Nievas
Nievas
Nievas
una perspectiva
Flabián Nievas*
••
Resumen: En este artículo se aborda el tema de las clases en Marx y Engels vinculán-
dolo con otros dos conceptos: el de fuerza social política y el de partido revolucionario.
Para esto último incorporo los desarrollos teóricos de Lenin. Desde esta perspectiva,
se trata de conceptos vinculados, pero de distinto nivel de análisis. El de clase social
corresponde al materialismo dialéctico, mientras que los de fuerza social política y par-
tido revolucionario al materialismo histórico. Aunque se trata de una secuencia lógica
(clase social-fuerza social-partido), remiten a distintos momentos del análisis, cuya
articulación es compleja. Se propone una construcción teleológica de dicha secuencia,
es decir, que aunque cada categoría implica a la anterior, la anterior no «contiene» a
la siguiente. Como corolario, y siguiendo la misma lógica, se sostiene que el Partido es
externo a la clase que representa.
Palabras clave: Clase social, marxismo, lucha de clases, partido revolucionario, fuerza
social política.
Abstract: This article addresses the issue of social class in Marx and Engels linked
with two other concepts: the politics social force and the revolutionary party. For the
latter incorporated the theoretical developments of Lenin. From this perspective, it
is linked concepts, but with different levels of analysis. The social class corresponds
to dialectical materialism, while the political and social force revolutionary party to
historical materialism. Although this is a logical (social class-social forces-party), refer
to different times of analysis, whose articulation is complex. We propose a teleological
construction of this sequence, ie each category implies that while the previous one, the
former does not «contain» to the next. As a corollary, and following the same logic, it
is argued that the party is outside the class it represents.
Keywords: Social class, Marxism, Class struggle, Revolutionay party, Political social
force.
*. Lic. en Sociología, Magíster en Investigación Social y Dr. en Ciencias Sociales (UBA).
Investigador del Instituto «Gino Germani». Profesor adjunto de la Facultad de Ciencias So-
ciales y del Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos Aires. Este artículo sintetiza la terce-
ra parte de mi tesis doctoral «Lucha de clases. Isomorfismo y metamorfosis en las categorías
analíticas de los pensadores marxistas clásicos», dirigida por la Dra. Susana Murillo y defen-
dida en 2009. Mantiene su estructura aunque se han abreviado muchos de sus argumentos.
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
El problema
Pocos conceptos han sido tan debatidos dentro y fuera del marxismo como el
de clases sociales. Concepto liminar del marxismo, nunca fue tratado sistemática-
mente por Marx ni por Engels, lo que ha generado todo tipo de debates. Se trata de
un problema teórico abierto que, como tal, no tiene una única resolución posible,
sino que puede ser explorado en diferentes direcciones.1 En tal sentido, no pretendo
«resolver» el problema, sino aportar una perspectiva cuya consistencia y coheren-
cia deberá evaluar el lector. Se trata de la sugerencia de lectura desde la cual pensar
un problema que quizás tenga como mayor virtud precisamente su irresolución, por
cuanto invita a pensar constantemente en él.
La irresolución del problema de la clase se liga, como trataré de demostrar,
con otro concepto inacabado en la formulación de Marx y Engels: el de partido po-
lítico. Según Monty Johnstone es posible encontrar al menos cinco modelos de par-
tido en las obras de Marx y Engels (1971: 106/7). Esta variabilidad indica la carencia
de una idea acabada del partido, situación comprensible en el siglo XIX, en buena
parte del cual lo que hoy conocemos como partidos eran entonces sociedades se-
cretas.2 Cuestión que quedó absolutamente a la vista cuando Lenin teorizó sobre
la cuestión del partido, desembarazándose de buena parte de las proposiciones de
Marx y Engels sobre el asunto. No es arbitraria su inclusión en el problema de las
clases, ya que explícitamente intentaron vincular ambos conceptos, imbricándolos
mutuamente.
En los escritos tempranos, Marx presentaba clase y partido como continui-
dad: «en la lucha (. . . ) esta masa se reúne, se constituye en clase para sí misma»
(Marx 1985a: 187). Se pasa, con la lucha, de la clase en sí a la clase para sí; de la
clase constituida por el capital, heterónoma, a la clase autoconstituida, autónoma.
Esta clase autoconsciente, autónoma, autoconstituida, es el partido; sin mediacio-
nes. La lucha simplemente transforma de manera práctica una situación y genera
la otra. De esta manera, la clase ha devenido partido.3
No obstante, el problema de la clase y el partido no se resuelve, ni mucho me-
nos, con este enunciado. Por el contrario, bien parece haberse constituido en un
obstáculo a la hora de pensar uno y otro. Y esto podría deberse a que gran parte de
los autores marxistas no se han atrevido a ir más allá de los escritos específicos en
los que se tratan estas cuestiones, sin indagar en otros aspectos que contienen ele-
mentos vitales para poder explorar estos problemas y, por sobre todo, por intentar
analizar por separado estos conceptos; no porque se encuentren desligados, sino
1. La justeza de cada orientación depende no solo de su consistencia interna, sino tam-
bién de condiciones sociohistóricas que condicionan su aceptación o rechazo.
2. Por entonces era usual organizarse en sociedades secretas. Ambos pertenecieron a
la Liga de los Justos, predecesora de la de Liga de los Comunistas, la que les encargara la
redacción de un manifiesto que vio la luz en 1848.
3. «Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político» (Marx
y Engels 1974: 119), no deja lugar a dudas en cuanto a nuestra interpretación.
164
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, que son los pro-
pietarios de los medios de producción social y emplean trabajo asalariado. Por prole-
tarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, privados
de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para
poder existir. (Marx y Engels 1974a: 111)
Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por
lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos
y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida (. . . ). Los indivi-
duos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su
producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que
los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.
(Marx y Engels 1974b: 16)
6. «En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que ac-
túan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo,
para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir los hom-
bres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones
sociales, y solo a través de ellos, es como se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la
producción». Marx 1974a: 163.
7. «La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción,
de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de
producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos». Marx y Engels 1974a: 115.
A partir de allí, algunos como el economista John Roemer abordan el problema de las clases
de una manera, a nuestro juicio, muy pobre; en el capítulo dedicado al estudio de las clases
Roemer (1989: 66) solo dice que «en el marxismo no se define la clase por la riqueza o por el
estatus, sino más bien por la forma en que los agentes se relacionan con la compra o la venta
de la fuerza de trabajo».
166
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
Factores objetivos
555); por otra parte «como con el desarrollo de la subsunción real del trabajo en el capital o
del modo de producción específicamente capitalista, no es el obrero individual, sino cada vez
más una capacidad de trabajo socialmente combinada lo que se convierte en el agente real
del proceso laboral en su conjunto, y como las diversas capacidades de trabajo que coope-
ran y forman la máquina productiva total participan de manera muy diferente en el proceso
inmediato de la formación de mercancías o mejor aquí de productos – éste trabaja más con
las manos, aquél más con la cabeza, el uno como director (manager), ingeniero (engineer),
técnico, etc.; el otro como capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual directo
e incluso como simple peón – tenemos que más y más funciones de la capacidad de trabajo
se incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo, y sus agentes en el concepto de
trabajadores productivos, directamente explotados por el capital y subordinados en general
a su proceso de valorización y de producción». Marx 1985b: 78/9.
13. Tratado en Marx 1988, III: 375 y 377. Este punto quedó inconcluso. Sin embargo se
puede colegir que a) es contratado por un salario y controlado en su trabajo; b) no produce
valor y, dado que el comerciante (realizador del plusvalor) participa de la apropiación del
plusvalor, el único origen posible de su salario es el plusvalor global. La diferencia entre el
valor de su fuerza de trabajo y la cuota de plusvalor que permite apropiar al comerciante es
la ganancia de este. (Marx 1988, II: 157; III: 377). Otro caso a ser encuadrado aquí es el del
personal de mantenimiento (Marx 1988, II: 212/3).
14. «Dentro del proceso de producción, el capital se convierte en mando sobre el tra-
bajo, esto es, sobre la fuerza de trabajo que se pone en movimiento a sí misma, o el obrero
mismo. El capital personificado, el capitalista, cuida de que el obrero ejecute su trabajo como
es debido y con el grado de intensidad adecuado». Marx 1988, I: 375/6.
15. «Cierto nivel de la producción capitalista hace necesario que el capitalista pueda
dedicar todo el tiempo en que funciona como tal, es decir, como capital personificado, a la
apropiación y por tanto al control del trabajo ajeno y a la venta de los productos de este
trabajo» Marx 1988, I: 374.
168
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
16. Rosdolsky 1989, pág. 261, señala acertadamente que el plustrabajo absoluto es co-
mún a todas las sociedades de clases. (Cf. Marx 1988, I: 282-92).
169
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
la relación «valor») genera un producto propio, que es plusvalor relativo. Marx nos
presenta las condiciones en que actúa el agente productor:
Puesto que el obrero combinado u obrero colectivo tiene ojos y manos por delante
y por detrás y goza, hasta cierto punto, del don de la ubicuidad, la jornada laboral
combinada de 144 horas que aborde por varios lados, en lo espacial, el objeto de tra-
bajo, promueve más rápidamente el producto total que la jornada laboral de 12 horas
efectuada por trabajadores más o menos aislados, los cuales deban abordar su trabajo
unilateralmente. En el mismo lapso se concretan diversas partes locales del producto.
(1988, I: 398).
Esto evidencia una clara disimetría de poder, por cuanto la existencia social
del proletariado no depende de sí, sino que es organizada externamente, se cons-
tituye de manera heterónoma. La clase, como tal, no tiene existencia más que en
relación con la otra. La traducción práctica está en la conformación, a través de la
disciplina, del colectivo productivo (Marx 1988, I: 447/8). Como vimos, la utiliza-
ción a gran escala de la máquina disuelve la particularidad del obrero, constituyén-
dolo en clase.
Finalmente, en cuarto lugar – ligado al anterior – está la cuestión del saber.
En la constitución de ambas clases opera una enajenación del saber-hacer del arte-
sano (Marx 1988, I: 440; 1987a, I: 457), transmutando en el conocimiento científico
(Marx 1982a: passim). Esta transmutación del conocimiento redunda en una rela-
ción jerárquica, en la que la clase capitalista aparece en una posición favorecida,
170
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
valor, el que produce plusvalor (Marx 1987b, I: 137). Trabajo improductivo es, por
el contrario, el que no genera una magnitud diferencial de valor, sino que es con-
sumido directamente (Marx 1985b: 84). No importa el contenido del trabajo, sino
la relación social en la que está inscripto (Marx 1987b, I: 372). Los trabajadores
productivos conforman una clase social propiamente capitalista, porque producen
capital y son producidos por el capitalismo (Marx 1988, II: 40). La mayoría de los
trabajadores improductivos, en cambio, aún cuando desarrollan su existencia en el
capitalismo, conforman clases diferenciadas, pudiendo estar más próximas al pro-
letariado o a la burguesía, o en una situación de fluctuación, o que ocasionalmente
se transforme en productivo, pero no son clases específicas del capitalismo; que
existen en él pero no son producidas directamente por él. Obviamente la otra clase
propiamente capitalista es la burguesía, que si bien trabaja improductivamente no
es su trabajo lo que la define como tal, sino que es ella misma la personificación del
capital.18 No hay que dejar de considerar que las clases de trabajadores no produc-
tivos, sus fracciones, etc., son funcionales al desarrollo del proceso de reproducción
ampliada, que es la forma de existencia del capital, pero se vinculan al mismo solo
de manera subordinada a la productividad del trabajo (Marx 1987b, I: 376). Este
proceso produce y reproduce la estructura capitalista.
La segunda distinción la establece entre los propios trabajadores productivos,
los que no constituyen tampoco una masa homogénea, pudiéndose establecer mati-
ces entre ellos. Ya expusimos el caso de los capataces, a los que distingue claramente
de los obreros «rasos» (Marx 1988, I: 517). Pero una segunda diferencia dentro de
este segundo segmento (de trabajadores productivos) o tercera distinción en ge-
neral: se trata de la diferencia entre el trabajo simple y el trabajo calificado (Marx
1988, I: 425).
Si bien se trata de una diferenciación analítica, ya que resulta imposible en la
práctica establecer un quanto de trabajo simple, no debe pensarse por ello que tal
distinción es irreal, pues ya desde la manufactura se «desarrolla una jerarquía de
las fuerzas de trabajo, a la que corresponde una escala de salarios» (Marx 1988, I:
425/6), es decir, de un efecto palpable y generalizado, que establece una categoría
especial de trabajadores, diferente del resto, que son los desprovistos de calificacio-
nes particulares (Marx 1988, I: 426).19
De manera paralela construye el concepto de la clase capitalista. En principio
aparece como mera personificación del capital (Marx 1988, I: 731 y 732). Ya vimos
también cómo iban apareciendo atributos en relación a la constitución del proleta-
No puede obviarse que existe una tradición que localiza tres clases sociales
principales: asalariados, capitalistas industriales y terratenientes, que se asienta
fundamentalmente en el inconcluso capítulo LII del libro III. Aunque parece aten-
dible, hay quienes minimizan esta interpretación, porque ello no sería más que la
presentación de la concepción de la economía política clásica de las clases.20 Sin
embargo, como se trata de un modelo trinitario y no binario, es necesario dar cuen-
ta de esta aparente anomalía que representa el terrateniente. Si se acepta que las
relaciones de producción son las primarias para abordar el problema de las clases,
este personaje es claramente anómalo. El propio Marx presenta a la propiedad de
la tierra como un «obstáculo» que «intercepta una parte del plusvalor», mostrando
al terrateniente como un apropiador de parte del plusvalor producido por el capita-
lista (1988, III: 980). No produce, sino que se apropia de algo producido por fuera
de él mismo, pero no controla ni es controlado en el proceso de producción, pues
no participa del mismo.
La primera aproximación a este problema es cuando trata la forma más gené-
rica de los ingresos: trabajo asalariado (salario), capital (ganancia) y tenencia de la
tierra (renta) (Marx 1988, III: 1051/2). Estas formas de rédito están ligadas a clases
sociales (Marx 1987b, I: 35), pero eso no significa, por sí mismo, que estas sean es-
tructuralmente equiparables, debido a que «la naturaleza del plusvalor [es] la base
íntegra del modo capitalista de producción. El valor de cada producto parcial del
capital, de cada mercancía individual, incluye (. . . ) plusvalor (escindido más tarde
en ganancia y en renta)» (Marx 1988, III: 1071).
Pero cuando analiza la «fórmula trinitaria» Marx retoma su teoría del fetichis-
mo, advirtiendo que la forma mística del capital, interpuesto el proceso de circula-
ción, hace que queden obnubiladas «las relaciones de producción de valor origina-
20. «(. . . ) no son las dos o tres últimas páginas del tercer volumen de El Capital las que
podrían interesarnos, pues ellas solo son la traducción de un pasaje de Ricardo que esta-
blece una distinción entre tres géneros de propiedad y de ganancias (. . . )» (Gurvitch 1967,
págs. 53-54). Siguiendo a Stalisnav Ossowsky, Dos Santos también sostiene que «(. . . ) Marx
se habría fundamentado en el esquema tricotómico de Adam Smith, basado en la función
productiva» (Dos Santos 1973, pág. 18). Las diversas interpretaciones que surgen del aná-
lisis de las clases a partir del capítulo LII están reseñadas en Bonavena 2008, pág. 333 y
ss.
173
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
rias» (Marx 1988, III: 1052/3).21 Esta situación hace que la renta, forma específica
de rédito ligada a una clase particular, aparezca como si fuese una forma más de
la estructura capitalista, pese a que es obtenida por «una clase que ni trabaja ella
misma, ni explota directamente a trabajadores» (Marx, 1988, III: 1055), lo que la
ubica, taxativamente, por fuera de la estructura específicamente capitalista.
Puesto que aquí una parte del plusvalor no parece directamente ligada a rela-
ciones sociales, sino a un elemento natural, la tierra; la forma de la recíproca enaje-
nación y esclerosamiento de las diferentes partes del plusvalor se consuma, la cone-
xión interna queda definitivamente desgarrada y la fuente del plusvalor sepultada
por entero, precisamente porque las relaciones de producción vinculadas a los di-
ferentes elementos materiales del proceso de producción se han vuelto autónomas
unas con respecto a las otras. (Marx 1988, III: 1055/6)
Expresado en otros términos: la existencia o inexistencia del terrateniente no
afecta la dinámica del capitalismo, pues no pertenece al ámbito de la producción de
plusvalor (Marx 1988, III: 1061/2); él no explica la producción, sino que, por el con-
trario, su existencia se explica por las condiciones de producción (Marx 1988, III:
986/7), y la consecuente forma de apropiación del producto social; aunque no de-
be confundirse esto con una forma particular de distribución; se trata de una clase
entroncada en el capitalismo, que aunque no sea propiamente capitalista, funciona
como parte del mismo (Marx 1988, III: 1120). Localizarla como una clase propia-
mente capitalista no es, sino una forma fetichista de observarla, ubicándola por la
apropiación y no por la producción. Pero, a la vez, Marx presenta una clave para
comprender la existencia de clases no propiamente capitalistas, ensambladas más
o menos armónicamente en su lógica.
Considerando que el proceso de producción abarca también el de circulación,
ha de seguirse que el comerciante es también – en este aspecto – como el terrate-
niente,22 partícipe de la apropiación del plusvalor generado en el ámbito específico
de la producción, pero tampoco en este caso, como en el anterior, participa de la
relación social «capital», pese a que el fetichismo haga parecer lo contrario (Marx
1988, III: 1053).
Hemos presentado así las dos grandes configuraciones que articulan el aná-
lisis estructural de las clases sociales en Marx; las clases propiamente capitalistas
21. «El plusvalor, pues, se escinde en varias partes. Sus fracciones corresponden a di-
versas categorías de personas y revisten formas diferentes e independientes entre sí, como
ganancia, interés, ganancia comercial, renta de la tierra, etc. (. . . ). El fraccionamiento del
plusvalor en varias partes, además, no altera en nada su naturaleza, ni tampoco altera las
condiciones necesarias bajo las cuales se convierte en el elemento de la acumulación» Marx
1988, I: 692.
22. Esto no significa que ambas categorías sean asimilables, pues el comerciante par-
ticipa de la realización del plusvalor, y el terrateniente solo de su apropiación. Pero el co-
merciante, realiza mas no produce plusvalor, en este sentido, se apropia del mismo como el
terrateniente. La circulación, se sabe, es y no es parte del proceso de producción: lo es, pero
también es uno de los dos capítulos de su movimiento (Marx, 1987a, II: 130).
174
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
y aquellas que, sin serlo, ocupan un lugar real en el entramado de relaciones del
capitalismo. Pero no se agotan allí las consideraciones que debemos hacer sobre es-
te concepto. Entre los elementos que configuran el concepto de clase hay, además
de los mencionados, otros que son de diferente naturaleza. Marx considera también
factores subjetivos, los que, con su introducción comienza a prefigurar una «salida»
del concepto «fuerte», para ir adecuándolo a otro, presente también en sus análisis,
pero distinto al de clase social.
Factores subjetivos
175
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
Ahora bien, aunque la jornada laboral no sea una magnitud constante sino fluente, so-
lo puede variar, por otra parte, dentro de ciertos límites (. . . ). Durante una parte del
día la fuerza debe reposar, dormir, mientras que durante otra parte del día el hombre
tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimentarse, asearse, vestirse, etc. (. . . ).
Aparte ese límite puramente físico, la prolongación de la jornada laboral tropieza con
barreras morales. El hombre necesita tiempo para la satisfacción de necesidades es-
pirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general
por la civilización. La variación de la jornada laboral oscila pues dentro de límites físi-
cos y sociales. (Marx 1988, I: 278/9)
23. «(. . . ) en los mismos años el movimiento cartista y la agitación por las diez horas
llegaron a su apogeo, y encontraron aliados en los tories» Marx 1988, I: 342. Pueden ver-
se similares consideraciones en 1988, I: 326. También analiza las alianzas entre distintas
fracciones de las clases dominantes (1988, I: 344).
176
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
una clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación pu-
ramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna co-
munidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política, no forman una
clase. (Marx 1974b: 490)
Son y no son una clase. Lo son por las condiciones objetivas de existencia. No
lo son por cuanto carecen de articulación política, es decir, una organización para la
acción. Pero una organización política ¿no es acaso un partido político? Volvemos
de esta manera a nuestro obstáculo inicial, pero no del mismo modo; avanzamos en
un punto: queda claro que la mera agregación no es condición suficiente para con-
ceptuar una clase social. El obstáculo se diluye, por lo tanto, si advertimos que en la
medida que incorporamos este elemento subjetivo, necesario, a nuestro objeto de
estudio – las clases sociales – el mismo se va desdibujando como tal, y reaparece
transfigurado en algo distinto. Puede parecer paradójico que a medida que incor-
poramos elementos para analizar más concienzudamente las clases sociales, estas
se nos desdibujen como objeto de estudio. Pero en absoluto lo es si consideramos
que las mismas son un esquema analítico racional, un armazón interpretable con-
ceptualmente, desde el cual se estructura – y en el cual se asienta – la racionalidad
de la lucha de clases. Es la base lógico-estructural del análisis para un momento
liminar de la lucha de clases. En la medida que la lucha se despliega, las clases se
van desdibujando en tanto tales, para reconfigurarse en otro tipo de formaciones
coyunturales de acción, que son las fuerzas sociales. Esto no quita realidad a las
clases como tales, pero las dinamiza conceptualmente.
Para decirlo con más claridad: las clases sociales tienen existencia objetiva,
pero su construcción teórica resulta de una abstracción de condiciones que, en la
medida que la reintroducimos en el análisis, nos conduce necesariamente a una
realidad diferente;24 ya no la estructura lógica, el funcionamiento formal de las mis-
mas, sino la estructuración real y el funcionamiento histórico-concreto que no debe
ser encarado de la misma forma, sino con la adecuación categorial que Engels in-
dicaba en su «Prólogo» al libro III de El Capital. Esa adecuación nos conduce al
análisis de las fuerzas sociales. El propio Marx nos brinda las pistas de ese pasaje,
cuando realiza análisis históricos en función de situaciones reales de lucha de cla-
ses. Allí aparecen variadas fracciones de clase, enmarañadas en distintas alianzas y
24. Marx, en su análisis del proceso de producción (Libro I de El Capital), hace reitera-
das menciones de las condiciones subjetivas, en la forma genérica de cultura, pero, pese a su
reconocimiento, ostensiblemente la deja fuera del análisis («Para el curso usual de las cosas
es posible confiar el obrero a las “leyes naturales de la producción”, esto es, a la dependencia
en que el mismo se encuentra con respecto al capital, dependencia surgida de las condiciones
de producción mismas y garantizada y perpetuada por estas» (1988, I: 922), salvo en aque-
llos puntos que es imprescindible considerarla – por ejemplo, en la determinación del valor
de la fuerza de trabajo («Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del
valor de la fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral» 1988, I: 208.) – .
177
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
ejes de confrontación.25 Lo que se presenta como una paradoja para la lógica formal
es, en realidad, el despliegue de las formas en la lógica dialéctica: la clase es negada
como tal en su despliegue, transmuta en fuerza social política, la que, desarrollada,
se constituye en partido político.
25. Engels (1974) distingue, para la Alemania previa a 1848, ocho clases y fracciones
de clases sociales. En La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, Marx distingue siete
clases y fracciones de clases (Gurvitch 1967, págs. 42-43). Esto lleva a este autor a plantear
una polisemia del sintagma «clase social» en Marx, que, sostiene, presenta trece significados
diferentes (Gurvitch 1967, págs. 50-51). Este juicio se debe, de acuerdo a nuestra hipótesis,
a la concepción estática, unilateral de la clase, a no poder discernir el movimiento dialéctico
de cómo va transformándose en otra categoría analítica.
26. Que sean las relaciones fundamentales no implica una determinación lineal de las
otras relaciones constituidas a partir de ellas, sino que conforman la condición de existencia
de estas últimas. Tanto la noción de habitus de Bourdieu como la teoría de la estructuración
de Giddens otorgan, desde distintos enfoques, un encuadramiento teórico de este problema.
178
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa, sino una fracción de
ella: los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios
de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la pro-
piedad territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera (. . . ). La burguesía
industrial propiamente dicha constituía una parte de la oposición oficial, es decir, solo
estaba representada en las Cámaras como una minoría (. . . ). La pequeña burguesía
en todas sus gradaciones, al igual que la clase campesina, había quedado completa-
mente excluida del poder político. Finalmente, en el campo de la oposición oficial o
completamente al margen del pays légal se encontraban los representantes y porta-
voces ideológicos de las citadas clases, sus sabios, sus abogados, sus médicos, etc.; en
una palabra, sus llamados «talentos» (Marx 1974c: 210).28
27. Aunque en sus obras «de juventud» ya pueden verse estos análisis. En su respuesta
a Karl Heinzen, Marx sostenía que «los cartistas ingleses (. . . ) ayudaron a sus enemigos a
triunfar sobre los tories, con pleno conocimiento de causa; y al día siguiente de la deroga-
ción de las leyes sobre los cereales chocaban en el campo de batalla, no ya los tories y los
librecambistas, sino los librecambistas y los cartistas» Marx y Engels, 1975: 248.
28. Un análisis similar puede verse en Engels 1974, pág. 352.
179
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
la producción, y la acción de los colectivos humanos que define diariamente tal re-
producción social, transcurre en forma de agrupamientos y/o distanciamientos que
operan en función de diversos parámetros, muchos de ellos ajenos a la producción
de manera directa.
Marx presenta diversos análisis en los que muestra la importancia de estas
dimensiones. Apoyado en la teoría del fetichismo, aunque sin hacer mención de
ella,29 pone de manifiesto: a) que la organización conceptual, que se asienta en lo
ideológico (en lo que se fundamenta la acción política) usualmente no corresponde
con la situación que objetivamente tiene en el proceso de producción, y, por eso
mismo, b) esta autonomía relativa torna tan importante la configuración objetiva
de fuerzas, como la concepción que de la misma se tiene.
En las confrontaciones las diferentes fracciones tienen alineamientos coyun-
turales cuya lógica es particular, histórica, independiente de la situación estructural
de cada fracción considerada. La historia de la lucha de clases muestra que, en gene-
ral, en situaciones de capitalismo consolidado, las diferentes fracciones burguesas
tienden a dirigir a las diversas fracciones no burguesas, acumulando para sí el po-
der político de estas, particularmente en las fases menos desarrolladas de la lucha
de clases. Los escasos procesos en que esto no ocurre son los que suceden en lo que
llamamos períodos revolucionarios.
Marx va a mostrar los niveles de alianza que se establecen entre distintas frac-
ciones. Estas alianzas no tienen que ver estrictamente con la posición de clase de los
grupos intervinientes, sino con las expectativas y otros elementos subjetivos que los
mismos se forman de la situación, tal como puede observarse en el siguiente pasaje:
29. Pueden encontrarse elementos de esta en los escritos tempranos, por ejemplo, en
Marx 1974d: 126/8.
180
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
tando. Lo que Marx observa en estos procesos son las alianzas, sus conformaciones,
mantenimientos y rupturas.
La lógica de agregación
Dijimos que estas alianzas se conforman en oposición a otra fuerza. Tal he-
teronomía de origen hace que tengan una dinámica altamente inestable, pues la
variación de las condiciones externas, sea esta aleatoria, o por acción de la propia
fuerza conformada – es decir, el logro del objetivo propuesto – difumina el núcleo
30. Idéntico sentido puede verse en Engels 1974, págs. 328-329 y 337-338.
31. «Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse,
es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el
seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza
la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como
antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa
al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses,
que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros»
Marx y Engels 1974a: 120.
181
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
entre dos puntos: uno de casi total ausencia de conciencia sobre el establecimiento
de la alianza, que torna a la misma como puramente coyuntural, hasta aquellas en
que dos o más fracciones acuerdan un programa de acción común, consagrando esa
unidad contradictoria en la que se establece un doble nivel de disputa: hacia fuera
de la alianza, movida por los motivos explicitados en el programa en contra de una
fuerza determinada, y hacia adentro de la misma, por la conducción de la fuerza.
Este doble nivel de disputa requiere, también, de un doble nivel de análisis.
Si bien en los escritos de Marx ya se pueden encontrar elementos analíticos,
pues distingue «(. . . ) las frases y las figuraciones de los partidos y su organismo
efectivo y sus intereses efectivos, entre lo que se imaginan ser y lo que en reali-
dad son» (Marx 1974b: 432), no es sino en los textos de Lenin donde aparece mas
claramente esta cuestión. En su debate contra otras corrientes del marxismo ruso
(1981a) planteó con centralidad la cuestión de la organización. En ella diferencia
claramente la organización revolucionaria de la organización de la clase obrera.35
Sus análisis políticos parten de la consideración de las fuerzas sociales actuantes
para evaluar sus alcances. Y lo que resulta más rico es que las liga a las condiciones
de existencia de las fracciones sociales que la integran:
35. «Si el concepto de “lucha económica contra los patronos y el gobierno” corresponde
para una socialdemócrata al de lucha política, es natural esperar que el concepto de “organi-
zación de revolucionarios” corresponda más o menos al de “organización de obreros”. Y así
ocurre, en efecto; de suerte que, al hablar de organización, resulta que hablamos literalmente
en lenguas diferentes» Lenin 1981a: 117.
184
Flabián Nievas • De las clases sociales al Partido, en Marx:. . .
Sin embargo si las fuerzas sociales son los agentes actuantes, no son el partido.
Por lo tanto también diferenciará al partido de las alianzas que debe conformar
para construir una fuerza social propia, una fuerza conducida. En pleno proceso de
construcción del socialismo, convoca a la unidad con fracciones no comunistas:
Uno de los más graves y peligrosos errores de los comunistas (. . . ) es imaginarse que
la revolución pueden llevarla a cabo los revolucionarios solos (. . . ). Sin la unión, en los
más diversos terrenos, con los que no son comunistas, no cabe hablar de construcción
comunista venturosa alguna. (Lenin, 1987: 24).
36. «Solo se puede vencer a un enemigo más poderoso poniendo en tensión todas las
fuerzas y aprovechando obligatoriamente – con el mayor celo, minuciosidad, prudencia y
habilidad – la menor “grieta” entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la
burguesía de los distintos países y entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía de
cada país. Hay que aprovechar, asimismo, las menores posibilidades de lograr un aliado de
masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro y convencional» Lenin: 1985:
57.
37. «Llámase compromiso en política a hacer concesiones respecto a ciertas demandas,
a renunciar a parte de las reivindicaciones propias en virtud de un acuerdo con otro partido»
(Lenin 1986a, pág. 138). «Si ninguna de las dos partes gana nada, será necesario reconocer
la imposibilidad del compromiso y entonces no habrá por qué hablar de ello» (Lenin 1986a,
pág. 140).
38. «La tarea de un partido auténticamente revolucionario no consiste en declarar im-
posible la renuncia a cualquier compromiso, sino en saber mantenerse fiel, a través de todos
los compromisos – en la medida en que sean inevitables – a sus principios, a su clase y a su
misión revolucionaria (. . . )» (Lenin 1986a).
185
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
Se puede afirmar que las fuerzas sociales son la forma excluyente en que se
libra, en general, la lucha de clases. Pero no son ellas mismas partidos políticos.
Las fuerzas sociales se componen de manera objetiva ante conflictos coyunturales.
Transformarla en composiciones subjetivas (tomar conciencia de las acciones) es
la primer tarea del partido; se trata de establecer una política de alianzas, esto es,
trazar de manera conciente y voluntaria sus acciones de composición, de las que
no puede sustraerse.39 Es necesario remarcar que las alianzas se producen por ac-
ción o inacción, por la sola existencia social, excluyendo, para la acción política, la
posibilidad de no hacer alianzas.40 Las alianzas se establecen en función de dos pa-
rámetros: el punto de articulación (contra qué o quién se establece la misma) y la
disponibilidad fáctica de los aliados. Dado un punto de articulación, un grupo social
organizado deberá establecer, dentro del marco de lo posible, su política de alian-
zas, que es algo que escapa a su voluntad. Esto significa que la capacidad de alianza
voluntaria de un colectivo (configurado como Partido o no) está en proporción di-
recta con su importancia política o social, con su capacidad de influencia política
y/o social. Obviamente, estas políticas y capacidades son variables y dependen del
momento que esté transitando la lucha de clases.41 No hay, en tal sentido, políticas
sacralizadas, y lo apropiado para un momento puede resultar nocivo para otro. La
política de alianzas no se puede substancializar. Lenin lo ejemplifica en un acuer-
do que realizó con los monárquicos franceses en febrero de 1918: «Un monárquico
francés y yo nos estrechamos la mano sabiendo que cada cual colgaría gustoso a su
“consocio”. Pero nuestros intereses coincidían temporalmente» (Lenin 1986: 56/7).
Esta alianza no debe valorarse en torno a principios abstractos, morales, sino en la
existencia social y política del grupo bolchevique, que le permitía acordar con gru-
pos en principio tan adversos sin que hesitara por ello su lineamiento político. De-
be comprenderse que no en cualquier circunstancia podrían haber establecido esa
alianza: eran lo suficientemente débiles como para necesitarse, y lo suficientemente
fuertes como para no capitular frente al otro.
La última cuestión a considerar, ligada inmediatamente a lo anterior, es la
disputa por la conducción de la alianza. Cuando existe una relativa paridad de fuer-
Síntesis
Bibliografía
— (1986a). «Acerca de los compromisos». En: Obras completas. Vol. 34. Moscú:
Progreso.
— (1986b). «Carta a los obreros norteamericanos». En: Obras completas. Vol. 37.
Moscú: Progreso.
— (1986c). «La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo». En:
Obras completas. Vol. 41. Moscú: Progreso.
— (1986d). «Sobre los compromisos». En: Obras completas. Vol. 40. Moscú: Pro-
greso.
— (1987). «Sobre el significado del materialismo militante». En: Obras completas.
Vol. 45. Moscú: Progreso.
Marx, K. (1969). Cartas a Kugelmann. Buenos Aires: Avanzar.
— (1974a). «Crítica al programa de Gotha». En: Obras escogidas. Vol. 3. Moscú:
Progreso.
— (1974b). Cuadernos de París (Notas de lectura de 1844). México, DF: Era.
— (1974c). «El 18 Brumario de Luis Bonaparte». En: Obras escogidas. Vol. 1. Mos-
cú: Progreso.
— (1974d). «El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna». En: Obras
escogidas. Vol. 2. Moscú: Progreso.
— (1974e). «La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850». En: Obras escogidas.
Vol. 1. Moscú: Progreso.
— (1974f). «Trabajo asalariado y capital». En: Obras escogidas. Vol. 1. Moscú:
Progreso.
— (1982a). «Manuscritos económico-filosóficos de 1844». En: Obras fundamen-
tales. Vol. 1. México, DF: FCE.
— (1982b). Progreso técnico y desarrollo capitalista. México, DF: Pasado y Pre-
sente.
— (1985a). El Capital. Libro I. Capítulo VI (inédito). México, DF: Siglo XXI.
— (1985b). Miseria de la filosofía. Madrid: Orbis.
— (1987a). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grun-
drisse). México, DF: Siglo XXI.
— (1987b). Teorías sobre la plusvalía. México, DF: FCE.
— (1988). El Capital. México, DF: Siglo XXI.
Marx, K. y F. Engels (1974a). «La ideología alemana». En: Obras escogidas. Vol. 1.
Moscú: Progreso.
— (1974c). «Manifiesto del Partido Comunista». En: Obras escogidas. Vol. 1. Mos-
cú: Progreso.
— (1975). La sagrada familia, o Crítica de la crítica crítica. Contra Bruno Bauer
y Consortes. Buenos Aires: Claridad.
Marx, K., F. Engels y M. Hess (1973). De la «Liga de los justos» al partido comu-
nista. México, DF: Roca.
Poulantzas, N. (1979). Estado, poder y socialismo. México, DF: Siglo XXI.
189
entramados y perspectivas, vol. 3, núm. 3, págs. 163-190
190