Eguzkilore 12-13. Navajas Ramos
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Eguzkilore 12-13. Navajas Ramos
Número 12.
San Sebastián
Diciembre 1998
147 - 169
LA PRUEBA VIDEOGRÁFICA
EN EL PROCESO PENAL:
SU VALOR Y LÍMITES PARA SU OBTENCIÓN
Resumen: La prueba videográfica está ya plenamente reconocida por la Doctrina y Jurisprudencia como ins-
trumento de prueba en el proceso penal, pero se pueden plantear diversos problemas. Tras explicar los lími-
tes constitucionales para su obtención, se analizan las garantías procesales que han de respetarse para su
incorporación válida al proceso y la eficacia probatoria de las imágenes obtenidas para destruir la presunción
de inocencia del imputado. Asimismo se comenta la Ley Orgánica 4/97, de 4 de agosto, por la que se regu-
la la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en lugares públicos.
Laburpena: Doktrinak eta jurisprudentziak jadanik prozesu penalean froga bezala froga bideografiko bezala
onartzen dute, hala ere arazoak sortzen dira. Froga horiek lortzeko dauden limite konstituzionalak azaldu
ondoren prozesuan barneratzeko errespetatu behar diren berme prozesalak eta egotzitakoaren errugabetasun
presuntzio eskubidea deusezteko duen froga balioa, aztertzen dira. Horretaz gain, leku publikoetan, Segurta-
sun indar eta gorputzek, bideokamarak erabiltzearen erregulazioa egiten den abuztuaren 4-eko lege organiko
4/97-a komentatzen da.
Résumé: La preuve vidéographique est totalement reconnue comme preuve dans les procès pénals par la
Doctrine et la Jurisprudence, mais elle peut poser quelques problèmes. Après avoir expliqué les limites cons-
titutionnels pour son obtention, on analyse les garanties du procès qu’on doit respecter pour son incorpora-
tion valide au procès et l’efficacité probatoire des images obtenues pour détruire la présomtion d’innocence
de l’imputé. De même, on comment la Loi Organique 4/97, du 4 Août, réulatrice de l’utilisation de vidéoca-
méas par les Forces et Corps de Sécurité dans des lieus publiques.
Summary: The videographic proof is already fully recognized by Doctrine and Jurisprudence as an instru-
ment to prove in penal procedure, but some problems can be presented. After explaining the constitutional
limits for its obtention, the procedural guarantees that must be respected to its valid incorporation to the
action are analysed as well as the proving efficacy of the obtained images to destroy the innocence presum-
tion of the defendant. Likewise, the Law 4/97, of the 4th of august, that regualtes the videocameras used by
Security Forces and Corps in public places is commented.
Palabras clave: Derecho procesal penal, Prueba videográfica, Derechos fundamentales, Ley de Video-
vigilancia.
Hitzik garrantzizkoenak: Zuzenbide prozesal penala, Froga bideografikoa, Oinarrizko eskubideak, Bideo-
bigilantziako legea.
Mots clef: Droit de la Procédure Pénale, Preuve vidéographique, Droits Fondamentaux, Loi de Vidéo-
surveillance.
Key words: Penal Procedural Law, Videographic Proof, Fundamental Rights, Law of Videosurveillance.
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SUMARIO
1. Consideraciones Generales.
2. Derechos Fundamentales: posibilidad de su restricción.
3. La prueba videográfica como instrumento de prueba:
3.1. Límites constitucionales para su obtención.
3.2. Garantías procesales para su utilización.
3.3. Valor probatorio de las grabaciones.
4. La Ley de Videovigilancia.
1. CONSIDERACIONES GENERALES
Quizás por establecer un punto de partida, indicaremos cómo, con carácter gene-
ral, “la prueba” no es sino aquella actividad, llevada a cabo por cualquiera de las par-
tes intervinientes en un proceso, encaminada a demostrar o a acreditar ciertos hechos
o a lograr la convicción sicológica del Juez sobre los mismos, llevada a cabo mediante
un procedimiento reglado que ha de someterse a las pautas de los principios de publi-
cidad, oralidad, inmediación, igualdad y contradicción, y con sujeción siempre, en el
proceso penal, al necesario respeto a los derechos del imputado bajo el prisma del
principio de presunción de inocencia, que impone siempre la carga probatoria a las
partes acusadoras. Como muy gráficamente señala PALACIOS LUQUE1, “en el pro-
ceso penal, todos, menos el acusado, deben probarlo todo”.
A diferencia de lo que ocurre en el sistema penal inquisitivo, en el que la actividad
probatoria recae sobre el Juez, en el llamado sistema acusatorio mixto, la actividad
probatoria ha de instarse y llevarse a cabo por las partes intervinientes. Este es preci-
samente el sistema que rige en nuestro sistema procesal penal, de forma que, como
indica el artículo 728 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, “No podrán practicarse
otras diligencias de prueba que las propuestas por las partes...”, conservando sin
embargo la Autoridad Judicial cierto poder de iniciativa en este terreno, como lo
demuestran los artículos 708 y 729 del mismo Cuerpo Legal, si bien se trata de una
iniciativa mediatizada por la previa actividad de las partes intervinientes.
La finalidad que en el proceso penal se persigue con la actividad probatoria,
como señala GIMENO SENDRA2, es “formar la íntima convicción del Tribunal
acerca de la existencia o no del hecho punible y de la participación del autor, con
todas sus circunstancias, tal y como aconteció en la realidad histórica anterior al
proceso”, es decir, la búsqueda y fijación de la verdad material, o como el mismo
PALACIOS LUQUE3 señala “desentrañar aquellos aspectos oscuros de la contro-
versia desdeñando los hechos no admitidos o notorios, aclarar las posiciones pro-
———————
1. PALACIOS LUQUE, Diego. “Introducción a la prueba en el proceso penal”. Planes provinciales y
territoriales de formación. Consejo General del Poder Judicial. Año 1992. Volumen II. Pág. 1.113.
2. GIMENO SENDRA, Vicente y otros. Derecho Procesal Penal. Edit. COLEX. Año 1996. Págs. 371
y ss.
3. PALACIOS LUQUE, Diego. Ob. cit. Pág. 1.112.
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4. JORGE BARREIRO, Alberto. “La prueba ilícita en el proceso penal”. Planes provinciales y territo-
riales de formación. Consejo General del Poder Judicial. Año 1992. Volumen II. Pág. 1.224.
5. GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el
proceso penal. Edit. COLEX. Año 1990. Págs. 245 y ss.
6. DÍAZ CABIALE, José Antonio. “La admisión y práctica de la prueba en el proceso penal”. Cuader-
nos del Consejo General del Poder Judicial. Premio Poder Judicial año 1992. Págs. 133 y ss.
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punto y en qué medida la exigencia del desarrollo legislativo debe cumplirse para pro-
ceder a la restricción del derecho.
A este requisito se refiere el artículo 8.2 del Convenio Europeo de Derechos
Humanos al requerir que toda injerencia de la autoridad pública en la esfera privada ha
de estar “prevista por la Ley”, lo que exige, como señalan las Sentencias del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos de 2.8.1984 y 4.4.1990, que el ordenamiento
interno de cada país autorice expresamente a la Autoridad Judicial para disponer tales
actos de prueba.
En nuestro ámbito interno, el marco legal que serviría de base para la actuación
policial en este terreno estaría constituido, en primer lugar por la propia Constitución
que en su artículo 104, al definir las funciones de la Policía, establece que “Los Cuer-
pos y Fuerzas de Seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como
misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la segu-
ridad ciudadana”, en segundo lugar por el contenido del art. 1.4 de la L.O. 2/86, de
13 de Marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a través del que se atribuye a los
mismos el mantenimiento y restablecimiento, en su caso, del orden y la seguridad, con
el reconocimiento de una serie de funciones que posteriormente se describen en el art.
11 de la misma Ley.
Existen, sin embargo, en nuestro sistema, algunos derechos fundamentales que
por su propia formulación constitucional, muy concreta, parecen de imposible restric-
ción, no por el derecho en sí mismo, sino por su formulación tan restrictiva. Así ocu-
rre con algunos de los derechos recogidos en el artículo 17.3 de la Constitución
(deber de informar al detenido de sus derechos, derecho del detenido a no declarar) o
en su formulación más genérica del artículo 24.2 del propio Texto Constitucional.
b) Autorización Judicial, establecida como sistema de control de la limitación de
los derechos fundamentales y como expresión del ejercicio de la potestad jurisdiccional
que en exclusiva pertenece a Jueces y Tribunales (art.117.3 CE.). Como suele decirse,
en este terreno “la Jurisdicción ostenta, no sólo la última, sino también la primera
palabra”, actuación jurisdiccional que habrá de llevarse a cabo siempre mediante reso-
lución debidamente motivada, como exige el Tribunal Constitucional en su STC.
23.6.1992, como medio de realizar el adecuado juicio de ponderación entre los inte-
reses de la investigación y el derecho que se pretende sacrificar y como único procedi-
miento para garantizar el debido control de las resoluciones judiciales mediante los
recursos, resolución tomada en el curso de un procedimiento penal en el que existan
indicios racionales de criminalidad respecto a un delito grave, como exige el Tribunal
Supremo en su STS. de 6.4.1994.
Excepcionalmente, puede la Policía Judicial, actuando, como indica GIMENO
SENDRA7, a prevención por estrictas razones de urgencia y bajo el cumplimiento de
especiales garantías, restringir determinados derechos fundamentales, como ocurre en
los casos del derecho a la libertad, mediante la detención (art.17 CE) o la inviolabilidad
del domicilio en los supuestos de delito flagrante (art.18 CE).
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7. GIMENO SENDRA. Vicente y otros. Ob. cit. Pág. 383.
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8. CHOCLÁN MONTALVO, José Antonio. “La prueba videográfica en el proceso penal: Validez y
límites”. Poder Judicial, nº 38. Consejo General del Poder Judicial. Año 1995. Págs. 49 y ss.
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9. SENES MONTILLA, Carmen. “Cámaras de control y filmación de las vías públicas, redadas y con-
troles policiales”. Cuadernos de Derecho Judicial. Consejo General del Poder Judicial. Año 1996. Tomo
XII. Págs. 275 y ss.
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sonas con las que se guarde una especial y estrecha vinculación, como es la familiar,
aspectos que, por la relación o vínculo existente con ellas, inciden en la propia esfera
de la personalidad del individuo que los derechos del artículo 18 de la CE. protegen.
La Sentencia de 20 de Septiembre de 1995, de la Audiencia Provincial de
Orense, desde una perspectiva opuesta, viene a polemizar sobre el régimen aplicable
a los espacios que, aun teniendo la consideración de “domicilio”, estén expuestos al
público con carácter permanente u ocasional, de forma que admitió como prueba legí-
tima la grabación llevada a cabo a través de una ventana que estaba abierta y de la que
se acreditaba la entrega de unos paquetes llevada a cabo por los inculpados, toda vez
que lo filmado se percibía desde la vía pública, tesis que coincide con la mantenida por
la Sección 5ª de la Audiencia Provincial de Barcelona en Sentencia de 21.7.1995,
que estimó como válida la grabación videográfica llevada a cabo por la policía en una
parcela contigua a la vivienda del acusado, siendo visible para la generalidad de los ciu-
dadanos la manipulación que de la droga se hacía por parte del acusado.
Muy interesantes son las reflexiones que a este respecto se contienen en la Sen-
tencia de 10 de Enero de 1995, de la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Bil-
bao (Caso Susaeta), reflexiones que para SENES MONTILLA10, constituyen “una
exacerbación de la esfera de la intimidad personal”. Manifestaba el citado Tribunal
que “La diferenciación entre lo exterior y lo interior, el espacio público y el espacio
privado, determina la necesidad de que cualquier injerencia de los poderes públi-
cos en el ámbito domiciliario exija autorización judicial. Se trata de proteger al
máximo el núcleo profundo de la intimidad personal y familiar. Este círculo ínti-
mo, en opinión de la Sala, no se agota en el derecho a la intimidad y a la propia
imagen. No podríamos concluir, en este sentido, que todas las actividades que los
ciudadanos desarrollamos en público sean públicas como contrapuestas a las ínti-
mas y privadas. Existen manifestaciones públicas de esferas privadas: las personas
con las nos relacionamos y que nos acompañan en la vía pública, los lugares a los
que acudimos, los establecimientos que frecuentamos, se desarrollan en el exte-
rior, pero inevitablemente reflejan datos e información sobre aspectos concretos
de nuestra personalidad, de nuestros gustos y preferencias...”.
Partiendo de las anteriores consideraciones, no existe tampoco el menor incon-
veniente para que, con respecto a lo que hemos denominado “límites locativos”, pue-
dan utilizarse grabaciones videográficas efectuadas por los particulares, por los medios
de comunicación social u obtenidas mediante cámaras fijas existentes en entidades
bancarias u otros establecimientos, con fines de prevención del delito.
Respecto a las primeras, esto es, a la captación por un particular, de manera oca-
sional, de imágenes de un hecho delictivo, acaecido en la vía pública, manifiesta MAR-
TIN PALLIN11, que la presentación de este material videográfico en una Comisaría o
Juzgado, adquirirá el carácter de una verdadera denuncia, con toda la fuerza probato-
ria de las imágenes y con las limitaciones derivadas del resultado de la posterior inves-
tigación policial de las mismas.
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10. SENES MONTILLA, Carmen. Ob. cit. Pág. 278.
11. MARTIN PALLIN, José Antonio. “Identificación del delincuente”. Cuadernos de Derecho Judi-
cial. Consejo General del Poder Judicial. Año 1993. Págs. 141 y ss.
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En cuanto a las segundas, será relativamente frecuente la captación por los pro-
fesionales de los medios de comunicación, en el desarrollo de sus legítimas funciones
informativas, de imágenes con potencial valor probatorio para acreditar la comisión de
hechos delictivos y no habrá tampoco inconveniente alguno en su utilización, sujeta
siempre, como indica CHOCLÁN MONTALVO12, “a las limitaciones generales de
la función periodística y de la labor de información, aunque desde luego, el valor
probatorio de estas imágenes podrá verse robustecido por la condición del sujeto
que recibe las imágenes, ajeno al proceso y, por ello, con plena objetividad”.
Ejemplos jurisprudenciales de la utilización de estas imágenes serían las Senten-
cias de 13.5.1998, del Juzgado de lo Penal nº 3 de San Sebastián y, sobre todo, la
de 31 de Enero de 1995, del Juzgado de lo Penal nº 4 de San Sebastián, ya citada,
esta última en su Fundamento Jurídico Primero recalca cómo “...la obtención del
material videográfico por parte de los medios de comunicación social, cuando se
han respetado los límites de su derecho a la información, en modo alguno puede
reputarse como material obtenido violentando el derecho a la intimidad de los
sujetos que aparecen en el reportaje. Cuando éste se elabora sobre captación de
imágenes de individuos que, no sólo se encuentran en la vía pública sino que, a
mayor abundamiento, se reúnen en un grupo colectivo para manifestarse pública-
mente ante determinado acontecimiento, no se vulnera en modo alguno el dere-
cho a la intimidad, pues ni recoge imágenes de sucesos desarrollados en el ámbito
domiciliario (...) ni capta actividades que aún pertenecientes a la esfera privada se
desarrollan en el exterior..”.
A ello se refiere también el Tribunal Supremo cuando en STS. de 17.7.1998,
indica que “No afecta a lo expuesto que la filmación haya sido efectuada por un
particular, bien de carácter privado, o en el desarrollo de tareas informativas, con
tal de que quede garantizada su integridad y autenticidad, y que sea ocasional,
entendiendo por ella, la que no estando preordenada a la prevención o investiga-
ción de hechos delictivos, puede evidenciarlos de forma casual. Y ello porque el
principio informador del sistema procesal penal y la aspiración del proceso penal
de hacer constar la verdad material no deben ser obstaculizados por el origen cir-
cunstancial de la grabación”.
Por lo que respecta finalmente a las grabaciones efectuadas por las cámaras auto-
máticas instaladas en los bancos u otras entidades con fines de seguridad y prevención,
tampoco existe obstáculo alguno para su utilización con valor probatorio. Ningún
reproche puede hacerse a este procedimiento cuando se trata de cámaras visibles y
percibibles por los usuarios de los establecimientos. Cierto es que en estos casos la
captación de imágenes se lleva a cabo por quienes carecen de facultades en la investi-
gación de delito, pero en modo alguno puede hablarse de injerencia en ningún dere-
cho fundamental, por cuanto la grabación, generalmente automática, se limita a lo que
acontece en el interior de un recinto y con fines puramente preventivos, por lo que
estas grabaciones pueden perfectamente incorporarse al procedimiento, bien por sí
mismas, bien a través de fotos fijas obtenidas de la filmación.
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12. CHOCLÁN MONTALVO, José Antonio. Ob. cit. Págs. 64 y ss.
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ca todo el Capítulo II, del Título II a establecer un específico Código Deontológico para
esta Policía Autónoma, siendo especialmente reseñables los artículos 34.1 y 36.1 a
través de los cuales se someten sus actuaciones a los principios de “adecuación, nece-
sidad y proporcionalidad en la utilización de los medios a su alcance” y se les
impone el deber de respetar el “honor, dignidad y derechos” de las personas.
Todo ello nos lleva a recomendar la utilización del medio de investigación que
estamos analizando, exclusivamente en la investigación de delitos graves, es decir,
aquellos sancionados con pena de prisión superior a los 3 años, no de forma más o
menos indiscriminada, sino a partir del momento en que se tengan fundadas sospe-
chas de la comisión de tales delitos por personas más o menos determinadas, y en el
curso de una investigación policial formal, iniciada precisamente para investigar delitos
concretos, sin que a nuestro juicio exista sin embargo problema alguno en la utilización
de las imágenes videográficas cuando a través de las mismas y de una manera acci-
dental o casual se perciben elementos acreditativos de otros delitos distintos de los
que se investigaban en un principio.
A todo ello se refiere el propio Tribunal Supremo en su STS. de 27.2.1996 y
especialmente a la necesidad de unos previos indicios delictivos, único motivo que
nuestra Jurisprudencia ha venido teniendo en cuenta para justificar la licitud de este
peculiar medio de investigación.
———————
14. GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Ob. cit. Págs. 51 y ss.
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sea remediable por ningún procedimiento, las meras irregularidades llevadas a cabo
por vulneración de un precepto procesal son, ocasionalmente, susceptibles de ser
remediadas, pues no cabe perder de vista, como señala la Sentencia de 31.1.1995,
del Juzgado de lo Penal nº 4 de San Sebastián, ya citada, que “...las posibles irre-
gularidades procesales que tienen lugar antes de la vista oral no afectan necesa-
riamente a las pruebas practicadas en el plenario...”, sin embargo y como indica
CHOCLÁN MONTALVO15 “...las condiciones en las que el material videográfico
obtenido en el curso de una investigación policial se aporta al proceso pueden
influir decisivamente en su valoración judicial”.
Llegados a este punto, la prueba videográfica requiere, en primer lugar, para
garantizar el adecuado control judicial del material grabado, su aportación en el
momento procesal oportuno y ése no es otro que el inicio de la investigación judi-
cial. Las imágenes deben acompañar siempre al atestado como plasmación de la
investigación llevada a cabo y dándoles el tratamiento de una auténtica pieza de con-
vicción, tanto si se tomaron por decisión policial y en el curso de la investigación,
como si las filmaciones se realizaron a iniciativa del Organo Jurisdiccional o del Minis-
terio Fiscal en el ejercicio de las funciones de investigación que a este último concede
el artículo 785 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
La necesidad de la aportación policial inmediata de este material es consecuencia
del contenido de los artículos 284, 294 y 295 de nuestra Ley de Enjuiciamiento Cri-
minal, todos ellos demostrativos de la celeridad que se quiere imprimir a este momen-
to procesal.
Esta aportación inmediata del material videográfico permite un escrupuloso res-
peto a los principios procesales de igualdad y contradicción y proscribe toda posibili-
dad de indefensión al permitir, a los que pudieran verse involucrados en actividad
supuestamente delictiva, como consecuencia de las filmaciones, a intervenir en la
prueba ajena y proponer cuantos medios de prueba estimen pertinentes para comba-
tir la fuerza probatoria de las imágenes. SENES MONTILLA16, sin embargo, apunta la
posibilidad de que exista una cierta flexibilidad judicial en la inmediata incorporación a
los autos de las cintas de vídeo, cuando la identificación de los responsables criminales
aconsejara la aplicación a las imágenes de “técnicas de ampliación o clarificación”
de las mismas sin alteración de su contenido.
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18. POMARÓN BAGÜES. “El video como prueba”. Revista Jurídica La Ley. Año 1994. Pág. 751.
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policiales que hubieran llevado a cabo las filmaciones, o como Peritos aquéllos que
hubieran intervenido en cualquier proceso de selección o mejoramiento del material fil-
mado, aspecto éste que, como más tarde veremos a la hora de hablar de la eficacia
probatoria de estas filmaciones, tiene una extraordinaria importancia. Como señala el
Tribunal Supremo en su STS. de 27.1.1996, esta prueba “...no supone una prueba
distinta de una percepción visual (...) no hace otra cosa que perpetuar una percep-
ción visual de una persona...”, mientras que la STS. de 30.11.1992 subordina la efi-
cacia probatoria de las pruebas consistentes en “...la reproducción de la voz y aun de
la imagen por medios mecánicos” a la concurrencia de un “plus de credibilidad” que
vendría otorgado por la práctica complementaria de pruebas testificales o periciales
que la adveraran. Tesis que sería igualmente aplicable a los supuestos en los que hubie-
ran sido particulares o profesionales de los medios de comunicación los autores de las
imágenes filmadas.
En este punto son especialmente clarificadoras las SSTS. de 7.2.1994 y
22.2.1996, a las que de forma inmediata nos referiremos y que abundan en la insos-
layable necesidad de que comparezcan y declaren en el plenario los autores materiales
de las filmaciones.
Sin embargo existen pronunciamientos de jurisprudencia menor que no otorgan
un valor tan decisivo a estas declaraciones testificales y periciales en el Juicio Oral. En
este punto resulta muy expresiva la Sentencia de 31.1.1995, del Juzgado de lo Penal
nº 4 de San Sebastián, reiteradamente mencionada en este trabajo, de forma que la
llegada al juicio oral “...de los autores de las filmaciones, para dar explicación satis-
factoria sobre las circunstancias de grabación y montaje de los videos (...) debió ser
instada por la parte a quien interesaba dicha contradicción...”. A esta cuestión vol-
veremos de forma inmediata.
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19. SENES MONTILLA, Carmen. Ob. cit. Pág. 296.
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20. DAMIÁN MORENO, Juan. “Reflexiones sobre la reproduccion de imágenes como medio de prue-
ba en el proceso penal”. Revista Vasca de Derecho Procesal y Arbitraje. Año 1997. Tomo IX. Pág. 239.
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4. LA LEY DE VIDEOVIGILANCIA
La L.O. 4/97, de 4 Agosto, ha supuesto la entrada en vigor de una normativa
específica “...por la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad en lugares públicos” y con la que, como en la Exposición de
Motivos se indica, se procura ofrecer un marco legislativo adecuado en un aspecto
muy concreto de la actuación de aquellas Fuerzas y Cuerpos, para lograr la adecuada
prevención de actos delictivos y protección de personas y bienes que se encuentren en
situación de peligro, alcanzando con ello los fines que les confiere el artículo 104 de
la Constitución.
Con la promulgación de la Ley se logra imponer un halo de claridad en la confu-
sión que reinaba en esta materia, dando cobijo jurídico a situaciones y actuaciones que
se dan en la vida real y en las que es harto frecuente la colisión entre el deber policial
de hacer frente a una realidad delincuencial y la necesidad de evitar inadecuadas intro-
misiones en el ámbito de derechos fundamentales de la persona.
Se trata de una normativa profundamente entroncada con la Ley Orgánica de
Seguridad Ciudadana a través de la cual se conceden a la Administración Pública Policial
una serie de amplias facultades encaminadas a “...asegurar la convivencia ciudadana,
la erradicación de la violencia y la utilización pacífica de las vías y espacios públicos,
así como de prevenir la comisión de delitos y faltas” (art.1.2 L.O.S.C.) y en la que se
muestra especial preocupación por establecer un régimen de equilibrio entre determina-
dos derechos fundamentales de la persona y el bien jurídico de la seguridad pública.
1. Señalemos cómo el ámbito espacial de la L.O. aparece definido en el artícu-
lo 1.1 en referencia a la regulación de la utilización de videocámaras para grabar imá-
genes y sonidos en “lugares públicos, abiertos o cerrados” (art. 1.1), en “vías o lugares
públicos” (art. 5.1), o en “lugares públicos” (art. 5.2), por lo que a sensu contrario,
no tendrán este carácter “el interior de las viviendas o sus vestíbulos” (art. 6.5).
A este respecto quizás se eche de menos, como señala REQUERO IBAÑEZ21, un
precepto único y clarificador que ponga de manifiesto qué debe entenderse por
“lugar”, por “público” y por “vivienda”.
En este punto también el Consejo General del Poder Judicial, en su informe de
6.8.1996 al Anteproyecto de Ley, pone de manifiesto graves deficiencias a la Ley al
afirmar que la videovigilancia, aunque se produzca en lugares públicos, no es una acti-
vidad neutra, por lo que entiende que sí puede afectar a la intimidad e imagen de las
personas, ya que “...en los lugares públicos se desarrollan también ámbitos de pri-
vacidad merecedores de protección, materializados en conversaciones íntimas o en
actos reveladores de las más íntimas convicciones y sentimientos individuales...”,
por lo que se recomienda prohibir expresamente la captación de conversaciones pri-
vadas “...que no por realizarse en la vía pública pierden su carácter íntimo”.
Especialmente inquietante parece la indefinición del concepto de “vivienda”,
sobre todo si tenemos en cuenta que nuestro Tribunal Constitucional, a partir del
artículo 18.2 de la C.E. estima (STC. 22/84 y ATC. 171/89) que a través del dere-
———————
21. REQUERO IBÁÑEZ, José Luis. “Aspectos administrativos de la videovigilancia”. Revista Vasca de
Derecho Procesal y Arbitraje. Año 1997. Tomo IX. Págs. 30 y ss.
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La prueba videográfica en el Proceso Penal: su valor y límites para su obtención 167
cho a la inviolabilidad del domicilio, no sólo es objeto de protección “...el espacio físi-
co en sí mismo considerado, sino también lo que en él hay de emanación de la per-
sona y de la esfera privada de ella”, de donde se ha derivado la consideración como
domicilio y por parte del Tribunal Supremo de “roulottes o caravanas” (STS.
18.10.96), de “las tiendas de campaña” (STS. 20.2.95) o de “las habitaciones de
hoteles, pensiones y establecimientos similares” (STS. 24.10.92), mientras que, en
sentido inverso y por el mismo Tribunal, han sido considerados lugares públicos “el
piso deshabitado y sin muebles” (STS. 15.10.94), “los trasteros de las viviendas”
(STS. 21.12.92), “los cobertizos” (STS. 14.6.95), “una habitación en un portal o
zaguán de la vivienda”, quedando también fuera de esta consideración como domici-
lio, la cocina de un bar, un cuarto adyacente, las cafeterías, los bares e incluso las habi-
taciones reservadas de un club.
2. En el ámbito subjetivo, es igualmente preciso formular alguna crítica a la L.O.
de Videovigilancia, ya que, dirigida a la prevención de delitos y faltas, contiene una
serie de garantías de derechos fundamentales y libertades de las personas físicas
(art. 9), ahora bien, cuando se trate de filmaciones de una colectividad de personas, es
evidente que las disposiciones de esta Ley podrían igualmente afectar a los derechos
fundamentales de Reunión y Manifestación, Sindicación y Asociación, aspecto éste al
que también se refiere el Consejo General del Poder Judicial en su informe.
3. El ámbito objetivo está definido en el art. 1.1 y en el Preámbulo de la Ley, de
forma que se trata de facilitar la labor policial en el cumplimiento de las funciones que
le encomiendan el artículo 104.1 de la Constitución y el artículo 11.1.h) de la L.O.
2/86, de 13 de Marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como sabemos
y entre otras, las de “captar, recibir y analizar cuantos tengan interés para el orden
y la seguridad pública, y estudiar, planificar y ejecutar los métodos y técnicas de
prevención de la delincuencia”.
Especialmente crítico se muestra el Consejo General del Poder Judicial en este
punto y se manifiesta en el sentido de que la mención de la Ley es excesivamente
genérica, por lo que debería haberse restringido a los delitos e infracciones graves de
la seguridad ciudadana.
4. El régimen de autorización difiere substancialmente en torno a si se trata de
videocámaras fijas o móviles y constituye una de las grandes novedades de la Ley.
Para las videocámaras fijas, la competencia corresponde al Delegado del Gobier-
no (art. 3.2), a solicitud de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y previo dictamen favo-
rable de una Comisión, órgano colegiado que se haya presidido por el Presidente del
Tribunal Superior de Justicia (art. 3.2), dictamen que en caso de ser negativo, por
entender que se vulnera el principio de proporcionalidad (art. 4), resulta vinculante
(art. 3.3). Caso de ser autorizada la instalación de cámaras fijas, en resolución motiva-
da y con referencia al lugar concreto de la instalación y lapso temporal que se autoriza
–máximo un año– (art. 3.4), se informará al público de dicha instalación, sin especifi-
car la ubicación de las cámaras (art.9), pudiendo revocarse la autorización concedida
en cualquier momento (art. 3.5).
La regla general para este tipo de videocámaras será la autorización para grabar
exclusivamente imágenes, mientras que para autorizar la grabación de sonidos se pre-
cisará la concurrencia de “un riesgo concreto y preciso” (art. 3.4)
EGUZKILORE - 12 (1998)
168 Luis Navajas Ramos
EGUZKILORE - 12 (1998)
La prueba videográfica en el Proceso Penal: su valor y límites para su obtención 169
de la necesidad de hallar el necesario equilibrio entre los objetivos de la Ley (art. 1.1)
y el derecho fundamental al honor, intimidad familiar y personal y a la propia imagen
(art. 18.1 de la CE) que puede resultar afectado.
De aquel principio derivan a su vez los de idoneidad e intervención mínima.
El principio de idoneidad, que no está suficientemente definido por la Ley, está
vinculado a la utilización de las cámaras de forma coherente en la “situación concre-
ta” que se contemple y en la búsqueda del “mantenimiento de la seguridad ciudada-
na” (art. 6.2).
Como acertadamente apunta REQUERO IBAÑEZ22, no se sabe si, en el caso
de cámaras fijas, el principio de idoneidad es compatible con tomas o captaciones de
imágenes o sonidos continuados, por lo que recomienda la excepcionalidad de estas
instalaciones.
En lo que hace referencia al principio de intervención mínima (art. 6.3), de
honda tradición en nuestro Derecho Penal, ello supone que se recurra a estos proce-
dimientos, sólo en situaciones de verdadera necesidad, cuando los objetivos que la Ley
marca no puedan alcanzarse por otras vías y cuando exista “un razonable riesgo para
la seguridad ciudadana” (art. 6.4), todo ello, después de realizar la adecuada ponde-
ración entre la finalidad pretendida y presumible afectación que con ella se haga de
derechos fundamentales de la persona.
7. La Ley establece un régimen de garantías que parte del artículo 1.1 y se con-
creta, independientemente del sometimiento de todo el sistema a los principios de pro-
porcionalidad, idoneidad e intervención mínima, antes comentados, y de la
intervención de la Comisión, igualmente mencionada, en:
– creación de un registro, por cada autoridad competente para autorizar instala-
ciones fijas, en el que consten las que se hayan autorizado (Disposición Adicional II)
– régimen de custodia, conservación y destrucción de las imágenes, en el plazo
máximo de un mes, sometido todo ello a una exigencia de confidencialidad de lo
captado (art. 8.2) y prohibición de efectuar copia o cesión de las imágenes o sonidos
(art. 8.3)
8. Finalmente indicar que no contiene la Ley referencia alguna al valor probato-
rio de las imágenes y sonidos grabados en los respectivos procedimientos penales que
pudieran incoarse, por lo que, como afirma el Consejo General del Poder Judicial
en su informe de 6.8.1996, habrá de estarse al régimen general de invalidez de
las pruebas obtenidas con violación de derechos fundamentales, que se desprende
del art. 11.1 de la L.O.del Poder Judicial y al que anteriormente nos referimos, así
como al régimen general de valoración de la prueba con arreglo a los criterios antes
expuestos.
———————
22. REQUERO IBÁÑEZ, José Luis. Ob. cit. Págs. 35 y ss.
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EL PODER LEGÍTIMO
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