El Monstruo - Emma León

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EL MONSTRUO

Emma León

. á “fo »
Los seres salvajes y sin clasificar son tam-
bién considerados como malditos.
HÉCTOR SANTIESTEBAN

¡Monstruo horrendo, monstruo terrible! Exclamación surgi-


da en muchas ocasiones para dar cuenta del enfrentamiento
con culturas y comunidades que no sólo son diferentes: nada
de ellas se relaciona con el supuesto de humanidad que ha
servido para darle sentido a la propia experiencia. El miedo, la
zozobra o la mera inquietud se despiertan ante ese Otro tan
alejado de las familiares coordenadas de orientación, que su
presencia sólo ilumina el encuentro con brillos ajenos. ¿Qué es
lo que se dispara en esos momentos: la tendencia humana para
abrirse a lo nuevo o aquella dominada por el cierre y la retrac-
ción? Sin apostar por ninguna, lo cierto es que el encuentro
con realidades desconocidas desarrolla un proceso casi auto-
mático de reelaboración de identidades con capacidades mor-
fogenéticas tan grandes que rayan el límite de la imaginación y
la fantasía. Por eso nada tiene de raro que en todo el planeta se
hayan producido manifestaciones artísticas y literarias, mito=
lógicas y religiosas que expresan la ansiedad e inseguridad que
causa relacionarse con lo inédito, lo incierto.
El estudio de los monstruos (teratología) es un vehículo
privilegiado para abordar este tipo de fenómenos no sólo ge-
nerados en el imaginario colectivo sino también aparecidos en
la experiencia concreta de una persona, un grupo o una comu-
nidad que, en su lucha por habitar una franja de mundo, entra

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en contacto con otra formación humana que lo percibe como lucha por darle un sentido a su vida diaria. Por ello, la cues-
un peligro a su integridad y, en consecuencia, lo deforma hasta tión no puede quedarse en nuestra mera capacidad para ela-
dejarlo irreconocible para cualquier canon de lo tolerable. borar y re-elaborar la identidad de cualquier realidad ajena
Más allá de la variación cultural y de época, colocar tales que ingresa en nuestro mundo particular. Como dije una vez
desfiguraciones del Otro bajo el cuño de la monstruosida —a propósito de gozar estéticamente la belleza profunda con
d
puede ayudarnos a encontrar vislumbres para entender buena que a veces se plasma el lamento de personas expuestas al
parte de los conflictos, los círculos de temores y las agresiones sometimiento, la precariedad y el exterminio—, la poética del
que se generan en las interacciones humanas, particularme sufrimiento se acaba con la vivencia de la crueldad por más
nte
aquellas que comprometen a personas y grupos pertenecien- que entremos en ella de manera literaria o plástica. Las con-
tes a diferentes matrices de pertenencia, dentro y fuera de un secuencias de toda elaboración de identidades y sus meca-
espacio habitado. Temores y violencias que se actualizan nismos de deformación comprometen y erosionan cada fibra
has-
ta nuestros días en muchas formas de racismo, xenofob sensible de nuestra propia humanidad para colocarnos en el
ia, et-
nocidio u otros modos perversos ejercidos cotidianamente mundo y hacerlo nuestro.
en
nombre de la sobrevivencia o de la defensa propia. En virtud de estas básicas consideraciones se muestra un
Cabe advertir, sin embargo, que no es de mi interés hacer panorama muy somero de los modos de darse y de ser de la
un paralelismo de figuras del género de terror (vampiros, monstruosidad que en el marco de la vida social no puede
hombres lobos, zombis, por mencionar algunos) con hacer separaciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo
ciertos
personajes que han poblado la historia social del hombre sensible, lo racional y lo simbólico; del corazón, el hígado y la
con
actos que van contra el imperativo mismo de la vida y de cabeza; o bien de lo cognitivo, los impulsos orgánicos, las
la
vida humana; tampoco tomo el fascinante terreno de los bes- emociones, las sensaciones y los actos manifiestos. Al contra-
tiarios y demás registros fantásticos, ampliamente estudia- rio, la relación con el Otro —que lo hace convertirse en un
dos, con que los pueblos han habitado su vida y sus pesadi- Monstruo— descansa en la conjunción de todos estos planos
llas. En vez de ello privilegio algunos « rasgos unitarios que para marcar los límites sobre lo que es propio y ajeno, nor-
le
dan una constitución ontológica distintiva» al Monstruo mal y anormal. De ahí que se prefiera hablar de la configura-
y los
cuales anidan en una gran cantidad de experiencias atraves ción y el ejercicio de verdaderas estructuras o esquemas de
a-
das por conflictos e intereses políticos, ideológicos, económ sensibilidad en vez de colocarse en la extraterritorialidad de
i-
cos y religiosos, como también en aquellas mínimas y coti- la vida concreta de comunidades, pueblos y naciones, que
dianas con las que hombres y mujeres de todas las edades echan raíces en la corporalidad, los actos y las dinámicas sub-
entraman sus actos de apropiación en un mundo poblad
o de jetivas con que ese Yo/Nosotros elabora el rostro del Tú/Ellos
alteridades de toda clase.
como una entidad peligrosa, cuyo encuentro no deja más que
En este inabarcable abanico de relaciones humanas las
la evasión y, si no es posible, la hostilidad y la violencia cuan-
caras enriquecedoras de lo nuevo entran en maridaje con
la do la contención se hace insostenible.
reproducción y actualización de las sempiternas formas de
la
no aceptación, del rechazo y, cuando se puede, de la aniquil
a-
ción del Otro. Un Otro que, por definición, se muestra y
viene Fisonomía terática
a nuestro encuentro, en palabras de Levinas, con
el rostro
desnudo de su original alteridad, pero también cargando La construcción del ser monstruoso tiene una profundi-
ne-
cesidades y reacciones que todo ser humano explaya dad y un alcance difícil de abarcar, pero podemos abrevar en
en su

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su naturaleza y esencia (Santiesteban, 2003: 23)' para acer- Q
carnos a esas tendencias ocultas de un sujeto que tiene nece- ganizan la experiencia de acuerdo con los cánones estableci-
sariamente que relacionarse con otros seres humanos que, dos en cada tiempo y lugar. En tales términos, la transforma-
de suyo, están fuera de sus posibilidades sensibles y le pertur- ción de un Otro en Monstruo surge cuando esos cánones no
ban. La primera cosa que resalta es que la Otredad en general tienen la capacidad para abrir sus ángulos de lectura ante la
* y el Monstruo en particular tienen como característica ma- excepcional singularidad de lo que éste muestra como extra-
dre asentarse en su alteridad radical. Por lo mismo, sus reali- ño, disruptivo y amenazador. Los mecanismos y principios
dades y presencia no se agotan con el establecimiento de un involucrados en tales transformaciones, sin embargo, son
0 contenido de identidad totalmente delimitado. En lugar de generales a los actos de apropiación del mundo donde hacen
atributos o propiedades sustantivas, ambos aluden a una re- aleación órdenes sensibles y pautas culturales. Entre ellos se
lación con lo «absolutamente Otro» (Levinas, 1993), cuyo encuentran los de asociación o de falta de ella que generan
misterio va más allá de los mundos conocidos. Por eso, su complejas cadenas de analogías y oposiciones para cualificar
condición de exterioridad no se basa en una colocación espa- y poner límites a los objetos de la experiencia, de acuerdo
y cial o conceptual que señale la distancia y diferencia de un con las «... normas de distribución, orden y dependencia...»
' objeto cualquiera, sino en relaciones de interdependencia (Santiesteban: 24) que se hayan determinado. Con ello,se echa
donde los límites físicos, sociales y simbólicos tienen mem- a andar un proceso de asignación de contenidos que sirve
ranas flexibles y porosas. para configurar categorías con base en «las semejanzas de
Esta alteridad inaprensible, pero motivo de toda clase de identidad» que guardan los diversos especímenes entre sí
encarnaciones para la vida humana y social; ese «... algo más (ídem). Ejemplo cotidiano de esto es la asociación, general-
allá de lo que vemos, e incluso de lo que nos imaginamos...» mente peyorativa, de la fisonomía y los actos de una persona
(Santiesteban: 23), puede ser colocado bajo el epíteto del con rasgos de ciertos animales.
monstruo humano para señalar el ejemplo extremo de la ano- Cualesquiera que sean los mecanismos ejercidos, ninguno
malía (Foucault, 2000: 61-82).? En él se conjugan todas las puede realizarse sin la intervención de un marco de referencia
diferencias, desviaciones y prohibiciones respecto a las leyes que rija su sentido (como contenido, dirección y valoración).
que rigen la sociedad y la naturaleza de una comunidad par- La sugerente observación de Max Scheler (2003: 63) indica
ticular; pero sin perder su carácter de alteridad radical que que la lógica formativa y normativa de tales encuadres obede-
infringe automáticamente, por su sola presencia, toda posi-
bilidad de ser aprehendida con esas leyes sociales y naturales na las maneras de orientarse ante las inclinaciones, aversiones (Y
a las que deja «sin voz».
El monstruo humano, como cualquier alteridad, no debe amoris» cuyo papel central radica en establecer el orden de las
sus cualidades a una naturaleza autónoma e independiente cosas que pueden ser amadas y, por consiguiente, de las cosas
de todo lo demás: siempre cobra existencia con respecto a que no pueden serlo. Este orden interno poco tiene que ver
otras realidades. De modo que su presencia y sus modos de con una lectura romántica. Su objetividad descansa en no de-

1. Las otras vertientes en el estudio de Santiesteban son la forma de su


representación; sus causas, sus efectos y la motivación (incluso con paga) 3. Cabe señalar que para la utilización de las reflexiones de Max Scheler
que tienen las personas para acceder a su rareza. se hacen a un lado las especulaciones esencialistas y trascendentales pro-
2. Las otras modalidades que incluye son el sujeto a corregir y el desvia- pias de su inserción disciplinaria dentro de los debates de su época sobre la
do sexual. esencia del ser, sentir o conocer.

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Para la frecuencia de la más cruda realidad la teratología
pender del ánimo emocional y la voluntad personales (algo así de
como perturbarse o percibir diferencias y anomalías por deci- nos muestra una respuesta vinculante con la fenomenología
Scheler: si se admite que la Otredad monstruosa refleja —para
sión propia); los sentires y valores individuales prestos a clasi-
el sujeto que lo fabrica— una negación absoluta de todo el sen-
ficar realidades se vinculan directamente con valores sociales el valor
tido de la vida, la naturaleza, la humanidad, entonces
específicos para constituir «... la regularidad de los parámetros
completos para seres humanos, pueblos, naciones y asociacio- más alto de amor irrenunciable es el «antrópino», ya que es en
nes de todos tipos» (ídem: 70). Dentro de este orden amoroso
éste y mediante éste como constata su exclusiva y universal per-
la relación del Yo/Nosotros con el Tú/Ellos dispara necesidades tenencia a la existencia humana. Un apego de identidad que el
de orientación ante hechos, costumbres y demás fenómenos Monstruo vacía como un espejo en el que ya nada se puede
.
expresivos que son de entrada confusos. Esto con el fin de «... reflejar puesto que es el anclaje donde cada sujeto «su ánimo..
engancha» para ratifica r su propia humani dad ante aquello que
encontrar [...] la estructura más simple de los fines más ele-
la niega: «... ahí se encuentra para él el “núcleo de la esencia de
mentales a que apunta, al actuar, el núcleo de las personas; se
digamos, la fórmula moral básica según la cual este sujeto existe las cosas”. Y le parecerá “aparente” y “derivado” todo lo que
aleje de ese objeto» (ídem: 77).
moralmente y vive» (ídem: 64).* d Q
Si consentimos en lo antrópino ese estatuto paradigmátic
Puede no gustarnos la observación de Scheler? pero es in- es factible conferi rle parecid as
y formativo del Amor, tambié n
dudable que tales ordenamientos operan para dar densidad y los
dirección a la manufactura de identidades respecto a cada funciones de ordenamiento. Bajo su régimen, por ejemplo,
atributos y las manifestaciones brindad os por la presenc ia del
Otro que irrumpe en el horizonte: rostros con identidad que
no son más que un producto surgido de una relación entre Otro pueden ser incorporados en virtud de «su esencia especí-
dos.* Pero esto no es suficiente para que en toda alteridad fica» (ídem: 79), dando lugar a toda clase de analogías y oposi-
afectante dormite un Monstruo presto a cobrar vida. Se ne- ciones (correcto/falso, normal/anormal, malo/bueno, fuerte/
cesita tocar un núcleo tan sensible que no sea posible caer en débil, resistente/frágil). Pero también se jerarquizan las pro-
la indiferencia, en la simulación o en la evasión. Para Scheler piedades percibidas dentro de un continuum con dirección
este núcleo es el Amor, valor máximo que determina nuestra
descendente o ascendente, según sea el sistema de valores po-
esta-
sitivos y negativos, superiores e inferiores que se hayan
total colocación en el mundo y todas nuestras posibilidades y
de incorporar el reino de las cosas propias y ajenas en térmi- blecido. Para llegar a la región de lo monstruoso la aversión
otros sentires negativos por el Otro deben dejar su lugar peri-
nos de preferirlas y detestarlas. Si aceptamos el señorío de
este valor sobre una existencia humana condicionada a la férico, marginal o de fondo para volverse espada candente que
socialidad y a la dependencia, ¿qué se puede afectar más en lacera el'torazón mismo del orden amoroso: carne de la carne
esa
este reino de las cosas a ser amadas? ¿Será acaso un algo a lo perturbada del Yo/Nosotros amenazado, que lo sumerge en
zona de negatividad crítica imposible de abandonar pero tam-
que no se puede renunciar sin dejar de ser y existir? sea
bién de consentir en el propio espacio vital a menos que
la
trasladada hacia fuera, hacia ese Otro que lleva al punto de
4. Lo anterior hace referencia a la definición de Scheler sobre el signifi-
cado fáctico y descriptivo de un «Ordo amoris», que previene de toda uni-
negación lo que se es, siente y cree.
versalización ontológica. Apegos de identidad existencial, ordenamientos, jerarqui-
5. Y preferir, por ejemplo, el principio del placer propuesto por Freud. zaciones, desplazamientos que hacen emerger zonas OSCuras
6. Esta implicación en la categoría del Otro puede rastrearse en la mis- y de inseguridad: los actos humanos están plagados de estos
raíz etimológica de alteridad, donde alter, altera, alterum: uno de los s ante
dispositivos para comparar y compararse con aquello
ma
dos: otro (Agustín Mateos Muñoz, 1993: 124).

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los que no se sabe qué son, qué sienten, quieren y significan.
Pero inesperadamente, cuando removía la tierra, el hom-
En una etología de la desconfianza se afirma la capacidad de
bre encontró de pronto su hacha. Cuando al día siguiente
colocarse ante los Otros como una condición constitutiva del volvió a mirar de nuevo al hijo de su vecino, éste no presenta-
hombre, pero también se revela la mayor disponibilidad de ba nada, ni en el porte, ni en el comportamiento, que evocase
generar afectos negativos sobre aquellos con los que se tiene a un ladrón de hachas [ídem: 85].
a cierta relación perturbadora o turbulenta (por ejemplo,
con los vecinos y extraños a los que se teme) y ante los cuales No puede negarse la contundencia de actos terribles sobre
se desata «el efecto solidarizador de la agresión colectiva» la vida e integridad de seres humanos indefensos e inocentes;
(Irenáus Eibl-Eibesfeldt, 1996: 108). Lo lejano, la novedad, son ni que haya, en palabras de Santiesteban, seres humanos más
generadores de trastornos y temor pero también lo familiar y monstruosos y monstruos más humanos. Pero en el encuentro
habitual —refugio ante los peligros'percibidos de lo novedo- con alteridades ajenas y extrañas, el criterio de corte estará
so— puede verse envuelto en convulsiones que trasladan la siempre en función del supuesto de humanidad que un grupo
aprensión a lo exterior hacia el interior de las convivencias ha decidido que es el que mejor expresa y afirma su existencia
cotidianas. El miedo, la turbación y el recelo a la proximidad y su naturaleza. De modo que la relación entre uno mismo y el
y
al sujeto de la misma (el prójimo) puede traspasar el anonima- Otro, entre persona y entidad monstruosa —que es de hecho
to «cien veces repetido» de «... los grandes conjuntos de nues- entre personas y grupos concretos con su valor más amado—
tro universo concentracionario...» (Jean Delumeau, 2005: mueve a un juego de invenciones en donde se conjuga lo an-
8): trópino (sólo para el hombre) con lo terátino (rasgo exclusivo
hacer de cualquiera una «exterioridad próxima» que emana
toda clase de señales peligrosas. Aguda es la observación de del Monstruo); y cuyas combinaciones están presentes en una
Delumeau cuando afirma que ponemos más atención a los amplia cantidad de modalidades y en una producción tam-
bién enorme de atributos e imputaciones.
ruidos del apartamento vecino que a la cara de sus habitantes.
Ejemplo paradójico es la sonrisa, esa cualidad básica que,
Esta alerta a los estímulos del medio, cuya huella impulsa a
se afirma, diferencia la especie humana de otros animales para
la elucidación de una presencia objetiva, es consustancial de,
expresar bienestar, goce, alegría o ternura. En ciertos contac-
quizá, todos los seres vivos. Pero su conversión en aversión
y tos entre congéneres de distintas matrices culturales tal expre-
miedo expresa una paranoia vuelta normalidad, una percep- sión se ha tomado como señal de desarrollo evolutivo que lle-
ción policíaca de la vida cotidiana donde el «... vecino es tanto va a determinar quién es verdaderamente un «hombre». Mues-
más temible, cuanto que nada se le escapa. Su ojo inquisidor tra son las experiencias acontecidas durante las llamadas épocas
hurga en vuestra existencia a lo largo del día y del año» (ídem), lo de los descubrimientos donde la sonrisa retuvo para sí un pa-
sabe todo. Ver en el prójimo a un sujeto proclive de ser y hacer pel antrópinofundamental, que fue utilizada para detectar la
actos anómalos y nocivos queda reseñado en el siguiente apólo- humanidad o animalidad de, por ejemplo, los indígenas ame-
go chino extraído por Delumeau del «Lie-Tseu» (300 a.C.): ricanos: en el imaginario europeo «... no faltó quien se pregun-
tara si es que los indígenas reían y que de ser así, debían ser
Un hombre no encontraba su hacha. Sospechó del hijo de su hombres» (Santiesteban: 59). De modo que la sonrisa así como
vecino que se la habría quitado y se puso a observar. otras gestualidades asociadas a estados internos y espirituales
Su porte era típicamente el de un ladrón de hachas. Su no expresan, en palabras de Scheler, un estado sensible rela-
rostro era el de un ladrón de hachas. Las palabras que pro-
cionado con contenidos simples de una sensación, sino devie-
nunciaba no podían ser más que palabras de ladrón de ha-
nen criterio de corte para designar quiénes pertenecen a la
Chas. Todas sus actitudes y comportamientos traicionaban al
especie humana y, dentro de ella, quiénes se ubican en etapas
hombre que ha robado un hacha.
superiores de civilización.

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El criterio antrópino, sin embargo, tiene problemas para truosidad. Tales transmutaciones operan en las desavenen-
derivar la monstruosidad del Otro ya que ninguna cultura en cias cotidianas; en los conflictos políticos que sacan a la luz
ningún tiempo ha logrado una exacta definición de rasgos modos de ser y de vivir marcados por estatutos económicos y
totalmente diferenciadores «... del hombre con respecto a todo de clase social; en las confrontaciones generacionales o en
lo demás...» (ídem: 58). Las relaciones con el mundo no son las relaciones agonísticas interculturales e internacionales,
de un sujeto desconectado e incondicionado. Sujeto y mun- para mencionar sólo algunos contextos ampliamente reco-
do apropiado son parte de complicados intercambios en donde nocidos y vivenciados. Esto sin olvidar los casos extremos de
cada uno sale reconstituido con contenidos del otro lado. De xenofobia y genocidio que comprometen la vida y la muerte
modo que la identidad del Yo/Nosotros con respecto a «todo de enormes masas humanas.
lo demás» será siempre un lugar de cruce y permutaciones Historia triste del hombre poblada con el rostro nocivo
entre «lo que se es y no se es» sin fronteras excluyentes. Como del Otro, monstruoso. Su escritura negra y roja es cómplice
vuelvo a repetir aquí, mundo y sujeto son parte de un proceso de formas de captación y percepción que, dentro de los clási-
de apropiación mutuamente constitutivo donde la recreación cos distanciamientos entre lo propio y lo ajeno, se ven impo-
del primero da existencia a su propio autor (León, 2005: 94). sibilitadas para lidiar con alteridades «claramente confusas»
La imputación de identidades, entonces, aunque basada en (no pueden ser incorporadas sin contradicción dentro de ese
ciertas manifestaciones fenomenológicas, no es respuesta «Ordo amoris» que pone en sintonía «al corazón y sus pasio-
necesaria y directa a estímulos por sí mismos, sino al tipo de nes»), a menos que sean teñidas con el color de la amenaza,
Yonoso-
referencias provenientes de la organización y jerarquización lo aborrecible, imposible de tolerar. Ciertamente, el
del sistema de sentido propio. Como diría con Scheler, los tros puede concederle al Tú/ellos una cercanía O pertenencia
a
tipos de identidad son de hecho «tipos de valor» que operan al reino de lo humano pero con una porosidad que lo lleva
habitar el reino de lo animal y en su extrem o de lo bestial «a
según «... determinadas reglas constantes del preferir lo uno
alo otro, donde sea que vaya» (Scheler, 2003: 66). Tales reglas toda vista» incompatibles con los tratos entre seres investi-
impactan sobre la captación de aquello que llega al encuen- dos de necesidades y temores homólogos a los propios.
tro de la experiencia porque disparan mecanismos de aten- La discapacidad ante lo inédito no significa falta de már-
ción selectiva que tienen la función de determinar sobre qué genes para la incorporación de variaciones en los modos de
aspectos hay que reparar y cuáles dejar de observar y aten- ser y gestionar la vida, tampoco para tratar desviaciones que,
der, como especie de empuje o choque sentido por la presen- afirma Foucault, pueden perturbar el pacto social y las nor-
cia de los Otros. mas de uña sociedad (internamente o en sus relaciones de
gradien-
exterioridad con otras sociedades) dentro de cierto
te. Las pautas culturales son de franja ancha para incorporar
izar
De extravíos y desviaciones variaciones y desviaciones, armonizar cambios y neutral
ansiedades. Sus dispositivos de moldeamiento e integración
En la cruda realidad de todos los días también la fabrica- social pueden mirarse —aunque recelosamente— como una
ción de monstruos privilegia las analogías con el reino ani- invención humana para lidiar con esa fragilidad de la expe-
mal y especialmente con las bestias porque «... sólo se com- riencia que requiere de la regulación del horizonte de posibi-
para lo semejante» (Santiesteban, 2003: 35). No se necesitan lidades que se es capaz de vislumbrar en un momento dado.
r
grandes exploraciones para encontrar esta cadena de isomor- Pero sin duda existe una invalidez constitutiva para afronta
fismos entre identidad negativa del Otro, animalidad y mons- —sin sensación caótica y sin temor amenazante con poderes

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deformantes— variedades extrañas, combinaciones no pro- tos dispares como dos cabezas, menos o más miembros o la
badas y menos aún dominios ininteligibles que ofrecen las conjunción de genitales masculinos y femeninos del herma-
alteridades humanas. No hay nadie que pueda convertir en frodita. Tampoco trata del zoomorfismo que combina partes
realidad vivida la esperanza de que «Quien posee el ordo animales y humanas de esos entes fantásticos, motivo de
amoris de una persona, tiene a la persona» (Scheler 2003: creencias populares en muchas latitudes. Pero en esos ros-
65), pues somos presa de cierta imposibilidad y debilidad para tros migrantes prevalece, sin embargo, la apreciación de am- "Y
captar el universo abierto de sus preferencias, condiciona- bigiiedad, argamasa o mezcla que los marca, como a fuego,
mientos, potencialidades e infiernos sin entrar en el reino de con la huella de la naturaleza incompleta para la que no hay
lo numinoso o en el laberinto de la locura. cabida de valores, cualidades y sentidos establecidos como
La confusión, hermana de tal limitación, hace de la mixtu- humanos, antrópinos. El Monstruo es «... lo que combina lo
ra O hibridez un rasgo terático del Otro en tanto que coniunc- imposible y lo prohibido» (ídem).
tio elementorum o conjunción de elementos (Santiesteban: 31) El «más allá» del Monstruo, «lo absolutamente Otro» que
dispares, discordantes y absurdos. La percepción de anormali- su presencia muestra, trasciende las fronteras de esas luchas
dad resultado de una realidad mezclada (en configuración físi- con una realidad ajena que invade un territorio ya ocupado.
ca, social o cultural por separado o combinadas) deviene mo- Penetra exterioridades y territorios donde la imputación de
tivo de caos que conduce a imputarle una identidad mons- mezcla e incompletitud caótica campea por los prados de la
truosa porque recoge en su entidad partes, formas, cualidades misma casa. Otras muestras emblemáticas son las contien-
y atributos considerados como pertenecientes a varios domi- das políticas y económicas que, por medios violentos o regla-
nios de realidad imposibles de juntarse. No se puede atribuir mentados, afirman su papel de verdaderos laboratorios hu-
sentimientos valiosos —lealtad, honestidad, transparencia—a manos para la fabricación de mostrencos. Cualquier referen-
un sujeto que ha sido colocado en el límite, en «el punto de cia al azar puede servir de ejemplo, pero me detengo en el
derrumbe de la ley» (Foucault: 61) de esa sociedad que lo ha caso doméstico de las elecciones presidenciales en México
identificado y calificado como un Monstruo. realizadas en 2006.
Gitanos, africanos, turcos y sudamericanos traspasando Sin entrar al detalle por la obtusa saturación que produje-
los fuertes económicos y sociales que enmarcan a la Unión ron estas elecciones en el ánimo y la vida de los mexicanos,
Europea; mexicanos y demás migrantes pobres de América puede verse en ellas la contundente transformación terática
Latina cruzando muros, desiertos y ríos para habitar nichos (inhumanidad, degradación, infracción del pacto social, au-
de la Unión Americana: todos ellos son parte del muestrario sencia de valores, fealdad, peligrosidad, vandalismo, corrup-
de rostros, en esa galería actual de monstruos, que engala- ción, entre más epítetos) de un candidato de oposición,” de
nan las llamadas sociedades de migración explosivas, verda- las clases sociales y de la cultura popular que afirmó repre-
deramente explosivas. En ellos parece imposible negar su sentar. Bajo tales rasgos inaceptables —sensiblemente vivi-
pertenencia al reino humano pero sus modos de ser, sus es- dos y sentidos— deviene imposible algún reconocimiento de
tructuras de sensibilidad, costumbres y prácticas —muchas valores tales como generosidad, compasión o interés por los
tamizadas por la necesidad—, ofrecen para aquellos que los más pobres, solidaridad, convicción desinteresada. Resulta
encuentran la señal palpable de su degradación. La mixtura interesante la similitud entre esta imputación de monstruosi-
e hibridez en esos dominios no es (como sucede en el rango dad y la desarrollada durante la Revolución Francesa que
jurídico-biológico estudiado por Foucault y los historiado-
res) una cuestión de integración en un solo sujeto de elemen- 7. Andrés Manuel López Obrador, del PRD.

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