Filo Bettros 1
Filo Bettros 1
Filo Bettros 1
El comienzo de la explicación racional, el cambio de actitud para mirar los hechos que
nos rodean y para adentrarnos en las profundidades del Ser, indica el comienzo tanto
de la filosofía, en primera instancia, y luego de la ciencia; ambas reaccionarias al
pensamiento mágico y mítico de la antigüedad.
En sus inicios, ciencia y filosofía no se hallaban separadas como lo están en nuestros
tiempos. Los primeros filósofos, conocidos como Presocráticos o físicos (por estudiar,
principalmente, el arché u origen de la vida natural), se ocuparon de la crítica al
conocimiento mítico imperante, y la presentación de una nueva metodología para
abordar la realidad que nos rodea. A estos le siguieron los filósofos de la época clásica,
conocidos como “la tríada”: Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero, mediante su
método catártico-mayeútico, se dedicó a demostrar la falibilidad del conocimiento
humano y el error cotidiano de cerrar significaciones sin someterlas a una verificación
lógica y no tan solo argumentativa (a la manera sofística). En cambio, su discípulo
Platón, y luego el discípulo de este, Aristóteles, se dedicaron a sistematizar el
razonamiento filosófico desde los comienzos, generando un sistema de pensamiento
fundamental para el origen de la ciencia: el Realismo. Nadie osaría a criticar el hecho
de que el Estagirita era un realista hecho y derecho, sin embargo las cosas no son tan
claras con Platón, dado que muchos lo han denominado idealista. Sin entrar en
discusiones filosóficas que se prolongarían ad infinitud, simplemente diremos que la
teoría platónica se fundamenta en la existencia de entes reales (ideas), los cuales
existen en un plano superior de la realidad, conocido como mundo inteligible. Por ser
reales, y no meras construcciones o reproducciones de la mente, ubicamos al filósofo
dentro de la tradición realista y no la idealista.
Aristóteles escribía sobre temas muy variados, tales como la biología, la física, la
astronomía y la metafísica o filosofía primera. Pero el hecho que deseamos destacar
es que el Estigirita se dedicó, dentro de su amplio espectro temático, al estudio de las
pasiones humanas, en un texto denominado “De anima” o “Sobre el alma”. El mismo es
considerado el primer tratado sobre psicología pre-científica.
En un inicio el saber estaba unificado y no existían las diferentes disciplinas científicas
y, menos aún, las especialidades. Esto se debía a que el conocimiento disponible era
muy limitado y podía ser abarcado desde un solo enfoque.
Es una actividad racional pero subjetiva. Es por eso que cada filósofo elabora su teoría,
sin desestimar lo que se ha dicho y elaborado desde el inicio. Las respuestas que se
dan a las mismas preguntas pueden ser contradictorias entre sí.
En cambio, la ciencia logra dar respuestas que pueden ser corroboradas y aceptadas
por todos los científicos.
2. La filosofía no progresa
Como las respuestas filosóficas nunca son definitivas, no puede afirmarse que un
filósofo actual esté más cerca más cerca de la verdad que un filósofo de otras épocas.
Por eso, estudiar filosofía implica estudiar a los grandes pensadores de la historia. Si la
filosofía progresara lo dicho por filósofos de siglos anteriores no tendría vigencia en la
actualidad. Por otro lado, la historia de la ciencia es progresiva. Los científicos antiguos
han sido superados. Por eso un científico actual sabe mucho más acerca de la realidad
que un científico de otras épocas. Ningún médico estudia a Hipócrates para extraer de
ese estudio un saber que le permita curar enfermedades hoy.
3. La filosofía busca un saber universal
Ya hemos dicho que la Filosofía es la madre de todas las ciencias, y que las mismas
son herederas del pensamiento crítico filosófico. Ahora bien, dentro de la filosofía existe
una rama específica que se dedica al análisis de la misma ciencia y sus fundamentos;
un análisis metacientífico sobre los postulados de la ciencia. A este se la conoce como
Filosofía de las ciencias o Epistemología.
La producción del conocimiento tiene que ver con el modo en que surge ese
conocimiento. Desde esta perspectiva, es pertinente tener en cuenta los factores
sociales, económicos, políticos, ideológicos, e incluso psicológicos, que intervienen en
el proceso de elaboración de las teorías científicas. Interesan, entonces, los métodos
empleados, la coherencia de las teorías y los requisitos que las pruebas deben cumplir
para ser tomadas en cuenta.
Dado lo ya expuesto, nos queda esbozar los criterios que permiten establecer a un saber
como científico:
a. Creencia
Todo postulado científico debe ser creído, inicialmente, por el sujeto que lo
postula. Si el investigador sabe algo, debe creerlo en primera instancia.
b. Verdad
El criterio de veracidad de la afirmación creída es fundamental. No solo el sujeto
debe creer lo que afirma, sino que esta afirmación debe ser universalmente
válida y veraz. Si así no lo fuera sería refutada, dando lugar a los errores en la
concepción de los hechos.
Se trata de establecer una correspondencia entre lo que se dice y la realidad
(criterio de objetividad)
c. Prueba
El requisito de la prueba es fundamental, dado que no alcanza con que una
afirmación sea creída y veraz. Se deben tener buenas razones para creer en la
veracidad de una creencia. Sin pruebas, nuestra creencia, por más verdadera
que sea, no se transforma en conocimiento.
Queda claro que el conocimiento científico va progresando, surgen nuevas ideas que
superan las anteriores, es así como los ‘modelos’ de pensamiento (paradigmas) se
ponen en duda, entran en crisis que producen rupturas. A partir de esas rupturas, surgen
nuevos paradigmas. Estas nociones epistemológicas nos permiten entender que las
teorías científicas se van sucediendo en distintos momentos de la historia de las ciencias
y se consideran válidas hasta tanto otras no las modifiquen. Así, las teorías son válidas
de acuerdo con los paradigmas vigentes en cada época, lo que no significa que las
últimas sean verdaderas y las anteriores falsas. El conocimiento crece, se revisa, se
reelabora, es dinámico y, por lo tanto, sujeto a transformaciones.
En relación a este último punto, Thomas Kuhn publica en 1962 “La estructura de las
revoluciones científicas”; allí plantea la evolución normal de las ciencias naturales.
Según el autor, las mismas no progresan siguiendo un proceso uniforme de un hipotético
método científico. En contraste, ha enunciado dos fases fundamentales de su desarrollo.
En la primera fase hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre como
sistematizar y emplear los conocimientos adquiridos hasta el momento; esto se conoce
como paradigma imperante.
En una segunda fase, se buscan nuevas teorías y herramientas de investigación
conforme las anteriores dejan de ser eficaces, tornándose obsoletas. Si se demuestra
que una teoría es superior a sus antecesoras entonces es aceptada y se produce una
revolución científica; entendiendo que la transición entre los paradigmas siempre
produce resistencias, dado que ningún cambio se acepta de forma rápida. De estas
premisas, Kuhn establece cuatro etapas en la formación de los paradigmas científicos:
Filósofos Presocráticos
Heráclito de Éfeso
Datos Preliminares
◼ Perteneciente al grupo de filósofos
Jónicos
◼ Se denominaban “físicos” o
“cosmólogos”
◼ Se lo conoce como “El oscuro”
◼ Presenta rasgos misóginos
◼ Intolerante e impasible
Datos Preliminares
◼ Lo que nos llega del filósofo son
apotegmas.
◼ No se consideraba un filósofo, sino un
“Sabio”.
◼ Plantea al “Logos” como el Arché de
todas las cosas.
◼ Seguía y profesaba la doctrina órfica
Doctrina órfica
◼ Nace a partir del mito de Orfeo
◼ Son creencias populares, del
campesinado.
◼ Son reaccionarias a las creencias
olímpicas (Homero y Hesíodo)
◼ Plantean la existencia de un más allá;
premios y castigos.
◼ Se concibe al hombre bajo una
perspectiva dualista (Cuerpo y alma)
◼ Establece el concepto de
transmigración
Doctrina órfica
◼ Conciben la antropogénesis, bajo una perspectiva
mítica:
Según este mito, los antiguos Titanes, bestiales y
soberbios, mataron al pequeño Dioniso, hijo de
Zeus y Perséfone. Zeus los castigó fulminándolos
con su rayo
De la mezcla de las cenizas de los abrasados
Titanes y la tierra surgieron luego los seres
humanos, que albergan en su interior un
componente titánico y otro dionísiaco. Nacen, pues,
cargados con algo de la antigua culpa, y deben
purificarse en ella en esta vida, evitando derramar
sangre de hombres y animales, de modo que, al
final de la existencia, el alma, liberada del cuerpo,
casi tumba y cárcel, pueda reintegrarse al mundo
divino del que procede.
Principales conceptos
◼ El Logos
◼ El Fuego (Arché pirós)
◼ El devenir y la doctrina de los
contrarios
◼ El alma y la felicidad
◼ La muerte
Fragmentos destacados
◼ “Sabio es quienes oyen, no a mi, sino a
la razón, coincidan en que todo es uno”
◼ “Este mundo, el mismo para todos, no
lo hizo ninguno de los dioses ni de los
hombres, sino que ha sido
eternamente, y es, y será, un fuego
eternamente viviente, que se enciende
según medidas, y se apaga según
medidas”
Fragmentos destacados
◼ “Lo contrario es concordante, y de los
discordantes resulta la más bella armonía”
◼ “Si la felicidad estuviera en los placeres del
cuerpo, diríamos que los bueyes son felices
cuando encuentran arvejas para comer”
◼ “En la circunferencia del círculo se confunden
el principio y el fin”
◼ “Nos embarcamos y no nos embarcamos en el
mismo río, somos y no somos”
Filósofos Presocráticos
Parménides de Elea
Datos Preliminares
◼ Parménides nació en Elea, ubicada en Magna
Grecia.
◼ El método socrático
Un oxímoron necesario
Si tan solo por un instante se nos diera la posibilidad de encontrar el concepto
antagónico a la vida, no dudaríamos en decir, desde un lugar apresurado, la
muerte. Parece lógico pensar que la vida se opone a la muerte; el inicio y
despliegue contra el punto final. Incluso es totalmente aceptado que, aquel que
vive no está muerto, y aquel que ha muerto no vive; esto es comprensible. Pues
bien, por algo el psicoanalista francés, Jacques Lacan, decía que nos cuidemos
de comprender demasiado rápido, y que sospechemos de lo obvio, ya que las
cosas encierran más aristas de las que imaginamos.
Al establecer su último dualismo pulsional, Sigmund Freud, nos habla de
Tánatos y de Eros, de la Pulsión de Vida y de Muerte. Y si bien parecen ser
antagónicas, ambas están juntas. No se oponen, sino que conviven, y ambas
apuntan hacia el mismo destino: la vuelta a lo inorgánico. Ahora bien, la pregunta
sería, entonces, ¿Por qué las distingue? Tan solo por cuestiones temporales. La
primera pone rodeos al destino final, haciendo que la vida sea posibilitada, a
1
Platón. (2003) El Banquete. Ediciones Libertador. Buenos Aires, Argentina.
través de conflictos y problemas (no conocemos otra vida más que esta),
mientras que la última no, simplemente busca el final, lo más pronto posible.
Quizás se peca al simplificar la cuestión, pero se intenta resaltar el hecho de que
vida y muerte no son tan opuestos como se piensa; de hecho, la significación
que damos a estos elementos nunca deja de ser un producto de nuestra
subjetividad. Vida y muerte, sexualidad/erotismo y fallecimiento, son reales,
elementos incomprensibles a la experiencia (porque están más allá de ella), que
nos invitan a llenar de significado su infinitud conceptual.
Si aceptamos esto, debemos pensar, junto a muchos autores, que la vida
lleva en sí misma el germen de la muerte, y que la muerte posibilita, también, la
continuidad de la vida.
Georges Bataille, en su obra “El erotismo”, a través de un análisis
pormenorizado, observa que el mismo acto de la concepción, la fecundación del
espermatozoide y el óvulo, conlleva la muerte de estas células originarias, para
dar lugar, por meiosis, a algo distinto de sus partes. Es decir que la vida está
sesgada por la muerte, dado que, en el pensamiento del autor, somos seres
discontinuos, pero que anhelamos una continuidad paradisíaca y perdida. Ahora
bien, el erotismo, al posibilitar la unión con otro, permite la ilusión de continuidad
a través de la descendencia (nuestros apellidos parecen recordárnoslo). Pero el
ser engendrado es totalmente distinto a sus progenitores, por más que posea
carga genética de uno y otro, no es una sumatoria, es algo nuevo y único; un
sujeto singular. Es así que el abismo que existe entre los cuerpos y consciencias
de uno y otro ser, se mantiene a lo largo de la vida. A esto, denominamos vértigo
y, de forma especial, angustia.
Filosofía Clásica
Alegoría de la Caverna
La idea del Bien (Praxis)
Fundamento ontológico
Fundamento gnoseológico
Fundamento teleológico.
4. Dialéctica platónica