Fuente de Las Obligaciones
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CONTRATOS
I. Introducción
Concepto de Obligación: vínculo jurídico entre dos personas, una de ellas llamado deudor que s
encuentra en la necesidad jurídica de dar hacer o no hacer algo respecto de otra llamada acreedor.
Justiniano: es una relación o vínculo jurídico que nos otorga la posibilidad de obtener una
prestación.
Alessandri: el vínculo jurídico que coloca a una persona determinada en la necesidad de
dar, hacer o no hacer algo respecto de otra persona determinada.
Fueyo: es el vínculo o relación jurídica entre dos o más personas en virtud del cual una de
las partes, el deudor, debe cumplir una prestación determinada en favor de otra, el acreedor,
que tiene la facultad de exigirla, constriñéndola con los medios coercitivos dispuestos por la
ley.
Este concepto arranca del Art. 578 CC el que dispone que los derechos personales o créditos son los
que sólo pueden reclamarse de ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la
ley, han contraído las obligaciones correlativas; como el que tiene el prestamista contra su deudor
por el dinero prestado, o el hijo contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las acciones
personales.
Fuentes de las Obligaciones: el Art. 578 CC contiene la idea implícita de fuente de la obligación al
expresar “por un hecho suyo o la sola disposición de la ley”. Ahora bien, el Art. 578 CC no señala
cuales son las fuentes de las obligaciones. Sin embargo, el Art. 1437 CC efectivamente las enumera.
El Art. 1437 CC señala que las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o
más personas, como los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se
obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a
consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos y
cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los padres y los hijos sujetos a patria potestad.
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B. Funciones del Contrato: tan amplia es la relevancia de los contratos, que es prácticamente
imposible no encontrarse con uno.
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Las cosas de la naturaleza del contrato pueden ser suprimidas o alteradas sin que
pierda su fisonomía característica; para ello hace falta una cláusula formal. A falta
de una expresa estipulación, tales cosas se subentienden y reputan incorporadas al
contrato. Por ejemplo, la condición resolutoria tácita o la obligación de garantía del
vendedor en una compraventa.
o Elementos Accidentales: son accidentales a un contrato aquellas que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales
(la estipulación debe ser expresa, pero no necesariamente escrita). Las cosas
accidentales, por lo tanto, sólo pertenecen al contrato por acuerdo especial de las
partes contratantes. Por ejemplo, la fijación de un plazo para el pago del precio en
una compraventa.
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o Condición Resolutoria Tácita: según el Art. 1489 CC, en los contratos bilaterales
va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por una de las partes lo
pactado, por lo que la condición resolutoria tácita sería inoperante en los contratos
unilaterales.
o Teoría de los Riesgos (Art. 1550 CC): solamente en los contratos bilaterales se
plantea el problema de los riesgos, que consiste en determinar si la extinción por
caso fortuito de la obligación de una de las partes extingue igualmente o deja
subsistente la obligación de la otra. Ahora bien, la tesis del Art. 1550 CC no se ha
aplicado a todos los contratos bilaterales; no ha sido de aplicación general (caso del
Art. 1950 CC en arrendamiento). En los contratos unilaterales el caso fortuito
extingue las obligaciones de la única parte obligada.
o Mora (reciprocidad en materia del cumplimiento o incumplimiento): el
acreedor solo tiene derecho a exigir el cumplimiento del contrato una vez que está
cumplida la obligación que a él le cabe como acreedor en el contrato. Se aplica la
doctrina del contrato no cumplido o de que la mora purga la mora del Art. 1552
CC, es decir, que ninguna de las partes está en mora dejando de cumplir lo pactado,
mientras la otra no cumpla o esté pronta a cumplir sus obligaciones recíprocas.
Clasificación II (Art. 1440 CC):
o Gratuito o De Beneficencia: aquel que sólo tiene por objeto la utilidad de una de
las partes, sufriendo la otra el gravamen. Aquí, en la formación del consentimiento,
normalmente la razón o la causa del contrato será la mera liberalidad. Por ejemplo,
en un contrato de donación.
o Oneroso: aquel que tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose
cada uno a beneficio del otro. Por ejemplo, un contrato de compraventa. Los
onerosos, a su vez, se subdividen entre conmutativos y aleatorios (clasificación
siguiente).
Importancia:
o Causa: como se ha dicho, la causa de los contratos gratuitos, en general, será la
mera liberalidad.
o Culpa e Inejecución del Contrato: en los contratos onerosos, puesto que ambas
partes obtienen mutuo beneficio, el deudor responde de la culpa leve. En los
contratos gratuitos responderá de la culpa grave o levísima, según si la gratuidad
cede en provecho del acreedor (depósito) o del deudor (comodato). Por lo tanto,
existe la culpa de aquella parte que, en definitiva, queda gravado con el contrato,
pero, muchas veces, no puede incurrir en culpa. Por ejemplo, si el donante no
cumple, el donatario, en general, no podrá exigir la ejecución. Ahora bien, el
donatario puede incurrir en culpa, por ejemplo, al no prestar la ayuda al donante
cuando este lo necesita.
o Insinuación: muchos contratos gratuitos están afectos o sometidos al acto de la
insinuación en cuanto autorización que tiene que dar el juez respecto del contrato
gratuito (v.gr., una donación). Esta insinuación tiene sentido. Sin esta autorización
judicial, el contrato gratuito no vale, es una solemnidad necesaria. La persona que
quiere realizar una donación, debe respetar el derecho que le pueda corresponder a
los demás parientes del mismo grado, por ejemplo.
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o Real: aquel que para que sea perfecto, es necesaria la tradición de la cosa a que se
refiere. Aquí, se toma la voz “tradición” como entrega, no como transferencia de
dominio. Por ejemplo, un mutuo, un depósito, el comodato.
o Solemne: aquel que está sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales,
de manera que sin ellas no produce ningún efecto civil. El cumplimiento de
determinadas formas se justifica por varias razones: (i) pone a las partes a cubierto
de un malentendido; (ii) atrae su atención acerca de la gravedad del contrato que
concluyen; (iii) les suministra una prueba pre-constituida en caso de controversia.
Por ejemplo, el matrimonio, la hipoteca, la compraventa de bienes raíces. Las
formalidades las puede establecer la ley o las partes. Además, no cualquier
formalidad necesariamente va a significar que el contrato no produzca efecto:
Formalidad propiamente tal: aquellas solemnidades o aquellos requisitos
externos que exige la ley para la existencia o validez de un acto o contrato.
Si faltan, habrá nulidad absoluta.
Formalidad habilitante: aquellos requisitos que la ley exige para
completar la voluntad de un incapaz o para protegerlo. Si faltan, habrá
nulidad (absoluta o relativa, aunque generalmente relativa respecto a
formalidades habilitantes).
Formalidades por vía de prueba: aquellas que si no se cumplen impiden
que el acto pueda ser probado mediante algún medio de prueba específico.
Si faltan, faltará un medio de prueba, pero de todas maneras podrá probarse
el contrato por otras vías y generar obligaciones.
Formalidades de publicidad: aquellos requisitos externos que tienen por
objeto proteger (dándole conocimiento) a terceros que puedan verse
afectados por el acto o contrato. Si faltan, habrá (comúnmente)
inoponibilidad.
o Consensual: aquel que se perfecciona por el solo consentimiento. La falta de un
acto escrito, en caso de discusión, dificultará ciertamente la prueba, pero no obsta
que el contrato se encuentre perfecto. Asimismo, para el perfeccionamiento del
contrato, es indiferente que se hayan puesto en ejecución las obligaciones
resultantes. Por ejemplo, la compraventa.
Importancia: respecto a la determinación del momento en que se perfeccionó el contrato.
Clasificación VI:
o Nominados o Típicos: son aquellas que están expresamente establecidos por la ley;
aquellos que tienen una individualidad acusada y, por lo mismo, un nombre y una
reglamentación legal. Por ejemplo, la compraventa, el mutuo, la hipoteca, la fianza,
en fin.
o Innominados o Atípicos: aquellos que no están expresamente establecidos por la
ley; aquellos que carecen de una denominación y, sobre todo, de una especial
reglamentación legal. Por ejemplo, en materia de computación o un leasing. Son
creaciones de las partes que usan de su libertad de contratación. En este sentido,
estos contratos son regidos por las estipulaciones de las partes, por los principios
generales que gobiernan los contratos y por las reglas generales dictadas para
contratos afines. Estos contratos tienen el problema de que la forma de
negociarlo y convenirlo es
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distinta, ya que no hay reglas supletorias, hay que negociar todo. Lo mismo pasa a
la hora de interpretar el contrato, si no hay ninguna regla a la que se pueda recurrir,
se comienza tratando de averiguar cuál due la voluntad de las partes y, en caso de
que esta no sea clara, se deberá revisar a qué tipo de contrato nominado se parece el
que celebraron las partes. En caso de que todo lo anterior sea implausible, será el
juez el llamado a interpretar. También podrá, excepcionalmente, recurrirse a la
costumbre (usos y prácticas) contractuales.
Importancia: por lo tanto, cuando el contrato es innominado hay una serie de
complejidades en la construcción e interpretación contractual.
Clasificación VII:
o De Libre Discusión: aquel en que todas las condiciones y sus efectos son fijados
por las partes al momento de celebrarlo; es decir, aquel en que las partes concluyen
sus condiciones como resultado de una libre deliberación. Esta es la regla general.
o De Adhesión: aquel cuyas cláusulas han sido propuestas unilateralmente por el
proveedor sin que el consumidor, para celebrarlo, pueda alterar su contenido (Art. 1
Ley 19.496); aquel en que una de las partes formula las condiciones del contrato y
la otra se limita a prestar su aprobación o adhesión a di chas condiciones en block.
Es el proponente quien, en definitiva, señala todas las condiciones y efectos del
contrato (condiciones generales de contratación), mientras que la otra, el aceptante,
simplemente se adhiere aprobándolo. Esta forma reviste hoy el contrato de seguro y
algunos contratos de suministro como el de prestación de servicios eléctricos a
tarifas reguladas.
Importancia: la ley y el ordenamiento jurídico han regulado las condiciones generales de
contratación de los contratos de adhesión. Por ejemplo, deberes de información en la Ley de
Protección al Consumidor o la Comisión Antimonopolio. Estas obligaciones de información
permiten a los contratantes establecer, de antemano, las condiciones del contrato. Por lo
tanto, las condiciones generales de contratación deben cumplir ciertos requisitos: (i)
publicidad, tanto contenido informativo como difusión pública; (ii) no pueden ser
sorpresivas o espontáneas, a fin de evitar abusos; (iii) deben ser claras e inteligibles (letra
clara y grande). Todo esto está dirigido a evitar abusos (por ejemplo, cláusulas leoninas del
Art. 16 de la Ley 19.496).
Clasificación VIII:
o Individuales: aquel que requiere el consentimiento unánime de las partes a quienes
dejará vinculadas. El contrato individual es el tipo normal de contrato.
o Colectivos: aquel que afecta a una colectividad o grupo de individuos, aunque no
hayan concurrido a su celebración, por el hecho de pertenecer a ese grupo o
colectividad. Por ejemplo, el contrato colectivo de trabajo.
Clasificación IX:
o De Ejecución Instantánea: son aquellos que, por su naturaleza, producen el
cumplimiento inmediato por las partes. Por ejemplo, compraventa de un bien
mueble. Esto no obsta que existan obligaciones que se perpetúan en el tiempo, pero
se distancian de la ejecución o cumplimiento típica e inmediata del contrato (por
ejemplo, el saneamiento de la evicción y de los vicios redhibitorios).
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El riesgo es la destrucción de la cosa por un hecho fortuito ajeno a las partes. La regla del Art. 1550 CC es
que el riesgo es del acreedor.
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Este acápite se guía por Meza Barros. Al final de los apuntes hay un resumen del artículo de don JME.
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Las partes contratantes son aquellas que manifiestan su consentimiento al momento de celebrar el contrato,
en muchos casos actúan a nombre propio o bien representados.
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Los herederos en cuanto asignatarios a título universal se diferencian de los legatarios en cuanto asignatarios
a título singular.
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ella más que a lo literal de las palabras. Esto, dicen algunos, es totalmente opuesto a
las normas de interpretación de la ley; esto porque en el Art. 19 CC se sostiene que
cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de
consultar su espíritu. El contenido del Art. 1560 CC es consecuencia del principio
de autonomía de la voluntad. El intérprete, en su análisis para desentrañar la
intención de las partes, debe partir por el principio de buena fe consagrado en el
Art. 1546 CC. Este es el método que adopta el Código Civil de Chile (por
influencia francesa).
b. Objetivo: la declaración de voluntad tiene un valor en sí, independientemente de la
intención de sus autores. Para interpretar el contrato no debe indagarse, por lo tanto,
cuál ha sido la intención de los contratantes sino el alcance que corresponde atribuir
a la declaración (a la letra del contrato), según el uso corriente, las costumbres, las
prácticas admitidas en los negocios. Este es el sistema seguido por el Código Civil
de Alemania.
4. Reglas de Interpretación: entonces, la regla fundamental es que conocida claramente la
intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras (Art.
1560 CC). Es decir, la voluntad real de los contratantes prevalece sobre los términos en que
se ha formulado dicha declaración. Ahora bien, la disposición no significa que el intérprete
debe desentenderse de los términos del contrato. Si los términos son claros, lo será́
igualmente la intención de las partes. Sólo está autorizado el intérprete para apartarse del
tenor literal del contrato, cuando contraría la intención de los contratantes “conocida
claramente”. Para conocer la intención de los que contratan, el Código ha señalado diversas
normas de interpretación. De esta manera, López Santa María afirma que hay que
distinguir:
a. Reglas de interpretación relativas a elementos intrínsecos:
i. Regla de la Armonía (Art. 1564 inc. 1 CC): las cláusulas de un contrato
se interpretarán unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor
convenga al contrato en su totalidad. Así, el contrato constituye un todo
indivisible. Sus cláusulas se encadenan unas a otras y es irracional
considerarlas aisladamente.
ii. Regla del Objeto (Práctico) del Contrato (Art. 1562 CC): el sentido en
que una cláusula puede producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en
que no sea capaz de producir efecto alguno. Esta regla se fundamenta en
que es razonable suponer que las partes no han querido insertar en el
contrato cláusulas inútiles y carentes de sentido.
iii. Regla del Sentido Natural de la Claúsula (Art. 1563 inc. 1 CC): en
aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria deberá estarse a la
interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato. Por lo tanto,
las cláusulas ambiguas de un contrato deben entenderse del modo que esté
más acorde con su naturaleza.
b. Reglas de interpretación relativas a otros elementos del contrato:
i. Regla del Alcance de los Términos Generales del Contrato (Art. 1561
CC): por generales que sean los términos de un contrato, sólo se aplicarán
a la materia sobre que se ha contratado. Así, el acuerdo de voluntades no
puede referirse sino a la materia que es objeto del contrato. A esta materia
debe restringirse el alcance de las cláusulas contractuales, aunque
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estén
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explicación que haya debido darse por ella (inc. 2). Por lo tanto, las
cláusulas ambiguas deben interpretarse en contra de aquel de los
contratantes que las dictó y a quien, en suma, puede imputarse esta
ambigüedad.
2. No pudiendo aplicarse ninguna de las reglas precedentes de
interpretación, se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del
deudor (inc. 1).
5. Integración de los Contratos: aparejada a la hermenéutica contractual, surge la
integración contra cual como aquella que tiene por objeto suplir el silencio o error en el que
incurrieron las partes en un contrato y que, por tanto, no previeron una determinada
situación. En general, los árbitros impiden y son reticentes a la integración contractual
(“inventarse una determinada cláusula”). Sin embargo, podrían buscarse formas de
integración en base al Art. 1546 CC5, el Art. 1562 CC, el Art. 1563 CC, entre otros.
G. Disolución de los Contratos: el Art. 1545 CC establece que el contrato legalmente celebrado
constituye una ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por consentimiento mutuo o
por causas legales.
Consentimiento mutuo o resciliación: por regla general todo contrato se disuelve por un
acuerdo de voluntad de las partes. Es natural que la misma voluntad que le dio origen pueda
ponerle fin.
o Excepciones a la regla:
A veces la voluntad de los contratantes es impotente para disolver el
contrato, como en el caso del matrimonio.
Otras veces, es suficiente para poner fin al contrato la declaración unilateral
de voluntad de los contratantes como ocurre en el mandato, en el
arrendamiento, en la sociedad.
o Efectos de la resciliación: los efectos de la resciliación se extienden únicamente
hacia el futuro. Como consecuencia de que no opera retroactivamente, la
resciliación no afecta a terceros. Los derechos que éstos adquirieron, mientras el
contrato se mantuvo vigente, subsisten en su integridad.
Cuando el acuerdo de voluntades interviene antes que las estipulaciones de
las partes se hayan cumplido, las obligaciones que genera se extinguen. A
esto apunta el Art. 1567 CC, en cuanto considera como modo de extinguir
las obligaciones a la convención en que las partes interesadas consienten en
darlas por nulas.
Pero si el contrato se ha cumplido, el mutuo disenso no produce el efecto
de extinguir las obligaciones. La ejecución del contrato libera a las partes
de sus obligaciones. En tal caso, la abolición del contrato hace surgir
nuevas obligaciones: las que sean menester para deshacer lo hecho.
o Resolución y resciliación: la resolución del contrato es el efecto de una condición
resolutoria cumplida (fundamentalmente la condición resolutoria tácita), la que
opera
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Art. 1546 CC: los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en
ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por
la ley o la costumbre pertenecen a ella.
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H. Otros Contratos (López Santa María): hay una amplia gama de figuras contractuales cuyo
estudio no es tan profundo.
1. Contrato Dirigido: aquel en que la reglamentación legal tiene carácter imperativo, sin que
las partes puedan alterar, en el contrato particular, lo establecido de manera general y
anticipada por el legislador, sea en su contenido y efectos, o en la persona con la cual se
debe contratar. Por ejemplo, el contrato de edición de los escritores, el contrato de inversión
extranjera, operaciones de crédito de dinero, entre otros.
2. Contrato Forzoso: aquel que el legislador obliga a celebrar o dar por celebrado. Por
ejemplo, la caución de restitución y conservación que debe rendir el usufructuario.
3. Contrato Tipo: acuerdo de voluntades en cuya virtud las partes predisponen las cláusulas
de futuros contratos que se celebrarán masivamente. El contrato tipo consiste en un acuerdo
por el cual se prefijan las condiciones generales de la contratación. Los contratantes
adoptan un formulario, por lo general impreso, destinado a ser reproducido sin alteraciones
en múltiples casos posteriores.
4. Contrato Ley: aquel por el cual el Estado garantiza que en el futuro no modificará ni
derogará las franquicias contractualmente establecidas. La ley puede dictarse antes o
después del contrato. Por ejemplo, el Art. 7 DL 600 sobre Estatuto de la Inversión
Extranjera.
5. Subcontrato: es un nuevo contrato derivado y dependiente de otro contrato previo de la
misma naturaleza.
6. Autocontrato: acto jurídico que una persona celebra consigo misma, sin que sea menester
la concurrencia de otra, y en el cual ella actúa, a la vez, ya sea como parte directa y como
representante de la otra parte; ya sea como representante de ambas partes; ya sea como
titular de dos patrimonios sometidos a regímenes jurídicos diferentes.
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obligaciones de hacer (Art. 1553 CC, entre otros). Además, la originalidad del Código es que
reglamenta la promesa, en general, sin referirla a un determinado contrato (a diferencia del Código
francés que regula la promesa de compraventa).
B. Concepto: aquel contrato en el cual las partes convienen en la celebración futura de un contrato
(cualquier contrato; aunque la más corriente es la promesa de compraventa); la promesa es un
contrato en que una o ambas partes se obligan a celebrar en el futuro un determinado contrato.
C. Características:
1. Es un contrato (no obstante que está dentro de los efectos de las obligaciones de hacer).
2. Es de carácter preparatorio (en cuanto se celebra en vista de otro contrato). Además, genera
la responsabilidad propia de una obligación de hacer (no de dar), en los términos del Art.
1553 CC.
3. Es de carácter solemne (Art. 1554 N°1 CC señala que debe constar por escrito).
4. Es de carácter autónomo (es decir, distinto al contrato que se pretende celebrar; la promesa
y el contrato prometido son dos actos jurídicos diferentes, aunque medie entre ambos una
íntima conexión).
5. Es de carácter bilateral (genera obligaciones para ambas partes, por regla general).
6. Es de carácter oneroso.
D. Requisitos (Art. 1554 CC): la promesa de celebrar un contrato no produce obligación alguna;
salvo que concurran las circunstancias siguientes:
1. Que la promesa conste por escrito. Como la ley exige sólo la constancia escrita, bastará el
otorgamiento de una escritura privada; es suficiente una escritura privada aunque el
contrato prometido requiera para su perfeccionamiento que se otorgue escritura pública. Es
claro que el legislador no ha intentado someter a las mismas solemnidades la promesa y el
contrato prometido. Además, el legislador ha dicho expresamente cuando la promesa ha de
constar por escritura pública (por ejemplo, el Art. 1787 CC respecto de la promesa de
esposos). Sin embargo, las partes pueden hacer constar el contrato de promesa en una
escritura pública a fin de hacerlo efectivo.
2. Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran ineficaces. Es
decir, el contrato debe ser válido; no puede encontrarse afectado por alguna causal de
nulidad. Un caso particular será determinar la validez de una promesa de compraventa de
bienes embargados. La promesa, dice Meza Barros, es válida y debe entenderse celebrada
bajo la condición de que los bienes pueden ser enajenados en el momento de la celebración
del contrato prometido. La existencia de un embargo será un motivo frecuente en la práctica
para que las partes no puedan celebrar de inmediato la compraventa y se vean obligadas a
recurrir a una promesa. Sin embargo, don José María cree que la promesa de un bien
embargado no es válida (salvo que se sujete a la condición señalada por Meza Barros) por
cuanto yerra, justamente, en este requisito de validez en atención al Art. 1464 N°4 CC.
3. Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la celebración del
contrato. La promesa supone que las partes no pueden o no quieren celebrar de inmediato
el contrato que proyectan y que postergan su realización para un tiempo futuro. Es
indispensable establecer en qué momento debe celebrarse el contrato prometido. Como se
está refiriendo a
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E. Efectos: las partes que quieren cumplir el contrato, las partes deben celebrar el contrato
prometido. Se trata de una obligación de hacer. Así, concurriendo estas circunstancias habrá lugar a
lo prevenido en el Art. 1553 CC sobre las obligaciones de hacer (lo que se conjuga con el Art. 532 y
Art. 533 CPC). Así, lo normal es que la promesa genere obligaciones para ambas partes. De esta
manera, si la obligación es de hacer y el deudor se constituye en mora, podrá pedir el acreedor,
junto con la indemnización de la mora, cualquiera de estas tres cosas, a elección suya:
1. Que se apremie al deudor para la ejecución del hecho convenido.
2. Que se le autorice a él mismo para hacerlo ejecutar por un tercero a expensas del deudor.
3. Que el deudor le indemnice de los perjuicios resultantes de la infracción del contrato.
Bien se puede pactar, al amparo de la autonomía de la voluntad, una obligación de dar en el contrato
de promesa, pero ya se trataría de dos casos distintos, debiendo aplicarse dos normas distintas.
Además, lo que es normal es que la obligación, por su naturaleza, sea simplemente de hacer (no hay
obligación de dar). La obligación y acción que emana de la promesa es de:
Carácter mueble, ya que los hechos que se deben se reputan muebles (Art. 581 CC), lo que
resulta relevante para efectos de determinar la competencia jurisdiccional del tribunal.
Carácter indivisible.
Carácter patrimonial (por regla general), por lo tanto, es renunciable, es prescriptible y es
transferible.
Carácter personal.
B. Características:
Bilateral: genera obligaciones para ambas partes; las partes contratantes se obligan
recíprocamente.
Oneroso: cada parte reporta en el contrato utilidad de la obligación que para con ella se
contrae y se grava con la que toma a su cargo (se refleja en las prestaciones mutuas que
engendra).
Conmutativo: por regla general, las prestaciones a que respectivamente se obligan
comprador y vendedor se miran como equivalentes. Por excepción, el contrato de
compraventa puede ser aleatorio (por ejemplo, la compraventa de cosas que no existen, pero
se espera que existan). Por lo tanto, la conmutatividad no es de la esencia de la
compraventa.
Principal: porque subsiste por sí mismo, sin necesidad de otra convención.
Consensual: salvo las excepciones legales, el contrato de compraventa es consensual y se
perfecciona por el solo consentimiento de las partes. Por regla excepcional, entonces, la
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sino las que se espera que existan. Por lo tanto, pueden venderse las cosas presentes
y futuras, esto es, las que existen al tiempo de celebrarse el contrato y aquellas cuya
existencia se espera en el porvenir.
i. Venta de la cosa que dejó de existir al tiempo del contrato:
1. Si la cosa no existe en absoluto, no hay ni puede haber
compraventa. La venta de una cosa que al tiempo de perfeccionarse
el contrato se supone existente y no existe, no produce efecto
alguno (Art. 1814 CC).
2. Si la cosa existe sólo parcialmente, existe jurídicamente el
contrato; pero toca al comprador decidir si desiste o persevera en
él, y en este último caso, le asiste el derecho de que se reajuste
debidamente el precio. Si faltaba una parte considerable de ella
(cosa) al tiempo de perfeccionarse el contrato, podrá́ el comprador
a su arbitrio desistir del contrato, o darlo por subsistente, abonando
el precio a justa tasación.
La buena o mala fe del comprador y vendedor, entendiendo por tal su
conocimiento o ignorancia de la inexistencia de la cosa, no influye en la
validez del contrato. Sin embargo, si el vendedor supo que la cosa no
existía en todo o parte debe reparar los perjuicios al comprador que lo
ignoraba (Art. 1814 inc. 3 CC7).
ii. Venta de cosa futura o que se espera que exista: cosa futura es aquella
que no existe al tiempo del contrato, pero se supone que existirá
posteriormente. La compraventa, en tal caso, se entiende verificada bajo la
condición suspensiva de que la cosa llegue a existir; fallida la condición, o
sea, si la cosa no llega a existir, la compraventa no se habrá́ perfeccionado.
Así dispone el Art. 1813 en cuanto la venta de cosas que no existen, pero se
espera que existan, se entenderá́ hecha bajo la condición de existir.
iii. Venta de la suerte: la compraventa de cosa futura es, como se ha dicho,
condicional. Suele, sin embargo, adoptar un carácter diverso. El Art. 1813
CC dispone que no se reputará condicional el contrato, subordinado a la
condición de que la cosa llegue a existir, cuando se estipule lo contrario o
por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte. Lo
vendido, en tal caso, no es la cosa que se espera que exista, sino la suerte o
esperanza8. La venta de la suerte, pues, no es condicional, sino que pura y
simple. El contrato, en esta hipótesis, es eminentemente aleatorio.
d. No debe pertenecer al comprador:
i. La compra de cosa propia no vale: la cosa propia puede pertenecer al
vendedor o a un tercero, pero nunca al comprador. Así dispone el Art. 1816
CC, ya que la compra de cosa propia no vale: el comprador tendrá́ derecho
a
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Art. 1814 inc. 3 CC: el que vendió a sabiendas lo que en el todo o en una parte considerable no existía,
resarcirá los perjuicios al comprador de buena fe.
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Ejemplo de Meza Barros: si un pescador vende por determinado precio los peces que saque en su red, el
comprador debe pagar el precio convenido, aunque no saque ninguno; lo vendido no fueron los peces mismos,
sino el azar de la pesca.
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que se le restituya lo que hubiere dado por ella. Pero será́ menester que el
comprador tenga sobre la cosa la propiedad plena o absoluta (está la
excepción del propietario fiduciario).
ii. La venta de cosa ajena vale: el Art. 1815 CC dispone que la venta de cosa
ajena vale, sin perjuicio de los derechos del dueño de la cosa vendida,
mientras no se extingan por el lapso de tiempo. Los efectos de la venta de
cosa ajena son:
1. Efectos con relación al dueño de la cosa: el dueño de la cosa es
totalmente extraño al contrato y a su respecto no produce efecto
alguno. No contrae el dueño ninguna obligación y conserva
incólume su derecho de propiedad, mientras el comprador no haya
llegado a adquirirlo por prescripción. El derecho del dueño
consistirá́ en reivindicar la cosa contra el comprador, que será́
regularmente quien la posea.
2. Efectos entre las partes:
a. La compraventa, seguida de la correspondiente tradición,
no dará́ al comprador el dominio de que el vendedor
carecía. Únicamente le transferirá́ los derechos
transferibles del vendedor sobre la cosa (Art. 682 CC).
Pero el comprador adquirirá́ la posesión de la cosa y podrá́
ganarla consecuencialmente por prescripción (Art. 683).
Esta prescripción será́ ordinaria o extraordinaria, según que
el comprador haya estado de buena o mala fe.
b. Como consecuencia de ser ajena la cosa podrá́ verse el
vendedor en la imposibilidad de entregarla, por ejemplo,
por no poder conseguirla del dueño. El comprador, en tal
caso, tiene derecho a demandar el cumplimiento del
contrato o su resolución, con indemnización de perjuicios.
c. Si entregada la cosa al comprador, el dueño de ella la
reivindica, el vendedor está obligado a sanear la evicción,
esto es, a defenderle en el juicio y a indemnizarle en caso
de producirse una privación total o parcial de la cosa
vendida. No tiene el comprador este derecho si compró a
sabiendas de ser ajena la cosa.
El vendedor no puede transferir un dominio de que carece. Pero si el dueño
de la cosa vendida ratifica el contrato, adquirirá́ el comprador el dominio
retroactivamente. El Art. 1818 CC dispone que la venta de cosa ajena,
ratificada después por el dueño, confiere al comprador los derechos de tal
desde la fecha de la venta. El precepto es impreciso porque la ratificación
no valida el contrato; solamente hace posible que se transfiera el dominio y,
obviamente, éste se entiende transferido desde el momento de la tradición y
no de la venta.
Iguales efectos produce la adquisición por el vendedor del dominio de la
cosa vendida, después de celebrado el contrato. El Art. 1919 CC
dispone que
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ii. El precio puede también ser determinado por un tercero: la fijación del
precio puede hacerla un tercero; puesto que su mandato arranca de la
voluntad de las partes, se considera como si ellas mismas hubieran hecho la
determinación. El Art. 1809 CC dispone que podrá́ asimismo dejarse el
precio al arbitrio de un tercero; y si el tercero no lo determinare, podrá́
hacerlo por él cualquiera otra persona en que se convinieren los
contratantes; en caso de no convenirse, no habrá́ venta. El contrato, en tal
caso, es condicional, sujeto a la condición de que el tercero efectúe la
determinación del precio.
iii. La determinación del precio no puede dejarse al arbitrio de una de las
partes.
D. Capacidad para Celebrar el Contrato de Compraventa: el Art. 1795 CC dispone que son
hábiles para el contrato de venta todas las personas que la ley no declara inhábiles para celebrarlo o
para celebrar todo contrato. En compraventa, la capacidad es la regla general y la incapacidad
constituye la excepción. Se requiere por lo tanto una doble capacidad: (i) aquella necesaria para
celebrar todo contrato, es decir, aquella que alcanza a toda persona que la ley no declara incapaces;
y
(ii) aquella para celebrar el contrato de compraventa, es decir, aquella que alcanza a toda persona
que no esté sujeta a alguna incapacidad especial.
Por lo tanto, hay dos grupos de incapacidades. Por una parte, son incapaces para celebrar el contrato
de compraventa las personas afectas a una incapacidad general para contratar. Por ejemplo, los
dementes, los sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente, los menores de
edad, entre otros. Por otra parte, son incapaces, además, aquellas personas afectas a ciertas
incapacidades particulares del contrato de compraventa.
Incapacidades de comprar y vender:
o Compraventa entre cónyuges: el Art. 1796 CC dispone que es nulo el contrato de
compraventa entre cónyuges no separados judicialmente. Aquí se dice que el
consentimiento estaría condicionado por la situación familiar, razón por la cual no
sería pleno. Además, el precepto se refiere sólo a los cónyuges no separados
judicialmente. Asimismo, los motivos de esta prohibición se resumen en dos: (i) la
ley prohíbe las donaciones irrevocables entre cónyuges y por medio de un contrato
de compraventa simulado o hecho a vil precio se burlaría fácilmente la prohibición;
y (ii) los cónyuges podrían, mediante una venta simulada, sustraer sus bienes de la
persecución de los acreedores.
o Compraventa entre el padre o madre y el hijo sujeto a patria potestad: el Art.
1796 CC también dispone que es nulo el contrato de compraventa entre el padre o
madre y el hijo sujeto a patria potestad. Aquí también existe una situación en la que
el consentimiento está condicionado por el panorama familiar. La disposición tiene
por objeto proteger al hijo, regularmente falto de experiencia, y evitar al padre o
madre el conflicto entre el deber de cautelar los intereses del hijo y su propio
interés.
La prohibición rige para el contrató de compra venta entre el "hijo de
familia" y su padre o madre. De este modo, en otros términos, se prohíbe el
con trato
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E. Efectos del Contrato de Compraventa: los efectos del contrato de compraventa son los
derechos y obligaciones que genera para las partes contratantes.
E.1. Obligaciones del Vendedor (Art. 1824 CC): las obligaciones del vendedor se reducen en
general a dos: la entrega o tradición y el saneamiento de la cosa vendida (lo que incluye el
saneamiento de la evicción y de los vicios redhibitorios).
Obligación de entregar la cosa vendida:
o Responsabilidad y cuidado por la obligación (riesgos de la cosa vendida): por
una parte, se aplica el Art. 1548 CC, ya que la obligación de dar contiene la de
entregar la cosa; y si ésta es una especie o cuerpo cierto, contiene además la de
conservarlo hasta la entrega, so pena de pagar los perjuicios al acreedor que no se
ha constituido en mora de recibir. Además, el Art. 1549 CC dispone que la
obligación de conservar la cosa exige que se emplee en su custodia el debido
cuidado. Por lo anterior, se responde por culpa leve en cuanto el contrato se
establece en beneficio de ambas partes (Art. 1547 CC y Art. 44 CC). Por otra parte,
la regla general, del Art. 1550 CC, es que el riesgo de la especie o cuerpo cierto
cuya entrega se debe es siempre de cargo del acreedor (salvo excepciones). Así, el
Art. 1820 CC aplica esta norma al contrato de compraventa y establece que la
pérdida, deterioro o mejora de la especie o cuerpo cierto que se vende, pertenece al
comprador, desde el momento de perfeccionarse el contrato, aunque no se haya
entregado la cosa. Por consiguiente, la pérdida de la cosa vendida proveniente de un
caso fortuito, extingue la obligación
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Art. 1587 CC: el pago debe hacerse en el lugar designado por la convención.
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Art. 1588 CC: si no se ha estipulado lugar para el pago y se trata de un cuerpo cierto, se hará el pago en el
lugar en que dicho cuerpo existía al tiempo de constituirse la obligación. / Pero si se trata de otra cosa se hará
el pago en el domicilio del deudor.
11
Art. 1589 CC: si hubiere mudado de domicilio el acreedor o el deudor entre la celebración del contrato y el
pago, se hará siempre éste en el lugar en que sin esa mudanza correspondería, salvo que las partes dispongan
de común acuerdo otra cosa.
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o Gastos de la entrega: los gastos del pago son de cargo del deudor (Art. 1571
CC12); por lo tanto, serán de cargo del vendedor los que demande la entrega en el
lugar debido. En cambio, incumbirán al comprador los gastos en que sea menester
incurrir para transportar la cosa ya entregada. El Art. 1825 CC establece que al
vendedor tocan naturalmente los costos que se hicieren para poner la cosa en
disposición de entregarla, y al comprador los que se hicieren para transportarla
después de entregada.
o Qué debe entregarse: el Art. 1828 CC, siguiendo al Art. 1569 CC13, dispone que el
vendedor es obligado a entregar lo que reza el contrato. La cosa vendida debe ser
entregada con sus frutos y accesorios. Hay algunas normas complementarias:
Frutos de la cosa vendida: la cosa vendida debe ser entregada al
comprador con aquellos frutos que, según la ley, le pertenecen. El inc. 2 del
Art. 1816 CC dispone que los frutos naturales, pendientes al tiempo de la
venta, y todos los frutos tanto naturales como civiles que después produzca
la cosa, pertenecerán al comprador, a menos que se haya estipulado
entregar la cosa al cabo de cierto tiempo o en el evento de cierta condición;
pues en estos casos no pertenecerán los frutos al comprador, sino vencido
el plazo, o cumplida la condición.
Pertenecen al comprador, pues, los frutos naturales pendientes al
tiempo del contrato, esto es, los que se encontraren aún adheridos a
la cosa fructuaria (Art. 645 CC). No debe el comprador ninguna
indemnización al vendedor por los gastos hechos para producirlos:
tales gastos se han tenido ciertamente en cuenta para la fijación del
precio. Esto se manifiesta en el Art. 1829 CC al establecer que la
venta de una vaca, yegua u otra hembra comprende naturalmente la
del hijo que lleva en el vientre o que amamanta; pero no la del que
puede pacer y alimentarse por sí solo.
Igualmente pertenecen al comprador los frutos, tanto naturales
como civiles, que la cosa vendida produzca después de celebrado
el contrato.
El Art. 1816 modifica, en verdad, las reglas del Art. 646 CC y Art. 648 CC,
que disponen que los frutos naturales y civiles de una cosa pertenecen a su
dueño. El comprador no hace suyos los frutos desde que, en virtud de la
tradición, se convierte en propietario, sino desde la celebración del contrato.
Sin embargo, el Art. 1816 CC tiene excepciones:
Cuando las partes han señalado un plazo para la entrega porque los
frutos pertenecen al vendedor, en tal caso, hasta el vencimiento del
plazo.
12
Art. 1571 CC: los gastos que ocasionare el pago serán de cuenta del deudor; sin perjuicio de lo estipulado y
de lo que el juez ordenare acerca de las costas judiciales.
13
Art. 1569 CC: el pago se hará bajo todos respectos en conformidad al tenor de la obligación; sin perjuicio
de lo que en casos especiales dispongan las leyes. / El acreedor no podrá ser obligado a recibir otra cosa
que lo que se le deba ni aun a pretexto de ser de igual o mayor valor la ofrecida.
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Art. 1849 CC: el vendedor será obligado a reembolsar al comprador el aumento de valor que provenga de
las mejoras necesarias o útiles hechas por el comprador, salvo en cuanto el que obtuvo la evicción haya sido
condenado a abonarlas. / El vendedor de mala fe será obligado aun al reembolso de lo que importen las
mejoras voluptuarias.
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Los autores están contestes en que la expresión “rescinda” debe entenderse como “resuelve” (es decir, no se
entiende aquí la rescisión como nulidad) por lo que correspondería una acción resolutoria.
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Voluntad de las Partes: el Art. 1863 CC dispone que las partes pueden
por el contrato hacer redhibitorios los vicios que naturalmente no lo son.
Efectos:
Derecho Optativo: el comprador tiene un derecho optativo, ya
que, según el Art. 1857 CC, los vicios redhibitorios autorizan al
comprador para ejercitar la acción redhibitoria para que se rescinda
la venta o se rebaje proporcionalmente el precio (acción
aestimatoria o quanti menoris). El Art. 1860 CC confirma esta
regla en cuanto los vicios redhibitorios dan derecho al comprador
para exigir o la rescisión de la venta o la rebaja del precio, según
mejor le pareciere. El juez en definitiva resuelve si hay o no hay
vicios redhibitorios conforme a los requisitos y, por tanto, si
corresponde o no alguna de las acciones.
Derecho de Indemnización: además, el comprador tiene derecho a
la indemnización de perjuicios. El Art. 1861 CC establece que si el
vendedor conocía los vicios y no los declaró, o si los vicios eran
tales que el vendedor haya debido conocerlos por razón de su
profesión u oficio, será obligado, no sólo a la restitución o la rebaja
del precio, sino a la indemnización de perjuicios; pero si el
vendedor no conocía los vicios ni eran tales que por su profesión u
oficio debiera conocerlos, sólo será obligado a la restitución o la
rebaja del precio.
Pérdida de la Cosa: el Art. 1862 CC agrega que si la cosa viciosa
ha perecido después de perfeccionado el contrato de venta, no por
eso perderá el comprador el derecho que hubiere tenido a la rebaja
del precio, aunque la cosa haya perecido en su poder y por su
culpa. Pero si ha perecido por un efecto del vicio inherente a ella,
se seguirán las reglas del Art. 1861 CC.
Venta de un Conjunto: el Art. 1864 CC sostiene que vendiéndose
dos o más cosas juntamente, sea que se haya ajustado un precio por
el conjunto o por cada una de ellas, sólo habrá lugar a la acción
redhibitoria por la cosa viciosa y no por el conjunto; a menos que
aparezca que no se habría comprado el conjunto sin esa cosa; como
cuando se compra un tiro, yunta o pareja de animales, o un juego
de muebles.
Extinción de la Obligación de Saneamiento:
Renuncia: el Art. 1859 CC regula la situación diciendo que si se
ha estipulado que el vendedor no estuviese obligado al saneamiento
por los vicios ocultos de la cosa, estará sin embargo obligado a
sanear aquellos de que tuvo conocimiento y de que no dio noticia
al comprador. La renuncia sólo produce efectos si el vendedor está
de buena fe. Se entiende que está de mala fe cuando conocía la
existencia de los vicios y no los dio a conocer al comprador.
Ventas Forzadas: el Art. 1865 CC dispone que la acción
redhibitoria no tiene lugar en las ventas forzadas hechas por
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E.2. Obligaciones del Comprador: la obligación fundamental del comprador es pagar el precio.
Pero, como lógica contrapartida de la obligación del vendedor de entregar la cosa, tiene igualmente
el comprador la obligación de recibirla.
Obligación de Recibir la Cosa Comprada: consiste en hacerse cargo de la misma,
tomando posesión de ella. El Art. 1827 CC regula la situación en que el comprador se
constituya en mora. Así, si el comprador se constituye en mora de recibir, abonará al
vendedor el alquiler
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fe, o sea, conocer el hecho de que el comprador adeudaba parte del precio.
Si la cosa es inmueble, será menester que en el título respectivo, inscrito u
otorgado por escritura pública, conste la existencia de dicho saldo de
precio.
o Declaración en la escritura de venta de haberse pagado el precio: esta
declaración tiene suma importancia respecto del ejercicio de la acción resolutoria
por falta de pago del precio. En efecto, el Art. 1876 inc. 2 CC establece que si en la
escritura de venta se expresa haberse pagado el precio, no se admitirá́ prueba
alguna en contrario sino la de nulidad o falsificación de la escritura, y sólo en virtud
de esta prueba habrá́ acción contra terceros poseedores. En suma, la ley veda a las
partes la prueba directa de que es inexacta la aseveración de haberse pagado el
precio para fundar en esta circunstancia una acción resolutoria y las consiguientes
acciones reales contra terceros. Meza Barros cree que esta disposición no rige para
accionar el vendedor contra el comprador que conserva la cosa en su poder:
Aparece indudable que el Art. 1875 CC y el Art. 1876 CC se refieren,
respectivamente, a los efectos de la resolución del contrato entre las partes
y respecto de terceros.
El Art. 1876 CC señala las condiciones generales en que la resolución del
contrato afecta a terceros y prevé́, en seguida, la situación de los mismos
terceros frente a la declaración de haberse pagado el precio.
La disposición no se justifica sino como una medida de protección a los
terceros, ante una eventual colusión de las partes.
En fin, la interpretación contraria conduce al absurdo. No sería siquiera
admisible, como prueba para desvirtuar la aseveración de la escritura, la
confesión del comprador de no haber pagado el precio. Si el comprador
confiesa que no ha pagado el precio, sería insensato negar al vendedor
acción para pedir que se le pague o que se resuelva el contrato, a pretexto
de que no es admisible otra prueba que la nulidad o falsificación de la
escritura.
o Cláusula de no transferirse el dominio sino por el pago del precio: el Art. 680
CC previene que la tradición puede transferir el dominio bajo condición suspensiva
o resolutoria, con tal que se exprese; verificada la entrega por el vendedor, se
transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se haya pagado el precio, a
menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago, o hasta el
cumplimiento de una condición. Así, la condición implícita (derivada del
derecho romano) de no transferirse el dominio a pesar de la entrega por no
estar pagado el precio quedó abolida. Con arreglo al Art. 680 CC sería menester
una expresa reserva. Pero, en clara contradicción con el texto legal citado, el Art.
1874 CC16 atribuye a la cláusula de no transferirse el dominio sino por el pago del
precio un alcance diferente. El dominio, pese a la estipulación, se transfiere al
comprador; la falta de pago del precio no impide que se haga dueño, sino que
otorga al vendedor el derecho de pedir el cumplimiento del contrato o su
resolución, con indemnización de perjuicios. De
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Art. 1874 CC: la cláusula de no transferirse el dominio sino en virtud de la paga del precio, no producirá
otro efecto que el de la demanda alternativa enunciada en el artículo precedente; y pagando el comprador el
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precio, subsistirán en todo caso las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere
constituido sobre ella en el tiempo intermedio.
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confía en que, dentro del plazo fijado, podrá́ procurarse los fondos
para reembolsar el precio y recobrar la cosa.
2. Para el comprador las ventajas son enormes. Podrá́ hacer suya la
cosa por el solo hecho de que el vendedor deje pasar el plazo sin
efectuar el reembolso; la venta se hará́, entonces, irrevocable.
ii. Inconvenientes: sus inconvenientes derivan de que, a menudo, sirve para
encubrir un pacto comisorio que la ley terminantemente prohíbe. En el
hecho la estipulación puede tener simplemente por objeto permitir al
prestamista hacerse pago de su crédito con la cosa dada en garantía.
c. Confusión con la Prenda: un examen superficial podría llevar a confundir la venta
con pacto de retroventa con un préstamo con garantía prendaria. El vendedor parece
ser un mutuario que da una cosa en prenda y el comprador un prestamista que la
recibe. Entre ambas operaciones median, sin embargo, considerables diferencias.
i. El mutuario debe restituir la suma prestada y el mutuante puede perseguirle
en todos sus bienes para obtener el reembolso. En cambio, el que se
procura dinero por medio del pacto de retroventa no debe ninguna suma de
dinero y no puede ser forzado a reembolsar lo que recibió́; el reembolso
para él es facultativo.
ii. Además, en el préstamo con prenda, el mutuario conserva el dominio de la
cosa; los riesgos serán de su cargo. En la venta con pacto de retroventa,
seguida de la tradición, el comprador se hace dueño; para él serán los
riesgos de la cosa si perece antes de que el vendedor ejercite su derecho de
recobrarla.
d. Requisitos del Pacto de Retroventa:
i. Facultad concedida al vendedor de recobrar la cosa: es esencial, como
se comprende, que el vendedor se reserve la facultad de recomprar la cosa
vendida. La estipulación de la reserva debe hacerse en el mismo contrato de
compraventa; no puede útilmente pactarse después de su celebración. La
estipulación a posteriori importaría una promesa de compraventa.
ii. Obligación del Vendedor de Reembolsar al Comprador: el Art. 1881
CC previene que el vendedor debe reembolsar al comprador el precio que
se estipulare y, a falta de estipulación, el mismo precio de la venta.
iii. Plazo Concedido al Vendedor: es indispensable un plazo para que el
vendedor ejercite su derecho. El Art. 1885 CC dispone que el tiempo en
que se podrá́ intentar la acción de retroventa no podrá́ pasar de cuatro años,
contados desde la fecha del contrato. Las partes pueden, pues, señalar un
plazo que no exceda de cuatro años.
e. Condiciones para Ejercitar el Derecho: para el ejercicio de los derechos que el
pacto de retroventa genera para el vendedor y para que se opere la resolución del
contrato de compraventa, es preciso que concurran las siguientes condiciones:
i. Que el vendedor haga valer judicialmente su derecho: si las partes se
avienen a ejecutar la retroventa, el vendedor reembolsa el precio y el
comprador restituye la cosa, no pueden suscitarse dificultades. Pero si el
comprador se resiste, es indispensable que el vendedor ejercite su derecho,
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El Art. 1886 CC dispone que si se pacta que presentándose dentro de cierto tiempo (que no
podrá́ pasar de un año) persona que mejore la compra se resuelva el contrato, se cumplirá́ lo
pactado; a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere enajenado la cosa, se
allane a mejorar en los mismos términos la compra. La disposición merece dos
observaciones:
(i) el plazo para mejorar la compra no puede exceder de un año; (ii) para evitar la
resolución, el comprador o la persona que hubiere adquirido de él la cosa puede mejorar la
compra en los mismos términos que el nuevo comprador.
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ella, podrá́ el primer vendedor reclamar este exceso, pero sólo hasta concurrencia
del justo valor de la cosa, con deducción de una décima parte (Art. 1893 inc. 2 CC).
e. Que la acción correspondiente se entable en tiempo oportuno (prescripción de
la acción e irrenunciabilidad): para que proceda la rescisión por lesión enorme es
preciso que se deduzca la acción correspondiente en tiempo oportuno. El Art. 1896
CC dispone que la acción rescisoria por lesión enorme expira en cuatro años,
contados desde la fecha del contrato. Como prescripción del corto tiempo, con
arreglo al Art. 2524 CC, la prescripción de la acción rescisoria corre contra toda
clase de personas. La ley proclama que la acción rescisoria es irrenunciable.
Autorizar la renuncia importaría abolir la acción, pues la ley no habría prestado
sino un socorro inútil e ilusorio al desgraciado y al oprimido (Alessandri citando a
Portalis). El Art. 1892 CC previene que si se estipulare que no podrá́ intentarse la
acción rescisoria por lesión enorme, no valdrá́ la estipulación; y si por parte del
vendedor se expresare la intención de donar el exceso, se tendrá́ esta cláusula por
no escrita.
3. Efectos de la Rescisión por Lesión Enorme: el objeto de la acción res- cisoria es invalidar
la compraventa. Sus efectos son los propios de la nulidad; en suma, el vendedor recobrará la
cosa y el comprador el precio pagado por ella. Pero la rescisión por lesión enorme tiene
una interesante modalidad. La rescisión se funda en la inicua desproporción entre las
prestaciones de comprador y vendedor. El restablecimiento del equilibrio de tales
prestaciones desagravia a las partes, y de este modo desaparecen sus motivos de queja.
a. Si la víctima de la lesión ha sido el vendedor, podrá́ el comprador hacer subsistir el
contrato aumentando el precio.
b. Si al contrario, la víctima ha sido el comprador, puede hacer lo mismo el vendedor
restituyendo parte del precio excesivo.
Los efectos de la rescisión serán diversos, pues, según que el demandado opte por evitar que
el contrato se rescinda o por aceptar la rescisión.
a. Efectos si el demandado opta por evitar la rescisión: el comprador y el
vendedor, víctimas de lesión enorme, tienen derecho para pedir la rescisión del
contrato. Pronunciada la rescisión, nace para los contratantes el derecho de enervar
el fallo, aumentando el precio el comprador o restituyendo parte del mismo el
vendedor. El Art. 1890 CC establece que el comprador contra quien se pronuncia la
rescisión, podrá́ a su arbitrio consentir en ella o completar el justo precio con
deducción de una décima parte; y el vendedor, en el mismo caso, podrá́ a su arbitrio
consentir en la rescisión o restituir el exceso del precio recibido sobre el justo
precio aumentado en una décima parte.
i. Debe observarse, en primer término, que la facultad del comprador o
vendedor demandados de aceptar o evitar la rescisión pueden ejercerla a
su arbitrio. El demandante no puede pedir sino la rescisión del contrato.
ii. La opción del demandado nace una vez fallado el pleito y declarada la
nulidad. La facultad de optar compete al comprador o al vendedor contra
quien se pronuncia la rescisión.
iii. Fija la ley la cantidad que debe pagar el demandado para evitar la
rescisión. No están obligados el comprador y el vendedor a completar el
primero el
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B. Aplicación de las Normas de Compraventa: la permuta se rige por las reglas de la compraventa.
1. Por regla general, el contrato de permuta es consensual. De acuerdo con el Art. 1898 CC, el
cambio se reputa perfecto por el mero consentimiento.
2. Por excepción la permuta es solemne cuando una de las cosas que se cambian o ambas sean
bienes raíces o derechos de sucesión hereditaria. En tal caso, para la perfección del contrato
ante la ley, será́ necesaria escritura pública (Art. 1898 CC).
3. Las cosas que no pueden venderse tampoco pueden permutarse (Art. 1899 inc. 1 CC).
4. No son hábiles para celebrar el contrato de permuta las personas que no son hábiles para el
contrato de venta (Art. 1899 inc. 2 CC).
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V. La Cesión de Derechos
A. Cesión de Créditos Personales:
1. Concepto de Créditos Personales: la expresión “créditos personales” es redundante. Los
créditos son necesariamente personales en el sentido de que sólo pueden reclamarse de
quienes por un hecho suyo o por disposición de la ley han contraído la obligación
correlativa (Art. 578 CC). Ha querido significar el legislador con la expresión “créditos
personales” cierto tipo de créditos en que se encuentra precisamente determinado el
acreedor, denominados, por lo mismo, “nominativos”. En principio, todos los créditos son
transferibles, excepto aquellos que tienen un carácter personalísimo. Pero la manera de
efectuar la cesión varía según la forma del título de que consta el crédito. Desde este punto
de vista los créditos pueden ser:
a. Nominativos: son aquellos en que se indica con toda precisión la persona del
acreedor y que no son pagaderos sino precisamente a la persona designada. Por
ejemplo, el crédito del vendedor contra el comprador por el precio de la
compraventa. El Código Civil rige sólo la cesión de créditos nominativos (el Art.
1908 CC prescribe que las disposiciones de ese título no se aplicarán a las letras de
cambio, pagarés a la orden, acciones al portador y otras especies de transmisión que
se rigen por el Código de Comercio o por leyes especiales).
b. A la Orden: son aquellos en que al nombre de la persona del titular se antepone la
expresión “a la orden” u otra equivalente. Tales créditos son pagaderos a la persona
designada o a quien ésta ordene o designe. Por ejemplo, las letras de cambio, los
pagarés y cheques adoptan generalmente esta forma. La cesión de los créditos a la
orden se verifica mediante endoso (Art. 164 del Código de Comercio) que es un
escrito puesto al dorso de la letra de cambio y demás documentos a la orden por el
cual se transfiere el dominio del documento o, más bien dicho, del crédito de que da
constancia (Art. 17 y ss. Ley 18.092).
c. Al Portador: son aquellos en que no se designa la persona del acreedor o llevan la
expresión “al portador”. Por ejemplo, los billetes de banco, los bonos hipotecarios,
entre otros. Los documentos al portador se ceden “por la mera tradición manual”
(Art. 164 del Código de Comercio).
2. Concepto de Cesión de Créditos Personales: es la convención por la cual el acreedor
transfiere su crédito a otra persona, llamado cesionario, que pasa a ocupar la posición
jurídica del cedente en el derecho cedido. Hay, entonces, tres sujetos: cedente (acreedor),
cesionario y tercero (deudor).
3. Naturaleza Jurídica de la Cesión: la ubicación en el Libro IV, entre la permuta y el
arrendamiento, sugiere que la cesión de derechos es un contrato. Pero un atento examen
conduce a una conclusión diversa. En suma, la cesión es la tradición de los derechos
personales o créditos.
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hereditarias que por el derecho de acrecer sobrevengan a ella, salvo que se haya
estipulado otra cosa.
5. Responsabilidad del Cedente: la responsabilidad del cedente depende de que la cesión se
verifique a título gratuito u oneroso.
a. Título Gratuito: el cedente a título gratuito no contrae ninguna responsabilidad o,
en otros términos, no debe ninguna garantía al cesionario.
b. Título Oneroso (Art. 1909 CC): el que ceda a título oneroso un derecho de
herencia o legado sin especificar los efectos de que se compone, no se hace
responsable sino de su calidad de heredero o de legatario. No es responsable el
cedente de la existencia de tales o cuales bienes, ni de que formen parte de la
herencia o legado, a menos que así́ se haya estipulado; sólo garantiza o asegura al
cesionario que se encuentra realmente investido del derecho a la herencia o legado.
6. Responsabilidad del Cesionario ante Terceros: el cesionario se hace responsable del
pasivo de la herencia o legado, respecto del cedente. Pero, ante terceros, el cedente continúa
siendo responsable. Los acreedores pueden siempre dirigirse contra el cedente y hacer
abstracción de la cesión. El cedente queda siempre directamente obligado; pero tendrá́
derecho a que el cesionario le reembolse lo pagado. Por cierto que los acreedores podrán
igualmente accionar contra el cesionario. Al perseguir al cesionario, los acreedores le
aceptarían ciertamente como deudor y se estaría en presencia de una delegación perfecta o
novatoria.
7. Tradición del Derecho de Herencia: resulta relevante examinar cómo se efectúa la
tradición del derecho de herencia. La cuestión se ha debatido latamente en un aspecto
particular del problema: ¿la tradición del derecho de herencia, cuando la integran bienes
inmuebles, requiere de la inscripción en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces? La
jurisprudencia se ha inclinado por la negativa. La tradición no requeriría de la inscripción
porque la ley no lo ha establecido expresamente y porque la herencia es una universalidad
jurídica independiente de las cosas que la componen. Con estas premisas se concluye que la
tradición se verifica por cualquier medio que importe ejercicio del derecho de dominio por
el cesionario, como la provocación del juicio de partición o la intervención en él, la petición
de la posesión efectiva, entre otros. A juicio de Meza Barros, esta doctrina merece
severísimas críticas:
a. Las cosas corporales se dividen en muebles e inmuebles (Art. 566 CC) e igual
clasificación es aplicable a las cosas incorporales o derechos (Art. 580 CC). La
herencia ha de ser mueble o inmueble; sustraerla de esta clasificación para
calificarla de una universalidad jurídica, es metafísica.
b. La ley, en efecto, no ha señalado una forma especial de tradición de la herencia. Es
ésta una razón para concluir que la tradición se efectúa de acuerdo con la naturaleza
de los bienes que la integran, o sea, la tradición de los inmuebles se verificará por la
correspondiente inscripción, la de los créditos hereditarios por la entrega del título,
en fin.
c. La doctrina generalmente aceptada importa negar la necesidad de una tradición para
adquirir la herencia. En nada se parece a una tradición la petición de la posesión
efectiva o el ejercicio de la acción de partición.
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RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
I. Introducción
La responsabilidad se funda en la existencia de un daño. Aquí, la pregunta será: ¿qué pasa con ese
daño; a quien se le atribuye? Muchas veces puede ser el propio afectado quien lo asume; pero
también podrá ser un tercero. Y, para determinar la radicación del daño, habrá distintos criterios. En
esta materia, será el análisis económico del derecho el que iluminará el camino, ya que
frecuentemente el daño lo asumirá aquél que tiene las mejores condiciones para evitar que se
produzca (least cost avoider). Implica, también, decisiones de política pública en cuanto a cómo se
estructura el engranaje civil de a quien y cuando se atribuye el daño. Además, si bien nuestro
sistema se funda en la responsabilidad subjetiva, habrá situaciones en que la responsabilidad se
atribuirá por el hecho del riesgo creado (más allá de si hay dolo o culpa). Asimismo, se discutirá
sobre cuáles son los daños (siempre teniendo en consideración que no existen daños punitivos,
contractual o extracontractual, ya que el fin siempre es, aunque disuasivo, reparador). Nuevamente
se analizarán las teorías de la causalidad.
Concepto (Corral): necesidad efectiva, o eventual, en que se encuentra una persona de hacerse
cargo de las consecuencias gravosas de un acto que se atribuye como propio.
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Tipos de Responsabilidad:
1. Responsabilidad Moral/Ética: aquella por la cual una persona debe afrontar las
consecuencias negativas que sus actos libres producen, sea para sí mismo o para los demás.
Esta responsabilidad supone la existencia de una valoración prescriptiva para discernir qué
actos son compatibles con el bien y qué actos son destructivos del mismo. La
responsabilidad
moral surge, así,́ de la violación (por acción u omisión) consciente o culposamente ignorada
de las exigencias que la ley moral establece para un buen ejercicio de la libertad en una
situación concreta.
2. Responsabilidad Política: aquella que comprende el conjunto de consecuencias que
trascienden a las tareas de conducción del interés general en relación a los titulares de los
órganos del poder público.
3. Responsabilidad Jurídica: es aquella que surge de la violación de deberes jurídicos y que
produce consecuencias jurídicas.
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Se discute si la diferencia entre sanciones administrativas y penales es de carácter cualitativo (no son penas)
o de carácter cuantitativo (son penas aunque de menor cuantía y aplicables por órganos de la administración).
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suelen sancionar con medidas especiales como clausura del establecimiento o penas
pecuniarias (multas), y cuyo conocimiento puede encargarse indistintamente a
autoridades administrativas, a jueces de policía o a jueces letrados. Por ejemplo,
mercado de valores, libre competencia, protección del consumidor. Lo importante
es que la existencia de una responsabilidad infraccional se vincula con la
responsabilidad civil en cuanto generará perjuicios. Por ello, habrá primero un
juicio infraccional y después un juicio de responsabilidad para determinar el monto
que asciende la indemnización por la conducta ilícita ya declarada por el tribunal.
En definitiva, es la responsabilidad infraccional (sancionar), muchas veces, el gran
fundamento de la responsabilidad civil extracontractual (reparar).
Responsabilidad
Responsabilidad Sancionatoria
Disciplinaria
Naturaleza del deber
Deberes funcionarios. Deberes de interés general.
infringido:
Naturaleza de la Autoridad sectorial (CMF,
Superior jerárquico (regla
autoridad llamada a SERNAC, FNE) y tribunales
general).
imponer la sanción: de
justicia.
En general, menos graves En general, más graves
Naturaleza de la sanción: (multas, suspensiones, en (disolución, multas superiores,
fin). cese de conducta).
3. Responsabilidad Civil: Corral la define como la necesidad en que un individuo se coloca,
de satisfacer toda violación dañosa a la conducta que debe observar en su vida en sociedad,
sea que ella se encuentre regida por normas jurídicas, morales o religiosas. Una persona es
responsable siempre que debe reparar un daño y el responsable es el que responde. La
imputación a una persona de la obligación de reparar un perjuicio es lo que constituye el
contenido esencial del concepto de responsabilidad civil. Por lo tanto, la responsabilidad
civil es la que establece los criterios o requisitos para que los daños puedan ser
normativamente atribuidos al tercero que los ha provocado. El objetivo de esta
responsabilidad es: (i) reparar o indemnizar el daño, restituyendo al afectado por esta
conducta al estado en que se encontraba antes de la conducta dañosa y (ii) hacer cesar dicha
conducta dañosa.
o Responsabilidad Contractual: aquella que nace a consecuencias de la violación
de un vínculo obligatorio generado por un contrato existente entre las partes. Existe
un vínculo previo entre el afectado y el afectante. Existe un vínculo previo entre los
dos sujetos (ex ante), por lo que se infringe una relación contractual previa.
o Responsabilidad Extracontractual: aquella que proviene de un hecho ilícito
perpetrado por una persona en perjuicio de otra, que no constituye la violación de
un deber contractual. Su fuente no está en el vínculo previo, sino en el derecho a
través de un deber de cuidado general (un deber genérico de no dañar a otro). No
existe un vínculo previo, sino que surge con la infracción (ex post), situación
regulada por el derecho a través del deber de cuidado general.
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Sin embargo, Corral dice que esta distinción ha ido cesando por: (i) la admisión de la indemnización de
daños morales contractuales y (ii) porque parece improcedente decir que se puedan indemnizar daños
imprevisibles por responsabilidad extracontractual, debido a que no habría nexo causal entre el ilícito y el
daño.
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Atribución de Responsabilidad: el principio primigenio es que cada persona corre con sus propios
riesgos, es decir, el daño carga sobre dicho sujeto, salvo aquellas situaciones donde la legislación
expresamente permite atribuir ese riesgos a alguien en particular (un tercero) para obtener una
indemnización. La pregunta, entonces, será determinar en qué casos los riesgos dejan de pesar sobre
una persona y se le atribuyen a otra distinta.
1. Responsabilidad por Culpa o Negligencia: se atribuye responsabilidad a aquel que haya
incurrido en dolo o culpa de lo cual fluye el daño. Esta es la regla general en nuestro
ordenamiento jurídico (responsabilidad subjetiva), aunque existan excepciones de
responsabilidad objetiva. Aparece el factor de imputación en virtud del cual se le atribuye
un daño a alguien cuando el ilícito (delito o cuasidelito) ha sido cometido con dolo o culpa.
Es decir, el principio es que no hay responsabilidad sin culpa, a pesar de que existan
elementos que la vayan atenuando (en base a presunciones de culpa o exigencias más
tenues en el
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vínculo causal, por ejemplo). Esta responsabilidad por culpa siempre requerirá una
infracción dolosa o culposa a un deber de cuidado. Por una parte, este deber (infringido)
puede ser específico (por ejemplo, en materia de libre competencia, sanitaria, bancaria,
alimentos). Por otra parte, este deber (infringido) puede ser general (la idea de que nadie
puede dañar injustificadamente a otro). Elementos de la responsabilidad extra-contractual:
o Existencia de un delito o cuasidelito civil en base a una infracción al deber de
cuidado general o específico.
o La infracción debe ser antijurídica (contraria a derecho).
o Que esta conducta cause un daño.
o Que exista una relación de causalidad entre la acción/omisión y el daño.
o Imputabilidad a dolo o culpa del autor.
o Que el autor sea capaz.
o Que no se encuentre prescrito.
El fundamento de la responsabilidad subjetiva es la libertad del individuo que llevó a
efecto esa conducta, pudiéndole reprochar esa conducta que es fruto de su libertad. Este
reproche es objetivo, aunque sea responsabilidad subjetiva, ya que se analizará en base a
qué hubiera pasado con una persona prudente y diligente en ese caso.
2. Responsabilidad Objetiva o Estricta: hay obligación de indemnizar o reparar cuando se
produzca una cierta actividad o conducta dañosa, sin importar si hubo dolo o culpa. Es
decir, solo se requiera un relación de causalidad entre la conducta y el daño, bastando que
esa conducta se haya realizado en el marco de una situación riesgosa. El fundamento es
que el riesgo creado es suficiente para atribuir responsabilidad. En la responsabilidad
objetiva se responde por el riesgo creado o agravado, independiente de que le genere
beneficio o no a quien llevó la conducta a efecto. Los casos típicos de responsabilidad
objetiva son los derrames de hidrocarburos, el animal fiero, el dueño del vehículo, entre
otros). Simplemente hay una razón de política legislativa de que lo que se busca es
simplemente obtener la indemnización; es decir, el legislador no desea entrar a un análisis
culpabilístico. Esta postura es criticada jurídicamente desde tiempos anteriores, ya Planiol
decía que suprimía el elemento social de reproche y paralizaba la iniciativa privada.
3. Seguro Privado Obligatorio: para ciertos casos habrá un tercero que intervenga y que
asuma sobre sí la obligación de indemnizar. Se establece que quien realiza cierta actividad
riesgosa tenga que contratar este seguro. Por ejemplo, el caso de autorización de vehículos
motorizados o en accidentes de trabajo. Aquí, la responsabilidad civil adquiere un rol
residual o supletorio, en la medida que el daño sea superior al monto asegurado.
La función de la responsabilidad es buscar reducir los costos del accidente y colocar la obligación
de reparar ese accidente en quien tenga el menor costo de evitarlo (least cost avoider). Lo que se
hace es atribuir la responsabilidad a quien se encuentre en la mejor posición para disminuir los
costos del accidente y el menor costo para evitarlo.
A la luz del análisis económico del derecho, se llegó a hablar de la aritmética de la culpabilidad o
prudencia, en donde se usa una fórmula de precisión de la culpabilidad precisada por el Juez Hand
en virtud de la cual el costo de evitar un accidente es menor que el daño susceptible de ser
causado o
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producido por la actividad que vaya a generar ese accidente multiplicado por la probabilidad de que
ese accidente vaya a ocurrir. *
Primero se busca reparar o indemnizar el daño, segundo saber a quien se le va a atribuir a priori la
responsabilidad por ese daño, tercero una función preventiva de corte disuasivo y algunos agregan
(cuarto) una función punitiva.
Presupuesto General o Común: la capacidad delictual en cuanto aptitud que tiene una persona
para contraer la obligación de reparar un daño corresponde al presupuesto general de la
responsabilidad extracontractual. El profesor Barros dice que la capacidad delictual se comprende
en el acto humano voluntario.
1. Regla General: toda persona es capaz de delito o cuasidelito, salvo aquellas que la ley
declara expresamente incapaces.
2. Regla Excepcional: la incapacidad se contrapone, evidentemente, a la capacidad y, por
tanto, constituye la excepción a este requisito. En efecto, el Art. 2319 CC dispone que no
son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los dementes; pero serán
responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere
imputárseles negligencia.
a. Dementes (Discapacidad Mental): los que, al tiempo de ejecutar el hecho, están
privados de la razón por causas patológicas. El precepto no hace referencia a la
declaración de interdicción, por lo que no se aplica el Art. 465 CC. Hay ciertos
requisitos para la estimación de demencia:
i. Que la demencia sea actual (al momento de ejecutarse el hecho el agente
estuviera imposibilitado de deliberar normalmente, esté o no esté
interdicto).
ii. Que la demencia sea total (absolutamente impedido de darse cuenta del
acto y sus consecuencias).
iii. Que la demencia no sea imputable a la voluntad del sujeto (este es un
requisito no admitido generalmente por los autores, pero el caso del ebrio
lo hace relevante).
b. Ebriedad (caso especial): el caso especial es el del ebrio y otras conductas
análogas (drogas o estupefacientes, por ejemplo) en los que el Art. 2318 CC
dispone que el ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito.
Esto porque, en la
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medida que la ebriedad sea ocasional, por la culpa del ebrio se encuentra en tal
deplorable estado, aplicándose la acción libre en la causa.
c. Menores de Edad:
i. Menores de 7 Años (Infantes): los menores de siete años siempre serán
incapaces, es decir, no son capaces de delitos o cuasidelito.
ii. Mayores 7 Años y Menores de 16 Años: se aplica la regla del
discernimiento, donde el juez deberá resolver sobre la posibilidad del
menor de prever o conocer los riesgos y peligros de su conducta, donde
habrá una imputabilidad a ese menor dependiendo casuísticamente de su
discernimiento.
3. Responsabilidad del Guardián del Incapaz: quien cuida al incapaz puede incurrir en
responsabilidad por los daños causados por este último. Esta responsabilidad se aplica a
cualquier persona que tenga a su cargo el cuidado del incapaz. Se ha observado que el
guardián responde por su propia culpa, y no por la del incapaz. Por ello, se dice, es
necesario acreditar negligencia de su parte. Esto ha generado discusión en la doctrina. Por
una parte, Corral (poco asertivamente según CEB) no está de acuerdo con esto porque
podría aplicarse la norma contractual que establece una presunción de culpa por hecho
ajeno (Art. 2320 CC). Por otra parte, Barros sí sostiene que debería acreditarse la
negligencia por parte del guardián. Del Art. 2325 CC, se desprende a contrario sensu, que
el guardián no puede pretender ser reembolsado por lo que se vio obligado a pagar en los
bienes del incapaz. Además, la doctrina más moderna permite la denominada “equitativa
indemnización” por parte del incapaz, ya que, en la medida de que tenga un patrimonio,
este puede responder directamente en cierta forma por los daños ocasionados por él.
Elementos:
1. Acto Humano: tiene que existir un hecho voluntario del hombre, pudiendo ser tanto una
acción como una omisión (más excepcional porque se reconoce cuando el deber general de
cuidado prescribía u obligaba a ese agente asumir una determinada conducta, no siendo
realizada por el sujeto). Ahora bien, existen otras hipótesis en que una acción da origen
tanto a obligaciones de hacer como a obligaciones de no hacer (donde podría configurarse
una situación omisiva). Por ejemplo, en materia de mercado de valores y uso de
información privilegiada.
a. Casos de Exclusión de Responsabilidad por Falta de Voluntad: estados
transitorios de pérdida del uso de razón (como el de hipnosis o sonambulismo)
corresponden a causales de exoneración por falta de voluntariedad de la acción.
b. El Caso Fortuito: corresponde al imprevisto a que no es posible resistir
(incluyéndose no solo los hechos naturales, pero también las actuaciones humanas,
por ejemplo, obrar violentado por una fuerza irresistible o impulsado por un miedo
insuperable, e incurrir en una omisión hallándose impedido por causa legítima o
insuperable). Según Corral, aunque puede ser conceptualizado como causal de
exoneración de responsabilidad por falta de antijuridicidad, o de culpa, o de nexo
causal entre el hecho y el daño, lo más propio es ubicarlo como causal de supresión
de la voluntariedad del acto humano. También se discute si el caso fortuito es una
causal de eximente de responsabilidad objetiva. Por una parte, Alessandri sostiene
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La sentencia penal absolutoria también produce efectos, pero de forma mucho más limitada.
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A este respecto es pertinente plantearse el problema del concubinato y si el concubino tiene derecho a ser
reparado por la ruptura de la relación o por la muerte del conviviente causada por un tercero. Corral difiere de
la opinión que piensa que por el relajamiento general de las costumbres, las uniones extramatrimoniales deben
gozar de la misma protección a estos efectos que la familia legalmente constituida a través del matrimonio.
Por ello, será necesario acreditar la existencia de esa afectividad, la perdida producida por la falta del
conviviente y la razonable probabilidad de que ella no se hubiere producido por la decisión unilateral de este
de romper la relación de hecho.
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Se agrega el caso del francotirador que dispara antes de la caída.
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Art. 2317 CC: si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas será
solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o cuasidelito, salvas las
excepciones de los Arts. 2323 y 2328.
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Art. 2330 CC: la apreciación del daño está sujeta a reducción, si el que lo ha sufrido se expuso a él
imprudentemente.
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Art. 1698 CC: incumbe probar las obligaciones o su extinción al que alega aquéllas o ésta.
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El business judgment rule es usualmente usado en demandas cuando el director de una sociedad ha tomado
una decisión que afecta a la sociedad y el demandando, por tanto, alega que el director violó el deber de
cuidado de la sociedad. En estos casos, los tribunales evaluarán el caso usando el business judgment rule en
virtud del cual confirmarán las decisiones del director en la medida que fueron adoptadas: (i) de buena fe; (ii)
con el cuidado que una persona razonablemente prudente usaría; y (iii) con la razonable creencia que el
director actuó en los mejores intereses de la sociedad.
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CEB se inclina por esta postura.
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El Código establece varias formas de responsabilidad indirecta o refleja, que son formalizadas al
modo de presunciones de culpa o de responsabilidad culpable. Se trata de la responsabilidad por el
hecho propio (del responsable), de un tercero ajeno (al responsable pero que depende de éste), y
hecho de cosas (cuya propiedad, tenencia o cuidado corresponde).
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Aquí surge nuevamente el asunto de la responsabilidad de las personas jurídicas, en donde muchas veces se
habla del programa de cumplimiento o modelo de prevención de delitos, donde operan como atenuantes de la
responsabilidad e, incluso, como excluyentes de responsabilidad.
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Por ello, la jurisprudencia ha entendido que habría una relación de causalidad entre la
omisión del deber de vigilancia y el daño producido por el dependiente. Se trataría, en todo
caso, de una presunción simplemente legal, que admite prueba en contrario. La prueba en
contrario consiste en no haber faltado al deber de vigilancia. La postura actual es que
debería haber sido imposible impedir el hecho.
Tratándose de los amos por hechos de sus criados (Art. 2322 CC), la prueba contraria es
aún más estricta: consiste en que los criados han ejercido sus funciones de modo impropio
que los amos no tenían medio de prever o impedir, empleando el cuidado ordinario y la
autoridad competente.
Sin embargo, dice Corral, en ciertos casos la ley niega toda prueba en contrario,
convirtiendo la presunción en presunción de derecho:
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Se aplica a los hijos matrimoniales, no matrimoniales, adoptivos, en fin. Además, si se trata de un menor de
siete años o uno mayor de siete y menor de dieciséis sin discernimiento, aplicará el Art. 2319 CC, debiendo
acreditarse la negligencia del guardador. En cambio, si se trata de un menor mayor de siete años con
discernimiento, se aplica el Art. 2320 CC presumiéndose la responsabilidad del padre o madre. Lo importante
es que se trate del cuidado legal más que entender literalmente el “que habiten en la misma casa”.
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1. Daños Causados por la Ruina de un Edificio (Art. 2323 CC31 y Art. 2324 CC32):
a. Responsabilidad del o los Propietarios: el dueño del edificio es responsable a
terceros de los daños que ocasione su ruina. En caso de copropiedad, la
indemnización se divide a prorrata de las cuotas de dominio y no hay solidaridad.
Los requisitos de esta presunción son:
i. Que el daño lo ocasione un edificio.
ii. Que el daño provenga de la ruina del edificio (puede ser parcial e incluso
funcional).
iii. Que la ruina se deba al hecho de haberse omitido las necesarias
reparaciones, o de haberse faltado de otra manera el cuidado de un buen
padre de familia
o a un vicio de construcción.
Pero, no habrá lugar a la indemnización, si no hubiere precedido notificación de la
querella.
b. Responsabilidad de los Profesionales de la Construcción: si el daño proviene de
un vicio de construcción, el responsable no será el propietario, sino el constructor o
arquitecto. El plazo es de 5 años.
2. Daños Causados por una Cosa que Cae o se Arroja (Art. 2328 CC 33): cuando alguien
sufre daño por efecto de una cosa que es arrojada o que cae de un lugar elevado, responden
todos los que habitan la parte del edificio desde el cual se ha arrojado o caído. Los
requisitos de esta presunción son:
a. Que el daño haya sido causado por una cosa que cae o se arroja.
b. Que la cosa caiga o sea arrojada de la parte superior de un edificio.
c. Que esa parte del edificio esté habitada.
d. Que no se acredite culpa de una persona determinada: Si se prueba que el hecho se
debe a la culpa o dolo de alguna persona exclusivamente, será responsable está
sola.
La obligación de responder no es solidaria, ya que la indemnización se divide entre todos los
presuntamente culpables.
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Art. 2323 CC: el dueño de un edificio es responsable a terceros (que no se hallen en el caso del Art. 934
CC), de los daños que ocasione su ruina acaecida por haber omitido las necesarias reparaciones, o por haber
faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia. / Si el edificio perteneciere a dos o más
personas proindiviso, se dividirá entre ellas la indemnización a prorrata de sus cuotas de dominio.
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Art. 2324 CC: si el daño causado por la ruina de un edificio proviniere de un vicio de construcción, tendrá
lugar la responsabilidad prescrita en la regla 3.a del Art. 2003 CC.
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Art. 2328 CC: el daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un edificio, es imputable
a todas las personas que habitan la misma parte del edificio, y la indemnización se dividirá entre todas ellas; a
menos que se pruebe que el hecho se debe a la culpa o mala intención de alguna persona exclusivamente, en
cuyo caso será responsable esta sola. / Si hubiere alguna cosa que, de la parte superior de un edificio o de otro
paraje elevado, amenace caída y daño, podrá ser obligado a removerla el dueño del edificio o del sitio, o su
inquilino, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se sirviere de ella; y cualquiera del pueblo tendrá
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3. Daños Causados por un Animal (Art. 2326 CC34 y Art. 2327 CC35): el dueño de un
animal es responsable de los daños causados por el mismo animal, aun después que se haya
soltado o extraviado. Se extiende la responsabilidad a todo el que se sirva de un animal
ajeno. Pero este tiene acción contra el dueño si el daño ha sobrevenido por una calidad o
vicio del animal, que este con mediano cuidado o prudencia debió conocer o prever, y de
que no le dio conocimiento. Se admite la exoneración del responsable solo si se acredita la
ausencia de negligencia en el hecho. Pero, si se trata de un animal fiero, que no es útil para
la guarda o servicio de un predio, la presunción no admite prueba en contrario: si el que
tiene el animal alega que no le fue posible evitar el daño, no será oído. Esto no se aplica si
el animal fiero presta algún servicio o utilidad, aunque no sea en beneficio de un predio,
como por ejemplo, en circos o zoológicos.
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Art. 2326 CC: el dueño de un animal es responsable de los daños causados por el mismo animal, aun
después que se haya soltado o extraviado; salvo que la soltura, extravío o daño no pueda imputarse a culpa del
dueño o del dependiente encargado de la guarda o servicio del animal. / Lo que se dice del dueño se aplica a
toda persona que se sirva de un animal ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido por
una calidad o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer o prever, y de
que no le dio conocimiento.
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Art. 2327 CC: el daño causado por un animal fiero, de que no se reporta utilidad para la guarda o servicio
de un predio, será siempre imputable al que lo tenga, y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será
oído. 36 Art. 2315 CC: puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha
sufrido el daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario, si el daño irroga perjuicio a su
derecho de usufructo o de habitación o uso. Puede también pedirla en otros casos el que tiene la cosa con
obligación de responder de ella; pero sólo en ausencia del dueño.
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Depositario, arrendatario, comodatario. El arrendamiento es un caso especial, ya que de este contrato
emanan derechos personales, sobre los cuales el arrendatario tiene un derecho real sobre el derecho personal.
En el caso del arrendatario este puede ejercer la acción a su propio nombre contra terceros que no pretenden
derecho a la cosa arrendada. El Art. 1930 CC dispone que si el arrendatario es turbado en su goce por vías de
hecho de terceros, que no pretenden derecho a la cosa arrendada, el arrendatario a su propio nombre
perseguirá la reparación del daño.
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Las personas que han experimentado un perjuicio en su patrimonio, al verse privadas de todo o parte de
auxilio pecuniario o de los beneficios que el físicamente ofendido les proporcionaba (los que tenían derecho a
reclamar alimentos, se discute si se debía fijar por sentencia o cumplimiento voluntario o bastaba con el título;
las que vivían a expensas del ofendido; las que sufren año con la muerte o incapacidad de la víctima directa
por tener un relación laboral o profesional o habiendo Estado vinculadas económicamente).
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Las ppersonas que por la muerte o lesión de la víctima directa sufran un perjuicio moral. Hay un criterio
amplio, por lo que se deben plantear límites.
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B. Legitimación Pasiva:
1. Legitimado por participación en el hecho ilícito: la persona obligada a la indemnización
es el que hizo el daño. En caso de existir pluralidad de autores, hay solidaridad entre ellos 40.
Frente al caso del encubridor este responderá́ como autor de su propio daño. En cuanto a la
40
Por excepción, no hay solidaridad en los casos de daños causados por ruina del edificio y por una cosa que
se cae o se arroja. Además, no se aplica esta solidaridad si, respecto de un mismo hecho dañoso, hay varios
responsables que no son coautores. En este caso la victima puede ejercer la acción contra ambos, y la
sentencia puede declarar la responsabilidad por el total de ambos si se cumplen los requisitos legales. En la
ejecución el perjudicado podrá elegir entre los dos condenados para obtener la reparación. Una vez hecho el
pago, habrá que determinar si hay contribución a la deuda por parte del otro obligado, lo que dependerá de lo
dispuesto en la ley y, en su silencio, de la contribución causal de cada uno al daño.
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El legitimado pasivo va a ser, en materia de sociedades, el órgano, el gerente legal, sea por disposición legal
o estatutaria que determine el apoderado de la sociedad.
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En cuanto a la cuantía, se ha indicado que es posible que la determinación de esta pueda reservarse
para la ejecución de la sentencia o para un juicio posterior, aplicando lo dispuesto en el Art. 173
CPC42. Alessandri se opone por estimar que la reserva solo procede para la responsabilidad
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Art. 173 CPC: cuando una de las partes haya de ser condenada a la devolución de frutos o a la
indemnización de perjuicios, y se ha litigado sobre su especie y monto, la sentencia determinará la cantidad
líquida que por esta causa deba abonarse, o declarará sin lugar el pago, si no resultan probados la especie y el
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monto de lo que se cobra, o, por lo menos, las bases que deban servir para su liquidación al ejecutarse la
sentencia. / En el caso de que no se haya litigado sobre la especie y el monto de los frutos o perjuicios, el
tribunal reservará a las partes el derecho de discutir esta cuestión en la ejecución del fallo o en otro juicio
diverso.
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contractual. Esto es incorrecto para Corral quien, además, estima que esta reserva solo puede
referirse al monto o cuantía y no a la naturaleza de los perjuicios ya que no existe una acción
genérica de indemnización.
Además, cuando el hecho del que surge la responsabilidad es constitutivo de delito, se permite que
se ejerza la acción civil en el mismo proceso penal; lo que resulta obligatorio si la acción civil tiene
por objeto la mera restitución de la cosa. Y, la acción civil puede ser también de conocimiento de
los jueces de policía local si ella se deriva de faltas o infracciones que son de su competencia o de
accidentes del tránsito.
Además, existen dos situaciones donde se requiere una autorización especial para proceder
civilmente: (i) respecto de los Ministros de Estado, caso en el que debe contarse con la autorización
del Senado; y (ii) respecto de los jueces el mismo tribunal llamado a conocer de la acción debe
pronunciarse previamente sobre su admisibilidad.
Se tratará de un procedimiento ordinario bajo un juicio ordinario (salvo excepciones aplicándose las
normas especiales; en materia de protección del consumidor o ilícitos de libre competencia).
Una segunda cuestión es si es posible ampliar la demanda durante el juicio frente a la aparición de
nuevos daños que no se conocían al momento de su interposición. Por la negativa se pronuncia
Rodríguez, al estimar que la acción se fina al momento de su ejercicio y que conspiraría con la
certeza jurídica aceptar la variación. A Corral le parece que Rodríguez acierta en cuanto a si se trata
de un daño realmente nuevo y no alegado en la demanda. Pero si se trata solamente de la agravación
de un daño comprendido, aunque genéricamente, en la demanda, podría ser alegado en el escrito de
réplica o en segunda instancia.
119
Arturo Saffie V.
Según Alessandri se indemnizan todos los daños, por muy impredecibles que sean.
Ante esto, Corral lo estima desacertado, porque deben ser imputables al hecho del
actor, es decir, debe haber un nexo causal entre el daño y el acto ilícito.
Todo ello sin dejar de tener en cuenta que una cosa es lo que la sentencia decrete
como reparación, y otra la posibilidad efectiva de hacer cumplir el fallo según la
solvencia patrimonial del demandado.
b. Reducción de la Indemnización:
i. Por Disposición Legal Expresa:
1. El Art. 2331 CC señala las imputaciones injuriosas contra el honor
o el crédito de una persona no dan derecho para demandar una
indemnización pecuniaria, a menos de probarse daño emergente o
lucro cesante, que pueda apreciarse en dinero (pero ni aun entonces
tendrá lugar la indemnización pecuniaria, si se probare la verdad de
la imputación). La norma carece de fundamento en una sociedad de
masas donde los efectos de imputaciones injuriosas pueden ser
devastadores por los incisivos medios a través de los cuales se
pueden difundir. Por ello los tribunales la han tachado de injusta e
incluso el Tribunal Constitucional la ha declarado inaplicable por
inconstitucional, aunque no la ha declarado propiamente
inconstitucional por el lobby de la Asociación Nacional de Prensa
(Corral).
2. Otro caso de limitación legal de la responsabilidad está contenido
en el Art. 115 del Estatuto Administrativo que estable que el
funcionario público destituido que después es absuelto y que no es
reincorporado tiene derecho a una indemnización única por los
daños y perjuicios que la medida disciplinaria le haya irrogado, que
ascenderá a la remuneración que le habría a la remuneración que le
habría correspondido percibir en su cargo durante el tiempo que
hubiere permanecido alejado de la Administración, hasta un
máximo de tres años.
120
Arturo Saffie V.
121
Arturo Saffie V.
43
Según Corral, el criterio más razonable es propiciar que el cómputo de la reajustabilidad, tratándose de
daños patrimoniales, opere desde el momento en que el juez se sitúa para avaluarlo. Si ese momento es el del
hecho ilícito o el surgimiento del daño, desde allí procederá el reajuste; en cambio, si la avaluación del
perjuicio la hace el juez al momento de dictar sentencia, como sucede con los daños morales, la
reajustabilidad debeŕ computarse desde la fecha de su notificación. Los intereses, siendo moratorios, se
contabilizaran desde que la obligación de pagar la indemnización se ha hecho exigible, es decir, desde que la
sentencia definitiva queda ejecutoriada. Si la avaluación de los perjuicios se reserva para la ejecución del
fallo, no hay mora mientras no sean determinados.
122
Arturo Saffie V.
El fundamento de esta institución es complejo, porque se supone que todas las personas tienen el
deber jurídico de evitar su propio daño. Y esto, hasta cierto punto, pugna con la alteridad propia del
123
Arturo Saffie V.
derecho. Por ello, Barros dice que el deber de evitar el daño a sí mismo es más bien una carga, por
ende, no da derecho a otros para exigirlo coercitivamente, sino que es una acción establecida en el
propio beneficio. El fundamento de esta norma está en la igualdad de las personas que subyace al
derecho privado; sería desigual imponerle una regla de conducta de evitar el daño a una persona y
no a otro. En otras palabras, resulta desigual imponerle una conducta a una persona respecto de
causar daño, pero no respecto de evitarlo. Por ello, tanto la víctima como el hecho deben tener el
mismo estándar de conducta. También se puede justificar como una suerte de eficacia preventiva
para distribuir los riesgos en la sociedad (las personas tendrían que actuar con menos cuidado).
La culpa de la víctima puede intervenir en el hecho antes (un conductor que debe usar el cinturón de
seguridad), durante (en un incendio, existe el deber de atrapar sus consecuencias) o después (si
alguien está lesionado, tiene el deber de pedir asistencia médica) del accidente.
La culpa, tanto del hechor como de la víctima, puede configurarse por la infracción u omisión a
ciertos deberes legales (de carácter infraccional), donde el legislador impone cierto estándar de
conducta, aplicando tanto para el autor del daño como para la víctima. Lo que va a ocurrir
normalmente es que legislador no va a haber fijado ex ante el estándar de conducta, el que se
determinará posteriormente sobre la base de los hechos del caso específico (le toca al juez
determinar si la víctima actuó o no diligentemente). La manera de calificar o medir la culpa es de
carácter objetivo, de acuerdo a las reglas generales de diligencia y cuidado.
Se presentan ciertas situaciones sobre qué ocurre si estos deberes de cuidado atentan contra las
convicciones filosóficas o religiosas de la víctima. Por ejemplo, el testigo de Jehová que no quiere
hacerse una transfusión sanguínea. Por ende, el daño generado fue agravado por un hecho propio de
la víctima, se trata, entonces, de que ese daño no le pese al autor del hecho. Como regla general se
suele decir que la persona sujeta a ciertas convicciones filosóficas y religiosas que le impiden actuar
de acuerdo a sus expectativas generales, lo hace bajo su propio riesgo.
En general, los jueces exigen una conexión de ilicitud entre la culpa de la víctima y el daño que se
produjo. Por ejemplo, una persona tiene un accidente en el metro sin haber pagado el pasaje o
manejar con la licencia vencida e intervenir en un choque. En este caso, se dice que hay que atender
al fin de la norma, el cual no es evitar accidentes, no existiendo esta conexión. Se dice, por el
profesor Barros, que entonces no aplica el Art. 2330 CC.
Un caso muy discutido es sobre qué ocurre si la víctima es incapaz. Uno de los requisitos generales
de la responsabilidad es que el autor del daño debe ser capaz según las normas del Art. 2319 CC y
Art. 2320 CC. Lo que suelen decir los autores es que sí se reduce el monto del daño por la culpa de
la víctima, aunque esta no tenga capacidad extracontractual. Se atiende en este caso, más que el
discernimiento que pudo tener la persona, al rol que juega la culpa en la causalidad de la producción
del daño.
Otro asunto es el del daño por repercusión. Los familiares de la víctima pueden, en general,
demandar por el daño que ellos han sufrido por un hecho que atentó contra la víctima, generalmente
a título de
124
Arturo Saffie V.
daño moral. Se discute si se reduce o no la indemnización a los parientes para el caso en que
intervenga culpa de la víctima. Alessandri y Domínguez A. son partidarios de aplicar una
distinción:
Si la víctima ha muerto y los parientes demandan en calidad de herederos (los derechos de
ser indemnizada se transmiten), en este caso sí aplica la reducción, porque los parientes
demandan representando al difunto.
Si los parientes demandan a título personal, por el daño sufrido por ellos, no aplica la
reducción por la culpa de la víctima.
Otros autores, como Barros, sostienen que esta distinción es artificial y que en ambos casos la
indemnización está sujeta a reducción.
B. Clasificación:
125
Arturo Saffie V.
C. Validez de las Cláusulas: requisitos desarrollados por la jurisprudencia (no tienen fuente legal).
1. Convenciones Exonerativas:
a. Los autores estiman que las cláusulas de aceptación directa de un daño tienen como
límite los bienes jurídicos indisponibles de las personas (por ejemplo, vida, salud,
integridad física).
b. Además, Barros destaca la distinción entre la aceptación de un riesgo y la
aceptación de un daño. Según él, nadie puede aceptar un daño contra un bien
indisponible, pero sí un riesgo que potencialmente los afecte (por ejemplo, un
enfermo terminal se somete a una operación riesgosa o un tratamiento
experimental). Esto se debe a que en el caso de que se acepte el riesgo se está en el
caso de convención limitativa.
c. Tienen como límite la culpa grave y el dolo; la condonación del dolo futuro no vale.
2. Convenciones Limitativas:
a. Los requisitos de validez son más laxos.
b. Los autores suelen decir que son esencialmente válidas, con el límite del dolo y la
culpa grave.
c. Si esta cláusula afecta algún bien jurídico indisponible, Barros dice que son válidas
si tienen un fundamento plausible o razonable.
3. Convenciones Modificatorias:
a. Si la indemnización fijada ex ante es mayor que el daño causado: no hay
propiamente una limitación de responsabilidad, por lo que no hay problema de
validez.
b. Si la indemnización fijada ex ante es menor que el daño causado: son válidas;
salvo el caso de que se fije un monto de indemnización insignificante respecto de
un bien jurídico indisponible, no será válida, porque consiste (prácticamente) en
una exoneración informal de responsabilidad.
D. Derecho Comparado: sobre la validez de estas cláusulas, la Corte de Casación francesa sostuvo
que éstas no so válidas porque las normas de delitos o cuasidelitos (responsabilidad
extracontractual) son de orden público y, por tanto, inalterables por convención de las partes. Por
otra parte, en otros ordenamientos jurídicos (como el chileno), los autores sostienen que, en
principio, son válidas, pero hay límites.
126
Arturo Saffie V.
OTRAS MATERIAS
Resumen “Del Efecto Absoluto de los Contratos” de Don José María Eyzaguirre G. 44
I. Del efecto de los contratos: el efecto que produce un contrato está constituido por las
obligaciones y derechos que nacen como consecuencia de su celebración (Art. 1437 CC y Art. 1438
CC). El contrato, además de ser un acto jurídico que vincula muy estrechamente a quienes lo
celebran, constituye un hecho jurídico que como tal tiene consecuencias mucho más amplias que los
derechos y obligaciones que nacen entre las partes del contrato. La norma básica y central del efecto
de los contratos en nuestro Código Civil es el efecto relativo de los contratos en donde el efecto de
ley del Art. 1545 CC no alcanza a quienes no son contratantes.
II. Del efecto relativo de los contratos: consiste en que el contrato sólo produce efectos respecto
de las partes que lo han celebrado, no alcanza a los terceros que son enteramente ajenos a su
celebración. Son partes contratantes aquellos cuya manifestación de voluntad ha permitido el
nacimiento y perfeccionamiento del contrato respectivo. Se consideran partes contratantes, para
estos efectos, los representantes legales o voluntarios de una o cualquiera de las partes (Art. 1448
CC) y sus sucesores a título universal (Art. 1097 CC). De esta manera los efectos de un contrato no
sólo alcanzan a quienes lo celebraron sino a sus representados y a sus herederos que se identifican
de algún modo con el concepto de parte contratante.
A qué efectos del contrato se refiere el Art. 1545 CC: el Art. 1545 CC se está refiriendo a
los efectos del contrato en el sentido restringido, es decir, al conjunto de derechos y
obligaciones que nacen como consecuencia del contrato. Distinta en la situación de los
terceros que no son parte en el acto o contrato, cuya voluntad no ha concurrido a darle vida.
Los terceros, por regla general, no adquieren derechos ni contraen obligaciones que emanan
en forma directa del contrato, pero sí llegan a tener intereses que están íntimamente
vinculados al contrato (sea porque les beneficia, sea por que les perjudica).
Excepciones al efecto relativo de los contratos:
o La situación de los representantes, de los herederos y de los sucesores a título
universal no son verdaderas excepciones al efecto relativo de los contratos, ya que
el representado y los sucesores constituyen una misma persona con su representante
o con su causante y como tal les alcanzan los efectos del contrato al igual que si
fueran contratantes.
o Más discutible es la situación de los sucesores a título universal entre vivos, pero en
general, en dichos casos también se produce una clase de identificación jurídica
entre sucesor y su causante.
o En el caso del adquirente de un establecimiento de comercio se produce también
una especie de subrogación entre el accidente del establecimiento y el anterior
dueño del mismo.
Otros casos de excepción:
o Sucesor o causahabiente a título singular: el sucesor a título singular es un
tercero ajeno a las partes contratantes que no las representa en modo alguno, pero
que en virtud de un contrato celebrado con una de ellas ha adquirido algún derecho
u obligación emanado del contrato primitivo. En este caso, los derechos y
obligaciones
44
Matría tratada entre las páginas 12 y 18 de estos apuntes.
127
Arturo Saffie V.
del contrato primitivo se han convertido en un objeto del segundo contrato celebrado entre el cedente y
el cesionario. No existe una excepción al efecto relativo de los contratos, ya que entre la parte del
primitivo contrato y su cesionario existe un nuevo contrato. En algunos casos en que se produce la
cesión por el sólo ministerio de la ley, los derechos adquiridos por el cesionario se adquieren no como
un efecto del primitivo contrato sino en virtud de una expresa disposición legal que establece la
subrogación ipso iure.
o La estipulación en favor de un tercero (Art. 1449 CC): la doctrina45 considera que estas formas
contractuales constituirían una excepción al efecto relativo de los contratos, ya que los contratantes
serían solamente el estipulante y el prometiente, pero no el tercero y, sin embargo, el contrato
generaría derechos y consecuentemente acciones a favor del tercero. No parece que esta estipulación
sea una excepción al efecto relativo de los contratos. Si bien las partes originales del contrato son el
estipulante y el prometiente, el tercero beneficiario sólo adquiere los derechos estipulados en su favor
en virtud de su aceptación, es decir, su manifestación de vincularse al contrato. No existe, entonces,
excepción al efecto relativo de los contratos, ya que el derecho del tercero beneficiario solamente nace
una vez que éste se ha incorporado al contrato y ha pasado a ser parte del mismo con lo cual se
producen a su respecto los efectos del contrato estipulado en su beneficio. Ejemplos de esta
estipulación con el contrato de seguro de vida y la donación modal.
o La promesa de hecho ajeno (Art. 1450 CC): tampoco hay excepción aquí al efecto relativo de los
contratos, ya que el tercero no contrae obligación alguna antes de que haya manifestado su voluntad de
ratificar la promesa de hecho ajeno por uno de los contratantes.
Los casos anteriores son excepciones impropias al efecto relativo de los contratos, pero hay que referirse a algunos
casos en que el contrato tiene efectos absolutos, es decir, produce consecuencias jurídicas respecto de terceros.
III. Del efecto absoluto de los contratos: no se trata ya de los derechos y obligaciones que emanan del contrato, sino
que en un sentido mucho más amplio a todas las consecuencias de cualquier orden que puedan derivarse de la
celebración del contrato, ya no solo para las partes que intervienen en él y quienes se equiparan a las partes, sino para
terceros enteramente extraños para quienes la celebración del contrato produce alguna consecuencia, ya sea le genera
un beneficio o le genera un daño o simplemente deben aceptar las consecuencias que el hecho de su celebración y/o los
efectos que el contrato produce.
El contrato como hecho jurídico es oponible a todos los terceros (del efecto reflejo de los contratos): el
contrato una vez celebrado y perfeccionado, además de ser un acto jurídico para las partes que lo han
celebrado y para los terceros que de algún modo son alcanzados por sus efectos, constituye un hecho jurídico,
es decir, un suceso que con anterioridad a la celebración del contrato no existía y que pasa existir y que
ciertamente no puede ser desconocido por los terceros.46 Todo negocio produce un efecto reflejo para los
terceros en el sentido de que no puede aislarse en el mundo jurídico, sino que se integra en el entramado
45
La teoría de la creación directa del derecho en manos del tercero; a diferencia de las demás.
46
Cita a Larroumet, Diez-Picazo e Ihering.
128
Arturo Saffie V.
de relaciones (Ihering). La repercusión puede ser de mero hecho o jurídica. Si bien los
terceros deben aceptar este efecto reflejo del contrato que los obliga a reconocerlo como un
hecho jurídico, este efectos los obliga también a respetar el contrato, es decir, a no realizar
conductas que sean contrarias al contrato ya celebrado y a no causar menoscabo en los
derechos adquiriros por las partes en virtud del contrato. Para poder oponer el contrato a los
terceros enteramente ajenos a él, es necesario que este contrato conste fehacientemente por
algún medio de prueba que permita dar por acreditado este hecho respecto de los terceros
(análisis sobre instrumentos públicos e instrumentos privados).
Contratos que tienen como consecuencia el nacimiento de un derecho real para una de
las partes o su modificación: en estos casos (compraventa, hipoteca, entre otros), el
contrato junto con hacer nacer o permitir que nazca un derecho real para una de las partes,
genera un efecto para los terceros, aún los terceros absolutamente extraños al contrato, cual
es la obligación que tienen de respetar el derecho real que ha nacido, se ha transferido o se
ha, de algún modo, modificado en virtud del contrato. Pero la obligación de respeto a los
derechos reales es una obligación más bien legal (naturaleza del derecho real) que una
obligación contractual.
Obligación de respetar los derechos personales que nacen de un contrato: aquí hay que
considerar la obligación de respeto por parte de los terceros a los derechos personales
válidamente adquiridos en virtud de un contrato. Aquí se ha producido (en parte gracias a la
jurisprudencia de la Corte Suprema) una constitucionalización de los derechos emanados de
los contratos, es decir, un derecho de propiedad sobre los derechos.
Situación de los acreedores de una de las partes del contrato: los acreedores de las
partes son extraños a la relación contractual, en consecuencia, el contrato no genera para
ellos ni derechos ni obligaciones de especie alguna. Pero sí pueden verse alcanzados por los
efectos de los contratos, ya sea perjudicados o beneficiados en su derecho general de prenda
(Art. 2465 CC) por los contratos celebrados por su deudor según sea que éste incremente o
disminuya su patrimonio. En su carácter de tercero, el contrato no genera derechos y
obligaciones para el acreedor, pero constituye un hecho que él tiene que aceptar. Estas
consecuencias que la celebración del contrato produce para los acreedores de los
contratantes no constituyen excepciones al efecto relativo de los contratos, ya que no
constituyen efectos propios del contrato en su sentido restringido, sino que son
consecuencias de su celebración, la que no puede ser desconocida por los acreedores salvo
los casos por conducta fraudulenta. Además, la posibilidad que tienen los acreedores de
subrogarse en los derechos de su deudor, no es una consecuencia del contrato, sino que
requiere un expresa autorización legal.
Caso en que una de las partes invoca la existencia de un contrato con el objeto de
cobrar perjuicios en contra de un tercero que ha sido cómplice en la violación de dicho
contrato: la jurisprudencia extranjera (especialmente francesa) ha reconocido el derecho de
un contratante quien es acreedor y titular de un derecho emanado del contrato para accionar
en contra de terceros que permitieron o ayudaron al otro contratante a infringir el contrato.
Es decir, serían cómplices en la infracción del contrato. Por ejemplo, en cláusulas de no
competencia o en contratos de exclusividad. Pero la responsabilidad del tercero, no es una
responsabilidad contractual puesto que él no ha incurrido en un incumplimiento de las
obligaciones que le impone el contrato toda vez que no ha sido parte del contrato. En
consecuencia, su responsabilidad es extracontractual basada en que ha cometido un delito
129
Arturo Saffie V.
civil, cual es que habiendo conocido la existencia del contrato celebrado, voluntariamente
se ha prestado para que se infrinja y viole dicho contrato. Algunos autores hablan de que
este tercero sería cómplice en la violación del contrato, pero don José María prefiere hablar
de que este tercero sería autor de un delito civil, lo que parece más ajustado a la naturaleza
de la responsabilidad del tercero.
Caso en que el tercero adquiere un interés vinculado u originado en un contrato que le
es ajeno: existe también la situación inversa en que un tercero, enteramente ajeno a la
celebración de un contrato se encuentre interesado en invocar dicho contrato en su propio
beneficio. La fuente de la responsabilidad que sirve de base al reclamo del tercero no puede
ser de carácter contractual, ya que él no tiene vínculo contractual con la persona a quien
está demandando la indemnización de perjuicios. Dicha responsabilidad será siempre
extracontractual. Por ejemplo, un contrato de transporte de personas en que por
incumplimiento del transportista se produce la muerte de la persona transportada y, en
consecuencia, la obligación de indemnizar a sus parientes que no son parte en el contrato.
Los contratos simulados: en el contrato simulado las partes contratantes aparentan la
celebración de un contrato que en realidad no desean celebrar, existiendo una manifestación
de voluntad distinta de la voluntad real. Cualquier tercero que tenga interés en ello puede
atacar el acto simulado, especialmente si este acto se ha celebrado en perjuicio del tercero.
El tercero tendrá acción para que se declare la invalidez del acto cuando éste es simulado
absolutamente o para hacer prevalecer el acto verdadero que se esconde a través de un acto
aparente. Sin embargo, los derechos que se generan a favor de terceros no emanan del acto
o contrato mismo, sino más bien de la ilicitud que envuelve la celebración de un acto o
contrato de esta especie.
De los pactos de una sociedad anónima y de otros actos o contratos celebrados: (i)
entre accionistas de dichas sociedades; (ii) entre las sociedades mismas; o (iii) entre
dichas sociedades y terceras personas:
o Pactos de accionistas: estos pactos son acuerdos entre dos o más accionistas que se
refieren a la adquisición, transferibilidad o cesibilidad de las acciones de la
sociedad que les pertenecen o a cualquier otra materia que diga relación con los
derechos y obligaciones que a los accionistas corresponden en una sociedad
anónima. Estos pactos constituyen contratos que en principio producen efectos
entre los accionistas que los celebran, salvo cuando ellos se refieren a la libre
cesibilidad o transferibilidad e las acciones cuando se trata de sociedades anónimas
abiertas (Art. 14 Ley 18.046).
o Actos y contratos que una sociedad celebra con personas relacionadas: se
refiere a los actos y contratos que celebre una sociedad con uno o más directores
que tenga un interés por sí o como representantes de otra persona. El Art. 44 de la
Ley 18.046 contiene un complejo procedimiento que deberá seguirse para la
aprobación de estas operaciones. En estas operaciones no cabe duda de que se está
en presencia de que terceros ajenos a la sociedad se ven afectado y alcanzados por
los efectos o consecuencias (limitaciones de contratación y sujeción a
procedimientos complejos) del contrato de sociedad del cual ellos no son socios ni
accionistas.
Cesión de contrato: figura en virtud de la cual una o ambas partes transfieren a un tercero,
enteramente ajeno a la primitiva relación contractual la totalidad de los derechos y
obligaciones que para el cedente generaba el contrato, de tal modo que el cesionario pasa a
130
Arturo Saffie V.
ocupar la posición jurídica que tenía el primitivo contratante. Aquí no hay propiamente una
excepción al efecto relativo de los contratos, ya que dichos derechos y obligaciones los
adquiere o asume el cesionario en virtud de que se le transfieren la totalidad de los derechos
y obligaciones emanados del contrato primitivo en virtud del contrato de cesión.
Subcontrato: es aquel contrato celebrado entre un contratante de un contrato principal y un
tercero en virtud del cual dicho contratante, teniendo como antecedente los derechos y/o
obligaciones adquiridas en virtud del contrato principal, le otorga o se obliga a otorgar al
tercero la facultad de usar y gozar del todo o parte de los derechos adquiridos o le impone la
obligación de ejecutar el todo o parte de las obligaciones contraídas en dicho contrato
principal. No existe, en principio, excepción al efecto relativo de los contratos, ya que
contrato y subcontrato constituyen dos relaciones distintas que producen sus efectos en
forma independiente.
o Acción directa: no obstante, existen algunos casos de excepción en que se concede
la denominada acción directa que permite que aquel contratante del contrato base o
principal que no ha celebrado el subcontrato se dirija en contra del subcontratista
exigiendo el cumplimiento del subcontrato, y viceversa. Ciertamente estas acciones
constituyen excepción al denominado efecto relativo de los contratos, ya que no
existe relación contractual alguna entre el subcontratista y el contratante principal.
No existiría violación del principio de la relatividad de los contratantes si estas
acciones directas se les reconociese un fundamento extracontractual o meramente
legal desvinculado de la responsabilidad contractual. Esta vinculación que es de
carácter económico produce también una vinculación de carácter jurídico que
relaciona a todas las partes que han intervenido tanto en el contrato principal como
en los subcontratos, de modo que las acciones que pueden intentarse entre ellos
quedan regidas por la responsabilidad contractual y no por la extracontractual. No
existiría razón alguna para que las acciones intentadas por un contratante contra del
otro contratante quedan enmarcadas en la responsabilidad contractual y en cambio
cuando se dirigen en contra del subcontratista en responsabilidad extracontractual.
Ello significa diferencias en el estatuto jurídico de ambas responsabilidades que no
se justifican en modo alguno.
Grupo o conjunto contractual: Larroumet plantea la noción de grupo o conjunto
contractual
a través de la cual extiende el ámbito de la responsabilidad contractual a todas las partes
que intervienen como tales en los diversos contratos que conforman un grupo o conjunto
contractual. Lo que determina la existencia de un conjunto de contratos es la vinculación
económica existente entre todos ellos, es decir, cuando la celebración de un determinado
contrato ha hecho necesaria o ha permitido la celebración de los demás contratos del
conjunto. Se trata de una aplicación extensiva del principio del Art. 1545 CC. Es decir, la
extensión de la responsabilidad contractual en el caso de los grupos o conjuntos de
contratos tiene cierta lógica para evitar las consecuencias del distinto marco jurídico que se
daría si sólo pudiese hacerse efectiva la responsabilidad contractual entre co-contratantes y
fuese necesario demandar extracontractualmente a cualquiera de las partes que fuesen
ajenas a esa relación contractual. Pero los límites y alcances de esta responsabilidad
contractual deberán ser estudiados y analizados en mucho detalle.
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Arturo Saffie V.
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