31 - Diaz01 - Capitulo XXIV
31 - Diaz01 - Capitulo XXIV
31 - Diaz01 - Capitulo XXIV
México
Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Historia/Elede
1947
366 p.
Ilustraciones
Elede (Colección de Obras Históricas Mexicanas, 2)
Instituto de Historia (Serie Documental, 2)
[Sin ISBN]
Formato: PDF
Publicado en línea: 3 de septiembre de 2016
Disponible en:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros
/archivo/diaz01.html
PUEBLA
5 de mayo de 1862
-1-49-
- 150-
- 151-
- 152
- 153-
- 154-
las trincheras que habían abandonado, y el fuego nutrido que inició, de-
terminó no solo la derrota, sino la fuga más que de p~isa del enemigo·
y decidió la suerte de la batalla.
Al mandar el general Laurencez la segunda columna en auxilio de la
primera, movió también la de infantería de Marina, cazadores de Africa
y cazadores de Vincennes, que había quedado en la garita de Peaje,
y ésta venía sobre el llano y plantío de cebada, atacando directamente las
posiciones que yo ocupaba al Oriente de la ciudad sobre la carretera. El
ataque que yo sostenía en el llano i!ra, pues, simultáneo con el segundo
del cerro. Cuando el enemigo estuvo muy cerca, y los disparos de su
cadena de tiradores hacían grave perjuicio, no sólo a la cadena de tiradores
que como he dicho antes, formaba al frente el batallón de Rifleros de San
Luis, sino a las columnas mismas, mandé retirar al trote y por los flan-
cos al batallón de Rifleros e hice avanzar también al trote al batallón
Guerrero en columnas, mandado por el teniente coronel Mariano Jiménez(
y moví en pos de él a los dos obuses y a toda mi fuerza, incluso el batallón·
de Rifleros de San Luis, que se reorganizaba a mi espalda. El batallón
(Juerrero retrocedió al fuego nutrido de la columna enemiga cuando éste,
a su vez, recogió su cadena de tiradores que era de zuavos.
Al sentir el fuego de todo el núcleo de mi columna y el de mis dos
obuses, el enemigo volvió caras muy pocos momentos antes de que fueran
rechazados los que atacaban el cerro. En esos momentos ordené al teniente
coronel Félix Díaz, que cargara al sable y lo hizo con brío, causando
mucho destrozo al enemigo, pero encontrándose en la carga una zanja
que no podía pasar la caballería y sí la infantería, ésta se reanimó y a su
"CZ rechazó a la caballería. Como la derrota que yo les di era por la falda
del cerro, y por donde ellos habían venido, en su fuga se juntaron con los
prófugos del cerro, haciendo una fuerte masa que ya me oponía una
resistencia muy seria. Sin embargo seguía yo avanzando mientras ellos
retrocedían y acercándoles muchos más tiradores y nutriendo en cuanto
era posible el fuego de mis cañones, que lo hacían ganando terreno.
A mi izquierda y sobre el cerro, estaba formado en columna el ba-
tallón de zapadores que mandaba el coronel Miguel Balcázar. Le previne
por medio de un ayudante, que híciera un movimiento de avance en
relación con el mío por el costado izquierdo; me contestó que no estaba
a mis órdenes pero que lo haría si yo le ofrecía tomar sobre mí la respon-
sabilidad de so conducta, y habiéndole contestado afirmativamente, eje-
- 155-
wtó con brío y con mucho acierto mis órdenes. Este fué el único auxilio
que tuve de los cerros.
Cuando había avanzado en persecución del enemigo mas allá del
alcance de los cañones de Guadalupe, recibí una orden del general en jefe
con el capitán Pedro León, uno de sus oficiales de órdenes, en que se
me prevenía suspendiera la persecución. Contesté negativamente y que yo
explicaría mi conducta. En seguida se me presentó el jefe del Estado
Mayor, coronel don Joaquín Colombres, intimándome que no insistiera
en dicha persecución y que de no obedecer esa orden, tendría que explicar
mi conducta, no al general en jefe, sino a un Consejo de Guerra; y como
yo entonces me entendía con un oficial facultativo, le manifesté que el
enemigo ya reorganizado marchaba en retroceso y que si yo suspendía mi
· simulacro de avance no solamente suspendería él también su marcha de
retirada, sino que avanzaría sobre mí; que mi columna era muy pequeña
y estaba yo muy lejos del fuerte para poder ser auxiliado con oportu-
nidad.
Le hice notar, además, que faltaban muy pocos momentos para que
oscureciera por completo, y que cuando entrara la noche podría yo ha-
cer mi movimiento de retroceso con menor peligro, dejando allí una
cadena de tiradores que vigilara al enemigo. El coronel Colombres estimó
justas mis observaciones y me dijo que aunque eran otras las órdenes que
traía del general en jefe, siguiera ejecutando mi propósito y que él se
lo explicaría.
Ejecutada mi retirada hasta mi antigua posición que era la "Ladrillera
de Azcárate", me presenté al general Zaragoza en el atrio de la capilla de
los Remedios, y habiéndole explicado mis movimientos, aprobó todo lo que
había ejecutado en la tarde.
Esta victoria fué tan inesperada que nos sorprendimos verdaderamente
con ella y pareciéndome a mí que era un sueño, salí en la noche al campo
para ratificar la verdad de los hechos con las conversaciones de los solda-
dos que tenían alrededor del fuego y con las luces del campamento enemigo.
El parte que rindió el general Zaragoza de la batalla del 5 de mayo
de 1862, expresa el número de nuestra fuerza inferior al del enemigo,
si se descuenta la que quedó a las órdenes del general Santiago Tapia, que
se destinó a la defensa del perímetro interior y que no entró en acción
porque no llegó a ser atacado. Inserto enseguida por su interés histórico.
el parte oficial de la batalla .
-!56-
..."
~
"'-
<:
.."'"
-<::
¡....
....
o
~
E
-..
-<::
;;;
-<::
¡....
¡¡¡ .,;
o:: ....
g
¡..... "....<:
....) "'
<Q
UJ
Cl 0
o ..,;
o::
o:: ......
~
v
....)
;:J
;.¡)
Cl
(1}
¡¡¡
Cl
u
;.¡)
Q,
w
¡...
z
<
:::>
J:
UJ
¡.....
- 157-
- 158 -
•
• •
Después de impreso este capítulo, recordé un incidente que aconteció
con la bandera de mí cuerpo. y que se inserta en seguida, con el propósito
de consignarlo en el lugar correspondiente, en alguna nueva edición que
pueda hacerse de estas Memorias. Se inserta además el parte oficial que
<h al general Zaragoza el 6 de mayo de 1862. de la parte que tomé en la
batalla del día anterior.
- 159-
éste tomó la bandera el capitán don Manuel V arel a, que cayó muerto
también, pocos momentos después; entonces la tomó el capitán don Cri-
sóforo Canseco, actual general y diputado al Congreso de la Unión, quien
por atender a su compañía, tuvo que entregaria al subteniente don Do-
mingo Loaeza, en cuyas manos continuó hasta el fin del combate. Fué
tan seria la refriega, que la bandera recibió 5 balazos en el paño y uno
en su asta.
Esa bandera me fué presentada varios años después, con una acta sus-
crita por los que habiendo sido oficiales subalternos de ese batallón eran
ya generales cuando me la presentaron, y son entre otros el general don
Francisco Loaeza, el general don José Guíllermo Carbó y el general don
Marcos Carrillo, y la conservo en mi sala de armas, como un recuerdo
honroso y muy grato para mí.
- 160 -
- 161-
- 161-