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COLABORACIÓN
RESUMEN
El corpus teórico de este trabajo es el estudio del cuerpo como vía de acceso al texto, y al mismo
tiempo, como este último penetra en el cuerpo del sujeto lector, si se mira el texto como si fuera
otro. En la lectura este sujeto desde su cuerpo es vulnerable a la “mirada” del texto como si de
otro se tratase, situación que permite una apropiación de su cuerpo por parte del lector, al abrirse
a una estimulación profunda por parte del texto como otro. El objetivo principal de este estudio es
comprender la lectura como acontecimiento y como encarnamiento; ya que en el encarnamiento de
este lector está presente un aprender a ver de nuevo el mundo, el cuerpo propio, lo cual sólo se
realiza completamente en el “hacer ver” al otro. Desde el punto de vista metodológico, puede
decirse que se trata de realizar una fenomenología del sujeto lector, quien en el encuentro con el
texto: filosófico, literario y artístico, con él y por medio de él, se in-corpora al espectáculo del cual
formaba parte sin saberlo, ni verlo. Finalmente como conclusión principal puede señalarse que: el
sujeto lector es carne (chair, en el sentido de Merleau Ponty). Su ontología es carnal en tanto ser
encarnado. El ex-stasis de este ser consiste en un salir-se de sí percibiendo un mundo del texto que
recibe porque está encarnado, se incorpora a él sin salir de él y sin perderse en su mundo lector, se
integra a él, se deja absorber en juego de acción-pasión pasiva. Él se encuentra en algún lugar con
ese mundo del texto, y en el acontecimiento de la lectura se constituyen en una textura común.
Palabras clave: lectura interior – lector – cuerpo – texto - fenomenología.
ABSTRACT
The purpose of this research is the study of the body as an access to the text. Also, how the text
penetrates in the body of the reader, considering it as if would be other. During the reading this
subject, from his/her body, is vulnerable to the glance of the text, as if were other. This situation
allows the appropriation of the other body by the reader, such a thing happens when a deep
stimulation comes from the text as other. Another main object of this study is to understand the
reading as happening and embodiment, since in the embodiment of this reader he/she learns, once
more, to see the world, the own body, and this fully happens during the “doing to see” the other.
From the methodological point of view we try to make a phenomenology of the reader subject, who
when meets the philosophical, literary and artistic text (with it and, through it) em-body
him/herself to the show he/she already belonged without knowing it or watching it . Finally, we
would say that the subject reader is meat (chair as in Merleau Ponty), its ontology is carnal, since it
is embodied. The ecstasy of this being is to come out of him/herself perceiving the world of the
text that he/she can receive because is embodied, is able to embody the text without coming out of
him/her self and without getting loss in his/her reader world, becomes integrated to it, allows to be
absorbed in an action-passive passion play. He/she meets in some place with the text world and, in
the happening of the reading they establish a common texture.
Key words: interior reading – reader – body – text - phenomenology.
La noción, a primera vista, de la palabra encarnar (del latín incarnāre) nos conduce entre otros
significados a: la representación de un personaje en una obra de teatro; a un cuchillo que penetra
en la carne, a que una fuerte impresión penetre en el cuerpo de uno por la carne, la unión de una
cosa con otra, entre otros. También podemos pensar en acostumbrarse a algo, en tomar forma de
cuerpo. Y por último en significados como aquello que se dice de algo que da la sensación de que se
une con otra cosa, y del verbo divino que se hace hombre, según el cristianismo.
Detengámonos un poco en estos dos últimos, comencemos por el último de los señalados.
Dice el evangelio: “Y el Verbo se hizo carne…”1, algo perteneciente al reino de lo divino, de lo
infinito, de lo perfecto, de lo no creado, se encarnó en lo finito, lo imperfecto y lo corrompible. Y
aquí podríamos ver una primera y rudimentaria idea de la reversibilidad2. Jesús mostró en la carne
cómo es Dios y se reveló como una persona como cualquier otra y murió por su prójimo.3 En cuanto
a la primera, referida a aquello o aquel que va unido en su acción con otro algo o alguien, es acción
de encarnadura, y tiene que ver con el cultivo de una acción o pasión y con la entrega que le
acompaña. Y ahora, sin más preámbulos adentrémonos en el asunto que en este punto nos ocupa.
El cuerpo, al que nos hemos venido refiriendo en líneas anteriores, no es el cuerpo
biológico, fisiológico de las ciencias biomédicas, sino el de la experiencia, el que recibe, padece y
expresa la vivencia. Cuerpo este viviente sí, y también actuante, ligado al gesto, a la expresión y a
lo simbólico. Este cuerpo “será pensado como inseparable de la actividad creadora, y la
trascendencia como inseparable del movimiento corporal.”4 De lo que se trata pues, es de ver,
desde la perspectiva de Merlau Ponty, la mutua implicación de corporeidad y creatividad, de la
expresión del sujeto encarnado. A tono con esto último se afirma:
El sujeto encarnado es gestualidad corpórea, de tal suerte que todo uso humano del cuerpo
es, en tanto expresión primordial, manifestación de esta gestualidad. Por tanto, “el cuerpo es
instituyente desde el momento en que el sujeto encarnado en él crea un estilo inimitable, una firma
(signatura) personal. Al revalorizar el cuerpo humano, debería comprenderse que todo sujeto
humano es un poder de expresión primordial cuya epifanía es el rostro.”6
El sujeto lector inquieto es un sujeto encarnado, por cuanto en el acontecimiento de la
lectura, del cual forma parte como manifestación de la gestualidad corpórea, pudiera decirse, con
Merleau Ponty, que
1
… y habitó entre nosotros. (Juan 1:14).
2
Aún cuando el sentido que queremos destacar es el de aquel en que su acción causa la acción de otro, y a su vez, la acción
de este último, puede generar la re-acción del primero.
3
Aquí hemos evitado adentrarnos en el asunto del dualismo alma-cuerpo, porque, entre razones, hemos preferido ver el
asunto de la encarnación desde una perspectiva simbólica, ya que mediante ella es posible el encuentro entre lo posible y lo
dado y entre lo profano y lo sagrado. El símbolo posibilita la participación de lo espiritual en su figura corporal. Este
simbolismo tiene su expresión en Jesucristo, el Dios encarnado para tener realidad terrena, en su cuerpo se encuentran la
carne y la divinidad. El cuerpo del Hijo representa la unión de Dios con el hombre, imagen y semejanza, sólo que Cristo no
es hombre solamente, sino Verbo encarnado. Finalmente, de alguna manera puede verse el cristianismo como una religión del
cuerpo, de allí el sentido de la Trinidad que funda la encarnación.
4
Lévinas, Emmanuel, Humanismo del otro hombre, México: Siglo XXI, 2003, p.27. Aquí Lévinas se refiere a la filosofía de
Merleau Ponty.
5
Ibídem., p.28
6
Andrieu, Bernard, “Le langage entre chair (Leib) et corps (Körper)” en Heidsieck, Merleau-Ponty. Le Philosophe et son
Langage, Group de Recherches sur la Philosophie et son Langage, Grenoble, 1993, pp.39s. Citado Waldenfels, Bernhard,
Prólogo del libro de Escribano, Xavier, Sujeto encarnado y expresión creadora. Aproximación al pensamiento de Maurice
Merleau-Ponty, Cabrils: Prohom edicions, 2004.
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Es preciso que entre la exploración y lo que me descubrirá, entre mis movimientos y lo que
toco, exista alguna relación de principio, algún parentesco, según los cuales no son sólo como
los pseudópodos de la amiba, vagas y efímeras, sino la iniciación y la abertura a un mundo
táctil. Y eso sólo es posible si mi mano, al mismo tiempo que sentida por dentro, es accesible
por fuera, tangible a su vez para mi otra mano, por ejemplo; si se coloca entre las cosas que
toca; si, en cierto sentido, se convierte en una de ellas; si se abre a un ser tangible del que
forma parte.10
Ahora bien, el sujeto lector inquieto es carne. Su ontología es carnal en tanto ser
encarnado. El ex-stasis de este ser consiste en un salir-se de sí percibiendo un mundo del texto
porque está encarnado, se incorpora a él sin salir de él y, sin perderse en su mundo lector, se
integra a él, se deja absorber en juego de acción-pasión pasiva. El se encuentra en algún lugar con
ese mundo del texto, y en el acontecimiento de la lectura se constituye una textura común. Si
comprende el texto es porque se me ha hecho parte de él.
Concebir la lectura inquieta(nte)11 como carne es imaginarla como originaria confusión
entre: lo sensible y lo inteligible, la materia y el espíritu, la objetividad y la subjetividad, y como
zona de entrecruzamientos y contactos. El sujeto lector inquieto percibe y se descubre percibido. Y
así, este sujeto, abarca/atrapa el mundo del texto con su sensibilidad y con su corporalidad, antes
que con su pensamiento. El leer para él no es un acceso exterior al texto, sino una forma de
introducirse en él. Así al abrir-se a la lectura hay dos “páginas” que se intercalan: la del cuerpo y la
del texto, dos mundos que se intercruzan, que se hacen quiasmo: el del texto y el del lector. Al leer
7
Merleau Ponty, Maurice, Fenomenología de la percepción, México: FCE, 1957, pp. 12-13.
8
Waldenfels, Bernhard, Prólogo del libro de Xavier Escribano, Sujeto encarnado y expresión creadora. Aproximación al
pensamiento de Maurice Merleau-Ponty…p.8.
9
Véase a Larios, Vanessa, Carne: Quiasmo cuerpo-mundo, Revista A Parte Rei, Nº 42, 2005. Disponible en:
http://serbal.pntic.mec.es/AparteRei/
10
Merleau Ponty, Maurice, Lo visible y lo invisible, Seix Barral, Barcelona, 1970, p.166.
11
Este texto pertenece a una investigación mayor sobre la lectura inquieta(nte), y por ella, grosso modo, entendemos: la
realizada por un sujeto-lector-inquieto, la cual le lleva a padecer una experiencia fecunda. Su ser es tocado profundamente.
Luego de hacerla ya no es el mismo, algo le ha pasado. Ella, entre otras cosas, posiblemente, le proporciona una caja de
herramientas para interpretar el mundo, e incluso su propia experiencia vital.
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así, el lector “toca” las páginas del libro y al “tocarlas”, le “tocan”12. Por cuanto, es: “Mi cuerpo
modelo de las cosas y las cosas modelo de mi cuepo”.13
En la lectura inquieta(nte) se juega a la percepción y a la imaginación. En cuanto a la
primera, el dispositivo lector se vierte en la intersubjetividad, la cual puede ser traducida como
intercorporeidad, para destacar su carácter eminentemente participativo, cabe señalar que ella
también proviene del esquema corporal14. La segunda proviene de lo individual subjetivo, y nutre a
la percepción de acuerdo con un esquema corporal que le da un sello propio o estilo, el cual es el
producto de una relación dialéctica entre lo universal y lo particular (intersubjetividad y
subjetividad).
El esquema corporal provee unidad a la experiencia del cuerpo propio y a la
intencionalidad. Este esquema corporal, de acuerdo con Merleau Ponty, es postura orientada hacia y
por una determinada tarea actual o posible de realizar. Y confiere unidad a los horizontes
potenciales y retencionales, nutridos de imágenes, del movimiento actual y del presente vivido. El
esquema en tanto columna fundante del cuerpo vivido, cuerpo ligado inseparablemente al mundo y
al otro, es condición de una situación y elemento mediador entre lo interno/externo.15
El cuerpo vivido de un lector inquieto es un saber(se) de un estilo o una actitud localizada
en una situación o espacio lector, y en el que se despliega una dialéctica entre hábitos lectores
adquiridos y rehabituaciones, entre lo que se tiene o trae y lo que se (re)crea y espera. Por
consiguiente, puede hablarse de un estilo corporal lector como expresión de un esquema del cuerpo
propio, abierto a una intercorporeidad dialógica entre el lector-texto-autor.
El cuerpo encarnado del lector inquieto es un “yo puedo” en tanto intencionalidad
operante, un sistema de potencialidades en estrecha relación con el conjunto de significaciones
vividas. El cuerpo de este lector es el centro de la acción lectora real, potencial y virtual, juego de
la imaginación, en dirección hacia sí mismo, hacia fuera y hacia el otro. En la lectura inquieta(nte),
percepción e imaginación se interrelacionan, por cuanto, “lo imaginario es el non sens que se
desliza interactuando con la percepción y amplía lo visible […] Percepción e imaginación son
momentos necesarios de la génesis del sentido, grados de realidad o caminos hacia una verdad en
curso.”16 En la lectura inquieta(nte) hay una conjugación de lo perceptivo con lo imaginativo, y en
ella se tiene un carácter cognoscitivo, afectivo, y también motriz, por el basamento atencional,
motivacional y sentimental del lector. De acuerdo con esto último, puede afirmarse que la lectura
inquieta(nte) no es pura racionalidad e intelección, sino también percepción, imaginación y
emoción, en tanto lectura encarnada. Esta lectura se despliega en un ahora fenomenológico, con lo
que la precede y lo que la excede o proyecta. La razón encarnada da a dicha lectura un substrato
teórico práctico que se sustenta en la sensibilidad, las emociones, los afectos y los sentimientos. El
lector encarnado tiene un mundo real e imaginario y es un mundo abierto a mundos posibles.
El lector inquieto es cuerpo vivido, ser encarnado, sumergido en esa reversibilidad-
ambigüedad de la carne (chair) de lo real y lo imaginario, lo visible y lo invisible. De ahí, que pueda
afirmarse que en el accionar lector lo “imaginario invisible se nos revela gracias a nuestra capacidad
de vivir en lo simbólico, de irrealizarnos sin tener que negar nuestra inherencia como seres
corporales, sino dándole expresión y comunicándola. Del mismo modo que lo invisible no es
negación de lo visible, sino su otro lado, lo imaginario no es no-ser, sino un componente del mundo
en busca de sentido.”17
12
Aquí, como se habrá podido ver, me he apoyado, como en otras partes del estudio, en las tesis de Merlau Ponty, y en estas
últimas líneas en algunas ideas de: Larios, Vanessa en su Ob. cit.
13
Larios, Vanessa, Carne: Quiasmo cuerpo-mundo…,p.164.
14
El esquema corporal, en Merleau Ponty, es experiencia propioceptiva, cenestésica, cinestésica, sinestésica, entre otras, que
cada ser erige con base en el cuerpo propio y en la relación cuerpo-mundo. Véase a Merleau Ponty, Maurice, Fenomenología
de la percepción…; y a López Saenz, Mª Carmen, Imaginación carnal en M. Merleau Ponty, Revista de Filosofía, Vol.28. Nº
1, 2003, pp.157-169.
15
Véase a Merleau Ponty, M. Fenomenología de la percepción…p.116ss
16
López Saenz, Mª Carmen, Imaginación carnal en M. Merleau Ponty, Revista de Filosofía, Vol.28. Nº 1, 2003, p.163
17
Ibídem., p.166.
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Ecce homo (aquí tienes al hombre) es, ya se sabe bien, un ejercicio autobiográfico de
Nietzsche en el que presenta en parte su bildung18 , en el que destaca la especificidad de la misma,
esto es, la explicación de “cómo llega a ser lo que se es” según el dictum de Píndaro. Ecce homo
puede también ser visto como el encarnamiento de un filósofo singular en Nietzsche, o el
encarnamiento de Nietzsche en un individuo alemán de la segunda mitad del siglo XIX. Y esto último
puede justificarse, entre otras razones, si tenemos presente que buena parte de la obra de este
filósofo es expresión de sus vivencias más profundas, y de allí que su filosofía no es una elaboración
sistemática que deja a un lado sus experiencia y circunstancias, en función de un saber objetivo y
trascendental, sino que en sus textos uno encuentra la apuesta a un lenguaje poético y metafórico
como mejor expresión del pensamiento.19 Por tanto, puede afirmarse que Nietzsche se ubicaría
perfectamente en lo que hemos venido denominando un lector inquieto, un escritor inquieto, y
también un filósofo en el que se ha producido un encarnamiento, por lo que, en esa misma medida,
no ha cesado, como el mismo lo diría: de “dar testimonio de sí”20. Además, puede agregarse que, si
conocer para Nietzsche es interpretar, desplegar la lectura inquieta(nte) es la realización de una
interpretación, una valorización del texto según la manera de cómo afecta al lector; porque la
lectura de una obra filosófica, artística y literaria es susceptible de muchas interpretaciones y
sentidos. Leer de esta manera es interpretar, valga decir subjetivizar. El lector inquieto es un
intérprete que da su versión de lo escrito, pintado o esculpido, consciente de que su interpretación
contiene su mirada personal.
El ejercicio autobiográfico que realiza Nietzsche no es el de un yo anímico, espiritual, de un
proceso de desarrollo de una inmutable y monolítica identidad; sino la de un cuerpo viviente. “Por
eso, más que recordar los hechos acaecidos a lo largo de un proceso al que el resultado final
conferiría un sentido, la autobiografía nietzscheana consiste en recrear la vida de un cuerpo.”21 Al
narrarla ella le justifica.
La lectura inquieta(nte) se encarna en el autor de Ecce homo de una manera muy
particular22, particularísima más bien. Diríamos que no es la relación que entabla el erudito sino la
que establece un interprete, un músico pongamos por caso. Escuchémoslo un poco:
Puede interpretarse el “cuidado” o “temor” que tiene como lector de ser tocado
profundamente por la lectura, atributo que reconoce en ese cuidarse, en eso que él llama
emparedarse por dentro para que no penetre su influencia, para evitar el embarazo intelectual. Por
lo que en una traducción inversa a lo que afirma, diríamos que la lectura puede propiciar que un
pensamiento penetre en el cuerpo de uno. De cualquier manera, posiblemente, él se está refiriendo
a la lectura de ciertos libros que considera negativos o perjudiciales para su trabajo intelectual. De
allí, que podemos traer a colación esta cita:
18
“La bildung es de un ser vivo, un humano. Un individuo que al comienzo no habla, no tiene palabra, un sin persona que
llega a hablar, que llega a ser una persona, de una manera que tiene con mucho su propio sello, su propia identidad.” Valera-
Villegas, Gregorio, La narración/formación del extraño: lectura/escritura de una bildung fronteriza, Revista Venezolana de
Ciencias Sociales, Vol. 9, Nº2, 2005, p.299-300.
19
Para Nietzsche, la metáfora es mejor que el concepto para captar lo real, porque ella no presenta significados sino que los
sugiere y se abre al lector o escucha para que él complete el significado a partir de su propia experiencia del mundo. En sus
textos él no argumenta ni demuestra sino que mediante la metáfora, el aforismo, sugiere.
20
Nietzsche, Friedrich, Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es, Madrid: Edimat, 1999, p. 33.
21
López Castellón, Enrique, “La autobiografía como nueva forma de filosofar.” Estudio preliminar, en Nietzsche, Friedrich,
Ecce homo…, p.29.
22
Mención aparte cabe hacer del lenguaje de autosuficiencia, ditirámbico y soberbio que usa Nietzsche a lo largo de su obra.
23
Ibídem, p. 61-62
5
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El que no lea a Pascal, aunque le quiera por ser la víctima más instructiva del cristianismo
que le fue asesinando poco a poco, primero corporalmente y luego psicológicamente […] el
que tenga en mi espíritu, y quién sabe si también en mi cuerpo, algo de la insolencia de
Montaigne; el que mi gusto artístico defienda con ira los nombres de Molière, Corneille y
Racine contra un genio salvaje como Shakespeare, no impide en modo alguno que me rodee
también de autores franceses muy recientes.24
Incluso esta forma de concebir la lectura como aquello que puede llegar a tocar
profundamente al lector y a inquietarlo, podemos verla en este escrito en el que narra su encuentro
con la obra de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación:
Encontré un día este libro en el Antiquariat del viejo Rohn. Ignorándolo todo sobre él lo tomé
en mis manos y comencé a hojearlo. No sé qué especie de demonio me susurró al oído:
“Llévate este libro a casa”. […] Una vez en casa me acomodé con el tesoro recién adquirido
en el ángulo del sofá y dejé que aquel genio enérgico y severo comenzase a ejercer su efecto
sobre mí. Ahí, en cada línea, clamaba la renuncia, la negación; allí veía yo un espejo en el
que, con terrible magnificiencia, contemplaba a la vez el mundo, la vida y mi propia
intimidad. Desde aquellas páginas me miraba el ojo solar del arte, con su completo
desinterés; allí veía yo la enfermedad y la salud, el exilio y el refugio, el infierno y el paraíso.
Me asaltó un violento deseo de conocerme, de socavarme a mí mismo.25
Cuando ojeo mi Zaratustra, me pongo luego a dar vueltas por mi habitación durante media
hora, sin poder dominar una incontrolable crisis de sollozos. No conozco una lectura que
desgarre más el corazón que la de Shakespeare; ¡cuánto debió sufrir este hombre para sentir
así la necesidad de convertirse en payaso! ¿Endendemos Hamlet? Lo que nos vuelve locos no
es dudar, sino estar convencidos de algo; pero para experimentar esto hay que ser profundo,
abismal, filósofo.
Aunque en Nitzsche, conviene decirlo, hay un gran énfasis en la lectura del mundo, lectura
de la vida, lectura de su vida, lectura mundo, filosofía y vida. Asunto este que no contradice su
práctica lectora inquieta del texto escrito, porque su gran repulsa es por el lector-escritor erudito,
que hace de la lectura su gran reactivo, desplazando con ello a su propio pensamiento. Al respecto
dice: “El erudito que en realidad ya no hace otra cosa más que “revolver” libros […] termina
perdiendo totalmente la capacidad de pensar por sí mismo. Si no revuelve libros, no piensa […] El
24
Ibídem, p. 63.
25
Citado por Moreno Claros, Luis Fernando, Prólogo, en Nietzsche, Friedrich, Schopenhauer como educador, Madrid:
Valdemar, 1999, pp.10-11.
26
Ibídem, p.26.
27
López Castellón, Enrique, La autobiografía como nueva forma de filosofar. Estudio preliminar, en Nietzsche, Friedrich,
Ecce homo…, p.63.
6
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erudito emplea toda su fuerza en aceptar y rechazar, en criticar cosas ya pensadas, ya que él no
piensa28
Su rechazo, por ende, es por un tipo de lectura, la erudita, repetitiva y acrítica, que no
permite o dificulta un pensar propio. De esta manera, el texto escrito se convierte en una barrera
antes que un elemento constitutivo del pensar; porque “para alcanzar el conocimiento hay que ir
tropezando con palabras que se han vuelto duras y eternas como piedras y es más fácil romperse
una pierna al tropezar con ellas que destruir una de esas palabras.”29
Ahora preguntemos cómo llega a ser el que se es un lector inquieto, y aquí una vez más este
imperativo nos conduce a asumir el recurso de la (auto)biografía, pero no, o no sólo, para buscar su
yo en el pasado, sino más bien en una dinámica, soy, fui, seré. La memoria le asalta para sacarlo
fuera de sí, para lanzarlo hacia delante. Así, en el caso de Nietzsche “la autobiografía […] consiste
en recrear la vida de un cuerpo”.30 En el caso que nos ocupa se trata justamente de ver cómo se
produce el encarnamiento de la lectura interpretando ese llegar a ser el que se es. De tal manera,
que el lector inquieto al narrar su vida, sea ella quien lo justifique. Tal encarnamiento de la lectura
pasa por su refiguración como infancia, como recreación y acontecimiento. Así, el sujeto lector
encarnado padece una (trans)formación poiética de su subjetividad. Por ello, para tratar de mostrar
la misma recurriremos a una interpretación de Las tres metamorfosis del Zaratustra de Nietzsche,
en el que aparecen de forma sucesiva las figuras del camello, del león y del niño.
Os indico las tres transformaciones del espíritu: la del espíritu en camello, la del camello en
león y la del león en niño. Muchas cosas pesadas hay para el espíritu fuerte, sufrido y
reverente; apetece su fuerza lo pesado, lo más pesado. ¿Qué es pesado?, Pregunta el espíritu
sufrido, y se arrodilla cual el camello, ansioso de llevar pesada carga […] Con todo carga el
espíritu sufrido; como el camello cargado se interna en el desierto, se interna él en su
desierto. Mas en pleno desierto tiene lugar la segunda metamorfosis: la del espíritu en león
ansioso de conquistar libertad y mandar en su propio desierto […] Hermanos, ¿para qué es
menester el león en el espíritu? Por qué no basta la bestia sufrida que se resigna, sumisa y
reverente? Establecer valores nuevos -he aquí algo que ni aún el león es capaz de hacer; pero
conquistar libertad para nueva obra- esto sí que puede hacer […] Mas decid, hermanos, ¿de
qué empresa superior a las fuerzas del león será capaz el niño? ¿Por qué tiene que
transformarse en niño el león rapaz? Es el niño inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un
juego, una rueda que echa a girar espontáneamente, un movimiento inicial, un santo decir
¡sí! […] Os he indicado las tres metamorfosis del espíritu: la del espíritu en camello, la del
camello en león y la del león en niño.31
La figura del niño es la cima más alta que alcanza del sujeto lector en su encarnación, el
niño es fecundidad, porque, entre otras cosas, no es fabricado sino sujeto que nace en tanto
poiesis. El sujeto lector encarnado ha sufrido unas metamorfosis de su espíritu, e inicia un nuevo
comienzo. En él se ha producido, a través de un proceso de lectura inquieta(nte) de recibimiento-
padecimiento, el camello, (auto)crítico liberador, el león, fecundo y nuevo inicio, el niño. Este
último viene de un proceso crítico que posibilita la (auto)poiesis, la cual hasta cierto punto se
desprende de las dos anteriores, aunque tiene elementos propiciadores propios. De acuerdo con
nuestra perspectiva, la (auto)creación o (auto)encarnación tiene que ver en cierta medida con las
dos metamorfosis anteriores, los cuales de alguna manera contribuyen a la fecundidad del niño. Al
alcanzar la figura del niño, la lectura inquieta(nte) se encarna, el sujeto lector es capaz de pensar
por sí mismo, optando por lo pensado y lo sentido, y no sólo por lo recibido y criticado, es el
haberse niño.
Nietzsche ha llegado a ser lector inquieto cuando pregona en su Zaratustra:
28
Ibídem, p. 71
29
Nitzsche, Friedrich, Aurora, Buenos Aires: Ediciones del mediodía,1967, p.41
30
López Castellón, Enrique, La autobiografía como nueva forma de filosofar. Estudio preliminar, en Nietzsche, Friedrich,
Ecce homo…, p.29.
31
Nietzsche, Friedrich, Así hablaba Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Barcelona: Edicomunicación, 1999, pp.38-
39.
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De todo lo escrito, sólo aprecio lo que uno ha escrito con su sangre. Escribe con sangre y
sabrás que la sangre es espíritu. Harto difícil es entender la sangre ajena; odio a los que
matan el tiempo leyendo. Quien conoce al lector ya no hace más nada por él. Cuando haya
transcurrido un siglo más de lectores, el espíritu mismo empezará a heder. El que todo el
mundo tenga una oportunidad de aprender a leer, arruina a la larga no sólo las plumas, el
espíritu mismo empezará a heder.32
Son estos últimos, lectores que a lo sumo alcanza la figura del camello, los lectores-
escritores eruditos. La del niño es alcanzada por aquellos, sujetos lectores encarnados, capaces de
escribir con sangre, capaces de pensar (leer-escribir) por sí mismos.
32
Nietzsche, Friedrich, Así hablaba Zaratustra… p.51.
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BIBLIOGRAFÍA