7) Educación y Derechos Humanos. Una Discusión Interdisciplinaria (Pp. 21-33)

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La historia de los derechos humanos

en América Latina
Eugenio Raúl Zaffaroni*

1. Planteamiento
La verdadera historia de los derechos humanos en América Latina aún
no está escrita, si exceptuamos tramos de difícil conexión y si por esa his-
toria se entiende lo mismo que nosotros entendemos. Es decir y en prin-
cipio, que la "historia" no sena una mera sucesión de hechos pasados más
o menos importantes, sino que en ella la elección del objeto histórico de-
pende de su trascendencia a nuestro ser. a nuestra vida cotidiana; y esto
ocurre porque son hechos que han condicionadonuestrapropia visión an-
tropológica (y cosmol6gica preguntar por el hombre o por el cosmos. no
son más que dos caminos para indagar lo mismo).
Por ellojustamente es que no entendemospor "historia de los derechos
humanos" en América Latina la suma y el relato de consagracionesposi-
tivas en constituciones, leyes y tratados. si bien hemos de exceptuar los
casos en que este reconocimiento formal ha sido verdaderamente "histó-
rico", por trascender a nuestro ser, el presente, como humanos y latinoa-
mericanos.
Para nosotros, la historia de los derechos humanos en América Latina
es el relato cronológico de hechos humanos que fueron condicionandola
conciencia de nuestro ser y. por ende, de los Derechos que debemos recla-
mar y que han de sernos respetados. Como toda historia, como relato de

Abogado. Profesa & ia Facultad de D e d o y Ciencias Sociales y & la Facultad de


Psicología de la Uniwnidad de Bu- Aires.
todo fenómeno humano. implica un pruceso abierto. en plena dinámica:
es el condicionamiento del "ser-siendo" de los latinoamericanos.
Son. al menos. cinco siglos de tragedia; más aun. como luego veremos.
es cuestión de milenios y de una historia casi planetaria. Todo la historia
de Latinoamérica, al menos desde que el europeo lleg6 a ella, es historia
de derechos hwnanos. Cada jalón en la conciencia de nuestro ser esta
acompañado por la conciencia de derechos que le son inherentes. Es im-
posible escindirlos.porque toda idea del hombre conlleva una idea de sus
derechos,de allí la enorme dificultad para escribir nuestra historia de los
Derechos Humanos.
Con todo. limitacionespersonales y objetivas nos impiden intentar tal
empresa. Por tanto. procuraremos efectuar una tarea más modesta: mos-
trar lo que creemos puede ser un primer esbozo programático de la histo-
ria de los derechos humanos en América latina. en sus líneas más genera-
les. Creemos que esta historia tiene sentido. y ese mismo sentido alimen-
ta la peninente selección de los hechos históricos. en una circular o dia-
léctica. abierta al futuro. Aquí s61o intentaremos presentar nuestra perso-
nal interpretación según ese sentido. La misma sed por demás discutible.
pero nos anima a hacerlo lo único que quizá sea valioso en la exposición,
que no es por cierto, la pretensión de estar en la verdad (que sería necia so-
berbia). sino s61o mostrar un modo de interpretar,o sea. un modelo que no
quiere ser parcial y. por ende. distorsionante. sinoque procura ser abarca-
tivo. Iiniendo lo que suele no unirse para acceder de este modo a la com-
prensión. Tampoco pretendemos "haber comprendido"; lo Único que con-
sideramos valioso es la forma de apertura a la comprensión.
Quede claro entonces, esto es un ensayo. O se., un trabajo elaborado
en un estilo aparentementedesacreditado. pero la amplitud de la perspec-
tiva nos impide optar por om.
Por ello, más que una mera cronologh de los derechos humanos en
Adrica Latina. estas páginas son un intentopor comprender el sentido de
esa cmlogía, ejemplificándola con caracteres significativos. pero en
modo alguno exhaustivos. Por caracteres ejemplificativos entendemos
referencias breves a episodios y a personas. No son más que signos ais-
lados, seleccionados un poco arbitrariamente y registrados del curso de
cínco siglos; ellos sirven para evidenciar que el sentido asignado en estas
páginas a la historia de nuesuos derechos humanos no es gratuito. La re-
colección de estos signos puede multiplicarse y es tarea que queda pen-
diente (en buena medida, un notable intento es la obra de Galano).
La historia,aquellaexhaustiva y profunda, aún está por ser escrita y se-
guimos siendo sus protagonistas. Este protagonismo nuestro. cotidiano.
nos mueve a elegir los caracteresejemplif~cativoshasta una cierta distan-
cia del presente, hasta donde el tiempo autoríza la perspectiva. La proyec-
ción concreta al presente y al futuro no es nuesm cometido, sino, justa-
mente, es tarea que la historia ha de dejar librada a todo individuo. auxi-
liándoloen su elección, quees la propia, la que hace a su condición de per-
sona

Perspectiva de la historia latinoamericana de los


derechos humanos
2. La civilización depredadora
Desde el siglo XII y aún antes, se fueron produciendo ciertos cambios
económicosen Europa (véase Pireme; Dobb). que habían de desembocar
en el siglo XVIII en lo que se conoce como "Revolución Industrial". Pa-
reciera que la transformación se inició con la aparición de los mercaderes
en el sigloXI, produciéndose una a@eración del procesoen el sigloXVII.
Sueleafirmarse que este procesoes un fenómenoeuropeo; en reali&d, na-
&más alejado de la verdad que esta afirmación,la civilización industrial
no fue un proceso europeo, sino un proceso del planeta entero, en el cual
estuvimos necesariamente implicados americanos y africanos. Y resulta
así, porque si Europa no hubiese subdesarrollado a América y a Africa,
lampoco hubiese podido disponer & los medios de pago +ro y pla fa-
ni & las materiasprimas necesariaspara el proceso indusfrial(cfr. Rod-
ney, Tigar-Levy, pág. 175). Pcx supuesto que este proceso fue protagoni-
zado por nosouos soportando la peor parte, en tanto que a europeos y a la
expansión norteamericana les correspondió la mejor.
La depredación sistemática de América y de Afiica, llevada a cabo por
la civilización más genoci& de la historia, fue históricamente la más ma-
siva y terrible violación a todos los Derechos Humanos. El poder colonial
europeo acabó con los indios de América del Norte y en buena proporción
también con los del resto de América Destruyó ciudades que tenían tan-
tos habitantes como Madrid o Lisboa y despreció la vi& del indio e igno-
ró su cultura. Cabe quizá una síntesis de los antecedentes históricos que
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desembocaron en tal actitud y tales acciones.
España había sido una frontera del feudalismo europeo; en ella se opa-
nía un feudalismo atípico -fronterizo- a la fama de producción tribu-
tariemercantilista del Islam. A la larga, la estmctura feudal resultó más
agresiva y resistente que la mbuiati~mercantilistaislámica y acabó des-
plazrlndola, llevando una ideología de "guerra santa". Fue esa la etapa fi-
nal del largo asentamiento del Islam en Espafla, pero durante todos los si-
glos anterioresocurrieron múltiples interaccionesy la cultura islámicaes-
taba ya incorporada a la España "occidentalizada" al producirse la col*
nización primera (véase Pastor de Togneri).
El europeo llegóa Amtrica Latinaanimadopor el impulsodeunaUgue-
rra santa". El proyecto ewpeo de la colonización espaiíola y portuguesa
se asentó sobre una base teocrática. Esta fue la primera ideología aniqui-
ladora de derechos humanos que el poder de la futura sociedad industrial
trajo a Latinoamkrica; al amparo de ella se destruyó la estructura socie
cultural y económica americana y la existencia física de sus propios habi-
tantes.
El colonizador, ubicándose en una clara superioridad teocrática fren-
te al colonizado, encuentra al llegar a los indios inmersos en lo que llama
"idolairía". Esto6 "ídolos" no fueron considerados por los ibéricos cpmo
inexistentes ni como falsos, sinoque se los reconoció de hecho reales, po-
ducto del demonio. Interpretación que es pieza clave para esta cosmovi-
sión que introdujeron los conquistadores: los ídolos eran obra del "malig-
no", no eran dioses. sino creación diabólica,peroexistían como tal (Sous-
telle, pág. 8). La lucha contra la "idolatría", es decir, contra las culturas
americanas, fue una lucha contra el demonio. La península, el bagaje ide-
ológico de una "guerra santa" emprendió la conquista de Amtrica, allí se
encuentra por lo menos a dos sociedades con un elevado nivel de organi-
zación política y económica, a las que desarticula para organizar una so-
ciedad productora para la exportación. Para ello debe erradicar las cosme
visiones originarias locales.
Nada mepr entonces que identificarlascon la obra del demonio, pues
eran las que se oponían al poder político y económico del europeo. No era
una mera cuestión religiosa; ocurría que las religiones americanas eran la
máxima expresión de las culturas y de sus estmcturas de poder, eran las
cosmovisionesque correspondían al poder independiente pre-colombino.
No podía deshuirse ese poder, sin deshuir las culturas.
En esas circunstancias, durante dos siglos de colonialismo se produjo
una dispura, aparentemente absurda, pero que encerraba una importancia
capital, suficiente para explicar los copiosos volúmenes que le dedicaron
doctos autores. No fue una fuerte discusión acerca del carácter humano &
los indios, la discusión más importante estuvo centrada en el origen de
ellos. Sin duda,descendían de Adán -porque según la Biblia no pdía ser
de otro modo- y iambién de N&-porque el Diluvio fue "universal", pe-
ro no faltaron quienes sostuvieron directamenteque eran hijos de Isael,
que habrían coloRizado -según la Biblia- un país mismioso y desier-
to, más allá del Eufrates. Esta teoría fue utilizada en América tanto por
quienes querían malmtar a los indios como por aquellos que, en Espafía,
pretendían atenuar la persecución a los judíos, especialmentea los llama-
dos "cristianos nuevos". es decir, los judíos convertidos a la fuena por
mandato de los Reyes Católicos,al punto que un autor judío afirmaba que
el paraíso se hallaba en el Perú (cfr. Duviols).
Pero la discusión más importante se centn5 sobre la naturaieza de la in-
ferioridad del indio, puesto que de esta inferioridad no se dudaba. En tan-
to, una de las corrientes de los siglos XVI y XVII explicaba que el indio
no estaba adoctrinado en la fe de Cristo y por ende era culpable por me-
ra ignorancia, o m sostenía que los indios habían sido adocuinados, con-
forme al mandato de Cristo a los Apóstoles (te, docete omnes gentes). y
ellos habrían despreciado posteriormente sus enseñanzas, apartándose&
ellas; por ese motivo habían caído en la apostasía y como apóstatas debí-
an ser tratados. Aunque esta tesis es poco conocida, se funda en numero-
sos textos de la época que daban por cierto que Santo Tomás (Tomás
Apostol) había parlido rumbo a las Indias y caminando sobre las aguas lle-
g6 a América, donde quedaba registro de su paso con distintos nombres.
entre los cuales puede seaalarse a Viracocha en el Peni. Quetzalcoall en
México. Pay Zumé en el Brasil, etc.
Estas afirmaciones. acerca de las diferentes memorias americanasdel
apóstol. se basaban en la existencia de cruces pre-hispánicas en América
(sobreello. Quiroga) y en otros testimoniosmenores. Hoy está demosm-
doque la c m es símbolouniversal y que suele representar los cuatro pun-
tos cardinales o los cuatro vientos, así como la pirámide es una proyección
ui-dimensional de la cruz (vtase Imbelloni). Pero las cruces pre-colom-
binas impresionaron profundamente a los colonizadores. La leyenda de
'Tomás-Viracocha" o de 'Tomás - Quetzalcoatl" puede presentarse co-
mo una anécdota curiosa. pero es mucho más que eso: si los indios eran
apóstatas. sobre ellos tenía competencia la Inquisición y la Iglesia. en tan-
to que si esto no fuese así y los indios fuesen meros infieles. o sea culpa-
bles de tratos diabólicospor ignorancia, era función de la Corona adocíri-
narlos y en nada competía a la Inquisición. Asimismo, la llegada de "Te
más Viracochano de 'Tomás Quetzalcoatlnestá vinculada a la Compaflía
de Jesús, la que estaba en condicionesde afirmar un poder autónomofren-
te a la Corona. Al mismo tiempo se producía un doble uso de tal interpre-
tación. si por un lado pretendían los inquisidores utilizar argumentos to-
mados de la leyenda de "Tomás de Am&can. por otro, los defensoresde
l a indios,como Las Casas, adherían a ella para propugnar un trato más
humano frente a los encomenderos (Lafaye. pág. 256).
De toda forma. lo importante no es lo anecdótico; la ideología teocrá-
tica colonizadora ya señaló l a dos caminos que legitimarían ideológica-
mente todo el dominio colonial y sus genocidios, como también todas las
violacionesa los Derechos Humanosque. con idénticosargumentosracis-
tas. se siguieron cometiendo en América La síntesis de ella seflala que el
colonizadopuede ser sometido. que sus Derechosle fueron desconocidos.
porque'es" inferior.y lo "esn porque habiendo sido superior se ha úegra-
dado o porque va en camino a un nivel sicperior que & no ha alcanza-
do. El primer argumento, en el marco teórico teocrático,era el de "Tomás
- Viracocha" (fueadocirinado yluegocayóen la apostasía);el segundoera
el del simple infiel (es ignorante, es menester adocmnarlo).
La "ciencia" colonial del siglo XIX volverá a utilizar el argumento de
la apostasía y lo transformaráen"degeneración" al rellenarlo con ideolo-
gía biológica, mientras el de la ignorancia también lo instnimentará con
argumentos biológica (razas que no alcanzmn su completo desarrollo
biológico) o con argumentos anuopológicos (civilizaciones inferiores),
para justificar el dominiocolonialen el siglo pasado. En síntesis. laUapos-
mía" teológica corresponde a la "degeneración" positivista, mientras la
ignorancia teológica lo hace con la inferioridad cultural de la anuopole
gía evolucionista. Los "teólogos* positivistas del siglo XIX (Spencer,
Darwin, Morel, Gobineau, etc.) no hicieron sino justificar la represih y
el colonialismo,apuntalando la infdoridad humana del colonizado m
otro sistema de ideas funcionalmente idéntico (Gobineau habría de ser un
heredero de la invención de 'Tomás - Viracochan y Spencer de la teoría
de la ignorancia del infiel).
En cuanto al africsfno,traído como esclavo a América, en ningún mo-
mento el poder se preocupó por justificar o explicar en detalle su "inferie
ridad", pues esta condición era una convicción generalizada, hasta el pun-
to que Bartoloméde Las Casas, de tan exuaordinario papel en defensa de
los indios, recomendó su reemplazo por esclavos africanos. Esto es nega-
do por algunos de sus biógrafos, si bien el propio Las Casas llegó hasta el
arrepentimiento;por lo demás, sería ingenuo culpar a Las Casas por el trá-
fco negrero en América Latina (cfr. Deschamps, pdg. 58). No hay expli-
cación, sin duda, para el error de Las Casas, quien con tanta fuerza defen-
dió al indio, hasta el punto de que sus críticos (los defensores de la"1eyen-
- da blanca", que describen a la conquista ibérica como empresa cristiana
exenta de sentido predatorio) intentaron "diagnosticarle" paranoia (así.
Ramón MenCndez Pidal. cit. por Bataillón -Saint-Lu,pág. 54). y no cabe
explicación -repetimos- salvo en función de una concepción que por
"obvia". nadie discutía.
Los teólogos de la Cpoca no planteaban el problema de la esclavitud,
puesto que la mayoría de los ahcanos vendidos como esclavos eran com-
prados por los negreros a reyes africanos, que los capturaban y reducían
a esclavitud en guerras con sus vecinos -aprovec hadas y fomentadas por
los europeos (cfr. Rodney, pág. 96)- y a todos les parecía lícito que los
cristianos vendiesen y comprasen como esclavos a hombres que ya lo
eran. Esta ficción fue llevada hasta el extremo de condenar las operacio-
nes negreras comercialmente abusivas y las practicadas por protestantes
(por el peligro que com'a el alma de los negros al viajar cautivos en naví-
os herCticos), pero no se condenó a la esclavitud por sí misma (cfr. Duchet,
pág. 48 en UNESCO). La IglesiaCatólica reconoce hoy con franqueza pe-
ro asimismo con cierta pena que careció de un Las Casas para los sufridos
africanos (Puebla).Como versión pseudo-teológica y sin fundamento bí-
blico, circulaba que los africanos eran esclavos por ser descendientesde
Canaan, hijo de Cam y nieto de Noé,a quien éste había maldecido porque
Cam le había visto dormir desnudo en su ebriedad, condenandoal hijo por
el pecado del padre, a ser siervo de sus tíos Sem y Japhet, de quienes des-
cenderían los semitas y europeos (Deschamps, pág. 47). La absoluta fal-
ta de preocupación por la descontada "inferioridad* del africano es de-
mostrativa de la aquiescencia total del saber de la Cpoca sobre este pun-
to. En síntesis, las teorías de la Cpoca permitieron que el colonizador ac-
tuara según una actitud pragmática, pues el rigor contra el indio acusado
de tratos con el demoniojustificaba y sin duda aseguraba el dominio y la
explotación. Más adelante se impuso ampliamente la tesis de la inferiori-
dad indígena por ignorancia, en cuanto al africano, por ignorancia y por
esclavitud, loque permitió que no se destruyese inútilmente manode obra
en poder dela Inquisición. Esta institución sededic6preferentementeare-
primir las formas de trato con el "maléfico", corrientes en Europa, prac-
ticadas por colonizadores y judíos, que cuestionaban el poder de la coro-
na, poder que ya los indios no podían afectar y menos aun los africanos
(cfr. Gomez Valderrama).
Claro está, al indio y al negro no se le reconocían derechos en la prác-
tica, y no tiene sentido argumentar a fuerza de "Reales cédulas" y docu-
mentos análogos, porque todos sabemos que en Latinoamérica las leyes
siempre dijeron una cosa y la realidad otra que nada tenía que ver con lo
normativo (lo que aún hoy sigue sucediendo,por supuesto). Con todo -
y aunque no siempre lo lograron- los colonizadores balaron de cuidar
que no se destruyese inútilmente la mano de obra para las industrias ex-
mctivas; o sea que la ideología teocrática fue adecuada a las necesidades
de la producción. La destrucción física, más o menos indiscriminada -
sin atender a las necesidades productivas-, aparecía únicamente cuando
peligraba la estructura del poder colonial - e n las rebeliones-, o cuan-
do sucedía lo mismo con la propiedad del colonizador,de lo cual son cla-
ros ejemplos las terribles represiones contra la revolución de Túpac Ama-
N y de Galán y las llevadas a cabo contra los "quilombos" brasileilos.

3. El genocidio después de la "Revolución Industrial''


Una de las singularidadesde España es ser una potenciaque llevó aca-
bo la empresa-colonial,pero, el hecho de expulsar a los judíos y a los mo-
ros y mantener una estructura de poder retardatariamente feudo-seilorial
que no facilitó el desarrollo burgués, mientras se desgastaba en empresas
militares en otros países de Europa, todo ello retrasó su industrialización,
y mantuvo un elevadísimo porcentaje de clase privilegiada como lastre
improductivoy consumista(véaseDominguez Ortiz). Proceso que fuede-
teriorando su posición hegemónica, hasta que, finalmente, Gran Bretaila
la desplazó completamente, consolidando esta última su posición al tér-
mino de las guerras napoldnicas. El imperio colonial ibérico se desmo-
ronócasi inmediatamentey, en pocos aiios,ayudada por la dominante po-
tencia mundial insular. Latinoamérica se desvinculó del poder espailol.
Con todo -y es o b v i e Espaila no se desvinculódel poder mundial,
que desde sus nuevos centros -Inglaterra y los países industrializadosde
Eumpa- elaboró una nueva ideología, que no hizo más que sostener las
mismas líneas de la anterior en cuanto a nuestra "inferioridad".
Y así las minorías criollas fueron instruidasen la "ciencia" europea; de
este modo, Latinoamkricafue sometidaal nuevo centrode poder mundial,
no mediante órdenes de virreyes, sino a travks de oligarquíascriollas, que
resultaron ser las minorías proconsulares "ilustradas" del poder centrai.
Esa "ciencia" central no s610 se repetía en las usinas universitarias la-
tinoamericanas, sino que nuestras oligarquías, como toda minoría coloni-
zada dócilmente, execró vilmente toda manifestación cultural contraria a
la cultura colonizadora y pretendió superar a Qta. incluso en brutalidad
genocida Siel ibérico y el francés no tuvieron piedad para el "inferior" co-
lonizado, igual o peor crueldad mostraron nuestras oligarquías criollas,
que ahogaron en sangre -cuantas veces pudiem- todo reclamo dejus-
tos Derechos Humanos, racionalizando sus genocidios con argumentos
extraídos del "racismon positivista de la "ciencia" europea.
EsaUciencia"genocida y racista procuró establecer que fuera de ella no
hay más que "salvajismo" o "barbarien y nada valioso. Hasta hoy suelere-
petirse que "Latinoamkrica no existeno que, al menos no lo hace como
concepto funcional u operativo. A tal extremo llega la negación de nues-
tros derechos humanos, que incluso se pretende negar nuestra propia iden-
tidad.
No obstante, cuantas veces se pregunta sobre quk es Arnkrica Latina,
antes de responder, conviene volver a preguntar quk es "Europa" y cuán-
do se definiócomotal. "Europa", comounidad conceptual, no era más que
como una vaga referencia de los árabes y orientales de una región ubica-
da al norte y oeste de Grecia, hasta que comenzó a explorar, dominar y ex-
plotar a Africa, Arnkrica y Asia. Fue entonces cuando enhentando y do-
minando los tres continentes,los europeos "reconocieron la necesidad &
considerarse un conjunto, algodiverso, hostil y mbikn superiora los pue-
blos africanos,americanos y asiáticos". "Con el capitalismosurgió Eum
pa y con Europa la 'civilización europea': una civilización fundada sobre
los esclavos africanos, las plantaciones y las cosechas americanas, las es-
pecias asiáticas y los metales preciosos& los tres continentes,como m-
bién sobre los números & la India, sobre el álgebra, la astronomía y la
ciencia de la navegación de losBrabes y sobre la pólvora, el papel y la brú-
jula de los chinos. Esta afmamerkano-asi8úcacivilización europea era,
en realidad, la contempkión narcisista de las propias conquistas. La es-
pada, el fusil, el asesinato,lp violación,el robo, la esclavitudfueron las ba-
ses reales de la idea de la 'superioridad europea', pues de este pmceso sur-
gió la idea misma de 'eu~opeo'-hombre & Europa- que ni siquiera
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existía etimológicamente antes del sigloXVIf' (Jaffe, pág. 52). Un euro-
pea, hace un cuarto de siglo dip: "Debemos volvet la mirada hacia noso-
tros mismos, si tenemos el valor de hacerlo. para ver que hay en nosotros.
Pnmero hay que enfrentar un espectáculo inesperado: el striptease de
nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una
ideología mentirosa, la exquisita justificación del pillaje; sus ternuras y
preciosismos justificaban nuestras agresionesn(Sartre).
Europa se a l m ó cuando Hitler aplicó en el siglo XX las viejas p k -
ticas genocidas europeasa los propios europeos, porque si las hubiera apli-
cado aafricanoso a indios americanos quizá su imagen estaría mucho más
pr6xima a la de una Isabel 1, reinavictoria o a monarcas espafioles y por-
tugueses. Según la ideología de la Europa central siempre hemos sido "in-
feriores", ya sea utilizando argumentos "bíblicosn. o bien "racionalistas"
~"cientificos",y lo seguimos siendo para ellos, al menos cuandoeste pe
der central se sincera La'kivilización industrial" abandonósus argumen-
tos "teológicos" pero, como bien lo sellaló un original pensador peruano
a comienzos de este siglo, "admitida la división de la Humanidad en ra-
zas superiores y razas inferiores, reconocida la superioridad de los blan-
cos y por consiguiente su derecho a monopolizar el gobierno del planeta,
nada más natural que la supresión del negro en Africa, del piel roja en Es-
tados Unidos, del tágalo en Filipinas,del indio en el Perú. Como en la se-
lección o eliminación de los dtbiles e inadaptables se realiza la suprema
ley de la vida, los eliminaderes o supresores violentos no hacen más que
acelerar la obra violenta y perezosade la naturaleza: abandonan la marcha
de la tortuga por el galope del caballo" (Gónzalez Prada).
Este saber central. al ser exportado a América La finay adoptado por
las minoríasgobernantes, cwnplió una doblefuncidn: jusfificar la depen-
dencia al poder m& y justjficar la hegemonía de las élites criollas que
accedíún ai poder. Porque,comoconsecuenciadel desplazamientode las
potencias marítimas europeas tradicionalmente hegemónicas Espaila y
Portugal, el poder se desplazóa nórdicos. sobre todo a ingleses. holande-
ses y más tardealemanes. quienescomenzaron aexhibir su "superioridadw
racial y a despreciarcomo "inferiores" a países que se habrían atrasado en
el proceso de industrialización;en general, a los latinos, de lo cual se hi-
cieron eco posteriormente muchos intelectualesfranceses que atribuían a
laUdecadenciadesu raza" la pérdida del viejo esplendor imperial. Así, es-
tos nostalgicos de Napoleón el "Pequeno" y de su imperio de opereta, que
tantas vidas costó a Mtxico y retrasó la unidad italiana, afuman a comien-
uis de este siglo la supexioridad & una supuesta 'kaza aria" @ot ejemplo.
Vacher de Lapouche). Otro teórico & la "decadencia latina". frecuente-
mente citadopor latinoamericanos. GustaveLe Bon, nos entregapthfos
como el siguiente: ''Pobladas por razas caducas. sin energía, sin iniciati-
va, sin moral. sin voluntad. las veintidós repúblicas latinas de América.
aunque situadas en las comarcas más ricas del mundo. son incapaces de
sacar partido alguno de sus inmensos recursos. Viven merced a emprés-
titos europeos que se reparten bandas de filibusteros políticos asociados
a otros filibusteros de la banca europea, encargados de explotar la i w
rancia pública, y tanto másculpables son cuanto que están demasiadobien
informadospara creer que los préstamos que ellos lanzan a la plaza sean
jamás reembolsados. En estas desgraciadasrepúblicasel robo es general.
y como cada cual quiere tener su parte. son permanentes las guenas civi-
les. Así durarán sin duda las cosas hasta que un aventurero de talento. al
frente de algunos millones & hombres disciplinados. intente la fácil con-
quista & estas tristes comarcas. y las sujete a un régimen de hierro. úni-
co del que son dignos los pueblos falsos & virilidad, de moralidad o in-
capaces de gobernarse. Si algunos extranjeros. ingleses y demnes. atra-
ídos por las riquezas natwales &l suelo. no se hubieran establecidoen las
capitales. todos estos p'ses degenerados habrían vuelto hace tiempo a la
barbarie pwa. La única de estas repúblicas que se sostiene algo. la Argen-
tina, no se libra de la ruina generai. sino porque cada vez más la invaden
los ingleses" (Le Bon. págs. 193-4).
Si bien estos párrafos parecen escritos en el paroxismo del desparpa-
jo por quienes obtienen suculentasventajas de nuestra desgracia e impu-
ta la misma a nuestra "latinidad. pretendiendoque nuestra sobrevivencia
depende de nuestros explotadores,de hecho no son más que la elaboraci6n
de "pensadores menores" europeos. Fue Hegel.el gran idedlogo de la glo-
rificaciónde la superioridad europea, el que hizo de la historia de la hu-
manidad la historia de Europa,o más aun de la historia de roda la hwna-
nidad la predestinada a nutrir LA UNICA HISTORIA VERDADERA;en
ella se encarna el espíritu 4 e i s t - de toda la humanidad, naturalmen-
ie. europea,y más nawalmenteaun,germ~a yprotestante. Hegel esqui-
zá uno de los fü6sofos más oscuros. oficialistasy confusos, pero califica-
do como "racionalista" por la mayor parte & los historiadores & la f i l e
Sofía.
Dada su dimension, su predicamento. nos detendremos en él. ejempli-
ficando el contenido & su obra que empalidece el & otras.
31
Desde la cúspide de su historia, Hegel obsema el "nuevo mundo"
("nuevo" para los europeos, claro) y nos presenta como 'huevos" inclu-
sogeográflcamente,asignándonos una geografii singular,en la queel Río
de la Plata, por ejemplo, tiene afluentes originados en los Andes. Según
este evolucionista "racionalista" nuestras culturas originarias eran "una
cultura natural", que habría de perecer tan pronto como el espíritu sea=-
cara a ella América ha revelado siempre su impotencia y sigue reveián-
dola en lo físico y en lo espiritual. Los indígeneas han ido pereciendo an-
te el avance de la actividad europea; en los animales mismos se admite
igual inferioridad que en los hombres. Además de calificamos como in-
feriores tanto geográf~camentecomo zoológica y antropológicamente,
Hegel agregaba que s610 los criollos,por su mezcla, "han podido encurn-
brame al alto sentimiento y deseo de la independencia, lo que explicaba
que los ingleses en la India, para impedir la reiteración del fenómeno,
adoptasen la política de "impedir que seproduzca una raza criolla, un pue-
blo con sangre indígena y europea, que sentiría el amor del país propio"
(Hegel, pág. 171). Es decir, s610 los europeos m'an capaces de patriotis-
mo y amor a su tierra.
Finaliza seaalando a Amtrica como la tierra del porvenir, que ílegará
en el futuro a la importancia histórica, quid por enfrentarseambas Amt-
ricas, el Nbrte con el Sur, pero no nos engañemos, este protagonismo fu-
turo siempre lo asigna Hegel en el marco de la historia "europea". Según
este filósofo, nosotros tenemosfuluro,pues no tenemos historia. En cuan-
toal africano, por cierto que llevaunaparte aunpecirque la nuestra. El gran
fil6sofo a f m a que "el negro representa el hombre natural en toda su bar-
barie y violencia; para comprenderlo debemos olvidar todaslas represen-
taciones europeas. Debemos olvidar a Dios y la ley moral. Para compren-
derlo exactamente, debemos hacer absnacción de todo respeto y morali-
dad, de todo sentimiento" (Hegel, pág. 183).
Sin duda, estos párrafos demuestran acabadamente que quizá no haya
habido ide6logo más renombrado que Hegel, en cuanto al racismo e im-
perialismo cdturales, teaidos por un etnocentrismo marcado. Cabe afir-
mar que Hegel, en este sentido, es la versión gennana del inglts Spencer
(Lukacs, phg. 16).
Tales ideas dieron contenidoal saber de nuestras tlites, casi sin excep
ción, durante todo el siglo pasado y siguen burdamente presentes hasta la
actualidad. La cuesti6n de la "civilización" y la "barbarie" fue reiterada
hasta el cansancio y explicada en todaslas universidades, deaivándola del
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evolucionismo uniline.1de la antropología central, aquella que justifica-


ba el colonialismo por ser tutela de una población bárbara y el elitismode
las minorías proconsuiares por el necesario paternalismo de los pocos
* blancos y criolloscivilizadossobre las mayorías indias, negras y mestizas
carenciadas.
Esta antropología, de neta visión victonana, fue contestada en Latino-
américadesdeprincipios de este siglo,pudiendo mencionarse varios nom-
bres pioneros, pese a las diferencias conceptualesque los separan (Rodó,
Marti, Vasconcelos,Hem'quez Urefia. GonzAlez Prada, etc; una selección
de sus mejores páginas en &a). La anmpologíaafricana ha hecho asimis-
mo la propia reivindicación de sus culturas (Leclerc, pág. 152).

4. El pensamiento progresista central y su ideología


frente a saberes básicos y tradicionales del
control represivo
Hay iíneas de pensamientocuyo desarrolloes coherente y que, natural-
mente. no llaman la atención. Nadie puede alarmarse si se a f m a que del
racismo de Gobineau se desprende el de Chamberlain y de éste el de R+
senberg; o sea, se llega así a Hitier.
Sin embargo, hay algo que resulta interesante destacar, tanto en el cen-
tro como en nuestra periferia: el pensamiento considerado progresista y
hasta revolucionario en el centro, también ha sido tributario y con dema-
siada frecuencia del etnocenuismoeuropeo. Así, por ejemplo, hay un im-
portante movimientode re-valoración de Hegel desde la izquierdacentral,
en el que cabe mencionar como protagonista o precursor a Ernst Bloch.
Bloch. con todo, criticaba seriamente la filosofía de la historia de He-
gel, centrando su crítica en sus característicasde sistema c e d o . acaba-
do y sin futuro; pero nada decía de su universalización europea de la his-
toria y de la consiguiente exclusión en que ubica al hombre americano y
africano(Bloch 254). Un profundoestudiosode Marx nos deja, pues, fue-
ra de la historia y no repara en ello; lo mismo sucede aparentementecon
las críticasa Hegel provenientes del marxismo institucionalizado(Glezer-
man-Kursánov, pág. 320). En una posición distinta, Lukacs (pág. 132),
aunque no coincide con la tibieza de Hegel en ciertosjuicios de su histo-
ria de la filosofía, en ningún momento sospecha la existencia de proble-
mas por haber dejado Hegel a la mayor parte de la población mundial, fue-
ra de la historia Más aun: el más cercanocolaboradordel propio Marx ad-

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