Para Qué Sirve La Sociología
Para Qué Sirve La Sociología
Para Qué Sirve La Sociología
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Weber_0_921507854.html
Marx, Durkheim y Weber cavaron el surco para una ciencia que hoy enfrenta una serie de
preguntas que cuestionan y desafían su función. Los intelectuales consultados subrayan la
necesidad de contar con un instrumento de análisis capaz de cuestionar y reconstruir las
estructuras del medio donde vivimos.
Por qué desde la sociología a diferencia de otras disciplinas surgen preguntas del estilo ¿para qué
sirve un sociólogo? o ¿cuál es la utilidad de la propia sociología? Estos interrogantes a su vez
interpelan: ¿Son estas preguntas cíclicas o evidencian un replanteo de posición de la sociología al
interior de las ciencias sociales? Estas son algunas de las inquietudes que surgieron al leer ¿Para
qué sirve la sociología? (dirigido por Bernard Lahire, y publicado por Siglo Veintiuno
Editores), ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? (de François Dubet, de Siglo Veintiuno
Editores), y ¿Qué hacen los sociólogos? (editado por Lucas Rubinich y Gastón Beltrán, en
Aurelia Rivera Libros). Obviamente los autores de estos libros son de profesión sociólogos.
“La sociología es como un deporte de combate: se utiliza para defenderse, no para dar golpes
bajos”, la definió Pierre Bourdieu.
Ciencia polifónica, la sociología puede dar diversas explicaciones de un problema específico según
el modelo explicativo en que se base. Pero, rara avis , está obligada periódicamente a explicar
frente al poder su razón de ser. ¿Por qué dar cuenta de la utilidad de la ciencia? le consultó Ñ a
tres especialistas. “Siempre está en duda la utilidad de una disciplina cuya ‘funcionalidad’ es ser
disfuncional al poder, criticar estructuras de dominación, escudriñar el origen y la dinámica de la
desigualdad. A la sociología se la cuestiona cuando incomoda”, señala Javier Auyero, desde
EE.UU., donde enseña etnografía, sociología del sufrimiento, y política latinoamericana en la
Universidad de Texas (Austin).
Desde luego, la sociología puede resolver problemas concretos en ámbitos como la salud o la vida
rural y así surgen ramas o campos de trabajo como sociología de la salud, sociología rural o
sociología del trabajo. Muchas veces, esas miradas no buscan resolver problemas inmediatos, sino
que analizan diversas aristas de una situación y ponen en cuestión todas las relaciones. “Eso es
molesto: una ciencia que no habla desde el poder, sino sobre el poder es problematizadora.
Preguntarse sobre el poder produce desacomodamientos. Al trabajar contra la mirada convencional
sobre lo social, que es la mirada política que sostiene determinado orden, la sociología, lo quiera o
no, es problematizadora de ese orden”, dice Lucas Rubinich, sociólogo, profesor de Sociología de
la Cultura y Sociología General en la Carrera de Sociología (UBA), desde una mirada ligada al
núcleo de producción de conocimiento en autonomía.
Por su parte, Ricardo Sidicaro, investigador del Conicet, especialista en teoría sociológica y
problemas socio políticos de la Argentina, señala que el problema radica en “que la sociología
puede ser cuestionada desde otras disciplinas en sus explicaciones, pero al mismo tiempo puede
ser cuestionada porque algunos hacen ejercicio ilegal de la sociología, entonces ésta pierde
reconocimiento frente a la sociedad”.
La pregunta que irrumpe es a quién debe responderle esta serie de interrogantes la sociología
como ciencia y práctica concreta. ¿Quién es su interlocutor potencial a la hora de dar cuentas?
Para Javier Auyero, desde sectores dominantes, y desde el sentido común que muchas veces
reproduce el punto de vista dominante, siempre se pone en duda la tarea intelectual, en general, la
de las ciencias sociales críticas.
“Se le rinde cuentas a otras ciencias competitivas, y también a una especie de sentido común que
cuestiona que la sociedad pueda ser pensada científicamente”, dice Sidicaro. Y agrega: “Cualquier
poder está montado sobre una especie de mitología: puede ser que la justicia es ecuánime, que los
lideres son infalibles, o que la democracia representa a todas las personas. La sociología cuando
explica qué es eso, indudablemente se pelea con los poderes”. Acuñando conceptos del alemán
Max Weber, da un ejemplo: “Si me preguntan qué es un partido político, digo: un partido político es
una asociación organizada para llevar al jefe al gobierno para repartir prebendas entre sus
seguidores”. Y añade: “Puedo decir que los laboratorios medicinales trabajan para la salud de la
humanidad, o bien puedo decir que los laboratorios medicinales trabajan para ganar dinero, y que
cuando hacen avanzar la ciencia, hasta que no amortizaron las patentes que tenían, no fabrican los
medicamentos de las nuevas patentes. Y si uno afirma que la escuela en realidad les enseña a
algunos chicos lo que saben y a otros lo que no saben, y por lo tanto perjudica a los más pobres
porque les enseña contenidos que son más adecuados para la clase media, los maestros se ponen
locos: cualquier tesis o cualquier aporte que plantea la sociología molesta a alguien: es mucho más
lindo creer que si sos maestro sos un funcionario de la cultura”.
Rubinich coincide: “La mirada de la sociología, lo quiera o no lo quiera, interviene en las luchas por
las miradas sobre el mundo. Cuando uno piensa una institución religiosa no como algo divino sino
como una construcción histórica es problemático, sobre todo, para las instituciones religiosas. Y
eso lo puede decir Durkheim, Weber, Marx, entre muchos otros sociólogos clásicos. Es una
intervención indirecta en la lucha política más densa: la lucha por la imposición de visiones del
mundo en una sociedad”.
Por ejemplo, la explicación acerca de por qué se producen diferencias sociales es un análisis
teórico que circula por el campo científico, pero que tiene consecuencias políticas. Es justamente
este tipo de intervenciones la que genera disputa y cuestiona el papel de la sociología. Se busca,
entonces, redefinir sus objetivos y límites, en términos teóricos y de praxis. Se trata de acotarla y
descalificarla.
Es que en toda relación social hay elipsis y silencios que ayudan a seguir adelante. Verdades que
preferimos ignorar para que la vida se vuelva soportable. “Por eso se dice que la sociología es una
ciencia que incomoda. Molesta porque nos dice lo que preferimos no ver. Vivir juntos supone
trabajar sobre el equívoco”, señala Sidicaro. Se trata de una especie de consenso tácito que
incluye omisiones y cegueras para hacer más tolerable la vida en sociedad.
Según François Dubet, la sociología siempre pone de relieve la distancia que media entre las
representaciones y las realidades, entre los más elevados principios y los hechos más banales:
dejar al desnudo esa distancia es en sí una acción útil.
¿Cuáles son los principales cuestionamientos que se le hacen a la sociología? “Que no es útil, que
no “sirve”, que no cumple ninguna función –que no cura a nadie, que no construye ningún puente,
etcétera– como si la vara de utilidad fuese solo la racionalidad instrumental”, dice Auyero.
Esta situación lleva a que a veces la sociología se vea obligada a exacerbar sus recursos técnicos
metodológicos provenientes de la estadística para obtener legitimidad frente al resto de las
ciencias.
La sociología tiene un campo profesional amplio: desde analizar las expectativas de distintos
nichos para vender una gaseosa hasta intervenir en políticas públicas. “Creo –dice Rubinich– que
la sociología tiene una presencia muy importante en el mundo estatal y en el mundo tecnocrático
internacional. En organismos internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de
Desarrollo, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Internacional de la Salud, y
en ministerios y organismos estatales en Latinoamérica hay sociólogos trabajando y cumplen una
función relevante”.
En cambio, Sidicaro señala: “En la Argentina, pensar que un insumo de mayor racionalidad puede
servir para desarrollar acciones de políticas públicas fue siempre muy pobre porque está fundado
en la lluvia y el precio de los mercados internacionales, eso es más adecuado para las sociedades
industriales con ideología industrial”. Para Sidicaro, el trabajo de los sociólogos en sectores de
planificación de políticas públicas no es por sí solo un indicador positivo, sino que es necesario
analizar el impacto real que tienen en el diseño y desarrollo de políticas sociales específicas. “Los
sociólogos pueden trabajar en muchas esferas, pero la sociología se hace más fuerte cuando el
Estado la legitima porque considera que el conocimiento sobre lo social es previo a tratar de
intervenir sobre lo social. Pero acá eso no ocurre: muchos están hablando todo el día del 17 de
octubre, de que prohibieron a Perón, que Perón se fue… Acá la idea es que el futuro está en el
pasado o los países que no tienen futuro piensan en el pasado”.
Hoy, ¿cuál es la principal función de la sociología? Para Auyero, la sociología tiene múltiples
funciones, pero fundamentalmente sirve para entender cómo operan las estructuras sociales, cómo
funciona el poder, cómo determina y condiciona nuestras vidas. “Cualquier sociedad –dice– que se
precie de querer mejorar la condición humana, necesita de más sociología. Pero también tiene
funciones más específicas, como “ilustrar” a los distintos organismos del Estado sobre los efectos
de sus políticas. Por dar un ejemplo, la Asociación Americana de Sociología acaba de presentar un
informe a la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU. (un amicus brief) en donde delinea la
investigación social existente sobre cómo a los hijos e hijas de matrimonios del mismo sexo (gays)
les va igual de bien que a los hijos e hijas de matrimonios heterosexuales. Es un informe que le
vendría bien leer a más de un “experto” tanto en Argentina como en EE.UU.”.
“La Argentina no tiene un Estado de previsibilidad racional”, dispara Sidicaro. Y agrega: “En los
países desarrollados, y EE.UU. es el primero, se piden investigaciones sobre ciertos temas que
podrían tener consecuencias sociales graves. En la Argentina eso no funcionó de ese modo nunca:
la sociología nunca formó profesionales para la planificación”.
Rumbo a la teología
En nuestras pampas, en 2008, Lino Barañao, el entonces y actual ministro de Ciencia, Tecnología
e Innovación Productiva caracterizó sin filtro a las ciencias sociales de dogma: “(…) a mí me
gustaría ver un cierto cambio metodológico; estoy tan acostumbrado a la verificación empírica de lo
que digo, que a veces los trabajos en ciencias sociales me parecen teología”.
Para Auyero, la sociología informó el pensamiento de muchos movimientos sociales y políticos pero
al mismo tiempo, en su fase más técnica, ayuda, por ejemplo, a develar la existencia de la
desigualdad de género al interior del Estado, del mundo del trabajo: “¿Cómo entenderíamos los
mecanismos de discriminación que existen al interior del mundo laboral, tanto en la contratación
como en la experiencia concreta del trabajo? ¿No seguiríamos reproduciendo estereotipos sobre el
comportamiento político de los pobres –el llamado ‘clientelismo’, por ejemplo, si la sociología no
nos hubiese enseñado otra cosa?– ¿Dónde aprenderíamos a comprender la desigualdad ambiental
–esto es, la desigual exposición a los peligros ambientales– sino con más y mejor sociología? ¿Es
posible sin sociología entender los determinantes de la pobreza y la marginalidad?”.