Aproximación A Seis Personajes en Busca de Un Autor

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Europea II 2021

Luigi Pirandello

Seis personajes en busca de un autor

Seis personajes en busca de un autor es una de las obras más aclamadas -tanto por la crítica
como por el público- del prolífico autor italiano Luigi Pirandello. Esta valoración se explica tanto
por los temas que incorpora como por su carácter rupturista respecto a los procedimientos y
estilos de la tradición dramática en -y contra- la que surge. La incorporación del público como
un elemento más de la escena, la tematización de la realidad dramática, los cuestionamientos
filosóficos desarrollados en la obra y la centralidad de los dispositivos teatrales, no en función
de producir una ilusión realista en el espectador sino, por el contrario, con el objeto de
evidenciar el carácter artificial del teatro, son algunas de las innovaciones que vuelven tan
celebrada su obra.

Cabe mencionar, sin embargo, que el carácter vanguardista de esta obra de Pirandello no fue
tan bien recibido en el momento de su estreno, en 1921. Lejos de eso, la falta de aceptación de
la misma llegó al punto de la violencia física en el teatro una vez finalizada la función. Con el
correr de los años, no obstante, estas innovaciones fueron retomadas y llegaron incluso a influir
en forma contundente en la consolidación del teatro moderno del siglo XX. De hecho, gran parte
de la crítica coincide en que su aparición determinó de modo decisivo el surgimiento del llamado
"Teatro del absurdo", corriente dramática que tiene como exponentes figuras fundamentales
del canon literario occidental, como Samuel Becket y Jean Genet.

Pirandello escribe esta obra en un momento histórico caracterizado por el fin de la Primera
Guerra Mundial. En este período de entreguerras, los fundamentos filosóficos que habían
sostenido las grandes corrientes del pensamiento occidental comienzan a ponerse en duda. Las
atrocidades de la guerra evidencian la incapacidad de la figura del Estado moderno para
sostener la paz social y la colaboración en la escena internacional. Al mismo tiempo, el uso
desmedido de la tecnología armamentista pone en duda los beneficios humanitarios de la
misma. Ambos aspectos, de hecho, no harán sino pronunciarse con la llegada de la Segunda
Guerra Mundial.

En el ámbito de la filosofía, se produce el rechazo de Dios como principio teleológico, es decir,


como uno de los principios fundamentales con los que la humanidad explicaba su existencia
terrenal y del cual derivó sus códigos morales hasta finales del siglo anterior.

Por otro lado, el positivismo, una de las corrientes científicas predominantes durante el siglo
XIX, cuya postulación principal es que todo fenómeno puede ser comprobado y descrito en
forma objetiva, comienza a perder adeptos entre los científicos. Frente a esta corriente, el
científico Albert Einstein presenta su Teoría de la Relatividad, en la que sostiene que cualquier
observación de los fenómenos es relativa y depende de la posición, el movimiento y el punto de
vista del observador.

Más aún, la conceptualización de la noción del inconsciente en la teoría psicoanalítica de


Sigmund Freud pone en duda el lugar de la razón humana como garante del conocimiento del
mundo y de sí mismo, al tiempo que cuestiona la posibilidad de que las personas tengamos un
completo control de nuestras acciones y pensamientos.

En el ámbito artístico, por último, se empieza a problematizar la función representativa del arte.
Es el momento de la emergencia de las llamadas vanguardias históricas, movimientos artísticos
como el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, entre otros. Estas corrientes influenciadas por
los movimientos políticos y filosóficos rompen con las tradiciones y funciones que caracterizaron
el arte históricamente.

En este contexto -e influenciado por todos estos cambios de paradigma-, Pirandello escribe Seis
personajes en busca de un autor, abandonando su orientación más realista y abocándose a
temas filosóficos y psicológicos. Este drama, de hecho, da inicio a lo que Pirandello bautiza bajo
el nombre de "Teatro del grotesco": un conjunto de obras en las que recurre al humor y al
absurdo para cuestionar el sentido de la existencia, los límites que separan la realidad de la
fantasía, la función del arte y el lugar del hombre en la sociedad, entre otras cuestiones.

Tal como destaca Romano Luperini,

“Pirandello no busca un arte que reconcilie el hombre con la vida o que pretenda
destilar su esencia profunda y oculta, sino que tiende a un arte de la discordancia y la
contradicción, consciente de que la realidad es irreductible a un sentido último” . En
otras palabras: su obra no tiene objetivos pedagógicos ni pretende recuperar ninguna
verdad esencial, sino que refleja la falta de sentido propia del período de entreguerras
desde el que escribe. Esto explica el comportamiento de sus personajes, quienes, lejos
de conciliar, se contradicen y niegan mutuamente. También su contexto puede explicar,
en buena medida, el hecho de que sus historias no finalicen con un mensaje
aleccionador, sino que se interrumpan en forma imprevista y desconcertante.

Como ya mencionamos, el carácter rupturista de Seis personajes en busca de un autor le


ocasionó a Pirandello grandes conflictos con el público y la crítica en el momento de su estreno:
lo trataron de demasiado intelectual y artificial y, a sus personajes, de ser injustificadamente
introspectivos, sensibles y críticos. Las críticas recibidas luego del estreno de la obra en 1921 lo
impulsaron, años después, a escribir el “Prefacio” a la segunda publicación, impresa de 1925.
Debido a la importante consideración sobre este texto que tienen los especialistas de Pirandello,
sumamos en la presente guía de estudio tanto el resumen como el análisis del mismo.

Cabe mencionar, por último, que esta comedia de Pirandello “no tiene actos ni escenas”, pero
puede dividirse en tres partes a partir de dos interrupciones que presenta la representación:
primero cuando “se retiren el Director y el primer Personaje para acordar la trama” y luego
cuando, “por error, el Tramoyista baje el telón”. Para un análisis más exhaustivo de la obra,
hemos optado por dividir cada una de esas secciones en dos.

La Obra
Un elenco de actores se prepara para ensayar una obra de Pirandello, cuando la llegada de seis
personajes interrumpe su práctica. El Padre, uno de ellos, le informa al Director de la obra que
están allí en busca de un autor. Como los trabajadores del teatro no comprenden, explica que
el autor que los imaginó no terminó su historia y que, debido a eso, están condenados a vivir
como personajes irrealizados. En un principio, el Director intenta echarlos del teatro, pero
cuando los personajes comienzan a relatar su drama, se interesa por la historia.
El Padre es un hombre inteligente que se casó con una campesina humilde, la Madre, con quien
tuvo al Hijo. Aunque las cosas salieron bien en un comienzo, la mujer se termina enamorando
del secretario del Padre. Habiéndose dado cuenta de la situación, y también aburrido de ella, el
Padre la anima a huir con él. Eventualmente, ella accede y se fuga con el secretario, dejando al
Hijo solo y resentido.

La Madre forma una nueva familia y tiene tres hijos con el secretario: la Hijastra, el Muchacho y
la Niña. Mientras, el Padre comienza a extrañar tener una familia, e intenta retomar el contacto
con ellos, sobre todo con la Hijastra, a quien suele esperar después de la escuela para hacerle
regalos. Ante estas visitas imprevistas, la familia se muda y el Padre pierde el contacto con ellos.

Un día, el secretario muere y la Madre, junto a sus hijos, regresan a la ciudad. Allí consigue
trabajo en la tienda de ropa de Madama Pace, sin saber que la mujer está más interesada en
usar a la Hijastra como prostituta que por sus servicios como costurera. Como el Padre es cliente
de Madama Pace, un día se presenta en la tienda y la proxeneta le entrega a la Hijastra, a quien
él parece no conocer. En ese momento, el hombre empieza a seducirla, pero el acto no se
consuma porque son interrumpidos de casualidad por la Madre, quien los ve y grita.
Avergonzado, el Padre permite que la familia se mude con él, lo que hace que el Hijo se resienta
con todos.

El Director acepta representar la obra y convertirse en el autor para ellos. Primero empiezan con
la escena en la tienda de Madama Pace y, mientras el Padre y la Hijastra interpretan su parte,
dos actores del elenco los imitan. En ese momento, tanto el Padre como la Hijastra se quejan de
lo poco realista de las actuaciones, al tiempo que afirman que nadie mejor que ellos puede
representar su propio drama. Ante las quejas, el Director detiene a los actores y permite que el
Padre y la Hijastra terminen la escena, que finaliza con la desgarradora interrupción de la Madre.

Tras esta representación, el Director da indicaciones para el acondicionamiento del escenario


de la segunda escena, a realizarse en el jardín de la casa del Padre. En esta actuación, la Madre
abandona a la Niña y al Muchacho cerca del estanque del jardín mientras se dirige al cuarto del
Hijo para reconciliarse con él. Pese a ello, el Hijo se niega y sale de la casa, dejándola sola.
Cuando ella se dirige al jardín, se encuentra con que la Niña está ahogada en el estanque y, en
el mismo momento, ve al Muchacho escondido y con un revólver tras un árbol. El Muchacho se
dispara a sí mismo en el preciso instante en que la Madre entra, desesperada, al jardín. Al
suceder estos hechos, el elenco de actores corre a socorrer a los niños. El Director, por su parte,
no puede identificar si lo que sucede es actuación o realidad. Asustado, pide que se acabe el
ensayo y todos se retiran del lugar.
Personajes

El Padre

El Padre es, junto con la Hijastra, uno de los personajes con más autoconciencia acerca de su
existencia como personaje. Es un hombre de unos cincuenta años, “con aire ceñudo y ojos
esquivos, mortificados”. Representa, al igual que su familia, el carácter fijo de los personajes en
el arte, en contraste con las personas reales, que cambian constantemente. Su esencia
inmutable es el castigo. Cada vez que los actores de la obra realizan mal su papel, o cuando el
Director insinúa cambios en el mismo, el Padre defiende su esencia con firmeza.

La Hijastra

La Hijastra es, junto al Padre, uno de los personajes más acabados de la obra y con más
autoconciencia de ser un personaje. Es una “muchacha descarada y procaz, toda ella un temblor
de desdén arrogante y mordaz”. Representa el carácter fijo de los personajes en el arte, a
diferencia de las personas en la vida, que cambian constantemente. Su esencia inmutable es la
venganza y defiende esa característica cada vez que las actrices interpretan mal su papel o que
el director insinúa cambios en el guion.
La Madre

La Madre es, junto al Padre y a la Hijastra, otro de los personajes con más presencia en la obra.
A pesar de ello, esta “pobre mujer con apariencia de viuda, enlutada” se diferencia de ellos en
que no tiene el mismo nivel de conciencia acerca de ser un personaje. En este sentido, ella “No
sabe que el suyo es un papel”. Por este motivo, siempre vestida de negro y sollozante, encarna
el duelo y la tragedia. Ella sufre un tormento eterno; está condenada a revivir su angustia una y
otra vez debido a su naturaleza de personaje literario -es decir, porque la obra de arte es eterna
y no muere- y sin darse cuenta de que sufre porque es su papel en el drama. Pirandello dice de
ella que es pura “naturaleza” , debido a que no puede reflexionar sobre su esencia de personaje.

El Hijo

El Hijo es un “Joven de unos veinte años que se mantiene apartado, encerrado en sí mismo,
como si a todos despreciara”. Único hijo del Padre y de la Madre como matrimonio, se resiente
con ella y sus hermanos por ocupar la casa y disputar su linaje luego de que la Madre lo
abandone de niño. Tiene, aunque en menor medida que la Hijastra y el Padre, autoconciencia
de su existencia como personaje.

El Muchacho

Junto a la Niña, el Muchacho es uno de los personajes más inacabados de la familia. De poco
más de diez años es, en palabras de Pirandello, solo una “presencia (...), pura apariencia” pasiva
y muda, a tal punto que debe ser llevado de la mano, y solo puede mirar y gesticular como un
loco. En el transcurso de la historia, los espectadores nos enteramos de que el Muchacho es
mudo porque encarna eternamente su destino como muerto.

La Niña

La Niña es, con el Muchacho, uno de los personajes más inacabados de la familia. Tiene cuatro
años y es solo una "presencia (...) absolutamente inerte" que aparece en el lugar gracias a que
los otros personajes la llevan consigo. Es, al igual que su hermano menor, “pura apariencia”, y
no puede emitir sonido porque su existencia se encuentra atravesada eternamente por la
muerte.

El Director

Es el director de la obra que ensaya la compañía de teatro. Es el único de los trabajadores del
elenco que puede considerarse protagonista junto a los personajes. El Director está dispuesto a
escuchar a la familia de personajes y, seducido por la posibilidad de ser un autor, accede a
escribir la obra mientras ellos la interpretan. Hasta el final de la obra, el Director no confía en la
realidad fantástica de los personajes.

Madama Pace

Madama Pace está a cargo de la tienda de ropa en la que trabaja la Madre como costurera luego
de que se muera su marido. En realidad, la tienda es solo la tapadera de un burdel en el que ella
regentea a la Hijastra y la obliga a prostituirse.

Actriz principal

Actriz principal del elenco. Es una mujer coqueta que se siente muy ofendida cuando los
personajes la interrumpen en el ensayo. Interpreta a la Hijastra.

Actor principal

Actor principal del ensayo. Es un galán que se siente atraído por la Hijastra. Interpreta al Padre.

Actriz secundaria

Otra de las actrices del elenco. No presenta mayor protagonismo en la obra.

Actriz joven

Otra de las actrices del elenco. No presenta mayor protagonismo en la obra.

Actor Joven

Otro de los actores del elenco. No presenta mayor protagonismo en la obra.

El resto de actrices y actores

Otros trabajadores de la compañía.

Encargado del attrezzo


Encargado de la utilería. Responde a las indicaciones del Director. No presenta mayor
protagonismo en la obra.

Montadores y ayudantes

Otros trabajadores del teatro que se aparecen en el escenario y responden ante el Director. No
presentan mayor protagonismo en la obra.

Director de Escena

Asiste al Director. No presenta mayor protagonismo en la obra.

El Apuntador

Trabajador del teatro que se encarga de leerle los diálogos a los actores en los ensayos.

El Tramoyista

Encargado de las maquinarias y efectos de la escenografía.

El Secretario del Director

Asiste al Director. No presenta mayor protagonismo en la obra.

El Portero del teatro

Presenta a los personajes cuando se entrometen en el ensayo. No presenta mayor protagonismo


en la obra.

TEMAS

La imposibilidad de un sentido universal

Ya sea a través del motivo de la locura (es decir, la pérdida de sentido), mediante la
problematización de los conceptos de la verdad y la falsedad (o sus cercanos, el ser y el parecer),
o al poner en duda la capacidad humana de poder comunicar a través del lenguaje, el tema de
la imposibilidad de acceder a un sentido universalmente válido se repite una y otra vez a lo largo
de Seis personajes en busca de un autor.
Debemos tener en cuenta, en este punto, que Pirandello escribe desde un momento histórico
muy particular, en el que los fundamentos que sostenían las grandes corrientes del pensamiento
occidental en la Modernidad comienzan a resquebrajarse. En este momento, también, la
cuestión del sentido -la capacidad de aprehenderlo, su existencia, su verdad, las disciplinas a las
que pertenece- ocupa un lugar central para los distintos pensadores.

Por un lado, los terribles acontecimientos de la Primera Guerra Mundial dejan en evidencia tanto
la incapacidad de la figura del Estado moderno de garantizar la paz social, como la de los avances
tecnológicos de mejorar la calidad de vida.

Así, desde la filosofía se rechaza la existencia de Dios y, junto con él, de cualquier justificación
que dé sentido en el plano espiritual a la existencia terrenal. En el ámbito científico, comienza a
cuestionarse la validez del positivismo, corriente científica cuya principal premisa es que todo
fenómeno puede comprobarse, describirse y predecirse en forma objetiva si se lo analiza con el
procedimiento adecuado. Frente a ello, la Teoría de la Relatividad desarrollada por Albert
Einstein revela que cualquier observación de los fenómenos es relativa, ya que depende del
punto de vista, el lugar y el movimiento del observador. Más aún, la conceptualización del
inconsciente a partir de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud pone en duda la propia
capacidad de la psiquis humana de acceder al conocimiento, al tiempo que derriba la idea de
que las personas tengamos un completo control de nuestras acciones y pensamientos. Por
último, el arte -que siempre se hace eco de los grandes cambios y dilemas de la sociedad, la
política y el pensamiento- comienza a problematizar su función representativa del mundo y
rompe con las tradiciones, modelos y funciones que lo caracterizaron históricamente. Estamos
en el momento de las vanguardias históricas, movimientos como el surrealismo, el dadaísmo y
el futurismo, entre otras.

Si se lo observa en detalle, lo que reside en el seno de todos estos importantes cambios de


paradigma es un cuestionamiento al problema del sentido: ¿qué es el Estado, cuál es su función,
su origen y fundamento? ¿Cuál es el sentido de la existencia cuando ya no hay una divinidad que
la justifique? ¿Cuál es el futuro de la humanidad cuando la ciencia y la tecnología han
demostrado ser más funcionales a la destrucción que a la paz? ¿Es posible acceder a un
conocimiento universal cuando la ciencia misma demuestra que nuestra capacidad de atraparlo
es relativa? ¿Podemos confiar en nuestra propia experiencia y capacidad de conocimiento
cuando una parte importante de nuestra psiquis escapa de nuestro control? ¿Es posible capturar
algo del sentido de la vida a través del arte y la literatura? Estas son las preguntas que acosan a
los intelectuales y artistas de comienzo de siglo.

En este marco, Pirandello, que se considera a sí mismo como un escritor filosófico, produce Seis
personajes en busca de un autor, resultado de sus indagaciones acerca del sentido de la
existencia, los límites de la realidad y la fantasía, la función del arte y la posibilidad humana de
acceder a una verdad superior y válida para todo el mundo.
La tensión entre la vida cambiante y el arte fijo

En el Prefacio de Seis personajes en busca de un autor, Pirandello manifiesta que, al dejar a los
personajes a su suerte en el escenario, pudo darle voz a uno de los problemas filosóficos y
estéticos que más le interesaba: “El trágico conflicto inmanente entre la vida que de continuo
de se mueve, se modifica, y la forma que la fija, inmutable” . En otras palabras, el autor se
interesa por la tensión que se produce entre la vida, heterogénea y cambiante, y el arte que,
pese a intentar imitarla, nunca puede hacerlo debido a su naturaleza fija y eterna.

Este tema, central en Pirandello, se manifiesta de varias maneras a través de la obra, pero es en
la propia figura de los seis personajes donde se desarrolla de un modo más evidente. Estos
protagonistas expresan en forma alegórica, y cada uno a su modo, la imposibilidad de
representar la vida cambiante y mutable a partir de las imágenes fijas del arte.

Así, el Padre y la Hermana son quienes más conciencia poseen acerca de ello y se lo intentan
comunicar constantemente al Director, en vano. El Hijo, pese a también saberlo, intenta
inútilmente escapar de su rol en el drama familiar. Por su parte, la Madre no termina de
comprender que su destino se ha fijado en el arte y se opone, sin éxito, una y otra vez, al fatal
destino de su familia. Por último, la Niña y el Muchacho participan -en palabras de Pirandello-
solo como presencias mudas: su destino como seres de la fantasía los mantiene presentes pese
a que ya han muerto en el drama.

El crítico Osvaldo López Chuhurra explica la naturaleza de esta tensión al decir que “la vida es
un continuo acontecer, sin fin previsto, por lo que resultará imposible conocerla”, mientras que
“el arte, en cambio, fija en una forma -aceptable y por lo tanto cognoscible- un momento
determinado del eterno fluir de la existencia”. El problema que expresa Pirandello, en este
punto, reside en pensar que es posible extraer un significado universalmente válido de la vida a
través del arte, cuya fijeza nunca podrá abordar su complejidad.

La identidad

Vinculado al tema de “La imposibilidad de un sentido universal”, Pirandello tematiza en Seis


personajes en busca de un autor una cuestión fundamental para el pensamiento occidental a
partir del siglo XX: la crisis de la identidad o, tal como expresa en el Prefacio, “la personalidad
múltiple de cada uno de nosotros conforme a los seres posibles que se esconden en todos”. Esto
es: el hecho de que no exista un ser único con el que cada uno pueda sentirse identificado por
completo y mediante el cual se vincule con la sociedad.

En “La imposibilidad de un sentido universal” analizamos cómo la emergencia del psicoanálisis


a fines del siglo XIX trae aparejada una crisis en el modo de concebirnos a nosotros mismos, el
modo en que actuamos y pensamos. Cuando Sigmund Freud postula la existencia del
inconsciente, una parte oculta de nuestra psiquis que no puede ser controlada ni conocida
mediante la voluntad de la razón, aparece una nueva concepción de la personalidad, ahora tan
compleja que ni el propio individuo puede llegar a conocerla. Ya no somos seres únicos e
idénticos a nosotros mismos; somos, por el contrario, seres contradictorios, con múltiples
personalidades, fragmentarios, que no solo podemos engañar a los demás sino también a
nosotros mismos, cosa que hacemos, también, de forma inconsciente.

En la obra, este tema se presenta a partir del contraste entre los personajes y el resto del elenco.
Debido a su existencia como seres del arte, los personajes solo tienen una identidad fija y eterna
representada a través de las máscaras que portan. El resto, como bien dice Osvaldo López
Chuhurra, “tiene un rostro, pero luce infinidad de máscaras: le ofrece una distinta a cada ser
humano que lo contempla; y se ofrece una variedad incalculable todas las veces que se atreve a
contemplarse”. En oposición a los personajes, la compañía del teatro, pero también nosotros,
lectores y espectadores, encarnamos la imposibilidad de una identidad única y transparente.

Por último, cabe mencionar que el problema de la identidad se presenta en esta obra desde el
instante mismo en que Pirandello elige no darle nombres propios a sus personajes. En su lugar,
elige nombrarlos o bien a partir de sus relaciones de parentesco o bien de sus oficios en el teatro.
El nombre propio, en este sentido, es aquella palabra que permite identificar en forma unívoca
a una determinada entidad. Al rechazarlo, Pirandello vincula la imposibilidad de una identidad
única al tema de la incomunicación: para él, el lenguaje es siempre insuficiente para explicar el
mundo y a nosotros mismos.

La incomunicación

Vinculado a los temas de la crisis de la identidad y la imposibilidad de un sentido universal, el


problema de la incomunicación -que es también el del vacío del lenguaje o su incapacidad para
transmitir sentido- es uno de los elementos más importantes que debemos tener presentes
cuando leemos esta obra de Pirandello.

Constantemente, el Director les reclama a la Hijastra y el Padre que dejen de hablar e


interrumpir los ensayos, ya que el teatro no puede transmitir solo a partir de palabras. Luego,
tanto la Hijastra como el Hijo acusan al Padre de ser bueno con el discurso, pero que este no se
corresponde con sus acciones. El Padre, por su parte, menciona que las palabras son
insuficientes porque se interpretan de un modo distinto en cada persona y nunca logran
expresar en forma transparente lo que sucede en el interior de quien las enuncia. El Muchacho
y la Niña, únicos capaces de prevenir el fatal destino de la familia, son mudos a causa de la
muerte. Por último, la situación que desencadena el trágico final que recae sobre ellos se
produce debido a la falta de comunicación entre la Madre y el Hijo.

Osvaldo López Chuhurra dice que, en Pirandello, todos se comunican con “Respuestas, palabras,
sacos vacíos que se llenan con una verdad sospechosa y discutida” . Ahora, el tópico de la
inexistencia de la verdad y el sentido, central en Pirandello, se vincula esta vez con el problema
de la incomunicación o de la incapacidad del lenguaje a la hora de transmitir significados.

El teatro
En Seis personajes en busca de autor, Pirandello acude a varios elementos y dispositivos típicos
del teatro clásico cuyo origen se remonta a las fiestas dedicadas al dios Dionisio en la Antigua
Grecia. En estas celebraciones, los participantes realizaban representaciones dramáticas cuyos
géneros estaban bien definidos: por un lado, las tragedias presentaban conflictos existenciales
y eran protagonizadas por héroes cuyo destino grave, y muchas veces fatal, se presentaba como
inevitable. Las comedias, por otro lado, presentaban situaciones más cotidianas en las que los
conflictos que atravesaban los protagonistas -enredos o confusiones- generalmente tenían un
desenlace feliz.

Ahora bien, estas representaciones -más aún en el caso de las tragedias- se orientaban a lograr
una imitación realista o mímesis, ya que tenían como objetivo que los espectadores lograran la
catarsis, es decir, que empatizaran con los protagonistas y sufrieran sus desdichas con ellos.
Tener este elemento presente es importante para diferenciar la estrategia dramática de
Pirandello, quien, lejos de buscar una mímesis con su obra, vuelve evidentes los elementos y
dispositivos escénicos para romper así con cualquier ilusión de realidad que el público pudiera
llegar a tener. En otras palabras, vuelve visible el carácter de artificio de la representación
dramática.

Esto explica el hecho de que la historia transcurra en un ámbito teatral -con la escenografía y la
utilería correspondientes-, que tenga como personajes a trabajadores propios del oficio -como
el Tramoyista, el Director y los actores, entre otros- y que refiera en forma constante a
cuestiones relativas a la tradición y el universo dramático. En suma, este gesto de volver
evidentes los dispositivos y recursos escénicos vuelve al teatro uno de los temas fundamentales
de Seis personajes en busca de autor, dando como resultado lo que la crítica conoce como
‘teatro dentro del teatro’.

Ilusión vs. realidad

La oposición entre ilusión y realidad es uno de los temas principales de Seis personajes en busca
de autor, y se hace presente desde el comienzo de la obra, momento en que la familia de
protagonistas interrumpe el ensayo de la compañía de actores solicitando que les dejen
interpretar su historia. A partir de esta primera interrupción, muchas de las intervenciones que
realizan los personajes se orientarán a que tanto el Director como los actores respeten su
existencia ficcional o, más aún, pongan en duda su propia realidad.

Podemos considerar que esta oposición se expresa entonces en la obra mediante la propia
rivalidad generada entre los trabajadores del teatro -representantes de la realidad- y los
personajes -quienes encarnan la ilusión y la fantasía-. Así, los primeros se burlan y critican a los
personajes al tratarlos de locos, mentirosos y absurdos, mientras que los segundos defienden la
realidad de su existencia al tiempo que se ríen de las falsas interpretaciones de los actores y de
las pretensiones de representación realista del teatro en general.

Sin embargo, el límite que en un principio divide estas dos nociones en términos de oposición,
con el transcurrir de los acontecimientos se volverá difuso, permitiendo la fusión entre ambos
mundos. Hacia el final de la obra, la confusión entre realidad e ilusión se consuma con la muerte
de la Niña y el Muchacho, momento en que el Director pierde su capacidad de discernir qué es
real y qué no, lo que lo lleva a asustarse y cancelar el ensayo.

Esta fusión debe comprenderse a la luz de los posicionamientos filosóficos de Pirandello, quien
no creía posible establecer una verdad universal acerca de la realidad y la existencia. En este
sentido, el tema de la ilusión vs. la realidad se vincula en forma estrecha con el de la
imposibilidad de acceder a un sentido universal. Además, este tema se vincula también al tópico
del teatro desde el momento en que los dispositivos dramáticos, los trabajadores del teatro y
las alusiones meta-teatrales se presentan en la obra con el objetivo de volver evidente el
carácter artificial de lo representado.

La tragedia familiar

Desde el momento en que irrumpen en el ensayo de la compañía teatral, la referencia a la


tragedia familiar es un tópico constante en la boca de los protagonistas de la historia. El Padre
lamenta una y otra vez el haber intentado el incesto con la Hijastra en la tienda de Madama
Pace. La joven, a su vez, busca vengarse de él por haberla injuriado, mientras llora por el destino
de su Madre, su padre muerto y sus pequeños hermanos. El Hijo, que los desprecia a todos,
resentido por el abandono y la amenaza de sus hermanos. Finalmente y más que ninguno, la
Madre es quien mejor encarna la tragedia familiar, a través de su llanto y lamento eterno por la
desgracia y el infortunio en los que todos han caído.

Rumano Luperini dice que Seis personajes en busca de autor produce una “disociación entre el
argumento y su significado”. Con ello, el crítico intenta dar cuenta de que, mientras que la obra
aparenta contar -en el plano del argumento- la tragedia de una familia atravesada por la
desgracia, los significados que transmite -la tensión entre el arte y la vida, la crisis de la identidad,
el vacío del lenguaje y la imposibilidad de un sentido universal- nos llegan a otro nivel de lectura
que no es el de la progresión escénica.

Pese a ello, la presencia de la tragedia familiar en la historia es tal que debemos considerarla
uno de los temas más trascendentes. En este punto, cabe mencionar que la historia retoma
varios de los motivos típicos de la literatura del siglo XIX: la Hijastra que debe prostituirse con
Madama Pace para sacar a su familia de la miseria, la Madre que ve a todos sus hijos caer en la
perdición, un incesto que casi se produce, el Hijo indignado al ver peligrar el linaje familiar, el
adulterio y la orfandad, la Niña que muere ahogada y el Muchacho que se suicida.

Cabe destacar que la sucesión de esos puntos trágicos de la trama se produce en la obra de un
modo caótico y contradictorio, sin un hilo narrativo que los ligue en forma coherente y sin dar,
tampoco, mayores explicaciones. Nunca se explica, por ejemplo, de dónde saca el Muchacho su
arma, por qué se suicida o si es partícipe o no de la muerte de su hermanita; tampoco la relación
entre el Padre y la Hijastra, como las causas por las que el Padre iba a buscarla a la escuela
cuando era pequeña.
PREFACIO
Pirandello antepone a la lectura de su drama un prefacio en el que cuenta el origen de la obra
que se propuso escribir. Allí dice que sus ideas se las trae “una vivaz doncella”, la Fantasía, que
se entretiene llevándole “la gente más insatisfecha del mundo” para que él idee sus historias.
Un día, la Fantasía lleva a una familia de seis personajes, los protagonistas de Seis personajes en
busca de autor, quienes comienzan a gritarle cada uno sus problemas de un modo similar al que
se comportan en la obra.

Luego, el autor relaciona el misterio de la creación artística con el del nacimiento de un niño. Al
igual que en la concepción humana, la Fantasía puede alojar en el interior del artista un “germen
vital” que, un buen día, se transformará en una “criatura viva” . De este modo nacieron los seis
protagonistas del drama que contará a continuación: un día surgieron de su interior y exigieron
“que los hiciera entrar en el mundo del arte” .

Para Pirandello, hay escritores “de naturaleza fundamentalmente histórica” que escriben por el
placer de describir personajes y paisajes y crear bellas representaciones. Pero él se considera a
sí mismo un escritor “de naturaleza fundamentalmente filosófica”, porque sus producciones
tienen “una necesidad espiritual más profunda”. Busca en su obra un valor y un sentido
universal. Tampoco es afín a lo que llama “arte simbólico” , que parte de conceptos o valores
que buscan enseñar y construyen sus obras a partir de ellos. Él considera, por el contrario, que
las obras deben ser libres e independientes del autor, no estar sometidas a una intención
pedagógica.

Debido a ello, Pirandello no encontraba en estos seis personajes el valor filosófico que creía
necesario para llevarlos a la escritura y creyó, por ende, “que no era cuestión de darles vida”.
Sin embargo, estos seis personajes no dejaron de acosarlo y presentarse en distintos momentos
de su vida cotidiana, sin justificación alguna, hasta que se convirtieron en una verdadera
obsesión. Finalmente, Pirandello se dejó vencer por la obstinación de estos personajes y los dejó
acudir “donde acuden habitualmente los personajes dramáticos para cobrar vida: a un
escenario” .

De esta operación surge un drama que es “mezcla de tragedia y de comedia, de fantasía y de


realidad”. De las disputas que estos personajes tienen entre ellos, con el Director y con las
actrices y actores, emergen esos sentidos filosóficos que Pirandello persigue en su arte: la
imposibilidad de comprendernos a través del lenguaje, las múltiples personalidades que cada
uno contiene en sí mismo y la imposibilidad de representar la vida cambiante y mutable en una
forma artística fija e inmutable.

El drama que presenta, entonces, es el drama de seis personajes que han sido rechazados por
su autor. Pero esto no significa que Pirandello se haya deshecho de ellos: lo que él rechaza, en
cambio, es el drama que le daba sentido a su existencia. Cada personaje tiene un drama
personal, “la razón de ser del personaje”, que él rechaza proponiendo, en su lugar, otro: la
historia de ellos buscando un autor que los acoja en su escritura.

En la obra, cada uno de los seis personajes encarna de modo distinto la tensión entre la vida
real, mutable, y la forma artística, fija. Ello no significa, sin embargo, que haya unos más
importantes que otros. El Padre, la Hijastra y, en menor medida, el Hijo son los únicos
autoconcientes de su existencia como seres de la fantasía, de su condena a experimentar
siempre el mismo drama. Ellos están “conformados en cuanto espíritu” . La Madre, por el
contrario, no tiene conciencia ni reflexiona acerca de su existencia como personaje, “no sabe
que el suyo es un papel” . En otras palabras, ella revive el drama y el duelo como si fuera siempre
la primera vez: “vive en una unidad de sentimiento sin solución de continuidad y no puede por
tanto adquirir conciencia de su vida”. El Muchacho y la Niña, por su parte, son personajes pasivos
y sin complejidad narrativa; seres mudos e inertes atravesados por la muerte a la que están
destinados en sus dramas. Debido a ello, solo se presentan como “presencias” .

Por último, Pirandello menciona el caso de Madama Pace, un personaje adicional que aparece
de pronto en el escenario y de un modo tan imprevisto que “parece un milagro” . La aparición
sin preámbulos ni explicaciones de este personaje -una proxeneta que arrastra a la prostitución
a la Hijastra- funciona en la obra como un acontecimiento mágico. Su aparición es posible
porque el escenario adquiere la existencia fantástica de los seis personajes. Al igual que en la
imaginación de un autor, su presencia no necesita estar justificada.

Pirandello comprende que la aparición imprevista de Madama Pace, así como el discurrir
confuso de los acontecimientos y la relación conflictiva entre estos personajes, que
continuamente se desautorizan y contradicen entre sí, vuelve esta obra un caos. Sin embargo,
entiende que, de haber aceptado la historia que pedían sus personajes, habría escrito un drama
vacío y sin vida. Al rechazarlo y representar con ellos esta obra, Pirandello creó vida: una obra
natural, caótica y contradictoria, como la existencia misma.

Consideraciones

Pirandello antepone este prefacio a la segunda publicación de Seis personajes en busca de


autor, luego de que se la criticara mucho, en su primer estreno, por ser excesivamente compleja
y filosófica. Después de una larga trayectoria, no solo como dramaturgo sino también como
ensayista y cuentista, este texto supone no tanto una justificación del drama como un anexo
que le sirve para desarrollar sus inquietudes e intereses.

Muchos de los temas desarrollados son explicados en el Prefacio por el propio Pirandello: el
origen y la vida de los personajes, la falta de un orden y un sentido que provean de estructura a
la vida, las tensiones entre vida y arte, la incapacidad y el vacío del lenguaje y la crisis y
multiplicidad de identidades que alberga cada uno en su interior.

En un principio, el autor recurre a una personificación de la Fantasía -sustantivo común que se


transforma en propio mediante el uso de la mayúscula- al atribuirle la capacidad de engendrar
a los personajes que día a día se presentaban en su mente. Esta personificación, que vuelve a
repetirse a lo largo de la obra, le permite a Pirandello tomar distancia de la creación de sus
protagonistas. Al mismo tiempo, la estrategia le sirve para problematizar la categoría de autor,
figura literaria propiamente moderna que garantiza el sentido y la unidad de una producción
artística. A Pirandello no le interesa dominar el drama de estos personajes sino que, por el
contrario, reconoce su independencia y los deja a su suerte en el escenario, “donde acuden
habitualmente los personajes dramáticos para cobrar vida”.

Cabe que nos detengamos en la caracterización que realiza Pirandello sobre el rechazo hacia sus
personajes: se considera a sí mismo un autor filosófico y no le interesa producir historias con la
que no pueda transmitir un sentido profundo y universalmente válido. Su intención es
reflexionar filosóficamente a través de su literatura, no escribir una historia más con el simple
objetivo de entretener u obtener placer. Este motivo lo lleva a admitir a estos personajes que lo
acosan con la salvedad de que rechaza en ellos sus historias, su “razón de ser” . Entonces, en
lugar de contar el drama que ellos le presentan, elige dejarlos en un escenario para ver cuál es
su comportamiento. Una vez allí, libres a su propia voluntad, Pirandello se encuentra con que
estos personajes terminaron expresando sus tres mayores intereses filosóficos.

El primero de ellos es “el engaño de la comprensión recíproca basado en la irremediablemente


vacía comprensión de las palabras”. Es decir, el problema de la incomunicación o la imposibilidad
de transmitir conocimiento a través de las palabras a causa de los distintos modos de interpretar
que cada uno de nosotros tenemos. Este problema -tal como lo analizamos en la sección Temas-
se presenta en las contradicciones, interrupciones y desacuerdos que constantemente hacen
chocar a los personajes entre sí.

El segundo interés es “la personalidad múltiple de cada uno de nosotros conforme a los seres
posibles que se esconden en todos” . Aquí, el tema presente es el de la crisis de la identidad,
que remite a la imposibilidad de identificarse plenamente con un solo aspecto de nuestra
personalidad. Tal como desarrollamos en la sección Temas, este problema se presenta en el
contraste entre los personajes -con una personalidad fija cada uno- y el elenco de actores -cada
uno múltiple y contradictorio-, aunque también lo hace como la imposibilidad de conocerse a
uno mismo completamente.

El último interés filosófico que encuentra Pirandello es el del “trágico conflicto inmanente entre
la vida que de continuo se mueve, se modifica, y la forma que la fija, inmutable” . Aquí, la
reflexión gira en torno a la incapacidad del arte de imitar en forma realista la vida siempre
cambiante y caótica. Esta cuestión, también desarrollada en la sección Temas, se presenta
alegóricamente a través de los propios personajes: el Padre, la Hijastra y el Hijo son los únicos
“dotados de espíritu” , lo que implica, en términos filosóficos, que son los únicos capaces de
ejercer la conciencia y autoconciencia de sí a través del uso de la razón. Solo ellos comprenden
su existencia y su condena -en tanto personajes- a repetir eternamente su historia. La Madre,
por su parte, es “pura naturaleza” , por lo que sufre su drama sin autoconciencia y no puede
reflexionar acerca de su específica realidad. Por último, los infantes expresan la inmovilidad y
fijeza del arte al permanecer como fantasmas inertes, con su destino mortal ya grabado en la
imposibilidad de expresarse de modo alguno.
SÍMBOLOS Y ALEGORÍAS
El atuendo de luto (Símbolo)

El uso de vestimentas negras, como una forma de simbolizar el respeto y el dolor ante la pérdida
de un ser querido, se encuentra muy extendido al menos desde tiempos del Imperio Romano.
El luto, sumado a los avisos mortuorios y los entierros, son algunas de las formas más
universalizadas de responder y dar ceremonia ante la muerte en Occidente.

En Seis personajes en busca de autor, tanto la Madre como la Hijastra visten el negro del luto
como una manifestación externa del proceso de duelo que atraviesan, la primera por su amante
y la segunda por su padre. Sin embargo, es en el caso de la Madre donde el ropaje oscuro se
presenta, no solo como una vestimenta protocolar, sino que llega a hacerse carne en el
personaje, a definirla e identificarla con el color del duelo.

De hecho, Pirandello recomienda en una de sus didascalias que la Madre lleve una máscara
similar a las esculturas que se ven en las iglesias de la Mater Dolorosa o la Señora de los Dolores.
Estas representaciones de la Virgen tienden a mostrarla vestida de luto y con expresiones de
profunda tristeza. En este sentido, la acotación del autor opera en función de inmortalizar este
gesto de duelo mediante la máscara del personaje: la Madre es eternamente una mujer
doliente.

La máscara (Símbolo y Alegoría)

Las máscaras ocupan una doble función en este drama de Pirandello: por un lado, simbolizan las
tradicionales figuras de la tragedia y la comedia, representativas desde hace cientos de años del
teatro de occidental; por el otro -siguiendo el análisis realizado por Romano Luperini-, operan
como un recurso alegórico que le permite al autor expresar sus ideas acerca de la oposición
entre la existencia inmutable de los personajes -como productos del arte y la fantasía- y la
existencia cambiante del elenco de actores y trabajadores del teatro -en tanto productos de la
vida-.

Sobre la función simbólica de las máscaras, es sabido que el teatro se representa por dos
máscaras: una que ríe, la comedia, y otra que llora, la tragedia. El uso de estas imágenes como
símbolos del teatro se remonta a las antiguas celebraciones dionisíacas de la cultura griega, en
las que los actores -en ese entonces, solo hombres- portaban máscaras para amplificar su voz y
expresar emociones estereotípicas. La máscara, en este sentido, era el elemento que
transformaba al actor en un personaje, lo que resulta significativo si tenemos en cuenta que solo
los seis personajes las utilizan en la obra.

En esta línea, la asociación de las máscaras con las artes escénicas cumple un rol adicional, ya
que evidencia -por su contraste con los actores- el hecho de que los espectadores nos
encontramos ante una obra de teatro. Con este gesto, Pirandello busca romper el efecto de
verdad que el espectador debería obtener en un teatro realista.

Ahora bien, en cuanto a la función alegórica, Pirandello porta a sus personajes de máscaras para
hacerlos ver como “realidades creadas por la voluntad de un artífice, fijas e inmutables cada una
de ellas en su propio sentimiento fundamental”. Su uso -tal como analizamos en la sección
Temas- sirve para dar cuenta de la oposición de los personajes respecto la vida cambiante de los
actores. A diferencia de estos, los protagonistas de la obra están condenados a experimentar
por siempre el mismo drama y las mismas emociones.

Los seis personajes (Alegoría)

Tal como Pirandello explica en el Prefacio, la presencia misma de los protagonistas en esta obra
dramática expresa alegóricamente la imposibilidad de representar la vida cambiante y mutable
a partir de las formas fijas e inmutables del arte. En otras palabras, lo que hace el autor con Seis
personajes... es discutir con la pretensión de las corrientes dramáticas realistas de poder
representar en forma mimética la vida real.

Sin embargo, el modo en que estos personajes encarnan la imposibilidad de una existencia
cambiante varía según el caso: el Padre y la Hermana son quienes más hablan sobre el carácter
fijo y repetitivo de sus dramas. Principales interlocutores del Director, expresan “para siempre,
inmutable, su esencia, que para él significa castigo y para ella venganza”. El Hijo, parcialmente
consciente de su realidad como personaje, intenta por momentos escapar a su parte en el
drama. Es en vano, sin embargo, ya que lo inmutable de su existencia lo empuja una y otra vez
a su destino inevitable, como cuando intenta huir del escenario y queda paralizado ante las
escaleras.

El tema de la inmutabilidad del arte se presenta en la Madre a través de una alegoría distinta:
antes de aceptar su papel y su drama como un destino, la Madre se opone y se enfrenta a él.
Constantemente, intentará evitar las escenas trágicas del Padre con la Hijastra, la muerte de la
Hija y el Muchacho, y hasta le pedirá al Director que le permita representar una escena de
reconciliación con el Hijo. Pirandello dice de ella que es, “en suma, naturaleza” , en tanto no
tiene el espíritu crítico que le permitiría comprender la realidad fija de su existencia.
Por último, la Niña y el Muchacho representan la fijeza de la forma artística al presentarse como
presencias mudas, suspendidos en una existencia en la que ya están muertos; ella ahogada y él,
suicidado.

La oscuridad final (Alegoría)

Tal como menciona el crítico Romano Luperini, la oscuridad que envuelve al escenario al final
de la obra y en la que se insinúan las sombras de los personajes opera como una alegoría de la
imposibilidad de extraer un significado que justifique no solo la realidad escénica sino también
la de la vida.

Al final de Seis personajes en busca de autor, la muerte de la Niña y del Muchacho sorprende y
confunde a los integrantes de la compañía, quienes hasta entonces no terminaban por aceptar
la realidad fantástica de los personajes. En ese momento, y profundamente perturbado, el
Director interrumpe el ensayo, manda a todos a casa y pide que apaguen las luces. El escenario
queda a oscuras y en silencio, como un teatro vacío. Así, la oscuridad que viene a detener la obra
sin darle fin o cierre al drama de los personajes representa, como menciona Luperini, “el vacío
de luz y de significado en el que se ven obligados a permanecer los espectadores en particular y
los hombres en general” .

Cabe destacar que este recurso alegórico se relaciona íntimamente con uno de los temas
fundamentales de la producción pirandelliana: la falta de una verdad o un sentido último. Tal
como mencionamos en la sección Temas, el problema de la inaprehensibilidad del sentido o la
falta de fe en la existencia de una verdad fundamental responde a una serie de crisis sociales,
políticas y filosóficas propias de principios del siglo XX, fundamentalmente luego de la Primera
Guerra Mundial. Pirandello, como muchos otros artistas y pensadores de su época, no es ajeno
a estos cambios sociales, y plasma sus reflexiones a través del arte.

El autor (Motivo)

Presente ya desde el título, la mención de la figura del autor es un motivo constante a lo largo
de toda la obra y se vincula explícitamente a las nociones de rechazo o abandono. Los personajes
están obsesionados con la búsqueda de un autor porque el suyo los ha rechazado junto al drama
que justifica sus existencias. De este modo, y con este objetivo, se presentan de imprevisto en
el ensayo, rogándole al Director que los acoja en su fantasía y termine de darle forma a sus
dramas.

Tal como explica en el “Prefacio” de la obra, para Pirandello la creación de un personaje es


similar a la de una persona: del mismo modo en que un día una partícula de vida crece en el
interior de la mujer hasta que sucede la concepción, el personaje “se le insinúa al autor en la
fantasía hasta convertirse en una criatura viva”. Sin embargo -y a diferencia de las personas-, la
plenitud en la existencia de un personaje no se alcanza sino en el momento en que su autor los
traslada del mundo de las ideas al mundo material, al volcarlos en una obra.
El abandono que los personajes resienten una y otra vez a lo largo de Seis personajes... consiste
justamente en que sus dramas no han sido transportados al mundo material. De ahí la referencia
constante al motivo del autor como padre creador pero también ausente. Tal como ellos mismos
lo expresan: “el autor que nos dio la vida, luego no quiso, o materialmente no pudo, conducirnos
al mundo del arte”.

Bibliografia

Pirandello, Luigi. Seis personajes en busca de autor, Cada cual a su manera, Esta noche se
improvisa. Madrid: Ediciones Cátedra, 1997.

Monner Sans, José María. Pirandello. Su vida y su teatro. Buenos Aires: Losada, 1936.

Pellettieri, Osvaldo (ed.) . Pirandello y el teatro argentino. Galerna: Buenos Aires , 1988.

Doménech, Ricardo. “Pirandello y su teatro de crisis” en Cuadernos Hispanoamericanos. (Núm


216). Madrid, 1967, pp. 538-552.

López Churruhua, Osvaldo. “Máscaras y rostro de Luigi Pirandello” en Cuadernos


Hispanoamericanos. (Número 216). Madrid, 1967, pp. 521-537.

Luperini, Romano. “Introducción” en Seis personajes en busca de autor. Cada cual a su manera.
Esta noche se improvisa. Madrid: Ediciones Cátedra, 1997, pp. 9-68.

*Clase escrita desarrollada por el Lic. Fernando Frassetto.

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