Libro - La Ley Del Crimen. - Los Vori V Zakone. - La Mafia Rusa Más Temible - Mark Galeotti
Libro - La Ley Del Crimen. - Los Vori V Zakone. - La Mafia Rusa Más Temible - Mark Galeotti
Libro - La Ley Del Crimen. - Los Vori V Zakone. - La Mafia Rusa Más Temible - Mark Galeotti
DEL CRIMEN
MARK GALEOTTI
LA LEY
DEL CRIMEN
LOS VORÍ V ZAKONE:
LA MAFIA RUSA
MÁS TEMIBLE
Traducción de
Sergio Lledó Rando
Título original: The Vory. Russia’s supermafia.
Autor: Mark Galeotti.
REF.: ODBO511
ISBN: 9788491874324
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma
de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que
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algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
PRIMERA PARTE:
LOS ORÍGENES
1. La tierra de Kain
2. Comiendo sopa Jitrovka
3. El nacimiento de los vorí
4. Ladrones y perras
5. Vida de ladrón
SEGUNDA PARTE:
EMERGENCIA
TERCERA PARTE:
VARIEDADES
CUARTA PARTE:
FUTURO
Glosario
Notas
Bibliografía
Fotografías
Créditos fotográficos
Agradecimientos
NOTA SOBRE LA TRANSLITERACIÓN
Proverbio ruso
LOS ORÍGENES
1
LA TIERRA DE KAIN
Proverbio ruso
HISTORIAS CRIMINALES
No soy ningún erudito, pero puedo decirte esto: los rusos han sido siempre los mejores
criminales del mundo y también los más valientes.
Proverbio ruso
La policía ha aceptado sobornos anteriormente, pero de una forma que en comparación era
decente… Cuando llegaban las vacaciones, la gente solía llevarles lo que podían permitirse, lo
que les sobraba, y la policía solía aceptarlo y mostrarse agradecida. Pero esta nueva extorsión
comenzó a partir de la Revolución [de 1905]. Al principio, las extorsiones eran cautas, pero
cuando se enteraron de que el nuevo teniente general, es decir, Reinbot, también cobraba
sobornos, ya no aceptaban unto, sino que comenzaron a robar directamente a la gente.19
Un campesino21
¿Cómo se suponía que haría cumplir la ley en una población de sesenta mil personas
diseminadas en cuarenta y ocho asentamientos con solo cuatro sargentos y ocho guardias?
Las epidemias periódicas, las cosechas fallidas y otros desastres no pueden compararse a
los perjuicios que causan esos ladrones de caballos en el campo. Los ladrones de caballos
representan para el campesino un miedo perpetuo y continuo.
Los caballos robados se llevan por una ruta determinada hasta el río Volga o el Sura; en
prácticamente todos los asentamientos que hay a lo largo de ese camino existe una guarida de
ladrones que transfieren inmediatamente esos caballos hasta el pueblo siguiente […] Todos los
caballos robados acaban […] más allá de los límites de la provincia y son transferidos cruzando el
Sura a las provincias de Penza y Simbirsk, o cruzando el Volga hasta la de Samara, en tanto que
Sarátov en sí recibe los caballos robados en esas tres provincias.46
Proverbio ruso
Un chico fornido del pueblo sin cualificar llega a la ciudad en busca de trabajo o
formación, y lo único que esta le ofrece es el humo de las calles, la purpurina de los
escaparates, el alcohol casero, la cocaína y el cine.
L. M. VASILEVSKI (1923)4
En la penumbra a media luz de los sucios tugurios, en las pensiones de mala muerte
infestadas de chinches, en los salones de té y tabernas y en los antros de libertinaje barato
—en cualquiera de esos sitios en los que venden vodka, mujeres y niños—, encuentro gente
que ha dejado de parecer humana. Allí, en lo más bajo, las personas no creen en nada, no
tienen aprecio por nada y nada les molesta.
En la actualidad, el trabajo del policía común parece consistir plenamente en molestar a las
personas pidiéndoles el pasaporte, regular el tráfico durante el día y correr tras los
borrachos y las mujeres disolutas por la noche […] El policía de San Petersburgo no tiene
pulso […] Permanece apostado en ciertos lugares y solo se mueve para evitar helarse de
frío o quedarse dormido.
De modo que la policía tenía que limitarse a disuadir y lidiar con los delitos,
en lugar de impedir el desarrollo de las condiciones que los generaban. Es
obligado decir que no eran muy efectivos a ese respecto. Solían estar
sobrepasados y se veían obligados a confiar en el clamor popular para
convocar a ciudadanos solidarios, así como en sus ayudantes no oficiales,
los dvórniki. Estos eran los porteros que trabajaban en prácticamente todos
los edificios de apartamentos de la ciudad; se les pedía que denunciaran
delitos a la policía e incluso que informaran de las idas y venidas de sus
edificios, y ocasionalmente también servían de apoyo en las detenciones.
Los dvórniki tenían sus ventajas y sus inconvenientes. Aunque había
muchos incidentes en los que daban la voz de alarma y asistían a la policía,
ellos mismos solían ser personajes de vida dudosa. En 1909, el jefe de
detectives de Moscú sugirió que los propios dvórniki eran los principales
responsables o ayudaban en el 90 por ciento de los robos que tenían lugar
en locales cerrados.35
Es difícil asegurar hasta qué punto estaba saturada la policía. Ha habido
un interesante debate respecto al tamaño real de la fuerza policial rusa. Las
cifras de Robert Thurston sugieren que, a finales de 1905, Moscú tenía un
agente por cada 276 ciudadanos, lo cual sería superior a la proporción de
Berlín (1:325) y París (1:336).36 No obstante, Neil Weissman ha aducido
convincentemente que esas cifras no deberían tomarse al pie de la letra. El
propio ideal de los rusos era alcanzar una proporción de 1:500 en las
ciudades (reducido a 1:400 tras los alzamientos de la Revolución de 1905),
pero admitían tener problemas en la consecución de esos objetivos.37 Las
cifras oficiales solían hacer referencia a las fuerzas designadas y no a los
números reales: incluso en San Petersburgo, a finales de 1905, había 1.200
agentes menos de los planteados en el Departamento de Policía, lo cual
dejaba prácticamente la mitad de los puestos sin cubrir.38 Esas cifras
incluían también las «almas muertas» introducidas por los oficiales
fraudulentos (para poder quedarse con la paga de esos dobles inexistentes),
así como policías que jamás blandían la porra cuya actividad era
monopolizada por oficiales de mayor rango para los que ejercían de
recaderos, cocineros y asistentes. Weissman sugiere que en los pueblos y
ciudades fuera de Moscú y San Petersburgo la proporción era a menudo de
1:700 o incluso peor, una situación exacerbada por la apresurada
urbanización.39
No solo había escasez de efectivos policiales, sino que los rusos no eran
capaces de hacer el mejor uso de ellos, ya que carecían de la formación
apropiada y se aprovechaban de manera poco eficiente. Los gorodovíe, los
policías callejeros básicos, no solían patrullar como lo hacían sus
homólogos europeos o norteamericanos. Simplemente se mantenían en
puestos de vigilancia que solían estar muy cerca unos de otros y esperaban a
que los informaran sobre los problemas o a encontrárselos de frente.40 Este
enfoque pasivo y estático de la actividad policial significaba que los
agentes, por lo general, «dormían como osos en estado de hibernación» y
como mucho llegaban a parecerse más a guardias de seguridad que a
protectores públicos activos.41
Así no puede extrañarnos que los yami y otros suburbios, esencialmente
abandonados por el Estado, se convirtieran en enclaves criminalizados
parecidos a las llamadas «colonias de grajos» de los inicios del Londres
moderno, donde los ladrones podían planear sus asaltos y colocar su
mercancía, donde podías contratar fuerza bruta en cualquier taberna y
donde la vida y la muerte eran igual de baratas. El estudio del Jitrovka de
Vladímir Guiliarovski incluía esta mordaz valoración de su comisaría de
policía: «La caserna permanecía siempre en silencio por la noche, como si
no estuviera allí siquiera. Durante unos veinte años, el policía de ciudad
Rudnikov […] era su amo. Rudnikov no estaba interesado en las poco
lucrativas llamadas nocturnas en busca de ayuda, así que la puerta de la
caserna permanecía cerrada».42
Los yami llegaron a simbolizar tanto los apuros como los peligros de los
pobres indigentes urbanos —como ya apuntaba Daniel Brower, «en la
literatura popular, el Jitrovka adquiría cualidades de jungla y acabó
convirtiéndose en una especie de representación del “Moscú más
oscuro”».43 Estos barrios marginales provocaron también que se produjera
una mayor preocupación por el hecho de que la criminalización de esas
masas descontentas que merodeaban por las calles no solo generase un
caldo de cultivo revolucionario, sino que condujera además a la
profesionalización del hampa. Del mismo modo, en Odesa, las actividades
delictivas del distrito de predominancia judía Moldavanka eran
consideradas por los foráneos cada vez más como «criminalidad sistemática
profesionalizada».44
BANDAS DE CIUDAD
Muchas eran en realidad la respuesta del hampa a los artel, una forma de
asociación laboral tradicional en Rusia que ya habían adaptado las
comunidades de mendigos.46 Un artel era una asociación voluntaria de
personas que ponían su trabajo y recursos para una causa común. A veces
estaba formada por campesinos del mismo pueblo que migraban juntos para
buscar trabajo en las ciudades, y, en ocasiones, un grupo de trabajadores
recibía una paga colectiva por su producción conjunta. De esta forma, el
artel funcionaba como una recreación del apoyo mutuo que ofrecía la
comuna de campesinos, pero de forma más reducida y con mayor
movilidad. Normalmente, el artel tenía un líder que era elegido por los
miembros, un stárosta («anciano», aunque en este caso se trataba de un
término honorífico y no tanto referido a la edad) que negociaba con los
capataces, gestionaba los arreglos comunes (como el alquiler de la
vivienda) y distribuía los beneficios.47 Los arteli solían tener sus propias
costumbres, reglas y jerarquías, que reflejaban las de sus pueblos de
origen.48 Del mismo modo, los criminales arteli también debieron de tener
sus propias costumbres, aunque no hay pruebas que confirmen este punto, y
mucho menos para demostrar un patrón de comportamiento común. Andréi
Konstantínov y Malkolm Dikselius, por ejemplo, han afirmado que, incluso
en los tiempos de Vanka Kain, había una cultura criminal en Moscú que
mostraba esas reglas comunes.49 No obstante, ha resultado imposible
respaldar esto con corroboraciones independientes, más allá de relatos
posteriores apócrifos que fueron escritos como forma de entretenimiento y
que, como mucho, reflejarían la cultura criminal percibida en los tiempos de
los narradores. En cualquier caso, el modelo artel solo fue una de las
formas de organizaciones sociales criminales que surgieron en las ciudades.
El criminólogo de aquella época Dmitri Dril se lamentaba cuando
escribía sobre el destino del joven desheredado y desarraigado que
«encontraba la compañía de los vagabundos veteranos, los mendigos,
maleantes, prostitutas, rateros y ladrones de caballos».50 O como lo
expresaba el profesor y orientador juvenil V. P. Semenov, quien decía que
cuando les llegara el momento tendrían que pasar inexorablemente «por la
escuela de los albergues para indigentes, los salones de té y la comisaría».51
En el interior de los yami nacería una nueva generación de criminales. Por
ejemplo, los hijos recién nacidos de la población base de prostitutas se
empleaban como útiles accesorios de los mendigos de la ciudad para apelar
a la sensibilidad hasta que alcanzaban gradualmente el rango de pedigüeños
ellos mismos. Al menos, tenían un progenitor y tal vez incluso un hogar:
muchos de los auténticos besprizórniki, los niños abandonados, vivían
realmente en las calles, durmiendo en cubos de la basura o peleando por
barriles desechados para encontrar cobijo.52 Los niños jugaban al «ladrón»,
un juego común y popular,53 antes de que les llegara el momento de
participar de manera activa en el mundo del hampa, desde permanecer
apostados vigilando hasta convertirse en fortach, uno de los astutos y ágiles
niños que se usaban para colarse por las ventanas abiertas y perpetrar
robos.54
La presencia de delincuentes especializados en diversas áreas, con su
propio título y modus operandi distintivo, suele ser un buen índice del auge
de una subcultura criminal organizada. No cabe duda de que los yami
demostraron ser un terreno de cultivo fértil para esta cultura, lo suficiente
para mantener un ecosistema criminal especializado y variado. Aunque
muchos de los delitos se llevaban a cabo de manera oportunista, el mundo
de los ladrones acogía un amplio espectro de oficios criminales. Sin duda,
existía una variedad asombrosa de tales especialidades, desde los schipachí
y los shirmachí (carteristas) al vulgar skókari (ladrones de casas) y los
poezdóshniki (que robaban los equipajes de los viajeros de los techos de los
carruajes). Con la especialización también vino la jerarquía, ya que los
profesionales de los bajos fondos se diferenciaban cada vez más unos de
otros. Al contrario del purista blatníe que dominaba el mundo de los
campos de prisioneros de principios del siglo XX y que daba la espalda
deliberadamente a la sociedad legítima, para la mayoría de los que se
incluían en el vorovskói mir de finales del siglo XIX el sueño era convertirse
en un miembro de la sociedad educada y mofarse de sus valores a la vez
que les robaban cuanto podían. Incluso Benia Kril, el héroe delincuente de
los Cuentos de Odesa, de Isaak Bábel, se aseguraba de que cuando se casara
su hermana se celebrara un grandioso festín tradicional «según la costumbre
de los tiempos antiguos».55 Tal vez por eso mismo la «aristocracia» del
vorovskói mir la conformaban los timadores y aquellos capaces de hacerse
pasar por personas pudientes con objeto de llevar a cabo sus delitos. En
Odesa, por ejemplo, se les tenía especial respeto a los maravijeri, carteristas
de élite que se disfrazaban de caballeros para trabajar el circuito de la alta
sociedad, desde el teatro a la bolsa de valores.56 Obviamente, la autoridad
de los timadores también tenía razones más prácticas, ya que aquellos que
tenían éxito podían conseguir mucho dinero, más del que podían gastar
fácilmente. Como resultado, algunos se convirtieron en banqueros virtuales
del vorovskói mir, prestando su dinero negro al mismo tiempo que ganaban
clientes e invertían en otros delitos.
De hecho, los delincuentes podían disponer de una variedad de servicios
criminales cada vez más variada. Por ejemplo, los raki («cangrejos de río»)
eran sastres que aceptaban cualquier artículo de vestir robado y los
transformaban de la noche a la mañana en una prenda diferente
inidentificable para las autoridades y lista para su venta. El truschoba de
Bunin, en el Jitrovka, era conocido por sus raki,57 en tanto que el barrio de
viviendas de alquiler Jolmushi de San Petersburgo era el lugar favorito para
colocar artículos robados a través de tiendas locales destartaladas, junto al
mercado de Tolkucha.58 Del mismo modo que, por ejemplo, las tabernas del
distrito portuario de Odesa ejercían como oficinas de empleo virtuales en
las que los contratistas y jefes de los artel podían contratar a quien
necesitaran para el día o la semana, también los antros de los yami se
convirtieron en lugares en los que se intercambiaba información y bienes
robados, se contrataba a matones y se acordaban tratos oscuros.59 Mientras
tanto, los taberneros generaban beneficios bajo el mostrador por derecho
propio, como receptadores y banqueros de su dudosa clientela.
EL «VOROVSKÓI MIR»
¿Quiere usted entender el mundo criminal actual? Lea a Bábel, lea a Gorki, lea sobre Odesa
en tiempos de los zares. Fue entonces cuando se forjó el mundo actual de los ladrones.
Proverbio ruso
Si Lenin hubiera matado a más criminales y contratado a menos, habríamos podido ver una
Unión Soviética muy diferente.
Los ricos y los delincuentes comunes son dos caras de la misma moneda, representan las
dos principales formas de parásito cultivadas por el capitalismo, estos son los principales
enemigos del socialismo.
V. I. LENIN (1915)11
Creo que los años veinte habrían sido una época interesante para trabajar.
El vor es un ladrón honrado, un hombre al que no le importa la ley, pero que tiene palabra,
que sigue el código. El vor v zakone es el tipo de hombre que todo vor quiere ser.
Por rango y autoridad, este tipo tiene el estatus de un rey de los ladrones. En la mafia sería como
un padrino, pero no quiero usar esa palabra porque en los campos de concentración existe un
padrino y es algo completamente diferente. Además, un paján puede surgir en cualquier parte y
no tiene que estar vinculado a ninguna familia en particular. Es un hombre respetado por todos en
el hampa por su pericia, experiencia y autoridad. Conocer a un urka (vor) tan distinguido de la
clase alta es un acontecimiento extraordinario.42
Valentín trataba a Dolgun con educación, pero una parte fundamental del
trabajo de un vor v zakone era ser un ejemplo del exigente código de los
ladrones y adoptar la responsabilidad de vigilar su cumplimiento mediante
los medios más feroces y estrictos. Si un aspirante a vor se hacía un tatuaje
que no le correspondía podían matarlo o simplemente arrancarle del cuerpo
ese trozo de piel que había causado la ofensa. Pero a menudo la disciplina
se ejercía de manera interna. Por ejemplo, un ladrón del campo de Kolimá
perdió tres dedos de su mano izquierda por fracasar en su intento de cumplir
con una apuesta (una obligación prácticamente sagrada en el vorovskói
mir): «Nuestro consejo de mayores se reunió para otorgarme el castigo. El
demandante quería que me cortaran todos los dedos de la mano izquierda.
Los mayores ofrecieron dos. Estuvieron regateando un rato hasta que
acordaron que fueran tres».43 El ladrón no se mostraba resentido con el
tratamiento, ya que «nosotros también tenemos nuestras leyes», y los vorí v
zakone ejercían así como mediadores, autoridades morales y brazos
ejecutores al mismo tiempo. Michael Solomon presenció un ejemplo más
dramático incluso de este varonil culto a la resistencia y la negativa a
postrarse ante los foráneos. Un joven ladrón fue acusado de vender a sus
hermanos a las autoridades. Se resistió estoicamente a argumentar nada en
su defensa, pero cuando le dieron la opción de morir «degollado o
ahorcado» se decidió por lo segundo. El mayor de los tres vorí que lo
juzgaban degolló al ladrón, después lavó con calma el cuchillo y sus manos
y aporreó la puerta para llamar al agente de guardia y enfrentarse a su
propio castigo.44
Este núcleo duro de los vorí se hacía llamar blatníe, junto a otros
términos como urki, urkagany y blatary. Minoría incluso entre los
criminales, solían contentarse con abusar de los delincuentes comunes y los
presos políticos. Los aterrorizaban y maltrataban, les robaban la comida y la
ropa, los echaban de los catres más calientes de las barracas, les pegaban e
incluso los violaban con total impunidad. Conocemos a los blatníe sobre
todo a través de los relatos de los presos políticos, que por lo general no
tenían muchas razones para escribir sobre ellos con simpatía, pero también
aparecen crudas valoraciones acerca de los mismos en los informes
oficiales e incluso en los pocos escritos que dejaron los agentes de los
campos. «Los criminales no eran humanos», escribió Varlam Shalámov; y
Eugenia Ginzburg sentía del mismo modo que «los criminales profesionales
estaban fuera de los límites de la humanidad».45 No sorprende que también
obligaran a otros prisioneros a que hicieran el trabajo que les tocaba a ellos,
ya que mover un dedo por el Estado era algo que iba en contra del código
del vorovskói mir. Un verdadero blatnói acabaría fingiendo estar enfermo,
mutilándose, o como último recurso se enfrentaría a las porras y las armas
de los guardias antes que postrarse frente a ellos. Ginzburg escribe sobre
cierto momento en que ella y sus compañeros presos políticos
«permanecimos de pie helándonos durante más de una hora mientras
continuaba la discusión acompañada por las canciones de los criminales
ordinarios, que saltaban en círculos mientras bramaban a pleno pulmón:
“nosotros no trabajamos los sábados, los sábados no trabajamos, y para
nosotros todos los días son sábado”».46
Sin embargo, aunque se negaran a doblegarse ante las reglas del gulag —
y muchos, de hecho, se negaban, como veremos en el siguiente capítulo—,
la experiencia los dejaba marcados. La rica y brutal cultura vor, con su
propia jerga, lenguaje visual y costumbres, se explorará en el capítulo 5. Lo
fundamental es que el sistema de los campos de trabajo supuso el crisol en
el que el vorovskói mir invertebrado que había surgido a finales del siglo
XIX en Rusia no solo empezaría a homogeneizarse cada vez más,
incluyendo también a nacionalidades no eslavas, sino que también adquirió
algo que le faltaba hasta entonces: cierto tipo de jerarquía. La lucha
despiadada por la supervivencia diaria en el gulag, resumida en el precepto
«hoy mueres tú, mañana yo», no hizo sino reforzar los vínculos entre los
blatníe y la brecha que había entre ellos y el resto de la sociedad.47
4
LADRONES Y PERRAS
Proverbio ruso
PERRAS DE LEY
El 20 por ciento de los criminales mantenía aterrorizados al 80 por ciento de los prisioneros
de moral pura. El 3 por ciento de los criminales (blatary) hacían que el resto del mundo
criminal les obedeciera ciegamente.
3
ALEXANDR SOLZHENITSIN
FISURAS EN EL CÓDIGO
¿Estuviste en la guerra? ¿Empuñaste un rifle? Eso significa que eres una perra, una
auténtica perra y la «ley» debería castigarte. ¡Además, eres un cobarde! No tuviste la fuerza
de voluntad para abandonar el ejército. ¡Tendrías que haber aceptado una nueva condena o
incluso la muerte, pero nunca coger las armas!
Un vigilante corría por el corredor y gritaba: «¡Guerra! ¡Guerra!». Ante lo cual todos los
ladrones, que eran menos numerosos que las perras, corrieron a esconderse en la celda de
castigo del campo. Las perras los siguieron hasta allí y asesinaron a varios de ellos.
DESPUÉS DE STALIN
La gran mayoría sabía y comprendía cuál era su esencia [de Stalin]. Entendían que era un
tirano […] que el destino de todos los prisioneros estaba ligado de alguna forma al destino
de Stalin.
Resulta irónico que, tras la muerte de Stalin en 1953, fuera su último jefe de
la policía secreta, Lavrenti Beria, un hombre tan malvado como podría
esperarse de su puesto, quien empezara a presionar para emprender la
reducción de internos en los campos. Escribió en un informe que, de los
2.526.402 internos que había en el gulag en aquella época, solo 221.435
eran verdaderos «criminales de Estado peligrosos», y abogó por una
amnistía inmediata para alrededor de un millón de zeki, que acabó siendo
aprobada. Más tarde, seguramente en un intento de distanciarse de su
sanguinario pasado —que resultó infructuoso—, propuso que el Gobierno
«liquidara el sistema de trabajos forzados, con base en su poca eficiencia
económica y falta de perspectiva».33
Los gulags se hicieron algo menos brutales, pero, como suele suceder,
esa leve relajación no resultó satisfactoria, sino incitadora. Los prisioneros
se organizaron con confianza renovada, se vengaron de los informantes y en
algunos casos crearon conspiraciones. La violencia interna en los campos
cada vez derivaba más en huelgas en masa, protestas e incluso alzamientos.
En 1953, los campos de trabajo siberianos presenciarían una serie de
huelgas en las que hubo involucrados en su momento álgido más de diez
mil zeki.34 En el campo Gorlag de Norilsk, el disparo a uno de los
prisioneros durante la marcha hacia el trabajo provocó huelgas y
manifestaciones que acabaron en una protesta que abarcaba todo el
complejo. Mientras tanto, en el campo Rechlag de Vorkutá se vivía una
situación parecida. En ambos casos, Moscú lanzó primero amenazas hueras,
después abrió negociaciones deshonestas y finalmente envió al ejército.
Estas huelgas fueron masacradas, pero a pesar de ello habría represalias
contra aquellos que colaboraron en la respuesta del Estado.
A estas les seguirían nuevas huelgas y protestas, especialmente
encabezadas por los prisioneros nacionalistas ucranianos. La más grande y
peligrosa tendría lugar en la zona de campos de Kenguir perteneciente al
Campo Especial Steplag de Kazajistán en 1954. Esta sería reprimida
finalmente cuando los soldados irrumpieron en la zona de campos tras
tanques T-34, algunos de los cuales arrollaron despreocupadamente a los
prisioneros que se interponían en su camino. Pero estaba claro que el
sistema de gulags en su conjunto vivía una crisis, y posteriormente habría
amnistías y rehabilitaciones masivas. En 1960, la población de los gulags
representaba solo el 20 por ciento de lo que había sido en 1953.35
De modo que los suki habían ganado, aunque a costa de colaborar para
que los gulags fueran virtualmente ingobernables. No obstante, lo cierto es
que ganaron, y remodelaron el vorovskói mir a su imagen y semejanza.
Conservaron la mayor parte del código y también la cultura predatoria
descarada e inmisericorde de la ley de la jungla, pero reescribieron aquello
de la colaboración con el Estado. Ahora estaba permitido, siempre y cuando
fuera en interés del delincuente. Cuando se abrieron los gulags, estos
criminales colaboradores fueron de los primeros en ser liberados, y durante
la siguiente década impondrían su propia visión del código en el hampa
soviética mediante la amenaza, la persuasión y la violencia. Se abrían las
puertas a que una nueva generación de vorí colaborase con los funcionarios
deshonestos del Partido cuando les resultaba conveniente. Este fue el tóxico
legado que Stalin dejó a la Unión Soviética.
5
VIDA DE LADRÓN
Proverbio ruso
VIDA DE «VOR»
Como interno, he escogido el camino de los ladrones y juro ante mis pares que seré un
ladrón digno y jamás cooperaré con un chequista.
Luchad decididamente contra las expresiones duras, las palabrotas y la jerga de los
ladrones profesionales.
UN MUNDO, UN LENGUAJE
[…] rendían su piel bronceada al tatuaje, y de esta forma iban satisfaciendo sus necesidades
artísticas, eróticas e incluso morales: podían admirar poderosas águilas apostadas sobre un
acantilado o surcando el cielo en los pechos, estómagos y espaldas de los otros. O el gran martillo,
el sol, disparando rayos en todas direcciones; o mujeres y hombres copulando; o los órganos
individuales de su goce sexual: y, de repente, encontrabas junto a su corazón a Lenin, Stalin, o
incluso ambos […]25
El código moral del criminal profesional […] prescribe el desprecio a las mujeres […].
Esto se aplica a todas las mujeres sin excepción alguna.
44
VARLAM SHALÁMOV
Pero todavía quedaba la peor parte, nuestro primer encuentro con auténticas criminales
reincidentes […] tras la escotilla salieron en masa varios cientos de seres humanos, si esa es la
palabra adecuada para aquellas espantosas criaturas, los desperdicios del mundo criminal […] la
horda de descastadas se nos echó encima con sus cuerpos tatuados medio desnudos y extrañas
muecas en sus rostros simiescos.50
Aunque Chalidze opina que esas bandas «eran tratadas con respeto», esta
afirmación resulta difícil de sostener.51 Las mujeres, a las que los hombres
negaban cualquier tipo de estatus oficial, estaban relegadas a un papel
subalterno al cual parecían haberse entregado siguiendo las costumbres
masculinas de proferir improperios y hablar en fenia. Incluso sus propios
tatuajes solían ser un reflejo de la estética chovinista de los hombres, con
representaciones de las mujeres que se limitaban esencialmente a tres tipos:
la Virgen, la madre y la puta.52 Los vorí, a pesar de esa autoproclamada
libertad respecto a las costumbres y valores de la sociedad común, se las
ingeniaban para imponerse limitaciones alternativas de obligado
cumplimiento algo menos exhaustivas, aunque mucho más violentas, pero
esto no era nada comparado con las formas en que abusaban de la
subcultura de sus equivalentes femeninos y la maleaban. No cabe duda de
que se trataba en esencia de un producto de la zona, algo que solo podía
florecer realmente en el mundo artificial de las alambradas y los trabajos
forzados, la violencia diaria y el abuso institucionalizado. Una vez que los
ladrones fueron puestos en libertad para entrar en un mundo soviético
menos restringido, un mundo de libertad y opciones comparado con el
gulag, esa sociedad despiadada cambiaría radicalmente.
SEGUNDA PARTE
EMERGENCIA
6
Proverbio ruso
EL LEGADO DE STALIN
Carta a los líderes del Partido Comunista remitida por ciudadanos preocupados de Cheliabinsk3
—Yo creo que nuestro país debe de ser el más rico del mundo —dice Ivan a Volodia.
—¿Por qué? —pregunta este.
—Porque hace casi sesenta años que todos roban del Estado y sigue quedando algo que robar.4
Decid lo que queráis, pero en Kazán se libran actualmente dos batallas. Una de ellas, con
navajazos y sangre, se libra a la vista de la opinión pública. Pero la otra es más horrible
incluso. Es una batalla surgida del odio que ha dividido Kazán entre «chicos podridos» y
«chicos buenos».
Una de las perversas ironías de esta situación era que también contribuía al
auge de bandas callejeras marginales y violentas. En otro tiempo, muchos
de los jóvenes de la calle más agresivos y carismáticos solían introducirse
en el vorovskói mir y la disciplina asociada a él. En este caso, no obstante,
su tendencia antisocial, magnificada por la ausencia de salidas y actividades
alternativas más allá de las banalidades anquilosadas del movimiento de las
Juventudes Comunistas, tenía que encontrar otras válvulas de escape. El
denominado «fenómeno de Kazán» —debido a que fue reconocido
debidamente por primera vez en esa ciudad— siguió un patrón clásico,
impulsado por adolescentes agrupados en torno a divisiones territoriales,
afiliaciones particulares —como ser hinchas del mismo equipo de fútbol—
o incluso grandes fábricas, que alternaban juntos y salían a pelear.16 De
hecho, esto había formado parte de la vida en el pueblo hasta la década de
1960, y simplemente se traspasó a las ciudades. Las peleas, a menudo
dirigidas mediante rituales y reglas improvisadas, permitían que los jóvenes
se desahogaran, demostraran su virilidad y establecieran jerarquías. Fiódor
Razzákov recuerda que formó parte de una pandilla callejera en el Moscú
de la década de 1970 que reclamaba tres calles del nordeste de la ciudad —
Kazakov, Gorójovski y Tokmakov— cuyos aliados eran los chavales de las
calles Bauman y Pochtóvaia, en tanto que sus enemigos de sangre eran los
chicos de los callejones que había en los alrededores de los jardines
Bauman, a menos de media hora de distancia a pie. A pesar de ello, estas
pandillas se unían sin recelos para formar parte de una reyerta masiva
contra los rivales del barrio central de Chistie Prudí, que en ocasiones podía
implicar hasta a un centenar de jóvenes camorristas.17
En ocasiones, esas pandillas callejeras se convertían en grupos de crimen
organizado, que mercantilizaban el músculo por medio del control
territorial, o cuando menos con la capacidad de sacar réditos mediante la
extorsión de la economía local. En Kazán, varias pandillas callejeras
acabaron fusionándose en Tiap-Liap, organización dirigida por Serguéi
Antipov, un expresidiario adulto que concibió un proceso de aglutinación en
el que se obligaba a otras pequeñas pandillas a unirse o ser destruidas. A
finales de la década de 1970, Tiap-Liap contaba con unos doscientos
miembros, una estructura propia, fondos comunes obschak e incluso un
uniforme: chaquetas guateadas negras y una insignia (una corona con las
letras TK, que aludían a Teplokontrol, el barrio en el que había comenzado
todo). Estaban implicados en asaltos a casas organizados, proporcionaban
protección a los empresarios tsejovikí del mercado negro y escoltaban el
traslado de bienes ilegales. Su ejemplo animó o forzó a otras pandillas de
Kazán a pasar por esa misma transformación, pero las autoridades se
mostraban evidentemente reacias a admitir que en su ciudad se produjera
una criminalización tan obvia.18
Tiap-Liap acabaría siendo víctima de su propio éxito y de una excesiva
confianza en sus posibilidades. En agosto de 1978, en una demostración de
fuerza deliberada contra sus rivales Novotatarskaya Sloboda, utilizaron a
unos cincuenta matones con pistolas y barras de hierro que empezaron a
disparar y golpear indiscriminadamente en su territorio. Un veterano de
guerra de setenta y cuatro años de edad fue asesinado, y diez individuos
más —entre ellos, dos agentes de policía— resultaron heridos. Esto era algo
que las autoridades no podían ignorar, de modo que, como de costumbre,
pasaron de la ceguera voluntaria a tomar medidas draconianas. Se juzgó y
condenó a treinta pandilleros; dos miembros adultos fueron ejecutados.
Aunque la violencia pandillera de Kazán continuó hasta la década de 1990,
Tiap-Liap quedó desarticulada.
De modo que el crimen organizado siguió existiendo en su forma más
primaria e, irónicamente, tuvo la oportunidad de revivir en la década de
1970, en gran parte gracias al mismo Gobierno que lo había reducido.
Aunque contara con las leyes, los hombres y las armas, el Estado también
estaba impregnado de corrupción y cada vez dependía más del mercado
negro para satisfacer las necesidad del ciudadano soviético común y de las
élites. Surgió una segunda trinidad sombría, la de los funcionarios
corruptos, los gánsteres y los agentes del mercado negro. El Partido
Comunista se enfrentaba a un período prolongado de estancamiento y
descomposición. Bajo el mandato del secretario general Leonid Brézhnev
(1964-1982), la escalada de la corrupción en el Partido y en la sociedad se
extendió drásticamente. A medida que la economía planificada llegaba a un
doloroso punto muerto, la economía sumergida crecía para compensarlo.
Hasta cierto punto, esto era consecuencia natural de los fracasos del
sistema: el pueblo dirigía sus miras al soborno, el mercado negro y el blat
—la economía de favores— para cubrir el hueco.19 Sin embargo, se trataba
también de una política implícita: con el contrato social que los
sovietólogos occidentales dieron en llamar el «little deal», el Estado
otorgaba libertad a las masas para holgazanear, quejarse, robar y hacer
trueques con tal de que no desafiaran al orden establecido.20 Del mismo
modo, se contentaba a las élites mediante ventajas, acceso a bienes escasos
y una vida tranquila y segura. Este pacto mezquino funcionó durante el
tiempo en el que la economía creció al ritmo suficiente para proporcionar
los recursos que tuvieran a todos contentos, pero esto no duraría mucho.
Mientras tanto, el crimen organizado no solo se beneficiaba de la indolencia
y la venalidad del Estado, sino que adquirió un nuevo papel como
intermediario indispensable entre las figuras corruptas del Partido y los
tsejovikí.
Nadie vive solamente de su sueldo. Recuerdo que cuando era joven ganábamos dinero
descargando trenes de mercancías. ¿Qué hacíamos? Pues por cada tres o cuatro cajas o
bolsas que descargábamos nos quedábamos con una. Así es como vive todo el mundo en
este país.
Los gánsteres dejaban en paz a los barones del mercado negro e incluso los protegían. Por
un precio justo, obviamente, ya que nadie hace nada gratis. Y con el tiempo, vieron cómo
trabajaban los capitalistas clandestinos y cómo vivían, y se dieron cuenta de que ellos
también podrían hacerlo en cuanto tuvieran la oportunidad.
Pocos de los tsejovikí llegaban a ser tan ricos y poderosos como Lazishvili,
del mismo modo que pocos jefes del Partido era tan descarados y estaban
tan bien establecidos como Mzhavanadze. Estos tenían el poder para
castigar o proteger y una autoridad prácticamente absoluta sobre sus
propios feudos, pero, por otra parte, no solían disponer de los medios para
transformarlo en el dinero y los objetos de consumo que codiciaban. Con su
protección, los magnates de la economía sumergida podían introducir
lujosos artículos de contrabando, comerciar con productos de gran demanda
y establecer fábricas y talleres donde producían desde tejanos falsos hasta
cigarrillos. Gracias a ello se hacían ricos, pero no podían arriesgarse a
gastar sus ganancias ilegales a menos que mantuvieran esa protección. Es
más, en la mayoría de los casos, ninguno de los dos bandos tenía una
manera segura de hablar o trabajar fácilmente con el otro.
Los gánsteres, que al principio cayeron en la tentación de aprovecharse
de los tsejovikí, siguieron el ejemplo marcado por «el Mongol» y se
convirtieron en intermediarios. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970
fueron el eslabón más débil de la cadena en muchos aspectos: necesitaban
el dinero de los empresarios del mercado negro y la protección de los jefes
del Partido. Pero también se hicieron indispensables y supieron valerse de
ello para ganar poder y libertad. A finales de la década de 1970, los tsejovikí
habían decidido que era mejor alcanzar un acuerdo con ellos. En 1979 se
reunieron representantes de ambos mundos en Kislovodsk, una ciudad
balneario del sur de Rusia; una reunión de la que indudablemente las
autoridades estaban al tanto y en la que es posible que ejercieran como
intermediarios. Aunque no he visto ninguna prueba que lo corrobore, un
agente del KGB jubilado que sirvió en la Quinta Dirección Principal
(responsable de vigilar la política interior) me aseguró que, de hecho, el
director de esta unidad había asistido como observador a este supuesto
«congreso». El resultado fue un acuerdo por el que, a cambio del pago del
10 por ciento de las ganancias, los tsejovikí se librarían de cualquier
interferencia.32
Todo empezó a institucionalizarse cada vez más: los operadores del
mercado negro pagaban un impuesto a los gánsteres locales, mientras que
los vorí, posiblemente burlándose de manera consciente del Partido, pero en
una más que probable asimilación de su lenguaje y métodos, empezaron a
celebrar más de esos llamados congresos de líderes de bandas para tratar
temas tales como el tráfico de drogas, su reacción ante los cambios en la
vigilancia policial, e incluso, como sucedió en una reunión de Tiflis en
1982, para decidir si entraban en política.33 (El resultado no fue
concluyente: los vorí georgianos querían estrechar los vínculos con los
funcionarios corruptos, los tradicionalistas rusos bajo el mando del vor
«Vaska Brillante» se mostraban reacios y la reunión acabó sin que se
tomara una decisión firme.) A medida que hacían más negocios con los
empresarios tenían que entender el mercado mejor, responder a las nuevas
oportunidades y demostrar su capacidad para resolver disputas y mantener
la disciplina. Es más, en un presagio de un proceso que adquiriría mucha
más importancia en la década de 1990, lo que comenzó como un simple
impuesto por permitirles trabajar a su aire condujo en muchos casos a una
cooperación más estrecha y productiva entre los operadores del mercado
negro y los gánsteres. Los vorí estaban pasando de ser los parias de los
gulags a acercarse al núcleo del sistema soviético. Y, por desgracia,
Gorbachov les permitiría entrar hasta el fondo sin saberlo.
7
Proverbio ruso
Beber es un goce de todos los rusos. No podemos existir sin ese placer.
Estaba claro que la militia [policía] no serviría de nada […] así que acudí al capo del
crimen, una autoridad, e incluso llegué a conocer a un par de vorí v zakone […] Llegamos a
un acuerdo por el que si los admitíamos [en nuestros restaurantes] ellos no nos molestarían.
Empresario hablando sobre cómo conseguir protección para sus nuevos negocios9
Los mafiosos proporcionan una amplia variedad de servicios a un cierto porcentaje de ellos, desde
proteger la propiedad de la cooperativa a obtener productos y arruinar a sus competidores […] En
caso de que se rechacen los servicios del mafioso pueden pasar todo tipo de cosas: un café
cooperativo puede incendiarse, o los inspectores del gobierno pueden interesarse súbitamente por
cierto fabricante de ropa deportiva.13
En ese proceso, los criminales, que hasta entonces habían dependido en
gran parte del mercado negro y de sus operadores para obtener sus ingresos,
cada vez eran más solventes económicamente. Aquellos que gestionaban
extorsiones de poca monta empezaron a pensar a lo grande. En Perm, por
ejemplo, el gánster Vladímir Plotnikov («Plotnik») se había concentrado
principalmente en el fraude en juegos de azar callejeros hasta mediados de
la década de 1980, pero después se introdujo en el mercado negro y pasaba
de contrabando a toda la URSS las sierras eléctricas de la planta local de
Dzerzhinsk, doscientas en cada golpe que daba.14 En el 2004 llegó a ser
elegido parlamentario local. Otros gánsteres se convirtieron en proveedores
de servicios de manera más explícita aún; el vor moscovita Pável Zijarov
(«Pável Tsirul») comenzó como carterista en la década de 1950, pero a
finales de la de 1980 vivía en una mansión de tres plantas en las afueras de
la ciudad y prestaba dinero bajo mano a los kooperativniki que no podían
conseguir préstamos comerciales.15 Había una generación de depredadores
del hampa que se veía obligada a evolucionar si no quería que la nueva
camada de gánsteres-empresarios se introdujera en su negocio o los
remplazaran.
¿Tú sabes lo difícil que era para nosotros acostumbrarnos a un modo de vida pacífico? Allí,
durante la contienda, sabías inmediatamente quién era quién. Lo blanco era blanco y lo
negro era negro.
Puede verse ya en las regiones, y probablemente también aquí y en Moscú: ahora las
autoridades del crimen organizado son personas admiradas […] En breve, los funcionarios
los invitarán a sus dachas y les ofrecerán una parte del negocio, porque así es como
funcionará todo en el futuro.
Proverbio ruso
La vida del hombre que espera ser rey es peligrosa, y como hemos sabido
después, aquel cuya vida es valiosa recibe como premio un coche familiar
Lada de tamaño medio. Otari «Otárik» Kvantrishvili era un hombre de
constitución poderosa que a los cuarenta y seis años de edad todavía daba
muestras de esa fortaleza física que lo coronó como campeón de lucha libre,
hasta que una condena por violación acabó con su carrera deportiva.
También era un hombre cauto, conocido por llevar un chaleco antibalas allá
donde fuera. Tal vez eso explique por qué el francotirador que lo mató
cuando salía de su balneario favorito disparase a través de su hombro
izquierdo, consiguiendo que las tres balas evitaran el chaleco pasando a
través de la sisa y alcanzaran su torso.
Eso sucedió en abril de 1994, en plena presidencia de Borís Yeltsin, un
momento en el que el nuevo Estado ruso postsoviético pasaba por tiempos
de violentas turbulencias y los asesinatos a sueldo eran el pan de cada día. A
pesar de ello, el de Kvantrishvili marcó un punto de inflexión en la historia
del hampa del país. Su hermano Amirán y él pertenecían a la etnia
georgiana y habían sido miembros de la banda de «el Mongol». Amirán era
un experto tahúr y Otari ponía la fuerza bruta, pero cuando aquel grupo fue
disuelto, «Otárik» decidió formar uno propio. Reunió a un conjunto de
deportistas entre los que se incluía «Alexandr el Toro», un campeón de
judo, e «Iván el Gitano», un boxeador, y se embarcaron en todo tipo de
actividades delictivas, desde la extorsión por protección al tráfico de divisas
ilegales.1
No obstante, Kvantrishvili no tardó en introducirse en el sector
aparentemente legal y fue uno de esos empresarios-gánster que
aprovecharon al máximo las oportunidades que ofrecía la liberalización de
la década de 1980. Estableció la Fundación para la Protección Social de los
Atletas, que servía como tapadera conveniente para reclutar y mantener
fuerza bruta asalariada y también funcionaba como organización para el
contrabando y el mercado negro. Después, en 1988, fundó la Asociación
Siglo XXI. Esta asociación organizaba conciertos y veladas benéficas y
aseguraba estar comprometida con la recaudación de fondos para los
deportes, pero en realidad era una especie de conglomerado de empresas
dedicado a un amplio espectro de negocios delictivos. A otra de sus
empresas, la Academia de los Deportes —que a pesar de su nombre era una
sociedad de capitales—, el propio Yeltsin le dio carta blanca para no pagar
impuestos de exportación e importación en 1993. No se dedicaba en
absoluto a los entrenamientos deportivos, sino que acabó convirtiéndose en
el agente para negocios de venta en el extranjero de cientos de miles de
toneladas de aluminio, cemento y titanio y millones de dólares en
importaciones de bienes de consumo que se vendían a través de las redes de
quioscos que el crimen organizado había monopolizado.2
No obstante, Kvantrishvili, lejos de ser procesado por ello, se convirtió
en una especie de celebridad que negaba su estatus de criminal, aun
asintiendo siempre con un guiño de complicidad. En 1990, por ejemplo, fue
fotografiado en un partido de tenis sentado al lado de Yeltsin.3 Se convirtió
en un elemento habitual de la alta sociedad moscovita y era amigo del
cantante Iósiv Kobzón, al que suelen llamar el «Frank Sinatra ruso» por sus
íntimos vínculos con supuestos gánsteres,4 así como del adalid de la
shansón Alexandr Rozenbaum, quien asistió a su funeral y lamentó que «el
país ha perdido —no me da miedo usar esta palabra— a un líder».5
Demostró ser un experto político del hampa, saliendo siempre airoso de
las disputas que arrasaban a otras bandas, especialmente a las rusas y las
chechenas, pero, al parecer, esto se le subió a la cabeza. A finales de 1993
declaró que se introduciría en el mundo político legítimo, formando el
Partido de los Deportistas. Al mismo tiempo, dejó claro en los círculos
criminales de Moscú que tenía la intención de declararse jefe del hampa de
la capital. Era sin duda el criminal individual más poderoso de la ciudad.
Sin embargo, no supo apreciar la naturaleza igualitaria del vorovskói mir,
que era contraria a ello. En 1994, los líderes de las otras bandas de Moscú
celebraron una sjodka. Decidieron que había que deshacerse de
Kvantrishvili y que Serguéi Butorin, jefe de la banda Oréjovo-Medvédkovo,
se encargaría de ello. Poco después, Kvantrishvili era acribillado por el
hombre que ejercía como mano derecha de Butorin, Alexéi Sherstobítov
(«Liosha el Soldado»), para dejar clara la lección de que nadie —y mucho
menos un georgiano— podía convertirse en jefe de los jefes al estilo
italiano. Como uno de los asistentes a esa reunión me contó después:
«Moscú no es Sicilia».6
Sherstobítov, que fue condenado por el asesinato catorce años después,
recibió un Lada por su buena puntería.7 El resto volvieron a reanudar esa
lucha de todos contra todos del hampa que reflejaba el caos que se vivía en
el conjunto del país. Así como en la década de 1990 Rusia atravesó crisis
financieras y políticas en su intento por definirse a sí misma y el lugar que
ocupaba en el mundo, su hampa pasó la mayor parte del tiempo
expandiéndose apresuradamente por cada rincón de la economía y la
sociedad, pero también implicándose en guerras territoriales, al mismo
tiempo que las bandas ascendían, caían, se unían, dividían y competían
entre sí. Aquella fue una década de tiroteos motorizados, coches bomba y el
robo virtual de industrias enteras, acciones ante las cuales las fuerzas del
poder parecían impotentes. En 1994, el presidente Yeltsin declaró que Rusia
era el «mayor Estado mafioso del mundo».8 Casi parecía decirlo con
orgullo, y sin duda, además de no hacer gran cosa por evitarlo, sus
compinches estaban implicados totalmente en esa absoluta criminalización
del país. Con todo, a medida que se formaban importantes alianzas en el
hampa, se establecía un orden jerárquico y fronteras territoriales, esa
anarquía daría lugar a un nuevo orden. Por lo que respecta a los vorí, eran
tiempos de más cambios, otra reinvención para adaptarse a las muy
diferentes necesidades y oportunidades del momento.
La decisión más importante que puedo tomar es la de saber bajo qué techo cobijarme […]
Si acierto en eso, el resto caerá por su propio peso.
Muy a menudo, quienes tienen más probabilidades de triunfar en estas tormentosas aguas
no son los patrones de yate de fotografía recién afeitados, bronceados, con buen físico y
vestidos a la moda bajo sus inmaculadas velas, sino feos capitanes de aspecto desagradable
al mando de un barco pirata. Eso no debería sorprendernos. Son las leyes de la adquisición
de capital inicial que se aplican en todas partes.
Tendríamos que reconocer que actualmente nuestros criminales se parecen mucho más a
los vuestros. Los viejos acuerdos y formas que definían el hampa rusa se están perdiendo.
Supongo que eso es bueno, pero hay una parte de mí que se pregunta qué será lo que
sobreviva de las tradiciones rusas, incluso de las malas.
VARIEDADES
9
Proverbio ruso
BANDAS Y REDES
Trata con la gente que conoces, los que estaban en la cárcel contigo.
«Jerarquía estándar»: grupo único jerárquico con fuertes sistemas de disciplina interna.
«Jerarquía regional»: grupos estructurados jerárquicamente, con fuertes líneas internas de
control y disciplina, pero con relativa autonomía para sus componentes regionales.
«Jerarquía grupal»: un conjunto de grupos criminales que han establecido un sistema de
control/coordinación sobre sus variadas actividades, cuyo rango puede ir de débil a fuerte.
«Grupo nuclear»: un grupo relativamente bien organizado pero sin estructura que se rodea en
ciertos casos por una red de individuos implicados en actividades delictivas.
«Red criminal»: una red de individuos fluida y difusa que a menudo acoge a individuos con
habilidades particulares, que se constituye en torno a una serie de proyectos criminales en curso.7
En Rusia están vigentes todos esos tipos. No obstante, cuanto más grandes,
importantes y extensos geográfica y funcionalmente, más posibilidades
existen de que esas agrupaciones utilicen las últimas formas citadas.
YEVGUENI VASIN, vor v zakone de alto rango, en una entrevista para la televisión (2000)13
El tráfico de la droga afgana es como un tsunami que azota a Rusia constantemente. Nos
hundimos bajo él.
El sindicato del crimen ruso más poderoso en términos de riqueza, influencias y control
financiero […], [cuyo] liderazgo, estructura y operaciones ejemplifican la nueva hornada
de criminales rusos que surgieron con la ruptura del sistema soviético.
Proverbio ruso
Borz (por razones obvias no usaré su nombre real) era en muchos aspectos
el vivo retrato del checheno taimado de mediana edad: un hombre vivaz que
rondaba los sesenta, con la piel cuarteada y unas profundas arrugas que
indicaban que había sobrellevado una vida dura y expuesta a las
inclemencias del tiempo. Pero el brillo de su mirada y su sonrisa
encantadora, sus movimientos y su forma de hablar, eran tan enérgicas que
parecía alguien más joven, lleno de vitalidad, imparable. También era uno
de los asesinos a sueldo más habilidosos y caros de Moscú.
De todos los sitios en los que podría haberlo conocido, el encuentro se
realizó en una cafetería del aeropuerto de Sheremétievo, todavía medio
cubierto de lonas debido a la absolutamente necesaria reforma, o remont, a
la que estaba siendo sometido, en línea con los deseos de Moscú de dejar
atrás su imagen soviética sin gracia para parecerse más a una capital
occidental deslumbrante. Ese mismo día, un contacto que conocía bien —y
en el cual confiaba— me había llamado para decirme que había una persona
a la que tenía que conocer. ¿Quién? Un checheno, un asesino profesional,
que había pensando en jubilarse y estaba dispuesto a hablar. Una invitación
para charlar con un asesino a sueldo era para mí prácticamente irresistible,
pero, por otra parte, el recóndito segmento de la investigación al que me
dedico me había enseñado el valor de mostrarse cauto hasta el punto de la
paranoia. Ese café en el aeropuerto parecía el lugar ideal para una reunión,
un sitio que no solo era totalmente público, sino que para acceder a él había
que pasar por una cortina de detectores de metales y guardias de seguridad
malhumorados, con la vigilancia de las cámaras y acechado por perros
sabuesos y sus cuidadores.
Resultó que Borz era la simpatía personificada. Cuando sacó una botella
de vodka e insistió en que brindáramos por la salud y la amistad, pero
también por Mahoma y porque la paz y las bendiciones de Alá estuvieran
con él, recordé instantáneamente que, aunque la mayoría de los chechenos
son musulmanes, suelen tomarse la fe a la ligera y con flexibilidad. Se
mostró como una compañía excelente, a pesar de que evitara responder a
ciertas preguntas y de que era un narrador nato. Sus relatos resumían en
muchos aspectos la trayectoria de los chechenos durante las últimas décadas
recientes, cómo se habían convertido en los personajes más temidos (y
mitificados) del hampa rusa, y también los efectos de la opresión rusa.
Según sus propias palabras: «Con los rusos aprendí a querer matar, y ellos
mismos me enseñaron a hacerlo bien».1 Sus historias, de tanto ser contadas,
habían pasado por un indudable proceso de refinación y apenas resultaban
creíbles, así que unos días después, cuando tuve la oportunidad de
mencionar su nombre y algunas de sus afirmaciones a un agente de la
División Principal de Investigaciones Criminales de la policía de Moscú,
medio esperaba que me dijeran que se trataba de un simple Walter Mitty
caucasiano con la astucia suficiente para contarle historias a un occidental
ingenuo con objeto de que siguiera pagándole copas. El agente me miró con
seriedad: «En absoluto, todo eso es cierto. Si acaso se habrá ahorrado las
historias que tienen verdadera importancia. Es un hombre serio, muy
serio».2
NACIDOS DE LA SANGRE
Nuestro verdadero problema es [la gente del norte del Cáucaso]; nuestros criminales [los
rusos] se están legalizando, pero esos tipos nunca cambiarán.
Cuando se habla con agentes del orden rusos, una de las constantes es su
determinación a hablar de los georgianos, los chechenos y otros cuyos
orígenes están en la región del Cáucaso. Casi podría creerse que son los
culpables de la mayor parte del crimen organizado ruso. Lo cierto es que,
hasta 2004, la etnia georgiana supuestamente conformaba el 35 por ciento
del total de los vorí v zakone de la extinta Unión Soviética, aunque solo
constituían el 2 por ciento de la población.4 Dina Siegel observa, a partir de
un estudio de 2011 acerca de vorí v zakone reconocidos, que la mitad tienen
nombres georgianos y que «según el Ministerio de Interior ruso, más de la
mitad o más de 1.200 vorí v zakone son inmigrantes de Georgia».5 ¿Qué
importancia tiene ese dato realmente? En un tiempo en que el valor del
título vor v zakone está tan devaluado, a los criminales rusos no les
preocupa demasiado tenerlo, pero los georgianos —y otros criminales del
Cáucaso, especialmente los armenios— los compran o siguen ansiando
tenerlo. El número real de esos denominados apelsini («naranjas»), como se
llama a los falsos vorí, importa relativamente poco.
Dicho esto, dada la ínfima proporción que suponen poblaciones como la
chechena (con menos de un millón y medio de habitantes) y la georgiana
(con menos de un millón) en un país con 143 millones de habitantes, resulta
obvio que hay algo característico en el «montañés» (gorets) del Cáucaso.
Los chechenos representan una especie de fuerza aparte. Esto queda patente
al menos en el hecho de que en tanto que los georgianos y otros pueden
presumir de contar con numerosos vorí v zakone, solo hay información de
un checheno que haya formado parte de sus filas en los tiempos en los que
todavía significaba algo, «Sultán Balashíjinski».6 Y no puede decirse que no
sean lo suficientemente criminales, duros o disciplinados para merecer la
«coronación». No obstante, el vorovskói mir nunca les interesó demasiado.
Chechenos aparte, los «montañeses» forman un amplio espectro de
bandas en el que los principales protagonistas a la hora de escribir estas
líneas son dos redes principales: los (antiguos) gruppirovki de Usoyán y de
Oniani, además de un tercero, una banda multiétnica formada por el gánster
azerí Rovshán Dzhaníev («Rovshán Lenkoranski» o «Rovshán de
Lankoran») que quiso cambiar el orden establecido. En mayor o menor
medida, todos se basaban en una combinación de organización social de
clan, una cultura del bandidismo y la venganza, y un feroz sentimiento de
lealtad a sus semejantes más que al país. El hecho de que procedieran de
lugares en los que el Estado solía ser un ente débil o ajeno, o ambas cosas al
mismo tiempo, les sirvió como impulso para resurgir y prosperar. Los
«montañeses», de manera similar a los sicilianos —una comparación que
han utilizado Federico Varese y otros autores —, han confiado durante
generaciones enteras en estructuras para la protección y la resolución de
conflictos paralelas al Estado que sustituían a un gobierno en el que no
confiaban, y eso les ha hecho desarrollar una tradición criminal dañina y
extendida.7 En el próximo capítulo dirigiremos nuestra atención al resto de
«montañeses», pero los chechenos merecen una consideración especial.
Si las bandas eslavas han tenido el dominio político y probablemente
económico del hampa rusa, y los georgianos, el mayor número de vorí —
aunque no el total de individuos—, ¿cuál sería el rasgo distintivo de los
«montañeses» del norte del Cáucaso y de los chechenos en particular? La
respuesta parece ser cohesión y reputación.8 Los criminales chechenos, a
menudo descritos como la chechénskaia bratvá o la «hermandad chechena»
(y ocasionalmente como chechénskaia obschina o «comuna chechena»), no
tienen ninguna estructura formal en común. Aun así, representan una
subcultura criminal distintiva que se aparta de la corriente general del
hampa rusa. Su característica mezcla entre la creación de una «marca»
moderna y la tradición de bandolerismo les otorga un lugar tan poderoso en
el imaginario criminal ruso que ahora tienen incluso «franquicias». Bandas
locales que no están formadas por chechenos compiten —y pagan— por
actuar como representantes locales de estos.
El bandolerismo y la resistencia están profundamente arraigadas en la
identidad nacional chechena, especialmente en la figura tradicional del
abreg (también transcrito abrek), el honorable forajido cuyo pillaje es
impulsado por una venganza legítima o por su rechazo a ceder ante los
crímenes de los poderosos.9 El abreg es una figura autosuficiente y astuta,
un Robin Hood del Cáucaso que suele reunir a su alrededor a una banda de
personajes atrevidos de mentalidad similar, atacando a los ricos, dando de
comer a los pobres, protegiendo al débil y azotando al corrupto. La figura
del abreg, aunque es en esencia mítica, otorga cierto grado de legitimidad al
gánster moderno.
¿Cuándo dejará de brotar la sangre en las montañas? Cuando crezca la caña de azúcar en la
nieve.
A Chechenia acudían criminales de todo el mundo que no tenían sitio en sus propios países.
Pero en Chechenia podían vivir perfectamente.
Los chechenos son la amenaza del crimen organizado más seria a la que nos enfrentamos.
Cuentan con la motivación de su amargo resentimiento contra Rusia, tienen un sentido de
la fidelidad comunal de tiempos pasados y las armas y medios operativos más modernos.
Los chechenos nos salimos con la nuestra, y todo el mundo lo sabe. Somos gente de honor:
si decimos que hacemos algo, lo haremos. Y eso también significa que nos vengaremos de
quien nos perjudique. La gente entiende eso y les ayuda a entrar en negocios con nosotros y
con las personas con las que trabajamos.
BORZ (2009)33
Muchos tienen miedo de los chechenos, pero una vez que los conoces son muy buenas personas.
Son leales. No te apuñalan por la espalda y son honrados […] Pueden conseguir lo que quieras. Si
necesitaba un permiso de conducir, al día siguiente lo tenía. Si necesitaba ayuda legal o alguien
que solucionara un problema con mi apartamento, también podían ayudarme. Son gente muy
seria.36
EL IMPERIO DE KADÍROV
Un buen musulmán jamás cometería un crimen […] Soy una persona oficial. No soy un
bandido.
Proverbio ruso
Recuerdo a la esposa del amigo de mi padre, una mujer muy digna […] que se acercó y me
preguntó: «¿Conoces a algún ladrón de ley? Necesito solucionar un problema». Lo dijo sin
tener idea de lo que me estaba pidiendo, solo sabía que los ladrones de ley pueden
ayudarte.
Tal vez no sea tan sorprendente que los gánsteres georgianos hayan
mantenido esa buena reputación durante tanto tiempo, ya que la propia
república ha disfrutado —o sufrido— desde hace siglos de una fama como
tierra del buen vino, vida fácil, largas cenas y capos criminales. Los
delincuentes georgianos cruzaban las fronteras entre el bandolerismo rural y
el gansterismo urbano incluso en la época de los zares, y el más célebre
(tristemente) de todos, el propio Stalin, difuminó la línea que separa la
revolución del expolio, como se vio en el capítulo 3. Los niveles de
criminalidad que alcanzó la república con el Gobierno soviético eran
célebres. Era conocida por su corrupción «insuperable […] llevada a cabo a
una escala sin precedentes, con una sin igual osadía y amplitud de miras».6
La caída de la Unión Soviética en la corrupción institucionalizada en las
décadas de 1960 y 1970 supuso que, a pesar de las campañas abiertas contra
la «especulación», la aceptación de sobornos, el desfalco y el robo,
surgieron «clanes criminales organizados de nuevo cuño que unieron a los
criminales profesionales, los agentes del mercado negro —cuyos clientes
eran burócratas del más alto rango— y funcionarios corruptos de los
cuerpos de seguridad».7 La función de los vorí v zakone, conocidos en
Georgia como kanonieri kurdi, era la misma que en cualquier otro lugar:
conectar esos mundos variados. Es más, eran activos y numerosos: según
los datos de la policía soviética, en los momentos finales de la URSS, uno
de cada tres vorí v zakone era georgiano, a pesar de que solo representaban
un 2 por ciento de la población total.8
Aleksandr Gúrov, el criminólogo de la policía soviética que podría
decirse más se esforzó en resaltar el problema del crimen organizado, está
seguro de que ya en la década de 1970 los gánsteres georgianos ocupaban
un lugar destacado tanto en las decisiones como en el sistema. Según
contaba, siempre que las cifras respecto al crimen resultaban demasiado
vergonzantes o existía riesgo de una investigación de orden superior, el jefe
local del Partido «convocaba una reunión con el jefe [de la policía local], el
director [del KGB local] y el capo del crimen local y les decía: “¿Cómo
habéis podido permitir que suban tanto los índices de delincuencia?”. Al
primero de todos al que se dirigía era al capo del crimen, que acometía
inmediatamente las “medidas para reducir los índices de delincuencia”».9
Siguiendo la tradición vivaz de la nación por el mercado negro y los
políticos corruptos, los vorí georgianos fueron los primeros en implicarse en
política con el mayor entusiasmo para aprovechar al máximo las reformas
que hizo Gorbachov en la década de 1980. En gran parte, estuvo propiciado
por la autoridad y la iniciativa de Dzhaba Ioseliani. Vor v zakone,
condenado por asesinato y atraco de bancos, en 1982 convocó una sjodka
en Tiflis en la que abogó, con gran éxito, por que los criminales intentaran
infiltrarse y controlar las instituciones políticas de manera activa. El vor
georgiano no estaba tan apegado en esa época a los códigos tradicionales
del vorovskói mir, y fundaba sus bandas en torno a la familia y los
parientes, traspasando el poder de padres a hijos de una manera dinámica
que las reglas del hampa técnicamente prohíben. No obstante, eso supuso
que fueran capaces de entablar relaciones mucho más cercanas y directas
con la política georgiana basada en el parentesco, por lo que tomaron la
delantera al resto de criminales de otros lugares en la tarea de introducirse
en la madriguera de la élite política.
Ioseliani seguiría desempeñando un papel fundamental en la política
georgiana, un rol para el que su pasado como —según sus propias palabras
— «ladrón conocido y artista desconocido» (tenía claras pretensiones
creativas y escribía tanto novelas como obras de teatro) no parecía suponer
obstáculo alguno.10 Demostró ser tan eficaz en la política y en el arte de la
guerra como en el hampa, y en 1989 fundó un movimiento paramilitar
nacionalista, los Mjedrioni («Caballeros»), que funcionaba al mismo tiempo
como empresa criminal dedicada al negocio de la protección, el tráfico de
drogas, el secuestro y el robo organizado, y como partido político. (Ioseliani
acogía esto con su clásico garbo, diciendo de ella que era «organización
patriótica basada en la tradición de los ladrones».)11 A la cabeza de la
persecución de las minorías osetia y abjasia (y de paso participando en
saqueos), los Mjedrioni también se convirtieron en las tropas de asalto del
emergente demagogo nacionalista Zviad Gamsajurdia. Como suele suceder,
ambos hombres ambiciosos se enemistaron: cuando Gamsajurdia se
convirtió en el primer presidente de la Georgia independiente, hizo que
detuvieran a Ioseliani y lo metieran en la cárcel. No obstante, encerrar a una
personalidad como esa supone tener a un enemigo y prisionero peligroso.
Meses más tarde, fue liberado gracias a un golpe de Estado que hizo huir a
Gamsajurdia, y durante los tres años siguientes Ioseliani desempeñó un
papel poderoso en el nuevo gobierno hasta que volvieron a detenerlo para
después indultarlo. Finalmente, murió de un ataque al corazón en 2003.
De modo que los criminales georgianos eran herederos de una tradición
empresarial excepcional implicada en negocios ilícitos desde años antes que
los avtoriteti. También se beneficiaron de su temprano viraje hacia la
búsqueda de la subversión y el control de las instituciones políticas. Aunque
la carrera de Ioseliani acabara en la cárcel y en la desgracia, también le
permitió ver cómo un vor desempeñaba el papel de gobernante en la sombra
y parlamentario. Esto, a pesar de que la propia rebeldía de los Mjedrioni
minara en parte ese folclore del «buen gánster», representaba un poderoso
ejemplo. Muchos de los criminales georgianos escogieron operar en Rusia
durante las décadas de 1990 y 2000, especialmente tras la caída de
Ioseliani, bien a causa de las oportunidades que ofrecía o porque sus raíces
eran las de la comunidad de expatriados georgiana. Otari Kvantrishvili,
cuyo perfil se ha descrito en el capítulo 8, no era más que uno entre
muchos.
No obstante, los políticos georgianos también suponen una justificación
mucho más directa para el elevado número de lavrúshniki presentes en el
hampa rusa contemporánea. Tras la Revolución de las Rosas, que acabó con
el presidente Shevardnadze, después de unas disputadas elecciones, el
Gobierno del nuevo presidente Mijaíl Saakashvili se embarcó en una seria
campaña contra los vorí inspirada en las lecciones de la lucha italiana
contra la mafia. La mera pertenencia al kurduli samkaro («mundo de los
ladrones» en georgiano) fue criminalizada. Las propiedades de los vorí v
zakone podían ser incautadas y estos eran encerrados en prisiones de
máxima seguridad, donde eran aislados del resto de los presos. Entretanto,
se realizó una purga masiva en el aparato de las fuerzas del orden, en una
campaña de efectos notables contra la corrupción, mientras un programa de
educación de la opinión pública buscaba combatir las extendidas actitudes
que perdonaban la aceptación de sobornos y glorificaban a los gánsteres.12
Los vorí de Georgia, al enfrentarse a la amenaza de la detención, de
castigos severos y de la confiscación de sus bienes, hicieron las maletas y se
marcharon.
Oniani sabe lo que se hace, cómo crear una organización, cómo hacer uso de ella; la
plancha georgiana pasaba por encima de todo.
Somos personas pacíficas y no molestamos a nadie […] Buscamos la paz, con la intención
de impedir la ilegalidad.
Rovshán no es de los que haría eso; vive según las reglas y jamás ordenaría [matar] a un
ladrón.
EL GÁNSTER INTERNACIONALISTA
Proverbio ruso
Primero, no debe haber presente ningún otro grupo mafioso (o aparato del Estado que ofrezca
protección ilegal). Para una mafia recién llegada, intentar hacer negocio en presencia de un
competidor local poderoso supone una lucha demasiado laboriosa. Segundo, un grupo mafioso
tiene más probabilidades de éxito cuando su presencia coincide con una repentina emergencia de
nuevos mercados.5
¿Quiénes son? La mafia es como el Gobierno, solo que funciona. En serio, la mafia es, en
fin, lo que ella quiera ser.
Los rusos creen ser los dueños de nuestro país. No es así, pero desgraciadamente hay
mucha gente aquí, empresarios, figuras políticas, criminales, que están dispuestos a
vendérselo.
Las bandas del crimen organizado ruso operan en lo que Moscú llama de
tanto en tanto el «extranjero cercano», el resto de estados soviéticos, a
excepción de los países bálticos. A veces tienen una base local, otras son
simplemente vertientes de grupos autóctonos, y en ocasiones trabajan
asociados con bandas propias del terreno. Ese proceso funciona en ambas
direcciones, aunque normalmente se decanta a favor de los rusos. Hay
bandas y criminales ucranianos e incluso bielorrusos que operan de manera
autónoma en Rusia, por ejemplo, junto con grupos del Cáucaso. En la
mayoría de los casos, los rusos operan localmente en colaboración o con la
aprobación de los criminales locales, ya sea dirigiendo sus propias
operaciones o, más frecuentemente, proporcionando una conexión
transnacional a delincuentes locales que se aprovechan de ello.
A veces, eso se debe a que ya existe un hampa local próspera. Ucrania es
un buen ejemplo de ello, un país en el que la mayoría de las agrupaciones
rusas importantes tienen intereses, operaciones, socios y gente, donde
incluso la cultura de los vorí sigue estando vigente. Por ejemplo, la red
Sólntsevo mantiene una duradera relación con el clan político-criminal
Donetsk, que proporcionó el poder de base al expresidente Víktor
Yanukóvich. A principios de la década de 1990, las bandas rusas solían
tener una relativa libertad de actuación, pero el hampa local maduró gracias
a la corrupción generalizada de la élite política local y nacional. Taras
Kuzio ha sugerido que antes de la Revolución Naranja de 2013-2014,
Ucrania se había convertido en un «Estado mafioso neosoviético».9 Igual
que sucede con la afirmación similar realizada por el periodista británico
Luke Harding acerca de Rusia,10 se trata de una frase fácil que enturbia más
de lo que explica. No obstante, hay cierta corrupción extendida, y, en cierto
modo, la Ucrania anterior al Euromaidán llegó a parecerse a Rusia, aunque
casi por casualidad, con sus «asaltos» a negocios y sus círculos de
corrupción. Sus estructuras de crimen organizado siguen siendo muy
similares a las de Rusia, aunque algo más pequeñas y menos preocupadas
por el mundo exterior, si bien igualmente vinculadas con las élites corruptas
y el control oligárquico de la economía.11
Con todo, cuando Moscú se anexionó la península de Crimea ucraniana
en 2014 —como analizaré más tarde—, lo hizo con el apoyo activo de los
vorí locales, y después usó y empoderó a otros de la región sudeste del
Donbass para luchar y excusar así su posterior guerra contra Kiev.12 Desde
entonces, Ucrania ha pasado por un doloroso e incierto intento de alcanzar
el sueño del Maidán de un Estado democrático liberal basado en la ley,
mientras Moscú y Kiev están encerrados en una guerra no declarada de baja
intensidad que, en el momento de redactar este escrito, no da muestras de
receso. Pero, a pesar de todo ello, los gánsteres son verdaderamente
internacionalistas en su oportunismo. Ucrania y Rusia tal vez vivan una
guerra virtual, pero sus criminales siguen cooperando igual que antes. Un
agente del SBU, el servicio de seguridad de Ucrania, me dijo con pesar que
«el flujo de drogas hacia Ucrania a través del Donbass para llegar después a
Europa no se ha reducido en un solo punto porcentual, a pesar de que las
balas corren de uno a otro lado de la frontera».13
Se trata de un modelo en el que los rusos son más poderosos en términos
generales, pero se encuentran con un hampa doméstica tan establecida que
no hay oportunidades para un trasvase o dominación directa. Esto queda
patente en muchas otras partes de la antigua Unión Soviética, aunque la
razón más habitual es que un régimen autoritario guarde con celo su
monopolio de la coacción y la influencia informal, por lo que mantiene el
control mayoritario de su ámbito criminal local. En Bielorrusia, por
ejemplo, el régimen absolutamente neosoviético del presidente Aleksandr
Lukashenko mantiene el hampa a raya de una manera que recuerda —como
en muchas otras cosas— a la URSS de la década de 1970. En Azerbaiyán,
rica en petróleo y pobre en derechos civiles, los grupos principales tienen
que estar conectados con el régimen de Aliyev (y pagarle) para sobrevivir.14
Más al este, en Asia central, una sucesión de regímenes más o menos
autoritarios en manos de élites explotadoras dirigen Tayikistán,
Turkmenistán, Kazajistán y Uzbekistán. Aparte de las pandillas callejeras
de poca monta, las cuales suelen ser suprimidas por las fuerzas de seguridad
a las que no les preocupan las sutilezas legales, las principales
organizaciones criminales siempre están dirigidas por elementos de los
aparatos de la élite o dependen fuertemente de ellos. Su papel suele ser el de
actuar como agentes que desvían los beneficios que se sacan de la
corrupción y la malversación de los activos del Estado hacia la élite, o bien
gestionar negocios ilegales fundamentales para ellos, especialmente, el
tráfico de drogas. En ese caso, los gánsteres suelen ser poco más que
agentes intermediarios de las élites corruptas.
Un segundo modelo, podemos verlo en Moldavia, Armenia y Kirguistán,
donde el hampa local es débil o está fragmentada, pero exactamente igual
que el Gobierno. En Kirguistán, por ejemplo, los gánsteres pusieron
hombres armados en las calles para ayudar a derrocar al presidente Askar
Akáyev en la Revolución de los Tulipanes de 2005, demostrando con ello
que el Estado era incapaz de mantener el monopolio de la fuerza armada.15
No obstante, en esos países, los criminales son peces relativamente grandes
en estanques decididamente pequeños. Las redes basadas en Rusia son
capaces de seleccionar cuidadosamente sus oportunidades, pero la mayoría
de las veces les sigue conviniendo trabajar con los criminales locales y a
través de ellos. A los rusos les resultaría posible asumir un papel más
dominante si tuvieran que hacerlo, pero las bandas locales suelen estar
dispuestas a trabajar con ellos, así que no lo necesitan.
Georgia ofrece un modelo propio. Aunque los vorí v zakone hayan sido
expulsados, con el indudable impacto que representa eso para el hampa, el
crimen organizado no ha desaparecido por arte de magia, sino que
simplemente ha transferido el poder a una nueva generación. Sigue
habiendo una importante interacción entre los criminales de Georgia, las
bandas georgianas y otras bandas «montañesas» que existen en Rusia y más
allá. Sin embargo, el estado de las relaciones entre Tiflis y Moscú desde la
invasión de Rusia en 2008 es tal que no queda mucho espacio para que las
redes rusas penetren en ese mercado de manera sustancial. La victoria en
2012 del partido Sueño Georgiano, fundado por Bidzina Ivanishvili, un
multimillonario con grandes intereses en Rusia, condujo a una política más
permisiva hacia Moscú. No obstante, sigue sin haber oportunidades de
negocio sin reclamar que los rusos puedan explotar de manera fácil o
rápida.
Finalmente, están los seudoestados no reconocidos de Transnistria
(Moldavia), Osetia del Sur y Abjasia (Georgia) y, en breve, posiblemente el
Donbass. Todos ellos existen bajo la tolerancia reticente de Moscú y aunque
cuentan con un hampa local propia —que por lo general, posee fuertes
vínculos con los líderes políticos—, actúan a una escala menor y son
incapaces de desafiar realmente a los grandes conglomerados rusos. En
consecuencia, esas regiones permanecen como zonas de economía libre
para las redes criminales rusas. Sin embargo, su utilidad está limitada por su
relativo aislamiento y su pequeño tamaño e importancia. Aunque se haya
dicho, por ejemplo, que Transnistria está convirtiéndose en un Estado de
facto,16 ese enclave tristemente descrito en un informe del Parlamento
Europeo como «un agujero negro en el cual el comercio ilegal de armas, la
trata de blancas y el lavado de la economía criminal» prosperan,17 sigue
dependiendo en gran medida de las actividades informales y criminales,
desde el lavado de dinero al contrabando.18
ASCENSO Y CAÍDA DE LA PRIMERA OLA
Es maravilloso que ya no exista el Telón de Acero, pero suponía una protección para
Occidente. Ahora hemos abierto las puertas, y eso resulta muy peligroso para el mundo.
Mire usted, la última vez nuestros gánsteres pensaron que no tenían más que intimidar para
introducirse en el mercado. Ahora serán mucho más inteligentes.
Los rusos a los que detenemos aquí suelen ser bastante insignificantes: chulos,
contrabandistas, ladronzuelos de tiendas. Sinceramente, yo no veo esa «mafia rusa».
Un día, dos tipos están intentando matarse uno a otro, y al siguiente están cerrando un trato
para traficar con droga.
FUTURO
13
Proverbio ruso
Grinda citaba una «tesis» de Alexandr Litvinenko, el que fuera oficial del servicio de
inteligencia ruso que trabajaba en asuntos [del crimen organizado] hasta su muerte por
envenenamiento en Londres a finales de 2006 en extrañas circunstancias, por la que los
servicios de seguridad e inteligencia rusos —Grinda citaba al Servicio de Seguridad
Federal (FSB), al Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) y a la inteligencia militar (GRU)
— controlan [el crimen organizado] en Rusia. Grinda afirmaba que esa tesis es acertada
[…] Grinda dijo creer que el FSB está absorbiendo a la mafia rusa […]
Luzhkov utilizó dinero del crimen para apoyar su ascenso al poder y ha estado implicado en
sobornos y acuerdos relacionados con lucrativos contratos de construcción en todo Moscú.
XXXXXXXXXXXX nos dijo que los amigos y asociados de Luzhkov (entre ellos, el
recientemente fallecido capo criminal Viacheslav Ivankov) […] son «bandidos» […], el Gobierno
de Moscú tiene vínculos con muchos grupos criminales diferentes y acepta sobornos regularmente
de empresas. Las personas que trabajan a las órdenes de Luzhkov mantienen esas conexiones
criminales.10
Con todo, Luzhkov fue obligado a dimitir en 2010 y, por lo general, los días
del reino político-criminal autónomo han pasado. San Petersburgo, por
ejemplo, ha sido cuna del poderoso grupo Tambóvskaia descrito
anteriormente en este libro, cuyo jefe, Vladímir Kumarin, que también
responde al nombre de Vladímir Barsukov, llegó a ser conocido como el
«gobernador nocturno». En sus tiempos como teniente de alcalde en la
década de 1990, Vladímir Putin supuestamente colaboró con Tambóvskaia,
y, desde entonces, Barsukov ha construido un imperio de los negocios en
toda la ciudad y la región.11 No obstante, el gran poder que ostentaba el
gánster públicamente en la ciudad natal de Putin suponía una fuente
constante de bochornos y vulnerabilidad para el presidente, y en 2007 se
utilizaron a unos trescientos comandos de la policía para detenerlo. El fiscal
general Yuri Chaika tenía tanto miedo de que se produjeran filtraciones que
lo ocultó prácticamente por completo a la policía de San Petersburgo, envió
desde Moscú a un contingente de fuerzas especiales en aviones del
Ministerio de Emergencias —ni siquiera confió en el Ministerio de Interior
— y después dijo que «si hubiéramos actuado de otro modo, Barsukov
habría recibido aviso», porque «hemos descubierto filtraciones en la oficina
del fiscal general y en el gobierno de la ciudad, así como en la policía y las
agencias de seguridad».12 En 2009, Barsukov fue condenado por fraude y
lavado de dinero y sentenciado a catorce años de prisión.13
Dejando aparte el caso de Chechenia, es posible que el último reducto
criminal se encontrara bastante más al sur de San Petersburgo, en
Majachkalá, capital de la república de Daguestán, al norte del Cáucaso.14
Esta había estado dirigida y prácticamente poseída desde 1998 por Saíd
Amírov. Para controlar la que era calificada como la ciudad más anárquica
de Daguestán, que en cierto modo es la más ingobernable de todas las
repúblicas de la Federación Rusa, se precisaba a un hombre especial.
Amírov daba la sensación de ser virtualmente indestructible en toda la
amplitud del término. Sobrevivió a un mínimo de una docena de intentos de
asesinato (hay quien dice que quince), entre ellos uno en 1993 que lo dejó
postrado en una silla de ruedas, con una bala alojada en la columna, y
también a un ataque con misil a sus oficinas en 1998. Y, lo que es igual de
importante, políticamente también parecía inexpugnable. A pesar de las
continuas acusaciones de brutalidad, corrupción y vínculos criminales, vio
salir a cuatro líderes daguestaníes y sobrevivió a tres presidentes rusos.
No es de extrañar que, además de como «Roosevelt Sanguinario» —a
causa de la silla de ruedas—, fuera conocido como «Saíd el Inmortal», en
honor a Koshchei el Inmortal, un villano del folclore ruso. Cuando Moscú
decidió finalmente actuar en su contra, en 2013, tuvo que pensar en el poder
con el que contaba a escala local. Esto no incluía solo a su propio ejército
privado de guardaespaldas, sino también la gran influencia que ejercía sobre
la policía daguestaní y, supuestamente, sobre una banda de narcotraficantes
conocida como Koljózniki («Colectividad de Granjeros»). A consecuencia
de ello, su detención se pareció mucho al asalto a un territorio hostil,
encabezado por fuerzas especiales del FSB enviadas desde el exterior de la
república, respaldadas con vehículos acorazados y helicópteros de combate.
Era tal la preocupación por el poder que ejercía sobre las autoridades
locales que Amírov fue transportado directamente en avión hasta Moscú
junto con su sobrino y otros nueve sospechosos.
Si Moscú le había permitido tranquilamente construir su feudo durante
quince años, ¿por qué se volvía ahora contra él? Parte del motivo parece ser
que tuvo problemas con el poderoso Comité de Investigación debido a su
implicación en 2011 en el asesinato de uno de sus directores regionales,
Arsén Gadzhibékov. Del mismo modo, aunque Amírov fue condenado con
base en un caso diferente, su plan para usar un misil tierra-aire con objeto
de derribar a un avión en el que viajaba Saguid Murtazalíev, director del
Fondo de Pensiones Daguestaní, puso en marcha el proceso. Amírov fue
sentenciado a diez años en una colonia penitenciaria de máxima seguridad
—la fiscalía pidió trece— y la pérdida de los galardones otorgados por el
Estado (incluido uno que, irónicamente, le había concedido el propio FSB).
Se trataba de un hecho sin precedentes para uno de los hombres fuertes
locales del Kremlin, y servía como aviso para el resto de cleptócratas
locales.
Pero ni siquiera el Comité de Investigación podía ir y sacar a alguien
como Amírov de su fortaleza y depositarlo en la cárcel de Lefórtovo sin que
antes se tomara una decisión política al respecto desde el Kremlin. Los
mismos atributos que parecían hacer de Amírov un apoderado local tan
admirable —su habilidad para gestionar la compleja política étnica
partisana de Daguestán, su implacabilidad, su red de conexiones tanto en el
hampa como en el ámbito legal, su corrupción a escala industrial, su
ambición codiciosa para él y para su familia— se habían convertido en
lastres.
El Estado ruso moderno es una potencia mucho más fuerte que en la
década de 1990 y guarda con celo su autoridad política. Las bandas que
prosperan en la Rusia moderna tienden a hacerlo cooperando con el Estado
y no trabajando en su contra, y ha ascendido una nueva generación política
al poder cuyos futuros dependen más del patronazgo del Kremlim que de
los contactos con el hampa local. A este respecto, si Rusia está realmente
gobernada por un «Estado profundo» —un término que procede de la forma
en la que Turquía pareció estar gobernada durante mucho tiempo por una
élite dentro de la élite que controlaba la política entre bambalinas—,
entonces también existen unas estructuras de «crimen profundo».15 Por
ejemplo, un original estudio de Michael Rochlitz, de la Higher School of
Economics de Moscú, descubrió una relación aparentemente clara entre
funcionarios del gobierno local que usaban métodos ilegales para
apoderarse de negocios y su éxito en la captación del voto para Putin.16 En
otras palabras, si trabajas bien para el Kremlim, el Estado hará la vista
gorda. Estas redes difusas de patronazgo e intereses mutuos que conectan a
figuras políticas, funcionarios del Gobierno, líderes empresariales y capos
criminales son muy difíciles de demostrar —los supuestos vínculos de
Luzhkov, por ejemplo, solo son rumores y conjeturas—, pero sin duda
existen y desempeñan un papel fundamental en el modelado de la política
rusa. Pero solo cuando se recuerda ese axioma perenne: el Estado es la
mafia más grande de la ciudad.
«PLANCHANDO LA FIRMA»
El caso Magnitski es […] el caso de estudio más claro acerca de cómo ha sido
criminalizado todo el sistema en Rusia, de cómo los funcionarios roban a su propio país,
cómo asesinan a las personas que se interponen en su camino y cómo el sistema en su
totalidad los protege una vez que los atrapan.
Ese dicho de «la mafia es inmortal» sigue estando vigente en nuestro país. Los «salvajes
años noventa» han entrado a formar parte de la historia, con sus características. Muchas
leyendas del mundo criminal a las que conocí personalmente están ahora bajo tierra. Cada
vez hay menos asesinatos a sueldo, aunque sigue habiendo tiroteos, incluso en el centro de
la capital. Las formas más duras de extorsión han desaparecido, aunque siguen existiendo
mordidas y asaltos a empresas. Las «flechas» se han transformado en negociaciones
bastante decentes con la participación de abogados y financieros. Las disputas pistoleras
son cosa del pasado. Ahora las empresas no resuelven sus conflictos con la ayuda de
bandidos y hierros candentes, sino en los tribunales […] de ahí que existan tales niveles de
corrupción.
De las conversaciones que se citan más arriba, la primera fue con un agente
de policía en activo, la segunda, con un esbirro del mundo criminal retirado
desde hacía largo tiempo, y la tercera, con un periodista. Pero todos
comparten una perspectiva asombrosamente parecida. Curiosamente,
aunque todavía hay personas que se hacen llamar vorí v zakone, sobre todo
los apelsini, el término vor ha caído en desuso. ¿Cómo podría existir un
vorovskói mir solo compuesto de jefes de clanes y líderes, sin soldados de a
pie?
Que el crimen organizado ruso haya desarrollado una economía de
servicios tan compleja dice mucho acerca de su escala, sofisticación y
estabilidad. Por el camino, los viejos vorí v zakone están desapareciendo, al
menos según lo que dictan sus propios términos. Antes, si un criminal
llevaba un tatuaje que ellos sintieran que no merecía se arriesgaba a que le
arrancaran a la fuerza ese trozo de piel con un cuchillo, y podía sentirse
afortunado. Ahora solo tienes que pagar para que te lo hagan. A medida que
ganaban dinero y salían de las penumbras del gulag, los vorí v zakone
perdieron su vieja cultura y cohesión. En su momento, el crimen fue algo
que definía a las personas, que los apartaba del resto de la sociedad. Ahora
no es más que un nuevo camino hacia el poder y la prosperidad.
Pero no debería descartarse a los vorí tan rápidamente. Cierto es que,
aparte del gansterismo de nivel callejero, ya no hay el mismo espacio para
las viejas formas. El salto de blatnói a suka fue en cierto modo menos
dramático, y sin duda menos visible que la transición del gánster marginal
de la década de 1970 o incluso la del emergente embaucador y
extorsionador del negocio de la protección de la de 1980 para convertirse en
el hombre de los negocios criminal. Pero hay remanentes, y la progresión
ha ido relativamente en aumento: desde aprovecharse del mercado negro
hasta involucrarse en él, pasando por implicarse en todos los aspectos de la
economía, formal e informal. Una vez que han dejado de ser una minoría
confinada y acosada que dependía de la cohesión y la violencia para
sobrevivir, ya no necesitan los mismos medios para conformar y mantener
su propia comunidad. El código continúa vivo, tímidamente, en la forma de
los «acuerdos» que dominan el mundo criminal, especialmente la
percepción de que un «ladrón honrado» debe seguir siendo fiel a su palabra.
La costumbre de celebrar reuniones sjodki pervive, pero curiosamente he
oído esa expresión usada por gente de negocios aparentemente legítima en
el contexto de reunirse con empresas rivales, sin ningún atisbo de ironía o
pose bravucona.
Un vor con el que hablé en cierta ocasión se quejaba de que «nos hemos
infectado con vuestras enfermedades y estamos muriendo», pero esa
infección ha viajado en ambos sentidos. Muchos de los principios de
organización y operacionales de las altas esferas de Rusia siguen el ejemplo
de los bajos fondos. El concepto de krisha («protección») es fundamental
en los negocios y la política, sobre todo por la pervivencia de los «asaltos».
En tales situaciones, la ley no vale nada y el poder de tu krisha es el que
manda. Da la sensación de que una palabra vale más que un contrato por
escrito, que la creencia en que el hombre es básicamente «un lobo para el
hombre» y que ganar es mucho más importante que ser fiel al espíritu o la
letra de la ley. Como explorarán los capítulos finales de este libro, tal vez
no sea que los vorí han desaparecido, sino que hoy en día todo el mundo es
un vor y que al final, el vorovskói mir ha triunfado.
14
EVOLUCIONES DE LA «MAFIYA»
Proverbio ruso
¡Que la Vía del Ladrón se extienda para siempre como dicta la Costumbre del Ladrón! ¡Paz y
prosperidad y que Dios Nuestro Señor traiga fortuna a los Ladrones y a Nuestra Casa! Os
saludamos como a personas respetables que apoyan sinceramente el curso de los Ladrones y la
vida de los Ladrones. Con este mensaje, nosotros los Ladrones advertimos a los presos de que
«Rovshán de Lankoran» y Gia Uglav «Taji» son unas putas que seducen a la gente de nuestra casa
y extienden el desorden entre nuestra gente. Detenidos, tened en cuenta que quienes les ayudan a
ellos y a sus maléficos espíritus, tanto en sus obras como en su imagen, son esencialmente lo
mismo, son igual de putas, de modo que todo aquel que se considere un preso decente debe actuar
en consonancia a ello. Nos limitaremos a esto, deseándoos a todos lo mejor de Dios Nuestro
Señor, protección y unidad, y que Nuestra Casa prospere.6
Dzhaníev era más de la vieja escuela de los vorí y tenía mucho menos que
perder, le importaban poco las repercusiones que tuvieran sus actos y no
tenía tanta perspectiva de futuro. Aunque es poco probable que fuera él
quien ordenara el asesinato final de Usoyán en 2013, sin duda no se deshizo
de la idea de un plumazo, y esto no debilitó su reputación en absoluto a
corto plazo. La mala fama puede ser un activo determinante para un
criminal con una red y unos recursos relativamente limitados, ya que
significa que se le tomará más en serio que a sus pares. Esto hace que haya
más criminales insatisfechos dispuestos a unirse al grupo, generando una
especie de profecía autocumplida. En cualquier caso, convertirse en
insurgente no deja de ser peligroso. Tuviera algo que ver o no en la muerte
de Usoyán, Dzhaníev era un cabeza de turco perfecto por tres motivos: era
plausible, inconveniente y de poder moderado, por lo que ir en su contra no
motivaría una guerra entre mafias de carácter general.7 Poco después, uno
de los aliados más cercanos de Dzhaníev en Abjasia fue abatido en Sujumi,8
y otro fue asesinado en Moscú.9 Dzhaníev se ocultó; según ciertos rumores
había sido asesinado varias veces en Turquía o arrestado en Azerbaiyán, o
bien estaba vivo y coleando en Dubái.10
Después, la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y el
consiguiente empeoramiento acelerado de las relaciones con Occidente
llevó a una repentina crisis económica. Nuevamente, las bandas sin aliados,
cobertura política y grandes fortunas eran vulnerables. Entre los criminales
que se habían unido a Dzhaníev había varios implicados en el tráfico de
heroína, una importante fuente de ingresos que este se planteó aprovechar,
pero no tenía paciencia para desarrollar la compleja logística necesaria.
Esas ideas quedaron en nada, y Dzhaníev, súbitamente, no era solo un paria,
sino, lo que es peor, un paria en la bancarrota. Muchos de sus aliados
volvieron por donde habían venido, y algunos conocían sus rutas y sus
planes. El fin estaba cerca.
Había vivido a caballo entre Azerbaiyán y Turquía, pero los rumores de
asesinato un tiempo atrás en Estambul demostraron ser proféticos: en
agosto de 2016 conducía por el centro de la ciudad cuando su Range Rover
fue acribillado con la balas de un rifle de asalto con silenciador mientras
estaba detenido en un semáforo.11 Pero, en cualquier caso, en cuanto
desapareció de la vista, sus enemigos olieron la sangre con esa sensibilidad
de tiburones del crimen organizado y comenzaron a cobrarse viejas deudas
y a recaptar activos. Por ejemplo, Mikeladze fue detenido poco después de
la muerte de Usoyán y encarcelado por tráfico de estupefacientes; su otro
lugarteniente, «Timoja», huyó a su Bielorrusia natal, pero murió asesinado
a tiros allí en 2014.12 Para finales de 2016, la banda de Dzhaníev estaba
básicamente muerta.
Obviamente, la propia naturaleza de Dzhaníev aseguraba que la historia
sería corta pero sangrienta. Sin embargo, resulta también asombroso hasta
qué punto su trayectoria dependió de factores externos fundamentales,
golpes encajados y oportunidades perdidas. Ni que decir tiene que el crimen
organizado sigue siendo poderoso en Rusia y Eurasia, aunque en muchos
lugares sus raíces «bandoleras» se hayan transformado. No obstante, los
progresos que se han realizado —y el capítulo final intentará llegar a
algunas conclusiones al respecto— dependen en gran parte de que haya una
estabilidad constante en la propia hampa y de cómo sigue adaptándose a
nuevas presiones y nuevas oportunidades.
Hasta 2008 creíamos que siempre que compráramos a la policía y a los funcionarios todo
iría genial, que el dinero seguiría entrando y el futuro estaba a salvo.
En mi opinión, las sanciones servirán para que más bandas rusas emigren a Europa; ¿por
qué no iban a hacerlo, si la economía local está en crisis y el euro vale mucho más que el
rublo?
NUEVAS OPORTUNIDADES
Por una parte, son tiempos duros, pero, por otra, hay todo tipo de nuevas formas de ganar
dinero, desde comprar armas del Donbass hasta hacer contrabando de productos
embargados hacia el interior del país. Lo que está claro es que nada se quedará como está,
y eso supone […] más presión para el orden establecido.
Los sucesivos aprietos económicos han hecho que la lucha por el control de
las fuentes de ingresos principales —especialmente las nuevas— adopte
mayor importancia. La Ruta del Norte de la heroína afgana era y sigue
siendo la más lucrativa, claro está, pero también es en la que resulta más
complicado introducirse. En cualquier caso, eso ha significado que las
bandas que operan en las principales arterias, capaces de participar de
manera directa o de exigir sin más un tributo para asegurar el paso, se han
enriquecido progresivamente. Con esa riqueza las bandas pueden corromper
funcionarios, pagar nuevas oportunidades, mantener contentos a los líderes
y a los «soldados» y atraer a nuevos reclutas, entre ellos miembros
desafectos de otras bandas.
El incremento de los contactos criminales con Bielorrusia ha reportado
también cierta bonanza a las bandas de las ciudades rusas cercanas como
Briansk y, sobre todo, Smolensk, debido a su localización en la carretera de
Moscú a Minsk. A decir verdad, esas bandas no eran la joya de la corona del
hampa rusa. Antes de 2014 eran básicamente los primos pobres de pueblo
de las poderosas redes de Moscú y San Petersburgo. Sin embargo,
prosperaron inesperadamente gracias a su capacidad para «fiscalizar» el
paso del contrabando de mercancías. Esto les proporcionó los recursos
añadidos para atraer a más miembros, sobornar a funcionarios e invertir en
nuevos negocios criminales.
Con todo, China ofrece mejores oportunidades a largo plazo, a pesar de
que a las bandas rusas les cueste mucho más aprovecharlas y puedan de
hecho requerir una disposición a aceptar una posición subordinada. La caída
de la Asociación de Ladrones del Extremo Oriente tras la muerte de
Yevgueni Vasin en 2001 y el fracaso de la sjodka celebrada en 2012 para
intentar resolver las disputas entre los «orientales» ha dejado este mercado
prácticamente en bandeja a quien lo quiera, como se debatió en el capítulo
9. Los conflictos entre las bandas interiores, costeras y fronterizas parecen
proclives a intensificarse, con las bandas chinas y otras asiáticas (entre ellas
algunas yakuza y coreanas) dispuestas a capitalizar el resultado.
A medida que Vladímir Putin legitima su gobierno —y paga a sus aliados
más cercanos con varios proyectos de prestigio—, esto también crea todo
tipo de nuevas oportunidades, grandes y pequeñas. Los Juegos Olímpicos
de Invierno de Sochi supusieron un infame reclamo en particular, uno que
tal vez contribuyó al asesinato de Aslán Usoyán en 2013. El proyecto en su
conjunto costó unos 55.000 millones de dólares, haciendo de estos Juegos
de Invierno los más costosos de la historia.23 Esto es reflejo en parte del
desafío de montar unos Juegos de Invierno en un emplazamiento
subtropical, pero también es producto de unos niveles monumentales de
despilfarro y robo. Según la ONG Transparencia Internacional, la
corrupción añadió todo un 50 por ciento a los costes de construcción,
indicando que tal vez se repartieron 15.000 millones de dólares.24 Usoyán
fue el primero de los protagonistas principales en identificar el potencial de
beneficios que podrían hacerse a partir de la decisión de 2007 de conceder
los Juegos a Sochi, que era una de sus bases de poder. Se introdujo
rápidamente en las industrias locales de la construcción y de hostelería,
aunque es justo decir que al parecer fueron los funcionarios corruptos y los
empresarios quienes robaron las mayores sumas. No obstante, la
preponderancia local de Usoyán («era como un gobernador aquí, pero del
mundo criminal […]; es prácticamente un segundo gobernador»)25
molestaba lo suficiente como para que su red sufriera las pérdidas regulares
de agentes locales y lugartenientes asesinados por sus rivales. En 2009, el
vor local Álik «Sóchinski» Minalián fue asesinado en Moscú, posiblemente
cuando visitaba a Usoyán.26 En 2010, dos de los hombres de Usoyán fueron
acribillados en el propio Sochi y uno de ellos —el especulador inmobiliario
Eduard Kokosián («Karás»)— fue asesinado.27 Obviamente, el verdadero
dinero lo ganaron los oligarcas a los que se les concedieron contratos
importantes por valor de miles de millones, pero incluso a través de las
subcontratas de trabajo, tales como proporcionar obreros vinculados a las
bandas (que a menudo procedían virtualmente de la trata de blancas de Asia
central y eran obligados a regresar una vez cumplido su cometido) los
principales criminales también podían beneficiarse de la propia
construcción.
En 2009, la decisión del Gobierno de prohibir todo tipo de apuestas
organizadas y desarrollar en su lugar cuatro (después serían seis) núcleos de
casinos turísticos al estilo de Las Vegas está teniendo también un inevitable
impacto en el hampa.28 Obviamente, en realidad esto está demostrando ser
tan efectivo como la Ley Seca de Estados Unidos y la campaña contra el
alcohol de Gorbachov, conduciendo a los jugadores habituales a los juegos
ilegales clandestinos y los casinos que dirige el crimen organizado. Aparte
de la competición por estos juegos, esos nuevos megaestablecimientos,
todos situados en puestos fronterizos con el objeto de acceder también a
mercados extranjeros, ofrecen nuevas perspectivas de negocio para los
criminales. Las localizaciones planeadas están en Vladivostok (para el
mercado del Pacífico), Kaliningrado (para el europeo), Ciudad de Azov en
la región sudoeste de Rostov (para Oriente Próximo) y una localización
remota en la región de Altái al sur de Siberia (para Asia central y
occidental), a las cuales se añadieron más tarde Yalta, en Crimea, y Sochi.
Se le dio prioridad al Ussuri Bay Resort de Vladivostok, que abrió en 2015,
y las bandas (y los funcionarios locales corruptos) se apresuraron
inevitablemente a comprar empresas de la construcción e inmobiliarias
estratégicas y asegurarse contratos con presupuestos inflados para los
negocios que se encuentran bajo su control.29 Los beneficios potenciales de
estas nuevas empresas suponen nuevamente una poderosa fuerza para atraer
a oportunistas y distorsionar el orden establecido.
Todos saben que los rusos son buenos en matemáticas. Nuestros codificadores de software
son los mejores del mundo, por eso nuestros hackers son los mejores del mundo.
Teniente general BORÍS MIROSHNIKOV, Departamento K (delitos informáticos) del MVD (2005)30
No habrá nueva revolución criminal en Rusia […] Podemos afirmarlo: la época de las
guerras criminales forma parte del pasado.
Los representantes del mundo criminal comparten la misma opinión: las escaramuzas sangrientas
no volverán a producirse, hay otros métodos para resolver los problemas: fraude, corrupción,
chantaje. Los matones del pasado han madurado y se han convertido en personas serias que hacen
negocios honrados. Pero, al parecer, no todos los problemas se resuelven sin el uso de las armas, y
en algunos casos el método más seguro es que «muera el perro y se acabe la rabia».46
Proverbio ruso
¿Pueden los vorí ser usados como arma arrojadiza? En septiembre de 2014,
el agente de la Kapo (policía de seguridad) estonia Eston Kohver estaba a
punto de reunirse con un informante en un bosque apartado a las afueras del
pueblo de Miikse, cerca de la frontera rusa. Tenía refuerzos a mano, pero en
cualquier caso nadie esperaba lo que acabó sucediendo: un escuadrón de
asalto armado del FSB cruzó la frontera, inutilizó su radio y lanzó granadas
aturdidoras para perturbar cualquier intento de impedir su captura. Era
obvio que se trataba de una emboscada.1 Kohver fue trasladado primero a
Pskov y después a Moscú. Allí fue acusado de haber cruzado la frontera
rusa (a pesar de que las tropas fronterizas rusas habían firmado un protocolo
confirmando que el ataque había sucedido en el interior de Estonia)2 y fue
condenado bajo la acusación ficticia de espionaje. Incluso su radio y pistola
de servicio fueron presentadas como «prueba» de su estatus de espía.
Aunque fue sentenciado a quince años de prisión, un año después de su
secuestro fue intercambiado por un agente ruso, pero esta no parece ser la
causa principal de ese desvergonzado asalto. Ni siquiera se trataba de
demostrar el poderío de Rusia y su voluntad de invadir el territorio.
La intención parece haber sido malograr la investigación que llevaba a
cabo Kohver. Pero esa investigación no tenía relación con nada que pudiera
garantizar un incidente diplomático de esas características, sino que se
trataba meramente de contrabando ilegal de tabaco a través de la frontera.
La evidencia, respaldada por conversaciones con agentes de seguridad
estonios y de otros países, indica que el FSB estaba facilitando esa actividad
contrabandística a cambio de una parte de los beneficios. No lo hacían por
el enriquecimiento personal de los agentes al cargo, sino para financiar
medidas políticas activas en Europa que carecieran de «huellas dactilares»
rusas. Como tuiteó el presidente de Estonia en aquel momento, Toomas
Hendrik Ilves: «Kapo, igual que el FBI en Estados Unidos, lidia tanto con
contraespionaje como con el crimen organizado. Solo que en algunos sitios
resultan ser la misma cosa». Aquello recordaba a algo que dijo el otrora
director de la CIA James Woolsey en 1999: «Si tuvieras oportunidad de
entablar conversación con un ruso que habla inglés bien […] lleva un traje
de tres mil dólares y un par de zapatos Gucci, y te dice que es ejecutivo de
una empresa de comercio rusa […] caben cuatro posibilidades». Estas eran
que se tratara de un hombre de negocios, de un espía, un gánster o «puede
que sea las tres cosas al mismo tiempo y que no suponga problema alguno
para ninguna de esas tres instituciones».3
[En Rusia] el nexo entre el crimen organizado, algunos funcionarios del Estado, los
servicios de inteligencia y los negocios enturbian la distinción entre política de Estado y
ganancias privadas.
impacto indirecto de alto nivel en la Unión Europea. Esto se experimenta a través del lavado de
dinero y las inversiones. Esas actividades distorsionan la competencia legal e incluso la destruyen;
elevan los precios y la inflación en el mercado inmobiliario y otros similares; incrementan la
corrupción de las prácticas y las culturas empresariales; generan pérdidas concretas en negocios
legales y economías nacionales de la UE; aumentan el lucro y la aceptación social de las
actividades criminales; facilitan la penetración del crimen organizado y su integración en las
estructuras legales; legalizan los procesos delictivos, a los delincuentes y sus actividades, y, a su
vez, perjudican seriamente muchos elementos legales de las sociedades de la UE.10
¿Es Crimea la primera conquista de la historia llevada a cabo por criminales que trabajan
para un Estado?
Los beneficiarios son los políticos, los oligarcas y los gánsteres. Carbón, oro, petróleo y
tabaco. Por eso es por lo que luchan en la Ucrania oriental.
Los incentivos perversos son la cruz de muchos de los planes que parecen
perfectamente delineados. Si Moscú se ofrece a reemplazar tu coche
siempre que te lo roben o sea declarado siniestro total, ¿para qué
preocuparse por conducir sensatamente o cerrarlo con llave por la noche?
De hecho, ¿por qué no venderlo y decir que te lo han robado? Por
desgracia, esto también puede aplicarse a las municiones prometidas a las
milicias en la región del Donbass en el sudeste de Ucrania. Si reclutas a
criminales y aventureros, les das armas, los colocas en un conflicto fluido y
caótico emplazado a lo largo de rutas de contrabando establecidas y
prometes cumplir con el gasto que se haga en la batalla, no puede
sorprenderte mucho que se inicien escaramuzas contras las fuerzas del
Gobierno ucraniano sin más razón que tener una excusa para liquidar,
digamos, unas diez mil balas para informar de que has usado el doble de
ellas. Cuando llegan veinte mil balas más de los arsenales ocultos en el
Donbass, el exceso puede descargarse limpiamente en el mercado negro
para sacarle beneficio.27
Moscú presuntamente pensó que confiando gran parte de la lucha a las
milicias locales podría librar su guerra no declarada contra Kiev de manera
indirecta y barata, pero en la práctica eso generó una situación en la que
apenas tenían el control de sus teóricos aliados. De hecho, se vieron
embaucados por ellos desde el principio y no tardaron en pagar el precio en
la forma de un ascenso de los crímenes violentos y del tráfico de armas en
casa. En Rostov del Don, la ciudad del sur de Rusia que ejerce como núcleo
de apoyo logístico para la guerra, había un problema en auge. En 2015, la
región de Rostov era la novena más criminalizada de Rusia, pero al año
siguiente ya era la séptima, y la ciudad se había convertido, según ciertos
cálculos, en la más peligrosa de Europa, a pesar de que anteriormente ni
siquiera ocupaba un lugar entre las diez primeras.28
En su momento, la operación del Donbass seguramente parecía una idea
genial. Crimea había resultado sencillo, y los rusos, como si fueran llevados
por el empuje de su éxito, se volvieron incluso más ambiciosos. La idea no
era anexionar la lúgubre y cenicienta Donbass, a pesar de su relativamente
elevado número de habitantes de etnia y lengua rusas. Se trataba de generar
una especie de revuelta allí para poner presión sobre Kiev. Los rusos
pensaban que Ucrania tendría que reconocer la hegemonía regional de
Moscú, lo que asumían que se produciría de manera rápida e inevitable. Así,
si el objetivo en Crimea era crear un nuevo orden, en el Donbass era más
bien el de generar el caos, aunque fuera un caos controlado que sirviera
como arma arrojadiza.
Con ese objeto, los rusos se dispusieron a diseñar una insurrección local
de los rusoparlantes alarmados ante el nuevo régimen de Kiev. Intentaron
avivar los problemas en varias ciudades de la región, la mayoría de los
cuales fueron sofocados o nunca llegaron a despegar desde un principio.
Con todo, en Donetsk y Lugansk, su éxito inicial permitió que Moscú
estableciera regímenes aliados, las denominadas Repúblicas Populares de
Donetsk y Lugansk. El ejército ruso siguió siendo la última salvaguardia de
estos seudoestados, pero Moscú quería darle a la operación una apariencia
de auténtico movimiento popular. Animó a nacionalistas, aventureros,
mercenarios y cosacos de Rusia a unirse a las fuerzas locales. Como
resultado de ello, surgió un conjunto de milicias desconcertante,
colecciones a menudo destartaladas, de auténticos voluntarios desertores del
Gobierno y gánsteres locales.
Para los vorí, esto supuso una oportunidad preciosa para convertir la
fuerza que ejercían en las calles en una forma de poder legal. Aunque la
Ucrania postsoviética había tenido cierto éxito parcial en la construcción de
un Estado funcional basado en la ley (en todo caso, en 2014 la corrupción
era un problema mayor incluso que en Rusia), el este había resultado
especialmente problemático, en poder de una camarilla aparentemente
indestructible de oligarcas y gestores políticos corruptos.29 En suma, «los
magnates del Donbass —algunos de los cuales ya eran criminales con la ley
soviética— impidieron que reinara el imperio de la ley y limitaron
severamente la formación de una sociedad civil».30 Si a eso le unimos una
gran concentración de prisiones locales y una economía local defectuosa
que animaba a las bandas callejeras, seguramente no sorprenda demasiado
que se diga comúnmente que «uno de cada tres hombres de la región de
Donetsk se encuentra en prisión, lo ha estado o lo estará».31
Una vez que los rusos despojaron al Gobierno de parte del control del
Donbass, los líderes criminales de la ciudad celebraron una sjodka en
diciembre de 2014 para decidir cómo responder a ello.32 Optaron por
aprovecharse al máximo de la nueva situación y, de hecho, animaron a los
vorí que se encontraban en zonas del Donbass controladas por el Gobierno
a dirigirse a territorio rebelde.33 Mientras tanto, la producción ilegal de
alcohol y tabaco falsificados y su exportación a Rusia, Ucrania y Europa
aumentó, ahora que los criminales estaban al mando.34
Resulta interesante apuntar que los comandantes de la «rebelión»
utilizaban por lo general nombres de guerra como «Motorola», «Batman»,
«Strelkov» («Francotirador») y «Givi», como si hicieran un homenaje a los
klichki del gánster. La mayoría de las figuras protagonistas eran aventureros
entusiastas o veteranos de los cuerpos militares y de seguridad. No obstante,
las milicias y muchos de los oficiales de segundo rango procedían del
hampa. Estos aportaron una cultura de la intimidación, la violencia y el
robo. Un voluntario ruso que había acudido para luchar genuinamente
creyendo la propaganda que emitía Moscú acerca de que los «fascistas»
ucranianos habían salido a perseguir a los rusos, despertó de golpe cuando
se unió realmente a la milicia: «Cuando llegas allí te das cuenta desde el
primer minuto de que no se trata de una unidad militar, sino de una
auténtica banda».35
No cabe duda de que los rebeldes pueden crean caos y lo han creado, y
en el momento de redactar esta obra, en 2017, este miserable conflicto no
tiene visos de acabar. Pero lo cierto es que en lo que concierne al uso de las
personas como arma arrojadiza, es más fácil generar caos que control.
Varios oficiales han sido asesinados, probablemente por cuerpos especiales
rusos, precisamente porque se volvieron demasiado testarudos y peligrosos.
La mayoría de los combates a menor escala parecen descontrolados,
siempre que no sean impulsados por el aburrimiento o por la oportunidad de
ganar dinero. Mientras tanto, el índice de muertes por asesinato de Rostov
del Don ha aumentado enormemente (hasta un 19 por ciento en 2016) y el
suministro de armas ilegales se ha extendido drásticamente a medida que
los Kalashnikov, e incluso armas más pesadas, vuelven a fluir hacia el
mercado negro ruso.36 Independientemente de que el Kremlin considere
esto un éxito o no, lo que está claro es que la del Donbass es una guerra
criminal y no solo en términos de leyes internacionales.
Desde que Putin regresó a la presidencia tras su breve período como primer
ministro-marionetista entre 2008 y 2012, Rusia se ha venido convirtiendo
progresivamente en un Estado en plena movilización.38 Aunque no lo dicte
ninguna ley, en la práctica, el régimen se reserva el derecho de convocar a
cualquier individuo u organización, desde una compañía a un medio de
comunicación, para que funcione como avanzadilla de los planes del
Kremlin. Esto puede ir desde la donación de fondos para una causa a la que
quiere apoyar de manera oculta, hasta proporcionar una identidad secreta
accesible para un espía. No es nada nuevo. A principios de la década de
2000 se construyó un enorme palacio en Gelendzhik, a orillas del mar
Negro, supuestamente para ser usado por Putin y financiado con dinero
proporcionado por oligarcas como «gravamen» que tenía que ser destinado
a la mejora de la infraestructura sanitaria. La historia ha sido desmentida,
pero en cualquier caso se lo conoce como el «palacio de Putin».39 Durante
los últimos años, no obstante, la Rusia de Putin se ha puesto en pie de
guerra, al menos psicológicamente, sobre todo a medida que emergía el
nuevo conflicto geopolítico. La disidencia se ha tomado cada vez más como
traición, y los intereses del actual régimen se presentan como los intereses
de Rusia en su conjunto.
Si combinamos eso con las relaciones de larga duración entre el hampa y
las altas esferas, en particular a través de las agencias de seguridad, se dan
la condiciones para un tipo diferente de movilización. En el pasado, el
Estado ha usado esos vínculos de forma esencialmente negativa: para
confirmar las nuevas reglas del juego tras el ascenso de Putin al poder, por
ejemplo, o para advertir a las bandas chechenas contra el apoyo a los
rebeldes en su tierra. Pero, desde entonces hasta ahora, así como el Estado
soviético utilizó a los vorí como instrumentos, ya fuera para controlar a los
presos políticos en los gulags o a extranjeros comprometedores, el Kremlin
de Putin también se ha servido de ellos.
Ahora bien, no es que todas las operaciones criminales rusas sean
instrumentos del Kremlin para influir en el extranjero. No todos los grupos
o redes pueden ser inducidos a convertirse en parte de lo que podría
llamarse el «Crimintern» de Moscú, el sucesor del mundo criminal para la
antigua Internacional Comunista Soviética. De aquellos que he definido
como «crimen organizado con base en Rusia» (RBOC, según sus siglas en
inglés), su característica crucial es que, aunque operan en el extranjero,
mantienen grandes intereses en Rusia. Puede que se deba a que sus
miembros siguen teniendo familia o bienes allí, o a que el núcleo de su red
está en Rusia. En cualquier caso, significa que el Kremlin puede usarlo
contra ellos. Como me dijo un agente del contraespionaje de manera poco
elegante, pero convincente, respecto a un vor RBOC, «mientras siguiera
teniendo los huevos en Moscú, los rusos podrían apretárselos».40 Esto no
tiene que ver necesariamente con la etnia de la que sean ni con la lengua
que hablen, sino simplemente con lo expuestos que estén. Algunos de los
gánsteres de etnia rusa expatriados en España, por ejemplo, prácticamente
han emigrado, trasladando a sus familias y sus bienes al exterior de su país
natal. Del mismo modo, figuras clave de las bandas georgianas que operan
en Francia, Italia, Grecia y Países Bajos mantienen vínculos significativos
con Rusia. Artur Yuzbáshev, detenido en Francia en 2013 por formar parte
de una banda internacional que asaltaba casas, y condenado en 2017, no
solo tenía un guardaespaldas checheno, sino que había sido detenido en
Moscú en 2006.41 Cumplió solo dos meses de prisión por posesión de
estupefacientes, pero en ese período estableció unos vínculos con un grupo
criminal con base en Rusia que supuestamente continuó tras su llegada a
Francia en 2010. Por el contrario, la considerable red de crimen organizado
de gánsteres georgianos y armenios acusados en 2012 por asaltos a
viviendas y robos a lo largo de Francia y Bélgica no tenía contacto directo
con Rusia, por lo que su delito no fue considerado RBOC.42
En cualquier caso, el RBOC es utilizado cada vez más de manera
ocasional para desempeñar una variedad de funciones en la «guerra
política» que libra Moscú para dividir, distraer y desmoralizar a Occidente,
especialmente a Europa, aunque solo cuando los servicios de inteligencia de
Rusia no tienen otra alternativa.43 Aunque sus agencias de seguridad
desarrollan cada vez más sus propias capacidades para los delitos
informáticos, Moscú sigue dependiendo del reclutamiento de piratas o
simplemente acude a ellos de vez en cuando a cambio de permitirles seguir
en libertad. En particular, proporcionan «capacidad de reacción» para
operaciones importantes como los ataques a Estonia de 2007 y Georgia en
2008, así como alteraciones telemáticas continuas en Ucrania. Estas
acciones de pirateo informático suelen tener la intención de apoyar la
subversión política, y para eso hace falta dinero. Como demostró el caso
Kohver, los grupos RBOC pueden utilizarse también para fondos chórnaia
kassa («cuentas clandestinas») que se usan para delinquir en el extranjero
de manera más fácil y directa que sacando el dinero de Rusia, y sin un claro
riesgo de que el rastro de los pagos conduzca hasta Moscú.
A un nivel más táctico, los profesionales adeptos al traslado de personas
y mercancías a través de las fronteras son valiosos en las operaciones de los
servicios de inteligencia. En 2010, por ejemplo, once espías de la SVR que
operaban de manera muy encubierta en Estados Unidos fueron
desenmascarados en la Operación Ghost Stories, liderada por el FBI.44
Supuestamente, el más hábil se llamaba Christopher Metsos, y consiguió
huir a Chipre. Fue detenido, pero después salió en libertad bajo fianza, tras
lo cual desapareció rápidamente a pesar de todos los esfuerzos por
mantenerlo vigilado. Varios agentes de contraespionaje estadounidenses me
hicieron saber que ciertos traficantes de personas RBOC usaron sus
conocimientos y contactos para enviar encubiertamente a Metsos de regreso
a Rusia o a otra jurisdicción en la que los agentes del servicio de
inteligencia ruso pudieran concretar su retorno.
En el extremo más muscular del espectro, algunos asesinatos adjudicados
al servicio de inteligencia ruso parecen haber sido subcontratados a sujetos
RBOC, tales como los de varios partidarios de Chechenia y otros militantes
del norte del Cáucaso en Estambul. Nadim Aiúpov, al que las autoridades
turcas acusan de asesinar a tres supuestos terroristas chechenos a cuenta del
FSB, era un miembro de un grupo de crimen organizado con base en Moscú
que hasta entonces se había especializado en el robo de coches.45 Del
mismo modo, grupos RBOC pudieron estar detrás del apoyo encubierto a
organizaciones militares de filiación rusa como en el caso célebre del Frente
Nacional Húngaro, los agitadores que participaron en el intento de golpe de
Estado respaldado por Moscú en Montenegro en 2016 en una campaña para
impedir que entraran a formar parte de la OTAN.46
Sinceramente, a veces no sabemos si estos tipos son espías o criminales. Pero lo cierto es
que, aunque realicen operaciones [de inteligencia] aquí en Alemania, en Rusia malversan,
roban y asaltan empresas.
Me pregunto si no harán más daño que bien al Kremlin.
«Ah…, si yo fuera Putin me preocuparía por lo que hacen en casa».
En la época soviética, los miembros del KGB eran parte de una élite. Pero cuando la Unión
Soviética se derrumbó y Rusia se sumergió en el nuevo capitalismo, los agentes del KGB
emergieron como líderes de los negocios. Se vieron superados por vendedores más jóvenes y
veloces: una nueva hornada de oligarcas. Los veteranos del KGB encontraron su vocación
entonces en el segundo y tercer escalafón de las nuevas estructuras empresariales, dirigiendo los
departamentos de seguridad de los imperios de los magnates. Ya no eran los amos del universo,
ahora servían a los nuevos ricos.50
Proverbio ruso
Hoy en día no quedan ya ladrones de verdad. Todo se vende por un precio y se decide
según el dinero.
—¿Sóis gánsteres?
—No, somos rusos.
¿Qué sería una película de gánsteres sin una escena de un funeral? Junto a
la entrada del cementerio Vagánkovo, en la zona centro oeste de Moscú,
vemos un contraste revelador. A un lado hay una estatua de piedra de un
ángel en actitud contemplativa, la tumba de Vlad Lístiev, el honrado
popular presentador de televisión y periodista, cuyo asesinato, en 1995,
nunca fue resuelto, pero que fue probablemente producto de la lucha por
controlar la cadena Ostankino TV. Casi frente a este se halla la grandiosa y
pomposa tumba de los hermanos Amirán y Otari Kvantrishvili, padrinos
asesinados por aquella misma época. Otro ángel, pero rodeado por un halo
y con las alas extendidas, se yergue ante una cruz de piedra de gran altura,
con las manos sobre las lápidas relucientes con inscripciones doradas de los
dos gánsteres. El contraste entre las representaciones físicas de respeto y
reverencia que hay entre las dos es pasmoso.
Quizá, cuando «Osia» Butorin decidió fingir su fallecimiento en 1999, el
hecho de que mandara colocar sus cenizas en un pequeño nicho modesto y
celebrara una ceremonia tranquila, en lugar de ofrecer póstumamente el tipo
de ritual fastuoso que se estilaba entre los líderes de las bandas criminales
por aquellos tiempos, tendría que haber servido como indicio para saber que
en realidad no estaba muerto. El funeral del mafioso, un ingrediente básico
de los «locos años noventa» y prácticamente un cliché estimado desde
entonces, no era solo la ocasión para despedirse de un colega (o un rival),
una oportunidad para hacer negocios y una muestra de riqueza y
seguimiento de la etiqueta del mundo criminal. Era mucho más que eso. Se
trataba de un caso de «profesión del gansterismo», sobre todo porque gran
parte de la pompa se basaba conscientemente en las muestras
cinematográficas de las películas de Occidente. También era una
demostración de poder: desde ese momento, aquella porción de tierra no
pertenecería a la sociedad ni al Estado, sino a los vorí.
Tales exhibiciones tenían su importancia, sobre todo cuando se les
otorgaba permanencia a través de lápidas y otros monumentos funerarios.
Olga Matich deconstruyó esa imaginería de calidad fotográfica que hay en
las tumbas a través de su mirada a las lápidas mortuorias de los criminales
de Moscú y Ekaterimburgo, que por una parte querían borrar el rastro de
violencia de las vidas de los gánsteres (y a menudo de sus muertes), y al
mismo tiempo resaltaban las virtudes propias del entorno: la fortaleza física,
la familia y la riqueza.16 Al fin y al cabo, muchos de los gánsteres fallecidos
eran representados vistiendo chándal y mostrando los símbolos de su éxito,
desde las llaves del BMW a joyería maciza. Poco sutil, sin duda, y también
de pésimo gusto. Pero son memoriales que se ajustan a los valores del
mundo de los ladrones de la década de 1990. Mis observaciones personales
de los cementerios de Moscú indican que, en la década de 2000, esos estilos
estaban cambiando. La complacencia en la estatuaria descarada seguía
siendo la norma para los gánsteres poderosos, pero lo más probable es que
se representara al criminal en actitud contemplativa, sin ninguna cadena de
oro a la vista, ni ángeles u otras características de la iconografía de la
Iglesia Ortodoxa. La tumba de Aslán «Ded Hasán», por ejemplo, hace que
incluso la de los Kvantrishvili parezca pequeña, pero es ambigua: una
estatua a tamaño real del individuo vestido de traje, de pie entre dos altos
obeliscos. Podría haber sido perfectamente tanto un oligarca o un director
de teatro como un padrino de la mafia. Al verla, parece que tenga la
intención de disimular su pasado criminal, y sobre todo, de que no pareciera
foráneo.
En la cultura popular ha tenido lugar una metamorfosis parecida.
Recordemos al gánster del siglo XVIII Vanka Kain, del que se habló en el
primer capítulo, que fue tal vez el primer (anti) héroe de la literatura
popular rusa, inspiración para toda una serie de fábulas absurdas contadas
una y otra vez en la taberna o junto al fuego antes de pasar a las páginas
escritas.17 Su mito acabó siendo adornado con todo tipo de historias
románticas y desfachatadas, desde las que exageraban su condición
(robando palacios imperiales) hasta las redentoras (Kain estaba dispuesto a
abandonar su vida criminal para casarse con una buena mujer). Al final, no
obstante, se trataba de un «ladrón honrado», pero no un hombre honrado,
sino un hombre malo cuya única virtud era que quienes intentaban
capturarlo no eran mejores que él, lo que recalcaba la decadencia moral de
gran parte del resto de la sociedad.
En la Rusia postsoviética, la figura del gánster se ha normalizado.
Aunque actualmente el drama de policías y espías goza de mucho más vigor
y popularidad en la literatura, el cine y la televisión, el gánster continúa
siendo un ingrediente esencial. Los cuentos de ficción y los relatos sobre
«crímenes reales» siguen llenando las librerías, y el crimen organizado
aparece regularmente en la pantalla. Es posible que ya no pueda hablarse de
la «casi absoluta criminalización de la cultura popular postsoviética, la
preocupación por el crimen como tema principal en prácticamente cualquier
género de narrativa».18 Por otra parte, dado que las representaciones de la
policía también se han hecho más populares (y positivas), tal vez la
«criminalización» simplemente haya dado paso a «la ley y el orden». En
cualquier caso, las representaciones estridentes, ultraviolentas e
implícitamente entusiastas de la década de 1990 han pasado cuando menos
a matizarse un poco.
Pensemos, por ejemplo, en la evolución que se produce desde los filmes
Brat («Hermano») y Brat 2 hasta la serie de televisión Brigada y la más
reciente Fizruk («El profesor de Educación Física»). Brat (1997) era una
producción de bajo presupuesto en la que Danila Bagrov, recién salido del
servicio militar, vaga a través de un San Petersburgo decadente lleno de
gánsteres, más interesado en el último cedé del grupo de rock ruso Nautilus
Pompilius que en ninguna otra cosa. A pesar de ello, especialmente gracias
a su incapaz hermano Víktor, se ve involucrado en una serie de conflictos
con gánsteres, en los cuales, a pesar de afirmar frecuentemente que en el
ejército solo había hecho trabajo administrativo, demuestra una
competencia serena y letal. A veces se presenta como un caballero con
armadura oxidada, y otras como asesino a sueldo, pero en cualquiera de los
casos, en esta película, que se convirtió en un éxito de culto, el hampa se
percibe como algo sórdido e inmoral, pero también inevitable y que está
más allá del control de los medios legítimos. La única respuesta efectiva es
la de convertirse en un justiciero, un malhechor de los buenos.
El éxito de la primera película llevó a que se realizara rápidamente una
secuela, Brat 2, en 2000, que tenía un trasfondo diferente, más nacionalista.
Una serie de desventuras llevan a Danila a Chicago, donde su hermano y él
acaban dejando su impronta tanto en los gánsteres estadounidenses como en
los ucranianos. Víktor permanece en Estados Unidos, pero Danila regresa a
casa con la chica, con el dinero y con su orgullo ruso intacto, además de con
la posibilidad de pronunciar un discurso de apertura exaltando la
espiritualidad de los valores rusos sobre el materialismo estadounidense:
¿Cuál es tu poder, americano? ¿Es realmente el dinero? Mi hermano dice que es el dinero. Tenéis
un montón de dinero. ¿Y qué? El poder verdadero lo da la verdad. Quien tiene la razón tiene la
fuerza. Engañaste a un hombre y te quedaste con su dinero. ¿Te ha hecho eso más fuerte? No, no
lo ha hecho, porque no tienes razón y la persona a la que engañaste sí. Eso significa que él es más
fuerte.
La shansón rusa es como una revista pornográfica. Todo el mundo las lee, todos las
escuchan, pero no se atreven a admitirlo.
No sé por qué se sorprenden tanto en Occidente con la «mafia» rusa. Siempre hemos sido
así. Solo que empezáis a percataros ahora.
No hay mucho que pueda hacerse desde el exterior, sobre todo porque, en el
actual entorno geopolítico, cualquier esfuerzo por contribuir a un cambio
dentro de Rusia sería visto en el mejor de los casos como un acto hipócrita
y, en el peor, como una injerencia y un intento de pasar a una «dictablanda».
Pero «no mucho» no significa «nada». Un paso fundamental sería atacar
con mayor vigor los bienes que tienen los delincuentes en el extranjero y,
quizá más importante, abordar la tentación común de hacer la vista gorda
con el dinero que aparenta suciedad para hacer caja con ellos. Incluso antes
de que la crisis de 1998 hiciera que las instituciones financieras se pelearan
por el negocio, era un secreto a voces que muchas de ellas estaban
encantadas de aceptar dinero negro siempre que hubiera sido «prelavado»
lo suficiente como para que los banqueros pudieran alegar estar
«completamente anonadados» si se probaba que era dinero sucio. Muchas
de las capitales financieras del mundo, desde Dubái y Nicosia hasta
Londres y Hong Kong, siguen estando más preocupadas por impedir el
flujo de dinero negro de manera abstracta que en la práctica. Como escribió
John Kampfner con pasión, pero también con cordura, «si el precio de hacer
que la City [de Londres] sea un refugio para oligarcas que pagan impuestos
bajos y para otros fulleros variados es convertir Londres en el paraíso de los
mafiosos, ese es nuestro problema».47 Se trata de un caso clásico de
ganancias cortoplacistas con serios costes a largo plazo y Chipre, cuyo
rescate financiero en 2013 fue puesto en peligro por la presencia de dinero
negro ruso en su sistema, ofrece un ejemplo admonitorio, aunque muy
pocos lo están siguiendo.
En parte, la razón por la que los vorí de nueva generación evitan los
tatuajes, ya no hablan blatnaia múzika (o al menos, no más que el resto de
la gente) y suelen mezclarse con el público general es precisamente la de no
quedar excluidos de los beneficios de la globalización. Y, por lo general,
siempre que no practiquen su emprendimiento violento en nuestros países,
siempre que sigan siendo huéspedes, inversores, compradores y turistas de
altos vuelos, no nos importa permitírselo.
Un ruso me preguntó en una ocasión: «¿Por qué los británicos odiáis la
mafia que hay en Rusia pero os encanta en vuestro país?».48 Tenía razón.
Muchos países han demostrado estar tan dispuestos a aceptar al tipo
«adecuado» (es decir, adinerado) de persona con vínculos criminales como
lo han estado a aceptar inversiones de orígenes cuestionables. Tras el caso
Magnitski, Estados Unidos aprobó la Ley Magnitski en 2012, una medida
diseñada para imponer sanciones a los rusos a quienes se creía conectados
con ese caso delictivo. La ira y la consternación que esto generó en Rusia
demuestra el poder de «nombrar y avergonzar», así como el de excluir a los
criminales y a sus protectores de sus jugosos puertos de escala. Esto
conlleva costos prácticos y políticos para Occidente, pero, para muchas de
las figuras poderosas del mundo de los negocios y los delitos, «limpiar» su
nombre podría ser un pequeño incentivo si sus actividades delictivas les
impiden veranear en la Riviera o que sus hijos asistan a universidades
extranjeras.
Pero, en última instancia, los rusos son las primeras víctimas y las más
afectadas por esta secuela del vorovskói mir, y ellos son quienes tienen que
encargarse de controlarlo, como creo que acabarán haciendo. Siempre
existe la tentación orientalizante de sugerir en cierto modo que algunas
personas, desde los italianos hasta los rusos, tienen inclinaciones naturales
hacia la corrupción y el gansterismo. Y es cierto que hay una «forma»
histórica. George Dobson, corresponsal de The Times en Rusia a finales del
siglo XIX, observó severamente:
Las dos características del ruso que me sorprendieron más cuando llegué al país fueron su gran
hospitalidad […] y su noción de la ley. Con esto me refiero a un absoluto desdén por las leyes de
cualquier tipo […]
Si existe una ley, todos parecen considerar que su obligación imperiosa es, o bien negarse a
reconocerla directamente, o bien, lo que es más común, encontrar la forma en la que puedan
evadirse de ella.49
No obstante, seguramente quien deba tener la última palabra sea uno de los
excombatientes de la Guerra de Afganistán al que presenté al principio de
esta obra. En 1993 volví a conectar brevemente con Vadim, el agente de
policía. Como miembro de las fuerzas especiales OMON, su equipo y él
eran enviados con más frecuencia a detener a gánsteres y poner fin a
incidentes armados. Les habían entregado como protecciones corporales
piezas excedentes del ejército anticuadas, pesadas e incómodas de las que
nadie se fiaba realmente. Utilizaban una vieja furgoneta UAZ desvencijada
cuya batería fallaba cuando la arrancaban con el frío de la mañana, y a
menudo salían con solo un cuarto de gasolina en el tanque. Arriesgaban sus
vidas por lo mismo que pagaban a las mujeres que hay en las cabinas al pie
de las largas escaleras mecánicas del metro para vigilar que nadie caiga y
para gritarle a la gente ocasionalmente que se mantengan en fila. Ahora
tenía un hijo de un año, una cicatriz de una esquirla de bala y una fuerte
dependencia de la bebida. Y, a pesar de todo ello, era optimista hasta lo
inaceptable, hasta lo irrazonable, hasta lo inescrutable. «Son tiempos locos
—admitía—, pero no durarán mucho. Sobreviviremos. Aprenderemos a ser
europeos, a ser civilizados. Solo que quizá nos cueste un tiempo».50
Probablemente no pensara que sería tanto tiempo, pero en cualquier caso,
creo que está en lo cierto.
GLOSARIO
gulag
Campo de trabajo (del acrónimo Dirección General de
Campos de trabajo).
suchia voiná «Guerra de las perras», lucha del gulag entre criminales a
finales de la década de 1940 y principios de la década de
1950.
tolkach Facilitador.
vor Ladrón.
PRÓLOGO
1. Especialmente, Valery Chalidze, en su Criminal Russia: Essays on Crime in the Soviet Union,
Random House, Nueva York, 1977, pero también quedó enterrado en los diarios de muchos
supervivientes de los campos de trabajo (gulags).
INTRODUCCIÓN
1. Los detalles procedían de un agente de policía retirado que había servido en la policía de
Leningrado, pero que no había formado parte del caso personalmente. La mejor guía para los
tatuajes del hampa soviético la encontramos en los tres volúmenes de Dántsig Baldáiev,
Russian Criminal Tattoo Enciclopedia, Londres, FUEL, 2006-2008.
2. Véase Kelly Barksby, «Constructing criminals: the creation of identity within criminal
mafias», tesis doctoral sin publicar, Keele University, 2013.
4. Frase atribuida a John Gotti, citada en New York Magazine, 7 de noviembre de 1994, p. 54.
1. LA TIERRA DE KAIN
1. Entrevista personal, Moscú, 1993. «Graf» era lo que llaman un «brigadier», lugarteniente de un
capo local.
2. Examinado en mayor profundidad en Barend ter Haar, Ritual and Mythology of the Chinese
Triads: Creating an Identity, Leiden, Brill, 2000.
3. Véase Peter Hill, The Japanese Mafia: Yakuza, Law, and the State, Oxford, Oxford University
Press, 2003, pp. 36-41.
5. Para consultar más relatos acerca de esta progresión, véase Joseph Serio y Viacheslav
Razinkin, «Thieves professing the code: the traditional role of the vori v zakone in Russia’s
criminal world and adaptations to a new social reality», Low Intensity Conflict & Law
Enforcement 4, 1995, p. 1; Alena Ledeneva, «Organized crime in Russia today», Jamestown
Foundation Prism 4, 1998, p. 8; Federico Varese, The Russian Mafia: Private Protection in a
New Market Economy, Oxford, Oxford University Press, 2001; Mark Galeotti, «The Russian
“Mafiya”: consolidation and globalisation», Global Crime 6, 2004, p. 1; Joseph Serio,
Investigating the Russian Mafia, Durham, Carolina Academic Press, 2008.
6. Peter Gattrell, The Tsarist Economy, 1850-1917, Londres, Batsford, 1986, p. 32.
7. V. I. Lenin, «On the question of national policy», 1914, en Lenin: Collected Works, Moscú,
Progress, 1972, p. 218. Podemos encontrar este texto en castellano en Lenin, Vladímir Ilich,
Escritos sobre la cuestión nacional, Madrid, Fundación Federico Engels, 2014.
9. Neil Weissman, «The regular police in tsarist Russia, 1900-1914», Russian Review 44, 1, 1985,
p. 51.
11. Robert Abbott, «Police reform in the Russian province of Iaroslavl, 1856-1876», Slavic Review
32, 2, 1973, p. 293.
12. Respectivamente, el volumen de 1856 (libro memorando de obligaciones policiales para
miembros de la Policía de la ciudad) y el correspondiente a la policía rural, de 1857, el
Pamyatnaya kniga politseiskikh zakonov dlya zemskoi politsii.
13. Donald Mackenzie Wallace, Russia, Londres, Cassell, 1905, vol. 2, p. 14.
14. Este tema ha sido explorado en mayor profundidad en los trabajos de Stephen Lovell, Alena
Ledeneva y Andréi Rogachevski, eds., Bribery and Blat in Russia: Negotiating Reciprocity
from the Middle Ages to the 1990s, Basingstoke, Macmillan, 2000, especialmente en Vadim
Vólkov, «Patrimonialism versus rational bureaucracy»; Janet Hartley, «Bribery and justice in
the provinces in the reign of Catherine II»; y Mark Galeotti, «“Who’s the boss, us or the law?”
The corrupt art of governing Russia».
15. Valery Chalidze, Criminal Russia: Essays on Crime in the Soviet Union, Nueva York, Random
House, 1977, p. 28.
16. David Christian, «Vodka and corruption in Russia on the eve of Emancipation», Slavic Review
46, 3-4, 1987, p. 472.
17. Robert Abbott, «Police reform in Russia, 1858-1878», tesis doctoral, Princeton University,
1971, p. 26.
18. Robert Thurston, «Police and people in Moscow, 1906-1914», Russian Review 39, 3, 1980, p.
334.
21. Ben Eklof y Stephen Frank, eds., The World of the Russian Peasant: Post-Emancipation
Culture and Society, Boston, Unwin Iman, 1990, p. 147.
22. Alexandr Pushkin, The Captain’s Daughter and Other Tales (texto original de 1836), Nueva
York,Vintage, 2012, p. 107. Podemos encontrar diferentes versiones en castellano de La hija
del capitán.
23. Cathy Frierson, All Russia Is Burning! A Cultural History of Fire and Arson in Late Imperial
Russia, Seattle, University of Washington Press, 2004, p. 100.
24. Daniel Brower, The Russian City between Tradition and Modernity, 1850-1900, Berkeley,
University of California Press, 1990, p. 196.
25. Cathy Frierson, «Crime and punishment in the Russian village: rural concepts of criminality at
the end of the nineteenth century», Slavic Review 46, 1, 1987.
26. Chalidze, Criminal Russia, p. 12.
28. Christine Worobec, «Horse thieves and peasant justice in post-Emancipation Imperial Russia»,
Journal of Social History 21, 2, 1987, p. 284.
29. V. V. Tenishev, Administrativnoe polozhenie russkogo krest’yanina, San Petersburgo, 1908, pp.
54-55, citado en Neil Weissman, «Rural crime in tsarist Russia: the question of hooliganism,
1905-1914», Slavic Review 37, 2, 1978, p. 236.
31. Stephen Frank, «Narratives within numbers: women, crime and judicial statistics in Imperial
Russia, 1834-1913», Russian Review 55, 4, 1996, p. 552.
32. George Yaney ha desarrollado esta noción de una dualidad tradicional rusa entre las leyes del
Estado y las del pueblo llano: véase George Yaney, «Law, society and the domestic regime in
Russia, in historical perspective», American Political Science Review 59, 2, 1965.
35. Marqués de Custine, Empire of the Czar: A Journey Through Eternal Russia, Nueva York,
Anchor, 1989, pp. 124-125.
36. Vestnikpolitsii, 18, 1908, citado en Weissman, «The regular police in tsarist Russia», p. 51.
38. Istoricheskii ocherk obrazovaniya i razvitiya politseiskikh uchrezhdenii v Rossii, 1913, citado
en ibid., p. 49.
39. Anton Blok, «Bandits and boundaries: robber bands and secret societies on the Dutch frontier
(1730-1778)», en Blok, Honour and Violence, Cambridge, Polity, 2001.
40. Peter Laven, «Banditry and lawlessness on the Venetian Terraferma in the later Cinquecento»,
en Trevor Dean y Kate Lowe, eds., Crime, Society, and the Law in Renaissance Italy,
Cambridge, Cambridge University Press, 1994.
41. Fue representado como héroe en toda una serie de narraciones, especialmente en el periódico
Moskovskii listok; véase James von Geldern y Louise McReynolds, Entertaining Tsarist
Russia, Bloomington, Indiana University Press, 1998, pp. 221-230.
42. Chalidze, Criminal Russia, p. 12.
43. Georgui Breitman, Prestupniy mir, Kiev, 1901, citado en Stephen Frank, Crime, Cultural
Conflict, and Justice in Rural Russia, 1856-1914, Berkeley, University of California Press,
1999, p. 128.
45. L. Vesin, «Konokradstvo, ego organizatsiya i sposoby bor’by s nim nasleniya», Trudy
Imperatorskogo vol’nogo ekonomichestogo obshchestva 1, 3, 1885, citado en ibid., p. 283.
46. Vesin, «Konokradstvo, ego organizatsiya i sposoby bor’by s nim nasleniya», citado en Frank,
Crime, Cultural Conflict, and Justice in Rural Russia, p. 130.
47. Frank, Crime, Cultural Conflict, and Justice in Rural Russia, p. 130.
49. Frank, Crime, Cultural Conflict, and Justice in Rural Russia, pp. 276-278.
50. Eklof y Frank, eds., The World of the Russian Peasant, p. 145.
52. Orlando Figes, Peasant Russia, Civil War: The Volga Countryside in Revolution, 1917-1921,
Londres, Phoenix, 2001, pp. 340-346.
53. Andréi Konstantínov y Malkolm Dikselius, Banditskaya Rossiya, San Petersburgo, Bibliopolis,
1997, pp. 58-59. Véase también Aleksandr Sidorov, Zhigany, urkagany, blatari: podlinnaya
istoriya vorovskogo bratstva, 1917-1940, Moscú, Eksmo, 2005, y I. M. Matskevich, Mify
prestupnogo mira: o zhizni i smerti izvestnykh prestupnikov proshlogo i nastoyashchego,
Moscú, Prospekt, 2015, pp. 147-218.
55. Lynne Viola, Peasant Rebels under Stalin: Collectivization and the Culture of Peasant
Resistance, Oxford, Oxford University Press, 1998, p. 178.
56. Sheila Fitzpatrick, Stalin’s Peasants: Resistance and Survival in the Russian Village After
Collectivization, Oxford, Oxford University Press, 1995, p. 183.
2. COMIENDO SOPA JITROVKA
1. W. Bruce Lincoln, In War’s Dark Shadow: The Russians before the Great War, Oxford, Oxford
University Press, 1983, p. 128.
3. Roshanna Sylvester, Tales of Old Odessa: Crime and Civility in a City of Thieves, DeKalb,
Northern Illinois University Press, 2005, p. 39.
4. L. M. Vasilevski, Detskaya prestupnost i detskii sud, Tver, Oktyabr, 1923, p. 38, citado en
Peter Juviler, Revolutionary Law and Order: Politics and Social Change in the USSR, Londres,
Free Press, 1976, p. 8.
5. Yevgueni Akelev, Povsednevnaya zhizn’ vorovskogo mira Moskvy vo vremena Van’ki Kaina,
Moscú, Molodaya gvardiya, 2012.
6. Peter Gattrell, The Tsarist Economy, 1850-1917, Londres, Batsford, 1986, p. 67.
7. Ibid., p. 50.
8. Nicolas Spulber, Russia’s Economic Transitions: From Late Tsarism to the New Millennium,
Cambridge, Cambridge University Press, 2003, p. 52.
10. Robert Johnson, Peasant and Proletarian: The Working Class of Moscow in the Late
Nineteenth Century, Leicester, Leicester University Press, 1979, p. 84.
11. Reginald Zelnik, Labor and Society in Tsarist Russia: The Factory Workers of St Petersburg,
Stanford, Stanford University Press, 1971, pp. 52-56.
13. El relato más convincente sobre la vida miserable de los trabajadores urbanos lo encontramos
en el capítulo «Life in the lower depths», en Lincoln, In War’s Dark Shadow, pp. 103-134.
Puede verse un estudio ficticio, pero aun así efectivo, en Henri Troyat, Daily Life in Russia
under the Last Tsar, Stanford, Stanford University Press, 1961. Son especialmente relevantes
los capítulos 5, «Baths, traktirs and night shelters», pp. 51-62, y 7, «The workers», pp. 87-107.
15. Por ejemplo, en Moscú en 1902, había solo treinta y nueve mujeres con edades comprendidas
entre los quince y los treinta y nueve años por cada cien hombres. Johnson, Peasant and
Proletarian, p. 56.
16. Véase Laurie Bernstein, Sonia’s Daughters: Prostitutes and their Regulation in Imperial
Russia, Berkeley, University of California Press, 1995; Barbara Alpern Engel, Women in
Russia, 1700-2000, Cambridge, Cambridge University Press 2003, pp. 99-100.
17. Joan Neuberger, Hooliganism: Crime, Culture, and Power in St Petersburg, 1900-1914,
Berkeley, University of California Press, 1993, pp. 64-65, 229.
19. Vsévolod Krestovski, Peterburgskie trushchoby, 1864, fragmento extraído de James von
Geldern y Louise McReynolds, Entertaining Tsarist Russia, Bloomington, Indiana University
Press, 1998, pp. 121-128.
20. Alexandr Kuprin, Yama: The Pit, Charleston, Biblio Bazaar, [1909] 2006, p. 21.
21. Maxim Gorki, The Lower Depths, Mineola, NY, Dover, [1902] 2000.
22. James von Geldern, «Life in-between: migration and popular culture in late Imperial Russia»,
Russian Review 55, 3, 1996, p. 369; Bandity vremen sotsializma: khronika ros. prestupnosti,
1917-1991, Moscú, Eksmo, 1996, pp. 63-64.
23. Rachel Rubin, Jewish Gangsters of Modern Literature, Urbana, University of Illinois Press,
2000, p. 21.
24. Algo que incluso ciertos policías admitían: véase R. S. Mulukaev, Obshcheugolovnaya
politsiya dorevolutsionnoi Rossii, Moscú, Nauka, 1979, p. 25.
25. Daniel Brower, The Russian City between Tradition and Modernity, 1850-1900, Berkeley,
University of California Press, 1990, p. 197.
27. Peterburgskii listok, 7 de julio de 1906, citado en Joan Neuberger, «Stories of the street:
hooliganism in the St Petersburg popular press», Slavic Review 48, 2, 1989, p. 190.
28. Alekséi Svirski, Peterburgskie khuligany, 1914, p. 260, citado en Neuberger, Hooliganism, p.
247.
29. Fredric Zuckerman, The Tsarist Secret Police in Russian Society, 1880-1917, Basingstoke,
Macmillan, 1996, p. 105; Iain Lauchlan, Russian Hide-and-Seek: The Tsarist Secret Police in
St Petersburg, 1906-1914, Helsinki, SKS-FLS, 2002, p. 303.
30. Robert Thurston, «Police and people in Moscow, 1906-1914», Russian Review 39, 3, 1980, p.
335.
31. La provisión de «guardia reforzada» (usílennaia ojrana) garantizaba a los oficiales el derecho
de prohibir las reuniones públicas, cerrar negocios, imponer multas administrativas varias y
transferir casos civiles a tribunales militares. La más dura «guardia de excepción»
(chrezvicháinaia ojrana) también incluía el establecimiento de unidades militares especiales
para ayudar a la policía a mantener el orden público.
32. Theofanis Stavrou, ed., Russia under the Last Czar, Minneapolis, University of Minnesota
Press, 1969, pp. 97-98.
33. Encontramos un relato más detallado en Neuberger, Hooliganism. Para una definición de
«prensa de bulevar», véase particularmente las pp. 15-22. Para consultar un útil resumen, véase
su obra «Stories of the street».
37. Neil Weissman, «The regular police in tsarist Russia, 1900-1914», Russian Review 44, 1, 1985,
p. 47.
42. Vladímir Guiliarovski, Moscow and Muscovites VT, Montpelier, Russian Information Services,
2013, p. 39.
45. Odesskie novosti, 19 de agosto de 1917, citado en Boris Briker, «The underworld of Benia
Krik and I. Babel’s Odessa Stories», Canadian Slavonic Papers 36, 1-2, 1994, p. 119.
46. Este aspecto se investiga especialmente en Valery Chalidze, Criminal Russia: Essays on Crime
in the Soviet Union, Random House, Nueva York, 1977, pp. 37-44; y en Yákov Gilinski y
Yákov Kostjukovski, «From thievish artel to criminal corporation: the history of organised
crime in Russia», en Cyrille Fijnaut y Letizia Paoli, eds., Organised Crime in Europe:
Concepts, Patterns and Control Policies in the European Union and Beyond, Dordrecht,
Springer, 2004.
48. Véase Hiroaki Kuromiya, «Workers artels and Soviet production methods», en Sheila
Fitzpatrick et al., eds., Russia in the Era of NEP: Explorations in Soviet Society and Culture,
Bloomington, Indiana University Press, 1991.
49. Andréi Konstantínov y Malkolm Dikselius, Prestupnyi mir Rossii, San Petersburgo,
Bibliopolis, 1995, p. 27.
51. V. P. Semenov, Bytovye usloviya zhizni mal’chikov, San Petersburgo, sin fechar, p. 6, citado en
Neuberger, Hooliganism, p. 179.
55. Isaak Bábel, «The King», en Babel, Collected Stories, Harmondsworth, Penguin, 1961, p. 181.
Podemos encontrar los relatos del «Rey» Benia Krik en castellano en Isaak E. Bábel, Cuentos
de Odesa, Madrid, Nevsky Prospects, 2014.
61. Zelnik, Labor and Society in Tsarist Russia, p. 21. Daniel Brower apunta que en las últimas
décadas del zarismo, los trabajadores campesinos tenían menos posibilidades de trasladarse
como artel, pero aun así la institución tiene un arraigo social profundo, y de hecho resurgiría
con el sistema soviético como parte de la estructura «brigadista» y también en oposición a esta.
Brower, The Russian City, p. 144; Stephen Kotkin, Magnetic Mountain: Stalinism as a
Civilization, Berkeley, University of California Press, 1997, p. 89.
63. Maximilien de Santerre, Sovetskie poslevoennye kontslageri i ikh obitateli, Múnich, IPI SSSR,
1960, p. 55.
67. Para consultar la carrera de Mishka Yapónchik, véase Oleg Kapchinski, Mishka Yaponchik i
drugie: kriminal i vlast’ v gody Grazhdanskoi voiny v Odesse, Moscú, Kraft+, 2015; Fiódor
Razzákov, Bandity vremen sotsializma: khronika ros. prestupnosti, 1917-1991, Moscú, Eksmo,
1996, pp. 63-64.
3. EL NACIMIENTO DE LOS «VORÍ»
2. David Shub, «Kamo: the legendary Old Bolshevik of the Caucasus», Russian Review 19, 3,
1960.
4. Iliá Ilf y Yevgueni Petrov, Las doce sillas, Barcelona, Acantilado, 1999, y El becerro de oro,
Barcelona, Acantilado, 2002.
5. Orlando Figes, A People’s Tragedy: The Russian Revolution, 1891–1924, Londres, Penguin,
1998, p. 400. [Hay trad. cast.: La revolución rusa, 1891–1924: la tragedia de un pueblo,
Barcelona, Edhasa, 2006.]
6. Mark Galeotti, «Private security and public insecurity: outsourced vigilantism in modern
Russia», en David Pratten y Atreyee Sen, eds., Global Vigilantes, Londres, Hurst, 2007, pp.
267-289.
7. Robert Daniels, Russia: The Roots of Confrontation, Cambridge, Harvard University Press,
1985, p. 111.
8. Citado en Paul Hagenloh, Stalin’s Police: Public Order and Mass Repression in the USSR,
1926-1941, Washington, D. C., Woodrow Wilson Center Press, 2009, p. 27.
9. Joseph Douillet, Moscow Unmasked, Londres, Pilot Press, 1930, pp. 163-165. [Hay versión en
cast. descatalogada: ¡… Así es Moscú!: nueve años en el país de los Soviets, Madrid, Razón y
Fe, 1930.]
10. Oleg Kapchinski, Mishka Yaponchik i drugie: criminal i vlast’v gody Grazhdanskoi voiny v
Odesse, Moscú, Kraft+, 2015, pp. 88-255; Fiódor Razzákov, Bandity vremen sotsializma:
khronika ros. prestupnosti, 1917-1991 Moscú, Eksmo, 1996, p. 64.
11. V. I. Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, Moscú, Gosizdat, 1958-1965, vol. 26, p. 372, citado
en Steven Barnes, Death and Redemption: The Gulag and the Shaping of Soviet Society,
Princeton, Princeton University Press, 2011, p. 250.
13. Citado en Peter Juviler, Revolutionary Law and Order: Politics and Social Change in the
USSR, Londres, Free Press, 1976, p. 15.
14. Ibid., p. 19.
18. Margaret Stolee, «Homeless children in the USSR, 1917-1957», Soviet Studies 40, 1, 1988;
Alan Ball, «The roots of besprizornost’ in Soviet Russia’s first decade», Slavic Review 51, 2,
1992.
19. Alan Ball, And Now My Soul Is Hardened: Abandoned Children in Soviet Russia, 1918-1930,
Berkeley, University of California Press, 1994, pp. 70-76.
29. Pavel Stuchka, ed., Entsiklopediya gosudarstva i prava, Moscú, Izdatel’stvo kommunisticheskoi
partii, 1927, vol. 3, p. 1.594.
31. Jacques Rossi, The Gulag Handbook: An Encyclopedia Dictionary of Soviet Penitentiary
Institutions and Terms Related to the Forced Labor Camps, Nueva York, Paragon House, 1989,
p. 200.
32. Para consultar un análisis magistral de este sistema, véase Anne Applebaum, Gulag: historia
de los campos de concentración soviéticos, Barcelona, Random House Mondadori, 2012.
36. Roger Brunet, «Geography of the Gulag archipelago», Espace géographique, número especial,
1993, p. 230.
37. Sarah Young, «Knowing Russia’s convicts: the other in narratives of imprisonment and exile of
the late imperial era», Europe-Asia Studies 65, 9, 2013.
38. Svetlana Stephenson, Crossing the Line: Vagrancy, Homelessness, and Social Displacement in
Russia, Aldershot, Ashgate, 2006, pp. 76-83.
40. Citado en Mark Vincent, «Cult of the “urka”: criminal subculture in the Gulag, 1924-1953»,
tesis doctoral, University of East Anglia, 2015, p. 76.
42. Alexander Dolgun, Alexander Dolgun’s Story: An American in the gulag, Nueva York, Alfred
A. Knopf, 1975, p. 140. [Hay trad. cast. descatalogada: Un americano en el Gulag, Madrid,
Euros, 1975.]
43. Alexander Gorbatov, Years of my Life: Memoirs of a General of the Soviet Army, W. W.
Norton, Nueva York, 1964, pp. 140-141.
45. Varlam Shalámov, Kolyma Tales, Harmondsworth, Penguin, 1994, p. 411. [Hay trad. cast.:
Relatos de Kolimá. Volumen VI. Ensayos sobre el mundo del hampa, Barcelona Minúscula,
2017]; Eugenia Ginzburg, Within the Whirlwind, NuevaYork, Harcourt Brace Jovanovich,
1981, p. 12. [Hay trad. cast.: El vértigo, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2005.]
47. Dmitri Panin, The Notebooks of Sologdin, Londres, Hutchinson, 1976, p. 85.
4. LADRONES Y PERRAS
1. La mejor fuente para consultar estas canciones parece ser Maikl Dzhekobson y Lidia
Dzhekobson, Pesennyi fol’klor gulaga kak istoricheskii istochnik, 2 vols, Moscú, Sovremennyi
gumanitarnyi universitet, 1998-2001, y me he basado en referencias de Mark Vincent, «Cult of
the “urka”: criminal subculture in the Gulag, 1924-1953», tesis doctoral, University of East
Anglia, 2015.
3. Citado en Yuri Glazov, «“Thieves” in the USSR as a social phenomenon», en The Russian
Mind since Stalin’s Death, Dordrecht, Springer Netherlands, 1985, pp. 37-38.
6. Galina Ivanova, Labor Camp Socialism: the Gulag in the Soviet totalitarian system, Abingdon,
Routledge, 2015, p. 169.
8. Wilson Bell, «Was the Gulag anarchipelago? De-convoyed prisoners and porous borders in the
camps of western Siberia», Russian Review 72, 1, 2013, pp. 135-136.
9. Serguéi Dovlatov, The Zone: A Prison Camp Guard’s Story, Berkeley, Counterpoint, 2011, p.
58. [Hay trad. cast.: La zona, Vitoria-Gasteiz, Ikusager, 2009.] Dovlatov era un vigilante de
prisiones en la década de 1960, y su libro, publicado originalmente en 1982, aunque es un
relato de ficción, se basa profundamente en aquellas experiencias.
11. Dzhekobson y Dzhekobson, Pesennyi fol’klor gulaga, citado en Vincent, «Cult of the “urka”»,
p. 66.
12. Varlam Shalámov, Sobranie sochinenii v 4-kh tomakh, Moscú, Khudozhestvennaya literatura,
1998, p. 63.
13. Anne Applebaum, Gulag: A History, Nueva York, Doubleday, 2003, p. 446.
14. Dmitri Panin, The Notebooks of Sologdin, Londres, Hutchinson, 1976, pp. 150-151.
15. Edwin Bacon, The Gulag at War: Stalin’s Forced Labour System in the Light of the Archives,
Basingstoke, Macmillan, 1996, p. 93.
16. Vladímir Kuts, Poedinok s sud’boi, Moscú RIO Uprpoligrafizdata, 1999, citado en
Applebaum, Gulag, p. 466.
17. Joseph Scholmer, Vorkuta, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1954, p. 22.
22. Anatoli Levitin-Krasnov, Ruk tvoikh zhar, Krug, Tel Aviv, 1979, p. 276.
24. Véase ibid., capítulos 22-24; Steven Barnes, Death and Redemption: The Gulag and the
Shaping of Soviet Society, Princeton, Princeton University Press, 2011, capítulo 5.
25. Valeri Abramkin y Valentina Chesnokova, Ugolovnaya Rossiya: tyurmi i lagerya, Moscú,
TsSRUP, 2001, pp. 10-11.
26. Maximilien de Santerre, Sovetskie poslevoennye kontslageri i ikh obitateli, Múnich, IPI SSSR,
1960, pp. 59-60.
27. Golfo Alexopoulos, «A torture memo: reading violence in the Gulag», en Golfo Alexopoulos et
al., eds., Writing the Stalin Era: Sheila Fitzpatrick and Soviet Historiography, NuevaYork,
Palgrave Macmillan 2011, p. 166.
29. Ivanova, Labor Camp Socialism, p. 122; Stéphane Courtois et al., The Black Book of
Communism: Crimes, Terror, Repression, Cambridge, Harvard University Press, 1999, p. 239.
34. Andrea Graziosi, «The great strikes of 1953 in Soviet labor camps in the accounts of their
participants: a review», Cahiers du monde russe et soviétique 33, 4, 1992.
35. Miriam Dobson, Khrushchev’s Cold Summer: Gulag Returnees, Crime, and the Fate of Reform
after Stalin, Ithaca, Cornell University Press, 2009, p. 109.
5. VIDA DE LADRÓN
4. La mejor discusión en lengua inglesa sobre estos rituales se encuentra en Federico Varese, The
Russian Mafia: Private Protection in a New Market Economy, Oxford, Oxford University
Press, 2001, pp. 147-152; Federico Varese, Mafia Life: Love, Death and Money at the Heart of
Organised Crime, Londres, Profile, 2017, pp. 17-22.
5. Varlam Shalámov se refiere a kombedi en ese mismo contexto, una contracción bolchevique
para sus Comités de Campesinos, una medida de emergencia introducida en 1918 y usada para
requisar y distribuir comida, además de consolidar el poder soviético en las zonas rurales. Es
tan posible que el término se usara con un sentido irónico como lo contrario. Shalámov,
Kolyma Tales, Londres, Penguin, 1994, p. 200.
6. Citado en Herman Ermolaev, Censorship in Soviet Literature, 1917-1991, Lanham, Rowman &
Littlefield, 1997, p. 56.
7. Anne Applebaum concluye que «hay suficientes testimonios similares, contados por una
amplia variedad de prisioneros de los campos de concentración, desde principios de la década
de 1930 a finales de 1940, para asegurar que estas prácticas tuvieron lugar»; Appelbaum,
Gulag, pp. 398-399.
8. David Robson, «Are there really 50 Eskimo words for snow?», New Scientist, 2.896, 2012.
10. Hay varios buenos diccionarios de jerga carcelaria y criminal, entre ellos, Aleksandr Sidorov,
Slovar’ sovremennogo blatnogo i lagernogo zhargona, Rostov del Don, Germes, 1992; y Yuri
Dubiagin y A. G. Bronnikov, Tolkovyi slovar’ ugolovnykh zhargonov, Moscú Inter-OMNIS, ,
1991. Yuri Dubiagin y E. A. Teplitski, Kratkii anglo-russkii i russko-angliiskii slovar’
ugolovnogo zhargona / Concise English-Russian and Russian-English Dictionary of the
Underworld, Moscú, Terra, 1993, es especialmente útil.
11. Victor Herman, Coming Out of the Ice: An Unexpected Life, Nueva York, Harcourt Brace
Jovanovich, 1979, p. 193.
12. Zhigani viene de zhiganut, «azotar», un término usado en las colonias penales de la época
zarista para referirse a los convictos más patéticos y desamparados. Vlas Doroshévich, Russia’s
Penal Colony in the Far East, Londres, Anthem Press, 2011, pp. 191-194; Andrew Gentes,
Exile to Siberia, 1590-1822, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2008, p. 176.
13. Caroline Humphrey, «Dangerous words: taboos, evasions, and silence in Soviet Russia»,
Forum for Anthropology and Culture, 2, 2005, p. 389.
14. Serguéi Cheloukhine, «The roots of Russian organized crime: from old-fashioned professionals
to the organized criminal groups of today», Crime, Law and Social Change 50, 4-5, 2008, p.
356.
17. Valery Chalidze, Criminal Russia: Essays on Crime in the Soviet Union, Nueva York, Random
House, 1977, p. 57; Leonid Finkelstein, «The Russian lexicon, 2001», Jamestown Foundation
Prism 7, 3, 2001.
19. Es difícil estar seguro, pero parece probable que este particular uso surgiera solo a partir de
finales de la década de 1920 (esta parece ser la fecha en la que lo recogen por primera vez los
informes de la policía).
20. James Davie, «Missing presumed dead? – the baikovyi iazyk of the St Petersburg mazuriki and
other pre-Soviet argots», Slavonica 4, 1, 1997.
22. Peter Juviler, Revolutionary Law and Order: Politics and Social Change in the USSR, Londres,
Free Press, 1976, pp. 35, 56.
23. Podemos encontrar un buen estudio al respecto en Steven Smith, «The social meanings of
swearing: workers and bad language in late imperial and early Soviet Russia», Past and
Present, 160, 1998; Manuela Kovalev, «The function of Russian obscene language in late
Soviet and post-Soviet prose», tesis doctoral, University of Manchester, 2014.
24. Paweł Mączewski, «The visual encyclopedia of Russian jail tattoos», Vice, 15 de octubre de
2014, https://www.vice.com/en_uk/article/9bzvbp/russian-criminal-tattoo-fuel-damon-
murray-interview-876, visitada el 6 de octubre de 2017.
25. Alexandr Solzhenitsin, The Gulag Archipelago, Nueva York, Harper & Row, 1974-1978, vol.
2, p. 441.
26. Alix Lambert, Russian Prison Tattoos: Codes of Authority, Domination, and Struggle, Atglen,
Schiffer, 2003, p. 19.
27. Véase, por ejemplo, Dántsig Baldáiev, Russian Criminal Tattoo Encyclopedia, Londres, FUEL,
2006-2008; Lambert, Russian Prison Tattoos. No obstante, es necesario añadir una nota de
advertencia, ya que gran parte del debate general acerca de los tatuajes está basada en las
ilustraciones de Baldáiev, que en ocasiones son contradictorias y difíciles de confirmar.
29. Thomas Sgovio, Dear America! Why I turned against Communism, Kenmore, Partners Press,
1979, pp. 166-169.
30. Mihajlo Mihajlov, «Moscow Summer», 1966, citado en Miriam Dobson, Khrushchev’s Cold
Summer: Gulag Returnees, Crime, and the Fate of Reform after Stalin, Ithaca, Cornell
University Press, 2009, p. 120.
31. Federico Varese, «The society of the vori-v-zakone, 1930s-1950s», Cahiers du monde russe 39,
4, 1998, p. 523.
34. Para consultar útiles reflexiones acerca de los apodos de los gánsteres rusos, véase ibid., pp.
192-201.
35. Nanci Condee, «Body graphics: tattooing the fall of communism», en Adele Marie Barker, ed.,
Consuming Russia: Popular Culture, Sex and Society since Gorbachev, Durham, Duke
University Press, 1999, p. 350.
36. Antón Antónov-Ovséienko, The Time of Stalin: Portrait of a Tyranny, Nueva York, Harper and
Row, 1981, p. 316.
39. Doroshévich, Russia’s Penal Colony in the Far East, p. 292. Utiliza la palabra zhigani, pero el
contexto indica claramente que se refiere a blatníe.
40. Shalámov, Kolyma Tales, p. 7; Michael Solomon, Magadan, Princeton Vertex, 1971, p. 134.
41. Maximilien de Santerre, Sovetskie poslevoennye kontslageri i ikh obitateli, Múnich, IPI SSSR,
1960, p. 63.
45. Applebaum, Gulag, pp. 307-317; Steven Barnes, Death and Redemption: The Gulag and the
Shaping of Soviet Society, Princeton, Princeton University Press, 2011, pp. 99-105.
49. Gustav Herling, A World Apart, Londres, William Heinemann, 1951, p. 31.
50. Eugenia Ginzburg, Within the Whirlwind, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1981, pp.
353-354.
52. Véanse, por ejemplo, los tatuajes femeninos en Dubiagin y Teplitski, Kratkii anglo-russkii i
russko-angliiskii slovar», pp. 266-277.
6. LAS TRINIDADES SACRÍLEGAS
1. Fiódor Razzákov, Bandity semidesyatykh, 1970-1979, Moscú, Eksmo, 2008, p. 30; Zdenek
Sámal, Ruské Mafie, Praga, Ivo Zelezny, 2000, pp. 23-24; Segodnya, 18 de octubre de 1994.
3. Citado en Miriam Dobson, Khrushchev’s Cold Summer:Gulag Returnees, Crime, and the Fate
of Reform after Stalin, Ithaca, Cornell University Press, 2009, p. 125. Desgraciadamente, no se
explicaba con exactitud cuál era el «tono de voz» que tenían los ladrones.
4. Lydia Rosner, The Soviet Way of Crime: Beating the System in the Soviet Union and the USA,
Boston, Praeger, 1986, p. 29.
5. Yuli Daniel, This is Moscow Speaking, Londres, Collins Harvill, 1968, pp. 77-78.
10. Citado en Jeffrey Hardy,«“The camp is not a resort”: the campaign against privileges in the
Soviet Gulag, 1957-1961», Kritika 13, 1, 2012, fn. 37.
11. David Remnick, Lenin’s Tomb: The Last Days of the Soviet Empire, Nueva York, Random
House, 1994, p. 183.
12. Yuri Brokhin, Hustling on Gorky Street: Sex and Crime in Russia Today, Nueva York, Dial
Press, 1975, p. 111.
13. Fiódor Razzákov, Bandity vremen sotsializma, Moscú, Eksmo, 1996, p. 68.
16. Investigado en profundidad por Svetlana Stephenson, en su Gangs of Russia: From the Streets
to the Corridors of Power, Ithaca, Cornell University Press, 2015; y su trabajo anterior «The
Kazan Leviathan: Russian street gangs as agents of social order», Sociological Review 59, 2,
2011.
18. Stephenson, Gangs of Russia, pp. 23-32. Véase también Lyubov’ Ageeva, Kazanskii fenomen:
mif i real’nost’, Kazán, Tatarskoe knizhnoe izdatel’stvo, 1991.
19. No se trata tanto de un intercambio de bienes o servicios como de obligaciones que a menudo
derivaba en consideraciones futuras, explicado en mayor profundidad por Alena Ledeneva en
su obra Russia’s Economy of Favours: Blat, Networking and Informal Exchange, Cambridge,
Cambridge University Press, 1998.
20. James Millar, «The Little Deal: Brezhnev’s contribution to acquisitive socialism», Slavic
Review 44, 4, 1985.
21. Reproducido en James Heinzen, The Art of the Bribe: Corruption under Stalin, 1943-1953,
New Haven, Yale University Press, 2016, p. 148.
23. El papel que desempeñaba el tolkach es explorado en mayor profundidad por Joseph Berliner
en su obra Factory and Manager in the USSR, Cambridge, Harvard University Press, 1957; y
«The informal organization of the Soviet firm», Quarterly Journal of Economics 66, 3, 1952.
24. Samuel Huntington, Political Order in Changing Societies, New Haven, Yale University Press,
1968, p. 69.
25. Citado en William Clark, Crime and Punishment in Soviet Officialdom: Combating Corruption
in the Political Élite, 1965-1990, Armonk, M. E. Sharp, 1993, p. 190.
26. Fiódor Burlatski, «“Mirnyi zagovor” protiv N. S. Khrushcheva», en Yuri Aksyutin, ed., N. S.
Khrushchev: materialy k biografii, Moscú, Izdatel’stvo politicheskoi literatury, 1988, p. 211.
27. Para una mejor descripción de la carrera de Rókotov, véase Brokhin, Hustling on Gorky Street.
30. William Clark, Crime and Punishment in Soviet Officialdom, pp.153-157; Fiódor Razzákov,
Bandity vremen sotsializma, pp. 49-50.
33. Vadim Vólkov, Violent Entrepreneurs: The Use of Force in the Making of Russian Capitalism,
Ithaca, Cornell University Press, 2002, p. 62.
7. LOS GÁNSTERES DE GORBACHOV
1. Fiódor Razzákov, Bandity vremen sotisalizma, Moscú, Eksmo, 1996, pp. 64-65.
2. The Russian Primary Chronicle: Laurentian text, Cambridge, Medieval Academy of America,
[1953] 2012, p. 97.
3. Sandra Anderson y Valerie Hibbs, «Alcoholism in the Soviet Union», International Social
Work 35, 4, 1992, p. 441.
4. N. N. Ivanets y M. I. Lukomskaya, «The USSR’s new alcohol policy», World Health Forum
11, 1990, pp. 250-251.
5. Arkadi Váksberg, The Soviet Mafia, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1991, p. 234.
7. Bien ejemplificado en Caroline Humphrey, «“Icebergs”, barter, and the mafia in provincial
Russia», Anthropology Today 7, 2, 1991.
8. Federico Varese, The Russian Mafia: Private Protection in a New Market Economy, Oxford,
Oxford University Press, 2001.
10. Anthony Jones y William Moskoff, Ko-ops: The Rebirth of Entrepreneurship in the Soviet
Union, Bloomington, Indiana University Press, 1991, p. 80.
11. Valeri Kárishev, Zapiski banditskogo advokata, Moscú: Tsentrpoligraf, 1998, p. 31.
15. Nikolái Modestov, Moskva banditskaya: dokumenty khronika kriminal’nogo bespredela 80-90-
kh gg., Moscú, Tsentrpoligraf, 1996, pp. 103-105.
16. Pravda, 4 de abril de 1987 (este individuo, curiosamente, llegó a ser mando de la policía).
17. Vadim Vólkov, Violent Entrepreneurs: The Use of Force in the Making of Russian Capitalism,
Ithaca, Cornell University Press, 2002; Vadim Vólkov, Silovoe predprinimatel’stvo, XXI vek,
San Petersburgo, European University of St. Petersburg, 2012.
18. Andréi Konstantínov, Banditskii Peterburg, San Petersburgo, Folio-Press, 1997, pp.140-146.
20. Dmitri Gromov, «Lyuberetskie ulichnye molodezhnye kompanii 1980-kh godov: subkul’tura
na pereput’e istorii», Etnograficheskoe obozrenie 4/2006. Véase también Svetlana Stephenson,
«The violent practices of youth territorial groups in Moscow», Europe-Asia Studies 64, 1,
2012; Hilary Pilkington, Russia’s Youth and its Culture: A Nation’s Constructors and
Constructed, Londres, Routledge, 1994, pp. 141-150.
22. Mark Galeotti, Afghanistan: The Soviet Union’s Last War, Londres, Frank Cass, 1995, pp. 45-
102.
28. Karen Dawisha, Putin’s Kleptocracy: Who Owns Russia?, Nueva York, Simon & Schuster,
2014.
29. Kruchina dejó una nota de suicidio expresando su temor por el futuro, pero muchos siguen
cuestionando que acabara realmente con su vida, teniendo en cuenta el gran número de
personas a las que convenía su muerte.
32. Stephen Handelman, Comrade Criminal: Russia’s New Mafiya, Londres, Michael Joseph,
1994, pp. 18-20.
8. LOS «SALVAJES AÑOS NOVENTA» Y EL ASCENSO DE LOS «AVTORITETI»
1. Viacheslav Razinkin y Alekséi Tarabrin, Elita prestupnogo mira: tsvetnaya mast’, Moscú,
Veche, 1997, p. 17.
3. Federico Varese, The Russian Mafia: Private Protection in a New Market Econom, Oxford,
Oxford University Press, 2001, p. 184.
4. Ibid., p. 181; Moscow Times, 25 de abril de 2012; Alexander Kan, «Profile: Iósiv Kobzón:
Russian crooner and MP», BBC News, 17 de feberero de 2015,
http://www.bbc.com/news/world-europe-31497039, visitada el 3 de enero de 2018.
5. Valeriya Bashkirova et al., Geroi 90-kh: lyudi i den’gi – noveishaya istoriya kapitalizma v
Rossii, Moscú, Kommersant/ANF, 2012, p. 254.
9. Ibid.
10. William Cooper, «Russia’s economic performance and policies and their implicationsfor the
United States», Library of Congress Congressional Research Service, junio de 2009, p. 2.
13. Tobias Holzlehner, «“The harder the rain, the tighter the roof ”: evolution of organized crime
networks in the Russian Far East», Sibirica 6, 2, 2007, p. 56.
14. Vadim Vólkov, Violent Entrepreneurs: The Use of Force in the Making of Russian Capitalism,
Ithaca, Cornell University Press, 2002, p. 27.
16. Petr Skoblikov, Vzyskanie dolgov i criminal, Moscú, Yurist, 1999, pp. 76-81.
17. Carl Schreck, «Blood sport: the rise of Russia’s gangster athletes», Radio Free Europe/Radio
Liberty, 8 de mayo de 2016.
18. Vólkov, Violent Entrepreneurs, p. 51.
19. Svetlana Stephenson, Gangs of Russia: From the Streets to the Corridors of Power, Ithaca,
Cornell University Press, 2015, capítulo 7, especialmente en pp. 172-179.
23. Nancy Ries, «“Honest bandits” and “warped people”: Russian narratives about money,
corruption, and moral decay», en Carol Greenhouse et al., eds., Ethnography in Unstable
Places: Everyday Lives in Contexts of Dramatic Political Change, Durham, Duke University
Press, 2002, p. 279.
26. Este punto es explorado a fondo en Dawisha, Putin’s Kleptocracy, especialmente en el capítulo
3. Esas alegaciones, aunque nunca hayan sido demostradas, se han realizado profusamente y
han sido discutidas tanto en Rusia como en el extranjero. Putin y sus portavoces han rechazado
esas afirmaciones, pero no han sido llevadas ante ningún tribunal. Véase un ejemplo
representativo en: «Ot Tambovskoi OPG do massazhista Putina», Dozhd-TV, 6 de septiembre
de 2017; «Russia: Putin’s Past Becoming a Hot Internet Topic in Moscow», EurasiaNet, 6 de
enero de 2016; «Vladimir Putin linked to shady property deals», The Australian, 31 de agosto
de 2015; «“Putin involved in drug smuggling ring” says ex-KGB officer», Newsweek, 13 de
marzo de 2015; «Malen’kaya prachechnaya prem’er-klassa», Nezavisimaya gazeta, 10 de abril
de 2011; Jurgen Roth, Die Gangster aus dem Osten, Múnich, Europe-Verlag, 2004;
«Gryaznaya zona Evropy», Sovershenno sekretno, 1 de julio de 2000; «Le nom de M. Poutine
apparaît en marge des affaires de blanchiment au Liechtenstein», Le Monde, 26 de mayo de
2000. Los documentos del juicio en el destacado caso español contra miembros de
Tambóvskaia y bandas asociadas en 2015 menciona en varias ocasiones a Putin
específicamente y también a sus allegados como patronos dentro de la organización
Tambóvskaia. De hecho, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos intentó
específicamente pinchar el teléfono del líder de Tambóvskaia Barsukov/Kumarin para
investigar si estaba en contacto con Putin tras su último ascenso a la presidencia; véase The
Intercept, 16 de mayo de 2016.
27. The Guardian, «Kremlin accuses foreign parties of Putin smear campaign before elections», 28
de marzo de 2016, disponible en:
https://www.theguardian.com/world/2016/mar/28/kremlin-foreign-putin-smear-
campaign-election, visitada el 25 de enero de 2018.
31. Para consultar más información sobre Sogoián, véase «Court sentences alleged member of
Russian criminal group to 22 years», ČTK, 28 de febrero de 2013.
9. BANDAS, REDES Y HERMANDADES
2. Andréi Konstantínov, Banditskii Peterburg, rev. ed., San Petersburgo, Amfora, 2009.
3. Joseph Serio es especialmente agudo respecto a la ridícula variación de las cifras y los
problemas generales con las estadísticas en su obra Investigating the Russian Mafia, Durham,
Carolina University Press, 2008, capítulo 4.
4. Un interesante legado de los días de los gulags cuando las brigadas eran destacamentos de
trabajo a cargo de un brigadier elegido o nombrado a dedo.
6. Véase Diego Gambetta, The Sicilian Mafia: The Business of Private Protection, Cambridge,
Harvard University Press, 1993; Diego Gambetta, Codes of the Underworld: How Criminals
Comunicate, Princeton, Princeton University Press, 2009.
7. UN Office on Drugs and Crime, Results of a Pilot Survey of Forty Selected Organized
Criminal Groups in Sixteen Countries, Viena, Naciones Unidas, 2002, p. 34.
9. Esta sección está basada en mi artículo «Behind the scenes: Uralmash gang retreats into the
shadows», Jane’s Intelligence Review 21, 9, 2009, utilizado con el permiso de la revista. Véase
también Andréi Konstantínov y Malkolm Dikselius, Banditskaya Rossiya, San Petersburgo,
Bibliopolis, 1997, pp. 311-318; Vólkov, Violent Entrepreneurs, pp. 116-122.
12. James Finckenauer y Yuri Voronin, The Threat of Russian Organized Crime Washington, D. C.,
National Institute of Justice, 2001, p. 15.
14. Simon Karlinski, ed., Anton Chekhov’s Life and Thought: Selected Letters and Commentary,
Evanston, Northwestern University Press, [1973] 1997, p. 173.
15. Tobias Holzlehner, «“The harder the rain, the tighter the roof”: evolution of organized crime
networks in the Russian Far East», Sibirica 6, 2. 2007.
17. Vladímir Ovchinski, «The 21st century mafia: made in China», Russia in Global Affairs, enero
de 2007; Eric Hyer, «Dreams and nightmares: Chinese trade and immigration in the Russian
Far East», Journal of East Asian Affairs 10, 2, 1996.
18. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, The Global Afghan Opium Trade:
A Threat Assessment, Viena, Naciones Unidas, 2011.
19. Daniela Kleinschmit et al., eds., Illegal Logging and Related Timber Trade: Dimensions,
Drivers, Impacts and Responses, Viena, International Union of Forest Research Organizations,
2016, p. 49; véase también Tanya Wyatt, «The Russian Far East’s illegal timber trade: an
organized crime?», Crime, Law and Social Change 61, 1, 2014.
20. Bertil Lintner, «Chinese organised crime», Global Crime 6, 1, 2004, p. 93.
23. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en 2009 era del 25 por
ciento, The Global Afghan Opium Trade, p. 20.
24. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, The Global Afghan Opium Trade,
p. 46.
28. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, The Global Afghan Opium Trade.
29. Esta información ha sido extraída de materiales de operaciones que han compartido conmigo
las agencias del orden y la ley; algunos detalles se han modificado, ya que forma parte de una
investigación en curso.
30. Vólkov, Violent Entrepreneurs, p. 115.
31. Véase Andréi Konstantínov, Banditskii Peterburg, San Petersburgo, Folio-Press, 1997; Vólkov,
Violent Entrepreneurs, pp. 108-116.
34. Es una de las afirmaciones clave en la obra de Dawisha, Putin’s Kleptocracy, pp. 141-145.
37. Leningradskaya Pravda, 23 de mayo de 2003; Izvestia, 3 de marzo de 2009; Novaya gazeta, 1
de noviembre de 2009.
41. United States Government Interagency Working Group, International Crime Threat
Assessment, 2000, p. 74.
42. Esta sección está basada en mi artículo «Empire of the sun: Russian organised crime’s global
network», Jane’s Intelligence Review 20, 6, 2008, utilizado con permiso de la citada revista.
Véase también Valeri Kárishev, Solntsevskaya bratva: istoriya gruppirovki, Moscú, EKSMO-
Press, 1998; Konstantínov, Banditskaya Rossiya, pp. 73-168.
3. Entrevista personal Moscú, 2012. En realidad, la palabra que utilizó fue «negros», un término
equívoco utilizado en el argot de la calle ruso para referirse a la gente del Cáucaso.
5. Dina Siegel y Henk van de Bunt, eds., Traditional Organized Crime in the Modern World:
Responses to Socioeconomic Change, Nueva York, Springer, 2012, pp. 35, 39.
7. Federico Varese, «Is Sicily the future of Russia? Private protection and the rise of the Russian
Mafia», European Journal of Sociology 35, 2, 1994.
8. Esta sección está basada en mi artículo «Blood brotherhood: Chechen organised crime», Jane’s
Intelligence Review 20, 9, 2008, utilizado con permiso de la citada revista.
9. Para consultar excelentes estudios acerca de la tradición abreg, véase Bruce Grant, The Captive
and the Gift: Cultural Histories of Sovereignty in Russia and the Caucasus, Ithaca, Cornell
University Press, 2009; Rebecca Gould, «Transgressive sanctity: the abrek in Chechen
culture», Kritika 8, 2, 2007. Para consultar estudios rusos, véase, Yuri Botiakov, Abreki na
Kavkaze: sotsiokul’turnyi aspekt yavleniya, San Petersburgo, Peterburgskoe vostokovedenie,
2004; V. O. Bobrovnikov, Musul’mane Severnogo Kavkaza: obichai, pravo, nasilie, Moscú,
Vostochnaya literatura, 2002.
10. Suzanne Goldenberg, The Pride of Small Nations: The Caucasus and Post-Soviet Disorder,
Londres, Zed, 1994, p. 2.
12. Memoirs of Baron Tornau, citado en John Baddeley, The Russian Conquest of the Caucasus,
Londres, Longmans, Green, 1908, p. 266.
13. Aude Merlín y Silvia Serrano, eds., Ordres et désordres au Caucase, Bruselas, Editions
universitaires de Bruxelles, 2010, pp. 134-135.
14. Sebastian Smith, Allah’s Mountains: Politics and War in the Russian Caucasus, rev. edn.
Londres, I. B. Tauris, 2006, p. 133.
15. En la primera mitad de 2011, por ejemplo, se denunciaban 1,9 delitos por cada mil habitantes
pero cuando esos delitos se llevaban a cabo solían ser graves: casi el 40 por ciento eran
clasificados como graves, comparado con la media nacional, de entre el 25 y el 30 por ciento,
registrada durante los últimos años. RIA Novosti, 18 de agosto de 2011.
18. Jeff Myers, The Criminal-Terror Nexus in Chechnya: A Historical, Social, and Religious
Analysis, Lanham, Lexington, 2017, p. 121.
19. Esta información me fue confirmada por una de las personas que asistió a la reunión y por otra
que lo escuchó de un tercero.
20. Artem Rudakov, Chechenskaya mafiya, Moscú, EKSMO-Press, 2002, pp. 323-324.
22. Yossef Bodansky, Chechen Jihad: Al Qaeda’s Training Ground and the Next Wave of Terror,
Nueva York, Harper, 2007, p. 108.
23. Entregado en una reunión privada sobre el crimen organizado, Londres, 1997.
24. Andréi Konstantínov, Banditskii Peterburg, San Petersburgo, Folio-Press, 199, p. 155.
30. Citado en Aleksandr Zhilin, «The Shadow of Chechen Crime over Moscow», Jamestow
Foundation Prism 2, 6, 1996.
34. Roustam Kaliyev, «Can “power ministries” be transformed?», Perspective 13, 1, 2002; véase
también Library of Congress Federal Research Division, Involvement of Russian Organized
Crime Syndicates, Criminal Elements in the Russian Military, and Regional Terrorist Groups
in Narcotics Trafficking in Central Asia, the Caucasus, and Chechnya, 2002, p. 27.
36. Stephen Handelman, Comrade Criminal: Russia’s New Mafiya, Londres, Michael Joseph,
1994, p. 178.
37. Misha Glenny, McMafia: Crime without Frontiers, Londres, Bodley Head, 2008, p. 77.
39. Der Spiegel, 21 de junio de 2007; un agente de seguridad del FSB inexperto en aquella época
me relató esta historia personalmente en Moscú, en 2014.
40. Este cable, «Subject: Chechnya, the once and future war», 30 de mayo de 2006, fue publicado
posteriormente por WikiLeaks.
41. Iliá Yashin, Ugroza Natsional’noi bezopasnosti (informe experto independiente, Moscú, 2016)
disponible en: https://openrussia.org/post/view/12965/, visitado el 5 de enero de 2018. El
portavoz oficial de Kadírov afirma que este informe es «pura difamación, insultos y
acusaciones infundadas»; véase FreeNews, 14 de marzo de 2016, disponible en
http://freenews-en.tk/2016/03/14/spokesman-kadyrov-asks-to-have-a-thing-for-yashin-
because-of-the-report-about-chechnya/, visitada el 25 de enero de 2018.
43. Moscow Times, 25 de febrero de 2010; Reuters, 5 de marzo de 2011; Meduza, 1 de febrero de
2016; The Washington Post, 24 de mayo de 2016.
44. Joel Schectman, «U. S. sanctions Chechen leader, four others under Magnitsky Act», 20
diciembre de 2017, disponible en: https://www.reuters.com/article/us-usa-russia-
sanctions/u-s-sanctions-chechen-leader-four-others-under-magnitsky-act-
idUSKBN1EE260, visitada el 25 de enero de 2018.
45. En diciembre de 2017, el Gobierno de Estados Unidos impuso sanciones a Kadírov con base en
la ley Magritski contra el abuso de los derechos humanos y la implicación en asesinatos
extrajudiciales. «Chechnya: “Disappearances” a Crime Against Humanity», Human Rights
Watch, 20 de marzo de 2005; juicios de la Corte Europea de Derechos Humanos en Imakayeva
v. Russia, 2006 y Khantiyev v. Russia, 2009.
46. Unión Europea, European Asylum Support Office Country of Origin Information Report –
Russian Federation – State Actors Of Protection, EASO, 2017; Emil Souléimanov y Jasutis
Grazvydas, «The Dynamics of Kadyrov’s Regime: Between Autonomy and Dependence»,
Caucasus Survey 4, 2, 2016, pp. 115-128; Vanessa Kogan, «Implementing the Judgments of
the European Court of Human Rights from the North Caucasus: A Closing Window for
Accountability or a Continuing Process of Transitional Justice?», en Natalia Szablewska y
Sascha-Dominik Bachmann, eds., Current Issues in Transitional Justice, Cham, Springer,
2015; Gran Bretaña: Parliament, House of Commons All-Party Group, Parliamentary Human
Rights Group (PHRG) Report, Chechnya Fact-Finding Mission, 10 de junio de 2010,
disponible en: http://www.refworld.org/docid/4cc7ed2a2.html, visitado el 5 de enero de
2018; International Helsinki Federation for Human Rights, Chechnya: Impunity,
Disappearances, Torture, and the Denial of Political Rights, 2003.
11. LOS GEORGIANOS: EL «VOR» EXPRATRIADO
1. Esa observación la hizo la criminóloga estadounidense Louise Shelley. Louise Shelley et al.,
eds., Organized Crime and Corruption in Georgia, Abingdon, Routledge, 2007, p. 54.
5. Entrevistado por Gavin Slade, en su artículo «No country for made men: The decline of the
mafia in post-Soviet Georgia», Law & Society Review 46, 3, 2012, p. 631.
6. George Grossman, «The “second economy” of the USSR», Problems of Communism 26, 5,
1977, p. 35.
11. Citado en Alexander Kupatadze, Organized Crime, Political Transitions, and State Formation
in Post-Soviet Eurasia, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2012, p. 118.
18. Entrevistado en Vremya novostei, citado en The New York Times, 30 de julio de 2008.
19. Esta sección está basada en mi artículo «Retirement plans: Russian mafia boss considers his
future», Jane’s Intelligence Review 23, 1, 2011, utilizado con permiso de la citada revista.
22. Así como «Yapónchik» encabezó la lucha de las bandas eslavas contra los chechenos y otros
«montañeses» en Moscú, «Yakutiónok» también había librado una batalla encarnizada con los
gánsteres georgianos en Perm. Federico Varese, The Russian Mafia: Private Protection in a
New Market Economy, Oxford, Oxford University Press, 2001, p. 132.
26. Novaya gazeta, 26 de septiembre de 2010; Vesti, 20 de enero de 2013; Rosbalt, 2 de enero de
2014; Rosbalt, 20 de enero de 2014.
31. Rosbalt, 4 de enero de 2014; investigador de la policía encargado de seguir las operaciones de
la red, Moscú, 2015.
36. Novaya gazeta, 4 de junio de 2014; Rosbalt, 9 de octubre de 2009; BBC Russian Service, 10
de junio de 2014; Republic, 29 de diciembre de 2016.
38. Comentario recordado por uno de esos agentes retirado, Moscú, 2016.
39. Gavin Slade ha cuestionado útilmente «la idea esencialista de que existe algo específico en la
“mentalidad georgiana” o la cultura nacional que hacen inevitable el poder de la mafia allí».
Reorganizing Crime: Mafia and Anti-Mafia in Post-Soviet Georgia, Oxford, Oxford University
Press, 2013, p. 172.
12. EL GÁNSTER INTERNACIONALISTA
1. William Webster et al., eds., Russian Organized Crime and Corruption, Washington D. C.,
Center for Strategic and International Studies, 1997, p. 1.
4. Federico Varese, Mafias on the Move: How Organized Crime Conquers New Territories,
Princeton, Princeton University Press, 2011, p. 8.
5. Ibid., p. 8.
7. Para consultar estudios útiles sobre el hampa georgiano, véase Louise Shelley et al., eds.,
Organized Crime and Corruption in Georgia, Abingdon: Routledge, 2007; Gavin Slade, «The
threat of the thief: who has normative influence in Georgian society?», Global Crime 8, 2,
2007; Gavin Slade, «No country for made men: The decline of the mafia in post-Soviet
Georgia», Law & Society Review 46, 3, 2012. Para el uraniano, véase Andréi Kokotiuka y
Guennadi Grebnev, Kriminal’naya Ukraina, Járkov, Folio, 2004; Taras Kuzio, «Crime, politics
and business in 1990s Ukraine», Communist and Post-Communist Studies 47, 2, 2014; Graham
Stack, «Money laundering in Ukraine: tax evasion, embezzlement, illicit international flows
and state capture», Journal of Money Laundering Control 18, 3, 2015; Organized Crime
Observatory, Ukraine and the EU: Overcoming Criminal Exploitation toward a Modern
Democracy?, Ginebra: Organized Crime Observatory, 2015. Para Asia central, véase Filippo
De Danieli, «Beyond the drug-terror nexus: drug trafficking and state-crime relations in
Central Asia», International Journal of Drug Policy 25, 6, 2014; David Lewis, «Crime, terror
and the state in Central Asia», Global Crime 15, 3-4, 2014. Para consultar otros estudios
generales, véase Svante Cornell y Michael Jonsson, eds., Conflict, Crime, and the State in
Postcommunist Eurasia, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 2014; Alexander
Kupatadze, Organized Crime, Political Transitions and State Formation in Post-Soviet
Eurasia, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2012.
11. Véase Sławomir Matuszak, The Oligarchic Democracy: The Influence of Business Groups on
Ukrainian Politics, Varsovia, Osrodek Studiów Wschodnich, 2012.
12. Profundizo en este tema en Mark Galeotti, «Crime and Crimea: criminals as allies and agents»,
Radio Free Europe/ Radio Liberty, 3 de noviembre de 2014.
15. Erica Marat, «Impact of drug trade and organized crime on state functioning in Kyrgyzstan and
Tajikistan», China and Eurasia Forum Quarterly, 4, 1, 2006; Erica Marat, «The changing
dynamics of state-crime relations in Kyrgyzstan», Central Asia-Caucasus Analyst, 21 de
febrero de 2008.
16. Véase, por ejemplo, Helge Blakkisrud y Pål Kolstø, «From secessionist conflict toward a
functioning state: processes of state- and nation-building in Transnistria», Post-Soviet Affairs
27, 2, 2011.
17. Jan Marinus Wiersma, «European Parliament ad hoc delegation to Moldova 5-6 de junio de
2002», Parlamento Europeo, julio de 2002.
18. Véase Michael Bobick, «Profits of disorder: images of the Transnistrian Moldovan Republic»,
Global Crime 12, 4, 2011.
20. Walter Kegö y Alexandru Molcean, eds., Russian Organized Crime: Recent Trends in the
Baltic Sea Region, Estocolmo, Institute for Security and Development Policy, 2012, p. 58.
22. Mark Galeotti, «Israel organised crime is fragmented, but growing», Jane’s Intelligence Review
17, 7, 2005.
23. Es algo que actualmente incluso el Gobierno ruso reconoce implícitamente. El anterior
presidente Dmitri Medvédev dijo en 2011 que «no cabe duda alguna de quién ganó [esa
carrera]. No fue Borís Nikoláievich Yeltsin». Time, 24 de febrero de 2012.
25. Robert Friedman, Red Mafiya: How the Russian Mob has Invaded America, Boston, Little,
Brown, 2000, p. xx.
26. El mejor análisis de esos episodios lo encontramos en Varese, Mafias on the Move. Se ha
añadido la identidad de cierto individuo al que Varese deja en el anonimato.
28. Servizio Centrale Operativo, Rapporto operativo, Yesin et alii, Roma, Polizia di Stato, 1997, p.
21, citado y traducido en Varese, Mafias on the Move, p. 73.
30. Hyon Shin and Robert Kominski, «Language use in the United States: 2007», Suitland, Oficina
del Censo de Estados Unidos, 2010.
32. James Finckenauer y Elin Waring, The Russian Mafia in America: Immigration, Culture, and
Crime, Boston, Northeastern University Press, 1998.
35. BIS, Informe anual del Servicio de Información y Seguridad (BIS) de la República Checa para
el 2008, Praga, BIS, 2008, p. 12.
36. Kelly Hignett, «Organised crime in east central Europe: the Czech Republic, Hungary and
Poland», Global Crime 6, 1, 2004; Miroslav Nozina, «Crime networks in Vietnamese
diasporas: the Czech Republic case», Crime, Law and Social Change 53, 3, 2010.
37. BIS, Informe anual del Servicio de Información y Seguridad (BIS) de la República Checa para
el 2008, Praga, BIS, 2010, pp. 11-12.
39. Departamento de Justicia de California, Crimen Organizado en California 2010: informe anual
para la Legislatura, p. 33.
40. The Observer, 16 de junio de 2002; The New York Times, 9 de noviembre de 2005.
41. Por ejemplo, en 2004 Garri Grigorian, un hombre nacido en Rusia que vivía en Estados
Unidos, fue condenado por ayudar a lavar más de 130 millones de dólares a través de cuentas
corrientes fantasma en Utah.
42. Jeffrey Robinson, The Merger: The Conglomeration of International Organized Crime,
Woodstock, Overlook Press, 2000, pp. 21-23.
43. Carlos Resa Nestares, «Transnational organised crime in Spain: structural factors explaining its
penetration», en Emilio Viano, ed., Global Organised Crime and International Security,
Aldershot, Ashgate, 1999.
44. Esto se remonta a mediados de la década de 1990; véase Izvestia, 17 de septiembre de 1996.
46. Departamento de Justicia de Estados Unidos, «Más de cien miembros y socios de grupos de
cimen organizado transnacional acusados con delitos que incluyen fraude bancario, secuestro,
estafas y fraude al sistema sanitario», comunicado de prensa, 16 de febrero de 2011.
48. Registro del Congreso de Estados Unidos, Congreso 112.º, 2011-2012, Cámara de
Representantes, 8 de marzo de 2011, p. H1583.
50. Oficina del Fiscal de Estados Unidos, Distrito Sur de NuevaYork, «Manhattan US attorney
announces charges against 36 individuals for participating in $279 million health care fraud
scheme», comunicado de prensa, 29 de febrero de 2012.
51. USA v. Kasarian et al., 2010. Kasarian fue declarado culpable en 2011.
53. Europol, Russian Organised Crime Treat Assessment 2008 (versión parcialmente
desclasificada), p. 10.
55. Claire Sterling, Crime Without Frontiers: The Worldwide Expansion of Organised Crime and
the Pax Mafiosa, Londres, Little, Brown, 1994.
56. John Kerry, The New War: The Web of Crime that Threatens America’s Security, Nueva York,
Simon & Schuster, 1997, p. 21.
58. US Commercial Service, «US Commercial Service to support US pavilion at major Global
Gaming Expo Asia 2013 (G2E Asia 2013)», comunicado de prensa, 11 de marzo de 2013.
59. Bertil Lintner, «The Russian mafia in Asia», Asia Pacific Media Services, 3 de febrero de
1996.
62. Esta es una cifra estimada proporcionada por la Oficina de las Naciones Unidos contra el
Delito y la Droga en 2016.
5. Oficina del Fiscal de Estados Unidos, Distrito Sur de Nueva York, «Manhattan U. S. Attorney
Charges 34 Members and Associates of Two Russian-American Organized Crime Enterprises
with Operating International Sportsbooks That Laundered More Than $100 Million», 16 de
abril de 2013.
7. Este cable, «Subject: Spain details its strategy to combat the Russian mafia», 8 de febrero de
2010, fue posteriormente publicado por WikiLeaks.
9. Vadim Vólkov, Violent Entrepreneurs: The Use of Force in the Making of Russian Capitalism,
Ithaca, Cornell University Press, 2002, p. 119.
10. Este cable, «Subject: the Luzhkov dilemma», 12 de febrero de 2010, fue publicado
posteriormente por WikiLeaks.
11. Este hecho se explica mejor y de manera detallada en Dawisha, Putin’s Kleptocracy, pp. 104-
162, especialmente en las pp. 126-132 y 142-145.
14. Esta sección está basada en mi análisis del caso para Moscow Times, 15 de julio de 2014.
15. La idea de que en Rusia hay un Estado profundo ha sido analizada a fondo por Brian
Whitmore, de Radio Free Europe/Radio Liberty.
16. Michael Rochlitz, «Corporate raiding and the role of the state in Russia», Post-Soviet Affairs
30, 2-3, 2014.
17. Moskovskii komsomolets, 10 de noviembre de 1996.
18. Véase, por ejemplo, Stephen Handelman, «The Russian “Mafiya”», Foreign Affairs, marzo-
abril de 1994; Michael Waller y Victor Yasmann, «Russia’s great criminal revolution: the role
of the security services», Journal of Contemporary Criminal Justice 11, 4, 1995.
19. Stanislav Lunev, «Russian organized crime spreads beyond Russia’s borders, squeezing out the
local competition», Jamestown Foundation Prism 3, 8, 1997.
21. Esto lo ha demostrado con especial eficacia Jordan Gans-Morse: véase, por ejemplo, «Threats
to property rights in Russia: from private coercion to state aggression», Post-Soviet Affairs 28,
3, 2012.
22. PricewaterhouseCoopers, Economic Crime: People, Culture and Controls – the 4th Biennial
Global Economic Crime Survey: Russia, 2007, p. 3.
24. Para consultar un excelente estudio al respecto, véase: «Following the Magnitsky money»,
Organized Crime and Corruption Reporting Project, 12 de agosto de 2012. Browder, Red
Notice: A True Story of High Finance, Murder, and One Man’s Fight for Justice, Nueva York,
Simon & Schuster, 2015.
25. Valeri Kárishev, Russkaya Mafiya, 1991-2017: novaya khronika banditskoi Rossii, Moscú
EKSMO-Press, 2017, p. 374.
27. Bien resumido en Richard Behar, «Capitalism in a cold climate», Fortune 141, 12, 2000.
32. Pravda.ru, 24 de enero de 2003; Valeri Kárishev, Aleksandr Solonik: killer zhiv?!, Moscú,
Eksmo-Press, 2003.
36. Jonathan Lusthaus, «How organised is organised cybercrime?», Global Crime 14, 1, 2013.
37. The Guardian, 25 de enero de 2008; CNN, 24 de octubre de 2009; Time, 20 de enero de 2011;
Vedomosti, 19 de abril de 2011; RFE/RL, 11 de noviembre de 2014; Reuters, 27 de noviembre
de 2014; Varese, The Russian Mafia, pp. 170, 172; Dawisha, Putin’s Kleptocracy, pp. 284-285.
38. Robert Friedman, Red Mafiya: How the Russian Mob has Invaded America, Boston, Little,
Brown, 2000, p. 113.
39. United States v. Peter Berlin, Lucy Edwards et al., 1999; véase también Thomas Ott, «US law
enforcement strategies to combat organized crime threats to financial institutions», Journal of
Financial Crime 17, 4, 2010.
3. Para un mejor estudio de este aspecto, véase, James Jacobs, Gotham Unbound: How New York
City was Liberated from the Grip of Organized Crime, Nueva York, New York University
Press, 2001, capítulo 3.
6. Mensaje secreto que circuló en la cárcel firmado por treinta y cuatro vori de alto rango.
Reproducido en la página web PrimeCrime: véase http://www.primecrime.ru/photo/3643,
visitada el 25 de octrubre de 2017. (La traducción al inglés es mía y he tenido que tomarme
algunas libertades para captar el sentido; por ejemplo, en lugar de «seduciendo», el texto dice
literalmente «llevando a la gente al fornicio».)
15. Esta sección está basada en mi artículo «Khoroshie vremena dlya plokhikh parnei», Radio
Svoboda, 13 de junio de 2015, usado con permiso de la citada fuente. El artículo fue
posteriormente publicado en inglés por Henry Jackson Society como «Tough times for tough
people: crime and Russia’s economic crisis», 18 de junio de 2015.
17. Los siguientes ejemplos están sacados de conversaciones con policías e investigadores rusos y
de la consulta de materiales operacionales en Moscú, 2014-2016.
20. Vadzim Smok, «The art of smuggling in Belarus», open Democracy: Russia, 2 de febrero de
2015.
23. Martin Müller, «After Sochi 2014: costs an dimpacts of Russia’s Olympic Games», Eurasian
Geography and Economics, 55, 6, 2014.
36. Joseph Menn, Fatal System Error: The Hunt for the New Crime Lords who are Bringing Down
the Internet, Nueva York, PublicAffairs, 2010, p. 266.
39. Stephen McCombie et al., «Cybercrime attribution: an eastern European case study»,
Proceedings of the 7th Australian Digital Forensics Conference, 2009.
40. «Palermo: hacker russi clonavano carte di credito statunitensi», Polizia di Stato, 29 de
septiembre de 2015.
45. Esta sección está basada en mi artículo «Return of mob rule: the resurgence of gangsterism in
Russia», Jane’s Intelligence Review 25, 4, 2013, usado con permiso de la citada revista.
48. Life News, 7 de marzo de 2017. Kalashov se declara inocente y, en el momento de redactar esta
obra, su caso continua en los tribunales.
15. LAS GUERRAS CRIMINALES
1. El informante con quien Kohver tenía que reunirse supuestamente, Maxim Gruzdev, resultó
que había sido sobornado por el FSB, y cumple condena actualmente en Estonia por su papel
en el plan. Re:baltica, 13 de septiembre de 2017; Postimees, 14 de septiembre de 2017.
3. Audiencia sobre lavado de dinero ruso, 21 de septiembre de 1999, citada en Edward Lucas,
Deception: spies, lies and how Russia dupes the West, Londres, Bloomsbury, 2013, p. 316.
4. Statement for the record: worldwide threat assessment of the US intelligence community»,
Senate Select Committee on Intelligence, 12 de marzo de 2013.
5. Comparar Edward Lucas, The New Cold War: Putin’s Russia and the Threat to the West, Nueva
York, Palgrave Macmillan, 2008, con Mark Galeotti, «Not a New Cold War: Great Game II»,
ETH Zürich, 14 de abril de 2014.
6. Ezio Costanzo, The Mafia and the Allies: Sicily 1943 and the Return of the Mafia, Nueva York,
Enigma, 2007; Salvatore Lupo, «The Allies and the mafia», Journal of Modern Italian Studies
2, 1, 1997.
7. Cable diplomático de Estados Unidos, «Subject: Spain details its strategy to combat the
Russian mafia», 8 de febrero de 2010.
9. La carrera de But es descrita con más detalle en Matt Potter, Outlaws Inc.: Under the Radar
and on the Black Market with the World’s Most Dangerous Smugglers, Nueva York,
Bloomsbury, 2011.
10. Europol, Russian Organised Crime Threat Assessment 2008 (versión parcialmente
declasificada), p. 13.
12. Esta sección está basada en mi artículo «Crime and Crimea: criminals as allies and agents»,
Radio Free Europe/Radio Liberty, 3 de noviembre de 2014, usado con el permiso de la fuente
citada.
15. Novaya gazeta, 8 de febrero de 2016; Andréi Konstantínov y Malkolm Dikselius, Banditskaya
Rossiya, San Petersburgo, Bibliopolis, 1997, pp. 465-470.
18. Ibid.
19. Cable diplomático de Estados Unidos, «Subject: Ukraine: land, power, and criminality in
Crimea», 14 de diciembre de 2006.
20. «Prosecutor talks about control by crime», Organised Crime and Corruption Reporting
Project, 18 de diciembre de 2014.
22. Ibid.
24. Forbes, 30 de marzo de 2015; Lenta, 1 de junio de 2015; Lenta, 7 de junio de 2015;
Kryminform, 25 de junio de 2015; Eurasianet, 16 de julio de 2015; Al-Jazeera, 2 de septiembre
de 2015; The New York Times, 30 de septiembre de 2017.
27. Esta tradicional estafa me la explicaron tanto fuentes de los servicios de seguridad de Moscú,
en 2016, como una fuente de Occidente en 2017.
30. New Republic, 5 de junio de 2014. Véase también Taras Kuzio, «Crime, politics and business
in 1990s Ukraine», Communist and Post-Communist Studies 47, 2, 2014, y Serguéi Kuzin,
Donetskaya Mafiya, Kiev, Poligrafkniga, 2006.
31. New Republic, 5 de junio de 2014.
33. Gustav Gressel et al., «Donbas: an imported war», New Eastern Europe, 3 de noviembre de
2016.
38. Está sección esta basada en mi informe más extenso «Crimintern: how the Kremlin uses
Russia’s criminal networks in Europe», European Council on Foreign Relations, 18 de abril de
2017.
39. The Washington Post, 23 de diciembre de 2010; Snob, 23 de junio de 2011; Dawisha, Putin’s
Kleptocracy, pp. 88-90, 303-304.
42. «Hard blow against Russian-speaking mafia», comunicado de prensa, Europol, 19 de junio de
2013.
43. Para indagar más sobre la «guerra política, véase Mark Galeotti, Hybrid War or Gibridnaya
Voina? Getting Russia’s non-linear military challenge right, Praga, Mayak, 2016.
45. Hürriyet, 19 de febrero de 2014; «Have Russian hitmen been killing with impunity in
Turkey?», BBC News Magazine, 13 de diciembre de 2016.
46. Mateusz Seroka, «Montenegro: Russia accused of attempting to organise a coup d’état», OSW,
6 de marzo de 2017.
48. Mark Perry, «Putting America’s ridiculously large $18T economy into perspective by
comparing US state GDPs to entire countries», AEIdeas, 6 de junio de 2016.
2. Rémi Camus, “We’ll whack them, even in the outhouse”: on a phrase by V. V. Putin», Kultura
10/2006.
3. Víktor Suvorov, Spetsnaz: The Story behind the Soviet SAS, Londres, Grafton, 1989, pp. 52-53.
4. Yuri Glazov, «“Thieves” in the USSR as a social phenomenon», en The Russian Mind since
Stalin’s Death, Dordrecht, Springer Netherlands, 1985, pp. 39-40.
5. Alix Lambert, Russian Prison Tattoos: Codes of Authority, Domination, and Struggle, Atglen,
Schiffer, 2003, p. 123.
8. Víktor Erofeyev,«Dirty words: the unique power of Russia’s underground language», The New
Yorker, 15 de septiembre de 2003.
9. Paul Klebnikov, Godfather of the Kremlin: Boris Berezovsky and the Looting of Russia, Nueva
York, Harvest, 2000, p. 36.
10. Cinco chechenos fueron condenados por el asesinato en 2017. Aunque la versión oficial es que
trabajaban por cuenta propia, se cree de manera general que Kadírov ordenó el asesinato
directa o indirectamente y la familia de Nemtsov ha realizado peticiones para que se investigue
su supuesta implicación.
11. Aunque Navalni quedó parcialmente ciego tras uno de los ataques, por ejemplo, fueron
precisos varios días de presiones de fuentes rusas y extranjeras para que la policía iniciara al
menos las investigaciones.
12. Kathryn Hendley et al., «Law, relationships and private enforcement: transactional strategies of
Russian enterprises», Europe-Asia Studies 52, 4, 2000.
13. Michael Rochlitz, «Corporate raiding and the role of the state in Russia», Post-Soviet Affairs
30, 2-3, 2014; Philip Hanson, «Reiderstvo: asset-grabbing in Russia», Chatham House, marzo
de 2014; Jordan Gans-Morse, «Threats to property rights in Russia: from private coercion to
state aggression», Post-Soviet Affairs 28, 3, 2012.
16. Olga Matich, «Mobster gravestones in 1990s Russia», Global Crime 7, 1, 2006.
17. En Matvei Komarov, The Tale of Vanka Kain, 1779, También conocida por el título menos
conciso pero mucho más encantador de Thorough and Reliable Descriptions of the Life of the
Glorious Russian Conman Vanka Kain and the French Conman Cartouche. La última versión
y probablemente la mejor se encuentra en Vie de Kain, bandit russe et mouchard de la tsarine
(«La vida de Kain, bandido ruso e informante de la emperatriz»), con anotaciones de
Ecatherina Rai-Gonneau, París, Institut d’Études Slaves, 2008.
18. Eliot Borenstein, «Band of Brothers: homoeroticism and the Russian action hero», Kul’tura,
febrero de 2008, p. 18.
20. Sin duda, Odesa lo ha adoptado como uno de los suyos, con una plaza Ostap Bénder en la que
hay una escultura de una de esas doce sillas.
21. Eliot Borenstein, Overkill: Sex and Violence in Contemporary Russian Popular Culture,
Ithaca, Cornell University Press, 2007.
22. Este violento género es explorado a fondo en Anthony Olcott, Russian Pulp: The Detektiv and
the Russian Way of Crime, Lanham, Rowman & Littlefield, 2001 y en Borenstein, Overkill.
24. Vanesa Rampton, «“Are you gangsters?” “No, we’re Russians’: the Brother films and the
question of national identity in Russia», número especial de eSharp, 2008, p. 65.
25. Serguéi Oushakine, «Aesthetics without law: cinematic bandits in post-Soviet space», Slavic
and East European Journal 51, 2, 2007, p. 385.
31. «Treasury designates associates of key brothers’ circle members», comunicado de prensa,
Departamento de la Tesorería de Estados Unidos, 30 de octubre de 2013.
32. Robert Friedman, Red Mafiya: How the Russian Mob has Invaded America, Boston, Little,
Brown, 2000, pp. 116-117.
33. Véase Lore Lippman, «The Queen of the South: how a Spanish best seller was griten about
Mexican narcocorridos», Crime, Media, Culture 1, 2, 2005; Martín Meráz García,
«“Narcoballads”: the psychology and recruitment process of the “narco”», Global Crime 7, 2,
2006; Howard Campbell, «Narco-propaganda in the Mexican “drug war”: an anthropological
perspective», Latin American Perspectives 41, 2, 2014.
34. Antón Oleynik, crítica de Valeri Anisimikov, Rossiya v zerkale ugolovnykh traditsii tyurmy,
San Petersburgo, Yuridicheskii tsentr Press, 2003, Journal of Power Institutions in Post-Soviet
Societies 6/7, 2007.
35. V. G. Mozgot, «The musical taste of young people», Russian Education and Society 56, 8,
2014.
39. Edward Luttwak, «Does the Russian mafia deserve the Nobel Prize for economics?», London
Review of Books, 3 de agosto de 1995.
40. Para consultar las reformas en la policía, véase Brian Taylor, «Police reform in Russia: the
policy process in a hybrid regime», Post-Soviet Affairs 30, 2-3, 2014; Olga Semukhina, «From
militia to police: the path of Russian law enforcement reforms», Russian Analytical Digest
151, 2014; Mark Galeotti, «Purges, power and purpose: Medvedev’s 2011 police reforms»,
Journal of Power Institutions in Post-Soviet Societies 13, 2012.
42. Alexis Belianin y Leonid Kosals,«Collusion and corruption: an experimental study of Russian
police», National Research University Higher School of Economics, 2015.
43. Entrevista personal, Moscú, 2016.
44. Comentarios realizados durante una conferencia en Moscú, 1995, citado en The Guardian, 31
de julio de 1995.
45. Este es, obviamente, un relato drásticamente simplificado del proceso. Para consultar más
información, véase John Dickie, Cosa Nostra: A History of the Sicilian Mafia, Londres,
Hodder & Stoughton, 2004, capítulos 10 y 11; Jane Schneider, Reversible Destiny: Mafia,
Antimafia, and the Struggle for Palermo, Berkeley, University of California Press, 2003.
46. Joseph Serio, Investigating the Russian Mafia, Durham, Carolina Academic Press, 2008, p. 97.
49. George Dobson, Russia, Londres, A. & C. Black, 1913, pp. 240-241.
Politizdat, 1988.
ALBINI, JOSEPH, R. E. ROGERS, VICTOR SHABALIN, VALERY KUTUSHEV,
1. El barrio Jitrovka de Moscú, que vemos aquí en una imagen captada en la década de 1990,
era posiblemente el peor de los yamy, los barrios marginales de Rusia, un lugar en el que la vida
humana carecía prácticamente de valor. Aquí es donde acababan los perdidos, los desposeídos y
los desarraigados de la ciudad, ya fuera como depredadores o como presas. Así que también fue
el lugar donde tomó forma el vorovskói mir, el «mundo de los ladrones».
2. La ficha policial del régimen zarista de Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili, conocido por el
pseudónimo revolucionario de Koba y después, de manera bastante más extendida, por el de
Stalin. Aunque no era en sí mismo atracador de bancos ni asaltador de caminos, Stalin
desempeñó un papel decisivo trabajando con los vorí para obtener financiación para los
bolcheviques. Esta disposición temprana a hacer causa común con el hampa la aplicaría más
tarde en su gestión del sistema de gulags.
3. El estado revolucionario se preocupó por crear un nuevo cuerpo policial. Aquí vemos la
entrada a las oficinas de la «Milicia de Obreros y Campesinos», en Petrogrado (conocida más
tarde como Leningrado y después como San Petersburgo), custodiada por dos agentes que
probablemente no habían recibido adiestramiento alguno y tal vez incluso fueran analfabetos.
4. «Trabajar en la URSS es una cuestión de honor, conciencia, valor y heroísmo», decía el lema
que había sobre la verja de entrada al campo de trabajos forzados de Vorkutá en 1945.
Seguramente esto no suponía un gran consuelo para los condenados que trabajaban, pasaban
hambrunas y a menudo morían en las minas de carbón del gulag de Vorkutá, al norte del círculo
polar ártico. En 1953, Vorkutá se vería sacudido por unas huelgas que, aunque acabaron siendo
sofocadas por la fuerza, ayudaron no obstante a hacer patente que la era de los gulags había
terminado.
5. Para los vorí, las charreteras representaban al ejército y la disposición para servir al Estado,
pero cuando se las tatuaban en la piel expresaban irónicamente un rechazo por esa forma de
vida. Esto resultó especialmente significativo durante la llamada guerra de las «perras», cuando
los tradicionalistas no solo querían demostrar su independencia, sino también burlarse y excluir
a los voiénschina, la «soldadesca», como se conocía en los campos a quienes habían servido
como soldados.
6. «¡Combate el hooliganismo!». Con los vorí liberados de los gulags, la Unión Soviética sufrió
una oleada de delincuencia, sobre todo por el conflicto que enfrentaba a los suki («perras») y a
los tradicionalistas. Gran parte de ello fue identificado oficialmente como «hooliganismo» —
término que englobaba todo comportamiento violento y ajeno a las reglas— y, como muestra
este cartel de 1956, se convirtió en el foco de atención de una persecución que ayudaría a que
los vorí volvieran a la clandestinidad.
7. Aunque muchos de los tatuajes vor son burdos tanto en ejecución como en significado,
algunos muestran un considerable nivel artístico. Este tatuaje con representaciones de
simbolismo religioso, y que abarca toda la espalda, podía reflejar una fe auténtica y también ser
una burla, pero tiene un significado muy específico: cada una de las cúpulas en forma de
cebolla de la iglesia marca una condena en el campo de prisioneros, y, desgraciadamente, sigue
quedando espacio para alguna más.
8. Dos soldados soviéticos de asalto aéreo en Gardez durante la ocupación de Afganistán, que
se prolongó durante diez años. Las fuerzas soviéticas serían retiradas en 1989, pero su impacto
a largo plazo perduraría durante décadas. En la década de 1990, los veteranos de esta guerra, los
afgantsi, se agruparían en torno a los «empresarios criminales», abriéndose camino en el
negocio de la protección a base de fuerza bruta, literalmente, mientras que el flujo de heroína
afgana que se introducía en Rusia crecería exponencialmente hasta alcanzar un tercio del total
del comercio mundial a mediados de la década de 2010.
9. Dzhojar Dudáiev, el hombre que declaró la independencia de Chechenia, no solamente vestía
a la manera de los gánsteres estadounidenses de la década de 1930, sino que además presidió la
criminalización al por mayor de esta república del sur de la Federación Rusa.
10. Viacheslav «Yapónchik» Ivankov, uno de los últimos vorí v zakone auténticos de la vieja
escuela, era un hombre violento y brutal, un socio incómodo para la nueva generación de
delincuentes, más interesada en el dinero que en demostrar su hombría. Su asesinato en Moscú
en 2009 supuso un alivio para muchos, pero la etiqueta del hampa es tan acusada que su
ostentosa tumba del cementerio de Vagánkovo lo representa con una figura distinguida e
incluso meditativa. Aquellos que sufrieron sus reinados de terror en Moscú, y también durante
un tiempo en el distrito de Brighton Beach, en Nueva York, seguramente no recuerden a
«Yapónchik» de esa forma.
11. Los orígenes de la cárcel Butirka de Moscú se remontan al siglo xvii. Esta fue una de las
prisiones rusas más famosas, y tanto los zares como los soviets la usaron como instalación de
tránsito y centro de detención de presos políticos. Su historial de internos es un directorio
virtual de sujetos peligrosos, problemáticos e independientes.
12. Los criminales rusos tienen acceso a rifles de asalto y no tienen reparos en usarlos, de modo
que los cuerpos de seguridad han evolucionado para adaptarse a ello. Aquí, un equipo de las
fuerzas especiales del Servicio Federal de Control Antidroga carga contra un cártel de
narcotráfico en Kaluga en 2004. Los pasamontañas son para ocultar la identidad de los agentes
y evitar las represalias contra sus familias.
13. Resulta irónico que una cultura criminal que se jactaba de ser sacrílega se haya vuelto cada
vez más respetuosa con la Iglesia Ortodoxa Rusa en los últimos años. La Epifanía es el día de
enero en el que los creyentes fervientes se sumergen en aguas heladas para expiar
simbólicamente sus pecados. Aquí, un hombre repleto de tatuajes criminales —estrella de vor v
zakone en su hombro izquierdo incluida— se sumerge en las aguas de río Irtish en Tobolsk
(Siberia). Si esto es suficiente para purgar todos sus pecados o no, es algo que quedará entre el
hombre y su Dios.
14. La mafiya rusa en el Mediterráneo. A medida que el crimen organizado ruso se
internacionalizó, los países respondieron con diversos grados de preocupación. A mediados de
la década de 2000, España se alarmó ante la expansióm del crimen organizado ruso y
georgiano, especialmente en la costa mediterránea. Aquí, el vor de alto rango Gennadi Petrov es
arrestado en 2008 como parte de la Operación Troika, en un plan de desarticulación más amplio
de la red Tambóvskaia-Malishévskaia. Petrov obtuvo la libertad condicional para recibir
tratamiento médico en Rusia, pero nunca regresó, y Moscú no ha realizado movimiento alguno
para llevarlo ante los tribunales.
15. En la Rusia postsoviética, el sector de la seguridad privada está tan extendido que incluso la
policía se introdujo en él. OGPU Ojrana, la compañía propiedad del Ministerio de Interior (que
sería transferida después a la jurisdicción de la Guardia Nacional) subcontrataba para
operaciones externas furgones blindados y agentes de policía pluriempleados, como este que
porta el subfusil en la fotografía.
16. En la Rusia de Putin, las fronteras entre el Estado y el hampa son borrosas. La banda motera
Lobos de la Noche ha sido acusada de realizar actividades criminales, pero cuenta con el
patrocinio del Kremlin. Sobre estas líneas, el líder de los Lobos de la Noche, Alexandr
Zaldostanov, conocido como el Cirujano, pronuncia un discurso en unas protestas de 2006 en
Grozni, la capital chechena, ante un retrato enorme del líder checheno Ramzán Kadírov.
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS
Este libro ha sido elaborado en cierto modo a lo largo de tres décadas, por
lo que ha ido acumulando tantas deudas y obligaciones como un traficante
de poca monta que pasa por una mala racha. El primer borrador de parte del
manuscrito fue redactado en Praga en 2013 y debo dar las gracias a Jiri
Pehe y al centro académico de la Universidad de Nueva York en Praga por
su acogida y apoyo, y al programa Provost’s Global Research Initiative de
dicha universidad, que facilitó mi estancia. Otra parte del trabajo salió
adelante, como no podía ser de otra forma, en Moscú, cortesía del Center
for Global Affairs de la misma, que me permitió pasar un mes alejado de mi
despacho para estar más cerca de la acción. Concluí la obra al regresar a
Praga para ocupar mi puesto actual en el Institute of International Relations
de esta ciudad.
Parte de ese borrador del 2013 fue un encargo del International Institute
for Strategic Studies para un proyecto que nunca llegó a realizarse, pero me
gustaría dar las gracias al IISS en general, y a Nicholas Redman en
particular, por su amable invitación y también por su buena voluntad al
permitirme extraer elementos del manuscrito para este trabajo. También me
gustaría apuntar que algunas secciones de este libro se valen de artículos
que he publicado a lo largo de los años en Jane’s Intelligence Review y en
Radio Free Europe/Radio Liberty, a quienes también agradezco que me
permitan llevarlo a cabo.
Mi agradecimiento más humilde para todos aquellos afgantsi que me
alertaron inicialmente sobre ese problema emergente y a todos los rusos a
ambos lados de la ley que colaboraron con esta investigación. Su ayuda ha
sido incalculable, aunque por razones obvias no es algo que suele
reconocerse públicamente. Es preciso indicar que en muchos casos me
refiero a los criminales usando únicamente un nombre de pila o apodo y que
quizá habrá otros detalles que no se correspondan con la realidad. En
algunos casos, esto se debe a mi voluntad de proteger sus identidades; en
otros, a que quiero protegerme ante posibles demandas (o cosas peores) por
parte de personas cuyas fechorías aún no han sido demostradas con éxito
ante los tribunales.
Del mismo modo, quiero agradecer su ayuda a esas fuentes igualmente
anónimas entre la comunidad de cuerpos de seguridad del mundo occidental
con quienes he hablado de gánsteres rusos y de sus hazañas. Permítanme
ahora dedicarme con alivio a aquellos a los que sí puedo nombrar y que han
contribuido a este libro consciente o inconscientemente: Anna Arutunyan,
Kelly Barksby, Serguéi Cheloujine, Martha Coe, Antonio De Bonis, Jim
Finckenauer, Tom Firestone, Stephen Frank, Jordan Gans-Morse, Yákov
Gilinski, Misha Glenny, Aleksandr Gúrov, Kelly Hignett, Valeri Kárishev,
Petr Pojman, Joe Serio, Louise Shelley, Svetlana Stephenson, Federico
Varese, Vadim Vólkov, Brian Whitmore, Katherine Wilkins y Phil Williams.
En mi opinión, Varese y Vólkov han desempeñado un papel fundamental en
la configuración de este campo de estudios.
He recibido una inestimable ayuda para la investigación en el Center for
Global Affairs por parte de Andrew Bowen, que llegará lejos. Gabriela
Anderson puso su ojo avizor editorial sobre el manuscrito y ha pulido
muchas aristas. En el Institute of International Relations de Praga, Klára
Ovcácková me ofreció una ayuda indispensable para recopilar la
bibliografía, y Francis Scarr me ayudó a reforzar algunos capítulos. En Yale
University Press, debo dar las gracias a Heater McCallum por el entusiasmo
mostrado con este libro y su paciencia respecto a mis progresos, y a Marika
Lysandrou, por sus valiosas sugerencias. Jonathan Wadman ha sido un
editor de primer orden, comprensivo y muy meticuloso en su trabajo. Mi
encomio también para esos anónimos lectores del manuscrito que me
proporcionaron comentarios muy valiosos y ayudaron a visualizar algunas
cosas sin pulir del borrador.
Una vez dicho esto, mi más sincero agradecimiento debe ir dirigido a
todos aquellos, sin olvidarme de la perra Penny, que han sufrido mis
distracciones y abstracciones en mi persecución de esta obsesión particular,
y que a su vez me proporcionaron las distracciones y abstracciones
necesarias para recordarme que hay un mundo más allá de los tiroteos, los
conciliábulos y los contubernios.
MARK GALEOTTI
Praga, 2017