Exposición 7 (Euclides y Arquimedes)
Exposición 7 (Euclides y Arquimedes)
Exposición 7 (Euclides y Arquimedes)
) Matemático griego
Junto con Arquímedes y Apolonio de Perga —posteriores a él—, Euclides hace parte de la tríada de los grandes
matemáticos de la Antigüedad. Sin embargo, a la luz de la inmensa influencia que su obra ejercería a lo largo de la
historia, hay que considerarlo también como uno de los más ilustres de todos los tiempos.
Pese a que realizó aportaciones y correcciones de relieve, Euclides ha sido visto a veces como un mero
compilador del saber matemático griego. En realidad, el gran mérito de Euclides reside en su labor de
sistematización: partiendo de una serie de definiciones, postulados y axiomas, estableció por rigurosa deducción
lógica todo el armonioso edificio de la geometría griega. Juzgada no sin motivo como uno de los más altos productos
de la razón humana y admirada como un sistema acabado y perfecto, la geometría euclidiana mantendría su vigencia
durante más de veinte siglos, hasta la aparición, ya en el siglo XIX, de las llamadas geometrías no euclidianas.
Poco se conoce a ciencia cierta de la biografía de Euclides, pese a ser el matemático más famoso de la
Antigüedad. Es probable que se educara en Atenas, lo que permitiría explicar su buen conocimiento de la geometría
elaborada en la escuela de Platón, aunque no parece que estuviera familiarizado con las obras de Aristóteles.
Euclides enseñó en Alejandría, donde abrió una escuela que acabaría siendo la más importante del mundo
helénico, y alcanzó un gran prestigio en el ejercicio de su magisterio durante el reinado de Ptolomeo I Sóter,
fundador de la dinastía ptolemaica que gobernaría Egipto desde la muerte de Alejandro Magno hasta la ocupación
romana. Se cuenta que el rey lo requirió para que le mostrara un procedimiento abreviado para acceder al
conocimiento de las matemáticas, a lo que Euclides repuso que no existía una vía regia para llegar a la geometría.
Este epigrama, sin embargo, se atribuye también al matemático Menecmo, como réplica a una demanda similar por
parte de Alejandro Magno.
Euclides fue autor de diversos tratados, pero su nombre se asocia principalmente a uno de ellos, los Elementos,
que rivaliza por su difusión con las obras más famosas de la literatura universal, como la Biblia o el Quijote. Su
tratado sobre matemáticas llamado Los Elementos, se trata, en esencia, de una compilación de obras de autores
anteriores (entre los que destaca Hipócrates de Quíos), a las que superó de inmediato por su plan general y la
magnitud de su propósito.
De los trece libros que la componen, los seis primeros corresponden a lo que se entiende todavía como
geometría plana o elemental. En ellos Euclides recoge las técnicas geométricas utilizadas en la escuela de Pitágoras
para resolver lo que hoy se consideran ejemplos de ecuaciones lineales y cuadráticas; se incluye también la teoría
general de la proporción, atribuida tradicionalmente a Eudoxo.
Los Elementos comienza con definiciones y cinco postulados. Partiendo únicamente de estos cinco postulados,
se presenta de manera formal el estudio de las propiedades de líneas y planos, círculos y esferas, triángulos y conos,
etc.; es decir, de las formas regulares.
Los primeros tres son postulados de construcción, por ejemplo, el primero establece que es posible dibujar
una recta entre cualesquiera dos puntos. Estos postulados también suponen implícitamente la existencia de puntos,
rectas y círculos, y entonces la existencia de otros objetos geométricos se deduce de la existencia de aquéllos.
En los libros dedicados a geometría, Probablemente ninguno de los resultados de los Elementos haya sido
demostrado por primera vez por Euclides, pero la organización del material y su exposición sin duda alguna se
1
deben a él. Los teoremas de Euclides son los que generalmente se aprenden en la escuela moderna. Por citar algunos
de los más conocidos:
o La suma de los ángulos interiores de cualquier triángulo es 180°.
o En un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos,
que es el famoso teorema de Pitágoras.
El cuarto y el quinto postulado son de naturaleza diferente. El cuarto establece que todos los ángulos rectos
son iguales. Esto puede parecer “obvio”, pero esto presume que el espacio es homogéneo, es decir, que una figura
será independiente de la posición en el espacio en la cual se coloca. El famoso quinto postulado, o de las paralelas,
establece que puede dibujarse una y sólo una recta que pase por un punto y sea paralela a una recta dada. La
decisión de Euclides de formular este postulado condujo a la geometría euclidiana. No fue hasta el siglo diecinueve
que se eliminó este postulado y se estudiaron geometrías no euclidianas.
Los libros del séptimo al décimo tratan de cuestiones numéricas: las principales propiedades de la teoría de
los números (divisibilidad, números primos), los conceptos de conmensurabilidad de segmentos a sus cuadrados y
las cuestiones relacionadas con las transformaciones de los radicales dobles. En particular el VII es una introducción
completa a la teoría de los números y contiene el algoritmo de Euclides para hallar el máximo común divisor de dos
números. El libro X versa sobre la teoría de los números irracionales y es en esencia la obra de Teteto.
Los tres restantes se ocupan de la geometría de los sólidos (geometría tridimensional), hasta culminar en la
construcción de los cinco poliedros regulares y sus esferas circunscritas, que habían sido ya objeto de estudio por
parte de Teeteto. En su visión, era platónico, ya que simpatizaba con su filosofía, puesto que su objetivo de todos los
"Elementos" fue la construcción de los llamados sólidos platónicos.
Los Elementos de Euclides son notables por la claridad con la que se formulan y demuestran los teoremas. El
nivel de rigor fue visto como una meta por los creadores del cálculo muchos siglos después. Heath escribe: Este
maravilloso libro, con todas sus imperfecciones, que en realidad son pocas tomando en cuenta la fecha de su
aparición, es y seguirá siendo sin duda el máximo texto de matemáticas de todos los tiempos.
La geometría de Euclides, además de ser un poderoso instrumento de razonamiento deductivo, ha sido
extremadamente útil en muchos campos del conocimiento; por ejemplo, en la física, la astronomía, la química y
diversas ingenierías. Desde luego, es muy útil en las matemáticas. Inspirada por la armonía de la presentación de
Euclides, en el siglo II se formuló la teoría ptolemaica del universo, según la cual la Tierra es el centro del universo,
y los planetas, la Luna y el Sol dan vueltas a su alrededor en líneas perfectas, es decir, circunferencias y
combinaciones de circunferencias. Sin embargo, las ideas de Euclides constituyen una considerable abstracción de la
realidad. Por ejemplo, supone que un punto no tiene tamaño; que una línea es un conjunto de puntos que no tiene
ni anchura ni grosor, solamente longitud; que una superficie no tiene grueso, etcétera. En vista de que el punto, de
acuerdo con Euclides, no tiene tamaño, se le asigna una dimensión o magnitud nula o cero. Una línea tiene
solamente longitud, por lo que adquiere una dimensión igual a uno. Una superficie no tiene espesor, no tiene
altura, por lo que tiene dimensión dos: ancho y largo. Finalmente, un cuerpo sólido, como un cubo, tiene
dimensión tres: largo, ancho y alto. Euclides intentó resumir todo el saber matemático en su libro Los elementos.
De las restantes obras de Euclides sólo poseemos referencias o breves resúmenes de comentaristas posteriores.
Dos mil años de vigencia
2
La influencia posterior de los Elementos de Euclides fue decisiva; tras su aparición, se adoptó de inmediato
como libro de texto ejemplar en la enseñanza inicial de la matemática, con lo cual se cumplió el propósito que debió
de inspirar a Euclides. Tras la caída del Imperio Romano, su obra fue preservada por los árabes y de nuevo
ampliamente divulgada a partir del Renacimiento.
Más allá incluso del ámbito estrictamente matemático, Euclides fue tomado como modelo, en su método y
exposición, por autores como Galeno, para la medicina, o Spinoza, para la ética. Ello sin contar la multitud de
filósofos y científicos de todas las épocas que, en su búsqueda de sistemas explicativos de validez universal, tuvieron
en mente el admirable rigor lógico de la geometría de Euclides.
De hecho, Euclides estableció lo que, a partir de su contribución, había de ser la forma clásica de una
proposición matemática: un enunciado deducido lógicamente a partir de unos principios previamente aceptados.
En el caso de los Elementos, los principios que se toman como punto de partida son veintitrés definiciones, cinco
postulados y cinco axiomas o nociones comunes.
La naturaleza y el alcance de dichos principios han sido objeto de frecuente discusión a lo largo de la historia,
en especial por lo que se refiere a los postulados y, en particular, al quinto postulado, llamado de las paralelas.
Según este postulado, por un punto exterior a una recta sólo puede trazarse una paralela a dicha recta. Su condición
distinta respecto de los restantes postulados fue ya percibida desde la misma Antigüedad, y hubo diversas tentativas
de demostrar el quinto postulado como teorema.
Los esfuerzos por hallar una demostración resultaron infructuosos y prosiguieron hasta el siglo XIX, cuando
algunos trabajos inéditos de Carl Friedrich Gauss (1777-1855) y las investigaciones del matemático ruso Nikolai
Lobachevski (1792-1856) evidenciaron que era posible definir una geometría perfectamente consistente (la
geometría hiperbólica) en la que no se cumplía el quinto postulado. Se iniciaba así el desarrollo de las geometrías no
euclidianas, de entre las que destaca la geometría elíptica del matemático alemán Bernhard Riemann (1826-1866),
juzgada por Albert Einstein como la que mejor representa el modelo de espacio-tiempo relativista.
1
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Arquímedes». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea
[Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/arquimedes.htm [fecha de
acceso: 16 de mayo de 2024].
3
aquel gran centro de la cultura helenística que era la Alejandría de los Tolomeos, en donde Arquímedes fue, hacia
el año 243 a.C., discípulo del astrónomo y matemático Conón de Samos, por el que siempre tuvo respeto y
admiración.
Allí, después de aprender la no despreciable cultura matemática de la escuela (hacía poco que había muerto el
gran Euclides), estrechó relaciones de amistad con otros grandes matemáticos, entre los cuales figuraba Eratóstenes,
con el que mantuvo siempre correspondencia, incluso después de su regreso a Sicilia. A Eratóstenes dedicó
Arquímedes su Método, en el que expuso su genial aplicación de la mecánica a la geometría, en la que «pesaba»
imaginariamente áreas y volúmenes desconocidos para determinar su valor. Regresó luego a Siracusa, donde se
dedicó de lleno al trabajo científico.
Al parecer, más tarde volvió a Egipto durante algún tiempo como "ingeniero" de Tolomeo, y diseñó allí su
primer gran invento, la "coclea", una especie de máquina que servía para elevar las aguas y regar de este modo
regiones a las que no llegaba la inundación del Nilo. Pero su actividad madura de científico se desenvolvió por
completo en Siracusa, donde gozaba del favor del tirano Hierón II. Allí alternó inventos mecánicos con estudios de
mecánica teórica y de altas matemáticas, imprimiendo siempre en ellos su espíritu característico, maravillosa fusión
de atrevimiento intuitivo y de rigor metódico.
Sus inventos mecánicos son muchos, y más aun los que le atribuyó la leyenda (entre estos últimos debemos
rechazar el de los espejos ustorios, inmensos espejos con los que habría incendiado la flota romana que sitiaba
Siracusa); pero son históricas, además de la "coclea", numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa militar
de la ciudad, así como una "esfera", grande e ingenioso planetario mecánico que, tras la toma de Siracusa, fue
llevado a Roma como botín de guerra, y allí lo vieron todavía Cicerón y quizás Ovidio.
La biografía de Arquímedes está más poblada de anécdotas sabrosas que de hechos como los anteriormente
relatados. En torno a él tejieron la trama de una figura legendaria primero sus conciudadanos y los romanos,
después los escritores antiguos y por último los árabes; ya Plutarco atribuyó una «inteligencia sobrehumana» a este
gran matemático e ingeniero.
Una de las anécdotas más conocidas sobre Arquímedes cuenta cómo inventó un método para determinar el
volumen de un objeto con una forma irregular. Relata Vitruvio y se refiere al método que utilizó para comprobar si
existió fraude en la confección de una corona de oro encargada por Hierón II, tirano de Siracusa y protector de
Arquímedes, y quizás incluso pariente suyo. Se cuenta que el tirano, sospechando que el joyero le había engañado
poniendo plata en el interior de la corona, pidió a Arquímedes determinar si la corona estaba hecha solo de oro o
si, por el contrario, el orfebre le había agregado pirita en su realización. Arquímedes tenía que resolver el problema
sin dañar la corona, así que no podía fundirla y convertirla en un cuerpo regular para calcular su masa y volumen, a
partir de ahí, su densidad.
Arquímedes meditó largo tiempo en el difícil problema, hasta que un día, hallándose en un establecimiento
de baños, advirtió que el agua se desbordaba de la bañera a medida que se iba introduciendo en ella. Esta
observación le inspiró la idea que le permitió resolver la cuestión que le planteó el tirano. Debido a que el agua no
se puede comprimir, la corona, al ser sumergida, desplazaría una cantidad de agua igual a su propio volumen. Al
dividir la masa de la corona por el volumen de agua desplazada se podría obtener la densidad de la corona. La
densidad de la corona sería menor que la densidad del oro si otros metales menos densos le hubieran sido añadidos.
Luego podría comparar el volumen de la corona con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y comprobar si
4
eran iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes corrió desnudo por las calles de Siracusa hacia su
casa gritando «Eureka! Eureka!», es decir, «¡Lo encontré! ¡Lo encontré!».
La idea de Arquímedes está reflejada en una de las proposiciones iniciales de su obra Sobre los cuerpos flotantes,
pionera de la hidrostática, que sería estudiada cuidadosamente por los fundadores de la ciencia moderna, entre ellos
Galileo. Corresponde al famoso principio de Arquímedes (todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta un
empuje hacia arriba igual al peso del volumen de agua que desaloja), y, como allí se explica, haciendo uso de él es
posible calcular la ley de una aleación, lo cual le permitió descubrir que el orfebre había cometido fraude.
Según otra anécdota famosa, recogida entre otros por Plutarco, Arquímedes se hallaba tan entusiasmado por
la potencia que conseguía obtener con sus máquinas, capaces de levantar grandes pesos con esfuerzo relativamente
pequeño, que aseguró al tirano que, si le daban un punto de apoyo, conseguiría mover la Tierra.
Arquímedes, en carta al rey Hierón de Siracusa, a quien le unía gran amistad, afirmó que con una fuerza dada
podía mover cualquier peso. Hierón, asombrado, solicitó a Arquímedes que realizara una demostración. Acordaron
que el objeto a mover fuera un barco de la armada del rey, ya que Hierón creía que este no podría sacarse sin el
empleo de un gran esfuerzo y numerosos hombres. Según relata Plutarco, tras cargar el barco con muchos pasajeros
y con las bodegas repletas, Arquímedes se sentó a cierta distancia y tirando de la cuerda alzó sin gran esfuerzo el
barco, sacándolo del agua tan derecho y estable como si aún permaneciera en el mar.
Análoga concentración mental y abstracción en la meditación demuestra el episodio de su muerte. Según se
dice, los ingenios bélicos cuya paternidad le atribuye la tradición permitieron a Siracusa resistir tres años el asedio
romano, antes de caer en manos de las tropas de Marcelo. Mientras saqueaban Siracusa los soldados de Marcelo,
que al fin habían conseguido expugnar la ciudad, el viejo matemático estaba meditando, olvidado de todo, en sus
problemas de geometría.
Sorprendido por un soldado que le preguntó quién era, Arquímedes no le respondió, o, según otra versión,
le respondió irritado que no le molestara ni le estropeara los dibujos que había trazado en la arena; y el soldado,
encolerizado, lo mató. Marcelo se entristeció mucho al saberlo y mandó que le levantaran un monumento, sacando
su figura del tratado Sobre la esfera y del cilindro. Cicerón reconoció por esta figura, muchos años más tarde, su tumba
olvidada.
Esta pasión de Arquímedes por la erudición, que le causó la muerte, fue también la que, en vida, se dice que
hizo que se olvidara hasta de comer y que soliera entretenerse trazando dibujos geométricos en las cenizas del hogar
o incluso, al ungirse, en los aceites que cubrían su piel. Esta imagen contrasta con la del inventor de máquinas de
guerra de que hablan los historiadores Polibio y Tito Livio; pero, como señala Plutarco, su interés por esa
maquinaria estribó únicamente en el hecho de que planteó su diseño como mero entretenimiento intelectual.
El esfuerzo de Arquímedes por convertir la estática en un cuerpo doctrinal riguroso es comparable al
realizado por Euclides con el mismo propósito respecto a la geometría. Tal esfuerzo se refleja de modo especial en
dos de sus libros; en el primero de ellos, Equilibrios planos, fundamentó la ley de la palanca, deduciéndola a partir de
un número reducido de postulados, y determinó el centro de gravedad de paralelogramos, triángulos, trapecios y el
de un segmento de parábola.
En la obra Sobre la esfera y el cilindro utilizó el método denominado de exhaustión, precedente del cálculo
integral, para determinar la superficie de una esfera y para establecer la relación entre una esfera y el cilindro
circunscrito en ella. Este último resultado pasó por ser su teorema favorito, que por expreso deseo suyo se grabó
5
sobre su tumba, hecho gracias al cual Cicerón pudo recuperar la figura de Arquímedes cuando ésta había sido ya
olvidada.
6
ALICATES: LA CONEXIÓN DE DOS PALANCAS CON UN PUNTO DE PIVOTE COMÚN
Una función importante de los alicates es aumentar la fuerza aplicada. Con el diseño correcto de los mangos
de los alicates, la junta y las bocas de agarre o los filos de corte, los ingenieros pueden construir una relación de
transmisión tan alta que la fuerza manual del usuario se puede multiplicar varias veces. El alcance de la mano
humana limita el ancho de apertura y, por tanto, la posible longitud del brazo de esfuerzo. Por eso la construcción
de la junta es de especial importancia.
Porque cuanto menor es la distancia entre la intersección y la articulación (brazo de carga) y cuanto más larga
es la palanca (brazo de esfuerzo), mayor es la fuerza de corte o mayor la relación de palanca. Si los mangos son más
cortos, la palanca es menor y hay menos fuerza disponible para cortar.