Sobre El Ideal de Justicia Del Relativista Hans Kelsen - La Justicia Como Democracia
Sobre El Ideal de Justicia Del Relativista Hans Kelsen - La Justicia Como Democracia
Sobre El Ideal de Justicia Del Relativista Hans Kelsen - La Justicia Como Democracia
SUMARIO: I.- Introducción; II.- Crítica a las ideologías de la justicia; III.- Ejemplos
de la crítica de Kelsen a las ideologías de la justicia; IV.- El ideal de justicia relativista
de Hans Kelsen: La justicia como democracia; V.- Conclusión; VI. - Bibliografía
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Doutor em Teoria Geral e Filosofia do Direito pela FDUFMG. Professor de Direito no ICSA,
da UNIFAL-MG, Campus Avançado de Varginha-MG, Brasil. Advogado. E-mail:
[email protected]
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Revista Pensamiento Penal (ISSN 1853-4554), Febrero de 2024, No. 497
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forma de gobierno, como una praxis ética de tolerancia, como tal con un alcance
más socio-existencial que sólo político.
I.- Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar, mediante una metodología
esencialmente bibliográfica, no la teoría, que según Kelsen no sería posible, sino el
ideal de justicia – pues sin algún ideal de justicia no es posible passar – defendido
por Kelsen, precisamente como ideal, a saber: el ideal de justicia como democracia, que,
como se verá, hunde sus raíces tanto en las motivaciones y experiencias personales
del individuo, ciudadano, profesional del Derecho e investigador Kelsen (MÉTAL,
1976), como en la lección de relativismo extraída por el maestro vienés, entre otras
fuentes, de su crítica a las ideologías de la justicia (RECASÉNS SICHES, 1963, p.
138-222).
realidad, del ser o de la naturaleza de las cosas. En otras palabras, no son más que
formas de encubrir normas ideales que, como tales, son siempre fundamentalmente
subjetivas, parciales y opinables.
(a) el hecho de que Kelsen no tiene una teoría de la justicia, sino "sólo" una
opinión crítica sobre la justicia; y
Ahora bien, si hemos de creer a Kelsen, nadie tiene realmente una teoría de la
justicia, sólo opiniones personales sobre la justicia, aunque éstas no pocas veces
adopten la forma y la pretensión de una teoría. Sin embargo, con el barnizado
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Así pues, una vez aceptadas estas dos premisas clave – (a) que Kelsen no tiene
una teoría, sino una opinión (crítica) sobre la justicia; y (b) que, según Kelsen, la
democracia, especialmente para aquellos que reconocen la igualdad de los seres
humanos en el nivel estructural de una cognición capaz sólo de un conocimiento
relativo, tiende a ser la forma más adecuada de tratar las relatividades y, por tanto,
2
Leáse: “[...] todo o procedimento parlamentar, com sua técnica dialético-contraditória, baseada
em discursos e réplicas, em argumentos e contra-argumentos, tende a chegar a um compromisso”
(KELSEN, 1993, p. 70).
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las diferencias (al fin y al cabo, es en la diferencia donde somos iguales)3 –, la tarea
que tenemos por delante es detallarlas.
Así pues, cuando decimos que Kelsen no tiene una teoría de la justicia, lo que
queremos decir es que por mucho que haya reflexionado y escrito sobre el tema –
por ejemplo, A justiça e direito natural (2001a), A ilusão da justiça (1995), O que é a justiça?
(2001b) –, sus conclusiones son siempre en el sentido de que es imposible formarse
un conocimiento objetivo sobre la justicia y, en consecuencia, elaborar una teoría
propia de la justicia.
De ahí que pueda decirse que, si bien es cierto que los estudios de Kelsen sobre
el problema de la justicia no le condujeron a una elaboración teórica en el sentido de
un conocimiento objetivo positivo (indicativo no sólo de lo que el objeto examinado
no es, sino también de lo que es), no es menos cierto que estos estudios le
condujeron a una posición (jus)filosófica crítica, que tanto descubre la
indeterminación teórico-conceptual de la justicia (la ilusión de justicia) como
3
Leáse: “[...] não haverá esperança para a causa democrática se partirmos da ideia de que é possível
o conhecimento da verdade absoluta, a compreensão de valores absolutos” (KELSEN, 1993, p.
104).
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Sobre la tarea de la ciencia en el estudio de la justicia, véase KELSEN, 2001a, p. 51-52.
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Sin embargo, entre las diversas formas de ideología de la justicia analizadas por
el filósofo del derecho europeo, aquí nos detendremos en las siguientes: (a) la que
identifica la justicia con "dar a cada uno lo suyo", (b) la que dice que la justicia es una
cuestión de correspondencia de la voluntad humana con la voluntad divina, (c) la
que trata de extraer la justicia de la razón práctica, (d) la que concibe la justicia en
términos de retributivismo y (e) la que busca las raíces de la justicia en la naturaleza
humana como alguna forma de voluntad o sentimiento.
Las tres primeras nos interesan porque, dado que es necesario ejemplificar la
crítica de Kelsen a las ideologías de la justicia, pueden utilizarse como representantes
5
Sin embargo, Kelsen deja claro que, independientemente del contenido de la idea de justicia, ésta
tiene que ver con lo social y, por tanto, con lo moral. Para decirlo aún más concretamente, el
objeto real de la justicia es el modo en que una persona debe tratar a otra. Cf. KELSEN, 2001a,
p. 41-51.
6
El texto en el que Kelsen trata más directa y exhaustivamente el problema de la justicia como
fundamento de la validez material del derecho positivo es el ensayo que concibió como Apêndice
a la segunda edición alemana de A teoria pura do direito, titulado A justiça e o direito natural, que se
publicó como volumen independiente. En esta obra, el análisis de Kelsen intenta abarcar tanto
las normas ideales de justicia (por ejemplo, la fórmula "suum cuique", la regla de oro, el
imperativo categórico de Kant, la costumbre como fuente constitutiva del valor de la justicia, el
mesotes aristotélico, el principio retributivo, el principio de equivalencia, el principio de
proporcionalidad, el principio comunista de justicia, el precepto del amor al prójimo, etc.), así
como las doctrinas del derecho natural (antiguas, medievales y modernas) planteadas a lo largo
de la experiencia histórica del derecho y del pensamiento (ius)filosófico. Los otros tres ensayos
que componen las reflexiones de Kelsen sobre la justicia, A ilusão da justiça (centrado en un
minucioso estudio crítico de la filosofía platónica), O que é a justiça? (conjunto de textos que
profundizan en cuestiones subyacentes a la reflexión sobre lo justo, como la relación entre
felicidad y justicia y la relación entre causalidad y retribución e imputación) y A doutrina do direito
natural e o positivismo jurídico (que constituye el Apéndice a Teoria geral do Direito e do Estado, y tiene
como hilo conductor la detallada colación del iusnatural y el iuspositivo), pueden leerse como
complementos y desarrollos específicos de A justiça e o direito natural. Cf. KELSEN, 2001a;
KELSEN, 1995; KELSEN, 2001b; y KELSEN, 1998b, p. 555-637.
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Así, respecto a la que quizá sea la fórmula más icónica de la justicia, ya sea "dar
a cada uno lo suyo" o "dar a cada uno lo suyo" (suum cuique), Kelsen dice que se trata
de una fórmula que, por carecer de toda objetividad, es escandalosamente vacía y
formal. Podría decirse que es la fórmula ideológica por excelencia para
instrumentalizar cualquier orden, ya que, en última instancia, lo que es "cada uno",
el "dar" y lo "suyo" (lo "debido"), sólo puede precisarse a la luz de las
determinaciones contenidas en un orden normativo previamente asumido
(KELSEN, 2001a, p. 53-54). (En un orden capitalista, por ejemplo, "dar a cada uno
lo suyo" bien podría significar, como de hecho significa, "dar a los pobres la pobreza
que les corresponde y a los ricos la riqueza que les pertenece").8
7
Kelsen divide las ideologías (normas, doctrinas) de la justicia en dos grandes categorías: las de
tipo metafísico, que se caracterizan por presentarse, por su propia naturaleza, como procedentes
de una instancia trascendente, y las de tipo "racional", que se caracterizan por invocar como
fundamento la razón o alguna otra instancia inmanente, aunque, finalmente, no puedan sostener
esta pretensión. Cf. KELSEN, 2001a, p. 52-53. Sobre la base de la clasificación de Kelsen, puede
decirse que, de las ideologías de la justicia que examinaremos a continuación, todas son del tipo
"racional", con excepción de la que cree que la justicia es una cuestión de correspondencia con
la voluntad divina.
8
Leáse: “A propósito de ‘dar a cada um o que é seu’, como princípio ‘jurídico’, mostrava o grande
jurista João Mangabeira que é expressão muito velha da separação social das classes entre os
proprietários e os não-proprietários, entre os dominantes e os espoliados: ‘porque se a justiça
consiste em dar a cada um o que é seu, dê-se ao pobre a pobreza, ao miserável a miséria, ao
desgraçado a desgraça, que isso é o que é deles...’” (LYRA FILHO, 1986, p. 28).
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gobierno observadas por Aristóteles, 2006, cada una con su propio término medio)
o idealizado (véase la República soñada por Platón, 2006).
De hecho, no es casualidad que "dar a cada uno lo suyo" encaje como un guante
en el vasto y heterogéneo ordenamiento jurídico romano, alcanzando incluso la
categoría de principio lapidario, como se desprende del dicho de Ulpiano recogido
en el Digesto: "Los preceptos de la ley son estos: vive honestamente, no hagas daño
a los demás, da a cada uno lo suyo" (Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum non
laedere, suum cuique tribuere) (REALE, 2002, p. 631). Así pues, que el patricio opresor,
el cliente servil, el plebeyo expoliado y el esclavo cosificado vivan honestamente, no
perjudiquen a los demás y reciban lo que les corresponde.
Pero ¿Cuál es la voluntad de dios, si es que dios existe? Nadie lo sabe ni puede
saberlo. Sin embargo, esto no parece ser un problema en absoluto para la mayoría
de la gente, siempre y cuando puedan tener fe en que tal o cual dios existe y en que
su voluntad consiste en esto o aquello.
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Por ejemplo, no necesito creer en la existencia del Sol porque sé o puedo saber
que existe, aunque sólo sea porque puedo percibirlo, especialmente con el sentido
de la vista. Pero sí necesito creer en un dios que creó el mundo si, a pesar de su total
inexistencia en el plano de la experiencia posible y de la improbabilidad lógica -como
mínimo porque es mucho más lógico o menos ilógico suponer que la complejidad
del mundo es el resultado de un proceso evolutivo, que empezó siendo simple y se
hizo complejo a lo largo de millones y millones de años, que apelar a un dios aún
más complejo que el mundo-, sigo queriendo tomar a dios como algo real.
En este orden de ideas, dios existe como objeto de creencia, de fe, del deseo o
temor de que algo sea real, de la imaginación9, no como objeto de conocimiento
(experiencia + lógica) – aunque cualquier creencia, independientemente de la
existencia o no de su objeto (dios, el libre albedrío, el alma, el bien supremo, la
amenaza roja, la escasez natural de recursos económicos, etc.), es muy real en la
cabeza del creyente, actuando como motivo en la manifestación de su voluntad, y
por tanto de sus acciones. (Esta es la tragedia del creyente: aunque el objeto de sus
creencias sea irreal, estas creencias como tales son reales, demasiado reales, en su
cabeza, y acaban actuando como motivos de decisiones y acciones a menudo
desastrosas).10
Pues bien, la voluntad de dios consiste en lo que el judío cree que es la voluntad
de dios, lo que el cristiano cree que es la voluntad de dios, lo que el musulmán cree
9
Según Carlos Campos (1961, p. 19-22), hay dos tipos de dios: o un "inexistente impensable"
(constituido únicamente por un elemento que no existe en la experiencia... algo próximo al dios
de la teología negativa), o un "inexistente imaginario" (constituido por los materiales de la
experiencia... el dios del rebaño... algo así como la sirena, el dragón, el unicornio, el saci-pererê,
etc).
10
Por cierto: “[...] a religião não é uma ilusão e não é preciso muito esforço para observar os efeitos
que ela tem no mundo. Em todo caso, o que falta à religião é a existência do objeto que a
fundamenta: Deus. Que Deus seja real, todavia, não afeta em nada os efeitos que a religião tem”
(COLLADO, 2017, p. 109).
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En otras palabras: la ley sólo puede ser justa si no es conforme a otra voluntad
divina que la voluntad del dios que el individuo que juzga cree verdadero y real.
En esencia, Tomás de Aquino sostiene que la ley positiva (la ley de los hombres)
sólo es justa cuando se ajusta a la ley natural, que consistiría en lo que, a través del
sentido común racional – que prescribe buscar el bien y evitar el mal –, le sería dado
al ser humano "conocer" de la ley eterna o divina. Puesto que ésta es la voluntad de
dios revelada en los textos bíblicos y ventrilocuada por sus intérpretes eclesiásticos;
y puesto que la ley natural es la razón que busca el bien, conformándose a la voluntad
divina, y evita el mal, absteniéndose de contradecir la voluntad divina; por lo tanto,
el derecho positivo (el derecho de los hombres) será justo siempre que se funde en
la razón que busca el bien, es decir, la sumisión a la voluntad de dios, y evita el mal,
es decir, la no insurgencia contra la voluntad de dios, como podría suceder, por
ejemplo, no tanto en el caso del monarca que legislara contra el bien común, sino en
el caso del monarca que estableciera la obligación o el derecho de practicar un credo
distinto del de la Iglesia (MORRISON, 2006, p. 76 y ss.) 76 y ss.).
11
Leáse: “Se a natureza é criada por Deus e é, portanto, a manifestação de sua absoluta boa
vontade, não pode haver nenhuma diferença entre as leis da natureza e as normas sociais, uma
vez que as leis da natureza são a expressão da vontade de Deus, suas ordens dirigidas à natureza,
isto é, são normas. Não existe, segundo essa concepção metafísica que se encontra na base da
doutrina da lei natural, nenhuma diferença entre natureza e sociedade, pois a própria natureza é
uma sociedade universal e cósmica regida por Deus” (KELSEN, 1993, p. 169).
10
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En este segundo caso, además, la injusticia sería tal que incluso algo así como
la desobediencia por parte de los súbditos estaría autorizada (o, en todo caso, no
prohibida) por dios, después de todo, como asume Tomás de Aquino, peor que estar
bajo el yugo tiránico de un rey es ser obligado o permitido por él a adoptar una
confesión religiosa impía, es decir, distinta de la católica, apostólica, romana...
Así pues, no hace falta decir más para darse cuenta de que la doctrina
jusnaturalista metafísico-religiosa no puede erigirse en teoría cognitiva objetiva o
criterio de justicia, sino simplemente en una ideología más de la justicia. Porque, a
menos que tal o cual creencia dogmática logre liberarse de la competencia e
imponerse, cualquier tabla de valores supuestamente basada en la(s) voluntad(es) de
tal o cual(es) dios(es) puede ser utilizada como regla de justicia para el derecho
positivo. Para ello, basta con que el contenido axiológico de la ley refleje algún
contenido axiológico-normativo que se crea derivado de alguna voluntad divina.
El partidario de una justicia basada en la razón suele calificar a esta razón que
da lugar a la justicia como razón práctica, pretendiendo indicar con ello una razón
legisladora (KANT, 2010, p. 471 y p. 637-638), es decir, una razón natural o
apriorística dotada de la capacidad y función de dictar normas a los seres humanos,
tales como que los seres humanos sólo deben actuar de acuerdo con una máxima que pueda servir
de criterio para la legislación universal (KELSEN, 2001a, p. 56-68); que el fundamento – si
no el origen – de la ordenación social debe concebirse en términos contractuales (KELSEN, 2001a,
p. 83-88); o, por supuesto, que debemos buscar el bien y evitar el mal (KELSEN, 2001a, p.
63).
Sin embargo, en opinión de Kelsen (2001a, p. 116 y ss.), este empeño por
deducir la justicia a partir de una supuesta razón natural o a priori está condenado al
fracaso, ya que confunde razón y voluntad o, por decirlo mejor, toma por razón lo
que en realidad es voluntad.
12
Leáse: “Do ponto de vista puramente psicológico, pouco importa se a razão apresenta-se voltada
para o Bem ou para o Mal: ela estará presente tanto nas boas quanto nas más ações” (KELSEN,
1995, p. 365). Así: “[...] a razão não é capaz de determinar os fins do agir humano, mas apenas
os meios através dos quais tais fins podem ser alcançados. Normas morais deixam-se deduzir tão
pouco da ‘razão’ quanto da ‘natureza’. Por isso as tentativas de uma tal dedução conduzem a
resultados os mais contraditórios” (KELSEN, 1995, p. 296). Por lo tanto: “A tentativa de
resolver problemas éticos através da lógica não é menos absurda do que tentar obter leis da física
através de investigações lógicas” (KELSEN, 1995, p. 481).
13
Veáse: “[...] toda norma geral produz uma conexão entre dois fatos, conexão essa que pode ser
descrita pelo enunciado segundo o qual, sob um determinado pressuposto, deve realizar-se uma
determina consequência” (KELSEN, 2006, p. 112).
14
Leáse: “Apenas as normas individuais podem ser categóricas, no sentido de que prescrevem,
autorizam ou positivamente permitem uma dada conduta de determinado indivíduo sem a
vincular a determinado pressuposto. É o que se passa quando, por exemplo, um tribunal decide
que um certo órgão tem de proceder a certa execução num determinado patrimônio, ou que um
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certo órgão deve colocar numa prisão, por um determinado período de tempo, um certo réu.
Contudo, as normas individuais também podem ser hipotéticas, quer dizer, fixar apenas como
condicionalmente devida a especificada conduta de um determinado indivíduo. Assim acontece,
por exemplo, quando o tribunal ordena a execução no patrimônio do devedor em mora, apenas
sob a condição de o devedor não pagar a soma devida dentro de um determinado prazo ou
quando o tribunal ordena a execução da pena aplicada a um determinado indivíduo, apenas na
hipótese de este indivíduo cometer de novo um delito punível, dentro de um determinado prazo”
(KELSEN, 2006, p. 112-113).
15
Sobre el orden natural como "modelo" de la moral kantiana cf. KANT, 2008b, p. 46-47, p. 69-
70 y p. 110 y ss.
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ya no hasta el punto de encajar en todas y cada una de las ideologías, como a veces
da a entender la crítica de Kelsen a Kant.16
16
Sobre las reservas con las que debe tomarse el análisis crítico de Kelsen del concepto kantiano
de razón práctica, véase MACHADO, En KELSEN, 2001a, p. 38-39.
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Leáse: “Se, na afirmação de que sob certas condições, certa conduta deve ocorrer, as condições
não são, ou não são apenas, a conduta humana, e se a ligação entre o fato condicionante e a
conduta humana condicionada é designada como imputação, esse termo é usado com um sentido
mais amplo do que o foi originalmente. Pois a consequência não é imputada, ou não é apenas, à
conduta humana, e isso significa – expresso na terminologia usual – que a consequência não é,
ou não é apenas, imputada a uma pessoa, mas a fatos e circunstâncias” (KELSEN, 2001e, p.
347).
18
Para más información, véase PAULSON, 2001.
19
Sobre las raíces del retributivismo en el instinto vengativo del ser humano, cf. KELSEN, 2001a,
p. 66.
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merecida es justa "a causa" del modo culpable o virtuoso en que una persona ha
ejercido su llamado libre albedrío.20
Según esta creencia, quien, de acuerdo con su libre albedrío, practica una
conducta prohibida, como el asesinato, debe ser retribuido con una pena o castigo
(por ejemplo, privación de la vida, de la libertad, de bienes materiales etc.); y quien,
de acuerdo con su libre albedrío, actúa conforme a una determinada conducta
socialmente fomentada, como el pago anticipado de impuestos, debe ser retribuido
con una recompensa, un premio.
En otras palabras: el libre albedrío, dada su vaguedad, es sólo uno más – aunque
ciertamente uno de los más importantes – de los dispositivos que pueden
instrumentalizar las ideologías de la justicia, empezando por la ideología de la justicia
retributivista, que, ideología que es, no puede, en la práctica, prestarse a otra cosa
que al enmascaramiento de la realidad, en este caso, al enmascaramiento de
arbitrariedades socialmente inconvenientes, como la institucionalización de la
venganza21, la culpa punitiva y la fortuidad de los méritos. (Básicamente, el libre
20
Sobre la crítica de Kelsen al libre albedrío, que describe como una idea metafísica de la libertad,
así como sobre la relación entre el libre albedrío y la responsabilidad retributiva, cf. KELSEN,
1993, p. 168-171. Para una visión general de la discusión sobre el libre albedrío en la historia de
la filosofía, véase DILMAN, 1991.
21
Cabe señalar, sin embargo, que para Kelsen, por primitiva que sea la venganza, no puede
confundirse con la reciprocidad animalista, porque, en el fondo, la venganza ya supone (a) tanto
la valorización del agravio sufrido como parámetro para determinar la posibilidad de una reacción
como (b) el estatuto normativo/prescriptivo – aunque sea rudimentario – de esta posibilidad
como sanción debida. De acuerdo con lo que se dice en Society and nature (1943), desde el punto
de vista de la subjetividad humana, la venganza puede describirse como la compensación del
sentimiento de inferioridad resultante de la injusticia sufrida, sometiendo al ofensor, directa o
indirectamente, a una situación de inferioridad semejante. Objetivamente, sin embargo, la
venganza sólo puede explicarse por su función preventiva, dado el poder inhibitorio de su
amenaza. Por lo tanto, para Kelsen, tanto subjetiva como objetivamente, la venganza presupone
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ya un orden social, porque sólo sobre la base de una determinada tabla positiva de valores es
posible determinar qué es la "inferioridad", así como cómo, cuándo y sobre quién (por ejemplo,
la persona del ofensor, los miembros de su familia, su grupo, su tribu) debe aplicarse la venganza
como sanción. Por lo tanto, la retribución de la venganza no debe confundirse con la
reciprocidad animalista pura y simple, ya que, en opinión de Kelsen, ésta ya es una reacción
cualificada, de hecho, la primera sanción socialmente organizada. Cf. KELSEN, 1943, p. 49-51
y p. 54; y KELSEN, 2001e, p. 327.
22
Para lo que sigue, véase KELSEN, 2001e, p. 334- 344; y KELSEN, 2001a, p. 129-134.
23
Por cierto: “[...] a fisiologia, que investiga os processos químicos ou físicos que condicionam ou
acompanham certos sentimentos, não apreende os próprios sentimentos que, como fenômenos
psicológicos, se não deixam apreender quer química quer fisiologicamente” (KELSEN, 2006, p.
113).
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De tal manera que, desde un punto de vista kelseniano (que, en este caso, podría
resumirse así: el individuo piensa algo sobre un sentimiento que acompaña a algún episodio interno
o externo)24, aunque no estaría nada mal decir, a la manera de un Schopenhauer (2005),
que la voluntad y sus manifestaciones constituirían una especie de conciencia in
concreto, no podría decirse que la voluntad humana (lato sensu) ofreciera ningún
conocimiento objetivo, ni susceptible de ser elevado a los estándares de objetividad
científico-positivista, por lo que, a lo sumo, podría ser tomada como una conciencia
consistente en algo más que una creencia y menos que un conocimiento.
24
Cf. KELSEN, 2001e, p. 335.
25
Léase, por ejemplo: “[...] a vontade humana é um fenômeno psíquico e, como tal, acessível à
investigação psicológica, como qualquer outro fenômeno psíquico, por meio da observação da
nossa própria experiência psíquica, assim como pela observação da experiência psíquica de
outros” (KELSEN, 2001e, p. 339).
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En otras palabras, es como si, para Kelsen, la razón positivista, a partir de cierto
punto, no pudiera hacer otra cosa que permanecer perpleja ante toda la caótica
irracionalidad de los impulsos, voliciones, emociones, sentimientos e idiosincrasias
en que está inserta la naturaleza humana, de modo que querer asentar sobre ella los
cimientos de un criterio seguro de justicia sería como querer construir una fortaleza
sobre terreno movedizo.
26
Cf. FUSTER, 2014.
27
Cf. KELSEN, 1943.
28
Para una breve presentación de la forma en que Kelsen dialogó con el psicoanálisis freudiano,
véase LOSANO, 1989; y GAVAZZI, In KELSEN, 1993, p. 16-20.
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Tanto más cuanto que, para el filósofo del derecho vienés, el muy variable
sentimiento de justicia consistiría más en una exigencia volitiva que en un
sentimiento, dado que, en el fondo, el sentimiento de justicia no consistiría en otra
cosa que en la versión social de la muy variable exigencia volitiva individual de
felicidad (KELSEN, 2001a, p. 98 y p. 129-130; y KELSEN, 1998a, p. 9).
29
Cf. KELSEN, 2001e, p. 341.
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Todo lo que sabemos, nos dice Kelsen, es que la felicidad es relativa y que, en
consecuencia, también lo es su medio, la justicia, y que, precisamente por toda esta
relatividad, los desacuerdos sobre la justicia – que, en esencia, son desacuerdos sobre
la felicidad, sobre el sentido o sentidos de la vida – son naturales e inevitables.
Y para tomar esta decisión sobre la justicia o la felicidad social (como también
podría llamarse a la justicia en este punto) (KELSEN, 1995, p. 288 y ss.), sólo existen,
a juicio del jusfilósofo vienés, los dos caminos antes indicados:
(b) la vía del absolutismo autocrático, en cuyo caso el grupo más fuerte, por el
mero hecho de serlo, acaba imponiendo su punto de vista (que, como alguien ya ha
dicho, no es más que un punto de vista) a los demás.
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De hecho, recordemos, por ejemplo, que Kelsen (2012) era judío y fue testigo
de la banalidad del mal puesta en marcha por el nazismo, sufriendo incluso
persecución y teniendo que exiliarse (en Colonia en 1930, en Ginebra en 1933 y,
finalmente, en Estados Unidos en 1940). Fue profesor-investigador en la Viena Roja.
En 1919 y 1920 fue asesor jurídico nada menos que del canciller socialdemócrata
Karl Renner. Y fue uno de los artífices de la paradigmática Constitución austriaca de
1920, actuando posteriormente durante casi diez años como juez del Tribunal
Constitucional austriaco. Actuando, por tanto, como juez de un tipo de Tribunal
cuyo ejercicio jurisdiccional, esencialmente dirigido al control de constitucionalidad
de leyes y actos normativos infraconstitucionales, surgió y se desarrolló
históricamente, como es bien sabido, en el marco de los Estados democráticos,
especialmente en los EUA (bajo la forma de control de constitucionalidad difuso) y
en la Austria de Kelsen (bajo la forma de control de constitucionalidad concentrado
en un órgano especial, el Tribunal).
30
Leáse: “A ciência pode tornar o jurista cônscio dos motivos da sua escolha e da natureza da
hipótese que escolhe [...]” (KELSEN, 1998a, p. 551).
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Sobre el ideal de justicia del relativista Hans Kelsen: la justicia como democracia
Sea como fuere, al margen de esta advertencia sobre el peso de los elementos
subjetivos (o, si se quiere, del "mundo de la vida") en la toma de decisiones, que,
como no ignora Kelsen, nunca se hace exclusivamente por consideraciones
racionales, éstas, de hecho, secundan a la subjetividad, aportando explicaciones y
justificaciones (racionalizaciones) – lo que, a los efectos de este artículo, significa:
por muy informado que estuviera por su razón crítica respecto al relativismo en
materia de justicia, otros factores, de orden más estrictamente personal, influyeron,
como no podían dejar de influir, en la elección final de Kelsen de su ideal de justicia
–; al margen de esta salvedad, lo cierto es que Kelsen, que se sepa, sólo puede haber
sido partidario de la resolución democrática de la justicia o, como prefiramos, del
ideal de justicia como democracia, cuyo mayor mérito, como se ve, reside en la
constatación de que si la justicia no es autoevidente (por no decir incognoscible),
cualquier posición sobre la justicia, si quiere ser reconocida y positiva de un modo
distinto al de la imposición autoritaria, deberá someterse a la dialéctica democrática.
31
Leáse: “[...] o relativismo impõe ao indivíduo a difícil tarefa de decidir por si mesmo o que é
certo e o que é errado. Isso implica, sem dúvida, uma séria responsabilidade, a mais séria
responsabilidade moral que um ser humano pode assumir. O relativismo positivista significa
autonomia moral” (KELSEN, 1993, p. 382). En el mismo sentido, véase KELSEN, 2001a, p.
150.
32
Si se nos permitiera sugerir algunas nociones sobre el significado más básico de la idea de
tolerancia y su antónimo, diríamos que la tolerancia es el reconocimiento no de cualquier
alteridad, sino de la alteridad heterogénea, marcadamente diferente, aunque sólo sea porque su
existencia, aunque heterogénea, diferente, no se debe a (o implica) una violación del derecho de
cualquier otro a una existencia igual. En otras palabras, la tolerancia es el reconocimiento de la
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Es como si Kelsen dijera: "Si tal o cual teoría de la justicia es verdadera y quiere
ser reconocida, estupendo, que sus exponentes se sometan al proceso democrático,
luchen contra la competencia y, al final, persuadan y convenzan a la mayoría de su
verdad". La democracia es discusión (KELSEN, 1993, p. 183).
igualdad de las personas que son diferentes exactamente como tales, y cuyo lema es éste: el
derecho de uno a afirmar su diferencia termina donde empieza el del otro, y viceversa. La
intolerancia, por el contrario, es la tendencia a identificar al otro, especialmente al otro que es
diferente, por el mero hecho de serlo, con la figura del enemigo, negándole así, en todo o en
parte, el reconocimiento de su derecho a existir. Con estas coordenadas, sin embargo – y he aquí
una advertencia que a menudo se pasa por alto –, es necesaria la siguiente advertencia: cualquier
alteridad, homogénea o heterogénea, que en su afirmación acabe incurriendo en abusos, faltando
culpablemente al respeto a la existencia de los demás, ya no estará exigiendo de ellos tolerancia,
sino cierta complicidad, compensación (en el sentido de licencia para practicar la misma
arbitrariedad), perdón, capitulación o reacción. Sirva de ilustración el siguiente ejemplo, tan
cotidiano como esclarecedor: una cosa es que un vecino disfrute de un género musical
"abominable" a un volumen que no perturbe la paz, y otra muy distinta a un volumen que la
perturbe. En el primer caso, se tolera. En el segundo caso, te adhieres a él de alguna manera, lo
compensas (arrogándote el "derecho" a practicar la misma violación), lo perdonas, capitulas o...
tomas las medidas oportunas. Resumiendo: (a) lo que se tolera es la diferencia, la heterogeneidad
-la persona que puede no gustarte o no aprobarte, pero cuya existencia no lesiona el derecho a
existir de nada ni de nadie-, pero nunca, jamás, la violación culpable de derechos, empezando
por el derecho a la igualdad de existencia (o, si quieres, el derecho a la igualdad de reconocimiento
existencial), independientemente de que esta violación haya sido perpetrada por una alteridad
homogénea o heterogénea (por seguir con el ejemplo, Beethoven a todo volumen no es menos
ignorantemente perturbador que una sensación musical popular del momento, y no cabe hablar
de tolerancia en ninguno de los dos casos); y (b) la intolerancia es la tendencia a tomar al otro
diferente (extraño) como enemigo, unida a la negación de reconocer su derecho a existir y a
afirmarse como tal.
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Sobre el ideal de justicia del relativista Hans Kelsen: la justicia como democracia
Para Kelsen, ésta es la prueba de fuego de la democracia, que sólo sería digna
de ese nombre si no tuviera que utilizar medios antidemocráticos y autoritarios,
como la censura, para garantizarse a sí misma. En otras palabras, es frente al desafío
de la intolerancia como mejor se puede medir la solidez, la fuerza, la grandeza y la
madurez de una democracia, que sería tanto más democrática cuanto menos
necesitara recurrir a recursos antidemocráticos para hacer frente a los intolerantes,
que, en una democracia consecuente, no correrían ningún peligro de existir, ya que
no tendrían espacio para prosperar.
Nos basta, dentro de los límites de esta investigación, con establecer que la
democracia es la estrategia de Kelsen ante el problema de la justicia.
33
Kelsen no profundiza, pero sugiere que una premisa para el entendimiento mútuo es “[...] uma
coletividade relativamente homogênea do ponto de vista da civilização, e, sobretudo, uma língua
comum” (KELSEN, 1993, p. 132). Obviamente, el propio valor de la democracia deberá formar
parte de ese mínimo común denominador de civilización, ya que es imposible una composición
democrática productiva entre civilización y barbarie, sino sólo entre personas y grupos que,
aunque heterogéneos, compartan al menos ese mínimo de homogeneidad civilizatoria, cuya
versión idealizada, por cierto, las sociedades modernas suelen incluir en sus constituciones.
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V.- Conclusión
A la vista de lo anterior, se puede observar de forma concluyente que, según
Kelsen, aunque no es posible una teoría propia de la justicia, al menos se puede
abordar críticamente el problema de la justicia, y entonces tomar conciencia, entre
otras cosas, del carácter ideológico de las supuestas teorías de la justicia.
Al fin y al cabo, si no existe la justicia, sino las justicias, si las justicias son
fundamentalmente subjetivas y parciales (puntos de vista), y si, por tanto, la cuestión
de la justicia es irremediablemente relativa, la forma de componer opiniones
diferentes sobre lo justo, al margen del recurso autoritario a la violencia (reaccionaria
o revolucionaria), tiende a ser la democracia (SAN MARTÍN, 2008), cuya
realización, por cierto, como no parece escapar al maestro vienés, tiene lugar en el
proceso histórico-procesal (en Kelsen libre de cualquier metafísica historicista,
evolucionista, providencialista y similares), como tal implicando diferentes
configuraciones y grados. (En este sentido, la democracia brasileña, por ejemplo,
aunque plagada de estados de excepción34, parecería ser una democracia in fieri, en
proceso de construcción).
En cualquier caso, una vez establecida por Kelsen, por razones biográficas y
crítico-filosóficas, la relatividad de la justicia, se comprende que la justicia como
democracia, más aún ante el crecimiento exponencial de la complejidad y pluralidad
de las sociedades contemporáneas, tendiera a parecerle, si no la única alternativa, sí
la más razonable – otra alternativa, quizá aún más coherente con el relativismo, sería,
por ejemplo, la anarquía de sujetos de poder plenamente iguales y horizontales... en
34
Véase, por ejemplo, PILATTI et alia, 2017.
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Sobre el ideal de justicia del relativista Hans Kelsen: la justicia como democracia
el caso de que la naturaleza humana (que existe)35 fuera diferente y entonces sería
realmente factible eliminar totalmente o desaparecer la vertical "dominación del
hombre por el hombre" (PAZZOLO, 2011, p. 311), que, como es bien sabido, en la
democracia subsiste, aunque en diversos grados, dentro de los límites del Estado de
Derecho, y comienza a justificarse por la institución de elecciones periódicas de los
gobernantes por los gobernados (CANOTILHO, 2003, p. 243 y ss.).
VI.- Bibliografía
- ARISTÓTELES. A política. Trad. Roberto Leal Ferreira. 3 ed. São
Paulo: Martins Fontes, 2006.
- BOBBIO, Norberto. La teoria pura del derecho y sus críticos. Trad.
Mário Cerda. In: Revista de ciencias sociales de la universidadad de
Valparaíso, n. 6, 1974, p. 299-326.
- CAMPOS, Carlos Alvares da Silva. O mundo como realidade. Belo
Horizonte: Editora Cardal Ltda., 1961.
- CANOTILHO, José Joaquim Gomes. Direito constitucional e teoria
da constituição. 7 ed. Coimbra/Portugal: Edições Almedina, 2003.
- COLLADO, Francis García. Plasticidade neuronal: Sobre a
singularidade e o livre-arbítrio. Trad. MATOS, Andityas Soares de
Moura Costa; e CARDOSO, Renato César. In: CARDOSO, Renato
César; MALLOY-DINIZ, Leandro F.; HORTA, Ricardo de Lins;
GARCIA, Frederico (Org.). Livre-arbítrio: Uma abordagem
interdisciplinar. Belo Horizonte: Ed. Artesã, p. 99-118, 2017.
- DILMAN, Ilham. Free will: An historical and philosophical
introduction. London: Routledge, 1991.
- FUSTER, Joaquín M. Cerebro y libertad: Los cimientos cerebrales de
nuestra capacidad para elegir. Trad. Joan Soler Chic. Barcelona: Ariel,
2014.
- GAVAZZI, Giacomo. Introdução: Kelsen e a doutrina pura do direito.
In: KELSEN, Hans. A democracia. Trad. Ivone Castilho Benedetti;
35
Para un estudio crítico exhaustivo, basado en una amplia y consistente base de datos empíricos,
de la negación ideológica de la naturaleza humana, así como del hecho de que la criatura humana
no es sólo cultura (unilateralismo culturalista/constructivista) o sólo naturaleza (unilateralismo
naturalista/biologicista), sino naturaleza a través de la cultura, es decir, la interacción dialéctica
de naturaleza y medio ambiente, véase PINKER, 2004.
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