Los Juicios 2
Los Juicios 2
Los Juicios 2
Los juicios son entendidos como la forma de existencia del conocimiento, es la manera como
se expresan y explican los elementos y fenómenos que existen en la realidad.
Tan pronto como percibimos un objeto, elaboramos un juicio de la forma “x existe”, que
permite la posterior elaboración del concepto de x.
El juicio lógico no es una mera asociación de ideas, sino que se trata de varias ideas que
adquieren una unidad especial por medio de la cópula o de la función copulativa de un
verbo.
a) Un concepto sujeto.
b) Un concepto predicado.
c) Una cópula.
Sujeto: Este concepto hace alusión al objeto o persona sobre el cual se hará el
juicio, es decir, sobre el que se dice algo, se predica, se afirma o niega.
Predicado: Es aquello que se dice del sujeto u objeto, lo que se aplicará sobre
este.
Cópula: la unidad mediante la cual el sujeto y predicado se relacionan, es decir,
gracias a lo que se establecerá si lo que el predicado señala se aplica, o no, al
sujeto.
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2. Tipos de juicios.
Describiremos a continuación algunos tipos de juicios que existen:
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Disyuntivos: Son aquellos que pueden tener dos o más opciones que pueden o
no ser contrarias dentro de la proposición, se refieren a la acción recíproca entre dos
o más predicados. Por ejemplo:
“Los mamíferos pueden ser terrestres o acuáticos”.
“Juan o está casado o es soltero”.
Asertóricos: Establecen un saber real, expresan una realidad del hecho, pero de
forma subjetiva, es decir están sujetas a discusión. Afirma o niega como
verdadero, sin que lo sea necesariamente. Por ejemplo:
“La tortura es mala”.
“La pena de muerte es un castigo justo”.
El Juicio analítico.
Son juicios que poseen el concepto de predicado contenido en el sujeto, y en los que se
produce una relación de pertenencia y de identidad entre uno y otro. Así, en este tipo de
juicios, el predicado siempre pertenece al sujeto, ya que está contenido en su identidad, y no
agrega alguna nueva información. Por ejemplo:
“El triángulo tiene tres lados”
“El hielo es agua en estado sólido”
La verdad del juicio analítico es independiente de la experiencia; por eso decimos que el
juicio analítico es “a priori”.
El Juicio sintético.
Son juicios en los que el sujeto no contiene al predicado, ni tienen alguna relación elocuente.
Se dice entonces que en los juicios sintéticos el predicado aporta algo que no está contenido
en el sujeto. Por ejemplo:
“El triángulo es una figura geométrica plana”.
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“La primavera es una estación muy hermosa”.
Los juicios sintéticos son, normalmente, “a posteriori” porque se dan después y son fruto de
la experiencia. E. Kant sostiene la existencia de “juicios sintéticos a priori” como condición
indispensable para la posibilidad de existencia de la ciencia. Tales juicios serían nuevas
relaciones elaboradas por la mente sin necesidad de la experiencia, en contra de la naturaleza
misma del juicio sintético.
Los juicios pueden clasificarse en simples y compuestos. Se consideran como juicios simples
en tal o cual sistema lógico aquellos que, en los límites del sistema dado, no pueden
descomponerse en otros juicios. Los compuestos se forman de juicios simples mediante
distintos nexos lógicos (por ejemplo, las conjunciones “y” [conjunción copulativa], “o”
[disyunción], “si… entonces” [implicación]).
La veracidad o falsedad de los juicios compuestos constituye una función de la veracidad o
le falsedad de los simples: conociendo el significado de los juicios simples, podemos
determinar el significado (veracidad o falsedad) de los compuestos.
En la lógica formal, tradicional, solían examinarse, en calidad de simples, cuatro clases de
juicios (a partir de ellos formuló Aristóteles su silogística):
1) universales afirmativos; su estructura se representa mediante la fórmula “Todos los S son
P”, donde S es el signo del sujeto del juicio, P es el signo del predicada del sujeto, y “son”
(es) constituye la cópula; ejemplo de tal silogismo: “Todos los líquidos son elásticos”;
2) universales negativos; su estructura es: “Ningún S es P”; ejemplo de semejante juicio:
“Ninguna ballena es pez”;
3) particulares afirmativos; su estructura es: “Algunos S son P”; ejemplo de semejante juicio:
“Algunos metales son líquidos”;
4) particulares negativos; su estructura es: “Algunos S no son P”; ejemplo de semejante
juicio: “Algunos metales no se oxidan”. La teoría de los juicios fue desarrollada
detalladamente por Aristóteles en los tratados Sobre la interpretación y Primeros
Analíticos (Proposición).
De entre los juicios anteriores, nos interesan especialmente los “juicios categóricos”, pues
son los que servirán para construir las relaciones fundamentales de los razonamientos.
La materia o contenido del juicio son los conceptos que se relacionan; la forma es la relación
que se establece entre ellos a través del verbo ser. Aristóteles representa el sujeto del juicio
con un signo (S) y el predicado con otro (P) para intentar separar la materia de la forma: así,
la forma del juicio "Juan es alto" se representaría como "S es P", y la forma del juicio "Juan
no es alto" como "S no es P".
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Los juicios se clasifican en varios grupos, atendiendo a la cantidad (según la extensión del
sujeto: universales, particulares, singulares), la cualidad (según la cualidad de la cópula:
afirmativos y negativos), la relación (según la relación entre el sujeto y el predicado:
categóricos, hipotéticos y disyuntivos) y la modalidad (según el modo en que expresan la
relación entre el sujeto y el predicado: apodícticos, asertóricos y problemáticos). De ahí se
sigue una clasificación ordenada de todas las formas de juicio; en el caso de los juicios
categóricos, por ejemplo, se daría la siguiente clasificación, combinando la cantidad
(universal y particular) y la cualidad (afirmativo y negativo):
La asignación de estas letras para representar las formas del juicio categórico es posterior a
Aristóteles y procede de las palabras latinas "AfIrmo" y "nEgO", y es la que se ha utilizado
tradicionalmente entre nosotros para referirnos a la clasificación aristotélica de los juicios.
También Aristóteles estudia las formas de oposición entre los juicios, (es decir, la diversidad
entre los juicios que tienen el mismo sujeto y predicado), deduciendo una serie de reglas
sobre la verdad de los mismos que se han de cumplir independientemente de los conceptos
que elijamos para formar los juicios.
En función de tales reglas se pueden establecer relaciones de oposición entre los distintos
tipos de juicios, según sean contrarios, contradictorios, subcontrarios o subalternos,
determinando su valor de verdad en función del tipo de oposición con otro juicio conocido.
Se pueden representar con el cuadro siguiente:
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4. EL ESTUDIO SOBRE LOS JUICIOS
El estudio lógico del juicio considera a éste como forma de pensamiento, atendiendo a su
estructura esencial y a sus propiedades necesarias. El j., desde este punto de vista, se distingue
del simple concepto (v.) y del raciocinio (v.). El concepto representa sólo un conocimiento
incoativo, porque se limita a formar contenidos sin relacionarlos plenamente con el ser. En
cambio, el j. lleva el conocimiento a su realización plena porque asintiendo a los contenidos
expresa su existencia. El raciocinio es, en cambio, un progresar de un conocimiento a otro.
Algunos autores como, P. Hoenen, han señalado que el j. recae sobre algo que ya está ante
la mente y no añade más que la comparación de un contenido mental con la realidad. El j. no
tiene por finalidad producir el nexo interno entre sujeto y predicado; ese nexo ya está captado
por la simple aprehensión (v.). Es decir, la simple aprehensión capta no sólo conceptos como
«agua», «cien», etc., sino posibilidades o situaciones como «el agua hierve a cien grados». El
j. recae sobre esa posibilidad afirmando «es verdad que el agua hierve a cien grados», o
simplemente «el agua hierve a cien grados». En otras palabras, dice Hoenen, el j. no capta
ningún dato material que no estuviera ya en la simple aprehensión.
Se suele observar que la simple aprehensión no es ni verdadera ni falsa. Esto está claro
cuando atañe a conceptos simples como «agua» y «cien»; no pueden ser verdaderos ni falsos
porque ni afirman ni niegan una relación con la realidad. La aprehensión que recae sobre un
hecho o fenómeno complejo como «el agua hierve a cien grados» parece a primera vista
diferente de la que recae sobre un fenómeno simple; sólo mientras se trata de una mera
posibilidad, o sea, mientras no haya asentimiento, técnicamente no hay ni verdad ni falsedad.
En cambio, el j. tiene la propiedad esencial de ser verdadero o falso. En el caso, por supuesto,
de j. que no tengan sentido, p. ej., «pensamientos amarillos corren con ruidosa dulzura»,
aunque sean gramaticalmente correctos no significan nada y no pueden ser verdaderos ni
falsos (algunos lingüistas, como N. Chomsky, dirían al respecto que la oración citada no
obedece a las estructuras o gramática profunda que fundamenta la semántica).
Hay que reconocer que psicológicamente es difícil pensar en una posibilidad sin
compararla con la realidad y sin atribuirle verdad ni falsedad. Además, la Lógica actual
subraya que la verdad (v.) es propiedad de la proposición independientemente de los actos
psicológicos que versan sobre ella. En este sentido, la proposición: «Nevó en lo que ahora es
Vitoria el 1 de enero del a. 500 a.C.» es verdadera o falsa, aunque nosotros no podamos
comprobar la verdad o falsedad de la misma. Hay que hacer notar, sin embargo, que esta tesis
no está reñida con la teoría escolástica común, puesto que la misma proposición contiene
formalmente una afirmación o negación. Los escolásticos siempre han distinguido muy bien
entre el orden psicológico y el lógico.
El j. puede formarse directamente sobre una situación o sobre unos conceptos o puede ser
fruto de un raciocinio. Todo nuestro saber se articula sobre j., aunque no consta sólo de ellos.
Así el estudio metafísico del j. considera a esta forma humana del conocimiento en el
contexto general de la Teoría del conocimiento o Gnoseología (v.). Dicho estudio o
consideración parte del j. que enuncia la esencia de un individuo (v.) concreto. Nuestro
conocimiento se detiene primero en el aspecto patente de la cosa, pero, en cuanto
conocimiento intelectual, alcanza hasta el núcleo más íntimo de la cosa que se nos presenta, es
decir, hasta el ser (v.). En el j. llega la mente a un estado de mayor perfección . en cuanto
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adecuación a la realidad (v.) integrando los diversos aspectos que ha distinguido en la
abstracción (v.).
Estructura psicológica y lógica del juicio. Ya que el j. sigue a una simple aprehensión, va
precedido también de un acto imaginativo, de una «imagen», a la que los escolásticos llaman
«fantasma» (V. IMAGINACIÓN), puesto que todo acto de aprehensión tiene su correctoo
imaginativo. Sin embargo, no es cierto que la representación imaginativa produzca el j.;
prueba de ello es que hay j. negativos pero no cabe una imaginación negativa. A veces se
habla de j. de pura percepción; serían aquellos que versan sobre datos que proceden de los
sentidos; pero no todos estos j. son de pura percepción, algunos de ellos atienden a la
existencia actual de relaciones necesarias contenidas en esos datos; otros alcanzan un nexo
meramente contingente. En este caso, el único motivo para hacer el j. es la «coincidencia» que
de hecho presentan el sujeto y el predicado.
Antes vimos que se puede considerar a los términos del j. como su materia y la cópula
(con la partícula negativa en su caso) como forma. Los tomistas suelen aplicar la noción de
materia y forma (v. HILEMORFISMO) también a la relación entre sujeto y predicado en los
juicios; el predicado sería la forma que se aplica al sujeto. En «los leones son carnívoros»,
«león» está en potencia de ser ulteriormente determinado por «carnívoro». A pesar de esta
distinción, desde otro punto de vista hay identidad entre sujeto y predicado porque ambos se
refieren al mismo supuesto o entidad, al menos en un j. afirmativo. En algunos casos, como
hemos dicho, el nexo de identidad depende de una coincidencia accidental entre sujeto y
predicado; en otros, en cambio, hay dos formas que están conexas de por sí, per se. La forma
del sujeto en tales casos implica necesariamente la forma del predicado. En este contexto, es
útil referirnos a la doctrina de los predicables.
Todos los predicables, menos el puramente accidental, dan lugar a j. per se. El j. per se no
es lo mismo que el j. per se notum. El j. per se notum es evidente por sí mismo (v.
EVIDENCIA). Cabe un nexo necesario entre sujeto y predicado (per se) aunque ese nexo no
sea inmediatamente evidente, sino que se conozca por la mediación de una demostración o
raciocinio. En general, el conocimiento científico no es evidente, pero en cuanto fruto de una
rigurosa demostración basada en relaciones causales, es per se (v. CIENCIA).
De todos modos, esta distinción entre j. per se y per se noti no debe oscurecer el hecho de
que lo que caracteriza al j. y lo distingue de la simple aprehensión es precisamente que aquél
hace referencia al ser mientras ésta se refiere directamente a la esencia o quididad; así lo hace
notar S. Tomás en In Boethium De Trinitate (q5 a3). El hecho de que el j. afirme o niegue la
existencia hace que pueda ser erróneo. La simple aprehensión no puede ser errónea ni
verdadera; está en otro orden. Sin embargo, esa existencia no tiene que ser existencia actual;
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un j. matemático, p. ej., versa sobre unas entidades puramente abstractas, que no tienen
existencia real.
Cantidad y cualidad de los juicios. Desde el punto de vista de la lógica formal los juicios
se dividen según su cantidad y cualidad: todo j. o es afirmativo o negativo en cuanto a
cualidad; todo j. tiene un sujeto universal o particular respecto a la cantidad.
Las vocales son las de los cuatro tipos de proposiciones. «S» y «P» simplemente son
abreviaturas de «sujeto» y «predicado». Las siglas A e 1 provienen de las primeras dos
vocales de la palabra latina a/firmo, mientras que E y O provienen de nego.
División de los juicios. Otra distinción que se suele hacer acerca del j., o más bien acerca
de la proposición que es expresión del j., es la división en categórica o simple e hipotética o
compuesta. La proposición categórica es la que atribuye un predicado a un sujeto. La
hipotética, que se estudia detenidamente en logística, consta de dos o más proposiciones
simples unidas por partículas, como «si... entonces», «o», «y», «ni», «si y sólo si», etc.
Hay algunas proposiciones que son compuestas de manera encubierta u oculta. Tal es el
caso de las proposiciones particulares como «sólo», «excepto», «en cuanto». P. ej., los j.
«Sólo Dios es perfecto», «Nadie excepto un filósofo profesional lee a Fichte», «El hombre en
cuanto tal es racional», contienen en realidad más de una proposición.
El lenguaje normal es rico en matices difícilmente captables por los esquemas lógico-
formales. Considérese la frase «Pocos hombres que viven ahora nacieron en el s. xix». A
primera vista se trata de una frase negativa particular, es decir, de tipo O. Su mensaje
principal es «Algunos (en propiedad, «la mayor parte») de los que viven ahora no nacieron en
el s. xix». Sin embargo, indica también, aunque no es su contenido principal, que «Unos
cuantos de los que todavían viven sí nacieron en el s. xix». Es algo más que una escueta
proposición de tipo O, sin llegar tampoco a ser una conjunción de una proposición de tipo O
con otra de tipo I.
Para ello, se efectúa una transformación verbal (no lógica), de modo que quede clara y
explícita la forma atributiva de sujeto y predicado. Es decir, en vez de «Todo pato nada» hay
que entender «Todo pato es nadador». En vez de «Todo el mundo se divierte en los desfiles»
hay que leer algo así como «Todos son personas que se divierten en desfiles». Algunas veces,
incluso es necesario cometer ciertos barbarismos estilísticos sin cambiar jamás la información
lógica contenida en la proposición original.
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La obversa de una I es una O, que es inconvertible. Por imposibilidad del segundo paso no
se puede obtener la contraposición de una I. Las A, E, y O tienen contraposición.
Cuantificación del predicado. W. Hamilton, lógico inglés del S. XIX, hizo popular la
teoría de que se debe cuantificar el predicado de las proposiciones para explicitar sus
relaciones formales (aunque se suele atribuir esta doctrina a Hamilton parece ser que no fue
original, sino que éste la recogió de Jeremy Bentham; v.). Hamilton distingue ocho tipos de j.,
en vez de los cuatro tradicionales:
El juicio en la filosofía kantiana. Kant distingue entre varios tipos de j. y fundamenta toda
su epistemología y crítica del conocimiento sobre esa distinción (v. KANT). En la
Introducción a la Crítica de la razón pura, Kant dice que el predicado se puede relacionar con
el sujeto de dos modos básicos. O el predicado pertenece al sujeto como algo que está
contenido en el sujeto o el predicado está fuera del sujeto, a pesar de que está ligado al sujeto
de alguna forma. El primer tipo es el j. analítico, el segundo es el sintético. Se piensa el j.
analítico mediante la identidad de predicado con sujeto. En el j. sintético falta esta identidad
(se trata de identidad formal, pues en todo j. afirmativo hay identidad material). En el j.
analítico el predicado no añade nada, sino que resuelve el sujeto en las partes que le
constituyen. En el mejor de los casos, el j. analítico tiene la función de explicitar el sujeto.
Los j. de experiencia, según Kant, son todos sintéticos. En cambio, los j. analíticos no se
basan en la experiencia y no extienden nuestro saber. En cualquier j. empírico la experiencia
añade algo siempre al mero concepto.
Hay otra distinción esencial en Kant: la que media entre j. a priori y a posteriori. Al
conocimiento necesario y universal que busca la razón y no depende de la experiencia lo
llama a priori. El j. que depende sólo de la experiencia es a posteriori. P. ej., a priori los
planetas obedecen la ley de la gravitación pero a posteriori sabemos que son nueve.
Todos los j. matemáticos son sintéticos a priori. El carácter sintético de los j. matemáticos
había escapado, según Kant, a los filósofos anteriores a él. Lo cierto es que los lógicos
posteriores, p. ej., B. Russell (v.), G. Frege, etc., han vuelto a insistir en el carácter analítico
de los j. matemáticos.
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Según el ejemplo de Kant, «7-1-5=12» es un j. sintético porque hay que ir fuera de «7» y
de «5» para encontrar el concepto de «12». Es necesario recurrir a una intuición del acto de
contar, sea puntos, dedos u otra cosa. Y ese carácter sintético, dice Kant, es más claro, si cabe,
en el caso de los números grandes, donde el análisis sólo sin intuición no producirá el
concepto de la suma que buscamos. Y también es a priori el j. matemático, ya que tiene un
carácter necesario, no basado, por consiguiente, en la experiencia.
La Metafísica (v.), en cuanto que pretende ser ciencia, debiera constar también de j.
sintéticos a prior¡. Sin embargo, Kant concluye en su Dialéctica trascendental que la
Metafísica no consiste más que en lucubraciones en torno a los conceptos de la razón pura.
Dado que Kant considera desacertadamente que hay una total ausencia de un elemento
empírico en los j. metafísicos, éstos resultan inválidos.
Sin embargo, existen claros equívocos y objeciones en la teoría kantiana: En primer lugar,
parece que el concepto de j. sintético está reñido con el concepto de j. a prior¡; si el predicado
del j. no proviene del análisis del concepto, debe provenir de otro sitio, que sería, sin duda, la
experiencia. Con respecto a los pretendidos j. sintéticos a priori de la Metafísica, parece que la
intuición del acto mental de contar en que se funda la noción de los números, o debe valer
como experiencia o no; si no vale como experiencia, lo será como análisis.
Es necesario, para criticar a Kant, mostrar cómo sus distinciones no sirven para dar cuenta
de los principios necesarios. Ha observado el filósofo norteamericano Veatch (cfr. o. c. en
bibl.), que el j. analítico de Kant no alcanza la relación entre un sujeto «A» y un predicado
«B», sino entre un sujeto «AB» y un predicado «B», nunca entre notas distintas. En este
sentido, es evidente que un j. analítico no puede ser fáctico. Más exactamente, los j. analíticos
no dan ningún tipo de información, ni acerca del mundo ni acerca de los conceptos mismos.
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singular es general” (Lenin). La forma más simple de juicio es la que registra un hecho
singular, por ejemplo, “el frotamiento produce calor”.
El desarrollo del conocimiento conduce a un grado más alto de juicios, por ejemplo, “todo
movimiento mecánico puede, con la ayuda del frotamiento, convertirse en calor”. El ulterior
desarrollo de la ciencia conduce a la universalidad, al descubrimiento de la ley universal de
la Naturaleza: “cualquier forma de movimiento puede y debe convertirse en cualquier otra
forma de movimiento”. La existencia de diversas formas de juicio, está condicionada por el
desarrollo histórico del conocimiento sobre la base de la práctica material social.
Por eso, las formas de juicio no pueden ser explicadas y comprendidas como formas puras,
es decir, al margen del contenido real del conocimiento, al margen de la historia de las
diversas ciencias. Esto no lo puede comprender la lógica formal, que concibe el juicio como
la mera forma del pensar. El juicio es definido por la lógica formal como la conexión de
nociones o de representaciones. El criterio fundamental de la veracidad de los juicios en la
lógica formal, es el principio de la incompatibilidad de los juicios contradictorios entre sí. La
lógica formal enseña que de dos juicios contradictorios, siendo uno de ellos verdadero, el
otro resulta forzosamente falso; con la falsedad de uno de ellos, el otro resulta verdadero. Por
ejemplo, de los dos juicios: “Juan es bueno” y “Juan no es bueno”, siendo verdadero el
primero, el otro debe ser forzosamente falso, y con la falsedad de uno, verdadero el otro. No
obstante la evidencia aparente de esta ley, ella no sirve para determinar la veracidad o
falsedad del juicio.
La lógica dialéctica enseña a diferenciar estrictamente los juicios verdaderos de los juicios
falsos, pero el criterio lógico-formal para tal diferenciación es absolutamente insuficiente,
puesto que no se refiere al contenido del juicio. Por ejemplo, el juicio: “la materia es
continua y discontinua”, según la lógica formal, debe ser reconocido como falso, pero en
realidad, este juicio, como lo está probando la ciencia contemporánea, refleja con profunda
justeza la esencia de la materia. El único criterio de la verdad de los juicios es su
consonancia con la realidad objetiva.
El juicio es el acto de conocimiento que, por medio de la afirmación o de la negación, revela
la presencia o la ausencia de tal o cual carácter en un objeto o en un fenómeno. Todo saber
es, antes que nada, un juicio, pues sólo los juicios afirman o niegan algo. A partir del
momento en que tomamos conciencia de nuestras percepciones, ya formularnos un juicio.
Un juicio comprende generalmente un sujeto, un atributo y finalmente la cópula que reúne a
ambos en un solo acto. Así, en el juicio “Juan es hombre”, Juan es el sujeto, hombre es el
atributo y es, la cópula. Juan es elemento particular, y hombre, el elemento general. La unión
de lo particular y de lo general nos permite juzgar acertadamente un objeto. En la naturaleza,
lo particular y lo general constituyen una unidad. Al oponer el sujeto al atributo con
propósitos de conocimiento (“Juan es hombre”), el juicio parece romper esta unidad, pero
para restablecerla de inmediato en el acto del juicio, reflejando la realidad misma, la unidad
de lo particular y de lo general. La cópula es un elemento muy importante del juicio.
La filosofía marxista ha elaborado una teoría científica del juicio. La lógica metafísica
consideraba el juicio como una simple reunión de conceptos, aunque Aristóteles lo
interpretaba ya como materialista: “Tiene razón quien toma por desunido lo que está
desunido, y por unido lo que está unido; se equivoca aquel cuya opinión se opone a las
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cosas”. Todo juicio es verdadero o falso. Los juicios verdaderos reflejan la realidad objetiva,
mientras que los juicios falsos no concuerdan con ella. Los juicios pueden
ser afirmativos o negativos. Los primeros unen en el pensamiento lo que está unido en la
realidad, mientras que los segundos separan lo que está separado en la naturaleza. El juicio
no se reduce jamás a la fórmula metafísica A es A. Amplía constantemente el conocimiento.
“El hecho de que la identidad contiene en sí la diferencia está enunciado en toda
proposición cuyo predicado es necesariamente diferente del sujeto: el lirio, es
una planta, la rosa es roja. Aquí ya sea en el sujeto, ya sea en el predicado, hay algo que no
está incluido, o en el sujeto o en el predicado” (Engels, Dialéctica de la naturaleza, Ed.
rusa).
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