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Interdisciplinariedad y
sistemas complejos
Cita sugerida
García, R. (2011) Interdisciplinariedad y sistemas complejos. [En
línea] Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias
Sociales, 1, 1. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/
art_revistas/pr.4828/pr.4828.pdf
Licenciamiento
Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
Argentina de Creative Commons.
O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California
94305, USA.
ReLMeCS, vol. 1, nº 1, primer semestre de 2011. ISSN 1853-7863
Introducción
*
“Interdisciplinariedad y Sistemas Complejos" (p. 85‐124) en Ciencias Sociales y Formación Ambiental,
coordinado por Enrique Leff © 1994 Editorial Gedisa, Barcelona. Derechos cedidos por Editorial Gedisa, S. A.
Agradecemos a Leonardo Rodríguez Zoya por la gestión realizada ante Editoral Gedisa, y a Catarina da Lisca,
de la Editorial, por la celeridad y amabilidad de la respuesta.
**
Miembro de la Academia Mexicana de Investigación Científica.
1. Interdisciplinariedad
Está claro que, aún cuando hablemos de esos sistemas como “totalidades”, ello no
indica que tengan límites precisos, puesto que están inmersos en una variedad de
contextos que se van insertando en dominios cada vez más amplios. Este problema ha
sido planteado con mucha fuerza desde el materialismo dialéctico y posiciones afines. La
llamada “categoría de totalidad” ocupa un lugar central en la teoría marxista, pero su
utilización por los seguidores de Marx ha introducido frecuentemente no poca confusión.
Debe hacerse notar, empero, que aunque Marx hizo amplio uso de este concepto,
no llegó a teorizar sobre él. No hay, dentro del materialismo dialéctico, una “teoría de la
totalidad” que explique satisfactoriamente la relación entre la totalidad y las partes, y que
pueda servir como instrumento de análisis para interpretar la evolución de dichas
totalidades.
Con frecuencia se hace una utilización abusiva del concepto de totalidad, sin un
análisis profundo de sus implicaciones para la práctica concreta de la investigación. Suele
afirmarse, por ejemplo, que si se recorta la realidad para estudiar un fragmento de ella se
están desnaturalizando los problemas. Se aduce como razón, que al proceder así se están
dejando de lado, irremisiblemente, las interacciones de ese fragmento de la realidad con
la totalidad dentro de la cual está inmerso. Dichas interacciones ‐continúa el argumento‐
son indispensables para comprender la naturaleza (a veces se dice “la esencia”) del objeto
de estudio. Esto conduce a un callejón sin salida.
Porque en el universo todo interactúa con todo y, si se toma al pie de la letra la
propuesta “interaccionista” así formulada, ¡no sería válido ningún estudio que incluyera
menos de la totalidad del universo! Es obvio que ninguna teoría del conocimiento puede
servir de base a tal posición. Todo conocimiento supone abstraer algunos elementos de la
realidad. El problema no reside en que se fragmente la realidad, sino en la manera de
hacerlo. En otros trabajos hemos propuesto una forma de análisis sistémicos que a
nuestro juicio provee una respuesta adecuada a esos problemas y que retomaremos aquí
como parte de nuestro marco conceptual.
Las consideraciones precedentes conducen a dos preguntas básicas que deberán orientar
la elaboración de un marco conceptual y metodológico para el estudio de un sistema
complejo:
I) Puesto que todo estudio supone necesariamente un recorte de la realidad, ¿es posible
realizar el recorte en forma tal que no desnaturalice el fragmento de la realidad que así se
haya abstraído del resto? Más aún: ¿es posible tomar en cuenta las interacciones que
relacionan a dicho fragmento con la totalidad en la cual está inmerso sin que ello exija
ampliar ad‐infinitum los límites del estudio?
II) ¿Pueden formularse bases conceptuales suficientemente generales como para servir de
marco a programas de investigación interdisciplinaria, es decir, que hagan posible un
estudio que rebase los límites de disciplinas específicas, permitiendo un conocimiento
integrado de problemas complejos de la realidad?
interior de cada disciplina, pero esas diferencias no son reducibles a la oposición "ciencias
de la naturaleza" y "ciencias sociales".
Para comprender las razones que tuvieron en su momento quienes introdujeron
dicha dicotomía, y para poder explicar el surgimiento de las tesis reduccionistas
mostrando finalmente, las falacias que ellas encierran es necesario realizar un análisis
histórico, del cual presentamos un esbozo en el Anexo.
Una concepción unificada, no reduccionista, de las diversas ciencias hace posible
plantearse el problema de su articulación en el trabajo interdisciplinano. En la
metodología que expondremos, esa articulación plantea dos problemas diferentes,
aunque complementarios:
Hasta aquí hemos analizado las características que debe tener un estudio integrado
de un sistema complejo, desde el punto de vista de los instrumentos necesarios para
abordar la investigación. Es necesario ahora referirse al contenido y a los objetivos de los
estudios.
El primer objetivo de un estudio integral es obtener un diagnóstico del
funcionamiento del sistema. Aquí, como en un diagnóstico médico, es necesario analizar
la anatomía y la fisiología de cada uno de los componentes (órganos o subsistemas), así
como su armonización o desarmonía en el comportamiento general del individuo
(sistema).
El segundo objetivo ‐y, en realidad, la principal motivación de los estudios‐ es poder
actuar sobre el sistema: detener la enfermedad y, en lo posible, curar al paciente, en el
caso de la medicina; detener y, en lo posible, revertir los procesos deteriorantes en el caso
de los estudios ambientales. Los criterios y prioridades aplicables en esta etapa no surgen
sólo del interior de la ciencia: están basados en sistemas de valores cuya justificación
proviene de una ética social (cf. Sección 4).
3.1. El diagnóstico
intento. Suele ser el fruto de un largo proceso cuya dinámica es parte esencial de los
estudios sobre interdisciplinariedad.
Las relaciones que determinan la estructura del sistema no se descubren a posteriori
de los estudios disciplinarios parciales, sino que deben plantearse desde el inicio y se
continúan elaborando y replanteando a través de toda la investigación. Por eso insistimos
en concebir la investigación interdisciplinaria como un proceso y no como un “acto” de
coordinación de resultados.
En forma esquemática, dicho proceso debería incluir “fases” del tipo siguiente:
Las fases (6), (8) y las sucesivas fases pares serán denominadas fases de
diferenciación. En ellas, predomina la investigación disciplinaria. Allí puede ser necesario el
concurso de muy buenos especialistas, en dominios muy restringidos, ajenos al equipo, y
sin preocupación por la problemática general.
Las fases (7), (9), y las sucesivas fases impares serán denominadas fases de
integración. Allí es necesario que los miembros del equipo tengan la capacidad de
descentración necesaria para: a) comprender y apreciar los problemas planteados a su
propio dominio desde los otros dominios; b) percibir aquellos problemas de su dominio
que se prolongan en los otros, y formularlos adecuadamente a quienes se especializan en
estos últimos.
La tesis central de nuestro trabajo puede ahora enunciarse de la siguiente manera:
Con esto no pretendemos dar una definición precisa del concepto de desarrollo
sustentable, que involucra muchos otros factores tales como escalas temporales y
capacidad de reacción ante los cambios de situaciones internas o externas. El análisis del
concepto escapa a los alcances de este artículo.
Una propuesta de desarrollo regional que satisfaga tales condiciones de
aceptabilidad debe basarse necesariamente en el diagnóstico surgido de estudios
precedentes. Sin embargo, el estudio de propuestas de políticas alternativas requiere una
investigación específica que tiene analogías y diferencias con los estudios de diagnóstico y
cuyas características diferenciales podemos resumir en los siguientes puntos:
tener un papel importante en los procesos que estaban en acción con el sistema
productivo vigente. De aquí surge la necesidad de volver repetidamente al diagnóstico en
el análisis de cada propuesta de cambio, para investigar aspectos no considerados
anteriormente.
• Finalmente, la elaboración de una propuesta no puede restringirse a concebir un nuevo
estado de la región (obviamente, que sea mejor que el actual). Para llegar a un tal estado
ideal deben considerarse el tipo de transformaciones que deben ponerse en marcha para
que sea posible llegar a ese estado del sistema, lo cual requiere analizar cómo pueden
modificarse aquellos procesos que rigen en el presente el funcionamiento del sistema.
La segunda etapa ─la más difícil y la que requiere más tiempo de estudio─ consiste
en un análisis sistémico de cada propuesta, que debe comprender:
Como resultado de ese análisis, el sistema inicial (surgido del diagnóstico) puede
requerir una reformulación debido a la posibilidad de que el análisis haga entrar en juego
factores que no se tuvieron anteriormente en cuenta. Habrá por consiguiente un “sistema
reconstruido” correspondiente a cada propuesta. Es obvio, por otra parte, que el
resultado no puede ser unívoco, dado el grado de indeterminación que tendrán los
elementos a considerar en cada uno de los análisis parciales de las etapas señaladas en a y
d.
A partir de allí, el problema consiste en prever cuál sería la evolución de cada
sistema reconstruido. La proyección hacia el futuro de un sistema bio‐socio‐ambiental no
es un problema de fácil solución. La dificultad reside en el juego de interacciones entre
procesos con dinámicas diversas y con diferentes escalas temporales de desarrollo.
Esto requiere evaluar para cada uno de ellos la velocidad de desarrollo de los
procesos generados en sus subsistemas, el periodo de tiempo en el cual un proceso dado
llegue a valores críticos que introducen inestabilidad potencial en el sistema y, finalmente,
las posibilidades de fluctuaciones que lo desestabilicen.
El estudio de las proyecciones en el tiempo de los procesos significativos de cada
“sistema reconstruido”, y de sus interrelaciones que es ─obviamente─ un estudio
diacrónico, debe complementarse con el análisis sincrónico del comportamiento que
tendría el sistema global en diversos momentos futuros, si las proyecciones son correctas.
Esto significa realizar “cortes” en el tiempo, con intervalos que estarán sugeridos por la
dinámica de los procesos. Cada corte conduce a recomponer el sistema, mostrar cómo
estaría funcionando en ese momento y proceder al tipo de análisis sistémico ya
enunciado. El sistema recompuesto, para cada corte en el tiempo, lo denominamos
“escenario” adoptando una terminología ya usual en la literatura aunque con variantes
que corresponden a otros contextos.
Así como el “inter” del trabajo interdisciplinario lo hemos situado en los procesos del
sistema a estudiar, el “inter” de la articulación interdisciplinaria lo situamos en el marco
epistémico que guía la formulación inicial de los problemas.
En la Sección 3 hemos propuesto una metodología para lograr un diagnóstico
integrado de un sistema ambiental, y para abordar el Estudio de políticas alternativas. Las
fases que allí hemos indicado responden a una de las preguntas formuladas al final de la
Sección 2.3: “¿cómo articular la participación de los investigadores en un estudio
integrado?” La propuesta es de carácter operativo, y constituye una metodología de
trabajo.
El siguiente problema ha sido “¿cómo articular las contribuciones que puede ofrecer
cada disciplina?” Aquí el problema no es metodológico sino conceptual y epistemológico.
Las consideraciones precedentes sobre la necesidad de un marco epistémico común
constituyen, desde nuestra perspectiva epistemológica, las bases para una propuesta
coherente con la anterior.
En efecto, en la propuesta para la elaboración del diagnóstico, por ejemplo, las cinco
primeras fases señaladas en la Sección 3.1 tienden a establecer tanto una problemática
común, como los objetivos comunes de todas las investigaciones disciplinarias del sistema.
Es allí donde el equipo multi‐ (o pluri‐) disciplinario se transforma en equipo
interdisciplinario. Es allí donde, frente a cada caso concreto, se plantean los problemas de
“racionalidad ambiental”.
Solamente después de profundas discusiones sobre esas fases preliminares de la
investigación se puede acometer la fase 6, sin que la distribución de los problemas por
disciplina implique una fragmentación de la problemática inicial en trozos que, luego de
procesos de elaboración independiente, resulten imposibles de integrar.
Aquí es necesario hacer una pausa para despejar algunas confusiones persistentes
aún entre investigadores que comparten los conceptos de una “racionalidad ambiental”.
Compartir un marco epistémico y concordar en el análisis de una problemática común no
significa poseer una teoría común omniabarcante de toda esa problemática. Sí significa
compartir una posición crítica frente a conceptos basados en “verdades científicas” a
medias, erigidas en mitos: las ventajas comparativas, la productividad, el eficientismo, la
modernización, la sobrepoblación.
Quienes han sostenido que la destrucción de esos mitos se hace desde una teoría
general suelen afirmar también que la aplicación de esos mitos en la explotación abusiva
de recursos no es sino un corolario de los modelos de acumulación capitalista. Esta
afirmación es equívoca, y requiere dos tipos de aclaración.
Los diversos capítulos de este libro, presentados desde la perspectiva que ofrece la
disciplina de los respectivos autores, convergen en muchos aspectos fundamentales. Hay
consenso en la crítica a la situación imperante en cada una de las disciplinas, en lo que se
refiere a la insuficiencia de los enfoques “tradicionales” para el tratamiento de lo que
hemos llamado “la problemática ambiental”. Hay también coincidencia en que los
problemas allí involucrados tienen raíces profundas en la sociedad.
• Para los científicos sociales, y en particular aquellos que pertenecen a lo que fue
considerado como Tercer Mundo (aunque hoy todas esas designaciones han quedado
obsoletas), aquella parte de la problemática ambiental que les concierne directamente,
está indisolublemente unida a la problemática general, social y política.
• Preparar científicos sociales capaces de enfrentar esa problemática requiere un cambio
profundo en la formación de los científicos –“sociales” o “naturales”‐ que signifique una
toma de conciencia de la dimensión social de la ciencia y de la responsabilidad social del
científico. Parecería una extraña redundancia, o aún una ridícula paradoja hablar de la
responsabilidad social del científico social, pero no lo es. La problemática ambiental puede
servir aquí también de detonante, dado el reconocimiento universal de la gravedad de la
situación en ese dominio, siempre que no se restrinja la temática al solo campo de la
contaminación.
• La toma de conciencia de estos problemas no se puede dejar para un postgrado o para
un “invisible college”. ¿O es que se piensa que sólo quienes hagan un postgrado en
economía ambiental o en antropología ambiental deben tomar contacto con la
problemática analizada por Pablo Gutman o Hebe Vessuri? No cabe duda de que lo que
ellos plantean queda bien ejemplificado con el medio ambiente. ¿No es eso, sin embargo,
sólo una parte de la problemática general del Tercer Mundo?
6. Conclusiones
1. La gravedad de los problemas planteados por la problemática ambiental, así como sus
proyecciones sociales, económicas y políticas, han puesto de manifiesto serias
limitaciones en los estudios realizados para diagnosticar la raíz de los problemas, para
prevenirlos, o para generar políticas que detengan y reviertan el deterioro.
2. Una de las limitaciones tiene como fuente la fragmentación ilegítima de los problemas.
La mayoría de los estudios son de carácter sectorial, circunscriptos al dominio de una
disciplina. Los casos, menos frecuentes, de estudios multi‐sectoriales se realizan por
simple adición de estudios parciales, ignorando las características sistémicas de los
procesos fundamentales involucrados en la problemática ambiental. El presente artículo
contiene una propuesta de análisis sistémico capaz de superar esa limitación.
3. La segunda limitación es correlativa con la anterior y tiene que ver con la estrechez de
los marcos conceptuales dentro de los cuales se mueven las disciplinas. Los diversos
autores de esta obra han insistido en la necesidad de reformular los enfoques
tradicionales en cada una de sus respectivas disciplinas, con el doble objetivo de extender
su dominio de aplicación y de incorporar temáticas comunes con otras disciplinas para
permitir la articulación de sus análisis.
• Hay un nivel epistémico, que condiciona el marco ideológico dentro del cual se inscribe
la “racionalidad ambiental” varias veces referida en esta obra. En la Sección 4 hemos
analizado la significación y alcances de los marcos epistémicos. La discusión de esta
temática creemos que debe formar parte de la formación de profesionales e
investigadores, en todos los niveles y todas las disciplinas involucradas en las temáticas
que hemos considerado.
• Viene, luego, un nivel disciplinario donde se inscriben los análisis y recomendaciones
hechos por los autores de los diversos capítulos precedentes. Creemos absolutamente
necesario que la enseñanza universitaria de las respectivas disciplinas se modifique en ese
sentido. Lograr ese objetivo debería ser parte esencial de los esfuerzos que se realizan
actualmente, tanto en el orden nacional como internacional, con referencia a las grandes
temáticas de la problemática ambiental y el desarrollo sostenido.
Anexo
Es bien sabido que una de las principales causas de interés en clasificación de las
ciencias, quizás desde la biblioteca de Alejandría en adelante, ha sido la preocupación de
los bibliotecarios por el ordenamiento de los libros. Con mucha frecuencia, la base para
distinguir una disciplina como una “ciencia separada de las otras” fue simplemente el uso
de un término, como lo señaló Kotarbinski agudamente: “Se suele considerar que
“filosofía” es una ciencia específica; quienes así lo hacen, clasifican como “filosofía” todo
aquello, sólo aquello, que alguna vez fue designado así”.
La antigüedad clásica no establecía diferencias entre el estudio de los problemas de
la naturaleza y los del hombre. En la Física de Aristóteles, el movimiento se refiere tanto al
desplazamiento de los cuerpos, como al pasaje de la enfermedad a la salud, o de la
ignorancia a conocimiento.
Las clasificaciones posteriores al trivium y quadrivium fluctúan en la elección de los
criterios. Es asombroso observar, sin embargo, la persistencia de viejas ideas a través de
los siglos. En la famosa clasificación de Francis Bacon, la “historia natural” se presenta
dividida según los cuatro elementos de la tradición griega (tierra, agua, aire, fuego). Esta
distinción más que anacrónica para su época, se encuentra aún en el siglo XVIII, como lo
atestigua la Enciclopedia de Diderot D'Alembert.
No es este el lugar para revisar las numerosas clasificaciones propuestas en cada
época. Aquí sólo haremos referencia a dos períodos de la historia del pensamiento que se
plasmaron en dos posiciones antagónicas con respecto a la ubicación de las ciencias
dentro del campo del conocimiento. El propósito de esta elección es poner de manifiesto
el origen de una polémica que sigue siendo actual. Creemos que la historia muestra
claramente la raison d'être de cada posición, así como sus limitaciones y la vía para
superarlas.
Quizás sean el economista y jurista inglés Jeremy Bentham, y el físico francés Andre
Ampere quienes introdujeron de manera neta 1a dicotomía entre ciencias de la naturaleza
y ciencias del hombre. Ambos desarrollan sendas clasificaciones, muy profusas, con
abundantes neologismos en un esfuerzo por organizar “todos” los campos de
conocimiento.
Ampere introduce una primera dicotomía entre lo que él llama ciencias
cosmológicas y ciencias neológicas (derivando esta palabra del “nous” griego). Luego, por
dicotomías sucesivas, agrupa lo que él considera como formas posibles de conocimiento
de la realidad, en tres niveles, el tercero de los cuales contiene 128 ciencias especiales,
muchas de ellas fruto de su inventiva.
Las ciencias cosmológicas y las ciencias neológicas corresponden, con excepción de
las matemáticas, a lo que Wundt llamará luego “ciencias de la naturaleza” y “ciencias del
espíritu”, distinción a la que este último autor atribuye “extraordinaria importancia”. Una
dicotomía similar será vigorosamente defendida por Windelband, centrando su análisis en
la diferencia entre ciencias nomotéticas e ideográficas. Con ciertas variantes, Rickert y
Dilthey se convertirán en los máximos exponentes de esta posición.
Los argumentos entonces utilizados no pueden aceptarse hoy como válidos, aunque
siguen siendo sostenidos por no pocos científicos sociales. En su época, sin embargo,
tuvieron plena justificación. Para entender por qué surgieron con tanta fuerza es
necesario recordar su contexto histórico.
En la segunda mitad del siglo XIX la concepción newtoniana de la ciencia estaba en
su apogeo. Las ideas de Newton, contenidas en la obra cumbre de la Revolución Científica
del siglo XVIII: Mathematical Principles of Natural Philosophy, habían sido rechazados por
los cartesianos como meras descripciones geométricas, sin contenido explicativo. Fueron
los propios franceses, sin embargo, quienes más contribuyeron a completar y ofrecer
pruebas empíricas de la teoría en el transcurso del siglo XVIII. En el siglo siguiente dos
eminentes pensadores, William Thomson (Lord Kelvin) y Helmholtz, afirmarán, con
expresiones similares, que ninguna teoría científica sería aceptable como tal si no pudiera
ser expresada en términos de la física “newtoniana”. Las “meras descripciones” de la
mecánica de Newton, que ni siquiera eran admitidas como “Física”, habían pasado a ser,
en poco más de un siglo, el paradigma dominante de toda la ciencia.
La reacción contra esta posición es explicable y ampliamente justificada. No se
cuestionó que la “explicación científica” de los fenómenos de la naturaleza consistiera en
reducir todos los cambios del mundo físico al movimiento de masas materiales bajo la
acción de “fuerzas centrales” independientes del tiempo; no se cuestionó que todo lo que
ocurre en el mundo físico se reduzca a la mecánica de los átomos; lo que no podía
aceptarse era que los hechos pertenecientes a lo que Rickert llamó la “ciencia histórica” o
“ciencia cultural” fueran susceptibles de tal reducción. Quienes se negaban a aplicar el
paradigma newtoniano a las humanidades tenían razón, lo que no sospechaban era que
dicho paradigma tampoco era aplicable a los fenómenos de las “ciencias de la naturaleza”,
excepto en un dominio muy restringido, y que la concepción Newtoniana de la Física había
caducado.
Con la revolución científica que tiene lugar a comienzos del siglo XX, entran en crisis
los conceptos más básicos de la ciencia: espacio‐tiempo, causalidad, materia. La crisis
obliga a una reconsideración de los fundamentos mismos de toda ciencia, lo cual conduce
indudablemente a un análisis en profundidad de problemas epistemológicos. Esta tarea es
emprendida por las poderosas escuelas neopositivistas (Viena, Berlín), quienes intentarán
una reformulación rigurosa de posiciones empiristas que culminará en el Empirismo
Lógico. A partir de allí se iniciará el más ambicioso intento de unificación de todas las
ciencias desde una perspectiva estrictamente reduccionista.
No podemos entrar aquí en detalles sobre la enorme tarea de “construcción racional
de la ciencia” que emprendió el empirismo lógico, seguido por otras escuelas empiristas
afines. Baste señalar que estas posiciones dominaron la filosofía de la ciencia durante la
primera mitad del siglo, y que su influencia ha sido tan extraordinaria que sus
concepciones perduran aún explícita o implícitamente, en la concepción de la ciencia de
muchos científicos, particularmente del mundo anglosajón.
La principal reacción se produjo a mediados del siglo desde la teoría de la ciencia.
Kuhn, Russell Hanson, Toulmin, entre otros, dieron a mostrar que la evolución histórica de
las teorías científicas respondía a la imagen de la ciencia que emergía de dichas posiciones
empiristas. Fue necesaria, sin embargo, la crítica proveniente de las corrientes
epistemológicas para poner en tela de juicio las premisas que les servían de fundamento.
Aquí nos circunscribiremos a considerar las tesis referentes a la “unidad de la ciencia” y a
la solución reduccionista. Uno de los más conspicuos representantes de la escuela,
Rudolph Carnap, resume la posición en los siguientes términos:
“No hay, en el presente, unidad de las leyes. La construcción de un sistema
homogéneo para la totalidad de la ciencia es un objetivo para el futuro desarrollo de la
ciencia. No puede demostrarse que el objetivo sea inalcanzable, pero está claro que no
sabemos si podrá ser logrado. Por otra parte, hay una unidad de lenguaje en la ciencia, es
decir, una base común de reducción para los términos de todas las ramas de la ciencia, y
esta base consiste en un estrecho y homogéneo conjunto de términos del lenguaje de
objetos fisicos (the physical thing‐language). Podemos proponernos desarrollar la ciencia
cada vez más en la dirección de un sistema unificado de leyes sólo en virtud de contar ya
en el presente con un lenguaje unificado” (1955: 61)
El problema que se plantea Carnap es similar al que nos planteamos nosotros. En
efecto, él sostiene, en la misma página, que “el uso práctico de las leyes consiste en hacer
predicciones con su auxilio”, y que en situaciones complejas “una predicción no puede
estar basada en nuestro conocimiento de una sola rama de la ciencia”.
Carnap encuentra la solución de este problema en la unidad de lenguaje de todas las
ciencias: “Si los términos de diferentes ramas no tuvieran conexión entre sí, tal como lo
permite la base homogénea de reducción, sino que fueran de carácter completamente
diferente, como lo suponen algunos filósofos, luego no sería posible relacionar enunciados
particulares y leyes de diferentes dominios, de manera de poder deducir predicciones a
partir de ellos” (ibid: 62)
a) Dominio material, definido como el conjunto de objetos a los cuales se refiere cada
disciplina (números, funciones, objetos físicos, biológicos, energía, operaciones mentales,
clases sociales).
b) Dominio conceptual, definido como el conjunto de teorías o conocimientos
sistematizados elaborados por cada ciencia acerca del dominio material.
c) Dominio epistemológico interno, que corresponde al análisis de los fundamentos de
cada disciplina, es decir, a la crítica de su aparato conceptual y de las teorías de su
dominio conceptual.
d) Dominio epistemológico derivado, que analiza las relaciones entre el sujeto y el objeto
en la ciencia considerada, es decir, el marco epistemológico más general de los resultados
obtenidos por dicha ciencia, comparándolo con el de las otras ciencias.
El análisis piagetiano muestra el carácter cíclico de las relaciones entre las disciplinas
en los dominios a y d, así como la complejidad de las interrelaciones entre los cuatro
grandes grupos de ciencias mencionados, dentro de cada dominio. Se puede aceptar o
rechazar este análisis en sus detalles, pero es indudable que echa por tierra tanto la
ingenuidad de las propuestas reduccionistas como las posiciones irreductibles de quienes
Referencias bibliográficas