Hambre y Sed D Justicia

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Tema: Hambre y sed de Justicia

Texto: San Mateo 5:1-6


Introducción: al acercarnos al estudio del sermón del monte debemos tener presente que
éste sermón no funciona como si fuese un mapa, sino más bien como un espejo. Lo que
quiero decir es que éstas enseñanzas no fueron dadas para mostrar al pecador ¿qué debe
hacer para llegar al reino de Dios? sino más bien para reflejar ¿cuáles? Son las
características de aquellos que ya han entrado en el reino de Dios, de aquellos que son parte
integral de ese reino.
Dios ha usado y seguramente seguirá usando éste sermón del monte para atraer a los
pecadores al reino de Cristo, pero repito, no como un mapa, sino como un espejo. Cuando
el pecador es iluminado por el Espíritu Santo, para entender el verdadero alcance de éstas
palabras, es entonces cuando entiende su realidad. Así que las bienaventuranzas y todo el
sermón del monte son un espejo. Los espejos no nos sirven para mostrarnos cuál es el
camino que debemos seguir en un momento dado, pero lo que si hace es que nos muestran
la realidad de las cosas.
Yo estoy completamente seguro que todos los hermanos y sobre todo, todas las hermanas,
antes de venir a éste culto ésta tarde, una de las primeras cosas que hicieron fue pararse
delante de un espejo. Ahora yo le pregunto ¿para qué se miró usted en un espejo? Bueno
para ver más o menos algunas de las cosas que debía arreglar. El espejo nos dice cuál es
nuestra condición. Nuestro Señor Jesucristo, nos dice que los ciudadanos de su reino: son
pobres en espíritu, pero nadie puede afirmar que es pobre en espíritu si no es manso. Y la
que estudiaremos hoy no es una excepción.
Sin embargo, aunque la cuarta bienaventuranza sigue a las anteriores, aun así debemos
notar que hay un cambio de énfasis en ésta bienaventuranza. Ese cambio, lo vemos en el
hecho de que mientras las primeras tres eran pasivas en esencia, está es activa. Activa. Las
primeras tres bienaventuranzas nos señalan lo que el cristiano es internamente. ¿Qué es un
cristiano? Es pobre en espíritu, y porque sabe que está en una total bancarrota espiritual,
llora su condición y ahora que el ídolo de su “yo” ha sido despedazado delante de sus ojos,
éste hombre sabe que no tiene nada que exigir y por lo tanto reacciona con mansedumbre
ante Dios y ante los hombres. Aquí está la identidad del cristiano.
Pero al llegar a la cuarta bienaventuranza, lo que encontramos allí no es una descripción de
lo que el cristiano es en esencia, sino más bien de lo que el cristiano busca y anhela. El
creyente y el no creyente son distintos en esencia y por, lo tanto son distintos en sus deseos
y aspiraciones. Hermanos ¿Cuál es el anhelo primario de un hombre inconverso? Una
existencia feliz y placentera en éste mundo. Éste es lo que los que no conocen a Dios,
buscan, anhelan, aspiran y procuran en éste mundo. Una vida feliz. Todos buscan la
felicidad pero parece que ninguno la encuentra. De acuerdo con nuestro texto. La felicidad
es un producto, la felicidad es un resultado, no una meta a alcanzar. La felicidad no es algo
que deba buscarse directamente, sino más bien, viene como resultado de buscar otra cosa.
Esto es lo que Cristo nos está enseñando.
No importa cuántos anhelos logres saciar en tu vida, siempre surgirá otro y otro y otro y al
fin de cuantas volverás a estar insatisfecho. Nuestros deseos son como esas sanguijuelas,
que describe el libro de Proverbios, “siempre piden más”, pero hay un grupo de personas en
éste mundo, que verán cumplidos todos sus anhelos y por eso, serán felices, ¿Quiénes son
estos dichosos? Los que tienen hambre y sed de justicia.
En la noche de hoy pasaremos a considerar ésta cuarta bienaventuranza y lo haremos bajo
tres encabezados que se derivan de una manera muy natural de nuestro texto: primero
veremos ¿cuál es el anhelo primario de un cristiano? En segundo lugar veremos la
naturaleza de ése anhelo Y finalmente si el Señor nos lo permite, veremos la promesa
prometida para todos aquellos que van tras ese anhelo.
Veamos entonces, en primer lugar el anhelo de los cristianos ¿qué es lo que los cristianos
buscan primariamente? Una lectura rápida y superficial de éste texto bastará para descubrir
¿qué es lo que se supone que todo cristiano debe perseguir en ésta vida? Cristo dijo:
bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Ahora bien, de ¿Qué clase de
justicia es que se está hablado aquí? Bueno para responder esta pregunta debemos ir una
vez más al contexto histórico de nuestro pasaje.
Debemos recordar que éste discurso, fue dirigido originalmente a un grupo de personas que
estaban muy familiarizados con las Escrituras del A.T. por lo tanto, debemos preguntarnos
¿qué entendieron estos judíos, cuando Cristo pronunció ésta bienaventuranza? En el A.T. la
palabra justicia, se usa a menudo como sinónimo de salvación. Vamos a ver algunos
textos: Isaías 46:12-13. Veremos en estos textos, como hay un paralelismo entre la palabra
justicia y la palabra salvación. Dice el profeta Isaías: “Oídme, duros de corazón, que estáis
lejos de la justicia: Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se
detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel.” Dios está diciendo aquí a
través de su profeta “yo traeré justicia al pueblo del pacto” y ¿cuál es esa justicia? Mi
salvación.
Isaías 51:5 y 6 “Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a
los pueblos; a mí me esperan los de la costa, y en mi brazo ponen su esperanza. Alzad a
los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como
humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus
moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.” Pueden ver
aquí el paralelismo. Mi salvación será para siempre, es decir, mi justicia no perecerá.
Isaías 56:1 “Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia; porque cercana está mi
salvación para venir, y mi justicia para manifestarse.” Así que en su sentido más amplio,
cuando nuestro Señor Jesucristo pronunció esta bienaventuranza sobre los que tienen
hambre y sed de justicia se estaba refiriendo básicamente a todo el espectro de la salvación
que Él vino a ofrecer a los pecadores por gracia por medio de la fe. Tener hambre y sed de
justicia, en otras palabras hermanos y amigos, es anhelar obtener el perdón de nuestros
pecados, justificación, santificación, adopción en la familia de Dios, etc. Noten que estamos
hablando de salvación en su alcance más amplio.
La salvación que Cristo vino a ofrecer no es simplemente un tiket gratis para el reino de los
cielos, sino que incluye el ser libertado de la esclavitud del pecado para venir a ser siervos
de Dios. Por eso, la palabra justicia, no solo se usa para habla de la salvación, sino también
para indicar una vida piadosa, una vida dedicada a Dios. ¿Qué es vivir una vida justa? Es
traer todo el hombre interior en todos sus sentimientos y opiniones a la conformidad con la
mente y voluntad justa de Dios. Es conformar toda nuestra vida cada vez más a la mente y
voluntad de Dios. Esta es justicia.
En las mismas bienaventuranzas hace uso de la palabra justicia en ese sentido. En el 5:10,
dice el Señor “bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia” cuando
el creyente manifiesta en su vida práctica esa conformidad con la mente y voluntad de Dios,
será perseguido por el mundo. Ese estilo de vida es anormal para la gente del mundo. 2
Tim.3:12, dice el apóstol Pablo “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús
padecerán persecución”. ¿Cuál es entonces el objeto que los cristianos deben anhelar y
procurar? Ver en todas las áreas de su vida una mayor conformidad con la vida piadosa
descrita en las Sagradas Escrituras. Una piedad que afecta cada área de nuestra vida y
donde cada impureza, cada pecado está siendo debidamente mortificado con miras a su
total erradicación.
Alguno dirá: pero pastor, yo he oído en ésta misma iglesia que ningún cristiano podrá
lograr esta perfección en ésta vida, hasta que no lleguemos al cielo. Es cierto sabemos que
esa meta solo se cumplirá a plenitud en el cielo, pero lo que estamos diciendo es que el
cristiano anhela que llegue ese momento. El cristiano tiene hambre y sed por esa justicia
perfecta. Él anhela ardientemente que llegue el día cuando pueda servir a Dios sin
impedimentos y cuando el pecado ya no tenga más cabida en su corazón. Todo cristiano
anhela eso. El cristiano anhela ser santo más y más.
Amigo que éstas aquí en ésta noche, escucha esto con atención. Si alguien no ha
experimentado esta lucha, si desconoce lo que significa ese anhelo, sencillamente no es
cristiano. No es cristiano. Y puede ser que esté hablando aquí no solamente a personas que
nos visitan por primera vez, sino tal vez estamos hablando de aquellas personas que tienen
años sentados en éstas cuatro paredes escuchando predicación tras predicación de la palabra
de Dios, aún pueden ser miembros de ésta iglesia Getsemaní, pero si no conoce éste anhelo,
amigo tú no eres cristiano. Tú no eres creyente.
Cristo dice: que los ciudadanos de su reino tienen hambre y sed de justicia. El gozo del
cristiano consiste en poder obedecer la voluntad de Dios. Ese es el gozo del creyente. Pero
Cristo añade algo más. Nos dice: que solo los que tienen ese anhelo pueden ser realmente
felices. Él dice: bienaventurados los que tienen esa hombre, porque solo ellos serán
saciados, porque solo ellos son bienaventurados. Saben ¿Por qué solo los que tienen esa
hambre son bienaventurados? Porque hay solo una solo cosa que obstaculiza al hombre
para obtener su felicidad. El hombre es infeliz y miserable por una sola causa. Y descubrir
¿cuál? Es esa causa es necesario para obtener la felicidad. ¿Cuál es esa causa?
Si hiciéramos una encuesta y pidiésemos a diferentes tipos de personas que respondan con
sinceridad a ¿qué cosa le atribuyen ellos la falta de felicidad de los hombres? Saben
encontraremos diferentes respuestas. A los pobres dirán que la carencia de bienes
materiales. Si le preguntas a algún enfermo, dirá que la falta de salud. Si le preguntas a un
soltero, dirá que la soledad y si le preguntas a un mal casado, dirá que la posibilidad de
tener un buen matrimonio. Cada uno de ellos, tienen su obstáculo particular, según ellos.
Sin embargo, si vamos a las Escrituras y tratamos de responder esa misma pregunta.
Veremos que la palabra de Dios no señala ninguna de esas cosas como el obstáculo del
hombre para obtener la felicidad. Hubo hombres que fueron pobres y fueron felices. Hubo
personas que pasaron toda la vida enferma y fueron felices. Hubo hombres y mujeres que se
quedaron solos para el resto de sus vidas, como el apóstol Pablo, y fueron felices. ¿Cuál es
entonces el obstáculo? La Escritura dice que es el pecado. El pecado. Lo que impide al
hombre ser feliz, no es la carencia de bienes materiales, ni la falta de salud, ni la falta de
que alguien lo quiera, sino que es la falta de justicia.
El hombre es injusto, es pecador, y por eso es infeliz. Adán y Eva poseían una felicidad
plena, mientras permanecieron en su justicia original en el paraíso. Durante ese tiempo
Adán y Eva solo deseaban una cosa. Conocer cada vez más y más a Dios. Desarrollar una
relación cada vez más íntima con Él. Durante un tiempo ese fue el anhelo de sus almas y
mientras ese fue su anhelo ellos fueron bienaventurados. Plenamente felices y dichosos.
Pero nuestros padres pecaron, la maldad y la desobediencia entraron en sus vidas y el deseo
de conocer a Dios fue sustituido por otros deseos que hundieron a Adán y Eva en una
existencia miserable. Esta es el impedimento, lo que imposibilita al hombre a ser feliz. Es el
pecado. No hay ninguna otra cosa. Cristo nos dice en ésta bienaventuranza, que los
hombres y mujeres que han dirigido correctamente sus deseos y aspiraciones son felices. Y
¿qué desean estos hombres y mujeres? Ellos tienen hambre y sed de justicia.
Vamos a ilustrarlo de la siguiente manera, pensemos en éste momento en un deportista que
estando en el cenit de su vigor, de su coordinación muscular, repentinamente comienza
experimentar decaimiento físico. Falta de vigor, falta de coordinación. Nuestro atleta se
preocupa y desea poner más atención a su alimentación, su descanso y aún implementa una
serie de ejercicios físicos en su casa con miras a aumentar su coordinación muscular. Pero
nada resulta. Sigue empeorando cada vez más y más. Finalmente, desesperado, acude al
médico, quien luego de una serie de análisis llega a la conclusión de que nuestro amigo
tiene una enfermedad, que está causando todos esos síntomas. ¿Qué se supone que debe
hacer el médico en éste caso? ¿Aconsejarle tal vez para continúe tratando de recobrar su
coordinación y su vigor físico, a través de ejercicios especiales y entre otras cosas?
Por supuesto que no. Eso no dará resultado. Hasta que el mal no sea removido, los males
continuarán. La coordinación y el vigor vendrán como consecuencia hasta de que la salud
sea recobrada. Todo lo que éste individuo ha hecho no ha dado resultado, porque el mal, el
problema, la enfermedad no ha sido atacada en su raíz. Amigos y hermanos. Esto es lo que
lo que ha sucedido exactamente en el hombre. El hombre se da cuenta que algo no está
hiendo bien. Algo no está bien en su vida. No tiene paz, no tiene gozo, no tiene tranquilidad
en su alma. Pero en vez, de ocuparse del mal que ha causado toda esa miseria, el hombre se
ha dedicado a mitigar esa carencia, pero sin remover el mal que tiene dentro de su vida.
Todo hombre busca directamente el gozo y la paz y la tranquilidad y eso no funciona.
No olvidemos que Satanás ha levantado en éste mundo una gran feria de placeres, donde se
vende todo tipo de mercancías, que a través de las cuales se pretende anular los efectos del
pecado pero sin eliminar el pecado. Todos los efectos que el pecado ha causado en el
hombre, el Diablo vende una mercancía para sustituirlo. El fin, es con cada mercancía se
pretende anular los efectos del pecado, pero sin eliminar el pecado. Repito eso, no funciona.
Por eso dice el autor de los Hebreos, que el pecado es un engaño.
¿Qué? pensarían ustedes que el médico de nuestra ilustración, si a sabiendas de la
enfermedad mortal que está afectando al deportista, olvida la enfermedad y trata de
proveerle algún tipo de entretenimiento o de tranquilidad momentánea. ¿Qué pensarían
ustedes de ese médico? Pero no se ha ustedes, pero yo abogaría para que le quitaran su
cedula o licencia para curar. Ese individuo es irresponsable. Pero, Dios nuestro Señor, no es
hombre para que mienta y ni es un irresponsable. Dios sabe, que el verdadero alivio en el
hombre solo vendrá cuando sus ojos sean abiertos y el pecado sea eliminado.
El Señor Jesucristo prometió a sus discípulos enviarles al Espíritu Santo como un
Consolador, que estaría con ellos durante su ausencia física y como su mismo nombre lo
indica, una de las cosas que el Espíritu haría era proveer consuelo. Hermanos solo el
Espíritu Santo puede consolar al afligido. Pero ¿qué tipo de consuelo se supone que el
Espíritu Santo vino a dar? Vamos a San Juan 16:7 y 8 “Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros;
mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio” Él vendrá a consolar, pero primero ¿qué hará? Es abrir tus ojos para
que veas tus pecados, tu injusticia y tu maldad, porque hasta que ese mal no sea eliminado,
no tendrás consuelo. No tendrás consuelo. No importa cuántas cosas hagas. No tendrás
consuelo. Porque el único obstáculo que impide al hombre a ser feliz, es el pecado.

La naturaleza de ese anhelo. ¿Qué? es lo que los cristianos persiguen. La justicia. Pero
veamos ahora la naturaleza de ese anhelo que el cristiano siente por la justicia. Cristo dice:
Bienaventurados los que tienen hambre y sed. Ese anhelo, es descrito como hambre y sed.
Consideremos por un momento, algunas de las características que poseen en común el
deseo y la necesidad de comer y beber.
Porque cuando entendamos lo es el hambre y la sed, entonces comprenderemos de ¿qué?
Anhelo está hablando Cristo aquí. Bueno en primer lugar, el hambre y la sed, son una
necesidad consciente. Todos nosotros tenemos una serie de necesidades físicas. Pero no
todas a nivel consciente. Por ejemplo, tal vez lo sabe o no lo sabe, pero usted está aquí
sentado tranquilamente la sangre está corriendo por sus venas, a lo largo de todo el cuerpo.
Y esa sangre está alimentando las células de su cuerpo. Sus células necesitan ser
alimentadas. Pero nosotros no estamos conscientes de esa necesidad. Nunca, nunca
escucharemos a nadie decir: haaa tengo un deseo de alimentar mis células. Eso no tendría
sentido, porque esa necesidad no se percibe a nivel consciente. Pero el apetito por la
comida y la bebida es distinto. Percibimos ese apetito a través de ciertas sensaciones que
nos llaman la atención a nuestra necesidad y por más que queramos no podemos ignorarlo.
Yo no sé si a ustedes les ha pasado, pero a mí, sí me ha pasado, que he tenido hambre y ya
estás en la cama y por flojera: haaa voy a acostar así. Saben uno no puede dormir. El
hambre sigue allí por más que uno quiera no puede ignorarlo. Es una necesidad consciente.
Por otro lado el apetito, por la comida y la bebida, es una necesidad, en cierto modo
desagradable. En cierto modo desagradable. Nadie disfruta el hambre y la sed en sí mismo.
Yo sé que es agradable comer con hambre, pero el agrado, viene por el hecho de tener con
qué saciar el hambre. No del hambre misma. Si no tuviésemos qué comer o qué beber, se
convertirían en un deseo angustioso y hasta doloroso. Así que en primer lugar, es una
necesidad consciente y en segundo lugar, es desagradable. Y en tercer lugar podemos decir
que un deseo muy útil. El hambre y la sed, nos ayudan a recordar que nuestros cuerpos
necesitan alimento, que nuestros cuerpos necesitan el agua para poder subsistir. Así que esa
sensación de hambre y de sed que sentimos, son una bendición de Dios. Porque nos ayuda a
no descuidar la vida que Él nos ha obsequiado.
Hermanos somos tan codiciosos, tan codiciosos, si algunos inclusive, descuidan su salud
por seguir trabajando y no comer. Pero Dios para cuidarnos, nos puso un mecanismo, que
nos dice: ya basta. Tienes que parar y tienes que comer. Tu cuerpo lo necesita. Y
finalmente, debemos que decir que el hambre y la sed, se trata de una necesidad real.
Imagínense que usted, se encuentra con un mendigo que tiene dos días que prácticamente
no prueba bocado. No ha comido nada en dos días completos.
Estas son las cuatro características que podemos mencionar del hambre y la sed en el reino
físico,. Si trasladamos estas cuatro características en el reino espiritual, entenderemos
claramente ¿qué fue lo que nuestro Señor quiso decir, en la cuarta bienaventuranza. El
Señor Jesucristo, está hablando aquí de un anhelo consciente, real, incluso en ocasiones
doloroso por la justicia.
Juan 6:53-58

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