Souza Minayo Investigacion Social 2023 Cap 3

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Investigación social

Teoría, método y creatividad

Maria Cecília de Souza Minayo


(organizadora)
Suely Ferreira Deslandes
Romeu Gomes

Secretaría de Investigación y Posgrado


Capítulo 3

Trabajo de campo: contexto de


observación, interacción y
descubrimiento

Maria Cecília de Souza Minayo1

Introducción

Cuando terminamos la fase exploratoria de una investigación cualitativa, cuyo pro-


ducto principal es el proyecto de investigación en el que ya está establecido el espacio
para investigar y decidido con qué grupo trabajar, (cuando la investigación es
empírica, y es la que trataremos en este capítulo) llega la hora de iniciar el trabajo
de campo.
El trabajo de campo no solo le permite al investigador aproximarse a la realidad
sobre la cual formuló una pregunta, sino también establecer una interacción con
los “actores” que conforman la realidad y construir así un conocimiento empírico
importantísimo para quien hace investigación social. Está claro que la riqueza de
esta etapa va a depender de la calidad de la fase exploratoria; o sea, de la claridad de
la cuestión planteada, de un relevamiento bibliográfico bien hecho que le permita
al investigador partir del conocimiento ya existente —para así no repetir el nivel
primario del “descubrimiento de la pólvora”—, de conceptos bien trabajados que
viabilicen su operacionalización en el campo y de las hipótesis formuladas.
Todo investigador necesita ser curioso, indagador. Y esa cualidad debe ser ejercida
todo el tiempo, particularmente en el trabajo de campo, pues este será mejor y más
fructífero cuanto más capaz sea el investigador de confrontar sus teorías y sus hipó-
tesis con la realidad empírica. Así, él no debe ser un formalista que se apegue a la
letra de su proyecto ni un empirista para quien la realidad es lo que él ve “a ojo
desnudo”, o sea, sin el auxilio de la contextualización y de los conceptos. Ni uno ni
otro, solos, contienen la verdad.
De esta forma, en el campo, el investigador no puede quedar atrapado en las
sorpresas que encuentre, ni tenso por no obtener una respuesta inmediata a sus

1
En memoria de Otávio Cruz Neto, autor de la primera versión de este capítulo.

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indagaciones. Está claro que la experiencia lo ayudará en su comportamiento. Pero
es recomendable que siempre ejercitemos una mirada dinámica y atenta que pase
de la confrontación de la propuesta científicamente formulada a los hallazgos empí-
ricos y viceversa. Sobre la importancia de ese señalamiento dialéctico, el renom-
brado antropólogo Malinowski (1984) dice que el investigador debe prepararse
muy bien, como si todo dependiera de él. Sin embargo, si hubiera una discrepancia
entre su teoría y la realidad concreta, él debe privilegiar las preguntas para el nivel
empírico, relativizando sus hipótesis y presupuestos.
Entendemos el campo, en la investigación cualitativa, como el recorte espacial
que se refiere al alcance, en términos empíricos, del recorte teórico correspondiente
al objeto de la investigación (Minayo, 2009; 2012; 2017). Por ejemplo, cuando tra-
tamos de entender las concepciones de salud y enfermedad de un determinado
grupo social, cuando buscamos comprender la relación pedagógica entre los estu-
diantes y el profesor de una determinada materia, o el impacto de determinada
política pública para una población específica, cada uno de esos temas corresponde
a un campo empírico determinado. La investigación social trabaja con personas y
con sus realizaciones, comprendiéndolas como actores sociales en relación, grupos
específicos o perspectivas, productos y exposición de acciones, en el caso de docu-
mentos. Los sujetos/objetos de investigación, en el inicio, son construidos teórica-
mente en tanto componentes del objeto de estudio. En el campo, ellos forman parte
de una relación de intersubjetividad, de interacción social con el investigador, cuyo
resultado es un producto comprensivo que no es la realidad concreta sino un des-
cubrimiento construido con todos los elementos en manos del investigador: sus
hipótesis y presupuestos teóricos, su marco conceptual y metodológico, sus interac-
ciones, sus entrevistas y observaciones, sus interrelaciones con los colegas de trabajo.
Más allá de que existan muchas formas y técnicas para realizar el trabajo de
campo, los instrumentos principales de ese tipo de trabajo son dos: la observación y
la entrevista. Mientras la primera se realiza sobre todo aquello que no es dicho, sino
sobre lo que puede ser visto y captado por un observador atento y persistente, la
segunda tiene como materia prima el habla de algunos interlocutores.
En la investigación cualitativa, la interacción entre el investigador y los sujetos
investigados es esencial. Todo el empeño es invertido para que “el cuerpo y la sangre
de la vida real compongan el esqueleto de las construcciones abstractas”, como dice
Malinowski (1984, p. 37), creando una metáfora.
Por su importancia, el trabajo de campo debe ser realizado a partir de revisiones
bibliográficas y también, de aspectos operacionales. O sea, no se puede pensar en
un trabajo de campo neutro. La forma de llevarlo a cabo revela las preocupaciones
científicas de los investigadores que seleccionan tanto los hechos a ser observados,
recolectados y comprendidos, como el modo en que va a recolectarlos. Este cuidado
es necesario porque el campo de la investigación social no es transparente y tanto el
investigador como sus interlocutores y observados interfieren en el conocimiento de
la realidad. Esa interferencia forma parte de la propia naturaleza de la investigación
social que nunca es neutra.

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Lo que hace que un trabajo de interacción (o sea, de relación entre investigador
e investigados) sea un instrumento privilegiado de recolección de información para
las personas es la posibilidad que tiene el habla de ser reveladora de condiciones de
vida, de la expresión del sistema de valores y creencias y, al mismo tiempo, de tener
la magia de transmitir, por medio de un portavoz, lo que piensa el grupo dentro de
las mismas condiciones históricas, socioeconómicas y culturales que el interlocutor.

La entrevista como técnica privilegiada de comunicación

La entrevista, tomada en el sentido amplio de la comunicación verbal, y en el sentido


restricto de la recolección de informaciones sobre determinado tema científico, es la
estrategia más usada en el proceso de trabajo de campo.
La entrevista es, por sobre todo, una conversación entre dos, o entre varios inter-
locutores, realizada por iniciativa del entrevistador. Tiene el objetivo de construir la
información pertinente para un objeto de investigación y el abordaje del entrevis-
tador sobre temas igualmente pertinentes con vistas a este objetivo.
Las entrevistas pueden ser consideradas conversaciones con finalidad y se caracte-
rizan por su forma de organización. Pueden ser clasificadas en:

a. sondeo de opinión: en el caso de ser elaboradas mediante un cuestionario total-


mente estructurado, la elección que realice el informante está condicionada a
dar respuestas a preguntas formuladas por el investigador;
b. semiestructurada: combina preguntas cerradas y abiertas, en las que el entrevis-
tado tiene la posibilidad de discurrir sobre el tema en cuestión sin ajustarse a
la pregunta formulada;
c. abierta o en profundidad: se invita al informante a hablar libremente sobre un
tema, y las preguntas del investigador —si se hicieran— buscan dar más pro-
fundidad a las reflexiones;
d. focalizada: destinada a aclarar solo un determinado problema;
e. proyectiva: usa dispositivos visuales, como filmes, videos, pinturas, grabados,
fotos, poesías, cuentos, escritos de otras personas. Esta modalidad constituye
una invitación al entrevistado a discurrir sobre lo que ve o lee. Se utiliza gene-
ralmente cuando necesitamos hablar de asuntos difíciles y delicados y tene-
mos problemas para tratarlos de manera directa.
f. Hoy se trabaja mucho con la técnica de rueda de conversación. Esta se asemeja mucho
a la de los grupos focales. Pero es diferente porque no tiene previamente un foco. Bus-
can recoger las diferentes opiniones de los participantes sobre un determinado tema; o
pueden también servir de pretexto para profundizar el interés del investigador o como
espacio de discusión.

A través de las entrevistas realizamos también investigaciones basadas en narrativas


de vida, igualmente denominadas “historias de vida”, “historias biográficas”, “etno-
biografías” o “etnohistorias”. Sumamos a estas modalidades los grupos focales, que

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pueden ser definidos bajo una modalidad de entrevista grupal, en la que los relatos de
uno son confrontados con los de los otros.
La entrevista como fuente de información nos puede proveer datos primarios y
secundarios: a) los primarios —objetos principales de la investigación cualitativa—
se refieren a la información construida directamente en el diálogo con el individuo
entrevistado y abordan la reflexión del propio sujeto sobre la realidad que vivencia;
b) los secundarios se refieren a hechos que el investigador podría conseguir por
medio de otras fuentes, como censos, estadísticas, registros civiles, documentos, cer-
tificados de defunción y otros. Los científicos sociales suelen denominar a los datos
primarios como “subjetivos”, pues solo pueden ser conseguidos con la contribución
de la persona. Constituyen una representación de la realidad: ideas, creencias,
maneras de pensar, opiniones; sentimientos, maneras de sentir; maneras de actuar,
conductas; proyecciones sobre el futuro; razones conscientes o inconscientes de
determinadas actitudes y comportamientos.
Una entrevista, como forma privilegiada de interacción social, está sujeta a la
misma dinámica de las relaciones existentes en la propia sociedad. Cuando se trata
de una sociedad o de un grupo marcado por muchos conflictos, cada entrevista
expresa, de forma diferenciada, la luz y la sombra de la realidad, tanto en el acto de
realizarla como en los datos que allí se producen. Además, por el hecho de captar
formalmente el habla sobre determinado tema, la entrevista, al ser analizada, necesita
incorporar el contexto de su producción y, siempre que sea posible, ser acompañada
y complementada por informaciones provenientes de la observación participante
y de las referencias teóricas. De esta forma, además del habla, que es su material
primordial, el investigador cualitativo tendrá en sus manos elementos de relaciones,
prácticas, complicidades, omisiones e imponderables que marcan el cotidiano.
A continuación, se detallan algunas consideraciones prácticas que necesitan ser
tenidas en cuenta en cualquier situación de interacción empírica, sobre todo en la
formalidad de una entrevista, sea estructurada, semiestructurada o no estructurada,
que se refieren a la entrada del entrevistador en campo:

ƒ Presentación: el principio básico con relación a este punto es que una persona
de confianza del entrevistado (líder de la colectividad, persona conocida y bien
aceptada) haga la mediación entre él y el investigador. Sería muy arriesgado
entrar, sobre todo en comunidades o grupos conflictivos, sin antes saber lo que
el mediador representa: él puede tanto abrir como cerrar puertas.

ƒ Mención del interés de la investigación: el investigador debe describir brevemente


el trabajo a su entrevistado y, también, decirle en qué medida su testimonio
puede contribuir directa o indirectamente a la investigación como un todo, a
la comunidad y al propio entrevistado. Además, es importante mencionar y
explicar la importancia y la finalidad de la institución a la cual el investigador
está vinculado, para dar seguridad a su interlocutor.

ƒ Presentación de la credencial institucional: actualmente, sobre todo en el caso de

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investigaciones en equipo, el coordinador suele escribir una carta introducto-
ria en la que se mencionan todos los aspectos principales del estudio, en un
papel membretado institucionalmente, a la que se adjunta el consentimien-
to informado para ser firmado por el interlocutor. Este consentimiento pasó
a ser exigido desde la Resolución 96/1996 del Ministerio de Salud de Brasil,
que regula las investigaciones nacionales con seres humanos. Es importante
aclarar que, por estar insatisfechos con las normas de esa resolución, se jun-
taron 18 instituciones que trabajan con temas sociales y, luego de enfrentar
muchos problemas, lograron aprobar una resolución específica sobre ética en
investigaciones de Ciencias Humanas y Sociales: la Resolución 510 de 2016 del
Consejo Nacional de Salud. La lectura de Guerriero y Minayo (2019), pue-
de ayudar a conocer al lector las justificaciones y los cambios, en relación a
la 96/1996, que se realizaron específicamente para el área biomédica. Incluso
teniendo en cuenta todos estos cuidados, nada sustituye la introducción reali-
zada por alguien de confianza de ambas partes, que pueda hacer la mediación
entre el investigador y sus interlocutores.

ƒ Explicación de los motivos de la investigación: con un lenguaje del sentido común,


la explicación debería respetar a los que no necesariamente dominan los códi-
gos de las ciencias sociales.

ƒ Justificación de la elección del entrevistado: busca mostrarle cuándo y por qué fue
seleccionado para esa conversación.

ƒ Garantía de anonimato y de confidencialidad sobre los datos: asegurar a los infor-


mantes que no se trata de una entrevista para un medio masivo de comunica-
ción, donde los nombres necesitan ser dichos y, al mismo tiempo, mostrar que
su contribución tiene sentido para el conjunto del trabajo.

ƒ Conversación inicial: algunos investigadores la denominan “precalentamiento”.


Apunta a romper el hielo, percibir si el posible entrevistado está dispuesto a
dar informaciones y crear un clima de conversación lo más relajado posible.
En el caso de estar combinada con la observación participante, la construcción
de la identidad del investigador por parte del grupo se va forjando en las dife-
rentes instancias de convivencia, desde el inicio.

A pesar de todos los esfuerzos y cuidados, siempre habrá dificultades típicas, propias
de las interacciones en el trabajo de campo. Igualmente, los procedimientos enu-
merados no son normas rígidas ni un reglamento a ser cumplido de forma seriada
por el investigador, sino que son sugerencias que pueden ayudarlo en el proceso de
interacción y en el diálogo con los interlocutores.
En el caso de la investigación cualitativa, al contrario de lo que muchos pueden
pensar, es fundamental que el entrevistado se involucre con el entrevistador. En
lugar de que esta actitud se constituya en una falla o en un riesgo que comprometa

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la objetividad, es condición para la profundización de la investigación y de la propia
objetividad. En general, los mejores trabajadores de campo son los más simpáticos y
quienes mejor se relacionan con los entrevistados. La interrelación, que contempla
lo afectivo, lo existencial, el contexto del día a día, las experiencias y el lenguaje del
sentido común en el acto de la entrevista, es condición sine qua non del éxito de la
investigación cualitativa.
Además de la entrevista individual, una técnica cada vez más usada en el trabajo
de campo cualitativo es la de los “grupos focales”, que consiste en realizar reuniones
con un pequeño número de interlocutores (seis a doce). La técnica exige la presencia
de un moderador y de un relator. El primero tiene el rol de focalizar el tema, pro-
mover la participación de todos, inhibir a los monopolizadores de la palabra y pro-
fundizar la discusión. Schrimshaw y Hurtado (1987) resumen el papel del moderador
de la siguiente manera: a) introducir la discusión y mantenerla encendida; b) enfa-
tizar en el grupo que no hay respuestas correctas o erróneas; e) observar a los parti-
cipantes, estimulando la palabra de cada uno; d) profundizar con nuevas preguntas
los asuntos relevantes que los participantes proponen; e) construir relaciones con
los participantes para profundizar, individualmente, respuestas y comentarios con-
siderados relevantes para la investigación; f) observar las comunicaciones no-ver-
bales; y g) monitorear el ritmo del grupo tomando nota de las posibles conclusiones
grupales (aunque no sean consensuales, es decir, señalando las convergencias y las
divergencias) y finalizando el debate en el tiempo previsto. Generalmente el tiempo
de duración de una reunión no debe superar una hora y media.
El segundo papel es el del relator que, además de auxiliar al coordinador en los
aspectos organizacionales, debe estar atento a no dejar de registrar nada sobre el
proceso creativo e interactivo. La elección de esa persona por el coordinador es
crucial para el éxito del trabajo, pues tanto el investigador como el relator deben
focalizarse en el objetivo propuesto.
Es necesario reforzar el papel complementario de los grupos focales, más allá de
su importancia específica. Junto con el uso de las historias de vida, de las entrevistas
abiertas o semiestructuradas y de la observación participante, el investigador cons-
truye una serie de posibilidades que le permiten considerar varias opiniones sobre el
mismo tema y obtener más información sobre la realidad. Los grupos focales tienen
incluso la cualidad de permitir la formación de consensos sobre un determinado
tema o de cristalizar opiniones dispares, a partir de argumentaciones, al contrario de
las entrevistas que suelen realizarse de forma individual.
Debemos destacar también que en todas las formas de abordaje —en las entre-
vistas, en los grupos focales o en otras— deben ser usados instrumentos adecuados para
el registro de los relatos y los debates. Tales instrumentos deben haber sido preparados
en la fase exploratoria de la investigación.
El registro fidedigno —y si fuera posible “al pie de la letra”— de entrevistas y
otras modalidades de recolección de datos, cuya materia prima es el habla, se torna
crucial para una buena comprensión de la lógica interna del grupo o de la colecti-
vidad estudiada. Entre los instrumentos que garantizan la fidelidad, el más usual es
la grabación de la conversación.

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Cuando existe la posibilidad técnica y se observa una apertura del grupo inves-
tigado, pueden ser usados otros recursos, como la filmación.
Es necesario destacar que cualquier intento de asegurar el registro en toda su
integridad necesita del consentimiento de los interlocutores. En general, el investi-
gador de campo no suele tener dificultad en la presentación de esos instrumentos
y en conseguir el permiso de los entrevistados para utilizarlos. Se producen res-
tricciones y oposiciones, sin embargo, cuando el tema es espinoso, controvertido
o polémico, y la persona pone en riesgo su reputación. En este caso, el investigador
debe anotar todo con sus propias palabras, intentando ser fidedigno con relación al
sentido conferido por el interlocutor. Es obvio que todo debe ser mantenido en el
anonimato, pues un investigador social no es un periodista y no necesita identificar
a su informante directamente sino a partir de atributos generales que designen su
lugar social.

Observación participante

La observación participante puede ser considerada parte esencial del trabajo de campo
en la investigación cualitativa. Su importancia es tal, que algunos estudiosos la consi-
deran no solo una estrategia en el conjunto de la investigación de las técnicas de inves-
tigación, sino un método que, en sí mismo, permite la comprensión de la realidad.
Definimos observación participante como un proceso por el cual un investigador se
coloca en el lugar de observador de una situación social, con la finalidad de realizar
una investigación científica. En este caso, el observador queda en relación directa
con sus interlocutores en el espacio social de la investigación, y en la medida de lo
posible participando de su vida social, en su escenario cultural, pero con la finalidad
de recolectar datos y comprender el contexto de la investigación. Por lo tanto, el
observador forma parte del contexto bajo su observación y, sin duda, modifica ese
contexto, pues interfiere en él, así como él es modificado personalmente.
La filosofía que fundamenta la observación participante es la necesidad que tiene
todo investigador social de relativizar el espacio social de donde proviene, apren-
diendo a colocarse en el lugar del otro.
Como ya dijimos, en el trabajo cualitativo la proximidad con los interlocutores,
lejos de ser un inconveniente, es una virtud y una necesidad.
La actividad de la observación tiene también un sentido práctico: permite al
investigador estar más libre de prejuicios, dado que no lo torna, necesariamente,
prisionero de un instrumento rígido de recolección de datos o de hipótesis testeadas
con anterioridad, sino durante el proceso de investigación.
En la medida en que convive con el grupo, el observador puede retirar de su
guía aquellas cuestiones que percibe como irrelevantes desde el punto de vista de
los interlocutores; consigue también comprender aspectos que van aflorando poco
a poco, situación imposible para un investigador que trabaja con cuestionarios
cerrados y previamente estandarizados. La observación participante ayuda, por lo
tanto, a vincular los hechos con sus representaciones y a develar las contradicciones

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entre las normas y reglas y las prácticas vividas cotidianamente por el grupo o la
institución observados.
El principal instrumento de trabajo de observación es el llamado diario de campo,
que no es más que un cuadernito, una libreta o un archivo electrónico en el que
escribimos todas las informaciones que no forman parte del material formal de las
entrevistas en sus diversas modalidades. Respondiendo a una pregunta frecuente, las
informaciones escritas en el diario de campo deben ser utilizadas por el investigador
cuando realice el análisis cualitativo.
Un texto considerado clásico por los antropólogos sobre el trabajo de campo
fue escrito en 1922, por Bronislaw Malinowski, a propósito de su inserción entre
los nativos de las Islas Trobiand, denominado Los argonautas del Pacífico Occidental
(Malinowski, 1984). La rica experiencia transmitida y las bases metodológicas plan-
teadas por él continúan vigentes y su legitimidad permanece indiscutible hasta hoy.
A partir de su experiencia, Malinowski (1984) destaca los pasos de la inserción en
la realidad empírica: a) la necesidad de tener un bagaje científico; b) la importancia
de la observación participante; e) la utilización de técnicas de recolección, ordena-
miento y presentación de lo que denomina evidencias.
Principalmente, Malinowski valoriza el proceso de observación directa, distin-
guiéndolo de otros momentos del trabajo de campo, como el de los testimonios de
los entrevistados y el de interpretaciones e inferencias del investigador. Así, afirma
que “toda la estructura de una sociedad se encuentra incorporada en el más evasivo
de todos los materiales: el ser humano” (Malinowski, 1984, p. 40).
Este autor hace una crítica radical a las modalidades de investigación social que
explican la realidad social solo a través de “aprehender” un nivel de esa realidad por
medio de surveys (encuestas). Comenta que este tipo de ciencia, de lógica cuantitativa,
percibe solo el esqueleto de la sociedad, pero no comprende la vida que late, porque
en el caso de las encuestas, el científico está lejos del lugar donde sucede la vida.
Este mismo autor comenta que hay una serie de fenómenos de gran importancia
que no pueden ser registrados por medio de preguntas o en documentos cuantita-
tivos, sino que deben ser observados in loco, en la situación concreta en la que se pro-
ducen. Entre ellos se incluyen cosas como la rutina de un día de trabajo, los detalles
del cuidado con el cuerpo, la manera de comer y de preparar las comidas; el tono
de las conversaciones y de la vida social en torno a las viviendas (o en otros espacios
que son objeto de la investigación), la existencia de hostilidades, de simpatías y anti-
patías entre las personas; la manera sutil pero incuestionable en la que las vanidades
y ambiciones personales se reflejan en las reacciones emocionales de los individuos.
Malinowski sugiere un tipo de comportamiento del investigador que va al campo,
por medio del cual define la esencia de la antropología: “Tener una actitud que con-
siste en desarrollar una visión estereoscópica de las actividades e ideas humanas a
través de conceptos inteligibles a todos” (1984, p. 56). O sea, cabe al investigador
ser un escrutador insistente, que mentalmente se posiciona siempre entre los cono-
cimientos teóricos y las informaciones de sus observados. Este balance entre una
postura y otra es mencionado por Malinowski en las siguientes citas:

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El buen entrenamiento teórico y la familiaridad con los más recientes resulta-
dos científicos no son equivalentes a estar cargado de “ideas preconcebidas”. Si
un individuo inicia una investigación con la determinación de probar ciertas
hipótesis, si no es capaz de cambiar constantemente sus puntos de vista y de
rechazarlos sin resistencias, bajo la presión de la evidencia, es innecesario de-
cir que su trabajo será inútil. Pero cuantos más problemas el investigador lleve
al campo, cuanto más habituado esté a adecuar sus teorías a los hechos y a
considerar la importancia de los hechos para la teoría, tanto mejor capacitado
estará para el trabajo. Las ideas preconcebidas son perniciosas en cualquier
tarea científica, pero las conjeturas constituyen la principal cualidad de un
pensador científico, y estos problemas son revelados, por primera vez al ob-
servador, por sus estudios teóricos. (Malinowski, 1984, p. 45)

Otro autor muy importante y que nos ayuda a pensar y teorizar el trabajo de campo
es Alfred Schütz (1973), un importante sociólogo estadounidense de origen austríaco
que nos propone algunas actitudes: a) situarnos en el mundo de los entrevistados,
buscando entender los principios generales que siguen en su vida cotidiana para
organizar sus experiencias.
Develar esa lógica, dice este autor, es una condición preliminar de la investi-
gación; b) mantener una perspectiva dinámica, que nos haga tener en cuenta las
relevancias de nuestros interlocutores, teniendo en mente las cuestiones planteadas
por ellos sobre el tema que estamos investigando; e) abandonar, en la convivencia,
cualquier postura pedante de científico, entrando en la escena social de los entre-
vistados como una persona común que comparte su cotidianidad; d) adoptar, en el
campo, el lenguaje del sentido común propio de los interlocutores que observamos.
La simplicidad por parte del investigador es fundamental para el éxito de su obser-
vación, pues él es más observado por su personalidad y comportamiento que por la
base lógica de sus estudios. Las personas que lo introducen en el campo y sus interlo-
cutores quieren saber si él es “una buena persona”, si no va a “hacerle mal al grupo”, y si
no va a traicionar “sus secretos” y sus estrategias para resolver los problemas de la vida.
Hay infinidad de situaciones de investigación (en realidad, cada una es diferente
de la otra), pero como norma general, y en todas ellas, la figura del investigador se
construye con una colaboración parcial por parte de él, pues la imagen que pro-
yecta reverbera en el grupo a partir de las referencias que este posee, dentro de sus
patrones culturales específicos.
De la misma forma, la visión que el investigador construye sobre el grupo, que
es objeto de su estudio y con el cual interactúa, depende de las personas con las que
entabla relaciones. Concluimos, pues, que la visión de las dos partes será siempre
incompleta y siempre imprecisa.
Esta construcción mutua del investigador y de los investigados a través de la
interacción es analizada por varios estudiosos que destacan siempre la necesidad de
tenerla en cuenta como un dato de la realidad.
Si la entrada en el campo se vincula con los problemas de identificación,
obtención y sostenimiento de contactos, la salida es también un momento crucial.

Trabajo de campo: contexto de observación, interacción y descubrimiento 47


Las relaciones interpersonales que desarrollamos durante una investigación no
se deshacen automáticamente con la conclusión de las actividades previstas. Hay
un “contacto” informal de favores y de lealtad que no puede ser roto bruscamente
bajo pena de producirse una fuerte decepción de los interlocutores. Como inves-
tigadores, trabajamos con personas; por consiguiente, con relaciones y con afecto.
No hay recetas para este momento, pero podemos formular algunas cuestiones que
nos ayuden a estar atentos, alertas y éticamente comprometidos: ¿cómo quedan las
relaciones con posterioridad al trabajo de campo?, ¿cuál es el compromiso del inves-
tigador con el grupo, en lo que concierne a los datos primarios recogidos, su uso
científico y las formas de devolución a la comunidad?
En resumen, la salida del campo reviste problemas éticos y de práctica teórica. La
relación intersubjetiva que creamos puede contribuir a la definición del tipo de corte
y del momento necesario en las relaciones más intensas y un plano de continuidad
posible o deseada.

Consolidación del trabajo de campo

Es bueno que recordemos, una vez más, que en el campo, así como durante todas las
etapas de la investigación, todo merece ser entendido como fenómeno social e his-
tóricamente condicionado: el objeto investigado, las personas concretas implicadas
en la actividad, el investigador y su sistema de representaciones teórico-ideológicas,
las técnicas de investigación y todo el conjunto de relaciones interpersonales y de
comunicación simbólica.
Una investigación no puede restringirse a la utilización de instrumentos minu-
ciosos de recolección de información. Más allá de la información acumulada, el
proceso de trabajo de campo nos lleva, frecuentemente, a la reformulación de hipó-
tesis o, incluso, del camino de la investigación. Mientras construimos datos recolec-
tados y los articulamos a nuestros presupuestos, ejercitamos nuestra capacidad de
análisis que nos acompañará en todas las etapas.
Finalmente, otro punto importante a destacar se refiere a la interacción entre
nosotros (investigadores) y nuestros interlocutores. En el proceso investigativo,
aunque partamos de posiciones sociales diferentes y asimétricas, ambos buscamos
la comprensión mutua que nos permita transcender el sentido común.
Sin embargo, el investigador nunca debe buscar ser reconocido como un igual.
El propio entrevistado espera de él una diferenciación, una delimitación del espacio,
aunque sin pedantería, secretos ni misterios.
Su función social le demanda una colaboración específica que no es y no puede
ser la mera repetición de lo que observó y de lo que escuchó en las entrevistas.
El investigador, en cualquier hipótesis, tiene el deber de la comprensión contex-
tualizada y de la interpretación.
En resumen, el trabajo de campo es en sí un momento relacional, específico y
práctico: un ida y vuelta que tiene como referencia el mundo de la vida, conside-
rando que la mayoría de las preguntas realizadas en investigación social surge de

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ese universo: la política, la economía, las relaciones, el funcionamiento de las insti-
tuciones, determinados problemas relativos a segmentos sociales, la cultura general
o local, y otros.
Sin embargo, las preguntas que hacemos siempre nos remiten a algo desco-
nocido, que permanece oculto para nosotros, que nos resulta extraño dentro del
lenguaje, en la cultura, en las relaciones o en las estructuras.
El trabajo de campo es, por lo tanto, una puerta de entrada a lo nuevo, aunque sin
presentarnos esa novedad claramente. Son las preguntas que le hacemos a la realidad,
a partir de la teoría que presentamos y de los conceptos transformados en tópicos
de investigación, las que nos proveerán la grilla o la perspectiva de observación y de
comprensión.
Por todo esto, el trabajo de campo, además de ser una etapa importantísima de la
investigación, es el contrapunto dialéctico de la teoría social.

Referencias bibliográficas

Guerriero, I. C. Z.; Minayo, M. C. S. (2016). Resolução nº 510 de 7 de abril de 2016 que trata das
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Schrimshaw, S. & Hurtado, E. (1987). Anthropological approaches for programmes improvement. Los
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Schütz, A. (1973). Common-sense and scientific interpretations of human action. The Hague: Martinus
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Referencias comentadas

Minayo, M. C. S. (2009). Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas. En: La arte-


sanía de la investigación cualitativa (p. 267-243). Buenos Aires: Lugar Editorial.

La autora desarrolla de manera detallada la teoría y la práctica del trabajo de campo


en investigación social y también responde a algunas cuestiones frecuentes entre los
investigadores: el estatus científico de la palabra y de la observación de la realidad,
el sentido de una entrevista en tanto representación de la realidad de los grupos, las
controversias sobre los diversos procedimientos y técnicas cualitativas, y la articu-
lación de diferentes estrategias.

Trabajo de campo: contexto de observación, interacción y descubrimiento 49


Al basarse en una vasta experiencia, este estudio es una gran contribución a la
formación de investigadores sociales.

Berreman, G. (1975). Por detrás de muitas máscaras. En: Zaluar, A. (Org.), Desvendan-
do máscaras sociais (p. 77-96). Rio de Janeiro: Francisco Alves.

Este texto forma parte de un importante libro compilado por la antropóloga Alba
Zaluar acerca del método de investigación antropológica, en el que Gerald Berreman
describe con simplicidad y complejidad la práctica de trabajo de campo que tuvo en
una investigación realizada en la India.
Recurre a las ideas del teatro, escenario y bastidores para hablar de las relaciones
entre investigadores e interlocutores, mostrando que en la práctica no hay objeti-
vidad, sino subjetividades en relación. El autor se sirve de ese argumento para hablar
de la urgente necesidad del investigador no solo de preparar muy bien su estudio
sino también de explicitar las condiciones de producción de su trabajo.

Deslandes, S. F. (2005). Trabajo de campo: construcción de informaciones cualita-


tivas y cuantitativas. En: Minayo, M. C. S.; Gonçalves de Assis, S. & Souza, E. R.
(Orgs.), Evaluación por triangulación de métodos: abordaje de programas sociales (p. 157-
184). Buenos Aires: Lugar Editorial.

La autora de este capítulo desarrolla minuciosamente la idea de campo, el sentido


y la práctica de los procedimientos, las relaciones sociales entre los observados y el
observador, y las implicancias de la presencia del investigador.
Sobre todo, su texto es innovador en dos sentidos: al articular la investigación
cualitativa y la cuantitativa, y al describir detalladamente lo que fue observado en un
trabajo de campo específico.
El capítulo sobre el tema se inserta en el contexto de un libro que ayuda al inves-
tigador en las estrategias de combinación o “triangulación” de métodos.

Minayo, M. C. S.; Costa, A. P. (2020). Técnicas que fazem uso da palavra, do olhar e da
empatia: Pesquisa qualitativa em ação. Aveiro: Hucitec.

Técnicas que hacen uso de la mirada, de las conversaciones y de la convivencia son


aquí presentadas como las que priorizan la observación de la vida cotidiana, el ver, el
sentir y las interacciones en el campo. En uno de sus capítulos (Técnicas de analices
de datos) aborda las principales dudas y demandas metodológicas de los investi-
gadores cualitativos. El pequeño libro trae, también, una propuesta de uso de una
herramienta digital que puede ser utilizada en la codificación y análisis preliminar
del material empírico.

50 Investigación social: Teoría, método y creatividad

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