Simbología de Los Bodegones. Carlos Osorio.
Simbología de Los Bodegones. Carlos Osorio.
Simbología de Los Bodegones. Carlos Osorio.
Trabajo final para “Teoría del Arte, 1”, de Historia del Arte, UNED,
Madrid, 2016-2017.
Realizado por Carlos Osorio García de Oteyza. [email protected]
Índice:
Y de postre, el Bodegón. Introducción.
¿Por qué solemos sonreír cuando nos muestran un bodegón? En primer lugar porque
bodegón nos propone un juego, el juego del engaño visual, el juego del trampantojo.
¿Son o no son reales esos objetos inmóviles?
En segundo lugar pienso que nos hace recordar los alegres momentos en que nos
sentamos a la mesa y reponemos fuerzas. La contemplación de los alimentos produce
bienestar, por eso el hombre ha procurado siempre vivir cerca del agua, cerca de los
huertos y de los frutales, cerca de los animales de consumo. La representación artística
de estos alimentos y de los receptáculos donde se consumen busca reproducir ese
bienestar. Además, al contemplar un bodegón regresamos a la infancia, cuando el
alimento nos era servido con cariño, en cacharros y objetos que eran la viva
representación de lo bueno del hogar familiar. El pintor, a menudo, compone los
bodegones con objetos que le son propios o que le resultan cercanos. El bodegón
representa lo estable, lo seguro, lo confortable. Finalmente creo que reconocemos en el
bodegón un mundo ideal, un mundo donde los seres humanos, representados por frutas,
flores y cacharros, conviven en una dulce armonía, sin enfrentamientos, sin clases
sociales, sin dolor. Yo siempre he creído que el bodegón tiende a representar la utopía.
Estos y otros significados del bodegón son el objeto de este trabajo.
Grecia y Roma
En las cerámicas griegas aparecen a menudo objetos de uso doméstico, frutas y viandas.
La pintura griega no ha llegado a nuestros días posiblemente por estar realizada con
medios y soportes inestables. Algunos autores de la antigüedad mencionan estas
pinturas. La descripción más antigua del trampantojo se corresponde con la disputa de
Zeuxis y Parrasio, narrada por Plinio, sobre dos pintores que rivalizaron para crear la
pintura más parecida a la realidad jamás lograda. Zeuxis pintó unas uvas tan naturales
que los pájaros se acercaban a picotearlas. Parrasio pintó una cortina tan real que
Zeuxis, ajeno al engaño óptico, le pidió que la descorriera para poder ver el cuadro.
Zeuxis otorgó la victoria a Parrasio, puesto que él había engañado a unos simples
pájaros, pero Parrasio le había engañado a él.
En Grecia al bodegón se le llamaba Xénion, que significa huésped, en referencia a los
regalos que el dueño de la casa ofrece a sus visitas. Estos Xénion o Xenia compuestos
de viandas y frutos, decoran los recibidores de las viviendas griegas y aparecen en los
mosaicos de las romanas. La habitual representación del cuerno de la abundancia,
repleto de flores y frutos, puede considerarse un proto-bodegón.
Con la decadencia de Grecia y el auge de Roma, artistas griegos trabajaron para los
romanos. Plinio destaca al pintor Peirakós o Pireiko, que pintó pequeños comercios,
objetos de trabajo, plantas, etc. Siendo conocido como “el pintor de las cosas bajas” o
“el pintor de los objetos vulgares”, prueba de que el bodegón ocupaba el lugar inferior
entre los géneros, pero lo cierto es que sus obras se cotizaban por encima de otras de
mayor prestigio.
Son claros antecedentes del bodegón las pinturas de frutas y objetos cotidianos en los
murales de Pompeya y Herculano.
En todo caso, la virtud de estas primeras naturalezas muertas de carácter profano está en
su forma virtuosística de representar la realidad hasta el punto de engañar al ojo ajeno.
El descubrimiento de la “Domus aurea” en la época renacentista impulsó las
decoraciones con motivos vegetales y animales.
Arte Paleocristiano
Los primeros cristianos representaban en templos y catacumbas diversos símbolos
religiosos, especialmente el pez, acróstico de las palabras Jesucristo hijo de Dios
Salvador, el cordero, símbolo del buen pastor y del Bautista (símbolo retomado en el
XV por Van Eyck y en el XVII por Zurbarán), o la paloma, imagen del Espíritu Santo.
El vino o el racimo de uvas es símbolo de la sangre de Cristo. El pan o la espiga de trigo
son el alimento eucarístico. Los pájaros picoteando racimos de uvas y los amorcillos
vendimiadores aluden a la inmortalidad que proporciona el alimento eucarístico. Las
representaciones de la Última Cena combinan los géneros de figura y bodegón.
La Edad Media
En el Medievo la doctrina católica rechaza los deleites sensuales y la pintura de
naturalezas es denigrada. Apenas aparecen objetos y frutos relacionados con el bodegón
como complemento de escenas de tipo religioso, en un segundo plano. Sin embargo,
con el tiempo se va imponiendo la aceptación de la naturaleza como una bella obra de
Dios, especialmente en las predicaciones de San Bernardo y San Francisco de Asís, lo
cual influye en la incorporación de frutos y flores a los cuadros religiosos.
Los pre-renacentistas incorporan objetos cotidianos, frutas y flores a sus pinturas
murales, siempre como acompañamiento de las figuras, y con algún simbolismo. Las
hornacinas pintadas por Tadeo Gaddi en la catedral de Florencia, y las de Giotto en
Padua, son precedentes del género del bodegón.
La técnica del óleo, impulsada entre otros por Jan van Eyck, y el hallazgo de las
veladuras, atribuido a este pintor, van a permitir un nivel de realismo nunca antes
logrado. El óleo, cuyo aglutinante es el aceite, ofrece resultados impensables con el
temple, cuya base acuosa no permitía grandes progresos en los fundidos, el claroscuro,
o efectos como los brillos y las luces que van a impulsar el bodegón.
Plenos de símbolos, el cuadro de “El matrimonio Arnolfini” de Van Eyck, así como el
cuadro de “San Eligio” de Petrus Christus, son muestras de la transición entre la pintura
religiosa y la profana. En el cuadro de “San Eligio, el taller del orfebre” reconocemos
múltiples símbolos como la balanza, asociada a la salvación del alma, o el coral,
alegoría de la unión amorosa. También aparecen bodegones con sentido decorativo en el
exterior de las tablas que cubren los cuadros de devoción privada.
“San Eligio; el taller del orfebre” Petrus Christus.
El Renacimiento
Con León Battista Alberti, se distingue entre “retratar” e “imitar”. Los primeros pintores
de trompe l´oeil o trampantojo estaban situados en una escala inferior en las jerarquías
pictóricas. Por el contrario, el trabajo de “imitar” es decir, tener una maniera propia,
abstraer de la realidad lo que el pintor selecciona subjetivamente, idealizar sus formas y
destinarlo a transmitir una idea o un sentimiento, fue lo que permitió al bodegón situarse
más cerca de los grandes géneros.
En el Renacimiento, Leonardo Da Vinci y Alberto Durero liberan al bodegón de su
sentido religioso, realizando dibujos y acuarelas que pretendían analizar plantas, frutos
y animales, desde una perspectiva científica y naturalista. Los descubrimientos
transoceánicos aumentan el interés por las ciencias naturales, y por otra parte surgen los
gabinetes de curiosidades, fruto del coleccionismo, que los pintores reflejan en sus
cuadros.
Renace el Trampantojo con obras como “Bodegón con perdiz, guanteletes y flechas de
ballesta, realizado por Jacopo de Barbari en 1504. En la zona flamenca destaca Pieter
Brueghel el viejo, que incorpora a sus estampas populares elementos propios del
bodegón. El mensaje moralizante pasa a un segundo plano en los cuadros de Pieter
Aertsen y en el conocido lienzo “La carnicería” de Joachim Beuckelaer (1568) donde el
motivo son las carnes y en las escenas del fondo aparece “la Huída a Egipto”. Annibale
Carracci, terminará eliminando las escenas morales de sus bodegones.
“Escena de cocina” Joachim Beuckelaer.
En una primera etapa predominan las escenas de género, que representan a un trabajador
con los objetos propios de su oficio: un carnicero partiendo la carne, o una cocinera
pelando un pavo.
Será en los Países Bajos donde se creen los subgéneros más habituales del bodegón: el
bodegón de mercado, el de cocina, el de caza, el de flores, el desayuno y la vanitas.
El bodegón de mercado documenta el cambio de función de la producción
agropecuaria. Los campesinos ya no recogen sus frutos para entregárselos al señor
feudal, sino que los llevan a vender al mercado de la ciudad.
La vanitas o vanidad está relacionada con un pasaje del Eclesiastés: Vanitas vanitatum
omnia vanitas (vanidad de vanidades, todo es vanidad). Ya en los mosaicos romanos
aparecía una calavera con el lema Omnia mors aequat: la muerte nos iguala a todos.
El mensaje es la inutilidad e intrascendencia de los placeres mundanos frente a la
certeza de la muerte. La vanitas fue un elemento esencial en el surgimiento del bodegón
como género individual.
El bodegón floral suele representar las flores en búcaros o floreros y también en forma
de guirnaldas o coronas. Grandes especialistas son Daniel Seghers, en Flandes, Mario
Nuzzi o Margarita Cazzi en Italia, Juan de Arellano, Gabriel de la Corte o Pedro de
Camprobín en España.
Los cinco sentidos. El pintor francés Lubin Baugin pintó un cuadro prototípico. En él
vemos una copa de vino y un pan (el gusto); unos claveles (el olfato); un laúd y un libro
de música (el oído); un monedero y unas cartas (el tacto), y un espejo (la vista)
“Los cinco sentidos” junto con “Las cuatro estaciones”, “los cuatro elementos” o “los
cuatro continentes” fueron recursos muy utilizados y apreciados.
Los inicios del bodegón como género independiente están muy ligados a los Países
Bajos. La tradición flamenca de la pintura al óleo, el uso de los objetos domésticos y
frutos para la enseñanza de la pintura del natural, el sentido decorativo de los interiores
domésticos, la riqueza agrícola, el impulso dado por los archiduques, son factores que
influyen en la eclosión del bodegón en Flandes a fines del siglo XVI.
El bodegón flamenco tiende a la exuberancia y al colorido intenso, estando vinculado a
una sociedad católica vital, triunfal y exultante. Se decía que los bodegones flamencos
eran el alimento de las orondas figuras de Rubens.
En Flandes se crea el bodegón de caza y la guirnalda de flores.
El máximo nivel de realismo fue logrado por el pintor Frans Snyders, creador del
bodegón de caza y gran experto animalier (pintor de animales). Snyders fue requerido
por Rubens, Jordaens y Bosschaert para que pintase las flores, frutas y animales de sus
cuadros. Adriaen Van Utrecht, Jan Fyt, Paul y Cornelis de Vos fueron sus mejores
seguidores. Las cacerías fueron un motivo muy demandado por los jerarcas españoles.
Jan Brueghel el Viejo innova el bodegón de flores en los inicios del XVII. Gran
conocedor de la botánica llegó a pintar 200 especies de flores diferentes, manejando sus
conocimientos de la simbología religiosa de cada flor e incorporando a veces un cierto
sentido de vanitas. Jan Brueghel crea el subgénero de la Guirnalda de flores. Fue el
cardenal Borromeo, mecenas de bodegonistas, quien le propuso incorporar a sus
guirnaldas florales figuras religiosas, con un claro sentido contrarreformista. Sus hijos
Jan y Ambrosius siguieron con las flores lo mismo que Osias Beert y el virtuoso Daniel
Seghers. El “pequeño desayuno” fue un tipo de bodegón muy apreciado. Se muestran
vajillas elegantes, alimentos selectos y frutas con sus peladuras, con una cierta alusión a
la fugacidad.
El bodegón en Holanda.
Italia no vivió la misma pasión por el bodegón que los Países Bajos, pero poco a poco
irá perdiendo los prejuicios y sucumbirá al encanto de la natura morta.
La natura morta italiana se crea a fines del XVI en las botteghe, que así se denominaban
los talleres de pintura del centro de Italia.
En 1599 Caravaggio va a pintar el considerado como primer bodegón en estado puro, la
primera natura morta con conciencia de obra pictórica: “Canasta con frutas”. Se trata de
un símbolo de las fiestas de recolección y la dulzura obtenida tras el largo año de
trabajo. De modo innovador, coloca la cesta al borde de la repisa, invadiendo el espacio
del espectador. El pintor mezcla frutas maduras con otras marchitas, mostrando lo
atractivo de la tentación y al mismo tiempo el carácter efímero de la vida y los placeres.
“Canasta con frutas” Caravaggio. Pinacoteca Ambrosiana.
Francia en el XVIII
Si en los siglos XVI y XVII pocos pintores franceses se interesan por la nature morte,
en el XVIII y el XIX Francia ocupa un lugar muy destacado en el género.
La aristocracia francesa decora sus comedores con bodegones naturalistas desposeídos
del mensaje moralista de la vanitas. La llegada del Rococó y su amor por el artificio van
a impulsar el trompe l´oeil o trampantojo que será muy demandado.
Jean Simeon Chardin ingresó en la Academia presentando sus bodegones “La raya” y
“El buffet”, ambos con el motivo de un animal vivo. Sus naturalezas muertas son
sobrias, elegantes, de un cromatismo muy personal, donde los objetos, enriquecidos con
delicadas transparencias, surgen de una penumbra misteriosa. Admirador del orden y la
perfección, con una nostalgia inevitable por la imposibilidad de lograr esos objetivos,
tardaba meses en terminar sus pequeños cuadros que repasaba una y otra vez. Con sus
fondos de dulces colores, sus objetos acariciados por una intensa luz y sus frutas casi
aromáticas, logra transmitir un placer tranquilo que será recuperado por los
impresionistas.
Los movimientos realista y romántico de la primera parte del siglo XIX no contemplan
el bodegón como una de sus prioridades, pero sin embargo hay artistas que lo investigan
a título personal como Francisco de Goya, que les da un carácter tenebrista, Eugène
Delacroix o Gustave Courbet. Estos autores muestran un mayor interés por el contenido
emocional del bodegón que por la búsqueda del hiperrealismo.
Édouard Manet sigue el modelo de Chardin con bodegones de intensos valores tonales y
apuntando ya hacia el impresionismo. Para Manet, el bodegón “es la piedra angular de
la pintura. Un buen pintor se reconoce por su capacidad para expresar la simplicidad de
un fruto”. Manet llevará el bodegón su máximo reduccionismo con el cuadro de “un
espárrago”. Por su parte Renoir llena los bodegones de dulzura y colorido.
Henri Fantin-Latour, utilizando los recursos clásicos, aunque con composiciones y
colorido propios, va a llevar la pintura de flores a uno de sus momentos de esplendor.
Los pintores impresionistas rompen con las jerarquías académicas. La luz y el color
triunfan sobre el tema. Los contenidos alegóricos y religiosos van desapareciendo.
Claude Monet olvida los fondos oscuros y siguiendo la estela de Fantin-Latour exprime
la belleza de la naturaleza y convierte sus pinceladas en pétalos y hojas. Las naturalezas
muertas se descomponen en forma y en color a través de Monet, Cézanne, Renoir y Van
Gogh. Vincent Van Gogh evoluciona desde el realismo al impresionismo, haciendo
incursiones en el puntillismo y encaminándose finalmente al post-impresionismo. En
sus bodegones hace un uso apasionado y sicológico del color, reflejo de sus
sentimientos. Sustituye la pincelada corta de los impresionistas por una larga y
ondulada. Sus girasoles son un canto a la libertad del artista.
Tanto los impresionistas como los postimpresionistas reinterpretan los colores de la
naturaleza llegando a convertirlos en antinaturales. Gauguin decía que los colores tienen
sus propios significados.
El género del bodegón atrapa a los artistas del siglo XX, hasta el punto de que este siglo
va a ser una nueva edad de oro del género. El artista contemporáneo pierde el interés
por la objetivación de la realidad y busca decididamente el modo de representar su
propia realidad, sus diversas percepciones de la realidad.
Tras su etapa impresionista, Paul Cézanne investiga la solidez de las formas de la
naturaleza y sus relaciones espaciales. Elige el bodegón por ser muy apropiado y
moldeable para su lenguaje formal. En su “Florero azul” y en otros bodegones logra dar
volumen a todos los elementos del cuadro. Suprime el dibujo y la línea, sustituye la luz
y el volumen por la forma y el color, y busca la síntesis de la forma. Cézanne estructura
la naturaleza en función de sus formas geométricas, anticipando la llegada del cubismo.
Paul Gauguin se inspira en el arte primitivo y busca al igual que Van Gogh la primacía
del color. Cada color tendrá un significado y reflejará el estado anímico del pintor.
Próximo al Simbolismo, Odilon Redon inventa un nuevo y fascinante lenguaje dentro
de la pintura de flores. Dentro del Fauvismo, Matisse crea unos bodegones plenos de
vigor y optimismo, reduciendo su representación a perfiles planos rellenos de brillantes
colores. En una línea parecida a Matisse y próximos a la abstracción pintaron sus
naturalezas muertas André Derain y Maurice de Vlaminck.
Tras asumir los hallazgos de Cézanne, los cubistas atenuaron la paleta colorista de los
fauvistas y se dedicaron a deconstruir los objetos en planos geométricos. Pablo Picasso,
Georges Braque y Juan Gris componen bodegones con objetos y frutos, añadiendo
periódicos, instrumentos musicales, libros,…conformando un todo homogéneo donde el
fondo y los objetos reciben el mismo tratamiento.
En Italia, Giorgio Morandi, callado, solitario y filósofo, investigó el proceso de cómo se
hace visible lo visible, antes de que el objeto tenga nombre o adquiera un valor.
Fernand Léger aporta unas formas dibujísticas con un movimiento mecánico,
reservando espacios lisos que contrastan con sus peculiares formas.
Mientras el arte figurativo pasa a un segundo plano ante la irrupción de la abstracción
total, en algunas zonas se continúan investigando las posibilidades del bodegón. En
Francia René Magritte adapta el bodegón al lenguaje surrealista. En España Benjamín
Palencia o Francisco Bores investigan un realismo con múltiples influencias. Dentro del
hiperrealismo, que sigue su marcha, destacamos a Antonio López.
En América hay que destacar a Georgia O´Keeffe, cuyas enormes flores
individualizadas son toda una alegoría del sexo femenino. En México, Frida Kahlo y
Diego Rivera investigan igualmente las flores y otras naturalezas muertas.
El arte Pop busca inspiración en los artículos de consumo, con lo que enlaza
temáticamente con el bodegón. Andy Warholl juega con la estética de las marcas, caso
del bote de sopa Campbell. Warholl entiende que el arte debe reflejar la sociedad
consumista de su tiempo, y despliega un arte publicitario sin contenido crítico. En esta
línea del arte de consumo, Roy Lichtenstein transforma el bodegón en comic. Wayne
Thiebaud capta la ingenua alegría de las pastelerías. Ralph Goings muestra los mínimos
detalles de un bote de kétchup en la línea del fotorrealismo (un estilo técnicamente muy
apreciable pero que aleja al bodegón de uno de sus componentes esenciales: la visión
subjetiva y el sentimiento del artista). En España, Barceló pinta cacharros como si un
niño prodigio dibujase con un palo en la tierra mojada.
En las últimas décadas del siglo XX, junto con la pervivencia del hiperrealismo, artistas
conceptuales manejan alimentos y cacharros de cocina en sus instalaciones y se trabajan
naturalezas muertas con técnicas mixtas. Actualmente existe un debate sobre si la nueva
cocina puede o no ser arte. Sin duda los nuevos cocineros se esfuerzan por hacer que sus
platos tengan tanta riqueza visual como un bodegón, pero el arte tiene una misión
trascendente que la cocina difícilmente puede tener.
Giorgio Morandi. Bodegón.
A la hora de abordar la simbología del bodegón, uno se topa con tantas interpretaciones
como autores han escrito sobre él. En ocasiones, las interpretaciones son tan rebuscadas
que uno llega a preguntarse en cuántos bodegones habrá estado bebiendo el autor antes
de opinar. Con todo, he encontrado suficientes referencias razonadas al uso de los
símbolos que permiten confirmar que la presencia de símbolos en el bodegón es hasta
cierto punto habitual, y que estas simbologías ayudan a comprender el contenido
ideológico de este género artístico.
Hallamos estas simbologías en las pinturas egipcias (asociadas a ritos funerarios y a la
vida ultraterrana) en Grecia y Roma (como muestra de hospitalidad) en la pintura
paleocristiana (símbolos religiosos) en la pintura medieval (contenidos igualmente
religiosos), en los prerrenacentistas y en algunos pintores atraídos por lo mágico (El
Bosco) en el barroco (la vanitas, la posición social, la simbología mariana), y más tarde
nos encontramos con un interés por el contenido emocional de los bodegones
(Romanticismo) y con grupos como los prerrafaelitas que conocen y difunden las
simbologías de plantas, frutos y objetos.
Existe una interpretación sicológica o sicoanalítica del bodegón; pero esta no admite
una clasificación genérica de símbolos, ya que está supeditada a la personalidad de cada
artista y a las asociaciones que él mismo realiza sobre el objeto en cuestión. La
participación del inconsciente en la creación artística ha sido suficientemente estudiada
por investigadores como Carl Jung, quien afirma que: “muchos artistas, filósofos y aún
científicos deben algunas de sus mejores ideas a las inspiraciones que aparecen
súbitamente procedentes del inconsciente”
Las guirnaldas, creadas a principios del XVII por Jan Brueghel el viejo (llamado
Brueghel de Velours), son como orlas que exaltan la figura religiosa o el retrato del
personaje que aparece en su interior, al modo de las coronas de laurel del imperio
romano. La guirnalda y el medallón se destacan sobre un fondo oscuro que indica la
suspensión, la ausencia de relación con el mundo terrenal.
El círculo de hojas y flores se considera un símbolo del paso a la inmortalidad. De
hecho, la corona de flores que utilizamos en los entierros nace como símbolo del paso a
la vida ultraterrena. El simbolismo de la guirnalda se asocia además a los ideales de
pureza, de amor, de fertilidad, de poder o de virtud según la figura religiosa o el
personaje representado.
En cuanto a los ramos de flores, en ciertas épocas evocaban el estado transitorio de la
vida en la tierra, asociando la flor en plenitud con los pétalos de la flor marchita caídos
al pie del florero. La flor marchita es uno de los componentes de la vanitas. En general
las flores aluden a la fugacidad de la vida y de la juventud.
Las plantas
Las plantas tienen a menudo significados relacionados con sus propiedades medicinales.
El trébol y el perejil acarrean la suerte.
La verbena es la planta que lo cura todo y favorece el amor, por eso se recolecta la
noche de San Juan.
La hoja de Laurel va asociada a la inmortalidad y al triunfo, es la planta de Apolo.
La hiedra se asocia con la muerte.
El acanto: En la mitología, una ninfa fue convertida por Apolo en la planta del acanto.
Simboliza el triunfo frente a la adversidad.
Las flores de los jardines encarnan las virtudes y acciones que conducen a la gloria.
Ocasionalmente, el jardín aparece como escenario amoroso.
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1
DARDEL CORONADO, MAGDALENA. “Placeres mundanos. Referencias al mundo clásico en la
mesa de Las bodas de Caná de el Veronés”.Revista Orbis Terrarum, nº 8. Santiago de Chile. 2012
Animales:
El búho, la lechuza, aluden a la noche, la muerte o la inmortalidad.
El cordero. Símbolo de Cristo, del Bautista, del sacrificio de Jesús. Alude a lo pastoril.
Lagarto: La vida que renace (tras permanecer aletargado en el invierno) y el
arrepentimiento religioso (por el cambio de la piel)
Pájaros: Mensajeros de los dioses. También significan la distracción.
La oca o el pato: Mensajeros entre cielo y tierra. Fidelidad matrimonial. La Madre Oca
es animal iniciador.
La perdiz: el vicio y los defectos. Animal engañador.
El murciélago representa el tránsito a la vida eterna.
El pez: símbolo de agua, nacimiento y regeneración. Alusión paleocristiana a Cristo.
La mariposa simboliza la resurrección o la transformación (por su paso de capullo a
crisálida)
La libélula representa la fugacidad.
La hormiga significa el trabajo duro y la previsión del futuro.
La mosca: la corrupción, los espíritus malignos.
“El bodegón refleja asimismo lo cotidiano y lo íntimo, un terreno ideal para la expresión
de los deseos y lo inconsciente”
Francisco Calvo Serraller.
La simbología sexual de flores y frutas no puede ser más evidente. Las flores despliegan
su belleza para atraer a los insectos polinizadores. De igual manera, las frutas se revisten
de bellos colores en época de sazón para atraer a los pájaros y otros animales que al
ingerirlas trasladan las semillas a otros lugares donde las depositarán acompañadas de
su correspondiente abono orgánico. Esta función reproductora se asocia al deseo sexual
entre los humanos. Flores y frutas son el regalo de los amantes desde la antigüedad. Las
doncellas dejan flores en el agua la noche de San Juan, y cuando encuentran su media
naranja acuden a la ceremonia del enlace engalanadas con flores y portando un ramo.
Luego les darán un membrillo o una manzana para que favorezca una buena unión
placentera y que propicie la fecundidad.
El Bosco en su obra “El Jardín de las delicias”, relaciona claramente las frutas con
escenas de tipo erótico, con una simbología poco esclarecida, pero que contiene
advertencias morales. Tal como recordaba Hans Belting: “las muchísimas frutas
pintadas ocultan símbolos sexuales: el término “coger fruta” durante la Edad Media era
un eufemismo para referirse al acto sexual”
Los órganos sexuales humanos aparecen en el bodegón a menudo de manera
inconsciente. En ciertos cuadros, una fruta que muestra su interior (un melón, una
sandía, una granada) se puede asociar a la vulva femenina, mientras ciertas frutas
cilíndricas (plátano, zanahoria, nabo) pueden aludir al falo masculino.
El pájaro que picotea la fruta en algunos bodegones representa la satisfacción del deseo,
aunque en otros contextos pueda tener un significado religioso.
Como decía Jung la simbología sexual va más allá de la libido. El coito tiene
significados que trascienden el mero ayuntamiento sexual. El coito equivale a la
perfección del ser humano, la unión de los masculino y lo femenino en una unidad
superior.
Lo religioso en el bodegón
La vida pública de Jesucristo tiene una referencia iconográfica inicial en las bodas de
Caná y termina con la última cena, en ambos casos la figura de Cristo está junto a dos
bodegones. Si la última cena simboliza la celebración del matrimonio entre Cristo y su
Iglesia, la imagen del cordero sacrificado que aparece en la cena es una prefiguración de
la muerte de Jesús. El arte paleocristiano de los templos y de las catacumbas recurre
habitualmente a símbolos próximos al bodegón: los racimos de uvas, el pez, las espigas,
el pan, el cordero…Algunos de estos símbolos, sobriamente expresados, van a ser
retomados por artistas como Zurbarán.
El tema de la vanitas recuerda al humano que de nada le sirve atesorar objetos valiosos,
ya que esos objetos no le acompañarán a la vida eterna. En la vanitas se muestran,
generalmente sobre una mesa, objetos relacionados con la riqueza y el poder: joyas,
armas, coronas, monedas,…el paso del tiempo suele simbolizarse con un reloj y la
muerte con una calavera. A veces estos objetos se acompañan de frutas y flores, a
menudo en incipiente proceso de pudrición, para recalcar la transitoriedad de la vida.
La doble moral de la vanitas.
Las series de “Los cinco sentidos” creadas en el XVII pueden contener un mensaje
moralizante contra los excesos, o bien ayudar a la contemplación de Dios a través de lo
cotidiano. Por su parte las series de “las cuatro estaciones” aluden al paso del tiempo y
la fugacidad de la vida terrenal.
La progresiva secularización de la sociedad, la pujanza del comercio y el desarrollo de
la burguesía y el capitalismo hacen posible en el siglo XVI la representación de escenas
desbordantes que reflejan la abundancia de los bienes terrenales. Por ello en el siglo
XVII se trató de ordenar este nuevo género, dándole un sentido histórico y dotándole de
un lenguaje simbólico y alegórico. La contemplación de los objetos representados irá a
menudo acompañada de una asociación ideológica y espiritual. No es casual que en el
jarrón de flores de Brueghel de Velours, del Museo del Prado, las azucenas, símbolo de
la Virgen, ocupen el cenit de la composición.
En época de fuerte debate filosófico y religioso, el deseo de poseer las cosas va unido al
dolor por su transitoriedad.
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3.- Reflexiones sobre el bodegón
“El arte juega, sin sospecharlo, con las realidades íntimas, y no obstante las alcanza.
Imitamos en el juego del arte las fuerzas que han creado y siguen creando el mundo”
Paul Klee.
El bodegón proporciona al artista una libertad mayor que otros géneros pictóricos como
la Historia, el paisaje o los retratos. Al poder huir de los grandes géneros de Historia,
Religión o Mitología, el artista descubre nuevos lenguajes en su realidad inmediata.
Los bodegones holandeses se vendían en los estudios de artistas, en los mercados de
arte o por los marchantes. Los artistas elegían la temática y la composición, y ello
redundó en una cierta autonomía del pintor que hasta entonces había vivido sólo de los
encargos. Al decir de E. Gombrich 1: “En semejantes naturalezas muertas, los artistas
podían situar libremente cualquier objeto que les gustara pintar y colocarlo sobre la
mesa junto con otros de acuerdo con su fantasía”
Esta autonomía del artista había sido puesta en valor cuando en la última etapa del
gótico los pintores empiezan a ser reconocidos individualmente. El Renacimiento sitúa
al hombre como centro de la creación, y desde ese centro el hombre se interesa por lo
que le rodea, entre otras cosas se interesa por las cosas naturales con una visión
científica. Tras esa visión puramente naturalista llega el manierismo como una
potenciación de la mirada personal del artista.
El espíritu de la Contrarreforma supuso una reacción contra la concepción idealista del
arte renacentista y una defensa del naturalismo en el arte. Reforma y Contrarreforma,
cada una por motivos distintos, supusieron un fuerte impulso del naturalismo en el arte
que favoreció la pintura de bodegón.
Durante el período barroco algunos pintores de bodegón ingresan en conventos
sabedores de que allí podrían trabajar (ora et labora) sin estar sujetos a las
incertidumbres del mercado. Es el caso de los virtuosos Juan Sánchez Cotán y Daniel
Seghers. Seghers no vendía sus cuadros, los donaba a las iglesias.
El bodegón siguió siendo considerado un género menor durante la Ilustración. El género
decayó notablemente durante el período revolucionario que abrió las puertas a la Edad
Contemporánea. Ni los revolucionarios ni los primeros románticos se interesaron gran
cosa por el bodegón. Eso sí, con las interesantes excepciones de los llamados
“románticos del color” Géricault y Delacroix, quienes recuperaron el género, y de
Francisco de Goya, quien le dio una visión dramática.
Finalmente, con la revolución de los géneros, llega la autonomía del arte en el siglo
XIX. Ello supuso una igualdad entre los géneros, aunque en ocasiones esa igualdad se
tradujo en una cierta trivialización de los mismos.
Los impresionistas renuncian a los significados tradicionales del bodegón y lo
convierten en medio de investigación pictórica con excelentes resultados. Las
vanguardias revalorizan el bodegón dentro del proceso de modernización del contenido
y la conquista de lo insignificante. Fauves, nabis y cubistas convierten el bodegón en su
género de referencia.
En nuestra época, el bodegón se utiliza mucho durante las etapas de formación de los
artistas. Ello se debe a la libertad que proporciona y a la familiaridad de unos motivos
que los artistas, sea cual sea su procedencia, reconocen como cercanos.
Siguiendo a Calvo Serraller: “La significativa humildad del bodegón permite al artista
moderno utilizarlo sin sentirse agobiado por el fantasma de lo narrativo y lo literario
que en otros siglos le habían convertido en un ser heterónomo. Es un asunto que revela
mejor lo material de la materia sin menoscabo de su libertad de acción, de la
subjetividad del artista. Refleja asimismo lo cotidiano y lo íntimo, un terreno ideal para
la expresión de los deseos y lo inconsciente”
Es en cierto modo lo que decía Gombrich: “La naturaleza reflejada por el arte siempre
transmite el espíritu propio del artista, sus predilecciones y sus gustos, y por tanto sus
emociones”
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E. Gombrich. “Historia del Arte” Ed. Debate.
Algunos historiadores marxistas como el primer Arnold Hauser o Frederick Antal, junto
con el grueso de los partidarios de la historia social del arte, interpretan el bodegón
como símbolo de poder y riqueza entre los estamentos y las clases dominantes.
Según esta visión, el bodegón es el resultado de la demanda de representación de la
riqueza adquirida y de la posición alcanzada en la jerarquía social.
Ciertamente, en los inicios del género del bodegón, la burguesía emergente se identificó
con la pintura de naturalezas muertas, no solo como modo de mostrar la posición
adquirida, sino también como forma de distanciarse de la vieja nobleza, identificada por
los grandes cuadros de Historia y Mitología. Por otra parte, en la zona reformista, el
bodegón se libraba de los límites iconoclastas impuestos por el protestantismo.
Indudablemente, el bodegón era adquirido fundamentalmente por los burgueses, pero
poco a poco interesó igualmente a compradores pertenecientes a la nobleza y el clero.
Debemos evitar el reduccionismo de relacionar el aprecio por la obra de arte con la
adquisición comercial de la misma. Sabemos que el bodegón tuvo y tiene una gran
aceptación entre las clases populares, y estas lo han apreciado y lo aprecian por ser un
género atractivo, comprensible, y con una propuesta divertida: el engaño visual o
trampantojo.
El bodegón no es un símbolo de los poderosos, ya que solo puede nacer en la intimidad
de una casa, de un estudio, de una bodega. Difícilmente podría haber nacido en los
espacios del poder, en un palacio o en un templo.
En mi opinión, el bodegón trasciende las clasificaciones sociales, porque interesa a
todos los seres humanos al margen de su clase o condición. Podemos encontrar
bodegones de reconocidos autores en las casas de los burgueses, pero también podemos
encontrar bodegones sencillos y baratos en las casas de los trabajadores.
Todos los seres humanos compartimos la añoranza por la naturaleza, por la feliz arcadia
primigenia, por ese paraíso terrenal que pervive en nuestra imaginación simbolizado por
unas frutas.
Karl Marx reconocía que los seres humanos echamos de menos una naturaleza que
nunca hemos tenido. Al decir de J. Claramonte: “Echamos de menos cosas que no
hemos tenido nunca pero que son nosotros íntimamente”
El bodegón surge como género a la vez que el paisaje, sin embargo ambos tienen
significados diferentes. Tal y como señala John Berger 1, el bodegón está relacionado
con el interior de la casa, con la seguridad, la protección, el confort, la estabilidad. Por
el contrario, el paisaje representa el exterior de la casa, significa el riesgo y la aventura.
Pienso que al contemplar un bodegón regresamos a la infancia, cuando el alimento nos
era servido con cariño, en cacharros y objetos que eran la viva representación de lo
bueno del hogar familiar. El bodegón representa lo estable, lo seguro, lo confortable.
Finalmente creo que reconocemos en el bodegón un mundo ideal, un mundo donde los
seres humanos, representados por frutas, flores y cacharros, conviven en una dulce
armonía, sin enfrentamientos, sin clases sociales. Yo siempre he creído que el bodegón
representa la nostalgia por la infancia perdida, por el paraíso arquetípico, por la arcadia
soñada, por un mundo en paz donde es posible la utopía.
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1
BERGER, JOHN “El Bodegón” Ed. Círculo de Lectores, Galaxia Gutenberg. 2000.
Bodegón. Giovanna Garzoni.
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Bibliografía
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Carlos Osorio García de Oteyza
[email protected]
Trabajo de Teoría del Arte. UNED. 2016.