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El Renacimiento

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EL RENACIMIENTO.

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da

Vinci, expresión del canon estético renacentista


Renacimiento es el nombre dado en el siglo XIX a un amplio movimiento
cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI.1 Fue
un periodo de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna.
Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también
se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este
movimiento, que se extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que


determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El término
«Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de la cultura clásica
griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de
la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la
Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el
mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes,
la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por
el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra


"Renacimiento" (rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística
medieval, a la que calificaba como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá
el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes habían entrado en
decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo XIII.2
El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a
mediados del siglo XIX por el historiador francés Jules Michelet, en su
obra Renaissance et Réforme, publicada en 1855.3 Por primera vez, Michelet
usó el término en el sentido de un periodo histórico, que abarcaría desde
el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que
era nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores
democráticos opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo
francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de


Renacimiento fue el suizo Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo
entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo XIV a mediados del XVI.
Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del
espíritu individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el


Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese
momento había sido «supranacional». El Renacimiento no fue un fenómeno
unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su ámbito se limitó
a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los
que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió
con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los estados
europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y
América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la
afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan
por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales
Contexto histórico
Artículo principal: Edad Moderna
Véase también: Renacimiento del siglo XII
Imprenta europea del siglo XV. La difusión de la

cultura gracias a la imprenta fue una de las principales causas dinamizadoras de la


nueva corriente cultural renacentista.
El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que
por lo general se suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492
y la Revolución francesa en 1789, el cual, en el terreno artístico, engloba estilos
como el Renacimiento y el manierismo (siglos XV y XVI), el Barroco, el rococó y
el Neoclasicismo (siglos XVII y XVIII). Otros historiadores sitúan la fecha de inicio
en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental
como la invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano
de Johannes Gutenberg).7

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia


del mundo medieval ocurrida a lo largo del siglo XV por diversos factores, como
el declive del Sacro Imperio Romano Germánico, el debilitamiento de la Iglesia
católica a causa de los cismas y los movimientos heréticos —que darían origen
a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada del
anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias,
lastradas por una teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos


buscaron regenerarse a través del retorno a los valores de la cultura clásica
grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse una nueva sociedad
fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo
monárquico preconizado por Maquiavelo—, así como en el crecimiento
demográfico y una economía centrada en una nueva clase social emergente,
la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía mercantil
y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico
experimentado durante este período, fundamentado en la imprenta y la
consiguiente velocidad de difusión de las novedades.9 Surgió así una visión del
mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y
el teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos
supondrán la nueva forma de valorar el mundo: el humanismo, un término
inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas grecolatinas (derecho,
retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas, científicos
y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron
entonces a aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en


ciudades-estado con diferentes regímenes políticos —repúblicas
como Florencia o Venecia, estados monárquicos como Milán y Nápoles o el
dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado,
cada uno rivalizando con los demás en magnificencia y esplendor. La
educación se volvió más accesible, dejando de estar circunscrita al clero, y se
favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y el patrocinio
de la literatura.10

Por su parte, el siglo XVI estuvo marcado por los grandes descubrimientos
geográficos iniciados con la llegada de Colón a América en 1492, como el
establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da Gama en 1498, la vuelta al
mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en México,
1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura
de la unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín
Lutero (1520), el desarrollo de la ciencia y la técnica (Nova
Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico,
1543; Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de
Róterdam, Giovanni Pico della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan
Luis Vives, François Rabelais).8

Definición
La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en

el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se afianza el retrato como género


autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo, procedente del arte clásico.
El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el
artista e historiador Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al
renacer de la cultura clásica tras el oscurantismo medieval. Como tal, supone
un fenómeno tanto social como político y cultural que abarcó todo el continente
europeo durante los siglos XV y XVI.8 En la historiografía moderna, la primera
definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue
forjada por Jacob Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en
Italia (1860).9

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo XV numerosos


historiadores lo retrotraen al siglo XIV o aún al XIII, a la obra de algunos artistas
considerados precursores, como Cimabue y Giotto en pintura o Nicola
Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros artistas
plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo XV, como el
pintor Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos
interesados en el naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas.12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad


clásica, surgió a principios del siglo XV un movimiento artístico en Italia de gran
vitalidad, que se extendería de inmediato a otros países de Europa.13 El artista
tomó conciencia de individuo con valores intrínsecos, se sintió atraído por la
cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos de la
antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba
nuevas técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose
enormemente las formas de representar el mundo natural con fidelidad. El
paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, quien se interesó por
múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas
conmovidos por la imagen de la antigüedad y preocupados por desarrollar
nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la
música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte


medieval, una parte del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico;
pero el artista renacentista buscó imperiosamente distanciarse de la etapa
anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a los valores religiosos y
por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad técnica en
imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar
otros valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio
artista renacentista no valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»;
así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía por qué las artes «habían
decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían resurgido en
esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del

Bargello, Florencia. En esta obra se representa un personaje bíblico como un héroe de la


Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto renacentista del arte.
Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y
literatos serán exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del
sistema de ciudades-estado italianas de tipo republicano, alejadas así de los
modos autoritarios de la aristocracia y el clero, con sociedades en que se
valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en una
determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que
la caballeresca o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la
ciencia o el arte— que el rancio abolengo.16

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las


nuevas teorías artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de
diversa índole como de personajes provenientes tanto de la aristocracia y el
clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos personajes, el
patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba
a quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de
los mecenas más distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis,
apodado «el Magnífico»; Federico da Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico
Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo, rey de
Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas
y cardenales de la Iglesia.17

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero


los reinterpreta a través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del
mundo perceptible y del ser humano como parte de esa realidad sensible.
Aunque no renuncia a la religión y los valores de la realidad cristiana, da
preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante
durante la Edad Media se sucede una visión dinámica que se sustenta en la
experimentación y en la revalidación del método científico como fuente de
conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores supremos del artista serán la
belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas
herramientas para realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —


así llamado por desarrollarse durante los años 1400 (siglo XV)—, originado por
la búsqueda de los cánones de belleza clásicos y de las bases científicas del
arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en Flandes —especialmente
en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza. Este
Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la
fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), estuvo marcada


por la hegemonía artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente
VII y Paulo III, algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de
los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la
investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras
de Italia (saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y
propagaron las teorías renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo XVI el Renacimiento italiano se extendió por toda
Europa, desde Portugal hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia.
Muchos artistas viajaron en busca de formación o mecenazgo, y las grandes
cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se llenaron
de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los
artistas italianos, pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia
adquirieron así una nueva reputación. Un factor coadyuvante de la difusión del
nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie permitió expandir las obras
de los artistas por todo el continente.20 También aumentó considerablemente
el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la
época fue Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las
llamadas «cámaras de arte» (Kunstkammern), generalmente pertenecientes a
personajes de la aristocracia y la realeza, unas estancias donde se exponían
objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso minerales
o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la
de Rodolfo II en Praga.22

Características
De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento
en:

 La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas


formas arquitectónicas como el orden clásico y la utilización de
motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la
adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no
era efectuar una copia servil, sino la penetración y el conocimiento
de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta
revalorización del arte clásico vino por los hallazgos arqueológicos
de piezas como monedas, camafeos o esculturas romanas, así como
la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales
en la renovación de la arquitectura.13
 Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que
iba unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La
matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de
belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la naturaleza, como
en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento de fenómeno
casual, sino hacia la penetración de la idea.13
 El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las
cosas. Presupone en el artista una formación científica, que le hace
liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias del
medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista
de una nueva consideración, la de «creador». La figura humana es el
nuevo centro de interés del artista, que estudia con detenimiento la
anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13
 El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban
obras constantemente, ya que el arte era visto como un instrumento
de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros
de mecenazgo fueron la Florencia de los Médicis en
el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento,
particularmente Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes
familias fomentaron el mecenazgo: los Este en Ferrara,
los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán,
los Colonna en Nápoles, etc.
Estética
Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde

con La Divina Proporción de Luca Pacioli


La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la
naturaleza, la investigación empírica, con especial influencia de la filosofía
clásica grecorromana. La estética renacentista se basó tanto en la antigüedad
clásica como en la estética medieval, por lo que a veces resultaba algo
contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación de
la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo
visible el camino para ascender a una dimensión suprasensible.23

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su
obra Il libro dell'arte (1400) sentó las bases de la concepción artística del
Renacimiento, defendiendo el arte como una actividad intelectual creadora, y
no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método para el artista
es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del
artista, que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace,
secondo sua volontà). También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el
impulso creador del artista, que forja una idea mental de su obra antes de
realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde entonces para el
arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los
de Leon Battista Alberti (De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De
Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la
influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica al arte. También
habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la
arquitectura, la escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que
hasta entonces eran consideradas como artesanía; con ello, elevó al artista a la
categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el primero en periodificar
la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo que
llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que


consiguió a través de la perspectiva o de estudios de proporciones, como los
realizados por Luca Pacioli sobre la sección áurea: en De Divina
Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega φ
(fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se
encuentran tanto en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en
elementos tales como caracolas, nervaduras de las hojas de algunos árboles,
el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un carácter estético especial a
los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una importancia
mística.28

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos,
pintores y escultores italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–
1550), fue uno de los predecesores de la historiografía del arte, al confeccionar
una crónica de los principales artistas de su tiempo, poniendo especial énfasis
en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte
Artículo principal: Arte del Renacimiento
Etapas
El David de Miguel Ángel ubicado en la Galería de la

Academia, Florencia.
Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera
tiene como espacio cronológico todo el siglo XV: es el
denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento —también
llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla
en Italia; la segunda surge en el siglo XVI y se denomina Cinquecento: su
dominio artístico queda referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también
llamado «Renacimiento pleno»—, que se centra en el primer cuarto del siglo.
En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en las
artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este
período desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma
el manierismo, que dura hasta el final del siglo XVI. Mientras que en Italia se
estaba desarrollando el Renacimiento, en el resto de Europa se mantiene
el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI.30

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana,


considerada como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una
evolución estilística homogénea y de validez general. Por ello, allí fue posible
su surgimiento y precedió a todas las demás naciones. Fuera de Italia, el
desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el
papel de verdaderos transmisores. Monarcas como Francisco
I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el nuevo estilo en las
construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia
Véase también: Renacimiento italiano

Arquitectura
Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento
La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con

fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación geométrica que propone Aberti en el


diseño queda mitigada por el empleo de mármoles polícromos, conforme a la tradición
local.
La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en
comparación con la época anterior. Surgió en una ciudad en donde
la arquitectura gótica apenas había penetrado, Florencia. A pesar de ello,
muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.

Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos


medievales e incluso se proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda
de la «ciudad ideal», opuesta al modelo caótico y desordenado del medievo,
sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío
II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario
del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el
escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval
en el que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo


hacían de forma selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna
dórica clásica se prefirió el orden toscano. Igualmente se crearon formas
nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de capiteles o
decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse
al uso religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban
a Venus en las representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes
(putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de


órdenes que aparecía en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho
como elemento monumental en iglesias y edificios públicos. A partir de este
momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y anónimo que había
tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran
trascendencia, como en el caso de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

 Estructurales: arco de medio


punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de
31
cañón y cubierta plana con casetones. Todos ellos habían sido
usados en la antigüedad, especialmente por el arte romano, y se
recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el
tradicional método de construcción del gótico, y se abandona en gran
medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado, las naves
escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y
multiplicidad de los edificios medievales. Predominarían ahora
valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y, sobre
todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.
 Decorativos: pilastras, frontones, pórticos,
motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos, guirnaldas,
motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o
medallones. Algunos de estos ya se habían utilizado en el gótico,
otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron en
modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el
Renacimiento preconizó el despojamiento, la austeridad, el orden.

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