Sonetos 2024-05-21 14 - 04 - 12

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Mitre, Bartolomé

Buenos Aires (Argentina). 1821 - 1906

Llegó a ser Presidente de la República Argentina. Escritor.


Periodista.

A la América

Por las fieras hambrientas perseguido


cruza indómito potro las llanuras,
y amarrado con fuertes ligaduras
en sus hombros Mazzepa va tendido.

Por la carrera al fin desfallecido


5
el bruto cae sobre las breñas duras,
y libre de sus recias ataduras,
Mazzepa se levanta rey ungido.

Así América gime entre cordeles


al rudo potro colonial atada,
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seguida por la jauría de lebreles,

y exánime, y sangrienta y lacerada


corre, cae, se levanta, y de laureles
resplandece su frente coronada.

Molina, Juan Ramón


Comayagüela (Honduras). 1875 - San Salvador. 1908

Soneto

Esquivando miradas indiscretas,


por oscuros y negros callejones,
al fin logré llegar a tus balcones
cargados de oloríferas macetas.

¡Cuántas pláticas dulces y secretas


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llenas de juramentos e ilusiones,
tuvimos en aquellas ocasiones
al voluptuoso olor de las violetas!

¿En dónde estás, oh casta Margarita,


que en mi azarosa juventud lejana
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me concediste la primera cita?

Te evaporaste como sombra vana,


y hoy, hecha polvo tu feliz casita,
se ignora dónde estuvo tu ventana.

Sursum

No nos separaremos un momento


porque -cuando se extingan nuestras vidas-
nuestras dos almas cruzarán unidas
el éter, en continuo ascendimiento.

Ajenas al humano sufrimiento,


5
de las innobles carnes desprendidas,
serán en una llama confundidas
en la región azul del firmamento.

Sin dejar huellas ni invisibles rastros,


más allá de la gloria de los astros,
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entre auroras de eternos arreboles,

a obedecer iremos la divina


ley fatal y suprema que domina
los espacios, las almas y los soles.

La araña

Ved con que natural sabiduría


las finas hebras a las hojas ata,
y una red teje de fulgor de plata
que la infeliz Aracne envidiaría.

Mas si el viento soplante con porfía


5
la prodigiosa tela desbarata,
vuelve otra vez a su labor ingrata,
y una malla más tenue alumbra el día.

Hombre, que tus empresas no coronas


porque al primer fracaso o desperfecto
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a un estéril desmayo te abandonas;

ten de tu vida y tu rigor conciencia,


y aprende al ver el triunfo de ese insecto
una lección sublime de paciencia.

Péscame una sirena

Péscame una sirena, pescador sin fortuna,


que yaces pensativo del mar junto a la orilla.
Propicio es el momento, porque la vieja luna
como un mágico espejo entre las olas brilla.

Han de venir hasta esta ribera, una tras una,


5
mostrando a flor de agua el seno sin mancilla,
y cantarán en coro, no lejos de la duna,
su canto, que a los pobres marinos maravilla.

Penetra el mar entonces y coge la más bella,


con tu red envolviéndola. No escuches su querella,
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que es como el aleve de la mujer. El sol

la mirará mañana entre mis brazos loca,


morir bajo el divino martirio de mi boca,
moviendo entre mis piernas su cola tornasol.

Molina, Luisa
Matanzas (Cuba). 1821 - Sabanilla del Encomendador (Cuba).
1887

Poeta.

Amor ideal

¡Imposible! No puede su dulzura


retratar mi pincel, ni hallo colores
que coloren y adornen mis amores,
ni contornos que pinten su figura.

Está clara, perfecta, dulce y pura


5
en mi mente su imagen entre flores,
y no hay voces, suspiros, ni rumores
que remeden su acento y su ternura.

Él no existe, ¡ay de mí! sobre la tierra,


y aunque la luz de mi razón reclamo,
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en mí vive este amor, y me da guerra.

Mi consuelo, mi bien, así le llamo;


una heroica lealtad mi pecho encierra,
y un ardor y un suspiro es lo que amo.

Molina Vigil, Manuel


Honduras. 1853 - 1883

Poeta hallado en Internet.

Te amo aún

Hubo un tiempo ¿recuerdas? que a tu mano


estrechaba la mía tiernamente;
hubo un día, es verdad, que allá en tu frente
mi ardiente labio se posaba ufano.

¿Quién me dijera entonces que cercano


5
estaba el fin de nuestro amor vehemente,
y que a tu corazón indiferente
mi corazón invocaría en vano?

Embriagado en tu rostro, yo creía


eternas tu pasión y mi ventura;
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pero al fin de olvidarme llegó el día;

se extinguió de tu amor la llama pura,


y hoy miras impasible mi agonía
y yo adoro en silencio tu hermosura!

Montagú, Guillermo de
Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.

El encuentro

Hermano, aguarda. Quiero descansar a la sombra


del árbol milenario. Ya encontré en el camino
el báculo amoroso que ayuda al peregrino
a rendir su jornada. Aquí, sobre la alfombra,

que bordan esmeraldas y violetas, espero.


5
Bajo el manzano arrulla sosegada una fuente.
Deja que purifique su frescor transparente
mis plantas de la sangre y el polvo del sendero.

Hermano, marcha solo. Un ensueño apacible


encadena mi espíritu al árbol milenario.
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Hay un nido en las ramas y un ave que se queja.

Ya no temo el cansancio. Ya me siento invencible.


¡Porque he visto al abrigo de un techo hospitalario,
asomarse la vida, sonriendo, a una reja!

II

Serenamente casta, la paz de su belleza,


tiene ese dulce encanto que redime y cautiva.
No sabe de rubores su inconsciente pureza,
ni sabe ser su amable sinceridad esquiva.

No provoca su carne las hambres del pecado


5
sino el místico anhelo de la santa ternura.
Nunca sus labios rojos el amor ha besado,
ni en su seno de virgen palpitó el ansia impura.

Sus miradas tranquilas, de la madre y la esposa


tienen la mansedumbre espiritual y quieta
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que sana las heridas y extingue todo fuego;

y en su caricia fulge la llama misteriosa


de esas lámparas suaves que en la noche discreta
sobre el hogar derraman claridad y sosiego.

III

Nos pusimos de acuerdo sin habernos hablado.


Cada uno esperaba ya al otro; de tal modo
que fue nuestro saludo la vuelta del pasado,
y cuando nos miramos, lo sabíamos todo.

Así, sencillamente, bajo el árbol divino


5
se celebró la misa de nuestros esponsales.
Junto a la humilde fuente nos bendijo el Destino
y un diluvio de rosas floreció en los rosales.

Y después... comulgaron unidas, en la sombra


nuestras dos almas sobre la perfumada alfombra;
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y, descifrando el viejo secreto de la vida,

a través de la noche silenciosa, emprendieron


la marcha lentamente... hasta que se perdieron
en el santo refugio de la paz escondida...

Monte, Domingo del


Maracaibo (Cuba). 1804 - Madrid. 1853

Estudió Leyes en la Universidad de La Habana.

Los celos

Son los celos, Belinda, infierno ardiente


de odios, rabia, rencor y cruda ira:
¡infelice del hombre que los mira,
cual yo, en su pecho, y sus furores siente!

No entonces, ¡oh Belinda! tiernamente


5
mi perdida razón tu gracia admira:
entonces te detesto, y no respira
más que venganzas la ofuscada mente.

Bárbaro entonces, con puñal recibe


tus miembros bellos con placer rasgara,
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tu corazón buscando aborrecible...

Estos los celos son: si no probara


el amado tormento tan temible,
¿cuál dicha a la de amor se comparara?

Monte, Félix María del


Santo Domingo (R. D.). 1819 - 1890

Poeta hallado en Internet.

A la noche

Un tiempo con ador por ti anhelaba,


tu sosegado imperio apetecía
y en él, junto a la hermosa amada mía,
tus horas entre el júbilo contaba.

Si amante Diana su Endimión buscaba


5
y con plateados rayos nos hería;
si allá a lo lejos céfiro gemía
o el mar en la ribera rebramaba,

eres hermosa ¡oh noche! Mi divina


idolatrada Flérida presente,
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la majestad te daba que perdiste.

¿Qué dices hoy al corazón? Mezquina


luce la luna, miro indiferente
el tachonado manto que te viste.

Monte, Ricardo del


Matanzas (Cuba). 1828 - La Habana. 1909

Poeta, periodista, escritor y crítico.

Vida del arte

El jardín de Verona, el balconaje


enramado de verde filigrana;
la niña, presa de pasión temprana,
suelto el cabello y desceñido el traje.

El granado inmortal que su follaje


5
con flor y estrellas rojas engalana;
tardío ruiseñor o alondra ufana
trinando en la penumbra del paisaje;

duran sin caducar, y confundiendo


con la ideal efigie de Julieta
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su deleznable realidad, reviven.

¡Oh torpe que te engríes presumiendo


escarnecer los sueños del poeta,
tú morirás. Sus sueños sobreviven!

Comentando a Argensola

De siglo en siglo el lastimero grito


de la conciencia universal resuena:
¿por qué tantos delitos sin condena?
¿por qué tantos suplicios sin delito?

Vano clamor, se apaga en lo infinito


5
como el fragor del piélago en la arena;
nada responde a la razón serena
la ciencia nueva o el vetusto Mito.

Y en tanto que el espíritu en la muda


inmensidad del ideal explora
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y busca y busca el centro de las almas,

se mece, antorcha sepulcral, la Duda


sobre el abismo que a la par devora
manos inicuas y triunfantes palmas.

Edén perdido

Sobre la yerba del jardín lozana


dejan caer sus pétalos las rosas,
llueve el jazmín estrellas olorosas,
dobla el clavel su pabellón de grana.

Dora el ambiente el sol de la mañana,


5
pero en las enramadas silenciosas
para nadie se esparcen deliciosas
mieles y aromas de la Flora indiana.

¡Qué lujo de fragancia y de colores


pródiga quiere malgastar Natura,
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difunto el dueño, en su jardín desierto!

¡Ay! para mí más lástima, Dolores,


sentir junto al Edén de tu hermosura
venda en los ojos y en mi pecho un muerto!

Cleopatra y Marco Antonio

La reina de los frívolos antojos


en el festín con báquida apostura
se levanta. Pasión, fiebre y locura
arden en los abismos de sus ojos.

Manda, y la nubia esclava ya de hinojos,


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en almirez de pórfido tritura
la regia perla. El polvo que fulgura
del vino escarcha los reflejos rojos.

-Quiero, Antonio, brindar- dijo, en el suave


néctar de Clío revolviendo, altiva,
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la más preciada perla de su erario.

-¡Qué mis culpas de amor la muerte lave,


y Cleopatra en gloria así reviva
blanca y perenne como el mármol pario!

II

Clama Antonio: ¡No más! -Cleopatra ansía


todo el vaso apurar, mas él la impide,
y apartando la espléndida clamide,
ase el cáliz de rica orfebrería.

-Porque tu fe perdure sin falsía


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más que ese olor que el ánfora despide,
que me dejes beber mi amor te pide
esa mitad que por derecho es mía.

Fundiste la mejor joya del orbe


en el licor que Anacreonte amaba
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y que en sus versos destiló su aroma.

¡Regio regalo! Mas tu copa hoy sorbe


más, algo más: mi gloria que aquí acaba,
y la silla imperial que pierdo en Roma.

Mi barquera

Lleva en la mano un arpa laureada


y cíngulo de estrellas en la frente;
vaga en el éter y su huella ardiente
deja inmortales formas en la nada.

Tiende el velo de Maya y hechizada


5
la Realidad transfigurar se siente.
Bebe del alma, un vino fervescente
la escancia que sus penas anonada.

¡Ah! vuelve a mí tus ojos, Poesía,


y el jugo suave de la flor del loto
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vierte en el cáliz que me diste un día,

ahora de acíbar rebosante y roto.


¡Sirena, ven; y la barquilla mía
lleva cantando, a su ancladero ignoto!

II

Serenamente la barquilla mía


surca en el mar su fijo derrotero;
boga al Ocaso el lánguido remero,
y ya le alumbra Véspero la vía.

Siento acercarse tenebrosa y fría


5
la noche sin mañana y si lucero.
¡Oh, tú la maga de mi amor primero,
baja a mi barca para ser su guía!

¡Adiós, cielos sin sol, campos sin rosas,


y adiós también, infieles compañeras,
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Razón y Fe, Sibilas engañosas!

Barquera, ven. Tus notas plañideras


me lleven por escalas melodiosas
al concierto de amor de las esferas.

Don Quijote

¡Sí! vive aún; y escuálido campea


erguido sobre el magro Rocinante;
y al malandrín, al mago y al gigante,
provoca lanza en ristre a la pelea.

Virtud y honor aún bullen en la idea


5
que el brazo armó del caballero andante;
casta ilusión sonríele distante:
pura, invisible, intacta Dulcinea.

¡No morirá! La humana carnadura


tierra es no más; pero el viviente emblema,
10
forma sin cuerpo, de la mente hechura,

escultura ideal, plástico esquema,


sueño del genio, incorruptible dura
si acude el arte con la unción suprema.

Sancho

¿Tú también vivo, Sancho, el escudero


panzudo y comilón, chusco y ladino?
¿Y de la gloria el elixir divino
tus venas hinche y tu magín grosero?

Juntos los dos: delante el caballero,


5
tú a la zaga montado en tu pollino;
él, absorto en su heroico desatino,
tú riendo zumbón y majadero.

Así van juntas, la trivial Cordura


siempre discorde, y la ideal Quimera
10
de su importuna sombra perseguida.

¡Emblema triste es, Sancho, tu figura!


Del alma pura la Materia asida,
de la Ilusión, la Realidad rastrera.

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