Apra Partido Socialista 1
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Apra Partido Socialista 1
Durante la “Dictadura” de Leguía surgieron los dos primeros partidos políticos de amplia base
social liderados por Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. El sujeto histórico de
la escena política peruana en este momento intenso y desgarrado y que gesta una nueva
conciencia de la vida es la muchedumbre, la masa popular.
Desde México, Haya emprendió un viaje a Rusia. Allí asistió como espectador al Quinto Congreso
Mundial del Partido Comunista y al Congreso Mundial de la Juventud del mismo partido. Luego de
visitar Suiza e Italia, llegó a Londres en 1926. Allí escribió su artículo “¿Qué es el APRA?” en la
revista The Labour Mounthly donde condensó el programa máximo del Aprismo:
EL APRISMO EN EL PERÚ
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surgimiento de posiciones antiimperialistas como la que enarbola el APRA mas adelante. En las
primeras elecciones donde intervino Haya de la Torre las de 1931, el 44% de sus votos
correspondieron al “sólido norte”. Su discurso nacionalista sintonizo con aquellos cuyos negocios
(tierras, pequeñas industrias y comercios) habían sido aplastadas por las compañías extranjeras.
EL SOCIALISMO DE MARIÁTEGUI
Para Mariátegui, en el Perú existía una sociedad semicolonial que se iría agravado a medida que
se fuera expandiendo el imperialismo. De esta manera, entonces, no había forma, pues, de
alcanzar la independencia dentro del sistema capitalista.
Para Mariátegui el Perú tenía posibilidades de llegar a convertirse en una nación. Si bien su
formación había sido interrumpida y distorsionada por el colonialismo creía que existían las
bases sobre los cuales ésta terminaría levantándose. Estos cimientos eran fundamentalmente
tres:
Aunque Mariátegui conoció muy poco de los Andes, para él, tal comunismo agrario demostraba
que el socialismo en el Perú tenía raíces y podía encontrar en la cultura andina ciertas formas
que le sirvieran de sostén. Por lo tanto, en la medida en que el socialismo recogiera la
“tradición colectivista” del incario, cumpliría con retomar la tradición nacional, dejaría de ser
extraño al país y sería el instrumento imprescindible para la construcción de la nación peruana.
Mariátegui, por el contrario, planteará “pura y simplemente” el carácter socialista de la revolución. ¿Por
qué?, porque el capitalismo imperialista se ha impuesto en la sociedad peruana determinando su lógica de
desarrollo. Evidentemente, no han desaparecido las relaciones de producción precapitalistas, que son
cuantitativamente mayoritarias en la economía del país, pero que se han reordenado de acuerdo a las
exigencias y necesidades del capitalismo. De allí que, para Mariátegui, la estrategia política a lo largo
plazo no puede ser sino el socialismo implica resolver tareas no exclusivamente proletarias (tareas
democráticas y nacionales). Pero el socialismo no es una etapa posterior a la realización de las tareas
democráticas y nacionales, sino que estos problemas son “resueltos de paso” –tal como lo señala Lenin en
1921- por la revolución socialista. Así en el marco general de la revolución socialista, Mariátegui va a
recuperar las reivindicaciones del trabajo asalariado frente al capital.
Es en esta perspectiva Mariátegui planteará la necesidad de un frente de clases con el objeto de realizar
las tareas democráticas y nacionales de la revolución en el país. Sin embargo, excluye de ese frente a la
burguesía peruana, por no ser ésta una verdadera clase nacional al estar totalmente enfeudada a los
intereses de la burguesía imperialista. Pero, además, Mariátegui planteará que para la consecución del
socialismo, el proletariado sólo debe operar, organizado en un partido político de clase y con un programa
de clase, y no –como quería Haya de la Torre- formando parte de un partido político pluriclasista.
Ese partido pluriclasista se organizó, meses después de la muerte de Mariátegui, como el Partido Aprista
Peruano. Y como lo había previsto Mariátegui, el APRA, por su carácter pequeño burgués y por su prédica
confusionista y demagógica, se convirtió en el defensor más coherente de la modernización del sistema
capitalista en el país, y por lo tanto, de la profundización de la dominación de la burguesía imperialista en
nuestra sociedad y en uno de los enemigos más peligrosos de la revolución socialista.
De otro lado, las concepciones teóricas apristas han tenido su confirmación práctica en la política seguida
por el gobierno militar entre 1 968 y 1 975. La reorganización capitalista de la sociedad peruana,
impulsada por el régimen de Velasco ha significado la práctica eliminación de los grupos precapitalistas y
la renegociación de la dependencia con los contenidos antioligárquicos y anti-imperialistas de la prédica
aprista. Por ello no ha sido casual que Haya de la Torre reivindique para sí la paternidad de las principales
“reformas estructurales” realizadas por el gobierno militar y en la actualidad esté dispuesto a apoyar su
“institucionalización” en la proyectada nueva Constitución.
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EL giro del APRA y de Alan García
Después de la muerte en 1979 de su jefe máximo, Víctor Raúl Haya de la Torre, la Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA) entró en una profunda crisis. Se inició una intensa
lucha por la sucesión en un partido que se percibía como envejecido, a tal punto que se
hablaba de la existencia de una gerontocracia. Pero envejecido no solo por la edad de sus
líderes principales, sino también porque el ideario histórico del partido no alcanzaba ya
para orientar su actuación en los nuevos tiempos. El APRA pasó de un inicial discurso de
inspiración marxista, con un radical programa nacionalista revolucionario y prácticas
insurreccionales en las décadas de 1930 y 1940, a concepciones más pragmáticas de
negociación con Estados Unidos y los capitalistas nacionales y extranjeros, junto a la
búsqueda de un entendimiento político con partidos de la oligarquía tradicional en las
décadas de 1950 y 1960. Además, la muerte de Haya ocurrió luego de doce años de una
dictadura militar que había cambiado profundamente al país (y que había llevado a la
práctica algunas de las banderas históricas del APRA), en medio de un proceso de transición
a una democracia que siempre había tenido dificultades para implantarse en Perú.
En este contexto, un líder joven, Alan García, llegó a la secretaría general del partido en
1982 y lo renovó aceleradamente. Aportó su imagen fresca y también una nueva identidad
construida en torno de un discurso socialdemócrata inspirado en el socialismo español de
Felipe González. En las elecciones de 1985, García aprovechó el desgaste del segundo
gobierno de Fernando Belaúnde, quien había intentado infructuosamente implementar una
reforma orientada al mercado y sufrió los embates de la crisis de la deuda. Y entonces,
sobre la base de un discurso que prometía una revolución social, García logró lo que Haya
nunca había podido alcanzar: la Presidencia de la República. Así, 55 años después de su
fundación, el APRA logró llegar al Poder Ejecutivo. García obtuvo 55% de los votos válidos y
las listas del APRA, casi 50% de los lugares en el Congreso.
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