Propiedades de Los Materiales

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Propiedades eléctricas de los materiales

Los portadores eléctricos y su movimiento en diferentes tipos de materiales. Existen tres tipos
de enlaces y afectan la capacidad de un material para conducir la electricidad:

Enlace Metálico: En este tipo de enlace, los electrones de valencia se comparten entre todos
los átomos, formando una "nube electrónica" que permite el fácil movimiento de los
electrones. Los materiales con este enlace son conductores.

Enlace Covalente: Aquí, los electrones se comparten entre pares de átomos, lo que resulta en
una alta localización electrónica y una movilidad limitada de los electrones. Estos materiales
pueden ser semiconductores o aislantes, dependiendo de la movilidad de los electrones.

Enlace Iónico: Se compone de iones positivos y negativos que forman una red neutra. En
estado sólido, los electrones no pueden moverse, por lo que estos materiales son aislantes. Sin
embargo, cuando se funden, los iones pueden moverse y actúan como conductores.

En ausencia de un campo eléctrico externo, los portadores de carga se mueven


aleatoriamente, pero en presencia de un campo eléctrico, se desplazan en una dirección
paralela al campo. Durante su movimiento, chocan con obstáculos como núcleos atómicos,
límites de grano y defectos en la red cristalina, lo que causa desviaciones en su trayectoria. La
velocidad promedio de estos portadores se llama "velocidad de deriva".

Cuando un átomo está aislado, los electrones ocupan orbitales con niveles energéticos
específicos, pero en un sólido macroscópico, los niveles se superponen formando "bandas
energéticas". Estas bandas pueden ser llenadas por los electrones, comenzando por las de
menor energía. La última banda ocupada es la de valencia, y la primera con espacio libre es la
de conducción. La conductividad eléctrica ocurre cuando los electrones se mueven en la banda
de conducción, facilitado por la excitación térmica o un potencial eléctrico externo. La
capacidad de un material para conducir electricidad depende de si su banda de valencia está
llena o parcialmente vacía.

En el caso de los metales, la banda de valencia suele estar parcialmente ocupada, lo que
permite a los electrones ser excitados fácilmente dentro de la misma banda a niveles
energéticos libres. En materiales metálicos, hay muchos estados energéticos disponibles en la
banda de conducción, y la cantidad de energía necesaria para que un electrón pase a un
estado superior es mínima. Estos materiales son conductores eléctricos.

Por otro lado, en algunos materiales, como los dieléctricos (aislantes) y los semiconductores, la
distancia energética entre la banda de valencia y la siguiente banda vacía disponible es muy
grande. En estos casos, la energía necesaria para que los electrones salten a la banda de
conducción no se puede obtener fácilmente, ni siquiera con grandes campos eléctricos o altas
temperaturas. Por lo tanto, estos materiales son aislantes eléctricos. Por ejemplo, el diamante
es un aislante eléctrico debido a la gran distancia energética entre la banda de valencia y la de
conducción.

Los semiconductores representan una situación intermedia, donde hay un salto energético
entre la banda de valencia y la de conducción que es significativo pero posible de superar
mediante el uso de campos eléctricos de cierto voltaje y/o elevando la temperatura del
material. Estos materiales son una categoría especial y forman un grupo relativamente
pequeño de compuestos.
En los metales, las cargas eléctricas se mueven enfrentando obstáculos en su entorno, como la
red de núcleos atómicos que vibran con la temperatura, las imperfecciones de la red cristalina
y el resto de cargas eléctricas en movimiento. Estas colisiones limitan la velocidad de la carga
eléctrica, lo que se conoce como resistividad eléctrica (r), medida en W.m. La resistividad en
metales se debe a dos componentes: uno térmico, relacionado con las vibraciones de los
núcleos atómicos, que aumenta con la temperatura, y otro residual, causado por choques de
electrones con impurezas y defectos cristalinos, independiente de la temperatura.

La conductividad eléctrica en metales es la inversa de la resistividad y se simboliza con la letra


griega "s". Se mide en (W.m) ^-1 y los valores de conductividad varían según el material.
Factores como la temperatura, las imperfecciones de la red cristalina y el procesamiento del
material afectan tanto a la resistividad como a la conductividad.

Algunos efectos prácticos de la conducción eléctrica en los metales:

Leyes de Ohm: La resistencia eléctrica total de un conductor se determina por su longitud,


sección y resistividad, donde la energía necesaria para mantener una corriente eléctrica
constante se calcula mediante la ley de Ohm.

Efecto Joule: La energía perdida por la corriente eléctrica en un conductor se convierte en


calor, elevando la temperatura del material.

Efecto de Thomson: Cuando un material conductor se expone a diferentes temperaturas en


sus extremos, se genera una diferencia de potencial entre ellos, donde los electrones se
mueven en dirección opuesta a la temperatura para transportar calor.

Efecto de Peltier-Seebeck: Dos conductores distintos bajo un gradiente de temperatura


presentan una diferencia de potencial entre ellos, lo que genera electricidad. Este efecto se
utiliza en los termopares para medir la temperatura en procesos industriales, donde diferentes
aleaciones de hilos se combinan para obtener lecturas específicas de temperatura.

Los termopares están diseñados con distintos tipos de hilos para adaptarse a diferentes rangos
de temperatura, y su voltaje depende de la temperatura y la naturaleza de los cables. Los
lectores de termopares están calibrados para mostrar la temperatura en lugar del voltaje, y se
utilizan cables de compensación para conectar el termopar al lector. Los colores de los cables
de termopar siguen un código estandarizado para identificar el tipo de termopar.

Los materiales dieléctricos, también conocidos como aislantes eléctricos, tienen una banda de
valencia completamente ocupada, que está separada energéticamente de la banda de
conducción. Estos materiales, como las cerámicas iónicas, tienen enlaces iónicos o covalentes
con un gran salto energético, lo que impide que los electrones sean excitados para conducir la
carga eléctrica. Los polímeros también son dieléctricos debido a sus enlaces covalentes y a su
estructura desordenada que dificulta el transporte de electrones.

Los aislantes poliméricos se utilizan en aplicaciones de baja temperatura, como en el cableado


doméstico. La resistividad eléctrica de los polímeros puede reducirse mediante la adición de
partículas iónicas, impurezas o fibras conductoras para disipar la electricidad estática. En
algunos casos, se pueden mejorar las propiedades eléctricas de los polímeros agregando
partículas iónicas cargadas o fabricando composites con fibras conductoras.

Los aislantes iónicos, como las cerámicas, pueden transmitir carga eléctrica mediante el
movimiento de iones en estado líquido, pero en estado sólido son aislantes eléctricos. Las
impurezas y las vacantes en la estructura cristalina pueden aumentar la conductividad iónica,
especialmente con el aumento de la temperatura. Estos materiales se utilizan como aislantes
eléctricos en aplicaciones donde se requieren altas temperaturas, intensidades o campos
eléctricos, como en torres de alta tensión y en la industria eléctrica y electrónica de potencia.

La polarización en los dieléctricos ocurre cuando se aplica un campo eléctrico externo, lo que
provoca una leve distorsión en cada átomo del material. Esta distorsión crea dipolos eléctricos,
donde cada átomo deformado tiene un polo positivo y otro negativo. Esta acumulación de
dipolos por unidad de volumen se llama polarización del dieléctrico. Tanto las moléculas
covalentes como los compuestos iónicos pueden polarizarse bajo un campo eléctrico.

La formación de dipolos se utiliza en condensadores dieléctricos para acumular carga eléctrica.


Al incluir un material dieléctrico entre las superficies conductoras de un condensador, se
aumenta el nivel de carga almacenado y se previene la descarga, debido a la alta resistencia
dieléctrica y eléctrica del material.

Sin embargo, si se aplica un voltaje alto, un material dieléctrico puede perder su capacidad
aislante, lo que se conoce como ruptura dieléctrica. La resistencia dieléctrica es la oposición
que presenta el material al paso de corriente eléctrica y se calcula como la relación entre el
voltaje aplicado y el espesor del dieléctrico. Para ser considerado un buen aislante eléctrico, un
material debe tener una alta resistencia dieléctrica.

La piezoelectricidad es una propiedad de ciertos materiales dieléctricos que se basa en la


relación entre su estructura cristalina y la polarización. Cuando se aplica una diferencia de
potencial, el material se polariza y cambia de tamaño en su conjunto, fenómeno conocido
como electrostricción. Además, al ejercer presión sobre el material dieléctrico, este se contrae,
generando una diferencia de potencial entre sus extremos y produciendo electricidad, lo que
se llama piezoelectricidad. Ejemplos de materiales piezoeléctricos son las bujías de ignición de
los automóviles y las piedras utilizadas para generar chispas en los encendedores, así como en
altavoces y motores.

Por otro lado, en los materiales ferroeléctricos, el ordenamiento de los dipolos es tan intenso
que muchos de ellos permanecen orientados incluso después de retirar el campo eléctrico
externo, lo que los hace útiles en sistemas electrónicos.

Los semiconductores son materiales que presentan un escalón energético entre la banda de
valencia y la de conducción inferior a 4 eV. Estos materiales incluyen elementos como el silicio
(Si) y el germanio (Ge) del grupo IV del sistema periódico, así como algunos compuestos
cerámicos e intermetálicos con propiedades semiconductoras. Su comportamiento se
caracteriza por permitir el paso de corriente eléctrica cuando se aplica un campo eléctrico por
encima de cierto nivel, mientras que actúan como aislantes cuando el campo eléctrico es
inferior a ese umbral.

A nivel atómico, los semiconductores muestran una hibridación s-p en cada átomo en el último
nivel electrónico, formando cuatro orbitales equivalentes (orbitales sp³). A nivel masivo, se
generan dos bandas: una banda de valencia con 4N niveles energéticos llenos y una banda de
conducción con 4N niveles energéticos vacíos. La diferencia de energía entre ambas bandas es
conocida como salto energético (energy gap), y determina si el material es un aislante, un
semiconductor o un conductor. Los semiconductores intrínsecos muestran un aumento
exponencial de la conductividad eléctrica con la temperatura y/o el campo eléctrico.
La conducción en los semiconductores intrínsecos ocurre cuando un aporte de energía térmica
o una diferencia de potencial externa permite que un número de electrones de la banda de
valencia alcance suficiente energía para saltar el gap y llegar a la banda de conducción,
dejando atrás un número igual de huecos en la banda de valencia. La carga eléctrica es
transportada por los electrones (corriente eléctrica negativa) y los huecos (corriente eléctrica
positiva).

Los semiconductores extrínsecos son semiconductores intrínsecos que han sido dopados con
pequeñas cantidades controladas de impurezas. Estas impurezas, llamadas dopantes, pueden
ser elementos del grupo V con un exceso de electrones (creando semiconductores tipo n) o del
grupo III con un defecto de electrones (creando semiconductores tipo p). Estos dopantes
introducen electrones o huecos adicionales en el material, modificando su comportamiento
eléctrico.

La superconductividad es un fenómeno en el cual un material exhibe una resistencia eléctrica


de cero por debajo de una temperatura específica conocida como temperatura crítica. Este
efecto se observa en una amplia gama de materiales, desde elementos simples como el
mercurio, el estaño y el aluminio, hasta algunas aleaciones metálicas, semiconductores
altamente dopados y cerámicas con estructuras tipo perovskita. Sin embargo, no se encuentra
en metales nobles como el oro y la plata, ni en la mayoría de los metales ferromagnéticos.

En la mayoría de los metales, la resistividad eléctrica aumenta gradualmente con la


temperatura debido al aumento de las vibraciones atómicas que dificultan el movimiento de
los electrones a través de la estructura cristalina. En contraste, los materiales
superconductores exhiben una resistencia eléctrica nula a temperaturas por debajo de la
temperatura crítica, pero esta propiedad desaparece por encima de esa temperatura y su
resistencia aumenta como en cualquier otro material conductor.

La superconductividad permite la transmisión de electricidad sin pérdidas de carga en


materiales superconductores por debajo de la temperatura crítica, lo que la convierte en un
fenómeno de gran interés en el campo de la mecánica cuántica.

Propiedades magnéticas

El magnetismo surge de las cargas eléctricas en movimiento, como una corriente eléctrica que
atraviesa una espira, creando un campo magnético H (vectorial), donde N es el número total
de vueltas, L es la longitud de cada vuelta e I es la intensidad de la corriente eléctrica. La
unidad de medida H es Amperio-vuelta/metro, también conocida como Henry.

La inducción magnética o densidad de flujo magnético, B, inducida en la espira, depende del


material dentro de la espira y se mide en Teslas o Weber por metro cuadrado (Wb/m2). Se
relaciona con H mediante la permeabilidad magnética μ: B= μ* H.

La permeabilidad magnética, μ, es la relación entre la densidad del flujo magnético inducido


(magnetización) y el campo magnético que lo produjo, se mide en Weber por amperio por
metro (Wb/A.m.). En el vacío, la inducción B generada por H es lineal, con una pendiente igual
a la permeabilidad magnética del vacío (μ0): B =μ0* H donde μ0 es la permeabilidad del vacio,
aproximadamente 1.26*10-6.
La susceptibilidad magnética, χ, mide la respuesta del material en comparación con el vacío,
siendo cero en el vacío. Es una cantidad adimensional y es una medida más sencilla que la
permeabilidad magnética. La susceptibilidad magnética está relacionada con las características
del material y mide la respuesta de los electrones del material al campo magnético producido
por la espira.

La susceptibilidad magnética de un material está determinada por la respuesta de sus


electrones al campo magnético, lo cual depende de la estructura electrónica de los átomos
que lo componen. Cada electrón en un átomo tiene asociado un momento magnético orbital y
un momento magnético de spin debido a su movimiento. La suma de estos momentos
magnéticos de todos los electrones en el material constituye la magnetización, M, por unidad
de volumen.

En un átomo, los momentos magnéticos orbitales de algunos pares de electrones se cancelan


entre sí, al igual que los momentos de spin de los electrones con spines opuestos. Cuando una
capa electrónica está completa, los momentos orbitales y de spin correspondientes a los
electrones de esa capa se cancelan por completo. Por lo tanto, los materiales cuyos átomos
tienen una estructura electrónica con todas las capas completas no pueden ser
permanentemente magnetizados, como ocurre con los gases nobles y algunos materiales
iónicos.

La susceptibilidad magnética, χ, se define como la relación entre la magnetización total, M, y el


campo magnético aplicado, H:M=X⋅H. Esta relación revela cómo el material responde al
campo magnético aplicado y define cuatro tipos de respuesta magnética, como se ilustra en las
figuras 8.26 y 8.27.

El magnetismo se manifiesta de diferentes formas en los materiales, cada una con


características específicas:

Diamagnetismo: Es una forma débil de magnetismo que solo se presenta en presencia de un


campo magnético externo. Se genera debido a un cambio en el movimiento orbital de los
electrones cuando se aplica un campo magnético. Sin embargo, su efecto es tan débil que no
tiene aplicaciones prácticas significativas en ingeniería.

Paramagnetismo: En ciertos sólidos, los átomos tienen momentos dipolares permanentes


debido a una cancelación incompleta de los momentos magnéticos orbitales y de spin. Estos
dipolos se alinean en la dirección del campo magnético aplicado, lo que resulta en una
magnetización neta del material. Sin embargo, una vez retirado el campo magnético externo,
la magnetización cesa, por lo que se considera que estos materiales no son magnéticos en
sentido estricto.

Ferromagnetismo: Los materiales ferromagnéticos tienen momentos magnéticos permanentes


debido a una configuración especial de los electrones de la capa de valencia, donde no se
cancelan completamente los momentos de spin de los átomos adyacentes. Esto permite que el
material genere su propio campo magnético y sea magnético incluso en ausencia de un campo
externo. Ejemplos comunes incluyen el hierro, el cobalto, el níquel y ciertas tierras raras.

Ferrimagnetismo: Es similar al ferromagnetismo en el sentido de que los materiales


ferrimagnéticos también tienen una magnetización permanente, pero la fuente de los
momentos magnéticos netos es diferente. En estos materiales, como las ferritas, algunos
momentos de spin se cancelan parcialmente, lo que resulta en una magnetización neta.
Ejemplos comunes son las ferritas y los granates.

Antiferromagnetismo: En estos compuestos, los momentos de spin de los átomos o iones


adyacentes tienen direcciones opuestas, lo que resulta en una alineación antiparalela. Esto
conduce a una magnetización neta cero en el sólido. Se encuentra en compuestos que
involucran metales de transición y presenta un gran número de electrones desapareados en
orbitales d.

Los materiales ferromagnéticos y ferrimagnéticos no muestran magnetismo de forma


inherente cuando se encuentran en su estado inicial, y esto se debe a varios factores:

Policristalinidad: Estos materiales suelen ser policristalinos, lo que significa que están
formados por muchos granos con orientaciones aleatorias. En consecuencia, los momentos
magnéticos de estos granos tienden a cancelarse entre sí.

Dominios magnéticos: Dentro de cada grano, existen regiones llamadas dominios donde los
momentos de spin están alineados. Sin embargo, en cada grano, puede haber varios dominios
orientados en direcciones opuestas, lo que resulta en la cancelación del momento magnético
neto.

Para inducir magnetismo en estos materiales, es necesario someterlos a un campo magnético


externo. Cuando se incrementa gradualmente este campo magnético, los momentos
magnéticos en cada átomo se alinean con él. Los dominios magnéticos alineados crecen a
expensas de los desalineados, en un proceso no lineal. Cuando todos los momentos de spin
están alineados, se dice que el material ha alcanzado la saturación magnética.

La magnetización y desmagnetización de estos materiales siguen un ciclo de histéresis. Una vez


magnetizado hasta la saturación, al disminuir la intensidad del campo magnético, el material
no revierte completamente su magnetización, sino que sigue un ciclo de histéresis. Este
proceso resulta en una magnetización remanente cuando se elimina completamente el campo
magnético externo, lo que produce un imán permanente. Para desmagnetizar el material, es
necesario aplicar un campo magnético de sentido opuesto, con una intensidad conocida como
campo coercitivo.

Los materiales con alta coercitividad son adecuados para formar imanes permanentes,
mientras que aquellos con baja coercitividad se utilizan en aplicaciones donde se generan
campos magnéticos debido al funcionamiento del dispositivo, como en motores.

La saturación magnética disminuye con el aumento de la temperatura, ya que las vibraciones


térmicas dificultan el alineamiento de los dipolos en presencia de un campo magnético. Existe
una temperatura crítica, llamada Temperatura de Curie, por encima de la cual los materiales
ferro-, antiferro- y ferri-magnéticos se vuelven paramagnéticos. Los materiales ferrimagnéticos
tienen una saturación magnética inferior a la de los ferromagnéticos, pero debido a su
naturaleza cerámica, son buenos aislantes eléctricos, lo que los hace útiles en aplicaciones
como transformadores de alta frecuencia.

La superconductividad es un fenómeno eléctrico fascinante. Los materiales que exhiben este


comportamiento, llamados superconductores, presentan una resistividad eléctrica nula por
debajo de una temperatura crítica, conocida como Tc. Esto significa que por debajo de esta
temperatura, los superconductores pueden conducir electricidad de manera indefinida sin
experimentar pérdidas por resistencia.
Además de su sorprendente conductividad eléctrica, los superconductores tienen importantes
implicaciones en el ámbito magnético. Son capaces de generar campos magnéticos
significativos, lo que los hace útiles en diversas aplicaciones.

Durante mucho tiempo, se creía que la superconductividad era imposible a temperaturas


superiores a 23 Kelvin. Sin embargo, en 1987 se reportaron resultados de superconductividad
a temperaturas superiores a los 30 Kelvin. Este avance se logró utilizando cerámicas,
originalmente aislantes eléctricos, que se transformaron en superconductores. Un ejemplo de
estas cerámicas es el compuesto Ba1-xKxBiO3-y.

Desde entonces, ha habido un esfuerzo continuo para desarrollar superconductores con


temperaturas críticas más altas y más adecuadas para aplicaciones industriales. El objetivo
inicial es alcanzar temperaturas por encima de los 77 Kelvin, lo que permitiría utilizar nitrógeno
líquido como refrigerante, una sustancia más accesible y económica a nivel industrial.

Se conocen alrededor de 26 metales y aproximadamente 100 aleaciones o compuestos que


exhiben superconductividad, pero muchos de ellos no son prácticos debido a las condiciones
extremas requeridas, como la temperatura crítica, que los hace inaplicables industrialmente.

Los superconductores de Tipo I muestran un comportamiento perfectamente diamagnético.


Esto significa que no permiten la penetración del campo magnético, dando lugar al conocido
Efecto Meissner. Es por esto que un superconductor puede flotar sobre un imán, como se
ilustra en la figura 8.31. Ejemplos de superconductores de Tipo I son el aluminio, el plomo, el
estaño y el mercurio. Por encima de una temperatura crítica específica para cada material,
dejan de exhibir superconductividad y permiten el paso del flujo magnético.

Por otro lado, los superconductores de Tipo II muestran una transición gradual de la
superconductividad a la conducción normal en presencia de un campo magnético. Esto
significa que en lugar de un único nivel de campo crítico, hay dos niveles, denominados H 1C,,
H 2c, entre los cuales la superconductividad disminuye gradualmente y permite la penetración
gradual del campo magnético. Ejemplos de superconductores de Tipo II son las aleaciones
niobio-zirconio (Nb-Zr), niobio-titanio (Nb-Ti) y el compuesto intermetálico niobio-estaño
(Nb3Sn). Estos superconductores suelen preferirse porque tienen temperaturas críticas (Hc) y
campos críticos (TC ) superiores a los de los superconductores de Tipo I.

Algunos superconductores actuales incluyen el Y Ba2Cu3O7-x, comúnmente conocido como


"Ybacuos", con una temperatura crítica (Tc) de 90 K, y el Tl2Ba2Ca2Cu3Ox, con Tc de 122 K. Sin
embargo, la producción de estos superconductores es difícil debido a la importancia del estado
de oxidación de cada elemento y a su fragilidad, lo que limita su uso en la fabricación de
elementos convencionales como cables o hilos superconductores. Actualmente, se emplean en
equipos científicos y médicos, especialmente en estudios de resonancia magnética.

Estos superconductores tienen una estructura cristalina complicada, similar a la perovskita,


donde las vacantes (X) desempeñan un papel crucial en el fenómeno de la superconductividad

Propiedades ópticas de los materiales

La luz se compone de un haz de ondas electromagnéticas, lo que implica la presencia de un


campo eléctrico y un campo magnético que se propagan de manera ondulatoria. Estos campos
son perpendiculares entre sí y también perpendiculares a la dirección de propagación de las
ondas.
Dado que la luz es una forma de radiación electromagnética, puede interactuar con los
átomos, especialmente con su estructura electrónica y los enlaces que forman. En las
siguientes secciones, se explicará brevemente qué sucede cuando la luz incide en un material,
cómo se generan los colores, por qué algunos materiales son transparentes y otros no, así
como las interacciones y efectos más relevantes entre la luz y la materia, como la
luminiscencia (incluyendo la fluorescencia y fosforescencia) y la fotoconductividad, entre
otros.

La luz visible tiene una longitud de onda que va desde aproximadamente 400 nm (azul) hasta
800 nm (rojo). Cada longitud de onda corresponde a un color específico, y al combinarse todas
las longitudes de onda a lo largo del espectro visible, forman la luz blanca.

La energía luminosa más pequeña se denomina cuanto de luz o fotón. La energía asociada a un
fotón está cuantizada y se expresa mediante la ecuación de Planck: E=h⋅ν, donde E es la
energía del fotón, h es la constante de Planck (h=6,62×10-34 J·s) y ν es la frecuencia de la onda.
La relación entre la frecuencia y la longitud de onda (λ) está dada por la velocidad de la luz en
el vacío, c (c=3×108 m/s): v=c/λ.

La luz, como forma de energía en forma de onda electromagnética, interactúa con la materia.
Los fotones que componen la luz llevan asociado un campo eléctrico con un nivel de energía
cuantizado. Este campo eléctrico interactúa con las partículas cargadas presentes en el sólido,
como los iones y los electrones. La energía del fotón puede ser absorbida por estos iones o
electrones si su nivel energético es adecuado.

Cuando los electrones absorben fotones, suelen quedar temporalmente en un estado


excitado, y luego emiten el exceso de energía absorbida al relajarse. Este proceso puede
implicar la emisión de fotones, calor u otra forma de energía.

Cuando la luz atraviesa un sólido ópticamente delgado, polariza los electrones de valencia y los
iones de la red, lo que da lugar a la formación de dipolos inducidos. Estos dipolos modifican las
propiedades del material, como la constante dieléctrica y el índice de refracción, lo que se
refleja en medidas como la permitividad dieléctrica.

La interacción de la luz con la materia puede resultar en diferentes fenómenos, como la


reflexión, absorción o transmisión de la luz incidente. Estos fenómenos están determinados
por la naturaleza del material y la longitud de onda de la luz incidente.

Los materiales se clasifican según su comportamiento frente a la luz incidente:

Materiales transparentes: Presentan poca absorción y reflexión, permitiendo que la luz los
atraviese casi sin cambios.

Materiales translúcidos: La luz se dispersa dentro del material, lo que reduce su transparencia.

Materiales opacos: Tienen una baja transmisión de luz y dispersan la luz desde las primeras
capas superficiales.

La absorción de luz por parte de un material provoca la excitación temporal de los electrones,
que luego se relajan emitiendo la energía absorbida en forma de fotones u otra forma de
energía. La longitud de onda de la luz absorbida depende de la naturaleza del material y de sus
enlaces químicos.
La interacción de la luz con los metales es un fenómeno complejo que involucra la absorción y
reflexión de fotones por parte de los electrones en las bandas de valencia y conducción de los
metales. A temperaturas superiores a cero, los electrones en estas bandas pueden absorber
radiación electromagnética de diversas longitudes de onda, permitiendo cambios en su
energía dentro de los límites de la banda. Dado que los metales tienen una alta densidad de
electrones, toda la luz se absorbe en una delgada capa superficial, lo que los hace opacos
incluso en láminas delgadas.

Los recubrimientos metálicos delgados, como el oro, pueden permitir la transmisión de luz,
como se observa en los cascos de los astronautas. Sin embargo, la mayor parte de la luz
incidente en los metales es reflejada debido a la reemisión de fotones por parte de los
electrones excitados, lo que les confiere su apariencia reflectante y plateada. Aunque la
mayoría de los metales reflejan alrededor del 95% de la luz incidente, el resto se disipa como
calor, lo que contribuye al calentamiento del material.

La reflectividad de los metales varía según la longitud de onda de la luz incidente. Por ejemplo,
el oro absorbe longitudes de onda por debajo de aproximadamente 500 nm y refleja el resto,
lo que le da tonalidades amarillo-rojizas. En contraste, la plata y el aluminio reflejan todo el
espectro visible. Además, los metales tienen una baja emisividad en el infrarrojo (IR), lo que
significa que no emiten radiación en esta frecuencia como mecanismo de disipación de calor,
sino que lo transmiten a través de la conducción térmica.

La interacción de la luz con sólidos no metálicos, como los materiales dieléctricos y


semiconductores, sigue patrones diferentes a los de los metales. Estos materiales absorben
fotones con energía superior a su "escalón" de no conducción, lo que puede conducir a
transiciones electrónicas. Los semiconductores pueden parecer metálicos si los fotones del
espectro visible son reflejados, lo que indica que la energía de la luz visible es menor que el
"escalón" de no conducción. Por ejemplo, el sulfuro de cadmio (CdS) aparece amarillo porque
absorbe luz de alta energía (azul, verde, violeta) y transmite luz de baja energía (rojo, amarillo),
lo que da como resultado un color amarillo-naranja.

La transmisión de la luz en sólidos no metálicos puede variar según el material y su estructura


cristalina. Los materiales amorfos, como los vidrios y polímeros, son transparentes siempre
que no contengan poros o impurezas. Los policristales pueden ser translúcidos debido a los
límites de grano y la diferente orientación cristalina. La dispersión de la luz puede ocurrir por
varios motivos, como los límites de grano, los poros, las fases diferentes en el material y la
reflexión dentro del mismo.

La refracción de la luz cuando pasa de un medio a otro es un fenómeno importante, que


depende del índice de refracción de cada medio. Los ángulos de incidencia y refracción siguen
la ley de Snell, y la luz puede transmitirse, reflejarse o refractarse según esta ley. Los
materiales con índices de refracción más altos tienden a reflejar más la luz, lo que puede ser
útil en aplicaciones ópticas como las fibras ópticas.

El color observado en los materiales transparentes proviene de la suma de las frecuencias de


luz transmitida y reemitida a través de transiciones electrónicas. Pequeñas diferencias en la
composición pueden dar diferentes colores a los materiales cerámicos, como el zafiro y el rubí,
que muestran diferentes espectros de absorción debido a sus niveles energéticos específicos.

La emisión de luz por parte de los materiales, conocida como luminescencia, puede
manifestarse en diferentes formas, siendo la fluorescencia y la fosforescencia los fenómenos
más comunes. En ambos casos, el material es excitado por la absorción de energía, ya sea luz u
otra forma de energía, lo que lleva a la excitación de los electrones a la banda de conducción.
Cuando los electrones se relajan y vuelven a la banda de valencia, emiten energía en forma de
luz.

Fluorescencia: Si el electrón retorna a su estado fundamental en un tiempo muy corto (menos


de 10^-8 segundos), se denomina fluorescencia. La onda emitida siempre tiene una frecuencia
menor que la de la onda incidente.

Fosforescencia: Si el electrón es capaz de permanecer en el estado excitado durante un tiempo


prolongado (más de 10^-8 segundos), se llama fosforescencia.

La luminiscencia puede ocurrir debido a diversas fuentes de energía incidente, como la luz, la
electricidad o los electrones. Por ejemplo, las lámparas fluorescentes funcionan mediante la
excitación de un gas ionizado a baja presión por un campo eléctrico, lo que emite radiación en
el ultravioleta. El tubo recubierto con un material fluorescente absorbe la radiación
ultravioleta y la emite como luz visible. Este fenómeno puede provocar un "parpadeo" en las
luces fluorescentes debido a la frecuencia de la corriente alterna suministrada.

Un ejemplo específico de aplicación de la luminescencia es el de las pulseras luminosas de


feria, que emiten luz coloreada durante un tiempo limitado como resultado de una reacción
química (quimioluminiscencia).

Para obtener luz blanca, se puede utilizar una combinación de diferentes compuestos que
emiten luz a diferentes longitudes de onda, lo que permite ajustar el color final. Por ejemplo,
una mezcla de compuestos dopados con diferentes cationes metálicos puede producir luz
blanca al emitir luz a varias longitudes de onda.

García, A. y Monasterio, N. (2018). Introducción a la ciencia de los materiales y sus propiedades


(I).

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