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Historia de Panama

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PRIMERA PARTE

Desde hace 3 millones de años, cuando se cerró el paso entre el mar


Caribe y el océano Pacífico, el istmo ha desempeñado el papel, no sólo de puente,
sino de barrera.

Por un lado, la conexión terrestre permitió que los felinos, los osos, los
zorros, y, por último, los seres humanos, sus perros y los parásitos de ambos
pasaran caminando de Norte- a Suramérica. Este flujo Norte-Sur continuó en
tiempos prehispánicos cuando productos norteños, como el maíz y la jadeíta y
otros sureños, como la yuca, la orfebrería y la cerámica, se difundieron a lo largo
del istmo. Cuando los españoles se asentaron en Panamá, sin embargo, el eje
longitudinal cedió importancia al perpendicular de manera que, hoy en día, la
connotación primordial del término “puente” es la de promotor del comercio
marítimo con metrópolis lejanas. Tres cuartas partes de la población actual de
Panamá viven en esta zona de tránsito transístmica. Para muchos metropolitanos,
el “interior” es aún el mundo de la ganadería y los carnavales; el Darién, un
territorio marginado e inhóspito. La distribución de la población humana y de los
recursos más importantes de subsistencia y comercio era muy diferente antes del
año 1502 cuando los únicos seres humanos en el istmo eran los amerindios.

El territorio de lo que hoy se conoce como República de Panamá, desde


tiempos antes del proceso de conquista, contaba con redes comerciales
significativas para la época. Para el siglo XVI, en lo que es hoy el Golfo de Urabá,
Panamá era partícipe en la ruta de intercambio prehispánico. Esa ruta comprendía
transacciones comerciales que incluían el Caribe, cordilleras colombianas,
Yucatán y México (Herrera, 2004). En primera instancia, la labor de intercambio
comercial es impulsada por etnias nativas. Luego es instaurada a mayor escala
por el dominio español. La visión de ruta de tránsito, es forzada e impulsada una
vez se constata el proceso de colonización y conquista. Esto evidencia que en
definitiva, es con la llegada de los españoles que en América, se logra el
desarrollo del comercio y la instauración de circuitos económicos regionales
(Castillero Calvo, 1999). Desde entonces Panamá, ha fungido como ruta marítima
al servicio del transporte internacional.

Ante el hecho ineludible de la recia función de tránsito impulsada sobre todo


por España, Panamá, respondiendo a un llamado de la visión de servicios,
experimenta un incremento ascendente en su cometido de ruta transístmica. Esta
instancia es fomentada por la ocurrencia de ciertos hechos históricos; aquí
predeterminados como momentos históricos.

I. EL ISTMO ANTES DE SU DESCUBRIMIENTO1

1
https://burica.wordpress.com/2008/05/02/panama-prehispanico-tiempo-ecologia-y-geografia-politica-sintesis/
La historia de Panamá ha sido ampliamente influenciada por la posición
estratégica de este istmo estrecho que une América del Norte con América del Sur
y que separa el océano Pacífico del océano Atlántico.

La ocupación del Istmo de Panamá por los primeros aborígenes


panameños ocurrió entre los años 11.000 y 10.000 a.C., pasando por cuatro
etapas bien definidas, ésta es la llamada Prehistoria de Panamá: la de caza,
recolección y pesca (10.000 a 3.000 a.C.); la de agricultura formativa (3.000 a
1.500 a.C.); la establecida (1.500 a 300 a.C.) y la extensiva (300 a.C. hasta la
Conquista).

Los datos paleoecológicos recogidos en lagos y ciénagas informan sobre el


estado del ambiente panameño en postrimerías de la última Edad de Hielo
(12,000-8000 a.C.) cuando los seres humanos colonizaron el istmo. Aunque para
esta época el clima mundial estaba calentándose al derretirse los glaciares y al
ascender los niveles de los océanos, en Centroamérica, las temperaturas
atmosféricas permanecían más bajas que en la actualidad. Además, llovía tal vez
un 30% menos. La vegetación también era distinta pues los bosques de robles,
encinos y magnolias descendieron desde los 1500 metros de altura hasta los 500
metros. Herbazales y matorrales cubrían casi toda la vertiente del Pacífico, el
Petén y Yucatán incluyendo amplias zonas de los actuales golfos de Panamá y
Chiriquí, que aún eran tierra firme porque las aguas del Pacífico no los habían
cubierto (resumido en: Piperno y Jones en prensa; Pearsall, 1998: 90-107, 168-
182). Estos ambientes albergaban mamíferos y reptiles que eran cazados por
gentes cuyas herramientas de piedra eran sorprendentemente parecidas a las de
la tradición tecnológica conocida como ‘Clovis’ en Norteamérica, la cual alcanzó su
apogeo unos 9000 años a.C. y a otra subsiguiente que producía una clase de
punta de lanza llamada ‘Cola de Pescado.’ En Panamá se han hallado los
utensilios de piedra de estas tradiciones llamadas ‘paleoindias’ en varios sitios de
los cuales los que han proporcionado los datos más precisos son Lago Alajuela,
La Mula-Oeste (Sarigua), Sitio Nieto (Llano Grande de Ocú) y la Cueva de los
Vampiros (Figuras 3 y 4; Ranere y Cooke, 2002). Este último sitio, localizado en la
desembocadura del río Santa María, es tan sólo el segundo en toda la América
Central donde estas clases de artefactos se han asociado con fechas de carbono-
14. Los resultados de excavaciones realizadas en 2002 señalan que este abrigo
rocoso fue utilizado como campamento ocasional a partir del 9,500 a.C.,
inicialmente por gentes de la tradición ‘Clovis’ y luego por los sucesores de éstos
(Pearson y Cooke, 2002). Aunque un fogón hallado en La Mula-Sarigua no se
asoció con artefactos humanos, la fecha de radiocarbono producida por un pedazo
de leña (9,350 + 250 a.C.) encajaría, según los expertos, con la cronología trazada
para estas tecnologías de modo tal que los materiales hallados en Sitio Nieto y La
Mula-Oeste representarían los albores de la tradición ‘Clovis’ (Crusoe y Felton,
1974; Morrow y Morrow, 1999; Pearson, en prensa, 2002; Ranere, 2000; Ranere y
Cooke, 2002).

La domesticación de las plantas cuyo milenario desarrollo en el trópico


americano condujo a la clase de agricultura que fue presenciada y descrita por los
cronistas españoles en el siglo XVI de nuestra era. La deforestación continua y
cada vez más intensa demuestra que algunas gentes permanecieron allí
quemando el bosque hasta que, para el 5000 a.C., quedaban pocos árboles en la
cuenca. Este panorama sugiere que en esta zona ya se practicaba la agricultura
de roza, es decir, se quemaba la vegetación tumbada en el verano para sembrar
al inicio de las lluvias. Después de la cosecha, el lote se abandonaba y los
agricultores buscaban otro sin talar para la siembra del año entrante. En esta
época los indígenas del istmo todavía no hacían hachas pulidas de duras piedras
ígneas – tecnología que no aparecería sino hasta el 500 a.C. – por lo que la
preparación de los suelos debió ser muy laboriosa y dependiente del fuego.

Pocos arqueólogos se imaginaban que los indígenas del trópico americano


practicaran la agricultura durante estas etapas tan remotas anteriores a la vida
aldeana. Hoy en día, gracias no solo al auge de las investigaciones
paleoecológicas en lagos y ciénagas de la América tropical, sino, también, al
descubrimiento de nuevos métodos de identificar restos de plantas, de técnicas de
excavación más cuidadosas y exhaustivos recorridos sistemáticos en los que los
arqueólogos logran ubicar sitios arqueológicos de todas las clases y edades,
desde grandes aldeas que cubren decenas de hectáreas, hasta pequeños
caseríos con dos o tres viviendas, campamentos efímeros e inclusive, restringidas
áreas de actividad en donde algún día, un indígena afiló un utensilio de piedra
dejando atrás un puñado de lascas (Cooke y Ranere, 1992 a,c; Dahlin, 1980;
Drolet, 1980, 1984a-c; Griggs, 1995, 1998; Linares et al., 1975; Sheets, 1980;
Shelton, 1986; Weiland, 1984).

Estos datos afirman la gran antigüedad de la agricultura en el istmo, las


variedades de las plantas que se habrían cultivado en claros abiertos en las
estribaciones cercanas a las ‘casitas de piedra’ entre el 6000 y 1000 a.C. no eran
tan productivas, ni tan adaptables, como las que los españoles conocieron cuando
llegaron a América

La agricultura no era la única actividad de subsistencia que los indígenas


practicaban en esta época. También cazaban, pescaban y recogían conchas,
cangrejos y frutas silvestres. La información más detallada sobre estos oficios
proviene de sitios arqueológicos ubicados en el ‘arco seco’, zona donde la aridez y
la química de los suelos del substrato geológico coadyuvan a preservar los restos
orgánicos que nos proporcionan información sobre el régimen alimenticio
precolombino. En sitios como Cerro Mangote (5000-3000 a.C.), y Monagrillo
(2400-1200 a.C.), localizados a orillas de la productiva Bahía de Parita, se ha
constatado mediante análisis arqueozoológicos la importancia de la cacería de
venados, iguanas, mapaches y aves costeras, la pesca en estuarios y playas
arenosas y la recolección de conchas y cangrejos (Cooke, 1995; Cooke y Ranere
1994, 1999; McGimsey, 1956; McGimsey et al., 1987; Willey y McGimsey, 1954).
Estos dos sitios estaban más cerca de la línea de la costa que en la actualidad
debido a que aún no se habían formado los deltas de los ríos Santa María y Parita
en cuyas desembocaduras estaban ubicados. Sitios coetáneos localizados en las
estribaciones, más lejos de la costa, realizaron otras actividades. Por ejemplo, los
habitantes del Abrigo de Aguadulce dedicaron mucho tiempo a la búsqueda de
tortugas de agua dulce (Kinosternon, Trachemys) y a la recolección de corozos
(Elaeis, Acrocomia) (Cooke y Ranere, 1992a,b). Hallazgos de los huesos de
pequeños peces de estero como arengas (Opisthonema), peyorras (Ilisha furthii),
orquetas (Chloroscombrus orqueta) y coscochas (Ophioscion typicus) en otros
sitios más distantes del mar, permiten inferir que la costumbre de salar o ahumar
pescado en la costa misma para transportarlo tierra adentro, donde escasea la
proteína de origen animal, se remonta al 2000 a.C. o más allá (Cooke, 2001b;
Cooke y Tapia, 1994; Zohar y Cooke, 1997). Hallazgos de costillas de manatí en
Cerro Mangote indican que el envío de los huesos de estos grandes mamíferos
acuáticos del Caribe a las comunidades de la costa del Pacífico se remonta al
4000 a.C. En épocas más recientes, se tallaban obteniendo hermosas piezas las
cuales acompañaban las sepulturas de personas importantes (Cooke, en
prensa,b: Fig. 8; Cooke y Ranere, 1992a; Ladd, 1964: 245, Plate 1a-c).

Para el 1000 a.C., aquellas zonas del país donde se han realizado
investigaciones paleoecológicas y arqueológicas sistemáticas, estaban habitadas
por grupos indígenas que vivían en pequeños caseríos en las costas,
estribaciones y cordilleras y practicaban una economía de subsistencia mixta
basada en la agricultura, la cacería, la pesca y la recolección de productos
silvestres. Ya sembraban variedades primitivas de muchas de las plantas descritas
por los españoles cuando llegaron al istmo. Es muy probable si bien todavía difícil
de comprobar que en zonas como la Bahía de Parita la misma población ocupara
estacionalmente los mismos sitios, cultivando en los alrededores de las casitas de
piedra como la Cueva de los Ladrones y el Abrigo de Aguadulce durante el
invierno y viviendo en sitios costeros como Cerro Mangote, Monagrillo y Zapotal
en el verano.

La cultura material de estas gentes era sencilla. La cerámica ‘Monagrillo’,


reportada únicamente en el Caribe y Pacífico de Coclé, Veraguas y Azuero, era
muy burda siendo mal cocida y adornada con formas y decoraciones sencillas, en
tanto que las herramientas de piedra que se producían para esta época eran
mucho más ordinarias que las que usaron los primeros inmigrantes de la tradición
‘Clovis’ (Cooke, 1995; Cooke y Ranere, 1992b; Willey y McGimsey, 1954). No hay
indicios de estratificación social en el único cementerio conocido que se remonta a
esta época, el de Cerro Mangote, en el cual los artefactos mortuorios solo
comprenden una que otra cuenta de concha y piedra (McGimsey et al., 1987; Norr,
1980). Cabe destacar, sin embargo, diferencias a nivel cultural en distintas
regiones del istmo, pues en ‘casitas de piedra’ y campamentos a cielo abierto
localizados en la cordillera chiricana Anthony Ranere y Richard Cooke hallaron
utensilios de basalto descendientes de las tradiciones ‘Clovis’ y fechados entre el
4600 y 2300 a.C., cuyos dueños vivían en los bosques húmedos y que, difieren
ampliamente de los conjuntos líticos coetáneos encontrados en Panamá Central.
Al parecer, la vida de recolectores y cazadores sobrevivió por bastante tiempo en
aquella área de por sí inapropiada para la agricultura de roza (Ranere, 1980a-d;
Ranere y Cooke, 1995, 1996).
En términos cronológicos, nuestra distribución del tiempo es justa porque no
fue sino hasta el milenio que abarca desde el 500 a.C. hasta el 500 d.C., que los
indígenas del istmo comenzaran a producir estos lindos objetos. Durante este
milenio se evidencian cambios en el patrón de asentamiento. Las casitas de piedra
se abandonaron o se usaron menos. La población comenzó a reunirse en valles
cordilleranos o a lo largo de los ríos más grandes donde establecieron
comunidades nucleadas – aldeas – en las que se construían casas que eran
ocupadas por varios años, con postes de madera, techos de pencas y paja y pisos
de arcilla. El arte alfarero mejoró ostensiblemente al producirse vasijas
cuidadosamente acabadas y pulidas, aptas no sólo para guardar líquidos o
alimentos, sino, también, para trasmitir información ideológica mediante diseños
pintados o incisos y modelados. Durante este periodo también se acusa una
mayor variedad de utensilios de piedra, los cuales están relacionados con cambios
en la intensidad de la producción de alimentos y en la forma de preparar los
productos más importantes, por ejemplo, navajas de jaspe para los quehaceres
domésticos y hachas pulidas para cortar y trabajar la madera. El maíz, provisto ya
de más hileras de granos más harinosos (Bird, 1980, 1984; Galinat, 1980), se
molía sobre metates cuidadosamente construidos y provistos de soportes y, en
Chiriquí y Veraguas, tallados en forma de jaguares.

Algunas de estas innovaciones tecnológicas que coincidieron con el


surgimiento de la vida aldeana pueden explicarse como el resultado de la
evolución natural de las técnicas existentes de producción. Otras se introdujeron
ya completamente desarrolladas desde fuera del istmo. Tal es el caso de la
orfebrería, la cual apareció en Panamá para comienzos de la Era Cristiana
procedente de Colombia o la costa de Ecuador. Para esta época los orfebres
americanos conocían una buena gama de técnicas como la fundición en moldes,
el martilleo en frío y por recocimiento y según un análisis reciente de Ilean Isaza,
la aleación de láminas con distintas proporciones de oro, plata, cobre y platino
(Bray, 1992, 1997; Cooke et al., en prensa, a). Parece que durante los primeros
500 años de la presencia de la orfebrería en el istmo el valor de las piezas
martilladas y fundidas en moldes fue más simbólico que económico siendo éstas
usadas principalmente por personas que ejercían oficios especiales como los del
curandero o chamán. Esta hipótesis se apoya en hallazgos de individuos
enterrados en Cerro Juan Díaz (Herrera/Los Santos) y Sitio Conte (Coclé)
ataviados con collares de cuentas de conchas marinas y dientes de grandes
felinos. Sólo a partir del 750 d.C. se tiene evidencia de que los objetos de oro y
cobre se habían convertido en símbolos de la riqueza personal y del poder político
ejemplificados por las sepulturas más extravagantes de Sitio Conte y de otros
sitios tristemente huaqueados, como Finca Calderón (Parita, Herrera) (Biese,
1960; Bray, 1992; Briggs, 1989; Cooke y Sánchez, 1998; Cooke et al., 2000;
Cooke et al., en prensa, a).

La hipótesis del desarrollo local y regional en el que los contactos sociales y


comerciales más constantes y relevantes se efectuaban entre vecinos cercanos –
los cuales, debido a la gran heterogeneidad ambiental del istmo no vivían
forzosamente en hábitats similares con acceso a los mismos recursos (Bray, 1984)
– recibe el apoyo de los resultados de investigaciones efectuadas por genetistas,
etnofarmacólogos y lingüistas sobre la relaciones filogenéticos de los grupos
indígenas que sobrevivieron a la conquista en el istmo – tanto los bribri, naso,
kuna, ngöbé y buglé, que hablan idiomas “chibchenses”, como los emberá y
waunaán, hablantes de lenguas “chocoanas” (Constenla, 1991, 1995). Lejos de
ser inmigrantes recientes, procedentes de la sabana de Bogotá o de allende los
Andes (Jijón y Caamaño, 1943; Kidder, 1940: 458; Kirk et al., 1974; Mason, 1940;
Rivet, 1943/44), estas etnias demuestran patrones de parentesco desprendidos de
una población de larguísima permanencia en la zona istmeña, la cual estuvo en
cierta medida aislada de otros grupos continentales de indígenas. La disgregación
sociolingüística de ésta se atribuye a los procesos de fisionamiento y
aglutinamiento características de las sociedades tribales, los cuales, aducen los
genetistas y lingüistas, tuvieron lugar en la zona que estos indígenas ocupan
actualmente (comprendida desde el lago de Nicaragua hasta los ríos Atrato,
Cauca y San Juan en Colombia) (Arias en prensa; Arias et al., 1988; Barrantes
1993, 1998; Barrantes et al., 1990; Batista et al., 1995; Constenla, 1991, 1995;
Jorge-Nebert et al., 2002; Kolman et al., 1995, Kolman and Bermingham, 1997;
Torroni et al., 1993, 1994).

Para vísperas de la conquista, la población indígena a lo largo del puente


terrestre centroamericano estaba reunida en pequeños territorios controlados por
“caciques” y sus séquitos, los cuales ejercían cierto grado de poder sobre el resto
de la población. En lo que respecta al tamaño de los territorios y la densidad de su
población, la naturaleza de los asentamientos y la estructura del poder, había
diferencias de consideración a nivel regional, debido a variantes en la capacidad
de sostén de las distintas zonas ecológicas y geográficas y – lo que es muy
importante – a la distribución desigual de aquellos recursos que eran importantes
artículos de subsistencia, lujo o trueque en tiempos precolombinos. Influyeron,
también, acontecimientos que obedecieron al azar, como las erupciones
volcánicas y las barreras sociales o físicas que se erigieron imprevisiblemente
entre grupos antagónicos (Drennan, 1991, 1996; Fitzgerald, 1996,1998; Helms,
1979; Linares, 1977,b; Linares et al., 1975).

En el caso de Panamá, algunos territorios políticos se extendían desde la


costa hasta la montaña y, ocasionalmente, de costa a costa (Helms, 1979), lo cual
facilitaba el aprovechamiento de los recursos de distintas zonas ecológicas y de
productos que no estaban distribuidos de forma equitativa a lo largo del istmo,
como el basalto (para hacer hachas), el oro y el cobre aluvial y de veta, las
conchas marinas, los productos selváticos, como la caraña (para embalsamar a
los muertos), las mascotas, la sal y el pescado preservado. Evaluar a priori el
potencial demográfico o cultural de una región determinada únicamente en base a
su productividad agrícola, puede conducir a inferencias falaces.

A diferencia de otras culturas americanas, como los aztecas, zapotecas y


mayas, los habitantes precolombinos de Panamá conocían los sistemas de
escrituras. Desde luego, esto no quiere decir que por recibir en pequeñas
comunidades prehispánicas del istmo estuvieran exenticas de estéticas, invención,
sabiduría y religiosidad. Más bien lograron una asombrosa destreza técnica en
cuanto a los artículos que más valoraban como los productos de la orfebrería,
alfarería, glíptica y talla de madera, hueso, marfil, y piedras volcánicas, así como
una gran complejidad conceptual y etológica en lo que respecta a su vida social,
ritual y suntuaria.

La agricultura compuesta por cultivos similares, el vestuario y la utilización


del algodón, el cultivo de maíz, la utilización de estuco, la escritura jeroglífica, la
religión, la astronomía, el comercio, sistema social y político y una serie de
aspectos que no existen en otra parte de América

II. RUTA DE INTERCAMBIO PREHISPÁNICO


Desde épocas anteriores a la llegada de los españoles, el territorio
panameño fue paso obligado de diferentes culturas que emigraban hacia sur o
Norteamérica, el trueque era realizado entre grupos establecidos en este territorio
con culturas de Centroamérica y México, así como con grupos de Perú, Colombia,
Venezuela y de las Antillas.

Durante la época prehispánica, las redes y rutas de intercambio comercial


no sólo sirvieron para el trasiego de productos y materias primas, también fueron
caminos por los que migraron personas, costumbres, ritos e ideologías.

El territorio de lo que hoy se conoce como República de Panamá, desde


tiempos antes del proceso de conquista, contaba con redes comerciales
significativas para la época. Para el siglo XVI, en lo que es hoy el Golfo de Urabá,
Panamá era partícipe en la ruta de intercambio prehispánico. Esa ruta comprendía
transacciones comerciales que incluían el Caribe, cordilleras colombianas,
Yucatán y México. En primera instancia, la labor de intercambio comercial es
impulsada por etnias nativas (Cuevas, por ejemplo). Luego es instaurada a mayor
escala por el dominio español. La visión de ruta de tránsito, es forzada e
impulsada una vez se constata el proceso de colonización y conquista. Esto
evidencia que en definitiva, es con la llegada de los españoles que en América, se
logra el desarrollo del comercio y la instauración de circuitos económicos
regionales. Desde entonces Panamá, ha fungido como ruta marítima al servicio
del transporte internacional.

III. PANAMÁ HISPANO


Panamá ha sido el centro natural de las Américas, por ser el punto de
enlace entre el Hemisferio Occidental que une la cordillera que comienza en los
alrededores del Círculo Ártico y termina en la Tierra de Fuego. Aquella época en la
que se buscaban nuevas rutas de navegación para llegar a la India.

En 1501, cuando Rodrigo Galván de Bastidas, sevillano, escribano del


barrio de Triana, duelista y notario, visitó las costas septentrionales del Istmo de
Panamá poco más de ocho años después de que Cristóbal Colón pusiese un pie
por primera vez en el Nuevo Mundo.
El hombre destinado a ser el descubridor de Panamá había acompañado a
Colón en su segunda expedición a las Indias. Ya para el 1500 se conocía en
Europa la existencia de la costa norte de Sur América.

Habiendo obtenido en Junio de 1501 licencia para descubrir en las nuevas


tierras, armó y tripuló dos carabelas con las cuales zarpó de Cádiz en Octubre del
mismo año, trayendo como piloto a Juan de la Cosa, veterano de los mares de
occidente, quien había acompañado a Colón en unos de sus viajes y acababa de
recorrer con Alonso de Ojeda las costas de Venezuela.
Juntos surcaron las rutas marítimas por las que previamente había viajado
Ojeda, costeando Venezuela; después de haber conocido Bastidas el litoral
venezolano, dobló el cabo de la Vela (hacia el suroeste), recorrió las costas del río
Hacha, descubrió el Magdalena y las tierras e islas comprendidas entre este río y
el golfo de Urabá.

Luego cambiando nuevamente de rumbo, cruzó este golfo y navegaron a


continuación toda la costa panameña desde el río Atrato hasta el puerto del
Retrete o del Escribano, nombrándose así en su honor hasta llegar a Punta
Manzanillo y al lugar que habría de llamarse más adelante Nombre de Dios.

En este lugar estuvieron a punto de terminar prematuramente su viaje por la


broma (hormiga blanca) que había carcomido lenta pero tenazmente los cascos de
las naves, obligó entonces a Bastidas a detenerse en sus propósitos de seguir su
navegación por las costas del Istmo y a poner rumbo hacia la islas La Española y
logró llegar allá antes de hundirse las embarcaciones.

Bastidas fue el primer explorador europeo en divisar la región istmeña de


San Blas y la costa caribe de Colombia. En 1504 visitó de nuevo las tierras que
había descubierto; pero en vez de establecerse en ellas, regresó a la Española
donde pronto se dio cuenta de que sus hazañas.

El istmo americano jugó durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Tres rutas
comunicaban la costa caribeña con la pacífica y permitían el trasporte de las
mercancías importadas o exportadas en las Ferias de Panamá, Nombre de Dios o
más tardíamente, Portobelo.

IV. CASTILLA DE ORO, CENTRO NEURÁLGICO DE PASO


Tras la creación del Virreinato de Perú, el 20 de Noviembre de 1542, por
Real Cédula de Carlos I, el istmo de Panamá se convirtió en el núcleo principal de
las comunicaciones y del sistema comercial entre el Perú y España. Con el auge
del complejo Ferial Panamá-Nombre de Dios (posteriormente Portobelo), sustituye
la inicial conformación minera de Castilla de Oro, por un centro neurálgico de paso
y de transacciones que será esencial para la Corona española.

Principales poblaciones ístmicas. Interiormente Panamá se había


caracterizado por una economía de subsistencia, centrada en la actividad minera
del Darién, la recolección de perlas y una incipiente agricultura. Pero, con el
agotamiento de las minas y la conquista de Perú, el istmo panameño sufrió un
fuerte despoblamiento. Los nuevos pobladores, que suplieron el éxodo, fueron
comerciantes centrados en el transporte de mercancías transístmicas.

Panamá, fundada en 1519, obtendrá el título de «ciudad» en 1521.


Caracterizada por un clima tropical y una dársena poco profunda, llegará a ser el
puerto Pacífico comercial más importante del Imperio Español, eslabón
fundamental entre el Perú y Sevilla.

Nuestra Señora de la Asunción de Panamá contaba, hacía 1575, con una


población de quinientos vecinos que habitaban unas cuatrocientas casas, casi
todas de madera. Si bien en Panamá solía haber un amplio número de visitantes,
alrededor de 800, mayoritariamente sevillanos dedicados al comercio. A estas
cifras hay que añadir una población esclava que superaba las 3.700 personas en
1607 y que alcanzó las 10.000 en la década de 1620. Los esclavos malvivían en
unas condiciones muy deficientes, en barrios suburbanos adyacentes a la ciudad.
Así pues, la población total en la provincia, a finales del siglo XVI, superaba las
5.700 personas.

Diseñada por Cristóbal de Roda, la ciudad se caracterizó por su trazado


urbano en forma de tablero de ajedrez. En el centro se encontraba la Plaza Mayor,
muy próxima se hallaba la Catedral y el Cabildo. Al lado del puerto se encontraba
el Barrio Comercial y las Casa Reales. Los barrios residenciales se distribuían al
oeste de la Plaza Mayor, junto con los conventos de la Compañía de Jesús, de las
Monjas y de San Francisco, la Casa del Obispo y el Hospital de San Juan de Dios.
Además, la ciudad contaba con dos salidas, por el puente del matadero hacia Nata
y por el puente del Rey rumbo a Portobelo.

La población esclava negra estaba dedicada al servicio doméstico, la


agricultura y la ganadería; además, los negros trabajaban como arrieros de las
recuas de mulas que transitaban el Camino Real y el Camino de Cruces, de
buceadores o en los aserraderos. Principal- mente, vivían en los barrios
suburbanos de Malambo y Pierdevidas.

Al igual que en Nombre de Dios o Portobelo, en Panamá las condiciones


climáticas y las características del terreno eran adversas. Las enfermedades
tropicales diezmaban la población, lo que motivó que, en 1531, el gobernador
Antonio de la Gama intentase el traslado de la población a un lugar más saludable.
Pero lo costoso de la operación hizo que fracasase.

Panamá, apenas contaba con una agricultura de subsistencia, que producía


principalmente maíz y frijoles y en menor medida arroz. Sin embargó, se
caracterizó por una próspera ganadería (80.000 cabezas de ganado vacuno en el
Istmo a finales del siglo XVI) y la abundancia de pescado.

En 1671, el pirata inglés Morgan destruyó la ciudad. Es entonces cuando se


determina su traslado a una pequeña península situada a pocos kilómetros. La
nueva Panamá se caracterizó por una clara intención defensiva, erigiéndose una
gran muralla y un foso.

Originalmente el puerto de la ciudad de Panamá fue La Tasca, situado en la


desembocadura del río Gallinero. Hasta este puerto llegaban las naves cargadas
de metales preciosos procedentes del Perú, pues era el más significativo en la
costa occidental del Istmo. El acrecentamiento del tráfico marítimo con el Perú y el
consecuente aumento del tamaño de las naves, sumado al progresivo cegamiento
de la bocana del puerto de La Taca, hizo que a mediados del siglo XVI se
comenzase a utilizar la isla Perico, puerto situado a dos leguas de Panamá. Este
nuevo puerto sobrevivirá a la supresión de las Ferias en 1739.

Los barcos menores con los tesoros y mercancías desembarcaban en Peña


Prieta, que se halla aproximadamente a diez kilómetros de Panamá. Un trayecto
que se hacía a lomo de mulas, por la orilla del mar, y a unos cuatro o cinco
kilómetros de la nueva ciudad fundada en 1673.

Este interés comercial potenció la creación de ferias, que desde 1544 hasta
1596 tuvieron lugar en Nombre de Dios, y desde 1597 hasta 1739 en Portobelo.
Durante estos 195 años se registraron 95 ferias siendo las más significativas las
celebradas entre los años 1582 y 1589.

Hasta 1596 las ferias tuvieron lugar en Nombre de Dios y por lo tanto esta
villa concentraba toda la actividad comercial transístmica. Pero lejos de ser un
gran puerto, Nombre de Dios no era más que una playa descampada, a merced
de todos los vientos y tempestades, sin apenas sistemas defensivos. El terreno
pantanoso, impidió el desarrollo positivo de una economía agraria, siendo esta
escasa y deficitaria. Según señaló López de Velasco: «Es pueblo muy enfermo
[…] muy caluroso y húmedo y de muchas aguas, truenos y relámpagos, y así
muere mucha gente en él.» (ARAÚZ, 1997: 65) (fig. 3). A pesar de que la villa
contaba con 200 casas, en la década de 1570 la población permanente no
superaba las 50 personas, pues la mayor parte de las viviendas sólo se ocupaban
durante la Feria, permaneciendo deshabitadas los diez meses restantes del año.
Así, la práctica totalidad de la población se dedicaba a actividades comerciales
(hasta 1545 había entre 15 y 20 negociantes dedicados a la venta al por mayor) y
el resto se empleaba en servicios vinculados a la actividad ferial.

Nombre de Dios dependía de la Audiencia de Panamá, que designaba a un


Alcalde Mayor. En cuanto a la estructura eclesiástica dependía de la diócesis de
Panamá, nombrando el Obispo a un cura y a un vicario. En 1596 el pirata Francis
Drake la asaltó, sin apenas oposición, y tras cometer toda clase de abusos y
tropelías, la destruyó continuando hacía el oeste con la intención de asaltar la
Ciudad de Panamá pero, en el cerro de Capirilla, un pequeño número de soldados
frenó su avance y les obligó a huir. En su retirada, saqueó Portobelo, falleciendo
poco después por enfermedad.
Francisco Valverde y Mercado, fundó San Felipe de Portobelo, en honor de
Felipe II, el 20 de marzo de 1597, y el ingeniero Juan Bautista Antonelli configuró
su sistema defen- sivo. La destrucción de Nombre de Dios motivó el traslado de la
feria a esta villa que cierta- mente suponía una mejora sustancial respecto a
Nombre de Dios, pues el nuevo emplaza- miento contaba con un puerto natural
mucho más adecuado, mejor protegido y más cercano al Río Chagres y Panamá;
sin embargo, el clima era igual de inadecuado.

El plano de la ciudad tenía forma rectangular y estaba rodeada por


murallas. En el centro se encontraba la Plaza Mayor a la que llegaban las cuatro
calles principales. El recinto estaba defendido por las baterías de San Jerónimo,
San Felipe, Santiago y San Fernando. La villa, como Nombre de Dios, solo
tenía actividad en tiempo de ferias, el resto del año permanecía casi deshabitada.
Portobelo contaba, hacía 1620, con 150 casas de maderas construidas sobre
pilares, debido a que el terreno era muy fangoso, una iglesia parroquial y un
pequeño convento. Varios cronistas describen lo inhóspito del lugar y entre otras
cuestiones la amenaza que suponían los ataques de animales salvajes o las
dificultades para conseguir alimentos; pues, prácticamente, todos los víveres se
traían de otras villas, como Cartagena de Indias, Panamá o Nicaragua.

V. LAS FERIAS ÍSTMICAS


Las Ferias buscaban abastecer de artículos europeos los mercados
americanos al tiempo que enviaban a España los metales preciosos extraídos
en el Perú. La importancia de las Ferias panameñas es indudable. Entre mediados
de los siglos XVI y XVII, el 60% de todo el oro que llegaba a España había
cruzado el Istmo de Panamá y el comercio Nombre de Dios- Portobelo superó
sustancialmente al de Veracruz en Nueva España. (ARAÚZ, 1997: 64).

Por lo general, duraban 40 o 50 días, aunque otras, en cambio, no se


extendían más allá de 15 o 20; esto último, debido al clima insalubre, lo incomodo
del terreno, la falta de existencias, incluso al miedo a los ataques de corsarios o
piratas. Conjunto de circunstancias favorables para que la estafa y el fraude se
hicieran más que habituales; en lo fundamental, la evasión del pago del
almojarifazgo a la Hacienda Real. El método más simple y empleado era la
declaración de un volumen de mercancías inferior al real. También era habitual el
soborno a funcionarios.

Las Ferias marcaban el ritmo vital de la población. Así, el poblado que


había perma- necido aletargado durante diez largos meses, reanudaba su
actividad a un ritmo frenético. La ciudad recibía miles de comerciantes, soldados,
oficiales reales y artesanos. Las mercancías se descargaban de los barcos sin que
los oficiales pudiesen ejercer apenas ningún control, lo que favorecía la evasión de
impuestos y el fraude. Este incremento exponencial de la pobla- ción provocaba
que los alojamientos, las instalaciones e incluso los alimentos se hicieran
insuficientes. Los precios se disparaban y los costes por alquilar lugares de
almacenaje se multiplicaban.
Las mercancías con las que se comerciaba eran muy variadas. Desde
España hacía América llegaban todo tipo de productos, no solo españoles sino
también ingleses y franceses. Desde alimentos hasta tejidos, pasando por
sombreros, lencería, medicinas, hierro, armas, vidrio o jabón. Por otro lado, las
mercancías exportadas desde América eran fundamental- mente oro y plata
peruanos y productos colorantes como el añil (Indigofera tictoria) o la grana
cochinilla (Dactylopius coccus).

VI. DESDE EL VIRREINATO DEL PERÚ HASTA LAS FERIAS ATLÁNTICAS


Con el descubrimiento, en 1545, de las minas de Potosí, Huancavelica y
Oruro, se establece el punto de partida de la ruta de transporte de metales
preciosos más importante del Imperio Español.

Una vez que el Virrey del Perú recibía la noticia de la celebración, en


Panamá, de una Feria, daba la orden a Potosí de enviar enormes cantidades de
oro y plata hasta el puerto de Arica, inicialmente, o hasta el puerto de Callao,
con posterioridad. Desde allí partía la Armada del Sur, con destino a Panamá. La
ruta marítima se practicaba generalmente por la costa. Los navíos favorecidos por
las corrientes y los vientos del sur no tardaban nunca más de 30 días en llegar
hasta el puerto de Panamá. Muy diferente era el regreso que se extendía hasta
cuatro meses, por lo que habitualmente se optaba por un itinerario mixto, es decir,
marítimo hasta la villa de Paita y terrestre hasta el puerto de Callao.

Con el fin de coordinar las Ferias con el trasporte del oro y la plata
peruanos, los barcos provenientes del Perú arribaban a Panamá en los meses de
mayo y junio, con el fin de partir antes de la llegada del invierno. Esta ruta de
transporte experimentó un creci- miento progresivo, permaneciendo muy activo
hasta el siglo XVIII, a pesar del deterioro de la Feria de Portobelo.

VII. RUTAS TRANSÍSTMICAS: CAMINO REAL, CAMINO DE CRUCES Y


CAMINO DE CHAGRES
Desde el descubrimiento del Mar del Sur, en 1513, Panamá se convirtió en
el eslabón de dos mares, de dos mundos. Este hecho motivó la aparición de
itinerarios transístmicos que comunicasen la ciudad de Panamá con las Ferias
atlánticas.

La necesidad de comunicar ambos océanos llevó a la Corte Española,


a ordenar el estudio para la construcción de un canal a través del istmo. El
primero en plantear esta iniciativa fue Álvaro de Saavedra Cerón, en 1529. Poco
después, en 1533, Gaspar de Espinosa informó a Carlos V de que la obra era
totalmente viable «a un costo muy bajo» y señaló: «un canal para la navegación
puede ser escavado» (ARAÚZ, 1997: 76). Estas informaciones motivaron que la
corona ahondase en los estudios, pero los nuevos resultados no fueron
satisfactorios.
Carlos V solicitó la valoración de Pascual de Andagoya, gobernador de
Tierra Firme, quien manifestó, en 1534, «que todo el oro del mundo no bastaba
para llevarlo a feliz término» (ARAÚZ, 1997: 77) y propuso fomentar la reparación
del Camino Real, así como la creación de una ruta fluvial. Si bien, en 1535, fray
Tomás de Bergala insiste en la posibilidad de crear un canal transístmico.

Se proyectaron otras rutas comerciales transoceánicas como fue la


diseñada por Francisco de Montejo, en 1536, que planteaba comunicar el puerto
de Callao con el Puerto Fonseca, por mar, y desde allí hasta Puerto Caballos por
tierra. Así como la propuesta a través de Nicaragua, empleando el río San Juan, o
en Nueva Granada por el río Magdalena. Pero todos estos proyectos fracasaron
cuando, en 1580, el ingeniero Juan Baptista Antonelli determinó sobre el terreno, a
instancias de la corte, que la ruta transístmica panameña era la más adecuada.

El Camino Real y un camino terreo-fluvial, constituido por el Camino de


Cruces (terrestre) y el Camino de Chagres (fluvial), fueron las dos rutas
fundamentales de transporte de mercancías. En ambas, circulaban recuas de
mulas cargadas con metales preciosos y otros productos comerciales. El parque
mular era en 1592 de 1.200 animales, agrupados en recuas de 50 mulas. A pesar
de su importancia, ambas vías eran tremendamente arduas de transitar.

La existencia del Camino Real es anterior a la aparición de la Feria de


Nombre de Dios. Esta vía comienza a construirse bajo el gobierno de Pedrarias, si
bien, su importancia se debe a su vinculación con las Ferias atlánticas.

El Camino Real no estaba pavimentado y se abría paso a través de una


espesa vegeta- ción. Esto hacía imposible su tránsito en época de lluvias, pues el
terreno empapado se convertía en un barrizal. Comenzaba en la plaza mayor de
Panamá, atravesaba el puente de Rey y emprendía rumbo hacia el atlántico. El
trayecto desde Panamá hasta Portobelo se extendía, aproximadamente, durante
cuatro días. Tras cruzar una calzada, continuaba por el valle de Algarroba hasta la
confluencia de los ríos Chagres y Pequení. Allí el terreno era elevado pero
descendía hasta la cabecera del río Chilibrillo, que en época de lluvias se
convertía en una ciénaga. A continuación se cruzaba un puente natural sobre el
río Caimitillo al que el cronista Fernández de Oviedo llama «Puente Admirable».
Poco después se cruza el río Chagres, y se atraviesan los pueblos indígenas de
San Juan y Boquerón, lugares escabrosos y quebrados, de difícil paso. En el caso
de Nombre de Dios, continuaba hacía el sureste hasta llegar a la villa. Para llegar
a Portobelo ascendía el paso de Cuperilla y se superaba el río Mauro. El camino
continuaba a través de las montañas de Capira o Santa Clara y descendía hasta el
valle de Cascajal, atravesaba el barrio de esclavos de Guinea antes de llegar a la
Plaza Mayor.

El Camino de Cruces y Camino de Chagres componían la segunda ruta de


comuni- cación con las ferias atlánticas. En 1536, la municipalidad de Panamá
construye un almacén en el poblado de Cruces, junto al río Chagres. Este almacén
contaba con 47 cámaras y su custodia le correspondía al alcalde de Panamá.
El pequeño pueblo de Cruces apenas contaba con 70 casas de las que 20
estaban ocupadas por esclavos negros encargados del trasporte de mercancías
por el río. El Camino de Cruces comenzaba en la ciudad de Panamá y, tras cruzar
el Puente de Paita, continuaba por el litoral aprovechando una ruta que se dirigía a
Perico. Tras atravesar el río Curundú giraba hacía el norte hasta ascender al cerro
de Tabernilla, descendía por el valle de Castaño llegando así hasta Cruces. Se
tardaba alrededor de siete horas en recorrerlo, ya que la práctica totalidad del
camino estaba pavimentado. En el siglo XVI alrededor de 500 recuas de mulas lo
recorrían habitualmente.

Las mercancías se descargaban y se embarcaban en bongos o chatas,


barcas de madera de cedro con gran capacidad de carga, impulsadas por unos
veinte esclavos, bajo las órdenes de un patrón. Desde Cruces se navegaba hasta
la desembocadura del Chagres, valiéndose de remos y palancas, o bien se
desembarcaba en la confluencia del Río Trinidad y se continuaba a pie hasta la
desembocadura. Desde allí, por mar hasta Portobelo o Nombre de Dios. La
navegación por el Chagres era ardua y peligrosa pues eran habituales las fuertes
corrientes, los trocos, las saqueras. El río transcurría a lo largo de una tupida selva
y en el abundaban los cocodrilos. Se tardaba entre una semana y hasta dos en
recorrer su curso, dependiendo del sentido en que se navegara.

Con el fin de proteger el comercio del Chagres de los ataques de bucaneros


y piratas, en 1588, Juan Bautista Antonelli proyectó la construcción, en su
desembocadura, del fuerte de San Lorenzo, declarado en la IV sesión de la
UNESCO, en 1980, Patrimonio de la Humanidad, junto con la fortificación de
Portobelo.

VIII. INDEPENDENCIA DE ESPAÑA


El surgimiento de líderes de la talla de Simón Bolívar, José de San Martín,
Francisco Miranda y muchos otros, que comenzaron a plasmar las ideas
revolucionarias que surgían de las sociedades subyugadas por la monarquía
establecida en América, libertándolas y proclamando nuevas repúblicas libres e
independientes.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la cual estableció


un gobierno democrático, suceso que para las otras naciones subyugadas fue una
circunstancia decisiva para su independencia.

Las independencias o procesos independentistas dados en esa misma


época en el Sur de América.

El surgimiento del primer periódico de la historia de Panamá, La Miscelánea


del Istmo, el cual comenzaba a divulgar, las opiniones políticas de diversos
personajes revolucionarios que iban en contra del régimen español establecido en
Panamá y también de los diferentes movimientos independentistas de América.
La circunstancia de que Juan de la Cruz Mourgeon y Achet, viajó en octubre
de 1821 al Ecuador para combatir a los rebeldes independentistas y mientras
duraba su ausencia, el mando del Gobierno del Istmo de Panamá lo encargó al
militar panameño José de Fábrega, que en ese momento desempeñaba como
gobernador de Veraguas. Este incidente fue decisivo en las pretensiones
independentistas de la villa de Los Santos y Panamá.

Pero sin duda alguna, la razón más importante que produjo la independencia de
Panamá, fueron los hechos del 10 de noviembre de 1821, y es que la
Independencia de la Villa de Los Santos, aceleró de manera decisiva el proceso
independentista de Panamá.

Situación Económica: A diferencia de la demás colonias, Panamá fue una


colonia fiel a la Corona Española debido al comercio. A comienzos del siglo XIX, la
postrada economía del Istmo se reactivó, a causa de las medidas tomadas por
España, la cual le dio autorización al comercio con posesiones extranjeras en el
Caribe. En 1808 el gobernador Juan Antonio de la Mata abrió el río Chagres a las
transacciones mercantiles con Jamaica y pronto Portobelo se sumó a tales
actividades. No se hizo esperar el aumento del contrabando y la rápida obtención
de ganancias por parte de los comerciantes locales. Estos ante la invasión de
Napoleón Bonaparte en la Península Ibérica, enviaron fuertes donativos en dinero
y especias a las juntas que luchaban contra tal imposición en el trono español.

Tales gestos de lealtad de los criollos panameños hacia la Corona Española


y a Fernando VII, no se circunscribieron en el ámbito europeo; también existieron
los donativos patrióticos para contribuir a la sofocación de las revueltas
independentistas en Hispanoamérica y en especial con el restablecimiento del
virreinato en Panamá. Mientras el virrey Benito Pérez obtenía fuertes
contribuciones de los mercaderes locales, ignoraba el desmedido contrabando
procedente de Jamaica y ampliaba el comercio de los istmeños con los lejanos
puertos del Pacífico mexicano. Dio, además, su aprobación para que en Panamá
se creara un Tribunal de Consulado con jurisdicción propia aunque tal proyecto no
prosperó por la intervención de la Real Audiencia y el desinterés de las
autoridades metropolitanas.

Desde entonces, Panamá pasó a ser el bastión realista y punto de envío de


tropas españolas para la sofocación de los rebeldes independentistas en América
del Sur. Por otro lado, al estar cerrada la ruta por el Cabo de Hornos por las
fuerzas patriotas del Sur de América, nuevamente cobró vida el tránsito de
mercadería por Panamá. Sin embargo, para el año de 1814, con la intensificación
de las batallas por la independencia, la Corona Española ordenó la cancelación
del libre comercio con Sudamérica. Este acto provocó un descontento masivo en
los mercaderes y en la población en general. Fue así, que comienza a germinar un
sentimiento de nacionalismo y autodeterminación; nace en los istmeños los
deseos de independencia. Aunado a esto, la población no soportaba más la carga
de tributos de guerra, el reclutamiento forzoso para la guerra, las persecuciones
políticas y la paralización de las operaciones mercantiles, particularmente por el
cierre del puerto en el río Chagres.

Primeros Intentos de Independencia: Inicialmente el proceso de la


independencia de Panamá no fue planificado por los istmeños, sino por los
libertadores del Sur de América quienes veían en Panamá un punto estratégico,
tanto político como militar.

El primero de ellos fue Francisco de Miranda, quien en 1790 propuso al


ministro británico William Pitt amplias facilidades de tránsito por Panamá a través
de un futuro canal interoceánico a cambio del apoyo militar de Inglaterra para la
independencia de América del Sur. A juicio de Miranda, esto beneficiaría a
Inglaterra ya que abría la posibilidad de la expansión del comercio ingles hasta
China, Japón, entre otros territorios.

Desde el punto de vista militar, Miranda también le dio especial importancia


a Panamá, ya que la mayor parte de las tropas expedicionarias para la
emancipación podrían concentrarse en el río Chagres como en la Bahía de
Panamá. Sin embargo estos proyectos no prosperaron, a pesar de que aun en
1801 Miranda y otros conspiradores en Londres pretendían apoderarse de puntos
estratégicos en Panamá para así fomentar actividades mercantiles; así como para
atraer a más criollos del continente para que levantaran las armas contra el
Imperio Español.

Entre 1814 y 1819, dos expediciones foráneas fracasaron en su intento de


independizar a Panamá del Imperio Español. En la primera fecha, el comandante
francés Benito Chaserieux (Benoît Chassériau) ataco sin éxito a Portobelo y, a
principios de 1819, el general Gregor MacGregor recibió instrucciones para
conducir sobre Portobelo la expedición que, bajo la vigilancia de la Agencia en
Londres de las Provincias Unidas de la Nueva Granada se formaba con el
concurso pecuniario de varios comerciantes ingleses. La expedición constante de
417 hombres salió de Inglaterra en diciembre de 1818 en dos fragatas y un
bergantín armados en guerra. Después de tocar en Santo Domingo y en los Cayos
de San Luis, tomó la isla de San Andrés de donde enderezó rumbo al continente
poniéndose a la vista de Chagres el 8 de Abril de 1819. Continuando rumbo al
Oriente la escuadrilla echó anda en la ensenada de Buenaventura el día siguiente,
desembarcando sin dificultad 300 hombres que, bajo el mando del doctor José
Elías López Tagle, emprendieron la marcha sobre Portobelo, arrollando las
avanzadas españolas en el camino y tomando posiciones dominantes cerca del
castillo de Santiago. A la mañana siguiente se disponía MacGregor iniciar el
ataque sobre la fortaleza, supo que el Gobernador, Juan M.Van Herch, con la
guarnición había abandonado durante la noche la plaza, circunstancia que le
permitió entrar en la ciudad sin ninguna oposición. MacGregor organizó
inmediatamente el gobierno civil de la provincia, a cuyo frente puso al doctor
López y al doctor José Joaquín Vargas, ambos emigrados granadinos, en tanto
que el elemento militar se ocupaba en alistar bajo las banderas de la libertad un
cuerpo de voluntarios portobeleños que debía servir de vanguardia en la campaña
que se preparaba sobre Panamá.

La toma de Portobelo causó en Panamá distintas emociones, pues agitó


vivamente en unos la esperanza de otros triunfos sucesivos en pro de la causa
independentista, y en otros, con la alarma consiguiente, el propósito de arrojar del
territorio al invasor. El Gobernador de Panamá Alejandro Hore reunió a toda prisa
y por todos los medios una fuerza respetable de la cual hacía parte el veterano
batallón "Cataluña" mandado por el Coronel Isidro de Diego. Con esa fuerza
emprendió por caminos extraviados la marcha y, luego de reforzar la guarnición
del Castillo de San Lorenzo, llegó con 500 hombres a las cercanías de Portobelo
el 28 de Abril. Los ingleses estaban confiadamente entregados a los placeres y la
orgía, habiéndose en pocos días relajado la disciplina en las filas, mermadas
además por las enfermedades. Hore resolvió atacar el 30, a cuyo efecto dividió el
ejército en dos columnas mandadas respectivamente por el Coronel de Diego y
por el Teniente coronel José Santa Cruz. La plaza fue sorprendida en la
madrugada del citado día, pudiendo Santa Cruz adueñarse sin mayores esfuerzos
del edificio de la Aduana, donde cayeron prisioneros y fueron degollados sin
misericordia con otros varios oficiales, los doctores López y Vargas. MacGregor
logró, junto con algunos compañeros, lanzarse al agua y ganar a nado los buques,
salvándose así de una segura e ignominiosa muerte. Entre tanto, de Diego
atacaba con su columna el fuerte de San Jerónimo, donde el Coronel Bafter opuso
la más obstinada resistencia. Diezmados sin embargo los defensores después de
largo combatir por los certeros disparos de los atacantes, aceptaron las
propuestas de una capitulación en los momentos casi en que MacGregor los
instaba a sostenerse, pues se preparaba a ayudarlos con los fuegos de artillería
de la escuadra. En la confianza de que se les permitiría reembarcarse, se
presentaron en la plaza mayor 340 ingleses que depusieron las armas ante los
vencedores. Hore, violando la promesa hecha, ordenó maniatar a los rendidos
conducirlos a las prisiones. Más tarde fueron destinados al servicio de las obras
públicas en Panamá, Portobelo y el Darién. Hore regresó con el ejército vencedor
á la capital, donde se le hizo un aparatoso recibimiento

La toma de Portobelo en manos de los rebeldes no duró mucho tiempo.


Aprovechándose de la excesiva confianza de los invasores, el gobernador de
Panamá, Alejandro Hore, reconquistó Portobelo. Cabe señalar que el verdadero
objetivo de MacGregor era la construcción de un canal interoceánico en el Istmo
con capital británico.

La independencia de Panamá, fue un movimiento en cierto modo diferente


a las grandes campañas de Simón Bolívar en el Sur, sin embargo, Bolívar influyó
de manera decisiva en la independencia del Istmo, por sus ideales y liderazgo en
pro de la liberación de las naciones americanas. Panamá fue una de las últimas
naciones de América en independizarse de España, y la razón era, que en vista de
las diferentes guerras de independencia, en el Sur de América principalmente, el
Istmo de Panamá se convirtió en el núcleo central de las campañas en contra de
los rebeldes americanos.
Después de la Batalla de Carabobo (24 de junio 1821), pensó Bolívar hacer
la campaña emancipadora de Panamá, con parte del ejército que había
conquistado nuevas glorias en esa inmortal jornada. El general Rafael Urdaneta
fue designado para conducir la expedición que se mandó preparar al efecto en
Santa Marta; más por impedimento físico de aquel jefe, se nombró como sustituto
al coronel Bartolomé Salom. Cuando se activaban los preparativos de la empresa,
surgieron algunas conmociones en Venezuela que obligaron a movilizar parte del
ejército expedicionario; y Bolívar, considerando la importancia de apoyar las
operaciones que ejecutaba el general Antonio José de Sucre contra los realistas
de Quito, desistió por el momento de sus proyectos sobre Panamá, para
recomendarlos, sin embargo, al vicepresidente general Francisco de Paula
Santander, cuando en diciembre del mismo año marchaba de Bogotá a
incorporarse al ejército del Sur que lo precedía.

Preocupada la Corona Española, cada día más, del progreso de la lucha


por la emancipación en América, dispuso mejorar la condición defensiva del
Istmo, aumentando su guarnición y confiando el mando del país al brigadier
Tomás de Cires. Así mismo confió al mariscal de campo Juan de la Cruz
Mourgeón y Achet el Gobierno de Quito y del Nueva Granada, con el título de
capitán general y el derecho de tomar el de virrey, cuando reconquistase para la
Corona las dos terceras partes del territorio de aquellas provincias. A mediados de
agosto de 1821, llegó Murgeón a Panamá con alguna fuerza que sacó de Puerto
Cabello, y desde luego puso sus esfuerzos en organizar una expedición militar
para dirigirse al sur, a fin de contener el avance del ejército colombiano sobre
Quito. Con este propósito, alistó en Panamá un contingente de tropas que había
de reducir considerablemente la guarnición de la plaza. Exhausto, empero, el
tesoro para sufragar los gastos de la expedición, echó Murgeón manos de los
fondos de las cofradías y de la Iglesia en calidad de préstamo; así pudo equipar
aquella y salir con rumbo a la costa de Esmeralda el 22 de octubre del citado año.

Primer Grito de Independencia: Dado el 10 de noviembre de 1821,


representó el primer movimiento independentista de Panamá, este no era producto
de las campañas de Simón Bolívar, pero si se inició bajo sus ideales y ante el
descontento de la sociedad santeña ante los abusos de España en el territorio.
Juan de la Cruz Mourgeon y Achet, tuvo una propuesta de la Corona Española; si
lograba recuperar el control de varias colonias sublevadas sería nombrado virrey.
Debido a ello realizó un viaje hacia el Ecuador con el propósito de formar un
batallón y desde este punto geográfico arremeter contra los granadinos. Su viaje lo
realizó el 22 octubre de 1821. Mientras duraba su ausencia, el mando del gobierno
del Istmo de Panamá lo encargó al militar panameño José de Fábrega que en ese
momento desempeñaba como gobernador de Veraguas. Este incidente fue
decisivo en las pretensiones independentistas de la Villa de Los Santos. La
muchedumbre de la Villa de los Santos, luego del manifiesto de Gómez Miró, se
propuso a comenzar la gesta independentista el 10 de noviembre de 1821. La
multitud nombra como líder de su movimiento a Segundo Villareal, quien formaba
un batallón de voluntarios que atacó la cárcel de Panamá, en cuyo lugar estaba la
mayoría de los presos políticos reprimidos por los gobiernos dictatoriales de turno.
Cuenta la historia, que para ese tiempo existió una joven llamada Rufina Alfaro
que era cocinera del cuartel militar español, y al tener acceso a tan importante
lugar, según historiadores panameños, sustrajo información de que el istmo de
Panamá quedaría con una cantidad mínima de soldados, ya que estos se irían a
combatir al Ecuador y que sería la ocasión perfecta para iniciar la gesta
independentista. Aprovechando precisamente la ausencia de gran cantidad de
soldados del ejército español, ese 10 de noviembre de 1821, se proclama la
Independencia de la Villa de Los Santos, declarándola libre y soberana del Imperio
Español.

Luego de proclamar ciudad independiente a la villa de Los Santos, el


Cabildo Abierto cuyo presidente fue Julián Chávez, invitó a todos sus miembros
además de los concejales, a deliberar acerca de la escogencia de Segundo
Villareal como el jefe de las nuevas fuerzas libertadoras de Los Santos, luego de
lo cual se confirmó por unanimidad la moción expuesta confirmando su cargo.
Esta decisión tomó en cuenta la infranqueable postura de Segundo Villareal de
libertarla al precio que fuese, incluso exponiendo su propia vida. Esta noticia del
Grito de Independencia de la Villa de Los Santos, se difundió por todo el territorio
panameño y fue respaldada por los pueblos de Las Tablas, Macaracas, Las
Minas, Parita, Ocú, Penonomé, Pocrí, Pesé, Natá de los Caballeros, San
Francisco de Veraguas y Alanje, en la provincia de Chiriquí.

La Proclamación de la Independencia: Tras los acontecimientos del 10 de


noviembre en la Villa de Los Santos, la independencia de Panamá ya era un
hecho. Todo esto y la circunstancia de que un panameño ocupara el primer puesto
del país, avivó en los istmeños la idea de emanciparse por sus solos esfuerzos de
España, considerando que José de Fábrega no haría una oposición invencible al
propósito de libertar su propia patria. A raíz de estos acontecimientos, el coronel
José de Fábrega, ya identificado con los patriotas, convocó el 20 de noviembre a
una reunión en su propia casa, a la cual asistieron todas las fuerzas políticas,
civiles y eclesiásticas, pertenecientes principalmente a la élite criolla. Lo propuesto
en dicha junta, no fue el repudio a los acontecimientos originados con la
proclamación de Independencia de la Villa de Los Santos, sino la organizada
coordinación de la revolución mediante la consulta popular. Pero suponiendo
como natural la resistencia de la guarnición a todo movimiento de independencia y
para destruir ese peligro, acordaron los patriotas comenzar la deserción en filas
del elemento militar, reuniendo para el caso un fondo con el concurso pecuniario
de varias prominentes personas. Inclusive la Iglesia católica apoyaba el
movimiento independentista de Panamá y contribuyó con fondos para la causa.
Fue entonces, mediante sobornos, que el ejército español comienza desertar de
tal manera que apenas quedaban soldados suficientes para el servicio en las
cárceles y cuarteles. Sin embargo, ante el temor de cualquier represalia por parte
de España hacia el movimiento independentista, los istmeños habían conformado
un ejército, de manera insipiente, con palos, piedras y algunos mosquetes y
fusiles, dispuestos a combatir para asegurar la independencia. Sucedió de esa
manera, que el 28 de noviembre de 1821, en un cabildo abierto en la ciudad de
Panamá, se proclama la "Independencia de Panamá".

Pero la falta de presupuesto, el poco armamento militar con el que se


contaba y la inseguridad de ser reconquistados por España, pone en peligro el
seguir con la aventura independentista del istmo, por lo que se propone la unión
con algunas de las nuevas naciones americanas, entre ellas los vecinos de la
unión centroamericana y la nación del Perú, que había sido el principal socio
comercial del Istmo en la época colonial. Pero finalmente, mediante el voto popular
y aprobación de toda la población, se decide la unión voluntaria a la Gran
Colombia de Simón Bolívar, unión que fue motivada debido a la gran admiración y
liderazgo de Bolívar en las campañas independentistas del Sur de América.
Panamá se une a Colombia y a cuyo Congreso iría a representar oportunamente
su diputado. Una vez proclamada, se procedió a redactar el Acta de
Independencia de Panamá.

Sin embargo, dos días después de proclamada la independencia, es decir,


el 30 de noviembre, durante la ceremonia formal de juramentación del nuevo
gobierno ya a cargo de Fábrega, un suceso inesperado que conmocionó a la
nueva nación, puso a prueba la voluntad y capacidad del recién nombrado
gobernador: dos fragatas de guerra de la marina española, La Prueba y La
Venganza, de cincuenta y cuarenta y cuatro cañones respectivamente,
acompañadas de otros navíos pertenecientes a la flota del mariscal Mourgeon,
amanecieron en la isla de Taboga, ubicada en el Pacífico en la bahía de Panamá
frente a la ciudad, para buscar al resto de las tropas españolas en el istmo.
Inmediatamente, Fábrega ordenó que todo hombre apto para tomar un fusil o una
espada, se armase y prestase servicio en defensa de la nación ya emancipada.
Una vez más, las habilidades diplomáticas y la fortaleza de carácter de Fábrega,
lograron producir una tregua, que les permitió a los navíos españoles permanecer
en las aguas que comenzaban a reconocerse como colombianas, lo estrictamente
necesario para reabastecerse y partir. El coronel Fábrega sabía que un
enfrentamiento militar con los españoles hubiese dejado graves secuelas. Los
capitanes españoles José de Villegas y Joaquín de Soroa, firman un tratado de
paz con el coronel José de Fábrega (ascendido a general de brigada y nombrado
jefe civil y militar del Istmo por Simón Bolívar) el 4 de enero de 1822, entre la
monarquía española y los patriotas, donde acuerdan la no agresión a los territorios
del istmo y la retirada de las tropas y todos los barcos de la Corona Española de la
nueva nación istmeña. Fue su primer conflicto como gobernante, que se resolvió
satisfactoriamente, y su gobierno inició con bases sólidas. Simón Bolívar, supo en
enero de 1822 de la independencia de Panamá, y desde su Cuartel General de
Popayán destacó a uno de sus edecanes, el capitán Daniel Florencio O'Leary,
para que se trasladara a Panamá como portador de una nota laudatoria para
Fábrega y para que presentara a los istmeños las felicitaciones a que eran
acreedores por la libertad de su patria.
PERCEPCIÓN Y ENFOQUE

El Istmo de Panamá, ha sido intermediario en la vía de comunicación del


hemisferio Norte y Sur, desde antes de Cristo, ese estrecho hizo que grupo
aborígenes se radicarán a su largo, comenzando una ruta de comercialización
transporte y servicio basado en el truque, abonando culturas, religión, costumbres,
entre otras hasta la llega de los conquistadores.

Como se pudo ver en la lectura el Istmo no fue una tierra de conquista, fue el
encuentro en la búsqueda de una nueva ruta hacia las India, el llamado de las
especies y la comercialización dio el conocimiento de nuevas tierras las cuales no
quisieron conquistar pero si sacar provecho de sus riquezas materiales.

La llegada al Istmo nunca dio origen a otra idea de radicarse permanentemente en


tierra firme, solo sacarle provecho de sus riquezas y buscar las alternativa a la
nueva ruta, para eso fundaron colonias, centro para poder tener lugar para el
transporte de un mar a otro y para los aventureros que buscaban nuevas tierras y
riquezas como para las empresas poder lograr sus objetivo de llegar a la India.

Vemos que la lectura trata sobre toda las historia de los conquistadores en
descubrir una ruta alterna, dejando casi abandonada la riqueza de la historia vivida
antes de dichas conquistas y descubrimiento.

SÍNTESIS
El nuevo continente Americano tiene sus inicios muchos milenios antes de su
descubrimiento, existen indicios arqueológicos que el hombre habita y convive en
el mucho antes de la historia conocida por la mayoría del ser humano actual, no
fue un continente descubierto porque, ya se habitaba fue una tierra conquistada,
esclavizada y saqueada por las naciones dominantes de la época.

Antes de las conquistas y colonización se vivía bajos las normas establecida por
gobernantes de la región existían disputas y guerras entre ellos al igual que el
comercio, la agricultura y sus ritos como y ceremonias como religión.

La llega de los conquistadores en búsqueda de una nueva ruta para llegar a las
Indias, trajo un sinnúmero de tecnologías conocimientos, enfermedades abusos,
esclavitud, desde que Cristóbal Colón consigue la aprobación para su viajes y
llegando a las islas de caribe cambia la historia conocida en ese momento y crea
una nueva historia para las nuevas tierras, esto conlleva a una serie de compañías
en búsqueda de aventura, riquezas y logro.

Pero el persistente deseo de encontrar una forma de llegar a las tierras de las
especie, hace que se descubra tierra firme, otras etnias originarias, otras riquezas,
hasta legar al Istmo de Panamá, donde se logra establecer pequeñas colonias que
dieron inicio a descubrimiento interno hasta llegar al mar de sur por Vasco Núñez
de Balboa. En el desarrollo de estos descubrimiento interno y su llegada al mar de
su, también se conoció que habían otros imperio con mayores riquezas vista hasta
ese momento y los cuales llevaron a los conquistadores y compañías a descubrir
los imperios del sur, los cuales fueron saqueado y casi extintos.

ATENCIÓN PERSONAL
La historia es conocida y contada desde el punto de vista de la ubicación
geografía y nacionalidad del historiador siendo sudamericana, no se le da la
importancia que tiene el Istmo en el desarrollo del Continente Americano, siendo
una franja de tierra pequeña, ha influenciado en toda América y el viejo mundo,
desde el inicio del hombre siendo foco de trueque, intercambio y comercio mundial
hasta el día de hoy.

Lo que conlleva que la importancia de la historia como Americana no radica en los


viajes en búsqueda de una nueva ruta si no en intercambio humano y la radicación
de los grupos en este continente, lo que trajo lo que conocemos hoy, y poder
hablar desde el punto vista que este país jugo en la historia para desarrollar el
presente.

Metodología Semi-Presencial
La forma de enseñanza aprendizaje de la forma que se, presencial, semi-
presencial o virtual es igual de importante y útil su valor e importancia radica en la
persona que dese aprender, la modalidad semi-presencal da más tiempo debido a
no tener que trasportarse a un aula de clase es un valor agregado ya que ese
tiempo puede aprovecharse para la lectura, práctica y aprendizaje .
BIBLIOGRAFÍA

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Infografía

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