Tema 1-2

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MARÍA MERINO NORVERTO

APUNTES/ESQUEMAS DE DERECHO CONSTITUCIONAL II


CURSO ACADÉMICO 2023/2024
[email protected]

TEMA 1. LA MONARQUÍA

1. LA FORMA POLITICA DEL ESTADO

El artículo 1.3 de la Constitución Española determina que la “La forma política del Estado
Español es la Monarquía Parlamentaria”.

La noción “forma política” es un concepto que engloba para la doctrina clásica tanto a las
formas de Estado, como a las formas de gobierno.

Por un lado, las formas de Estado se refieren al sistema de relaciones existentes entre
los elementos constitutivos del Estado (territorio, pueblo y poder). Y dentro de las mismas
se distinguen principalmente dos: aquellas que afectan a la distribución territorial del
poder político (Estado unitario, compuesto y confederado) y las que inciden en las
relaciones entre los gobernados y gobernantes. (Estado democrático, autoritario,
dictatorial...).

Por otro, la expresión formas de gobierno hace referencia al sistema de relaciones que
pueden establecerse entre distintos órganos constitucionales del Estado (especialmente
entre el parlamento y el gobierno). Dentro de las formas de gobierno se suele distinguir
entre sistemas de Gobierno (parlamentario, presidencial o de asamblea) y jefaturas
de Estado (Monarquía/ República).

Así la monarquía en sentido estricto es un tipo de jefatura del Estado y la adjetivación de


parlamentaria la integra en sistema de gobierno propio de los Estados democráticos.

De ello que la redacción del artículo 1.3 CE haya sido objeto de críticas doctrinales, al
considerar la Monarquía Parlamentaria una “forma política del Estado”, cuando realmente
es una forma o sistema de gobierno. Aunque únicamente propio de los Estados
democráticos.

Al parecer, la razón por la cual el constituyente utilizó la expresión “forma política del
Estado” se refiere a que con la misma, se intentó reconocer el papel desarrollado por el
Rey en el proceso de transición política y su función integradora en el tránsito de un
sistema autoritario a un sistema democrático.

1.2. Llegados a este punto, conviene recordar la distinción entre el sistema de


gobierno parlamentario y el sistema presidencialista de gobierno:

a) El sistema parlamentario.
Nuestro sistema de gobierno responde a las pautas del parlamentarismo que hace una
interpretación flexible del principio de separación de poderes.
Modelo: Reino Unido, monarquía parlamentaria desde mediados del siglo XIX.
Esquema de relaciones Ejecutivo-Legislativo:
Ejecutivo (dualista: JE≠JG) obtiene la confianza del parlamento tras las elecciones
parlamentarias. Ejecutivo dualista o bicéfalo:
Jefe de Gobierno con funciones ejecutivas.
Jefe de Estado con funciones representativas, simbólicas y arbitrales (Rey o Presidente de
la República).
El Gobierno es un órgano colegiado con responsabilidad solidaria y refrenda los actos del
JE. Parlamento generalmente bicameral.
Relaciones Ejecutivo-Legislativo: basadas en el principio de la mayoría parlamentaria que
otorga o retira su confianza al Gobierno.
Iniciativa legislativa del Gobierno, sanción de las leyes por el JE, disolución de las Cámaras
por el Ejecutivo.
El Parlamento puede exigir responsabilidad política al Gobierno: lo nombra (investidura),
control ordinario (preguntas, interpelaciones, comisiones de investigación) o extraordinario
(moción de censura, cuestión de confianza)
El Parlamento es la única institución elegida directamente por los ciudadanos.

b) El sistema presidencialista.
Interpretación rígida de la separación de poderes.
Modelo: EE.UU. basado en la imitación de la monarquía limitada británica de fines del
XVIII Ejecutivo (monista: JE=JG) elegido por sufragio universal en las elecciones
presidenciales. Parlamento elegido por sufragio universal en elecciones parlamentarias.
Los Ministros o Secretarios no forman un órgano colegiado (Gobierno), responden
personalmente ante el Presidente como consejeros
No hay moción de censura pero existe un procedimiento de responsabilidad penal por
traición, cohecho y otros delitos. (impeachment: acusa la Cámara de Representantes y
juzga el Senado por mayoría de 2/3) que puede dar lugar al cese del Presidente.
No hay cuestión de confianza.
No cabe disolución del Parlamento por el Presidente.

1.3. Resulta necesario aludir, además, a las formas de la Jefatura del Estado:
Monarquía y República.

a) La Monarquía que coexiste con el principio democrático no es más que una forma de
la Jefatura del Estado, en otras palabras, un órgano del Estado cuyo titular es el Rey/
Reina.

El elemento que viene, sustancialmente, a diferenciar la Monarquía de la República en la


actualidad, es el carácter hereditario de la Monarquía frente a la naturaleza electiva de la
República.

El titular de la Jefatura del Estado en una Monarquía será aquella persona a la que
corresponda según el orden de sucesión que, a dichos efectos, se haya establecido.

En los Estados Democráticos la Monarquía sólo es posible en los sistemas parlamentarios


de gobierno, dado que la titularidad de la Jefatura del Estado y la Jefatura de Gobierno
corresponde, en este caso, a personas distintas.

b) La República también se configura, por sí misma, como una forma de la Jefatura del
Estado. Y esta se define como un órgano de naturaleza electiva y temporal.

La República podrá darse tanto en un sistema de gobierno presidencialista como en un


sistema de gobierno parlamentario, de lo que dependerá, esencialmente, la efectividad de
los poderes asignados a su titular.
1.4. La monarquía parlamentaria es fruto de una evolución histórica de la
monarquía.

Se pueden distinguir las siguientes formas históricas de Monarquía:

a) Monarquía Absoluta: Supone la concentración de todos los poderes del Estado en la


persona del Rey, a pesar de la existencia de poderes intermedios (Iglesia, fueros,
señoríos..). El Rey es quien detenta en exclusiva soberanía. Por encima del Rey no existe
ninguna instancia superior, lo que convierte al Monarca en suprema justicia y en poder
soberano. Esta forma de Monarquía se considera una Forma de Estado.

b) Monarquía Limitada: Tiene su origen en el modelo británico y se define por la inicial


pérdida de poderes regios, poderes que, a su vez, serán asumidos por otros órganos del
Estado, y, muy especialmente, por el Parlamento. El establecimiento del Estado Liberal de
Derecho supone la inevitable adaptación de la institución monárquica a la nueva realidad
del momento, si es que la Monarquía quiere subsistir.

En la Monarquía Limitada nos encontramos ante una forma de Monarquía en la que el Rey
conserva la titularidad del Poder Ejecutivo, asumiendo por ello, la competencia de nombrar
y cesar a los Ministros bajo su exclusiva voluntad.

El Rey comparte el Poder Legislativo y el Poder Constituyente con la nación, que se


encuentra representada en el Parlamento. En este contexto, y por lo que al Poder
Legislativo se refiere, se atribuye al Rey iniciativa legislativa, así como el derecho de veto
de las leyes, su sanción y promulgación. Por su parte, y por lo que se refiere al Poder
constituyente, el Monarca podrá ejercerlo en solitario, en tanto corresponde a él en
exclusiva su titularidad, dando lugar a las denominadas Constituciones Otorgadas, como
es por ejemplo el Estatuto Real de 1834 en España; o de manera compartida con el
Parlamento, tendiendo origen las llamadas Constituciones Pactadas, esto es, aquellas que
son fruto del “pacto” entre el Rey y el Regnum representado por el Parlamento, como es
el caso de las Constituciones de 1845 y 1876 en España. La soberanía no pertenece en
exclusiva al Rey, sino al Rey y a la Nación representada en el Parlamento. Se define, de
este modo, lo que se ha venido a denominar como soberanía compartida.

El Rey, además, viene a ser definido, de acuerdo con la teoría de Benjanmin Constant,
como un poder neutro, moderador y arbitral, que se sitúa por encima de los demás
poderes del Estado, y, en concreto, por encima de los Poderes Legislativo y Judicial, en
tanto a él corresponde el Poder Ejecutivo. Poder neutral y en consecuencia irresponsable.
La Monarquía Limitada ha sido la forma de Monarquía presente en nuestro
constitucionalismo histórico durante el siglo XIX.

c) Monarquía Constitucional: En esta forma de Monarquía se produce un detrimento


de los poderes regios, aunque el Rey mantiene la jefatura del Ejecutivo. No
produciéndose aún la desvinculación entre la Jefatura del Estado y el Gobierno.

El Gobierno se consolida como órgano colegiado y el Jefe del Gobierno o Primer Ministro
adquiere un papel sobresaliente. Y El Gobierno requerirá, para su propia existencia y
subsistencia, de la doble confianza del Rey y el Parlamento.

d) La Monarquía Parlamentaria se configura como el último estadio de la evolución,


cuya legitimidad se encuentra en el sistema democrático constitucional que la Monarquía
tiene que defender. El reconocimiento y desarrollo del principio democrático, a través de la
consolidación y consagración de los Estados Sociales y Democráticos de Derecho, se ha
traducido en la necesaria evolución de la Monarquía hacia la democracia.

La Monarquía Parlamentaria se caracteriza por ser una Jefatura del Estado de carácter
hereditario ejercida a título de Rey y un sistema parlamentario de gobierno.

En la Monarquía Parlamentaria la soberanía no reside en el Rey, sino en el pueblo, que es


quien participa, directa o indirectamente, en la composición de los Poderes Legislativo y
Ejecutivo, de los que, por lo general, no forma parte el Monarca, y a quién únicamente se
atribuyen funciones de representación y símbolo del Estado, requiriéndose, por ello, para
el ejercicio de sus actos, del instituto del refrendo. Es decir, todos los actos del Rey, son
actos debidos, actos en los que el Rey no decide su contenido, y a los que, simplemente,
otorga el simbolismo de ser actos del Estado.

En definitiva, en una Monarquía Parlamentaria, el Rey carece de poderes efectivos,


viniendo a configurarse como una magistratura equilibradora, simbólica e integradora.
Este es el caso de las Monarquías de Reino Unido, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda,
Bélgica, así como la instaurada en España por la Constitución de 1978.

2. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA Y LA CONFIGURACIÓN DE LA CORONA

2.1. La monarquía parlamentaria en la Constitución Española de 1978.

La Monarquía en un sistema democrático sólo puede adoptar la forma de Monarquía


Parlamentaria. El legislador constituyente del 78 racionalizó la este tipo de monarquía.

La soberanía reside en el pueblo, no en el Rey. El Rey no forma parte de ninguno de los


tres poderes clásicos del Estado. El Rey no asume poderes efectivos, siendo todos sus
actos debidos y, en consecuencia, decididos por el legislativo o el ejecutivo. Es por ello,
que sus funciones son moderadoras o arbitrales, y, en todo caso, simbólicas, al ser el Rey
símbolo de la unidad y permanencia del Estado.

El Rey es inviolable e irresponsable, lo que exige, para la validez de sus actos de la


institución del refrendo.

En Definitiva, en España la Jefatura del Estado la ostenta el Rey y el sistema de gobierno


es parlamentario.

2.2. LA CONFIGURACIÓN DE LA CORONA

A) Consideraciones previas.

La Constitución española de 1978, concibe a la Corona como un órgano diferenciado del


Estado al que se le atribuyen funciones distintas de las del Gobierno, las Cortes Generales,
órganos integrantes del poder judicial, u otros poderes constituidos.

La Corona ostenta la Jefatura del Estado, cuyo titular es el Rey, al que le competen las
funciones que le atribuyen la Constitución y las Leyes.

Es un poder estatal, pero no es un poder estatal autónomo, pues depende de la institución


del refrendo para la validez de sus actos.
B) La sucesión en la Corona.

La Constitución española de 1978 regula el orden sucesorio en el artículo 57.1, siguiendo


las Partidas del siglo XIII, basándose en los siguientes principios:

Principio de preferencia de línea directa. Las series de grados forman las líneas. Las
líneas pueden ser directas o colaterales. Se prefiere la línea directa a la colateral (ej. Hijos,
nietos..., antes que hermanos, tíos, primos o sobrinos del Rey muerto).

Principio de preferencia de grados más próximos en linea directa. Los grados


equivalen a generaciones. Se prefieren las personas de generación más próxima al Rey
(los hijos a los nietos).

Principio de primogenitura. Como regla general el heredero del Rey es el primer hijo
nacido en su matrimonio o, en caso de no tener hijos, el de más edad entre los llamados a
sucederlo.

Principio de preferencia del varón. Dentro del mismo grado (hermanos), tendrá
preferencia el varón sobre la mujer, aunque esta sea de mayor edad (quiebra el principio
de primogenitura). Este principio colisiona con la prohibición de discriminación por razón
de sexo (art. 14 CE); con la normativa de la Unión Europea y también con la normativa
interna.

Principio de Representación. En caso de fallecimiento del llamado a suceder al Rey,


sus descendientes, de acuerdo con los principios anteriores, adquieren, por
representación, los derechos a la sucesión a la Corona antes que otros posibles herederos.

La Constitución completa el sistema de sucesión a la Corona mediante la regulación de los


dos supuestos siguientes:

Art.57.5 CE. En virtud del cual, si existiesen dudas sobre la persona con más derecho de
sucesión en la Corona, se resolverá mediante Ley Orgánica de las Cortes Generales.

Art. 57.3 CE. En el supuesto de que no exista sucesor a la Corona por extinción de todas
las líneas llamadas en Derecho, serán las Cortes Generales, reunidas en sesión conjunta
(art.74.1 CE), a las que les compete decidir cómo se deberá proveer a la sucesión en la
Corona “en la forma que más convenga a los intereses de España”.

Los supuestos de la sucesión son el fallecimiento y la abdicación. Esta última requiere de


la concurrencia de tres requisitos: 1. La voluntad del Rey; 2. La titularidad de la Corona se
transmite en el mismo acto, al inmediato sucesor; 3. Ley Orgánica.

La inhabilitación permanente no se reconoce de forma explícita por la Constitución (en la


Constitución sólo se reconoce el supuesto de inhabilitación temporal art. 59.2)3.

C) Regencia.

La Constitución consagra la institución de la Regencia en los artículos. 58, 59, 60 y 61 CE.


Institución que tiene por finalidad sustituir a la persona del Rey de forma provisional,
ejerciendo las funciones que constitucionalmente se le atribuyen.
Las personas llamadas a ejercer la Regencia deberán prestar el mismo juramento que el
Rey, al ser proclamada, así como el de fidelidad al Rey (art.61.2 CE).
Quienes ejercen la Regencia tienen el tratamiento de Alteza (no de Majestad).

Clases de Regencia:

a) Regencia por minoría de edad del Rey (art.59.1 CE). Este tipo de Regencia está
condicionada por los años que se exigen para que el Rey adquiera la mayoría de edad. El
art.59.1 CE en relación con el art.12 CE, establece la mayoría de edad del Rey a los 18
años.

b) Regencia por inhabilitación del Rey (art.59.2 CE). Parece referirse a la inhabilitación
temporal. En este supuesto, la inhabilitación del Rey que da lugar a la Regencia debe ser
reconocida por las Cortes Generales.

Requisitos para ser Regente (art.59.4 CE): Ser español y mayor de edad.

Se distinguen dos tipos de atribución de la Regencia:

a) Regencia legítima. Atribuida por la Constitución.

Regencia por minoría de edad del Rey. Será sujeto de la Regencia: el padre o madre del
Rey, en su defecto, el pariente de mayor de edad más próximo a suceder en la Corona.

Regencia por inhabilitación del Rey. Si fuera mayor de edad el Príncipe/Princesa Heredero/
a; si no lo fuera, se adjudicará la Regencia igual que en el supuesto anterior.

b) Regencia efectiva. Se produce cuando no exista ninguna de las personas llamadas a la


regencia legítima. En este supuesto, serán las Cortes Generales, las que, en sesión
conjunta, tendrán que nombrar una Regencia que podría estar formada por 1, 3 o 5
personas.

Este tipo de Regencia presenta dos importantes diferencias con la regencia legítima. Por
un lado, puede tratarse de una Regencia colegiada. Por otro, puede ser Regente cualquier
español mayor de edad.

Las Cortes Generales no pueden revocar la Regencia por ellos nombrada, salvo en los
supuestos de inhabilitación y dimisión, y ello, porque la Regencia posee la misma posición
constitucional que el Rey, afectándole, por tanto, su carácter inviolable e irresponsable.

La Regencia tendrá una duración igual a la del supuesto que la ha originado. Sus
funciones son las mismas que lleva a cabo el Rey (arts. 62 y 63 CE).

Incompatibilidades: como causa de incompatibilidad de la Regencia, la Constitución


únicamente se refiere al Tutor del Rey, ya que únicamente el padre, la madre o los
ascendientes directos del Rey pueden acumular ambos cargos.
D) Tutela regia.

En los supuestos de minoría de edad del Rey, además de la necesidad de nombrar a un


Regente, el artículo 60 CE contempla la figura del Tutor.

La Constitución establece tres tipos de Tutoría: La tutoría testamentaria, cuando el Rey


difunto nombra en su testamento al tutor del Rey menor; la tutoría legítima que
corresponde, en defecto de la testamentaria, al padre o madre del Rey menor, según el
caso, mientras permanezca viudo. Y la tutoría parlamentaria, cuando no se den los dos
supuestos anteriores, el tutor del Rey, será nombrado por las Cortes Generales, en sesión
conjunta, entre cualquier español de nacimiento mayor de edad.

No se pueden acumular los cargos de Regente y Tutor Regio, salvo si se trata del padre,
madre o ascendiente directo del Rey. La Tutela además, es incompatible con todo cargo o
representación política.

3. LAS FUNCIONES Y LA RESPONSABILIDAD DEL REY

3.1. LAS FUNCIONES DEL REY

A) Introducción, funciones genéricas y posición constitucional del Rey.

Como se sabe, nuestra CE ha procedido a una democratización de la Monarquía española,


al racionalizar la monarquía parlamentaria en su regulación en la norma fundamental. Es
algo que debemos tener presente al analizar las funciones del Rey y fijar su posición en
nuestro sistema parlamentario de gobierno, es decir tenemos que tener presente cuál
debe ser el papel de una jefatura del Estado monárquica en un Estado social y
democrático de Derecho en la que la soberanía pertenece al Pueblo y que se inscribe en
un sistema de gobierno parlamentario (artículo 1 CE).

Se puede afirmar que el Rey carece de “potestas" en las funciones que asumen los
poderes constituidos y su significación radica en la “autoritas" que despliega en el ejercicio
de sus funciones atribuidas expresamente por la CE y las leyes. Tiene especial relevancia
esta consideración en lo relativo a las funciones del Rey que se regulan, principalmente,
en los artículos 56.1, 62 y 63 de la CE.

Según el art. 56.1 CE: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia,
arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta
representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las
Naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente
la Constitución y las Leyes”

El artículo 56.1 de la CE determina, pues, que el Rey es el Jefe del Estado y por ello se le
concibe desde un triple punto de vista: a) como símbolo de su unidad y permanencia; b)
como árbitro y moderador del funcionamiento regular de las Instituciones y; c) como el
más alto representante del Estado en las relaciones internacionales.

1º Como símbolo de la unidad y permanencia del Estado, la función simbólica que


el Rey ostenta, en cuanto a la idea de unidad, tiene una doble significación política:

Por un lado, el Rey, como Jefe del Estado, representa la unidad del Estado frente a la
división orgánica del poder.
Por otro lado, simboliza al Estado español, en relación con la organización descentralizada
del poder político que nuestra Constitución consagra, es decir, en relación con el Estado de
las Autonomías.

Por otra parte, la función simbólica que el rey ostenta, en cuanto a la idea de
permanencia, alude a la continuidad que el carácter hereditario de la Monarquía garantiza
en la Jefatura del Estado.

Ser símbolo del Estado supone encarnar la unidad del poder estatal.

2º En segundo lugar, el artículo 56.1 de la Constitución concibe al Monarca como árbitro


y moderador del funcionamiento regular de las instituciones.

La función moderadora ha de entenderse según Navas Castillo “como capacidad de


influencia, sin que la voluntad regia pueda imponerse, en ningún caso, a los órganos que
integran el poder estatal. Es decir, el sentido de la función moderadora no es el de resolver
conflictos, sino el de evitarlos o prevenirlos; de tal manera, que, el Rey, lejos de imponer
su voluntad a ese complejo mecanismo del poder estatal, únicamente podrá pretender
conseguir mediante sus sugerencias, advertencias y consejos, que las instituciones ajusten
su funcionamiento a la Constitución y a las leyes y se relacionen de manera fluida, es
decir, sin choques innecesarios”. Otros autores entienden por moderar lo que
expresamente determina la RAE “Templar, ajustar, o arreglar algo (...)”. Junto a la función
moderadora se atribuye al Rey la función arbitrar que, según la Real Academia
Española, es dar o proponer arbitrios, es juzgar como árbitro. En consecuencia, el árbitro
aprecia y pondera las circunstancias que la ley no precisa.

En cualquier caso, con esta expresión de árbitro y moderador, en palabras de Navas


Castillo: “no se otorga un poder personal al Rey, ni tampoco se dejan indefinidas sus
funciones. Y ello, porque el Rey sólo ejerce las funciones que expresamente le atribuyen la
Constitución y las Leyes, de tal manera, que:

Por un lado, su posición constitucional como árbitro y moderador del funcionamiento


regular de las instituciones únicamente puede desarrollarla por medio de las competencias
que le han sido expresamente atribuidas. Y por otro, esta remisión “a las leyes”, que
efectúa el artículo 56.1 CE no debe de entenderse ni como una desconstitucionalización de
la materia, ni como una habilitación al legislador ordinario para que termine de perfilar la
institución regia, ya que sería inconstitucional la atribución legislativa al Rey de una
competencia que suponga una alteración de los esquemas de una Monarquía
Parlamentaria”.

3º) Por último, el art. 56.1 CE concibe al Monarca como el más alto representante del
Estado en las relaciones internacionales, competencia genérica, que la Constitución
especifica mediante la atribución al Monarca de tres funciones en el artículo 63 CE.

En cualquier caso, el Rey en su condición de símbolo de la unidad y permanencia del


Estado, en su condición de árbitro y moderador del funcionamiento regular de las
instituciones, y en su condición de más alto representante del Estado español en las
relaciones internacionales, ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la
Constitución y las leyes, es decir, las funciones específicas.
Partiendo de tales premisas, parece que el artículo 56.1 CE coloca a la Corona, como
Jefatura del Estado, y al Rey como titular de la misma, al margen de los poderes del
Estado; configura, por tanto, una Corona, sin responsabilidad, sin poder, compatible con el
régimen parlamentario, en la que el Rey sólo ejerce las funciones que le atribuyen
expresamente la Constitución y las leyes.

B) Funciones del Rey relacionadas con las Cortes Generales.

Funciones que no suponen el ejercicio de ningún poder discrecional por parte de éste, se
trata, por tanto, de actos debidos sujetos a refrendo.

1) La sanción y promulgación de las leyes (art. 62.a CE)

La sanción de las leyes no puede significar en nuestro ordenamiento lo que significó en


el pasado, cuando el Rey participaba en la formación de la voluntad política del Estado,
mediante el ejercicio de la potestad legislativa, ya que en una Monarquía Parlamentaria, el
Rey carece de derecho de veto, y por tanto no puede rehusar la sanción.

La sanción, por tanto, se configura en nuestra Constitución como un acto debido, una
competencia regia de obligado cumplimiento, como se desprende del significado jurídico
de la Monarquía Parlamentaria (art. 1.3 CE); de la atribución a las Cortes Generales de la
potestad legislativa (art. 66CE), y de los términos imperativos que utiliza el art. 91 CE, al
establecer que “el Rey sancionará en el plazo de quince días las leyes aprobadas por las
Cortes Generales”

La promulgación es un acto diferente a la sanción, se podría definir como la función


certificante que corresponde también al Jefe del Estado, en virtud de la cual, éste da fe y
notifica a los órganos del Estado la existencia de una nueva ley, incluyendo, a la vez, un
requerimiento a las autoridades y a los ciudadanos para que la cumplan. La promulgación
que, en la práctica, es simultánea a la sanción, es también un acto debido del Rey.
Por tanto, la fórmula ritual que se utiliza en nuestras Leyes se descompone en dos:

Por un lado, la fórmula de la sanción, que se inserta en el encabezamiento del texto legal,
y que es el siguiente: “a todos los que la presente vieren y entendieren. Sabed: que las
Cortes Generales han aprobado y yo vengo a sancionar la siguiente Ley”

Y por otro, la fórmula de la promulgación, que se inserta al final del texto legal, con el
siguiente tenor: “por tanto, mando a todos los españoles, particulares y autoridades que
guarden y hagan guardar esta Ley”

La orden de publicación de la Ley no se recoge en ninguna fórmula expresa, por lo que,


deberá entenderse que esa orden va implícita en la firma del rey o que es una orden
verbal que el Rey da al Presidente del Gobierno, ya que la publicación en sí de la Ley ya
no es un acto regio, sino un acto del Poder Ejecutivo, que es el que ostenta la
competencia sobre el Boletín Oficial del Estado.

2) Convocar las Cortes Generales (art. 62.b CE)

Esta función regia es también un acto debido sometido a refrendo sin ningún poder de
discrecionalidad.
La convocatoria regia afecta a la reunión de las Cámaras al inicio de cada Legislatura, pero
no a las reuniones ordinarias ni extraordinarias previstas en el art. 73 CE, en las cuales se
produce la convocatoria automática por el Presidente de cada Cámara, sin intervención
real alguna.

Por tanto, el Rey se limita, tras las elecciones generales, a convocar las nuevas Cámaras,
“dentro de los 25 días siguientes a la celebración de las elecciones” (art. 68.6 CE), una vez
que sus Presidentes le han comunicado formalmente la constitución de las mismas (art.
4.2. RC)

Desde la I Legislatura Constitucional, el Rey preside la solemne sesión de apertura de la


nueva Legislatura y dirige un mensaje institucional a las Cortes Generales reunidas en
sesión conjunta en el Congreso de los Diputados.

3) Disolver las Cortes Generales (art. 62 b CE)

Tampoco cabe hablar en este caso de un poder discrecional del rey. El Rey disuelve las
Cortes Generales en tres supuestos tasados constitucionalmente:

1º El supuesto habitual de disolución se produce cuando termina la Legislatura o cuando


se produce la disolución anticipada de las Cortes Generales, y, en consecuencia, se lo
propone el Presidente del Gobierno, bajo su exclusiva responsabilidad, de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 115 CE.

2º En el supuesto de la reforma agravada de la Constitución, cuando la propuesta de


reforma sea aprobada por mayoría de dos tercios de cada Cámara (art. 168 CE).

3º En el supuesto del art. 99 CE, por imperativo constitucional, cuando en el plazo de dos
meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato a la Presidencia
del Gobierno hubiera obtenido la confianza del Congreso de los Diputados.

En estos supuestos la función del Rey se limita a firmar el correspondiente decreto de


disolución.

4) Convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución (art. 62.b


CE)

En el ejercicio de esta función, el Rey también carece de discrecionalidad, puesto que la


determinación de la fecha de las elecciones corresponde, tanto en el supuesto de
disolución, como en el de extinción del mandato, dentro de los requisitos generales
previstos en la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (entre los 30 y 60 días desde la
terminación del mandato), al titular legitimado para refrendar el acto real (Presidente del
Gobierno o Presidente del Congreso de los Diputados).

El decreto de disolución siempre fija la fecha de las elecciones.

B) Funciones del Rey con el Poder Ejecutivo.

La CE no configura al Rey como cabeza del Ejecutivo. En alguna de estás funciones se


encuentra un mayor margen de discrecionalidad del Rey.
En el sistema de relaciones entre el Rey y el Poder Ejecutivo, cabe señalar las siguientes
funciones:

1) Proponer el candidato a Presidente del Gobierno

Esta es, sin duda, la función más importante que la Constitución atribuye al Rey, por su
significación y por albergar en en esa propuesta un cierto grado de discrecionalidad en su
ejercicio.

Dentro la misma se incluyen las atribuciones del art. 62.d CE: la de proponer el candidato
a Presidente del Gobierno; la de nombrar, en su caso al Presidente del Gobierno y la de
poner término a las funciones del Presidente del Gobierno en los términos previstos en la
Constitución. Como puede imaginarse, en la dos últimas actuaciones el margen de
actuación discrecional del Rey es inexistente. Configurándose como actos debidos del
Monarca y sometidos a refrendo.

El marco normativo de esta significativa potestad del Rey, se pormenoriza en el art. 99 CE


(hay más artículos relacionados) que ha demostrado su incapacidad para adaptarse a
determinadas circunstancias recientes, o si se prefiere que ha sido sobrepasado en la XI
Legislatura. Siendo necesaria una reforma constitucional del mismo para precisar las
insuficiencias mostradas.

a) En cuanto a la Facultad del Rey de proponer el candidato a Presidente del


Gobierno:

De conformidad con el art. 99.1 CE:“Después de cada renovación del Congreso de los
Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa
consulta con los representantes de los Grupos políticos con representación parlamentaria,
y a través del Presidente del Congreso, propondrá un Candidato a la Presidencia del
Gobierno”.

Esta se produce en cuatro supuestos: 1º Después de la celebración de elecciones


generales. 2º Por pérdida de la confianza parlamentaria de acuerdo con lo dispuesto en el
art. 114.1 CE (porque no prospere una cuestión de confianza); 3º Por dimisión del
Presidente del Gobierno (art. 101.1 CE) y; 4º Por fallecimiento del Presidente del Gobierno
(art. 101.1 CE).

En estos supuestos el Rey deberá proceder a consultar con los representantes


designados por los Grupos Políticos con representación parlamentaria. Consulta que en la
práctica efectúa el Rey con los representantes designados por las formaciones políticas
con representación en el Congreso de los Diputados.

La finalidad de esta consulta regia, es tener conocimiento directo de quién es la persona


que puede obtener la confianza parlamentaria del Congreso de los Diputados, para formar
gobierno.

Realizadas las consultas, el Rey propone, con el refrendo del Presidente del Congreso de
los Diputados, un candidato a la Presidencia del Gobierno. En principio, el refrendo
del Presidente del Congreso de los Diputados parece concebido como un cauce de
autentificación de que el Rey ha cumplido con los requisitos establecidos
constitucionalmente, pero nunca debe de ser entendido como un ejercicio efectivo de la
propuesta de nombramiento, que recae exclusivamente en el Rey, teniendo, por ello,
cierto margen de discrecionalidad. Ahora bien, la discrecionalidad del Rey depende mucho
de la correlación de fuerzas políticas existentes en el Congreso de los Diputados.

Posteriormente, tal y como determina el artículo 99: El candidato a la Presidencia del


Gobierno propuesto por el Rey, expondrá ante el Congreso de los Diputados su programa
de gobierno, solicitando, a dichos efectos, la confianza parlamentaria.

La confianza se entenderá otorgada si obtiene, en primera votación, el voto favorable de


la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados, o la mayoría simple, en segunda
votación. Ahora bien, en caso de que el candidato propuesto no obtenga la mayoría
requerida, en ninguna de las dos votaciones, se procederá a tramitar sucesivas propuestas
en la misma forma expuesta.

Si transcurridos dos meses, contados a partir de la primera votación de investidura,


ninguno de los candidatos propuestos obtiene la confianza del Congreso de los Diputados,
el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará elecciones generales con el refrendo del
Presidente del Congreso de los Diputados.

b) En cuanto a la Facultad de nombramiento del Presidente del Gobierno. Se sabe


que es un acto debido, sin margen de discrecionalidad. Esta facultad tiene lugar en dos
supuestos: En el nombramiento ordinario, analizado, del art. 99 CE cuando el candidato
obtiene la confianza del Congreso de los Diputados (art. 99.3 CE), y en el nombramiento
que se produce cuando prospera una moción de censura (art. 114.2 CE).

c) El cese del Presidente del Gobierno. Como se sabe, también es un acto debido.

2) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, propuesta de su Presidente.


Se trata de un acto debido, ya que la selección y separación de los miembros del Gobierno
le compete al Presidente del Gobierno. Este acto regio estará refrendado por el Presidente
del Gobierno.

3) Ser informado de los asuntos del Estado y presidir, a estos efectos, el


Consejo de Ministros. La presencia del Rey en el Consejo de Ministros es sólo a los
efectos de ser informado de los asuntos de Estado, de tal manera que, en ningún caso,
participará en la toma de acuerdos.

En cualquier caso, el Monarca está informado de forma habitual, a través de sus


audiencias periódicas con el Presidente del Gobierno, con los ministros, con los
representantes de los Partidos Políticos, organizaciones sindicales y empresariales.

4) Expedir los decretos aprobados en el Consejo de Ministros


Se trata de un acto debido, respecto del cual, no cabe ningún margen de discrecionalidad.
No cabe que el Rey pueda negarse a expedir un decreto por considerar que su contenido
es contrario a Derecho, ya que el Rey no es el órgano al que corresponde controlar la
adecuación de las Leyes a la Constitución ni de las normas reglamentarias a las Leyes.
5) Conferir los empleos civiles, militares, honores y distinciones.
La Constitución establece, expresamente, que esta función ha de ejercerse con arreglo a
las leyes. En el ejercicio de esta función el Rey no tiene ningún margen de
discrecionalidad.

6) Mando Supremo de las Fuerzas Armadas.


El Rey ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas de un modo honorífico, y no de
una manera efectiva, la cual le corresponde al Gobierno, ya que a tenor del art. 97 CE, el
Gobierno dirige la Administración militar y la defensa del Estado. Es decir, el Rey es la
máxima autoridad militar, pero se encuentra desprovisto de mando efectivo.

7) El Rey y las Relaciones Internacionales


Conviene recordar que la Constitución española configura la acción exterior del Estado
sobre tres pilares: 1º El Gobierno dirige la política exterior del Estado (art. 97CE); 2º las
Cortes Generales son el órgano de control de la actuación gubernamental (arts. 93, 94 CE)
y; 3º el El Rey es el más alto representante del Estado en las relaciones internacionales
(art. 56.1 CE)

Esta participación del Rey en las relaciones internacionales, tiene distintas


manifestaciones: 1º El Rey acredita a los embajadores y a otros representantes
diplomáticos (art. 63.1 CE); 2º El Rey declara la guerra y la paz, previa autorización de las
Cortes Generales (art. 63.3 CE); y el Rey presta su consentimiento para que el Estado
pueda obligarse internacionalmente por medio de Tratados Internacionales, en relación
con lo cual habrá que estar a lo dispuesto en los artículos 93 y 94 CE. Todas estas
funciones del Rey son actos debidos, sin ningún margen de discrecionalidad.

C) El Rey y las Comunidades Autónomas


Las funciones que el Rey realiza en relación con las Comunidades Autónomas, son
funciones regladas del monarca, en las que no cabe ningún margen de discrecionalidad:

1º Sanción de los Estatutos de Autonomía y la convocatoria de los referéndums


autonómicos.
2º Nombramiento del Presidente de las Comunidades Autónomas, con el refrendo del
Presidente del Gobierno.

Por su parte, las leyes aprobadas por los Parlamentos Autonómicos son promulgadas, en
nombre del Rey, por los respectivos Presidentes de las Comunidades Autónomas.

E) El Rey y la Justicia
Ámbito de actuación del Monarca donde menor margen de discrecionalidad cabe, y donde
el ejercicio de sus funciones es de carácter simbólico:
a) En su nombre se administra la Justicia. b) Ejerce el derecho de gracia, que nunca podrá
implicar la concesión de indultos generales. c) Nombramiento de altos cargos: Presidente
del Tribunal Supremo; Vocales del Consejo General Judicial; Fiscal General del Estado;
Presidente y Magistrados del Tribunal Constitucional....etc.

F) Otras Funciones
Alto Patronazgo de las Reales Academias (art. 62.j CE). Función de carácter honorífico.
En relación con el cuerpo electoral, le corresponde al Rey Convocar a referéndum, tanto
en los supuestos de referéndum consultivo, constitucional, como autonómico, que
realmente es ejercido por la persona legitimada para ello constitucionalmente, en este
caso el Presidente del Gobierno, a quien corresponde refrendar tales actos.

3.2. LA RESPONSABILIDAD DEL REY

Art.56.3 CE: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad”.

Irresponsabilidad: el Monarca está exento de toda responsabilidad política o jurídica


cuando actúa como Jefe del Estado. De ahí, el establecimiento del instituto del Refrendo a
que se refieren los artículos 56.3 y 64 de la Constitución.

Refrendo: El efecto principal del refrendo consiste en una traslación de la responsabilidad


por el acto del Rey al sujeto refrendante. Condición necesaria para la validez del acto
regio. La carencia del refrendo hace que el acto del Rey no sea un acto meramente
anulable, sino nulo de pleno Derecho.

Actos sujetos a refrendo: El artículo 56.3 CE establece que los actos del Rey estarán
siempre refrendados, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2 CE.

Por su parte, el artículo 65 CE dispones:


“1. El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una Cantidad global para el sostenimiento
de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma. 2. El Rey nombra y releva
libremente a los miembros civiles y militares de su Casa”

Por lo que, de la interpretación conjunta de ambos preceptos, cabe distinguir entre:

Actos sujetos a refrendo. Serán todos los actos que realiza el Rey en tanto Jefe del Estado.

Actos no necesitados de refrendo: La Constitución sólo se refiere expresamente a un acto


exento de refrendo, que es el nombramiento y relevo de los miembros civiles y militares
de la Casa Real. También tendría este carácter, aunque no haya sido establecido
expresamente por la Constitución, el supuesto contemplado en el artículo 65.1 CE, que se
refiere a la distribución del presupuesto que el Rey recibe para el sostenimiento de su
familia y Casa, tal y como se deduce de la expresión “libremente”.

También son actos exentos de refrendo aquellos que el Rey realiza como ciudadano
particular.

Sujetos refrendantes (art.64.1 CE):

El Presidente del Gobierno. Es el sujeto que con más frecuencia refrenda los actos del Rey.
Si se plantea qué sujeto debe refrendar un acto del Rey que no esté delimitado con
claridad, será el Presidente del Gobierno quien lo refrende.

Ministro o Ministros competentes. Se entiende por Ministro competente el titular del


Departamento Ministerial a quien corresponda por razón de la materia el asunto que exige
el refrendo.

Presidente del Congreso de los Diputados. Refrenda los actos del Rey en tres supuestos
concretos:
En el caso de la propuesta a candidato a la presidencia del Gobierno (art.99.1 CE).
En el caso del nombramiento del nuevo Presidente del Gobierno (art.99.3 CE).
En el caso de la disolución de las Cortes y convocatoria de nuevas elecciones prevista en
el artículo 99.5 CE.

Tipos de Refrendo:
Refrendo expreso. Es el más común. Se realiza por escrito (contrafirma presidencial o
ministerial de un escrito regio).
Refrendo tácito. Consiste en la presencia física de algún miembro del Gobierno junto al
Rey en sus actividades oficiales. (ej. El Ministro de Defensa acompaña al Rey en sus actos
militares).
Refrendo presunto. Los actos del Rey que no pueden ser refrendados ni por el refrendo
expreso ni por el refrendo tácito, no significa que carezcan de refrendo, ya que, el mismo,
cabe presumirlo, si el Presidente del Gobierno o el Ministro competente se mantienen en
su puesto y, en consecuencia, asumen la responsabilidad del acto. (ej. Discursos del Rey).

BIBLIOGRAFÍA:

• ALVAREZ CONDE, E.; TUR AUSINA, A.: Derecho Constitucional, Tecnos, 2021.
• NAVAS CASTILLO, A.; NAVAS CASTILLO, F.: El Estado Constitucional Multinivel,
Dykinson, 2016.

El presente texto se difunde con fines exclusivamente docentes, quedando prohibida


su aparición en cualquier plataforma digitales.

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