31 - Diaz01 - Capitulo XXIV

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Archivo del general Porfirio Díaz

Memorias y documentos. Tomo I


Alberto María Carreño (prólogo y notas)

México
Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Historia/Elede
1947
366 p.
Ilustraciones
Elede (Colección de Obras Históricas Mexicanas, 2)
Instituto de Historia (Serie Documental, 2)
[Sin ISBN]

Formato: PDF
Publicado en línea: 3 de septiembre de 2016
Disponible en:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros
/archivo/diaz01.html

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Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos,
siempre y cuando no se mutile o altere; se debe citar la fuente completa y su
dirección electrónica. De otra forma, requiere permiso previo por escrito de
la institución. Dirección: Circuito Mtro. Mario de la Cueva s/n, Ciudad
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CAPÍTULO XXIV *

PUEBLA
5 de mayo de 1862

El 29 de abril. día siguiente en la acción de Acultzingo, se ordenó la


marcha rumbo a Puebla a donde llegamos el 3 de mayo, y ese mismo día
llegó el enemigo a Amozoc, pues marchábamos con diferencia de una
jornada. Luego que llegamos a Puebla, el general en jefe ordenó que las
tropas del general José M. Arteaga, que por haber sido herido gravemente
en las Cumbres, las mandaba el general Negrete, ocuparan los cerros de
Guadalupe y Loreto; que el general Santiago Tapia con las fuerzas de
Puebla, ocupara el perímetro interior de la ciudad que estaba fortificado
pasajeramente y artillado, y dejó como columna maniobrera la brigada
de mi mando, la del general Berriozábal, la del general Lamadrid y la
caballería que mandaba el coronel Antonio Alvarez, formada de los regi-
mientos carabineros a caballo, Lanceros de Oaxaca, Lanceros de Toluca y
escuadrón Trujano mandados respectivamente por los coroneles Antonio
Alvarez, Félix Díaz, Germán Contreras y el mayor Casimiro Ramírez.
El 3 de mayo en la noche, día de nuestro arribo a Puebla, el general en
jefe, don Ignacio Zaragoza, detuvo en su casa a los generales que suce-
ivamente llegábamos a darle parte de las novedades del día y de la noche.
Cuando nos habíamos reunido los generales don Ignacio Mejía, don Mi-
guel Negrete, don Antonio Alvarez, don Francisco Lamadrid, don Felipe
B. Berriozábal y yo, nos manifestó el general Zaragoza que la resistencia
presentada hasta entonces era insignificante para una nación como México
de ocho a diez millones de habitantes; pero que era a la vez lo más que

* En rl origin<d au repetido el número XXHI.

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podía hacer el Gobierno, dadas sus circunstancias, que vista la situación


bajo el primer aspecto, era muy vergonzoso que un pequeñísimo cuerpo
de tropas, que para la Nación podría tener la importancia de una patru-
lla, llegara a la capital de la República sin encontrar la resistencia que
corresponde a un pueblo que pasa de ocho millones; que en consecuencia,
creía que los que estábamos presentes nos debíamos comprometer a com-
batir hasta el sacrificio, para que si no llegábamos a alcanzar una victoria,
cosa muy difícil, aspiración poco lógica, supuesta nuestra desventaja en
armamento y casi en todo género de condiciones militares, a lo menos
procuráramos causarles algunos estragos al enemigo, aun cuando nuestros
elementos actuales fueran consumidos, porque así el Gobierno y la Na-
ción contarían con el tiempo necesario para preparar la defensa del país,
pues que teniendo el enemigo muchas bajas y mucho consumo y dete-
rioro en sus materiales, se vería obligado a estacionarse en Puebla. Como
era natural. contestamos todos afirmativamente, y en realidad estábamos
animados de los mismos sentimientos que el general en jefe, como lo de-
mostró el éxito que obtuvimos dos días después.
La noche del 3 y todo el día 4 se emplearon en hacer fuertes trabajos
de zapa en los dos cerros y en perfeccionar la fortificación del perímetro
interior.
El día 4. después de diana, formamos las cuatro columnas maniobre-
ras, incluso la caballería, en la plaza de San José, en espera del ejército
invasor. A mediodía el Cuartel General supo por las fuerzas mexicanas
ligeras que venían a la vanguardia del enemigo, que éste no se movía de
Amozoc y volvimos a nuestros cuarteles con orden de formar de nuevo en
el mismo lugar en el momento que se disparara un tiro de cañón, en el
Fuerte de Guadalupe.
En la madrugada del día 5 los ayudantes del Cuartel General vinieron
a sacar de sus cuarteles las distintas columnas para situarlas, según dispo-
sición del Cuartel General. A las dos de la mañana llegó a darme órdenes
el teniente coronel don Joaquín Rivero, ayudante del mismo Cuartel
General.
Como mi columna había pernoctado con armas en pabellón en la
plazuela que estaba frente a mi cuartel, inmediatamente la puse en pie .y
seguí con ella a Rivero, quien me condujo a la ladrillera de Azcárate, que
es el último edificio de la ciudad sobre el camino de Amozoc, diciéndome
que era el punto donde debía yo resistir el ataque que por ese lado de la

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ciudad daría probablemente el enemigo. Pocos momentos después, llegó


la brigada del general Berriozábal, conducida a su vez por otro ayudante,
y fué situada a mi izquierda; la del general Francisco de_ Lamadrid fué
colocada a la izquierda de la de Berriozábal, y la del general Antonio
Alvarez fué colocada a mi derecha. Como yo fuí el primero en ocupar
aquel lugar, y debía presumir que el enemigo estaba cerca, destaqué in~
mediatamente una cadena de tiradores a mi vanguardia y coloqué el nú-
deo de mi fuerza en columnas paralelas por batallones. Según fueron lle-
gando las otras brigadas fueron tomando la misma formación, probable-
mente porque sus jefes la consideraron adecuada a las circunstancias o
porque supusieron que yo había obrado por orden del Cuartel General.
Cuando ya casi estaba para amanecer, llegó el general Zaragoza con
su Estado Mayor, visitó sucesivamente nuestras columnas comenzando por
la mía que estaba sobre el camino, dirigió breves alocuciones a los solda-
dos y dió algunas órdenes, entre otras, que la artillería, que llegó casi a
la sazón que él se presentaba- en nuestra línea, fuera distribuída en nues-
tras columnas correspondiendo a la mía dos obuses de batalla calibre 12,
cuya sección mandaba el subteniente Cortés y Frías, ahora general gra-
duado, y que todas las columnas retiráramos nuestras respectivas cadenas y
sostén de tiradores formando una cadena general que cubriera el frente de
todas con el batallón rifleros de San Luis. mandadas por el entonces t-e-
niente coronel don Carlos Salazar, que era el jefe de ese batallón.
Mis batallones estaban mandados: el primero por el teniente coronel
don Alejandro Espinosa, el segundo por el teniente coronel don Francisco
Loaeza, el batallón Morelos por el teniente coronel don Rafael Ballesteros,
el batallón Guerrero por el teniente coronel don Mariano Jiménez, el de
Independencia por el teniente coronel don Pedro Gallegos, y Lanceros de
Oaxaca, que en lo económico pertenecía a mi columna. lo mandaba el
teniente coronel don Féliz Díaz. Los batallones l 9 y 2 9 eran los restos
del incendio de San Andrés Chalchicomula y no llegarían a 100 hombres
entre los dos.
Así permanecimos hasta cerca de las nueve de la mañana que comen-
7...amos a ver brillar las armas en la cumbre del cerro de las Navajas, pe-
queña eminencia que hay cerca de la hacienda de los Alamos. Esto por lo
que tocaba a nosotros, pues el general en jefe tenía a cada momento noti-
cias de todos los movimientos y avances del enemigo. Más tarde -el polvo,
el brillo de las armas y el humo de los disparos, nos indicó que el coronel

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de caballería don Pedro Martínez venía en retirada, tiroteando la cabeza de


la columna del enemigo. Momentos después apareció la cabeza de dicha co-
lumna y los tiradores que correspondían a los fuegos de Martínez siguieron
el camino que conduce de los Alamas a la hacienda de la Manzanilla, con
la intención, al parecer, de rodear a la ciudad más bien que de atacarla por
su frente, pues habían dejado la carretera que conduce de Amozoc a Pue-
bla, y mandado una columna de infantería de Marina y cazadores de
Vincennes, apoyada por un escuadrón de cazadores de Africa, que hizo
alto en la garita de Peaje.
El general en jefe interpretó este movimiento del enemigo como la
intención de atacar los cerros antes que la ciudad , y así fué, en efecto, por-
que después de un alto de 15 ó 20 minutos que hizo la columna enemiga,
se formó en batalla con el frente hacia los cerros, estableció sus baterías,
rompió sus fuegos de cañón sobre los cerros de Guadalupe y Loreto, to-
mando el primero como el principal punto objetivo y después destacó una
fuerte columna de infantería que al parecer se dirigía, no al cerro de Gua-
dalupe, sino al espacio que separa a los dos cerros.
En estos momentos el general en jefe ordenó que las brigadas de
Berriozábal y Lamadrid subieran· al trote para reforzar los cerros. Se eje-
cutó el movimiento ordenado, y la brigada de Berriozábal se colocó en
esta forma : el primer batallón de Toluca apoyaba su derecha en el Fuerte
de Guadalupe, y se extendía hacia el de Loreto y se cubría con la cresta
de tierras que es_taba a la margen de una zanja, cuya cresta de terracería
estaba coronada con una línea de magueyes y le servían de foso la misma
zanja y de trinchera la repetida cresta de tierras ; a la izquierda del primero
formaba el tercero de Toluca, pues el segundo estaba de partida a las ór-
d enes del general O'Horán, en persecución de Márquez; a la izquierda del
tercero formaba de la misma manera el batallón fijo de Veracruz y seguían
a su izquierda las fuerzas del Tetela y Zacapoaxtla que mandaba el en-
tonces coronel Juan N . Méndez, quien se encontraba allí desde antes, como
el único defensor del espacio que había descubierto entre los dos fuertes .
La brigada Lamadrid, desmembrada porque el batallón Rifleros de San
Luis estaba formado en tiradores a mi frente, colocó el batallón de Za-
padores en la Capilla de la Resurrección y el batallón Reforma de San
Luis como reserva de la línea antes descrita, mandada por el general Berrio-
zábal, abrigada de la artillería enemiga, porque estaba en el descenso del
cerro hacia la ciudad.

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En los momentos en que las columnas de Berriozábal y Lamadrid ocu-


paban los cerros, el Cuartel General mandó dividir en dos fracciones la
brigada de caballería de Alvarez, formada una del regimiento de Carabi-
neros que mandaba el mismo Alvarez y dos escuadrones de Lanceros de
Toluca; y con esa columna pasó a colocarse al costado izquierdo del Fuer-
te de Loreto, lista para aprovechar alguna descompostura del enemigo
que permitiera el uso de su arma; y la otra, que se componía del regimiento
de Lanceros de Oaxaca, tercer escuadrón de Lanceros de Toluca y escua-
drón Trujano, formaban otra columna que se puso a las órdenes del
teniente coronel don Félix Díaz y cubría mi derecha, abrigada con el edi-
ficio de la finca de campo llamada "La Ladrillera".
Los fuegos de nuestra artillería causaron al principio muy poco daño
a la columna del enemigo que ascendía sobre los cerros, porque no estaba a
su alcance, puesto que el de nuestros cañones era notablemente inferior a
los otros cañones del enemigo que podían batirnos desde el llano, y des-
pués, porque en el ascenso seguían las ondulaciones del terreno que casi
no dejaban verlo; pero cuando hubo llegado a la meseta superior, recibió
de improviso todo el fuego de fusilería de la brigada de Berriozábal y los
fuegos de la artillería de los dos fuertes de Loreto y Guadalupe, que hasta
entonces empezaron a ser eficaces, porque comenzó el enemigo a ser visi-
ble y que en su mayor parte aprovecharon la metralla. Este fuego fué
resistido muy poco por la columna francesa y en el acto determinó su
desorganización y retroceso. En esos momentos el batallón fijo de Ve-
racruz maniobró al trote para batir a la columna enemiga por su costado
derecho, movimiento que imitaron los indios de Tetela y Zacapoaxtla, a
la sazón que el general Antonio Alvarez salió con su pequeña columna
de caballería, intentando una carga sobre el enemigo que se retiraba.
El general Laurencez, que desde sus baterías vió el retroceso de su
columna, hizo marchar al trote a otra que venía en pos de la primera y
que había hecho alto manteniéndose como reserva. Esto ocasionó que nues-
tras tropas volvieran rápidamente a sus puestos y que la caballería casi no
llegara a tocar a la columna en fuga, porque una vez en las ondulaciones
del terreno que la cubrían de nuestra artillería, hizo alto la columna de-
rrotada y resistió a sus perseguidores, animada con el auxilio que ya tenía
muy cerca.
Fué mucho más vigoroso el segundo ataque ejecutado tanto por la
columna que primero había sido rechazada, como por la que vino en su

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:auxílio; ambas entraron de frente al cerro de Guadalupe y a la Capilla de


la Resurrección que tenía una fortificación pasajera, ocupada por el bata-
llón de Zapadores a las órdenes del general Lamadrid, con tanto valor.
que llegaron a pasar los fosos de 1a Resurrección y los de Guadalupe y,
iormando columnas unos soldados sobre los hombros de los otros, pre-
tendían escalar las trincheras de Guadalupe. En esos momentos la in-
fantería que defendía el Fuerte de Guadalupe, que consistía en un batallón
de Michoacán, que apenas tendría uno o dos meses de reclutado, no obs-
tante que estaba mandado por un jefe notable del ejército, el coronel
Arratia, abandonó las trincheras y se replegó corriendo y en desorden
dentro del templo que entonces coronaba el cerro de Guadalupe, quedando
en las trincheras sólo los pelotones que servían los cañones, y que perte-
necían a la artillería permanente de Veracruz.
El fuerte habría sido tomado si no hubiera sido por algunas manio-
bras que practicaron las fuerzas de Berriozábal, para batir por el costado
derecho a los asaltantes y por el movimiento que hizo el batallón Reforma
de San Luis, por el oriente del mismo fuerte para batir a pecho descubierto
a los asaltantes, que ocupaban el foso y herma del fuerte de .Guadalupe.
Aprovechándose el. coronel Arratia de esta circunstancia, dijo a los
soldados del batallón de Morelia, que estaban desmoralizados y se habían
refugiado en la iglesia de Guadalupe, de donde no los había podido sacar
sin embargo de haber matado a tres con su espada, que el enemigo huía,
como lo demostraba el hecho de que ya los perseguía el batallón de
San Luis. Esto reanimó a los soldados desmoralizados y los hizo salir
de la iglesia y coronar de nuevo las trincheras que poco antes habían
abandonado, haciendo· un vivo fuego en los momentos en que las com-
pañías del batallón Reforma de San Luis Potosí, por la derecha y los
batallones 3 9 de Toluca y Fijo de Veracruz rompían los suyos a pecho
descubierto y a certísima distancia.
Los franceses que habían llegado al foso y herma de la fortificación,
pretendían escalar las trincheras agarrándose de las bocas salientes de los
cañones. El general Zaragoza que disponía de poco armamento, había
ordenado que las armas portátiles de los artilleros se distribuyeran entre
la infantería, creyendo que los artilleros estaban bastante armados con sus
piezas. Por este motivo los artilleros no podían rechazar el asalto de los
franceses, sino usando de sus escobillones y palancas de maniobras.
El hecho de que el batallón de Arratia volviera a cubrir rápidamente

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las trincheras que habían abandonado, y el fuego nutrido que inició, de-
terminó no solo la derrota, sino la fuga más que de p~isa del enemigo·
y decidió la suerte de la batalla.
Al mandar el general Laurencez la segunda columna en auxilio de la
primera, movió también la de infantería de Marina, cazadores de Africa
y cazadores de Vincennes, que había quedado en la garita de Peaje,
y ésta venía sobre el llano y plantío de cebada, atacando directamente las
posiciones que yo ocupaba al Oriente de la ciudad sobre la carretera. El
ataque que yo sostenía en el llano i!ra, pues, simultáneo con el segundo
del cerro. Cuando el enemigo estuvo muy cerca, y los disparos de su
cadena de tiradores hacían grave perjuicio, no sólo a la cadena de tiradores
que como he dicho antes, formaba al frente el batallón de Rifleros de San
Luis, sino a las columnas mismas, mandé retirar al trote y por los flan-
cos al batallón de Rifleros e hice avanzar también al trote al batallón
Guerrero en columnas, mandado por el teniente coronel Mariano Jiménez(
y moví en pos de él a los dos obuses y a toda mi fuerza, incluso el batallón·
de Rifleros de San Luis, que se reorganizaba a mi espalda. El batallón
(Juerrero retrocedió al fuego nutrido de la columna enemiga cuando éste,
a su vez, recogió su cadena de tiradores que era de zuavos.
Al sentir el fuego de todo el núcleo de mi columna y el de mis dos
obuses, el enemigo volvió caras muy pocos momentos antes de que fueran
rechazados los que atacaban el cerro. En esos momentos ordené al teniente
coronel Félix Díaz, que cargara al sable y lo hizo con brío, causando
mucho destrozo al enemigo, pero encontrándose en la carga una zanja
que no podía pasar la caballería y sí la infantería, ésta se reanimó y a su
"CZ rechazó a la caballería. Como la derrota que yo les di era por la falda
del cerro, y por donde ellos habían venido, en su fuga se juntaron con los
prófugos del cerro, haciendo una fuerte masa que ya me oponía una
resistencia muy seria. Sin embargo seguía yo avanzando mientras ellos
retrocedían y acercándoles muchos más tiradores y nutriendo en cuanto
era posible el fuego de mis cañones, que lo hacían ganando terreno.
A mi izquierda y sobre el cerro, estaba formado en columna el ba-
tallón de zapadores que mandaba el coronel Miguel Balcázar. Le previne
por medio de un ayudante, que híciera un movimiento de avance en
relación con el mío por el costado izquierdo; me contestó que no estaba
a mis órdenes pero que lo haría si yo le ofrecía tomar sobre mí la respon-
sabilidad de so conducta, y habiéndole contestado afirmativamente, eje-

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wtó con brío y con mucho acierto mis órdenes. Este fué el único auxilio
que tuve de los cerros.
Cuando había avanzado en persecución del enemigo mas allá del
alcance de los cañones de Guadalupe, recibí una orden del general en jefe
con el capitán Pedro León, uno de sus oficiales de órdenes, en que se
me prevenía suspendiera la persecución. Contesté negativamente y que yo
explicaría mi conducta. En seguida se me presentó el jefe del Estado
Mayor, coronel don Joaquín Colombres, intimándome que no insistiera
en dicha persecución y que de no obedecer esa orden, tendría que explicar
mi conducta, no al general en jefe, sino a un Consejo de Guerra; y como
yo entonces me entendía con un oficial facultativo, le manifesté que el
enemigo ya reorganizado marchaba en retroceso y que si yo suspendía mi
· simulacro de avance no solamente suspendería él también su marcha de
retirada, sino que avanzaría sobre mí; que mi columna era muy pequeña
y estaba yo muy lejos del fuerte para poder ser auxiliado con oportu-
nidad.
Le hice notar, además, que faltaban muy pocos momentos para que
oscureciera por completo, y que cuando entrara la noche podría yo ha-
cer mi movimiento de retroceso con menor peligro, dejando allí una
cadena de tiradores que vigilara al enemigo. El coronel Colombres estimó
justas mis observaciones y me dijo que aunque eran otras las órdenes que
traía del general en jefe, siguiera ejecutando mi propósito y que él se
lo explicaría.
Ejecutada mi retirada hasta mi antigua posición que era la "Ladrillera
de Azcárate", me presenté al general Zaragoza en el atrio de la capilla de
los Remedios, y habiéndole explicado mis movimientos, aprobó todo lo que
había ejecutado en la tarde.
Esta victoria fué tan inesperada que nos sorprendimos verdaderamente
con ella y pareciéndome a mí que era un sueño, salí en la noche al campo
para ratificar la verdad de los hechos con las conversaciones de los solda-
dos que tenían alrededor del fuego y con las luces del campamento enemigo.
El parte que rindió el general Zaragoza de la batalla del 5 de mayo
de 1862, expresa el número de nuestra fuerza inferior al del enemigo,
si se descuenta la que quedó a las órdenes del general Santiago Tapia, que
se destinó a la defensa del perímetro interior y que no entró en acción
porque no llegó a ser atacado. Inserto enseguida por su interés histórico.
el parte oficial de la batalla .

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Ejército de Oriente.-General en Jefe

"Después de mi movimiento retrógrado que emprendí desde las cum-


bres de Acultzingo, llegué a esta ciudad el día 3 del presente, según tuve
el honor de dar parte a usted. El enemigo me seguía a distancia de una
jornada pequeña, y habiendo dejado a retaguardia de aquél la 2" briga-
da de Caballería, compuesta de poco más de 300 hombres, para que en
lo posible lo hostilizara, me situé, como llevo dicho, en Puebla. En el
acto di mis órdenes para poner en un regular estado de defensa los cerros
de Guadalupe y Loreto, haciendo activar la fortificación de la plaza que
hasta entonces estaba descuidada.
"Al amanecer del día 4 ordené al distinguido general ciudadano Mi-
guel Negrete, que con la 2 ... división de su mando, compuesta de 1,200
hombres, lista para combatir, ocupara los expresados cerros de Loreto
y Guadalupe, los cuales fueron artillados con dos baterías de batalla y
montaña.
"El mismo día 4 hice formar de las brigadas Berriozábal, Díaz y La-
madrid, tres columnas de ataque, compuestas: la primera de 1,082 hom-
bres, la segunda de 1,000 y la última de 1,020, toda infantería, y además
una columna de caballería con 550 caballos que mandaba el ciudadano
general Antonio Alvarez, designando para su dotación una batería de ba-
talla. Estas fuerzas estuvieron formadas en la plaza de San José, hasta
las doce del día, a cuya hora se acuartelaron. El enemigo pernoctó en
Amozoc.
"A las cinco de la mañana del memorable 5 de mayo, aquellas fuerzas
marchaban a la línea de batalla que había yo determinado y verá usted
marcada en el croquis adjunto, ordené al ciudadano comandante militar
de artillería, coronel Zeferino Rodríguez, que la artillería sobrante la co-
locara en la fortificación de la plaza, poniéndola a disposición del ciuda-
dano comandante militar del Estado, general Santiago Tapia.
" A las diez de la mañana se avistó al enemigo, y después del tiempo
muy preciso para acampar, desprendió sus columnas de ataque, una hacia
1 cerro de Guadalupe, como de 4,000 hombres con dos baterías, y otra
pequeña de 1,000 amagando nuestro frente. Este ataque, que no había
previsto, aunque conocía Ja audacia del ejército francés, me hizo cambiar

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mi plan de maniobras y formar el de defensa, mandando en consecuencia


que la brigada de Berriozábal, a paso veloz, reforzara Loreto y Guadalu-
pe, y que el cuerpo de Carabineros de a caballo, fuera a ocupar la izquierda
de aquéllos para que cargara en el momento oportuno. Poco después man-
dé al batallón Reforma de la brigada "Lamadrid" para auxiliar los cerros
que a cada momento se comprometían más en su resistencia. Al batallón
de Zapadores de la misma brigada le ordené marchase a ocupar un barrio
que está casi a la falda del cerro y llegó tan oportunamente, que evitó la
subida a una columna que por allí se dirigía al mismo cerro, trabando
combates casi personales. Tres cargas bruscas ejecutaron los franceses y en
las tres fueron rechazados con valor y dignidad; la caballería situada a la
izquierda de Loreto, aprovechando la primera oportunidad, cargó bizarra-
mente, lo que les evitó reorganizarse para nueva carga.
"Cuando el combate del cerro estaba más empeñado, tenía lugar otro
no menos reñido en la llanura de la derecha que formaba mi frente.
"El ciudadano general Díaz, con dos cuerpos de su brigada, uno de
la de Lamadrid, con dos piezas de batalla y el resto de la de Alvarez con-
tuvieron y rechazaron a la columna enemiga, que también con arrojo
marchaba sobre nuestras posiciones; ella se replegó hacia la hacienda de
San José Rentería, donde también lo habían verificado los rechazados del
cerro, que ya de nuevo organizados, se preparaban únicamente a defen-
derse, pues hasta habían claraboyado las fincas; pero yo no podía ata-
carlos porque derrotados como estaban, tenían más fuerza numérica que
la mía; por tanto, mandé hacer alto al ciudadano general Díaz, que con
empeño y bizarría los siguió, y me limité a conservar una posición ame-
nazante.
"Ambas fuerzas beligerantes estuvieron a la vista hasta las siete de la
noche que emprendieron los contrarios su retirada a su campamento de
la hacienda de los AJamos, verificándolo poco después la nuestra a su línea.
"La noche se pasó en levantar el campo, del cual se recogieron muchos
muertos Y heridos del enemigo, y cuya operación duró todo el día siguien-
te Y aunque no puedo decir el número exacto de pérdidas de aquél. sí ase-
guro que pasó de mil hombres entre muertos y heridos y ocho o diez
prisioneros.
"Por lo demás me parece recomendar a usted el comportamiento de
mis valientes compañeros; el hecho glorioso que acaba de tener lugar pa-
tentiza su brío y por sí solo los recomienda.

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ARCHIVO DEL GENERAL PORFIRIO DfAZ

" El ejército francés se ha batido con mucha bizarría; su general en


jefe se ha portado con torpeza en su ataque.
"Las armas nacionales, ciudadano Ministro, se han cubierto de gloria
y por ello felicito al Primer Magistrado de la República por el digno con-
ducto de usted, en el concepto d~ que puedo afirmar con orgullo, que
ni un solo momento volvió la espalda al enemigo el Ejército Mexicap.o.
durante la larga lucha que sostuvo.
"Indicaré a usted, por último, que al mismo tiempo de estar prepa-
rando la defensa del honor nacional. tuve la necesidad de mandar a las
Brigadas O'Horan y Carbajal a batir a los facciosos, que en número con-
siderable se hallaban en Atlixco y Matamoros, cuya circunstancia acaso
libró al enemigo extranjero de una derrota completa, y al pequeño cuer-
po de Ejército de Oriente de una victoria que habría inmortalizado su
nombre.
"Al rendir el parte de la gloriosa jornada del día 5 de este mes, ad-
junto el expediente respectivo en que constan los permenores y detalles ex-
presados por los jefes que a ella concurrieron."
"Libertad y Reforma.--Cuartel General en Puebla, a 9 de mayo de
J862.-1. Zaragoza.-Ciudadano Ministro de Guerra.-México."


• •
Después de impreso este capítulo, recordé un incidente que aconteció
con la bandera de mí cuerpo. y que se inserta en seguida, con el propósito
de consignarlo en el lugar correspondiente, en alguna nueva edición que
pueda hacerse de estas Memorias. Se inserta además el parte oficial que
<h al general Zaragoza el 6 de mayo de 1862. de la parte que tomé en la
batalla del día anterior.

La Bandera del zqBatallón deOaxaca en la Batalla del


5 de mayo de 1862

El combate f ué tan reñido. que mi batallón, que era el 29 de Oaxaca ,


perd ió a u abanderado , el sub teniente don Manuel González. Muerto

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éste tomó la bandera el capitán don Manuel V arel a, que cayó muerto
también, pocos momentos después; entonces la tomó el capitán don Cri-
sóforo Canseco, actual general y diputado al Congreso de la Unión, quien
por atender a su compañía, tuvo que entregaria al subteniente don Do-
mingo Loaeza, en cuyas manos continuó hasta el fin del combate. Fué
tan seria la refriega, que la bandera recibió 5 balazos en el paño y uno
en su asta.
Esa bandera me fué presentada varios años después, con una acta sus-
crita por los que habiendo sido oficiales subalternos de ese batallón eran
ya generales cuando me la presentaron, y son entre otros el general don
Francisco Loaeza, el general don José Guíllermo Carbó y el general don
Marcos Carrillo, y la conservo en mi sala de armas, como un recuerdo
honroso y muy grato para mí.

Parte oficial del general Díaz de la Batalla del 5 de Mayo de 1862

" Cuerpo de Ejército de Oriente.-Cuartel Maestre.-Ejército de Orien-


te .-3 '~-
División.-Mayoría GeneraL-Me es grato poner en conocimiento
de usted los pormenores de la función de armas de ayer, en lo relativo a
la 3 ~' División que actualmente mando. A las once y media de la mañana
cuando las columnas estuvieron al alcance de nuestra artillería, comenzó
un fuego activo de esta arma, por una y otra parte. Durante este cambio
de proyectiles y durante los primeros ataques que la infantería enemiga
dió a los fortines de Guadalupe y Loreto, las columnas que estaban a mis
órdenes permanecieron en quietud, puesto que según instrucciones supe-
riores no llegaba aún el momento de moverlas.
Entre las dos y tres de la tarde, cuando más se empeñaba el combate
en los fortines antes mencionados, observé que una gruesa columna de
infantería se dirigía a mí frente apoyada por un escuadrón y trayendo a
vanguardia una numerosa línea de tiradores, que ya comenzaban a batir
al batallón Rifleros de San Luis que en la misma forma cubrían nuestro
frente . Rifleros permaneció combatiendo en su puesto, en términos de que
al emprender su retirada, según instrucciones que preveían el caso, ya no
sólo era batido por los tiradores enemigos, sino que comenzaba a sufrir
los fuegos de la columna . En este momento mandé que el batallón Gue-
rrero a las órdenes del teniente coronel C. Mariano Jiménez, se moviese en

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ARCHIVO DEL GENERAL PORFIRIO DfAZ

columna hacia el enemigo, y desplegando sobre la marcha en batalla a su


frente lo batiese sin dejar de ganarle terreno; comprometido este batallón
en un serio combate y habiéndose alejado mucho, era indispensable pro-
tegerlo y doblar su impulso en caso necesario; y a este efecto, destaqué los
batallones 1 9 y 2Q de Oaxaca al mando de sus respectivos jefes, C. co-
ronel Alejandro Espinosa del 1 Q' y C. teniente coronel Francisco Loaeza
del 2 9 , formados en una sola columna, y siguieron al enemigo con tal
impulso, que lo fueron desalojando sucesivamente de las sinuosidades del
terreno que era una continuación de parapetos sobre la llanura.
Cuando nuestro ataque daba este plausible resultado, las columnas
francesas que por última vez y con indecible vigor atacaban al fortín de
Guadalupe, se convirtieron en torrentes de fugitivos que veloces descen-
dían del cerro y parecían pretender cortar a los que combatíamos en el
Valle. En este momento mandé que el batallón Morelos, que hasta en-
tonces formaba mi reserva, se moviese en columna mandada por su te-
Liente coronel C. Rafael Ballesteros y con dos piezas de batalla viniese a
r"forzar mi izquierda, como ~o hizo, aca~ando de rechazar a los que no
consumaban aún su fuga. Mandé también que por la derecha marchase
Rifleros con los escuadrones Lanceros de Toluca y Oaxaca, en paralelo
con Morelos y a su altura. Cuando en esta forma perseguía al enemigo,
recibí repetidas órdenes para hacer alto y lo verifiqué dejando a mi re-
taguardia el sitio del combate y con el enemigo al frente en el más completo
desorden y a distancia de setecientos metros.
En esta situación y cambiándonos muchos tiros de artillería perma-
necimos hasta las siete de la noche, hora en que por orden superior volví
a ocupar mi línea. Por nuestra parte hay que lamentar la pérdida del va-
liente capitán C. Manuel Valera y subteniente C. Manuel González, así
como la herida del C. capitán José Omaña .
El adjunto estado expresa los muertos y heridos de la clase de tropa
pertenecientes a esta división, sin comprender a los Lanceros de Oaxaca
por haberse considerado en la 1• brigada de caballería. No puedo decir con
certeza el número de muertos y heridos del enemigo en esta línea, porque
una comí ión había comenzado a recogerlos antes que yo pusiése atención
en ellos, y sólo puedo asegurar que he visto levantar más de veinte ca-
dáveres del enemigo y un número de heridos mayor que no puedo calcular,
h e vi to al enemigo levantar multitud de heridos que conducían a su

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campo. Sírvase usted felicitar a mi nombre al ciudadano general en jefe,


aceptando para sí la promesa de mi aprecio y debida subordinación .
Libertad y Reforma. Campo frente al enemigo, mayo 6 de 1862. -
Porfirio Díaz.-Ciudadano General Cuartel Maestre del Cuerpo de Ejér-
cito Oriente.-Presente.
Es copia. Puebla, mayo de 1862.-Lázaro Garza Ayala.-Secretario.

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P L A NO DE LA CA M PA :'i A E, T FH UA . TE PEC

(B ernardo R Pyes. " El General Poriirio Díaz " )

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