Cap6 - Los Gobiernos Regionales en El Ecuador
Cap6 - Los Gobiernos Regionales en El Ecuador
Cap6 - Los Gobiernos Regionales en El Ecuador
© Ediciones UTMACH
Colección Semana de la Ciencia
Título original:
Balances Constitucionales
Edición 2021
ISBN: 978-9942-24-146-7
DOI: http://doi.org/10.48190/9789942241467
Libro con revisión de pares ciegos especializados
Primera edición
Julio 2021
Machala-Ecuador
Universidad Técnica de Machala - UTMACH
Correo: [email protected]
Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0).
Contenido
11
La reparación integral como derecho
y principio: estudio aplicado a las
sentencias constitucionales de Machala,
Ecuador
37
El principio de exigibilidad de los
derechos constitucionales, experiencias
desde la Corte Constitucional del
Ecuador
67
La prueba en garantias jurisdiccionales:
Poderes Probatorios, Derecho de
Defensa, y Libertad Probatoria
135
Los gobiernos regionales en el Ecuador:
análisis de las causas que han devenido
en una utopía constitucional
Pág.
Introducción
Contenido
Introducción
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Herrera, M.; Córdova, J.; Correa, J.
Este tipo de competencias son reconocidas por la Norma Suprema para los go-
biernos autónomos regionales, por lo tanto, para aquellas provincias que estén
interesadas en constituir el GAD Regional, son de carácter obligatorias, progresivas
y permanentes. Existen también otro tipo de competencias como la competencia
concurrente entre el Estado y las regiones autónomas, sin embargo, estas no están
definidas en el Texto Supremo, sino que se desarrollan en la ley. Con base a lo
expuesto, el principal reto de los gobiernos regionales va enfocado a constituirse
como “un nuevo nivel intermedio de gobierno que permita generar procesos de ar-
ticulación horizontal para potenciar y complementar las capacidades territoriales”
(SENPLADES, 2012, pág. 64).
“La descentralización propicia la interacción de un conjunto de actores que ope-
ran en espacios muy diferentes, dado que cada región tiene elementos particulares”
(Cogco & Martínez, 2015, pág. 114). Es por ello que Ojeda (2002), con relación
al estudio sobre la descentralización, afirma que “este proceso guarda sin duda una
alta complejidad, siendo costoso y conflictivo desde su inicio, afectando intereses de
ciertos grupos tanto a nivel local como nacional” (Batallas, 2017, pág. 109), por lo
tanto, es indispensable no solo contar con los preceptos legales, sino también con
una real voluntad de los agentes: Gobierno Central-GADs-Ciudadanía, y que en
conjunto puedan impulsar la descentralización.
Como se verá más adelante, la falta de compromiso entre estos actores es parte
fundamental de las causas que han provocado que en la actualidad no se encuentren
gobiernos regionales en el Ecuador y que tampoco se avizoren proyectos de este
tipo. Así, estos modelos de gobierno descentralizado y su implementación repre-
sentan:
Desafíos y retos que deben enfrentar de forma obligatoria los gobiernos
autónomos en sus distintos niveles, de manera organizada y paulatina, pero
sin marcha atrás; de ahí la importancia de tener muy en claro su objeto, fina-
lidad y alcances, pues, de otra manera, la implementación de una verdadera
descentralización en el país pasará a ser un proceso incompleto y fallido, con-
forme ha venido aconteciendo en las últimas décadas (Batallas, 2017, pág. 7).
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que existan solo dos regiones a nivel nacional, lo que obligaría a mantener estas
funciones a la Administración Central. Por último, y siendo realistas, ¿En qué apor-
ta esto a los procesos de autonomía?
4. Fomentar las actividades productivas regionales. A pesar de ser una competencia
“exclusiva” (por decirlo así) de los gobiernos regionales, hasta cierto punto cuando
sea materializada, será compartida con los GADs Provinciales ya que también tiene
una competencia exclusiva muy similar prescrita, así que no se podría decir que es
una competencia exclusiva solo de los gobiernos regionales.
Diferentes políticos y académicos, con el devenir del tiempo, han tratado el tema
de las regiones, su posible realización, así como los requisitos, más allá de los es-
timados por la ley, para que las regiones, como modelo de organización político,
económico, cultural y social se lleven a cabo. Sin embargo, frente a este aporte de la
doctrina y a numerosas opiniones, las regiones continúan sin establecerse.
Ya en el año 2001, Cueva establecía que al no responder el Estado central.
Se hace indispensable hablar de descentralización, de autonomías regiona-
les, sin que esto sea una solución a todos los problemas nacionales, sino como
un proceso que permitiría responder a los desafíos que enfrentan las socieda-
des, pero que también pueda ser causa de estancamiento, si es que no existe
la conciencia cívica de todos; de quienes ejercen el poder y de los gobernados
(Cueva, 2001, pág. 66).
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Con esta cita un poco añeja, se puede entrever que no es una preocupación actual la
de las causas que llevan a la disparidad regional, sino que es antigua, y más bien esto
deja también en tela de juicio el pensamiento de que, aún con el paso del tiempo y
los diferentes aportes, no se ha podido superar estas grietas.
Como se expresó anteriormente, la preocupación de las regiones se vio encabe-
zada por la SENPLADES. En este sentido, (Viciano, 2019) establece que, a pesar
de no existir una preocupación en el debate entre los constituyentes por el tema re-
gional, la SENPLADES entendió que era necesario hacer una descentralización del
país en regiones, por lo tanto, se abandonó el criterio de profundizar la autonomía
de las provincias y se pasó a constituir entidades globales de tipo regional.
Esta misma dedicación hacia el tema regional se vio en la creación del COOTAD,
que en palabras de (Guillén, 2019) recogió el tema de las regiones y buscó que
se hiciera efectiva una descentralización administrativa, así como una desconcen-
tración del poder, a nivel regional. De tal forma, se daba en el área legal un cierto
empuje a la descentralización a nivel regional, pero como se revisará en el apartado
siguiente, determinados factores no permitieron materializar estas intenciones.
Se debe mencionar que analizar las regiones sin haberse establecido alguna has-
ta el momento es algo difícil (Noboa, 2013) a lo que sumamos que sería además
“injusto” juzgar una forma de organización que aún no se ha implementado, por lo
que toda crítica se realiza desde un plano meramente subjetivo.
A partir de este apartado se dispondrá un análisis de las causas, las cuáles podrían
de alguna manera dar explicación a la inexistencia del nivel de gobierno regional.
En Ecuador siempre han existido conflictos por diferentes posturas políticas y re-
gionales que acarrean obstáculos culturales y geográficos, los cuales evidentemente
constituyen el principal problema de los ciudadanos para lograr una verdadera
integración (Luna, 2013, pág. 15).
Larrea (2011) y Figueroa (2016) concuerdan que originariamente, desde un
aspecto social y político, Ecuador se caracterizó por un bicefalismo acarreado desde
la época colonial, es decir, que se concentraba el poder y las grandes masas socia-
les en dos ciudades, esto es, Quito y Guayaquil (la primera, por ser la capital del
país, y la segunda, por ser el puerto privilegiado y polo económico). Además de
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esta disputa de poder, se puede mencionar del regionalismo (costa y sus regiones,
así como la sierra y la Amazonía), el recelo y el rechazo frente a otras culturas se
han concretado caciquismos en cada nivel de organización territorial (provincia,
cantón, parroquia), “lo que ha convertido al país en parcelas personales, étnicas,
territoriales, morales y religiosas” (Suárez, Mosquera, Bajaña, & Uzho, 2017) lo
que acarrea también conflictos y desigualdades.
(Guillén, 2019) expone que “es importante también que cuando se quiere re-
gionalizar o dotar de autonomía política a los territorios se tome en cuenta si parte
de una voluntad popular de los territorios de querer y generar dicho espacio”, vo-
luntad que debe ser acogida o propulsada por los gobernadores provinciales.
El desinterés o desinformación social también cala profundo, esto es, la falta de
un sentimiento social o en conjunto, del deseo de progreso comunitario o social,
esto se da en las sociedades que son fragmentadas, donde la diversidad no une, sino
que separa, tal como se evidencia en la sociedad ecuatoriana, donde cada quien vela
por su estabilidad socio-económica. El proceso de conformación de las regiones
tiene como centro vital el deseo de la unión para la prosperidad, elemento que no
es compatible con la actual visión individualista, siendo que, una vez más, la CRE
propone cambios más bien humanistas que no van de la mano con los elementos de
pensamiento que rigen a nuestra sociedad.
De manera similar, la organización por regiones es innecesaria, ya que desde
que se dejó de lado la organización departamental, las provincias han tomado el
protagonismo y “por lo que mal haríamos en desconocerlo; por otro lado, nuestra
realidad local no exigía la creación de regiones autonómicas al estilo del Estado
autonómico español, en el que existían y existen pueblos que reclaman mayores
poderes” (Noboa, 2013, pág. 31).
Al instaurarse las regiones como niveles administrativos superiores a las pro-
vincias, se considera que estas últimas llegarían a desaparecer, ya que las facultades
administrativas serían absorbidas por el gobierno regional.
“La descentralización, la desconcentración y el desarrollo territorial son temas
nacionales y no únicamente locales o regionales, pues se trata de la distribución
equitativa del poder estatal hacia todos sus niveles territoriales y administrativos”
(Carrión & Dammert, 2007, pág. 23). Esto permite entrever que la preocupación
por el tema de las regiones debe ser una discusión nacional, situación que en la
realidad no se dio. De igual manera, esto permitiría que se afronte una “discusión
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sobre las ventajas y los límites de un régimen semi-presidencial” (Falconí & Muñoz,
2007, pág. 26). Con base a este pensamiento, quizás sea que la temática regiona-
lista o regionalizadora, a falta de un impulso regional, tampoco tuvo de parte del
Gobierno Central la atención necesaria, dado que “la reforma del Estado no puede
mirarse de manera fragmentaria y parcial” (Falconí & Muñoz, 2007, pág. 26), sino
que requiere una participación total de la población, un interés público.
En este punto, es pertinente hacer una comparación con el caso español, en
especial en los años 70 y siguientes, con la situación socio-política ecuatoriana
actual, donde se puede determinar que, en España, el proceso de conformación de
las Comunidades Autónomas surgió como un pedido de aquellas comunidades que
histórica y culturalmente se encontraban afianzadas, y que con la salida de la dicta-
dura franquista vieron una posibilidad de independencia y autonomía.
Como primer punto de comparación, existen diferencias sociales entre España
al momento de la creación de las comunidades y el caso ecuatoriano actual (2008-
presente), toda vez que las necesidades socio-económicas de la población difieren.
Esto quiere decir que, socialmente, España y sus comunidades necesitaban de este
régimen especial de comunidades, mismo que, entrega potestades a las comunida-
des para que manejen ciertos aspectos que, de no estar constituidas como comu-
nidades autónomas, dependerían del Estado Central. En Ecuador, por su parte, las
necesidades sociales no impulsan la creación de otras organizaciones que no sean
las provinciales y municipales, ya que desde estas mismas esferas no existe el pro-
pósito de unirse en las llamadas regiones.
La sociedad ecuatoriana, multiétnica y polifacética, no ha aunado todavía esfuer-
zos en distinguirse a partir de las similitudes que presenten ciertos sectores sociales
y querer unirse con base a estas similitudes. Es así que, si bien se presentan cerca-
nías evidentes entre ciudadanos que pertenecen a diferentes provincias, sea por sus
bases culturales (indígenas, montubios o serranos), estos sectores (selva, costa y
sierra), no han tenido procesos que, ni impulsados desde los GADs Provinciales ni
desde los mismos ciudadanos busquen una unificación.
Explicaciones a esto se pueden esbozar con base a la falta de información (“ex-
cusa” que podría aplicar para la ciudadanía, más no para los GADs) de los benefi-
cios de la unión en regiones, así como una explicación más factible, que es la indi-
ferencia por parte de los sectores afianzados al poder en generar estos espacios, por
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parte quizás en mantener la situación socio-política “tal como está”, toda vez que
los cambios que posiblemente conlleve la creación de las regiones desafíe el status
quo al que están acostumbrados.
La contigüidad de las provincias son similitudes latentes entre las autonomías
españolas y Ecuador y obviamente es , a efectos sociales, importante de ser tomada
en cuenta, ya que por la cercanía, será más factible la sincronización de sus hábitos
culturales y sociales (elemento que se evidencia claramente en el caso de las co-
munidades españolas), así como el elemento económico tendrá mayor posibilidad
toda vez que es más probable que se desarrollen actividades económicas entre dos
provincias aledañas que entre dos provincias que estén separadas, por motivos de
transporte, movilidad, etc.
Más allá de los impedimentos que puedan surgir de las suposiciones que cada
ciudadano pueda esbozar, es evidente que la CRE, así como el COOTAD poseen
aún una figura que no ha sido utilizada, quizás a la espera de una futura transfor-
mación político-social, y que hasta que no se lleve a cabo tal transformación, estará
esperando para ser puesta en práctica y consigo, poder evaluar de manera más cer-
tera los pros y los contras que la misma pueda brindar a las provincias que tomen
la iniciativa.
4. Causas políticas
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plazo. En esta óptica, (Viciano, 2019) expresa que la propuesta de las regiones ha
fracasado debido a que las culturas regionales planteadas por el texto constitucional
han sido poco atractivas para la ciudadanía ecuatoriana, es decir, que no se sienten
identificados con tal propuesta. Además, gran parte de los gobiernos provinciales
existentes en el país no han demostrado interés en que exista un ente por encima
de ellos que les pueda quitar poder o competencias.
Es evidente la falta de liderazgo político con el que se pretenda guiar una unión
de ideologías, tradiciones, costumbres con base en la democracia y voluntad popu-
lar. Los representantes de cada provincia no han realizado acciones significantes
para por lo menos proponer ideas de unificación, y es que juega un papel relevante
la autarquía presente en el nivel inmediato inferior al de las regiones, al tener sus
propios recursos “y los asignados”, autonomía y la auto sustentación, unirse con
otra provincia “con menos producción o recursos”, queda en segundo plano.
Carrión es claro al establecer que la descentralización tiene como punto de na-
cimiento las demandas que surgen de la sociedad a causa de factores económicos
y sociales que se ven potenciados al percibirse al Gobierno Central como un obs-
táculo o al entenderse que no se verifica su presencia en el territorio (2007). Por
esto, es que “en el nacimiento de dichas tendencias se encuentran como primordial
factor las necesidades urbanas y rurales desatendidas por los gobiernos centrales”
(Bonilla, 2014, pág. 26). De igual manera, la labor del Gobierno Central no está
enfocada en reducir “la brecha entre los planes nacionales y regionales y el Sistema
Nacional de Planificación, causa una desarticulación entre la realidad local y las
grandes políticas a nivel país” (Bonilla, 2014, pág. 50).
En Ecuador, los casos de Quito y Guayaquil son una muestra de lo que Carrión
(2007) establece como “dos formas de demandas por descentralización, según la
condición social y económica de las mismas” (pág. 39), indicando que para este
tipo de zonas, el Gobierno Central termina siendo una especie de tope, ya que “el
propio Estado nacional les significa un freno para su desarrollo, porque les impide
integrarse a mercados más grandes, modernos y dinámicos” (Carrión, 2007, pág.
39). Políticamente debe de constatarse por tanto no sólo la voluntad regional, sino
también del Gobierno Central para llevar a cabo este proceso.
Sin embargo, para Viciano (2019) el Gobierno Central no está interesado en
generar nuevos contrapoderes dentro del Estado, pues se tenía cierta tendencia a la
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concentración política pública. Por lo tanto, se puede decir que hubo un consenso
entre los gobiernos autónomos provinciales y ciudadanía en general que a la vez
no estaban motivados con la propuesta de la creación de los gobiernos regionales.
Las causas políticas conllevan también a revisar el grado de compromiso que
existe en las provincias que potencialmente podrían unirse en regiones, toda vez
que la construcción de los planes de ordenamiento territorial, de desarrollo así
como sus directrices deberán estar a la par de lo que establezcan los planes (inter-
nos) por así decirlo, de cada una de las provincias unidas, todo esto en búsqueda de
una unión más fructífera y un efectivo ejercicio de competencias y facultades, que
respete la esencia (no sólo normativa sino histórica) de cada uno de las provincias.
Para su proceso de constitución, las regiones deberán poseer un estatuto, mis-
mo que se crearía con la anuencia de todas las partes, lo cual podría devenir en un
mayor grado de autonomía a sus competencias, así como la posibilidad de rediseñar
parte de sus instituciones políticas (Muñoz P. , 2008).
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autores, uno de los motivos por los cuales la sociedad ecuatoriana es desigual, y
un mejor reparto de los recursos permitiría que la calidad de vida de las personas
mejorará. El fracaso de las regiones obliga a buscar otras alternativas, como la pro-
fundización de la descentralización municipal y provincial, para lograr una mejor
redistribución de los recursos, superando las condiciones de desigualdad y fortale-
ciendo a aquellos territorios más vulnerables.
Conclusiones
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Referencias bibliográficas
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