El Pez de Oro

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Cuento El pez de oro:

En el medio de un bosque muy antiguo, había una vieja choza en laque vivían un
anciano pescador con su mujer. Ambos eran muy pobres, pero de algún modo se
habían acostumbrado a esa vida.

Un día como cualquier otro día, el anciano se dirigió al lago para pescar como
siempre lo hacía. Arrojó la red que él mismo había construido con sus propias
manos y aguardó a que los peces cayeran dentro de ella.

Luego de unas horas, el anciano recogió la red pero, para su asombro, ésta estaba
mucho más pesada que de costumbre. Pensó que tal vez, un enorme pez había
caído en la red. Entonces se apresuró a juntar la misma. Sin embargo, al ver que la
red solo contenía juncos se decepcionó. Bajó su cabeza pensando en que no
tendría nada para llevar de comer a su esposa, pero dicho esto, escuchó una voz
que le decía:

 No me coma Señor. Por favor no me coma. Devuélvame al agua y yo le


concederé todo lo que usted desee.

El anciano miró dentro de la red y entre los juncos divisó un diminuto pez que era
de oro puro. Entonces, reflexionó un minuto y dijo:

 Descuida pececito que no necesito nada que puedas darme. Vete


nuevamente al agua – acto siguiente lo devolvió y regreso a su choza con
las manos vacías.

Al llegar a la casa su esposa le preguntó:

 ¿Cómo ha estado la pesca?

El hombre, minimizando lo que había ocurrido le contó a su esposa.


 ¡Pero que tonto eres! ¿Cómo has podido devolver aquel pez de oro? Ve
ahora y dile a ese pez que no tenemos nada para comer.

Dicho esto, el anciano se fue hasta la orilla del lago y exclamó:

 ¡Pececito! ¡Pececito! Oh disculpa que te moleste, pero es que mi esposa


me ha dicho que no tenemos nada que comer. ¿Tú podrías abastecernos
con un poco de pan?

El pez escuchó su pedido y a continuación dijo:

 Regresa a tu hogar, anciano y verás que nunca más te ha de faltar el pan

Al regresar a su hogar, el anciano preguntó:

 ¿Ahora hay pan en la casa, mujer?


 Sí, hay en abundancia – respondió la esposa – pero ahora necesitamos que
por favor el pez nos provea de ropajes nuevos. Ve y dile a pez que
necesitamos ropas nuevas y lujosas

Así lo hizo el anciano y, al regresar a su hogar él y su esposa tenían ropas limpias y


elegantes.

 No es suficiente – volvió a decir la señora – Ve y dile que ahora nos


construye una casa nueva.

Así fue el anciano tras otro pedido de su esposa…

Cada vez que él llegaba a su hogar, la esposa insaciable, hacía que el anciano
regresara a la orilla del lago para pedirle algo más al pececito de oro. Así, de tener
solamente una choza en ruinas y sin alimento unas semanas más tarde no tenían
más que pedir pues vivían como reyes durante toda su vida. Pero la mujer seguía
sin conformarse y continuó en sus pedidos al pez.

 Ahora quiero ser emperatriz y dueña del mundo – dijo una vez.

Entonces el anciano, resignado por la codicia de su esposa, se acercó hasta el lago


y habló nuevamente con el pez de oro quien escuchó con atención al anciano y
luego dijo:

 Es evidente que tu esposa no tendrá límite si tú mismo no te detienes en


acceder a cada uno de sus caprichos.
 Es cierto – respondió el hombre – pero ya no puedo controlarla
 Siempre puedes decir que NO – respondió el pez y se marchó al lago

El hombre, aún más triste, regresó a su casa pero, para su asombro, en lugar de
encontrarse con un enorme palacio, encontró la vieja choza con su mujer cubierta
de ropas viejas sentada llorando lo todo lo que habían perdido.

El hombre, maravillado, agradeció al cielo por ese milagro, mientras que la esposa,
desdichada, abandonó su hogar en busca de alguien que pudiera cumplir con sus
caprichos.

El hombre feliz visitó cada tarde la orilla del lago en agradecimiento por la
liberación que había recibido al hacer que su esposa se fuera de su casa pues él
sabía que ella solo adoraba a los lujos y el dinero, pero no su noble corazón.

Enseñanza: no es posible decir siempre que SI a todo. Es necesario aprender a


decir a veces que NO.

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