Adolescencia

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ADOLESCENCIA.

1. Etapa de transición.

La adolescencia es una etapa de transito entre la infancia y la vida adulta. Durante esta etapa,
el adolescente experimenta cambios físicos y psicológicos que afectan a todos los aspectos de
su personalidad: a su dimensión biológica (cambios corporales), a su estructura intelectual, a
su mundo afectivo (experimenta nuevas emociones y sentimientos), a su imagen del mundo y
a su propio sentido de la existencia. Todo adolescente busca su identidad, se pregunta quién es
y qué llegará a ser.
Algunos de los objetivos que el adolescente debe alcanzar son:
Desarrollar sus capacidades cognitivas y emocionales. Es la etapa en que los jóvenes
acceden al pensamiento abstracto y al conocimiento reflexivo, que les posibilita una
nueva manera de pensar y razonar sobre las cosas.
Construir su propia identidad personal: integrar y aceptar la imagen corporal, tener
expectativas y proyectos futuros. Esto implica aceptar las transformaciones físicas de
la pubertad, la identidad sexual e iniciar el camino hacia una autonomía personal y
emocional.
Adquirir nuevas capacidades sociales (relaciones con compañeros de ambos sexos y
los adultos), una moral autónoma (aceptar los valores y comprender las normas
sociales), nuevas relaciones interpersonales (inicio de una relación de pareja) y
desempeñar un rol estudiantil o laboral.

“En otras páginas hablé de la infancia como el momento en que la Naturaleza inicia un movimiento
hacia el espíritu en la Tierra. Ahora podemos definir la adolescencia como el instante en que ese
espíritu comienza a sentir consciencia de sí mismo, o sea, a experimentarse como distinto del mundo.
Durante tan importante paso y periodo, ese mismo espíritu vive para sí, como asombrado de
descubrirse; se busca, se desea y se investiga; se hace proposiciones y se da respuestas conforme a
su condición. Siempre está dentro; nunca sale; conoce por emoción, y por emanación juzga y
sentencia; en suma, existe como algo típicamente subjetivo, lo cual es condición que determina la
adolescencia. En cuanto en ciertos hombres se prolonga esta edad por toda su vida, se prolonga
indefinidamente el carácter subjetivo del ser, suceso que los modela como insensatos.” (Espinosa,
Miguel: Asclepio.. El último griego, Madrid, Siruela, 2005, pp. 92)

2. Cambios físicos y psicológicos.

Respecto a los cambios físicos señalar que son debidos a una serie de secreciones hormonales
originadas por la hipófisis y las glándulas suprarrenales.

La pubertad (etapa anterior a la adolescencia) comienza con secreciones hormonales. La


glándula hipófisis libera hormonas que desarrollan los caracteres sexuales primarios: los

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ovarios, los testículos y las glándulas suprarrenales, las cuales a su vez, liberan hormonas que
desarrollan los caracteres sexuales secundarios (rasgos no reproductores): vello pubiano y
axilar, desarrollo de los pechos, agrandamiento del útero, comienzo de la menstruación; en el
hombre, agrandamiento del pene, comienzo de la eyaculación, crecimiento del vello púbico,
facial y axial y ampliación de la laringe. (rasgos no reproductores).

Las señales objetivas que indican el inicio de la pubertad son la menstruación en las chicas, y
en los chico la capacidad de eyaculación.

La fecha de la menarquia (primera menstruación) no sólo depende de la edad. Se ha


comprobado que, en general, se adelanta en las ciudades y los países más cálidos, mientras
que se retrasa en los países fríos.

La adolescencia sigue a la pubertad, y puede situarse entorno a los 16 – 18 años, cuando el


desarrollo físico ha terminado. La imagen que los y las adolescentes van elaborando de su
cuerpo tiene mucha importancia en la construcción de su personalidad. El final de la
adolescencia es difícil de precisar, porque depende de factores psicológicos y sociales (la
independencia económica, acceder al mundo laboral o hacer una carrera universitaria).

Respecto a los cambios psicológicos que se producen en la adolescencia destacamos la


reafirmación del yo, el individuo toma conciencia de sí mismo y adquiere mayor control
emocional.
Una forma de reafirmar el yo es el deseo de mayor autonomía, la búsqueda de nuevas
experiencias y cierta arrogancia y crítica con los padres y, en general, con la autoridad. Estos
deseos novedosos originan en él cierta angustia e inseguridad provocada por el abandono de
un mundo en el que se sentía seguro y la entrada en otro con el que no se siente plenamente
identificado.

A veces, el adolescente muestra un retraimiento interior que podemos interpretarlo como un


exceso de egocentrismo, sobrevaloración personal y disconformidad con quienes le rodean,
pero este proceso es necesario para que el adolescente afiance su personalidad y adquiera
cierta autonomía en su forma de pensar, sentir y actuar.

Texto: El cerebro adolescente. El País, 14 de abril de 2007.


Autor: Ignacio Morgado.

¿Acaso muchos adolescentes son agresivos porque tienen alterado el funcionamiento del
cerebro? Para desconsuelo y a la vez esperanza de padres y educadores, algo de eso ocurre,
pero no se trata de una anormalidad, sino de un proceso lento de desarrollo cerebral que no
culmina hasta casi los 20 años de edad. Investigaciones recientes indican que el cerebro de los
adolescentes es incapaz de razonar y tomar decisiones del mismo modo que lo hace el de un
adulto. En el Instituto Nacional de Salud Mental de Bethesda (Estados Unidos), dirigido por

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el neurocientífico Jay Guield, se ha llevado a cabo un excelente trabajo científico que apoya
lo que acabamos de decir.
Desde 1991 ese estudio ha seguido la evolución de 2000 personas que entonces tenían
entre 3 y 25 años, tomándoles neuro-imágenes cerebrales de resonancia magnética cada dos
años. El resultado es una sorprendente película que muestra cómo el cerebro va
desarrollándose y cambiando entre los 5 y los 20 años. En ella se observa que la sustancia gris
(neuronas) aumentan durante la infancia, pero al llegar la adolescencia empieza a adelgazarse
progresivamente siguiendo una onda que se inicia en las partes posteriores del cerebro y
avanza hacia las anteriores y prefrontales, a las que no alcanza hasta casi la edad de adulto.
Como estas últimas partes están críticamente implicadas en el razonamiento y el control
emocional, esa evolución de la sustancia gris podría explicar por qué los adolescentes tienen
dificultades para controlar sus impulsos emocionales, incluyendo los agresivos.
Ocurre además que ese proceso de adelgazamiento cerebral se produce antes en las
chicas que en los chicos, lo cual también coincide con el hecho bien conocido de que las
jóvenes maduran antes. Todavía más, el equipo también ha mostrado que los individuos que
muestran una onda de adelgazamiento neuronal más pronunciada son los más inteligentes.
Es probable que el lector se sorprenda al pensar que el avance desde la adolescencia hacia
el estado más maduro de los adultos depende de una reducción y no de un aumento en el
tamaño del cerebro. Ciertamente, lo que parece ocurrir es que el crecimiento cerebral de la
infancia produce un número desmesurado de conexiones entre las neuronas (las sinapsis), que
podrían ser responsables de la alta actividad que hay a veces en el cerebro de los adolescentes
y del modo mentalmente complejo en que a esas edades suelen tratar incluso los asuntos más
simples.
A lo largo de la adolescencia, según los autores del estudio, se produce una especie de
poda progresiva de esas sobreabundantes conexiones. Podría ser entonces que las neuronas
que se mantienen son las que más se usan, desapareciendo las que no lo hacen o están poco
influidas por las actividades que realizan los jóvenes. “Úsalo o piérdelo”, podría ser esta vez
el mensaje, aunque hay que ser prudentes, pues todavía no tenemos claro hasta qué punto un
exceso de actividad (lenguas, música, deportes, viajes…) sería lo más conveniente.
Una interesante consecuencia del adelgazamiento de la sustancia gris del cerebro
adolescente es que ello aumenta la mielinización, un proceso por el que las ramificaciones de
las neuronas se cubren de una sustancia aislante que hacen que conduzcan la información
mucho más rápidamente. A medida que avanza, el proceso podría ir facilitando la influencia

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de la razón en los sentimientos y de los sentimientos en la razón, algo que suele ser muy lento
en los adolescentes, y que en ocasiones los compromete, especialmente en momentos de
riesgo en que hay que tomar decisiones rápidas que implican esa conjunción

3. Búsqueda de la identidad

La búsqueda de sí mismo y de la identidad supone responder a preguntas vitales como ¿quién


soy yo?, ¿qué puedo y debo hacer?, ¿hacia donde voy? Esta es una tarea que se inicia en la
adolescencia y que no acaba nunca.

La identidad de cada cual está íntimamente relacionada con la autoestima. La autoestima es


lo que pienso de mí y cómo me siento en la vida. La autoestima depende de la familia, los
amigos y grupos a los que pertenecemos. No hay adolescencia sin grupo, sin amigos. El grupo
es el escenario donde se fabrica la autoestima y la identidad.

Entre las causas que pueden provocar una crisis de identidad señalamos las siguientes:

La confusión bisexual.
La necesidad de tomar decisiones sobre la familia, la profesión, las relaciones sociales,
el amor.
La búsqueda de un compromiso ideológico frente a la confusión de valores.
La ambigüedad de su estatus social. Muchas veces los adultos le exigen la obediencia
de un niño, y en otras, quieren que tenga la responsabilidad de un adulto

Frente a las sociedades tradicionales en las que el individuo tenía asignado un papel
predeterminado que era difícil cambiar, en la sociedad posmoderna cada individuo se ha
convertido en creador de su propia identidad, siempre precaria y nunca definitiva, porque el
ser humano es una realidad en perpetuo devenir.

Texto: Adolescencia, la edad de los héroes.

Los jóvenes o se sienten protagonistas en la vida cotidiana o serán los héroes del sábado por la
noche…Estoy preocupado por la necesidad de heroísmo de los adolescentes de hoy… Si recuerdas
cuanto te he dicho sobre la insatisfacción, sobre el hecho de no gustarse, sobre estar prisionero
en el instante presente sin los ideales que se necesitan del futuro, podrás entender qué fácil es
que todo ese tipo de frustración y el deseo de protagonismo, la búsqueda de una compensación,
impulsen a actos de heroísmo, para mostrar que se existe y que se es digno de atención.
Pruebas de valor inútiles, desafíos absurdos: lanzarse a toda velocidad o atravesar calles o vías
para jugar al azar y ver si lo consiguen sin ser cogidos o muertos.
O se convierten en “héroes de la droga” y se jactan de asumir dosis que matarían incluso a un
caballo…

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Es triste el héroe solitario, el que muere lleno de droga en un retrete de las afueras de una
ciudad enloquecida.

El héroe del sábado por la noche que, después de haber bailado hasta el agotamiento físico, haber
bebido sin sed como una esponja, como para hacer algo, y acaso haberse atiborrado de pastillas,
se estrella contra un platanero o un poste de la luz, en una lucha a lo Don Quijote perdida
miserablemente.

El héroe del estadio que compra una entrada para combatir contra un enemigo anónimo, que lleva
una bufanda de un color distinto de la suya…
Los héroes del estupro que, al no haber conquistado a una chica y sintiéndose impotentes, deben
compensarlo en grupo, y cargar de violencia lo que, en cambio, funciona, y maravillosamente, en el
amor. Incapaces de amar, acaban haciendo el amor rompiendo y matando.
Los héroes de los pasos de cebra, que disfrutan atropellando a un transeúnte y luego huyen con la
única preocupación de haber estropeado la carrocería del coche.

He aquí a los “héroes de la nada”, los héroes que llenan la crónica de sucesos de lo extremo y de
una criminalidad que se hace fúnebre y sólo produce tristeza.

Los héroes que destrozan los pupitres de la escuela o ensucian la sala de profesores o arrancan
las hojas de las libretas de notas. El heroísmo de los contenedores quemados y de los espejos
para la circulación hechos añicos, en serie, en una noche. Los héroes de las piedras desde los
pasos elevados de la autopista.

Yo no amo a los héroes y les tengo miedo.


Temo que también tú tengas deseos de heroísmo, que también tú puedas desear hacer sentir que
existes eligiendo un modo inaceptable, ante todo por ti y luego por cuantos sufren tus gestos,
directa o indirectamente, heridos, si no en el cuerpo, en su dignidad…

Quisiera que tú no pensaras nunca que la riqueza es la felicidad del adolescente, que basta una
moto potente para ver realizadas las propias aspiraciones o compensadas las dificultades del
momento. (Vittorino Andreoli, “Carta a un adolescente”. Integral, 6ª edición, 2006)

Texto: La importancia del grupo.

El grupo es una condición necesaria para el crecimiento del adolescente, comparable en


importancia a la familia. Es, más bien, un sustituto de la familia y se plantea como una especie de
contrapeso. Es imprescindible para iniciar el distanciamiento de la familia que le conducirá a la
autonomía.

En algunas culturas el adolescente es enviado solo al bosque durante un cierto tiempo. De este
modo se le pone en contacto con dificultades de supervivencia que, una vez superadas, le
infundirán la confianza de poder salir adelante sin la familia. Al regreso de esta prueba, el
muchacho adquirirá un rol social. Se trata de un distanciamiento agudo y tan cruento que a veces
el adolescente no vuelve a la aldea de la que ha partido, no lo consigue.
En nuestra cultura, el bosque es el grupo. Si se tiene un grupo de identificación, la familia y la
casa como lugar de la seguridad no son tan importantes y, por tanto, el distanciamiento de
produce de manera más cómoda.

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Lo que caracteriza, por tanto, al grupo adolescente es su transitoriedad, el hecho de desarrollar
la función precisa de hacer a sus miembros autónomos de la familia. Lo esencial del grupo es
estar juntos. Se puede estar en el grupo sin tener nada que decir o que preguntar, y permanecer
largo rato sin hablar o intercambiando pocas palabras…No olvides que los adolescentes no se
agradan y hablar de sí mismos acabaría por ponerlos en el apuro de ser descubiertos en su propia
intimidad.
Estos grupos carecen de una identidad ideológica y política: sus miembros no son adeptos que se
encuentran para desarrollar actividades encaminadas a objetivos precisos….El objetivo de estos
grupos es es pasar el tiempo, estar sin tener que hacer necesariamente algo específico. Lo cual
no significa que no actúe, sino que hacerlo es puramente casual, la decisión de un momento…

Lo peor que te puede ocurrir es que tu familia declare la guerra al grupo al que perteneces, en tal
caso aumentaría tu identificación y adhesión al grupo. Lo cual que impulsaría a relegar a la familia
a la dimensión del enemigo…El adolescente necesita aprender a estar en grupo, saber afrontar
algunos problemas que vive el grupo, y por eso debe poder hablar de ello también con su padre y
su madre, pero no puede hacerlo en un ambiente de hostilidad.

Los padres quisieran tenerte bajo una campana de cristal pero si lo hicieran te impedirían una
experiencia de sociabilidad necesaria para ti. Vivir en grupo es una experiencia, pues necesaria, y
tú debes afrontarla, es más, debes consumarla aunque no quieras o no quieran tus familiares…

El grupo tiene la fuerza de disminuir, hasta anularlo, tu poder de decisión y tu libertad. El efecto
del grupo es hacer parecer aceptable e incluso lícito, un comportamiento que , valorado
individualmente y fuera del efecto-grupo, parecería horrible y sería condenado por el propio
individuo.
En síntesis, la ética del grupo pone en segundo plano y acalla la tuya personal. Cambia tu
percepción del bien y el mal. Por ejemplo, chicos que han abusado de una compañera de escuela
junto a otros, mientras que en la relación cara a cara con ella les falta el valor incluso para darle
un beso o confesar una cierta simpatía. (Vittorino Adreoli, Carta a un adolescente. Integral. 6ª
edición 2006)

Texto: la necesidad de un amor exclusivo.


Sintetizando la evolución de la persona hasta la adolescencia podríamos decir que en la primera
infancia el niño está ligado a la madre de manera simbiótica y no consigue distinguirse de ella.
Con posterioridad, a partir del tercer año de vida, se percibe, en cambio, como distinto en una
familia que se caracteriza por la estabilidad de algunas figuras, en las que encuentra plena
identificación : fundamentalmente, padre y madre.

Con la pubertad y el inicio de la primera adolescencia se plantea la necesidad del distanciamiento


de la familia de origen, para ligarse al grupo de iguales, que se transforma en la familia
sustantiva, en el lugar para una identificación ya no subjetiva sino social. Con la segunda
adolescencia, que empieza en torno a los dieciséis-diecisiete años, se advierte al fin la necesidad
de un vínculo exclusivo, de un vínculo de amor.

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En la primera adolescencia la referencia es el grupo, en la segunda una persona precisa que acaso
forma parte de él, pero a la que se comienza a frecuentar a solas, sin los demás, para realizar un
vínculo especial que asume la forma ora de la amistad fuerte (tu mejor amigo), ora de amor (tu
chico o tu chica). El amor hace que la propia existencia y el sentido de la vida se vincule a la
persona amada.

Esta nueva necesidad comporta un cambio completo de la visión de los problemas que han
caracterizado tu primera adolescencia. Si hasta aquel momento el comportamiento tendía a
uniformarse al del grupo y, por tanto, a hacer lo que los demás, ahora se tiende a exhibir una
originalidad que no se percibe como monstruosidad, sino como un elemento distintivo para gustar
a la persona que te atrae. Para eso es preciso ser únicos. . .

Estamos hablando de una situación en la que en vez de cubrirte con una máscara debes
desvestirte, y no sólo metafóricamente, dado que tu compañero/a tiende a entrar en lo íntimo, a
descubrir todo aquello que los demás no ven, a querer conocerte hasta el último detalle.

Se trata de una experiencia que progresivamente tranquiliza, puesto que nos sentimos amados,
elegidos, y constatamos que lo que manteníamos escondido y por lo que sentíamos vergüenza
ahora es apreciado, no espanta en absoluto a la persona que nos quiere.
De algún modo, con el vínculo exclusivo se tiende a revivir una simbiosis, la de la primerísimo
infancia, que es una situación de máxima certeza posible. Gracias a esa certeza superas el terror
de no ser “normal” y de no poder vivir en el mundo de manera “normal”. Superas también el deseo
e heroísmo desenfrenado o, al menos, este deseo de adormece. (Vittorino Adreoli, Carta a un
adolescente. Integral. 6ª edición 2006

El olvido de uno mismo

“¿Hemos de pensar siempre en nosotros mismos?


Es una señal de que la autoestima sufre. Cuanto más avanzamos, más nos olvidamos (de nosotros
mismos), para tratar de vivir, relacionarnos, aprender, disfrutar, amar…Para alcanzar de vez en
cuando momentos de armonía hay que aprender a separarse de uno mismo y de la perspectiva que
los demás tienen de nosotros: dejar de preocuparnos por el efecto que causamos… (André,
Christophe: Prácticas de autoestima, Barcelona, Kairós, 2007, p. 376).

4. La cultura juvenil.

Entendemos por cultura juvenil una manera de ser y de pensar que moldean el conjunto de la
existencia. Sus rasgos característicos son:

Nuevas formas de comunicación. Fundamentalmente las relacionadas con Internet. Lo


característico de ellas es la nueva concepción del espacio y del tiempo, y los cambios
radicales en las relaciones sociales que ello conlleva.
Individuación. Se manifiesta en el afán por no ser como los demás, por no parecerse a
nadie, por ser único y diferente. Ello lleva consigo la renuncia a los hábitos y
costumbres vigentes.

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Valoración del cuerpo. Se refleja en el culto al deporte, los riesgos y aventuras,
propios de joven masculino, mientras que en las chicas se manifiesta por la delgadez y
la silueta. Esta actitud narcisista ante el cuerpo es reforzada socialmente por la moda.
Culto a la imagen. En la sociedad del espectáculo, los medios de comunicación y, en
especial, la televisión e Internet influyen en las visiones del mundo que se forman los
jóvenes y en los estilos de vida, y condicionan cómo se conciben a sí mismos y sus
proyectos de vida.
Tiempo presente. Los jóvenes viven el presente, el gozo del momento, se las arreglan
con el mundo tal cual es y muestran poco interés por la historia pasada. “El futuro es el
tiempo que aún no existe y que es mantenido en vida por los proyectos, las esperanzas y
los deseos. El pasado ya no existe más que en nuestra memoria que lo hace revivir cuando
lo recuerda. Los adolescentes están prisioneros del instante presente sin los ideales que
se necesitan del futuro” (Vittorino Adreoli, Carta a un adolescente. Integral. 6ª edición
2006)
Sensibilidad lúdica. Su máxima aspiración es divertirse en la vida, pero la diversión se
entiende como consumismo, agitación y desenfreno.
Consumismo. Tras del consumismo está la creencia, fomentada, por la publicidad, de
que “tanto eres cuanto tienes” y a mayor cantidad de cosas, mayor felicidad. Sin
embargo, ocurre lo contrario, pues acabamos siendo esclavos y de las cosas.
Nomadismo. Frente al aburrimiento de lo instituido y la uniformidad cultural, la
evasión es una necesidad. Necesitamos escaparnos de la rutina diaria, ¿por qué?
Porque no nos satisface la vida que llevamos y porque a través de los medios de
comunicación conocemos otras realidades que nos imaginamos atractivas.

“La posmodernidad (nuestra época) nos exige la cansina tarea de estar eternamente disponibles para
el cambio, como si la vida fuese una perpetua adolescencia”

Texto: ¡No quiero hacerme Mayor! . EL PAIS SEMANAL - 22-02-2009


Autor: Francesc Miralles

Las operaciones de estética y las cremas rejuvenecedoras –para ellas y para ellos– no se han visto
lastradas por la crisis. Al contrario, según lo que Leonard Lauder llamó el “índice del pintalabios”: en
situaciones de penuria económica se venden más cosméticos para ocultar las marcas del desánimo.

Más allá de este mecanismo de compensación y del culto a la juventud en nuestra sociedad, cada vez
hay más personas que se resisten a abandonar psicológicamente la adolescencia. Hablamos de
hombres con pánico al compromiso –sentimental e incluso laboral– y de mujeres enamoradas del
amor que no renuncian a su príncipe azul. Lo que se conoce como síndrome de Peter Pan está cada
vez más extendido en Occidente. Como el héroe de J. M. Barrie, los hombres y mujeres que lo sufren
han idealizado la juventud y tienen problemas para afrontar los retos de la madurez, lo que les lleva a
vestir y divertirse como adolescentes. El miedo a parecer mayores hace que muchos hombres en la
cincuentena se lesionen en el gimnasio y muchas mujeres traten de disfrazar su edad con un atuendo
juvenil que roza el ridículo.

Estos Peterpanes modernos rehúyen las responsabilidades, son altamente inseguros y no toleran las
críticas. ¿Cómo han llegado al país de Nunca Jamás?

El ‘síndrome de Peter Pan’

“Todos los niños son artistas. El problema es cómo seguir siendo un artista cuando uno es adulto”
(Picasso)

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El célebre personaje popularizado por Walt Disney fue creado por J. M. Barrie para un musical que se
estrenó en Londres en 1904. Su argumento encaja como anillo al dedo para el síndrome que
actualmente designa: Peter Pan es un niño que se niega a crecer y que vive junto a los niños
perdidos, tan reacios como él a madurar, en el país de Nunca Jamás, donde las aventuras se
suceden sin fin.

El primero en usar este nombre para referirse a un trastorno emocional fue el psiquiatra Eric Berne,
que en 1966 lo utilizó para definir al niño que habita en todo adulto, centrado únicamente en satisfacer
sus propias necesidades. En 1983 llegaría el síndrome de la mano del psicólogo Dan Kiley, que se
sirvió de Peter Pan para describir a los hombres y mujeres que se resisten a crecer. Se trata de
personas inestables emocionalmente que suelen tener baja autoestima, ya que aspiran a mucho sin
poner nada de su parte. A resultas de ello se escudan en la queja y culpabilizan a los demás –como
un niño a sus padres– de las cosas que no les salen bien. Veamos algunos atributos que, según
Kiley, permiten reconocer a un Peter Pan:

-su juventud y se niega a identificarse con su edad biológica.

-Es muy exigente con los otros; si no obtiene lo que pide, se enfada como un niño contrariado.

-Teme la soledad y es profundamente inseguro, aunque se esfuerce en ocultarlo.

-Se muestra siempre insatisfecho.

-Acostumbra a tener a su lado a un protector o protectora que cubre sus necesidades.

-Evita cualquier compromiso –muy especialmente de pareja– con la excusa de preservar su libertad, y
actúa de forma irresponsable.

el país de nunca jamás

“Cada vez que un niño dice ‘No creo en las hadas’, sucede que una pequeña hada cae muerta”
(James M. Barrie)

El psicólogo y sexólogo Antoni Bolinches está preparando un ensayo sobre un síndrome que, hace
sólo un par de décadas “afectaba a una minoría de personas, pero que por nuestro modelo de
sociedad se ha convertido en un problema generalizado, dando lugar a una generación Peter Pan, ya
que los jóvenes de alrededor de los 30 años tienen un grado de inmadurez superior al que tenían los
jóvenes de generaciones anteriores”.

Este terapeuta y autor de libros de psicología divulgativa define la madurez como “malos momentos
bien asimilados”. Por tanto, no caeremos en el síndrome de Peter Pan si somos capaces de integrar
las frustraciones y conflictos de la vida cotidiana para aprender de ellos. Cuando el individuo no es
capaz de darles esta lectura positiva, aunque sea a posteriori, entonces se neurotiza y se aferra a una
adolescencia libre de responsabilidades.

En los hombres, uno de los rasgos fundamentales de este trastorno emocional es el pánico al
compromiso sentimental, algo mucho más raro en las mujeres. Según Bolinches: “El fenómeno desde
el punto de vista sociológico es muy sencillo. En las tres últimas generaciones, en Occidente, la mujer
ha superado su subordinación histórica al hombre y con su esfuerzo ha evolucionado en todos los
ámbitos. El hombre se ha visto descabalgado del lugar que tenía en la sociedad, lo que le ha
generado una inseguridad suplementaria. Esto explica por qué existen tantos hombres Peter Pan”.

El ‘síndrome de Wendy’

“La casa de un hombre puede parecer un castillo desde fuera; por dentro es a menudo su guardería”
(Clare Boothe Luce)

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En la obra de J. M. Barrie, Peter Pan invita a una niña llamada Wendy Darling al país de Nunca
Jamás para que ejerza de madre de la pandilla de los niños perdidos. Este episodio significativo llevó
a Dan Kiley, tras el éxito alcanzado por su libro, a publicar El dilema de Wendy. Se trata de un ensayo
sobre las personas que protegen a su pareja –o a otras personas importantes de su vida– como si
fueran sus madres. Es un rol que pueden desempeñar indistintamente hombres o mujeres, aunque es
más común entre ellas. Quien padece el síndrome de Wendy tiene dificultades para controlar su
propio rumbo y, para compensarlo, se vuelca en dirigir la vida del otro adoptando una actitud
maternal. Según Kiley, el síndrome de Wendy se reconoce por estas actitudes:

-Insiste en ejercer de madre protectora y asume la responsabilidad que elude Peter Pan.

-Siempre se muestra disponible; si no, experimenta un sentimiento de culpabilidad.

-Periódicamente acusa a su protegido de abusar de su buena fe, aunque tampoco hace nada para
cambiar la situación.

Así como el de Peter Pan es fruto de la sobreprotección en la infancia, las causas de este otro
síndrome hay que buscarlas en un pasado familiar en el que Wendy se sintió excluida, por lo que en
la edad adulta asume el papel de los padres que no ha tenido. Para ello se valdrá de la primera
persona cercana que se deje cuidar, normalmente la pareja.

Una dificultad que presentan ambos síndromes es que quienes los sufren no suelen reconocerse en
su rol y recurren a justificaciones. Peter Pan disfraza su inmadurez de amor por la libertad, y Wendy
atribuye sus cuidados maternales a la incapacidad o irresponsabilidad de la persona que toma bajo su
protección.

Acabar con el cuento

“Existir es cambiar; cambiar es madurar; madurar es seguir creándose a uno mismo sin fin” (Henri
Bergson)

En su libro Las mujeres que aman demasiado, la terapeuta Robin Norwood se centra en la tendencia
femenina –aunque no es una actitud exclusiva de las mujeres– de buscar hombres que hacen sufrir.
Por una extraña álgebra amorosa, las personalidades pacíficas y estables son descartadas a priori en
la elección de la pareja, ya que se sienten más atraídas por caracteres complejos que desatan
tormentas.

Al comprobar que muchas mujeres, tras fracasar con un determinado modelo de hombre, vuelven a
enzarzarse en una relación de similares características, la autora encontró las causas en un deseo de
“amar demasiado”. Es decir, frente a la relación serena que no requiere movilizar todos los recursos
disponibles, la persona adicta a amar desesperadamente necesita a alguien que se lo ponga difícil, lo
que a menudo implica enamorarse de alguien que no muestra el mismo afecto ni el mismo nivel de
compromiso. Para salir de esta adicción destructiva, Norwood propone un programa de recuperación
en 10 puntos:

1. Buscar ayuda profesional.

2. Hacer de la recuperación una prioridad vital absoluta, lo que implica hablar abiertamente con la
pareja sobre la situación.

3. Buscar un grupo de apoyo formado por personas que entiendan el problema.

4. Desarrollar la propia espiritualidad mediante la práctica diaria, a través de la meditación u otro


medio que promueva la calma.

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5. Dejar de manipular y controlar a los demás, incluyendo no dar consejos y directrices que no nos
han pedido.

6. No engancharse a los juegos de pareja con papeles de rescatador, perseguidor o víctima.

7. Enfrentarse a los propios problemas y defectos, ya que a menudo tratamos de reparar los de los
demás para silenciar los nuestros.

8. Cultivar lo que se necesita desarrollar en uno mismo, sin esperar a que la pareja cambie para
poder realizarse.

9. Volverse lo bastante egoísta para situar nuestro bienestar, trabajo y prioridades en primer plano.

10. Compartir con los demás lo que hemos experimentado y aprendido, para ayudarlos y no repetir
los mismos errores.

Al final, se trata de acabar con el cuento que nos impide ser personas libres y autónomas.

5. El desarrollo personal.

5.1. Desarrollo cognitivo.


Hemos señalado antes que durante la adolescencia se produce un desarrollo cognitivo que
consiste en la adquisición del pensamiento formal (etapa de las operaciones formales según
Piaget). Estas serían las características de dicho pensamiento:

Apertura al mundo de lo posible: el adolescente descubre que la vida tiene muchas


posibilidades más allá de su experiencia personal. Puede distinguir entre lo real y lo
posible, probar hipótesis, trabajar con pensamientos abstractos. De niño se podía amar
a los padres y odiar a las cucarachas; ahora se puede amar la libertad y odiar la
discriminación.
Pensamiento lógico: el pensamiento formal se basa en proposiciones, no en realidades.
Un adolescente es capaz de realizar inferencias o deducciones lógicas, sin necesidad
de tener en cuenta los datos concretos. Por ejemplo, si “A es igual a B” y “B es igual a
C” entonces “ A es igual a C”.
Posibilidad de razonamiento hipotético-deductivo: Imaginemos un péndulo, es decir,
un objeto que cuelga de una cuerda. Podemos cambiar la longitud de la cuerda, el peso
del objeto, la altura desde la que cuelga el objeto, o la cantidad de fuerza que usamos
para empujarlo. De estos cuatro, ¿qué factor determina la velocidad con que el
péndulo se balancea? ¿Qué científico resolvió este problema?.

Si queremos resolver este problema tenemos que utilizar el razonamiento hipotético-


deductivo. Este método consiste en establecer una hipótesis (explicación provisional
de un fenómeno), deducir consecuencias y comprobarlas a través de la
experimentación, variando un factor, mientras permanecen invariables los demás.
El adolescente es capaz de deducir conclusiones no sólo basándose en la observación
de la realidad, sino también a partir de hipótesis. En el ejemplo anterior, la única
variable que determina la velocidad del péndulo es la longitud de la cuerda, y el
descubrimiento fue realizado por Galileo.

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Pensamiento egocéntrico: esta forma de pensar, típica del adolescente, se caracteriza
por sobrevalorar las ideas propias, el adolescente cree que el mundo debe adaptarse a
sus ideas y no sus ideas a la realidad.

Texto: Historia zen

Un joven pidió en una ocasión a un maestro zen que le enseñara algo sobre esta disciplina. El
maestro aceptó y le ofreció una taza de té. El maestro preparó el té y llenó la taza de su huésped
hasta que se derramó. El joven exclamó: ¿Qué hace? ¿No ve que la taza está ya llena? “¡Ah!”, replicó
el maestro, “es como tu mente, llena de ideas y concepciones erróneas. ¿Cómo puedo enseñarle algo
acerca del zen? Antes de que pueda recibir más té fresco, primero debe vaciar su taza”. Sólo si
“vaciamos la taza” y nos aproximamos con la mente abierta a otras formas de concebir la vida
seremos capaces de entenderlas.
Una mente abierta es incondicionada. De la misma forma que en un recipiente lleno no cabe más
líquido, en una mente repleta de dogmas, prejuicios y creencias falsas nada nuevo puede penetrar y
muchas posibilidades mentales serán desperdiciadas”

5.2 El desarrollo moral

Otra de las características propias de la adolescencia es el desarrollo moral. Ha sido Kohlberg


quien ha profundizado en el estudio de esta cuestión y ha elaborado una teoría en la que
describe los niveles del desarrollo moral que a continuación detallamos:

Nivel I: Premoral ( de 4 a 10 años). El niño es receptivo a las normas culturales.


En este nivel hay dos estadios:
Estadio 1. Las normas se acatan por obediencia y temor al castigo.
Estadio 2. La acción justa es la que satisface las necesidades de uno.

Nivel II: Moral convencional ( de 10 a 13 años). Respetar la expectativas sociales.

Estadio 3. Se busca la conformidad con la mayoría. (”Es lo que esperan de mí y no quiero


defraudarlos”)
Estadio 4. Se ajusta la conducta a lo que manda la ley y el orden. (“Si no cumplimos con
nuestro deber sería una catástrofe”)

Nivel III: Moral autónoma (a partir de los 13 años). Actuar por valores universales.

Estadio 5. La conducta se orienta hacia el consenso social, respetando los derechos aceptados
socialmente. (“Hay que respetar los derechos de los demás”)
Estadio 6. La conducta se orienta hacia los principios éticos universales: la justicia, la
dignidad del hombre, la libertad, etc.

Dilema moral 1

“Un muchacho duda entre alistarse en la Resistencia, donde ha muerto su hermano mayor en lucha
contra los alemanes, o acompañar a su madre divorciada y sola. Según la moral cristiana hay que
amar al prójimo; pero ¿quién es el prójimo en este caso: el pueblo francés en lucha contra el invasor o
su madre en soledad? Según Kant, no se debe tratar al hombre como medio, sino como fin. Pero si el

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muchacho se alista en la Resistencia aunque trate a sus compatriotas como fin, trata a su madre
como medio, y si no se alista, aunque trate a su madre como fin, son sus compañeros los tratados
como medios.

¿Qué habría que hacer en este caso?” (Sastre, Jean Paul, El existencialismo es un humanismo, Barcelona,
Edhasa, 2007)

Dilema 2

“Uno se ve obligado por necesidad a tomar dinero prestado. Sabe muy bien que no podrá pagarlo,
pero sabe también que no se le prestará nada de no prometer con toda firmeza devolverlo en un
plazo determinado. Desea hacer una promesa tal, pero aún le queda suficiente conciencia para
preguntarse: ¿no es ilícito y contrario al deber ayudarse de semejante modo a salir de la necesidad?
Si creo encontrarme en necesidad de dinero, le pido prestado y prometo pagarlo, aun cuando sepa
que esto no ocurriría jamás. Este principio de amor propio o de propia conveniencia puede que sirva
para mejorar mi futuro, pero he de preguntarme: ¿es justo? (Kant, I, Fundamento de la metafísica de las
costumbres, Madrid, Tecnos, Cap. 2)

La pregunta sería: ¿ Es éticamente correcto actuar siguiendo el principio de la propia


conveniencia?.

5.3 La formación de ideas y creencias.

Otra de las tareas que ha de realizar el adolescente es la elaboración de ideas y creencias que
le ayuden a situarse en la realidad e interpretar el mundo que le rodea. Las ideas y creencias
son importantes para nuestra estabilidad, pero fallan con frecuencia, bien porque no se ajustan
a ella, bien porque la realidad cambia y las creencias no.

¿Qué motivos o razones tenemos para creer algo? ¿Cómo sabemos que nuestras creencias son
verdaderas o falsas?. Es fundamental poder justificar nuestras creencias e ideas con
argumentos racionales y con datos objetivos. Por ello es fundamental que los adolescentes
adquieran un sistema mental racional y abierto, lo contrario a irracional y cerrado.

La instalación racional y abierta en el mundo supone admitir que uno puede cambiar de ideas
y creencias si hay razones y hechos que así lo aconsejan, en este sentido, no es absolutista ni
totalitario. Todo lo contrario ocurre con la mentalidad irracional y cerrada, ésta considera las
creencias como algo inmutable y definitivo que ningún hecho ni argumento puede modificar.
Este tipo de mentalidad suele caer en el fanatismo y es capaz de destruir la vida por defender
las propias ideas y creencias.

Las ideas y creencias irracionales tienen estas características:

Producen emociones negativas intensas y duraderas.


Exageran las consecuencias negativas de un hecho o acontecimiento. Son
pensamientos acompañados de palabras como “horrible”, “espantoso” o
“insoportable”.

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Reflejan obligaciones y demandas no realistas sobre uno mismo y los demás.
Son absolutistas y van acompañados de palabras como todo ((“Todos son unos
corruptos”, nada (“Nada tiene sentido”) o nunca (“Nunca cambiará este país”).

Albert Ellis creo en 1962 la Terapia Racional-Emotiva (TRE) para ayudar a las personas a
pensar de forma más racional y abandonar pensamientos y creencias absurdas que ejercen un
efecto negativo en la conducta.

Ellis exponía el sistema A-B-C para demostrar a las personas que no son los hechos y
acontecimientos de sus vidas (A) los que determinan el estado de ánimo y la conducta de la
persona (C), sino que C deriva de las ideas y creencias sobre los hechos (B).

Algunas ideas irracionales

1. Para un adulto, es absolutamente necesario ser amado y aprobado por cada persona significativa
de su comunidad.
2. Debo ser infaliblemente competente y perfecto en cualquier actividad que emprenda.
3. Las personas que no actúan como “deberían” son viles, malvadas e infames y tendrían que ser
castigadas por su maldad.
4. Es terrible y catastrófico que las cosas no funcionen como a uno le gustaría.
5. Es normal sentir miedo y ansiedad ante cosas desconocidas, inciertas o peligrosas.
6. Es más fácil evitar que afrontar ciertas dificultades y responsabilidades en la vida.
7. Si algo me parece peligroso o amenazante, debo preocuparme o perturbarme por ello.
8. Mi pasado es importante y sigue determinando mis sentimientos y conductas presentes.
9. debo depender de los demás y necesito a alguien más fuerte en quien confiar.
10. La felicidad aumenta con la inactividad, la pasividad y el ocio, “disfrutando de mí mismo” y sin
comprometerme.
11. La calificación global que me doy a mí mismo como humano depende de la perfección de mis
acciones y de la aprobación de los demás.

5.4 Habilidades sociales.

La adolescencia es también la etapa en la que van a quedar establecidas las habilidades


sociales que determinarán nuestra forma de relacionarnos con los demás. Las habilidades
sociales son, pues, aquellas conductas que nos van a permitir relacionarnos con los demás de
un modo respetuoso y a través de las cuales expresamos los sentimientos y pensamientos.

Las habilidades sociales se aprenden, nadie nace sabiendo relacionarse con los demás; además
las habilidades sociales son una característica de la conducta, no de la persona. De forma que
no podemos juzgar a una persona por su forma de comportarse en una situación concreta.

De forma muy general podemos señalar tres tipos de conducta:


Conducta pasiva. Es propia de aquellas personas que no saben expresar sus
pensamientos y sentimientos, o lo hacen sin confianza. Dichas personas suelen tener
una visión negativa de sí mismos y manifiestan sentimientos de culpa e inferioridad.
Este tipo de conducta se refleja en determinados gestos como evitar la mirada, el habla
vacilante, la voz baja y la postura corporal tensa y nerviosa.

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Conducta agresiva. Es propia de aquellos que quieren someter y dominar a los demás
física, psíquica o emocional mente. Ello puede hacerlo de forma directa, mediante
insultos y amenazas o de forma indirecta, mediante murmuraciones.
Conducta asertiva. Es propia de aquellas personas que se comunican de forma clara y
directa, saben expresar las críticas de forma adecuada y a su tiempo. Sus gestos (la
mirada o expresión facial) van acorde con su expresión verbal. Todo ello hace que
estas personas sean respetadas por los demás.

Estos tres estilos de conducta generan diferentes consecuencias en la vida cotidiana. El estilo
pasivo configura una imagen personal negativa, producto de la inseguridad en sus propias
capacidades. El estilo agresivo comporta unas relaciones interpersonales tensas. La conducta
asertiva es la única manera de hacer valer nuestros derechos y respetar los ajenos.

“El adolescente tiene que descubrir formas de ser – un estilo de vida, de trabajo, de lenguaje, de
música, de peinado – que le satisfaga y que sean aceptables para los que le rodean. Tiene que llevar
a cabo experimentos con estilos distintos, probándolos para ver cómo le sientan, y aventurarse un
poco para descubrir dónde se encuentran los límites. Deberá “ir demasiado lejos” algunas veces para
hacerse una idea del tipo de experimentos que pueden funcionar, por lo que es útil y necesaria una
cantidad moderada de conflictos mientras el joven comprueba la flexibilidad de sus padres.” (Claxton,
Guy. Vivir y aprender, Madrid, Alianza, 1999, p. 211).

6. Las relaciones interpersonales

6.1 La atracción interpersonal


Entendemos por tales aquellas que se establecen entre individuos concretos y en las que la
atracción tiene un papel fundamental. ¿Depende la atracción de factores puramente
culturales? Quienes así lo creen piensan que cada cultura determina lo que se considera
atractivo o no. Otros, en cambio, consideran que no todo depende de la cultura y que hay
algunos factores universales en la atracción.

Algunos de los factores que influyen en la atracción son los siguientes:

1. Proximidad. Aunque no siempre influye de forma positiva; si alguien nos cae mal, la
proximidad aumenta el odio.
2. Apariencia física. Es importante en los primeros encuentros que establecemos con una
persona y cuando el contacto es superficial. ¿Por qué el aspecto físico tiene tanta importancia?
Porque hay mayor placer en contemplar lo bello que lo feo y, además tendemos a pensar que
quien posee una buena cualidad también tendrá unas otras cualidades brillantes. Otra razón es
que asociarnos con gente guapa mejora nuestra imagen pública y aumenta nuestro estatus
social.
3. Semejanza. Todas las personas nos parecemos o diferenciamos de las demás en muchos
aspectos: edad, procedencia geográfica, aficiones… Se ha demostrado que la atracción
aumenta cuanto mayor es la semejanza interpersonal. Cuando alguien comparte tus ideas,
gustos o costumbres se refuerza la propia autoestima; y cuando ocurre lo contrario se
refuerzan los disgustos, las inseguridades y los sentimientos negativos. Aquí podría estar la
razón por la que la semejanza resulte atractiva, aunque a las personas con baja autoestima no
les atraigan aquellos que tienen características idénticas a las suyas.

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4. Reciprocidad. La atracción que experimentamos por alguien depende si hay o no
reciprocidad en la relación.

La inteligencia y la amabilidad son factores que también influyen en la atracción.

Las mujeres que aman demasiado


“¿Por qué a las mujeres nos atrae tanto convertir a alguien infeliz en nuestra media naranja y pareja
perfecta? (…) La ética judeocristiana encarna el concepto de ayudar a quienes son menos
afortunados que nosotros. Combinado con nuestra necesidad enfermiza de aceptación, tenemos
todos los ingredientes para emprender una cruzada. La necesidad de este tipo de mujeres de
controlar a otros se origina en una historia infantil donde existía todo menos el control. Una infancia
en un entorno desestructurado, con emociones profundamente dolorosas: miedo, furia, culpa,
vergüenza, compasión extrema. Los mecanismos de protección que desarrolla una niña en estas
condiciones son dos: la negación de hechos dolorosos y una posterior sublimación de los
acontecimientos a través de la necesidad imperiosa de adquirir control de la situación” (Robin
Norwood).“Son personas inestables emocionalmente que suelen tener baja autoestima; aspiran a
mucho sin poner nada”

Texto El sexo adolescente se salta la seducción . El País – 19-01-2008


Autora: Tereixa Constenla
Las referencias en televisión y pornografía borran el erotismo - El inicio llega a los 14 años
sin tabúes, más lúdico, pero reproduce roles de género y mantiene el ansia de impresionar.
Ya no es tabú ni pecado. A los 14 años, como media, los adolescentes españoles se estrenan
en las relaciones sexuales. A los adultos les sorprende esta precocidad porque la comparan
con su propia experiencia, pero si se contrasta con la iniciación de jóvenes de países cercanos
no hay lugar para el asombro. Ingleses, franceses o portugueses experimentan antes. La edad
de inicio es quizás el cambio menor. La concepción de la sexualidad tampoco es la misma. Ya
no está rodeada de lastre religioso ni de moralina oscurantista. Ahora es lúdica, algo corriente,
parte del ocio, un intercambio entre amigos, algo que hay que hacer. Y se asimila, sobre todo,
a partir de la publicidad, la televisión, el cine, internet y la pandilla, lo que ayuda a transmitir
mitos erróneos y aviva algunos miedos. Unos nuevos. Otros, como el tamaño de marras, de
toda la vida.

"La gente está como desesperada por hacerlo antes de los 18, como si fuera un fracaso no
hacerlo antes. Incluso se tienen relaciones antes de los 14, se ve normal". El testimonio de
Jesús V. J. es doblemente valioso. Tiene 17 años, estudia 2º de Bachillerato y aspira a ser
ingeniero de Telecomunicaciones. Desde los 15 transmite información sexual a otros jóvenes
tras formarse como mediador en un curso del Instituto Andaluz de la Juventud. "Lo que más
piden es información sobre cómo ponerse el preservativo".

Jesús constata tendencias observadas por los expertos. Por ejemplo: el uso de la pornografía.
"Está normalizado, ver películas porno es algo típico". Si no hay otro modelo que lo
contrarreste, el resultado es la construcción de una sexualidad genitalizada y machista. Y la
muerte de la sensualidad y el erotismo.

"No hay ceremonias de seducción, es el aquí te pillo, aquí te mato. El sexo es penetración",
suelta tajante la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora del libro ¿Hablas de sexo con tus

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hijos? (editorial Temas de Hoy, 2007). "La influencia de la pornografía es total. Se ve en las
posturas contorsionadas, en lo que importa el tamaño del pene, en la degradación del cuerpo
de la mujer y en que creen que el sexo es algo rápido e impecable, penetración y genitalidad",
detalla.

Para escribir ¿Hablas de sexo con tus hijos?, Rodríguez entrevistó a adolescentes y también
compartió algunas horas de marcha juvenil. Le sorprendió la pervivencia de algunos
fantasmas. "Ves a las chicas tan modernas, con sus piercing, sus minifaldas y te sorprende
descubrir que siguen esperando al príncipe azul igual que hace 60 años, lo que quiere decir
que si el chico que les gusta no quiere usar el preservativo no harán que se lo ponga para
evitar que se vaya con otra".

No es una impresión aislada. En un estudio del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la


utilización de métodos anticonceptivos en jóvenes, se alerta sobre las desigualdades de
género: "En las chicas más que en los chicos, y en las clases medias altas más que en las
clases medias y medias bajas, se aprecia un cambio de los citados estereotipos en una línea
más igualitaria. Sin embargo, hay otros sectores sociales en los que siguen vigentes los
estereotipos más tradicionales y en los que las chicas tienen menor capacidad de decidir
libremente sobre cuándo y cómo mantener las relaciones sexuales".

Pero Nora Rodríguez también descubrió nuevos hábitos sexuales: el chill-out, el bluetooth o
el sexo azul. El primero consiste en dejarse llevar: "Como soy joven, fuerte, guapo y vital
puedo dejarme llevar y no usar el preservativo en la penetración, es el sexo como riesgo".

No es una moda seguida masivamente. Para tranquilizar a los padres véase la infografía de
esta página: los jóvenes españoles usan anticonceptivos en mayor medida que los franceses,
portugueses e ingleses. Los seguidores del chill-out serían el 10% de los chicos y el 4,3% de
los chicas de 15 y 16 años que tuvieron alguna relación sexual, según el último estudio
internacional sobre Hábitos de Vida y Salud en Adolescentes (HBSC) difundido,
correspondiente a 2002.

La segunda práctica citada por Nora Rodríguez se mantiene con desconocidos a los que se ha
contactado a través de la tecnología bluetooth. El sexo azul es, aclara la pedagoga, el que se
obtiene después de tomar Viagra, a la que recurren algunos para neutralizar el efecto del
exceso de alcohol y drogas. Porque no se puede fallar. "Hay mucho miedo a quedar mal y una
necesidad de estar siempre excitado, feliz", sostiene Rodríguez.

Lo corroboró un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años. En


la antesala de la primera vez, a los chicos les pesa "no dar la talla" y no saber ser "varón
maduro". A las chicas las atenaza "el miedo al abandono", al "engaño", al "daño" y a no ser
"suficientemente deseadas".

En esta investigación se hurgó en el peso de la pandilla. Concluyeron que la sexualidad


adolescente "se ejercita en grupo" aunque con diferencias entre unas y otros. Ellas se sienten
"presionadas" y "enjuiciadas". Ellos "celebran" sus relaciones. Hay una convicción que planea
sobre casi todos: "Los chicos siempre quieren y las chicas siempre pueden".

De nuevo, Jesús ofrece su experiencia. "Los chicos hacen todo lo posible para que se sepa,
con las chicas es distinto, con ellas hay bulos". Apostilla la segunda convicción con las

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diferencias de comportamiento ante el sexo oral, habitual en un sentido y raro en otro: "Se da
más de chica a chico porque es él el que tiene más ganas de hacerlo".

Entre los jóvenes entrevistados para el estudio del Injuve, el sexo es "básicamente el
ocasional". Es el que se obtiene en momentos de ocio, un "paréntesis" en las normas "sin
límites" para el disfrute. "Caben alcohol, estimulantes, frivolización, contactos y no caben el
compromiso, la prudencia y el cálculo".

Las vivencias de Jesús no concuerdan plenamente con el resto del estudio: los jóvenes de su
pueblo tienen sexo en pareja. Tal vez porque no hay una foto fija, un retrato uniforme y
homogéneo de la sexualidad de los jóvenes de hoy. La sociedad española es un mapamundi de
familias reconstituidas, tradicionales, unipersonales y homosexuales. Aunque corten
temporalmente los lazos con los seres que superan las dos décadas de vida, los adolescentes
no son ajenos a su entorno. A semejanza de los adultos, hay jóvenes homosexuales y jóvenes
homófobos. Descubrir que la orientación sexual de uno no es la predominante en su entorno a
una edad en la que se vive por y para el entorno puede desestabilizar a muchos adolescentes.
"El proceso de aceptación es muy duro porque la presión del entorno determina muchísimo",
expone Francisco Jesús Pérez, presidente de Entiendes, una organización juvenil de la
federación Colegas de lesbianas, gays y transexuales.

Su caso no fue traumático, pero sí "complicado". A los 15 años le comunicó a sus amigos,
heterosexuales, que era gay. "Reaccionaron con algo de incredulidad, pero lo encajaron de
forma natural, a ellos también les ha servido de mucho", revive. Con su familia aguardó hasta
los 18. "Quería estar seguro. Al principio fue muy difícil porque confundían al gay con el que
quiere cambiar de sexo, pero con el tiempo fueron cambiando".

Ahora trabaja para que otros jóvenes homosexuales salgan adelante. No es fácil. La
homofobia arrasa en las aulas. El 44% de las estudiantes y el 24% de los alumnos consideran
que la homosexualidad es una enfermedad, según un estudio elaborado por Colegas. Unos
porcentajes similares consideran que heterosexuales y homosexuales son desiguales. Y aún
más: alrededor del 80% está convencido de que si alguien en su clase se declara homosexual
sería "discriminado".

Gays y lesbianas se pueden casar, pero las leyes no destierran prejuicios. "Mi hija tiene 16
años, tiene una amiga, dice que siente una atracción muy fuerte hacia ella. No sé si llevarla a
un psicólogo o qué hacer. Llevo días llorando". La voz que suena corresponde a una madre
preocupada porque a su hija le gusten las mujeres. Su receptor es Pedro Villegas, un médico y
sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde
hace 14 años. Casi nunca recibe consultas de lesbianas. "Pero sí lo hacen chicos con dudas
sobre su orientación sexual, que fantasean con penes o han tenido sueños gays". A partir de
los 14 años de historia del servicio, el más antiguo de carácter público en España -depende del
Instituto Andaluz de la Juventud-, se podría analizar la evolución de la sexualidad juvenil.

Nadie llamaba para contar sus dudas sobre su orientación sexual hace 14 años. "Al principio
las mujeres no preguntaban por la falta de orgasmo", recuerda. "Y los hombres preguntan
ahora más por la anticoncepción", apuntala su compañera, la psicóloga Isabel Luna. "Hay
nuevas mitologías como el placer de la penetración anal para las chicas", cita Villegas. "O el
del esperma alien, que esté dónde esté siempre ataca. La pregunta tipo sería 'le hice a mi novio
sexo oral, me dio un beso, luego él a mí, ¿puedo quedarme embarazada?", reproduce Luna.

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Responden a cuestiones sobre píldoras poscoitales, preservativos rotos, eyaculaciones
tempraneras, el tamaño de marras o embarazos imposibles. A Villegas le asombra la
sexualidad "pornográfica". A Luna, que los jóvenes están "hiperinformados, hiperliados e
hiperasustados". A su confusión contribuyen que las nuevas fuentes de conocimiento son
medios audiovisuales que no siempre divulgan. Apenas educan la escuela o la familia.
Aunque no pueda culparse de ello a los padres por sistema. Los dos hijos de Pedro Villegas,
de 14 y 16 años, se niegan a conversar de sexo con el profesional, su padre.

-Un día le pregunté a mi hijo si se masturbaba, y le dije que si no lo hacía que era bueno que
lo hiciera.

-¿Y qué le dijo?

-Nada, farfulló algo y se fue. Se avergüenzan totalmente de mi trabajo. En mi casa se habla de


todo menos de placer y de sexo.

6.2 ¿Qué es el amor?

El psicólogo Robert Sternberg, en su obra La experiencia del amor, expone una concepción
triangular del amor que consta de tres componentes básicos: intimidad, pasión y compromiso.

La intimidad supone un sentimiento de proximidad, comunicación y vinculación en la


relación. Desarrollar la intimidad significa compartir experiencias y dar apoyo
emocional, promover el bienestar y reconocer el valor de la otra persona en nuestra
vida.
La pasión es la fuerza de la atracción física y emocional. Suele ser algo inestable y
produce una visión más optimista del mundo y una generosidad sin condiciones. La
pasión provoca grandes deseos de estar con nuestra pareja y nos hace creer que nadie
nos hará tan felices.
El compromiso significa esforzarse por cuidar y mantener el amor para que
evolucione y no desaparezca por desinterés o aburrimiento. Implica la decisión de
querer al otro y la voluntad de superar las dificultades que surjan.

El amor completo y perfecto está compuesto de los tres elementos anteriores. Sin embargo,
ese amor, es un ideal, una meta difícil de alcanzar; y si se alcanza, difícil de mantener.

Cuando falta alguno de los componentes anteriores nos encontramos con algunos de los
siguientes tipos de amor:

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Amor romántico: Intimidad + pasión.
Amor compañero: Intimidad + compromiso.
Encaprichamiento: Sólo pasión.
Amor fatuo: Pasión + compromiso.
Amor vacío: Sólo compromiso.
Gustar: Sólo intimidad.

“… Entonces dijo con gran voz: Cuando el amor os haga señas, seguidlo, aunque sus caminos son
duros y escarpados, y cuando os envuelva en sus alas, doblegaos a él, aunque la espada escondida
entre sus plumas pueda heriros; y cuando os hable, creed en él, aunque su voz pueda despedazar
vuestros sueños como el viento del norte convierte al jardín en hojarasca. El amor nada da sino a sí
mismo, y nada toma sino de sí mismo. el amor no posee ni quiere ser poseído. Porque al amor le
basta el amor. Despertad al alba con un corazón alado y dad gracias por otro día para amar.” (Gibran
Khalil, El profeta, Barcelona, Andres Bello, 2001)

Texto: La puerta abierta al Amor. EL PAIS SEMANAL - 01-05-2011


Autora: MIRIAM SUBIRANA

Vivir el amor permite al ser humano alcanzar la experiencia más plena. En esa vivencia nos
sentimos unidos, completos y realizados. Existimos en busca de esta plenitud amorosa. "El amor
incondicional que nos une al todo más allá de nosotros mismos", escribía Javier Melloni. El amor
puro fluye libremente, es sanador y no hiere. Es un amor en el que te das al otro. Hay entrega.
Trasciendes tu "yo-ego" sin por eso perderte ni engancharte al otro. No dejas de ser tú al estar
en comunión con el otro. Lo logras con madurez y evolución personal. Tu "yo-ego" te mantiene
anclado a las limitaciones provocadas por tus miedos y tus deseos. Tu yo-esencial te libera.

Muchas personas aman y se atan. Pierden libertad y siembran malestar. El problema surge cuando
confundimos el amor con el apego egoísta. El amor en su momento más puro es una manifestación
de nuestro sentimiento de unión. Para abrirnos a él debemos asentarnos en nuestro poder
interior, abriéndole paso a nuestro ser esencial sin temores.

¿Por qué nos cuesta amar y ser libres, amar y sentirnos realizados? Cuando esencialmente somos
amor, parecería lo más fácil ser lo que somos. Sin embargo, la realidad nos muestra a menudo lo
contrario. Tenemos miedo a ser heridos y tememos perder libertad.

¿Qué nos aleja del amor? ¿Qué nos encierra, separándonos de vivirlo plenamente? El
analfabetismo emocional y la adicción al trabajo nos alejan del amor. Los batacazos y las
decepciones en las relaciones amorosas nos hacen desconfiar. Nos volvemos escépticos. Desde la
tristeza, la frustración o la culpa nos mantenemos encerrados. El miedo al rechazo nos bloquea y
nos deja en nuestra sombra. Las expectativas nos empujan a la rabia cuando no se cumplen, y nos
"secamos" de amor.

Menos egoístas, más ricos

"El hombre que abandona el orgullo de la posesión logra la paz suprema" (Bhagavad Gita 2,71)

El conocimiento de uno mismo facilita el proceso de pasar del miedo a una forma de amor más
rica, tolerante y relajada. El amor emocional puede florecer en verdadero amor duradero a

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medida que el fuego inicial de las emociones se enfría y se sustituye por una percepción más sabia
y madura.

Actualmente muchas relaciones son "de bolsillo". Sin compromiso, no duran ni aportan verdadera
realización. Esta experiencia acaba siendo desgarradora y agotadora, dejándonos vacíos. Las
relaciones son duraderas y enriquecedoras cuando cada uno tiene seguridad personal
independiente de que el otro satisfaga o no sus expectativas.

Al cultivar la seguridad interior, uno puede rendirse al amor de otra persona, creando relaciones
en las que sumamos y juntos somos mejores. Vivimos lo que afirma Sergio Sinay: "Solo se puede
amar cuando se reconoce la singularidad, la cualidad única e irrepetible de la otra persona. Para
eso hay que verla, valorarla, honrarla como individuo y escucharla". Haciéndolo dejamos de
competir, criticar y tener celos. Pasamos a aceptar, cooperar, unir, valorar y apoyar. Somos
cómplices en crear una realidad mejor para todos. No ocurre que uno toma energía y el otro se
descarga y debilita. Se incorpora a la relación una energía pura.

Uno de los aspectos que nos impiden crear y vivir esta complicidad es el instinto primordial de
proteger nuestro yo individual y ser nosotros mismos. Procuramos no sentirnos invadidos,
molestados ni dominados por los demás. Para evitarlo es importante que conozcamos y
conectemos con nuestro espacio interior. Cuando el espacio interno está cultivado, somos
conscientes de que nadie puede quitarnos lo que somos; entonces podemos sentirnos cómodos
entre la multitud y convivir sin miedo.

Para abrirse al amor hay que saber cómo vivir las situaciones y las relaciones sin permitir que
determinen tu estado emocional y mental. Vivir sin que las circunstancias sean creadoras de
malestar, estrés, sufrimiento, tristeza, frustración o rabia. Hay que ser dueño de tu mundo
interior. Para conseguirlo le ayudarán los siguientes consejos:

• Dar un paso atrás y observar mejora la interpretación de los hechos.

• Aceptarse. Clave para iniciar cualquier cambio positivo. Apruébese y dese el visto bueno. Aunque
tenga otras muchas áreas de confianza, al rechazarse hiere su autoestima. Esto le debilita.

• Aceptar al otro. Permitirle ser sin corazas y expresarse sin miedos. Tras una separación, la
aceptación le facilita el camino para liberarse de la decepción y sufrir. El otro no ha sido como
quería. La relación desencadena situaciones desagradables. Le ayudará dejar fluir sentimientos
difíciles de afrontar: rechazo, inseguridad, envidia, rabia, miedo, desaprobación. Imagínese cómo
se sentiría si no se resistiera a ellos. Pruébelo ahora. Sentirlos inicia el camino para aceptarlos y
deshacerse de ellos. Si le cuesta soltarlos, quizá necesite perdonar. Si no perdonas, tu energía se
dispersa. Tu mente y tu corazón están contaminados con el ruido interno. Perdone y perdónese.

• Reconcilie. Ante las diferencias y el conflicto, solemos tener actitudes defensivas de


enfrentamiento. Discutimos, no dialogamos. Culpamos y atacamos, no nos responsabilizamos. Nos
vinculamos con quienes defienden nuestros planteamientos de enfrentamiento. Ello nos separa y
distancia más. El desencuentro se agrava. Reconciliar es construir puentes hacia la comprensión y
el diálogo.

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• Deje de ser marioneta del deseo. Javier Melloni afirma que cuando el deseo invade el alma y
esta no lo puede contener, este se convierte en destructivo y devastador como el cáncer que
devora todo lo que encuentra a su paso. Así se convierte en una dependencia que pasa a ser una
adicción. Adicción al sexo, a la bebida, a los malos tratos, a la sumisión, a someter, al poder, al
dinero... Entonces el deseo nos esclaviza. El deseo es el amo, y nosotros, sus sirvientes, nos
esforzamos en satisfacerlo. Perdemos la soberanía interior. Somos sus marionetas. Para dejar de
serlo ha de aceptar primero que lo es. Obsérvese con atención.

• Analice los patrones que se repiten en su día a día. Descubra para qué los mantiene y quizá le
darán la clave del porqué sigue anclado en esa necesidad dependiente que le impide darse desde
el amor, buscar recibir más que dar.

• Permanezca atento a la dirección que le marca su deseo esencial, lo que realmente anhela,
diferenciándolo de sus deseos dependientes que le alejan de sus sueños. Permanecer en un estado
de alerta y atención sin juzgar, condenar ni culpar, aceptando lo que es como es, le ayudará a
tener claridad.

• Elija la calma. Aprenda a crear un espacio interior en el que encontrarla. En la calma se vincula
con el silencio, con usted mismo, con Dios. Así es amigo de los demás, del universo. Al convertir su
mente en amiga se encuentra en paz consigo. Su diálogo interior le da energía y vitalidad, le
mantiene sereno, abierto al amor.

• Ámese. Con autoestima, uno se siente seguro, confía. Con las rupturas es frecuente que
disminuya nuestra autoestima. El sufrimiento que se experimenta en las situaciones en que su
pareja le abandona no solo procede de la pérdida del otro, sino también del rechazo. Se abre una
herida profunda al desaparecer su valoración. No suponga que porque el otro le deje usted vale
menos.

Recordemos el acuerdo que nos propone Miguel Ruiz: no haga suposiciones ni saque conclusiones
precipitadamente porque al hacerlo creerá que lo supuesto es cierto y creará una realidad sobre
ello no siempre positiva ni guiada por el amor. Tenga la valentía de preguntar, aclarar y expresar
sus deseos. Comuníquese tan claro como pueda para evitar malentendidos y otros dramas. Con solo
este acuerdo puede transformar su vida.

Más conscientes, más libres.

"La máxima victoria es la que se gana sobre uno mismo" (Buda)

Usted elige cómo responder ante los estímulos que los demás y las circunstancias le provocan.
Reconozca que es responsable de sus pensamientos, palabras y acciones. Esta es la base inicial
para recuperar todo su poder interno y abrirse al amor. Cuando uno se ama por lo que es, invita al
amor en su vida.

Vivir en la verdad del amor, no en sus mitos. Un corazón cínico, desconfiado, que vive con una
actitud defensiva, deja de vivir sus sueños, es un corazón gris. El corazón rojo vive en un vaivén
de emociones, que van de la pasión al desencanto. Está dominado por los hábitos provocados por el
deseo y las carencias. Depende de los demás. El corazón romántico, el rosa, sueña en la pareja
perfecta, en aquel que satisfará todas sus necesidades. El que vive en ese romanticismo cambia

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de pareja en pareja, y el corazón se rompe una y otra vez, ya que las expectativas y el apego que
se engendra le encierran en un sufrimiento que parece interminable. Para vivir el amor en libertad
hemos de reencontrar el corazón del ángel que todos tenemos, el corazón de luz, el que vive los
valores. Para pasar de un corazón gris, rojo o rosa a uno de luz, vivamos en la verdad del amor y
no en los mitos del amor. Mitos basados en creencias falsas como:

• El amor viene de fuera. No. El amor brota de dentro: cuando lo compartimos es cuando puede
fluir. Cuando una madre se da a su hijo es cuando su amor fluye.

• Necesito obtener amor. Lo correcto sería: necesito dar amor. Al darlo, recibe.

• El amor es apego y descendencia, me hace sufrir y preocuparme. En el verdadero amor, uno se


siente libre y acepta al otro como es. No se preocupa, sino que se ocupa y confía.

6.3 La pareja.

No resulta fácil mantener una relación de pareja porque el trato diario y el mutua
conocimiento pone al descubierto las deficiencias que todos poseemos; además la rutina y
monotonía de la convivencia rebajan la atracción y el encanto de los primeros meses de
convivencia.

Es fundamental para que la pareja se mantenga la voluntad y compromiso de luchar por ello.
Esto exige ir descubriendo nuevos alicientes en la relación, alicientes que son distintos según
la edad y, sobre todo, el respeto mutuo y una comunicación sincera y franca con la pareja.
¿Significa esto que hay que contarle todo a tu pareja?. No hay respuesta definitiva y universal
a esta pregunta, es algo que cada cual ha de decidir teniendo en cuenta las circunstancias.

“No culpes la vida cotidiana porque te parezca pobre, cúlpate a ti mismo por no ser suficientemente
poeta como para darte cuenta de su riqueza” (Rainer María Rilke)

Lo que si parece importante para que una relación de pareja perdure es evitar algunos de los
errores de comunicación como los que se muestran a continuación.

Errores de comunicación
Errores que suelen cometer las mujeres Errores que suelen cometer los hombres
Intentar mejorar la conducta del hombre El hombre no escucha y se distrae. No

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o ayudarle ofreciendo un consejo que él hace preguntas que muestren interés o
no ha pedido. preocupación.
Intentar cambiar o controlar la conducta Se toma los sentimientos de ella al pie
de él manifestando sus sentimientos de la letra y la corrige. Cree que ella pide
negativos. soluciones.
La mujer no reconoce lo que él hace por El hombre escucha y, a continuación, se
ella, y se queja de lo que no hace. enfada y acusa a la mujer de disgustarlo
Ella corrige su conducta y se lo o deprimirlo.
comunica como si fuera un niño. Da poca importancia a los sentimientos y
Manifiesta sus sentimientos de disgusto necesidades de ella.
de manera indirecta: “¿Cómo has podido Cuando ella se enfada, él explica por
hacerme esto?” qué no tiene razón y no debería
Si él toma decisiones, ella lo corrige o lo enfadarse.
critica Después de escuchar, él no habla, o se
ausenta.

6.4 El arte de amar

En la sociedad actual no cabe hablar de un modelo ideal de pareja, ya que éstas son
heterogéneas en sus formas, valores y expectativas. Cada pareja es fruto de una historia
particular según la cual establece sus objetivos y normas de convivencia.

Señalamos a continuación algunas de las acciones que pueden mejorar la relación de pareja.

Desarrollo de la intimidad. La intimidad supone comunicar ideas y sentimientos


personales e íntimos, saber escuchar, poder exigir, superar la desconfianza y valorar o
apreciar al otro. Todo ello sin ningún afán de dominio y sabiendo respetar las
diferencias e intimidad de cada cual.
Satisfacer necesidades. Todas las personas tenemos múltiples necesidades.
Emocionales (apoyo, seguridad, autoestima), sociales (compartir, estar con los
amigos), recreativas (hacer cosas, aficiones). Muchas parejas comienzan la relación
creyendo que la otra persona hará los papeles de padre/madre, socio/a, o incluso de
terapeuta; que nos ayudará a satisfacer todas nuestras necesidades insatisfechas. Exigir
que la otra persona satisfaga todas nuestras demandas es esperar lo imposible y tener
garantizado el fracaso en la relación.
Tomar conciencia. Consiste en afrontar la responsabilidad de nuestras vidas y no
descargar sobre el otro/a nuestros miedos y dificultades. Si culpo al otro/a de mis
fracasos, de mis insatisfacciones o de mi impotencia, convierto a mi pareja en un
chivo expiatorio.
Crear un espacio de negociación. Hay que saber manejar y convivir con las
diferencias y los desacuerdos, para ello lo primero que hay que hacer es hablar
civilizadamente de dichos desacuerdos sobre los sentimientos, necesidades o los
proyectos individuales.
Muchas veces no son las diferencias o desacuerdos lo que hace daño, sino la forma en
que los comunicamos. En deportes, tal vez, “la mejor defensa sea el ataque”, pero en
las relaciones de pareja adoptar una actitud ofensiva o intimidatorio es un error. Otras
actitudes negativas son la huida (“ya lo veremos”) y el fingimiento (“no, si no me pasa
nada”), que a corto plazo producen cierta armonía, pero, a largo plazo, causan
resentimiento por no haber afrontado los problemas a su debido tiempo.

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Formar una relación armónica. Aunque no sea una tarea fácil, dos requisitos son
imprescindibles para que sea posible. Primero, aceptar que el otro/a puede necesitar
para crecer como persona algo distinto de lo que nosotros pensamos que es bueno para
el o ella. Segundo, renunciar a la ilusión de la verdad, a saberlo todo, aceptando sus
zonas de silencio y sus misterios.

“El amor significa estar en relación con el misterio y aceptar que es imposible resolverlo. El
amor no significa –ni tiene como resultado- “aprehender”, “poseer”, “llegar a conocer”, ni
mucho menos llegar a tener dominio sobre el objeto del amor ni someterlo a control. El
amor significa consentimiento al misterio del otro” (Bauman, Zygmunt, La sociedad
individualizda, Madrid, Cátedra, 20011, p. 193)

“… En una cultura de consumo como la nuestra, partidaria de los productos listos para el uso
inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieren
esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de
devolución del dinero. Tendemos a considerar el amor como si se tratara de otra mercancía,
buscamos en él la satisfacción inmediata a nuestros deseos y cuando ello no ocurre y llegan las
dificultades queremos que nos devuelvan el dinero: no estamos dispuestos a un esfuerzo y
sacrificio prolongado para mantenerlo.

Sin humildad y coraje no hay amor. Se requieren ambas cualidades, en cantidades enormes y
constantemente renovadas, cada vez que uno entra en un territorio inexplorado y sin mapas, y
cuando se produce el amor entre dos o más seres humanos, éstos se internan inevitablemente en
un terreno desconocido” Bauman, Zygmunt, Amor líquido, Madrid, FCE, 2005, pp. 21-22. Texto
adaptado).

Texto 10: La mala prisa.


Autor: Antonio Gala.

I.P. La prisa con la que vivimos en la sociedad actual nos hace seres superficiales.
Partes:
A) Introducción.

Comienza haciendo unas reflexiones generales acerca del tiempo, entre las cuales destacamos
la idea de que el tiempo no existe por sí mismo, porque no es una dimensión sino un
sentimiento. Nosotros lo hacemos largo o breve.

B) A continuación analiza cómo nuestra cultura valora el tiempo.

La prisa, el movimiento y la novedad son características de nuestra cultura; y por ello somos
superficiales en la amistad, en el amor, en el conocimiento y en las metas que nos proponemos,
ya que el profundizar en algo supone tiempo y reposo.
“Sólo hay metas muy próximas, casi inmediatas porque no calculamos a más largo plazo. Todo
es un imperativo de la urgencia que no insiste en nada ni da lugar a profundizar en nada”.

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“La amistad se ha convertido en una cuestión de barra, y el amor en un bufé sin sillas… Picar
de todos los sitios sin detenerse en ninguno”.
“¿Cuánto dura hoy un libro en un escaparate o en las mesas de las librerías? ¿Cuánto una
tendencia en la pintura o en la música, cuánto un disco?
“ Se persigue, al galope también, la originalidad y la novedad, no el arte verdadero, que es un
producto del sosiego”
Giróvago= vagabundo.

7. Hacia una nueva masculinidad.

Pensar sobre la masculinidad supone hacer una revisión crítica de la visión androcéntrica que
ha dominado el pasado y, en buena medida, también el presente. Según esta visión los varones
han de ser “brutos, insensibles, fuertes, machos” y han de dominar a la mujer a la que se
considera más débil e inferior. La visión androcéntrica esta en la base de la homofobia y la
violencia de género.

Dos formas contrapuestas de interpretar la masculinidad son. La tendencia feminista y la


conservadora o tradicional.

Para la tendencia feminista, la masculinidad es un invento social creado para mantener los
privilegios de los hombres y la opresión de las mujeres, lo que origina consecuencias
negativas para ambos géneros. De ahí la célebre frase de Simona de Beauvoire: “uno no nace
hombre, se hace”. Y si la masculinidad se aprende y se construye, no cabe duda de que
también puede cambiar.

Para la tendencia conservadora y tradicional, en cambio, los hombres son y han de seguir
siendo los protectores de las mujeres.

Actualmente hay que repensar la masculinidad porque la concepción androcéntrica que hasta
ahora se había considerado natural y evidente está en crisis. Durante siglos ha dominado el
sistema patriarcal en el que los hombres dominan a las mujeres en todos los ámbitos de la vida
social y privada. Esto incluía también la práctica sistemática de la violencia contra la mujer.
Es necesario andar un nuevo camino para recuperar la justicia y mayor igualdad.

Los cambios socioculturales de las últimas décadas han logrado que las mujeres redefinan su
rol en la sociedad y obligan a hacer lo propio al hombre. Ante la transformación femenina en
curso, el hombre ha perdido seguridad en sí mismo, se siente indefenso y acobardado, con
miedo y temor ante unos cambios del mundo, que tiene que comprender y asumir.

“Quizá estén más emparentados los sexos de lo que se piensa, y la gran renovación del mundo quizá
consista en que el hombre y la mujer, liberados de todos los sentires erróneos y las desganas, no se
buscarán como opuestos, sino como hermanos y vecinos, y se reunirán como personas, para llevar
simplemente en común, serios y pacientes, el pesado sexo que les está impuesto” (Rilke, Rainer Mª,
Cartas a un joven poeta, Madrid, Alianza, 2000)

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Texto: El hombre nuevo tarda en llegar . EL PAÍS - Sociedad - 09-07-2008
Autora: Carmén Morán

Las mujeres se han sacudido su rol tradicional y ocupan el terreno antes masculino - Pero sus
compañeros no han cambiado al mismo ritmo
Normalmente, cuando se habla de género, el imaginario colectivo dibuja una mujer. Pero el género
masculino también existe, es decir, todas aquellas características que la sociedad tradicionalmente
atribuye a los hombres por el hecho de nacer varones. Ese modelo de masculinidad con el que aún
hoy crecen muchos niños -coches ultrarrápidos, la espada, la ausencia de lágrimas, el repudio
forzoso de muñecas y cocinitas y otros detalles mil veces más sutiles pero igual de determinantes-,
está obsoleto. Y está dificultando la consolidación de una sociedad más igualitaria que les reporte
beneficios, pero sobre todo, que les aleje de su peor enemigo: ellos mismos.

Marina Subirats, catedrática de Sociología, ha buscado algunos "datos empíricos" para demostrar
cómo el hombre se agrede a sí mismo por seguir ese modelo de masculinidad. "¿Por qué los
hombres se mueren antes que las mujeres?" Eso ocurre en todas las edades y en todos los países,
salvo en dos, Níger y Zimbabue, donde los embarazos, los partos y algunas enfermedades aún
siegan la vida de las mujeres muy temprano.

En España, la mayor diferencia entre las muertes de hombres y mujeres se da a entre los 20 y los 25
años. Hay causas claras para ello: accidentes de tráfico y deportes de riesgo, drogas, suicidios y
homicidios. "Por cada mujer se mueren entre tres y cuatro hombres a esa edad", dice Subirats. Y
explica que es el modelo de masculinidad lo que les lleva a adoptar "esas actitudes de peligro, de
desafío, de falta de temor, de riesgo", que no abundan en las mujeres, más prudentes y que no tienen
necesidad, porque nadie se lo ha inculcado, de demostrar ningún ardor guerrero. Por eso, dice
Subirats, "los hombres matan a las mujeres, pero se matan más entre ellos, y esa debe ser una razón
poderosa para cambiar".

En el congreso internacional Mundo de Mujeres, que ha reunido en Madrid a más de 3.000


participantes alrededor del lema La igualdad no es una utopía, algunos expertos, como Subirats, han
tenido ocasión de tratar la masculinidad como una barrera para la igualdad. Es un asunto que la
ministra de Igualdad, Bibiana Aído, sacó al debate político las últimas semanas.

Subirats, una de las participantes en este congreso, opina que "las mujeres han analizado y hecho
crítica del modelo tradicional que les tocó, ya salen a trabajar fuera, juegan al fútbol, repudian
aquellas características impuestas, sumisión y obediencia, pero los hombres todavía no han hecho
ese viaje, por eso el modelo de guerrero impasible se ha quedado obsoleto".

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"La ciencia psicológica finalmente también se ha liberado de su tradicional explicación psicogenética y
los estudios de identidad ya no tienen ese lastre", explica la catedrática de Psicología Rosario Ortega.
"Antes las niñas construían su identidad en cuanto niñas y los niños como tales niños, ahora no,
felizmente, al menos en la ciencia. El individuo debe construir su identidad como persona. Creo que
en el futuro la gente podrá elegir de una forma libre qué es lo que hace y cómo lo hace, sin responder
a roles ni a estereotipos, si los hombres quieren llorar, llorarán, por ejemplo. Ese es el camino que ya
está marcando la ciencia. Creo que la sociedad lo recorrerá algo más tarde".

Ortega, que trata a menudo los conflictos entre chicos y chicas, observa, como ellas, que antes
respondían a esos roles de obediencia y sumisión, y ahora a veces se defienden con las mismas
armas que ellos. "Buscan su seguridad, esto es preocupante, y desde luego, lo hacen porque imitan
modelos masculinos".

Esa es una de las razones por las que ese modelo de masculinidad ha de cambiar, según Subirats,
para que puedan cambiar las mujeres. "Hasta ahora, sólo hemos imitado los modelos masculinos
para llegar adónde queríamos, en la empresa, en la calle". Cree que el "género femenino, tal y como
se le ha entendido, se está extinguiendo". ¿Hay para tanto? "Sí, en política, por ejemplo, muchas de
las mujeres que acaban llegando lo logran porque son más duras que ellos, imitan su modelo.
Podemos tener cargos, pero son puestos prestados, no para hacer lo que queremos, sino lo que
harían ellos si estuvieran ahí". De tal forma, dice, que "las mujeres han ido abandonando ese género
femenino, incluso dejando de tener hijos, y ellos no acaban de entrar en el ámbito doméstico".

En este panorama, algunos países vienen a poner luz, los nórdicos, que han transitado muchos más
años por el camino de la igualdad. En Noruega, por ejemplo, ya se aprecia el acercamiento de los
hombres sin complejos y sin traumas a las tareas que en España hacen las mujeres
mayoritariamente.

Sin embargo, como han subrayado algunos expertos en este congreso, las series televisivas, que
tanto han favorecido la aceptación social de las parejas gays y lesbianas, por ejemplo, o incluso de la
mujer incorporada al ámbito laboral en terrenos que le eran propios al hombre, no han modificado
sustancialmente los estereotipos masculinos. "En el ámbito del ocio, la creatividad, los medios de
comunicación, todavía se transmiten muchos estereotipos masculinos, incluso se refuerzan", opina la
filósofa Alicia Miyares. "Creo que la educación ha de hacer mucho por cambiar esto, porque es ahí
donde se trasladan todos esos roles. Sin embargo, los grandes avances en igualdad han venido por
la visibilización pública y política de la mujer, pero el reto ahora es la relación entre ambos sexos y es
ahí donde los hombres han de hacer su trabajo. Eso depende en gran medida de la pedagogía",
añade Miyares.

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El delegado para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad, Miguel Lorente, está
convencido de que los modelos tradicionales de masculinidad han de modificarse, pero alerta de la
resistencia que se está mostrando entre los hombres, de forma muy sutil en ocasiones. "Hace ya
muchas décadas que las mujeres hicieron una crítica analítica del papel que les había tocado jugar
como mujeres y se rebelaron contra esa injusticia. Los hombres, sin embargo, han ido simplemente
adaptándose a las exigencias que les llegaban. Empezaron minusvalorando el movimiento feminista
sin darse cuenta de que era una reflexión crítica y analítica. Simplemente dijeron, 'dejadlas, si quieren
trabajar que trabajen'. Pero no se dieron cuenta de que no eran caprichos aislados sino un trabajo
histórico por romper injusticias de las mujeres", dice Lorente. "Y ahora existe lo que llamo
posmachismo y que nace en los años setenta, cuando la mujer consigue su liberación sexual gracias
a los anticonceptivos y también a las medidas de divorcio sin culpa en Estados Unidos. Ya no
dependían de un hombre ni su función era simplemente la de procrear. Por otro lado, el feminismo
llegó a las instituciones y las mujeres fueron ocupando puestos de responsabilidad. Ahí es donde los
hombres se dieron cuenta de que la cosa iba en serio", prosigue Lorente.

El posmachismo del que habla, critica el feminismo y lo pone en la misma bandeja que el machismo.
"Reivindican un pasado que les es más cómodo pero lo camuflan bajo una postura aparentemente
neutral. Siempre aparecen en sus reflexiones alguna universidad rara que les da a ciertos informes
una pátina seudocientífica. Hablan de cosas que, dicen, no distinguen sexos, pero al final siempre la
culpable o la perversa, casualmente es la mujer. Se apuntan incluso a la mutilación masculina, para
poner en el mismo nivel la injusticia de unos y de otras, algo que no es así, para nada", asegura
Lorente. "Y además, siempre hablan en nombre del bien común, siempre dicen: esto no es bueno
para la mujer ni para el hombre, es para todos".

En realidad, según Lorente, salvo excepciones de hombres que sí han caminado hacia una revisión
crítica de la masculinidad tradicional, "pocos aunque cada vez con más fuerza", la mayoría se ha
adaptado a duras penas, y sus cambios han sido muy cosméticos. "Que hay que fregar los platos, yo
los friego, que hay que cambiar pañales, yo los cambio, pero no han perdido su poder que es lo que
le daba valor a la figura del hombre. Han cambiado para seguir igual", dice Lorente.

Y se les sigue educando para guerreros que no pueden manifestar temor ni sensibilidad. Pero, dice
Marina Subirats, "esa masculinidad ya no tiene sitio en los tiempos de hoy".

Estructura
I.P: Mientras las mujeres han modificado su rol tradicional, los hombres se resisten a hacerlo.
A) ¿En qué consiste el modelo tradicional masculino?
Ser duro, arriesgado y dominador (modelo del guerrero impasible)
No manifestar los sentimientos, ni llorar en público.
Mandar y dominar sobre la mujer.

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No realizar tareas asignadas tradicionalmente a la mujer.

B) Consecuencias de dicho modelo


Los hombres mueren antes que las mujeres ( accidentes de tráfico, deportes de riesgo, drogas,
homicidios y suicidios)
Es una barrera para la igualdad.
C) El posmachismo: una forma de reacción masculina.
Dice Lorente. "Y ahora existe lo que llamo posmachismo y que nace en los años setenta, cuando la
mujer consigue su liberación sexual gracias a los anticonceptivos y también a las medidas de divorcio
sin culpa en Estados Unidos. Ya no dependían de un hombre ni su función era simplemente la de
procrear. Por otro lado, el feminismo llegó a las instituciones y las mujeres fueron ocupando puestos
de responsabilidad. Ahí es donde los hombres se dieron cuenta de que la cosa iba en serio"
El posmachismo del que habla, critica el feminismo y lo pone en la misma bandeja que el machismo.

D)¿Cómo pretende cambiar la mujer su modelo tradicional?


Hasta ahora parece ser que la única forma es imitando el modelo tradicional masculino: “Podemos
tener cargos, pero no para hacer ko que queremos, sino para ejercerlos como lo harían los hombres”;
de esta forma se pierde lo que de bueno y novedoso puede aportar la mujer.
E) Justificación de los modelos tradicionales masculino y femenino
No hay ninguna justificación científica (psicogenética) por la que los niños tengan que dedicarse a
determinadas tareas y adoptar determinados comportamientos distintos a las niñas. Todo obedece a
una cuestión cultural y educativa.
F) Conclusión
Algunos hombres han cambiado, pero la mayoría se ha adaptado a duras penas y sus cambios han
sido muy superficiales: "Que hay que fregar los platos, yo los friego, que hay que cambiar pañales, yo
los cambio, pero no han perdido su poder que es lo que le daba valor a la figura del hombre. Han
cambiado para seguir igual", dice Lorente.

Preguntas:

1. ¿Cuándo sabemos que estamos realmente enamorados? ¿Podemos elegir a quien amamos, o
nos limitamos a seguir impulsos incontrolables?.
2. El psicólogo Erich Fromm distingue entre el amor inmaduro: “Te amo porque te necesito”
y el amor maduro: “Te necesito porque te amo”. ¿Encuentras alguna diferencia?
3. Se dice que “el amor es ciego”. ¿Qué se quiere decir? El amor perturba el conocimiento, o
permite conocer aquello que sin él no descubriríamos?
4. Para estas bien con alguien hay que tener buena autoestima. Después vendrá la
convivencia, tejida de tolerancia y de respeto del espacio del otro. ¿Está de acuerdo?.

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