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L6: LA RELACIÓN DE AYUDA EN TS.

PROPUESTAS PARA
UN DESARROLLO DE CALIDAD
1. INTRODUCCIÓN: LA IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN EN EL TS

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Los trabajadores sociales se implican con personas que bien sienten aflicción y dolor o bien
lo causan. La práctica en este ámbito se mueve en un universo de sentimientos acusados y
de emociones profundas. Trabajar de manera eficiente a la vez que adecuada con personas
en esos momentos exige un buen conocimiento de la condición humana que debe
comenzar por uno mismo y una sólida comprensión de cómo y por qué las personas se
comportan del modo en que lo hacen cuando están sometidas a tensión, a la vez que hay
que disponer de unas cualidades humanas especiales acorde con la profesión.

Coincidimos con Bermejo y Martínez en que a ayudar no se aprende únicamente


conociendo bien la teoría sobre los elementos implicados en la relación de ayuda, sino que
se requiere además un trabajo sobre las propias actitudes y un adiestramiento en las
habilidades que aumentan dicha competencia y que, cuando esto falta, es muy posible que
los planes mejor trazados tengan muchas posibilidades de fracasar.

La relación que existe entre el cliente y el profesional es el vehículo en el que viaja la


continuidad del proceso del Trabajo Social, dado que se necesita una mayor implicación
en la vida de los clientes, que no es posible conseguir con acciones aisladas o con
interacciones limitadas y porque la efectividad de la relación sirve para propiciar cambios
en las vidas de las personas y guarda analogías con la idea de que el Trabajo Social es un
proceso, más que una consecución de acontecimientos separados. La relación hace que
sucedan las secuencias y se realicen las conexiones.

2. ¿QUÉ APORTA LA TEORÍA HUMANISTA A LA CONCEPCIÓN DEL


SER HUMANO?
La característica fundamental de la psicología humanista es comprender la totalidad de la
estructura humana considerando a la persona no como un objeto, sino como una entidad
en sí misma que debe ser tomada en su unicidad e integralidad.

El desarrollo de cada persona viene de la mano de la relación que establecemos con otros
siendo ahí, la relación yo-tú, donde la teoría humanista pone el énfasis para el desarrollo
de lo humano.

Ponen en manifiesto la relación como mecanismo de crecimiento y desarrollo para las


personas. Sus presupuestos básicos son:

- un alto concepto del hombre unido a un gran respeto por aquello que es
típicamente humano;
- una verdadera confianza en la fuerza creativa y originalidad del individuo;

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- una concepción dinámica de la persona que cuenta con la construcción de ella
misma, una función determinante a la autodeterminación, al proyecto y al ideal de
uno mismo;
- el principio de unidad de la persona en sus momentos biológicos y psicológicos en
contraposición al dualismo Cartesiano y el fraccionamiento ejercido por el
psicoanálisis

Nos parece acertada y compartimos la visión holística del ser humano, a partir de la cual el
hombre es considerado como una unidad indivisible, compuesta por diferentes funciones
ligadas entre sí e interaccionantes.

Rogers (2000) fue el primero en utilizar el concepto “relación de ayuda” al darse cuenta,
después de una investigación sistemática sobre el grado de eficacia de las diferentes
corrientes psicoterapéuticas, que los resultados positivos conseguidos por sus clientes en
terapia no se derivaban del enfoque desde donde se trabajase, sino de las cualidades
profesionales y su habilidad para establecer un tipo particular de relación con sus usuarios.

La relación de ayuda adecuada, según este autor humanista, se materializa a partir de los
siguientes presupuestos:

- Aceptar al cliente tal y como es, manifestándole nuestra aceptación.


- Plantear que las condiciones externas al encuentro, (puntualidad, confidencialidad,
etc.) no son suficientes para ganar la confianza de los clientes, si éstas están
acompañadas del aburrimiento, desgana o rechazo puesto que, más tarde o más
temprano, esto será percibido por nuestros clientes.
- Aceptar al otro es mucho más difícil que comprenderle. Muchos TS pretenden que
sus clientes piensen y sientan como lo hacen ellos mismos.

Es necesario poseer una “expresión de uno mismo” que pueda ser trasmitida y comunicada
sin ambigüedad. La propia imagen del trabajador social no debe ser enmascarada por su
rol o status. “Si en una relación determinada soy coherente en una medida razonable, si ni
yo ni el otro ocultamos sentimientos importantes para la relación, no cabe duda de que
podremos establecer una verdadera relación de ayuda.. si puedo establecer una relación
de ayuda conmigo mismo probablemente lograré establecer una relación de ayuda con
otra persona… si debo facilitar el desarrollo personal de los que se relacionan conmigo,
esto significa que yo también debo desarrollarme.”

No sirve actuar de forma calmada, segura, benevolente, afectuosa, si interiormente vivimos


estados de ánimo diferentes a éstos. Es del todo inútil tener en la relación una fachada con
la que no se corresponde mi realidad interior.

Rogers (2000) constata con satisfacción que, después de un largo y constante ejercicio,
había conseguido la capacidad de ser aquello que verdaderamente soy, incluida la
imperfección. Él constata que sólo cuando nos aceptamos como somos, podemos iniciar
un camino para cambiar aquello que en nosotros va mal.

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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Además, esta aceptación de nosotros mismos convierte en auténtica la relación con el otro
y asegura una trayectoria terapéutica fructífera, donde consideramos al otro como un
proceso en devenir, en construcción, dando importancia al presente más que al pasado y
al futuro; trabajando por construir el momento actual desde los aspectos positivos y
capacitantes de la persona, en la convicción de que quien tiene presente tiene futuro.

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3. APORTACIONES DE LA TEORÍA HUMANISTA AL EJERCICIO DEL
TRABAJO SOCIAL

Las relaciones constituyen el núcleo central del proceso de ayuda dado que es el principal
instrumento para obtener y manejar información significativa de nuestros clientes. Es
improbable que se produzcan cambios en el mismo si no existe una relación efectiva.

La relación profesional puede definirse como un tipo particular de interacción, cuyo


desarrollo se fragua y desarrolla en y a través de la comunicación que se establece entre
trabajador social y. cliente. Es el resultado la interacción que se establece entre una persona
“más conocedora” y otra “menos conocedora”, en orden a permitir a esta última un mayor
nivel de funcionamiento en aquellas áreas en la que la primera es experta, posibilitando
modos más constructivos de conducta, aumento de la sensibilidad emocional y un mayor
control sobre la propia vida, en el seno de una organización o servicio. Supone, pues, el
encuentro de dos personas diferentes que han de compartir cosas, ambientes y
experiencias, si bien van a ser vividas de manera diferente.

La relación es más que la suma de las partes que en ella intervienen. Funciona como
un todo, donde las partes presentes interactúan.

Un sistema donde la relación entraña una influencia bidireccional en virtud de la cual los
trabajadores sociales son interactivamente cambiados por sus clientes y viceversa y donde
sus cogniciones, emociones e intereses mutuos tienen mucho que ver entre sí

3.1. Los inicios de la relación

Es un proceso que se inicia cuando la persona acude con una demanda al trabajador social.
Ésta proporciona:

a) el primer elemento de información acerca de lo que la persona considera que es


problemático para ella o para su entorno;
b) de la manera en que esa persona encara sus dificultades: como algo propio y
que está en relación con uno mismo o como algo que le viene de fuera, que le es
dado;
c) de las expectativas que la persona tiene respecto a la resolución de sus
dificultades y del papel que, a su juicio, deben cumplir de cara a esa resolución
tanto ella misma como los servicios y/o recursos que ofrece el medio social;
d) y de la forma en que cree puede ser ayudada por el trabajador social.

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También puede cumplir otras funciones cuando son utilizadas por personas que se
encuentran en situación de sufrimiento, pero que se sienten incapaces de tratarla o
expresarla abiertamente, como llave para acceder a una ayuda profesional de forma directa.

En este sentido, la demanda, o la ausencia de esta, puede enmascarar otros problemas que
la exploración de los trabajadores sociales tendrá que analizar en su camino hacia el

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diagnóstico.

Todo esto pone en manifiesto que la demanda es un asunto complejo que hay que
desenmarañar en muchos casos para poder llegar a apreciar todos los aspectos que
subyacen en la misma.

A partir de la demanda, los clientes realizan una propuesta relacional que pretende
provocar una respuesta en el trabajador social a fin de conseguir aquello que creen
necesitar. Esta propuesta relacional tiene un valor diagnóstico muy importante y será más
evidente cuanto más alto sea el nivel de angustia y de preocupación del cliente.

“el hecho de no encontrar la respuesta esperada permitirá al usuario comprender y


rectificar la actitud inicial... la respuesta profesional del trabajador social ha de ser siempre
aquella que considere mejor para la atención de su cliente. Su responsabilidad profesional
tiene que prevalecer por encima de amenazas, las culpas o las resistencias del cliente, y
tiene que ir acompañada de toda la capacidad de comprensión y adecuación expresivas”

Hemos de tener presente que muchas “manipulaciones” del usuario no son más que
estrategias de supervivencia socialmente adquiridas para desenvolverse en una realidad no
siempre deseable y facilitadora para la persona. Es posible que esas estrategias se utilicen
cuando la comunicación técnico-cliente se plantea en planos asimétricos y/o autoritarios,
donde aparece explícitamente la dependencia y supervisión del otro para la solución de los
problemas.

Entendemos que en muchos casos estas estrategias no son más que mecanismos de
supervivencia frente al saber-poder, y no cabe duda de que si se perpetúan es porque han
dado una optimización en sus resultados. Seguramente la autonomía y autogestión
paulatina de las personas y los grupos que atendemos traerán como consecuencia
relaciones más claras y sinceras entre los profesionales y sus usuarios.

El hecho de pedir ayuda suele generar en los clientes sentimientos de desvalorización e


inferioridad, que vienen a reforzar los sentimientos de baja autoestima que muchas
personas han generado ante la vivencia de situaciones problemáticas a las que no pueden
dar respuesta desde sus propios recursos. Este hecho no es casual sino que tiene que ver
con los valores socialmente aceptados relacionados con el éxito y la valía, donde las
personas que no pueden solucionar sus problemas psicosociales de forma autónoma son
enjuiciadas negativamente por una sociedad que los percibe y trata como incapaces por
dependientes.

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Resulta importante que desde el trabajador social se rompa este circuito considerando
estos sentimientos y teniendo un trato que pase por valorar a la persona en su esencia y
no solo por las acciones infructuosas. Solo desde estos planteamientos podremos
considerarles capaces de preservar su autonomía e independencia, y dotaremos de valor y
respetabilidad a aquellos que solicitan nuestra ayuda.

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Una dificultad para la comprensión de la demanda es que el contacto con el cliente activa
en el trabajador social sus propias vivencias, conscientes e inconscientes, y genera
respuestas desconocidas, inesperadas, incomprensibles, que a veces intenta justificar por
la actitud del cliente.

Se plantea como importante el autoconocimiento y el análisis de esos comportamientos


por parte del profesional que no puede mantenerse inerte ante lo que la relación con el
otro le plantea, sino que tiene que afrontar procesos de autorreflexión al modo de sus
clientes.

Los valores humanistas suponen, pues, que el profesional en la relación con sus clientes
debe afrontar un constante crecimiento personal-profesional desde la honestidad de
quien, en su esencia, es de la misma humanidad que el otro (cliente).

El trabajador social debe ser consciente de estar situado en un proceso donde tiene que
adaptar sus intervenciones al ritmo del cliente, a la vez que ha de tener una actitud de
apertura que lo disponga a compartir los elementos generados. Esa actitud puede estar
condicionada por una serie de ideas previas, que dependerán principalmente de la
experiencia del profesional, su personalidad y la naturaleza del problema que vaya a
abordarse.

El trabajador social debe poseer un espacio mental, cognitivo-afectivo, que le permita


entrar en contacto con los sentimientos profundos del usuario, con su realidad, tanto
externa como interna, a fin de lograr la comprensión necesaria que le permita ayudar a su
cliente. El nivel de implicación que esté dispuesto a tener tanto el profesional como el
usuario será un parámetro que dará intensidad y profundidad a la relación y garantizará su
calidad y calidez.

3.2. ¿Qué cualidades y actitudes son necesarias en el TS desde una


perspectiva humanista?

Las actitudes y destrezas que posea el trabajador social serán determinantes y podrán
modificar la calidad de la relación de ayuda, al igual que las actitudes y conductas del
cliente.

Entendemos que el trabajador social será más efectivo cuando logre integrar sus apartados
personal y científico; esto es, cuando consiga un equilibrio entre las competencias
interpersonales y técnicas.

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Son necesarias una serie de cualidades y actitudes personales en los profesionales del
Trabajo Social:

® Sensibilidad social:

Cualidad por la cual una persona tiene la facultad de percibir y responder a las necesidades,
problemas, sentimientos y maneras de pensar de otras personas. Ser sensibles a los
problemas de los otros, a su dolor y desencanto, supone en la actualidad abanderar una
lucha contra corriente, teniendo en cuenta que son la competitividad, el oportunismo, el
ganar no importa a costa de qué y quién o la deshonestidad los valores imperantes en la
sociedad que vivimos.

® Energía:

Tan necesaria para los profesionales que reciben diariamente multitud de clientes. Los
trabajadores sociales pasivos y poco enérgicos no inspirarán mucha confianza y seguridad
a sus clientes; por el contrario, es más probable que el dinamismo y la intensidad inspiren
la seguridad y el refuerzo suficientes para que los clientes o usuarios sean activos y
colaboren.

Relacionado con esta falta de energía puede aparecer el síndrome de quemarse por el
trabajo o burnout, que afecta a muchas profesiones dado que cuando entran en contacto
con organizaciones deshumanizadas y despersonalizadas a las que deben adaptarse,
experimentan un choque, de tal forma que la prevalencia de expectativas no realistas acerca
de los servicios humanos profesionales y la diferencia entre expectativa y realidad
contribuyen al estrés que experimentan. Además, estas profesiones asistenciales tienen que
dedicar gran parte de su tiempo a la implicación con personas que a menudo se encuentran
en situaciones problemáticas, en las cuales sus relaciones están cargadas de sentimientos
de frustración, temor, impotencia, desesperación; la tensión resultante puede dejar al
profesional agotado y emocionalmente predispuesto al burnout.

El autocuido se presenta como garante de la energía a largo plazo en una carrera


profesional de fondo, para ser capaz de mantener llenos el depósito de la ilusión y la
motivación en nuestro desarrollo profesional cotidiano.

Para ello, hemos de tener presente el cuido al cuidador, es decir, si queremos cuidar con
calidad, hemos de invertir en cuidarnos, y si no sabemos, tendremos, irremediablemente,
que aprender. Debemos encontrar un equilibrio entre la vida personal y la profesional.

Aspectos de organización de los servicios donde trabajamos también pueden incidir en la


relación:

® Duración del encuentro:

Que debe girar en torno a cincuenta o sesenta minutos.

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® Frecuencia:

Estará condicionada por las características de la situación, si es grave o leve, y, como


indicábamos respecto a la duración, por la naturaleza del servicio u organismos desde
donde trabajamos.

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Muchos trabajadores sociales pueden encontrarse en la tesitura de tener la necesidad de
ver a sus clientes con más frecuencia de lo que la dinámica del servicio les permite. Estas
situaciones repercuten directamente en la calidad de la relación y de los servicios que
prestamos.

® Han de ser flexibles:

No estar sujetos en su trabajo a una única perspectiva o metodología. Los profesionales


flexibles adaptan métodos y técnicas a sus clientes o usuarios, en lugar de forzar a éstos
con sus problemas a adaptarse a una estrategia u orientación metodológica particular.

® También dar apoyo:

Tiene una serie de funciones muy importantes en la relación de ayuda, tales como reducir
la ansiedad, engendrar esperanzas, crear motivos, orientar, animar, activar y proporcionar
seguridad emocional. Aunque sin olvidar que deberemos buscar el equilibrio y tener la
lucidez de saber discriminar entre el apoyo y la protección para evitar que se genere la
dependencia del usuario.

® Deben tener buenos deseos y tener una visión positiva al desarrollar su trabajo:

Están obligados a buscar en todo momento el beneficio de sus clientes y no el propio. El


"buen deseo" implica que nuestros motivos e intenciones son positivos y constructivos, y
que nos comportamos de forma ética y responsable con nuestros clientes.

Coincidimos con Rogers en la importancia de manifestar al cliente nuestra aceptación


siendo sinceros, auténticos, coherentes, aceptándolo tal cual es, aceptando sus opiniones,
sus sentimientos, sus posturas, permitiéndole ser él mismo. La calidad de la acogida
demuestra al cliente la atención y respeto que nos merece su persona y circunstancias.

En consecuencia, estaremos inspirando una confianza que le animará a estar más relajado,
a ser más sincero y desvelar sus aspectos más íntimos.

® Autoconocimiento:

Si el trabajador social está falto de autoconocimiento, es probable que no sea capaz de


establecer el tipo de relación más idónea para el cliente. En ese sentido, es importante tener
conciencia de que nuestro comportamiento puede estar influido por las actitudes que
tengamos hacia nosotros mismos.

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Todos nuestros sentimientos y pensamientos influyen sobre la forma de manejar ciertos
aspectos de la relación de ayuda profesional. Los sentimientos y actitudes sobre uno mismo
que tengan mucha intensidad pueden influir de forma significativa sobre nuestra conducta
con los clientes. Toda relación con los demás, en este caso con los clientes, no deja de ser
un reflejo de la relación del trabajador social consigo mismo.

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Esto nos lleva a la necesidad de ser conscientes tanto de nuestras capacidades y de
nuestras limitaciones como de las destrezas de intervención que estamos utilizando para
producir cambios en el usuario.

Destacamos la importancia de tres habilidades nucleares que facilitan y harán efectiva la


relación y permitiendo que ésta sea de ayuda: la empatía, el respeto y la genuinidad.

3.3. Destrezas nucleares que facilitan la relación de ayuda profesional

® Observación y la escucha:

Nos remitimos al axioma. La actividad o inactividad, las palabras o el silencio, todas tienen
el valor de mensaje: se influencian las unas a las otras, y a su vez no se puede dejar de
responder a estas comunicaciones y de esta manera ellas también comunican.

A partir de la observación atenta, el trabajador social podrá recoger los mensajes que el
cliente le envía desde el lenguaje no verbal. Para el trabajador social en el proceso de ayuda
tiene una importancia relevante, el reconocimiento e identificación del estado de ánimo del
cliente, ya que permiten recoger y comprender el significado subjetivo que las personas
dan a los hechos. Es precisamente este significado el que facilita leer la historia, usando la
única llave válida para la interpretación: la percepción que la persona tiene de la propia
vivencia.

La observación abarca a toda la persona: su aspecto físico, el intelectual, el componente


afectivo y la manera de instaurar la relación con la persona que ayuda.

La observación y la escucha se integran conjuntamente y concurren tanto para comunicar


al cliente nuestro interés por él y por todo lo que está exponiendo como para recoger
informaciones útiles para conocerle más a fondo.

Permite revelar eventuales incongruencias o contradicciones entre la comunicación verbal


y no verbal del cliente, que podrán ofrecer indicios muy válidos para comprender más a
fondo los dinamismos del cliente.

Escuchar significa asimilar y recordar lo más fielmente posible todo lo que el otro
está diciendo.

Para asimilar el mensaje completo que el cliente envía al trabajador social, es necesario que
este preste atención a todo lo que le lleva a través de la palabra, así como a las numerosas
indicaciones que le llegan a través de la comunicación no verbal.

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La constante postura del trabajador social para la escucha interesada y atenta infunde en
el cliente la certeza de ser escuchado y de ser digno de consideración.

® Término empatía:

La empatía suele definirse como la capacidad de comprender a las personas desde su

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propio marco de referencia en lugar del correspondiente al profesional. La comprensión
del otro, desde el prisma de la empatía, implica ponerse en su lugar, experimentando lo
que él experimenta. Responder empáticamente a un cliente puede ser un intento de pensar
"con" más que "para" o "sobre" el cliente.

La empatía implica la comprensión de los pensamientos o perspectivas internas del


cliente, incluso cuando éstas no hayan sido verbalizadas.

Esto supone que el profesional en la relación de ayuda ha internalizado no solo los aspectos
explícitos, sino también aquellos implícitos o inconscientes que el cliente no ha verbalizado.

La empatía es útil para la calidad y efectividad de la relación profesional, y ayuda a


conseguir el rapport; a obtener información de los clientes mostrándoles comprensión o
atención; a adoptar las metas del cliente relativas a la autoexploración; ayuda al cliente a
conocerse a sí mismo al confrontarse con otra persona que se constituye en un espejo
viviente capaz de recoger con fidelidad y reflejar con claridad los aspectos de su mundo
interior; y aumenta la seguridad del cliente en él mismo para explorar su mundo interior al
sentirse acompañado, respetado y aceptado por el trabajador social.

Además, sin empatía falta el fundamento para poder ayudar a los demás. De la empatía
depende la eficacia de las otras variables y en un último análisis la solución de los problemas
del cliente.

Dos son las dimensiones necesarias que deben captarse de la persona para poder
comprenderla, según Carkuff: el componente afectivo y el componente perceptual.

- En el primero, el trabajador social tendrá que desarrollar su sensibilidad y la


capacidad de observar para recoger, tanto el tipo de sentimiento que el cliente vive
en ese momento como el grado de intensidad del mismo. Debemos tener en cuenta
que, generalmente, los sentimientos no son verbalizados explícitamente, pero sí son
expresados por medio del lenguaje no verbal. Cuando el trabajador social está seguro
de haber recogido con precisión las dos dimensiones del componente afectivo, tratará
de formular con claridad el tipo de sentimiento que el cliente está viviendo en ese
momento y de reflejar ese sentimiento con el mismo nivel de intensidad que ha
expresado el cliente, evitando tanto minimizar como enfatizar la carga afectiva.

- En segundo lugar, el trabajador social debe comprometerse a recoger el mundo


perceptual del cliente, es decir, el significado que éste da a la situación que está
exponiendo. Para poder recoger el mundo perceptual del otro, el trabajador social
debe dejar de lado su forma de ver y valorar la situación.

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® Respeto o aceptación positiva:

Capacidad de valorar al cliente o usuario como persona merecedora de dignidad. La


transmisión de respeto tiene varias funciones para establecer la relación profesional:

- como el transmitir al cliente el deseo de trabajar con él,


- el interés en el cliente como persona y
- su aceptación.

Se han identificado cuatro componentes del respeto o aceptación positiva:

a. El compromiso del profesional que se traduce en acciones tales como ser puntual,
reservar uso exclusivo de tiempo para el cliente, asegurar la privacidad de los
encuentros, mantener la confidencialidad y aplicar sus destrezas para ayudar al cliente.
b. El trabajador social intenta entender y tratar los problemas del cliente con interés, y
lo demuestra y transmite siendo empático, haciendo preguntas para recoger
información importante y manifestando mediante comentarios y acciones su interés
por comprender al cliente.
c. Adopta una actitud no valorativa que le permite evitar la condena de los
pensamientos, sentimientos o acciones del cliente, aceptando sus expresiones y
experiencias sin manifestar desacuerdo o crítica. Un reto es cómo superar los sesgos
personales y culturales para tratar con personas que la sociedad en general percibe
como innecesarias, ofensivas, desagradables, peligrosas, etc.
d. La protección y cercanía que brinda el trabajador social potencia la relación,
reduciendo la naturaleza impersonal y generando cercanía en el cliente, eliminando los
sentimientos de rechazo. Esta cercanía se transmite con respuestas verbales como
frases de elogio sinceras y precisas, proporcionando al cliente refuerzo positivo y
describiendo algo según sucede en el transcurso de la entrevista.

® La genuinidad o congruencia

Implica ser uno mismo. Contribuye a que la relación sea efectiva reduciendo la distancia
emocional, ayudando a éste a identificarse con el profesional, a percibirlo como una
persona similar a sí. Podemos distinguir cinco componentes:

a. Conducta de refuerzo no verbal, como el contacto ocular y la disposición frontal al


sentarse con el cliente. Sin embargo, estas conductas deberían usarse discretamente y
seguir el ritmo del cliente.
b. Evitar enfatizar el rol, autoridad o estatus, ya que un excesivo énfasis en él puede
generar distanciamiento emocional innecesario en la relación. El TS genuino es alguien
que está a gusto consigo mismo y con diferentes personas en diversas situaciones, y
no necesita simular nuevos roles para sentirse o comportarse de forma eficiente.
La relación y la ayuda son parte de su estilo de vida, no adoptan o abandonan roles a
su voluntad.
c. Ser congruente implica que las palabras, acciones y sentimientos del profesional
coincidan y sean consistentes.

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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
d. La espontaneidad, entendida como la capacidad para expresarse a sí mismo con
naturalidad y sin conductas artificiales.
e. La autorrevelación, que implica compartir información personal con el cliente. La
autorrevelación puede generar una atmósfera relacional abierta y facilitadora, ser
percibido como más cálido y sensible, y reducir la distancia entre los roles de
profesional y cliente, potenciando la apertura y la expresión de sentimientos del cliente.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Es una destreza compleja que no debería usarse indiscriminadamente. Para su uso, es
necesario que el trabajador social tenga presente una serie de reglas que le orienten:
- Extensión: la mayoría de las experiencias indican que una cantidad de revelación
moderada tiene efectos más positivos que los niveles altos o bajos.
- Duración de la autorrevelación (la cantidad de tiempo utilizada para dar
información personal): es recomendable ser conciso y a la vez tener en cuenta la
capacidad del cliente para utilizar y beneficiarse de la información recibida.
- La profundidad o intimidad de la información revelada: nos orienta a la
conveniencia de que las afirmaciones profesionales sean similares en contenido y
forma a los mensajes del cliente.

Es importante que el TS sea consciente de su motivación para utilizar la autorrevelación


y de los efectos de ésta, y que solo la utilice cuando pueda explicar cómo beneficia al
cliente.

4. CONCLUSIONES
En la relación profesional se harán presentes los conocimientos, valores, habilidades,
técnicas y experiencias del trabajador social, que conformarán la base para la comprensión
y la posterior ayuda al cliente. Pero este proceso estará altamente condicionado por el
deseo del cliente de salir de las dificultades, y por su voluntad y capacidad para colaborar
con el trabajador social.

Podemos afirmar que la relación de ayuda óptima sólo puede ser creada por una persona
psicológicamente madura.

El ser profesional en su madurez emocional y cognitiva se enfrenta a sus vulnerabilidades


desde la responsabilidad y deseo de afrontar tareas de autocuido porque es consciente de
ser un instrumento fundamental de ayuda. Es capaz de reconocer, metafóricamente
hablando, que necesita “tener puestas a punto”, engrases, cambio de piezas, revisiones
periódicas, etc.”, y da respuesta a esa necesidad buscando espacios personales y de
formación que le permiten no perder de vista quién es, qué hace, por qué, cómo... pero no
limitando estos interrogantes a la esfera laboral, sino que integrándolos en la totalidad de
lo que es.

Esta humanización del ser profesional viene a garantizar el encuentro profundo con el otro,
con el cliente, al que vamos a percibir de forma humanizada, con una esencia similar a la
nuestra. En ese sentido le vamos a considerar dotado de potencialidades y capacidades. En
consecuencia, le daremos el trato de sujeto activo y participante, capaz de tomar decisiones
sobre sus asuntos porque sabe hacia dónde quiere dirigirse.

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