Temas de Estudio de Confirmación

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Catecismo 698 – 701

Los símbolos del Espíritu Santo -II


JOSE IGNACIO MUNILLA Obispo de San Sebastián
GUIA SOLO DE ESTUDIO:
REPASO SOBRE TEMAS DE LA CONFIRMACIÓN
1. SELLO
El “efecto” que hace la unción en nosotros es el “sello”. Queda como un “sello
indeleble en el alma”; estamos hablando de un efecto no corporal, sino
espiritual. El efecto que hace el Espíritu Santo cuando somos ungidos es el
de “sellarnos en nuestra alma” con un sello de Dios.
El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien
"Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27)
Ese sello imborrable es propio de quien queda marcado por Dios. De la misma
manera que el pastor marca a sus ovejas con su marca o sello. Siguiendo esa
imagen Dios deja una huella indeleble en nuestra alma: es el sello de que
“somos de Dios”.
2. LA MANO:
Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (cf. Mc 6, 5; 8, 23) y bendice
a los niños (cf. Mc 10, 16). Marcos 6, 5: 5 Y no podía hacer allí ningún milagro,
a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las
manos. Las manos de Jesús son imagen del amor y de la caricia de Dios Padre
y del Espíritu Santo. Ahora que Jesús esta ascendido a los cielos, cada vez
que Jesús nos impone las manos, lo hace a través de esa caricia del Espíritu
Santo.
3. EL DEDO:
El catecismo señala el himno “veni Creator”, donde se invoca al Espíritu Santo,
tiene un versículo que dice: “Digitus Pater destere”: “Dedo de la mano
(derecha) de Dios”. Es la imagen de la fuerza del Espíritu Santo que trasmite
la fuerza de Dios. Viene a nosotros que pecamos por nuestra condición
carnal, de cansancio, de inconstancia, de pereza: El Espíritu Santo viene en
socorro de esta debilidad nuestra: “El Espíritu es fuerte pero la carne es débil”.
4. LA PALOMA
Esto es un signo importante para significar que la presencia real de Jesucristo
en la eucaristía tiene lugar por medio del Espíritu Santo. En las
representaciones de la Santísima Trinidad en el arte, al Espíritu Santo se le ha
representado como la paloma. La paloma es imagen de la sencillez, la
humildad: “Sed cautos como serpientes y sencillos como palomas”. Dios es
sencillo, el Espíritu Santo es Sencillo… nosotros somos complicados.
5. LA UNCIÓN:
El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu
Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo. Ya en el
antiguo testamento existía esa imagen de ser consagrado por la “unción”. En
nuestra liturgia se ha alimentado de estas imágenes bíblicas, el “crisma” es
una mezcla de aceite y de perfume.
El aceite simboliza la fuerza de Dios. En la misa “crismal” –que se celebra el
jueves santo- donde se consagran los oleos por el Obispo de la diócesis,
mezclando el aceite con un perfume. El perfume simboliza el “buen olor de
Cristo”: El “olor a santidad” del Espíritu Santo, que nos “unge”.

FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO:

1. Caridad: «Sin amor nada soy Señor». Efectivamente sin amor nada somos,
porque el amor viene de Dios mismo y sin Dios nada somos. Este amor fruto
del Espíritu Santo refleja el amor del Padre y del Hijo, un amor inmenso,
incondicional y personal.
2. Gozo: Es el gozo que experimentamos, fruto de tener a Dios en nuestras
vidas. Es ese contento de sabernos suyos y de estar cerca de Él. Esa alegría
que no nos abandona ni en las situaciones más extremas, porque Dios vive en
nosotros, porque no estamos solos, porque Jesucristo se quedó con nosotros
todos los días hasta el fin de los tiempos.
3. Paz: Es el lazo que une al Padre y al Hijo. En ese lazo encontramos la calma
que permite que nada nos turbe, ni en las circunstancias más extremas, ya
que es Cristo quien vive en nosotros y su compañía hace que nada nos
perturbe pues Él ya venció a la muerte y al dolor.
4. Paciencia: Es el fruto que nos permite hacerle frente a la tristeza y al
desánimo frente a una situación que parece no terminar. Cultivar la paciencia
sin Dios puede ser una tarea titánica, pero la presencia del Espíritu en
nuestras vidas hace que esa paciencia brote y podamos enfrentarnos a
situaciones duraderas, incluso permanentes, con confianza y calma.
5. Longanimidad: Sinónimo de perseverancia, es esa fuerza que nos permite
realizar un trabajo de larga duración sin decaer. Tal vez la conquista de una
virtud o las propias vivencias que requieren que no desistamos, que
continuemos y si caemos nos levantemos una y otra vez. Asimismo esa fuerza
nos empuja a continuar con el bien de un trabajo, de una misión, de anuncio
del reino del Corazón de Cristo que nos ha sido encomendado.
6. Benignidad: El Papa Francisco nos dijo: «Quien no conoce la ternura de
Dios está perdido». La benignidad habla de esa dulzura y ternura con la que
Dios nos trata personalmente y cómo en presencia de su Espíritu esta misma
ternura brota de nosotros y nos permite relacionarnos con los demás con esa
misma delicadeza, siendo así reflejo de Dios.
7. Bondad: El encuentro con ese Corazón que tanto nos ha amado,
irremediablemente nos empuja a salir a encontrarnos con el otro y transmitir
lo que nos ha sido dado. Nos empuja a un trato caritativo, bondadoso,
especialmente con los más necesitados física y espiritualmente. “Ser buenos,
siempre y con todos” (P. Mendizábal)
8. Mansedumbre: Este fruto hoy en día es poco valorado. La mansedumbre
se opone a la ira y al rencor, nos empuja a tratar siempre con bondad y ternura
a los demás.
Nos hace tratar con dulzura, en las palabras y en las acciones, la prepotencia
de otros.
9. Fidelidad: Es ese permanecer constante al lado del amado. Buscamos
cumplir nuestras promesas imitando al mismo Cristo que es “el mismo ayer,
hoy y siempre”, que cumple sus promesas con nosotros. Mediante la fidelidad
comunicamos seguridad y permanencia, nuestras relaciones personales se
afianzan y adquieren estabilidad, nuestro amor se hace perdurable y
consistente.
10. Modestia: Regula la manera conveniente y apropiada de presentarnos
ante los demás. Más allá de la vestimenta (que la incluye) es mostrarnos a
tiempo y destiempo, con respeto, caridad y pureza del alma. La modestia huye
de lo escandaloso y llamativo, invita a la calma, al recogimiento y al respeto,
pero excluyendo lo grosero y mal educado.
11. Templanza: Es ese fruto mediante el cual conquistamos la propia vida, nos
hacemos dueños y señores de nuestra existencia, moderando nuestros
sentimientos, nuestros apetitos, superando nuestras debilidades, y optando
siempre por el bien, incluso forzándonos a hacerlo.
12. Castidad: Este fruto permite conquistar la victoria sobre los apetitos de la
carne. No se trata de reprimir nada, todo lo contrario, se trata de poder vivir
en libertad y de manera ordenada la propia sexualidad. Sexualidad que tiene
que ser movida por el amor y no por el deseo y la posesión. Que el Señor siga
formando en nosotros su mismo Corazón. Sagrado Corazón de Jesús haz
nuestro corazón semejante al Tuyo. Así se lo pedimos al comienzo de este
curso por medio del Corazón Inmaculado de María.
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
EXPLICADOS POR EL PAPA FRANCISCO, SOLO GUIA DE ESTUDIO
1. DON DE LA SABIDURÍA
El primer don del Espíritu Santo, según esta lista, es, por lo tanto, la sabiduría.
Pero no se trata sencillamente de la sabiduría humana, que es fruto del
conocimiento y de la experiencia. Y la sabiduría es precisamente esto: es la
gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es sencillamente esto: es
ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los
ojos de Dios. Esta es la sabiduría. Algunas veces vemos las cosas según
nuestro gusto o según la situación de nuestro corazón, con amor o con odio,
con envidia... No, esto no es el ojo de Dios. La sabiduría es lo que obra el
Espíritu Santo en nosotros a fin de que veamos todas las cosas con los ojos
de Dios. Este es el don de la sabiduría.
2. DON DEL ENTENDIMIENTO:
Está claro que el don del intelecto está estrechamente conectado con la fe.
Cuando el Espíritu Santo habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente,
nos hace crecer día tras día en la comprensión de lo que el Señor nos ha
dicho y ha realizado. El mismo Jesús ha dicho a sus discípulos: "Os enviaré el
Espíritu Santo y Él os hará entender todo lo que yo os he enseñado".
Entender las enseñanzas de Jesús, entender su palabra, entender el
Evangelio, entender la Palabra de Dios. Uno puede leer el Evangelio y
entender algo, pero si leemos el Evangelio con este don del Espíritu Santo
podemos entender la profundidad de las palabras de Dios y esto es un gran
don, un gran don que todos debemos pedir y pedir juntos: danos, Señor el don
del intelecto.
3. DON DE CONSEJO:
En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el
Espíritu Santo comienza inmediatamente a hacernos sensibles a su voz y a
orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras
intenciones según el corazón de Dios. En la intimidad con Dios y en la escucha
de su Palabra, poco a poco, dejamos a un lado nuestra lógica personal,
impuesta la mayoría de las veces por nuestras cerrazones, nuestros prejuicios
y nuestras ambiciones, y aprendemos, en cambio, a preguntar al Señor: ¿cuál
es tu deseo?, ¿cuál es tu voluntad?, ¿qué te gusta a ti? De este modo madura
en nosotros una sintonía profunda, casi connatural en el Espíritu y se
experimenta cuán verdaderas son las palabras de Jesús que nos presenta el
Evangelio de Mateo: «No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo
diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no
seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará
por vosotros» (Mt 10, 19-20).
4. EL DON DE FORTALEZA:
No hay que pensar que el don de fortaleza es necesario sólo en algunas
ocasiones o situaciones especiales. Este don debe constituir la nota de fondo
de nuestro ser cristianos, en el ritmo ordinario de nuestra vida cotidiana.
Como he dicho, todos los días de la vida cotidiana debemos ser fuertes,
necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia,
nuestra fe. El apóstol Pablo dijo una frase que nos hará bien escuchar: «Todo
lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13). Cuando afrontamos la vida
ordinaria, cuando llegan las dificultades, recordemos esto: «Todo lo puedo en
Aquel que me da la fuerza». El Señor da la fuerza, siempre, no permite que
nos falte. El Señor no nos prueba más de lo que nosotros podemos tolerar. Él
está siempre con nosotros. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta».
5. DON DE CIENCIA:
A los ojos de Dios nosotros somos lo más bello, más grande, más buena de la
creación: incluso los ángeles están por debajo de nosotros, somos más que
los ángeles, como hemos escuchado en el libro de los Salmos. El Señor nos
quiere mucho. Debemos darle gracias por esto. El don de ciencia nos coloca
en profunda sintonía con el Creador y nos hace participar en la limpidez de su
mirada y de su juicio. Y en esta perspectiva logramos ver en el hombre y en la
mujer el vértice de la creación, como realización de un designio de amor que
está impreso en cada uno de nosotros y que hace que nos reconozcamos
como hermanos y hermanas.
6. DON DE PIEDAD:
Este vínculo con el Señor no se debe entender como un deber o una
imposición. Es un vínculo que viene desde dentro. Se trata de una relación
vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos dona Jesús, una
amistad que cambia nuestra vida y nos llena de entusiasmo, de alegría. Por
ello, ante todo, el don de piedad suscita en nosotros la gratitud y la alabanza.
Es esto, en efecto, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de
nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace percibir la presencia
del Señor y todo su amor por nosotros, nos caldea el corazón y nos mueve
casi naturalmente a la oración y a la celebración. Piedad, por lo tanto, es
sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de esa
capacidad de dirigirnos a Él con amor y sencillez, que es propia de las
personas humildes de corazón.
7. DON DE TEMOR DE DIOS:
He aquí por qué tenemos tanta necesidad de este don del Espíritu Santo. El
temor de Dios nos hace tomar conciencia de que todo viene de la gracia y
que nuestra verdadera fuerza está únicamente en seguir al Señor Jesús y en
dejar que el Padre pueda derramar sobre nosotros su bondad y su
misericordia. Abrir el corazón, para que la bondad y la misericordia de Dios
vengan a nosotros. Esto hace el Espíritu Santo con el don del temor de Dios:
abre los corazones. Corazón abierto a fin de que el perdón, la misericordia, la
bondad, la caricia del Padre vengan a nosotros, porque nosotros somos hijos
infinitamente amados.

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