5 PS Psicologi Üa de La Salud UNIDAD 4

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PSICOLOGÍA DE LA SALUD II

Unidad 4 CENTRO DE ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Tanatología

Competencias a desarrollar
• Examina, a través del estudio del origen y evolución de la psicología tanto en
México como en el mundo, los motivos que han impulsado el cambio en la per-
cepción y comportamiento humano.

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Resultados de aprendizaje esperado


Reconoce a través de la historia los diferentes tipos y etapas de duelo en diferentes
culturas, enfatizando la de su país, así mismo los cuidados paliativos en enfermos
terminales y la controvertida eutanasia.

Objetos de aprendizaje
4.1 Definición

4.2 Concepto etimológico

4.3 Entorno médico

4.4 Estado terminal

4.5 Duelo
4.6 Cuidados paliativos

4.7 Eutanasia

Desempeños esperados
Declarativos

• Expresa el camino recorrido a través de la historia sobre la tanatología.


• Reconoce nuevos términos en el área de la psicología de la salud.
• Comprende sobre el término de muerte digna.
Procedimentales

• Investiga, analiza y sintetiza los diferentes términos.


• Presenta y escribe con sus palabras los sentimientos que aquejan a un duelo.
Actitudinales

• Comparte sentimientos con sus compañeros al tratar temas como la tanatología


y la eutanasia.
• Valora el proceso de la salud y la enfermedad.
• Se solidariza con enfermos terminales.

Actividades de enseñanza
• Explica en clase sobre los antecedentes históricos de la tanatología.
• Presentación de un glosario de términos con su significado.
• Plantea un caso práctico de eutanasia en el cual puedan identificar los pros y
contras de la “muerte digna”.

Actividades de aprendizaje
• Prepara el proyecto de una mesa redonda sobre el tema de la tanatología.
• Realiza un mapa conceptual sobre el estado terminal y cuidados paliativos.

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• Prepara un debate con un moderador sobre la eutanasia.

4.1 Definición
Durante la vida se van teniendo diversas muertes,
algunas pequeñas, otras no tanto. Sin embargo, cada
una de estas pérdidas da la oportunidad de vivir y
crecer como seres humanos, como hijos, hermanos,
esposos, amigos, padres. Para poder recorrer
cada uno de esos caminos, la Tanatología ayuda a
encontrar ese sentido al proceso de la muerte.

El gran temor del mundo occidental se dirige a la


incertidumbre de la muerte. Nos paralizamos en vida
tantas veces por el temor a la partida. Morir, todos
vamos a morir, el tema es morir bien. Muere bien,
quien vive bien.

Si se comienza a intuir qué es la vida, nos será más fácil llegar a comprender el modo en
que a todo fenómeno vital le sigue un declive y un nuevo comienzo.

La muerte es un tránsito y un descanso, un amanecer y un anochecer, una despedida


y un encuentro, una realización y una promesa, una partida y una llegada. La vida no
comienza cuando nacemos y no termina cuando morimos. Sólo es pasar un tiempo
para madurar y crecer un poco.

La muerte siempre ocurre; es un hecho ineludible, y al tener que enfrentarse con lo


cotidiano de la muerte el hombre ha tenido que aprender, a lo largo de su evolución,
a plantear este tema desde otros ángulos y perspectivas. En esta investigación
recorreremos los antecedentes históricos de la Tanatología, para así comprender su
origen y desarrollo.

El aprender a afrontar la muerte –en su doble vertiente de experiencia individual o


de doliente en presencia de un allegado- es también aprender a asumir, en toda su
dimensión, nuestra propia humanidad. La Tanatología comprende muchos campos de
acción, desde la atención al enfermo moribundo y a su familia, hasta la elaboración del
proceso de duelo por una pérdida significativa.

El término Tanatología, “La ciencia de la muerte”, fue acuñado en 1901 por el médico ruso
Elías Metchnikoff, quien en el año de 1908 recibiera el Premio Nobel de Medicina por sus
trabajos que culminaron en la teoría de la fagocitosis. En ese momento la Tanatología
fue considerada como una rama de la medicina forense que trataba de la muerte y de
todo lo relativo a los cadáveres desde el punto de vista médico-legal.

En 1930, como resultado de grandes avances en la medicina, empezó un período que


confinaba la muerte en los hospitales, y en la década de 1950 esto se generalizó cada
vez más. Así, el cuidado de los enfermos en fase terminal fue trasladado de la casa a las
instituciones hospitalarias, de modo que la sociedad de la época “escondió” la muerte
en un afán de hacerla menos visible, para no recordar los horrores de la Segunda Guerra
Mundial.

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Después, en la década de 1960 se realizaron estudios serios (sobre todo en Inglaterra) que
muestran que la presencia de los familiares durante la muerte de un ser querido se vio disminuido
a sólo el 25%. Durante esa época se hizo creer a todos que la muerte era algo sin importancia,
ya que al ocultarla se le despojaba de su sentido trágico y llegaba a ser un hecho ordinario,
tecnificado y programado, de tal manera que fue relegada y se le consideró insignificante.

Sin embargo, a mediados del siglo pasado los médicos psiquiatras Eissler (en su obra El
Psiquiatra y el paciente moribundo), y Elizabeth Kübler-Ross (en su libro Sobre la muerte y
los moribundos) dieron a la Tanatología otro enfoque que ha prevalecido en la actualidad,
y que veremos después de analizar la etimología del término Tanatología. (Velasco, 2008)

4.2 Concepto etimológico


El vocablo tanatos deriva del griego Thanatos, nombre que en la mitología griega se
le daba a la diosa de la muerte, hija de la noche, denominada Eufrone o Eubolia, que
quiere decir “madre del buen consejo”.
La noche tuvo a su hija (la muerte o Thanatos) sin la participación de un varón, por lo
cual muchos la consideran diosa; no obstante, algunas veces, también la diosa de la
muerte es representada como un genio alado.
La muerte es hermana del sueño, al cual se daba el nombre de Hipnos o Somnus, que
también era hijo de la noche (Eufrone), pero él sí tenía padre y éste era Erebo o el infierno,
quien, además de esposo, era hermano de la noche y tanto él como ella eran hijos del Caos.
De ahí que la Muerte o Thanatos sea sobrina de Erebo o el infierno y nieta del Caos.
Thanatos (la muerte) es representada con una guadaña, un ánfora y una mariposa.
La guadaña indica que los hombres son segados en masa como las flores y las yerbas
efímeras, el ánfora sirve para guardar las cenizas, y la mariposa que vuela es emblema
de esperanza en otra vida.
A la muerte se le ubicaba geográficamente en una región comprendida entre dos
territorios de la antigua Hélade, a la derecha el territorio de la noche (su madre) y a la
izquierda el territorio del sueño (su hermano).
La muerte o Tanatos es una deidad capaz de sanar todos los males, pero como es la
única entre todos los dioses que no acepta dádivas, nunca cura a nadie.
LOGOS deriva del griego logos, tiene varios significados: palabra, razón, estudio, tratado,
discurso, sentido, etcétera. La gran mayoría de los filósofos griegos le daban la acepción
de sentido, pero el que haya prevalecido como estudio, tratado u otro, se debe a errores
interpretativos con el transcurso del tiempo.
La Dra. Elizabeth Kübler-Ross se dio cuenta de los fenómenos psicológicos que
acompañan a los enfermos en fase terminal durante el proceso de muerte, por lo que
define a la Tanatología moderna como “una instancia de atención a los moribundos”;
por ello, es considerada la fundadora de esta nueva ciencia. Con su labor, la Dra. Kübler
hace sentir a los agonizantes que son miembros útiles y valiosos de la sociedad, y para
tal fin creó clínicas y hospicios cuyo lema es “ayudar a los enfermos en fase terminal a
vivir gratamente.

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La nueva Tanatología tiene como objetivo fomentar y desarrollar holísticamente las


potencialidades del ser humano, en particular de los jóvenes, para enfrentar con éxito la
difícil pero gratificante tarea de contrarrestar los efectos destructivos de la “cultura de la
muerte”, mediante una existencia cargada de sentido, optimismo y creatividad, en la que
el trabajo sea un placer y el humanismo una realidad. (Ybarra, 2011)

4.3 Entorno médico


El aprendizaje en las ciencias de la salud consta de tres apartados fundamentales:
conocimientos, habilidades y actitudes. En el momento del ejercicio profesional los tres
interaccionan dinámicamente para dar como resultado un correcto acto asistencial.
Las habilidades y actitudes constituyen la parte “artística” de la profesión sanitaria, en
cuanto conjunto de elementos personales que mejoran con el ejercicio profesional, y que
al actuar fundidas con los conocimientos, aportan calidad y diferenciación.

El acto asistencial tiene tres vertientes principales: curar, aliviar y consolar. La contribución
de cada una de ellas depende de la situación clínica del paciente en ese momento
concreto y de los recursos sanitarios disponibles. Han de llevar inseparablemente unidas
dos vertientes secundarias, también en diferente medida según los casos: rehabilitación
y educación.

Es importante precisar el concepto de enfermo terminal, ya que, pese a parecer intuitivo,


la práctica demuestra una gran disparidad de criterios a la hora de su aplicación a
pacientes concretos. El diagnóstico de síndrome terminal de enfermedad se produce
cuando concurren las siguientes circunstancias:

1. Enfermedad de evolución progresiva.

2. Pronóstico de supervivencia inferior a un mes.

3. Ineficacia comprobada de los tratamientos.

Pérdida de la esperanza de recuperación

Las entidades patológicas que con mayor frecuencia conducen al síndrome terminal
de enfermedad son las afecciones crónicas del sistema cardiovascular (arteriosclerosis,
miocardiopatías), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer y la cirrosis hepática.

El pronóstico de supervivencia no siempre es fácil de precisar. El estado general (v. g.


índice de Karnofsky) y la entidad de la/s insuficiencia/s orgánicas presentes ayudan a
delimitarlo. En cualquier caso ha de ser corto ante la atribución del carácter terminal a
un enfermo, de modo que las decisiones a tomar en tal situación no puedan lesionar sus
legítimos intereses por una catalogación equivocada.

Los tratamientos conocidos y de aplicación generalizada han de ser probadamente


ineficaces antes de establecer el carácter de terminal de un paciente. En algunos casos
puede plantearse la posibilidad de administrar tratamientos experimentales.

Los estudios preliminares sobre células o animales constituyen el primer paso hacia
la aplicación clínica de nuevos fármacos o modalidades de tratamiento. Aquellos
que alcanzan resultados prometedores y ofrecen mejores expectativas que el mejor
tratamiento conocido son administrados a pacientes para comprobar su eficacia

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clínica, cumpliendo una serie de normas éticas. Durante esta fase, y mientras los datos
estadísticos que avalan dicha eficacia no consiguen alcanzar el consenso internacional,
reciben el calificativo de experimentales.

La frontera entre tratamiento experimental y estándar no siempre es clara. Hay pautas


terapéuticas de eficacia demostrada que no forman parte de la práctica habitual por requerir
recursos difícilmente disponibles, como por ejemplo algunas que utilizan quimioterapia por
vía intraarterial o precisan técnicas quirúrgicas especiales. En otros casos, depende de un
proceso burocrático que autorice para tratamiento habitual fármacos que ya han cumplido
todos los pasos preliminares de investigación y aplicación clínica.

Aunque la calificación de terapia estándar llegue tras un estudio comparativo,


confirmatorio de datos previos conocidos, el tratamiento beneficia de igual modo a
las personas que lo han recibido previamente a la publicación de los resultados que a
las que lo han recibido con posterioridad. Por tanto, cumplidas las premisas éticas que
garantizan el respeto a su dignidad de persona, es inadecuado considerar al paciente
que recibe un tratamiento experimental.

Los países occidentales disponen hoy en día de especialistas bien preparados y de centros
dotados con el equipamiento necesario para el correcto diagnóstico y tratamiento de
la gran mayoría de enfermedades. Los progresos se difunden a gran velocidad a través
de las revistas y congresos especializados, permitiendo ofrecer los últimos avances
a un número cada vez mayor de pacientes. En algunos países, sin embargo, existen
modalidades de tratamientos experimentales o simplemente más desarrolladas por el
trabajo especializado de un grupo concreto, de las que pueden beneficiarse pacientes
determinados (un mínimo porcentaje comparado con el número total de pacientes), que
no tendrían acceso a ellas en su estructura sanitaria habitual.

Hay que asumir la existencia de casos que exceden las posibilidades actuales de la
terapéutica, independientemente del lugar del mundo en que se trate.

Si los tres criterios citados se cumplen, la pérdida de esperanza de recuperación se


produce habitualmente, tanto en el equipo asistencial como en la familia.

La aparición de una complicación letal irreversible marca el inicio de la agonía, etapa


generalmente de corta duración y que precede a la muerte.

Determinados pacientes pasan por una fase en la que podrían denominarse


pseudoterminales. Son catalogados de terminales sin cumplir todos los requisitos
mencionados. Generalmente se debe a un fallo en la valoración de la afectación por la
enfermedad de base y/o en el cálculo del pronóstico de vida. Puede deberse también al
adelanto de diagnósticos y/o pronósticos no confirmados. Tales pacientes presentan las
ansiedades propias de un enfermo terminal, viendo consiguientemente afectada su vida,
que por otra parte se desarrolla con normalidad. Constituyen un argumento más sobre
la importancia de trabajar con criterios objetivos en este campo y obligan a ser muy
explícitos al hablar del valor real de sospechas clínicas u otras valoraciones intuitivas.
(Sahler, 200

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4.4 Estado terminal


El manejo integral del paciente terminal puede producir alteraciones emocionales
indeseables, pero naturales. La aceptación es un proceso largo y doloroso, el cual puede
facilitarse siempre y cuando se tomen en cuenta algunos factores:

La actitud de interés por parte del médico, misma que debería prevalecer desde el primer
contacto, tanto con el paciente como con su familia.

Llevar a cabo una revisión cuidadosa de la historia individual y familiar de los síntomas, así
como de las causas a las cuales la familia le atribuye a la enfermedad. Esto permitirá al
médico conocer tanto la evolución del padecimiento como las explicaciones o fantasías
que el paciente y la familia tienen al respecto.

Hacer una observación minuciosa de los exámenes practicados al paciente y de las opiniones
que otros médicos han hecho sobre el caso, y ordenar nuevos estudios para confirmar el
diagnóstico, dando una explicación de en qué consisten y por qué son necesarios.

Una vez hechos los estudios pertinentes es de suma importancia comunicar los
resultados, así como el diagnóstico y posible tratamiento al paciente y sus familiares.

El médico debe estar consciente que el paciente y su familia presentan un bloqueo


emocional, cuando se recibe el diagnóstico, por lo que será importante otras consultas
donde el médico contestará y dará explicaciones a las preguntas formuladas por el
paciente y la familia. (Sahler, 2008)

4.5 Duelo
La muerte en el ámbito cultural es una realidad en gran manera tabú, negada o confinada
en las paredes del hospital. Y, sin embargo, no deja de ser una realidad casi excesivamente
familiar por la frecuencia y evidencia con la que se presenta en el entorno.

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Bowlby define el duelo como “todos aquellos procesos psicológicos, conscientes e


inconscientes, que pone en marcha la pérdida de una persona significativa, cualquiera que
sea su resultado”. Es una reacción adaptativa natural ante la pérdida de un ser querido que
conlleva, en general, un largo y costoso proceso de elaboración y ajuste. (Velasco, 2008)

Se tiene la tendencia a establecer lazos emocionales con otras personas, son apegos que
se desarrollan y perduran durante parte de la vida, cubriendo necesidades de protección y
seguridad. La conducta de apego cumple una función de supervivencia por lo que es fácil
comprender las intensas reacciones emocionales que se disparan en nosotros cuando
dichos lazos se rompen o se ven amenazados.

Toda pérdida significativa entraña la necesidad de un duelo. No obstante, en la mayoría de


los casos, el duelo por una muerte es diferente del duelo por otro tipo de pérdidas porque...

La intensidad de los sentimientos, en el caso de una muerte, son más intensos y más duraderos
en el tiempo. La intensidad del duelo no viene siempre condicionada por la naturaleza de lo
que se ha perdido sino por el valor que cada uno tenía atribuido al objeto perdido.

El carácter definitivo e irreversible de la pérdida, en el caso de la muerte, es total. En otros


casos cabe la posibilidad de recuperar aquello que se ha perdido.

La muerte de un ser querido hace aflorar sentimientos y pensamientos sobre la propia


muerte.

El duelo comienza antes del fallecimiento y no se puede decir con exactitud cuando
concluye. Elaborar el duelo es algo que lleva tiempo y, para algunas personas, no concluye
nunca. Para unos la identificación, la presencia o las visiones de la persona perdida
continúan de por vida, para otros el dolor, la rabia y la culpa dura muchos años. Aunque
se elabore la pérdida eficazmente, la cicatriz psicológica se va a mantener siempre.

Aunque el duelo se defina como una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un
ser querido, es un acontecimiento vital estresante de primera magnitud, que tarde o
temprano hemos de afrontar casi todos los seres humanos. En las escalas de Reajuste
Social de Holmes & Rahe (1967) y Dohrenwend, Krasnoff, Askenasy, & Dohrenwend
(1994), la muerte del hijo/a y la del cónyuge, son considerados como los acontecimientos
vitales más estresantes por los que puede pasar un ser humano.

El profesional que tenga como tarea acompañar y atender a una persona en duelo o a
un enfermo y a su familia en una situación de enfermedad terminal tiene que conocer
perfectamente este proceso para acompañar y sugerir pautas y caminos, pero respetando
ritmos y estilos personales y conociendo los pasos a dar y por dónde se mueve la persona
en duelo, sin nerviosismos ni aceleraciones. (Hojat, Mohammadreza, 2012)

Manifestaciones del duelo

Aunque la persona responde como un todo ante el impacto de la pérdida hay unos
niveles en los que se encontrará más afectado que en otros convirtiéndose aquéllos en
vías a través de las cuales mitiga su dolor.

A continuación es conveniente señalar una serie de manifestaciones que aparecen en


personas en duelo. Es conveniente tener conciencia para no considerar patológico/
anormal algo que entra dentro de lo común y frecuente. Es importante tener muy
claro que, ni todas las personas presentan todas estas manifestaciones, ni lo que una

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determinada persona experimente debe estar necesariamente contenido aquí. Aun así,
se puede hablar de determinadas reacciones comunes a la mayoría de las personas.

Reacciones físicas
Llanto, somnolencia, insomnio, taquicardia, punzadas en el pecho, falta de aire (disnea),
hiperventilación, pérdida de pelo, sudor, temblores, sequedad de boca, anorexia, bulimia,
debilidad, pérdida de la fuerza física, rigidez física, sensación de vacío, sensación
de inquietud, momentos de pánico, momentos de asfixia, dolor de cabeza, dolor de
estómago, falta de deseo sexual.

Reacciones afectivo-emocionales

Shock, aturdimiento, pánico, incredulidad, confusión, rechazo, rabia, miedo, angustia, tensión,
desesperanza, desamparo, depresión, apatía, culpa, impotencia, inseguridad, incertidumbre,
vulnerabilidad, tristeza, represión, nerviosismo, resignación, alivio, cariño, amor, serenidad, soledad.

Reacciones cognitivas

Ideas de suicidio, falta de interés, falta de concentración, falta de memoria, pérdida


de control, amnesia del hecho, búsqueda del ser querido, sentimiento de inferioridad,
sueños, miedos, pensamientos raros, notar la mente en blanco, falacia de recompensa
divina, dificultad para controlar el carácter, pérdida de capacidad de generar proyectos,
necesidad de localización del ser querido, pérdida del sentido de la propia vida,
alucinaciones, confusión, desorientación, pesadillas, culpabilización, autoculpa, falta
de autoestima, despersonalización, negación, demanda de justicia.

Reacciones conductuales

Pérdida de confianza, resentimiento social, problemas familiares, problemas sociales,


problemas económicos, problemas sexuales, aislamiento, sensación de no pertenencia
a un grupo social, retroceso del comportamiento, disminución de actividad, trastornos
de conducta, drogadicción, alcoholismo, atesorar pertenencias, llanto, risa.

Reacciones espirituales

Conciencia de propia finitud, ilusión de inmortalidad perdida, papel de Dios, búsqueda


de significado, castigo divino, catastrofismo, necesidad de reconciliación, refugio en la
fe y las creencias religiosas, proceso de crecimiento y madurez humano, religioso, moral,
pérdida de sentido de la propia vida, crisis de las propias creencias, serenidad y dudas
existenciales.

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Trabajando el duelo

Modelo experiencial

El modelo de trabajo de duelo que hemos desarrollado en la actividad profesional


cotidiana es resultado de la integración de trabajos de numerosos autores (especialmente
Worden, Rolland y García-García), contrastado y actualizado día a día en nuestra
realidad. Nuestra experiencia nos dice que es válido, a las personas y a las familias a las
que acompañamos en este proceso les sirve, a nosotros también.

Partimos de que no todas las pérdidas entrañan una crisis y, si las condiciones son
favorables, el duelo puede realizarse normalmente sin que la persona y la familia necesite
ayuda especializada. No obstante, en numerosas ocasiones la muerte de una persona
querida provoca una importante crisis vital tanto a nivel individual como en el plano de
pareja y en el familiar. La recuperación de la crisis requiere un proceso de transformación
que incorpore la pérdida sufrida y que sirva de puente para acceder a una nueva identidad.
El adaptarse a la pérdida supone una reorganización, a corto y a largo plazo, en la que las
etapas de duelo familiares e individuales se influyen recíprocamente y en el duelo por la
pérdida de un hijo añadimos a la interacción la dinámica del duelo de pareja. El cómo esté
viviendo su proceso cada miembro de la familia, de la pareja, de manera individual, va a
favorecer o entorpecer esta reorganización y, desde luego, aspectos relacionados con la
estructura del sistema familiar, los roles que ha desempeñado el fallecido dentro de la
familia, la calidad de la comunicación y del apoyo entre las personas que la componen,
y el tipo de muerte en el momento del ciclo de vida familiar o de pareja van a favorecer o
entorpecer el desarrollo del duelo individual.

Tradicionalmente, el proceso individual de duelo se ha considerado como una secuencia


de etapas. Se considera esto válido para poder elaborar un mapa base del camino a
recorrer pero se parte de considerar a cada persona única por definición y así, de manera
única, expresará y vivirá “su duelo”. De este modo, el proceso será totalmente variable y
no sometido a ninguna regla, cambiante y dinámico momento a momento en el mismo
individuo, de individuo a individuo, de familia a familia, de cultura a cultura, de contexto a
contexto, dependiendo de las circunstancias individuales, familiares, sociales. Solamente
habrá unas grandes líneas o vigas maestras -cuestionables incluso- que marcarán
nuestros pasos en la intervención, pero por supuesto abiertas a cualquier manifestación
o expresión idiosincrática de sufrimiento, y con un máximo y extremado cuidado a la hora
de etiquetar alguna manifestación o a alguien de patológico.

Duelo agudo-Duelo temprano

Asumir la realidad de la pérdida

Reconocimiento compartido de la realidad de la pérdida

Esta tarea puede parecer evidente pero es, en realidad, el paso más difícil. Supone
enfrentar, por un lado, con la propia mortalidad y, por el otro, con el hecho de que el ser
querido ya no está, se ha marchado y no va a volver. Llegar a asumir la pérdida supone
tiempo y esfuerzo, ya que es necesario una aceptación intelectual y, lo más difícil,
emocional.

Cuando alguien muere, incluso si la muerte es esperada, siempre hay cierta sensación de
que no es verdad. La negación cobra una importancia enorme en este momento y puede
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adoptar distintas formas, negación de la realidad de la pérdida, negación del significado


de la pérdida, negación de la irreversibilidad de la muerte.

El trabajo de la familia en esta etapa supone llegar a una afirmación de la realidad de la


pérdida, que la persona ha muerto y, es fundamental, que cuando se comuniquen entre ellos
sea reconocida esta realidad de manera clara y precisa. Es muy frecuente que no se comunique
o que se distorsione la información que se dan entre los diferentes miembros de la familia.

Duelo temprano-Duelo intermedio

Dar expresión a las emociones y al dolor

Experiencia compartida de las emociones y del dolor

Es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin


experimentar cierto nivel de dolor. Es necesario conocer y trabajar este dolor o se
manifestará mediante síntomas u otras formas de conducta disfuncional (idealizando
al fallecido, drogas, abuso de alcohol, psicofármacos...).

Los miembros de la familia han de expresar, compartir y admitir una gama amplia de
sentimientos que afloran, sean los que sean, y contenerlos en el ámbito familiar. Esto es
muy difícil, ya que implica que otra persona de mi misma familia puede tener diferentes
sentimientos, o experimentar éstos con diferente intensidad. Aceptar a otro que esté
en otra fase requiere una gran flexibilidad y tolerancia, implica comprender y aceptar
mutuamente la expresión de sentimientos complejos presentes en las relaciones
familiares como ira, decepción, desamparo, alivio y culpa.

Además cuando las emociones van cambiando y desarrollándose en tiempo largo y,


para cada uno, diferente, puede ser dificultosa una evolución. El lograr compartir, admitir
y permitir la expresión de emoción favorece el crecimiento.

Pero no todas las familias tienen la misma estructura, manejan igual los límites o
mantienen un adecuado nivel de comunicación.

Hay familias con límites flexibles que toleran las emociones positivas y negativas
desencadenadas con la pérdida; existe intimidad entre sus miembros, se comparte el
malestar y se comparten consuelo y cuidados mutuos. Estas familias probablemente
vivirán un proceso de duelo adaptativo.

Pero hay familias con estilos de respuesta evitativa que mantendrán un silencio acerca del
fallecimiento; evitarán las relaciones íntimas dentro de la familia para impedir el malestar;
fomentarán el “secreto familiar” (sobre todo si la muerte fue por suicidio, SIDA...).

Familias que insistirán en que todo permanezca como antes, manteniendo rígidamente
los roles, sin permitir ocupar a nadie el papel del fallecido en el grupo.

Familias en las que se idealizará al fallecido, bloqueando los posibles sentimientos


ambivalentes hacia él, manteniendo permanente al difunto en el entorno familiar,
conservando sus posesiones intactas (cronificación del duelo).

Y podemos encontrarnos con familias que presentan serias dificultades para tolerar las
diferencias (todos deben sentir lo mismo y con la misma intensidad). No está permitida
la vivencia individual. (Hojat, Mohammadreza,2012)

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La situación de mayor peligro para una resolución adaptativa del duelo dentro del
ámbito familiar es la represión de la emoción y el aislamiento. Y esto es muy habitual,
“Cada uno tiene ya bastante con lo suyo como para ‘cargárselo’ y agobiar al otro”, y de
esta forma se anula la expresión clara de sentimientos individuales.

Es fundamental favorecer la experiencia de dolor compartido, si no se da es difícil que


el sistema se reorganice.

Duelo intermedio-Duelo tardío

Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente

Reorganización del sistema familiar

Adaptarse a un nuevo medio significa cosas diferentes para personas diferentes


dependiendo de cómo fuera la relación con el fallecido y de los distintos roles que
desempeñaba. La realización de esta tarea lleva consigo muchos cambios a los que la
persona y la familia superviviente debe enfrentarse, cambios en actividades cotidianas,
en horarios, tal vez en el nivel económico pero, sobre todo, cambio en los roles que a
partir de ahora deberán desempeñar. Tal vez se verá obligado a ocuparse de tareas que
el fallecido realizaba y para las cuales desconoce si tiene facultades.

Un aspecto fundamental del que dependerá en gran parte la reorganización del sistema
familiar es el “momento del ciclo vital” en el que se encuentre la familia. La respuesta
familiar a la pérdida no suele ser la misma cuando se trata de:

• Muerte de hijo de corta edad.


• Muerte de progenitor en familia con hijos de corta edad.
• Muerte de hijo adolescente.
• Muerte de progenitor en familia con hijos adolescentes.
• Muerte del futuro cónyuge.
- Muerte de progenitor cuando hay hijos en edad de emanciparse.

• Muerte de joven adulto.


• Muerte de cónyuge en pareja joven.
• Muerte en familia en últimas etapas de la vida (pareja anciana).
• Muerte de progenitor anciano.
Y es fundamental tener en cuenta que cada momento dentro del ciclo vital presenta
unas características propias, cada situación tiene su carga dramática y en cada situación
hay variables diferentes que pueden complicar el duelo o dificultar su elaboración.

Como ejemplos podemos citar:

La muerte de un niño suele ser especialmente dramática y de las más complicadas


de elaborar. Tras la muerte de un hijo, la relación conyugal se torna particularmente
vulnerable, habiéndose comprobado índices de ruptura afectiva del 70%.

Para los padres supone un vacío y la privación de los sueños y expectativas sobre el
niño; cuando los sueños proyectados se cortan muere parte de nosotros. Suele ser
diferente la elaboración del duelo para padres que han podido acompañar al niño que
para padres que no han podido o no han sabido acompañarlo. En estos últimos son

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muy frecuentes intensos sentimientos de culpa e impotencia por no haber atendido


suficientemente. Atender al niño en tiempo y calidad durante el espacio de enfermedad
ayuda a una elaboración posterior más sana.

Los hermanos también sufren una pena prolongada que se agudiza en los aniversarios.
Además, la rivalidad normal entre hermanos puede contribuir a generar intensos
sentimientos de culpa por haber sobrevivido.

En aquellos casos en los cuales los padres están entregados a su propia pena los hijos
experimentan una doble pérdida. En muchas ocasiones, los padres sobreprotegen a
los hijos que les quedan y después tienen dificultades con las transiciones normativas
de la adolescencia y emancipación. Es frecuente que la pareja conciba otro hijo para
reemplazar al fallecido, este reemplazo puede ser funcional para los padres, pero
disfuncional para el hijo si lo tratan como un sustituto no diferenciado.

La muerte de uno de los cónyuges en pareja joven suele ser muy traumática. El viudo o la
viuda no sólo tienen que afrontar la pérdida de su pareja y, en ocasiones, la de su estatus
social, sino que a menudo el resto de la familia espera que inicie rápidamente una nueva
relación, negando la importancia de la experiencia de la muerte a causa del dolor que
les provoca. Con mucha frecuencia las relaciones con los suegros se complican porque
no ha habido tiempo suficiente para consolidarlas y por la inexistencia de nietos que
fortalezcan los vínculos.

Cuando el que muere es una persona mayor, el duelo en la pareja tras múltiples años de
convivencia, y en edad avanzada, puede presentar características propias. Ello puede
deberse a que esa pareja muy probablemente presentará una mayor dependencia
marital, unos roles más rígidos, y experiencias de múltiples pérdidas cercanas. Todos esos
factores predisponen a que el/la superviviente experimente una profunda sensación de
soledad, y la conciencia súbita de la propia finitud.

Además, en los ancianos la última etapa de duelo puede prolongarse de forma


desproporcionada, con una angustiosa sensación de tristeza sin fin. En la mayor parte
de las ocasiones el duelo se sigue de otra experiencia; la soledad, ancianidad, soledad,
enfermedad y muerte son conceptos que muchas veces se solapan y encadenan
temporal y causalmente. La viudez prematura es una experiencia para la que se carece
de preparación emocional y de los apoyos sociales indispensables.

Duelo tardío-Duelo latente

‘Recolocar’ emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Olvidar recordando

Invertir la energía emotiva en otras personas y relaciones. Por supuesto, el trabajo en


esta etapa no va orientado a olvidar al ser querido sino a encontrarle un sitio en la vida
emocional del superviviente que no entorpezca su funcionamiento eficaz. Nunca se
pierden los recuerdos de una relación significativa.

Con la muerte de una persona no se ha perdido definitivamente el objeto amado. Se


puede recuperar de otra forma, sin la necesidad de su presencia o posesión física,
mediante la incorporación psicológica de los aspectos buenos de la persona perdida,
a través del recuerdo y del afecto. Es encontrar un sitio para esa persona dentro de la

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nueva realidad. Para ello es importante despedirse y dar la bienvenida de nuevo. Es el


momento de abrir un hueco a los rituales que se mantendrán en el tiempo para incluir la
ausencia (cumpleaños, navidades, ...).

A pesar de todo, nada vuelve a ser como antes, no se recobra la mente pre-duelo, aunque
sí parece llegarse con el tiempo a un duelo latente, más suave y menos doloroso, que se
dispara en cualquier momento ante estímulos que recuerden; este umbral de disparo
será muy particular de cada persona. La recuperación es a veces un mito inalcanzable,
origen de ansiedades y frustraciones para las personas que no lo consiguen.

El Duelo de difícil elaboración: Duelo de riesgo

Toda pérdida “mayor” (hablando de familiares o allegados significativos) supone un


cambio en la vida del doliente, cuya magnitud dependerá del “valor” que el fallecido
tenía para él. En cualquier caso ya nunca será lo mismo, la pérdida producirá cambios en
la forma de pensar, sentir y comportarse del doliente, a veces tan radicales, que llegan
a conformar una nueva personalidad. Este cambio puede ser positivo y contribuir al
crecimiento personal o por el contrario ser una verdadera catástrofe, que condicionará
una vida anclada en el pasado. Para unas personas, la muerte de un ser querido es algo
devastador y paralizante, mientras que, para otras, se transforma en una experiencia de
crecimiento personal.

Para que el duelo evolucione de un modo satisfactorio, los caminos que la persona
puede recorrer son muy variados. Existe una amplia gama de reacciones de duelo
“normales”, pero parece que siempre hay un reajuste -más o menos costoso, más
o menos doloroso-, un tiempo de elaboración de la pérdida o de trabajo de duelo,
para adaptarse a la nueva situación y restaurarse el “equilibrio”. Hay duelos que son
inicialmente muy tormentosos, otros que requieren un tiempo para iniciarse; algunos
que duran poco tiempo y otros que no parecen acabar nunca.

El duelo con riesgo es un duelo que por factores especialmente difíciles, presentes en
la experiencia, presenta una probabilidad muy alta de que se elabore con dificultad
y termine en duelo complicado, sin resolverse. La ausencia o presencia de estas
“dificultades”, que llamaremos factores predictivos, pueden condicionar una evolución
más o menos favorable del proceso.

Factores predictores de riesgo en el duelo

Causas y circunstancias de la muerte

La muerte llega de formas muy diversas que van a influir en el duelo de los supervivientes:

Las muertes repentinas e inesperadas son las que más perturbaciones emocionales
producen; así la muerte por accidente, catástrofes, asesinato e incluso por enfermedad
aguda, son más difíciles de asumir que la muerte tras un período previo de enfermedad
y suponen por lo general duelos prolongados.

La edad del fallecido es un factor importante, así la muerte de un niño, de un adolescente,


es más inexplicable y difícil de asumir que la de un anciano, que se supone que ya ha
realizado su ciclo vital y la expectativa de vida es corta. Son duelos que generan un
enorme enfado. Cuando se unen las dos situaciones de muerte repentina y juventud, los
duelos son aún más difíciles.

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Un suicidio deja, además de un dolor intenso, numerosas preguntas sin respuesta. El


suicidio genera mucha agresividad hacia el fallecido y hace sentirse a todo el mundo
cercano culpable de algún modo. Además, supone un estigma para la familia por el
impacto social que produce. Todo esto provoca importantes distorsiones en el sistema
familiar con riesgo de evolución disfuncional.

La muerte por SIDA, estigmatiza socialmente a la familia, ya que se asocia a prácticas


de riesgo, relaciones sexuales no habituales, etc. Además provoca un enorme miedo a
ser contagiado, tanto en la familia como en el entorno social, que será más acentuado
cuanto más desconocimiento se tenga sobre la enfermedad.

También las circunstancias de la muerte tienen una gran influencia en la elaboración del
duelo:

La muerte que se produce tras una larga enfermedad, sobre todo si ha precisado de
grandes cuidados, puede generar culpa y la sensación de no haber hecho lo suficiente, ya
que, inevitablemente, a lo largo del proceso aparece el deseo de que todo acabe cuanto
antes, junto al deseo de que el enfermo siga viviendo. Cuando el cuidado recae sobre una
sola persona, el peligro de un duelo complicado es aún mucho mayor.

El modo en que se ha dado la noticia de la muerte, la distancia geográfica del fallecido,


las pérdidas múltiples, etc., son circunstancias que influirán en el proceso del duelo.

Si no se ha podido ver el cuerpo, o peor aún, si ha desaparecido, se potencia la negación


de la pérdida y el doliente se queda prácticamente sin posibilidades de elaborar el duelo.
(Velasco, 2008)

El aspecto del cadáver visto por última vez, es importante. La visión de un cadáver
deformado e irreconocible, sobre todo tras accidentes, puede generar imágenes
recurrentes durante un tiempo.

También hay situaciones de duelo complicadas con culpas desmesuradas, cuando


el doliente es el superviviente de un accidente, circunstancia muy frecuente en los
accidentes de tráfico.

Identidad del fallecido y relación con el doliente


La pérdida de un ser querido supone la pérdida de una parte de nosotros mismos. Lo
que nos descubría su relación, los sentimientos y las sensaciones que nos despertaban
su presencia, conformaban esa parte de nuestra imagen que el otro nos devolvía y que
desaparece con su muerte. El ¿quién era el fallecido para el doliente?: su parentesco,
la intensidad de la relación, roles desempeñados por ambos, etc., nos dan una idea
del alcance de la pérdida. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos con personas que
desarrollan un duelo normal por la muerte del padre y decididamente complicado tras el
fallecimiento de la madre.

El estilo relacional determina también en gran medida la respuesta al duelo, siendo los
casos más complicados aquellos en los que el doliente dependía en gran medida del
fallecido, cuando la relación entre ambos era ambivalente y cuando quedaban entre

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ellos conflictos no resueltos.

Personalidad y antecedentes del doliente

La personalidad del doliente es una de las piezas clave y determinante de la evolución


del duelo. Así, aspectos como su carácter, visión de la vida, recursos personales (trabajo,
aficiones, etc.), capacidad de expresar sentimientos, tolerancia al dolor, patrón de manejo
del estrés, concepto de sí mismo, habilidades sociales, etc., van a contribuir en el curso del
proceso. Para unas personas, la muerte de un ser querido es algo devastador y paralizante,
mientras que para otras se transforma en una experiencia de crecimiento personal.

Los trastornos psicopatológicos previos, indudablemente complicarán la elaboración


del duelo.

La edad es otro de los factores a tener en cuenta. Las edades más tempranas y las más
tardías parecen ser las más vulnerables.

La experiencia en pérdidas previas va a indicar, con bastante probabilidad, el camino


que va a llevar el duelo de esa persona.

Soporte socio-familiar del doliente

Para conseguir una buena evolución del duelo es básico un adecuado apoyo social. Se
divide en tres partes:

Círculo de convivencia: cuando el doliente vive solo, la evolución del duelo es mucho
peor que si vive acompañado. Si el doliente tiene responsabilidad sobre hijos pequeños
o adolescentes, se compensa la desventaja de asumir en solitario la responsabilidad en
el cuidado de los hijos, con el estímulo que suponen éstos para seguir viviendo.

Factores socioeconómicos: la situación económica en la que queda la familia tras la


muerte, puede ser un importante obstáculo para la elaboración del duelo, sobre todo
los casos de viudas solas o con hijos, ya que habitualmente empeora su situación
económica y se ven obligadas a buscar otras fuentes de ingresos, a veces en condiciones
muy precarias.

Creencias y prácticas que facilitan u obstaculizan un duelo sano: las creencias y


costumbres sobre el duelo, varían de unas culturas a otras y de unas religiones a otras
e influyen en la orientación y elaboración del duelo, ya que en unos casos pueden
favorecer la expresión de sentimientos y en otros casos orientar hacia el estoicismo. Hay

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estudios que indican que no hay una clara relación entre el credo religioso y la resolución
del duelo entre viudas y viudos.

En cualquier caso, parece que siempre es mejor la existencia de rituales sobre el duelo, que
su falta, ya que los rituales facilitan la participación social (familia, amigos, vecinos, etc.).

Está por último el papel de la familia y el entorno social, que también pueden facilitar
o entorpecer la resolución del duelo, según sea su postura. El permitir la expresión del
dolor y hablar del fallecido, las circunstancias de la muerte, etc., parece que es la actitud
que más agradecen los dolientes y la que más facilita el duelo sano. Por el contrario,
la actitud de negación y represión en la expresión de sentimientos es la más nociva.
(Velasco, 2008)

Duelo sin resolver, duelo complicado, duelo patológico

El hecho de considerar el duelo un proceso transitorio normal, tanto a nivel popular


como profesional, hace que no se conozca el proceso en profundidad. Quizá por esta
razón no hay un claro consenso en cuanto a la duración, manifestaciones habituales,
complicaciones, etc., de un duelo normal y cuándo hay que pensar en que deja de
serlo. Este hecho se refleja en la poca claridad que se observa en la definición de duelo
patológico, dentro de las clasificaciones de enfermedad mental, tanto de psiquiatría
(ICD-10, DSM-IV) como de atención primaria (CIE-10 AP).

Diversos autores han tratado de definir las características que diferencian un duelo normal
de uno patológico, todos ellos coinciden en que hay dos magnitudes que lo definen y que
son la intensidad y la duración del duelo. Los criterios que distinguen más claramente las
formas saludables de las formas disfuncionales de duelo son: el tiempo que duran los
procesos defensivos (fundamentalmente la negación) y en qué medida influyen, si sólo
en una parte del funcionamiento mental o si llegan a dominarlo por completo.

Para Horowitz, Wilner, Marmar & Krupnick (1980) debe considerarse complicado todo
duelo por encima de un nivel en el que la persona que lo sufre se sienta sobrepasada
en sus capacidades de afrontarlo, presente conductas mal adaptativas o persista
interminablemente en un estado de duelo sin progresión del proceso hasta su terminación.
Se han hecho también muy diversas clasificaciones del duelo complicado, nos inclinamos
por la que hace

• Duelo crónico
• Duelo ausente
• Duelo exagerado
• Duelo retrasado
Duelo crónico

La duración del duelo es anormalmente prolongada o incluso permanente, en un estado


que puede considerarse como “versiones extendidas y deformadas de las fases de
anhelo y búsqueda, de desorganización y desesperanza”.

El dolor emocional persiste en el tiempo y no parece acabar nunca. Es un duelo de


duración excesiva que nunca llega a una conclusión satisfactoria, que se arrastra durante
años. Las reacciones del aniversario, que son muy intensas, se producen incluso varios
años después de la pérdida. El superviviente es absorbido por constantes recuerdos y

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es incapaz de reinsertarse de nuevo en el tejido social (Pangrazzi, 1993). En algunos


casos, de forma semiconsciente, persiste la idea del regreso de la persona fallecida
y para ello mantendrá, a veces sin tocar, sus objetos personales tal y como los tenía
(momificación).

La vida de estas personas suele mantenerse desorganizada y es frecuente encontrar en


su evolución episodios de ansiedad, depresión, alcoholismo, etc.

Circunstancias previas como relaciones de dependencia fuertes, reparto de papeles de


“fuerte” y “débil” y relaciones ambivalentes, entre otras, pueden conducir a este tipo de
duelos.

Duelo ausente

También llamado duelo enmascarado, evitado, reprimido o no liberado. Se produce una


falta de aflicción consciente, siendo como una prolongación de la fase de embotamiento
afectivo inicial del duelo. El doliente mantendrá una vida aparentemente normal casi
desde el principio, incorporándose a su trabajo y labores caseras como si nada hubiese
pasado, negando los aspectos afectivos de la pérdida (Bowlby, 1980), pero su conducta
esconde una sintomatología fóbica hacia todo lo que le recuerde al fallecido, para ello
se deshará de fotos y objetos del difunto, evitará visitas al cementerio, etc.

Es frecuente en su evolución una actitud tensa, llena de insatisfacción y resentimiento


hacia los demás, ya que cualquier pequeño desencadenante puede provocar una crisis
psicológica. También suelen desarrollarse conductas de dependencia de los demás
como un cuidado compulsivo o, por el contrario, un marcado aislamiento.

Es habitual la presencia de sintomatología sin aparente relación con la pérdida, síntomas


y conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta que están relacionadas
con la pérdida, llamados por Parkes (1996) “equivalentes afectivos del duelo”:

Sintomatología física inespecífica (cefaleas, dolores vagos y, en general, síntomas y


signos mal definidos).

Trastornos somatoformes (dolor crónico, intervenciones quirúrgicas múltiples, conducta


de enfermo crónico e hipocondríaco).
Enfermedades psicosomáticas (úlcera péptica, asma, cardiopatía coronaria, etc.).

Síntomas psicológicos vagos (ansiedad, sensación de vaciedad, etc.).

Desarrollo de una enfermedad “copia”, calcada, de la que tuvo el fallecido.

Depresión inexplicable.

Conductas mal adaptadas como, por ejemplo, la delincuencia.

Duelo exagerado

El doliente experimenta una intensa reacción de duelo, se siente aplastado, desbordado


y busca ayuda o recurre a una conducta mal adaptativa/desajustada. Es consciente de
que los síntomas y las conductas que está desarrollando tienen relación con la pérdida
(Worden, 1991). Se puede decir que la reacción exagerada es una vía de escape.

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El modo de manifestarse puede ser diverso:

Depresión mayor, según Freud (1917), la gran diferencia entre la depresión y la depresión
en duelo es que, en esta última, el mundo parece pobre y vacío, mientras que en la
primera, es la persona la que se siente pobre y vacía. Sentirse deprimido y sin esperanza
después de la muerte de un ser querido es una reacción normal y transitoria, pero en
estos casos la depresión adquiere características de duración y/o intensidad excesivos y
hablamos ya de una depresión mayor.

Ansiedad excesiva, la ansiedad es otra de las manifestaciones habituales de duelo, pero


cuando se manifiesta por ataques de pánico, conductas fóbicas, etc., debemos pensar
en un duelo exagerado.

Trastorno similar al estrés postraumático, que ocurre ante muertes repentinas, intem-
pestivas en el ciclo vital, pérdidas múltiples o mutilaciones horribles. En estos casos el
doliente, reexperimenta el acontecimiento traumático persistentemente, evitando con
gran ansiedad cualquier estímulo asociado con el trauma (Parkes, 1993).

Abuso de alcohol u otras sustancias tras una muerte, podía ser otro modo de manifes-
tación de este duelo.

Duelo retrasado

También llamado duelo retardado, aplazado, diferido, inhibido o pospuesto. El duelo se


inhibe inicialmente y aparece más tarde con motivo de otra pérdida a la que se responde
de forma desmesurada.

El paciente sufre en el momento de la pérdida una reacción emocional, que al parecer no


es suficientemente intensa para “disparar” el proceso del duelo y se queda bloqueado en
su elaboración (Worden, 1991).

El cuadro se descubre posteriormente, cuando aparece una reacción desproporcionada


tras una pérdida de menor importancia, como el duelo de otra persona incluso visto en el
cine o la TV, un divorcio, el aniversario de su muerte o el llegar a la misma edad del padre
o madre fallecidos. (Bowlby, 1980).

Suele ocurrir ante pérdidas que sobrepasan emocionalmente al doliente, p. ejemplo un


aborto espontáneo, un suicidio, etc.

Se debe sospechar en personas que en las fases iniciales del duelo parecen controlar
la situación y se dedican a los preparativos del funeral, sin tiempo para sí mismos, o se
vuelcan en actividades frenéticas para no tener que pensar en lo sucedido (Velasco,
2008).

Otros duelos

Duelo anticipado

Comienza desde el momento del diagnóstico y pronóstico de incurabilidad. Es el duelo


de la familia y el duelo del enfermo (pérdidas de salud, de integridad física, de imagen
corporal, de autonomía, de autoestima, de control sobre su vida, de rol, de amigos, de
trabajo, económicas, de futuro, de proyectos, de ganas de vivir).

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Duelo por pérdida ambigua

Hay dos tipos básicos de pérdida ambigua. Una se da cuando los miembros de una
familia perciben a determinada persona como ausente físicamente, pero presente
psicológicamente, ya que no es seguro si está viva o muerta (militares desaparecidos en
combate, niños raptados, divorcios, adopciones). El otro tipo se da cuando se percibe a la
persona físicamente presente, pero psicológicamente ausente (alzheimer, drogadictos,
enfermos mentales crónicos). La situación es desconcertante y la persona que lo sufre se
queda desorientada y paralizada. La incertidumbre impide que las personas se adapten
a la ambigüedad de su pérdida y puedan elaborar un duelo, ya que la relación se queda
congelada en esa situación. No hay rituales de duelo y la validación social del duelo es
escasa. La pérdida ambigua se prolonga indefinidamente y la incertidumbre implacable
provoca un extremado agotamiento físico y emocional (Boss 2001).

Duelo asociado a psicopatología

El duelo es un proceso natural, no patológico, pero que puede cursar con psicopatología.
Algunas personas mantienen una predisposición a sufrir algún tipo de trastornos o
alteración psicopatológica y la pérdida de una persona querida (hecho traumático)
puede actuar como desencadenante. En otras situaciones, observamos que hay
psicopatología previa y el duelo agudiza este estado.

Las formas psicopatológicas más frecuentes relacionadas con el duelo son el estrés
postraumático, depresión, trastornos de ansiedad y trastornos adaptativos (paranoide,
maníaco, somático, depresivo y obsesivo).

Duelo abreviado

Forma breve pero normal de duelo. Puede parecer un duelo sin resolver. Se sustituye
rápidamente al fallecido. A veces ocurre cuando una gran parte del duelo se ha realizado
antes del fallecimiento. La relación de apego era muy leve.

Duelos desautorizados

Se llama duelo desautorizado al que experimenta una persona que vive una pérdida que
no es o no puede ser, abiertamente reconocida, públicamente expresada o socialmente
apoyada. En estos casos, la persona queda privada de la oportunidad de hacer un trabajo
de duelo abiertamente, no puede reconocer el duelo y además no puede revelarlo, ya
que podría causar una respuesta social negativa intensa. El proceso de duelo puede
complicarse con facilidad.

En el duelo desautorizado:

• La relación no es reconocida

• La pérdida no es reconocida

• La persona en duelo no es reconocida

• El tipo de muerte es censurado

Duelos desautorizados pueden ser: duelo en muerte por SIDA, muerte de un amante en
relación extramarital, muerte fetal (aborto natural o inducido), padres que dan hijos en
adopción, pareja homosexual, pérdida de una mascota...

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Hay tres factores sociales que juegan un papel importante en el desarrollo de un duelo
complicado (Worden 1991):

Una pérdida de la cual, socialmente, no se puede hablar.

Una pérdida que es negada socialmente, como si nunca hubiera ocurrido.

Ausencia de redes de apoyo social para las personas en duelo.

En este tipo de duelo se encuentra:

Ausencia de otras personas afectadas con las cuales poder compartir los sentimientos
de pérdida y dolor y dar validez al dolor que se experimenta.

Ausencia de un ambiente social que permita una manifestación pública de duelo y que
proporcione el permiso social para estar en duelo.

Morbilidad y mortalidad en personas en duelo

El duelo es un período de crisis, un estado de choque en todo el organismo que puede


dar lugar a alteraciones físicas y complicaciones psicológicas. El duelo se relaciona
inequívocamente con la aparición de problemas de salud. Pueden darse alteraciones
somáticas que aparecen o se agravan durante el duelo, descompensaciones de una
enfermedad crónica previa, alteraciones fruto del incremento del uso de alcohol, tabaco
y medicamentos, ideación y suicidios consumados…

Diferentes estudios ponen de manifiesto que se multiplica por cuatro el riesgo de


depresión en viudos/as durante el primer año (Zissook & Shuchter, 1991), casi la mitad
de viudos/as presentan ansiedad generalizada o crisis de angustia en el primer año
(Jacobs et al, 1990); aumenta el abuso de alcohol (Maddison & Viola, 1968) y fármacos,
la mitad de las viudas utilizan algún psicofármaco en los 18 primeros meses de duelo
(Parkes, 1964); entre un 10-34% de los dolientes desarrollan un duelo patológico
(Zisook, 1987; Jacobs, 1999); y aumenta el riesgo de muerte -los viudos tienen un 50%
más de probabilidades de morir prematuramente, durante el primer año (Helsing &
Szklo, 1981), principalmente por eventos cardiacos (Kaprio, Koskenvuo, & Rita, 1987) y
suicidio (Kaprio, Koskenvuo, & Rita, 1987).
Sin embargo, a la hora de abordar este problema se plantean dos cuestiones: por un
lado evitar la medicalización de un proceso que en muchos casos se resuelve a través de
los recursos naturales del doliente y, de otro, saber cuál es el mejor modo de intervenir
cuando se requiere para ello o cuando se observan duelos de riesgo.

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Intervención en el duelo

Cada persona es única por definición y así expresará


y vivirá “su duelo”. De este modo el proceso será
totalmente variable y no sometido a ninguna regla,
cambiante y dinámico momento a momento en
el mismo individuo, de individuo a individuo, de
familia a familia, de cultura a cultura,... de contexto
a contexto, dependiendo de las circunstancias
individuales, familiares, sociales,... Solamente
habrá unas grandes líneas o vigas maestras
-cuestionables incluso- que marcarán nuestros
pasos en la intervención, pero por supuesto –
fundamental- abiertas a cualquier manifestación
o expresión idiosincrática de sufrimiento, y con un
máximo y extremado cuidado a la hora de etiquetar
alguna manifestación o a alguien de patológico.

Tener en cuenta la “variabilidad y unicidad” del duelo nos permite (como observadores
de una realidad cambiante) dudar y estar abiertos a situaciones nuevas y sorprendentes,
sin intentar embutirlas automáticamente en los modelos vigentes, lo que pasaría por
negar su singularidad e impedir la sincera expresión emocional del doliente al que
pretendíamos ayudar.

Pensar en el proceso de duelo como “variable y único” no significa que su estudio y


sistematización sean imposibles, sino todo lo contrario, evidencia la necesidad de buscar
otros marcos teóricos en que tengan cabida estos nuevos retos.

Evaluación del duelo

Como no todas las personas viven el proceso de duelo de la misma manera ni tienen
los mismos recursos personales para abordarlo es importante realizar una adecuada
evaluación inicial que permita elaborar un “perfil de duelo” que servirá para orientar en
la intervención, dándole prioridad a los problemas detectados y la cual ayudará a saber
si es un duelo aparentemente normal o de riesgo.

Pautas para una Evaluación del duelo:


• Historia de pérdidas previas y modo de afrontamiento a las mismas.

• Examinar defensas y estilos de afrontamiento personales.

• Contextualización biográfica, genograma y ciclo vital familiar.

• Entrevista familiar.

• Cuestionarios de duelo (I.E.D., Inventario de experiencias en duelo, Inventario


Texas revisado de duelo...).

• Indicadores de duelo de riesgo. Son predictores de dificultades en la elaboración


del duelo (circunstancias de la muerte, relación fallecido-doliente, personalidad
y antecedentes del doliente, soporte socio-familiar del doliente).

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Niveles de intervención en el duelo

Los objetivos principales que determinan la intervención en el acompañamiento en


duelo son:

Cuidar que la persona elabore su duelo de la manera más natural y saludable posible
-saliendo incluso crecido de la crisis- y que no enferme.

Detectar precozmente el duelo complicado, para poder establecer una terapia temprana
y/o derivar a otro nivel, y realizar labores de seguimiento y/o soporte de personas con
duelos complicados ya diagnosticados.

Asumir el seguimiento y/o soporte de personas con duelos crónicos, de años de evolución
y secuelas de por vida.

El acompañamiento en el duelo

Se pueden distinguir tres tipos de ayuda, tres niveles de intervención en duelo:


Acompañamiento humano. Aunque muchas personas son capaces de afrontar las
reacciones y manifestaciones propias del duelo, es bueno que se conozcan unas pautas
de actuación como sugerencias para acompañar de un modo eficaz a una persona en
duelo.

Asesoramiento psicológico. Hay personas que en el proceso de duelo encuentran


algunos problemas a la hora de resolver sus sentimientos respecto a la pérdida y esto
puede dificultar su capacidad para elaborar adecuadamente y, por tanto, reanudar su
vida normal. Necesitan un asesoramiento psicológico.

Psicoterapia en el duelo. La meta es identificar y resolver los conflictos de separación


que imposibilitan la elaboración del duelo en personas cuyo duelo no aparece, se retrasa,
es excesivo o prolongado. Es decir, ante situaciones de duelo complicado que hay que
diagnosticar y saber derivar.

Exploración e intervención

Se interviene ya desde el inicio de la exploración. Las técnicas generales de intervención


son la base de cualquier encuentro clínico y se utilizan en todo momento, especialmente
en aspectos psicoemocionales; el establecer una relación adecuada, escuchar
activamente, facilitar, informar, normalizar y orientar, son técnicas tan obvias, que se
suelen pasar por alto en el aprendizaje y en el análisis, pero que son susceptibles de
enseñarse y evaluarse.

Tipos de técnicas:

Técnicas exploratorias; averiguando quién es el doliente, su familia, cómo era la relación


con el fallecido... y en qué punto se encuentra ahora su proceso... dibujando en definitiva
un perfil de los aspectos que interesa y de las posibles áreas de trabajo.

Técnicas de intervención; utilizando siempre las generales y dependiendo del momento


del proceso y del área que se pretenda trabajar.

El tiempo del duelo

El trabajo estará hecho cuando la persona sienta que es deseada y necesaria para otros,
de manera que el ocuparse e interesarse por otras personas y tareas puede constituir un

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nuevo sentido de la vida.

Cuando la persona recupera el interés por la vida, se siente más esperanzada, experimenta
gratificación de nuevo y puede adaptarse a nuevos roles.

Cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido y recordarlo sin dolor, sin llanto
intenso, sin sensaciones somáticas de agobio u opresión.

Cuando se ha podido “despedir” para darle de nuevo la “bienvenida” en nuevo espacio


en el que ha integrado un recuerdo sereno del fallecido, la historia de experiencias
compartidas y las cualidades que la persona ha desarrollado gracias al contacto con el
ser querido.

A pesar de todo, nada vuelve a ser como antes, no se recobra la mente preduelo, aunque
sí parece llegarse con el tiempo a un duelo latente, más suave y menos doloroso, que se
dispara en cualquier momento ante estímulos que recuerden...; este umbral de disparo
será muy particular de cada persona. La recuperación es a veces un mito inalcanzable,
origen de ansiedades y frustraciones para las personas que no lo consiguen.

Acogiendo la vida

Un duelo elaborado no sólo supone aprender a decir adiós a la persona significativa que
se ha ido, es imprescindible estar abiertos a la vida que fluye y que sigue reclamando
cada día. De ahí que, cuando una persona se aferra al desamparo que conlleva su nueva
situación, cuando después de un tiempo prudente no es apto de abrirse a su mundo
cotidiano y reencontrar motivos para seguir viviendo, tiene el gran peligro de quedar
sumido en un permanente estado de depresión. (Velasco, 2008)

4.6 Cuidados paliativos

El papel de los cuidados paliativos es proporcionar alivio de los síntomas físicos y del
sufrimiento psicológico, espiritual y social, que los pacientes pueden experimentar; la
atención paliativa se puede iniciar en cualquier punto de la enfermedad. Aunque algunos
médicos los utilizan cuando se trata de pacientes con una enfermedad grave o compleja.

El equipo de cuidados paliativos es interdisciplinario y como mínimo incluye a médicos,


enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos y capellanes que proporcionan atención
multidisciplinaria.

Las personas que se dedican a proporcionar estos servicios de cuidados paliativos


pueden ofrecer apoyo a la familia y al paciente, guiar sobre la toma de decisiones clínicas
y dar asistencia para la clarificación de los objetivos del paciente. Pueden facilitar la

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comunicación entre los pacientes, familias y el equipo médico. Una consulta de cuidados
paliativos urgentes incluyen la muerte inminente, sufrimiento creciente del paciente
frente a un pronóstico malo o menor respuesta al tratamiento agresivo.

Al inicio de este tipo de atención de cuidados paliativos, lo primero que se hace es


recabar información de los equipos médicos involucrados respecto al proceso de
enfermedad, opciones de tratamiento y pronóstico. Después de esto, se prepara una
cita con el paciente para una entrevista y se le menciona que este tipo de atención le
ayudará a aliviar el dolor y otros síntomas incómodos, así como ayudar a los pacientes
y su familia con la dificultad que se presenta, en la toma de decisiones.( Velasco, 2008)

Una de las tareas que imponen más desánimo a los médicos es dar malas noticias,
como cuando se diagnostica una enfermedad grave, o cada vez que la condición médica
se agrava. Antes de reunirse con el paciente, se deben de revisar los hechos sobre su
enfermedad, el pronóstico de las opciones del tratamiento para asegurar una discusión
adecuada. La reunión debe ser en un lugar tranquilo y privado junto a las personas que
el paciente desee estar.

Un factor importante es el estado de salud del paciente que altera su entendimiento,


por lo que es necesaria la compañía de la familia, así como proporcionar la información
en partes, para evitar saturar al paciente y/o la familia con detalles. Se les debe dar un
tiempo para que el paciente responda: tristeza, enojo, negación, ansiedad o aceptación.
Permitir que se realicen preguntas y responder de acuerdo al nivel de entendimiento con
el paciente y/o familia, darle oportunidad de reconocer y legitimar las emociones. Antes
de que concluya la entrevista asegurarse de que el paciente puede regresar a casa de
manera segura, ofrecer llamar a pacientes o amigos para proporcionar apoyo, en caso
de que haya ido solo.

Las cuatro trayectorias del final de la vida son:

a) Muerte repentina. En este apartado se encuentra el cáncer con un descenso pre-


decible relativamente rápido a lo largo de semanas o meses. Este tipo de enfer-
medad se adecua a un hospicio, ya que la muerte puede ocurrir en menos de seis
meses.
b) Enfermedad terminal. Es la que se presenta con periodos intermitentes de esta-
bilidad relativa, es más característica de la falla orgánica, como la insuficiencia
cardíaca o la fibrosis pulmonar. En estas etapas las exacerbaciones tienden a
aparecer de forma repentina y el paciente se recupera o muere, esto lo lleva a
hacerse dependiente de un ventilador mecánico.

c) Falla orgánica. En esta tercera trayectoria el deterioro progresivo gradual que


ocasiona un periodo prolongado de fragilidad, es característico de la demencia
de Alzheimer, aquí el diagnóstico puede ser de años, dependiendo de qué tan
agresiva sea la enfermedad.

d) Fragilidad. Se caracteriza por la poca calidad de vida y la muerte puede ser a


largo plazo, lo cual hace al paciente y la familia más vulnerable, pues no hay una
constante de enfermedad, tiene altas y bajas en los síntomas.

Por otra parte, la atención responsable de pacientes gravemente enfermos requiere una
discusión cálida sobre las órdenes de no reanimación y de las órdenes de no intubación.

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Las estadísticas demuestran que sólo un 5% de pacientes que han caído en un paro
cardíaco sobreviven al egreso del hospital, y de los que logran sobrevivir, algunos tienen
secuelas neurológicas y no son capaces de vivir independientemente. Por otra parte, en
un contexto de las enfermedades crónicas de gravedad la reanimación cardiopulmonar
es menos efectiva. El paciente sobrevive al evento inicial, el proceso de enfermedad
continúa progresando. De manera similar, el paciente que ha sido entubado con
asistencia de ventilación mecánica tiene dificultades para ser retirado del ventilador.

Al discutir el estado de reanimación, los médicos deben informar al paciente si es posible


que la reanimación cardiopulmonar tenga desenlaces clínicos inaceptables. El paciente
debe entender que la decisión de evitar dicha reanimación o entubación no excluye la
posibilidad de otras intervenciones médicas agresivas que pudieran ser más eficaces.

En cuanto al manejo del dolor, según la Organización Mundial de la Salud, es graduado y


en la escala de 0 a 10, 0 es la ausencia de dolor y 10 es el peor dolor imaginable. El dolor
de intensidad leve (1 a 3) se puede tratar con analgésicos no opioides, por ejemplo:
acetaminofen y antiinflamatorios no esteroideo. El dolor de intensidad moderada (4
a 7) se trata con opioides y con esquemas de analgésicos no opioides, a menudo se
combinan las dos clases. El dolor de intensidad grave (8 a 10) se maneja con opioide
fuerte y con medicamentos coadyuvantes.

4.7 Eutanasia

‘Eutanasia’ es un término que si bien en nuestra sociedad ha tendido una carga emotiva
de tipo negativo, paradójicamente proviene de las voces griegas eu (buena) y thánatos
(muerte), esto es, hace alusión a una muerte buena o un bien morir. A pesar de ello, este
bien morir ha llegado a interpretarse y satanizarse como homicidio, tocando fibras muy
sensibles para los puntos de vista religioso, moral y penal.

La muerte es un fenómeno natural, universal y único. Es natural en el sentido de que, si no


median causas antinaturales (asesinato, etc.), se produce siempre como consecuencia
de accidentes, enfermedades y/o envejecimiento ocasionados en la relación con el
medio ambiente o con procesos de desgaste fisiológico. Es universal porque, mediando
una u otra circunstancia, todos los hombres han muerto y morirán. Es único porque
el propio concepto de muerte (término de la vida) entraña la irreversibilidad y a cada
persona le acontece una sola vez.

De lo anterior se deriva que si la muerte es un fenómeno natural y universal, está en


manos de los profesionales de la salud poner los medios a su alcance para evitarla,

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pero siempre habrá un último momento en el que, pese a todos sus esfuerzos, llegará de
forma inexorable. El fracaso del ejercicio profesional no es por tanto la muerte misma,
sino la negligencia en sus diversas formas y grados.

Nadie puede dar lo que no tiene. La muerte es la continuación de la vida y ha de ser objeto
de reflexión durante la misma. Una vez integrada naturalmente dentro de los parámetros
existenciales del profesional, no representa una situación incómoda y marginada en el
quehacer cotidiano, sino un aspecto más del mismo.

Cualquier momento único en la vida de una persona es importante por el hecho de ser
único; en el caso de la muerte es especialmente importante (que no es sinónimo de
agradable, placentero o gratificante) por ser además el último. Bajo este prisma se han
de analizar frases como “a mí tampoco me gustaría enterarme” o “yo personalmente
estoy seguro que lo pasará muy mal”, frecuentemente pronunciadas por familiares o
amigos, sanos, alejados del epicentro de la enfermedad.

Pese a vivir en una cultura en la que la eliminación de los incómodos llega a ser
considerada un signo de progreso, la muerte no está de moda. El espectáculo cotidiano
de guerras, actos terroristas, catástrofes, etc., en los que muere gente de forma masiva,
produce además la trivialización inconsciente de la muerte y la pérdida de su sentido
profundamente personal, que sucumbe ahogado en el anonimato estadístico.

La asunción del carácter natural y universal de la muerte puede facilitar su aceptación,


pese al desgarro existencial que supone la conciencia de ruptura del universo físico. El
miedo al dolor moral (separación de seres queridos, incertidumbre ante el más allá, etc.)
o físico, y al desahucio en el peor sentido de la palabra, es decir, ser considerados durante
sus últimos días como un desecho social por su enfermedad y expectativas, representa
una gran fuente de angustias en los pacientes terminales. (Hojat Mohammadreza, 2012)

Instrumento de Evaluación: Rúbrica


El alumno entregará un documento que incluya:
• Mesa redonda
• Mapa conceptual y glosario de términos
• Debate

Actividad de evaluación:

Elabora un mapa conceptual sobre la tanatología y los cuidados paliativos, así mismo
prepara y participa en un debate acerca de la eutanasia.

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Criterios

Indicadores Excelente Bueno Suficiente Insuficiente

10 9-8 7 6
Descripción clara y Descripción clara y Descripción clara y Descripción clara y
sustancial del tema sustancial del tema, sustancial del tema, sustancial del tema
y buena cantidad de con poca cantidad con poca cantidad de con poca cantidad
detalles, el gráfico de detalles, el detalles, el gráfico se de detalles, el
se presenta bien gráfico se presenta presenta organizado, gráfico se presenta
organizado y de fácil organizado y de fácil con algunos errores desorganizado, con
seguimiento, sin seguimiento, sin de ortografía, se muchos errores de
Mapa errores de ortografía, errores de ortografía, organizan las ideas ortografía, las ideas
conceptual se organizan las se organizan las de forma jerárquica, no se organizan de
ideas de forma ideas de forma se entrega en tiempo, forma jerárquica,
jerárquica, se entrega jerárquica, se entrega pero no en el formato se entrega fuera
en tiempo y forma en tiempo y forma preestablecido de tiempo y no
en el formato en el formato (papel o digital). en el formato
preestablecido preestablecido preestablecido
(papel o digital). (papel o digital). (papel o digital).

Toda la información La mayor parte La mayor parte La información


presentada en de la información de la información presentada en el
el debate es presentada en el presentada en el debate tiene varios
clara, precisa y debate es clara, debate es clara, errores, no fue clara,
minuciosa, todos precisa y minuciosa, precisa, pero no los argumentos no
los argumentos la mayoría de los siempre minuciosa, fueron vinculados a
fueron vinculados argumentos fueron la mayoría de los una idea principal,
a una idea principal vinculados a una argumentos fueron la mayoría de los
y organizados de idea principal y vinculados a una contra-argumentos
Debate manera lógica, los organizados de idea principal, pero no son precisos y/o
contra-argumentos manera lógica, la organización no relevantes, no se
son claros, precisos la mayoría de los fue, ni clara ni lógica, pone de acuerdo en
y concretos. Respeta contra-argumentos la mayoría de los su argumentación y
las opiniones son claros, precisos contra-argumentos tiende a exaltarse.
adversas sin y concretos. Respeta son precisos, pero
exaltarse. las opiniones y tiende algunos fueron poco
a exaltarse. convincentes, no
respeta las opiniones
y tiende a exaltarse.
Entrega sus Entrega sus trabajos Entrega sus trabajos No entrega sus
trabajos en tiempo en tiempo y forma en tiempo y forma trabajos en tiempo
y forma con con contenidos con contenidos y forma. Sin
contenidos amplios limitados, pero limitados y poco contenidos amplios
y estructurados. estructurados. estructurados. y estructurados. No
Respon- Muestra una actitud Muestra una Muestra una limitada muestra una actitud
responsable, actitud responsable actitud responsable responsable,
sabilidad cooperativa y y asertiva en y asertiva en cooperativa
asertiva en la la integración y la integración y y asertiva en
integración y desarrollo de sus desarrollo de sus la integración y
desarrollo de sus trabajos. trabajos. desarrollo de sus
trabajos. trabajos.

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Recursos didácticos
• Método de clase
• Mapa conceptual
• Glosario de términos
• Debate

Referencias bibliográficas
• Ybarra Sagarduy, José Luis, Sánchez Sosa Juan José; Trastornos y enfermedades
crónicas, una aproximación psicológica. México, 2011. Manual Moderno.
• Hernández Valderrama, Leticia. Lozano Treviño Laura Ruth. Psicólogos y psicoa-
nalistas en hospitales. Formación, experiencia y reflexiones. México, 2012. Ma-
nual Moderno.
• Reynoso Erazo, Leonardo. Seligson Nisenbaum, Isaac. Psicología clínica de la sa-
lud, un enfoque conductual. México, 2008. Manual Moderno.
• Marks David F. et ál. Psicología de la salud. Teoría, investigación y práctica. Méxi-
co, 2008. Manual Moderno.
• Galán Cuevas, Sergio. Camacho Gutiérrez, Everardo Jesús. Estrés y salud. Investi-
gación básica y aplicada. México, 2012. Manual Moderno.
• Velasco, María Luisa. Sinibaldi, Julián J.F. Manejo del enfermo crónico y su familia
(sistemas, historias y creencias). México, 2008. Manual Moderno.
• Hernández Valderrama, Leticia. Lozano Treviño, Laura Ruth. Psicólogos y psicoa-
nalistas en hospitales. Formación, experiencia y reflexiones. México, 2012. Ma-
nual Moderno.
• Sahler, Olle Jane Z., Carr, John E. Carr. Ciencias de la conducta y cuidado de la
salud. México, 2008. Manual Moderno.

Este trabajo es el resultado de la investigación realizada por Josefina Galindo Cruz,


la cual es totalmente responsable de lo aquí expresado.

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