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XVIII.
Alejo Calatayud nació alrededor de 1705 en Villa Real de Oropesa y falleció el 31 de enero de 1731 en Cochabamba. Fue un
platero mestizo reconocido en el virreinato del Perú. Hijo de Juan Calatayud y Agustina Espíndola Prado, contrajo matrimonio
con Teresa Ramona Zambrana Villalobos. En 1730, Calatayud encabezó una rebelión de gran violencia, convirtiéndose así en un
héroe local para las masas plebeyas de la provincia de Cochabamba.
Ca"Pronto, tropas españolas al mando del corregidor Francisco Rodríguez Carrasco llegaron y derrotaron a los sublevados,
recuperando la ciudad. La partida de los soldados españoles fue seguida atentamente por los habitantes del pueblo. Surgieron
grupos de agitadores que recorrían las calles de la ciudad, lanzando gritos ensordecedores. Calatayud fue traicionado por los
criollos, quienes, bajo la apariencia de autoridades y simpatizantes del pueblo, le tendieron una emboscada y lo arrestaron en
casa de su compadre, Francisco Rodríguez Carrasco.
Era propietario de un taller de filigrana muy respetado en la creciente urbe cochabambina. Su posición como creador de joyas le
permitía relacionarse con diversos estratos sociales, habiendo adquirido fluidez tanto en el idioma quechua como en el
castellano. El 1 de diciembre de 1730, lideró una revuelta en Oropesa en respuesta a los rumores sobre la llegada de un juez
revistador, Manuel Venero de Velaro, enviado por el virrey José de Armendáriz con el propósito de asegurarse de que los
mestizos pagaran los mismos impuestos punitivos que la población indígena. Para entonces, Calatayud tenía veinticinco años. La
revuelta logró unificar a mestizos e indígenas, extendiéndose por toda la provincia de Cochabamba y llegando incluso a rodear y
tomar la capital provincial.
Levantamiento de Cochabamba
La rebelión de 1730 se caracterizó por ser una mezcla de conflictos de clase y étnicos. En Cochabamba, los rebeldes saquearon
tiendas y viviendas, ocasionando la muerte de 39 españoles. Sin embargo, cuando un grupo de clérigos salió a las calles con el
sacramento, los rebeldes detuvieron la violencia. Dos representantes de la élite criolla fueron seleccionados como magistrados.
Debido a la dispersión y la falta de organización de la insurgencia, esta no pudo resistir el contraataque organizado por la élite
criolla, liderado por los magistrados de Cochabamba. Una fuerza militar dirigida por el corregidor Francisco Rodríguez Carrasco
capturó a Calatayud y lo decapitó en su celda el 31 de enero de 1731, enviando su cabeza a la Real Audiencia de Charcas.
Tomás Katari (San Pedro de Macha, Virreinato del Río de la Plata, 1740[1] – Cuesta de Chataquilla, 15 de enero de 1781) fue un
cacique aymara[2] que, al reclamar sus derechos, generó y lideró una insurrección popular en el siglo xviii.
A mediados de 1777, Tomás Katari presentó una querella legal contra el español Blas Bernal por haberle usurpado el cargo de
kurajkaj (“curaca”, cacique) legítimo por derecho de herencia y amparado por la legislación colonial. Tomás Katari se presentó
ante la Audiencia de Potosí denunciando con fundamentos que Blas Bernal, al recaudar los impuestos en su comunidad,
cometía robos en perjuicio de la Real Hacienda, operando mediante dos padrones o listas de recaudación, con una diferencia de
487 pesos y 4 reales entre cada padrón, entregando a las autoridades de la Real Hacienda el que causaba menor recaudación.[1]
El 18 de febrero de 1778, la Audiencia consideró que la denuncia presentada por Katari e Isidro Achu estaba suficientemente
comprobada y recomendó que se les encargara nuevamente a ambos la cobranza de los impuestos. El 13 de marzo de 1778,
habiendo recibido el despacho de la audiencia, Nicolás Ursainqui ―corregidor de Chayanta― mandó a Katari y Achu a presentar
lo recaudado, pero cuando ellos se presentaron en Chayanta, ya el nuevo corregidor era Joaquín de Alós, amigo de Blas Bernal.
Ambos indígenas fueron encarcelados. El 27 de marzo de 1778, Alós atendió los repetidos reclamos de los seguidores de Katari y
ordenó liberar a Katari y a Achu, para apaciguar los ánimos.[1]
Desde el 17 de julio de 1778, la Audiencia de Charcas dejó de pertenecer al virreinato del Perú y pasó a ser jurisdicción del
recientemente creado virreinato del Río de La Plata, con sede capital en la ciudad de Buenos Aires. Los líderes indígenas de las
365 comunidades potosinas realizaron dos grandes reuniones, en Pocoata y en Macha, en las cuales estuvieron presentes los
tres hermanos Katari. Los 365 cabildantes decidieron que Tomás Katari ―debido a su ejemplar conducta y a otras muchas
cualidades que tenía― debía ir a Buenos Aires para entrevistarse con el nuevo virrey.[1]
Katari partió con Tomás Achu (hijo de su compañero Isidro Achu). Como eran «indios» les estaba prohibido montar a caballo,
bajo pena en galeras, azotes públicos y privados, multas y hasta la muerte (cuando una persona blanca necesitaba que uno de
sus esclavos montara a caballo, debía tramitarle un permiso expreso del gobernador). Tomás Katari y Tomás Achu caminaron
unos 2300 kilómetros hasta Buenos Aires. Durante el viaje fueron ayudados por los indígenas de las distintas naciones, ya que
no contaban con dinero español para comer y alojarse. Luego de varios meses de caminata llegaron a Buenos Aires en
noviembre de 1778. Se entrevistaron con el virrey Juan José Vértiz (1719-1799), autoridad máxima del virreinato del Río de la
Plata.
El 15 de enero de 1779, el virrey Vértiz dictó un decreto ordenando la investigación de los hechos denunciados, dirigido a los
doctores Luis de Artajona, Juan Bautista de Ormachea y Diego de la Calancha (oidores de la Real Audiencia de Charcas) para que
administraran justicia. No quiso pronunciarse en el asunto de la usurpación del cargo de Tomás Katari, ni del robo de impuestos,
porque Katari carecía de los despachos de los oficiales reales y de la Audiencia que lo probaban, ya que el corregidor Alós, se los
habían arrebatado.[1]
Cuando Tomás Katari y Tomás Achu regresaron a su región, fueron encarcelados. El 15 de abril de 1779, el fiscal de la Audiencia
de Charcas se expidió, diciendo que para ordenar la investigación que mandó el virrey hacían falta los despachos que Katari no
poseía. Cuatro meses después, el 19 de abril de 1779, la Audiencia se dirigió al corregidor Joaquín de Alós, pidiéndole el envío de
estos despachos. A principios de mayo de 1779, Tomás Katari consultó con los jamautas (‘varones sabios’) y las mamakonas
(‘mujeres sabias’) quienes le aconsejaron que comenzara a cumplir la función que le había sido arrebatada, aunque no había
recibido todavía la confirmación oficial de las autoridades españolas, Katari ordenó que las asambleas comunitarias de toda la
región eligieran a sus autoridades ―como en los tiempos incaicos―, «defensores y protectores de los desvalidos indios
tributarios, miserables, indefensos [...] que otros individuos les beben sangre».[1]
Inmediatamente fue apresado por los soldados en Torocarí y conducido a la comunidad de Aullagas, donde fue liberado a la
fuerza por una multitud de indígenas armados con palos. La Audiencia de Charcas lo acusó de hablar mal acerca de la mita,
cuando 800 quechuas amarrados esperaban su turno en la aldea de Ocurrí. En Charcas fue apresado por segunda vez y juzgado.
El 12 de diciembre de 1779 expuso sus argumentos. El 8 de enero de 1780 fue trasladado desde la prisión de Charcas, pero sus
seguidores volvieron a liberarlo. El 10 de junio de 1780 ―confiado en el reconocimiento que había logrado ante el virrey Vértiz―
Katari se presentó en Charcas para defenderse de los cargos que se le imputaban. Fue apresado e incomunicado. El 23 de julio
de 1780, sus seguidores se armaron y movilizaron en Huancarani, aldea cerca de Poqoqwata, rodearon al corregidor y a su
patrulla militar y le exigieron que liberara a Tomás Katari y a Tupac amaru 2 rebajara los impuestos abusivos. Con la mediación
de dos sacerdotes, el corregidor ordena la liberación y la rebaja en los impuestos. Confiando en las palabras de los religiosos, los
quechuas lo dejan ir.[1]
El 25 de agosto de 1780 (o el 26),[4] mientras el Corregidor asistía con su grupo de soldados a la «enumeración» de quechuas
que cada año se los buscaba para el trabajo esclavizado en las minas, el joven Tomás Achu ―que había caminado junto a Katari
ida y vuelta hasta Buenos Aires―, se acercó al corregidor Alós, y le exigió que cumpliera su palabra. Este le descerrajó dos tiros y
lo mató.[4]
Los indígenas presentes atacaron a los soldados españoles y los mataron en el lugar. Alós huyó al galope en un caballo pero fue
bajado de un jorahuazo (‘hondazo’) en la cabeza. Los quechuas canjearon con los españoles la vida del corregidor por la de
Tomás Katari. El corregidor consiguió huir, disfrazado de sacerdote, hasta Tucumán.[1]
La Audiencia de Charcas afirmó públicamente que respetaría la autoridad de Tomás Katari, pero en secreto ordenó a los
españoles que lo capturaran vivo o muerto, y ofreció una recompensa en dinero. Una patrulla al mando del minero español
Manuel Álvarez Villarruel capturó a Katari
stas fueron las más importantes protestas y rebeliones estalladas en el siglo xviii, antes de la década de 1780:[9][2][3][4]
1722-1732. Protestas de Vicente Mora Chimo Cápac, curaca de Chicama (norte del Perú) y descendiente de los reyes chimúes e
incas. Este personaje viajó sin autorización a España, donde presentó sucesivos memoriales ante el monarca español,
reclamando justicia para los indígenas y quejándose de los funcionarios reales.
1724-1736. La rebelión de los indígenas de Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castrovirreyna, quienes dieron muerte a sus
corregidores, como reacción frente al abuso que cometían estos funcionarios. La rebelión fue cruelmente reprimida, siendo los
pobladores masacrados, ajusticiados sin juicio, y condenados de por vida a las mitas de Potosí y Huancavelica, así como a los
obrajes y panaderías.
1730-1731. Rebelión del platero mestizo, Alejo Calatayud en Oropesa en reacción a una subida de impuestos e imposición del
Tributo indígena al mestizo.
1736. Protesta de los curacas de Paita. Estos, tras esquivar la rígida censura virreinal, lograron hacen llegar a la corte de Madrid
un extenso memorial conteniendo denuncias y reclamaciones en favor de los indígenas.
1737: IV Rebelión de Chanchamayo. Líderes: Curaca Ignacio Totore
1737. Rebelión de Andrés Ignacio Cacma Condori y José Orco Huaranca, curacas pertenecientes a las antiguas panacas incas del
Cuzco. En la conjura se hallaban implicados otros 17 curacas. Al producirse hechos violentos en Azángaro, las autoridades
virreinales actuaron con gran rapidez, deteniendo a 89 indios principales del Cuzco, mientras que columnas milicianas armadas
por los mercaderes entraban en Azángaro, donde, tras cometer excesos de todo tipo, apresaron a 39 indígenas sindicados como
cabecillas de la rebelión. Todos los implicados fueron condenados a diversas penas: prisiones, mitas forzadas y a ración en las
minas, obrajes y panaderías.
1739. La conspiración de Oruro (Alto Perú), bajo el mando de Juan Vélez de Córdova. Este personaje se proclamó descendiente
de los soberanos incas y exigió a través de un “Manifiesto de agravios” el fin de la dominación española, fundamentando esta
exigencia en el hecho que los funcionarios españoles se dedicaban solo a expoliar a las poblaciones, cuando el fin primordial de
la dominación española había sido la evangelización. Poco antes de su estallido, el movimiento fue delatado; Vélez y otros
cabecillas fueron capturados y ajusticiados.
1742-1756. La rebelión de Juan Santos Atahualpa, caudillo mestizo que se proclamó descendiente de los incas y tuvo el
propósito expreso de restaurar el Imperio incaico y expulsar a los españoles. Al frente de las tribus selváticas, logró controlar un
extenso territorio de la selva central del Virreinato del Perú, el llamado Gran Pajonal, llegando a amagar la sierra central. Si bien
la rebelión no llegó a extenderse más allá de esos límites, tampoco pudo ser sometida por la autoridad virreinal. Juan Santos
desapareció misteriosamente en 1756, desconociéndose la fecha y las circunstancias de su fallecimiento.
1750. La revolución de Huarochirí. Encabezada por Francisco Inca y Pedro de los Santos, en protesta por los abusos y
arbitrariedades de las autoridades virreinales. Los insurgentes tomaron la ciudad de Huarochirí, a cuyo corregidor ajusticiaron.
Las fuerzas virreinales, al mando de Melchor Malo de Molina y Espínola, cercaron Huarochirí, donde los rebeldes resistieron con
heroísmo, hasta ser derrotados. Los líderes de la revuelta fueron apresados; algunos fueron asesinados y otros llevados a Lima,
donde fueron ajusticiados.
1766. Movimiento de Quito, en la que participaron indígenas y mestizos, en protesta por el establecimiento de las aduanas. Se
produjeron diversos motines y tumultos en dicha ciudad, a lo largo de dicho año. Desde Lima se enviaron tropas, para apaciguar
a la población exaltada.
1768: La Revuelta de San Jacinto y San José. Líderes: Lorenzo Mambo y Francisco Margarito
1770. Movimiento de Sica Sica (Alto Perú). Los indígenas de dicha localidad dieron muerte al teniente del corregidor y atacaron
con suma violencia el corregidor. La represión dejó como saldo cientos de indígenas masacrados.
1771. Movimiento de Pacajes (Alto Perú). Los indígenas de dicha localidad dieron muerte a su corregidor y persiguieron a los
coadjutores de estos. Igualmente fue reprimido severamente.
1773. Protesta de Santiago de Chuco (en el actual departamento de La Libertad), protagonizada por indígenas y mestizos, por los
exorbitantes precios de las mercaderías dadas en reparto por el corregidor, se les sumaría Celendín y Huamachuco. Como al
año siguiente se renovaron estas protestas, las autoridades apresaron a los líderes visibles.
1774. Rebelión de Chumbivilcas. Se originó cuando el corregidor de esta localidad apresó al curaca local por encabezar la
protesta general contra los repartimientos de mercaderías. Los indios reaccionaron violentamente y dieron muerte al
corregidor. El alzamiento fue aplastado con un saldo elevado de vidas.
1774. Rebelión de los indígenas de la villa de Llata, contra los abusos del corregidor, al que dieron muerte.
1775: Levantamiento de Paucarcolla, Puno y Lucanas. Líderes: Consejo de indios
1776. Rebelión de los indígenas de Urubamba, que lograron expulsar a las autoridades coloniales. Estas regresaron con
refuerzos militares y reprimieron a los rebeldes con extrema ferocidad.
1780-1781. La rebelión de los hermanos Katari en el Alto Perú. Ellos eran Tomás, Nicolás y Dámaso Katari. Actuaron en relación
con la rebelión de Túpac Amaru II. Tomás Katari fue capturado por los españoles y despeñado el 15 de enero de 1781. Sus
hermanos acabaron siendo sucesivamente delatados y apresados. Dámaso Katari fue ejecutado el 27 de abril y Nicolás Katari el
7 de mayo del mismo año.[10]
1780. Conspiración de los plateros en el Cuzco. Los plateros Lorenzo Farfán de los Godos, Ildefonso Castillo, Juan de Dios Vera,
Diego Aguilar, Ascensio Vergara, José Gómez y Eugenio Cárdenas, se complotaron con el influyente curaca de Písac, Bernardo
Tambohuacso. Descubierta la conspiración, Farfán de los Godos y otros seis plateros fueron apresados y ajusticiados, en junio
de 1780. Posteriormente fue capturado el curaca Tambohuacso, que fue ajusticiado el 17 de noviembre de 1780, días después
del estallido de la rebelión de Túpac Amaru II.[11]