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La Mente de Cristo

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La Mente de Cristo

Por Jesús Briseño Sanchez

Porque ¿quién conoció la mente del Señor?


¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos
la mente de Cristo.
(1Corintios 2.16)
INTRODUCCIÓN

Dice así la Palabra de Dios:

Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros
tenemos la mente de Cristo. 1Corintios 2.16

Según el contexto que siempre rige, Pablo esta afirmando que las cosas que ha
enseñado, son aquellas que ha recibido de Dios por medio de la revelación del
Espíritu Santo.
Nosotros asimismo, accedemos al mismo pensamiento de Dios por medio de las
Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo, y así enseñamos.

Otra posible traducción, es que nosotros los cristianos tenemos no solo revelada
la mente del Señor en la Biblia, sino que además, nuestra mente, nuestra forma
de pensar, es igual a la de Cristo.

Y es que el texto griego solamente dice: “Pero nosotros, la mente del Ungido estamos
teniendo”. La Biblia Latinoamericana dice: “Y precisamente nosotros tenemos la
forma de pensar de Cristo”. La Biblia en Lenguaje Actual, entre otras más, va mas
allá y traduce: “Pero nosotros tenemos el Espíritu de Dios, y por eso pensamos como
Cristo”.

Aceptando como valida esta opción, debiéramos de preguntarnos: ¿Qué tanto


pienso yo como Cristo piensa?, ¿Qué tanto he modificado mi forma de pensar
para ajustarla a la del Señor?, y sobre todo: ¿Qué tanto ha desaparecido mi
voluntad para que exista solo la del Padre?

Primero, recordemos un poco nuestro pasado:

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en


vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo
de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él; Colosenses 1.21-22
Cuando éramos por nuestra ignorancia o decisión enemigos de Dios, nuestra
mente jugó un papel muy importante. Por medio de ella y de ella surgían todas
nuestras malas obras. Nuestra mente en primer lugar, era aquella que evitaba y
rechazaba todo lo bueno de Dios, creíamos en nuestra propia mente que
estábamos bien, que no necesitábamos a Dios ni saber de sus caminos.

Mas Dios, en su infinito amor, nos justificó y reconcilió por medio de la muerte
de su Hijo en la cruz. Nos envió ese mensaje de paz y amor. Y nosotros
recibimos la Palabra como de quien viene, creímos y nos arrepentimos, es decir:
cambiamos nuestra mente, obedecimos al evangelio en el bautismo y el Señor
nos añadió a su rebaño. ¿Para qué, para que siguiéramos siendo extraños y
enemigos? No, sino para que fuéramos delante de su presencia santos, sin
mancha e irreprensibles.

La Palabra de Dios cambió nuestro interior:

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay
cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas
están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Hebreos 4.12-13

Las Santas Escrituras, como si fueran un organismo vivo, nos hablaron al


corazón, nos redarguyeron de pecado, no nos dejaron otra salida que aceptar
nuestra miserable condición y nuestra necesidad de la salvación de Dios.
Y por supuesto que todo esto fue mediante la renovación de nuestra mente;
Dios no solo ha cambiado nuestro exterior, sino que, precisamente fue el cambio
de nuestra mente y corazón, lo que transformó nuestro exterior.

Hasta aquí podemos entender que si Dios nos comunicó su mente, sus planes y
propósitos, y si Dios nos lavó mediante la sangre de su Hijo, es ofensivo para él
que tengamos todavía nuestros propios pensamientos, o aun peor,
pensamientos contrarios o que resistan a la voluntad del Señor.
Y es que el pensamiento humano no es compatible con el divino:

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos


mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son
mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que
vuestros pensamientos. Isaías 55.8-9

La versión Dios Habla Hoy, dice: “Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi
manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así
también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes. El Señor lo
afirma”.

Las notas de la Biblia del Diario Vivir comentan: “Su conocimiento y sabiduría son
mucho mayores que los del hombre. Somos tontos al querer encajar a Dios en nuestro
molde, al querer que sus planes y propósitos se conformen a los nuestros. En vez de ello,
debemos esforzarnos para poder encajar en sus planes”.

Por mucho que nos creamos inteligentes, por mucho que nos gusten nuestras
ideas, e incluso, por muy buenos que parezcan nuestros resultados, siempre, los
pensamientos de Dios y sus acciones serán muy superiores a los nuestros.

El mismo apóstol Pablo dando testimonio acerca de su conversión, decía que


había creído su deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret
(Hechos 26.9). Podemos estar totalmente seguros de algo en nuestra propia
opinión y, al mismo tiempo, estar totalmente equivocados.

En las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, dadas por su divino poder
mediante el conocimiento del Hijo de Dios, debemos sujetarnos a su
pensamiento, antes de considerar como substancial el nuestro.

Por eso el apóstol Pablo recomienda:

Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este


siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de
este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los
sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de
los sabios, que son vanos. 1Corintios 3.18-20

El principal problema que causaba la división entre los hermanos corintios, era
la presunción de una sabiduría humana que elevaba a cada uno de los grupos
en disputa como superiores a los demás.
No es malo tener conocimiento, lo malo es cuando ese conocimiento lo ponemos
por encima del de Dios, cuando nos infla y nos hace creer superiores, o cuando
nos aleja de la comunión con Dios.

Por ello, a los romanos Pablo les decía: “Asóciense con los humildes. No seáis sabios
en su propia opinión”.

Una de las razones por las que el mundo no acepta el evangelio de Cristo, es
porque le parece demasiado simple para su refinada y culta filosofía.
Pero lo triste es cuando los hijos de Dios, no nos sujetamos a su voluntad, por
tener nuestra propia sabiduría, por decidir ignorar la de Dios, o por creer la
nuestra superior a la de él. Que el mundo tenga su propia sabiduría que resista a
la de Dios es de esperarse, pero que la tengamos nosotros, es para desesperarse.

Hagamos como si fuéramos ignorantes, para poder recibir, entender y hacer


nuestra la sabiduría y el conocimiento de Dios.

Además, todos debemos de estar unidos, teniendo la misma mente:

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que


habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino
que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
1Corintios 1.10

La voluntad de Dios no es solo que tengamos en lo individual la mente de


Cristo, sino que cuidemos de estar todos hablando una misma cosa,
perfectamente unidos, en una misma mente y un mismo parecer.
Obviamente, no se refiere absolutamente a todo nuestro pensamiento en
general, pues cada quien en lo individual, posee gustos y preferencias
personales. Cada quien puede preferir determinado deporte, pertenecer a
determinada corriente política o preferir determinado tipo de alimentos.

Pero, en las cosas de Dios, en lo que el Espíritu Santo nos ha revelado, en lo que
Dios ha hablado, en aquellas cosas que nos ha confiado, ahí, todos, debemos de
pensar, hablar y actuar como siendo un solo cuerpo, en una sola dirección, bajo
una misma mente.

Esto por supuesto no es exclusivo de quienes predican la Palabra de Dios. Por


supuesto que no es de esperarse que un predicador diga: “ahora les voy a hablar
de lo que yo pienso”. Si esto no es propio delante de una congregación, tampoco lo
es en la casa, en el trabajo, en la escuela o en cualquier otro lugar. Siempre que
se mencione cualquier asunto donde la Biblia habla, sea sobre nuestra fe,
nuestra practica o conducta, debemos hablar conforme a las Palabras de Dios.

Por eso el mandamiento es cautivar todo pensamiento a la obediencia a Cristo:

Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que
se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo, 2Corintios 10.4-5

La Palabra de Dios para Todos dice: "Las armas con las que luchamos no son de este
mundo, sino que tienen el poder de Dios para destruir las fortalezas del enemigo. Con
nuestras armas, también destruimos los argumentos de los que están en contra nuestra y
acabamos con el orgullo que no le permite a la gente conocer a Dios. Así podemos
capturar todos los pensamientos y hacer que obedezcan a Cristo”.

Si cada quien pudiera creer lo que bien le parezca, no tendríamos para que
derribar argumentos. Pero las fortalezas y los argumentos, así como la altivez o el
orgullo, han de ser destruidos, para que los pensamientos de las personas se
sometan y obedezcan a Cristo nuestro Señor.
Es importante aclarar, que nuestro propósito no es que las personas se sometan
a nosotros, no buscamos manipular sus mentes ni esperamos que nos obedezcan
a nosotros. Se trata de que escuchen y escudriñen cual es la voluntad de Dios
agradable y perfecta, y todo su ser se sujete a la mente de Cristo Jesús; así, todos
los que pensemos y actuemos de esta forma, conformaremos un solo cuerpo,
una sola iglesia, una sola familia espiritual.
No es solo asunto de estar aquí juntos, sino que el Señor sepa que estamos
unidos. Es él quien dice: “todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la
mente y el corazón”. Nosotros podemos decir: “bien dicho hermano”, pero
solamente el Señor sabe si seguimos o seguiremos realmente su doctrina. Por
cierto: ¿Cómo se detecta la división congregacional? Cuando unos quieren hacer
la voluntad de Dios y otros no quieren. No existe o es escasa, la mente de Cristo.

Dios guarda nuestra mente:

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros


corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos,
todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad. Filipenses 4.7-8

Bill Reeves comenta: “Lo que la Biblia enseña es que si el corazón se purifica, entonces
la vida será pura. Para lograr este propósito es necesario amar la ley de Dios, meditar
continuamente en ella y guardarla en el corazón para no pecar contra Dios”.
Por eso, Jesús les decía a los fariseos: “Limpia primero lo de dentro del vaso, para que
también lo de fuera sea limpio”. No tiene mucho caso para Dios que por fuera nos
mostremos justos, si por dentro estamos llenos de putrefacción, celos, iras,
contiendas y divisiones.

Trae la paz de Dios no tener tantas cosas en la mente, sino aquella una necesaria
para nuestra vida y salvación. Quitemos de nuestra mente todo tipo de
pensamientos mundanos, dejemos de actuar y responder como los simples
paganos; más bien, llenemos nuestra mente de todo lo verdadero, lo honesto, lo
justo, lo puro, lo amable, todo aquello que sea digno de alabanza.
Dios perdona nuestro pensamiento:

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está
cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y
vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual
será amplio en perdonar. Isaías 55.6-7

Matthew Henry comenta: “No sólo debe haber un cambio del camino, sino un cambio
de la mente. Debemos cambiar nuestros juicios sobre las personas y las cosas. No es
suficiente romper y dejar las malas costumbres, sino tenemos que luchar contra los
malos pensamientos. Arrepentirse es volver a nuestro Señor, contra el cual nos
rebelamos. Si lo hacemos así, Dios se multiplicará para perdonar como nosotros nos
hemos multiplicado para ofender”.

Si en algún punto de la doctrina bíblica no hemos compartido el pensamiento de


Dios, si no nos hemos sujetado fielmente a sus mandamientos, si en cualquier
asunto bíblico no nos hemos sometido a la Escritura, debemos arrepentirnos y
pedir perdón, estando decididos a no hacerlo más.
¿Cómo puede suceder esto? Como hemos visto, nuestra actitud en las cosas de
Dios depende de nuestra mente, de nuestra disposición interior. Si no
evangelizamos, si no estudiamos la Biblia, si no tenemos comunión con nuestros
hermanos, no se debe sino a que nuestra mente no ha cambiado como debiera.
No que no nos hayamos arrepentido al creer, pues entonces la consecuencia es
que no seriamos salvos, no habiendo sido realmente bautizados. Más bien, en
algún porcentaje, nuestra mente debe aun decidirse por seguir a Cristo a pesar
de los obstáculos y las adversidades, a pesar de nuestros intereses y nuestra
comodidad, a pesar de nuestras costumbres o de nuestra familia, a pesar de
nuestro trabajo o de cualquier otro impedimento.

Cuando maduremos y entendamos la voluntad y los propósitos de Dios para


nuestra vida, podremos tener la mente de Cristo quien dijo: “hágase Señor tu
voluntad, no la mía”. Gracias por su atención a este sencillo estudio.

Tonalá, Jal. Julio de 2014

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