Adriana Malvido Toma A La Foto Entre Sus Jóvenes y Delgadas Manos

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 13

Adriana Malvido toma a la foto entre sus jóvenes y delgadas manos. La mira.

¿Qué tienen
esos ojos? La atrapan. Adriana vuelve a mirar. Los ojos se apoderan de ella, diabólicos,
igual que años atrás le ocurrió a Tomás Zurián y antes todavía al Dr. Atl, a Diego Rivera, a
Carlos Chávez, a Edward Weston, a Raoul Fournier, a Antonio Garduño, a Matías Santoyo,
a Eu genio Agacino, el capitán de navío, y Tor qué no?, a Manuel Rodríguez Lozano. Entre
todos, sin embargo, el general Manuel Mondragón fue el primero; a el, antes que a nadie,
sedujo el resplandor de ese par de soles, de incendios, de infiernos. Esa niña impredecible,
de bucles rubios, berrinches y pataletas, esa criatura suya, encarnación de Luzbel, el ángel
caído. tienen esos ojos? En medio del pasmo, Adriana Malvido tarda en encontrar la
respuesta. Un hecho resulta ya innegable: Adriana es víctima de Nahui Olin. "Estás enahui-
zada", le dice Carlos Payán. Enahuizada comienza a recorrer las calles de la colonia San
Miguel Chapultepec, Tacubaya, la avenida Juárez, la Ala meda, Madero, Isabel la Católica,
el Zócalo, los rumbos de Na hui Olin. Por sus manos sensibles pasan los periódicos de los
veinte, de los treinta; lee en la hemeroteca acerca de los mejores arios de México, cuando
José Vasconcelos, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros conciben
Un país fabuloso, un país que se levanta de entre las cenizas de la Revolución gracias a un
acto de amor: el de la creación: el arte es de todos, la poesía tiene que leerse en las plazas
públicas, habrá libros para los campesinos, maíz, maestros, frijoles, agua, luz eléctrica,
panuchos, pintura, cajeta, gomitas, niños y niñas felices, mujeres colmadas, hombres
contentos, chocolate, charros cantores y poetas enamorados.
Algo irrepetible sucede con la cultura mexicana que se ex pande y se engrandece, se vuelve
dominio del pueblo a la vez que alcanza dimensiones universales. Enmedio de este
resplandor, aparece el misterio bautizado Nahui Olin por el Dr. Atl. En Nahui Olin, la
ruttier del sol, Adriana Malvido aventura la hipótesis de que para Nahui nunca hubo en la
vida figura masculina más importante que la del general Manuel Mondragón, su padre,
coincidiendo así con Raquel Tibol. "Nahui tuvo una mamá clasista, durísima, estricta,
formalista, terrible. Su refugio fue su papá, quien la resguardó, y hay elementos que te
pueden llevar a pensar que su relación fue más que la de un padre y una hija. Personalmente
me queda la duda." Carmen Mondragón Valseca, Nahui Olin, nace en Tacubaya, México, el
8 de julio de 1893. La preceden cuatro herma nos, la siguen otros tres, uno de ellos llamado
Napoleón por que el general Mondragón, su padre, ama las proezas militares y funde
cañones en Saint Chamond, Francia. Toda la familia es afrancesada. Nahui es excepcional
del 8 de julio de 1893 al 23 de enero de 1978. A lo largo de ochenta y cinco años, su poesía,
su pintura, sus caricaturas, su espontaneidad, su desnudez, su demencia, la forma en que
conduce su barca en un mar infesta do de tiburones la vuelven una mujer de linaje superior.
"Es una diosa", afirma Tomás Zurián, y tiene razón. Raoul Fournier la ayudó casi hasta el
final y fue uno de los pocos que osaban vivir la aventura de visitarla en su cueva
abandonada y maloliente. Fue su médico, su mecenas, su interlocutor. La escuchaba sin
chistar. No contradecía sus des varios. "Sí Náhuita, sí Nahuita, claro Nahuita, lo que tri di
gas." Hablaban en francés. Ella le recitaba sus poemas, sus textos de juventud. "Calinement
je suis dedans", en que cariñosamente dentro de sí misma le rendía un homenaje a la lenta
ondulación de sus piernas al insertarlas en medias de seda, a sus pies, a su vientre liso, a sus
ojos que ardían a fuego lento, a su belleza que embaucaba a cuanto hombre, mujer, animal
o quimera se cruzaba en su camino.
Nahui podía relinchar en francés porque provenía de la cuadra de yeguas finas del Colegio
Francés de San Cosme y fue la alumna predilecta de Marie Louise Crescence, una monja
que conservaba llores del mal en su devocionario. Su padre, el general Manuel Mondragón,
inventor de un fusil extraordinario capaz de matar a veinte de un plomazo, se llevó el
secreto de arma tan poderosa a la tumba, y jamás sospechó que sus escopetitas serían
superadas por la bomba de cien mil megatones, de fulminantes ojos verdes, con una carga
letal superior a cualquier arma hasta entonces conocida: Carmen, Carmela, Carmelita,
Carmelina, carmín su boca y carmín más tarde su deseo, la niña Carmen de espesas tren zas
rubias. Niña precoz De que Carmen fue una niña precoz salta a la vista. Marie Louise
Crescence, maestra del Colegio Francés, conocedora de Voltaire, Lamartine y Rousseau, lo
comprueba: "Esta niña es extraordinaria. Todo lo comprende, todo lo adivina. Su intuición
es pasmosa. A los diez arios habló el francés como yo que soy francesa, y escribía las cosas
más extrañas del mundo, algunas completamente fuera de nuestra disciplina religiosa".
Nahui escribió en el colegio un texto sorprendente para su corta edad: "Soy un ser
incomprendido que se ahoga por el volcán de pasiones, de ideas, de sensaciones, de
pensamientos, de creaciones que no pueden contenerse en mi seno y por eso estoy
destinada a morir de amor... No soy feliz porque la vida no ha sido hecha para mí, porque
soy una lla ma devorada por sí misma y que no se puede apagar; porque no he vencido con
libertad la vida teniendo el derecho de gustar de los placeres, estando destinada a ser
vendida como antiguamente los esclavos, a un marido. Protesto a pesar de mi edad por estar
bajo la tutela de mis padres". En 1924, la editorial Cultura publicó A dix ans sur mon pu
pitre, textos que la revelan toda entera, aunque los haya escrito a los diez arios sobre su
pupitre escolar.
"Desgraciada de mí, no tengo más que un destino: morir, porque siento mi espíritu
demasiado amplio y grande para ser comprendido y el mundo, el hombre y el universo son
demasiado pequeños para llenarlos..." Años más tarde, Nahui le cuenta al Dr. Atl su
relación con su madre, Mercedes Valseca de Mondragón, de la que había de pintar un
retrato en 1924: "Ven, hijita, vamos a ver las flores pero antes déjame pei narte —estás muy
bonita— tanto como cuando eras pequeñita y yo te llevaba de la mano a la escuela.' Me
peinó muy suave mente y me dio una muñeca. 'Ésta', me dijo, 'es para la niña de tu hermano
que Dios se llevó al cielo, no es como tú que lloras y dices cosas feas.' En el jardín, mi
madre me dijo: 'Mira qué flores tan preciosas; córtalas para que las lleves a la tumba de tu
papá y de tu hermano —son las últimas flores de la vida, de la vida mía y de la vida tuya--;
se secarán sobre sus tumbas, pero sus perfumes llegarán hasta el cielo donde vi ven junto a
Dios nuestro Señor'. ' Quién es Dios nuestro Se ñor?' ’ le pregunté a mi mamacita. 'Es el que
nos ha hecho, hija, al que todo le debemos.' Yo nací contra mi voluntad y nada le debo a ese
señor.' Pero tú no rezas?' Yo no se rezar mamacita. Reza tú por mí y déjame ver las flores
que me hablan de amor. — Toda la mda, la misma casa Durante toda su vida Nahui Olin
conservó la misma casa en la calle de General Cano 93, en Tacubaya. Era de una planta y a
medio patio una fuente de cantera daba paz con el sonido de su chorro de agua. Años más
tarde, lo único que subsistió al deterioro del tiempo y el descuido fue el piso de mosaico
francés.
Adriana Malvido, febril, entrevistó a la familia, descubrió fotos (Nahui niña, Nahui tocando
el piano, Nahui a la hora del té con su familia, Manuel Rodríguez Lozano tieso a su lado el
día de su boda), poesía inédita, cartas amorosas, car tas odiosas de rechazo y despecho,
tarjetas de visita, fotos de pasaporte, diarios íntimos, listones y lo más sensacional: siete
pinturas de la propia Nahui pertenecientes a don Miguel Ramirez Vázquez, una de ellas
encontrada en Acapulco.
Un soldadito para nil Raoul Fournier la conoció casada (en mala hota) con Manuel
Rodríguez Lozano, su amigo. Entonces, en 1913, Manuel era miembro del ejercito y una
vez que Náhui lo vio desfilar, de perfil y m uy bien hechecito, la niña le dijo a su papá: "Ay
papi, regálamelo". A la niña y a sus hermanos les impresionaba ver a su padre entrar al
comedor con sus altas botas lustrosas, su uniforme cubierto de insignias, galones, estrellas,
entorchados, medallas al mérito militar, a méritos en campaña y a méritos de nocturna
procedencia. Imponente en su autoridad, ocultaba hasta el sol. Sus hijos jamás se
avergonzaron de que el fuera uno de los principales autores del asesinato de Francisco I.
Madero, lo que provocó su exilio en París. La hija del general Mondragón obtenía todo si se
pintaba las cejas y ennegrecía sus largas pestañas. Su papá cumplió su capricho: "Ahí te va
tu soldadito". Contra el deseo de la niña no valió ni la homosexualidad de Rodríguez
Lozano, ni su in diferencia ante los coqueteos rubios y envolventes. Eso sí, Carmen y
Manuel compartieron el exilio del general Mondragón a partir de 1913 y pintaron, si no
violines, al menos telas y papel. Tenían tiempo y nostalgia para la pintura y para el de
samor. Raoul Fournier decía que allá tuvieron un hijo o una hija que murió en forma
misteriosa; que posiblemente el bebé fue asfixiado por la madre al dormírsele encima, que
cayó en un forcejeo entre la pareja o que la propia Náhui lo mató para vengarse de Manuel.
En París, algunos aseguraban haber visto a Carmen Mondragón empujar una carreolita con
un bebé de uniforme, gorra militar y botitas negras hasta la rodilla. Otros afirmaban que el
carrito iba vacío. Cuenta Lola Alvarez Bravo: "Manuel Rodríguez Lozano era muy
atractivo y guapísimo, muy inteligente, un conversador extraordinario y un coqueto pero
innato, de una gracia y de una agilidad de conversación magníficas. Después sí, ya se puso
muy malo y le vino una decadencia horrorosa, pero era un hombre de mucho jalón, muy
atractivo, muy, muy, muy atractivo, pero mucho, no sabes cuánto. Eso sí el pobre nunca
tuvo un centavo. Fuera de Antonieta Rivas Mercado, todos éramos unos pránganas, no pero
de veras pránganas. El matrimonio no duró, pero óyeme tú, qué pareja, qué pareja sen
sacional". Juan Soriano es menos entusiasta: "Rodríguez Lozano tuvo u n período muy
largo y muy bueno de dibujos de figuras monumentales. Luego la copa, la mariguana y la
fornicación lo llevaron al caos. Sólo hablaba de sus aventuras. Lo encontraba yo en Puente
de Alvarado y no nos habíamos ni saludado y ya me estaba contando una serie de historias
eróticas en las que mezclaba la fantasía con la realidad. Yo no sabía si estaba mariguano o
en su juicio. Yo no podía con él porque luego en las fiestas repetía las mismas historias. No
era muy alto pero era guapo. Tenía una casa preciosa que le había dado su mecenas,
Francisco Iturbe".
Regreso a México De toda la numerosa prole del general Mondragón, Carmen y Manuel
fueron los primeros en regresar a México, en 1921. Vivieron en un departamento de la calle
Nuevo México. Ahí se separaron y cada uno tomó su camino. El de Carmen la llevó a una
pasión arrolladora por los sombreros y los zapa tos. "Mis sombreros / son toda una historia /
de color, de for" i a, de moiios... / cubren las historias / de mi cabeza / y descubren mi
rostro / sabio." Volvió a sus fijaciones infantiles que cariñosamente conservó porque eran su
yo y tenía que acariciarlo: "Para calzarme / los pies / tuve que buscar / za patos / rojos y
negros / que besan la tierra / con las puntas./ Termina el contorno de mis piernas / con los
zapatos / rojos y negros / que señala / el peligro de ver / mis piernas salir / de mis enaguas /
que terminan / en la rodilla / Y amarro /a la mirada / de aquel / que ama mis rodillas / mis
pies calzados / con zapatos". Sus versos no rompen un plato pero su corazón desboca do, la
reverberación de fuego en su mirada hacen que nadie pueda desprender los ojos de sus
labios cuando dice poesía. El Dr. Ail Como vulcanòlogo, el Dr. Atl además del Popocatépetl
y de la Iztaccíhuatl se encontró con uno mucho más peligroso, por frágil y porque su hielo
era delgado y quebradizo: la joven Carmen Mondragón quien pretendía sacarle a su cuerpo
todos los sonidos. En 1922, el Dr. Atl la encerró para examinarla a solas, verla caminar
desnuda en la azotea del Con vento de la Merced, ciega de geranios. Su pelo trasquilado,
los ojos que delatan un asomo de demencia, su boca a gajos de mandarina rajada, explotan,
rugen. Nudista desde los siete arios como las niñas de Balthus, un suave vello dorado la
recubre y convierte su cuerpo en un campo de trigo. Escribe "Te amo" en idiomas
diferentes y en su francés del Colegio de San Cosme. Atl bautizaba a sus amantes Cuenta
Juan Soriano: "Atl era chiquito, flaquito y perverso. Vivía en el Convento de la Merced y
allá se llevaba a las mujeres. El fue quien más corrompió a Nahui Olin, como a todas las
que tuvo. Les daba drogas alucinantes, pócimas extrañas, y estas pobres se enamoraban
perdidas de el. Fueron m u chas. A todas las que tienen nombres un poco raros, Atl las
bautizó. Sabes también de quién fue el primer amante? De Isabela Corona. Se llamaba
Refugio Pérez Frías y el le cambió el nombre. En realidad, él era Gerardo Murillo, pero no
se conformó con su verdadero nombre y se puso Dr. Atl. A Isabela Corona no la echó a
perder porque tenía un carácter muy fuerte, nadie podía con ella.
Primero con dos piernas "AU las enamoro a todas primero con dos piernas y luego con una,
porque la otra se le chamuscó. Ya estaba bastante viejón, había tenido muchas mujeres,
estaba muy seguro de sí y no le importo mucho perder la pierna cuando el Paricutín hizo
erupción. La lava del volcán corría y el estaba ahí parado, no pudo sacar la pata rápido y se
le fue. Hacía cuadros grandes de los cráteres y estallidos, y tenía muchas teorías muy raras.
A la gente le impresionaron mucho —cuadros y teorías—, pero para mí no es un gran
pintor. La conocí bastante fregada "Nahui pintaba cuadros muy graciosos de niños y flores
y hacía ingeniosas caricaturas, pero sus escritos eran más bonitos. Por los retratos que vi de
ella, fue guapísima, pero yo la cono cí bastante fregada, aunque todavía no estaba
demasiado loca. La vi sentada en la Alameda con unos gatitos y las medias caídas, toda la
piel así como con escamas, bolas y várices. Eso sí, los ojos impresionantes, nunca he vuelto
a ver ojos así. Su cara era un desastre porque se pintaba a rayones." El cuerpo tempranero
de Nalrui Olin Nahui escribe: "Si tú me hubieras conocido / con mis calcetas / y mis
vestidos cortitos / hubieras visto debajo / y mamá me habría enviado a buscar unos gruesos
pantalones que me lastiman / allá abajo." Ni Lolita, la de Nabokov, fue tan diestra en la
insinuación de estas perversiones brahmánicas. Nahui todo lo remite a su cuerpo y a los
ardores de ese cuerpo tempranero. Se asume sexualmente en un país de ti moratos y de
hipocritones. Tras la apariencia seráfica de la señorita Mondragón, acecha una mujer que
lleva dentro la des carga de un pelotón de fusileros, la luz de cien faroles en noche de
ronda, mujer magnífica y ansiosa que no busca ser frágil, al contrario, le urgen las llamadas
malas intenciones. Qué bueno que no sea discreta, qué bueno que sus sueños lúbricos
atraviesen sus pupilas, qué bueno que la desnudez de su cuerpo se ajuste al aire, a la luz!
Mujer cántaro Nahui Olin es quizá la primera que se acepta como mujer- cuerpo, mujer-
cántaro, mujer-ánfora. Poderosa por libre, se derrama a sí misma sin muros de contención.
Parece que la piel de Nahui está escribiendo. Sus ojos son de un erotismo brutal, hasta
violento. No hay hombre o mujer ahorita en México y a principios del siglo xxi que se
atreva a escribir así, a sentir así, a enamorarse así, a pintar así.
Corte mis cabellos largos y rubios. Los corté para amar para dar un poco del oro de mi
cuerpo. Los corté por amor. Corte la mitad de mis cabellos para dar un poco de mi cuerpo.
Corté mi largo abrigo de oro... para el SOL que viene de lejos hasta mí para amarme. Nahui
Olin, "J'ai coupé

Quizá Edward Weston, en 1923, sea quien la revela en sus fotografías. Edward Weston
aceptaba la igualdad de las mujeres y sólo celó a la suya: Tina Modotti. Reconoció en
Carmen Mondragón la chispa sagrada. Diego Rivera la retrató como la musa de la poesía
erótica, Erato, en su mural La Creación, de 1922, pintado a la encdustica en el Anfiteatro
Bolivar de la Escuela Nacional Preparatoria, y puso uno de sus ojotes con enormes y
tupidas pestañas bajo un sombrero de fieltro, en 1923, en el fresco Día de Muertos en la
planta baja de la Secretaría de Educación Pública, donde también aparecen el propio Diego
con su esposa Lupe Marín, el pintor Máximo Pacheco, su ayudante, la actriz Celia
Montalbán, el torero Juan Silveti, la madre dcJean Charlot y Salvador Novo. En 1929,
Diego la volvió a representar sobre la escalera mayor del Palacio Nacional. En 1953, la
colocó con un collar de perlas en medio de unos personajes de la burguesía porfi- liana, a la
izquierda del mural Historia del teatro en México, que decora el Teatro de los Insurgentes.
Diego no fue el único que sucumbió ante el verde-azul de sus ojos. Gabriel Fernández
Ledesma, Ignacio Rosas, Antonio Ruiz "el Corzo", también se despeñaron en ella. El Dr.
Atl la amó y la pintó; Roberto Montenegro también, y le hizo un retrato espléndido en que
ella parece un personaje de la corte española. Adriana Malvido asegura que admiraba todo
lo que la me cenas Antonieta Rivas Mercado había hecho por la cultura: el Teatro Ulises, la
orquesta Sinfónica Nacional, la campaña vasconcelista. Nahui no hizo nada de todo esto y
sin embargo Tomás Zurián la considera una de las primeras feministas sin pancartas que,
con la sola fuerza de sus actos, genera una apertura para la condición femenina. A pesar de
haberlo pa gado muy caro, es considerada una precursora de la mujer dueña de sus
instintos. Vivir su sexualidad sin prejuicios ter minó por destruirla. Tomás Zurián se
pregunta: "Si Nahui Olin estuvo loca eso no importa. ¿Acaso no lo estuvieron Juana la
Loca, Camille Claudel, Federico Nietzsche, Otto Weininger, Antonio Gaudí, Hugo van der
Goes y Antonin Artaud? Nietzsche dejó escrito: 'Siempre hay un poco de locura en el amor.
Pero siempre hay algo de razón en la locu ra'. A esto podríamos añadir que una locura
creativa produce mejores frutos que una razón improductiva".

La volcana
elle donde provienen los ojos de sulfato de cobre de algunas mexicanas que las hacen
parecer encandiladas, posesas, vela das por una hoja de árbol, una ola de mar? De que
Nahui Olin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salada se movía dentro
de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba, furiosa tormenta verde,
ola in mensa, amenazante. Vivir con dos olas de mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil.
Convivir tampoco. El Dr. Atl la vio en un salón y se aim'4i ante él un abismo verde: 'Yo caí
ante este abismo, instantáneamente, como un hombre que resbala de una roca y se precipita
en el océano. Atracción extraña, irresistible". La invito a ver su pintura en la calle de
Capuchinas 90. "Quizá le gustaría a usted ver mis cosas de arte." Así le dijo la serpiente a
Eva y así empezó el paraíso para ambos. ¡Pobre de Nahui! ¡Pobre del Dr. Atl! Vulcanologo,
vulcanizado. Su volcana rugía m ás que Iztacahuad. Inflama da, no dormía jamás. Se
quejaba, pedía más, otra vez, cada día pedía más. Sus escurrimientos no eran lava, eran
fuego. Sus fulgores venían de otro mundo. ¡Ay volcana! ¡Pobre del Dr. Atl! Nahui no solo
era un relámpago verde sino una mujer culta que amaba el arte, hablaba de la teoría de la
relatividad, habría discutido con Einstein de ser posible, tocaba el piano y componía, sabía
juzgar una obra de arte y creía en Dios. "Eres Dios, ámame como a Dios, ámame como
todos los dio ses juntos." El Dr. Ad no lo sabía todo del placer, la que lo sabía todo, por
tener al mar en los ojos, era Nahui. Ad le escribió:

Mi vieja morada ensombrecida por las virtudes de mis antepasados


se ha iluminado con los fulgores de la pasión. Nada nos estorba, ni los amigos ni los
prejuicios. Ella ha venido a vivir a mi propia casa y se ha reído del mundo, y de su marido.
Su belleza se ha vuelto más luminosa como la de un sol cuyos fulgores se acrecientan con
el choque contra otro astro.

El Dr. AU bautizo al astro Nahui Olin y la volvió mítica. "Nahui Olin es el nombre nahuatl
para el cuarto movimiento del sol y se refiere al movimiento renovador de los ciclos del
cosmos." El cosmos es una constante en la vida y en la escritura de Nahui que según
Andrés Henestrosa predijo viajes inter espaciales antes de que sucedieran. En 1922 publicó
su libro de poemas óplica cerebral. En 1937 la casa editorial Botas publico Energía cósmica
con una portada diseñada por ella misma; en este libro, Nahui propone una serie de ideas
sobre el desgaste molecular del universo y comenta la teoría de la relatividad de Einstein.
Dice no estar totalmente de acuerdo en algunos detalles de la teoría, pero no especifica en
cuáles. Sin embargo, da pruebas de un raro genio matemático. El Convenio de la Merced
Nahui y Atl vivieron en la azotea del Convento de la Merced, donde el amor los hizo rodar
por el tiempo como una bola de fuego. Para calmar su sed y sus ansias, se metían desnudos
a refrescarse en los tinacos y cuando los demás inquilinos protestaron diciendo que el agua
les llegaba sucia, el Dr. AU alegó: "Si toman píldoras del Dr. Ross, bien pueden beber agua
del Dr. Ail". Nahui recibía a los amigos desnuda, una charola bajo sus dos senos, y servía
así dos copas de elíxires fecundantes. Los visitaban Diego y Lupe, Adolfo Best Maugard,
Ricardo Gómez Robelo, Carlos y Dalila Merida, Tina Modotti y Edward Weston. Bebían,
bailaban, cantaban, pintaban, fotografiaban, se liberaban, creaban, descubrían a México, lo
sacralizaban. Eran felices aunque no supieran hasta dónde. Sobre un pedazo de caja de
cartón, Nahui le hizo a Edward Wes- ton un excelente retrato. Sus dibujos tent'an la chispa
sin sentido del talento sin pies ni cabeza, la gracia absoluta del que no se toma demasiado
en serio, y sus dibujos son como ella, ingeniosos, libres, la obra fresca de una mujer
ingobernable. Una relación tan intensa entre una volcana y un vulcanòlogo tenía que hacer
erupción. Nahui centelleaba de celos, su boca roja se volvió injuriosa, el convento barroco
de la Mer ced se llenó de insultos y los gruesos muros resonaban con los celos, los gritos
hirientes, las cóleras, los pleitos, el desga rramiento. ¡Qué extraño! El odio más grande
sobre la tierra es el de dos que se han amado. Encenizados, se separaron. Nahui le repetía a
Tomás Braniff, tan fino él, que Ail era un pinche medicucho cabrón. Tan fina ella. Hay algo
de razón en la locura Posar más tarde desnuda para el fotógrafo Antonio Garduño llenó a
Nahui de satisfacción. Primero había ido a Ñau tía, Veracruz, en 1926, y Garduño le había
tomado varias fotos en traje de bario que publicó la revista El Automóvil en México. En esa
misma revista, Nahui escribió sobre los incidentes del viaje y complementó su artículo con
tres caricaturas y varias fotografías de Garduño. ¡Qué diferencia con las fotos que Edward
Weston le había hecho antes! A Nahui no le gustaron esas fotos de yegua trasquilada; las
que le interesan son las de Antonio Garduño que la hacen parecer una amable e insulsa
conejita: carecen de fuerza, convierten a su modelo en una encuerada del montón, no hay
originalidad; tampoco tienen la frescura de las divinas gorditas en pelotas del libro de foto
grafías Casa de citas. De nada sirvieron la gracia y la osadía de la deslumbrante Carmen.
¡Bien podría haber estado ciega, porque sus enormes ojos que todos ponderaron ni se ven!
Pero el paso de Carmen estaba dado. Se había atrevido.
Atreverse a todo Al afro siguiente, Nahui habría de provocar otro escándalo al exhibir el
centenar de fotografías tornadas por Antonio Garduño, en su mayoría desnudos. A la
inauguración en su casa estudio de 5 de Febrero, asistieron el secretario de Educación
Manuel Puig Casauranc, Montes de Oca, Lola Olmedo, los pintores Ignacio Rosas y
Armando García Núñez, así como el joven fotógrafo Manuel Alvarez Bravo. La hija de
familia, la exesposa de militar, la volcana del Dr. Atl, no sólo se despojó de su ropa sino
que fue desabotonándose uno a uno todos los pudores que traía consigo desde el colegio de
monjas. Salió muy contenta del estudio de Antonio Garduño y se lanzó a la Alameda para
caminar desnuda toda su vida. Álvarez Bravo fue testigo del tormentoso romance de Nahui
con el caricaturista y pintor Matías Santoyo, con quien viajó Hollywood para ver a Fred
Niblo, porque éste quería filmada. En 1933, en San Sebastian, España, Nahui no sólo
exhibe cincuenta y cuatro pinturas y dibujos sino que ofrece un recital de piano en el
vestíbulo del Cine Novedades. Toca no sólo a los clásicos sino sus propias composiciones y
al final la ovacionan. Al año siguiente, en el Hotel Regis expone un con ju nto de veintidós
Oleos. El capitán Eugenio Agacino Nahui Olin amó a otros. Tuvo novios, se volvió rehilete
de feria. Un cantante italiano de ópera, un acapulqueño Lizardo, un Hombre del Clavel,
pero a nadie amó tanto Nahui como al capitan Eugenio Agacino, español cuyo barco hacía
escala en todos los puertos y se ancló definitivamente en uno solo: Nahui Olin. Nunca pintó
Nahui con tanto color, nunca fue ron sus naranjas tan frutales, sus azules tan morados, sus
amarillos tan luminosos, su cintura tan esbelta. El mar había vuelto al mar. Sus ojos
descansaron. Su autorretrato con el barco del capitan Agacino lo sugiere, así como su
Eugenio.
Agacino y Nahui en el Atlántico. Las palmeras rodean sus rostros felices aunque a Nahui
entonces le acaba de caer un coco en la cabeza. Las estrellas bajan a la proa y bailan con
ellos, La Habana y Nueva York son su telón de fondo mientras el capitán la envuelve en su
abrazo. El capitan Agacino muere en el mar en 1934 y los ojos de Nahui giran como
veletas, sin dirección alguna, se hunden en un tornado, se empantanan. Dice Lola Álvarez
Bravo: "Weston le hizo un retrato a Nahui Olin estupendo como corajienta, desamparada,
como si se fuera a enajenar de repente. Tenía una vida interior de lo más rara y eso lo captó
Weston". Dotes de bruja "Al último se volvió loca —prosigue Lola Alvarez Bravo—. Diego
de Mesa y Juan Soriano insistieron mucho en que los llevara a la casa de Nahui Olin en
General Cano 93. Salió un perro horrible, lanoso, ciego, de lo m ás impresionante. Nahui lo
adoraba porque la habían querido asaltar y el perro la defendió. Después Nahui nos pasó a
su casa. A Juan y a Diego los previne: Tor favor, les ofrezca lo que les ofrezca aunque sea
cocacola que ustedes vean que destapa allí mismo, no tomen una gota de lo que les sirva
Nahui'." Interviene Juan Soriano: "Tú haces como que bebes y no bebes', me decía Lola. A
mí Nahui Olin me asustó: ' Mira lo que hago', me dijo y agarró un foco, lo talla con sus dos
manos y el foco se prendió. ¡Imagínate, con las manos! Luego me dice: ' Mira mi cama'. Y
en la cama veo un hombre bien dibujado con pelos de verdad bordados aquí y and y
pestañas postizas de las que se ponen las mujeres. Luego me enseñó todas las pinturas del
capitán de barco Agacino que había sido su último amante y a todos les había pintado una
boca de mujer roja, roja. También a las fotografías en blanco y negro les puso esa boca de
corazón roja y picuda. Un hombre para que fuera guapo tenía que tener las pestañas paradas
como ella las tuvo y la boca pintada como fresa.
"La casa era espantosa. Yo no sabía si reír o llorar y hacía un esfuerzo horrible. Me platicó
que estaba muy pobre y que ya no tenía qué vender." Lola Alvarez Bravo Continua Lola:
"Nahui siempre decía que tenía sus bebedizos para tener a todos los hombres embrujados y
a todo el mundo a sus pies y que sus menjurjes y sus hierbas eran infalibles. Se ponía en
trance y andaba rezando por los corredores de su casa destartalada: 'San Martín Caballero,
tráeme al hombre que yo quiero', y los únicos que llegaban eran los murciélagos.
"Empezamos a platicar y le pido: "—Oye Nahui, ensénanos los retratos que te hizo Weston.
"—Esas porquerías, c:citno quieres que te enserie esas por querías? Ahora verás, te voy a
enseriar retratos de a de veras buenos. "Abre un arcón y saca dos revistas, yo creo que era
un Jueves de Excélsioro vete tú a saber qué, quizá un Ovaciones, y nos muestra unas fotos
de ella de bebé, y otras picaronas, alzándose el vestido como de canean; ella volteada para
atrás levantándose las enaguas, enseñando el trasero, como las coristas; ella con un
mecatito atravesado sobre ya sabes qué, bueno, unas vulgaridades de fotos. Le pregunté:
Qué tal tus cuadros? "Nahui hacía arte naif. "—Estoy esperando que me m anden un cable
de España porque los reyes quieren inaugurar una gran exposición mía. Yo nada más digo
cuándo y ya me voy. ¡Qué bueno!, porque los de aquí no entienden nada ni saben nada.- A
te vas a ir a Madrid? "—Sí, porque además allá me está esperando mi amor.
—;Sí? quién es tu amor? "—Vengan. "Nos mete a una pieza y nos enseria una sabana de
cama matrimonial colgada de la pared con un mono de este tamarios, que ella habla
pintado, horrible, horrible, con trusa, todo encuerado, nada mas la trusa, forzudo, con los
conejos saltados, horrible. Los ojos verdes, verdes, verdes con sus pes- tañotas tiesas y la
boca así de corazón. Era todavía más impresionante el orangután ese con los ojos verdes,
inmensos, de Nahui. "—Corno ven, él todos los días viene y me acompafia. Yo lo
descuelgo y duermo con él, me tapo con él y me cuida. Mira, yo me enamore mucho de él /
él de mí, pero se tuvo que ir. Entonces nos fuimos a Veracruz y salió en su barco porque él
era marinero y yo me quede en el muelle sentada en el malecón, y se fue el barco y de lejos
el capitán se despedía de mí, me mandaba besos. Ya me escribió que el rey de España me
está esperando. Yo voy a ir con mi exposición y nos vamos a casar Eugenio y yo. "Luego
nos dice: "—Ahora verán lo que yo hago. "Cierra las persianas y saca un jarrón de este
tamaño como de talavera antigua lleno de focos y nos dice: "—Ahora verán, fíjense muy
bien en lo que yo hago. "Saca un foco y lo talla con otro, le hace así, pun, pun, pun, pun, y
empiezan a salir chispas, una cosa horrorosa. Ya ven, ya ven mis fuerzas. ,J)e dónde creen
que son mis fuerzas? La fuerza cósmica que tengo me la manda el sol. "Y nosotros, mira,
abrazados los tres del terror en la oscuridad, mientras ella ¡pun, pun, pun! "—Lo único
malo es que aquí los vecinos son terribles. En Ja mañana el sol tiene que defenderme, baja a
regañarlos y me protege, porque los muchachos me avientan de pedradas, El sol se viene a
platicar conmigo, me hace mis cariñitos, Se acuesta en mi cama, me da consejos, platico
con el y ya me ha dicho que sólo por mí no destruye México, si no ya habría echado a volar
en mil pedazos a los muchachos porque todos son unos malvados. "Dice Diego de Mesa en
voz baja: "—Oye, ya vámonos porque vamos a salir más locos que ésta.
"Juan, como es perverso, se quería quedar a ver que más hacía la Nahui porque le asombró
que se prendiera el foco al solo contacto de sus dedos, hasta que ella se le echó encima con
una de sus luces y por poco y lo deja ciego. "Nos fuimos espantados. "Le perch' la pista
mucho tiempo hasta que una vez me la encontré en el elevador en Bellas Artes. "—Qué tal
Nahui, cómo estás? "—Yo bien. "—Qué estás pintando? "—Oye, me haces favor de no
burlarte de mí. "—Cómo burlarme de ti? no? Sabes que yo vengo a ver a Carlitas. "Era
Carlos ChAvez. HSí?, pues qué bueno, allá vamos, yo también vengo a verlo. "—Sí, porque
va a poner una sinfonía que yo escribí. Nada más que yo como todo lo hago intuitivamente
porque me nace, lo tuve que escribir con letra, entonces pongo do, do, re, re y mi fa sol, y
Carlitas, que es tan gentil, me va a escribir las notas para todos los músicos, las trompetas,
los cornos, los violonchelos, los violines... "—Si, sobre todo los violines... "—Aunque no lo
creas, Carlitas va a poner mi concierto; lo va a tocar la Sinfónica de Bellas Artes. "—¡Ay
qué bueno, Nahuisita! "Te conmovía tremendam ente ver a esa belleza tan extraordinaria
hecha un verdadero andrajo. Nahui era una gente que te daba... no lástima, es muy feo decir
lástima.., te daba amor, hubieras querido que no le pasara nada. Te daba tristeza que llevara
esa vida tan dura porque cayó de a tiro feo. El Dr. Atl todavía preguntaba por ella. 'eHa
visto usted a Nahuita?"Sf, doctor.' "'I7 qué dice?' Que es usted muy muía.' No lo quería
nada, ni a Manuel Rodríguez Lozano, pobrecita, decía que los dos eran basura. Bueno,
Manuel no era basura pero pintaba basura. Hubo una temporada en que a Nahui le dieron
un chequecito de cualquier cosa, de ochenta pesos o de lo que tú quieras en Bellas Artes, tal
vez vitalicio, y con eso comía en un comedor para indigentes de Salubridad, creo, o en una
cocina pública de esas de a cin cuenta centavos que les dicen económicas, pero a Nahui no
le alcanzaba ni para la comida corrida, puros frijoles y atole. "Entre el Güero Fournier,
Diego Rivera y no sé quién más, creo que Misrachi —aunque ése era bien codo—, le
compra ban sus cuadros para ayudarla, pero después ya no los quiso vender porque iban a
viajar a España a la exposición de los reyes. "Una vez andábamos en el Leda, en un fin de
ario, y Nahui se prendó de Obregón Santacilia. Y el pobre no sabia qué hacer porque ella
colgada de CI quería bailar con él tan estirado y se le aventaba y el pobre nada más
volteaba a pedirnos auxilio, pero nosotros de malvados nos hacíamos los desentendi dos."
México entero se hizo el desentendido. Nadie le tiró un lazo y Nahui se fue consumiendo
sola en las calles en torno a la Alameda. Cuenta Lola Alvarez Bravo: "Andaba por Puente
de Alvarado como ruleteando, la pobrecita. Se ponía unos vestidos de una tela muy
brillante, muy corriente, totalmente ceñidos y muy escotados, con una ñoresota de papel en
el pecho." Ojaláy todas las mujeres tuvieran un Tomás Zurián En 1993, la rescató Blanca
Garduño, directora del Museo Taller Diego Rivera, y la sacó del agua verde Tomás Zurián
Ugarte, su salvavidas, y organizó en torno a su hermoso cuer po de ahogada la exposición
Nahui Olin, una mujer de los tiem pos modernos. ¡ Ojalá y todas las mujeres, Chabela
Villaserior, Concha Michel, Blanca Luz Brum, Cuca Barrón y otras, tuvieran a un salvador
que casi veinte arios después de su muerte las recordara con los amorosos colores de la
benevolencia! A Nahui Olin la tolteca Princesa de siete velos.
Emperatriz del pincel Y Reina de los colores Alcaldesa del dibujo, De la línea profesora De
los contornos maestra Y Reina de la armonía Tú pintaste la poesía Nahui Olin abadesa Es
inmortal tu grandeza. Guadalupe Amor, a 23 de enero del año de gracia de 1993

Un enamorado de aquí a la eternidad Fue un enamorado que Nahui nunca sospecho, el


hombre que mejor la ha amado de todos. En la gran exposición, las pinturas de Nahui Olin
parecían rábanos, racimos rojos, abombados, circulares, racimos de ojos verdes, racimos de
villamelones en la Plaza de Toros, racimos de boquitas de co razón, racimos de pestañas-
alfileres clavadas en los párpados, racimos de girasoles. Aquí, Manuel Puig sería feliz:
tantas boquitas pintadas nomas para 61, tantos amores en glorioso tecnicolor, tanta pantalla,
tanto fulgor vertiginoso. Orale 16, nalga brava Además de las boquitas de corazón, Nahui
Olin ama sus nalgas como la mejor parte de su cuerpo. Las redondea, las para, las baila, las
asolea. "¡ Orale tú, nalga brava!" le gritaba Guillermo Haro a nuestra hija Paulita cuando se
presentaba en sus shorts lista para ir a Cuernavaca. Mejor que nadie Nahui conoce la
importancia de las nalgas y se sienta en ellas con cuidado para no gastarlas porque valen
mucho. Joyas preciadas, nalgas y cara son lo mismo, el rostro oculto de la luna. "Cuando
una puerta se me cierra, yo la empujo con las nalgas." "Las nalgas son el centro del
universo." ¡Cuántos axiomas en torno alas nalgas! Si por Nahui fuera todos andaríamos con
el culo al aire. Los prodigiosos traseros, los tras pontines, celebrados en todas las
despedidas de soltero y de soltera, son el foco de atención. El equilibrio de los cuadros de
Nahui se asienta en un par de nalgas. En la composición de sus obras, son el punto de oro
los glúteos (¡qué horrible palabra! Tanto como pompis o pompas), asentaderas, posaderas,
posas, traseras, "con las que me siento". El tema son siempre las nalgas, aun en los dibujos
más ingenuos, los más inocentes, en los que el erotismo está ausente, las nalgas son las que
le dan sentido a la obra: Na/mi y Matías San too, E l abrazo, Autorretrato, Nahui y el
capitán Agacino en Nueva York, Garduño y Bert jugando a pipis y gañas. Quizá los títulos
no sean tan re veladores pero en Garduño y Bert jugando a pipis) 'gañas, una tarántula
devora el trasero de Garduño. De todos los dibujos, el más bello es Desnudo femenino de
espalda, que parece un reloj de arena. Recuerdo que en el estudio de Juan Soriano en
Melchor Ocampo nos recibían, paradas sobre la chimenea, unas nalgas prodigiosas en una
fotografía tomada por el arquitecto Abarca, que se hizo fotógrafo gracias a las clases de
Lola en San Carlos. Maestra y discípulo se hicieron muy amigos, Abarca le ayudaba y le
cargaba las cámaras hasta que Juan le dijo a Lola: "Mira ,Tara qué lo cocoreas? Déjalo en
paz. Esto va a acabar mal". A él no le gustaban las mujeres y por eso tomó esas espléndidas
nalgas de hombre en fotografía. Las encontró en un club de futbolistas. En un cuadro tras
otro Nahui insiste en las nalgas pero finalmente las únicas que quedan son las que conserva
Soriano y ya no enseria en público.
El Fantasma del Correo
Si todavía viviera, Nahui Olin cumpliría ciento siete arios, mi número de la buena suerte.
Nació en 1893 y murió el 23 de enero de 1978 de una insuficiencia respiratoria. Pocos la re
cordaban. Murió sola, gorda, rodeada de gatos bajo una cobija hecha con las pieles
maltrechas de los felinos que habían muerto antes que ella, disecados y conservados con
todo y cabeza para poder reconocerlos y hablarles de amores: El Giierito, Manelik, Roerich
y otros. Murió convencida de que su retiro del mundo era lo único bueno que podía
sucederle. No hubo una sola esquela, ni un obituario, nadie la recordó. Ya en los setenta,
Nahui era conocida como "la Polveada", "la Loca", "el Fantasm a del Correo" (Tacuba y
San Juan de Letrán eran sus rumbos), "la Dama de los Gatos", porque solía darles de comer
a los gatos en la Alameda. También la llamaban "la Perra", "la Mano Larga" y "la
Violadora", porque siempre fue, según los decires, ninfomaníaca y todavía a los ochenta y
cinco arios, cuando lograba subirse a un camión o a un tranvía, les metía mano a los
jóvenes pasajeros, que se cambiaban de sitio espantados no tanto por la voracidad de la
dama harapienta como por las plastas de polvo blanco en su cara fofa y marchita. Nahui es
la antítesis, la antiheroína que se expresa a través de su cuerpo, creyó en 61 hasta el ñn, se
siguió viendo bella, porque como le consta a Adriana Malvido se compraba tres vestidos
iguales de distintas tallas "para cuando adelgazara". Nadie sospechó jamás que tras de
esavieja de asombroso erotismo se escondía la que fuera una de las mujeres más be llas y
más apasionantes de México, una leyenda que habría de inspirar al curador de la
exposición, Tomas Zurián Ugarte, una pasión tan tormentosa que Nahui todavía se le
aparece en los bailes de disfraces de la Academia de Sari Carlos o en sus obsesivas vtieltas
y revueltas en su lecho de insomne. No era una loca común Homero Aridjis cuenta que
conoció a Nahui Olin en la Alameda. "Me dije: éste es un personaje literario, un persona j e
poético. Ya desde la actividad que estaba haciendo en la Alameda, no era una loca común
que me inspirara miedo: era una loca poética. El hecho de que sacara al sol al amanecer, lo
llevara por todo el cielo, lo metiera y se le quedara mirando con esos ojos rojos-verdosos,
despertó mi interés por su inundo inmerso en la lógica de la locura y esta sobrevivencia de
la niña dentro de esa locura. "Nahui Olin es el tipo de personaje que la sociedad destruye
porque es de una inocencia totalmente desinhibida, sin compromisos, sincera. Una persona
como ella se presta a todos los abusos de los hombres, porque mantiene esa inocencia
adentro de su cuerpo. Muchos me advirtieron que cómo entablaba amistad con alguien así.
Pero algo intuitivo me guiaba a dejar fluir el encuentro sin temor. Me di cuenta de que el
ambiente cultural en el que vivimos le tiene miedo a la locura verdadera. Tendemos a
convertir en estatuas a todos los personajes de la historia patria, pero nunca reconstruimos a
los seres humanos. "El encuentro fluyó; horas enteras hasta la madrugada, en las que Nahui
me contó casi toda su vida. Daba la impresión de mucha soledad, de esas soledades
terribles acompañadas de pobreza. Recuerdo que tuve hambre, pero no me importó, sentí
que estaba dentro de una novela y ella era u n personaje." Soledad por muerte A partir de
1942 empezaron a morir los amigos de Nahui. La noche del 5 de enero de 1942 murió de
un ataque al corazón la fotógrafa Tina Modotti. El 7 de septiembre de 1949 murió José'
Clemente Orozco. El 13 de marzo de 1953 muere la pintora y grabadora Isabel Villaserior.
El 13 de julio de 1954 muere en su casa de Coyoacán Frida Kahlo y en 1955, según la
cronología de Tomas Zuridn, a los cincuenta y tres arios mucre de una embolia María
Izquierdo. En 1957, el 24 de noviembre, desaparece Diego Rivera y en 1964, el 16 de
agosto, muere el Dr. Atl, cuyo cuerpo es velado en el vestíbulo del Palacio de Bellas Aries.
Nahui se presenta discretamente al acto luctuoso. El 6 de enero de 1974 muere en su casa
de Cuernavaca David Alfaro Siqueiros y el 30 de diciembre de 1975 la entrañable amiga de
Nahui, la pintora Rosario Cabrera. A pesar de que muchos ya le habían dado la espalda,
estas sucesivas desapariciones debieron de calar hondo en el áni mo de Nahui Olin. A
treinta años de su muerte Casi veinte años después de su muerte en 1978, Adriana Malvido
ha sabido amar a Nahui y poner en sus manos ajadas u n solecito redondo de hojas de papel
volando, oritos, la sal del mar, las luces de La Habana, sus palmeras, las de Nueva York que
bajan a la proa del trasatlántico y son estrellas en el telón de fondo. Nahui baila en los
brazos del capitán Eugenio Agacino, el más glamoroso romance de su vida. Nahui por fin
hace escala. Gracias a Tomás Zurián y a Adriana, el mar ha vuelto al mar. Adriana ama a
Nahui y le ha lanzado el único salvavidas posible: el de su libro pulido, bien bonito, en una
época en que mujeres van y mujeres vienen y escriben unas acerca de otras en una
celebración jubilosa.

También podría gustarte