Equipo Transiciones Lineamientos para Una Transicion Ecosocial 1
Equipo Transiciones Lineamientos para Una Transicion Ecosocial 1
Equipo Transiciones Lineamientos para Una Transicion Ecosocial 1
para una
Ecosocial en
Argentina
Julio de 2024
Vivimos tiempos de caos e inestabilidad. El nuevo status quo global
instalado luego de la pandemia del Covid 19 refleja el empeoramiento de
varias crisis entrelazadas (social, económica, política, ecológica, sanitaria,
geopolítica y de los cuidados), que se potencian entre sí y adquieren una
dimensión civilizatoria. Vemos con gran preocupación el debilitamiento
de las instituciones y prácticas democráticas en gran parte del mundo, la
expansión de las extremas derechas y de los autoritarismos, la ampliación
de las brechas de la desigualdad, el agravamiento de la crisis climática y
energética, así como la potenciación de los conflictos bélicos, asociados al
capitalismo, el colonialismo y la exacerbación del patriarcado y el racismo.
Asimismo, la actual guerra en Ucrania –que no es la única, pero sí la que
ha tenido mayores impactos globales- profundizó aún más las conductas
ambivalentes a nivel global manifiestas, por un lado, en la expansión de
la extracción y consumo de energías fósiles, especialmente las energías
extremas; por otro lado, en el avance de una transición hacia energías
“limpias”.
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No es posible disociar la crisis climática de los regímenes dominantes que
hace tiempo se aplican tanto en Argentina como en la mayoría de los
países. Se trata de regímenes económicamente concentrados,
socialmente excluyentes y ecocidas en lo ambiental. Estos no sólo
potencian tal crisis, sino que además obstaculizan tanto el debate
público, como la posibilidad de elaborar agendas multiescalares hacia
una transición ecosocial justa y popular.
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largo etcétera que persiste incluso tras largas fases de crecimiento
administradas por gobiernos progresistas. Por otra parte, porque para
sostener esa expansión, una vez tras otra se propone el uso y abuso de
bienes comunes, hasta agotarlos, y postular un nuevo recurso como la
siguiente salvación. En el camino, perdemos biodiversidad y acceso a lo
común, pagando un costo que no sabemos con certeza hasta dónde llega.
Adicionalmente, estamos ante el fin de la energía abundante y barata. Lo
que queda de combustibles fósiles son las llamadas energías extremas
(como los hidrocarburos no convencionales, que se extraen con la
metodología del fracking, y la extracción offshore, en aguas profundas),
que son más caras, más contaminantes, con mayor tasa de accidentes
laborales, y con menor rendimiento energético.
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- La existencia de una deuda ecológica por parte de los países centrales
hacia los países periféricos es innegable. No solo porque han sido los
países centrales quienes han monopolizado el espacio común
atmosférico, contaminándolo con gases de efecto invernadero (GEI), sino
porque países periféricos en América Latina y El Caribe se han incorporado
al mercado mundial como exportadores de materias primas o
commodities, en el marco de un intercambio socio-económico-ecológico
desigual signado por la explotación y el despojo. Asimismo, en el caso de
Argentina, al igual que otros países de la región, donde la deuda externa es
un problema estructural que tiende a agravarse, la presión sobre los
bienes naturales, la inversión en sectores extractivos y agroindustria, es
cada vez mayor, con el objetivo de obtener divisas para pagar los servicios
de la deuda externa. Así, la deuda ecológica, lejos de retroceder, se
incrementa y amplifica, al calor de un círculo perverso, que implica un
incremento mayor de la deuda externa y una destrucción ampliada de los
bienes naturales.
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-No hay que confundir la deuda ecológica que los países centrales
tienen con los países capitalistas periféricos con derecho al desarrollo. El
llamado “desarrollo” o su visión predominante está basado en una lógica
del crecimiento insostenible y en el desconocimiento de las fronteras
planetarias, que hoy nos empuja al colapso ambiental. Además, está
comprobado que ese tipo de “desarrollo” en realidad ha consolidado
diferentes formas de explotación del trabajo y de los bienes comunes,
violencia, apropiación e intercambio desigual. Por ende, si apostamos a
un horizonte de transición justa y sostenible, será necesario abandonar
la consigna de “derecho al desarrollo” tal como éste es entendido desde
la visión dominante, y reemplazarla por el derecho al Buen Vivir, un
horizonte de cambio socioecológico, que articule justicia social y
climática, con sostenibilidad de la vida. Esto implica también avanzar
en un contexto transformador que conlleve cambios no solo en el
modelo de extracción, producción y distribución de bienes y servicios,
sino también en los actuales patrones de consumo, y generación o
tratamiento de desechos (cambio en el metabolismo social).
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energética que sea justa y popular para los países periféricos, diferente
del tipo de transición corporativa dominante que impulsan los países
centrales, pues ésta última refuerza la concentración y las asimetrías
geopolíticas y exacerba la explotación de bienes naturales en el sur
global, configurando un nuevo “extractivismo verde” o “colonialismo
verde”. Tal como se afirma en el Manifiesto de los Pueblos del Sur por
una Transición energética Justa y Popular, promovida, entre otros por
el Pacto ecosocial e intercultural del sur, una vez mas, pero ahora en
nombre de la descarbonización, vemos que se condena a nuestros
territorios y países a transformarse, en proveedores de commodities y
zonas de sacrificio.
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sobre zonas marginales, destruyendo el bosque nativo y/o erosionando
los ecosistemas y sus ciclos naturales. El modelo de agronegocios
imperante, que requiere poca mano de obra, depende de los
agroquímicos, destruye bosques nativos, humedales y produce forraje
para ganado, es cada vez más cuestionado por su concentración,
insustentabilidad y sus impactos sobre la salud. Quienes suscribimos la
necesidad de una transición socioecológica consideramos que el Estado
y la sociedad deben apuntalar una nueva ruralidad, basada en un
paradigma agroecológico-ecocéntrico, que promueva la soberanía
alimentaria. Necesitamos una agricultura con agricultores, que impulse
el trabajo digno, con derechos y sin desigualdades sociales, étnicas ni
sexo-genéricas, en el campo y que produzca alimentos sanos a precios
justos: ésa es la agricultura del futuro.
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-La Transición Ecosocial debe entenderse desde una óptica holística,
esto es, como un cambio integral del régimen socio-ecológico que
involucre los sistemas energéticos, productivos, de consumo, urbanos,
etc, y garantice los elementos y factores necesarios para la vida y su
regeneración. Este cambio debe conducir hacia sistemas económicos y
sociales justos desde el punto de vista social y ambiental, hacia prácticas
económicas y productivas basadas en la reciprocidad, la
complementariedad, la redistribución, la organización social, colectiva y
justa de los cuidados; hacia un nuevo pacto con la naturaleza, que tome
como punto de partida la relacionalidad y la interdependencia entre
todos los seres y ecosistemas, y que garantice la sostenibilidad de la vida
digna.
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Partimos del reconocimiento de la existencia de diferentes sectores de la
economía, privada, pública, popular y/o social. Sin desconsiderar lo
privado, en esta propuesta de transiciones apuntaremos a la
potenciación de la articulación entre lo público y lo social-comunitario,
con énfasis en la economía popular y solidaria, que actualmente
involucra a varios millones de personas
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1-Un primer desafío y condicionamiento es climático, lo cual exige un
verdadero cambio de paradigma epistemológico. En un contexto de
crisis climática, no es la naturaleza la que debe adaptarse a la economía,
si no a la inversa; la economía debe adaptarse al ambiente en el marco
de un modelo relacional sociedad-naturaleza, que respete los ciclos
naturales y su posibilidad de regeneración.
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“el 1 % más rico (77 millones de personas) fue responsable del 16 % del
total de emisiones según sus hábitos de consumo, una cifra mayor que
la totalidad de las emisiones generadas por desplazamientos en coche y
el transporte por carretera. El 10 % más rico generó la mitad (50 %) de las
emisiones totales. Se calcula que cualquier persona perteneciente al 99%
más pobre de la humanidad tardaría alrededor de 1500 años en generar
las emisiones que los milmillonarios más ricos producen en un año”. Esto
se replica al interior de los países, donde los niveles de desigualdad son
cada vez mayores. En el caso de Argentina -según un estudio de 2022, de
Chancel, Piketty, Saez y Zucman- , se estima que el 1% de la población
capta 17,5% del total de ingresos y registra 25.7% del total de la riqueza;
los registros para el 10% de la población son 42.8% y 58,2%. En contraste,
los registros para el 50% de la población de más bajos ingresos son 16.2%
y 6.2 %.
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externo de pagos entra en problemas cíclicos por las demás salidas
referidas. Por eso, llama poderosamente la atención el consenso entre
diferentes economistas (tanto ortodoxos como heterodoxos) que
consideran que la salida de la crisis presente requiere exportar más de
las commodities vinculadas a recursos naturales que actualmente se
exportan. Esta suerte de “mandato exportador” insiste sobre exportar
más, generando mayor presión sobre los ecosistemas, a pesar de no
resolver los problemas de fondo (todas las demás salidas).
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5- La extensión del Consenso Fósil y el lugar de los combustibles fósiles
en la economía argentina forma parte del problema antes que de la
solución y atrasa los debates necesarios para encaminar una agenda de
transición energética. Así, uno de los desafíos fundamentales es cómo
instalar un nuevo consenso social y cultural sobre la necesidad de
desescalamiento de la explotación de combustibles fósiles, en el marco
de un país que viene apostando fuertemente a la expansión de las
energías extremas más contaminantes (fracking y offshore), para
avanzar en la descarbonización de la matriz energética. Mencionamos
que la Argentina contrajo compromisos en esta línea, acordes a la
Agenda 2030 y el Acuerdo de París. Así, en 2021, durante el gobierno de
Alberto Fernández, la Secretaría de Cambio Climático presentó El Plan
Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático al 2030 que
sintetiza las políticas del país para limitar las emisiones de GEI. Sin
embargo, este plan está basado en la expansión hidrocarburífera, por lo
que está lejos de apostar a una reducción de GEI. En la actualidad, el
retroceso es aún mayor, pues en el gobierno de Javier Milei se observa
una tendencia alineada con el negacionismo climático más explícito,
que lleva incluso a la renuncia abierta de los objetivos de reducción de
GEI.
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Nuevamente, hacemos un llamado urgente a las organizaciones y
actores sociales, sindicales, ecoterritoriales, políticos, culturales,
artísticos y económicos a establecer un diálogo e intercambio plural
sobre las coordenadas de una transición ecosocial democrática, justa
y popular, que apunte a la soberanía del país y la sostenibilidad de
la vida.
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