, es bueno verte con más…de tu propia mente —respondió
fácilmente—. Me alegra ver que salieras viva.
—No con tu ayuda, ¿cuál fue el precio por ayudarlo a marcarme?
¿Ayudarlos a marcarme? —demandé.
—¿De qué está hablando? —preguntó Synthia, su mirada
moviéndose entre mi rígida ira y su fácil sonrisa.
—Lucian pidió un favor y lo cumplí, así que ahora me debe uno.
—¿Y qué tuviste que hacer? —demandó ella.
—Él me volvió inconsciente ante sus…cosas —arreglé al último
momento mientras calor llenaba mis mejillas.
—¿Eso es verdad Adam? —preguntó ella suavemente, pero él se
paró más recto y tuvo la decencia de parecer culpable mientras se
rascaba la cabeza.
—Tú sabes lo que él hace, sabes lo que yo necesito —explicó él.
—Ella no merecía eso, ninguna mujer lo hace.
—¿Crees que me gustó hacerlo? Quiero decir, ella es caliente como el
infierno, pero no es la que quiero… pero necesito que él me deba un
favor. Él hubiera encontrado a algún otro idiota al que no le hubiera
importado si salía dañada en el proceso. Ella está viva, tiene su mente.
Debería estar feliz porque haya sido yo y no alguien más.
—¿Ustedes son hermanos? —pregunté, sintiendo un tirón en mi
corazón mientras la imagen de Joshua aparecía brevemente antes de
desvanecerse. Se detuvieron, viéndome mientras los analizaba.
—No, pero fuimos criados aquí juntos —dijo ella antes de moverse
más cerca—. Deberías irte, y la próxima vez, pregúntanos primero. Si
es de tu aquelarre, es tuyo, no nuestro. No tengo problema en dártelos,
a menos que puedan dañarte Lena.
—Algunas brujas nacen del fuego. Otras pasan su vida tratando de
atraparlo. Yo ya no lo hago. Soy el fuego ahora —toque mi cabeza—.
Fui bañada en fuego y nací bajo la sangre de la luna Synthia. No tienes
que preocuparte por mí, no por esa razón de todos modos —Zahruk
me pasó, moviéndose a la otra habitación mientras Ryder salía de la
que estábamos. Di la vuelta, preparándome para decirle a Kendra que
estaba de acuerdo en regresar pero ya no estaba—. ¿Qué demonios? —
moví hacia el ataúd, encontrando nada más que artefactos y una
escalera que llevaba más profundo en los túneles y catacumbas.
—Ella te dejó justo después que las atrapáramos —dijo Synthia
ladeando la cabeza—. Yo, sin embargo, necesitaba saber cómo lo
hiciste, así que la deje porque asumí que no querías que ella supiera.
—¿Hacer qué? —pregunté, sintiendo una avasallante urgencia por
seguir a Kendra.
—Tomar los grimorios en tu mente y aferrarte a ellos. Nadie lo ha
hecho antes y vivió —respondió—. Hay historias de brujas que lo
intentaron y fallaron. Murieron en cuestión segundos. Tú todavía los
tienes y tienes el control.
—Honestamente, no lo sé. Solo toque las páginas y llenaron mi
mente.
Ella estrechó la mirada mientras consideraba mis palabras, y
entonces asintió.
—Mantén tus secretos Lena, pero debes irte. No habíamos planeado
quedarnos mucho. Hasta que tengamos guardias estacionados aquí, no
es seguro para mortales.
—Pero Kendra, ella no puede estar sola. Ha pasado por el infierno,
literalmente.
—Vamos a encontrarla y devolverla a la abadía, lo prometo.
Me fui antes que pudieran cambiar de idea. Kendra me había dejado
tirada, y que me enfrentara a los Fae sola. Nada agradable. No cuando
esta fue su idea en primer lugar. Me metí al auto y miré alrededor,
odiando que no estuviera conmigo.
Conduje hacia casa. Tan pronto como entré a la estrecha autopista
que llevaba al pueblo, un rayo de luz golpeó el auto, el sonido de
vidrios rompiéndose llenando el pequeño espacio. No tuve tiempo para
reaccionar antes que el auto diera vueltas en medio del camino. Mi
rostro se estrelló contra el volante antes que se desplegara el airbag y
el auto volcara deteniéndose en medio del camino.
Podía oler el molesto hedor de la gasolina, pero no podía moverme.
El dolor me mantenía bloqueada ahí, incapaz de moverme o hacer nada
por mí misma. Podía ver los pies de figuras sombreadas, varios pares
mientras se aproximaban al auto. Moví la boca para pedir ayuda, pero
nada salió excepto un gemido lleno de dolor. Más sombras se
aproximaron por el costado del auto, moviéndose hacia los otros, y
entonces colisionaron. Luz explotó, como si estuvieran lanzándose
luces unos a otros.
Brazos fuertes me alcanzaron, empujando la destrozada ventana
mientras mi cinturón era cortado. Podía escuchar otros sonidos… ¿Un
pelea? Podía ver sombras moviéndose alrededor del auto, escuchar el
sonido de metal estrellándose, junto con otras cosas. Todo fue borroso
mientras parpadeaba. El olor de la gasolina y el sonido de este cayendo
en el concreto hizo que se me revolviera el estómago. Sentí algo chocar
contra el cinturón, mientras el sonido de tela siendo cortada y el dolor
se deslizaban por mí, alguien me sacaba del auto. Amables brazos me
sostuvieron, acunándome contra un pecho. No vi quién era, ni me
importaba. Nos alejamos del auto y entonces este explotó en una
montaña de luces.
El mundo se oscureció a mi alrededor, y el dolor me destrozó
mientras la conciencia se me escapaba.
Capítulo 23

Ya no estoy asustada de las pesadillas, no cuando he sobrevivido


lo suficiente para saber que eventualmente, siempre despiertas.
~Magdalena.

Mis párpados se abrieron de golpe mientras un dolor debilitante


irrumpía en todo mi cuerpo mientras la conciencia volvía lentamente.
Gemí mientras el dolor me desgarraba. Me dolía la cara hasta el punto
de que casi me rendí ante las gélidas garras que luchaban por
regresarme a la inconsciencia. Me asomé lo mejor que pude, teniendo
en cuenta que sentía la cabeza como si me pesara.
Me habían llevado a una casa de campo, que estaba cubierta de una
fina capa de polvo. Había una foto de una pareja mayor expuesta en la
pared sobre un fuego crepitante que ardía en el hogar. Las velas
alimentaban la luz de la habitación mientras el sonido de algo
golpeando otra cosa atraía mi atención hacia la esquina oscura de la
habitación.
Parpadeé dolorosamente mientras inspeccionaba los naipes que se
lanzaban a un cubo. Los rasgos del hombre estaban obstruidos
mientras las sombras de la habitación continuaban, aunque sabía que
me estaba despertando. Me palpé el cuerpo en busca de algo roto o que
faltara, y respiré aliviada al comprobar que no estaba encadenada a la
cama ni me faltaba nada.
El accidente se repitió en mi cabeza. Los pocos segundos que tardó el
coche en perder el control y volcar me hicieron tomar conciencia. Las
figuras sombrías que habían luchado frente a las puertas se hicieron
más claras ahora que no estaba en shock por el dolor. Los demonios
me habían atacado, lanzándome esos extraños rayos de energía. Lucian
había estado allí. Le había observado mientras el olor a gasolina me
producía náuseas. Había más demonios de los que podía contar y él y
sus hombres los habían alejado del coche, de la gasolina que se
derramaba en la carretera y de mí.
Alguien me había agarrado, sacándome de los restos mientras la
gasolina seguía extendiéndose por la calzada. Momentos, eso es lo que
tardó en suceder todo. El hombre me había salvado de los restos del
auto, acunándome con delicadeza mientras se alejaba de los que
luchaban delante del coche, y entonces ocurrió. Otra ráfaga de luz azul
golpeó el coche y éste explotó mientras el mundo cambiaba, y entonces
la oscuridad me reclamó. Había sucumbido a la atracción del dichoso
sueño.
Intenté forzar mis miembros para que funcionaran, para moverme lo
suficiente como para sentarme en la cama y enfrentarme a quienquiera
que fuera que permaneciera en las sombras de la habitación,
observándome.
—Lenny, para antes de que te hagas daño —la voz de Joshua llenó la
habitación, y un sollozo estalló de mis labios hinchados.
—He muerto —murmuré—. Esto es el cielo —Parpadeé con las
lágrimas retenidas mientras él se acercaba, su mirada azul sosteniendo
la mía mientras negaba con la cabeza. Empecé a sonreír pero me dolió
demasiado, y luego hice una mueca de dolor al darme cuenta de que en
el cielo había dolor.
—No has muerto —anunció suavemente, arruinando mi ilusión—.
Estuviste a punto de morir, pero te saqué de allí.
—Demonios —susurré, incapaz de decir mucho por el dolor.
—Sí, demonios —asintió lentamente, sentándose en la cama en la
que estaba tumbada, y me miró—. Estás hecha una mierda.
Resoplé y luego gemí por el sutil movimiento. Sacudió su cabeza y
sacó una moneda del bolsillo, moviéndola entre sus dedos con hábil
precisión. La miré con tristeza mientras se abría paso entre sus dedos
como si estuviera realizando un truco de magia.
—¿Tan malo es? —pregunté con sorna.
—Peor, no creas que el puto airbag del auto funcionó —admitió—.
Usé magia para curar lo peor, pero ni siquiera la magia pudo
deshacerlo todo. Tu novio tardó en llegar a ti —gruñó mientras se
giraba hacia mí—. Si no hubiera estado rastreando a esa manada de
demonios, ahora mismo estarías muerta.
El corazón se me estrujó al ver de quién se trataba: Benjamin. Joshua
estaba muerto, y su gemelo estaba aquí, salvando mi trasero en su
lugar. A estas alturas, sólo era sal para la herida. Spokane no había
estado infestada de demonios como nuestra ciudad, pero claro, en las
ciudades más grandes también sería más difícil notar el caos. Parecía
como si sólo nuestro mundo, aquí en el tranquilo oasis del bosque de
Colville, fuera el epicentro de todo lo que iba mal.
—Benjamin —murmuré mientras una lágrima se deslizaba por mi
mejilla.
—Ahí está, esa absoluta decepción cuando recuerdas que no soy
Joshua —dijo sin cinismo y sólo con un toque de decepción—. Nunca
he pretendido hacerte daño, pequeña Lenny. Tal vez algún día me ames
como lo hiciste con él, ¿verdad? Tal vez si te salvo el culo lo suficiente
—se burló mientras se levantaba.
—¿Por qué me salvaste? —pregunté, sin saber si lo había hecho
porque éramos parientes o si tenía una razón más siniestra.
—No podía acercarme a ti hasta ahora —explicó encogiéndose de
hombros—. Lucian jodidamente se aseguró de ello. Sabes que no es lo
que crees que es, ¿verdad? Dime que eres lo suficientemente
inteligente como para darte cuenta.
—Lo sé —murmuré mientras mis párpados se volvían pesados—.
¿Cuánto tiempo he estado aquí? —pregunté con displicencia.
—Dos días, llevas dos días inconsciente.
—Nos encontrará —murmuré mientras cerraba los ojos.
—¿Por qué, porque te marcó? —preguntó—. Puse protecciones para
evitar que eso ocurriera. Nadie sabe dónde estás, pequeña Lenny. Esta
es la cabaña de mi padre; está fuertemente protegida y escondida en
las montañas. Tuve que tomar medidas para asegurarme de que
estábamos solos.
—¿Por qué? —Gimoteé mientras me acomodaba en la cama,
haciendo que el dolor se disparara por mi cuerpo.
Benjamin se levantó, moviendo la almohada para ayudarme a
ponerme cómoda. Se inclinó y besó mi frente con un beso suave como
una pluma antes de retirarse.
—Porque hay cosas que tienes que saber, y cosas que tendrás que
hacer si quieres salvar a la gente que amas. Están ocurriendo más
cosas de las que puedes ver o empezar a entender, Lenny. Nadie está a
salvo de esto, ya no. Ahora mismo, necesitas dormir y curarte, porque
necesitarás tus fuerzas para lo que tengo que decirte.
No luché contra él, sobre todo porque no podía. Tenía razón; tenía
que curarme porque el dolor era intenso y superaba mi necesidad de
cualquier otra cosa en ese momento.
Cuando me desperté la siguiente vez, el sol entraba por las ventanas
abiertas. La música sonaba en el exterior y tardé unos instantes en
aclimatarme y recordar dónde estaba y con quién. Me senté
lentamente y llevé las piernas al borde de la cama. Me puse de pie,
comprobando mi equilibrio mientras me enderezaba y me estiraba, y
luego gemí cuando mis brazos protestaron.
Entré cojeando al pequeño cuarto de baño y me miré la cara
maltrecha en el espejo. Incluso después de varios días, estaba morada y
azulada, con feos moratones rojos cubriendo la mayor parte de ella. Me
toqué la mejilla, donde se había formado el moratón más feo con
alguna forma burda de puntos que había utilizado donde la piel se
había desgarrado. Benjamin tenía razón; mi aspecto era horrible.
Alivié mis necesidades y usé mi dedo con un poco de pasta de
dientes que encontré antes de salir del baño. Seguí el sonido de la
música en el exterior y encontré a Benjamin inclinado sobre el motor
de un coche deportivo, algo que Joshua solía hacer mucho antes de que
lo perdiéramos. Me apoyé en la puerta y observé cómo apretaba las
cosas, luego comprobaba el aceite y otras cosas antes de volverse para
mirarme.
No dijimos nada, sólo nos miramos hasta que el silencio se hizo
incómodo y me acerqué. Me incliné sobre el motor mientras él
empezaba a comprobar lentamente las cosas de nuevo. No sabía qué
pretendía decirme, ni por qué había supuesto que Lucian le había
impedido llegar hasta mí, pero tenía mucho que explicar.
—¿Supongo que debería empezar por el día en que perdiste tus
recuerdos? —preguntó, tirando un trapo con aceite a un lado mientras
me miraba.
—Probablemente —respondí.
—Los estaban atacando, pero no había una mierda que pudiera
hacer al respecto —dijo suavemente mientras sacaba una moneda de
su bolsillo y comenzaba a moverla entre sus dedos—. Vi cómo los
encerraban en la abadía, pero había demasiados demonios como para
intentar intervenir. No fue hasta que te llevaron allí que pensé en
intentar sacarte, pero no te dejó más que unos minutos y las otras
criaturas te rodearon una vez que el Fae había usado su magia para
dormirte. Te oí gritar y todo lo que había dentro de mí gritó contigo, y
luego dejaste de hacerlo. Intenté alejarme de ellos, pero él los envió a
buscarme. Lucian quería saber qué estaba haciendo allí. Me retuvo
durante unos días, interrogándome hasta que decidió que no valía la
pena el esfuerzo antes de liberarme en medio de las montañas de
Montana.
››Tardé en volver aquí, pero cuando lo hice, supe por qué. Decían que
había sido una explosión. Yo sabía que no lo fue. Entonces te observé,
me di cuenta que no eras tú misma en absoluto. No pude acercarme a
ti, y entonces supe por qué. Te habían hecho creer que eras Kendra, y
supe que ella estaba donde Lucifer la llevó. Él sabía que te diría la
verdad. Supongo que por eso me dejó en las montañas, para ganar
tiempo.
—Eso lo averigüé por mi cuenta —afirmé mientras me limpiaba las
manos en mis vaqueros ensangrentados. Examiné mi ropa rasgada y
luego mis brazos, que estaban magullados.
—Sí, no tenía nada aquí que te sirviera —Se encogió de hombros—.
Seguro que eso también habría sido difícil de explicar.
—Está bien —dije mientras se movía hacia la casa. Moverse era
doloroso, pero después de ver mi cara, sabía por qué. Volví a entrar
cojeando, siguiendo su espalda rígida hasta que sacó una silla en la
pequeña mesa redonda—. ¿Tu padre vivía aquí? —pregunté.
Nunca había conocido a su padre, y no había oído hablar mucho de
él, aparte de que mi madre lo había amado una vez. Siempre había
asumido que teníamos el mismo hasta que mi madre nos dijo lo
contrario, lo cual estaba segura que explicaría muy pronto.
—Todos tenemos el mismo padre, Magdalena —refunfuñó—. Tu
padre también es Drake, sólo que ella no podía decírtelo ni a ti ni a los
demás. ¿Por qué crees que esta cabaña está tan cerca de tu casa? Tu
padre, el que decían que era tuyo, no lo es —explicó suavemente,
observándome mientras asimilaba la noticia—. Estaban enamorados,
al menos hasta que se separó. Encontré sus diarios cuando volví a
encontrar este lugar. Descubrí cosas, toneladas de cosas que ojalá no
supiera. Cosas que cambiarán todo lo que alguna vez pensaste que era
cierto o correcto. Lo que te diga no será fácil de creer, pero te lo
demostraré —dijo mientras se pasaba los dedos por el pelo—. Todo.
Un escalofrío me recorrió la espalda, sabiendo que no mentía.
Tragué lentamente y asentí.
—Cuéntame.
Capítulo 24

Nada es nunca lo que parece, y la realidad siempre es más fría


cuando sabes la verdad.
~Magdalena.

Le dije a Benjamin que me dejara a un kilómetro y medio de la abadía


para que no tuviera que lidiar con el aquelarre, pero también porque
todo lo que me había contado se me pasaba por la cabeza. Tenía
pruebas de todo lo que me había dicho, y tenía sentido. Todo lo que
había estado sucediendo, y todo lo que sabíamos que estaba por venir...
todo encajaba.
Eso significaba que toda mi vida había sido una mentira, y que todos
los que amaba me habían mentido. Las cosas que nos habían enseñado
estaban mal, y las consecuencias, bueno, todo el mundo las sufriría.
Pasé por encima de las ramas, odiando que cada movimiento que hacía
me doliera. El dolor había disminuido, pero todo lo que hacía me dolía.
Caminar probablemente no había sido una de mis ideas más geniales,
pero si Benjamin hubiera venido conmigo, habría sido un invitado
involuntario a la abadía.
Despejé la espesa maleza y me quedé en el borde del bosque,
observando cómo Lucian y sus hombres discutían con el aquelarre. Él
no parecía contento, pero mi abuela tampoco. Se entregaban bolsas a
sus hombres, que luego se cargaban en los autobuses que esperaban.
Observé la abadía y me fijé en las marcas carbonizadas que habían
creado grietas en las paredes. Las puertas colgaban de las bisagras.
Avancé lentamente mientras las mujeres y los niños eran trasladados
de la abadía a los autobuses que esperaban.
El corazón se me subió a la garganta al ver el rostro de mi madre, tan
maltrecho y magullado como el mío. Me apresuré a avanzar, oyendo mi
nombre murmurar o susurrar mientras me acercaba a los que
continuamente entregaban objetos.
—Lena —pronunció mi madre, dejando caer las bolsas que sostenía
mientras corría hacia mí—. Oh, Lena, estás viva —gritó mientras me
rodeaba con sus brazos y un sollozo estalló en ella. Me abrazó como si
temiera que desapareciera. Grité de dolor pero ella lo ignoró,
abrazándome con fuerza.
—¿Qué ha pasado aquí? —pregunté, pero ella no dijo nada mientras
gigantescos sollozos sacudían su cuerpo mientras me abrazaba aún
más fuerte.
—La abadía fue atacada anoche. Las runas y las protecciones fallaron
—dijo la abuela mientras ponía una mano en mi hombro—. ¿Estás
bien? —murmuró preocupada, observando los maltrechos moratones
del accidente.
—Parece peor de lo que es —mentí—. ¿Cómo han podido atravesar
las runas y las protecciones? —Pregunté.
—No lo sabemos, pero lo hicieron. Perdimos a un niño; se lo llevaron
en el ataque y no pudimos seguirlos. También murieron algunas brujas
en el ataque inicial. Queríamos seguirlos para traer al niño de vuelta.
Pero no podíamos arriesgarnos a dejar la abadía sin vigilancia ni a
enviar gente a perseguir a los demonios.
—¿Así que nadie fue tras ellos? —Pregunté, pero incluso mientras lo
hacía, lo sabía. Había sido un caos, les habían atacado, y más vidas
habrían corrido peligro si lo hubieran hecho—. No importa, ahora no
importa —enmendé mientras miraba a la multitud de personas que
hacían cola para subir a los autobuses. Kendra estaba al final de la fila,
observándome con curiosidad.
No se apresuró a acercarse, feliz de que yo estuviera viva. Por el
contrario, se mostraba cautelosa, infeliz porque yo hubiera aparecido.
—¿Estás segura de que nadie ha quitado las runas? —pregunté,
mirándola con desconfianza y luego maldiciéndome por haberlo hecho.
—Lucifer estaba con ellos —admitió mi abuela—. No podía
atravesarlas y, sin embargo, sus demonios lo hacían con facilidad.
Me giré para mirarla, pero me detuve cuando una furiosa mirada
obsidiana se encontró con la mía. No había dicho nada y, sin embargo,
había sentido que su mirada me abrasaba la piel todo el tiempo. Por
mucho que intentara ignorarlo, no podía.
—¿Qué ha exigido? —Pregunté con cuidado.
—A ti; él no dijo nada sobre Kendra, sólo que no pararía hasta
conseguirte —murmuró ella sólo para mis oídos, y sin embargo sabía
que Lucian la oyó—. No podemos seguir arriesgándonos, Lena. Lucian
se ha ofrecido a alojarnos en su club hasta que podamos encontrar
otros arreglos. La abadía no puede soportar otro ataque, no mientras
esté fallando desde dentro. El daño es demasiado para nosotros con
nuestros limitados recursos.
—¿Fallando desde dentro? —Pregunté en voz baja.
¿Qué demonios había pasado en el poco tiempo que había estado
fuera?
—La calefacción ya no funciona, y sin haberse preparado para el
invierno, no hay leña para alimentar las chimeneas más pequeñas. La
caldera se estropeó hace dos noches sin previo aviso y necesita piezas
que no podemos encontrar fácilmente. El invierno está tan cerca que
no podemos arriesgarnos.
—Podemos recoger leña —argumenté—. Hay árboles por todas
partes que han estado caídos el tiempo suficiente como para que estén
secos y sean fáciles de traer para quemar.
—No hay tiempo, y enviar gente a recogerla es peligroso e
innecesario —rebatió—. Lucian tiene suficiente espacio para
contenernos, así como a las otras brujas que ya se dirigían a la abadía.
Estaremos más seguros con él y su gente.
—¡No sabemos de qué lado están! —Gruñí enfadada, sin importarme
que escuchara como cuestionaba su lealtad.
—Yo estoy del lado que no esté Lucifer —dijo suavemente—. Ya se
ha resuelto mientras tú no estabas. Dime, Lena, ¿dónde estuviste
mientras la abadía era atacada?
—Sobreviviendo —solté mientras me giraba para mirarle. Su mirada
se deslizó por mi cuerpo, volviendo a subir lentamente a mi maltrecho
y magullado rostro—. ¿Está despejada la abadía? —pregunté por
encima del hombro, donde mi abuela observaba nuestra discusión en
silencio.
—Lo está, deberías hacer las maletas —sugirió mientras una tristeza
que no podía comprender ni merecer cruzaba sus rasgos—. ¿Te
rompiste algo? Quedaba poco del auto cuando Lucian nos lo hizo traer.
Temíamos que hubiera pasado lo peor.
—No, estoy bien —dije mientras la mandíbula de Lucian se
estrechaba ante la mención de la palabra—. Tengo que recoger mis
cosas.
—Lena, lleva a Lucian contigo. Las habitaciones aún no han sido
desalojadas, pero todo fue trasladado a la parte delantera de la abadía,
menos tus pertenencias, por los hombres de Lucian. No sabíamos si te
habían llevado o si habías...
—Muerto —lo dije por ella—. Casi lo hice —Me reí sin hoscamente.
Ignoré a Lucian mientras entraba en la abadía, observando el daño que
se había hecho. El interior parecía una zona de guerra, con marcas
negras de quemaduras por todas partes. Supongo que se trataba de la
misma energía que las bombas que habían golpeado el coche,
haciéndolo perder el control.
Seguí adentrándome en la abadía hasta que me agarraron del brazo
y me empujaron contra la pared. Unos ojos de ónix me miraban
fijamente mientras yo levantaba la mirada.
—¿Dónde carajos has estado? —exigió.
—Eso ya no es de tu incumbencia, ¿verdad? —Resoplé mientras
examinaba el tic en su mandíbula martilleando salvajemente.
—Lo es cuando recorrí el infierno para encontrarte —advirtió.
—¿Y por qué harías eso? —pregunté, odiando que su toque hiciera
que mi corazón latiera salvajemente contra mi pecho mientras mi
estómago daba pequeñas volteretas.
—Desapareciste, joder, y tanto Spyder como yo no sentimos ninguna
conexión contigo. Eso no ocurre, así que explica dónde coño te
escondías y con quién estabas, ahora —gruñó.
—No tengo que responder ante ti —dije mientras lo alejaba de mí.
No me separé de la pared; estaba soportando mi peso y me sentía
debilitada por haber caminado tanto.
—No quieres presionarme ahora, Lena —me advirtió—. Tengo a
todo tu aquelarre de camino a mi club y sólo les he ofrecido protección,
nada más. Si quieres que se mueran de hambre, guarda tus malditos
secretos.
—Tú no harías eso —pronuncié vacilante. Él lo haría. Tenía todas las
cartas y lo sabía.
—Pruébame, Lena —presagió mientras se acercaba, obligándome a
levantar la cabeza para mantener el contacto visual—. Ya te lo he dicho
antes: no soy un tipo agradable. Consigo lo que quiero, y ahora mismo
eso es responder dónde carajos estabas y con quién estabas. Si eso
significa dejar aquí esos autobuses llenos de tu aquelarre, lo haré en un
santiamén.
—Eres un bastardo —rechiné entre dientes apretados.
—Esa no es la respuesta que he pedido —se quejó mientras bajaba
su boca hasta mi oído, inhalando mi aroma mientras sus manos me
aprisionaban—. Alguien te escondió de mí, y quiero saber quién fue y
cómo nos impidió localizarte.
—¿Estás muy celoso? —Pregunté suavemente mientras sus labios se
acercaban a los míos.
—No me pongo celoso —rió fríamente—. Me pongo malvado, así que
dime lo que quiero saber o ve a decirle a tu aquelarre que salgan de
mis autobuses.
Lo miré fijamente, sin saber qué decirle. La verdad ponía a Benjamin
en su radar, pero la otra nos dejaba expuestos y sin forma de
protegernos. La abadía estaba destrozada, incapaz de defenderse de un
ataque de Lucian si volvía a aparecer.
—Benjamin; me sacó del auto antes de que explotara —susurré
mientras su mirada furiosa se estrechaba ante el descubrimiento—. Me
curó las heridas hasta que desperté. No sé cómo te bloqueó, ni por qué
lo hizo. Si no me hubiera sacado, estaría muerta.
—¿Y qué tenía que decirte, dulce Lena? —murmuró.
—Nada que no supiera ya de ti —gruñí con fuerza—. Me advirtió
que eras peligroso, que me romperías en putos pedacitos, pero llega un
poco tarde para evitar que eso ocurra.
—Toma tus cosas —dijo, apartándose de mí mientras me quedaba
temblando sin su calor—. No deberías haber dejado la abadía, pero
pareces incapaz de escuchar un consejo.
—No es un consejo cuando viene en forma de demanda —murmuré
mientras me balanceaba sobre mis pies, empujándome desde la pared.
—No estás curado —gruñó mientras me tiraba contra su costado—.
¿Cuál es tu habitación? —preguntó, ya caminando hacia ella.
—Ya sabes cuál es la mía —gruñí mientras ponía los ojos en blanco.
Él sabía en cuál había dormido, ya sea por el olor o como fuera que
supiera todo lo que hacía. Parecía que había pocas cosas que no
supiera o de las que no fuera consciente ya.
Una vez que estuvimos dentro de mi habitación recogí mis cosas
mientras Luna, la pequeña traidora, saltaba a los brazos de Lucian e
inmediatamente comenzó a ronronear. Saqué mis maletas y las llené
con las cosas que necesitaba antes de coger la foto de mi familia que
nos habíamos hecho antes de que Joshua se fuera a la guerra.
Con la ropa preparada, abrí el cajón y saqué el pequeño mensaje que
había sido envuelto y escondido en el collar de Luna. Lo metí en la
maleta y me detuve mirando hacia abajo, observando mi ropa
ensangrentada y rota, y luego suspiré.
—Tengo que cambiarme —dije con severidad, esperando que
captara la indirecta y se fuera.
—Entonces hazlo —sonrió pícaramente.
—Supongo que si te pidiera que te dieras la vuelta, no lo harías —
pregunté.
Él sonrió y yo fruncí más el ceño mientras me daba la vuelta, dándole
la espalda mientras sacaba un par de joggers y una camiseta de
tirantes. Me recogí con cuidado el pelo en una coleta suelta y puse la
ropa a mi lado antes de empezar a quitarme los pantalones. Hice una
mueca de dolor y gemí cuando me los bajé, ignorando la inhalación de
Lucian al ver el resto de mis magulladuras. No me di la vuelta cuando
sentí que acortaba la distancia entre nosotros.
—Maldita sea, Lena, tienes suerte de estar viva —gruñó enfadado.
—Estoy bien, Blackstone —repetí. Me bajé las bragas y busqué las
nuevas, sólo para sentir su boca besando mi cadera, donde estaba el
peor de los moratones. Me puse rígida mientras intentaba ignorar el
impulso de ceder y permitirle continuar—. Para —le advertí,
mirándolo mientras su mirada sostenía la mía desde donde su boca
estaba a centímetros de mi coño. No forzó la situación. En su lugar, su
mirada furiosa se fijó en los otros moratones mientras me levantaba la
camiseta y renunciaba a intentar ocultarme de él. La decencia y Lucian
ni siquiera pertenecen a la misma frase.
Se levantó mirando los moratones que cubrían mi pecho desnudo
mientras me ponía lentamente un top. Sabía que estaba jodida; lo
sentía a pesar de que Benjamin había hecho todo lo posible por curar el
interior de mi cuerpo. El exterior sólo empeoraba. Los moratones eran
una mezcla de rojos y azules, y parecía que un gigante había jugado
conmigo por diversión.
—No llegarán a ti dentro de mi club —murmuró mientras me
acercaba a él, sin importarle que no quisiera su compasión ni su
atención. Sus brazos me acunaron como si fuera de cristal mientras
depositaba un suave beso en mi sien—. Si no dejas de arriesgar tu vida,
te encadenaré a una puta cama y te mantendré allí hasta que esto
termine, o él esté muerto".
—No soy tuya para protegerme, ¿y no es por eso que estamos aquí
en primer lugar? —Pregunté, apartándome de su abrazo—. Porque me
jodiste —me reí fríamente—. Quizá deberíamos dejar de hacer eso, ya
que a la larga acaba haciéndome daño.
—Toma tus cosas, nos vamos ya —gruñó.
—Tengo que buscar algunas cosas de la biblioteca —afirmé con
duramente mientras sus labios dibujaban una sonrisa seductora.
—La traerán con nosotros, junto con algunas otras cosas que pidió
tu abuela. Si te portas bien, puede que te deje leer algo.
—Crees que me tienes justo donde quieres, ¿no? —murmuré.
—¿Y dónde es eso?
—A tu merced —murmuré mientras me acercaba a él.
—Oh, Lena, no tengo ninguna puta misericordia.
Capítulo 25

Cuando puedes luchar, normalmente eres tú quien termina más


herido.
~Magdalena.

Estábamos en la cola esperando las habitaciones mientras Lucian


estaba a pocos metros de mí, dando órdenes. Estaban retirando objetos
de las habitaciones a medida que cada persona que esperaba en la cola
era enviada a ellas. Yo sabía qué cosas pervertidas estaban sacando de
esas habitaciones. Sin embargo, nadie más parecía tener idea de cuál
era el problema. De vez en cuando, mi mirada se desviaba hacia Lucian,
que llevaba unos vaqueros desteñidos y rotos y una camiseta normal,
algo que no se le veía a menudo. Era un cambio bienvenido respecto a
los trajes que llevaba.
—Tu cara me está matando, en serio —anunció Kat mientras se
deslizaba de nuevo en la fila, entregándome una botella de agua—.
Creo que ha empeorado desde que llegamos aquí.
—Gracias, no tenía ni idea —contesté mientras me obligaba a
apartar la mirada de los músculos que ondulaban bajo la camisa de
Lucian y la miraba con una mirada de total asco—. No lo habría
adivinado si no lo hubieras señalado con tanta delicadeza.
—No te voy a mentir, en serio, parece que te han estrellado la cara
en el suelo —contestó rotundamente—. Todos los chicos que vienen te
miran y no es porque estés buena. Más bien porque pareces un animal
atropellado —dijo Kat mientras miraba a un grupo de chicos que
pasaban a nuestro lado.
Había notado una tonelada de brujas fluyendo en el club desde que
habíamos llegado. Al parecer, Lucian tenía mucho más alcance que mi
abuela, porque las que había contactado habían aparecido menos de
veinte minutos después que nosotras, y no habían sido muchas.
Todavía tenía que enfrentarme a ellos por lo que había descubierto.
Pero entre el dolor y las heridas que volvían a aparecer como si el
accidente hubiera ocurrido hacía un momento, había decidido esperar.
No estaba en condiciones de hacerlo, no con mis entrañas
retorciéndose por el dolor al rojo vivo que me dificultaba permanecer
de pie en esta interminable fila, y mucho menos lidiar con una
confrontación difícil.
Me incliné para ver cuántas personas más había delante de nosotros
y empecé a caer, sólo para que un desconocido me atrapara.
—Vaya, cariño —murmuró mientras observaba mi cara con una
mueca de dolor—. ¿Estás bien? —preguntó suavemente. Tenía el pelo
rubio oscuro, los ojos verdes vivos y una sonrisa que parecía
pecaminosa.
—Estoy bien —murmuré avergonzada.
—Esta es Lena —dijo Kat mientras me ayudaba a apoyarme contra
la pared para obtener el apoyo que tanto necesitaba—. Normalmente
no es tan torpe, pero la gravedad le está pateando el trasero hoy. Yo
soy Kat, ¿y tú serías? —preguntó mientras extendía su mano y sonreía
como una idiota.
—Falcon, Falcon Sutton —anunció mientras aceptaba su mano
extendida y depositaba un beso en el dorso de la misma—. Estoy
deseando verlas por aquí, señoritas.
—Como nosotras —ella soltó una risita, y yo puse los ojos en blanco
cuando su mirada se detuvo en mí más de lo que me gustaba.
Le habría mirado alejarse, pero girar la cabeza me dolía más de lo
que hubiera merecido la pena. Sin embargo, descubrí que Lucian me
miraba fijamente mientras observaba mi maltrecho rostro. Dejé caer la
cabeza contra la pared, cerrando los párpados mientras intentaba
ignorar el ardiente dolor que crecía en mi interior.
—Creo que se ha fijado en tu cara —murmuró Kat como advertencia.
—¿Quién? —pregunté en voz alta, pero no tuve que esperar mucho
para averiguarlo.
Un minuto estaba contra la pared, ignorando el mundo, y al siguiente
estaba siendo arrastrada de la fila. Abrí los ojos y un grito de sorpresa
salió de mis labios cuando el sutil movimiento hizo que el dolor
recorriera todo mi cuerpo.
—Para —grité, notando que él hacía lo que le pedía. Todo el mundo
nos miró fijamente, y las lágrimas rodaron por mi mejilla cuando el
dolor se volvió abrumador. Lo que sea que Benjamin había intentado
hacer para curarme había fracasado. Estaba empeorando
constantemente con cada tictac que pasaba. Los iris de medianoche de
Lucian se comieron los míos y luego se elevaron lentamente por
encima de mi cabeza hacia donde la fila de brujas nos observaba.
—Tú vienes conmigo; o caminas o te llevo en brazos. Elige, Lena —
exigió en voz baja—. Estás empeorando; lo que sea que tu hermano
haya intentado usar para curarte está fallando, y me importa un bledo
si no quieres mi ayuda, la vas a tener. Así que empieza a caminar o te
pondré sobre mi hombro y te cargaré.
—Guíame —murmuré mientras me acercaba lentamente a él, con
una mueca de dolor que me envolvía. Le seguí hasta que llegamos a un
pasillo sin testigos y entonces me apoyé en la pared, incapaz de seguir
avanzando. Había necesitado todo lo que tenía en mí para no caer de
bruces cuando salimos de la sala principal del club—. Blackstone —
grité cuando continuó caminando sin dar señales de detenerse.
Se dio la vuelta y miró mi débil trasero mientras empezaba a
deslizarse por la pared, incapaz de sostenerse contra ella.
—Maldita sea —gruñó mientras me levantaba en sus brazos,
acunando mi cuerpo contra su pecho mientras avanzábamos por el
pasillo—. Deberías haber dicho algo.
—No soy tu problema —afirmé, odiando que me tuvieran que llevar
en brazos, pero sin poder evitar inhalar su aroma masculino con avidez
cuando mi nariz tocó su cuello. Mis pestañas se agitaron mientras me
rendía a la seguridad que él me hacía sentir. No tenía miedo de él, sino
de estar a solas con él. Algo en este hombre me hacía necesitarlo,
desearlo.
Ansiaba su tacto y su olor. Como si mi alma estuviera unida a la suya
por un hilo invisible, y estuviéramos atados. Por mucho que lo
ignorara, el destino seguía empujándonos juntos de una forma u otra.
—¿Es eso lo que crees? Te lo dije desde el principio, pequeña bruja
—ronroneó suavemente—, eres mía, y no me importa lo que digas al
respecto. No importa que te esté follando, te he reclamado. No puede y
no será deshecho, ni siquiera por ti. Eres mía para protegerte, y estás a
salvo aquí. Deja caer esos muros, Lena, y déjame entrar para ayudarte.
—¿Esos muros? Los puse ahí para protegerme de que me hicieran
daño —reí sin sonido mientras abría mis pesados párpados para
encontrarlo observando mi respuesta—. Los dejé caer contigo la última
vez y me jodiste, así que no esperes que vuelva a cometer ese error. Lo
que hiciste no debería haber ocurrido. No después de que te dejara
entrar y confiara en ti, sólo para que me destrozaras a la primera
oportunidad que tuviste. No soy una estúpida que cae en el mismo
error dos veces, Lucian —susurré mientras intentaba mantener los
ojos abiertos.
—No eres estúpida, pero ya estás anhelando lo que puedo darte.
Estás enfadada, así que enfádate conmigo. No podría importarme
menos si te gusto, Lena, mientras sepas que eres mía. Fuiste mía desde
el momento en que te vi fuera de tu casa mirándola como si estuvieras
perdida en los recuerdos. En el momento en que nuestros labios se
tocaron, fuiste desahuciada, lo quisieras o no. Quieres saber por qué
Lucifer te quiere. Porque eres la primera mujer que reclamo en siglos.
Así que ódiame si eso te hace sentir mejor, pero debes saber esto: si
tocas a otro hombre, él muere. No voy a joder cuando se trata de ti.
Hice lo que hice para protegerte. No podía perderte, y si eso termina
con que me odies, bien. Al menos sé que hice lo que pude para salvarte.
No soy del tipo al que le importa una mierda si le pasan cosas jodidas a
la gente, pero me importaba si te sucede a ti.
Dio una patada a una puerta y yo grité mientras me recorría una
nueva oleada de dolor. Sus palabras me estremecieron, pero no pude
ignorar lo que ahora sabía. Se había llevado mis tatuajes, mis recuerdos
de nosotros. Me había hecho creer que me estaba volviendo loca, y lo
que es peor, me había follado bajo la luna y yo lo recordaba todo. Lo
había secuestrado, y él me lo había permitido y por un momento, me
había dejado volver a él sólo para alejarme de nuevo. Las cosas que
había dicho y hecho habían regresado con una venganza que me había
destrozado por dentro, dejándome más rota que cualquier cosa que él
pudiera hacerme.
El hombre me hizo polvo y me vio desvanecer mientras mantenía
sus decisiones egoístas. Había venido con un objetivo, uno en el que yo
no encajaba, o quizás sí y ninguno de los dos lo sabía.
Dudé cuando me sentó en su habitación. Mi vista se dirigió a la cama,
la misma en la que me había reclamado mientras sus hombres nos
observaban. Me costó un esfuerzo apartarla de ella y mirarlo mientras
se movía hacia el otro lado de la cama, marcando un código en la pared.
Retrocedió cuando las amplias puertas se abrieron, revelando una
sala secundaria que había quedado oculta tras los paneles. Me
pregunté cuántos secretos más guardaría este club suyo. Supongo que
muchos; estaba lleno de secretos.
—Trae tu culo aquí —gruñó cuando seguí sentada en la cama,
dudando si debía pedir volver a la fila o seguirle la corriente. Lucian me
había curado antes, unas cuantas veces. Lo que Benjamin había hecho
se estaba deshaciendo rápidamente, y eso me asustaba. No tenía ni
idea de lo graves que habían sido mis heridas del accidente cuando me
había llevado.
Me moví, aunque lentamente, mientras le seguía a la habitación.
Había una enorme bañera dentro. Lo suficientemente grande como
para que cupieran unas cuantas personas si querían sentarse de cerca,
lo cual, teniendo en cuenta el lugar en el que me encontraba, podría
haber ocurrido una o dos veces.
—¿Has...? —Empecé a preguntar y me detuve. ¿Qué, Lena? Preguntar
si se ha follado a otras mujeres aquí. Oye, Lucian, ¿has tenido por
casualidad una orgía en tu bañera? Ya sabes, ¿para comprobarlo y tal?
Brillante.
—¿Usado con otras mujeres? —se rio mientras dirigía esos orbes de
medianoche de la seducción en mi dirección—. ¿Celosa de ellas?
—Las envidio —respondí, y luego vacilé. Tal vez había sufrido daños
cerebrales en el accidente.
Se rió roncamente y sacudió la cabeza.
—Quítate la ropa y entra —murmuró mientras me daba la espalda y
empezaba a sacar objetos de los cajones. No me desnudé como me
había ordenado. En su lugar, lo observé mientras trabajaba, mirando su
reflejo en el espejo. En el momento en que sus ojos se dirigieron a los
míos, me giré con un rubor culpable que me subió hasta las orejas.
Empecé a desatarme los joggers y luego me puse de pie,
agarrándome a la pared mientras la cabeza me daba vueltas por el
mareo. Sentí que las manos de Lucian me tocaban mientras tiraba
suavemente de mi camiseta, permitiéndome apoyarme en él para que
me la quitara. Sus dedos se deslizaron por mis caderas, empujando las
bragas hacia abajo hasta que me llegaron a los tobillos. No le miré,
sabiendo que estaría demasiado cerca de él si lo hacía. Una vez que me
ayudó a quitarme la ropa, seguí de espaldas a él mientras su calor
reconfortaba mi maltrecha piel.
Después de unos instantes, me alejé de él, tocando la fría pared con
la frente mientras sentía que ponía distancia entre nosotros. El sonido
del agua al abrirse calmó el dolor que sentía al necesitar que me tocara.
Este hombre, esta oscura criatura etérea me deshizo. Me desenredó
hasta dejarme al descubierto ante su mirada de medianoche. No sólo
había derribado mis muros, sino que los había derribado con una bola
de demolición sin que me diera cuenta.
Giré la cabeza en su dirección, dudando en moverme mientras él
hacía lo posible por ignorarme. Esperé a que el agua llegara a la mitad
antes de rodearla y deslizarme en las profundidades acuáticas. Suspiré
profundamente mientras aliviaba los dolores de las heridas exteriores.
No me preocupé por el pudor; él ya me había visto desnuda más veces
de las que podía contar. Deslicé las piernas y apoyé la cabeza en el
suave borde de la bañera.
Me quedé mirando la espalda de Lucian mientras encendía velas y
las colocaba alrededor de la habitación hasta que parecía que se estaba
preparando para la seducción. Una vez que terminó de encenderlas,
dejó caer en el agua lo que parecían bombas de baño y volvió en
silencio al mostrador. Se deshicieron, enviando una multitud de
pequeñas burbujas que explotaron en la bañera caliente. En el
momento en que se extendieron por mi piel, la adormecieron.
—¿Qué hay en ellas? —pregunté, dejando que mis dedos se
movieran entre las burbujas.
—Sales de Suiza, romero, menta y mi sangre —anunció mientras
giraba y lanzaba algunos pétalos de flores.
—¿Tu sangre? —pregunté, saliendo un poco del agua mientras
miraba las bolas efervescentes. Los pétalos cambiaron el color del agua
mientras yo observaba. Se quitó la camiseta, lo que atrajo mi atención
hacia él, deshaciéndose lentamente de ella y se arrodilló junto a la
bañera frente a mí. Su mirada ardiente se comió la visión de mi forma
desnuda y luego sostuvo la mía en abierto desafío, como si intentara
expulsarme de la bañera.
—Has tenido otras partes de mí dentro de ti y, sin embargo,
¿rehúyes ante la idea de mi sangre en tu piel? ¿Necesito recordarte que
cuando te reclamé, te la bebiste? —susurró con fuerza mientras
susurraba algo en otro idioma que hizo que las velas saltaran más alto,
enviando más luz a la habitación.
—Lucian —murmuré mientras mi cuerpo respondía, sin importarle
que estuviera cubierta de furiosos moratones o que mis entrañas
también estuvieran magulladas.
—No te preocupes, Lena. Ni siquiera yo soy tan hijo de puta como
para forzar esto cuando estás herida y cubierta de moratones que yo
no he puesto ahí. Esto debería ayudarte a sanar bastante rápido, sin
embargo.
—¿Qué hacen? —Susurré, ignorando su pesada mirada mientras sus
dedos recorrían el agua rosada en la que me sentaba.
—El agua curará el exterior —respondió con cuidado, su mirada se
movió de mi cuerpo para mirarme—. Lo siento, Lena —murmuró.
—¿Por qué? —pregunté, insegura de querer su disculpa cuando
estaba así de expuesta.
—Por esto —dijo, moviéndose más rápido de lo que yo podía
responder. Me empujó bajo el agua sin previo aviso. Mi respuesta fue
gritar, abriendo la boca mientras inhalaba agua en mis pulmones. Mis
manos se agarraron a sus brazos, arañándole mientras luchaba por
salir de la tumba acuática en la que pretendía meterme. Cuando no lo
conseguí, me agarré al lateral de la bañera y me levanté para jadear
mientras el agua salía de mi boca y tosía y escupía, sólo para que él se
subiera encima de mí y me empujara de nuevo hacia abajo.
Mis pulmones ardían y se llenaban de agua. Se sentó a horcajadas
sobre mí, sujetándome mientras lo miraba con horror. Había confiado
en él y me iba a asesinar con todo mi aquelarre fuera del alcance para
ayudarme. Me pesaron los brazos y mi mente empezó a apagarse
cuando me sacó. Me aferré a él, rodeándolo con los brazos mientras
escupía y expulsaba el agua de mi estómago, expulsándola mientras mi
cuerpo temblaba por el shock.
—Está bien —murmuró mientras me apartaba el pelo de la cara. Lo
fulminé con la mirada, apartándolo de mí y empujándolo al agua
mientras lo sujetaba. Me sonrió a través de las profundidades turbias
como si no le molestara. Se quedó allí, mirándome mientras no salían
burbujas de entre sus labios.
—¡Qué carajos! —pronuncié mientras sumergía la cabeza en el agua
y, antes de conocer mis intenciones, había colocado mis labios al ras de
los suyos y lo había besado. Él se acercó, rodeándome con sus brazos
mientras profundizaba el beso y me rodeaba con sus brazos,
estrechándome contra su pecho desnudo.
Mis manos se deslizaron lentamente por su espalda y se enterraron
en su pelo, enroscándose en él mientras lo estrechaba contra mí. No
era natural que quisiéramos esto... esta locura que estaba ocurriendo
entre nosotros. Él era la tormenta en el océano, peligrosa y mortal, y yo
era la idiota en el barco que bailaba sobre esas olas mortales,
navegando por el mar traicionero en busca de la adrenalina que sólo él
podía darme.
Nos levantó y mis sentidos volvieron a la carga cuando nuestros
labios se separaron. Me permitió deslizarme de su cuerpo hasta que
mis pies tocaron la suave superficie de la bañera. Me empujó hacia
abajo y no discutí ni me quejé mientras me seguía hacia la bañera,
todavía con los pantalones puestos. Cogió una botella de shampoo y me
hizo girar hasta que mi espalda quedó pegada a su pecho.
—¿Cómo va el dolor? —preguntó guturalmente.
—Se ha... ido —murmuré mientras me esforzaba por ignorar el
apéndice que sentía en sus jeans—. ¿Te metiste en la bañera en jeans?
—¿Quieres que me los quite? —Preguntó, y negué con la cabeza—.
No lo creo —rio suavemente.
—Me curaste —señalé.
—Sí —respondió con cuidado—. No preguntes —empezó cuando
mis labios se separaron para hacerlo—. No estás preparada para eso, y
apenas estoy conteniendo las ganas de arrancarte de esta bañera y
doblarte sobre ese mostrador. Ahora, cállate y deja que te lave el pelo,
pequeña bruja.
Me lo lavó con dedos fuertes, masajeando mi cuero cabelludo
mientras me apoyaba contra él como me había indicado. Era
demasiado íntimo. El entorno era todo lo que una chica podía soñar. La
luz de las velas parpadeaba en el oscuro cuarto de baño y yo miraba
hacia arriba, preguntándome cuándo se habían apagado las luces o
cómo me había perdido cuando lo hicieron. Las rosas se mezclaban con
otros tipos de pétalos de flores mientras bailaban en la superficie del
agua alrededor de mis rodillas. Sus manos eran mágicas mientras me
lavaba el pelo con algo que olía divinamente. De hecho, dejé escapar un
gemido mientras seguía masajeando, haciendo que el placer corriera
desde mi cabeza hasta los dedos de los pies.
—¿Tenías que empujarme bajo el agua? —murmuré mientras
apoyaba la cabeza contra él y miraba sus profundidades de ónice.
—¿Lo habrías permitido de otro modo? —preguntó profundamente,
con su profunda voz de barítono retumbando contra mi piel. Negué con
la cabeza, dándole mi respuesta mientras lo veía bajar los labios y
depositar un suave beso en ellos. Tragué saliva mientras las lágrimas
se agolpaban en mi vista. Podía soportar la ira. Podía soportar el odio
que me quemaba. No podía soportar esto. No esta mierda agradable,
esta gentileza de él, no cuando quería seguir enfadada con él. Levanté
la cabeza, apartando la boca de él mientras sacaba otra botella—. La
magia es delicada cuando se usa sangre. Mi sangre cura; ya no estás
magullada ni sangrando por dentro. A diferencia del torpe intento de
Benjamin de curarte con magia blanca, he utilizado la magia de mi
sangre. Estarás totalmente recuperada por la mañana, pero hasta
entonces, dormirás conmigo.
—Eso no va a pasar —argumenté mientras terminaba de lavarme el
pelo y me enfrentaba a él.
—No era una pregunta —gruñó—. La magia de sangre tiene un
precio, Lena, uno que no te permitiré pagar, así que dormirás en mi
cama —ronroneó sedosamente—. Serás la primera mujer que duerma
en ella sin ser follada, así que cállate, vístete o no lo hagas. Eso depende
de ti, pero te advierto, dulce niña, que estoy colgando de un puto hilo y
está a punto de romperse sin poder tomar lo que quiero. Lucifer sigue
ahí fuera, y ha hecho saber que te quiere. Todos los putos demonios
están deseando llegar a ti para ganar puntos con él. Así que no, no vas a
dormir sola esta noche ni ninguna otra jodida noche, ni siquiera
reclamada.
››Él ha perdido la puta cabeza en su necesidad de venganza, y te
prometí que te protegería. No rompo mis jodidas promesas. No te
obligaré a estar conmigo, pero no he pasado por meses de infierno
manteniendo la distancia para perderte ahora. He hecho traer a Luna y
tus cosas a mi habitación, así que cámbiate. Verte desnuda me está
volviendo jodidamente loco y soy un pecador, y tú no eres una jodida
santa. ¿Nosotros desnudos, preciosa? Somos explosivos, y te deseo
como un drogadicto en una puta borrachera que necesita una dosis. Ve
a vestirte, ahora.
Me levanté, ignorándolo mientras su mirada hambrienta recorría mi
cuerpo, siguiendo los riachuelos de agua. Salí de la bañera y me miré al
espejo para comprobar que no había moratones y que sólo quedaban
los burdos puntos de sutura.
—Te los quitaré cuando estés vestida y mi polla deje de doler —
siseó desde la bañera, donde permanecía sentado—. Ropa, Lena —Cogí
una toalla y me dirigí al dormitorio.
Dentro de la habitación, me vestí con una bata y me arrastré bajo las
sábanas, esperando a Lucian. Luna saltó a la cama, asustándome
mientras freía mis nervios ya crispados. Acaricié su grueso pelaje de
medianoche y traté de ignorar a Lucian mientras entraba en la
habitación con sólo una gruesa toalla blanca enrollada alrededor de sus
estrechas caderas. Se dirigió al armario y sacó un par de pantalones.
Observé en silencio cómo tiraba la toalla a un lado y se los ponía frente
a mí.
Chasqueó la lengua y Luna se levantó de un salto, maullando
mientras deslizaba su traidor culo hasta el borde de la cama antes de
saltar a sus brazos. La acunó mientras se dirigía al armario una vez
más, sacando una enorme cama de terciopelo y colocándola en la silla
que estaba al final de la cama. Ella saltó a ella, tumbándose mientras
empezaba a acicalarse las patas. Él se movió hábilmente por la
habitación, colocando agua y la carísima comida para gatos.
—Buenas noches, Luna —ronroneó mientras ella lo veía moverse
hacia la cama.
—Gracias —susurré con voz ronca.
—¿Por qué?
—Por cuidar de ella —respondí—. Cuando la encontré había sido
abandonada. Tenía miedo de su propia sombra y estaba cubierta de
pulgas. La cuidé hasta que volvió a la vida, y desde entonces está
conmigo. Sin embargo, la has malcriado mucho y no estoy segura de
que quiera venir conmigo ahora —Me reí mientras Luna maullaba en
acuerdo.
—¿Tienes idea de lo difícil que fue alejarla de su madre? Cada vez
que entrabas se volvía loca. Ninguna cantidad de comida cara para
gatos te sustituirá en su vida. Eres su madre, y creo que no te das
cuenta que nunca estuviste sola. El aquelarre te vigilaba; te protegían
incluso cuando no sabías que lo hacían. Ninguna bruja está sola en este
mundo. Todas están unidas hasta la muerte, y a veces ni siquiera la
muerte puede romper ese vínculo.
Observé cómo separaba las mantas antes de deslizarse bajo ellas. Su
cuerpo ondulaba con fuerza masculina, los músculos se movían con
una perfección sinuosa mientras se acercaba a mí. No luché contra él,
sino que dejé que me acercara mientras susurraba palabras que
apagaban las luces.
En la oscuridad, recé a Hécate.
Le pedí que me diera fuerzas para hacer lo que fuera necesario
cuando llegara el momento. Recé para que él no fuera lo que Benjamin
decía que era, porque si lo era, me había enamorado de un monstruo
de las profundidades del Infierno.
Capítulo 26

La verdad duele, pero escucharla duele aún más. Saber que te


hace cosas. Rompe las astillas de tu armadura, hasta que te quedas
desnudo frente a todos.
~Magdalena

Los días siguientes fueron un torbellino de actividad, ya que


aparecieron más aquelarres, y todo se movía más rápido de lo que yo
podía seguir. Algunos habían venido de lugares tan lejanos como
Nuevo México para encontrar protección en nuestro aquelarre. Todos
eran conocidos por nosotros, lo que al menos facilitaba su aceptación
en el redil.
Me había mantenido alejada de la mayoría de ellos, ignorando
también a Lucian hasta la hora de dormir. Esto último no era tan fácil,
ya que cada vez que él entraba en una habitación, mi estómago daba
una voltereta y mi corazón se aceleraba un poco más, incluso sin verlo.
Esta noche estaba persiguiendo a mi madre y a mi abuela para tener
una conversación que ya no podía esperar a tener con ellas. Nuestra
familia tenía secretos, la clase de secretos que dejaban todo al revés.
Atravesando la sala principal del club, ralenticé mi paso al ver a
Kendra acercarse a Lucian. Su mano tocó el hombro de él y ella soltó
una risita mientras la retiraba, acomodándose el pelo detrás de la oreja
mientras le hablaba. Me quedé de pie, boquiabierta, mientras ella se
reía de algo que él decía y luego señalaba una cabina cercana a ellos.
Lucian asintió con la cabeza y juntos se dirigieron a ella y se deslizaron
en el asiento del mismo lado.
Kendra sonrió, apoyando el hombro demasiado cerca de Lucian
mientras acercaba los labios a su oído y le susurraba. Sentí que mi ira
aumentaba, como si tuviera derecho a enfadarme porque ella se
acercara tanto a él, pero no lo hice. ¿No lo había alejado? Mi pregunta
era: si había sido maltratada por Lucifer usando la imagen de Lucian,
¿no se sentiría vacilante o incómoda al hablar con él? En cambio, ella
parecía estar coqueteando, y él tampoco parecía inmune a ello. ¡Estaba
coqueteando con él con mi cara! Por supuesto que él no sería inmune a
ello, ella era yo. Podía ir fácilmente con ella y dejarme de lado porque
éramos literalmente de la misma marca y modelo.
Estaba tan absorta en observarlos que no había oído a Spyder
acercarse a mí. Me empujó hacia la esquina y se rio mientras yo
jadeaba de asombro.
—¿Celosa, gatita? —preguntó suavemente mientras su pulgar
capturaba mi barbilla, levantando mi mirada de Lucian y Kendra para
encontrar la suya. Apreté los labios y empecé a darle la razón cuando
negó con la cabeza—. Ella no eres tú —dijo roncamente—. Él quiere tu
fuego, porque ardes al rojo vivo. Ella es jodidamente fría y aburrida. No
hagas esa mierda de los celos. Eres mejor que eso. Ahora vete antes de
que más gente te vea mirando con odio a tu imagen gemela.
—No estoy celosa —mentí. Lo estaba totalmente. Me dolía el corazón
y el estómago me daba vueltas con una nueva emoción que no había
sentido en mucho tiempo. No desde que mi ex se había follado a
Cassidy en mi propia cama.
—Mentirosa, está escrito en tus ojos y en la rigidez de tu columna
vertebral. Estás molesta —argumentó.
—Ella fue tomada por Lucifer, y él estaba proyectando la imagen de
Lucian, ¿y aun así está bien con susurrarle al oído mientras su mano
acaricia la de él?
Spyder se detuvo mientras su mirada se dirigía a Lucian y Kendra.
Exactamente. Ella parecía estar a gusto con él, y no debería. No
después de lo que había soportado. Diablos, apenas me hablaba más
que para darme órdenes. Últimamente me pedía que la llevara a
lugares, lugares en los que no teníamos que estar. Mierda, apenas había
conseguido llamar a Benjamin y avisarle que ella había sugerido que
fuéramos a investigar una casa de campo cercana a nuestra casa donde
un enemigo podría haberse escondido antes que los demonios fueran
liberados.
Había cambiado y, por mucho que lo intentara, no podía conectar
con ella. Intenté usar el enlace mental, y le grité a través de él durante
horas la noche pasada mientras estaba despierta junto a Lucian. Nada,
silencio estático en su lado. Ni siquiera la visión del pecho desnudo de
Lucian me distrajo mientras mi mente repasaba todo lo que había
hecho desde que había vuelto.
—¿Ha estado diferente desde que regresó? —preguntó, obligando a
mi mente a concentrarse en él. No la traicionaría, no cuando lo que le
pasaba era culpa mía.
—No, olvídalo. Tengo que encontrar a mi abuela —respondí
mientras me alejaba de él.
—¿Ella lleva una trampa del diablo en su cuerpo, Magdalena? —
preguntó mientras me agarraba del brazo, impidiendo mi huida.
—Todos lo hacemos, incluso Luna tiene una —admití.
—¿Tatuaste a nuestra Luna? —me preguntó, y centré mi mirada en
él. ¿Nuestra Luna?
—Según lo que Alden le dijo a mi madre, ni siquiera los animales son
inmunes a ser poseídos —repliqué—. Además, ella es mía y es mi
responsabilidad protegerla.
—Calma tus tetas, gatita. Tu abuela está celebrando su corte en el
calabozo, con los otros Ancianos. He suministrado látigos y cadenas, así
que si alguien se pasa de la raya, estoy seguro que Sarah puede
manejarlos fácilmente.
Sonreí mientras la imagen mental pasaba por mi mente.
—Eso está mal en tantos niveles que no sé ni por dónde empezar,
Spyder —me reí.
—Ahí está —dijo mientras levantaba la mano y empujaba un
mechón de pelo perdido detrás de mi oreja—. Deberían terminar
pronto, y si él no se da cuenta de su mierda, será su culpa, y luego tú y
yo... Jugaremos un poco al gato y al ratón —se rio mientras se burlaba,
pero el calor en sus ojos decía una historia totalmente diferente.
Aparté la mirada de él hacia donde Lucian nos había estado
observando juntos. Su mirada enfadada me decía que no estaba
contento, así que hice lo único que podía para hacerle saber que no me
importaba. Me puse de puntillas y besé a Spyder en los labios antes de
alejarme, dejándole con una mirada estupefacta y a Lucian un mensaje
claro.
Había llegado al final de la zona del bar antes que Lucian apareciera
frente a mí, y ladeé un poco la cabeza, sabiendo que no había llegado
hasta aquí caminando.
—¿Qué mierda fue eso? —preguntó.
—Dímelo tú —le exigí, cruzando los brazos mientras le miraba
fijamente.
—Lo besaste, carajo —gruñó.
—Le di un cariño en los labios —respondí con facilidad, como si los
labios de Spyder no me hubieran afectado.
—¿Quieres explicar por qué mierdas lo has hecho? —preguntó con
frialdad, con la mandíbula palpitando furiosa.
—¿Quieres decirme lo que mi hermana te susurró al oído? —
Respondí con rabia.
Sonrió y me agarró del brazo, tirando de mí hacia el pasillo que
conducía fuera de la vista. Lucian me empujó contra la pared y me
besó, con fuerza. Cuando se apartó, gruñó largo y tendido mientras me
miraba fijamente.
—Puedes seguir actuando como si no me quisieras, pero me
necesitas —susurró con voz ronca.
—No, Lucian. La diferencia es que nunca te necesité. Te quería, y hay
una gran diferencia entre las dos cosas. Te quería con cada fibra de mi
ser y tú me rompiste, como si fuera una especie de promesa que
decidiste no cumplir. ¿Tienes idea de cómo me hace sentir eso? Me
siento inútil, como si no valiera la pena el riesgo que hubieras corrido
de confiar en mí para seguir tu ejemplo. Y ahora, ahora eres tan
acogedor como una stripper y un billete de dólar con mi hermana. ¿Y te
enfadas cuando beso a otra persona a la que obligaste a reclamarme?
¿Por qué estamos aquí ahora? ¿De quién fue la decisión que nos trajo
aquí? Porque seguro que no fueron las mías. La mía habría sido estar a
tu lado, siguiéndote inquebrantablemente a las profundidades del
Infierno si me lo hubieras pedido. Así que adivina qué, ¿si beso a
alguien más? Lidia con ello, porque yo no te aparté, tú me tiraste como
si fuera tu basura no deseada.
—Nunca te tiraría, Lena. Salvé tu temeraria vida, y justo ahora estás
haciendo que sea muy difícil no azotarte contra la pared y probártelo.
¿Crees que quiero a Kendra? Te aseguro que no podrías estar más lejos
de la verdad. Es aún más fría de lo que era antes, y mis sentimientos
por ti no cambiaron ni un puto ápice cuando creíste ser ella. Alejarme
de ti ha sido una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer, y
créeme, he hecho muchas cosas difíciles en mi vida, pero ninguna me
ha afectado como tú. Así que lanza tu maldito ataque y supéralo,
porque tú y yo... Estamos lejos de terminar. Tú me quieres y yo te
quiero, y eso es todo lo que debería importar ahora. La gente de afuera
está muriendo y tú estás demasiado cabreada como para ver más allá
de tu rabia y tomar lo que tienes delante —dijo mientras me
acorralaba contra la pared—. No hay otra mujer que deambule por este
mundo ni ninguna otra a la que desee más que a ti.
Tragué mientras cerraba los ojos contra las lágrimas de rabia.
—Entonces, ¿por qué no me dejaste elegir? ¿Por qué me quitaste
pedazos de mí? —Pronuncié con dolor.
—Porque habrías corrido directamente a Lucifer en tu dolor para
recuperarla, y yo no podía permitirlo. ¿Crees que no estábamos siendo
observados? ¿Crees que no tenía putos secuaces aquí arriba
vigilándome? Hice que te mantuvieran alejada de mí hasta estar seguro
que el glamour con el que te cubrimos había funcionado con los
demonios. Una vez que lo supe, les hice enviarte a mí cada puta
oportunidad que tuve, cada puta excusa para verte que aproveché. La
vida no es un puto blanco y negro, Magdalena, despierta de una puta
vez y supéralo. Enfádate, pero supéralo de una puta vez.
—¿Crees que es tan fácil? —Pregunté con rabia—. Borraste a mi
hermano, y luego fuiste más allá y borraste mis tatuajes, que
significaban algo para mí. Eran la prueba de que había sobrevivido a
algo, y lo borraste de mi pasado como si estuviera escrito con un puto
rotulador. Me estaba enamorando de ti y luego jugaste a ser Dios en mi
mundo; no confiaste en mí y eso es lo que más duele. Me convertiste en
algo que no soy, y ahora esperas que vuelva a ser la chica que era antes.
¿Por qué? ¿Porque tu mundo no cambió? El mío ha sido sacudido desde
sus cimientos y dejado en un montón de putos escombros para
reconstruirlo solo. Quemaste mi mundo y, al mismo tiempo, no dejaste
que las llamas me tocaran, pero al final, fuiste tú quien más me quemó.
Me protegiste y dejaste que alguien a quien amo asumiera la culpa. Ella
nunca será la misma, y yo tampoco.
Pasos sonaron en el pasillo y Lucian se alejó de mí mientras veíamos
a mi abuela y a mi madre converger en nuestro lugar. Volví la cabeza
hacia ellas, enjugando las lágrimas antes de caminar en su dirección.
—Necesito hablar con ustedes, con las dos. Ahora —anuncié.
—¿Está todo bien? —preguntó mi madre.
—Tenemos que hablar de Drake —gruñí.
Los ojos azules de mi madre se redondearon mientras movía los
suyos entre mi abuela y yo. Ella sabía que yo sabía que me había
mentido desde que nací. Mi abuela pidió a Lucian una habitación y él
nos dirigió a una, en la que entré en silencio. Una vez que la puerta se
cerró, me acerqué a mi madre y miré fijamente su palidez agitada.
—Tienes que explicar por qué se lo ocultas al aquelarre y a nosotras
—espeté.
—Drake era un brujo oscuro de nacimiento —respondió mi abuela
por ella con severidad—. Estaba prohibido por el aquelarre. No éramos
conscientes de ello cuando se juntaron por primera vez; fue
despertado por los Ancestros, o eso habíamos supuesto. Utilizó la
magia oscura para hacer un trato con una bruja; a cambio, le dieron
una compañera de sangre pura. Consiguió a Fiona. No sabíamos lo que
era, ni lo que había hecho en ese momento. Concibieron a los niños esa
misma noche. Se enamoraron, Lena. Tú y yo sabemos que al corazón no
le importa lo que está mal o lo que está bien. Va tras lo que quiere sin
importar que el cerebro diga lo contrario.
››No supimos lo que había pasado hasta que fue demasiado tarde, e
incluso entonces, estaban enamorados. Cuando Benjamin se volvió
oscuro, era demasiado tarde para expulsar la oscuridad de él. Drake lo
llevó a la cabaña por un tiempo, lo escondió de los demás. Yo misma les
llevé comida y suministros. Meses después, cuidé a Joshua mientras tu
madre se escapaba sigilosamente a verlo, para decirle que era hora de
irse de aquí, ya que los demás habían empezado a notar su presencia, o
su falta de ella. Tu madre se quedó embarazada esa misma noche
mientras se despedían. Por eso, cada año, en el solsticio de verano, los
llevábamos a la vidente del bosque. Las dos estaban protegidas de la
oscuridad. Por eso, cuando Drake y Benjamin desaparecieron, nos
comprometimos a encontrarle otra pareja inmediatamente y a
reclamar que las engendró a ti y a Kendra.
—Podrían habérnoslo dicho —susurré a través de la espesura de mi
garganta—. ¿Y si hubiéramos cambiado? ¿Y si hubiéramos formado
una oscuridad dentro de nosotras y tuviéramos que ocultarla para
seguir aquí? —pregunté.
—Entonces también lo habríamos manejado —respondió mi abuela
con frialdad—. Ninguna bruja puede nacer de la oscuridad sin ser
malvada. Está escrito desde el principio de las historias de las brujas,
Lena. Las que nacen de la oscuridad nos destruirán a todos. No pueden
luchar contra el mal dentro de sus venas y almas durante más de unos
pocos años, pero cuando son niños es peor. Son la forma más
verdadera del mal, y por eso los humanos tienen cuentos de brujas
malvadas desde los albores del hombre. Entiende esto: Benjamin
debería haber sido ahogado para purificar y liberar su alma, pero no
tuvimos la fuerza para hacerlo. Así que le dejamos vivir, y no ha pasado
un día en el que no nos hayamos preguntado a qué clase de monstruo
hemos dejado vivir. Es de nuestro linaje, lo que significa que es muy
poderoso, y con su padre impulsándolo, no se sabe lo que ha hecho.
—¿Crees que él desató a los demonios sobre nosotros? —Pregunté
con incredulidad.
—¿Quién más habría hecho esto? —preguntó finalmente mi madre.
—Benjamin es mortal —anuncié—. Los mortales no tienen
suficiente poder o magia para desatar el infierno en la tierra. Él no ha
hecho esto. Él es oscuro, pero no es lo que tú crees. Me rescató del
accidente e hizo lo posible por mantenerme con vida. Me permitió
volver sin ninguna objeción.
—Pero no antes de llenarte de discordia. Te dijo quién era tu padre,
y probablemente te dijo un millón de otras mentiras. Por supuesto que
te dejó ir, Lena. Se aseguró de que te cuestionaras las cosas antes de
hacerlo, ¿no es así?
—Lo que me dijo tenía sentido —respondí. Me había mostrado una
prueba, que una de esas cosas ya se había demostrado que era
correcta.
—Él no es lo que crees, nieta —susurró mi abuela—. Ha intentado
ponerte en contra nuestra, no dejes que gane esta lucha. Apareció justo
antes que se abrieran las puertas y permitió que salieran algunos
demonios, y ahora de nuevo cuando las puertas han fallado. Eso
también es una verdad. Mañana celebraremos un baile para que las
nuevas brujas y las nuestras se unan en una causa por la que vale la
pena luchar. Asistirás y dejarás de salir de este lugar, ¿entiendes?
—Pero yo...
—¡Basta! —gritó y me fulminó con la mirada—. He sido paciente
contigo, Lena. Esto se acaba aquí. No vas a salir más de aquí. Dejarás de
obligar a Kendra a unirse a ti y de sacarla de la seguridad de este lugar
en su estado. No es seguro para ninguna de las dos ahí fuera.
—¡Yo no quería salir, fue ella! —Solté, y ambos me miraron como si
estuviera perdiendo la cabeza.
—Kendra denunció hace menos de una hora que la obligaste a salir
de aquí tres veces. También me han dicho que te acaban de ver en el
club mirándola fijamente mientras Lucian le prestaba atención y luego
te encontramos a ti y a él juntos, discutiendo. Si continúa, serás
confinada en la habitación en la que te encuentras.
—Sí, señora —dije, girando sobre mis talones mientras salía de la
habitación. ¡Esa zorra me ha tendido una trampa! Tal vez ella no tenía
una trampa del diablo en su cuerpo, ¿porque esta mierda? Esta mierda
era baja, y no importaba lo que hubiera pasado, no me lo merecía de
ella.
Me abrí paso a través del club, muy concurrido y lleno de brujas. Una
vez que tomé asiento en la barra, Spyder se acercó al taburete de al
lado y me miró fijamente. Golpeó la barra con los nudillos y yo sonreí
mientras le prestaba atención.
—¿Quieres explicarme qué diablos ha sido eso? —exigió mientras el
bartender se acercaba. Negué con la cabeza mientras le dedicaba a Vlad
una pequeña sonrisa.
—Embriágame —dije mientras Vlad me dedicaba una sonrisa
ladeada.
—Ahora, ¿por qué querría emborracharse una chica tan bonita como
tú? —preguntó, apartando su largo pelo negro de la cara mientras me
observaba.
—Porque acabo de besar a Spyder, me ha regañado la Suma
Sacerdotisa, y porque algunas personas han perdido su integridad —
murmuré mientras le miraba fijamente en abierto desafío—. Así que
tráeme una bebida, por favor. Algo fuerte —fruncí el ceño mientras me
volvía hacia Spyder, profundizando el ceño. Tenía un ojo morado, que
no se estaba curando tan rápido como sus anteriores heridas—.
¿Alguien te golpeó? —pregunté, preguntándome si lo estaba juzgando
mal, o si las sombras estaban jugando conmigo.
—Me encontré con un puño —dijo antes de dirigir su mirada a
Vlad—. Jack Daniel’s, con hielo —refunfuñó mientras se giraba para
mirar a la multitud. No había música, lo que parecía raro. Cada vez que
había estado aquí la música había sonado.
Lo ignoré, observando a Vlad mientras servía dos dedos de Jack en
los vasos y luego los empujaba en nuestra dirección. Cogí el vaso y lo
incliné, tragándolo de golpe antes de volver a dejarlo en la barra y
empujarlo de regreso.
—Más —dije, ignorando los dos pares de ojos que me miraban
fijamente.
Después del cuarto, reduje la velocidad y me giré, observando a las
brujas que se mezclaban o coqueteaban. Eran tantas que ya no sabía
quién era quién, ni de qué aquelarre eran. Mi cabeza se balanceó
mientras inclinaba el vaso y tragaba profundamente.
—No te lo vas a sacar bebiendo, gatita —dijo Spyder mientras me
observaba con ojos entrecerrados—. Ese dolor de la traición, no va a ir
a ninguna parte.
—No me han traicionado —afirmé, observando cómo sus labios se
inclinaban hacia arriba, formando una sonrisa seductora—. Nunca dije
nada de ser traicionada. —¿Qué carajos, las paredes tienen oídos?
—No hacía falta —se rio mientras Vlad asentía.
—Si una chica bebe así, o esconde algo o le duele.
—A veces, son ambas cosas —dijo Vlad.
—¿Y si la chica sólo quiere emborracharse? —señalé a la defensiva.
—Las chicas no se emborrachan sin otras chicas —replicó Vlad.
—Luego hay cosas como quitarse la ropa, aullar y gritar, y empieza
la diversión. Tú no estás haciendo ninguna de esas cosas, y estás
bebiendo conmigo —replicó Spyder mientras su frente se arrugaba
mientras luchaba por no reírse ante la mirada de disgusto que le
dirigí—. Vete a la cama, gatita. Antes que acabe con otro ojo morado —
advirtió.
—Bien —refunfuñé mientras sacaba unos cuantos dólares y
empezaba a contar el cambio.
—Yo me encargo —anunció Spyder mientras me metía el dinero en
el bolsillo y me daba un suave empujón en dirección a los dormitorios.
—No debería haberte golpeado —dije.
—Valió la pena, carajo.
—Si tú lo dices —murmuré mientras empezaba a alejarme de él.
—Lo hago.
Capítulo 27

Es el mal que se ve venir lo que debería preocuparte. Es el mal


que nunca ves que te sigue, acercándose sigilosamente y
golpeándote de frente.
~Magdalena

Caminé por el pasillo, sin prestar atención a todo lo que ocurría a mi


alrededor, mientras la ira se iba acumulando en mi mente. No había
querido dejar el club ni la seguridad que ofrecía, que era absoluta.
Lucian era una apuesta segura contra Lucifer y, sin embargo, Kendra
seguía echándome en cara que le debía lo que había soportado por mí.
Lo peor de todo es que creía que habíamos avanzado en arreglar lo
que habíamos roto, pero no fue así. A la primera oportunidad que tuvo,
me tiró debajo del autobús. Kendra me había obligado a ir y luego le
había dado la vuelta y había hecho ver que yo había sido la que la había
empujado. Además, había intentado coquetear con Lucian, algo que
sabía que no debería importarme, pero lo hacía.
Verlos juntos me había hecho sentir eviscerada, asqueada hasta el
punto de querer herirla físicamente a ella, a mi propia carne y sangre.
Nunca debería ser así y, sin embargo, la rabia al rojo vivo mientras sus
dedos trazaban la mano de Lucian había hecho que mi magia se
desplegara desde lo más profundo de mi ser. Como si quisiera liberarse
para hacer daño, cosa que la magia blanca nunca hacía.
Me golpeé contra algo sólido y tropecé mientras me enderezaba,
sujetándome a lo que había golpeado. Unos ojos verde esmeralda me
observaron cuando levanté los míos para ver con qué había chocado.
—Alto ahí, pequeña dama —dijo con una suave risa mientras me
sostenía—. No es que me importe que me atropelle algo como tú, pero
tal vez quieras prestar atención cuando camines —bromeó y di un
paso atrás, alejándome de él. Su tacto se sentía aceitoso, como si
estuviera manchado.
—Lo siento —murmuré mientras intentaba esquivarlo, sólo para
que me bloqueara el paso al hacerlo—. ¿Algún problema? —pregunté
mientras le dirigía una mirada curiosa.
—¿No te dieron una paliza el otro día? —preguntó mientras
deslizaba lentamente su mirada por mi cara hasta mis pechos, que se
veían empujados por el top que llevaba—. Maldita sea, chica. Eres
preciosa.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté mientras su sonrisa flaqueaba.
—Falcon —anunció mientras me tendía la mano. La acepté,
estrechándola, mientras sentía que una chispa se encendía en el
momento en que nos tocábamos. No fue nada parecido a cuando
Lucian me tocaba; ningún deseo se desplegó o desencadenó dentro de
mí. Era algo más, como si lo conociera y, sin embargo, no pudiera
situarlo en ningún lugar antes del día en que todos habíamos llegado al
Club Chaos en busca de refugio—. Y tú eres Magdalena Fitzgerald, en
carne y hueso. Has causado un gran revuelo con tu poder en la
comunidad. Una de las brujas más fuertes del linaje hasta la fecha, o
eso dicen algunos.
—¿Eso es lo que dicen? —pregunté, preguntándome por qué las
vibraciones de este tipo me daban escalofríos y hacían saltar todas mis
alarmas.
—Y que estás soltera y sin pareja —respondió suavemente mientras
sonreía pícaramente—. He oído que mañana vamos a tener una fiesta y
tu abuela ha hecho saber que le gustaría que te consideraran como
pareja de los que tenemos el poder, el verdadero poder —continuó
señalando—. Pienso poner mi mano en esa piscina para pasar una
noche contigo, o más.
—¿Le está diciendo eso a la gente?— Pregunté mientras inclinaba la
cabeza.
—Parece que no le interesa mucho con el que follaste, y prefiere que
elijas de tu propia especie —contestó con un toque de algo en su tono.
—¿Especie? Creía que aquí todos éramos humanos —respondí.
—¿Lo somos? —replicó mientras se inclinaba y se alejaba,
dejándome con la duda sobre sus crípticas palabras.
Genial; así que mi abuela, que le había rogado a Lucian que nos
trajera aquí, estaba tratando de engancharme con alguna polla mágica.
Kendra estaba embarazada de Lucifer, y era ampliamente conocido. Yo
era la última Fitzgerald disponible para llevar la línea en este
momento, hasta que Kendra diera a luz a lo que fuera que llevara.
Mis pies se movieron mientras pensaba en cómo salir del plan de mi
abuela, del que no se había molestado en informarme, cuando alguien
salió de la siguiente esquina y me sopló algo en los ojos. Tosí mientras
mi cara ardía con fuego líquido.
El dolor estalló mientras lo que fuera seguía ardiendo mientras mis
piernas cedían y caía al suelo. Levanté la vista y vi a Kendra con un
hombre mientras me observaban. Intenté preguntarle qué demonios
estaba pasando, pero no salió nada más que un sollozo ahogado.
Rodé hacia un lado mientras el dolor me quemaba, envolviendo mi
mente hasta que lo sentí, una oscuridad que surgía dentro de mí.
Luchaba por salvarme de lo que fuera que me estaba sucediendo. Las
voces empezaron a surgir desde el interior de mi cabeza, y los
chasquidos estallaron en mis oídos como si estuviera subiendo
rápidamente de altitud. Las voces se hicieron más fuertes, más claras, y
luego, a medida que la oscuridad se alejaba, también lo hacían ellas. Me
quedé tumbada en el suelo hasta que las voces susurrantes se alejaron
cada vez más de mí.
Me levanté del suelo y me toqué la cara mientras me sentaba de
rodillas en el centro del suelo del pasillo, parpadeando mientras mi
visión nadaba con las siluetas que se desvanecían de mis atacantes.
Utilicé la pared como apoyo para sostenerme, apoyándome en ella,
mientras me limpiaba la arena filtrada que habían utilizado en mí. Mis
manos salieron limpias y giré la cara hacia las risas que sonaban desde
el final del pasillo.
—Mátalos antes de que te maten —susurró una vocecita, y miré a mi
alrededor, observando el pasillo en ambas direcciones.
—Está a salvo de ti —se oyó una voz femenina que resonó en mi
cabeza. Me tapé los oídos con las manos mientras se me cerraban los
párpados.
—¡La protegemos! —gritó otro, y yo me doblé.
—¿Quién la protegerá de mí? No puedes salvarlas a las dos —
susurró una vocecita, y las náuseas se arremolinaron dentro de mi
estómago mientras cantaban.
—¡Deténganse!—Grité y luego escuché como todo se silenciaba
dentro de mi cabeza. Joder, ¿los grimorios que había conseguido
mantener en silencio estaban ahora activos en mi cabeza? ¿Cómo? Los
había obligado a guardar silencio, a no poder comunicarse, y por eso
había ignorado la advertencia de Synthia. Me limpié la nariz mientras
algo se escurría por ella, goteando sobre mi labio.
Me miré la mano mientras el rojo fluía de mi nariz a ella. Fluyó sin
cesar y, con esfuerzo, conseguí apartarme de la pared y dirigirme a mi
habitación. Mis manos cayeron mientras me balanceaba precariamente
sobre mis pies, frenando cuando la pared dio paso a otro pasillo.
Tropecé, cayendo al suelo, y comencé a arrastrarme.
Cuando la pared estaba de vuelta, me agarré a ella y me puse en pie
antes de oír pasos que se acercaban. Me detuve, sin saber si debía salir
corriendo o si podía hacerlo. Me giré hacia la pared, apoyando la
cabeza en ella. Lentamente, me derrumbé y caí al suelo con fuerza.
—Gatita, ¿qué mierda? —La profunda voz de barítono de Spyder me
llenó los oídos, obligándome a ponerme las manos sobre las orejas
mientras su voz resonaba dentro de mi cabeza, penetrante. Conseguí
levantarme de nuevo y me apoyé en la pared. Empecé a caer hacia
atrás, incapaz de mantenerme en pie, y sentí que sus manos me
atrapaban antes que pudiera volver al suelo. Me levantó contra su
pecho mientras empezaba a caminar. Su mano se movió y entonces
habló—. Tenemos un puto problema, reúnete conmigo en tu
habitación, ahora —ordenó y luego volvió a meter su teléfono en el
bolsillo.
Tardó unos segundos en llegar a la habitación a la que tanto me
había costado llegar. Me colocó suavemente en la cama y se cernió
sobre mí. Su mirada azul se clavó en la mía con una expresión de
horror cuando se apartó de mí al abrirse la puerta.
—¿Qué demonios era tan importante... Lena? —Las palabras de
Lucian se interrumpieron al ver la sangre que brotaba continuamente
de mi nariz—. ¿Qué sucedió? —preguntó a Spyder, que se encogió de
hombros y dio un paso atrás.
—La encontré en el pasillo siguiendo un rastro de sangre —dijo en
voz baja—. Eso es un montón de puta sangre, y no se detiene, Lucian.
—¿Un hechizo? —musitó Lucian mientras yo intentaba mover la
cabeza para mirarle, pero no podía. Mis fuerzas menguaban y, aunque
estaba en la cama, todo me daba vueltas—. Trae a Vlad aquí, ahora —
exigió mientras se arrodillaba a mi lado—. Resiste, Lena, yo arreglaré
esto.
Capítulo 28

Si estoy soñando, déjame jodidamente en paz


~Magdalena

Me desperté cuando alguien me tocó la cara. Sentí que los párpados me


pesaban, pero logré abrirlos. Miré fijamente a un joven que me miraba
con curiosidad. Notaba que me habían taponado la nariz y Vlad estaba
sentado a mi lado, con una vía intravenosa enganchada en el brazo
mientras me miraba con una sonrisa.
—Nos tenías preocupados, hermosa —explicó Vlad.
—¿Por qué hay una vía conectada desde tu brazo al mío? —
Murmuré a través del algodón en mi boca. Sonaba como una mierda.
Me habían taponado la nariz con una gasa y todo sonaba mal. Me llevé
la mano libre a la oreja y la encontré también tapada.
—Estabas sangrando por la nariz, los oídos y los ojos cuando Spyder
te encontró en el pasillo —murmuró Vlad mientras su mano se
entrelazaba con la mía, manteniéndola quieta. Empecé a incorporarme,
pero el hombre que se había cernido sobre mí me empujó hacia abajo.
—No estás bien —afirmó con firmeza—. Todavía no hemos
averiguado qué ha provocado que te ocurra esto.
—Este es Eliran, un amigo mío, Lena. Es hábil en la curación y uno de
los sanadores más apreciados de Faery. Te ha salvado, deja que haga su
trabajo.
—¿Faery? —Murmuré al hombre que trabajaba a mi alrededor. A
diferencia de los demás, no tenía los anillos alrededor del iris y parecía
agotado. Según las leyendas, los Fae nunca envejecen y, sin embargo, él
parecía agotado, más viejo que los demás que había encontrado,
incluidos los que había conocido aquí.
—Sí, de Faery —proporcionó mientras me tomaba la muñeca y el
pulso—. Estás estable, pero hasta que no sepamos qué te ha hecho
sangrar tanto, debes permanecer en la cama.
La puerta se abrió y todos nos giramos para ver cómo Lucian,
Spyder, Ryder, Synthia y un montón de personas más entraban por
ella. Tragué saliva cuando la mirada azul eléctrico de Synthia buscó la
mía. Había descubierto que podía cambiarlos a voluntad; o era eso, o se
activaban según su estado de ánimo. Todavía no la había descubierto,
ni sabía lo que era.
—¿Está despierta y recuperada? —preguntó Lucian a Eliran y yo
resoplé—. Lena, ¿qué rayos sucedió? —exigió mientras su cuerpo
giraba en mi dirección, cambiando de rumbo. Despidió a Eliran antes
que pudiera responder a la pregunta.
—No lo recuerdo —mentí—. Estaba caminando y luego todo se
volvió loco. —No estaba echando a Kendra debajo del autobús; ya no
confiaba en ella, pero hasta que no supiera por qué lo había hecho, me
guardaría ese dato para mí.
—Estabas sangrando por todos los orificios de tu cara cuando
Spyder te encontró. Si no te hubiera descubierto cuando lo hizo,
estarías muerta ahora mismo —espetó Lucian con rabia, como si
pudiera obligarme a contarle lo sucedido—. Esto ocurrió dentro de mi
club, donde juré que estarías a salvo, Lena.
—Eso no cambia el hecho que no recuerdo que haya pasado algo —
gruñí mientras luchaba contra Eliran para levantarme. Tras unos
instantes de lucha, Lucian cambió lugares con él y me levantó con
cuidado, permitiendo a Vlad ajustar el flujo de la sangre que tan
amablemente estaba donando.
Me acomodé en el cuerpo de Lucian mientras miraba donde la
espesa sangre desaparecía en mi vena. Eliran se dirigió a sus
suministros, atrayendo de nuevo mi atención hacia él y hacia la
silenciosa sala que observaba cómo acercaba un cofre a Vlad y lo
dejaba a su lado. Retiró la aguja de su brazo y colocó suavemente una
gasa en el suyo antes de hacer lo mismo con el mío.
—Presiona unos instantes —ordenó con firmeza mientras
retrocedía lentamente y colocaba las manos en la espalda, mientras
comenzaba a explicar lo que había encontrado—. Por lo que veo, está
bien aparte de la pérdida de sangre. No tiene ningún otro síntoma que
pueda encontrar, ni ningún signo revelador de que sea un hechizo. Lo
que fuera que haya sucedido, no ha sido para matarla; dañarla, sí.
Asesinato, no hay pruebas de ello; más aún, podría haber sido un
hechizo que ella misma hizo y que salió mal. Mi preocupación es que,
sin saber qué lo causó, o qué hechizo se usó, no podemos evitar que se
repita.
—¿Crees que me lo he hecho yo misma? —pregunté, soltando la gasa
mientras me quitaba las otras de la nariz y las orejas. La habitación se
arremolinó con sonidos en el momento en que lo hice. Tragué bilis
mientras me golpeaba en todos los frentes. Las mezclas de olores eran
odiosas, abrumadoras, y me llevé la mano para taparme la nariz. Podía
ver mil veces mejor; todo era más brillante, más vívido y los Fae eran
aún más hermosos—. ¿Qué me hiciste? —Pregunté en voz baja
mientras me giraba para mirar a Vlad acusadoramente, y noté que sus
ojos plateados giraban en un intrincado patrón en el que nunca me
había fijado hasta hoy. Su piel era impecable, su pelo de un intenso azul
negruzco que captaba la luz y reflejaba ambos colores de forma
magnífica.
—Soy un vampiro, Lena. Has recibido mi sangre —señaló
lentamente para no abrumarme—. Cura más rápido de lo que podría
hacerlo la magia, y reconstruirá las células que perdiste. Sin embargo,
experimentarás las cosas como yo durante un tiempo. Mi sangre
debería salir de tu sistema en uno o dos días mientras recircula y tú
construyes tus propias células y repones tu volumen normal de sangre.
—¿Hueles así a todo el mundo? ¿Cómo lo manejas? —pregunté.
—Ahh, eso tiene sus ventajas. Como oler a una mujer que está
excitada —se rio.
—Suficiente —retumbó Lucian, y deslicé mi mano en la suya,
amando cómo encajaba y odiándolo al mismo tiempo—. ¿No recuerdas
nada? —preguntó bruscamente.
—Recuerdo que había gente caminando por el pasillo, y entonces
alguien dijo algo pero no capté lo que se decía. Unos momentos
después el dolor explotó dentro de mí y me desperté en el suelo,
sangrando por la nariz, con Spyder recogiéndome.
—¿No viste quién era el que pasaba por tu lado? —preguntó Spyder
desde las sombras y toda la sala le miró. Nunca me acostumbraría a
que se mezclara con las sombras, que parecían acariciarlo como lo
haría un amante—. Estuviste gritando para que se callaran todo el
tiempo que te traje a la habitación. Gritabas incluso cuando estabas
inconsciente, pidiendo que se detuvieran. No había nadie dentro de la
habitación con nosotros y, sin embargo, te agarrabas las orejas y
seguías rogándoles que dejaran de gritar.
—No lo recuerdo —respondí con sinceridad.
—¿Ya hablan los grimorios dentro de ti? —Synthia intervino en la
conversación suavemente—. Han pasado semanas, Lena. Ya deberías
estar muerta, según todos los relatos de la historia. La única bruja que
duró más de unas horas que pudimos encontrar fue una bruja oscura,
de la que se tiene poca o ninguna información en nuestra historia.
—No encontrarías la historia de una bruja oscura en ningún registro
— admití, sabiendo que estaba soltando información que debería
guardar—. Está prohibido incluso hablar de ellas una vez que han
muerto, por miedo a que vuelvan de la tumba. Las brujas oscuras
nunca fueron documentadas; a veces se borraba todo su linaje para
ocultar la vergüenza de las acciones pasadas de un aquelarre. Las
brujas oscuras son más fuertes, viven más tiempo y son antinaturales.
Es por esa razón que los aquelarres prohíben que sean parte de la
historia de cualquier aquelarre. Tu aquelarre es diferente, pero las
brujas que permiten la oscuridad en su interior y las que nacen con ella
son criaturas diferentes. Una es malvada de nacimiento, la otra lo es
por elección. Al final, no debe quedar rastro de ellas en nuestra
historia. Como una mancha, se elimina.
—Y tú, Lena, ¿cuál eres? —Preguntó Synthia, sorprendiéndome.
—Yo uso magia blanca; las brujas oscuras no pueden hacer algo así
—señalé mientras los brazos de Lucian se estrechaban a mi
alrededor—. Si fuera una bruja oscura que hace magia blanca, lo
sabrías. Todo el mundo lo sabría.
—¿Y eso por qué? —preguntó ella.
—Lo sabríamos —convino Lucian—. Se volvería oscura; gruesas
líneas del veneno negro correría por sus venas, y sus ojos se volverían
completamente negros con la oscuridad. Consumiría su alma y
devoraría cualquier control que tuviera. Todos sabríamos si Lena se
volviera a la oscuridad, porque sería incapaz de controlarla, incluso
con lo poderosa que es. Cuando una bruja se vuelve oscura, es casi
imposible ocultarlo.
—Entonces recemos para que no sucumba a los grimorios, porque al
menos tres de los nombres que una vez los poseyeron se remontan a
líneas de sangre contaminadas. Todo el mundo deja un rastro, Lena. No
importa lo mucho que te esfuerces en borrar a alguien de la historia,
siempre queda algo detrás.
Miré fijamente a Synthia y me esforcé por tragar más allá del nudo
en la garganta.
—Si me vuelvo malvada por culpa de ellos, mátame —susurré,
viendo cómo se estremecía ante mi petición—. No se puede permitir
que haga daño a la gente que quiero. Si puedo controlarlo, bien. Si no
puedo, tienes que acabar con ello. No hagas que Lucian o Spyder lo
hagan. Prométemelo; estás entrenada para matar criaturas. Si me
vuelvo mala, significa que ya no estoy viva en este cuerpo. Lucharé
hasta mi último aliento para mantener el control, pero si lo pierdo,
significa que me ha erradicado. Nadie debería tener que vivir con eso.
Lucian no merece tener que soportarlo. Mi familia no podrá, así que te
pido que lo hagas tú.
—Eres consciente de que no son como pretenden ser —sonrió
mientras se sentaba en la cama y me cogía de la mano—. ¿Eres
consciente de lo que soy? —preguntó con cuidado.
—Definitivamente no eres humana y no eres Fae —respondí en voz
baja—. Tus ojos cambian de color y estás casada con él —señalé con un
movimiento de cabeza—. Es el Rey de la Horda, ojos del color de hilos
de oro recién hilados con el sistema solar capturado en sus
profundidades de brasa. Sus alas son tan suaves como la tela de araña,
y sin embargo blanden la muerte con su objetivo, él es la muerte final
para los mortales y los Fae por igual. He oído las historias sobre él.
Pero tú, tú eres algo totalmente diferente. Mi instinto me dice que eres
una Diosa, y sin embargo llevas el glamour de los Fae en tu cara, lo cual
es curioso. Los otros son fáciles. La última vez que viniste, omitiste en
qué te habías convertido. Sólo dijiste lo que eras.
—Eres muy observadora, eso es algo bueno. Sin embargo, me
molesta que no hayas visto quién te hizo daño. Porque me hace pensar
que estás protegiendo a alguien que intentó hacerte daño. Si intentaron
hacerte daño o matarte, ¿realmente vale la pena protegerlos? ¿A menos
que sea de sangre? Tu hermana, tal vez —pensó en voz alta mientras
me miraba fijamente en busca de cualquier señal reveladora de que
estaba mintiendo.
—Kendra no me haría esto —dije.
—Estamos hablando de la misma hermana que te abandonó cuando
te colaste en el Gremio hace casi una semana, ¿verdad? —preguntó,
con una pícara sonrisa en los labios.
—Ella es de mi sangre, pero también es mi gemela. Si hubiera sido
ella, lo sabría. Estamos conectadas, y a diferencia de tu aquelarre, el
nuestro está unido por algo más que un voto. Somos uno; cuando uno
cae, lo levantamos. Cuando uno se extravía, lo llevamos a casa.
—Y sin embargo te dejaron en Portland —señaló Spyder con un
siseo, y yo fruncí el ceño. No podía discutir eso. Pero entonces me había
ido por mi cuenta y me había asegurado que no pudieran seguirme.
—Necesita descansar. Esperarán que asista a la velada de mañana —
gruñó Lucian mientras me acercaba como si pensara en protegerme—.
Me gustaría extender mi agradecimiento y pedirles que se mantengan
cerca durante los próximos días mientras descubrimos quién fue el que
intentó dañarla. Hay más de mil brujas dentro de este club en este
momento. Después de mañana, algunas seleccionadas se volverán a la
oscuridad para proteger sus aquelarres. Como saben, puede volverse
mortal rápidamente y he dado mi palabra de que protegeremos a las
brujas blancas durante el proceso. Les debo un favor en el momento de
su elección —dijo con cuidado. De alguna manera sabía que lo que
decía era más grande de lo que hacía parecer, como si deberle un favor
a alguien le molestara mucho.
—Nos quedaremos, por las brujas, por supuesto. No nos lo deberás,
Lucian, ella sí —dijo Synthia, y Ryder, que nos había estado
observando, resopló—. Por las brujas, y por las que no pudimos salvar
del Gremio, haré lo que pueda para ayudar a tu aquelarre, Lena. Me
deberás algo a cambio, y juraré que los Fae protegerán a tu familia y a
tu aquelarre de cualquier daño mientras los demás se vuelven a la
oscuridad.
Tragué con fuerza y asentí. —Acepto.
Capítulo 29

Solo tienes una vida, y luego se acabó. Vive, ama y déjalos entrar.
~Magdalena

Permanecí en mi habitación durante el resto de la noche y hasta bien


entrada la mañana, negándome a ver a nadie excepto a Spyder y
Lucian. Ambos habían permanecido cerca de mí durante todo ese
tiempo. Las voces se habían reducido a un susurro, pero por mucho
que intentara ignorarlas, no dejaban de hablar. No podía distinguir sus
palabras apagadas, pero si intentaba escucharlas, se callaban. Era como
si supieran o sintieran que yo estaba escuchando sus conversaciones
dentro de mi cabeza.
Sentada en el borde de la bañera, metí los dedos en el agua,
probándola. Dejé caer lentamente pétalos de rosa y sales de baño que
Lucian había traído al agua. Escuché la música lenta que sonaba en el
dormitorio; saber que estaba volviendo a Spyder un poco loco me hizo
sonreír. Lucian estaba haciendo cosas de brujo, probablemente
enloquecido por mi abuela y mi madre.
Dejé que la bata de seda cayera de mis hombros y se acumulara a
mis pies, y entré. Me costó un esfuerzo apartar el mundo, junto con las
voces. A veces sonaba como estática y otras veces se convertía en un
constante parloteo sin sentido. El hechizo que había intentado no había
funcionado y ya no tenía opciones.
Cuantas más páginas hojeaba, menos segura estaba de qué hechizos
habían pertenecido a las brujas oscuras o a las blancas. ¿Había lanzado
ya accidentalmente un hechizo oscuro? Era posible, y lo que decía
Synthia podía ocurrir. No estaba segura de poder controlar lo que
ocurría en mi interior. Había absorbido grimorios enteros, y ahora me
enfrentaba al coste de realizar mis acciones.
Sabía lo que iba a ocurrir mañana, sabía que había presionado para
ello, y tal vez me había equivocado al hacerlo. Tal vez no debí
mencionarlo, ni presionarlo. Acababa de despertar y, sin embargo,
había abierto la boca en asuntos que no debía. ¿Y si mis secretos salían
a la luz? ¿Y si se revelaba toda la razón por la que había huido del
aquelarre, o se deshacía todo mi esfuerzo por ocultarlo? ¿Y si todo salía
mal y todo era para nada? Una vez que abrazas la oscuridad por
completo, no se puede deshacer. La muerte era la única liberación, que
yo conocía mejor que nadie. Había luchado contra ella y había ganado,
y había pagado por ello. Había ganado, pero sólo porque había
encontrado la manera de encerrarla dentro de mí.
Me hundí completamente bajo el agua, mirando al techo mientras
sopesaba las consecuencias de mis actos. Las voces se hicieron más
fuertes, como si sintieran mi incertidumbre y mis miedos. Las voces
que decían las cosas malas dentro de mi cabeza, ¿eran las brujas
oscuras? ¿Era eso en lo que se convertirían mis amigos y los demás?
Cerré los ojos mientras soltaba aire, dejando que el fuego de mis
pulmones se encendiera lentamente hasta que salí disparada del agua,
jadeando.
Spyder me miró fijamente desde donde estaba apoyado en la pared
mientras yo jadeaba, oculto en el rincón más oscuro de la habitación.
—Ah, gatita, esa nunca es la respuesta —murmuró mientras se
adelantaba.
—No me estaba suicidando, idiota —gruñí mientras me cubría lo
mejor que podía—. Me preocupa lo de mañana. Yo presioné por esto,
Spyder. ¿Y si me equivoco? —pregunté, y él sonrió.
—Las brujas oscuras no son malas de entrada, y las mataremos si se
pasan de la raya mañana —me aseguró encogiéndose de hombros,
como si no considerara que sus vidas valen algo—. No me mires así; yo
tampoco quiero que mueran... Bueno, la mayoría, algunos son unos
cabrones engreídos a los que probablemente les vendría bien un poco
de descanso. Pero si es entre tú y ellos, están jodidos, gatita.
Totalmente jodidos. —Se arrodilló junto a la bañera y me salpicó con
una sonrisa encantadora.
—Tú también me agradas, Spyder.
—Termina y vístete —Sacudió la cabeza mientras se levantaba junto
a la bañera—. Tenemos que ir a una fiesta.
Veinte minutos más tarde, miro mi reflejo y el vestido que he
decidido ponerme. Uno que había conjurado con magia y que favorecía
mi esbelta figura. El maxi vestido era de un material sedoso, casi
transparente, que caía desde cada hombro en un amplio escote en V
que dejaba al descubierto la mayor parte de mi pecho y apenas cubría
mis senos, ya que se hundía dramáticamente justo por encima de mi
ombligo. Los lados estaban igualmente expuestos bajo mis brazos. Lo
único que evitaba que la tela se moviera como un fallo de vestuario era
una fina banda de tela negra que sujetaba mis pechos y evitaba que los
laterales y las piezas del pecho se deslizaran.
Llevaba el pelo suelto, cayendo en cascada por la espalda, como
prefería Lucian. Llevaba un maquillaje mínimo, ya que prefería parecer
natural en lugar de maquillada o falsa. De todos modos, nunca había
utilizado mucho. Un poco de rímel, brillo de labios y rubor en las
mejillas y creía que mi aspecto era lo suficientemente bueno como para
enfrentarme al mundo. Kendra se pasaba horas en el baño para ir al
colegio, pero yo era todo lo contrario. La echaba de menos, a la que
solía sonreír desde sus ojos cuando nuestras miradas se cruzaban en la
sala en alguna aburrida función del aquelarre.
Arrojé el cepillo sobre la encimera y me puse los pequeños tacones
que había hecho y me dirigí al dormitorio. En cuanto entré en él, oí la
súbita respiración de Spyder y me asomé a él con curiosidad. Estaba
inmóvil, con la mirada recorriendo la piel expuesta antes de cerrarla y
dar un gran paso atrás, como si no confiara en sí mismo estando
conmigo.
—Los dioses son unos malditos bastardos inconstantes —gruñó—.
Cinco minutos; ese es el tiempo que transcurrió entre que él entró en la
fiesta después que tú llegaras y cuando yo lo hice. Se suponía que era
yo, pero no, tenía otras obligaciones.
—¿De qué estás hablando? —pregunté mientras me levantaba la
falda y me acercaba a él.
Exhaló y sacudió la cabeza.
—No importa —rio en silencio mientras su pecho se agitaba pero no
se le escapaba ningún sonido—. Vamos a colarnos en la fiesta, gatita —
dijo mientras extendía el codo—. Sabes que probablemente vas a hacer
que asesinen a la mitad de los chicos de ahí fuera esta noche, ¿verdad?
—Eso no va a pasar —me reí suavemente.
—Eres preciosa. Tan jodidamente hermosa que duele mirarte esta
noche — murmuró mientras se frotaba la mano libre por la cara y
miraba fijamente al frente.
—Gracias, Spyder. Tú también estás jodidamente bueno —me reí
mientras entrábamos al pasillo principal, observando a algunos Fae de
aspecto fornido, incluido el de ojos zafiro que me había dado un susto
de muerte en el Gremio. Sonrió al ver el vestido.
—Pobre bastardo —reflexionó Zahruk antes de sacar los cuchillos de
sus fundas en las piernas y meterlos en las mangas. Tragué saliva
cuando un parpadeo nervioso empezó a apoderarse de mí. Podía ver
las armas que llevaba, la multitud de ellas, y sin embargo me estaba
protegiendo contra Kendra. No sabía por qué lo había hecho, ni si sabía
lo que pasaría cuando lo hiciera, pero sabía que ya no podía confiar en
ella y eso me rompía más de lo que lo había hecho Lucian.
A medida que nos acercábamos a la sala principal del club, podía oír
cómo el nivel de ruido se volvía insoportable mezclándose con el de mi
cabeza. La sangre de Vlad me dio un puñetazo infernal que aún no me
había soltado, y todo se agudizó; mis sentidos, mis reflejos, las
respuestas de mi cuerpo, todo.
En el momento en que llegamos a la sala principal del club, todo
pareció detenerse. La ruidosa charla se redujo al mínimo cuando entré
en la sala, deteniéndome en el borde de la misma. La asamblea se
volvió, mirándome fijamente cuando salí del pasillo, seguida por los
guardias que flanqueaban mis costados.
Mi mirada buscó en el interminable mar de rostros hasta que lo
encontré. Lucian estaba de pie en medio del mar de gente, mirándome
fijamente mientras yo le devolvía la mirada con una necesidad tan
cruda y al rojo vivo que me aterrorizaba. Me quedé de pie,
consiguiendo de algún modo no inquietarme mientras su mirada
recorría mi cuerpo escasamente vestido. Encontré fuerza y valor en el
calor que llenaba sus infinitas profundidades.
No era la chica que llevaba estos vestidos, no del tipo que exponía
tanta piel. Era modesta, nunca necesitaba mostrarme como algo que no
era, pero esta noche había querido ser especial. Estaba en exhibición,
pero sólo había un hombre al que quería atrapar. Había elegido todo
con cuidado, vistiéndome para seducir.
Lucian iba vestido con un elegante traje, una mezcla de azul noche y
azul oscuro que hacía juego con sus seductores ojos. Llevaba el pelo
recogido y seguía pareciendo el depredador que era. Ningún traje caro
ocultaba lo que era, ni podría hacerlo nunca. Falcon se puso delante de
él, bloqueando mi vista.
Aparté los ojos de donde estaba Falcon, buscando entre las demás
caras hasta que encontré a Alden mirando a mi madre desde el otro
lado de la sala abarrotada con un anhelo que me apretó el pecho.
Dexter estaba a escasos centímetros de él, compitiendo por la atención
de Kat mientras los hombres le ofrecían su mano en el siguiente baile.
Nadie tenía las agallas de ir por lo que realmente quería. Perdían el
tiempo suspirando en lugar de ir por ello.
¿No sabían lo corta que era la vida? ¿Lo precaria que podía ser, o que
en un instante podía perderse? Ignoraban lo que más querían,
ocultando o enterrando sus sentimientos para proteger su corazón de
ser rechazado o herido. Me mordí el labio mientras las lágrimas
llenaban mi visión al considerar lo que había hecho. Había alejado a
Lucian y él era lo único que estaba a mi lado.
Sí, lo que había hecho estaba mal, pero sus intenciones habían sido
puras. Había luchado para protegerme, y aun así, yo había arremetido
contra él. Y aunque tenía derecho a estar herida, ¿realmente quería
perder más tiempo sin él? La multitud comenzó a parlotear de nuevo, y
los hombres se dirigieron hacia mí con un propósito en su andar.
Me paré en las escaleras que conducían al salón y, antes de que el
primer hombre pudiera ofrecer su mano para bailar, comencé a
moverme. La urgencia que había en mi interior crecía a medida que
avanzaba entre ellos, girando de lado para pasar cuando intentaban
competir por mi atención o hablar conmigo.
Falcon gruñó cuando pasé junto a él, sus palabras sobre la tradición
resonando en mi cabeza, y sonreí mientras me dirigía directamente
hacia el único hombre que tenía mi alma. A la mierda la tradición; a la
mierda las leyes del aquelarre esta noche. La vida era demasiado corta.
Sabía lo que quería y pretendía conseguirlo; nada más importaba
ahora. Empujé a cualquiera que intentara impedirme el paso hacia el
único hombre que quería, el que me robó el corazón como un ladrón en
la noche. Él esperó en su sitio, sin moverse, mientras yo tomaba la
decisión por mi cuenta, decidiendo mi propio camino.
Me abalancé a sus brazos y le besé con todo lo que tenía. No me
importaba quién nos observara, ni si estaba desobedeciendo lo que el
aquelarre había dispuesto para mí. Los guardias me habían seguido
hasta él, dando vueltas a nuestro alrededor mientras yo enhebraba mis
dedos en su pelo, reclamándolo de la única manera que podía. Sabía,
sin tener que mirar a nuestro alrededor, que todos los ojos del club
estaban puestos en nosotros. No importaba; en el momento en que
nuestros labios se tocaban, todo lo demás se desvanecía en el fondo.
Puede que no haya un mañana para nosotros, justo ahora. El
mensaje que mi abuela les había dado para que me entregaran ya
estaba olvidado, y aunque el aquelarre me echara, sabía que él estaría
allí para atraparme cuando cayera o si lo hacía. No necesitaba otro
amante, no me importaba tomar uno. Era este hombre, y sólo él tenía la
llave de mi corazón.
Sus brazos se deslizaron alrededor de mi espalda, levantándome
más cerca mientras nuestros cuerpos se aplastaban. Nuestras bocas se
movían en una danza tan antigua como el tiempo mientras cada uno
luchaba por acercarse al otro. Sus manos se deslizaron por mi espalda,
apresando mi rostro entre su calor mientras se separaba y me miraba
fijamente.
—¿Qué haces, pequeña bruja? —murmuró mientras sus labios
volvían a rozar los míos como si no tuviera suficiente con ellos.
—Soy tuya —susurré mientras su sonrisa se ensanchaba y me
acercaba de nuevo, reclamando mi boca en un beso que me estremecía
hasta los dedos de los pies. Me invadió, el olor a sándalo y a
masculinidad deshizo mi última pizca de dignidad mientras gemía con
fuerza contra sus labios. No me importaba quién lo oyera.
La fiesta había empezado a moverse a nuestro alrededor, bailando
mientras fingían no observarnos en nuestro descarado abrazo
mientras arrojábamos la propiedad al viento y nos deleitábamos con la
presencia del otro. Él era perfecto para mí. Lucian Blackstone era mi
propia y jodida versión de la perfección que ansiaba más que la
necesidad de respirar. No importaba que no fuera mortal, o que
fuéramos tan diferentes, o más aún, que todos estuviéramos
equivocados, porque juntos, él era lo correcto.
—Magdalena —advirtió mientras se retiraba y me miraba—.
Siempre fuiste mía —murmuró antes de empezar a moverme al ritmo
de la música que sonaba de fondo. Perfect, de Ed Sheeran, llenaba la
habitación y Lucian me sorprendió mientras nos movía con elegancia.
Nos deslizamos por la pista, los hombres se movían lentamente a
nuestro alrededor mientras bailábamos al ritmo de las embriagadoras
notas de la canción. Bailaba perfectamente, como si lo hubiera
practicado un millón de veces. Ignoró mis torpes movimientos y los
controló, lo que hizo que pareciera que no tenía dos pies izquierdos.
—Podrías haber fingido sorpresa —dije mientras mi cerebro
registraba lo que había dicho.
—¿Por qué iba a hacer eso? —replicó mientras sus dedos se
enroscaban en los míos cuando dejamos de bailar y nos pusimos en
medio de la pista con las parejas a nuestro alrededor—. Sabía que
entrarías en razón, necesitabas tiempo. Te lo di porque sé que eres una
de las mujeres más testarudas del planeta.
—Eres un engreído —me reí mientras le sonreía. Negó con la cabeza
y me arrastró con él lejos de la pista de baile. —Oye —dije, tirando en
contra de su agarre mientras intentaba salir del baile—. Las reglas del
aquelarre dicen que no podemos irnos hasta al menos la quinta
canción.
—Que se jodan las reglas del aquelarre esta noche, Lena. Estoy a
segundos de arrancar ese vestido y reclamarte en medio de esta pista
de baile para que todos los imbéciles de aquí dejen de follarte por los
ojos.
—No te atreverías —le reté. Mis ojos se abrieron de par en par
cuando se dio la vuelta y agarró la correa que tenía en el hombro—.
¡No te atrevas, Lucian! —advertí con una risita.
—He sido paciente contigo, pero eso ha llegado a su fin, pequeña
bruja —advirtió mientras tiraba de mí con él, y entrábamos en el
pasillo vacío.
En el momento en que nos alejamos de la vista de los demás, me
empujó contra la pared, atrapándome entre sus manos mientras
colocaba su cara a centímetros de la mía. Sus labios tocaron mi cuello y
gemí mientras el deseo me desgarraba. Mi cuerpo se apretó en
respuesta a su boca hambrienta mientras succionaba contra el rápido
pulso que martilleaba salvajemente por su contacto.
—Eres tan jodidamente hermosa, pero esta noche, esta noche brillas
desde dentro con una confianza que me sorprende. Nunca he deseado
nada tanto como te deseo a ti ahora —admitió entre besos.
—Necesitamos una habitación —pronuncié, sin aliento por sus
besos. Me levantó hasta que me vi obligada a rodear su cintura con las
piernas. Le rodeé el cuello con los brazos y le pasé los dedos por su
sedoso pelo mientras mantenía su boca contra la mía.
Apretó su polla contra mi humedad, sin importarle que esta posición
mostrara mis muslos desnudos o quizás más a los hombres que tosían
o hacían comentarios mientras luchábamos por acercarnos el uno al
otro.
—No lo vamos a conseguir —gruñó mientras nos hacía avanzar por
el pasillo, sin molestarse en ponerme en pie.
—Lucian —advertí y sonreí contra su boca mientras abría de una
patada la puerta del dormitorio—. Me deshaces —gemí mientras él les
cerraba la puerta en las narices a los hombres, para su decepción.
Capítulo 30

Él prende fuego a mi mundo y yo siempre le entrego los fósforos.


~Magdalena

En el momento en que se cerró la puerta, las llamas saltaron de las


velas que llenaban la habitación y la bañaron en un suave resplandor.
La música empezó a sonar mientras yo me deslizaba lentamente por su
cuerpo, sin perder de vista la pasión que lo llenaba mientras sus manos
se deslizaban lentamente por mis costados expuestos. La versión de
Wicked Game de Theory of a Deadman empezó a sonar mientras él me
daba la vuelta y me acariciaba los pechos mientras sus labios me
besaban la nuca hasta que las piernas me flaquearon.
Me acompañó lentamente hacia la cama, sin detenerse hasta llegar a
ella. Esperaba que me arrojara sobre ella. En lugar de eso, apartó su
boca de mi cuello y desató el lazo de la espalda del vestido. Sus manos
subieron, cálidas contra mi brazo, mientras empujaba un hombro,
besándolo suavemente con su boca hambrienta, para luego repetirlo
con el otro. Lo trabajó como si estuviera abriendo un preciado regalo.
El vestido se me enredó en los pies y lo eché a un lado mientras él
me besaba lentamente por la espalda. Las bragas que llevaba se
enredaron, lo que arrancó un gruñido de aprobación de lo más
profundo de su pecho cuando las empujó hacia abajo.
Una vez que me hubo desnudado ante su mirada codiciosa, me subió
lentamente los dedos por los muslos y el costado hasta ponerse a su
altura. Me agarró del pelo, apretándolo mientras me daba la vuelta y
luego bajó su frente contra la mía. Tragó con fuerza mientras buscaba
en mi cara, y lo que encontró allí le hizo gruñir de aprobación. Sus
labios rozaron los míos y gemí, inclinándome hacia delante, sólo para
sentir cómo tiraba de mi pelo. Tiró de mi cabeza hacia atrás, utilizando
mi pelo como palanca mientras sus labios se encontraban con los míos
y su lengua buscaba la entrada. Su otra mano tocó mi sexo,
separándolo con sus hábiles dedos mientras se deslizaba por la
resbaladiza disposición que había creado. Retumbó desde lo más
profundo de su pecho mientras su boca consumía cualquier
pensamiento coherente que yo tuviera. No era sólo un beso, era más.
Se echó hacia atrás, mirando mi cuerpo desnudo mientras empezaba
a quitarse la camisa lentamente. Estaba tan ensimismada viendo cómo
se desnudaba que ni siquiera me di cuenta que la canción se repetía
lentamente una y otra vez, y tampoco me importaba. Él la había
elegido; por alguna razón, esta hermosa criatura había elegido esta
canción para hacerme el amor.
Una vez que su pecho estaba desnudo, bajé mi boca, lamiendo a lo
largo de las líneas de cada tatuaje, incapaz de detenerme mientras
bajaba a la cama, sentándome en ella mientras él permitía mi momento
de debilidad. Sus manos se enredaron en mi pelo mientras me permitía
continuar, su suspiro alentador mientras luchaba contra sus
pantalones, necesitando quitárselos tanto como lo necesitaba a él
dentro de mi cuerpo.
—¿Qué carajos voy a hacer contigo? —murmuró mientras liberaba
su polla y lamía lentamente su larga longitud hasta que sentí que se
tensaba contra mi seducción. Besé la gruesa punta, envolviéndolo
lentamente en mi boca hasta que sentí que empujaba contra mi
garganta. Su agarre en el pelo se hizo más fuerte a medida que tragaba
hasta que mi garganta se relajó, permitiendo que entrara aún más.
Cuando empecé a retirarme, me empujó hacia abajo, siguiéndome
mientras su boca encontraba la mía, reclamándola con hambre hasta
que la respiración dejó de importar. Sus dedos separaron mi sexo,
deslizándose por los húmedos pliegues mientras probaba las aguas de
mi deseo.
Mis rodillas bajaron, dándole más acceso a mi coño. Su boca dejó la
mía desprovista de su calor y yo grité. Me mordisqueó los pechos,
lamiendo lentamente alrededor de la areola antes de que sus dientes
rozaran los picos calientes. Su dedo corazón entró en mí y me arqueé
contra él para obtener más, su boca devorando mi piel mientras su
dedo hacía magia en mi coño. Exploté sin previo aviso y él rio contra mi
pezón mientras levantaba la mirada y mordía suavemente, mordiendo
mi carne.
Lucian tiró de mí hasta que le rodeé con las piernas, por encima de
su gruesa polla, mientras utilizaba lentamente mis caderas para
empujarme hacia abajo. Grité mientras me estiraba hasta que mi
cuerpo tembló y se adaptó a su plenitud.
Sus brazos me rodearon, obligándome a trabajar contra su polla
mientras subía y bajaba mi cuerpo, sus labios encontraron de nuevo los
míos. Sus manos se alzaron, agarrando mi cara por ambos lados y
capturándola, besándome como si fuera el primer y último beso que
daría. El orgasmo creció en mi interior hasta convertirse en una
tormenta que amenazaba con liberarse. En el momento en que lo hizo,
grité su nombre como si fuera mi salvador, como si fuera mi Dios. Mis
manos se alzaron para enhebrar su pelo, manteniéndolo quieto
mientras mi boca seguía luchando contra la suya. Con su gruñido y mi
gemido, la música se ahogó contra el fervor de la habitación, una fiebre
que ninguno de los dos podía controlar.
—Pequeña bruja codiciosa —murmuró.
Me empujó hacia abajo, siguiéndome en la cama mientras empezaba
a acelerar el ritmo, tomando lo que necesitaba. Mis manos seguían
manteniendo su boca contra la mía. Sus delgadas caderas se movían
lentamente, como si estuviera saboreando cada empuje. Rompió el
beso y me miró a la cara con una mirada que me confundió y deshizo.
Me comía el alma, y nunca me había sentido más amada que ahora, más
querida que cuando me miraba.
Observé cómo levantaba su cuerpo, apoyando su peso en los brazos
mientras empezó a moverse más rápido. Mis piernas rodearon su
cintura, dándole más profundidad mientras me miraba a través de
unos ojos de obsidiana que destrozaban mis defensas y golpeaban mis
ya fracturadas paredes. No sabía cómo reaccionar ante esto, el lento
amor con el que me estaba colmando. Podía reaccionar al sexo duro y
brutal, pero esto... esto era nuevo para mí. Esta delicadeza suya me
aterrorizaba.
Continuó hasta que grité con el inminente orgasmo que permanecía
justo en el precipicio, y entonces todo cambió. Su cuerpo se estrelló
contra el mío y me hizo rodar, obligándome a mover las caderas
mientras me ponía a horcajadas sobre él. Sus manos me agarraron los
pechos, tirando de los pezones, mientras yo me apretaba contra él y mi
cuerpo se tensaba con fuerza mientras el orgasmo me desgarraba. En
el momento en que empezó a menguar, nos hizo rodar y separó aún
más mis piernas mientras se abalanzaba sobre mi cuerpo con una
intensidad brutal. Se negó a detenerse; un orgasmo tras otro me
estremeció hasta que mi cuerpo se negó a dejar de temblar con la
fuerza de cada uno de ellos. Su mano se levantó, presionando contra mi
garganta. Me preparé para que me robara el aire, pero nunca llegó. Su
pulgar se introdujo en mi boca y lo mordí, chupando con avidez
mientras él seguía cabalgando con fuerza sobre mi cuerpo.
Cuando retiró el pulgar, capturó mi barbilla con la palma de la mano,
acunando mi cara contra su boca mientras la bajaba. Su cuerpo se
estremeció y sentí que se vaciaba dentro de mí. Gimió, sin poder
evitarlo, mientras maldecía y temblaba contra mí.
Se acostó a mi lado en la cama, levantando mi pierna, que sostuvo
sobre su cadera mientras me penetraba de nuevo. No se detuvo.
Pasaron horas, y cada vez que nos separábamos, me sujetaba hasta que
su polla volvía a entrar en mi cuerpo.
Cuando no pudimos aguantar más físicamente, me abrazó. Hablamos
y nos reímos, algo que nunca habíamos hecho. Era inusual, pero no iba
a cuestionarlo. Esta era una faceta de Lucian que no muchos llegaban a
ver, y era la primera vez que lo veía más allá del frío exterior que
mostraba a los demás.
—Nunca he sido lento con nadie —reveló, y yo parpadeé mientras
me giraba y le miraba con incredulidad.
—¿Nunca? —Pregunté.
—Nunca me ha importado —admitió—. Follo con fuerza. No pienso
cuando follo; es simplemente algo que hago.
—¿Qué ha cambiado? —Pregunté, buscando la razón. Sabía por qué
lo había deseado. Todo dentro de mí había gritado de amor por él, y él
tenía mi corazón en la palma de su mano, lo quisiera o no. Había jurado
no volver a amar, y sin embargo, con él, había luchado y fracasado.
—No lo sé —murmuró—. Algo en ti esta noche me hizo necesitar
esto —dijo pensativo. Tragué con fuerza al escuchar la tensión en su
voz, la forma en que se puso rígido como si acabara de descubrir algo
que no quería, o que no le gustaba.
Exhalé y me acomodé contra sus brazos para entrar en calor.
Habíamos hablado durante horas entre episodios de sexo loco y pasión
sin fin, pero ahora algo nos separaba.
—Quizá te hayas enamorado de mí —bromeé y sentí que se tensaba
aún más contra mí.
—Duerme, Lena.
—Te amo —susurré mientras mis párpados se volvían pesados,
como si hubiera utilizado algo para obligarme a dormir, pero luché
contra ello—. Siempre lo he hecho.
—Maldita sea —gruñó mientras se metía las piernas en los
pantalones y se paseaba junto a la cama—. ¡No deberías haber dicho
eso! ¡Joder! —Su puño golpeó la pared, haciendo que el yeso se
estrellara contra el suelo de madera. Tragué saliva mientras una
lágrima se deslizaba por mis ojos. Me había enamorado de este hombre
brutal y él lo había rechazado.
Capítulo 31

Cuando ser fuerte es lo único que queda, la gente debería de


temer en lo que podrías convertirte. Los guerreros emergen de
aquellos que se han roto, nacidos de las llamas que los crean.
~Magdalena

Nos quedamos fuera del club con el viento aullando mientras las nubes
de tormenta se acercaban. Era como si el mundo presintiera la
oscuridad que íbamos a liberar sobre él. Lucian y sus hombres, junto
con los Fae, patrullaban el impresionante aparcamiento del club donde
habíamos colocado el altar, junto con la sangre de los animales que
habían sacrificado. Lo habían hecho todo como indicaban los libros y,
sin embargo, sentí que algo estaba mal, fuera de lugar.
Algo dentro de mí gritaba por salir a medida que se aseguraba y
realizaba cada nueva preparación. Observé con desapego cómo se
repetía la mañana en mi mente. Lucian se había ido mucho antes de
que yo me despertara, si es que había dormido en la cama. Habían
movido sus cosas y, cuanto más pensaba en ello, más me enfadaba.
Había pasado de estar al rojo vivo a estar helado antes que yo
supiera qué pensar o pudiera averiguar qué había hecho para
merecerlo. Lo observé por debajo de mis pestañas, notando que
actuaba como si yo ya no existiera. ¿Era porque le había dicho que lo
amaba y él nunca lo había querido? ¿O era porque ya no era un desafío?
Tragué saliva cuando Kat y Dexter se acercaron.
—Wow —anunció Kat al ver la mirada enfadada—. Uno pensaría
que estarías sonriendo esta mañana, después de esa pequeña
exhibición de anoche.
—Sí, todo el mundo está hablando de cómo fuiste y tiraste la
precaución al viento y te lo follaste, otra vez —murmuró Dexter
mientras miraba fijamente a Kat—. Ni siquiera te importó ni viste lo
que tenías delante de ti —gruñó.
—Sólo díselo, Dexter —gruñí—. No es una jodida empática; ¿qué
mierda pasa con los hombres? No nos lo dicen y esperan que
simplemente sepamos lo que pasa. Pues adivina qué, ella no tiene ni
puta idea de que te gusta, ¡y lo peor es que te quiere! Siempre lo ha
hecho y, sin embargo, no dices nada —espeté, y luego palidecí cuando
me miraron como si estuviera perdiendo la cabeza.
Odiaba haberlo delatado, pero entonces él no le habría dicho que le
gustaba desde el primer curso. Era tímido con ella, mientras que era un
coqueto total con todas las demás. Volví a mirar a Lucian, sólo para
descubrirlo hablando con una chica que lo tocaba demasiado.
—¿Qué mierda, Lena? —Preguntó Dexter, y yo fruncí el ceño al
asimilar sus rasgos enojados.
—Ella no lo sabía —le expliqué—. Esperas que lo adivine, y ella es
Kat, Dex. No capta las indirectas, y tú lo sabes. Así que, ¿por qué
andarse con rodeos? Podríamos morir todos mañana y tú morirías sin
decirle lo que sientes, así que deja de perder el tiempo y, por el amor
de Dios, ¡hazlo!
—Lena —dijo Kat mientras ponía su mano en mi hombro, pero me
encogí de hombros—. ¿Qué pasó, y yo te gusto? —le dijo a Dexter, que
asintió con la cabeza mientras su mirada bajaba al suelo con timidez.
—Le dije a Lucian que lo amo —respondí, y ella se tapó la boca con
la mano.
—Eso es genial, ¿por qué no estamos contentos?
—Porque dejó la cama maldiciendo y luego sacó sus cosas de la
habitación —confesé con sinceridad.
—Esa rata bastarda —se quejó, mirando a su espalda a través del
aparcamiento—. Yo digo que lo jodamos, o que le lancemos un hechizo.
—Está bien —dije mientras me mordía el labio cuando mi abuela se
aclaró la garganta señalando—. No podemos lanzar un hechizo sobre
él, no es mortal, pero gracias por eso —me reí sin emoción.
—Una vez que la piedra cambie de color, si es que lo hace, pasarán al
círculo de protección —explicó mientras miraba el pentagrama
demasiado grande que tenía varios en el centro—. Allí abrazarán la
oscuridad, que Hécate se apiade de sus almas. Si no pueden luchar
contra ella, serán eliminados. No podemos permitir que los que se
vuelven malvados salgan de los límites de la barrera de protección. ¿Lo
entienden todos? —preguntó, y asentimos, aunque yo no había
escuchado la mayor parte de lo que había dicho.
—Lena, ¿y si acabamos siendo elegidos? —preguntó Kat mientras su
mirada se desviaba hacia Dexter, que no había hablado mucho desde
que le había confesado sus sentimientos por ella.
—Si eres elegida, quédate en el grupo que es bueno. Lucharás contra
la oscuridad mientras crece dentro de ti. Piensa en tus seres queridos,
en todo lo que podrías perder si dejas que se apodere de ti y te
controle.
—¿Qué pasa si la mayoría se vuelve malvado?—replicó Dexter,
hablando por fin—. ¿Qué carajo hacemos entonces?
—No lo sé —respondí mientras empezábamos a desplazarnos hacia
la fila para sacar una piedra del montón. Sólo los menores de
veinticinco años elegían las piedras. Además, a las que estaban
embarazadas no se les permitía hacerlo, lo que significaba que Kendra
estaba fuera del proceso por completo. Miré mi sudadera blanca que
decía Some Like it Witchy en la línea del busto y en el trasero de los
pantalones a juego en letras rosas brillantes.
Una vez seleccionadas nuestras piedras, nos dirigimos al grupo,
bastante numeroso, que esperaba el lanzamiento del hechizo. Se
encendieron antorchas y montones de leña alrededor de las líneas de
protección, el jazmín y el sándalo se colocaron con albahaca y otras
hierbas secas como protección. Se colocaron cristales de forma
esporádica por la zona para garantizar la seguridad de los que seguían
siendo blancos y, sin embargo, algo seguía picando contra mi cerebro,
como si intentara advertirme.
En el momento en que todo estaba preparado, empezaron los
cánticos y, uno a uno, dimos un paso adelante, sosteniendo la piedra en
una palma mientras deslizábamos una cuchilla por la palma de la
mano, dejando un corte poco profundo en ella antes de utilizar la otra
mano para colocar la piedra en la sangre.
Observé desde el fondo del grupo cómo cada bruja se acercaba con la
piedra en la palma de la mano cerrada. Las primeras pasaron y
volvieron al aquelarre que estaba a un lado, observando con tristeza
cómo uno a uno, sus hijos y su linaje se acercaban a su destino. En una
hora, teníamos catorce brujas oscuras, y la mayoría de las demás
seguían igual, sin ser tocadas por la mancha que podía destruirlas o
salvarnos.
No fue hasta que Kat se acercó para revelar su piedra que mi
estómago se hundió cuando el rostro de mi abuela se torció de tristeza.
Me tragué un grito de negación cuando ella torció el cuello para
mirarme, con una mirada de puro pánico en su hermoso rostro.
A continuación, Dexter se acercó, a escasos metros de mí, él también
fue elegido. Sus hombros no se encogieron como los de Kat. En cambio,
se acercó a ella en el pentagrama y la abrazó con fuerza. Los siguientes
fueron una mezcla de blanco y oscuro, y entonces me acerqué a mi
abuela. Su vista brillaba con lágrimas no derramadas cuando le tendí la
mano, con la palma hacia arriba. La mirada de alivio que la invadió me
hizo sentir una punzada de culpabilidad.
Exhaló e hizo un gesto al grupo que esperaba para ver si alguno de
los elegidos fallaba a la oscuridad. Miré fijamente a Kat y Dexter, que se
abrazaban, y el estómago se me revolvió de inquietud. Falcon parecía
emocionado, y me pregunté si no habría conocido ya su destino. Sus
compinches permanecieron cerca de él.
Todos los hombres que habían permanecido junto a él habían sido
elegidos. Una sensación inquietante llenaba el aire, pero al observar a
Falcon, noté que anticipaba algo. Mi corazón se ralentizó mientras le
observaba, notando las finas pupilas negras que parecían palpitar,
como si quisieran crecer.
Mi mente regresó a los primeros días en Portland, a los clubes en los
que había sido salvaje. Era como si los recuerdos volvieran poco a
poco, y entonces algo que había ocultado volvió de golpe. Conocía su
mirada; la conocía porque la había sentido antes.
Retrocedí lentamente, girando para situarme al fondo del grupo.
Saqué la navaja del bolsillo, abriendo lentamente la punta de cada dedo
mientras expulsaba los pequeños fragmentos de cristal que había
cosido en ellos para mantenerlo a raya. Susurre el hechizo para curar
mi piel, pero no ocurrió nada. Estábamos protegidos contra la magia,
me di cuenta mientras miraba los símbolos garabateados en el
cemento. Miré la sangre que rezumaba de las yemas de mis dedos y
fruncí el ceño. Metí el cuchillo en su funda y volví a situarme al frente
del grupo mientras me metía las manos en los bolsillos, ocultando la
sangre.
Kat y Dexter estaban de pie con otras dos brujas mientras el grupo
más grande estaba al otro lado. Había brujas del aquelarre a su
alrededor fuera de la barrera, colocando las últimas piezas para
encender el hechizo que obligaría a la oscuridad que los había elegido a
salir. El estómago se me revolvió de inquietud cuando Falcon me
sonrió, y luego sus ojos se desdibujaron, volviéndose negros mientras
ladeaba la cabeza.
Ya era oscuro. Cerré los ojos, recordando la forma en que su piel se
sentía aceitosa, como si estuviera manchada. Empecé a avanzar, pero
llegué demasiado tarde. La jaula mágica se encendió, enviando un
zumbido por el aire que nos rodeaba.
—Ya es oscuro —pronuncié mientras buscaba a mi madre entre la
multitud. Me abrí paso entre los miembros del aquelarre, luchando por
encontrarla. Una vez que lo hice, la agarré del brazo y vi cómo Kendra
sonreía a su lado—. Han venido a volvernos oscuros —anuncié,
horrorizada de que mis amigos estuvieran dentro de aquella jaula
mágica con ellos. Habían masacrado a los demás antes que tuvieran la
oportunidad de abrazar por completo su propia oscuridad.
—¿De qué estás hablando, Lena? —preguntó. Miré más allá de ella,
hacia Kendra, y vi cómo su rostro se contorsionaba.
—¡Lena, sálvame! —resonó en mi cabeza con tanta fuerza que casi
me hizo caer de rodillas—. ¡Tienes que salvarme!
Algo cambió en sus ojos; se volvieron más oscuros mientras su
rostro se movía, mirando a los que empezaban a gritar desde la jaula.
Tragué y negué con la cabeza.
—¿Kendra?
—Lena, sálvame. —Sonaba débil, casi débil esta vez que habló. Como
si hubiera usado todo lo que tenía para sacar las primeras palabras.
Parpadeé repetidamente mientras me tapaba los oídos mientras el
interminable parloteo estallaba dentro de mi cabeza.
—¡Magdalena! —gritó mi madre, agarrando mis manos mientras un
grito salía de la jaula. Me giré, odiando el nivel de ruido que se elevaba
a mi alrededor. Sabrina estaba frente a Kat y Dexter, y estaba en el
suelo, retorciéndose de dolor. Miré a Falcon, que movía los dedos
mientras la miraba fijamente. Estaba lanzando... magia oscura.
—Ya eran oscuros. No se oscurecieron —dije con horror mientras
me separaba de ella.
Me adelanté mientras la sangre estallaba de la nariz y la boca de
Sabrina. Ella gritó mientras Falcon sonreía fríamente; los que estaban
detrás de él se unieron a él mientras empezaba a reír mientras el
cuerpo de Sabrina se sacudía y gritaba más fuerte con el dolor que la
desgarraba, literalmente.
—¡Deténganlos! —Grité y vi cómo mi abuela se volvía, mirándome
fijamente mientras su tez palidecía. Sus ojos eran grandes,
redondeados por el horror de ver lo que se estaba desarrollando—.
¡Deténganlos! —Tenían que parar esto. Kat y Dexter estaban dentro
con Falcon, el mismo monstruo que había ayudado a Kendra a soplar el
polvo en mi cara.
—Nadie puede entrar con ellos, está sellado, Lena —murmuró mi
madre.
Avancé mientras los Fae se acercaban, esperando que las brujas
oscuras escaparan de la jaula si mi abuela la abría. Sabía que no lo
haría. Estaría poniendo al aquelarre en peligro mortal si se escapaban.
Kat y Dexter morirían una vez que terminaran de asesinar a Sabrina.
Habían venido a matarnos, a todos nosotros. No querían protección,
querían tomar el poder que tenían las brujas blancas, igual que los
demonios que temíamos. Unos usarían nuestros cuerpos; los otros
podían robar nuestro poder. Ambos eran malvados.
Las brujas oscuras podían desviar la magia blanca como propia,
añadiéndola a su poder. Por eso todo el mundo temía a Benjamin, pero
donde él nos había ayudado, estos bastardos se habían paseado
directamente frente a nosotros, y nosotros lo habíamos permitido.
Saqué la navaja del bolsillo cuando todos los demás gritaron de miedo
cuando Sabrina empezó a doblarse en posiciones extrañas mientras le
rompían todos los huesos del cuerpo desde dentro.
Me abrí la lengua, escupiendo el último cristal que mi cuerpo
contenía para mantener a raya la oscuridad que había conquistado. Me
moví con determinación, observando cómo todos se alejaban de mí. El
poder brotó de mí, enviando una oleada de ello a través de la multitud
mientras los rayos estallaban, golpeando los árboles a escasos metros
de donde estaba Falcon. Su mirada buscó entre la multitud hasta que se
posó en mí. Sonrió con frialdad, sin temerme. Debería tener miedo.
Había luchado contra la oscuridad y ya había ganado. La había
suprimido hasta ahora, manteniéndola encerrada y oculta con cristales
hechos directamente de las líneas ley originales.
Alguien se movió para detenerme y desaparecí de donde estaba,
apareciendo frente a Kat y Dexter. Su jaula mantenía la oscuridad
dentro, no fuera. Me giré y miré a mis amigos mientras salían de donde
estaban acurrucados en el suelo, esperando la muerte.
—Lena, eres... oscura —gimió Kat mientras me miraba fijamente,
confundida.
—No soy oscura, no del todo —pronuncié, girando hacia atrás
cuando sentí que el poder se precipitaba hacia mí. Levanté la mano,
impidiendo fácilmente que su magia me tocara a mí o a mis amigos—.
Quédense detrás de mí —ordené mientras dejaba que la oscuridad de
mi interior se desenredara. Había estado aterrorizada por ella, por las
cosas viles que me había susurrado. Había querido asesinar a todos y a
todo cuando apareció por primera vez justo después del funeral de
Joshua. Me había ido sin decir nada después de eso, incapaz de
controlarlo y aterrorizada por lo que pasaría si no pudiera.
Los otros brujos empezaron a aumentar el poder de Falcon cuando
éste volvió a protegerse. Reaccioné, avanzando sin otro pensamiento
que el hecho de que las vidas de Kat y Dexter estaban dentro de mi
capacidad para protegerlas. La ley del aquelarre establecía que
protegíamos a los nuestros, sin importar el coste. El problema era que
me gustaba la oscuridad. Ofrecía libertad; la magia que liberaba era
cruda, poderosa, y no había límite para lo que podías hacer.
Pero tenía un precio. Uno que no había querido pagar. Hasta ahora.
El primer brujo se interpuso en mi camino, con la intención de
derribarme, y sonreí cuando la negrura de mi interior estalló sin previo
aviso. Alcancé sus brazos, agarrando ambos mientras lanzaba los
primeros golpes, que también serían los últimos. La magia de Falcon
seguía asaltándome, pero no me tocaba. Había construido un muro
entre él y nosotros. Era una fuerte barrera mágica que se negaba a
permitirle tocar a mis amigos con su magia contaminada.
Mis manos capturaron los brazos del hombre y los arranqué de sus
cuencas. Gritó y sonreí con frialdad, utilizando la magia que llevaba
dentro para acabar con él. La sangre estalló mientras su cuerpo era
desgarrado. Cayó y el siguiente se movió para ocupar su lugar. Le di
una patada en las pelotas, usando un uppercut para pillarle
desprevenido antes de dejarme caer, balanceando mi pierna para
expulsar la suya de debajo de él. No lo asesiné; no iba a permitir que la
magia hiciera lo que quisiera. La retiré y la metí en el oscuro recoveco
de mi mente mientras me levantaba y miraba fijamente a Falcon.
Mi pelo flotaba con el poder que latía en mí. Tenía un suministro
interminable de magia en la punta de los dedos.
—Pero si eres una maldita Fitzgerald —rio fríamente Falcon—. No
me lo esperaba —se mofó mientras sus hombres se acercaban a él,
como si pudieran salvarlo. Había estado enterrando mi magia durante
tanto tiempo que había acumulado una peligrosa reserva. Por eso no
había podido liberar la línea de ley. La había escondido tan
profundamente que me había impedido saber que estaba allí; a menos
que alguien a quien amara se jugara la vida, habría permanecido
encerrada dentro, oculta incluso para mí. Había borrado mis propios
recuerdos de ella, dejando sólo unas migajas que me llevaran de vuelta,
si alguna vez necesitaba usarla. Ni siquiera la magia de sangre de
Lucian la había encontrado. El hecho de que Kat y Dexter estuvieran en
peligro había hecho arder los cristales de las yemas de mis dedos, mi
detonante para desbloquear los recuerdos.
Se movieron en grupo, y sonreí mientras gritaba un hechizo para que
todos flotaran en el aire, indefensos, incapaces de lanzar. Gritaron
mientras sus cuerpos se paralizaban en el aire. Caminé por debajo de
sus cuerpos flotantes hasta que estuve a la altura de Falcon.
—No eres bienvenido aquí —gruñí—. Márchate ahora y liberaré a
los que vinieron contigo, pero no volverás aquí. Tu clase no es
bienvenida.
—¿Crees que puedes hacer un hechizo y vencerme? No eres nada —
rio fríamente mientras se movía para golpearme. Le agarré el pecho sin
pensarlo, extrayendo su corazón aún palpitante mientras lo acercaba a
mis ojos, que sabía que estaban negros por la repentina liberación de
poder crudo y oscuro que había invocado. La sangre goteaba de mi
muñeca y de mi brazo, y me quedé mirando su inútil corazón, cubierto
de gruesas líneas negras. Había sido oscuro más tiempo que yo. Lo
solté mientras caía al suelo. Mi cabeza se inclinó y giré la cabeza hacia
donde sentí una pesada mirada que se clavaba en mi cabeza.
Lucian me miró fijamente y no sentí nada; fría y sin vida como me
había hecho sentir cuando había procedido a sacar sus cosas de la
habitación sin decir nada. Había utilizado la magia para hacerme
dormir, pero así, podía recordarlo todo. Su mirada de medianoche se
estremeció al contemplar mi perfil. Sabía qué aspecto tenía: el mal
encarnado. La negrura se tragaba el iris y el blanco de mis ojos, gruesas
venas de magia oscura palpitaban bajo mi piel y mi pelo flotaba como
los hombres bajo los que me encontraba. Atrás quedaba su pequeña
flor marchita que necesitaba ser amada, y en su lugar había una
frialdad que no quería su calor.
—Guárdalo, Lena, se ha ido.
Le miré fijamente, sin inmutarme, mientras decidía los destinos de
aquellos que literalmente pendían de un hilo. Podía oír a mi madre
llorar mientras Alden la consolaba con palabras vacías. Synthia se
acercó más a mí, dispuesta a cumplir la promesa que le había hecho
jurar. Kat y Dexter me rogaron que la enterrara dondequiera que la
hubiera escondido antes, y los ignoré a todos mientras miraba
fijamente a unos ojos del color de las llamas que ardían en el infierno
mientras me ordenaba que volviera.
—Mátalo —susurró una voz, y sonreí al considerarlo.
—No puede ganar si eres más fuerte —susurró una voz más suave, y
parpadeé—. Haz lo que dice, está tratando de ayudarte.
—Ella no lo necesita. Los matará a todos si ella no lo detiene. Todos
conocemos esa lección demasiado bien. Él es la muerte; tomará su
alma y la maldecirá, como ha hecho con todas las nuestras.
—Ella está enamorada de él.
—Y eso nos funcionó muy bien, ¿no?
Volvían a discutir dentro de mi cabeza. Los aparté a todos, a las
voces, a la magia, al poder que fluía a través de mí. Sonaron gruñidos
cuando los cuerpos cayeron al suelo y torcí el cuello al verlos
levantarse con miradas de horror mientras se alejaban lo más posible
de mí. Me moví lentamente para ver qué había sido de Falcon y palidecí
al ver que su corazón cortado yacía junto a su cabeza, justo delante de
sus ojos abiertos. El otro cuerpo yacía en pedazos, dos para ser exactos,
donde lo había desgarrado. Sabía por qué los que habían acogido la
oscuridad la conservaban; adormecía el dolor de lo que habías hecho
en su enfermizo abrazo.
—Magdalena —se inquietó mi abuela. Volví los ojos azul zafiro hacia
ella y vi cómo exhalaba profundamente, liberando el miedo que había
guardado. La despedí mientras me alejaba de Lucian y Synthia, hacia
Kat y Dexter y los demás de mi aquelarre que esperaban una muerte
segura a manos de las brujas oscuras a las que habíamos permitido
acercarse.
Su oscuridad llamaba a la mía y yo sonreía, extendiendo los brazos
mientras me abalanzaban sobre ellos. Eran mi gente. Había renunciado
a mi secreto para salvarlos, y no lo cambiaría. Había nacido mala, con
una enfermedad que no muchos podían contener, pero eso no
cambiaba que también fuera buena. Si hubiera sabido quién era mi
padre, podría haberlo manejado antes de haberme auto-expulsado del
pueblo.
Yo nací en la oscuridad, pero también lo hizo Benjamin. A diferencia
de él, en el momento en que había aflorado, había sido lo
suficientemente mayor como para ocultarlo a los demás, incluso a la
Suma Sacerdotisa. Me había mantenido alejada de ellos hasta saber que
no era un riesgo o un peligro para mi aquelarre, pero había necesitado
que mis poderes se despertaran. Me reí al pensar en lo que implicó.
Había despertado mis poderes en la polla de Lucian, porque no había
necesitado ser bendecida por nadie; la oscuridad no necesita la luz. La
luz necesitaba la oscuridad para poder ver las estrellas y la belleza que
la noche guardaba en secreto.
—Magdalena, ni una palabra —me instó mi abuela mientras soltaba
a Kat y a Dexter para que se liberaran del círculo.
—Conozco las reglas —dije. Giré sobre mis talones, enfrentándome a
los brujos que Falcon había traído con él, las brujas oscuras de mi
propio aquelarre a mi espalda—. Pueden quedarse y luchar contra los
demonios conmigo, o pueden huir y los perseguiré y los mataré. Esa
elección es suya, sólo ustedes pueden hacerla. Su líder está muerto, y
era de sangre débil, pero yo no lo soy. Soy Magdalena Fitzgerald, bruja
oscura del aquelarre de Haven Crest, y mi aquelarre es nuestro para
protegerlo. Juren que no le harán daño y les permitiré vivir.
—Falcon nos prometió poder, no somos de linaje fuerte —anunció
uno.
—No hace falta ser de linaje fuerte si son brujos oscuros. Sólo tienen
que ser lo suficientemente inteligentes para sobrevivir. El poder viene
con el tiempo, pero las brujas blancas de este aquelarre mantendrán el
suyo. No hay que hacerles daño; júrenlo o mueran.
—Nos mataran de todos modos —gritó otro. Los demás estuvieron
de acuerdo.
—Es posible, pero te haré la promesa de que no lo haré hoy. Si
decides irte, dejarás este pueblo y no volverás jamás. Si te quedas,
prometerás proteger el aquelarre y, a cambio, tendrás comida y
refugio, y no tendrás que enfrentarte ni preocuparte por los demonios
mientras duermes. Decide.
Esperé, sin saber si elegirían seguirme, o si el aquelarre lo permitiría.
Sin embargo, sólo habíamos conseguido un puñado de brujas que
podían proteger el aquelarre y las necesitábamos a todas.
—¿No nos matarán si nos quedamos con ustedes? —preguntó uno
de los chicos más jóvenes.
No podía tener más de dieciséis años. Temblaba y yo fruncía el ceño.
—No me gustan las matanzas, pero si surge la necesidad de proteger
a mi aquelarre, no dudaré. Nuestras leyes establecen que debemos
proteger a los nuestros, y si surge esa necesidad —moví mis ojos para
sostener los de mi abuela—, entonces haremos lo que sea necesario
para protegerlos, sin importar el costo para nosotros.
Se agruparon y esperamos; una vez que se decidieron, exhalé y
asentí. No había querido volver a liberar la magia. Cada vez que la
utilizaba, me resultaba más difícil apartarla. Por eso había colocado los
fragmentos en mi piel y en mi lengua, bloqueando todos los puntos de
mi cuerpo que podían liberar magia. Luego había borrado mis propios
recuerdos, y probablemente por eso, cuando Lucian los había vuelto a
borrar, habían tardado tanto en volver.
Me giré y miré a mi abuela, agachándome hasta quedar de rodillas, y
los demás me siguieron. Levanté mi mirada para sostener la suya.
—Yo soy tuya, tú eres mía. Doy este voto a través de la sangre de los
míos. Tú eres mía para proteger, y yo soy tuya para controlar. El
aquelarre nos aceptará, a todos y cada uno, porque esta oscuridad
interior no debe luchar contra la luz. En tu hora más oscura de
necesidad, nos levantaremos, para luchar contigo a nuestro lado. Se me
ha dado en este momento de necesidad, ¿me aceptas como tuya, para
ser usada como necesites? —Esperé, rezando para que nos aceptara.
—Acepto, nieta mía. Levántate oscuridad, y ven a la luz, porque te
necesitamos en este momento.
Me levanté y fruncí el ceño.
—¿Qué? —preguntó en voz baja.
—Eso fue muy cursi —me reí nerviosamente.
Se rio y la multitud soltó su aliento, uniéndose a ella. Habíamos
sobrevivido a la oscuridad y, mientras buscaba a mi madre entre la
multitud, me detuve. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras
Kendra miraba con desprecio a su lado. Su mirada permanecía fija en
los restos de Falcon. Me tragué las sospechas por esta noche y casi me
sobresalto cuando mi abuela me tocó el brazo.
—No debías intervenir —anunció—. Me alegro que hayas
desobedecido esta vez, pero podría haber acabado de otra manera para
ti, nieta.
—Juré proteger el aquelarre a toda costa cuando acepté que los
ancestros despertaran mis poderes. Todos lo hicimos; tomé una
decisión. Es una con la que tendré que vivir.
—No hiciste una elección aquí; revelaste que las brujas oscuras
pueden ser salvadas. Usaste cristales para mantenerla oculta, para
contenerla. Has hecho lo impensable, pero también has dado esperanza
al aquelarre en este día, en nuestra hora más oscura.
Capítulo 32

¿Los guerreros nacen, o se forjan a través del fuego del infierno


que la vida les obliga a recorrer?
~Magdalena

La vida parecía ponerse en pausa mientras todos se apresuraban por


querer saber qué pasaría a continuación. Habían pasado días desde
que abrazamos la oscuridad, y aunque sólo una persona no había sido
capaz de soportarla o contenerla, el resto parecía estar manejándola
bastante bien. A no ser que contaras que te volvías loco por estar
encerrado en el Club Chaos, pero eso había cambiado ayer. Ahora
estábamos patrullando nuestra ciudad, eliminando poco a poco a los
demonios que persistían. Era una curva de aprendizaje a la que nos
estábamos adaptando bastante rápido.
Sólo nos habíamos encontrado con unos pocos, pero en una horda
había al menos tres generaciones de una familia que se habían
convertido en viles criaturas, que nos atacaban. La bendición de la
magia oscura era el adormecimiento que ofrecía, la rabia ciega que te
permitía matar sin sentirlo. Eso también se desvaneció con el poder,
cuando disminuyó. Enterramos a los Granger junto al camino en
tumbas poco profundas, sin poder darles más mientras nos
adentrábamos en el bosque.
Sabía que los demás lo sentían tan profundamente como yo. La
pérdida de la familia, como si hubieran sido humanos. Habían estado
habitados, y para los que los conocíamos, nos parecía mal acabar con
sus vidas. Disminuí la velocidad cuando la cabaña se hizo visible a
través del bosque. Mi abuela nos había pedido que fuéramos a ver a la
vidente, pero desde este punto de vista de la colina, la cabaña parecía
deteriorada. Las runas estaban anticuadas, descuidadas y rotas. Todo
parecía mal, y aunque mi instinto me decía que me fuera, no podía.
—Probablemente esté muerta —señaló Kat mientras su pelo se
agitaba con el viento que aullaba en el valle. Odiaba admitirlo, pero
probablemente tenía razón.
—Aun así tenemos que asegurarnos —reflexioné mientras seguía
examinando la decrépita cabaña. Faltaban partes del tejado y las
ventanas, que ahora estaban cubiertas de fragmentos de cristal. La
puerta estaba abierta de par en par y no se oía nada desde el interior.
Fruncí el ceño mientras me giraba y asentía a los demás mientras nos
poníamos en marcha—. Quiero a cinco afuera, a cada lado de la cabaña.
Cada punto de entrada tiene dos guardias. Si ven algo fuera de lo
normal, vuelvan a la oscuridad. Mi instinto me dice que hay algo malo
en este lugar.
—Todo está jodidamente mal —coincidió Dexter mientras se
estremecía y deslizaba sus dedos entre los de Kat antes de dejarlos
caer. Sonreí, sabiendo que por fin se habían juntado. Por supuesto,
intentaban mantenerlo oculto, pero era obvio.
Me detuve ante la puerta y dejé que la magia interna se deslizara por
mi piel. La magia oscura se deslizó y se arrastró, calentando las capas
superiores de mi piel. Contemplé el interior de la oscura cabaña y luego
la hierba amarillenta y descolorida que contenía las piedras rúnicas. Al
agacharme, cogí una y toqué la sustancia roja utilizada para dibujar el
hechizo de protección mejorada.
—No es de protección —anuncié. Los demás siguieron mi ejemplo,
recogiendo las piedras y examinándolas mientras yo tocaba la línea de
sal que debería estar entera, pero estaba rota—. Guardaban algo
dentro, no era para prohibir la entrada —reflexioné mientras dejaba
caer la piedra y empujaba la puerta para abrirla.
Pude distinguir un cadáver colocado encima de una mesa. Unas
cadenas sujetaban los miembros, como si no quisieran que se escapara.
Tragué más allá del nudo en la garganta mientras cruzaba el umbral y
entraba en la cabaña derrumbada.
La luz del exterior inundaba la habitación, dejando al descubierto los
restos esqueléticos que se encontraban en el centro de la misma.
Llevaba tiempo muerta, según la coloración amarillenta de los huesos y
la gruesa capa de polvo que la cubría. Sabía que el aquelarre había
dejado de visitarla hacía mucho tiempo, poco después que me trajeran
hasta ella.
—Eso es inquietante —interrumpió la voz de Kat mientras me
seguía.
Alrededor del cuerpo había flores secas, cadenas encantadas y finas
líneas de plata que iban desde el cuerpo hasta la pared, donde unos
ganchos lo sujetaban. El aire del interior de la cabaña estaba viciado,
como si incluso con las ventanas rotas no pudiera entrar aire fresco.
Las cadenas llevaban amuletos, que eran musicales cuando la suave
brisa los hacía tintinear. El viento las tocaba y, sin embargo, el aire de
la cabaña estaba estancado. Cerré los ojos mientras pasaba
mentalmente las páginas dentro de mi cabeza hasta encontrar lo que
buscaba.
—Está hechizada, y esos amuletos también. No los toquen ni nada de
lo que hay aquí —advertí mientras recorría la cabaña, abriendo la
única otra puerta que había en su interior. ¿Toda la casa tenía un solo
armario? Miré a mi alrededor y me fijé en la vieja cocina que había en
un rincón. Me acerqué a la ventana, me asomé y fruncí el ceño al ver la
vieja puerta en forma de luna de un retrete—. Esta casa es vieja, muy
vieja —murmuré mientras volvía al armario y sacaba los diarios
encuadernados en cuero.
Los dejé junto al cadáver y abrí el primero.
—Conozcan a Brenna MacTavish, primera esposa de Drake
Vanderbilt. Aquí dice que estaba esperando que él volviera con ella —
Tragué con fuerza—. Hace noventa y tres años, Brenna fue rechazada
por su aquelarre por haber llamado la atención de un brujo oscuro, que
envenenó su mente con cuentos sobre la llegada de Lucifer —exhalé
mientras miraba fijamente el cadáver—. Los amuletos se utilizan para
controlar a los muertos —expliqué—. Los acordes son controlados por
alguien que puede estar en cualquier parte usándolos con magia. Lo
que significa que todo lo que ella ha contado al aquelarre fue mentira.
Ella nunca estuvo aquí. Su última entrada dice que esperó a Drake
durante días antes de perder a su hijo, y luego temió morir de hambre
antes que él regresara. Sus caballos perecieron en una tormenta, y ella
no tenía forma de salir de aquí.
—¿No fue ella quien le dijo a tu madre que eras de alma pura? —
preguntó Kat, y yo asentí lentamente.
—También fue la misma que dijo que Benjamin era oscuro y obligó a
mi madre a enviarlo con Drake, Drake Vanderbilt. Mi padre —resoplé.
—Eso no puede ser bueno.
—No, significa que alguien ha estado alimentando al aquelarre con
información de Dios sabe dónde durante mucho tiempo. Todo lo que
tenía que hacer era invocar su alma, que está atrapada aquí en esta
cabaña. Para cualquier otra persona, ella aparecería viva y bien,
tomando la forma de quien sea que él les proyectó. El aquelarre vino
por una vidente, una de renombre que era vieja. Eso es exactamente lo
que vieron cuando llegaron aquí. Para activarla, las runas fuera de la
cabaña alertarían a quien la controlara de la presencia de otros.
Usarían un patrón con las cadenas para despertarla. Los amuletos de
su cuerpo coinciden con los de las cuerdas, como los que usamos para
despertar a los ancestros para las ceremonias. Solo que estos están
controlados con magia antigua, magia oscura que controla el alma del
muerto al que está unido.
—¿Pero por qué alguien querría controlar a alguien así? Incluso para
la magia oscura, esto es jodidamente morboso. ¿Y por qué ella?
—Porque ella decidía quién era oscuro y de luz en el aquelarre, y
también quién es expulsado cuando no puede ser controlado. Cuando
era niña, me trajeron aquí a ella. Ella les dijo que yo era pura de alma, y
que Benjamin era oscuro y manchado, y no podía ser salvado. Ella le
dijo a mi madre que si Joshua iba a vivir, Benjamin tenía que morir.
Quienquiera que la controle hizo que eliminaran a Benjamin del
aquelarre —gruñí mientras la ira me recorría. Alguien había jodido a
mi familia; habían utilizado a esta pobre alma para borrar a mi
hermano antes que tuviera edad suficiente para defenderse.
—Eso no es bueno —anunció Dexter al entrar, corriendo hacia la
cadena de plata antes que pudiéramos advertirle. Levantó el brazo y su
mano hizo tintinear varios amuletos. El aire dentro de la cabaña se
intensificó, volviéndose espeso con la oscuridad.
Todas las miradas se dirigieron al cadáver cuando se oyó un crujido
y levantó un brazo, que luego bajó lentamente mientras se quedaba
inmóvil una vez más. No había sido suficiente para reanimarla, pero
habría alertado a quien la controlaba de nuestra presencia. Me quité la
mochila y metí los diarios en su interior antes de volver a pasármela
por encima de los hombros. Miré al cadáver mientras su rostro se
volvía lentamente hacia mí.
Pude ver su alma y me estremecí al sentir el mal de una presencia
desconocida.
—Eres libre, Brenna MacTavish —murmuré antes de empezar a
arrancar las flores de la mesa—. Ayúdenme a liberar su alma —pedí, y
Kat y Dexter se pusieron en acción. Quité las flores y las cadenas, y
luego retrocedí mientras el polvo salía al aire y su alma escapaba.
Exhalé y salté cuando una mano me tocó el hombro.
Me giré y jadeé cuando la figura fantasmal de una mujer joven se
puso a mi lado. Tenía el pelo negro como el azabache y unos ojos
rasgados que me indicaban que había sido parte de los nativos
americanos, y que era absolutamente hermosa.
—Lucifer se aproxima —siseó antes de empezar a evaporarse—.
Gracias, Magdalena. Ahora corre, niña —gimió mientras giraba la
cabeza, revelando que la mitad de ella había sido hundida.
—Ve, Brenna —dije con firmeza mientras asentía—. Encuentra la
paz.
—Tu padre... —trató de explicar, pero su cabeza se levantó y giró la
parte rota hacia un lado antes que un grito horrorizado la atravesara y
se desvaneciera.
—Mi padre es un bastardo malvado —resoplé después que ella se
desvaneciera. Si estaba en lo cierto, Drake era un bastardo malvado
que había atraído a Brenna a su muerte con promesas de su amor
eterno. Era un brujo oscuro, y por eso lo había sentido en el momento
en que la tragedia había golpeado. Era la razón por la que había huido
del aquelarre, protegiéndolos de mí mientras aprendía a vivir con el
dolor de mi pérdida, pero había recurrido a medidas bastante drásticas
para vencerla. A juzgar por las anotaciones del diario, mi padre había
roto algo más que las leyes del aquelarre; había roto las leyes de la
humanidad y, de alguna manera, era inmortal.
Saqué las finas y delgadas espadas que me había dado Zahruk, junto
con las dagas más pequeñas que Synthia había donado a nuestro
armamento una vez que vio las escasas provisiones que teníamos.
Introduje los cuchillos más pequeños en las finas ranuras de las vainas
de mi cintura y recuperé las espadas de la mesa mientras me dirigía a
la puerta.
—Permanezcan juntos. Nadie dice nada a menos que yo diga lo
contrario. Él me busca a mí , así que si se da el caso, ustedes corren por
un lado, yo voy por el otro —refunfuñé mientras salíamos de la cabaña.
—¿Cómo sabe que estamos aquí? —Preguntó Kat.
—¿Mi suposición? Él es el que controla a Brenna, o lo era. Ahora se
ha liberado de él, y estoy segura que no le gustará. —Fruncí el ceño y
luego grité a los demás—. Todo el mundo al frente, ahora, tenemos
compañía.
—Si era él quien la controlaba y se entrometía en el aquelarre...
El aire se espesó a nuestro alrededor, cortando las palabras de Kat
mientras la temperatura bajaba a nuestro alrededor. Los demonios se
materializaron, el poder pulsó a nuestro alrededor, y entonces Lucifer
estaba allí, de pie a escasos metros de mí.
Dejé salir la oscuridad, ignorando a los demás mientras me seguían.
Su penetrante mirada azul se deslizó lentamente por mi rostro antes
que sus labios se alzaran con una sonrisa seductora. Di un paso
adelante sin miedo, sin dudar. Quería que me acobardara, que le
temiera, y yo no le iba a dar lo que quería.
—Lena, Lena, Lena —repitió mi nombre mientras su dedo subía para
recorrer lentamente mi mejilla—. Qué bonita —murmuró mientras
dejaba caer su mano.
—Si has venido a destrozarme, acaba de una vez —le reté—. Pero si
crees que le importará, te aseguro que no. Podrías arrancarme el
corazón y enviárselo y probablemente se lo comería.
—¿Eso es lo que piensas? ¿Que estoy aquí para hacerte daño? Tengo
mucho planeado para ti, dulce Magdalena, y eso incluye que estés viva
para ello. Cuando empiece a utilizarte contra él, lo sabrás —se rió. Me
acercó y colocó su boca contra mi oído—. ¿Le has dicho ya que llevas a
su hijo? —Sus labios tiraron del lóbulo de mi oreja mientras un
escalofrío recorría mi columna vertebral.
—No estoy embarazada —gemí mientras el deseo me recorría—.
Apaga esa mierda, imbécil.
—¿Apagar qué? ¿Tu deseo por mí? No tiene mucho que ver conmigo
—sonrió pícaramente mientras se alejaba—.Puedo controlar muchas
cosas, Bruja, pero tú reacción hacia mí no es una de ellas. La oscuridad
llama a la oscuridad... Quizá la tuya anhele probarla de verdad por una
vez. Te estás pasando de la raya —señaló mientras me observaba—.
No tienes ni idea de a qué te enfrentas, ¿verdad? Sólo eres parte de
nuestro juego, una pieza que aún no se ha movido. Empezamos este
juego hace eones, él y yo. Él me quitó lo que más quería, y ahora, ahora
le mostraré lo que se siente. Tú, tienes tu parte en esto, pero no me
beneficia tu muerte. No, te necesito viva para que mi plan llegue a su
fin.
—Entonces, quita a tus demonios —afirmé con frialdad. Mi cuerpo
temblaba de miedo, de verdadero miedo, mientras sus palabras se
repetían en mi mente. Podía sentir el miedo que rezumaban los que
estaban detrás de mí, alimentando el ego del monstruo mientras
sonreía ante mi fingida bravuconería. Incluso con la oscuridad
corriendo por mis venas, temía a esta criatura. Era el Príncipe del
Infierno y quería utilizarme en algún juego enfermizo y retorcido.
También estaba lo que había dicho, que no podía decir si tenía razón o
no, o simplemente me estaba jodiendo—. Parece que están empeñados
en llevarme con ustedes, y si esa no es tu intención, ¿por qué esa
demostración de fuerza? —Pregunté con la barbilla levantada y los
hombros firmes. No le permitiría ver lo mucho que me había sacudido.
—Ya no te folla, ¿verdad? —se rió—. ¿Necesitas follar, Lena? Puedo
fingir que soy él si quieres. Puedo hacerte creer que soy él de nuevo;
¿te gustaría? —ronroneó sedosamente mientras me atraía contra su
pecho e inhalaba bruscamente—. Hueles como si quisieras follar
conmigo.
—No me gusta mucho jugar a fingir —susurré mientras me lamía los
labios y levantaba la mirada para fijarla en la suya—. De hecho, no me
gustan mucho los juegos. Son demasiado infantiles para mí. También
creo que los dos deberían madurar de una puta vez, porque los únicos
que acabamos perjudicados somos los que no tenemos nada que ver.
Yo no tengo nada que ver, él no me quiere, y tú sólo me quieres porque
él lo hace. Eso hace que una chica se sienta muy mal, ¿sabes?
Su mano se enredó en mi pelo e inclinó mi cabeza hacia atrás
mientras su boca se aplastaba contra la mía. Empujé contra su pecho
en vano, sabiendo que por mucha fuerza que usara, no lo movería. Sus
manos me rodearon y gemí mientras le mordía el labio. Él gruñó y
sonrió contra mi boca. El sabor cobrizo de la sangre me llenó la boca
cuando se apartó y su mirada se dirigió a algo que estaba por encima
de mi cabeza.
El sonido de la madera al derrumbarse llegó a mis oídos mientras
una luz estallaba a nuestro alrededor. Me tiraron hacia atrás y me
arrojaron al suelo con tanta fuerza que el viento abandonó mis
pulmones en un súbito silbido. El dolor estalló cuando levanté la vista
para encontrar los ojos de medianoche de Lucian mirándome desde
donde yo estaba, de cara a Lucifer. Lucian me miró con un brillo
asesino en sus profundidades antes de darse la vuelta, su mano salió
disparada, capturando la garganta de Lucifer.
Me esforcé por ponerme en pie, sólo para que unas fuertes manos
me levantaran y me sostuvieran. Giré el cuello y encontré a Spyder
sonriendo hacia abajo.
—Mal, gatita —gruñó enfadado—. ¿Creíste que no lo íbamos a
sentir? Jugar con el diablo es un juego muy peligroso.
—¿Sentir qué?
—Que te besas con ese jodido asqueroso —siseó.
—¿Debería haber sacado una espada contra él en su lugar? ¿Cuánto
tiempo crees que habría vivido si lo hubiera hecho? —Pregunté.
—Deberías haber entrado en pánico para que lo sintiéramos más
rápido —gruñó mientras sus brazos me rodeaban y nos dábamos la
vuelta para ver cómo Lucifer gorjeaba contra el agarre de Lucian en su
cuello. Sentí su poder desplegándose, el mundo vibrando con él. Sentí
que la oscuridad nos envolvía, y esta vez no provenía de mí. Los labios
de Spyder tocaron mi oreja y se rió contra ella, aumentando la
vibración que nos recorría.
El metal chocó contra el metal y miré a mi alrededor, observando
que los Fae luchaban contra los demonios que Lucifer había traído
consigo. El Rey de la Horda zigzagueaba más rápido de lo que mi
mirada podía seguir, pero en todos los lugares que dejaba, quedaban
cuerpos. Synthia se encontraba en medio de ellos, examinando sus
uñas mientras esperaba a que terminaran. Una vez que el último
demonio hubo caído, se materializó junto a ella y la acercó, besándola
con fuerza. Como si la batalla le hubiera excitado. Me sonrojé,
apartando la mirada de su momento íntimo.
La oscuridad que había en mi interior se cocinó a fuego lento y luego
se liberó cuando la dejé ir para permitir que mi mente volviera. Lucifer
hizo un ruido estrangulado y Lucian resopló.
—Es mía —gruñó, y Lucifer se rio.
—Ella dice lo contrario —tosió—. Ya ni siquiera te la follas, ¿por
qué? Yo la tendría extendida y estaría tan enterrado en su acogedor
calor que no me encontrarías en semanas. ¿No eres lo suficientemente
hombre como para mantenerla en la cama tanto tiempo? —se mofó.
Lucian lo soltó y su armadura se materializó. Las almas se
retorcieron y se deslizaron mientras se acercaba a Lucifer, sólo para
que unas enormes alas estallaran de la espalda de Lucifer mientras su
propia armadura cubría su cuerpo, una armadura negra. Lucian le
golpeó la cara con un puño mientras la otra mano sacaba una espada
del aire y se movía para blandirla y quitarle la cabeza, pero Lucifer se
desvaneció.
Me desplomé contra Spyder, aliviada, hasta que Lucian giró sobre
sus talones y empezó a acercarse a mí. Intenté retroceder, pero Spyder
me bloqueó la retirada. La espada se desvaneció y la mano de Lucian
rodeó mi muñeca, arrastrándome con él hacia la cabaña. Cerró la
puerta tras nosotros y me rodeó el cuello con la mano. Temblaba
mientras lo acariciaba, sin molestarse en aplicar presión. Se me
pusieron los pelos de punta por el poder que emanaba de él, y el aire
de la habitación se llenó de la corriente bruta que exudaba.
—¿Qué mierda estabas haciendo? —gruñó.
—Estaba haciendo lo que me pidió el aquelarre y comprobando a la
vidente —gruñí.
Su armadura se desvaneció y su mirada furiosa se clavó en la mía
mientras buscaba en mi rostro.
—¿Y tenías que besarlo para hacer lo que te pidió el aquelarre?
—O luchar contra él, sí. No es que quisiera besarle; incluso le mordí
para que dejara de hacerlo —me encogí de hombros—. Ahora no es tu
problema, ¿verdad? Si me mata ya no tendrás que preocuparte por el
vínculo. Eso probablemente sería un alivio, ¿no? —Me reí con fuerza—.
Has dejado muy claro que no me quieres, y recibí el mensaje, Lucian.
—¿Crees que no me importa lo que te pase, joder? —preguntó
fríamente.
—Creo que no debería importarte —sonreí pícaramente mientras
exhalaba y apartaba su mano—. Creo que deberíamos alejarnos el uno
del otro. Como has estado haciendo en los últimos días —murmuré—.
Creo que no funcionamos juntos, y aunque fue divertido, no fue
saludable para ninguno de los dos.
—No puedes tirar tu vida por la borda, y seguro como la mierda que
no puedes correr hacia Lucifer para vengarte de mí, niñita —gruñó.
—No corrí hacia nadie, y no lo necesito para vengarme de ti.
Derramé mi puto corazón ante ti y lo tiraste como si no valiera tu
jodido tiempo. ¿Qué pasó, Lucian? ¿Me sometí y ya no era un desafío
para ti? ¿O fue porque tuve las agallas de admitir lo que sentía por ti?
¿Sabes qué? Ya ni siquiera me importa. Estaba aquí, patrullando como
el aquelarre me pidió, él apareció, y usé lo que tenía para entretenerlo
y salvar a mi gente. Aplaqué su maldito ego para sobrevivir.
››¿Crees que tengo algo por lo que vengarme? No me importa lo que
pienses de mí, ya no. Sé que esto puede ser difícil de entender, pero mi
mundo no gira en torno a ti. Mi sol no se pone detrás de tu puta cama, y
seguro como la mierda que no sale por tus ojos. Te alejaste de mí, y
estoy de acuerdo con tu elección. Tú y él tienen que dejarme fuera de
sus malditos juegos. Estoy harta de ser utilizado por ambos. Busquen a
otra persona a la que destruir; ya no queda nada de mí que pueden
dañar —susurré mientras le empujaba y salía de la cabaña—.
Agrúpense —exigí mientras ignoraba las miradas de compasión que
nos daban mientras volvíamos al club.
—Lena —gruñó Spyder mientras se unía a nosotros cuando salíamos
del claro.
Casi llegué a la línea de árboles antes que Lucian se materializara
frente a mí de la nada. Choqué contra su pecho y gruñí mientras la
oscuridad escapaba con mi ira. Mi mirada negra se dirigió a la suya y el
poder me recorrió.
—Has terminado por hoy —susurró mientras me observaba con algo
parecido a la decepción en su mirada—. Todavía está ahí fuera.
—Ya no eres tú quien manda, no en mi mundo —advertí—. Si crees
que porque albergas los aquelarres en tu club, tienes algún poder
sobre mí, te equivocas. Puedo apagar mi humanidad, puedo apagarla y
no sentiré nada por ti ni por ellos. Así que déjame ir, Lucian. Dejaste
clara tu postura cuando te fuiste la otra mañana. Soy lo
suficientemente inteligente como para aceptarlo y alejarme, así que
déjame.
—Aleja la oscuridad antes de que acabes haciéndote daño —
advirtió—. Aquí no vas a asustar a nadie como a los demás.
—No, no lo haría. Tu corazón es tan negro como tu alma. Es tan
negro como se ha vuelto el mío, y realmente tienes que dejar de pensar
que hago algo por ti. Esto, esto es para mí, así estoy adormecida. Ya no
te siento. Así, no puedes hacerme daño.
Su mirada buscó mi rostro y su mano abandonó mi carne.
—¿Por eso elegiste la oscuridad? —murmuró.
—¿Crees que haría esto por ti?
—¿Por qué si no? —murmuró mientras se acercaba, a centímetros
de mí. Sentí su calor; su terroso aroma masculino llenó mis sentidos, y
tragué contra el gemido que se alojó en mi garganta por la necesidad
de tocarlo.
—Porque alguien a quien amaba estaba en peligro y no hay nada que
no haría para proteger a los que amo —afirmé, odiando que las
lágrimas no derramadas brillaran en mi mirada mientras lo miraba
fijamente.
—¿Y si tuvieras que apartarlos para salvarlos, Lena? ¿Lo harías para
protegerlos? —murmuró mientras su mano se alzaba y su dedo
recorría lentamente mi mejilla—. ¿Aunque fuera lo más difícil que
hayas tenido que hacer?
—Sí —respondí ante su críptico significado. Escudriñé su rostro
antes de alejarme de él, girando sobre mis talones para dejarlo a él y a
sus malditos acertijos—. Vamos —dije mientras sentía que los demás
cerraban filas a mi espalda e ignoramos a los otros que nos observaban
mientras salíamos del claro para escabullirnos de nuevo en el bosque
mientras nos dirigíamos a casa, al Club Chaos. No es que nos dejaran
solos. Al contrario, nos siguieron para asegurarse de que
regresáramos.
Entré al club y busqué a mi abuela y a mi madre. Una vez que las
encontré, las aparté.
—Necesito su ayuda —pronuncié mientras mi corazón martilleaba
salvajemente contra mi pecho.
—¿Qué pasa? —preguntó mi abuela mientras me ponía la mano en el
hombro.
—Necesito que me hagan una prueba —susurré tan bajo que no
estaba segura de que la oyeran.
—¿Qué tipo de prueba, Lena? —preguntó mi madre, con una voz
igual de suave.
—Una prueba de embarazo —respondí mientras las lágrimas no
derramadas amenazaban con caer.
Capítulo 33

He conocido a mis demonios, resulta que nos gusta la misma


música. Así que estamos bien ahora.
~Magdalena

Habíamos encontrado una habitación que permitía la privacidad


necesaria para realizar la prueba de embarazo mágica. Me paseé
mientras esperaba que terminaran con su parte. No podía tener un hijo
ahora, no después de haberme vuelto oscura. Los niños oscuros
estaban prohibidos, como lo estaba Benjamin. Si estaba embarazada,
tendría que irme para tener al niño. Estaría sola criando a un niño de
no sé qué especie. No tenía ni idea de lo que era realmente Lucian, y
eso sólo aumentaba el estrés de lo que podía pasar, o de lo que pasaría.
—Magdalena, cálmate —me instruyó mi madre en voz baja, mientras
yo gruñía cuando la idea de ser dejada hizo que la magia oscura saliera
a la superficie. Me giré sobre mis talones, mirándola fijamente y vi
cómo se encogía para alejarse de mí.
—Lo siento —dije mientras luchaba por mantenerla a raya.
—Lleva tiempo acostumbrarse a... verte así —murmuró mientras se
acercaba a su madre—. ¿Dijiste que Lucifer te dijo que esto era cierto?
¿Que estas embarazada de Lucian? —preguntó.
—Me lo susurró al oído, sí —admití mientras observaba a mi abuela
verter la tinta en la arena dentro del cuenco de piedra utilizado para
determinar el embarazo. Una vez que hubo terminado, me acerqué a
ella y le tendí la mano para coger la pequeña y delicada daga que se
utilizaba para perforar la piel en busca de la sangre de la mujer a la que
se le hacía la prueba.
—Lena, si estás embarazada... —Las palabras de mi abuela se
interrumpieron.
—Me rechazarán —respondí—. Mi hijo será eliminado de la línea, y
cualquier rastro de él será eliminado. Conozco las leyes —murmuré.
—No, no con los cambios que hemos hecho. Se consideró que
algunos de los elegidos podrían haber concebido antes de convertirse.
Decidimos que los que lo hayan hecho no serán eliminados, ni su hijo.
Sin embargo, no habrá registro del nacimiento. Aun así, siendo Lucian
el padre, sin que sepamos lo que es, hay peligro en ello. Las incógnitas
son siempre las más difíciles de prever en su desarrollo.
—Está la vidente —dijo mi madre desde donde había comenzado a
caminar detrás de mí.
—La vidente estaba muerta. Lleva muerta mucho tiempo. Mucho
antes de que tú nacieras, madre. Se llamaba Brenna MacTavish y nació
en el siglo XIX. Su marido se llamaba Drake, Drake Vanderbilt. La dejó
morir sola en esa cabaña con su hijo no nacido. Dejó diarios. Cuando
encontramos sus restos, tenía cadenas atadas desde la pared hasta su
cadáver. Cada una contenía un amuleto mágico. Alguien más la
controlaba, pero cuando tocamos los acordes, Lucifer apareció.
—¿Drake Vanderbilt? —jadeó mi madre mientras se dirigía al sofá y
se sentaba—. Tendría que ser uno de sus antepasados.
—A menos que sea inmortal —respondí, frunciendo el ceño
mientras mi madre se tapaba la boca con las manos—. No podrías
haberlo sabido. No es fácil saber lo que es alguien, créeme —le dije,
consolándola ya que yo estaba en el mismo barco.
—Yo te llevé a esa vidente, Lena. Llevé a Benjamin a ella, ¿y si no era
malo? ¿Y si se lo di a ese monstruo y no era malo?
—Benjamin es oscuro —confirmé—. No pretendo saber por qué
querían enviarlo lejos, pero sí sé que es oscuro. Querían que
pensáramos que era real, que estaba allí para ayudar al aquelarre todo
este tiempo. Liberé su alma; su única advertencia fue sobre Drake, pero
se desvaneció cuando Lucifer apareció y no pudo decirme nada. Traje
sus diarios conmigo para que el aquelarre los revisara. Tal vez haya
algo dentro de ellos que alivie su culpa.
—¡Y tú, tú también eres oscura! —acusó mientras se levantaba y
retrocedía hacia la puerta. No lo discutí ni señalé que no había
aceptado del todo la oscuridad dentro de mí. Los cristales la habían
frenado, obligándola a permanecer latente dentro de mí. Había luchado
mucho contra ella cuando dejé Metaline Falls. Había descubierto
información a través de la web y había probado varias cosas antes de
colocar los cristales de pureza en mi carne en todos los puntos en los
que se lanzaba magia—. Podrías estar con ellos, llenándonos de
mentiras, Lena. ¿Cómo podemos confiar en ti si has hecho esto? —Sus
manos señalaron mi cuerpo, como si yo me hubiera vuelto contra ella.
—Fiona, cálmate ahora mismo. Ella ha unido su vida a la nuestra
para protección. Es tu hija.
—¿Lo es? Porque últimamente ya ni siquiera la reconozco —gritó
mientras salía de la habitación, dando un portazo tras de sí.
—No quiso decir eso —murmuró mi abuela mientras me miraba con
pesar.
—Sí, lo hizo —me reí fríamente—. Yo tampoco me reconozco ya.
Antes lo tenía claro. Sabía lo que quería, y ahora todo se desmorona.
Kendra está distante y ahora se niega a hablarme. Mamá tiene razón,
he cambiado.
—Todos lo hemos hecho —resopló mientras deslizaba su mano por
la mía—. Evolucionar nos hace eso; nos adaptamos a lo que este
mundo nos lanza. Los Fitzgerald han resistido la prueba del tiempo,
pero ahora tenemos una que lleva al bastardo del diablo, y otra que se
mantiene firme mientras aprende su destino. Las mujeres de esta
familia siempre se han aferrado a las leyes, pero esas leyes cambian a
menudo porque el mundo siempre está evolucionando. Ahora,
acabemos con esto para que pueda ir a calmar a tu madre.
Extendí mi mano mientras temblaba. El cuchillo me atravesó la
palma de la mano y yo sostuve la mano sobre el cuenco y cerré el puño,
apretándola. El corazón se me subió a la garganta mientras
esperábamos a que las líneas se movieran. La sangre se volvió negra,
combinándose lentamente con la tinta dentro del plato. Se separó en
una red, dividiéndose y retorciéndose hasta que se movieron dos hilos,
y yo contuve la respiración. La poción se endureció, convirtiéndose en
una sustancia parecida a la arena, y la espesa sangre negra se ramificó,
y luego se detuvo mientras la otra seguía moviéndose.
—No —grité mientras las lágrimas se formaban en mis ojos,
corriendo por mis mejillas—. No, está mal. Tiene que estarlo, ¡hazlo de
nuevo! —Exigí sin aliento mientras mi garganta se estrechaba y mi
estómago se revolvía mientras miraba la arena del tiempo, que se
negaba a moverse.
—Queridos dioses —susurró la abuela mientras una lágrima rodaba
por su mejilla. El dolor se apoderó de mi corazón, como si alguien lo
hubiera apretado con un puño. Levantó el plato y lo agitó, y una vez
más, la línea se negó a moverse—. No, por favor, no —dijo mientras lo
dejaba en el suelo e intentaba tocarme.
Quité su mano de encima mientras levantaba el plato y lo estrellaba
contra el suelo.
—¡No, no, eso no es justo! No después de todo lo que he pasado.
—Podemos ayudarte, tiene que haber una manera —susurró entre
dientes mientras intentaba ocultar sus temores.
—Nadie más debe saberlo, ¿me entiendes? —exigí.
—Lena, él es el padre. Puede que sepa cómo ayudarnos.
—No puede saberlo, nunca. Estoy en mi derecho de ocultarlo; es mi
derecho, abuela. Nadie debe saberlo; no sale de esta habitación. Nada
de lo revelado debe salir de esta habitación.
—No puedo detenerlo sola —susurró ella mientras se secaba las
lágrimas.
—Nadie puede detenerlo, lo sabes. El destino no se puede cambiar,
sólo alterar, pero al final, llega y tú lo sabes muy bien. Esto queda entre
nosotras. Nadie puede cambiarlo, no hay razón para que lo sepan.
Sabes tan bien como yo que si las arenas dicen que va a pasar, pasará.
Me dirigí a la puerta, saliendo a ciegas de la habitación mientras las
lágrimas caían. Me apresuré por el pasillo, ignorando a Spyder, que se
detuvo cuando pasé junto a él. No quería ver a nadie. ¿Cómo podían los
dioses ser tan crueles? ¿Cómo podía llevar el hijo de Lucian después de
haber tomado la decisión de salvar a la gente que me importaba? Él
había dicho muchas veces que no podía tener hijos y, sin embargo, aquí
estaba yo, embarazada de su hijo.
Una vez en la sala principal, me abrí paso entre la multitud,
ignorando a mi madre cuando gritaba mi nombre por encima de la
música. No me detuve hasta que estuve dentro del dormitorio con la
puerta cerrada. Me deslicé por ella hasta que mi culo tocó el suelo y mi
cabeza se echó hacia atrás, apoyada en la puerta. Me abracé las rodillas
mientras las lágrimas caían sin control hasta que mi cuerpo tembló
mientras gritaba de frustración.
No era una idiota. Ningún niño nacido de las tinieblas sería aceptado
por el aquelarre, por mucho que mi familia se empeñara en lo
contrario. No sería mejor que nacer con lepra.
¿Por qué yo?
¿Qué clase de mierda había hecho para merecer esto?
Me levanté del suelo y me dirigí al baño, arrancándome la ropa
mientras me miraba en el espejo. No parecía estar embarazada, pero ya
había perdido la regla dos veces, lo que, por supuesto, había achacado
al estrés. Mis manos se deslizaron sobre ella, cerrando los ojos
mientras imaginaba cómo sería un hijo suyo. ¿Tendría los ojos de su
padre o los míos? ¿Qué sería, además de mi mitad? Miré fijamente mi
reflejo, sabiendo que era culpa mía. Me había descuidado. Había estado
tan excitada por su jodido y adictivo beso que había tirado la cautela al
viento cuando me dijo que no podía tener hijos.
Abriendo el grifo, saqué pétalos de rosa y lilas secas antes de
arrojarlas al agua. Me senté en el borde de la bañera y sumergí los
dedos en el agua mientras las flores se arremolinaban y yo me perdía
en mis pensamientos.
¿Podría traer voluntariamente a un niño a un mundo así? ¿Y si todo
lo que Benjamin había dicho se cumplía, o era cierto? Con el mundo
como estaba, con las puertas de los mundos abriéndose, ¿podría traer a
un ser indefenso a este desorden? Lucian lo protegería, ¿no? Es decir,
tendría que hacerlo, ¿no? Me levanté y entré lentamente en la bañera.
Estaba embarazada. Iba a tener su bebé. Habíamos creado vida,
juntos, y él nunca lo sabría. No necesitaba saberlo, no con todas las
cartas cayendo en su sitio, no con todo lo que Benjamin había dicho
que pasaría. La arena nunca se equivocaba, nunca.
Me deslicé bajo el agua, dejando que me llenara los pulmones hasta
quemarme. Miré al techo, observando los pétalos mientras flotaban en
mi línea de visión y fuera de ella. Las emociones fluyeron y refluyeron
como el océano, aplastándome hasta que me incorporé, escupiendo al
toser el agua.
El embarazo era la menor de mis preocupaciones según las arenas, y
no me atrevía a pensar en ello. Ni ahora, ni nunca. El aquelarre era lo
primero, siempre lo había sido. Había sido inmadura cuando volví a la
ciudad, pero en algún momento durante la vuelta a casa, y todo lo que
pasó. Quería ser madre. Quería tener a mi hijo en mis brazos, sentir su
corazón latiendo contra el mío.
Quería crear vida.
El destino era voluble en el mejor de los casos, pero esto... esto era
una pesadilla de la que sabía que no despertaría. El aquelarre
necesitaba refugio. El Gremio no estaba preparado para albergarlos
todavía, y aunque Synthia se había ofrecido a acoger a algunos, todos
sabíamos que no podían acoger a las masas. Necesitaba a las brujas,
necesitábamos el refugio de la tormenta que se estaba gestando a
medida que las puertas de los otros mundos comenzaban a abrirse,
dejando entrar en éste a criaturas aún peores.
Si queríamos tener una oportunidad de ganar, teníamos que
combinar fuerzas, lo que significaba que tendrían que empezar a
trasladar a las brujas a medida que se terminara. Ellos no tenían los
números para luchar todavía, pero nosotros sí. Juntos, tal vez
podríamos marcar la diferencia. Este mundo nos necesitaba, incluso si
nos escondíamos en las sombras. Manteníamos vivo el equilibrio de la
magia a través de las líneas de sangre; significábamos algo.
No importaba lo que el destino me deparara, encontraría mi propia
manera de evitarlo. Mi abuela tenía que permanecer imparcial; tenía
que pensar en el bien mayor. Los humanos morían a puñados a cada
minuto que pasaba.
Me enjuagué y me envolví con una toalla antes de entrar en el
dormitorio con los párpados hinchados. Sentí que su poder llenaba la
habitación y me asomé a las sombras, observando cómo Lucian se
adelantaba.
—¿Quieres explicarme qué está pasando? —ronroneó mientras su
mirada se deslizaba lentamente por mi cuerpo.
—No sé a qué te refieres —contesté mientras me dirigía a mis
maletas, que había preparado una vez que él se había ido de la
habitación. Sus ojos no las perdieron de vista; se concentraron en ellas
y una ceja oscura se levantó.
—¿Vas a algún lado? —preguntó.
—Preferiblemente a una habitación que no lleve tu olor —respondí
mientras sacaba un par de joggers y una camiseta de tirantes—. No
tendrías que dejar tu habitación, y estoy segura que hay otro lugar al
que me pueden trasladar.
—No vas a ir a ningún lado. Me gustas en mi habitación, Lena —dijo
en un tono ronco antes de rodar los hombros y volver a hablar—. ¿Qué
te molesta? —preguntó mientras se acercaba.
—¿Y por qué crees que estoy molesta? —Me volví, irritada porque lo
llevaba escrito en la cara, desde los ojos hinchados y rojos hasta el
labio gordo que había mordido con tanta fuerza que sangraba.
—Tú no lloras en habitaciones llenas de gente. Lo aguantas. Acabas
de correr por todo el club llorando, Lena. ¿Qué te tiene tan alterada? —
preguntó suavemente.
—Estoy bien —afirmé mientras me dirigía al baño, despidiéndolo
con la misma frialdad con la que me había despreciado. Llevaba días
sin verle, y ahora parecía estar de nuevo en todas partes.
Me puse las bragas y me miré en el espejo mientras me imaginaba
creciendo con su bebé dentro de mí. Aparté la imagen, enterrándola,
mientras terminaba de vestirme para ir a la cama. Me puse la camiseta
de tirantes y me sequé el pelo, saliendo del baño para encontrarlo
sentado en la silla con los codos apoyados en las rodillas mientras me
miraba fijamente.
—¿Necesitas algo? —Le pregunté.
—No me voy a ir hasta que me digas qué mierda te pasa —gruñó por
lo bajo y de forma contundente.
—No puedo aumentar mi linaje ahora —mentí.
—Kendra es portadora de tu línea —dijo en voz baja.
—Kendra lleva el hijo de Lucifer —respondí con frialdad, la
acusación manchando mi tono—. ¿Crees que le pondrán nuestro
nombre?
—Lucifer fue un ángel en su época, ahora ha caído. Eso no significa
que su hijo vaya a ser malvado, Lena. Es sólo un niño.
—¿Y qué hay de ti, Lucian? ¿Quieres tener hijos?
—No, nunca —espetó enfadado—. Ya te he dicho que no puedo
tenerlos, y por eso nunca he deseado uno.
—Deberías irte, estoy cansada —le respondí uniformemente,
logrando de alguna manera no romper a llorar.
—¿Importaría si lo hiciera? —preguntó.
—No, para mí no —afirmé lentamente mientras lo veía ponerse de
pie y meterse las manos en los bolsillos—. Lo que teníamos está roto,
así que si estás pensando en arreglarlo...
—No he venido a arreglarlo —gruñó.
—¿Qué hice mal? —le pregunté con displicencia.
—¿Acaso importa? —espetó. Su mirada se detuvo en mí y yo bajé la
mía mientras me mordía el labio.
—No —respondí antes de continuar—. Si supieras que alguien a
quien amas va a morir y pudieras evitarlo, ¿lo harías?
—Sí.
—¿Y si te costara todo? ¿Y si el precio fuera más de lo que podrías
pagar?
—No hay nada que no haría para proteger a alguien que amo, incluso
si ese precio fuera alejarse y fingir que no me importa, Lena. A veces
tienes que morir un poco para salvar o proteger a los que te importan,
incluso a costa de ti mismo.
—¿Alguna vez te importé, o sólo fui algo con lo que querías jugar? —
pregunté suavemente mientras levantaba los ojos llenos de lágrimas
hacia los suyos.
—Vete a la cama. Pareces agotada, Lena —me ordenó, y lo vi
caminar hacia la puerta y detenerse allí, como si hubiera planeado
decir algo más. Me miró fijamente durante un largo rato antes de
cerrar la puerta tras de sí.
Capítulo 34

Cuando todo lo demás falla, échalo al cubo de mierda y sigue


adelante
~Magdalena

Mucho después que Lucian saliera de la habitación, permanecí


despierta, estudiando los diarios dentro de mi cabeza. Ignoré a las
brujas que me señalaban cosas como si trataran de divulgarme
información mientras estudiaba cada diario y cada entrada con detalle.
Descubrí cosas, cosas antiguas que sucedieron durante sus vidas
mientras leía sobre las que habían vivido antes que yo. Mi mente
seguía llenándose como un archivador mientras procesaba cada uno de
ellos. En cada diario, hacia el final, se repetía un nombre: Katarina. Ella
había sido el primer diario que había leído, y en todos los demás volvía
a aparecer. Su nombre y la inicial L continuaron hasta el último.
Había descubierto el sello, una cosa antigua que se creía que abría
las puertas de los otros mundos. El corazón me dio un vuelco cuando
supe de él y lo que hacía, teniendo en cuenta la situación actual de
nuestro mundo. Luego... luego me enteré que una bruja lo había
robado. Katarina se lo había quitado a su amante, L. Había hecho lo que
su aquelarre le había ordenado, traicionándolo, y desde entonces,
parecía que había desempeñado un papel (o más bien su maldición) en
todas las generaciones de brujas nacidas desde entonces.
El último diario contenía más información que todos los anteriores.
Hablaba de una mujer, que había sido mitad bruja, mitad ninfa. Había
sido poseída por el sello, pero cuando dio a luz al hijo de su amado, de
alguna manera se unió al alma del niño. Fue asesinado poco después de
nacer, un destino que ningún niño debería soportar antes de haber
experimentado la vida.
Dormí sin descanso mientras las pesadillas me atormentaban.
Soñaba que yo era la ninfa, obligada a dar a luz a un niño para que lo
mataran al dar su primer aliento. Me desperté empapada de sudor
mientras luchaba contra los temblores de la pesadilla que persistía.
Katarina había maldecido al aquelarre, de eso estaba segura. Había
traicionado a L, que supuse que era Lucifer, y me pregunté si eso
convertía a Lucian en el cazador que la mataba una y otra vez para
protegerla de caer en manos equivocadas. ¿Era él su guardián, obligado
a cazarla para protegerla? ¿Cómo encajaba él?
Me vestí y me moví por la habitación, amontonando mis cosas
mientras me preparaba para salir y enfrentarme a la multitud. Miré el
reloj y vi que aún no eran las nueve. Me quité el pijama y me puse una
falda que se ajustaba a mi figura y llegaba hasta los tobillos. Elegí una
camisola, blanca y suave, que favorecía mi complexión. Me recogí el
pelo en un moño desordenado y observé mi pálida tez. Parecía que
estaba enferma o agotada pero, sinceramente, lo sentía hasta los
huesos.
Recogí las notas que había garabateado en la cama, junto con los
diarios de la casa de la vidente, y me dirigí a buscar a mi abuela. Entré
en la sala principal y me quedé quieta un momento, observando cómo
todo el mundo se movía de un lado a otro, riendo y bailando como si el
mundo no se fuera al infierno fuera. Kat y Dexter bailaban lentamente
juntos, ignorando a los demás y el hecho de que estaba sonando una
canción de ritmo rápido. Synthia y su grupo estaban presentes, algunos
bailando mientras otros los miraban con fastidio, como si prefirieran
estar fuera destruyendo algo.
Empecé a avanzar en el momento en que vi a mi abuela. Ella estaba
mirando por encima de la multitud, y en el momento en que me vio, me
saludó frenéticamente. Aumenté el ritmo mientras me levantaba la
falda y me acercaba a ella.
—Lena, ¿has visto a tu madre? —preguntó.
—No desde que salió de la habitación ayer.
—Yo tampoco he podido encontrarla desde ayer. He enviado a otros
a buscarla y nadie ha podido localizarla todavía.
—¿Tal vez ella está en algún lugar con Alden? —Ofrecí.
Hizo un gesto con la mano en dirección al bar, donde Alden apoyaba
los brazos en la barra mientras removía una bebida y hablaba con Vlad.
Mi mirada buscó entre la multitud y luego se dirigió a mi abuela.
—¿Su habitación? —pregunté.
—Está compartiendo una con Kendra, y tampoco podemos
localizarla —admitió.
—Ella no dejaría club —Fruncí el ceño al considerar el hecho de que
lo haría. Si Kendra se hubiera ido, mamá la habría seguido para
protegerla, y ninguna de las dos tenía una magia muy fuerte—. Tengo
los diarios para ti —Levanté la mochila y ella asintió.
—Vamos a un lugar tranquilo —dijo mientras su ceño se arrugaba
de preocupación—. Siento que algo está a punto de suceder... Algo está
mal, lo sé.
—Todo está mal —dije, y ella se rió nerviosamente.
—Oh, Lena, lo está, ¿no? ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien —gemí mientras veía cómo su mirada se dirigía de
nuevo a la multitud.
—Siempre estás bien, ¿verdad? Mi niña valiente —dijo mientras me
acercaba y me abrazaba con fuerza—. Incluso de niña, siempre fuiste la
que nunca se quejaba y permanecía en la retaguardia mientras Kendra
se llevaba el protagonismo. Tú y Joshua siempre se hacían daño y, sin
embargo, nunca te quejabas ni querías que te sostuvieran cuando
ocurría. Te limitabas a hincharte y a decirnos que estabas bien.
—Mamá no habría salido del club, no al anochecer —Me aparté y le
sonreí—. Le aterrorizó el viaje hasta aquí desde la abadía. No ha
querido estar fuera desde entonces.
—Ella tampoco quería venir por ti, pero lo hizo. Eres su hija, habría
ido al infierno por ti... —Hizo una pausa.
—Antes de que me volviera oscura —terminé y sonreí con fuerza—.
¿Soy tan diferente ahora? —le pregunté, cuestionándome si había
cambiado tanto en tan poco tiempo.
—No, pero te mantienes alejada de nosotros, como si nos
protegieras de lo que te has convertido. Todos lo hacen ahora, como si
estuvieran inseguros de su acogida y, querida... Eres de mi línea y muy
amada. Si tuviera que elegir entre un millón de almas para tener la mía,
siempre elegiría la tuya por su pureza.
—Gracias —respondí.
—Busquemos un lugar sin oídos, ¿sí? —dijo, y yo asentí, siguiéndola
hasta que nos quedamos solas en una pequeña habitación—. Entonces,
¿qué averiguaste?
—Fui al Gremio hace poco más de un mes, casi dos meses ya. Dentro
del Gremio había una habitación, una que estaba llena de artefactos de
nuestro aquelarre. Eran artefactos antiguos, algunos de más de cien
años o más. Dentro de la habitación había diarios y grimorios, varios de
ellos. Los toqué y las palabras y los hechizos salieron de los grimorios y
entraron en mí. Tengo todo lo que había dentro de ellos en mi cabeza.
Tomó aire mientras sus ojos se abrieron de par en par por lo que eso
significaba.
—Lena, eso es mortal. Los grimorios no entran en un alma sin más, a
menos que lo necesiten. ¿Voy a suponer que tu intención no era
tomarlos, sino sólo leerlos?
—Sí, pero mientras leía, se deslizaban de la página a mi piel y
desaparecían. Ahora están en mi cabeza. Puedo usarlos como si fueran
mis grimorios personales. Sólo que los diarios no son míos y cada uno
dice un nombre, Katarina. Estaba enamorada de alguien llamado L, y
perseguida por un monstruo. Sólo que... no creo que el monstruo sea
como ella dice, creo que está protegiendo o cazando un objeto que
puede abrir las puertas a los otros mundos. Ella le quitó algo, como un
sello de algún tipo. Hay bocetos e ideas de ello, o más bien de lo que es.
Creo que es maligno, ya que cambia a las personas una vez que las
habita o se activa. La criatura lo caza, para mantenerlo alejado de
cualquiera que lo utilice para abrir los mundos. Una vez que el sello
pasa por un mundo, lo desbloquea. O eso creo, o tal vez todos al mismo
tiempo, pero esa parte es desconocida.
››Creo que cuando Kendra y yo estábamos en el infierno, una de
nosotras lo desbloqueó. Antes de convertirme, cuando estaba hablando
con mamá, Kendra me gritó dentro de mi cabeza que la ayudara. Pensé
que lo había imaginado, y ahora, ahora creo que Kendra está siendo
controlada, o que ella es el sello y está en problemas —Le expliqué los
diarios, y cómo las pesadillas que habíamos sufrido habían sido
mencionadas una y otra vez, y cómo cada vez que se repetía, una nueva
maldición entraba en juego de alguna manera.
—¿Dices que ya no es tu hermana?
—No lo sé —admití—. Sin embargo, ¿cuándo me ha delatado?
¿Cuándo ha sido Kendra capaz de mantener el rencor durante más de
un día? No es la misma, y sé que ha pasado por muchas cosas, y que es
diferente a cuando éramos pequeñas, pero algo está mal en ella. Mi
instinto me dice que ella no es Kendra, ya no. Sea quien sea, no es mi
hermana.
—Tiene una trampa del diablo en su cuerpo, no está poseída.
—Si fuera un demonio, lo sabríamos. Pero no creo que sea un
demonio el que la controla. Demasiadas cosas se están sumando para
estar mal últimamente. La vidente del bosque, la noticia de que nuestro
padre biológico tuvo algo que ver, y el hecho de que Kendra podría no
ser Kendra, y eso es preocupante, sobre todo con mamá desaparecida
—admití—. Voy a salir a buscarla.
—Si lo que dices es cierto, hay que tener mucho cuidado. Hay
demasiadas incógnitas que se despliegan, y se está moviendo más
rápido de lo que podemos detener —murmuró en voz baja mientras
me observaba.
—Debería irme; está oscuro y la temperatura bajará pronto.
—Lena —dijo, agarrando mi mano para detenerme mientras me
dirigía a la puerta—. Te quiero. Necesito que lo sepas por si pasa algo.
La arena no siempre tiene razón. Ya se equivocó antes, cuando tú
naciste, y los chicos. Deberías ir a ver a Lucian y contarle lo que está
pasando. Él te ayudará. Ahora llevas a su hijo.
—No tiene que saberlo todavía —Me mordí el labio—. Si se lo digo y
cuándo, es mi decisión. Nadie merece creer que algo bueno está
sucediendo sólo para que se lo arranquen —No es que él lo considere
así.
—Te dejó una marca para protegerte —reconoció—. Si estás en
peligro, ¿él puede encontrarte?
—Sí, puede. También puede hacerlo Spyder, así que si no vuelvo,
puedes acudir a ellos en busca de ayuda.
Salimos juntas de la habitación, y nada más salir uno de los chicos
nuevos me dio un teléfono y salió corriendo. Fruncí el ceño mientras lo
miraba y volvía a mirarlo cuando el chico se perdió de vista. Las torres
no funcionan, lo que significa que no hay servicio. Empecé a guardarlo
en el bolsillo de mi falda cuando sonó. Me quedé mirando la pantalla,
luego deslicé el pulgar sobre ella y me lo llevé a la oreja.
—Es hora de poner tu pieza en juego, cariño.
El hielo corrió por mis venas cuando la voz de Lucifer susurró a
través del teléfono. El corazón se me subió a la garganta mientras la
sangre me latía en los oídos, ahogando sus palabras.
—Te lo dije, Lucifer, no me gustan los juegos —murmuré mientras
me mordía el labio y mi abuela se cubría la boca con la mano para no
jadear. Mi madre gritó de dolor y yo cerré los ojos mientras la risa de
Kendra la seguía—. ¿Dónde? —pregunté sin dudar. Luché contra un
sollozo que me apretó la garganta. Las lágrimas entraron en mi visión
mientras veía a mi abuela limpiarla.
—Estamos en tu casa. Pierde a tus guardias, Lena, o te enseñaré lo
que es ver cómo le arrancan la carne a alguien mientras aún respira. Si
veo a alguien más contigo, ella muere. Sé una buena chica y haz tu
papel, así tu madre podrá vivir.
El teléfono se apagó y yo lo guardé mientras me acercaba a mi
abuela. La abracé mientras luchaba por mantener la calma. Lucifer
tenía a mi madre y, lo que es peor, si estaba en lo cierto, Kendra se la
había llevado.
—Necesito que distraigas a Lucian y a los demás para poder
escabullirme —dije con firmeza, logrando mantener oculto el miedo en
mi voz—. No las perderé. Arreglaré esto, cueste lo que cueste. Acabaré
con este juego suyo de una vez por todas. Tienes que confiar en mí.
Dame al menos una hora para llegar a ellos. Después de eso, dile a
Lucian dónde estoy y con quién estoy. Los Fae lo seguirán, pero
necesito que te quedes aquí, ¿entiendes? Prométeme que te quedarás
aquí, donde es seguro —insté.
—No puedo prometerte eso —dijo ella mientras me tiraba en sus
brazos y me abrazaba—. No saldrás ilesa de esto, Lena. Si no puedes
salvar a Kendra y a tu madre, vete. No seas un héroe como lo fue tu
hermano. Tú eres el poder que mantiene unido este aquelarre; tú nos
sostienes ahora mismo y nos mantienes a salvo. Si no es nuestra
Kendra, no vale la pena morir por ella. Tienes que vivir, ¿me entiendes?
—No pienso morir —le susurré al oído.
—La quieren, ¿verdad? ¿Esa Katarina? —preguntó.
—Algo así, y el sello que tiene. Tengo que irme —dije.
—No, todavía no —reflexionó mientras se tocaba el labio con el dedo
índice—. Si han venido a por ella, ¿por qué te necesitan allí? Dijiste que
el diario mencionaba las pesadillas que sufría el aquelarre y cómo
mencionaban las runas, ¿verdad?
—Sí —murmuré mientras comprobaba la hora en el teléfono que
tenía en la mano.
—Ven conmigo —dijo mientras tiraba de mi brazo.
—¡No tengo tiempo!
—Sí lo tienes para esto —replicó ella—. Te necesitan para algo, o no
se habrían llevado a mi hija. Si estoy en lo cierto, juegas un papel
importante, y en caso de que sea lo que creo que es, tengo que hacer
algo. Si acabamos con ello, la próxima generación no sufrirá más sus
juegos mortales.
La seguí a la habitación y, una vez que terminó de hacer lo necesario,
la besé suavemente en la mejilla.
—Te quiero; si tuviera que elegir una familia para ser mía, tú
también serías mi elección siempre.
Capítulo 35

Siempre estás a una decisión de una vida totalmente diferente.


~Anónimo

Doblé lentamente la esquina de la casa, con la mirada perdida mientras


buscaba a mi madre en el caos que se estaba produciendo. La encontré
encima de la pila de cuerpos desangrados, atada a un cadáver. Se me
cayó el estómago y las rodillas amenazaron con doblarse al ver su
aspecto desaliñado. Tenía la ropa rasgada, el pelo revuelto y cubierto
de sangre seca, que rogué que no fuera suya.
Sus párpados se abrieron como si me sintiera, y levantó su cabeza,
sacudiéndola y usando su brazo magullado para espantarme. No la iba
a dejar. Ella era mi madre. El destino nos había traído aquí; por alguna
jodida y retorcida razón, estábamos aquí enfrentándonos al diablo y a
criaturas que ni siquiera deberían estar en nuestro mundo.
Exhalé y me esforcé por reunir el poco valor que podía mientras
daba un paso adelante, revelándome. Nadie se volvió ni me miró
mientras caminaba hacia el círculo. Estaba dibujado con sangre
humana y me tragué la bilis al mirar la pila de cuerpos y darme cuenta
de que habían sido sacrificados. Se habían perdido vidas inocentes
para crear un círculo de protección que no podía romperse. El mismo
que había utilizado Katia, sólo que esta vez más grueso.
—Ahí está nuestra chica —dijo Lucifer sin volverse. Cuando por fin
lo hizo, tragué con fuerza para no gritar al contemplar su aspecto.
Había desaparecido su máscara de civismo y humanidad. Sus
penetrantes ojos azules se fijaron en el balanceo de la falda y en mi
aspecto desaliñado por el viaje hasta aquí. No me había molestado en
perder tiempo en cambiarme. Simplemente me había metido una
pequeña navaja en el bolsillo y me escabullí en el momento en que mi
abuela creó una pequeña escena y distracción.
El viento helado me mordía la piel mientras aullaba y azotaba mi
cabello. La falda se levantó, dejando ver mis piernas mientras avanzaba
lentamente hasta que los dedos de mis pies tocaron la línea.
—Dejarás ir a mi madre y entraré en el círculo de protección. No
puedes obligarme a entrar en él; sé cómo funciona, Lucifer. Una vez
que la hayas dejado ir y hayas jurado que no se le hará daño, podrás
disponer de mí para hacer lo que quieras —dije sin dejar que el
temblor que me sacudía se reflejara en mi voz.
—Eres fuego y hielo, Lena. Me sorprendes —se rió mientras se
acercaba a la pila de cadáveres y pateaba el cuerpo de una joven—. Al
principio me preguntaba cómo podía sentirse atraído por ti, pero como
he descubierto, eres especial. Rompes las reglas y, sin embargo, tienes
un código de honor que sigues, igual que él. Eres desinteresada, lo que
no deberías ser. No fuiste creada para ser desinteresada; fuiste creada
para ser oscura y mortal. Sin embargo, aquí estás, viniendo a mí para
salvar a una humana sin valor.
—Tú no me creaste —gruñí, pero sus labios se adelgazaron al
tiempo que se alzaban en una hermosa sonrisa que hizo que mi
corazón se detuviera antes de palpitar más rápido—. Suéltala —exigí
con firmeza—. Dijiste que si yo venía, ella podía irse. Suéltala y dame tu
palabra de que no le harás daño, y entraré en la barrera de protección
que has creado. Si se te ocurre hacerle daño después que yo esté
dentro, me haré daño a mí misma y Lucian estará aquí en un segundo.
¿Entiendes?
—Hemos hecho un trato, Magdalena. No hay razón para enfadarse —
ronroneó él mientras sacaba a mi madre del montón, desintegrando las
cuerdas. Ella negó con la cabeza mientras él la empujaba hacia mí. Las
lágrimas brotaron de sus ojos cuando se precipitó hacia mí, sólo para
ser lanzada hacia atrás al estrellarse contra la barrera. Lucifer se rió y
yo exhalé lentamente mientras luchaba por mantener la compostura.
Los demonios se acercaron a donde yo estaba, sonriendo a Lucifer
mientras liberaba un pulso de magia, disfrutando de sus gritos y del
fuerte olor a azufre mientras se convertían en cenizas. No me eché
atrás mientras él gruñía y tiraba de mi madre por el pelo.
—Te gusta matar a mis amigos —gruñó.
—Necesitas nuevos amigos.
Empujó a mi madre a través de la barrera y respiré aliviada cuando
se precipitó hacia mí, abrazándome con fuerza.
—Lena, no entres ahí —suplicó mientras la abrazaba con fuerza y
luego se separaba.
—Entra en la casa y activa las protecciones —pronuncié mientras
apartaba sus manos cuando intentaba aferrarse a mí.
—Lena, no, por favor. Te matarán —gritó mientras las lágrimas
corrían sin cesar por su rostro.
Lo atravesé y me giré para mirarla fijamente.
—Te amo —dije a través de la opresión en mi garganta. Unos fuertes
brazos me agarraron y cerré los párpados.
—Eso ha sido una puta estupidez, chica —gruñó una voz profunda
contra mi oído. Me giré para mirar a Lucifer y me detuve, calculando
mentalmente cómo mierda había alguien más en el círculo. Kendra se
puso en mi línea de visión y frunció el ceño brevemente antes de
disimularlo con una mirada distante. Sonrió fríamente mientras se
acercaba y fruncía el ceño.
—¿Estás seguro que el hechizo funcionará? —preguntó, volviéndose
para mirar a Lucifer.
—Funcionará —le aseguró él mientras ella se alejaba y empezaba a
dejar caer objetos en el caldero, que hervía mientras el vapor salía de
él.
—¿Ya le has dicho lo que es? —se rió fríamente—. ¿Que ni siquiera
es real?
—Me imaginé que querrías decírselo, amor —reflexionó él—. ¿Cómo
está nuestro pequeño? —preguntó, ignorándola mientras su mirada se
clavaba en mi vientre—. ¿Le dijiste a Lucian que iba a ser padre?
—No, no lo hice. ¿Para qué? —pregunté—. Crees que le importa,
pero no es así. Te lo sigo diciendo y sin embargo te niegas a
escucharme.
—Porque sé que le importa —Lucifer me tocó la mejilla cuando los
brazos me soltaron y el hombre se dirigió hacia donde Kendra removía
el caldero—. Ya has conocido a Hades, más o menos. Es el que lamió
ese bonito coño tuyo. También es el que me impidió dejarte
embarazada.
El hombre volvió los ojos violetas hacia Lucifer y los entrecerró. La
energía brotó de ambos hombres como si fueran a pelear, pero
entonces Kendra se acercó, le puso la palma de la mano en el pecho y el
hombre cayó al suelo. Los ojos violetas miraron fijamente a Lucifer.
—Oh, no te sorprendas tanto, Hades. Sabía de qué lado estabas —rio
fríamente—. Sabía que Lucian tenía a alguien dentro, alguien que le
informaba. Me diste la pista cuando no te follaste a Magdalena. Tenía a
mis secuaces siguiéndote, y cuando me informaron que saliste a la
superficie, tuve pruebas suficientes. No te preocupes, viejo amigo. El
hechizo sólo te dejará paralizado hasta que termine aquí.
Me empujaron más cerca del caldero, que desprendía un olor
pútrido que hacía casi imposible respirar. Me tapé la boca con el dorso
de la mano mientras miraba a Kendra. Ella exhaló y negó con la cabeza.
—Sólo le gustabas porque pensaba que eras yo —dijo en un tono
inexpresivo—. Pensó que eras pura, pero no eres más que una perra
egoísta. Me dejaste ahí abajo para soportar lo que debería haber sido tu
tormento. Pero supongo que debo agradecértelo. Fue mucho más fácil
conseguir que tu hermana accediera a permitirme soportar el dolor
por ella —Mi corazón martilleaba contra mi pecho mientras las
lágrimas quemaban mi visión—. Verás, siempre he sido una parte de
ella. Al igual que tú nunca debiste nacer —dijo crípticamente—. No
solo naciste, fuiste creada a partir de la magia. Tu padre me ayudó;
plantó la semilla y yo la dividí. Todo lo que era oscuro dentro de mí es
ahora tuyo. No eres más que las partes que no quería. Verás, después
de tantos siglos de ser perseguida y cazada, hice un trato con Lucifer
que no podía dejar pasar. Venganza contra Lucian a cambio de
recuperar mi vida —se carcajeó, y estreché mi mirada hacia ella con
frialdad.
—No puedes intervenir con la vida —gruñí—. La magia tiene reglas;
hay límites que ninguna bruja puede tocar.
—No estaba obligada por esas leyes en la muerte. De igual forma, un
niño no está vivo hasta que su corazón comienza a latir. Como lo hace
ahora el de tu hijo dentro de tu vientre. Dividí el óvulo en el vientre de
tu madre, cortándolo en partes, y entonces ahí estabas tú. Lo mismo
ocurrió con tus hermanos, que fue como supimos que funcionaría la
segunda vez. Un gemelo nacido de la luz, y el otro de la oscuridad.
Drake, por supuesto, descubrió que mi intención era matar a Benjamin
y lo escondió de mí, pero entonces ese pequeño problema se resolvió
solo, ¿no? Joshua fue masacrado en una guerra, lejos de casa. No antes
que volvieran a estar atados, gracias a Lucifer. Verás, si uno de los dos
muere, el alma vuelve al otro, convirtiéndose en un todo.
Desafortunadamente, el hechizo debe ser terminado primero, o ambos
perecen. Un punto desagradable, así que no te hagas ilusiones o
morirás conmigo, junto con tu hijo no nacido.
—Estás loca —murmuré.
—No, he pasado siglos planeando esto, ¿y tú? Has desempeñado tu
papel maravillosamente, Magdalena. Fuiste creada para atraerlo hacia
ti y mantenerlo ocupado mientras Lucifer tendía la trampa para
atraparlo. Pero tú, pequeña zorra, no pudiste alejarte de él. Supongo
que no es realmente tu culpa. Eres cada parte de mí que alguna vez
amó a ese monstruo.
Temblé cuando me di cuenta. Lucifer no era L. Lucian era L, y Kendra
había sido tomada por el alma dormida de Katarina.
—No te quedarás con ella —grité—. ¡Es mi hermana!
—Ya se ha ido —se rió mientras me observaba—. Ahora es el alma
dormida, que se desvanece mientras yo tomo plena posesión de ella.
Pobrecita; no podía soportar lo que le estaban haciendo, pero cuando
Lucifer le mostró que estabas en su cama y proyectó la imagen de ti
siendo masacrada… ella había manejado todo lo que le habíamos hecho
en ese momento. Nos ayudaste a romperla. Una vez que te vio siendo
follada y asesinada por Lucifer, se quebró y rogó no sentirlo más. Así
que le hice una oferta: yo sentiría todo y ella no tendría que sentirlo
nunca más.
—Le hiciste creer que estaba muerta —murmuré mientras me
esforzaba por imaginar por lo que había pasado. La habían violado
noche tras noche, hasta que estuvo embarazada del hijo de Lucifer, y
entonces yo había entrado en su club en mi sueño y él le había hecho
creer que me habían asesinado ante sus ojos mientras la violaban.
—Ella no se rompería —gruñó mientras arrojaba el pelo de los
muertos a la olla—. Le susurré, prometiéndole que escaparía, y aun así
se aferró. Las dos son tan jodidamente tercas y piensan poco en la
tradición. Ninguna de las dos merece vivir, lo que hace que esto sea
fácil.
—¿Y tú? ¿Qué hay de ti, llevando al bastardo de Lucifer en tu
vientre? —Pregunté.
Su mano se movió más rápido de lo que había previsto, dándome
una bofetada en la cara. Volví a llevar lentamente mi mirada a la suya y
sonreí. Para alguien con tantos años encima, pegaba como una perra.
Me acerqué, sólo para que Lucifer gruñera en señal de advertencia.
—No deberías haber hecho eso —siseó mientras el aire que nos
rodeaba se volvía más denso, el poder estallaba mientras los árboles se
resquebrajaban por la presión del viento. Las llamas de los fuegos que
nos rodeaban saltaron y su olor recorrió mis sentidos—. ¡Puta
estúpida! Los trajiste hasta nosotros antes que estemos preparados —
espetó mientras Lucian aparecía a centímetros del círculo con Spyder a
su lado. Uno a uno, aparecieron a nuestro alrededor. Los Fae
aparecieron, trayendo a los del aquelarre con ellos. Me estremecí
cuando Synthia trajo a mi abuela y luego la empujó con cuidado,
usando su propio cuerpo como escudo.
—Te advertí la última vez que te mantuvieras alejado de ella —
arremetió Lucian—. No habrá próxima vez.
—Ella vino a mí por su propia voluntad, Lucian.
Me estremecí ante la ira que leí en sus ojos cuando se cruzaron con
los míos. Mi madre salió corriendo de la casa, habiendo observado todo
desde dentro. Alden la atrapó mientras corría hacia sus brazos. Me
tragué el dolor al examinar su maltrecho rostro, pero la mirada de
Lucian pasó de mi madre a mí y luego a Kendra.
—Deja que las chicas se vayan, ahora —exigió.
—No lo creo; verás, llevamos mucho tiempo planeando esto.
Katarina me miró fijamente antes de dirigir sus ojos a Lucian y
fruncir el ceño. Una mirada hambrienta los llenó mientras dejaba que
su mirada acalorada se deslizara lentamente por su cuerpo duro y
marcado que ondulaba con fuerza y poder.
—Las tengo a ambas —rio Lucifer—. Tengo a Magdalena y a su
hermana —ronroneó mientras agarraba nuestras manos y nos
acercaba a él—. Una lleva a mi hijo, la otra lleva al tuyo.
—Imposible —espetó Lucian mientras su mirada se dirigía a mí
acusadoramente—. No puedo engendrar hijos; Katarina se aseguró de
ello.
—En realidad —rió Katarina con altanería—. Puedes tener hijos; ella
sólo tiene que importarte lo suficiente como para activar la maldición.
Por supuesto, la luna tenía que hacer sombra al sol y el día tenía que
convertirse en noche con Venus en su posición más cercana a la tierra.
Me aseguré que la maldición no pudiera romperse hasta que estuviera
preparada para ello, Lucian.
Su mirada giró hacia la de ella y tragó con fuerza. Me estremecí
cuando una mirada que nunca había visto antes pasó por él. Sus ojos se
llenaron de dolor y de algo más, algo que me clavó una cuchilla en el
corazón. La había amado. Mi mano se apretó contra la de Lucifer
mientras luchaba por liberarla. Estaba en su puto juego, no porque
Lucian me hubiera metido en él, sino porque su amante lo había hecho.
—Lena —gruñó Lucian, y tragué con fuerza mientras llevaba mi
mirada llena de lágrimas a la suya. Se estremeció al leer la verdad de
sus palabras en mi rostro. Lucifer soltó mi mano y se movió detrás de
Katarina, colocando sus manos sobre su vientre. La mirada de Lucian
abandonó la mía, quemando un agujero en el lugar donde Lucifer tocó
a su amante.
Las pesadillas, las que todo el aquelarre había soportado, eran de él.
Era el monstruo que perseguía a la bruja maldita a lo largo de todas las
vidas, y también su amante. Le había dado un pedazo de mí, el único
pedazo que no había sido de ella: mi corazón. Ya no me preguntaba por
qué se alejó; nunca había dejado de amar a la bruja original, y ahora
estaba aquí, dentro de mi hermana.
—Katarina, dulce niña —susurró Lucian, y mientras sus palabras
calmaban y acariciaban, mi corazón se rompió un poco más—. Ven a
mí.
—Esta vez no, Lucian. Ya no. Verás, ya he ganado. Todo lo que te
amaba dentro de mí está ahora en ella. Tu preciosa Lena. Incluso tu
preciado sello —ronroneó mientras reía y los ojos de Lucian se abrían
de par en par dirigiéndose lentamente a mi vientre—. Lo estás
entendiendo. Me aseguré que sientas un dolor como el que me has
obligado a soportar una y otra vez. Me has dejado volver el tiempo
suficiente para seducirme y luego asesinarme. Me he librado de ti;
Lucifer se aseguró que nunca más puedas cazarme, monstruo. He
ganado.
Mi corazón se hundió y mis rodillas amenazaron con ceder. ¿Tenía el
sello dentro de mí? ¿Lo tenía? No. Ahogué un sollozo con el dorso de la
mano. Yo no lo tenía, lo tenía mi hijo. El hijo de Lucian tenía la forma
más pura del mal en su pequeña alma. Di un paso atrás mientras
sacudía la cabeza. Esto no estaba sucediendo.
—¿Maldijiste a un niño inocente hasta la muerte? —exigió.
—No, te maldije para que le quitaras la vida a tu propio hijo. Si lo
quieres tanto, Lucian, tómalo.
—¿Y qué pasará con Lena? —preguntó Spyder mientras se colocaba
a centímetros del círculo, como si pretendiera atravesarlo, lo cual era
inútil. Nadie podía atravesarlo.
—Ella muere, por supuesto —respondió Lucifer—. Katarina
necesitará recuperar el resto de su alma. Por cierto, Lucian, es un niño.
El hijo que siempre quisiste y que nunca pudiste abarcar. Es una pena
que nunca puedas verlo crecer como yo veré crecer al mío y al de
Katarina.
Capítulo 36

Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he estado


aprendiendo a morir.
~Leonardo Da Vinci

Continué moviéndome hacia atrás hasta que estuve a centímetros del


caldero. Una patada, una patada y la poción para eliminar el alma se
filtraría en la tierra. Dejé que la oscuridad se deslizara por mi piel,
sabiendo que lo que iba a hacer sería un suicidio, pero era la única
oportunidad que tenía de sacar a todos de esto sin dejarlos rotos o algo
peor.
Katarina empezó a hablar con Lucian, y él discutió con ella los
hechos, que ahora parecían mundanos. Habían empujado vidas
inocentes a su juego mortal una y otra vez. Me giré, con la intención de
empujar el caldero, pero Lucifer me abofeteó, apareciendo delante de
mí. Me hizo caer al suelo y me quedé allí, aturdida, mientras
recuperaba la concentración. Salí disparada en el momento en que bajó
la guardia, pensando que estaba sometida. Oí a Lucian gritar mientras
mi abuela y mi madre gritaban con él.
Introduje mi mano en el pecho de Lucifer, con la intención de extraer
su corazón. Luz destellaba a nuestro alrededor y el suelo temblaba,
pero cuanto más escarbaba en su pecho, menos encontraba. Bramó y
me golpeó contra el suelo; mi visión se nubló cuando mi cabeza chocó
contra algo duro. Gorjeé mientras luchaba por levantarme, pero no
pude.
—¡Perra estúpida! —gruñó mientras se colocaba a horcajadas sobre
mi cuerpo y me agarraba la cabeza, golpeándola contra el suelo una y
otra vez. Oí cómo crujía al golpearme contra el duro suelo y la
oscuridad amenazó con consumirme. Luché por liberarme, pero no
podía moverme. Algo se movió a mi lado fuera de mi visión periférica.
Los gritos continuaron, la luz estalló mientras el sonido de los árboles
golpeando el suelo llenaba la zona. En un momento esperaba una
muerte segura, y al siguiente algo se estrelló contra Lucifer.
Oí más gritos; ¿Kendra?
La luz estalló y alguien gritó llamando a Lucian, y mi instinto me dijo
que me levantara. Que luchara. Rodé sobre mi estómago mientras
observaba a Katarina golpear a Hades mientras él clavaba su puño en
Lucifer repetidamente. Desaparecieron después que Hades le gritara
algo a Lucian, pero él no estaba escuchando. Sus ojos de medianoche
observaban como yo luchaba por levantarme.
Katarina movió su asalto sobre mí, pateándome y gritando palabras
que no podía escuchar a través de los tambores que latían en mis oídos.
Todo sonaba lejano, incluso mis propios gritos mientras ella me
pateaba. El sonido volvió a ser un rugido ensordecedor y la agarré del
pie, tirando de ella hacia abajo.
Me puse en pie, a duras penas. Mi cuerpo se sentía mal, y mi mano
tocó mi cabeza, volviendo cubierta de sangre. Sentí el cráneo blando,
roto. Vi cómo Katarina se ponía en pie y tropezaba. Mi primer intento
de alcanzarla fue torpe, como si hubiera bebido demasiado whisky. Me
abalancé de nuevo, dejando que la oscuridad tomara un poco más de
control que antes.
Lucian le habló a Katarina, distrayéndola mientras yo me acercaba
con pies torpes, con el equilibrio jodido.
—Deja que te ayude, Katarina. Podemos volver a estar juntos, pero
esta vez libres del sello —murmuró, y las lágrimas se agolparon en mi
visión—. Podemos matarla y hacer que vuelvas a estar completa, y
podemos tener un hijo juntos. Podemos ser todo lo que siempre
quisiste.
—¡Me matas cada vez! ¡En cada vida! ¿Sabes lo frustrante que es
descubrir quién soy y quién eras para mí, sólo para que me estrangules
la vida en el momento en que lo hago? Te amé más que a la vida y tú,
me mataste. Eso no fue suficiente para ti, no pudiste dejarme ir. En
lugar de eso, me maldijiste a revivir esta, esta vida maldita en la que
me enamoro de ti y luego me asesinas. Pero esta vez —se quejó—. Esta
vez, llego aquí y ni siquiera te fijas en mí. Vas por ella, por todo lo que
estaba mal en mí y que yo puse en ella porque es lo que te gusta, ¡y por
eso la quieres! Ella es sólo un pedazo de mí. Ni siquiera me miraste
cuando me lancé sobre ti. Anoche llegué a ti desnuda y me echaste de
tu habitación porque no era tu preciosa Lena. ¡Pues mírala ahora!
¿Sigue siendo todo lo que querías? —Se burló.
Me abalancé sin pensarlo. Agarré los lados de su cara, capturándola
mientras me aferraba a ella con todo lo que tenía.
—Kendra —murmuré, incapaz de que las palabras salieran bien.
Dejé entrar un poco más de oscuridad—. Kendra, por favor.
—¡Se ha ido, perra estúpida! —Katarina gritó mientras luchaba por
alejarse.
—¡Kendra! —grité, y resonó en el claro, rebotando en las cimas de
las montañas mientras empezaba a caer al suelo, perdiendo el control.
Puse todo mi empeño en las palabras, en el hechizo, luchando para que
Kendra volviera, aunque fuera por un momento.
—Lena —susurró mientras me levantaba. Su mirada se fijó en mi
rostro y se puso blanca—. Dios mío, Lena, ¿qué te hicieron? —gimió.
—Estoy... bien —pronuncié mientras me aferraba a ella.
—Sabía que descubrirías que no era yo —susurró mientras las
lágrimas rodaban por sus mejillas—. Sabía que te darías cuenta. No
pude luchar contra ella. Siento mucho las cosas que te dijo, no eran
ciertas.
—No tenemos tiempo para eso, Kendra. Necesito que me escuches.
No vamos a salir vivas de aquí juntas —murmuré
entrecortadamente—. Te amo. Te amo mucho —grité mientras me
apoyaba en ella para coger fuerzas—. Tenemos que cuidar de mamá,
¿entiendes?
—Tú lo harás —dijo suavemente—. No puedes separarme de ella;
vivirás, Lena. Te amo más que a la vida. Entiendo lo que tienes que
hacer. Diles que los amo, a todos. Estarás bien; me quedaré contigo,
siempre.
—Kendra, lo siento mucho —sollozaba mientras mis manos se
aferraban, sabiendo que en el momento en que dejara de aferrarme,
ella se alejaría de mí.
—Lo entiendo; está bien. Sé lo que tienes que hacer —respondió
entre lágrimas—. Está bien, todo saldrá bien.
—¡No! —gritó mi madre, y no pude mirarla. No tenía fuerzas para
hacer lo que tenía que hacer y mirarla. Estaba perdiendo una hija esta
noche—. ¡Lena, detente! Aléjate de ella, es tu hermana —gritó mamá a
través del dolor cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—Tengo que terminar el juego —dije suavemente. Sentí que la
sangre goteaba de mis labios. Mi cuerpo se estaba entumeciendo; si iba
a tener fuerzas para acabar con el juego de una vez por todas, tenía que
hacerlo pronto.
—Vas a ser mamá —dijo mientras un gigantesco sollozo la
atravesaba—. Dile que lo amaba, que hubiera sido la mejor tía del
mundo. Háblale de mí, Lena. ¿Me lo prometes?
—Lo sabrá —dije mientras empezaba a tambalearme, sólo para que
ella me ayudara a levantarme—. Lo siento, siento no haberme dado
cuenta antes.
—No te culpo, por nada. Sé lo ella que dijo, pero tú no lo sabías.
Nunca te culpé. Cuando pienses en mí, recuerda que estoy con Joshua y
que estoy bien. Te amo, Lena. No eres sólo un pedazo de esa perra, eres
mi otra mitad. Eres mi hermana.
—No puedo luchar más contra ella —sollozaba mientras intentaba
aguantar—. Te quiero, siempre te querré. La muerte no es el final,
Kendra. Estarás bien —susurré mientras daba un paso atrás,
balanceándome sobre mis pies.
Katarina retrocedió, chillando mientras tomaba el control.
—¡Perra estúpida, no puedes matarme!

* ~*~*
LUCIAN
Yo miraba, incapaz de pasar la puta barrera de protección. La cabeza
de Lena estaba mal, tan jodidamente mal que si no podíamos llegar a
ella pronto, moriría. De alguna manera había conseguido ponerse en
pie, pero notaba cómo se desvanecía, incapaz de llegar hasta ella. El
corazón me latió con fuerza por primera vez desde que tengo uso de
razón. Me dolía el pecho mientras gritaba de frustración.
—Katarina, ven a mí. Puedo ayudarte —mentí, con un nudo en la
garganta por la sangre que bajaba de la herida de la cabeza de Lena. La
había visto con Lucifer, luchando por sobrevivir, y los que estaban
alrededor habían sentido que el mundo se estremecía ante mi ira, lo
sentían temblar en mi presencia.
Me paseé por la línea, observando cómo Lena retrocedía y se volvía
hacia su madre. Iba matar a su hermana, y luego querría matarme
cuando le hablara del niño y de lo que contenía. Me odiaría, y este
jodido juego se repetiría porque ahora está dentro de ella. Mi niño, mi
niño tenía un monstruo dentro de él. Contenía mi sello en su diminuta
forma, siendo ya superado por él antes que llegara a respirar.
Me ardían los ojos y levanté la mano, apartándola después de haber
limpiado lo que fuera que había en ella. Me quedé mirando la humedad,
parpadeando.
—¡Mira hacia otro lado! —susurró Lena y me giré, mirando a su
madre, que ya la odiaba por lo que se había convertido aunque se
esforzara en no hacerlo. La odiaría por lo que iba a hacer: liberar a su
hermana—. Por favor, mira hacia otro lado —suplicó
entrecortadamente, y su mirada me recorrió—. ¡Haz que miren hacia
otro lado! —gritó, y Alden entró en acción, tirando de Fiona contra su
pecho. Ella luchó contra él, dándole bofetadas mientras luchaba por
alejarse para ver lo que ocurría con sus hijas.
Mi mirada se desvió lentamente hacia Lena, que asintió suavemente
a su abuela y luego casi se derrumbó por el pequeño movimiento. Su
mano se introdujo en el bolsillo de la falda y se irguió, más orgullosa, al
encarar a Katarina.
Spyder se acercó, como si fuera a atraparla cuando cayera. Ella no
caería; era Magdalena, feroz y fuerte a pesar de que todo estaba en su
contra.
—Lena —susurré, y su mirada bajó al suelo antes que sus ojos se
alzaran hacia mí y sostuvieran los míos. Sus pupilas estaban dilatadas,
pero la mirada de sus ojos hizo que mi estómago se revolviera de
inquietud.
—¿Crees que puedes matarme? —gruñó Katarina mientras escupía
su ira contra Lena—. ¡Ni siquiera puedes ponerte en pie, joder! Lo has
arruinado todo. No eres nada; sin mi alma, estás vacía y desprovista de
vida. Fuiste creada para morir; no vales ni el aire que respiras.
—No tengo que matarte, Katarina —susurró Lena mientras apartaba
su mirada de la mía y levantaba la cabeza.
—La única manera de matarme es si... ¡no puedes! —gritó Katarina
mientras observaba a Lena con horror.
—Yo gano. Lucian no matará a nuestro hijo y tú ya no controlarás a
mi hermana. Esto termina aquí, ahora. No volverás a renacer para
hacer daño a ninguna otra bruja nunca más —Lena acercó el cuchillo a
su cuello.
—¡No! —grité, haciendo que el mundo se inclinara mientras la ira
me recorría.
La hoja atravesó su carne, abriendo su cuello hasta el hueso. El
cuchillo cayó al suelo, rebotando contra él. Luché por mantenerme en
pie mientras veía cómo sus manos se agarraban al cuello. Sus piernas
cedieron y cayó al suelo, arrodillándose sobre ellas. Su cuerpo se
estrelló contra él mientras su sangre se filtraba en el suelo.
—¡Déjame entrar! —Exigí, pero Katarina todavía estaba en el
cuerpo. Asumió la morbosa escena que tenía ante sí; Lena jadeaba y
hacía ruidos, pero era lo único que salía mientras la sangre burbujeaba
de sus labios.
—¡Lena! —Kendra gritó mientras corría hacia donde estaba Lena en
el suelo—. No, quédate conmigo, oh Dios, quédate conmigo. Este no era
el plan —sollozó mientras levantaba a Lena y la acunaba en sus brazos.
El aquelarre se quedó en silencio, todos en estado de shock; nadie se
daba cuenta. La mano de Lena tocó el suelo mientras sus ojos se
quedaban vacíos, sin vida. Grité mientras luchaba contra la barrera de
protección, y entonces Spyder estaba arrodillado, suplicando a Kendra
que nos trajera a Lena.
En el momento en que la sacaron del círculo, caí de rodillas,
sujetándola mientras Vlad se cortaba la muñeca y la empujaba contra
su boca. Fue inútil, ella se había ido. En el momento en que el alma
expiró, ella murió. Lágrimas se formaron en mi visión y enterré mi cara
contra su pecho cubierto de sangre mientras los Fae y todos trabajaban
para salvarla. Las brujas cantaban, Kendra gritaba histérica, furiosa por
seguir aquí, pero su hermana no.
Lena dio su vida para salvarla. Dio su vida para evitar que yo matara
a nuestro hijo. Sabía que no viviría, y era consciente que tenía media
cabeza aplastada. Había evitado que Kendra y todos lo vieran. Los
había engañado a todos.
—No va a volver —murmuré mientras levantaba la cabeza,
apartando a Vlad—. No tiene alma. No puede ser salvada —dije, pero
ellos siguieron intentándolo—. ¡Déjenla en paz! —solté, observando
cómo Spyder me tocaba el hombro; él también lo había sentido. El
vínculo había desaparecido. Se había ido con ella. Sabía que lo sentiría
si se quedaba, pero nos dejó. Me liberó, pero el coste fue su vida, y yo
habría jugado este juego hasta el fin de los tiempos para perdonarla.
—Lucian, tiene que ser envuelta en el paño de la pureza —susurró
su abuela mientras estaba a pocos metros de mí.
—Se ha ido, no hay renacimiento para ella —gruñí con frialdad—.
Ella liberó el pedacito de alma que Katarina plantó, y al hacerlo, nunca
podrá renacer. Nunca podrá volver. Simplemente se ha ido, joder.
—Soy consciente de ello, pero el alma del niño que liberó no lo es.
Merece ser enterrado y tener una oportunidad de vivir, cuando Hécate
lo elija.
—Que se joda Hécate —gruñí—. El niño es mío; contiene algo que
tengo que recuperar.
—No, no lo tiene. Colocamos runas en su piel para liberar el alma
inocente del sello. Está latente dentro de su cuerpo. No tiene un alma a
la que adherirse. Lena sabía que moriría cuando vino aquí; la arena
predijo su muerte. Tomó la decisión de salvar a su familia y protegerte,
así que terminemos lo que ella empezó. Que no muera en vano.
—¿Sabía que iba a morir y aun así vino? —Pregunté.
—Fue su elección —dijo, sus lágrimas corrían libremente por sus
mejillas mientras yo mecía el cuerpo sin vida de Lena—. Me dijo que te
dijera, si llegaba a suceder, que hay amores por los que vale la pena
morir. Que ella dio su vida para que tú fueras libre, y que toda
maldición sobre tu piel se irá con su muerte. Katarina ya no existe, ni
puede volver a nacer. Su alma está fracturada. No puede volver. Eres
libre de ella para siempre.
—Ese era mi precio a pagar —me quejé.
—Y lo estás pagando —señaló—. Deberías respetar su sacrificio,
porque no eres el único que la llora.
Mi rostro se volvió hacia su madre, que gritaba contra el pecho de
Alden mientras éste se aferraba a ella. Kendra estaba entumecida,
mirando el cadáver sin vida de su hermana. Sus amigos permanecían a
lo lejos, abrazándose mientras lloraban sin importarles quién los viera.
Me puse de pie, llevándola conmigo.
—Puedes colocar el sudario alrededor de ella, pero no me voy a ir de
su puto lado hasta que la coloquen en la tierra. Me importa una mierda
sus tradiciones o leyes; no la voy a dejar sola.
Capítulo 37

~Kendra Fitzgerald

Dicen que morir es duro, pero no son los que nos dejan los que se ven
obligados a seguir viviendo. Simplemente se van, se acaban, su historia
termina. Que se jodan los que dicen eso. Vivir es más duro, levantarse
cada mañana y pretender que la vida sea normal. De alguna manera lo
hacemos, nos levantamos y ponemos un pie delante del otro. Fingimos
que no hay un vacío dentro de nosotros, un lugar que murió con la
persona que amábamos.
Otros esperan que superemos el duelo, pero para mí era como si me
faltara un trozo de mí misma. Mi otra mitad había dejado de existir.
Nos decían que ella querría que fuéramos felices, pero ¿cómo coño
iban a saberlo? El duelo era normal, era la forma que tenía el corazón
de recordarnos que había sido amada. Era el precio que pagábamos
por amarla tanto que nunca podríamos dejarla ir del todo. Era la forma
de mantenerlos vivos dentro de nosotros, ese dolor; nos recordaba que
habían vivido.
Me había mantenido alejada de la sala principal durante la mayor
parte del tiempo, caminando por los pasillos vacíos como un fantasma
mientras trabajaba en todo lo que había sucedido. Odiaba su lástima,
sus miradas de tristeza mientras susurraban detrás de sus manos lo
que ella había sido, o lo que había hecho.
No tenían ni idea de lo que era, ni de quién era. Era mi hermana, la
bruja más poderosa de nuestro aquelarre porque, a diferencia de
nosotras, no había tenido un alma que la retuviera. Había sido un
conducto de magia, una fuerza infinita que no podía ser retenida por
las limitaciones mortales. No como el resto de nosotros, no; ella había
sido intrépida por derecho propio. Había sido desinteresada tanto en
amarnos como en protegernos.
Día tras día había querido tumbarme a su lado y rendirme. Estaba
cansada de fingir que su pérdida no me hacía pedazos.
El duelo no se hacía más fácil; eso era una mentira para apaciguar a
los que quedaban atrás. Te hacías más fuerte; encontrabas formas de
vivir con el dolor interminable en el pecho. Aprendías a respirar de
nuevo, a llevar aire a tus pulmones aunque te doliera hacerlo. Lena lo
había dicho una vez, que la muerte te rompía, te robaba un trozo de ti
cuando te visitaba, y había tenido razón. Se quedó mirando el ataúd de
Joshua cuando lo llevaron para el servicio y dijo:
—Que se joda la muerte; jode más a los vivos que a los muertos. La
vida se acaba, no son los muertos los que sufren, son los que dejamos
atrás.
El día que murió habían tardado horas en dejar de intentar salvarla
mientras Lucian sostenía su cadáver. Habían intentado todo, desde la
magia hasta la sangre de vampiro, para traerla de vuelta. Él había
luchado contra ellos, gritando mientras intentaban arrebatársela. Al
final, sólo el alma de su hijo no nacido hizo oscilar su mano. Liberó su
cuerpo y, sin embargo, se negó a separarse de ella incluso ahora.
Habían pasado días mientras el cuerpo sin alma del niño se purificaba
con el de su madre.
Lena no volvería a nacer. Sólo un alma había podido encontrar paso
con el hechizo que habían lanzado, ella se lo había dado a su hijo. Ella
había tomado la poca oportunidad que tenía de renacer y había sellado
su destino. Por supuesto, había sellado el de Katarina en el proceso.
Ella había liberado a Lucian, algo que él no había sido capaz de hacer
por sí mismo.
Había estado con él mientras su cuerpo había sido limpiado de la
sangre, revelando la extensión de sus heridas. Ella había sabido que se
estaba muriendo, tenía que haberlo sabido. Toda la parte posterior de
su cabeza se había abierto. Ambas pupilas estaban completamente
dilatadas, revelando una hemorragia masiva. Cómo se las arregló para
terminar el juego fue un testimonio de su fuerza y deseo de liberarnos
a Lucian y a mí de las garras de Katarina. Había visto cómo se
revelaban las runas, algo que había permitido hacer a la abuela antes
de abandonar el club, sabiendo que nunca volvería a él.
Lucian se había preocupado de que el niño estuviera vivo dentro de
su vientre hasta ese momento. Había dado una breve explicación de lo
que llevaba dentro. Llevaba en su interior una maldad pura que no sólo
abría las puertas de otros mundos, sino que los atravesaba,
destruyendo todo lo que era bueno. De alguna manera, incluso con eso
dentro de ella, se mantuvo pura. Se mantuvo dedicada a sus seres
queridos.
Lena había sido una luz brillante en un mundo lleno de oscuridad, y
de alguna manera, había brillado más que cualquiera de nosotros.
Me enfadé con ella por eso, por quitarme la posibilidad de elegir. Nos
había engañado a todos, nos había hecho creer que yo no sobreviviría,
y luego lo había hecho. Había tomado su vida y con ella la luz que tenía.
Lena fue enterrada junto a Joshua bajo el roble gigante que bordeaba
la propiedad. No hubo música para aminorar el golpe o aligerar la
multitud que se había reunido. Su féretro fue llevado por Lucian y sus
hombres y colocado en el suelo junto al lugar donde sería enterrada. El
aquelarre cantó para que su cuerpo sin alma encontrara la paz de
cualquier forma posible. Había dado su vida por la mía, y nunca se lo
perdonaría. Lucian la había colocado junto al monumento
conmemorativo de Joshua y luego se había puesto a distancia. Nadie le
siguió, pero al igual que yo, probablemente estaba enfadado porque
ella había tomado las decisiones por nosotros.
Tal y como dictaba la ley del aquelarre, Magdalena Fitzgerald sería
eliminada de la historia, desvaneciéndose en el pasado como lo habían
hecho tantas otras antes que ella. Mis manos se deslizaron hacia mi
vientre y me pregunté si Hécate me bendeciría con una hija, una tan
fuerte como lo había sido mi hermana.
—Kendra, es hora —dijo mi madre mientras me ponía una mano
suave en el hombro. Había entrado en una profunda depresión con la
muerte de Lena, pero ya sabíamos que lo haría. Ni siquiera Alden pudo
sacarla de ella. Sólo habían pasado dos semanas desde su muerte, y en
todo ese tiempo, Lucian había permanecido fiel a su palabra, sin
dejarla. Era como si esperara que ella despertara de un profundo
sueño, o tal vez se convirtiera en otra cosa.
Ella pertenecía a un lugar mejor, un lugar donde las almas pudieran
encontrar la paz. Era difícil pensar en ella como desalmada cuando
había estado tan llena de vida. Ella había sido mi otra mitad y ahora...
ahora se había ido.
Retrocedimos mientras bajaban su cuerpo a la tierra, cubriéndolo
con una lona verde una vez que habían puesto la tierra sobre su ataúd.
Estaba justo donde quería estar, al lado de Joshua. A diferencia de su
lápida adornada, ella tenía una pequeña losa de hormigón que
simplemente contenía las iniciales ‘‘MF e Hijo no nacido’’.
Se colocaron flores en el suelo por encima de su cuerpo, junto con
coronas para protegerlo. Se encendieron velas y otras cosas, lo que le
daba cierto parecido a un entierro normal de aquelarre. Una vez que
terminamos, nos dirigimos hacia los coches que se alineaban en el
campo a lo largo de la propiedad. Lucian fue el único que se quedó
mientras la dejábamos en paz.
El club era un recordatorio de lo que había ocurrido. El ambiente era
sobrio, el silencio reinaba en todo él mientras esperábamos a ver si
Lucifer regresaba, o qué otra criatura se arrastraba desde los pocos
mundos que se habían desbloqueado. Los Fae nos habían hecho saber
que había unos cuantos portales sin cerrar que, por supuesto,
conducían a este mundo.
La vida parecía estar paralizada, como si todo el mundo contuviera
la respiración a la espera de que ocurriera algo. Yo, en cambio... me
sentía entumecida, incapaz de ignorar el vacío que Lena había dejado
sin su vínculo para hacerme saber que estaba allí conmigo. La finalidad
me recordaba cada día que se había ido; cada momento estaba vacío, y
cada vez que la buscaba, ella no podía devolverme la mano.
—Después de un tiempo, eliminaremos cualquier señal de que haya
existido —dijo la abuela, y vi cómo mi madre se derrumbaba y tenía
que ser ayudada por Alden a salir de la habitación. Mis manos se
alisaron sobre mi vientre y me excusé para hacer lo mismo.
Atravesé el pasillo y Lucian se detuvo, observándome con una
mirada que no entendí. Se arrinconó contra la pared y negó con la
cabeza antes de darse la vuelta, dejándome reflexionar sobre su
reacción. Me llevé la mano a la cara y exhalé. Tenía su cara, su belleza,
pero me faltaba su fuego; el fuego de la vida que ardía tan
intensamente desde dentro. Podían intentar eliminarla de la historia,
pero yo era un recordatorio constante de que mi hermana había vivido,
de que existía y había sido real.
Capítulo 38

No he terminado aún.
~Magdalena

Morir apestaba, pero había sabido que no sería fácil. Había muerto
para salvar a los que amaba, para protegerlos de lo que pasaría si no se
hubiera ofrecido un sacrificio. Había tomado una decisión, una con la
que pretendía vivir. Sabía que sería mi gran final, mi big bang, por así
decirlo. Las arenas lo habían predicho, y yo sabía que todo lo que me
habían dicho era real. Todos los hechos se habían alineado.
No podía morir. No tenía alma para ser tomada. Había ido con ese
conocimiento, ese poder para enfrentar a Lucifer. Había muerto con
dignidad, por una buena causa. ¿Salvar a los que amaba? Lo haría un
millón de veces más.
Mi hermano me había explicado lo que sucedía cuando las almas se
fracturaban. Me lo había contado todo, y cómo el no tener una me
salvaría la vida. No puedes matar algo que nunca existió en primer
lugar. Yo nunca nací, fui clonada. Katarina había tenido razón en eso,
pero no en todo.
No había salido indemne. Había matado a mi hijo para protegerlo.
Había tomado mi primera y única decisión como madre, sola. Lo había
liberado para que renaciera, para que volviera a encontrar la vida con
una nueva familia. Le había evitado a su padre la indecible decisión de
asesinar a su propio hijo para salvar este mundo. Llevaría esa carga
sola, la pérdida de su vida antes que hubiera empezado.
No era una santa. Sabía que el cielo nunca me querría y que el
infierno no podría retenerme. No tenía alma para que se la llevaran. Al
igual que la de mi hermano, le había abandonado, y en su lugar había
poder, un poder incalculable que hacía que el mundo fuera nuestro.
Ahora no teníamos nada que nos retuviera.
A la hora de la verdad, había tomado mi decisión sabiendo que la
razón por la que las arenas habían mostrado el final de mi línea de
vida, mientras que la de mi hijo había sido interminable, era porque
había algo más en él. Cuando la arena había dado la vuelta y vuelto a
acercarse a mi línea, supe que era el mal el que lo impulsaba. El bien
sigue moviéndose, sigue yendo a ayudar al siguiente de la fila. El mal se
da la vuelta cuando ha terminado su objetivo: vuelve a las cosas
conocidas o amadas para destruirlas al final. Había protegido al
aquelarre de ello, y a su padre.
Pero está bien, aún no he terminado. Mi vida acaba de empezar.
Abrí los ojos cuando unos suaves pasos se acercaron al agua en la
que flotaba. Al abrir los ojos, miré el aspecto desaliñado de mi
hermano.
—Hola, chica Lenny —se rió mientras se agachaba y me tocaba la
mejilla—. Por favor, dime que mi funeral no fue tan miserable.
—Peor, Joshua, mucho peor —me reí mientras miraba fijamente su
cariñoso rostro.
—Unos días más y deberías estar curada —dijo mientras examinaba
mi cabeza y mi garganta—. La próxima vez, nada de mierdas
dramáticas —refunfuñó mientras levantaba el paño de mi cuello—. Eso
va a dejar cicatrices.
—Las cicatrices están bien, Josh —dije—. Sólo significan que he
vivido.
—En cuanto estés curada, tienes que conocer a los demás. Se
mueren por conocerte —anunció.
Hice una mueca de dolor ante sus palabras y sacudí la cabeza con
cuidado. —Demasiado pronto —susurré.
—Nunca es demasiado pronto, no cuando tenemos la eternidad —
respondió.

~El fin, por ahora~


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