Ortega. 2013. La Pedagogía de La Alteridad Como Paradigma
Ortega. 2013. La Pedagogía de La Alteridad Como Paradigma
Ortega. 2013. La Pedagogía de La Alteridad Como Paradigma
tarla para que “los otros” se hagan cargo de dios sobre las minorías culturales y étni-
ella. Se ha prestado más atención al qué se cas. Se trata de ofrecer datos e informa-
debía decir y enseñar, y al cómo hacerlo. ción, en definitiva, conocimientos sobre las
Pero se ha olvidado que la educación, si es diversas culturas y grupos que podrían en-
responder del otro, ha de estar más atenta globarse en el campo de las humanidades
a la palabra que viene del “otro” (el edu- (Sleeter, 1987). Este modo de entender la
cando), y no tanto por anticiparse el edu- educación multi e intercultural, como sa-
cador a decir “su” palabra. Es la vida de ber humanístico, goza hoy de gran estima.
cada educando, toda su realidad psicobio- Es un concepto filosófico que se construye
lógica, pero también toda su realidad socio- sobre los ideales de libertad, justicia, igual-
histórica, hecha pregunta, la que debe en- dad y dignidad humana; y es un proceso
trar en la ocupación del educador y educativo que tiende a la construcción de
convertirse en contenido educativo. Y sólo un concepto positivo de sí y a descubrir
cuando la “circunstancia”, el aquí y el quiénes son los educandos en su relación
ahora, de cada educando se convierte en con los demás. La historia, la cultura y la
contenido imprescindible de la acción edu- contribución de los demás grupos cultura-
cativa, se está en condiciones de educar. les a la vida cultural y económica de un
Pocas cosas son tan importantes hoy en la país se considera contenido indispensable
educación como tomarse en serio la situa- de la educación multicultural. Es necesario
ción de la acción educativa. De ella de- confrontar al educando con las cuestiones
pende que el educador pueda encontrar el que se debaten en la sociedad: las diferen-
espacio en el que sea posible establecer cias étnicas y culturales, la marginación
una relación ética con el educando, ha- social de las minorías, el racismo y la xe-
cerse cargo de él; de ella depende que el nofobia, etc. Se trata, por tanto, de fomen-
año LXXI, nº 256, septiembre-diciembre 2013, 401- 422
educador pueda entrar en todo aquello que tar en el alumno la capacidad para com-
es importante para aquél, evitando así que prender, debatir y ver cómo le afectan
la educación decaiga en retórica; de ella de- estas cuestiones y adoptar una posición
pende que la experiencia de vida, y no solo crítica sobre las mismas que permita me-
el discurso, juegue un papel básico e in- jorar la sociedad (Grant y Tate, 1995).
dispensable en la acción educativa. Cuestiones como “cultura”, “identidad”,
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dagógico de la diversidad cultural, incluso “Con ese espíritu me gustaría decirles, pri-
en enfoques, que aunque conceptualmente mero a los “unos”: cuanto más os impreg-
tan distintos como la educación multicul- néis de la cultura del país de acogida, tanto
tural e intercultural, en la práctica han más podréis fecundarla con la vuestra; y
llegado a confundirse. Ambos han incidido después a los “otros”: cuanto más perciba
en un mismo objetivo: el conocimiento, la un inmigrado que se respeta su cultura de
comprensión y el respeto de la “cultura” del origen, más se abrirá a la cultura del país
otro, convirtiendo las costumbres, tradi- receptor”. Unos y otros contribuyen, de este
ciones, valores, lengua, etc. en el contenido modo, a la construcción de una sociedad
de la acción educativa, dando por supuesto distinta, capaz de responder a las necesi-
que el “conocimiento” de las otras culturas dades y expectativas de los diferentes gru-
llevaría al aprendizaje de actitudes positi- pos que, de hecho, la componen.
vas hacia las otras formas de vida de los di-
ferentes étnicos y culturales, a la acogida Cabría pensar que enfoques teóricos
de la persona del otro “diferente” (Bernabé, distintos darían lugar a prácticas o políti-
2012). La diferencia entre ambos enfoques cas educativas también distintas. La rea-
es más conceptual y terminológica que real lidad, sin embargo, desmiente este su-
y práctica. Difieren sólo en el discurso, pero puesto. Los intentos por hacer una
su praxis, hasta ahora, sigue siendo la educación intercultural han derivado real-
misma. Es cierto que el multiculturalismo mente en políticas multiculturales que han
persigue, ante todo, el reconocimiento y dado lugar a una sobrevaloración de las va-
respeto de la identidad de cada grupo mi- riables culturales, limitación de la auto-
noritario, la vinculación al grupo original y nomía personal en favor del grupo de ori-
la permanencia de los símbolos y creen- gen, limitación de la movilidad y el
cias de la comunidad de origen, no tanto su progreso social, desconocimiento del ca-
piada, responsable y de calidad para todos. mismo, el Consejo que la idea de una antí-
tesis entre la “cultura de acogida” y la “cul-
2. La educación intercultural propor- tura del emigrante” debe abandonarse en
ciona a los alumnos el conocimiento cultu- favor de una concepción más amplia de la
ral, las actitudes y las destrezas necesarias diversidad cultural y de las sociedades
para la consecución de una participación abiertas contemporáneas, resultado de
activa y completa en la sociedad. muchos factores, de los cuales la migración
es uno de ellos. El reconocimiento de un in-
3. La educación intercultural propor- dividuo como miembro de una determi-
ciona a todos los alumnos el conocimiento nada comunidad no significa que el/la
cultural, las actitudes y destrezas que les mismo/a se identifique con esa comunidad.
capaciten para contribuir al respeto, en- Se advierte una tendencia a superar una
tendimiento y solidaridad entre todos los visión folclórica de los contenidos de la
individuos, grupos y naciones étnica, so- educación intercultural, limitada al cono-
cial, cultural y religiosamente diferentes. cimiento de las costumbres, modos de vida,
ritos, música, danzas, etc. de los grupos mi-
En los mismos términos se expresa el noritarios, resaltando la necesidad del res-
Consejo de Europa en su Declaración sobre peto a las otras formas culurales, la nece-
la Educación Intercultural en el nuevo con- sidad de la convivencia entre culturas, pero
texto europeo (2003), subrayando la nece- aún muy lejos de situar a la educación in-
sidad de que sea la sociedad, y no sólo la es- tercultural en el marco de la educación
cuela, quien asuma la responsabilidad de ético-moral que demanda el re-conoci-
afrontar los retos de la diversidad cultural. miento del otro por lo que es, independien-
Las últimas tendencias, tanto en el multi- temente de la forma cultural en la que éste
año LXXI, nº 256, septiembre-diciembre 2013, 401- 422
2005). El Consejo de Europa parece incli- educación. “Las terminologías son cual-
narse por la superación de la concepción quier cosa menos inocentes; sugieren una
“culturalista” de la educación intercultural, determinada visión” (Habermas, 1999,
presente, hasta ahora, de un modo abru- 107). Lenguaje y discurso presuponen
mador en la literatura anglosajona. Su- “algo” y llevan a “algún sitio”, se traducen
braya el Consejo que deberían adoptarse en unas determinadas propuestas educa-
métodos de educación intercultural y de tivas. En cada una de ellas subyace una
enseñanza intercultural que lleven a todos antropología y una ética que se plasman en
los alumnos al concepto del “otro”, que los una manera concreta de actuar y de res-
capaciten para aceptar al otro/a en su par- ponder a los retos actuales del ser humano.
ticular identidad y entender la universali- Son éstos, en su enorme complejidad, los
dad de los valores humanos. Sostiene, así que encuentran diversos enfoques y acen-
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La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural
tos en función de la óptica moral con que y hace del diálogo sobre culturas su obje-
son abordados. La educación intercultural tivo básico (Arnáiz y Escarbajal, 2012). Ig-
no es ajena a esta necesaria “circunstan- norar los cambios que produce la migración
cia”. El enfoque idealista, centrado en el co- en la persona del inmigrante: inestabilidad
nocimiento de las diversas culturas de los y vulnerabilidad, ruptura con la sociedad
grupos minoritarios, sigue estando pre- de procedencia y la introducción en un
sente en todas las páginas de la bibliogra- nuevo contexto social y cultural, pérdida de
fía sobre la educación intercultural (Sch- validez de muchas concepciones valorati-
midtke, 2007). Con ello se olvida que el vas, normas de conducta y modelos de com-
objetivo de una sociedad integrada pasa no portamiento hasta ese momento asumidos
sólo por “conocer” las singularidades cul- con naturalidad, etc., todo ello conduce a
turales de los grupos que la componen, una situación en la que cualquier acción
sino, además, por re-conocer, aceptar y aco- educativa inevitablemente se ve conde-
ger a la persona misma del diferente con nada al fracaso. Son cambios tan profun-
toda su realidad socio-histórica. Se pasa dos “que se pueden comparar metafórica-
por alto que el ser humano que “piensa” es mente con la acción de arrancar de raíz y
también un ser que vive y expresa unos plantar en otro lugar” (Zamora, 2003, 204).
sentimientos; que los sentimientos es el Obviar esta realidad convierte a la educa-
“lugar” en que se vive, “los estratos básicos ción intercultural en una tarea inútil; sin
y más íntimos de la vida, desde los cuales descubrir la historia de desarraigo que hay
se llega a los demás” (Marías, 1993, 26). detrás de cada persona emigrante, sin te-
Nuestras ideas de identidad cultural, de ner en cuenta la nueva situación de ex-
igualdad y libertad se han sostenido sobre cluidos en la que viven muchos de ellos, se
argumentos sentimentales. “Nuestros con- hace imposible la integración y la acogida
ceptos democráticos y las imágenes que del “otro”, se hace imposible la educación.
otra parte, adoptando una posición de “tris- sus postulados. Esta es una forma in-
teza objetiva” o de relativismo histórico. cruenta y eficaz de excluir al otro, y cons-
Eran hombres y mujeres de letras, culti- tituye otro intento de fabricar individuos
vados en el espíritu de la Ilustración, aque- “reducidos a una identidad nunca cam-
llos de los que se suponía hacían de la sa- biante de reacciones” (Arendt, 1999, 533);
biduría, virtud (Steiner, 2001). Todos es otra forma de negar su condición de ciu-
revista española de pedagogía
tiano, en la medida en que son conscientes suficientes para una conducta moral, sino
de sí mismos, idénticos a sí; y en tal iden- la experiencia del mal, del sufrimiento del
tidad, de nuevo también no-libres en la otro; el rostro y la vulnerabilidad del “huér-
medida en que se someten a la coacción de fano y de la viuda” que demandan una res-
ésta y la perpetúan” (Adorno, 2005, 274). puesta moral, es decir, responsable” (Or-
El proceso de subjetivación de la razón tega, 2006, 512). La moral formal kantiana
ilustrada ha conducido a una progresiva que impregna a la pedagogía cognitiva nos
formalización de la misma que la vacía de pone ante un ser humano abstracto, ideal,
contenido y la reduce a una mera razón de sin entorno y sin historia, sin presente ni
los medios, a un instrumento al servicio de pasado. Desplaza nuestra responsabilidad
la lógica del dominio y la autoconserva- moral al “reino de los cielos”, a un teatro
ción. Esto ha conducido, de un lado, a la metafísico (Mèlich, 2010), no al “reino de la
instrumentalización del lenguaje por la tierra” donde cada ser humano debe re-
que las ideas son consideradas como má- solver sus problemas. Si la respuesta al
quinas en el aparato productivo de la so- “extranjero”, inmigrante o diferente cul-
ciedad de consumo, reducidas a la condi- tural ha de ser ética (responsable) y no
ción de un instrumento más entre otros; de sólo política, la ética formal es incapaz de
otro, al vaciamiento de los ideales de la mo- plantearse las situaciones concretas del
dernidad y al debilitamiento de la esfera ser humano que vive, también, en situa-
política y su instrumentalización en fun- ciones concretas. Se sitúa en una situa-
ción de los intereses de las élites del poder ción “ideal” de diálogo simétrico que hace
(Horkheimer, 2002). Leer de nuevo a Hork- abstracción de las condiciones asimétricas
heimer y Adorno es encontrar, muchos reales en las que se producen las relaciones
años después, argumentos válidos para del extranjero, inmigrante o diferente cul-
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una denuncia y una crítica a la dominación tural con la sociedad receptora. Una peda-
que se ejerce sobre individuos atomizados, gogía de la alteridad, como discurso y prác-
excluidos de la sociedad homogénea y com- tica de la educación intercultural, tiene en
pacta que inutilmente, desde la ensoña- cuenta la singularidad de cada individuo
ción identitaria de los nacionalismos ex- inseparable de su situación. Se aleja del
cluyentes, se intenta construir. mundo ideal en el que está instalado el
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esté en la raíz de la respuesta ético-moral; tuye un sarcasmo, una burla para todos
sí cuestiono, sin embargo, la pretensión de aquellos a quienes se les ha negado la jus-
identificar razón y moral, los intentos de ticia. “La moralidad es, ni puede ni nece-
mistificación del impulso moral, de trans- sita dar razones, ni tampoco probar sus
figurarlo mediante su fundamentación ra- derechos. La pregunta “¿por qué debería
cional en cuanto ocultan su raíz en la his- ser moral?” es el fin, no el principio de la
toria concreta de los hombres, e impiden moralidad” (Bauman y Kester, 2002, 80).
que se manifieste como lo que es: el im- No es la resistencia y rebelión contra el
pulso de resistencia contra la injusticia mal, no es el sentimiento moral, sino más
para que ésta no tenga la última palabra bien la realidad inmoral, la injusticia social
(Horkheimer, 2000). Critico el discurso mo- la que necesita una fundamentación ra-
ral “idealista” en el que está instalado, to- cional (Horkheimer, 1999).
davía, el modelo cognitivo en la educación
intercultural, porque “la moralidad no es el 3. La pedagogía de la alteridad
resultado ciego de emociones irracionales, como paradigma en la educación
pero tampoco un conjunto frío de principios intercultural
racionales” (Bernal, 2003, 147); ni la con- Decir “educar” es ya pronunciar implí-
vivencia de valores y estilos diversos de citamente el nombre del “otro”. No hay
vida, que propugna la educación intercul- educación sin un “yo” y un “tú”, sin una re-
tural, es el resultado del conocimiento de lación de alteridad. Pero la relación con el
las tradiciones, usos y costumbres, lengua otro puede ser de dominio-imposición, de
y religión, es decir, del conocimiento de la indiferencia, o de respeto y reconocimiento
cultura de los “otros”, porque éste, de por del otro. En educación sólo cabe hablar de
sí, no mejora necesariamente la compren- una relación ética entre educador y edu-
sión del otro, ni la relación con los demás cando, y ésta se traduce en el re-conoci-
409
Pedro ORTEGA RUIZ
buena voluntad o deontología profesional. concibe la ética como una respuesta com-
El “otro” (educando) es una exigencia pri- pasiva al otro en su situación concreta, por-
mera que se impone desde sí, desde su au- que ésta es la única forma de existencia del
toridad, es “una solicitud que me toca ser humano. Por ello, la pedagogía de la al-
desde su miseria y desde su Grandeza” teridad no se reclama deudora de los gran-
(Levinas, 1977, 213), y es la respuesta ética des principios, ni se atiene a esquemas
a este mandato inapelable del “otro” la que prefijados en su actuación, ni opera con
convierte a la relación entre educador y vistas a la consecución de unos objetivos
educando en una relación de naturaleza previstos. Es más bien una pedagogía de la
singular, en una relación educativa. “Por precariedad y de la contingencia. Todo en
ello, cuando hablamos de educación esta- ella está atravesado por aquello que define
mos evocando un acontecimiento, una ex- al ser humano: su ineludible corporeidad,
periencia singular e irrepetible en la que la y por ello, frágil, finito, vulnerable. Esta ex-
ética se nos muestra como un genuino periencia en la que el hombre se encuentra
acontecimiento, en el que de forma predo- a sí mismo en toda su finitud es la condi-
minante se nos da la oportunidad de asis- ción necesaria para la ética de la compa-
tir al encuentro con el otro, al nacimiento sión; es también la condición para la pe-
(alumbramiento) de algo nuevo que no soy dagogía de la alteridad.
yo” (Ortega, 2004, 12). La pedagogía cog-
nitiva, enraizada en la ética formal, no La pedagogía de la alteridad es una
contempla al otro como singular, concreto pedagogía de los afectos, de los sentimien-
e irrepetible. Es más bien un “universal” tos, aunque no de la irracionalidad. Nace
abstracto con el que no es posible estable- de la experiencia de las relaciones inter-
cer una relación ética (responsable), por- personales no inmunes al tiempo y a la im-
año LXXI, nº 256, septiembre-diciembre 2013, 401- 422
posibilidad alguna de “lo humano” (y, por “a priori” las situaciones a las que el ser hu-
tanto, también de lo inhumano) al margen mano se puede enfrentar en su vida coti-
de las relaciones, de los condicionantes, de diana. Es una pedagogía que responde al
las raíces que cada uno tiene con el mundo, carácter nómada del ser humano, ligero de
con su mundo” (Mèlich, 2010, 105-106). equipaje y nunca sujeto a un territorio. La
pedagogía de la alteridad se mueve en el
La pedagogía de la alteridad hace de la ámbito de la experiencia; la pedagogía cog-
situación del educando el espacio de su re- nitiva, por el contrario, en el ámbito de la
lación ética con el educador; contempla a lógica y del discurso. Ésta tiene en la “ex-
un sujeto histórico, situado porque fuera de plicación” y el aprendizaje de saberes y
esta condición de “situacionalidad” el ser competencias su quehacer básico; aquélla,
humano es ininteligible e irrealizable. Y más que “explicar”, muestra. El aprendi-
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La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural
zaje de saberes y competencias es una ac- debe ser entendida como la exigencia mo-
ción que puede ser, en alguna medida, pla- ral de un espacio humanizado en el que
nificada y evaluada, ser sometida a nor- hombres y mujeres venidos de “todas par-
mas. Es decir, puede estar regida por la tes” puedan llevar a cabo su manera de ser
tecne. Es lo que llamamos “instrucción o en- propia en compañía de otros (González R.
señanza”. La educación ético-moral se re- Arnáiz, 2002). No ponemos el acento, por
siste a todo control, responde a situaciones tanto, en la variable “cultura”, sino en el
que no pueden ser definidas previamente sujeto que la sustenta, porque no dialogan
por contener un amplio grado de incerti- las culturas sino los sujetos hablantes.
dumbre. Es la acción que podríamos decir Desde Levinas, la interculturalidad, como
que entra en el ámbito de la praxis (Reyero, espacio moral, no se justifica acudiendo a
2009). Ambas son acciones (tecne y praxis) principios abstractos o metafísicos; no es la
distintas, no contrapuestas. respuesta a unos principios formales, como
sostiene la ética kantiana, sino la res-
La pedagogía de la alteridad es una pe- puesta compasiva al dolor del otro. Es una
dagogía mostrativa (del testimonio), no téc- ética que “se configura como la respuesta
nica, ni planificada, porque el encuentro a la experiencia del mal, del sufrimiento,
con el otro, al ser un acontecimiento ético, una respuesta a una interpelación imposi-
singular y único, se da sin previo aviso. En ble de prever y de planificar, a una de-
la pedagogía de la alteridad todo es provi- manda que irrumpe de forma radical, que
sional, nada está establecido de antemano, llega sin avisar y que rompe todos nuestros
porque tampoco lo está la situación ética en planes y todas nuestras expectativas, todas
la que debo responder del otro. Es una pe- nuestras normas y todos nuestros códigos”
dagogía de y para nómadas que se hace en (Mèlich, 2010, 228). Quizás la figura que
cada respuesta a la situación concreta, his- mejor represente la interculturalidad, si se
también, para una educación intercultural. del rostro del otro. Es simplemente la pre-
La in-condición de “extranjero”, de ser ex- sencia inmediata del otro, su capacidad
puesto a los demás, como modo de ser de expresiva, la que estructura éticamente al
nuestra condición humana, nos aboca al yo, la que lo des-centra y lo saca de su in-
respeto y al reconocimiento de la dignidad diferencia; es una ética que no se basa en
del otro, y nos previene de toda tentación una relación entre iguales; reconoce, por
de dominio y violencia. Esta radical hete- el contrario, la primacía del otro; es una
ronomía hace del respeto hacia el otro no ética asimétrica. “La relación ética que
sólo una exigencia moral, sino el reconoci- sostiene el discurso no es, en efecto, una
miento de una deuda a la espera de ser sal- variedad de la conciencia cuyo radio parte
dada, la conciencia de una dependencia del yo. Cuestiona el yo. Este cuestiona-
del otro. “Los hombres se buscan en su in- miento parte del otro... La idea de lo infi-
condición de extranjeros. Nadie está en su nito sobrepasa mis poderes. No viene de
casa. El recuerdo de esta servidumbre re- nuestro fondo a priori y, por ello es la ex-
úne a la humanidad. La diferencia que se periencia por excelencia” (Levinas, 1977,
abre entre el yo y el sí mismo, la no-coin- 209). Es el rostro del otro, del “huérfano y
cidencia de lo idéntico, es una profunda de la viuda”, en expresión de Levinas,
no-indiferencia con respecto a los hombres. quien me ordena responder de él, en un
El hombre libre está consagrado al pró- ejercicio en el que mi conciencia pierde su
jimo; nadie puede salvarse sin los otros” primacía. “Despojado de su forma misma,
(Levinas, 1993, 93). En Levinas, la estruc- el rostro está transido en su desnudez; es
tura antropológica del hombre está que- una miseria. La desnudez del rostro es
brada por la presencia ética del otro. La privación y en este sentido súplica diri-
pregunta “¿por qué me concierne el otro?” gida a mí directamente. Ahora bien, esta
año LXXI, nº 256, septiembre-diciembre 2013, 401- 422
gica del ser humano, como ser abierto al camente no sólo al otro, sino también al
otro y radicalmente afectado por el otro y yo. En Levinas, los términos “miseria”,
dependiente del otro, se fundamenta la in- “pobreza” y “hambre” que podrían, en
terculturalidad como espacio moral (Gon- otros contextos, estar referidos a la cor-
zález R. Arnáiz, 2002) y la educación in- poralidad del ser humano, aquí sólo quie-
tercultural. Fuera de esta estructura de ren concentrar toda la significación a tra-
radical alteridad sólo hay propiedad del vés de la cual la presencia del otro se
yo, del sí mismo; sólo hay autoposesión impone éticamente. Es decir, la miseria,
como forma suprema de individualismo. la pobreza y el hambre del otro, no sólo in-
vocan al yo, sino que también lo interro-
La ética levinasiana, a diferencia de gan y exigen una respuesta” (Navarro,
las éticas formales, nace de la experiencia 2008).
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La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural
La ética levinasiana no comienza con del buen samaritano” (Lc. 10, 30-38) la
una pregunta, ¿qué debo hacer?, sino con mejor explicación narrativa de la ética le-
una respuesta, no sólo al otro, sino del otro; vinasiana, de la no-indiferencia y respon-
no tiene un origen en la autonomía del su- sabilidad hacia el otro. En el relato de Lu-
jeto moral, sino en la desnudez y vulnera- cas no es decisivo el deber moral, “sino la
bilidad del rostro del otro que me ordena: respuesta ética, porque los tres caminantes
“No matarás”. “El “No matarás” es la pri- poseen moral, parten de un “espacio mo-
mera palabra del rostro. Ahora bien, es ral”, pero sólo uno, el samaritano, da res-
una orden. Hay en la aparición del rostro puesta a la interpelación del otro, y, lo que
un mandamiento, como si un amo me ha- es más importante, la da en contra de su
blase. Sin embargo, al mismo tiempo, el moral... Si el samaritano hubiera actuado
rostro del otro está desprotegido: es el po- por deber, si hubiera respetado la ley,
bre por el que yo puedo todo y a quien todo nunca se habría detenido a ayudar al hom-
debo” (Levinas, 1991, 83). El rostro en Le- bre herido” (Mèlich, 2010, 230). La ética le-
vinas es expresión o capacidad de presen- vinasiana es, por tanto, an-árquica, radi-
tación por sí mismo, sin intermediarios, calmente heterónoma (Levinas, 1991), no
cara a cara. “Lo que llamamos rostro es se atiene a principios, al igual que la ética
precisamente esa presentación excepcio- del buen samaritano.
nal, presentación de sí por sí mismo, sin
medida común con la presentación de rea- La ética en Levinas es una relación
lidades simplemente dadas” (Levinas, compasiva y nace del encuentro con el otro.
1977, 216); e inaugura una nueva manera En este acontecimiento antropológico no
de entender la ética y un nuevo modo de sale a nuestro encuentro la “naturaleza
entender al hombre; inaugura una nueva humana” del otro, ni su cultura o identi-
ética y una nueva antropología. A diferen- dad. Ni siquiera la idea de dignidad del
los “en categorías universales de su cul- lencia; es lo que se me opone de una ma-
tura, ni tampoco en el derecho universal de nera absoluta, con una oposición que es
respeto a la dignidad de su condición hu- oposición en sí misma” (Levinas, 1993,
mana, sino verlo como alguien con identi- 108). Desde la imposición de una lengua o
dad y nombre propio” (Mínguez, 2007, 40). una forma de pensar y vivir, bajo el pre-
Es una educación del acogimiento, de la texto de preservar la propia identidad cul-
revista española de pedagogía
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Pedro ORTEGA RUIZ
antes se sentía ante la furgoneta del pe- tendido a buscar una definición del bien, de
rrero, es el triunfo de la cultura y su fra- la justicia y la felicidad, y a partir de ella
caso” (Adorno, 2005, 335-336). Es necesa- deducir unos criterios universales de ac-
rio hablar y dar la palabra a los que hoy, tuación, haciendo abstracción de la situa-
como ayer, son víctimas de la lógica totali- ción concreta en la que se encuentra todo
taria, porque “Auschwitz no es una situa- individuo. “Después de Auschwitz, nin-
ción clausurada, defintivamente acabada guna palabra pronunciada desde las altu-
con el descalabro del régimen nacional-so- ras, ni siquiera desde la teológica, tiene
cialista en el año 1945. Aquí y ahora, ningún derecho sin transformarse”
Auschwitz es una presencia que segura- (Adorno, 2005, 336). Los conceptos de jus-
mente acostumbra a actuar en forma de ticia, del bien y de la felicidad “no son más
ausencia” (Duch, 2004, 12). Volver al pa- que esperanzas de algo de lo que nada sa-
sado es condición inexcusable para enten- bemos. En cambio, nos sobra experiencia
der y tener presente, porque “no hay ver- del mal, podríamos llenar la mayor de las
dadero presente sin contemporaneidad con bibliotecas con informes de todos los tipos
el pasado o, lo que es lo mismo, el relato de de injusticia que los seres humanos han co-
mi identidad no puedo edificarlo sobre el nocido, y conocido por experiencia, no ide-
vacío, sino sobre la memoria” (Mèlich, almente. Puesto que tanto sabemos del
2004, 44). mal, es respecto a él que podemos formu-
lar un criterio. La moral consiste en resis-
La propuesta de educación intercultu- tirse al mal, en negarlo en cualquier lugar
ral, desde la pedagogía de la alteridad, es donde aparezca, en denunciarlo en todos
deudora también de la ética material de la sus casos particulares y oponerse a él” (Ta-
Escuela de Frankfurt, y tiene como sujeto falla, 2003, 115).
al ser humano histórico en toda su reali-
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palabra. Desde la ética material es la vida nace de la admiración hacia los ideales del
real de los inmigrantes, de los “extranje- bien, ni del sentido del deber para los seres
ros”, es el sufrimiento de personas concre- humanos, sino del rechazo a toda forma de
tas el que nos impulsa no a preguntarnos, mal, a toda violencia instalada en la vida
en abstracto, cuál es mi deber moral, sino de los hombres; nace de la experiencia del
cómo debemos vivir para que estas situa- mal, como sostiene una ética material. “El
ciones sean erradicadas y no se vuelvan a punto de partida de la moral es el grito, a
repetir; es la resistencia a la injusticia, he- veces sofocado, otras ignorado, de los su-
cha experiencia, la que nos impulsa a la frientes, de los oprimidos y excluidos, que
conducta moral (Ortega, 2006). Las mora- por su condición de excluidos se encuen-
les tradicionales, ancladas en un logos que tran fuera del marco institucional donde
no se contempla más que a sí mismo, han los sujetos incluidos pueden hacer valer
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La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural
sus intereses y pretensiones morales o ejer- lectual. Sin descubrir la historia de desa-
cer con más o menos éxito su crítica frente rraigo y de sufrimiento que hay detrás de
a las condiciones o equitativas de dicho muchos inmigrantes a quienes se les nie-
marco” (Zamora, 1999, 223). Hacer del res- gan sus derechos fundamentales no es po-
peto a la “dignidad de la naturaleza hu- sible ninguna educación, tampoco la in-
mana” el principio formal que ha de regir tercultural. Sin preguntarse “por el otro” (y
nuestra conducta, al menos no ha servido éste en toda su realidad) no hay educa-
para evitar las catástrofes que conforman ción, porque sólo educamos cuando nos ha-
el oscuro reverso de la historia, empezando cemos cargo de él. Pero “el otro” no existe
por las del pasado siglo (Zamora, 2004). sino en “su” situación concreta que le con-
Después de la catástrofe del siglo XX diciona y le constituye, y fuera de élla es
no ha lugar para una moral que perma- pura entelequia. Una larga tradición de
nezca en la contemplación de los ideales una moral y educación idealistas, desa-
del cielo. “No cabe la vida justa en la vida rraigadas de su contexto, ha dado lugar a
falsa”, escribe Adorno (2004, 44 ). Insta- expresiones tan dramáticas como ésta:
larse en el conocimiento de los ideales del “Ahora nos damos cuenta de que extremos
bien y del mal como impulsores de la vida de histeria colectiva y de salvajismo pue-
moral, e ignorar los sufrimientos de los se- den coexistir con una conservación para-
res humanos, podría convertirse en un me- lela y, es más, con el desarrollo ulterior de
canismo de dominación e impedir el cono- las instituciones, burocracias y códigos pro-
cimiento de las injusticias que ésta fesionales de una cultura superior” (Stei-
provoca; “y del evangelio de la alegría de ner, 1998, 104).
vivir a la instalación de mataderos huma-
nos hay un camino recto, aunque estén és- La frialdad y la impasibilidad, engen-
tos, como en Polonia, tan apartados que dradas por una ética indolora, a-pática,
una sociedad democrática en la que todos cando como evidentes las típicas acciones
disfruten de iguales derechos y deberes. educativas orientadas por aquella idea de
Educar, en este sentido, supone una refle- autonomía del sujeto racional y emanci-
xión y una crítica de todos los que partici- pado que le ha venido sirviendo de justifi-
pan en el proceso educativo de los “ex- cación en el proyecto de la modernidad”
tranjeros” sobre la coacción que sufren (Zamora, 2009, 21). La educación intercul-
para ser asimilados por la sociedad recep- tural, desde la pedagogía de la alteridad,
tora, sobre las formas sutiles de domina- hace suya la ética material como condi-
ción que se ejercen sobre ellos, sobre la ción necesaria para la reflexión autocrí-
función legitimadora de una situación in- tica sobre el lugar y la función de la edu-
moral que desempeña el sistema educa- cación en la reproducción de las
tivo en su papel de asimilar, a toda costa, estructuras actuales, pensadas más para el
a los “diferentes” en la cultura mayoritaria. mantenimiento de una organización social
ajena al sufrimiento del “diferente”, que
Una vida digna del ser humano está para combatir la perpetuación de la “bar-
vinculada a la eliminación de la injusticia barie”.
en la sociedad, y ésta, hasta ahora, no ha
venido de la mano de declaraciones for- Conclusión
males de adhesión a los derechos humanos. Estimo que es indispensable un cam-
La ética idealista se compadece mal con los bio de modelo en la educación intercultu-
acontecimientos que se han producido en ral, a la vista de sus resultados, y apostar
las últimas décadas; al menos, no ha sa- por un nuevo lenguaje, un nuevo discurso
bido o no ha podido enfrentarse a tanta y una nueva práctica que estén más cer-
barbarie. No deberíamos echar en olvido canos a la realidad del otro, que incorpo-
ren lo plural y diverso, lo mestizo y ex-
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porque el “mal radical” toma mil formas de presupuestos éticos distintos (otro para-
hacerse presente, y “en cualquier mo- digma) que haga posible una educación
mento, en el interior de un mundo civili- que empiece por el otro, que se pregunte
zado, puede aparecer el horror” (Mèlich, por el otro en toda su realidad. Es indis-
2004, 129). El “Holocausto” no es un acon- pensable partir de una moral que se en-
tecimiento ya clausurado, que sólo perte- tiende como respuesta al otro y del otro,
nece al pasado; es una amenaza con la que como resistencia al mal, que surge como
hay contar para que nunca vuelva a suce- experiencia del sufrimiento de las vícti-
der. “Educar, después de esa catástrofe, mas y se expresa en la práctica de la jus-
exige una crítica radical de la propia pra- ticia y de la compasión. Considero que
xis educativa y de la reflexión teórica sobre esta ética y moral de la compasión es ca-
la misma. Ya no es posible seguir practi- paz de dar cuenta de una educación que
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La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural
Summary:
Pedagogy of alterity as paradigm of
intercultural education
In this paper the author deals with
the different approaches used to date in in-
tercultural education. The conceptual dif-
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