Dieguez. Que Es La Ciencia Pp. 107 153
Dieguez. Que Es La Ciencia Pp. 107 153
Dieguez. Que Es La Ciencia Pp. 107 153
¿ Qué es la ciencia?
1. EL PROBLEMA DE LA DEMARCACIÓN
Habría que decir dos cosas al respecto: si los métodos más sofisticados no
pueden detectar la presencia del principio activo es, sencillamente, porque lo
más probable es que no haya una sola molécula del mismo en un preparado.
Y, segundo, en efecto esto garantiza la inocuidad de la homeopatía, pero tam
bién parece garantizar su inanidad, al menos si descontamos el efecto placebo.
Para responder a estas críticas algunos homeópatas han desarrollado una
hipótesis novedosa pero cuya única motivación es defender la teoría. Se trata de
la hipótesis de la «memoria del agua». Según dicha hipótesis, el agua y otros di
solventes pueden grabar de alguna manera información acerca de con qué otras
sustancias han estado en contacto. Esta información, y no las moléculas de
principio activo como tales, sería lo que captarían las células de nuestro cuerpo
y lo que induciría a la curación. Queda envuelto en la confusión, al menos por
el momento, el modo en que esta información se guarda y, sobre todo, cómo es
que esta información puede actuar terapéuticamente sobre nuestro cuerpo. Lo
cierto es que esta hipótesis fue sometida a contrastación experimental por Jac
ques Benveniste y sus colegas; publicando en 1987 unos resultados que pare
cían apoyarla. No obstante, su trabajo ha sido muy criticado por ausencia de
controles experimentales mínimos que invalidaban por completo el resultado;
una deficiencia reconocida posteriormente por alguno de sus colaboradores
(cfr. Danchin, 1998).
¿Qué es la ciencia? 109
Dicho todo esto, debemos ahora analizar las principales propuestas de carac
terización de la ciencia realizadas desde la filosofía y explicar con cierto detalle
por qué no pudieron cumplir su objetivo satisfactoriamente. Los intentos por a
contestar la pregunta' ¿qué es la ciencia?' han consistido, desde el Círculo de Vie
na en adelante, en buscar algún rasgo diferenciador del conocimiento científico
que fuera capaz distinguirlo con claridad de otros productos culturales, y en con
creto de otras formas pretendidas o no de conocimiento. Es esto lo que se cono
ce como el problema del mºterio de demarcación entre ciencia y no ciencia.
Ésta es, al menos, la función que Camap concede a la metafísica. U_na fynció'.1
similar a la del arte, o la poesía, pero alejada desde luego de cualqwer virtuali-
dad cognitiva:
Los (pseudo)enunciados de la metafísica no sirven p�ra la desa:ipción de
los estados de cosas, ni de los existentes (en cuyo c�so serian_ enunciados v�r
daderos) ni de los rto existentes (en cuyo caso serian enunciados falsos); sir
ven para' la expresión de sentimientos vitales (Lebensge/ühl) (Carnap, 1932,
pág. 238).
Pero ocurre que este criterio, con ser más atento a la estructura lógica de
las c�ntrastaciones científicas a través del método hipotético-deductivo, y no
exclwr de la ciencia a los enunciados universales, como las leyes científicas es
también, según mostró pronto Isaiah Berlin, un criterio inoperante (cfr. Berlin,
1:38/1939). Tal como está formulado permitiría que cualquier enunciado tu
viera sentido empírico y fuera científico. Supongamos un enunciado cualquie
ra, como 'el Absoluto es perezoso'. De este enunciado podría inferirse el enun
cia�� ob��rvacional 'esta manz ana es roja' si le añadimos la siguiente premisa
auxiliar: s1 el Absoluto es perezoso, esta manzana es roja'; premisa de la que,
por sí sola, no se sigue el enunciado 'el Absoluto es perezoso' tal como marca
el criterio. 'El Absoluto es perezoso' tendría entonces sentido �mpírico, ya que
?�
puede obt�erse él un enunciado observa�onal. El lector quizá objetará que
esta premtsa auxiliar a la que hemos recurndo es totalmente arbitraria. Pero
Ayer no ha formulado en esta versión del criterio ninguna condición que deban
cumplir las premisas auxiliares empleadas.
En la introducción de la segunda edición del libro, que se publicó diez años
mas,
tarde, Ayer propuso una versión mejorada del criterio de verificabilidad
que permitía escapar a esta objeción. En esa nueva versión, las premisas auxi
liares deben cumplir ciertas condiciones: deben ser o enunciados analíticos' o
enunciados verificables en un proceso independiente.
Pero tampoco esto funcionó. Alonzo Church (1949) mostró en sólo doce
líneas que, incluso con esta mejora, cualquier enunciado o bien su negación po
drían pasar el criterio y ser un enunciado significativo.
Finalmente, una objeción muy repetida contra el criterio de verificabilidad
como criterio de sentido (y que valdría también para la confim1abilidad, pero
no para la falsabilidad popperiana) ha sido que el criterio se anula a sí mismo,
ya que de acuerdo con su propia prescripción carecería de sentido. En efecto,
el criterio de verificabilidad no es un enunciado analítico ni tampoco un enun
ciado sintético verificable, con lo que no pertenece al discurso significativo· no
tiene ningún sentido empírico.
Con posterioridad, Ayer reconoció la fuerza de la objeción e intentó res
ponderla, pero su respuesta -como alguna otra que también se ofreció (cfr.
Hempel, 1959, págs. 123-126)- resulta difícilmente aceptable:
En las mismas páginas, Ayer no tiene reparos ·en añadir una crítica más al
criterio: no tiene en cuenta la cuestión de quién es el responsable de la verifica
ción de un enunciado. El criterio no adara si debemos tomar como tal a un ob
servador hipotético situado en una situación epistémica ideal o a un observador
real con todas sus limitaciones para determinar la verdad o falsedad de los
enunciados. Y, sin embargo, las cosas serían muy diferentes en ambos casos. Si
¿Qué es la ciencia? 121
estrellado (su]?oníendo que hacemos además las mediciones precisas para cada
una de las vanables). Cuantas más observaciones semejantes hacemos cuantos
más hechos positivos encontramos, más confirmamos la ley. Camap identificó
más t_arde e� grado de confirmación de un enunciado con su probabilidad lógi
�a o mductlva, dándole así una expresión numérica. Como desarrollo de esta
idea elaboró un complejo sistema de lógica inductiva probabilística.
La i?ea intuitiva que hay tras el criterio de confirmabilidad es que lo que
C'.1factenza a un enunciado (sintético) con sentido no es que pueda ser estable
cido concluyentemente a partir de la experiencia, sino que la experiencia pue
de �Pº>'.arlo (o debilitarlo) de forma creciente o, en otras palabras, que hay ex
penencia r�evante para decidir acerca de su verdad o falsedad. Pero ¿cuándo
es un enunciado susceptible de confirmación del modo descrito? La respuesta
de Camap es que un enunciado es completa o incompletamente confirmable si
cada predicado descriptivo que aparece en él es completa o incompletamente
reduct�ble a predicados observables (Camap, 1936/1937, pág. 457). Así, el cen
tro de _mterés se desvía ahora hacia los términos en que vienen formulados los
e:1-unc1ados. Para que un enunciado sea susceptible de formar parte de la cien
�ia (y para 9ue tenga sentido cognitivo), sus términos, tal como exigía el fisica
hs1!1o asUffildo _por Camap, han de ser traducibles a términos que se refieran a
objetos o propie:fa�es observ�bles. En esta línea marcada por Camap, Hem
pel formula el cnteno de sent.1do de un modo que hizo fortuna: un enunciado
tiene significado cognitivo si y sólo si es reductible a un «lenguaje empirista»
(cfr. H�mpel, 1959, págs. 116 y sigs.). Por lenguaje empirista entiende aquél
que satisface las dos siguientes condiciones:
2 Según una relectura reciente del pensamiento de Camap, también éste la cuestionó en cier
to grado, en la medida en que admitió que los términos observacionales dependen parcialmente
en su significado de las teorías en las que se dan. No obstante, Camap mantuvo siempre la distin
ción entre términos teóricos y términos observacionales (dr. Irzik y Grünberg, 1995 y Earman,
1993a).
¿Qué es la ciencia? 125
Supongamos ahora que tes el año 2050. Resulta entonces que todos los ca
sos de esmeraldas observadas hasta el momento confirman también la hipóte
sis 'todas las esmeraldas son verdules', puesto que son casos de objetos obser
vados antes de t (año 2050) y de color verde. Tenemos, pues, que los mismos
datos empíricos confirman dos hipótesis distintas: 'todas las esmeraldas son
verdes' (llamémosla H) y 'todas las esmeraldas son verdules' (llamémosla H').
Ahora bien, como hipótesis científicas confirmadas, ambas pueden ser utiliza
das para hacer predicciones, y como ambas están confirmadas en la misma me
dida, las predicciones de ambas deben ser consideradas como igualmente fia
bles. El problema es que las predicciones que hacen cada una de ellas para las
esmeraldas que observemos después del año 2050 son muy distintas. H predi
ce que serán verdes, mientras que H' predice que serán azules. AJ.proyectar ha
cia el futuro la evidencia disponible llegamos a resultados en conflicto en fun
ción de qué hipótesis tomemos como confirmada. En realidad, mediante este
procedimiento podemos predecir cualquier cosa a partir de los datos disponi
bles. Basta con elegir el predicado apropiado para formular la hipótesis que
consideremos confirmada.
Parece obvio que en este ejemplo el predicado que debemos utilizar para
proyectar hacia el futuro la evidencia disponible es 'verde' en lugar de 'verdul'.
Pero la cuestión es: ¿por qué pensamos así? ¿Qué hace que 'verde' sea preferi
ble a 'verdul' a la hora de formular hipótesis sobre eLcolor de las esmeraldas?
El hecho de que 'verdul' sea un término artificialmente creado no puede valer
como respuesta. En la ciencia se crean términos que no existían con anteriori
dad en el lenguaje y el resultado es habitualmente satisfactorio. Es más, la cien
cia no podría progresar sin crear términos nuevos.
Otra razón que podría aducirse para preferir 'verde' es que en la definición
de este término no hay que hacer ninguna especificación espacio-temporal,
mientras que en la definición de 'verdul' sí hay que hacerla; y se supone que los
términos sin dichas especificaciones son más útiles para la ciencia. Sin embar
go, esto es un asunto de convención. Podríamos inventar, por ejemplo, el tér-
126 Antonio Diéguez
Así, el enunciado 'todos los cuerpos se atraen entre sí con una fuerza que
es directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente pro
porcional al cuadrado de la distancia que los separa' no puede ser jamás veri
ficado, pues no podemos deducirlo a partir de enunciados singulares acerca
. del comportamiento observado de una serie de cuerpos materiales, pero bas
taría con que encontráramos un solo caso de incumplimiento del mismo, un
solo caso de cuerpos que no se atraigan entre sí como afirma el enunciado,
para que, aplicando el modus tollens, pudiéramos concluir que el enunciado
¿Qué es la ciencia? 129
Era una predicción novedosa f arriesgada, que ponía en juego a la teoría, y que
fue constatada durante un eclipse solar en 1919. Ello proporcionó fama mun
dial a Einstein. En cambio, las teorías seudocientíficas ---Popper pensaba sobre
todo en � psi_:=oanáli�is,_ la astrol_ogía y el m8:°'1smo- se caracterizan por que
no hacen ¡amas predicc10nes arnesgadas, y s1 las hacen y fallan (como sucedió
con el marxismo), buscan la manera de encajar el ejemplo en contra de modo
�1:e se conyierta en un ejemplo a su favor. Las teorías metafísicas y seudocien
tíficas son infalsables de por sí, o bien sus defensores las convierten en infalsa
bles con su actitud de rechazar toda falsación. Para ellas todos son casos con
firmadores y nunca refutadores.
En Conjeturas y refutaciones hay un texto sumamente ilustrativo en el que
Popper narra cómo en 1919, mucho antes de haber entrado en contacto con el
Círculo de Vié:D�, cuando todavía era un joven estudiante de física, había llega
do al ,convenc�ento de que lo que distinguía a la ciencia no era que las teorías
_ _
c1entífi�as tuvieran mu?los casos a su favor, sino que podían hacer prediccio
nes arnesgadas, susceptibles de ser de��entidas por la experiencia. En esa épo
ca Po�per �ab1a alcanzado un conoc1m1ento bastante profundo de tres teorías
que le mqmetaban: el marxismo, el psicoanálisis y la psicología del individuo de
Alf�ed ��er. Pese a su interés por ellas, comenzaba a sospechar que algo las
hacia distmtas de otra teoría por la que también sentía fascinación: la teoría de
la relativid�d �e Einstein. Y la diferencia parecía estar en que, paradójicamen
te, no �abra nm�una conducta humana que no pudiera ser encajada bajo las
tres pnmeras, mientras que en el caso de la teoría einsteiniana se efectuaban
c�ertas predicciones claras que podían fallar estrepitosamente. L� teoría einstei
mana adelantaba qué tipo de experiencias podrían ir en su contra. El texto con
tinúa:
Descubrí que aquellos de mis amigos que eran admiradores de Marx
Freud y �dler estab� impresionados por el número de puntos comunes e�
estas teonas, y especialmente por su aparente poder explicativo. Estas teorías
parecían capaces de explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los
campos a los que se referían. El estudio de cualquiera de ellas parecía tener el
efecto de una conversión o revelación intelectuales que abría los ojos a nuevas
verdades escondidas para los no iniciados. Una vez que los ojos se abrían de
esta manera, se veían ejemplos confirmadores por todas partes: el mundo es
taba lleno d : verif:1aciones de 1� teoría. Sucediera lo que sucediera, siempre
era una _co�ac1on de la teona. De este modo, su verdad parecía manifies
t�; y los mcredulos eran claramente personas que no querían ver la verdad ma
nifiesta; que rehusaban verla, ya fuera porque iba contra sus intereses de cla
se, ya fuera a causa de sus represiones, que aún no estaban «analizadas» y
clamaban por un tratamiento.
Me pareció que el elemento más característico de esta situación era la in
cesante corriente de confirmaciones, de observaciones que 'verificaban' las
teorías en cuestión; y éste era un punto que sus partidarios enfatizaban cons
tantemente. Un marxista no podía abrir un periódico sin encontrar en cada
página evidencia que confirmara su interpretación de la historia- no sólo en las
noticias, sino también en su presentación --que revelaba los pr�juicios de da-
¿Qué es la ciencia? 131
como es el caso del atomismo, pasaron más tarde a formar parte de la ciencia.
Popper no busca en absoluto «derribar la metafísica», sino delimitar claramen
te su terreno frente a las ciencias, aunque dadas las influencias mutuas, las fron
teras no puedan ser siempre precisas (cfr. Popper, 1985b, págs. 199-200). El
criterio de falsabilidad debe entenderse como una convención útil para estable
cer dicha delimitación. En tal sentido, escapa a la crítica que se hacía a los cri
terios neopositivistas acerca de si ellos mismos eran enunciados con sentido
cognitivo. Dicho de otra manera, el criterio de falsabilidad no tiene por qué ser
falsable, porque no es una hipótesis científica, sino una propuesta filosófica o
metodológica, pero el hecho de que no sea falsable no lo convierte en algo sin
sentido, porque fuera de la ciencia hay también discursos significativos acerca
del mundo.
Las leyes científicas, por tanto, no son ni verificables ni confirmables, pero
son falsables. Esto obedece a que todo enunciado universal puede ser refutado
por un solo caso que lo contradiga. En efecto, todo enunciado universal es ló
gicamente equivalente a la negación de un enunciado existencial. Debido a
esto, Popper propone que las leyes sean entendidas no como afirmaciones de
que algo sucede en el mundo, sino como negaciones o prohibiciones de algo.
Aceptar un enunciado singular que infringe esa prohibición implica afirmar la
existencia de algo no permitido por la ley y, por consiguiente, la ley queda refu
tada (cfr. Popper, 1962, págs. 66-67).
De esta consideración se siguen dos consecuencias importantes y caracte
rísticas de la filosofía de Popper. En primer lugar, los enunciados existenciales,
en la medida en que no pueden ser contradichos por ningún enunciado básico,
esto es, por ningún enunciado singular acerca de un acontecimiento observado,
no son falsables. Por lo tanto, según el criterio de demarcación asumido, los
enunciados estrictamente existenciales no son empíricos sino metafísicos. Esta
consecuencia de sus tesis le acarreó a Popper bastantes críticas (cfr. Hempel
1959). Sin embargo, Popper siempre insistió en que eran fruto de una mala in
terpretación. Para evitar estos problemas introdujo en la traducción inglesa de
La lógica de la investigación científica la aclaración de que la infalsabilidad y el
carácter metafísico se atribuyen a enunciados existenciales aislados. En cambio,
los enunciados existenciales que fo rmen parte de una teoría falsable, como por
ejemplo 'existe un elemento con el número atómico 72', serán científicos, ya
que la teoría en cuestión, en este caso la teoría atómica, es contrastable y pro
porciona indicaciones acerca del modo de encontrar ese elemento. El contexto
teórico en el que un enunciado existencial se sitúa puede hacerlo falsable (cfr.
Popper, 1962, pág. 67 y 1985b, pág. 218).
La segunda consecuencia mencionada es que cuanto más cosas prolu'ba un
enunciado universal, tanto más cosas dice, y, por consiguiente, tanto más falsa
ble es, ya que puede ser contradicho por más enunciados acerca de experien
cias posibles. Por eso las tautologías no dicen nada y las contradicciones dicen
demasiado. Inversamente, esto significa que una hipótesis muy poco falsable es
también una hipótesis que dice muy poco. Y puesto que la probabilidad lógica
de un enunciado es, según Popper, complementaria de su grado de falsabilidad
¿Qué es la ciencia? 133
--es decir, que cuanto más probable es un enunciado, menos falsable es-, la
ciencia no debe buscar una alta probabilidad en sus teorías, sino todo lo con
trario. Lo que interesan son teorías arriesgadas y muy falsables, porque son las
que más información empírica aportan, las que más contenido empírico tienen.
Un mayor contenido empírico (una mayor precisión, una mayor universalidad)
implica un mayor grado de falsabilidad. Tomemos un ejemplo muy simple para
aclarar estas relaciones. Consideremos los siguientes enunciados:
De estos dos enunciados (b), es más informativo que (a), pues además de de
cirnos lo que nos dice (a), hace una afirmación acerca del valor del spin del elec
trón. En cambio, prima /acie, sin ningún dato en nuestra mano, la probabilidad
de (a) es mayor que la de (b), ya que es menos arriesgado, e incluye a (b) como
caso particular. De las tres posibilidades que entran en juego (que el electrón no
tenga spin, que tenga spin distinto de 1/2, o que tenga spin 1/2), el enunciado (a)
sólo descarta una, mientras que el (b) descarta esa y otra más. Por lo tanto, la pro
babilidad de acertar a ciegas con (a) es mayor que la de acertar con (b). Pero por
todo ello (b) es más falsable que (a). Hay menos casos que pueden refutar (a) que
casos que pueden refutar (b). El primero sólo puede ser refutado por casos de
electrones sin spin. El segundo puede ser refutado por casos de electrones sin
spin y por casos de electrones con spin distinto de 1/2. En definitiva, la clase de
los posibles falsadores de (b) incluye a la clase de los posibles falsadores de (a).
Hemos explicado que una hipótesis o una teoría queda falsada si se ·acepta
como verdadero un enunciado básico que la contradiga. Un enunciado básico
es un enunciado singular acerca de la ocurrencia de un evento observable. Esto
nos sitúa ante un problema que Popper trató con especial cuidado pero que, en
opinión de sus críticos, no llegó a resolver satisfactoriamente de acuerdo con
sus propias convicciones epistemológicas. El problema es: ¿cómo y por qué se
aceptan los enunciados básicos? En terminología de Popper, se trata del proble
ma de la base empírica.
El fundamento más inmediato que los filósofos, en especial los empiristas, han
solido buscar para la aceptación de los enunciados básicos es la experiencia. Según
esto, un enunciado básico es aceptable si y sólo si la experiencia nos muestra que
realmente es cierto lo que el enunciado dice. Popper no niega en absoluto que esto
sea así o que tal manera de proceder sea racional y conveniente. Es decir, no niega
que los enunciados básicos han de ser contrastables mediante la observación. Lo
que sí pretende es distinguir con claridad la cuestión de la fuerza que nuestras ex-
periencias subjetivas o nuestros sentimientos de convicción puedan tener para mo
tivar la aceptación personal de los enunciados básicos (lo cual es objeto de investi
gación psicológica) de la cuestión sobre la pósibilidad de justificación lógica de
tales enunciados (lo cual es un problema lógico y metodológico). El asunto es que
si bien la experiencia puede motivar la aceptación de un enunciado básico, no
puedejustificarla, ya que «los enunciados sólo pueden justificarse lógicamente me-
134 Antonio Diéguez
di3:11t� '.=11unciados» (Popper, 1962, pág. 43). Popper pretende así salvaguardar la
ob;et:ividad de la base empírica de la ciencia. Dicha base no se justifica lógícamen
t� porque_ podamos tener experiencia acerca de ella. En otras palabras, la expe
nencia -y aquí de nuevo Popper se separa de las tesis iniciales del neopositivis
mo- no puede probar la verdad de los enunciados básicos. Escribe Popper:
Por intenso que sea un sentimiento de convicción nunca podrá justificar
un enunciado. Por tanto, puedo estar absolutamente convencido de la verdad
de_un enunciado, seguro de la evidencia de mis percepciones, abrumado por
la mtensidad de mi experiencia: puede parecerme absurda toda duda. Pero,
¿aporta, acaso, todo ello la más leve razón a la ciencia para aceptar mis enun
ciados? [...]. La única respuesta posible es que no, y cualquier otra sería in
compatible con la idea de la objetividad científica (Popper, 1962, pág. 45).
ad hocen la ciencia. En ocasiones, el uso de di':11as ,1:ipót�sis_ '? �ás allá de una
estrategia defensiva y posibilita un progreso_ científico s1gnifi_cat1vo. Bohr em
pleó esta estrategia, por �j�mplo, para «exp�car» el he_cho evidente de que los
electrones no colapsan rap1damente en el nucleo atom1co, ,
cuando e�o e� exac
,
tamente lo que debía ocurrir de acuerdo con la teoría electromagnetlca s1 sup�
nemos que los electrones s9n partículas cargadas q;1e se mueven �1:- torno al nu
cleo atómico. Su solución a este choque entre teona y datos empmcos no pudo
ser más radical: la teoría, sencillamente, no se ªJ:?lic� en el caso de los electr<:mes;
0 mejor podríamos decir, se postula que algo �Pl?e que su comportamiento
. pueda ser el exigido por la teoría. El mod�o ato,m1�0 propue,st? por Bo�r en
1913 postulaba, en efecto, que sólo son posibles orbitas �lectromcas estaciona
rias asociadas a cierto nivel de energía con un valor múltiplo ?e la �onstant� de
Planck. El átomo sólo puede hallarse en estos estados esta�10nanos , cu��za
dos. Los electrones emiten (o absorben) un cuanto de en;rg1a (un foton) umc�
mente al pasar de un nivel de energía, a otro. Cu�d? el atomo absorbe energia
del exterior el electrón se desplaza a una nueva orb1ta estable con mayor ener
gía. Cuand� el ele�trón vuelve a !a órbi!a previa, la, pérdida de energía del elec
trón viene dete!ffililada por la diferencia de energia entre el estado fundame1;1-
tal y el estado excitado, y se cede en forma de un fotón con 1:11ª fr�cu.encia
determinada. Pero mientras los electrones se mantengan en la m1sma orb_1ta al
rededor del núcleo no radian o pierden energía. Esto es tanto como decir que
no se les aplican las leyes de Maxwell. Si se , les ap�caran, los electrones ��be
rían emitir constantemente energía -debenan radiar ondas electrom�gneticas
de frecuencia igual a la correspondiente a su rotación-, con una pérdida ener
crética que les haría caer hacia el núcleo en una mínima fracción de seg�do. Al
�aer la frecuencia de su movimiento sería cada vez mayor y la luz emltlda de
berí� ir aumentando gradualmente de frecuencia, dar_ido lugar a un, espectro de
emisión continuo. Lo que se observa, por el contrano, es que los atomos pue
den emitir ondas electromagnéticas sólo en frecuencias discretas específi�as (las
líneas espectrales). El modelo de Bohr conseguía explicar este_ c�_ rácter discreto
de los espectros de emisión. Las rayas de los. espectros �e :m1sion de cada ele
mento se corresponden con ciertas frecuencias caractenstlcas porque los f ?to
nes son emitidos con unas energías determinadas y sólo con esas. Ell? c?1'.tnb:,1-
yó a que el modelo fuera recibido muy favorablemente des:fe el pnncw10. Sm
embargo, el rriodelo Bohr no sólo introducía como hipótesis ad hos la _ 1dea_de
que las ecuaciones de Ma.'ruTe!l no s<:m apli�ables � la escala subat?rruca, smo
que en realidad, sólo consegllla explicar satisfactoriamente las pro�1edades del
átomo de hidrógeno, con un úní<:_o electró1:-. No �bst'.111:t;, este cara�t.:r a1 �oc
y su falta de encaje con átomos mas compleJos no lillpidio su aceptacion rap1da
por parte de los científico�. . . .
Por último no es factible en ocasiones deterffilllar si el choque con los he
chos tiene su �ausa en la propia teoría o en las hipótesis auxiliares utilizadas
para su contrastación. Quine ya había señalado -y m;1c�o antes que é! t�
bién Pierre Duhem, por lo que e�to se conoce como t�sis �uhem-Q:1111e.-:;
que las teorías nunca se someten aisladas a la contrastacion,_
smo en conJuncion
138 Antonio Diéguez
con ?1versas condiciones iniciales y toda clase de hipótesis auxiliares (como las
relativas al funcionamiento de los instrumentos). Esto hace imposible atribuir
de manera s�gura a la teoría la_ r��ponsabilidad de un fracaso experimental,
puesto que siempre cabe la posibilidad de que sean las hipótesis auxiliares las
fuentes d�l error (véase sección 7.4). Lo habitual, por tanto, es que los científi
cos protejan legítim�en�e sus teor�as de los intentos de refutación, y que para
ello recurran a modificaciones parciales de las mismas, por extrañas e incone
xas que puedan ser. No abandonaran la teoría hasta que tengan otra mejor que
poner en su lugar.
Popper, dio respuesta a estas críticas (cfr. Popper, 1974, págs. 976-987 y
19�56! pa�s. 23-42 y 224-29). Incansablemente repitió que él nunca fue el fal
sac10;11sta mgenuo que parecen tener en mente sus críticos. En particular, su
brayo el hecho de que ya en 1934, en la primera edición de La lógica de la in
vestigación científica, había negado la existencia de falsaciones concluyentes de
teorías basándose precisamente en el carácter falible de los enunciados básicos
Y en la posibilidad de recurrir a hipótesis ad hoc. En esta obra encontramos
c�ertamente un pasaje como éste: «No es posible jamás presentar una refuta
ción con�uyente de una teor!a, ya que siempre puede decirse que los resulta
dos �xpenmentales no son dignos de confianza, o que las pretendidas discre
pancias entre aquéllos y la teoría son meramente aparentes y desaparecerán con
el progre�º de nuestra comprer:sión de los hechos» (Popper, 1962, pág. 49).
-
Y unas pa�1:1as antes_ leemos: «Si�mpre e� posible �1;contrar una vía de escape
de l�_falsacion, por ejemplo, mediante la mtroduccion ad hoc de una hipótesis
�uxiliar o �or cambio ad hoc de una definición; se puede, incluso, sin caer en
u:ico�erencia lógica, adoptar la posición de negarse a admitir cualquier expe
riencia falsa�ora» (Popper, 1962, pág. 41; véase también págs. 77-78).
Ahora bien, según Popper, esta imposibilidad de refutación o falsación
concluyente no obliga ni mucho menos a abandonar la falsabilidad como crite
r�o de demarcación, porque si bien es posible eludir la falsación de la manera
citada, los_ científicos deben seguir una serie de reglas metodológicas, que son las
reglas de Juego de la ciencia empírica. Y esas reglas exigen no emplear estrata
gemas P!otectoras de las teorías de modo que disminuyan la falsabilidad de és
tas. Es cierto que los científicos pueden recurrir a esas estratagemas, pero no de
ben hacerlo, porq1:e �o conduce
_ a la larga al estancamiento de la investigación.
Pueden ef�ct;1ar ?Ípotesis ad hoc cuando lo necesiten, pero con la condición de
que esas hipotesis ad hoc sean contrastables independientemente y aumenten
así el grado de falsabilidad de la teoría para la que se proponen.
En cuanto a la imposibilidad de atribuir la responsabilidad de una falsación
a Ja teoría o a las hip?tesis que!ª. acompañan, Popper admite que, en efecto,
solo podemos falsar sistemas teoncos completos y que cuando decidimos que
el choq1;1e con los hechos refuta unas hipótesis en lugar de otras, estamos con
�o haciende: un� , co:r_ijetura falible que supone asumir un cierto riesgo de rea
lizar una a� nb �ion mcorrecta de responsabilidad. Sin embargo, a pesar de
1;
todo, los científicos suelen tener éxito al señalar una determinada hipótesis
como la responsable del fracaso. Eso se debe a que las teorías científicas presen-
¿Qué es la ciencia? 139
ble_ y seudocientífica, como ocurrió con el marxismo. D ando por sentada esa
actitud habrá entonces teorías seudocientíficas por ser infalsables (en el sentido
de ser COfI;patibles con _ cu�9uier experiencia posible), como el psicoanálisis y
, científicas por ser falsables (en el sentido de prohibir al
la astrologia, y �eonas
,
gun suceso posible), como la teoría de la relatividad de Einstein. De este modo
;a teor�a de Einstein es falsable y no inmunizada, el marxismo es falsable per�
�uruzado y el psicoanálisis y la astrología son infalsables. La primera es cien
�ca, la segunda ha sido convertida en seudocientífica y las otras dos son en sí
m1smas seudocientíficas.
En La lógica de la investigación científica Popper distinguía entre falsabili
dad (J_a!siability) y fal ación (/alsi/ication) (cfr. Popper, 1962, págs. 82-84). La
_ �
falsal;>�dad �s el entena de demarcación y se refiere -según explicaba- a una
relacion lógica entre la teoría y los enunciados básicos. La falsación es la acep
tación efectiva de uno o varios enunciados básicos que contradicen a la teoría
en cue_sti?n y corro?oran a una hipótesis falsadora. La falsación depende del
c�plimiento de crertas reglas o postulados metodológicos que determin an
c;-1an�? de�emos considerar falsado un sistema teórico. Por lo tanto, el que los
científicos mcumplan los postulados metodológicos no debería considerarse
como un cargo contra el criterio lógico.
En la «Introducción de 1982» al volumen 1 de su Post Scriptum a la lógica
de la investigación científica, Popper es aún más explícito. Allí recalca:
Inmediatamente después Popper deja claro que las teorías científicas son
falsables en el �ei:i�do puramente lógico, pero no en el sentido práctico de que
pued an ser definitiva y concluyentemente falsadas. Popper denomina al primer
sentido 'falsabilidad ¡ ' y al segundo 'falsabilidad/
En esta obra, sin embargo, Popper revisa su opinión sobre las razones de la
seudocientificidad del psicoanálisis. Después de un párrafo donde afirma que
no p ;1ede _ concebir nin� ejemplo de conducta que no pueda interpretarse en
los terminos de las teonas de F reud y Adler, añade con fecha de 1980 el siguien
te c?mentario: «Ahora creo que la última oración del párrafo anterior era de
masiado fuerte. Como me ha señalado Bartley, hay ciertos tipos de conducta
que son incompatibles con la teoría de Freud, es decir, que la teoría de F�eud
los e�cluye» (Popper, 1985b, pág. 209). Bartley, en efecto, le mostró a Popper
un e¡emplo de falsador potencial del psicoanálisis puesto por el mismo Freud.
Se trat�ba del caso de una paciente paranoica que no ocultaba ningún conflic
to con Impulsos homosexuales inconscientes. Eso era algo que no podía ocurrir
según la teoría psicoanalítica, puesto que, según dicha teoría, una intensa ho
mosexualidad reprimida era una condición indispensable de la paranoia. En
¿Qué es la ciencia? 141
con ciertas tendencias en las acciones humanas. No todos los astrólogos están
de acuerdo en interpretar estas correlaciones como consecuencia de influencias
reales de los astros sobre los hombres. Algunos las atribuyen más bien a una es
pecie de armonía preestablecida que hace del macrocosmos un símbolo de lo
que sucede en el microcosmos (ser humano). No obstante, pese a la vaguedad
de esta idea, y tal como sostiene Kuhn, la astrología ha producido a lo largo de
su historia muchas predicciones que no se cumplieron; lo cual significa que
_
hubo conflictos entre la «teoría» y los hechos. Es más, según Kuhn, los astrólo
gos emplearon para explicar sus fracasos el mismo tipo de explicaciones que los
médicos o los meteorólogos para explicar los suyos, a saber, la inmensa comple
ji?ad de los fenómenos y de los cálculos (cfr. Kuhn, 1970). No hay, pues, tanta
_
diferencia en este sentido entre la astrología y ciertas prácticas científicas. Lo
que hace a la astrología distinta de las disciplinas científicas comúnmente admi
tidas como tales no es que sea infalsable, sino que está plagada de predicciones
fallidas. Ninguna teoría científica con tantos fracasos predictivos se mantendría
todavía a flote, por muchos que hubieran sido sus aciertos. De hecho, ha habi
do varios casos en que se han sometido expresamente a contrastación empírica
las predicciones astrológicas, con resultados desalentadores. Por ejemplo, no se
ha encontrado ninguna correlación entre los signos del zodíaco y las distintas
profesiones. A ello podemos añadir sus carencias teóricas: no ha evolucionado
apenas en miles de años y mantiene escuelas con posiciones contrarias en as
pectos fundamentales; no tiene una explicación convincente de por qué el mo
mento decisivo desde el punto de vista astrológico es el nacimiento y no la con
cepción; no ha explicado por qué seguir manteniendo la validez de las cartas
astrales realizadas antes de los descubrimientos de Urano, Neptuno y Plutón;
no aclara si la influencia astral disminuye o no con la distancia (las cartas astra
les se realizan como si la variación en la distancia no afectara al resultado, pero
entonces ¿por qué no incluir a las galaxias lejanas?); no proporciona la más mí
nll:1a indicación de cómo se produce esa influencia de los astros, ni de qué re
laciones hay entre ella y las fuerzas fundamentales propuestas por la física3 •
Esto nos deja sólo con el ejemplo de los motivos egoístas detrás de cada ac
ción humana. Sobre él hay que hacer la misma pregunta que antes: ¿es que no
hay ninguna acción lógicamente posible que no obedezca a un motivo egoísta?
Cualquier acción altruista que podamos recordar en nuestra vida es una res
puesta negativa a esta pregunta. La teoría 'todas las acciones humanas son
egoístas' entra en conflicto con el enunciado básico que expresa una experien-
> Estas son las objeciones más importantes que la Astronomical Society ofthe Pacific hace a la
astrología en su publicación electrónica The Universe in the Classroom (www.aspsky.org./html/
tnl/11/11.htrnl) (Fecha de consulta: 28 de octubre de 97). Es significativo que el asunto de la in
falsabilidad de la astrología no aparezca mencionado. Puede consultarse esta publicación para ob
tener información sobre algunos casos de contrastación empírica de hipótesis o predicciones as
trológicas. Por lo demás, casi todas estas objeciones se han formulado repetidamente contra la
astrología. Una respuesta, en mi opinión poco convincente, a las mismas puede encontrarse en
Barbault (1981, cap. 7).
¿Qué es la ciencia? 143
Según esto, lo que hace lógicamente infalsables a las teorías que venimos
considerando es que sus defensores no especifican de antemano bajo qué con
diciones estarían dispuestos a considerarlas falsadas. De nuevo nos encontra
mos aquí con la idea de que para que el criterio lógico de falsabilidad funcione,
debe quedar garantizado que los partidarios de la teoría juegan al juego de la
ciencia. Hasta que no acreditan su honestidad científica adelantando ejemplos
de enunciados que aceptan como falsadores potenciales, o sea, hasta que no re
nuncian explícita y previamente a cualquier estrategia inmunizadora, no se
puede calificar de científica su teoría, porque aunque fuera falsable1 , ellos po
drían hacerla infalsable2 •
Sin embargo, es claro que existe una tensión entre la falsabilidad como cri
terio de demarcación puramente lógico y la caracterización de la ciencia a tra
vés de unas reglas metodológicas que aseguren la actitud crítica. Popper quie
re poner el peso de su criterio en las relaciones formales entre las teorías y los
posibles enunciados falsadores (falsabilidad1 ) para escapar así a la crítica de
que en la realidad los científicos no falsan las teorías (falsabilidad); pero, por
otro lado, no puede obviar la cuestión de qué hacen en la práctica con las teo
rías aquellos que las proponen y con qué actitud la sustentan. Ahora bien, la ac
titud de los defensores de una teoría en lo que respecta a la aceptación de los
enunciados falsadores potenciales no cambia en absoluto la relación lógica de
la teoría con esos enunciados. Si una teoría fuera lógicamente falsable, debería
144 Antonio Diéguez
trata de mostrar que los científicos tienen siempre a mano proceder de una for
ma que el falsacionista dogmático condenaría como seudocientífica. Dice así:
Un físico de la era preeinsteiniana combina la mecánica de Newton y su
ley de la gravitación (N) con las condiciones iniciales aceptadas (I) y calcula
mediante ellas la ruta de un pequeño planeta que acaba de descubrirse, p.
Pero el planeta se desvía de la ruta prevista. ¿Considera nuestro físico que la
desviación estaba prohibida por la teoría de Newton y que, por ello, una vez
confirmada tal ruta queda refutada la teoría N? No. Sugiere que debe existir
un planeta hasta ahora desconocido, p', que perturba la ruta de p. Calcula la
masa, órbita, etc., de ese planeta hipotético y pide a un astrónomo experimen
tal que contraste su hipótesis. El planeta p' es tan pequeño que ni los mayores
telescopios existentes podrían observarlo: el astrónomo experimental solicita
una ayuda a la investigación para construir uno aún mayor. Tres años después
el nuevo telescopio ya está disponible. Si se descubriera el planeta desconoci
do p', ello sería proclamado como una nueva victoria de la ciencia newtonia
na. Pero no sucede así. ¿Abandona nuestro científico la teoría de Newton y
sus ideas sobre el planeta perturbador? No. Sugiere que una nube de polvo
cósmico nos oculta el planeta. Calcula la situación y propiedades de la nube y
solicita una ayuda a la investigación para enviar un satélite con objeto de con
trastar sus cálculos. Si los instrumentos del satélite (posiblemente nuevos, fun
damentados en una teoría poco contrastada) registraran la existencia de la
nube conjeturada, el resultado sería pregonado como una gran victoria de la
ciencia newtoniana. Pero no se descubre la nube. ¿Abandona nuestro cientí
fico la teoría de Newton junto con la idea de un planeta perturbador y la nube
que lo oculta? No. Sugiere que existe un campo magnético en esa región del
universo que inutilizó los instrumentos del satélite. Se envía un nuevo satélite.
Si se encontrara el campo magnético, los newtonianos celebrarían una victo
ria sensacional. Pero ello no sucede. ¿Se considera este hecho una refutación
de la ciencia newtoniana? No. O bien se propone otra ingeniosa hipótesis au
xiliar o bien... todo la historia queda enterrada en los polvorientos volúmenes
de las revistas, y nunca vuelve a ser mencionada (Lakatos, 1983, págs. 27-28).
Podrían encontrarse fácilmente ejemplos reales en la historia de la ciencia
de esta actitud de protección mediante hipótesis ad hoc. Antes mencionábamos
el caso del modelo atómico de Bohr. Un caso histórico que, sin llegar a formar
una cadena tan larga de hipótesis auxiliares protectoras como la que Lakatos
describe, exhibe una conducta similar es el de la reacción de H. A. Lorentz y
G. E. FitzGerald ante los resultados contrarios al esperado movimiento de la
Tierra en el éter obtenidos por Michelson y Morley. Ambos autores propusie
ron como hipótesis ad hoc algo que luego se deduciría como una consecuencia
lógica de los postulados de la teoría de la relatividad. Supusieron que los cuer
pos (y, por tanto, los brazos del interferómetro usado por Michelson y Morley)
se acortan en la dirección del movimiento en un factor ✓1-tJ/c2, donde ves la
velocidad del cuerpo y c la velocidad de la luz. Piénsese también en la hipótesis
más reciente de la existencia de una gran cantidad de «materia oscura» en el
universo para explicar ciertos efectos sobre las órbitas de las estrellas y el mo
vimiento de las galaxias; hipótesis que tendría el beneficio añadido de explicar
¿Qué es la ciencia? 149
por qué la densidad del universo, según se desprende de los datos de que se
dispone, es mucho menor que la exigida por algunos modelos teóricos.
Como superación de todos estos problemas que surgen inevitablemente en
el falsacionismo popperiano, Lakatos propone su sustitución por una nueva
metodología: la metodología de los programas de investigación científi,'ca. En ella
la unidad básica de evaluación en la ciencia no son los enunciados ni las teorías
aisladas, sino los programas de investigación. Un programa de investigación
científica es una serie de teorías estrechamente relacionadas entre sí. En el pró
ximo capítulo estudiaremos con más detalle sus componentes básicos.
El criterio para evaluar los programas de investigación científica se centra
en el progreso o el estancamiento interno de dichos programas. Todo progra
ma de investigación es o bien progresivo o bien regresivo. Un programa es pro
gresivo si es tanto teórica como empíricamente progresivo, y es regresivo o de
generativo en caso contrario. Que sea teóricamente progresivo significa que
cada modificación teórica dentro de él conduce a predicciones de hechos
nuevos e inesperados; que sea empíricamente progresivo significa que al me
nos algunas de tales predicciones resultan corroboradas (cfr. Lakatos, 1983,
pág. 230). Cuando un programa no ofrece predicciones de hechos nuevos y
se limita a fabricar hipótesis ad hoc para acomodar hechos ya conocidos o
predichos por otros programas rivales, o cuando un programa hace descubri
mientos puramente casuales, o predice hechos nuevos pero estas prediccio
nes resultan ser falsas, entonces se trata de un programa regresivo o degene
rativo. En tal caso, el programa es superado por algún programa rival y puede
ser abandonado.
Puesto que los programas de investigación científica son series históricas de
teorías interconectadas, su evaluación ha de realizarse sobre largos períodos de
tiempo. La progresividad o regresividad de un programa de investigación no es
un asunto que se pueda dirimir contemplando el estado de dicho programa en
un momento puntual de su historia. Un programa progresivo puede pasar por
periodos degenerativos de los que vuelve a recuperarse.
Con este bagaje estamos en condiciones de responder a la pregunta de
cómo delimitar entre ciencia y seudociencia. Según Lakatos, un programa de
investigación es seudocientífico si y sólo si no es un programa progresivo. De
este modo, el problema de la demarcación se reduce a distinguir entre progra
mas de investigación progresivos y programas de investigación regresivos. La
metafísica puede formar parte, y de hecho normalmente forma parte, de la
ciencia (o sea, de programas progresivos). Pero un programa regresivo, conten
ga o no elementos metafísicos, no puede ser considerado como científico.
Los ejemplos que Lakatos cita de programas seudocientíficos son funda
mentalmente los mismos que despertaban los recelos de Popper: el marxismo
y el psicoanálisis. Con respecto al primero, en un pasaje que podría haber fir
mado el propio Popper, se pregunta:
Como era de esperar por todo lo que llevamos dicho, también el criterio de
demarcación de Lakatos se vio envuelto en dificultades que lo mostraron como
inoperante. Desgraciadamente, Lakatos murió repentinamente en 1974, a la
edad de cincuenta y un años (había nacido en 1922), y no pudo darles cumpli
da respuesta. La objeción principal fue ya formulada por Richard Hall en 1970
y desarrollada por Feyerabend en 1975 (cfr. Hall, 1982 y Feyerabend, 1981,
capítulo 16). Según Lakatos, un programa de investigación puede pasar por largas
fases degenerativas para volver a tornarse progresivo después, como fue el caso
del atomismo, que pasó por una fase degenerativa de varios siglos. <<Resulta
muy difícil -escribe- decidir cuándo un programa de investigación ha dege
nerado sin remisión posible, si no se exige que exista progreso en cada paso; o
cuándo uno de los programas rivales ha conseguido una ventaja decisiva sobre
otro» (Lakatos, 1983, pág. 193). Por eso, sólo podemos juzgar sobre la raciona
lidad de un cambio científico cuando éste ya hace tiempo que ha pasado, «sólo
ex-post podemos ser 'sabios'» (Lakatos, 1983, pág. 148). Ahora bien, si esto es así,
es perfectamente racional la conducta de un científico que se mantenga fiel al
programa degenerativo en la esperanza de que los malos tiempos terminen algu
na vez. Pero también es racional la conducta del científico que abandona dicho
programa y se adhiere a otro que presente en ese momento un carácter progresi
vo. Lo cual significa que la metodología de los programas de investigación care
ce de valor normativo para delimitar lo que es ciencia de lo que no lo es, porque
el científico estará legitimado tome la opción que tome. Dicho de otro modo,
nunca se podría calificar de seudocientífica una teoría porque nunca se puede es
tar seguro de que un programa de investigación regresivo no cambiará su suerte
y se volverá progresivo. En opinión de Feyerabend, la metodología de Lakatos,
llevada a sus consecuencias finales, conduce, aunque Lakatos no lo quisiera, al
«todo vale». Es un «caballo de Troya» que, por conservar aún su apego a la ra
zón, puede utilizarse para hacer pasar escondido un anarquismo epistemológico
en toda regla. No es de extrañar que Feyerabend le dedicara a Lakatos su Against
Method, con el comentario «amigo y camarada anarquista».
¿ Qué es la ciencia? 151
lugar cuándo estamos ante una buena teoría, es decir, ante una teoría fiable, fér
til y bien fundada, sea o no científica.
En lo que sí parece haber amplio acuerdo es en que, se tracen donde se
tracen las fronteras entre lo científico y lo no científico, no deben ser identi
ficadas con las fronteras entre lo racional y lo irracional, o entre el conocimien
to válido o fiable y el ámbito de lo impreciso, fútil o sin sentido. Lo más proba
ble es que siempre encontremos a ambos lados de la línea modos útiles de
conocer la realidad.