4 CC 04-8 D Y P INCAPACIDAD-DAÑO MORAL
4 CC 04-8 D Y P INCAPACIDAD-DAÑO MORAL
4 CC 04-8 D Y P INCAPACIDAD-DAÑO MORAL
COMERCIAL Y MINAS
PODER JUDICIAL
MENDOZA
D Y P- INCAPACIDAD Y DAÑO MORAL
Expte: 50.622
Fojas: 227
En la ciudad de Mendoza, a un día del mes de agosto del año dos mil catorce, siendo las
doce horas, reunidos en la Sala de Acuerdos de esta Excma. Cuarta Cámara de
Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributario, los señores Jueces
titulares, trajeron a deliberación para resolver en definitiva estos autos Nº
119.867/50.622, caratulados “Giannattasio, Jorge Juan c/Sarmiento, Bastías Luis
Abelardo y Ots. p/D. y P. (Accidente de tránsito)”, originarios del Cuarto Juzgado Civil,
Comercial y Minas, venidos a este Tribunal en virtud del recurso de apelación
interpuesto a fs. 199 por la citada en garantía contra la sentencia de fs. 191/194.
Practicado a fs. 226 el sorteo establecido por el Art. 140 del Código Procesal
Civil, se determinó el siguiente orden de votación: Dres. Mirta Sar Sar, Leiva y Ába-los.
De conformidad con lo dispuesto por el Art. 160 de la Constitución de la
Provincia de Mendoza, se plantean las siguientes cuestiones a resolver:
Primera cuestión:
¿Debe modificarse la sentencia en recurso?
Segunda cuestión:
¿Costas?
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Sobre la primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dra. Sar Sar, dijo:
I. Llega en apelación la sentencia que glosa a fs. 191/194 por la que el Sr. Juez
“a quo” admitió parcialmente la acción entablada, con costas.
Expresados y contestados los agravios, a fs. 225 queda la causa en estado de
resolver.
II. PLATAFORMA FACTICA.
A fs. 14/17 Jorge Juan Giannattasio deduce demanda contra Luis Alberto
Sarmiento Bastías y Angélica Andrea Tapia, en tanto conductor y titular registral,
respectivamente, al momento del siniestro del vehículo marca Ford Ranger, dominio
DZK-393. Reclama la suma de $29.100 o lo que en más o en menos resulte de la prueba
a rendirse, con más intereses legales, actualizaciones y costas, por los daños y perjuicios
que luego discrimina y cuantifica, y que según refiere se le causaran como consecuencia
del accidente de tránsito ocurrido el día 2 de diciembre de 2010,
Da razones por las que estima corresponder atribuir responsabilidad a los demanda-dos.
Ofrece prueba. Funda en derecho.
A fs. 38/47, contesta la citada en garantía adhiriéndose la demandada Andrea
Angélica Tapia a fs. 51, solicitando su rechazo, con costas. Tras las negativas de estilo,
invoca como eximente de responsabilidad la culpa de la víctima, por circular a velocidad
superior a la reglamentaria. Invoca en subsidio la culpa concurrente, im-pugnando
además los rubros y montos que componen el reclamo, resaltando respec-to del daño
patrimonial al vehículo la falta de legitimación sustancial activa del ac-tor, por no
acreditar éste en su presentación inicial, la condición de titular del rodado Ford Falcon.
Ofrece prueba y funda en derecho.
A fs. 61 el actor desiste del proceso respecto del codemandado Luis Abelardo
Sarmiento Bastías, luego de que fracasara la diligencia de notificación del traslado de la
demanda deducida en autos.
Admitida y sustanciada la prueba ofrecida, a fs. 191/194 se dicta sentencia.
III. LA SENTENCIA RECURRIDA.
El Sr. Juez encuadra la causa en las disposiciones del Art 1113 párrafo 2°, 2°
supuesto, del Cód. Civil, según el cual cuando el daño hubiese sido causado por el
riesgo o vicio de la cosa, el dueño o guardián sólo se eximirá total o parcialmente de
responsabilidad acreditando la culpa de la víctima o de un tercero por quien no debe
responder.
Analiza los hechos de la causa y concluye que no habiéndose acreditado la culpa
de la víctima o de un tercero, se impone la responsabilidad de la Sra. Tapia, en tanto
titular registral del vehículo que ocasionó el daño, a tenor de lo dispuesto por la norma
citada precedentemente, haciendo extensiva la condena a la citada en garantía.
Analiza la pretensión resarcitoria y otorga en concepto de incapacidad sobre-
viniente y daño moral, la suma de $5.000 y de $2.000, respectivamente.
Respecto de los gastos de reparación del vehículo, los cuantifica en la suma de
$2.700 con más $300 en concepto de privación de uso, lo que totaliza un monto de
condena de $10.000 con más intereses y costas.
IV. LA EXPRESION DE AGRAVIOS Y SU CONTESTACION.
A fs. 206 expresa agravios la citada en garantía. Impugna la admisión de los
rubros incapacidad sobreviniente y daño moral. Indica, que de los mismos elementos
dados por el Juzgador, no surge acreditada incapacidad parcial permanente y defini-tiva
que amerite el reconocimiento de suma alguna a favor del accionante, ni aparece
justificada la suma otorgada cuando el mismo sentenciante desestima la conclusión a la
que arriba la pericia del Dr. Ganun. Que la inexistencia de incapacidad sobrevi-niente
torna improcedente la admisión del rubro, al igual que el daño moral, por lo que solicita
la revocatoria de la sentencia.
Que asimismo existe arbitrariedad en la sentencia en cuanto omite imponer
costas al actor por la “plus petitio” inexcusable, pues en la causa se ha rechazado la
pretensión en un 70,83%.
A fs. 217 contesta el actor. Insiste en la existencia del daño moral y la inca-
pacidad de conformidad a las pruebas aportadas. Rechaza la pretensión de costas por
plus petitio y solicita la confirmación de la sentencia.
V. LA NORMATIVA APLICABLE.
La queja se centra en forma exclusiva en la admisión de los rubros incapaci-dad
y daño moral, entendiendo el apelante que los mismos no han resultados proba-dos.
Como reiteradamente se sostiene en la jurisprudencia, la incapacidad es la
inhabilidad o impedimento, o bien la dificultad en algún grado para el ejercicio de
funciones vitales; entraña la afectación negativa de facultades y aptitudes que gozaba la
víctima antes del hecho, las cuales deben ser valoradas teniendo en cuenta sus
condiciones personales; este rubro tiende a reparar la disminución que experimenta el
damnificado, de una manera permanente o no, de sus aptitudes psicofísicas. Cuan-do se
indemniza la incapacidad sobreviniente total o parcial, el bien jurídico protegi-do es el
derecho a la salud y comprende tanto la capacidad productiva como la gene-ral. Abarca
el atender todas las actividades del diario vivir, posibilidades de aseo, traslado,
alimentación personal, continuar o concluir estudios, practicar deportes, oír música,
bailar, etc. Es decir, que para fijar la indemnización por este rubro, hay que ajustarse a
las particularidades de cada caso concreto. Teniendo en cuenta las aptitu-des afectadas
negativamente, la incapacidad puede ser laborativa o vital; así, en la primera, se toma en
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consideración la aptitud productiva del sujeto y sus potenciali-dades conculcadas; su
límite está dado por la vida útil, de suerte que sólo se experi-menta desde y hasta cuando
se estuviese en condiciones de trabajar; no la sufre toda-vía un niño, aunque en tal caso
deba valorarse la eventual incapacidad laborativa futura, y no puede tener esta ineptitud
productiva un anciano carente de potenciali-dad productiva. Por su parte, la incapacidad
vital presenta un espectro más amplio, comprensivo de todas las proyecciones
trascendentes de la persona integralmente considerada, tanto en lo individual, como en
su vida de relación. La determinación de la incapacidad no debe hacerse sobre la base
exclusiva de la disminución laboral de la víctima, la cual constituye un dato relevante a
tener en cuenta, pero en modo alguno el único y en ciertos casos, ni siquiera el más
importante. (PIZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos G., “Instituciones de
Derecho Privado. Obligaciones”, Buenos Aires, Hammurabi, 2.008, Tomo 4, pág. 301 y
sgtes.).
La Suprema Corte de Justicia de Mendoza ha dicho que “a los fines de resar-cir
los daños a la integridad física lo que interesa no es la minusvalía en sí misma, sino la
concreta proyección de las secuelas del infortunio en la existencia dinámica del
damnificado, atendiendo a las particularidades de cada caso. Por esta razón co-rresponde
rechazar la indemnización por incapacidad sobreviniente si no subsisten secuelas físicas,
aunque las haya habido a su tiempo, pues una incapacidad parcial y temporaria o
transitoria no es la que se resarce, de la cual sólo podría proceder lucro cesante ya que
los períodos de inactividad se computan como tales pero no como incapacidad
sobreviniente si no consolidan en secuela”. (SCJM, Sala I, expte. N° 72.373, “Álvarez,
Viviana Rosario en J: Álvarez, Viviana c/Autotransporte El Trapi-che p/Daños y
Perjuicios s/Inc. Cas.”, 23/08/2002, LS 311:067; criterio reiterado en precedentes
registrados en LS 298:452 y LS 412:145, entre otros).
Al respecto y en función del principio de congruencia, en los juicios de da-ños,
la sentencia no solo debe condenar a reparar, sino también cuantificar la repara-ción.
Existe una necesidad insoslayable de la acreditación del daño, carga que pesa sobre
quien ejerce la pretensión. Una vez acreditado el daño, y existiendo solo certe-za relativa
sobre el disvalor a compensar, el Juez cuantificará la indemnización con-forme lo
faculta el Art. 90 inc. 7 del CPC., pero insistimos que tal cuantificación solo será factible
si el daño ha quedado perfectamente acreditado.
Sin duda, que el medio probatorio más idóneo para acreditar los daños físicos y
la incapacidad es el peritaje médico, dado que tratándose de una materia técnica, torna
relevante la opinión de expertos. Un aspecto particular de la prueba pericial en el
proceso de daños es la diversidad de daños que pueden producirse y la particulari-dad de
los objetos “fuentes de prueba” a examinar por vía pericial; esta prueba, cier-tamente,
tiene un contorno, pero cada especialidad quiere, a su vez, un especialista. El
conocimiento que debe extraerse de los objetos que dieron lugar a los elementos del
proceso excede el conocimiento vulgar y requiere inexcusablemente la interven-ción de
expertos. La prueba pericial entonces, es un instrumento para ampliar el campo de
visión del Juez y de las partes de modo más profundo y más certero sobre el
conocimiento de determinados hechos en un proceso. (FALCÓN, Enrique M., “Prueba
pericial y proceso de daños”, en “Revista de Derecho de Daños”, Santa Fe, Rubinzal
Culzoni, 1.999, “La prueba del daño II”, pág. 113 y sgtes.).
VI. APLICACIÓN AL CASO DE AUTOS.
a) Incapacidad sobreviniente:
Entendemos, que en el caso traído a resolución, las lesiones sufridas por la
actora han quedado acreditadas con los siguientes elementos.
- En el acta de procedimiento de las actuaciones penales, se dejó constancia que
el Sr. Giannattasio fue asistido por una ambulancia del SEC, diagnosticándole
contractura muscular, no habiendo requerido traslado a ningún nosocomio.
- Asimismo consta que al día siguiente del accidente fue examinado en Sani-dad
Policial (fs. 15) por el Dr. Oscar Edgardo Quintero, quien consignó en el certifi-cado
que el actor presenta “traumatismo cervical (síndrome latigazo) con contractura
muscular e impotencia funcional. Refiere cervico dorsalgia”, estimando el tiempo
probable de curación en 25 días y una incapacidad laboral de 15 días.
- La pericia del Dr. Ganun basada solo en la anamnesis del paciente determi-na
una incapacidad parcial y permanente del 7% generada por síndrome cérvico-cefálico
postraumático con relación causal directa en el accidente de marras, expre-sando además
que se requirió fisioterapia, extremo como bien señala el Juez de la causa, no fue
indicado en forma precisa en la demanda.
Compartimos el criterio sentado por el Sr. Juez “a quo” que nos ha precedido en
el decisorio, en el sentido que no encuentra sustento el porcentaje de incapacidad
otorgado por el perito, no obstante ello, entendemos que la sentencia no ha tenido en
cuenta el baremo dado en el dictamen médico y, por el contrario, ha valorado la ver-
dadera repercusión que el accidente provocó en el actor, pues de lo contrario la in-
demnización hubiere sido ostensiblemente superior.
Resulta relevante al respecto la constatación del médico de sanidad policial, que
da cuenta del síndrome del latigazo, con una incapacidad laboral de 15 días y 25 días de
probable curación. Tal informe no ha sido atacado en la causa y permite infe-rir que al
menos el actor sufrió una incapacidad temporal de casi un mes.
Cuando se indemniza la incapacidad sobreviniente total o parcial, el bien
jurídico protegido es el derecho a la salud y comprende tanto la capacidad productiva
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como la general. Abarca el atender todas las actividades del diario vivir, posibilida-des
de aseo, traslado, alimentación personal, continuar o concluir estudios, practicar
deportes, oír música, bailar, etc.. Es decir, que para fijar la indemnización por este rubro,
hay que ajustarse a las particularidades de cada caso concreto. Teniendo en cuenta las
aptitudes afectadas negativamente, la incapacidad puede ser laborativa o vital; así, en la
primera, se toma en consideración la aptitud productiva del sujeto y sus potencialidades
conculcadas; su límite está dado por la vida útil, de suerte que sólo se experimenta desde
y hasta cuando se estuviese en condiciones de trabajar; no la sufre todavía un niño,
aunque en tal caso deba valorarse la eventual incapacidad laborativa futura, y no puede
tener esta ineptitud productiva un anciano carente de potencialidad productiva. Por su
parte, la incapacidad vital presenta un espectro más amplio, comprensivo de todas las
proyecciones trascendentes de la persona inte-gralmente considerada, tanto en lo
individual, como en su vida de relación. La de-terminación de la incapacidad no debe
hacerse sobre la base exclusiva de la dismi-nución laboral de la víctima, la cual
constituye un dato relevante a tener en cuenta, pero en modo alguno el único y en ciertos
casos, ni siquiera el más importante. (PI-ZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos
G., “Instituciones de Derecho Priva-do. Obligaciones”, Buenos Aires, Hammurabi,
2.008, Tomo 4, pág. 301 y sgtes.).
En definitiva, “para establecer el quantum de la indemnización por incapaci-dad
sobreviniente, debe quedar comprendida la incidencia del hecho dañoso, cual-quiera sea
su naturaleza, en todos los aspectos de la personalidad de la víctima, tanto en lo laboral
como en lo social, en lo psíquico como en lo físico y debiendo tenerse en cuenta
también las condiciones personales de la víctima, así como las familiares y socio-
económicas, sin que el grado de incapacidad comprobado científicamente por el perito
médico, traduzca, matemáticamente, una cierta cuantía indemnizatoria.” (Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala G, “Soste, Alejandro Daniel c. Ottonello, Juan
José y otros”, 11/05/2011, La Ley Online, AR/JUR/21747/2011).
La sentencia entonces, ha valorado la escasa repercusión del hecho en la vida del
actor, y por eso ha otorgado una suma significativamente menor a la solicitada, como así
también menor a la que surgiría de admitir el porcentaje de incapacidad del 7%
sustentado por el perito.
b) Daño moral:
Idéntico criterio se ha sostenido en el rubro daño moral, pues no puede des-
conocerse que no se trata de “ una mera molestia”, como señala el apelante, sino de una
perturbación que sufre la persona que se encuentra al menos 25 días incapacita-da.
Acorde al texto primigenio del Art. 1.078 del Código Civil, que conserva
vigencia práctica por su valor doctrinario, dicho perjuicio consiste en el agravio mo-ral
que se ocasiona a la persona, “molestándola en su seguridad personal, o en el goce de
sus bienes o hiriendo sus afecciones legítimas.”
Esta definición es amplia y permite abarcar diversas proyecciones del daño
moral: a) Molestias en la seguridad personal: Los hechos que atentan contra la vida,
salud o libertad de las víctimas generan por fuerza un daño moral, pues destruyen o
menoscaban su personalidad; por ejemplo: secuestro, una amenaza, calumnia que genera
el riesgo de imputación penal; b) Molestias en el goce de los bienes: los bie-nes
económicos son necesarios para la subsistencia y el desenvolvimiento digno de la vida.
También es factible que haya intereses espirituales vinculados a determina-dos bienes
patrimoniales. En tales casos, el hecho lesivo ocasiona un daño moral con
independencia del valor económico de esos objetos; c) Herida de las afecciones legí-
timas: Esta es una pauta genérica que engloba a los supuestos anteriores. La noción de
afecciones se vincula con los sentimientos de la víctima y, por extensión, con toda
alteración anímica en su intelecto o en su voluntad. Las afecciones deben ser legíti-mas
en el sentido de razonables, no es necesario un reconocimiento legal.
Desde esta perspectiva, se entiende al daño moral más allá de la órbita sensi-tiva,
como un desmejoramiento espiritual o de la personalidad y aunque no haya dolor. Las
formas más frecuentes de daño moral residen en el dolor, la angustia, la tristeza, etc. Por
ello, la noción de daño moral ha sido muy subjetivada y emparenta-da con los
sufrimientos síquicos. Dicho perjuicio sería la contrapartida de la felici-dad, como
estado de bienestar espiritual que gozaba la víctima antes del hecho. Pero es evidente
que la dimensión espiritual de la persona no se reduce a su sensibilidad, sino que
comprende la existencia intelectual y volitiva, tanto en la soledad como en las relaciones
con los demás. (ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, “Resarcimiento de daños.
Presupuestos y funciones del Derecho de Daños”, Buenos Aires, Hammu-rabi, Tomo 4,
1.999, pág. 178 y sgtes.).
Así las cosas, se estima que la suma de $2.000 fijada por tal concepto no aparece
desproporcionada para resarcir los padecimientos derivados del accidente base de autos.
Las razones expuestas me llevan a compartir el criterio del Sr. Juez “a quo”,
confirmándose la sentencia también en este aspecto.
c) Costas:
La citada en garantía solicita imposición de costas por lo que se rechaza la
demanda, por entender que existe una evidente desproporción en el reclamo respecto de
la extensión de los daños reclamados.
Para el tratamiento del presente agravio, no es posible soslayar el criterio de la
Corte de la Provincia de Mendoza que expresa que “las acciones de daños y per-juicios
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en las que la suma inicialmente reclamada queda sujeta a la limitación en función de la
prueba, no deben, en principio, ser incluidas en el párrafo b) del Art. 4 ley 3641, salvo el
caso de situaciones de evidente irrazonabilidad en la petición, o rechazo de algún rubro
por su cualidad” y que “en los procesos por indemnización de daños y perjuicios,
cuando el reclamante ha sujetado el monto del resarcimiento a las resultas de las
probanzas efectivas, dejando en última instancia la estimación del daño librada a la
prudencia y discrecionalidad del juzgador, no resulta aplicable la norma del Art. 4 inc.
b) ap. b) ley 3641, en tanto la prohibición fáctica en ella conte-nida no se hace presente
en tales casos” (Suprema Corte de Justicia de Mendoza, Sala I, 28/06/1985, expediente
Nº 41.999, “Chogris Luis Alberto en J: Chogris Luis Alberto c/Fides Compañía
Argentina de Seguros y Raúl Jorge Mancabelli y Elsa María Mancabelli p/Sumario
Casación”, LS 189-177; la Corte también trató el tema en otros precedentes: fallo de
fecha 31 10 1996, expediente Nº 56725, “Sassi de Villanueva Celma Inés en J: Sassi de
Villanueva Celma Inés c/Jorge Guillermo Pi-cazo Rivera y C.E.C.I.C. S.R.L. p/Daños y
perjuicios Casación, LS 268-302; 25 02 1998, expediente Nº 61834, “Barrera Juan
Carlos en J: Barrera Juan Carlos en j: Barrera Juan Carlos c/Juan Ángel Marmilli
Giacinti p/Casación, LS 277:423).
Ahora bien, en cuanto a la configuración de la plus petición inexcusable, la
Corte ha sostenido que “establecer criterios matemáticos ya abandonados, en la de-
terminación de rubros que dependen de la pura discrecionalidad judicial, implica acoger
un sistema despojado de la realidad y de las circunstancias de la causa. La cuestión
constitucional involucrada tiene importancia superlativa desde que distintos jueces de
grado han comenzado a aplicar este criterio con el argumento aparente de "objetivizar la
irracionalidad del reclamo". El peligro involucrado no es menor, ya que al mismo
tiempo que facilita el razonamiento de los jueces, aleja las resolucio-nes que se dictan de
la realidad del caso, de la verdad que deben buscar, y de la justi-cia que deben impartir.
La sentencia que declara que la pretensión ha sido irracional o abusiva debe apoyarse en
la valoración de los hechos y la prueba del proceso y no puede fundarse en la aplicación
de una operación aritmética estándar. De utilizarse sólo el criterio matemático, se
condena a las víctimas al dilema de hierro de peticio-nar siempre una suma inferir a la
que se estima justa, sólo por temor a la pluspeti-ción, o correr el riesgo de la
pluspetición”. (Expediente N° 78.361, “Albornoz, Juan Carlos en J 79.673/27.741
Albornoz, Juan Carlos Rojas Malito, Carlos E. D. Y P. S/Inc. Cas.”, 26/07/2004, LS
339:018); con posterioridad, precisó que “la pluspeti-ción que justifica la imposición en
costas es la que puede ser calificada de inexcusa-ble. La inexcusabilidad no debe ser
valorada en función de un único factor sino de una serie de factores, algunos objetivos,
como los precedentes de los tribunales, la prueba con que se cuenta "ab initio" y otros de
tipo subjetivos, como la situación socio-cultural de la parte y la posible influencia
ejercida por el letrado que la asiste”. (Expediente N° 82.643, “Marzari de Elizalde y ots.
en J° 126.760/7266 Tarifa Juan C/Agüero Cecilio P/D. Y P. S/Inc. Cas.”, 07/03/2006,
LS 362:214).
En función de los precedentes de la Corte de la Provincia, ya reseñados, en-
tiendo que, en el presente caso, no existen razones suficientes para sostener que la actora
incurrió en plus petición inexcusable. Puntualmente, en el caso traído a reso-lución, la
actora reclamó en su demanda la suma de $16.000 por Incapacidad; $8.000 por Daño
moral; $400 por Gastos médicos, $2.700 por Daño material al rodado y $2.000 por
Privación de uso, sumas que no aparecen desproporcionadas en relación a los montos
efectivamente fijados por el sentenciante, luego de meritar las proban-zas rendidas en la
causa.
Por ende, debiendo priorizarse el derecho a acceder a la jurisdicción para deducir
un planteo resarcitorio, antes que declarar la existencia de una plus petición inexcusable;
las costas deben ser mantenidas como en el sentencia de grado.
VII. En síntesis, las consideraciones expuestas llevan a desestimar el recurso de
la citada en garantía en todas sus partes. ASI VOTO.
Sobre la misma y primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Clau-dio F.
Leiva y la Sra. Juez de Cámara, Dra. María Silvina Abalos, dijeron:
Que por lo expuesto precedentemente por el miembro preopinante, adhieren al voto que
antecede.
Sobre la segunda cuestión propuesta la Sra. Juez de Cámara, Dra. Mirta Sar Sar, dijo:
Atento como se resuelve la primera cuestión, las costas de Alzada deben ser
soportadas por la apelante que resulta vencida en esta instancia impugnativa (Arts. 35 y
36 del C.P.C.). ASI VOTO.
Sobre la misma y segunda cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Clau-dio F.
Leiva y la Sra. Juez de Cámara, Dra. María Silvina Abalos, dijeron:
Que por las mismas razones adhieren al voto que antecede.
Con lo que se dio por terminado el acuerdo, pasándose a dictar sentencia de-finitiva, la
que a continuación se inserta.
SENTENCIA:
Mendoza, 1 de agosto del 2014.
Y VISTOS:
Por las razones expuestas, el Tribunal
RESUELVE:
1) Rechazar el recurso de apelación interpuesto a fs. 199 por la citada en garan-tía,
en contra de la sentencia de fs. 191/194, la que se confirma en todos sus términos.
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2) Imponer las costas de Alzada a la apelante vencida (Arts. 35 y 36 del C.P.C.).
3) Regular los honorarios de los profesionales intervinientes en esta vía impug-
nativa de la siguiente forma: Dres. Maximiliano Guevara, Armando Jiménez y Claudio
Esteban Tejada, en las sumas de PESOS TRESCIENTOS TREINTA Y SEIS ($336),
DOSCIENTOS TREINTA Y CINCO ($235) y SETENTA Y UNO ($71),
respectivamente (Arts. 3, 15 y 31 de la Ley Aran-celaria).
Cópiese, regístrese, notifíquese y bajen.
mss/dds/4843
Dra. Mirta Sar Sar Dr. Claudio F. Leiva Dra. María Silvina
Abalos
Juez de Cámara Juez de Cámara Juez de
Cámara