Como Leer Tu Biblia-41-42

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Cómo leer las parábolas

EMANUEL ELIZONDO

Las parábolas de nuestro Señor Jesucristo son una ventana a Su corazón y estilo de enseñanza. Es
increíble que nuestro Señor haya decidido enseñarnos algunas de las lecciones más importantes sobre la
vida cristiana de una manera excesivamente sencilla: historias.
Cristo sabía el poder de las historias. Hay algo en nuestra naturaleza que gravita hacia una historia bien
contada. Lo vemos por toda la Biblia, y la prueba es que la gran mayoría de la Biblia está escrita en
narrativa, con historias salpicadas por todos lados.
Sin embargo, las parábolas, al igual que otras narrativas bíblicas, han sido frecuentemente
malentendidas. Estoy seguro que si eres un estudiante de las Escrituras, seas o no un predicador o
maestro (o maestra), querrás entenderlas y aplicarlas bien.
Quisiera a continuación darte algunos consejos prácticos para interpretar correctamente las parábolas
de la Biblia. Es imposible dar un estudio extenso en este capítulo sobre el tema. Sin embargo, estoy
seguro que los siguientes consejos te ayudarán.

Considera el tema
La palabra griega parabolé aparece 50 veces en el Nuevo Testamento (Mateo: 17 veces; Marcos: 13;
Lucas: 18; Hebreos: 2). Esta palabra se refiere a «algo que sirve como modelo o ejemplo al apuntar más
allá de sí mismo que se cumplirá después; una narrativa de longitud variable, designada para ilustrar una
verdad a través de comparación o símil».27
Una definición sencilla sería esta: «Una parábola es una ilustración narrativa, sencilla e ingeniosa, que
ilumina una lección espiritual profunda».28 Esta definición nos ayuda a entender un poco mejor lo que es
una parábola. Es una ilustración que nos apunta a una lección espiritual.
Hay unas 37 parábolas en el Nuevo Testamento, todas en Mateo, Marcos o Lucas, ninguna en Juan.29
Los temas de las parábolas, en general, giran alrededor del reino de Dios. Las parábolas nos enseñan
realidades del reino: lo que es, su valor, cómo entrar, de qué manera viven sus ciudadanos…
Las parábolas no son lecciones moralistas, sino realidades profundas que nos muestran verdades
importantes sobre el evangelio. Es imprescindible que, cuando estés estudiando una parábola, busques
cuál es el punto principal de ella. Es decir: ¿qué buscaba enseñar Jesucristo cuando contó la parábola?
Esto es buscar el tema de la parábola. Sin saber cuál es el punto principal de la parábola, será imposible
que la interpretes correctamente. Muchos de los problemas de interpretación en las parábolas vienen de
no leer cuidadosamente el texto y no buscar qué era aquello que Jesucristo quería comunicar a sus
escuchas.
Por ejemplo, la palabra del sembrador (o más precisamente: de los tipos de suelo) nos enseña que
aunque el mensaje del reino es para todos, no todos recibirán este mensaje. Las parábolas del tesoro de
gran precio y la perla preciosa nos enseñan el incalculable valor del reino de Dios. La del fariseo y el
publicano es una lección sobre la justicia por la fe sola, que es la única manera para entrar al reino. La
semilla de mostaza nos habla de la expansión impresionante del reino.
Y así, cada una de ellas nos muestra verdades específicas de realidades espirituales. Arribar al significado
correcto de las parábolas no es tan difícil como pudiéramos pensarlo. Se requiere leer cuidadosamente. Y
por supuesto, es imprescindible tomar en cuenta el contexto.

Estudia el contexto
Como cualquier pasaje en la Biblia, para entender las parábolas es importante considerar el contexto.
Cada una de ellas fue cuidadosamente seleccionada por los evangelistas. Debemos recordar que los
evangelistas redactaron cada uno de los Evangelios con propósitos teológicos específicos. La razón de los
Evangelios no es darnos una biografía de Jesucristo, sino una teografía. Es por eso que los Evangelios se
enfocan en los tres años de la vida de Jesús, y todavía más en la última semana antes de su muerte.
Entonces, los cuatro evangelistas redactaron sus Evangelios con extrema meticulosidad, y por lo tanto
debemos estudiar cada porción tomando en cuenta todo lo que el libro nos ha estado diciendo, y hacia
dónde se dirige.
Jesucristo se encontraba en medio de un contexto religioso que tenía expectativas definidas de quién
sería el Mesías, cómo se manifestaría el reino de Dios y cómo una persona podía ser parte de ese reino.
Los judíos, por ejemplo, esperaban a un Mesías humano (no necesariamente Dios) que sería un guerrero
quien los libertaría del yugo romano. También pensaban que para ser parte del reino de Dios tenían que
cumplir la ley de Dios de la manera que ellos mismos habían establecido. Se habían convertido en
verdaderos legalistas al agregarle a la ley de Dios innumerables tradiciones y reglas extrabíblicas.
Jesucristo, en sus parábolas, desafía esas expectativas, hablando directamente en contra del status quo
religioso de la época.
Por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, Jesús responde a un intérprete de la ley que buscaba
justificarse a sí mismo (Luc. 10:29). La cuestión de la justificación es una doctrina fundamental del reino.
Y las dos primeras personas que pasan de largo al hombre herido son un sacerdote y un levita. ¡Qué
valentía de Jesucristo! Con una sencilla historia expuso el corazón de los religiosos y la centralidad de la
misericordia en el reino de Dios.
De la misma manera, cada parábola tiene un contexto específico que es importante encontrar para llegar
a una interpretación correcta de la misma.

Ten cuidado con la alegoría


Una de las razones principales por las que se han interpretado mal las parábolas es por interpretarlas
alegóricamente. En una alegoría, todos los personajes, lugares y situaciones de la historia representan
algo; en el caso del Nuevo Testamento, algo generalmente espiritual.
Quizá el libro alegórico más famoso es El progreso del peregrino, escrito por el puritano Juan Bunyan. El
peregrino representa al creyente, el rey es Dios, la ciudad celestial el cielo, el encuentro en la cruz es la
conversión, etc.
Eso no quiere decir que las parábolas no tengan similitudes con la alegoría. Por ejemplo:
En la parábola del sembrador, el sembrador es el que siembra la semilla (Mar. 4:14), la semilla es la
palabra (Mar. 4:14) y los suelos son los corazones de las personas (ver Mar. 4:15).
En la parábola de la semilla de mostaza, esta representa el reino (Mat. 10:31).
El tesoro y la perla representan el reino, también (Mat. 13:44,46).
Otra parábola que tiene elementos alegóricos sería la del trigo y la cizaña (Mat. 13:24-30). Jesucristo
mismo explica (13:37-39) que
El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo; la buena semilla son
los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que la sembró es el diablo, la
siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Pero es muy importante enfatizar que en estos casos hay razones textuales y exegéticas para afirmar los
puntos paralelos (es decir, las alegorías). Jesucristo mismo nos ayuda con la interpretación. El contexto
siempre dictamina la interpretación del pasaje. De lo contrario, debemos tener mucho cuidado con asumir
que una parábola es alegórica. La mayoría de las veces la parábola tiene un punto espiritual principal, y
eso es lo que busca comunicar y nada más.
Un mal ejemplo de alegoría sería interpretar la del buen samaritano de esta manera. Alguien podría
decir que el camino representa la vida, los ladrones son el pecado, el sacerdote y el levita son la Ley, el
samaritano es la gracia, el aceite y el vino son el Espíritu, el mesón es la Iglesia y los dos denarios son el
antiguo y el nuevo pacto.
¡Suena bastante bien! Excepto que no hay evidencia textual alguna de que esto sea cierto. ¿Qué si los
dos denarios representan al Padre y al Hijo? ¿O las dos tablas de la ley? No hay manera de probar una
cosa u otra. La interpretación es equivocada porque el punto de la parábola era uno: responder a la
pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» (Luc. 10:29).

Conclusión
Así que cada parábola es un nuevo y hermoso reto. Como intérpretes de la Biblia, debemos analizar cada
parábola en su contexto inmediato, su contexto amplio, histórico y redentivo. De esa manera nos
cuidaremos de interpretaciones que podrán fascinar a algunos, pero que no tienen nada que ver con el
propósito de la parábola, y peor aun, oscurecen la Palabra de Dios. Vayamos al texto, y dejemos que el
texto brille, y no nuestra interpretación creativa.

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