01 - Jumping The Shark - Ash Raven
01 - Jumping The Shark - Ash Raven
01 - Jumping The Shark - Ash Raven
Ma'xon
Odette
Oh, no.
Oh no no no no.
Llego muy tarde. Esto es exactamente lo contrario de cómo se suponía que iba
a ir este día. Llegar tarde es como la guinda de un batido de mierda. Primero
derramé café sobre mi bonito top y tuve que cambiarlo por una camiseta vieja que
la emisora de radio había escondido en un armario. Luego, mis estúpidos
compañeros de trabajo pensaron que sería la mejor idea gastarme una broma y
publicarla en las redes sociales de la emisora.
Sólo soy una productora de sonido. Todo el mundo conoce mi voz por los
anuncios de radio, pero nadie puede ponerme cara. Así lo prefiero, la verdad. Me
pongo nerviosa y se me traba la lengua en cuanto me ponen una cámara delante.
Ahora hay un vídeo mío, gritando a pleno pulmón, lanzando folletos por todas
partes, mientras nuestro presentador de deportes baila con un traje de langosta a
mi lado.
No estoy segura de haberme sentido más avergonzada en mi vida.
Así que sí, aquí estoy, aparcando en el aparcamiento trasero de la cervecería
Likton County con treinta minutos de retraso, llevando una camiseta de 2013 que
dice “Lame Esto” con una flecha apuntando a mí entrepierna.
Probablemente Mason ya se ha ido. Voy a entrar por la puerta principal de la
cervecería y encontrarme a un cincuentón sentado en la barra con un lápiz de
cactus metido en la camisa. ¿Por qué se quedaría treinta minutos para una cita
con una desconocida?
Me han plantado antes, sé cómo se siente una persona en esta etapa. Como
un perdedor absolutamente antipático. O al menos así es como me he sentido las
dos últimas veces que me ha pasado. Aunque las dos veces los chicos eran de
otras aplicaciones de citas. Los primeros cinco minutos estuvieron bien. A los diez
minutos, les envié mensajes sólo para comprobar si seguíamos en nuestra cita,
porque todos podemos ser olvidadizos. Pero a medida que avanzaba la noche,
sentí una horrible tristeza en las tripas.
Unas copas de vino me hicieron sentir mejor en el momento, pero esas
experiencias bastaron para que cambiara a algo un poco más arriesgado.
Al menos, a mí me parece arriesgado.
La aplicación de citas Personas Reales es una aplicación de citas a ciegas, lo
que significa que hasta que no nos conozcamos en persona, no se intercambian
fotos. Todo se hace mediante un riguroso cuestionario de personalidad y mensajes
de texto. Es básicamente anónimo, lo que me quitó las dudas a la hora de
responder a las preguntas más explícitas, pero desde que me registré llevo
semanas mordiéndome las uñas por la falta de fotos. Siempre me ronda por la
cabeza la gran pregunta “¿y si...?”.
Ni siquiera sé cómo suena Mason, lo que me pone de los nervios y me alegra a
partes iguales. En toda mi vida, lo único por lo que la gente me ha felicitado ha
sido por lo bonita que suena mi voz. Y aquí estoy, preocupada por no saber cómo
suena mi cita, como si eso importara.
No es así. Ya sé las cosas importantes sobre Mason (él/ella), 52.
Es inteligente y muy bromista. Cuando el trabajo va un poco lento, siempre
recurro a nuestro chat para echarme unas risas. No es de aquí, lo cual es una
ventaja para mí. Es un amante del aire libre, es decir, le gusta tomar el sol y beber
o flotar en el agua. Hace poco se jubiló de un trabajo muy estresante, así que
busca sentar la cabeza y mimar a su pareja. Me ruboricé tanto con ese mensaje la
primera vez que lo leí, que el director del estudio me preguntó si estaba teniendo
un sofoco.
Pero quizá nada de eso importe ahora. No hay mensajes suyos en la
aplicación. Me siento en el coche durante dos minutos, esperando una respuesta a
mi mensaje de si sigue aquí mientras suena por los altavoces el audiolibro
romántico de ciencia ficción que me descargué durante la comida. Sinceramente,
ojalá pudiera ser abducida como este tipo. Resolvería muchos de mis problemas.
Como ésta, en la que espero a ver si mi cita cree que le he dado plantón.
Es ahora o nunca. En el mejor de los casos, él sigue aquí, y en el peor, puedo
ahogar mis penas en alitas de búfalo deshuesadas y vino rosado.
Atravieso las puertas dobles de cristal y me golpea en la cara el olor a
levadura y lúpulo, exactamente treinta y tres minutos tarde para una cita de la
que he estado hablando toda la semana. Ya tengo una disculpa en la cabeza. Otra
cosa es que me disculpe en persona o por SMS.
Muestro mi carné al tipo de la puerta y entro en un local del tamaño de un
almacén. Lo han reformado para que tenga un aire industrial, y no del tipo estéril
de acero inoxidable que se esconde detrás de un cristal esmerilado en la parte de
atrás.
La noche está ocupada, siendo un viernes de octubre, pero esto me parece
una locura. Me muevo por el borde de la sala intentando encontrar a un hombre
con un lápiz. El nudo en mi estómago crece cuanto más tiempo paso de puntillas
mirando a distintos hombres. De verdad, he perdido la esperanza cuando un
fornido gigante casi me atropella.
—Ope, lo siento, p... —se detiene a medio disculparse, la mano con la que me
agarró se aferra a mi cadera. Tan sutil que casi me lo pierdo, sus grandes dedos se
flexionan contra mis suaves costados.
Tiene un lápiz de cactus bien metido en el bolsillo de la camisa.
—¿Mason? —pregunto, con toda la energía nerviosa de la semana
robándome la voz hasta que sale suave como un susurro. Ya noto que me arden
las mejillas y la cosa empeora cuando recuerdo la camisa que llevo debajo de la
chaqueta.
—¿Odette?
Mis ojos se clavan en él como si estuviera en una película de Hallmark. El
hombre que tengo delante es de repente todo lo que puedo ver y la luz que nos
rodea se suaviza en forma de corazón flotando alrededor de su cabeza. Vestido
como uno de los chicos del calendario benéfico “Blue Collar Men” que la emisora
de radio organizó el año pasado, es el hombre de mis sueños. Sus músculos
gruesos y acolchados, envueltos en una robusta ropa de trabajo, como si acabara
de llegar de la tienda o de la granja, encienden mis entrañas. Hay algo en una
persona que parece dispuesta a ponerse manos a la obra que hace que me
cuestione todas mis decisiones vitales hasta el momento.
Y está aquí para conocerme.
—¿Estás bien? —pregunta, poniendo la otra mano en mi mejilla sonrojada.
Es demasiado atrevido para una primera cita, a ciegas, pero su voz es tan rica,
con un toque de grava, que me hipnotiza por completo. Mi mente está congelada,
pero mi cuerpo arde con una necesidad urgente. Le dejaría arrastrarme a
cualquier parte con tal de que siguiera hablándome y abrazándome con ese
cuidado. Tiene las manos callosas, pero no secas, cuando me roza la mejilla con el
pulgar.
—Dios mío, lo siento —tropiezo con mis disculpas y mi sorpresa. —Hoy ha
sido una pesadilla, por no decir otra cosa, y siento mucho haber llegado tarde y
que me esperaras...
—Te detendré ahí mismo —me dice, aun aferrándose a mí y dejándome mirar
fijamente sus increíbles ojos oscuros. —Te habría esperado toda la noche, Odette.
Es una bandera roja, pero creo que podría estar enamorada de todos modos.
Es tan cálido y todo en él grita comodidad y romanticismo. Llevamos hablando un
mes, y después de todas las cosas más saladas que el test de personalidad me hizo
responder, Mason debe saber exactamente lo que se necesita para enamorarme.
Igual que yo sé, por lo que me ha dado la aplicación, lo que él busca en ese ámbito
de su vida.
—Bueno, eso no es totalmente cierto. En algún momento. Probablemente
habría mirado mi teléfono para ver si habías cancelado —aclara, con una suave
sonrisa que derrite las bragas formándose en sus labios. —Estoy muy contento de
que hayas aparecido.
Por un momento, me quedo pegada a mi sitio, mirando a ese hombre
perfecto y preguntándome en qué clase de realidad alternativa me he despertado.
El corazón me late tan deprisa que creo que me voy a desmayar. Sólo cuando
alguien choca conmigo por detrás de camino a su mesa y me empuja contra el
pecho de Mason, salgo de mi asombro.
Pero casi inmediatamente vuelvo a mi estupor.
Vaya, es alto. Con mis dos manos sobre su pecho, inclino la cabeza hacia atrás
lo suficiente como para sentir que mi garganta queda al descubierto. Cuando se
encuentra con mi mirada, sus ojos están embriagados y juraría que sus pupilas se
han dilatado. Sólo llevamos un mes hablando y es la primera vez que nos
conocemos en persona, pero cuando le miro, siento como si la magia y la ciencia
se fundieran para crear al hombre perfecto para mí.
No estoy segura de quién lo hace primero. ¿Me pongo yo de puntillas o se
inclina él? No me importa una vez que sus labios están sobre los míos. Su sabor es
dulce y ácido, como si hubiera estado mascando chicle de manzana ácida. Quiero
lamerle el sabor de la boca y tragármelo entero. Mis dedos se enroscan en su
camisa mientras él hunde su mano en mi cadera. La que tengo en la mejilla se
desliza para sostenerme la cabeza en el ángulo perfecto para que me devore la
boca.
Un silbido de lobo me recuerda que no estamos en un lugar privado donde
pueda hacer todas las travesuras que amenazan con salir de mí. No habrá
chupadas de polla en público. El aparcamiento de atrás todavía tiene potencial, sin
embargo, siempre y cuando esto siga así.
—¿Quizás deberíamos comer algo? —sugiero, la nariz todavía tocando la
suya, mis labios chocando contra los suyos mientras hablo.
—Mientras pueda tenerte de postre.
Capítulo 3
Odette
Esa cola es casi tan cursi como las patatas fritas cargadas que pedimos cuando
la camarera nos trae las pintas. Mason insistió en que pidiéramos un reservado en
lugar de los desvencijados bancos plegables y no podría haber estado más de
acuerdo. Odio esas cosas. Con la mesa apartada hacia un lado, me meto hasta el
fondo y él me sigue justo detrás. Una vez que me pasa el brazo por detrás de la
cabeza, me tiene completamente atrapada.
Hacía años que no me sentía tan segura en una cita, quizá nunca. Incluso con
su cuerpo inclinado hacia mí, tapando el resto del pub, no hay nada más que
cariño irradiando de Mason. Sostengo mi pinta en una mano y la suya en la otra.
No ha dejado de tocarme, de abrazarme, desde que nos encontramos.
Esta es la mejor cita de mi vida.
Mason da otro sorbo a su cerveza, la espuma se engancha en la parte del
bigote de su vello facial. Me relamo los labios, sin querer dejar de mirarle,
perdiéndome en sus ojos oscuros. Su pulgar roza el dorso de mi mano y quiero
volver a besarle. Tal y como estamos sentados, uno frente al otro, cada vez que
pasa alguien, también huelo su aftershave. Me recuerda a un relámpago, el olor
de una gran tormenta a punto de estallar e inundar el río.
Mi cabeza cae contra sus brazos mientras me habla de su trabajo.
—No es que me cayera mal el secretario del condado. Es que no tiene gusto
para el paisajismo.
—Ajá —asiento con la cabeza, luchando contra una sonrisa. —No es que
estuviera intentando recordarte la ordenanza contra la plantación de especies
invasoras.
—Pero las flores, Odette —se lamenta, revolviéndome un mechón de pelo.
—Son del tono verde más increíble. Casi como el verde de tus ojos.
—¿Así que te retiraste porque tu némesis salvó tu ciudad? —pregunté.
—No, me jubilé porque un día me levanté y me di cuenta de que quería algo
más que mi trabajo. Nunca tuve ninguna duda cuando elegí trabajar para mi
comunidad local. Es gratificante, me hizo sentir bien durante mucho tiempo
—suspira y doy un sorbo a mi cerveza. El sabor metálico me hace cosquillas en la
nariz y me calienta aún más las mejillas en la chaqueta. —Pero volver a una casa
vacía ya no es lo que quiero. Aunque llamarlo sentar la cabeza me hace parecer
jodidamente viejo, ¿no?
—Sí, pero entiendo que las casas vacías pueden ser frías. Desde que mi padre
se mudó a la casa de Arizona, sólo me ocupo yo de su antigua casa y de toda la
basura que me dejó.
—¿Cuándo se mudó? —pregunta.
—Hace un par de años. Simplemente decidió que odiaba el frío que hace aquí
en invierno.
Debo parecer triste porque Mason me aprieta la mano. Me meto una piel de
patata en la boca porque en realidad no estoy triste porque mi padre se haya
mudado a una casa. Es un padre gruñón que no llama, pero la culpa es algo
extraño. No podía seguir cuidando de él cuando lo único que hacía era gritar que
no era como Mamá. Mis padres me tuvieron más tarde y mi madre falleció
mientras estaba en la universidad. La casa no ha sido lo mismo sin ella.
—Si pudieras estar en cualquier sitio —empieza Mason. —¿Dónde te gustaría
estar?
No hay otro lugar en el que pudiera pensar en estar ahora mismo que no
fuera en la fábrica de cerveza con él. Su calidez me envuelve como una manta
reconfortante que había olvidado que tenía. Pero me recuerdo a mí misma que es
mi primera cita y que está intentando alejar nuestra conversación de un tema tan
delicado.
—¿Conoces esa escena que la gente siempre usa para los anuncios de
vacaciones tropicales? ¿La playa a un lado de tu casa y una inmensa selva virgen al
otro? —espero a que asienta. —Ahí es donde quiero estar. No me importa la
humedad, quiero una pequeña isla privada donde no tenga que pensar en nada
que tenga que ver con mi vida.
—Eso suena como un sueño, ¿dónde me inscribo?
Nos reímos, porque ¿quién no quiere esa isla imaginaria? Todos intentamos
escapar de algo, pero cuanto más tiempo pasamos hablando Mason y yo, menos
me preocupa dónde está ese lugar soñado y más asegurarme de que él está allí
conmigo. ¿Cómo sería nuestra isla si la hiciéramos juntos, en lugar de escaparnos a
una para una escapada de dos semanas?
Mi corazón va a mil por hora delante de mi cabeza, pero no me atrevo a
ponerme al día y pensar en lo loco que es esto. De hecho, creo que a mi vida le
vendría bien un poco más de locura y desenfreno, y mucho menos ir por el carril
lento. Tengo casi treinta años, necesito vivir un poco y tener una crisis de cuarto
de vida salvaje. No tengo nada que me ate, ni deudas extremas ni familia, así que
¿por qué coño no? ¿Por qué no dar el paso e ir a por todas con Mason?
—¿Seguro que no tienes demasiado calor? —pregunta cuando nuestro plato
hace tiempo que está vacío y la cola light que pedí hace horas no es más que hielo
derretido.
—Oh, estoy hirviendo viva —bromeo. Me lanza una mirada de reproche que
me indica que le molesta que me permita siquiera sentirme incómoda. —Mira, no
bromeo con lo de que hoy ha sido una pesadilla. He derramado café por todo mi
bonito top y he tenido que ponerme los extras que nos quedaban en la emisora.
—Seguro que he llevado cosas más ridículas. Prefiero que estés cómoda
—dice.
La cervecería está mucho más tranquila ahora. El partido de fútbol del
instituto terminó hace una hora y, como nuestro equipo perdió, la mayoría de la
gente se ha ido a casa en vez de celebrar otra ronda. Es casi sereno estar aquí
ahora. En un televisor en alguna parte están pasando un viejo partido de los
Pacers y puedo ver a todos los camareros apiñados alrededor de la cabina del
fondo, enrollando cubiertos en servilletas. Se está acabando la noche.
—Estaría más cómoda si saliéramos de aquí —murmuro, mis mejillas calientes
se encienden al hacer mi siguiente petición. —¿Vienes a casa conmigo?
Mason me mira como si le hubiera preguntado qué se siente al ganar la
lotería. Sus labios se entreabren por un momento antes de estirarse en una gran
sonrisa que es casi todo dientes, haciendo que mi barriga dé un vuelco. Mareada,
más que nunca en mi vida, es la única manera de describir cómo me siento cuando
deja un montón de dinero sobre la mesa. Me tiende la mano y siento que por fin
tengo el control de mi vida y que esto es sólo el principio de algo grande.
***
Ma'xon
Dulce sur'lax.
Funcionó, joder. En realidad no había creído que el diente de la cápsula que
instalaron en este traje humano funcionaría, pero así fue. Mi boca se inundó con la
saliva de unión Axilarian, igual que cuando las feromonas se elevan entre dos
compañeros.
Aunque a los humanos no les sirven las feromonas que producen, hay señales
visuales que me aseguré de tener muy en cuenta. Mantener el contacto visual, las
caricias prolongadas e incluso lamerse los labios pueden ser señales de interés en
el apareamiento. El PRT se preocupó de explicarnos lo que significan estas señales
en los humanos y que un consentimiento verbal claro -un “sí entusiasta”- es lo
más importante a la hora de entablar un encuentro sexual.
Y Odette.
Casi se me sale el corazón por las branquias. O al menos lo habrían hecho si
hubiera estado en mi cuerpo todo el tiempo. El único órgano de bombeo de
sangre de este cuerpo estuvo lleno de energía errática toda la noche. También se
puso impresionantemente húmedo y sudoroso, pero por suerte mi compañera no
lo notó ni le importó.
Incluso después de mi primera metedura de pata, casi derribándola y luego
agarrándola por la boca sin ese sí tan claro, quiso empezar la “cita”. Me llevará
una vida y media compensar eso. Tengo los instintos destrozados por este traje
humano. Tras sostenerla entre mis pequeños brazos durante ese breve instante,
supe que era ella. Odette es mi compañera y perdí el control por un breve
instante.
Sin embargo, aquel beso la excitó. Respondió con el vigor de una pareja en
celo.
Odette es un sueño, y odio tener que hacer esta parte. Está desplomada
contra mi pecho, con los brazos entrelazados mientras la llevo a nuestra nave de
vuelta a casa. No hay ninguna parte de mí que quiera mentir a mi compañera, así
que tuve que tener cuidado al responder a algunas de sus preguntas. Sí, quiero ir a
su casa. Pero no a su casa humana. Es nuestra casa en Axilaria a la que quiero
volver.
Un pequeño hilo de sangre empapa su chaqueta. Me trago el nudo que tengo
en la garganta. Saber que algo va a pasar no lo hace más fácil. En este cuerpo, no
puedo lamer la herida hasta que cicatrice. En casa, cuando el frenesí del
apareamiento nos tenga a los dos en sus garras y vuelva a morderla, me aseguraré
de que sepa lo mucho que significa para mí que esté conmigo. Que no vamos a
parar hasta que se haya curado y mi semen gotee por todos sus agujeros.
El órgano sexual de mis pantalones se endurece. Odio esta cosa. Ni siquiera
puedo acelerar mis pasos para apresurarnos porque esta estúpida cosa ha estado
pegada a mi pierna toda la noche. Otra razón por la que no entiendo por qué los
humanos encuentran atractivas estas cosas esponjosas.
Un escalofrío me recorre la espalda mientras abro la nave. Disfrazada
actualmente como un gran camión utilitario, es fácil deslizarse en la parte trasera
con Odette en brazos. Aunque el exterior es un vehículo primitivo, una vez que se
cierra la esclusa, se revela el funcionamiento interno de la nave. Hace un calor
sofocante y húmedo en esta nave después de pasar una cantidad de tiempo en
este cuerpo. El holograma se disuelve en una serie de paredes azules y grises
neutros que son populares en las naves de largo recorrido de Axilaria.
Ahí está la cápsula, en la que meto inmediatamente a Odette. Ella no se
revuelve, lo que hace algo extremadamente incómodo para el estómago de este
cuerpo. Para facilitarle la transición, le quito la pesada chaqueta. Ya no la va a
necesitar, pero vacío todos los bolsillos para asegurarme de que no le faltan
objetos de valor. No llevaba ningún otro objeto personal cuando nos encontramos
y no voy a arriesgarme a quedarme en este planeta más tiempo del necesario para
buscar más efectos personales suyos.
Una vez separadas todas sus cosas y colocadas en otra caja para
descontaminarlas, vuelvo a mirar a mi Odette. Su piel tiene un tono rosado que
me recuerda a mi hogar, a las delicadas flores que cuelgan del tejado de mi casa.
Me llama la atención lo que lleva escrito en la camiseta, una letra de neón que
destaca sobre el tejido oscuro.
—Lo han escrito mal —murmuro, pero entonces sigo la flecha por la curva
redonda de su vientre y veo que termina justo encima del ombligo. El calor me
invade.
Mi cerebro vacila. No sé cuánto tiempo permanezco allí mirando fijamente su
camiseta, pero no hay ni un solo pensamiento en mi cabeza excepto lamer cada
centímetro de Odette. Cuando la cápsula emite un pitido por haberse quedado
abierta, recupero la atención y me doy cuenta de que el único pene de este
cuerpo sigue duro. Está claro que esa cosa tiene un nervio oculto que la conecta al
cerebro de los machos humanos y que aún no hemos descubierto, porque parece
dirigir todas mis acciones.
Con cuidado, rozo con mis nudillos su redonda mejilla por última vez y cierro
la puerta. Un rocío neural sale de la parte superior e inferior de la cápsula para
mantener a Odette en éxtasis durante nuestro viaje de vuelta a Axilaria.
—Estaremos pronto en casa —prometo.
***
Odette
Ma'xon
Se me para el corazón.
Oírla decir esa palabra, sintetizar todos los pequeños detalles de su voz que
no podía oír con ese traje humano... No puedo abrir la boca por miedo a morderla
en lugar de explicarle el frenesí del apareamiento. Se me hace la boca agua e
incluso antes de que llegara Pri'za luchaba por contenerme.
Ver a Odette sin miedo de mí para empezar y luego sonriendo a mi familia fue
como perderse en los mares de arriba y caer en la playa más suave. Cualquier
aprensión que tenía sobre su adaptación a la vida aquí está flotando lejos. Ella se
desliza en todo como el agua entre mis dedos.
Ahora lo único que necesita trabajo somos nosotros. Y mis esperanzas
aumentan a medida que sus pequeñas manos sostienen mis enormes dedos.
Trago saliva de nuevo, intentando mantener mi saliva de apareamiento mientras
pienso en nuestras diferencias de tamaño.
—El frenesí es un ciclo de apareamiento —empiezo, con la cara calentándose
como un macho joven que intenta atrapar a su primer amor.
—Así que me gustan mucho los hombres lobo —ella asiente y sus mejillas
adquieren un precioso tono rojo.
—¿Qué es un hombre lobo?
—Son el clásico monstruo metamorfo —dice entusiasmada. —Suelen ser
personas mordidas por otro hombre lobo, y en luna llena se transforman en
personas mitad lobo, y a veces, si el libro es realmente bueno, el interés amoroso
del hombre lobo entra en este calor incontrolable y tienen que follárselo para
sacárselo de encima. Demasiado pelo para mí, pero entiendo el atractivo.
—¿Y cuál es el atractivo? —pregunto, incapaz de evitar que la diversión se
apodere de mi voz. Ya me encanta su voz. La forma en que sus labios forman las
palabras y su dedo se dobla alrededor del mío cuando dice “calor incontrolable”
me acelera el corazón.
—Es la necesidad innegable, el gran monstruo aterrador dominando a su
pareja, y los fluidos.
—Esto no era parte de tu cuestionario —sonrío.
Mi mano libre se mueve para sostenerla, frotando de arriba abajo su húmeda
espalda. Aunque mi cerebro quiere apagar cualquier otro pensamiento que no sea
el de reclamar a Odette, también existe la necesidad más egoísta de proveerla.
Incluso simplemente traerle otro vaso de agua, construirle una sauna de vapor en
la parte trasera de la casa, incluso hacerla desfilar como mi preciosa compañera en
todo lo que pueda comprarle... quiero darle todo lo que tengo.
—Quiero decir, te dije que me gustaban las novelas románticas y después de
todo lo que tuve que admitir en ese examen iba a guardarme algo para mí —ella
resopla un poco antes de que su mohín se suavice en una sonrisa. —¿Así es tu
frenesí?
—Sorprendentemente sí —digo, relajándome un poco más en el sofá.
—Puede durar entre un día y cinco días. Normalmente su propósito es
reproducirse, pero los humanos son únicos en el sentido de que no pueden
reproducirse fuera de su propia especie.
Hago una pausa y espero a ver cómo reacciona Odette. Sus cejas se alzaron
cuando dije cinco días, pero como sus hombros se relajan y sus manos empiezan a
recorrer mi antebrazo, no creo que realmente le importe tener hijos. Otra nota de
aprensión que sale flotando de mi subconsciente. Esto va sorprendentemente
bien.
—Los Axilarians suelen emparejarse de por vida —continúo. —Nuestra saliva
produce un afrodisíaco que ayuda a aliviar la intensidad y la fricción del ciclo. El
mordisco es limpio y...
—Dios mío —jadea. —¿Así es como hiciste que me corriera? ¿Sólo lo haces
una vez?
Me mira con una intensidad que me cuesta leer, pero no le miento. Los
resultados de su cuestionario eran claros sobre lo que le gustaba sexualmente,
pero la práctica es diferente de la teoría.
—Es común para muchos Axilarians adultos tener múltiples mordidas en un
ciclo de frenesí, pero entiendo si eso no te atrae.
—Oh no, quiero al menos intentarlo, la primera dolió como una perra pero la
recompensa valió tanto la pena.
Los dos empezamos a reírnos de su contundente seguridad y no puedo creer
lo cómodo que es todo esto, lo fácil que lo ha aceptado. Hubo largas sesiones
durante mi ciclo de formación sobre cómo manejar a humanos angustiados y qué
hacer para ayudarles a adaptarse a toda la nueva información que reciben. Odette
simplemente es. Existe y, por tanto, está contenta. Se contonea un poco en mi
regazo hasta que está lo suficientemente cerca como para relajarse en mi hombro.
—Muy bien, ¿qué más? —pregunta. —Mantenme alimentada e hidratada y
esto del frenesí será pan comido.
—Bueno, llevará un poco de trabajo —me aclaro la garganta. No sé cómo he
llegado hasta aquí sin prepararme para esta conversación. ¿Cómo le dice uno a su
pareja que no tiene una polla, sino dos, y que en comparación con lo que puede
estar acostumbrado, ambas son mucho más grandes? Puede que sean
increíblemente duraderos, pero los humanos también son precavidos cuando se
trata de sus órganos reproductores.
—Los estiramientos —murmura, asintiendo como si una simple rutina de
ejercicios para sus músculos vaginales fuera a resolver cualquier problema.
—No hay forma educada de decir esto, así que para ser franco, tengo dos
pollas y no son humanas, Odette.
Se congela en mi muslo. Su exuberante trasero se tensa tanto que su cuerpo
se levanta ligeramente. Cuando vuelvo a inhalar, su excitación me invade. Mis
pollas se engrosan y ella debe haberlas sentido, ¿cómo no? Odette me mira y,
antes de que pueda detenerla, se arrodilla entre mis muslos abiertos. Sus manos
se posan suavemente sobre mis piernas y debo estar babeando. Quizás no viva
otros sesenta años, me ahogaré aquí en mi saliva de apareamiento mientras
observo a mi humana.
—¿Puedo verlas, papi? —su voz es ahora suave como un susurro y el corazón
casi me da un vuelco.
Esa pequeña manía humana será mi muerte. Su tono dulce dice la palabra y
estoy dispuesto a destrozar el sistema por ella. Desliza sus manos por la parte
interior de mi muslo y un escalofrío recorre mis aletas. La pequeña sacudida
despierta mis sentidos lo suficiente como para recordar mi educación.
—¿Aceptas el frenesí del apareamiento, Odette? No te haré daño, pero es un
compromiso muy intenso e íntimo.
—Sí, Ma'xon —dice ella. —¿Aceptas ser mi Papi Dominante?
—Quise decirlo cuando dije que quiero mimarte, cachorrita, llamarme tu papi
acaba de sellar tu destino a los mares de arriba.
Suspira aliviada, su alegría es casi palpable. La forma en que sus hombros se
relajan, la forma en que sus labios se curvan en una sonrisa, eso me dice que está
ansiosa por lo que nos depare esta primera vez. Le acaricio la mejilla y ella se
acurruca en mi palma con tanto placer que mis branquias tartamudean.
Me cuesta concentrarme. Mi vista se concentra en Odette, en todos los
detalles, desde la salpicadura de puntos en su mejilla hasta la forma en que sus
pezones atraviesan su camiseta a pesar del calor. Quiero verlos, chuparlos como
he aprendido que les gusta a los humanos y, sobre todo, quiero dejar marcas de
dientes alrededor de cada uno de sus pechos. Mi marca decorará todas las partes
de su cuerpo que ella me permita.
Sus dedos rozan mis pollas y mis caderas se inclinan hacia delante. Incluso a
través del resistente material de biopreno de estos pantalones, el más leve roce
está a punto de ser mi perdición. Los palpa un momento, provocándome con el
calor de sus manos. Odette se muestra entusiasta. Quizá se da cuenta de que me
faltan algunos de esos atributos más humanos, pero sus dedos tantean los cierres
de mis pantalones durante un segundo antes de mirarme con mala cara.
—Mírame —ordeno, pulsando el botón de liberación y luego tirando de los
cordones para abrirlos.
—Pantalones espaciales —refunfuña, levantándose sobre sus rodillas. —¿Me
das un beso, por favor?
La miro fijamente, deseando decirle que sí. No debería haber ninguna razón
para negárselo, pero quiero que me vea entero antes de que experimente lo que
mi saliva puede hacerle a la mente. En lugar de responder, me arranco la
camiseta, que milagrosamente no se me engancha en la aleta. Ella me mira con
expectación, humedeciéndose los labios mientras contempla mi torso.
—¿Debería ser una zona de no tocar? —pregunta, con los dedos bailando
sobre mi suave centro pero manteniéndose lejos de mis branquias.
—Son muy buenos para burlarse, pero creo que ya has hecho suficiente de
eso, cachorrita.
La sonrisa de su cara es como el sol sobre el mar. Ilumina mi mundo y calienta
mi alma. Sin embargo, sus manos se introducen en la parte delantera de mis
pantalones, lo que hace que mis escamas ardan y que mis volantes salgan de sus
cabezas, listos para esparcir esperma por todas partes. Me los saca de uno en uno.
Sus suaves labios se separan y estoy seguro de que seré el primer macho en
ahogarse en su propia saliva de apareamiento en la historia de Axilarian. Las
mejillas de Odette se tiñen de rojo y me encanta el color que tiene.
Lentamente, retira el prepucio de ambos y los volantes morados se sueltan y
se contonean con su nueva libertad. Sé que la mandíbula humana no puede
desencajarse de forma natural, pero ella lo intenta. Su barbilla con hoyuelos se
junta con su pecho y se hace el silencio entre nosotros.
Me trago todo lo que tengo en la boca, espero que también la lengua porque
me quedo mirando el espacio vacío entre sus dedos. Dulce Sur'lax. Es tan pequeña
y hace que mis pensamientos naden con una suciedad de la que ni siquiera sabía
que era capaz. Vuelve a lamerse los labios y traga saliva cuando por fin puede
volver a cerrar la boca.
—No hay prisa, y podemos...
Se traga la cabeza de mi polla. Su boca se abre de par en par y mis ojos se
cruzan. Su gemido es de sorpresa y, de repente, se acaricia la mano izquierda con
seriedad hasta que un ligero fluido púrpura brota de sus volantes. Chupa y
bombea mis pollas como si hubiera asistido a un ciclo de formación sobre cómo
complacer a su pareja. Un hormigueo recorre las puntas de mi cola y mi cuerpo se
estremece por la necesidad de tomar el control. Pero verla trabajar mis pollas es
casi adictivo.
Cuando se quita una polla, le chorrea saliva de los labios y jadea en busca de
aire.
—Dios mío —dice.
No puedo decir ni una palabra más antes de que descienda sobre mi polla.
Ahora hay tanto presemen alrededor de la cabeza que gotea sobre el sofá. Ni
siquiera me importa. Sus labios se cierran alrededor de la punta y chupa.
Sus gemidos resuenan en mi casa y es música dulce. ¿Cómo sonarán cuando
ya no estén amortiguados? ¿Cantará de éxtasis cuando tome mi polla? La lengua
de Odette barre entre los suaves volantes y aprieto los dientes para no
derramarme antes de tiempo.
—Joder —gimo. No puedo mantener la boca cerrada, no me importa si tengo
babas en el pecho. Mi boca se abre y las palabras inundan de ella. —Joder, no
puedo superarte, cachorrita. Cómo me gustas, es demasiado. Voy a hacerte un lío
absoluto.
Se aparta de mi polla, con los labios hinchados. —¿Y si me gusta desordenado,
papi?
La agarro por debajo de los brazos y suelta una risita cuando vuelvo a
acercarla a mí. Sus muslos de felpa se abren sobre mi regazo y las pollas quedan
atrapadas, goteando bajo su precioso trasero.
—Voy a besarte ahora. Se va a sentir bien, te lo prometo, cachorrita, pero va a
poner todo sensible y necesitado —mis manos frotan arriba y abajo sus costados,
los dedos se clavan en los rollos de su cuerpo y aprietan toda su suavidad.
—Mientras cuides de mí, Ma'xon —susurra. —Eso es todo lo que quiero.
El corazón me golpea las branquias y el frenesí se apodera de mí. Su boca es
más pequeña que la mía, pero al abrirse para mí sigue haciendo esa pequeña
succión que hizo con aquel otro cuerpo. Sus labios se cierran en torno a mi lengua
y gime de placer. Su lengua se hunde en mi boca sin miedo, persiguiendo más
saliva de apareamiento, y tengo una fracción de segundo para vigilar mis dientes.
Su cuerpo se hunde lentamente, sus movimientos menos urgentes y más
lujuriosos, hasta que finalmente rompe el beso para respirar.
—Vaya —dice Odette, cuyos ojos tardan en volver a centrarse en mí.
—Siempre cuidaré de ti —le prometo, poniéndome en pie y estrechándola
contra mi torso. De nuevo suelta una risita y quiero pasarme el resto de mi vida
oyendo ese sonido. —Papi tiene a su cachorrita.
Capítulo 7
Odette
Ma'xon
***
Hay momentos en los que el frenesí hunde sus dientes tan profundamente en
mi conciencia que lo único que oigo son los gritos de placer de Odette. Mis otros
sentidos se apagan. Mi subconsciente solo quiere la dulce música que puedo hacer
pronunciar a mi cachorrita.
Y es precioso.
Pierdo la noción del tiempo, flotando entre besarla, ahogarla en mí hasta que
casi delira y alimentarla lentamente con trocitos de fruta y vasos de agua filtrada.
Deja que la cuide tanto como que utilice su cuerpo para nuestro placer
compartido.
Sin embargo, por primera vez en días, mis pollas están blandas y no intentan
endurecerse. Mis volantes han dejado de latir y están escondidos bajo mi
prepucio. También me duele el cuerpo. El maratón de apareamiento me ha
estropeado las rodillas y la espalda de una forma que disfruto.
Estamos pegados, con Odette tumbada encima de mí, el sudor y el semen nos
mantienen unidos. Mis manos sujetan su trasero mientras babea sobre mi pecho.
Desde el principio sólo hemos dormido breves ratos y ésta es la calma más larga
hasta ahora. Aún no quiero romper este momento, pero sé que debemos
limpiarnos.
O al menos comer algo realmente nutritivo que no sean las frutas dulces y
frenéticas que venden los tenderos para mantener las energías altas durante los
ciclos de apareamiento.
Esa es otra señal de que ha llegado el final. Mis pensamientos han vuelto a ser
prácticos. Puedo pensar en otro ser que no sea mi pareja. Aun así, no abro los
ojos, sino que prefiero hundirme un poco más en la tranquilidad de mis
pensamientos y los suaves ronquidos de mi cachorrita.
Me quedo dormido a ratos, pero finalmente mi estómago protesta lo bastante
fuerte como para que Odette se despierte.
—Hush timtum —refunfuña, asomando el labio inferior en un mohín.
Se me dibuja una sonrisa en los labios y subo una mano para rascarle el cuero
cabelludo mientras se despierta lentamente. Gime al contacto con mi mano y
empuja su cabeza contra la mía. Mi Odette es una humana preciosa, suave y
generosa cuando quiere y descarada otras veces, que hace que algo en mí arda
por ella.
—Deberíamos darnos una ducha, cachorrita —susurro, ya sacándonos de la
cama con el menor movimiento posible.
—Sí —suspira. —Luego volvemos a dormir.
—Entonces cenamos algo —la corrijo. —A los dos nos vendría bien algo más
contundente.
—Mmmm, mataría por un bacon, huevo y queso —murmura.
—Esos son alimentos para el desayuno, ¿correcto?
—Sí, en un panecillo —dice.
—¿Desayuno para cenar entonces? —pregunto.
No sé lo que es un bagel, pero haré todo lo posible por darle lo que pida.
Asiente un poco, pero no mucho más, con los brazos alrededor de mis hombros,
pero sin llegar a sujetarse. Su total confianza en que seré capaz de llevarnos a
nuestro destino me calienta el pecho. El PRT me advirtió de que, aunque mi saliva
de apareamiento mantendría a mi humano relajado y cachondo mientras durase
el frenesí, quedaría increíblemente exhausto cuando se le pasase.
Las luces del baño se encienden lentamente cuando entramos en la
habitación y nos inunda un aire fresco y floral. El hedor de cinco días de sudor y
semen flota en el aire y las dos levantamos la nariz. La nariz abotonada de Odette
es especialmente bonita, ya que aprieta y junta sus facciones. Todo el
romanticismo del antes y la carnalidad del apareamiento han desaparecido.
Simplemente nos quedamos el uno con el otro en la dura realidad de la claridad
posterior al frenesí.
—Tengo miedo de separarme —dice. —Se me va a pelar toda la piel.
Ladro de risa tan fuerte que se me erizan las branquias. Es adorable. Me
apresuro a encender la ducha y a meterme bajo el chorro de agua caliente.
Gemimos cuando el agua cae sobre nuestros cuerpos agotados. Nos resbala por la
piel y nos despega lo suficiente para que mi cachorrita pueda deslizarse por mi
cuerpo sin miedo a ser despellejada. Se me eriza la polla al sentir el agua entre
nosotros, pero no dura mucho. Con una mano en mi brazo para sujetarla, Odette
se da la vuelta para mirar al agua. Suspira de felicidad y no se puede minimizar la
gloria de una ducha caliente en un cuerpo dolorido y cansado.
Nos rodeo para coger el jabón especial para ella y me echo una gran cantidad.
Con pereza, froto a mi compañera de la cabeza a los pies, asegurándome de que
no se me escapa ni una pizca. Este jabón sellará su piel al aire húmedo de Axilaria.
Seguirá sintiéndose como en los cálidos climas selváticos de la Tierra, pero esto la
ayudará a adaptarse. Ella es todos ruidos suaves mientras trabajo y me trae una
sensación de alegría.
Cuidar de uno mismo es una tarea, algo que todos debemos hacer para
sobrevivir. Pero hay algo extraordinario en lo que cuidar de mi cachorrita hace por
mí. Al permitirme hacer esto, cuidar de ella, de esta forma y de la forma que
quiera en el futuro, me da un sentido de propósito que el trabajo nunca ha tenido.
Puede hacer todas estas cosas por sí misma. Odette es una adulta capaz, pero
en las conversaciones previas a nuestro primer encuentro me llamó la atención lo
mucho que hacía por los demás. Incluso en detrimento de su propia salud,
aceptaba trabajos extra para organizaciones benéficas, era voluntaria en el coro
local de jóvenes y encontraba tiempo para intentar arreglar la casa que su padre
había abandonado. Rara vez, cuando le enviaba mensajes, se tomaba tiempo para
sí misma.
Ahora tendría todo el tiempo que quisiera. Haría cualquier cosa por ella,
dentro de nuestras posibilidades, con tal de que sonriera. Ver cómo se ilumina de
alegría, sin un ápice de preocupación, me hace mover la cola de placer.
Seguiremos teniendo charcos que saltar, pero tener a Odette a mi lado me libera y
me ancla a la vez.
—Tu jabón no huele a ti —dice, enjuagando el resbaladizo acondicionador del
pelo.
—¿A qué debería oler? —pregunto. Si mi pareja quiere que huela de una
determinada manera, haré todo lo posible por conseguirlo.
—Rayo —su pelo se aplasta al apretar las puntas. —Un océano tormentoso.
—Muy poético por tu parte —sonrío mientras ella me saca la lengua. —Pero
generalmente los jabones aquí huelen a flores o frutas.
—Pero tu aftershave no.
Entonces caigo en la cuenta de que el aroma que más le gusta es el del aceite
de eneldo dulce. A medida que el jabón desaparece de mi cuerpo, es reemplazado
por una satisfacción petulante. Así que no sólo captó el olor, sino que ahora lo
echa de menos incluso fuera de un frenesí de apareamiento. Tendré que
encontrar un aceite de uso diario para ella.
—Bueno, si te gusta cómo huele puedo comprar algo con él entonces. Ese
aceite es especial —le digo, acurrucándome a su alrededor hasta que su regordete
trasero se frota contra mis muslos. —Para el apareamiento.
—Dios, no puedo pensar en aparearme por dos días, tal vez tres. Mi cuerpo
está demasiado cansado para excitarse.
Sonrío y beso su hombro. —Comprensible, cachorrita. Vamos a meterte algo
de comida en la barriga.
Capítulo 9
Odette
Los bagels axilarians son lo máximo. Podría haberme comido quince de los
sándwiches de desayuno que nos hizo Ma'xon. Lo cual es mucho decir, ya que no
contenían cerdo ni harina. La mayoría de los productos cárnicos del planeta son a
base de pescado, con algún que otro manjar de ave. Me alegro de que me contara
todo esto después de que hubiéramos empezado a comer. Sin embargo, mi
bocadillo no tenía sabor a marisco. Sabía cómo los bocadillos de bagel que me
encanta comer en casa.
Pensar ahora en casa me entristece un poco. No de un modo que me haga
querer volver, pero me gustaría haber cogido mi peluche favorito, Marbles, antes
de que me sacaran de allí. Tal vez pueda encontrar algo parecido aquí, pero por
ahora sólo tengo la gran mano de Ma'xon entre las mías mientras caminamos
hacia la explanada comercial de la colonia.
Los dos soles de Axilaria brillan en el cielo líquido. Los edificios que nos rodean
están cubiertos por el reflejo, como si estuviéramos en un enorme acuario
subterráneo. Por eso el planeta es tan húmedo y la gente tiene branquias,
supongo. Todos nadamos de pie mientras vivimos.
—¿Cómo distinguirlas si todo el mundo llama colonia a su ciudad natal?
—pregunto, intentando observar sutilmente a la gente. Hay muchos tipos
diferentes de alienígenas, con muchos humanos entre ellos. Incluso una gárgola
de iglesia gigante y sensible que lleva un brazo cargado de equipo de playa nuevo
con un humano agarrado a su cola para que no se separen.
—Técnicamente tienen nombres, como ésta es la Colonia-3Q4S, pero ese
título en realidad sólo se utiliza para reuniones turísticas y del senado. Somos un
pequeño mundo pacífico, y todos compartimos esta roca espacial flotante como
nuestro hogar.
—Eso suena muy idílico —digo.
—Te acostumbrarás —promete apretándome los dedos. —¿Qué tal si
empezamos con los bañadores, ya que pareces muy aficionada a nadar?
Nos hemos detenido frente a la fachada de una tienda gigante que parece
dedicada a los equipos de natación de fuera del planeta. Como cualquier otro
edificio, tenemos que subir unas escaleras para entrar y todo está construido con
algo que me recuerda a un entarimado. No es madera ni ladrillo, sino una especie
de plástico. Cuando entramos, hay algunas personas deambulando, pero en
general todo está tranquilo. Ma'xon señala un cartel sobre nosotros.
—Segundo piso para humanos —lee. —Ah, y para ropa seca. Estamos en el
mismo nivel entonces.
Intento mantener mis expectativas bajas. Me encanta ir de compras, desde
que era preadolescente, pero los accesorios y los zapatos sólo pueden ser tan
interesantes después de ver a tus amigas entrar en los probadores con ropa como
para llenar un armario. ¿Qué esperan los Axilarians de la ropa humana? ¿Y mucho
menos trajes de baño?
Ma'xon nos guía a través de estrechas estanterías que contienen marcos de
cristal iluminados con ropa. Cada marco contiene un traje de neopreno nuevo, una
pequeña pantalla sobre ellos muestra la variedad de colores en que vienen. Esto sí
que es elegante. Pero no sé si llamaría traje de baño al equipo de buceo.
Entrecierro los ojos al hombre tiburón gigante que me sujeta las manos. Lleva una
camiseta de tirantes ajustada y unos leggings igual de ajustados con un cordón
alrededor de la cola. A los lados de la camiseta lleva una malla para que sus
branquias puedan respirar. No es exactamente un traje de neopreno, pero desde
luego no es lo que estoy acostumbrada a llevar.
Ni siquiera mi atuendo de hoy es el mismo que el suyo. Voy vestida para la
clase de gimnasia de los años sesenta. Esta mañana, Ma'xon me regaló este
mameluco de algodón fino y desteñido, abotonado por delante. Al parecer, el
último humano que vino a esta colonia quería que tuviera esto. Me queda como
un guante y mi compañero no ha podido apartar los ojos de mis piernas en todo el
trayecto en tranvía hasta aquí.
Gracias a Dios que aquí la loción corporal es antirozaduras.
—No estoy seguro de cuánta selección tendrán —murmura Ma'xon,
inclinándose un poco para estar más cerca de mí. —Pero conozco otra colonia
mucho más centrada en los humanos que podemos visitar alguna vez.
Respiro hondo, el piercing de la nariz me sigue haciendo cosquillas. ¿Cuántos
humanos se han apareado con alienígenas? Obviamente, no soy la primera, pero
mi curiosidad se dispara ante la idea de que haya una colonia que se haya
construido en torno a humanos más que a Axilarians. Tal vez esa colonia tuvo uno
de los primeros abducidos.
¿Es esa la palabra correcta? Quiero decir que me sacaron de la tierra sin mi
conocimiento. Pero si estoy de acuerdo con ello, ¿eso hace que esté bien? ¿O
aceptar ser apareada con un alienígena estaba enterrado en los términos del
servicio que no leí? De cualquier forma, no me siento víctima de un crimen. Me
siento como si me hubiera tocado la puta lotería.
—¿Odette?
—Lo siento —digo rápidamente mientras el calor sube por mis mejillas.
—Estoy segura de que encontraremos algo, y estoy acostumbrada a que las
tiendas no tengan mi talla.
—Todo está hecho para encajar, cachorrita, ese no es el problema. Quiero
que encuentres cosas que te gusten.
El corazón me da un pequeño vuelco al pensar en ir de compras hasta que me
duelen los brazos y las bolsas que los recubren me dejan marcas permanentes en
la piel. —Realmente te vas a arrepentir de haber dicho eso.
Ma'xon me sonríe y nos detiene en la esquina más alejada de este nivel.
Delante de mí hay una estantería con dos docenas de bañadores y trajes de
neopreno diferentes. Desde speedos hasta trajes de neopreno que cubren toda la
cabeza, tiene que haber un estilo de traje de baño para casi todo el mundo. Mis
ojos se fijan en un biquini de tirantes y una gran mano se posa en la pantalla para
ver los colores.
—¿Rojo? —él asiente.
—Voy a parecer un camión de bomberos —pongo mala cara.
—El camión de bomberos más sexy y adorable —coincide Ma'xon. —¿Qué
otros estilos quieres? No volveré a entrometerme.
No creo que sepa lo que es realmente un camión de bomberos, pero
selecciono tres trajes más, dos de los cuales son los clásicos de una sola pieza y
luego un traje de neopreno hasta la rodilla, sólo porque parece ser la norma.
Entonces suena una campanilla.
Un Axilarian nos saluda con la mano y sonríe mucho cuando Ma'xon se gira
conmigo.
—Puedes entrar por esas puertas, la máquina está lista para ti —dice.
Paso por las puertas correderas esmeriladas, intentando averiguar si por
máquina se refiere a que tendrán que escanearme las medidas o algo así. No sé
cómo se hace la ropa espacial, pero supongo que habrá algo así. Excepto que
estoy sola cuando me doy la vuelta para preguntar.
Vuelvo a asomar la cabeza por la puerta y veo que los dos hombres
mantienen una profunda conversación sobre algo. Ma'xon se rasca la parte
inferior de la aleta mientras que la cola del otro empieza a balancearse de forma
más agresiva cuanto más tiempo están hablando. Les doy unos minutos más, pero
cuando aún no han terminado, me vuelvo hacia el vestuario.
En cada cubículo azul claro hay una ducha y un cajero automático. ¿Es para
que pueda probar los trajes y pagarlos automáticamente? Aquí no ha habido
ninguna casa de cambio aunque llevara dinero encima. Entonces, una voz suave y
femenina casi me da un susto de muerte.
—Por favor, pónganse bajo el holo-array para ser equipada.
La ducha de arriba se enciende y de ella llueve luz azul. No tengo motivos para
no fiarme, pero sólo meto la punta de mi chato de ballet roto. No pasa nada. Ni a
mí ni a la máquina. Ni siquiera hace ruido cuando saco y vuelvo a meter el pie.
Cuando paso por debajo de la luz, un anillo de luz verde fluye hacia abajo antes de
que se apague por completo.
¿Eso es todo lo que se necesita para hacer mi medición completa?
Me giro hacia el cajero y veo un modelo completo en 3D de mi cuerpo en la
pantalla. No me jodas. No me horroriza en absoluto lo que aparece en pantalla. De
hecho, lo primero que me viene a la mente al verlo es que mi culo tiene un
aspecto increíble. En general, me siento bastante neutral respecto a mi cuerpo.
Pero ver esta versión digital de mí con ese bikini rojo como un camión de
bomberos me hace pensar que estoy estupendamente. Como en un smartphone,
puedo pellizcar la pantalla aquí y hacer zoom en el diseño.
Antes de poder pasar al siguiente, tengo que aprobar primero cada color.
Después de ver lo bien que queda el rojo, cambio el siguiente traje de un azul
marino liso a un estampado de rayas blancas y negras que hace que la modelo
parezca más curvilínea y alta. En el tercer traje, me atrevo con un color morado
real. Dejo el traje más práctico en negro para tener una prenda básica.
Entonces la máquina empieza a zumbar. En menos de un minuto sale de la
máquina una bolsa de tamaño medio. En la parte superior está claramente
etiquetado como “compostable” y en la inferior hay un código de barras para
escanear. Eso ocurre tres veces más antes de que tenga toda mi ropa hecha a
medida.
Salgo corriendo del cubículo para encontrar a Ma'xon. Está justo donde lo
dejé, todavía hablando con el tipo. Con un brazo lleno de bolsas, sólo puedo
agarrarle un poco, pero funciona. Le aprieto fuerte el costado. Esto me cambió la
vida por completo, incluso más que descubrir que los humanos no están solos en
el universo.
La ropa está hecha exactamente a la medida de mi cuerpo.
—Mira, Der'lo, sabes que ya no soy yo quien se ocupa de esto.
—Sí, sí —dice, pero por su tono no creo que lo entienda. —Déjame llamarte
para que puedas salir de aquí.
Esta parte de nuestra experiencia de compra es de lo más normal. Pero no se
me escapa la emoción de salir de la tienda con una bolsa llena de ropa. Siento el
pecho más ligero. Es como si por fin me hubiera quitado de encima el miedo al
que estaba acostumbrada en todos los aspectos de mi vida cotidiana. Ahora puedo
ver el mundo y mi lugar en él con un potencial diferente.
—Eso fue tan jodidamente increíble, ¿podemos seguir comprando?
—pregunto. Cuando levanto la vista, Ma'xon está sonriendo de oreja a oreja. Se le
ven todos los dientes de tiburón y pienso que podría besarle hasta desmayarme.
—Por supuesto, cachorrita —me quita la bolsa de la muñeca y me rodea el
hombro con el brazo libre. —Tienes todo un armario que llenar.
***
Ma'xon
Odette
***
Ma'xon
Odette
Respiro profundamente por la nariz y luego exhalo por la boca. Otro calambre
recorre mi útero, pero el dolor no se irradia ni permanece mucho tiempo.
Tampoco sale nada de mi cuerpo. Alabado sea. Más vale que esta mierda sea
como depilarse, cuanto más lo hago más fácil me resulta.
***
Ma'xon
Algo pasa bajo mis aletas. Puedo sentirlo en las puntas de mi cola. No es por
lo que ha pasado esta mañana, sino por lo que ha pasado esta semana. Odette ha
estado hiper atenta a sus comunicaciones, siempre actuando alegre al verme
partir. Pero también ha sido malcriada y muy exigente cuando quiere atención.
Esa actitud me atrae cada vez más cada vez que la saca a relucir.
Además no es ciencia cuántica. Tengo ojos. Las bolsas del cobertizo de la
piscina están llenas de material de manualidades para algo.
Una vez que Odette se ha hartado de estar pegajosa, nos duchamos y
preparamos el desayuno. Otra de las razones por las que su actitud atrevida me
gusta cada vez más es lo dulce que es después. Es como si intentara disculparse
por algo que apoyo incondicionalmente. Nos sentamos en la encimera, yo en un
taburete y ella frente a mí como la comida más deliciosa que es.
—¿Estás seguro? —pregunta.
—Promesa, cruzo mi aleta caudal —respondo, inclinándome para abrazarla
más.
—Vale, sigo pensando que necesitamos una señal para cuando queramos ser
extra. Ya sabes, como una corbata en la puerta o algo así.
—¿Por qué no haces un cartel? —sugiero, preguntando disimuladamente si
para eso son las cosas del arte. —Como mocosa en sesión.
—Quizá, pero las manualidades no son lo mío.
Coge una pieza de fruta y me la da. Chupo el dulce jugo de sus dedos y se ríe
cuando intento mordisquearlos. Sus mejillas se ruborizan cuando me sonríe, pero
luego se desvanece cuando se muerde el labio inferior. Sus cejas se arquean de tal
forma que me dan ganas de besar sus preocupaciones. ¿A qué viene todo esto?
—¿Puedo preguntarte algo?
—Siempre, cachorrita.
—¿Conoces la triste almohada blanda?
¿La perdición de mi existencia como compañero? Por supuesto, sé
exactamente de qué objeto está hablando. Nos pasamos un día entero
recorriendo todas las tiendas y tiendas de segunda mano de la colonia intentando
encontrar algo que se pareciera a ese escurridizo osito de peluche que mi
cachorrita echa de menos de la Tierra.
No es infrecuente que la mitad no humana de las parejas TRP introduzca a su
pareja en la cápsula y busque en su casa objetos que le ayuden a adaptarse a su
nueva vida. Suelen ser cosas sencillas, como una mochila o una pequeña reliquia
de un familiar.
Pero tenía demasiada prisa. Incluso me invitó a su casa. Podría haber visto
cómo era la vida de Odette, pero soy un completo x'rox demasiado egoísta. No me
habría matado ir a casa con ella. Podría habernos llevado de vuelta a mi nave en
su pequeño vehículo terrestre con ese oso de peluche atado con ella.
—Me preguntaba si sería posible volver a la Tierra —pregunta apresurada.
—Sólo para recoger a Marbles de mí casa. No quiero quedarme y sería súper
rápido, entrar y salir, y y y…
—Y hoy haré una llamada —termino por ella.
Es lo menos que puedo hacer. No sé si este tipo de viajes se producen a
menudo o si tendré que tirar de todos los contactos que tengo en el Senado para
que aprueben este viaje imprevisto, pero haré lo que haga falta.
Se ha quitado un peso de encima. Nada debería agobiarla así. Fue mi primera
promesa, mimarla y quitarle el estrés.
En realidad, es Odette la que hace esto por mí. Cada momento con ella es
como sumergirse en agua fresca en un día de calor hirviente. Ella ha estado
remando y nadando a través del maremoto de locura que le eché encima. El
mundo flota cuando estamos los dos solos. Hemos hecho realidad nuestra isla de
ensueño.
***
Recibo una llamada de mi hermana demasiado pronto después de llamar al
empleado de la colonia por el formulario para solicitar autorización para viajar a la
Tierra. Entre reunión y reunión, veo el comunicado en el que se indica que mi viaje
ha sido preaprobado y que puedo partir hoy mismo en una nave individual. Partir
sin Odette no es lo ideal, pero haré lo que deba por mi compañera. Ni siquiera he
terminado de leerlo cuando el avatar de Pri'za suena en mi dispositivo.
—¿Por qué vuelves a la Tierra? —exige.
—¿Por qué usas tus poderes para el mal? —pregunto.
Debería haber sabido que cuando le cedí mi puesto de líder de la colonia a
Pri'za, ella también lo usaría para vigilarme. Le gusta conocer cada detalle de todos
en la colonia. No hay secreto que no pueda desenterrar de las profundidades.
—Algunos somos mejores —dice. —¿Y ahora qué hay en la Tierra?
—Odette necesita algo.
No será de mis labios de donde saque el secreto del peluche. Cuando surgió el
tema de Marbles, mi compañera parecía un poco avergonzada por necesitar un
peluche para dormir. No es algo propio de la juventud Axilarian, pero conozco a
mucha gente que sigue mordisqueando su juguete fefe favorito hasta los ochenta
años.
La comodidad es la comodidad.
—Bien —resopla. —¿Odette va contigo?
—Me aprobaron un monoplaza.
—Puede quedarse con nosotros si quiere mientras estás fuera. Está más cerca
de la ciudad y las niñas se mueren por una fiesta de pijamas. No entienden
precisamente que, sólo por tener una edad parecida, Odette no quiera jugar a
disfrazarse.
Pierdo el hilo de la conversación por un momento y pienso en la última vez
que jugó a disfrazarse para mí. Las estrictas instrucciones que recibí de observar el
desfile hasta el final y no intentar manosearla cada vez que pudiera eran
enloquecedoras. Terminamos un conjunto antes de que la arrastrara hasta el
suelo para devorarle el coño.
—¿Sabe ella que no vas a llevarla?
Vuelvo a nuestra llamada. —No, y no le digas que me voy a la Tierra. Quiero
sorprenderla cuando vuelva con sus cosas.
Se hace un silencio en el comunicador y me pregunto si mi hermana me habrá
colgado.
—¿Y cómo explicarás tu ausencia a tu nueva compañera a la que ya
descuidas?
—Yo no...
—¿Dónde está ahora mismo?
Tener un segundo hijo fue el peor error que cometieron mis padres. Mi vida
sería mucho más fácil como hijo único.
—Está en casa —refunfuño. —No tienes que tener razón todo el tiempo.
—Yo sí. Y no le diré que te vas a la Tierra.
Me cuelga la promesa. Es bueno que al menos aprobara mi idea de
sorprender a Odette.
Cuanto antes me vaya, antes volveré a casa, a sus brazos. No sé cómo
soportaré estar sin su contacto más de unas horas. Su risa no estará en mis oídos.
Vuelvo a comprobar la confirmación del viaje. Puedo irme en cuanto esté lista,
pero lo único que deseo es volver. Esta reunión no me necesita aquí, de todas
formas no es mi trabajo.
De vuelta a casa, dejo una nota de voz para Pri'za.
—Si quieres asistir hoy a la reunión de ToA, será mejor que te pongas a ello
ahora. Volveré en dos días.
***
Odette está horneando cuando llego a casa. Desde las escaleras, puedo oler el
aroma cálido y dulce que flota en el aire.
Ella también canta.
Es la primera vez que la oigo en la vida real. Sé en qué consistió su carrera en
la Tierra, grabando anuncios y demás para la radio. Pero escuchar esta versión
inédita de ella tiene algo de místico. La subida del tono de su voz, el pequeño
bamboleo cuando baja demasiado para su registro. Es hipnótico.
Mi corazón late desbocado mientras subo las escaleras de dos en dos para
llegar hasta ella. La cortina de la puerta se balancea suavemente con la brisa y se
enreda con mi cola. Grita al girarse, pero enseguida se ríe al verme en apuros.
—Llegas pronto a casa —dice con una sonrisa, colocando discos gruesos en
una rejilla.
Mis pensamientos son tan retorcidos como la cortina que me cubre. —¿Qué
es eso?
—Galletas, tenía un antojo —dice en el microcalentador, con otra bandeja de
discos dulces colocada en su interior.
—Tienes una voz preciosa.
Se da la vuelta rápidamente, con la cara enrojecida por algo más que la
cocción. Pelos sueltos enmarcan sus hombros y mejillas. El ser más hermoso de la
galaxia, del universo. Prácticamente floto cuando la tengo al alcance de la mano.
Y alarga la mano para agarrarme por la cintura del pantalón. Su suavidad se
amolda a mí y el calor se extiende en mi interior. Su pequeña mano me recorre la
espalda mientras nos abrazamos. Me pregunto cómo voy a sobrevivir sin su
contacto, aunque sea por tan poco tiempo.
—Tengo que salir para una reunión de emergencia en el Senado. Hoy mismo.
—¿Esto es porque pediste ir a la Tierra? —pregunta. —No sabía que sería
tanto problema, no tienes que hacerlo.
Aprieto su suavidad, bailándonos lentamente la melodía que ella acababa de
cantar. —No es molestia.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera?
—Unos dos días, suponiendo que todo vaya bien.
Dudo un instante antes de que hable. No sé si simplemente no me ha oído o si
ha vuelto a pensar en otra cosa.
—Puedo quedarme con Pri'za, supongo.
—¿Te ha llamado? —le pregunto. Su cuerpo se pone un poco rígido y me
aparto para mirarla. —¿Estás bien?
—Sí, sí —traga saliva. —No, no me ha llamado, pero estoy segura de que no le
importaría ir a comer o algo, ¿sabes? Tiempo de chicas.
Tarareo, inclinándome hasta que quedamos a la altura de los ojos. Una risita
nerviosa sale de mi compañera. Los ojos de Odette son tan hermosos como el
resto de su cuerpo, pero sé que encierran algo más profundo. Los suministros en
el cobertizo de la piscina, la inmediatez de mi viaje a la Tierra, algo se está
planeando a mis espaldas y no me gusta.
A lo mejor soy tan cotilla como mi hermana.
Odette se retuerce bajo mi atención. Cuando suena el microcalentador, sus
ojos se desvían hacia la máquina y sé que la tengo acorralada. No puede volver a
mirarme a los ojos y, si no fuera tan adorable, probablemente me enfadaría un
poco.
—No puedes decirle a Pri'za que lo he contado todo —susurra. —Es una
sorpresa.
Una sonrisa demasiado petulante se dibuja en mi cara. Mi cola se mueve de
un lado a otro de alegría por haber conseguido que me lo dijera. Así que están
intentando enviarme lejos por poco tiempo a propósito. Eso explica lo fácil que me
resultó conseguir un viaje de vuelta a la Tierra, pero no estoy seguro de por qué
no puedo saber lo que están planeando.
—¿Cuál es la sorpresa? —le pregunto.
—No, no, tengo que guardar algunos secretos —se gira para no verme más.
Cruza los brazos sobre el pecho como si estuviera cerrando nuestra conversación.
Pero soy tan malo como mi hermana. Quiero saberlo todo, sobre todo si vamos a
sorprender a alguien.
—¿Tú crees? —le hago cosquillas en sus suaves costados
—Ma'xon —jadea. —Sí, ahora ve a hacer las cosas para que puedas volver a
mí antes.
Cuando levanto a Odette y le doy vueltas, se ríe y se ríe, y mi corazón se llena
de tanta felicidad que me olvido de la sorpresa que le he preparado. La dejo sobre
la encimera para volver a mirarla a los ojos sin agacharme tanto. Ella está llena de
alegría y, por lo tanto, yo también.
Odette me rodea con sus brazos y lo único que puedo pensar es que esta es
mi vida. No puedo pedir nada más. Por eso tengo que hacer esto por ella, por eso
estoy desesperado por traer a su osito de vuelta de la Tierra mucho antes de lo
que ella cree.
—¿Cantarás para mí cuando vuelva? —pregunto.
—Todos los días si estamos juntos —promete, antes de meterme una galleta
en la boca. —Ahora vete.
***
Odette
Oh, no.
Oh no no no no.
Esto es un desastre. Exactamente lo contrario de cómo esta fiesta sorpresa se
supone que debe organizarse. Ma'xon llegará en cualquier momento. Ha llamado
para decir que está a sólo un tick de distancia. Son apenas treinta minutos, no es
tiempo suficiente y, sin embargo, no es lo bastante pronto. Cada parte de mí
quiere envolverme alrededor de Ma'xon como una gran boa constrictora y nunca
dejarlo ir, pero necesitamos más tiempo.
El catering llegó con más de una hora de retraso, así que toda la comida está
aún sin cocinar. Están trabajando duro para montar parrillas estilo hibachi, pero
eso significa que los únicos aperitivos que hemos montado son miles de millones
de galletas que horneé estresada para llenar el vacío de la ausencia de Ma'xon.
Y las galletas, a pesar de lo deliciosas que son, no pueden llenar vacíos como
los fideos.
La pancarta que hicieron Ke'lee y A'la se niega a permanecer pegada a la
pared frente a la entrada de la sala de la colonia. Si pongo más de esa mugre
pegajosa que Lawrence me dio ahí arriba va a arruinar la pintura, o lo que sea el
recubrimiento.
Y no olvidemos el hecho de que estoy tratando desesperadamente de
mantener este conjunto limpio.
La ropa formal en Axilaria es formal. No hablo de corbatas negras y vestidos
de gala. Hablo de llevar una falda con cinturón de un tono azul muy específico con
destellos y este mono sin mangas con malla y ribetes de fantasía para significar
que estoy casada con el hombre del momento. Todo el mundo va en distintos
tonos de azul, pero soy la única en este color iridiscente.
En cuanto Pri'za empezó a correr la voz de que habría una celebración en toda
la colonia para honrar los años de servicio de Ma'xon, recibió un aluvión de ofertas
de ayuda. Lawrence reprogramó el regreso de Lor'fe al Senado para que pudiera
entregar a mi compañero un certificado oficial. El compañero de Betty, Er'dex, al
parecer tiene una floristería, y van a traer una amplia gama de flores para animar
el aburrido vestíbulo.
Nunca podré expresar lo agradecida que estoy de que Pri'za sea la encargada
de esta planificación. Mientras bajo de la plataforma elevadora, otra persona se
acerca a ella con una actitud. Nunca se me han dado bien ese tipo de conflictos.
Una vez mi jefe me dijo que tenía que volver a grabar un anuncio porque no le
gustaba cómo decía mantequilla y me fui a comer antes de tiempo. El cliente había
aprobado el anuncio, no iba a hacer más cambios.
Pri'za maneja los conflictos como la líder que es. No es que se tome todo lo
que la gente le dice al pie de la letra como hace Ma'xon, es que parece saber
cualquier cosa con la que alguien vaya a tener un problema antes incluso de que lo
digan. Es como una maga. Ha encontrado absolutamente lo que ama y lo ha
convertido en su vida. Que es conocer los asuntos de todo el mundo y decirles
cómo mejorarlos.
También da un poco de miedo.
—Odette —ladra. —¿Dónde estamos con los refrescos?
—Todo listo para empezar —digo con un saludo simulado. —Carteles puestos,
parrillas encendidas, y Al'dren ya tiene a las chicas en casa preparadas para la
sorpresa uno.
Hace un pequeño baile que hace que su cola se mueva de un lado a otro tan
rápido que no puedo ver las puntas. Esta fiesta beneficia tanto a Ma'xon como a
ella. Está mostrando a la colonia lo preparada que está para liderar, y lo está
haciendo a las mil maravillas.
—Este es su último aviso —grita por el comunicador, que transmite el
mensaje a través del sistema de intercomunicación de la sala.
¿Excesivo? Tal vez. ¿Totalmente efectivo para hacer que todos se peleen?
Absolutamente.
Los Axilarians empiezan a correr de un lado a otro como un montón de pollos
sin cabeza. Mire donde mire, alguien lleva otra bandeja de aperitivos o prepara
más mesas improvisadas con manteles largos para que todos tengamos espacio
para escondernos. Cada vez que termino una tarea para alguien, otra persona
necesita una mano extra.
Estoy agotada cuando termino de envolver la última guirnalda de Ialot
alrededor de la barandilla de la escalera para bloquear el primer piso del edificio.
El sudor me resbala por la espalda y nunca en mi vida he deseado tanto un
ventilador.
El comunicador de Pri'za se activa con una alerta de Al'dren.
Ya casi están aquí.
Como se preveía, la gente empieza a hacer esa tonta caminata rápida que
haces cuando intentas escabullirte rápidamente sin que te pillen. No entiendo por
qué o cómo esto es algo tan universal, incluso a mil millones de kilómetros de la
Tierra, pero eso no significa que no me deje llevar por la emoción. Me pongo de
puntillas como todo el mundo y corro hacia la entrada principal. Entre esquivar la
cola de alguien y pasar por encima de las patas del trípode de la cámara de
movimiento, ocurre el desastre.
En un segundo estoy impecable con mi traje formal y al siguiente estoy
cubierto de zumo verde que huele demasiado a cerveza. Se oye un sonoro jadeo a
mi alrededor y la gente se me queda mirando. Y se dispara el flash.
No sólo he estropeado mi top, sino que hay pruebas fotográficas de ello a la
vista de todos.
¿Por qué me ocurre esto? ¿Qué he hecho para molestar tanto al universo?
Presa del pánico, me agarro a una esquina de un mantel para limpiarme la
camisa y la persona de la que llevo el zumo corre hacia un armario situado en la
esquina trasera de la sala. Pri'za me agarra cada uno de los bíceps de repente y se
levanta. Nos ponemos en marcha antes de que pueda hacer ruido. No me suelta
hasta que estamos detrás del mostrador de recepción. Aparta a la pareja que se
esconde aquí y se vuelve hacia mí.
—Que no cunda el pánico —dice.
—Estoy tranquila —miento. Ella también sabe que miento, porque me corren
lágrimas por las mejillas y no puedo evitar que me tiemble la barbilla. —Soy como
un hielo...
—Hay una caja de objetos perdidos —la saca y me quedo mirando la colección
de pertenencias más villana que he visto nunca. Y trabajaba en la radio.
Pri'za tira un sujetador de tres copas, un consolador de cristal demasiado
realista, fichas de póquer, un programa de teatro medio quemado y un guante sin
dedos pensado para alguien con sólo dos dedos. Por último, tira de un top nuevo
que parece todo de malla. Ni siquiera una tira horizontal completa a lo largo del
pecho para las tetas o la decoración.
Sus mejillas se vuelven azul marino cuanto más la mira.
—Muéstrame —contengo la respiración. Ella da la vuelta a la tapa y lo leo en
voz alta. —Buscador de volantes.
¿Esto es peor que 'Lame Esto'? Al menos está bien escrito. No puedo formar
ningún otro pensamiento. Mi camiseta inapropiada no tiene los errores
gramaticales que tiene la horrible camiseta que llevé en mi primera cita con
Ma'xon. Eso es todo en lo que puedo pensar.
—Manipularemos las fotos antes de compartirlas en ningún sitio —promete.
—Intentaré entretenerme un poco.
Corre hacia la entrada. La oigo saludar en voz alta a Ma'xon y mi cuerpo
empieza a moverse. Me arranco el top formal y me pongo esta monstruosidad de
malla. Al menos tengo los pezones cubiertos. Sé que los Axilarians no los tienen,
pero que Dios me ayude. No voy a enseñar los pezones delante de una cámara.
Me asomo por encima del escritorio y apenas puedo establecer contacto
visual con Betty. Hago una mueca y le muestro mi frente, señalando mi pecho. Sus
ojos se desorbitan cuando lo lee y se tapa la boca con una mano. Levanta el pulgar
en señal de aprobación y es la última oportunidad que tengo antes de oír el ruido
de unos pies subiendo las escaleras.
Es ahora o nunca. Tengo el estómago hecho un manojo de nervios y sólo
puedo pensar en las ganas que tengo de abrazar a Ma'xon. Han sido los dos días
más ajetreados de mi vida. No he tenido tiempo de pararme a echar de menos a
mi compañero. No he podido pensar en otra cosa que en planear y planear y en lo
mucho que no quiero tener hijos después de quedarme con Pri'za y Al'dren.
Lo único que quiero es acurrucarme con mi hombre tiburón gigante y
zamparme un cubo de fideos. Quizá también que me revienten la espalda, pero
eso es secundario.
Mi objetivo principal es envolverme alrededor de Ma'xon para que nunca me
vuelva a dejar. Pasé los primeros veintiocho años de mi vida completamente bien
con sólo un osito de peluche que me diera consuelo. ¿Y ahora? Ahora necesito un
alienígena de dos metros y medio con cola que me abrace por la noche y me hable
de sus flores favoritas o de lo que pasó en la última fiesta de cumpleaños de
Ke'lee.
Necesito el sonido de su voz en mi oído, diciéndome lo mucho que le hace
sonreír mi risa o lo preciosa que le parezco empapada. Ma'xon ha invadido todos
los espacios a mi alrededor y sé que he hecho lo mismo con él.
—¡SORPRESA! —gritan todos.
Los pétalos de flores llueven a la entrada y los flashes de la cámara captan el
asombro en el rostro de Ma'xon. Me apresuro a rodear el mostrador y me lanzo
sobre él como hacen en las películas cuando los enamorados se reencuentran tras
mucho tiempo separados.
Han pasado dos días, apenas nada de tiempo en el gran esquema de mi nueva
vida extendida, pero rompo a llorar cuando establecemos contacto visual. Da dos
largas zancadas y me eleva en el aire. Miro a mi compañero, mi Ma'xon. Ahí está,
todo mío.
—No vuelvas a irte —resoplo, envolviendo mis piernas justo debajo de sus
axilas.
—No sin ti a mi lado —promete.
Me rodea con sus brazos y se acurruca en mi hombro. Me da besos en la piel
mientras la gente de alrededor intenta empujarnos hacia el podio para que
empiece la fiesta. Pero Ma'xon no se mueve todavía. Se separa de nuestro abrazo
el tiempo suficiente para apretar sus labios contra los míos.
Suspiro en el beso. Oh, sí, esto es lo que he echado de menos más que los
abrazos. Su sabor en mis labios, en mi lengua, es como todo lo que no sabía que
me estaba perdiendo. Nuestra relación es aún tan nueva, pero encajamos como
un viejo matrimonio. Pasar los próximos veinticinco años juntos no me parece
suficiente.
—¿Ya terminaste? —Pri'za pregunta.
No lo hicimos. Nunca lo haremos. Pero por el bien de los ojos de todos, pongo
una pausa en nuestra reunión para que podamos terminar esta primera parte de
la ceremonia de jubilación. Quiero que Lor'fe entregue el certificado, robar dos
platos de fideos picantes, y correr de vuelta a la casa para que pueda pasar el
resto de mi vida disfrutando de mi compañero.
Pero eso es muy ilusorio.
Como dijo Betty, a los Axilarians les encanta una buena ceremonia. Lor'fe está
de pie en el podio detrás de nosotros, esperando pacientemente a que Pri'za y
Ma'xon suban al escenario. A mi alrededor, los Axilarians forman filas ordenadas y
silenciosas alrededor del escenario y las mesas. Ni siquiera agitan sus colas. Los
dedos de Ma'xon permanecen entre los míos hasta que tenemos que separarnos
de nuevo para que suba al podio.
—Hoy celebramos a un gran Axilarian —empieza Lor'fe y oh Dios mío, voy a
llorar. Ella sigue hablando, expresando su gratitud a Ma'xon y todo su trabajo para
hacer nuestra colonia hermosa y hogareña, pero toda mi atención se centra en él.
Cómo sus mejillas se tiñen de azul marino y cómo los músculos de su pecho se
flexionan cuando lleva las manos a la espalda.
Sólo cuando Lor'fe se aparta y él ocupa su espacio, veo la vieja y raída bolsa en
el suelo. Oh, joder. ¿Dónde encontró eso? Claro como el día para todos los
presentes, hay una enorme y lasciva ilustración de un hombre lobo en exhibición.
Conozco esa bolsa. Cuando estaba en la universidad, llevaba esa bolsa con orgullo
a todas partes.
Sin embargo.
No es algo por lo que necesariamente quiera que me recuerden y ya veo a
Lawrence intentando llamar mi atención disimuladamente desde el otro lado de la
habitación. Ladea la cabeza hacia el bolso y estoy segura de que, si este fuera un
planeta seco, ardería en llamas solo de sonrojarme. ¿De dónde ha sacado esa
bolsa? ¿Era algo que llevaba en el coche y que se le olvidó mencionar? Ma'xon
sigue dando las gracias a todo el mundo y sólo cuando dice mi nombre dejo de
disociar lo de mi bolsa de hombre lobo.
—Odette, compañera, siento no haberte dedicado el tiempo que debería,
haberme tomado estas reuniones y haber priorizado nuestro tiempo en segundo
lugar. Esta fiesta me ha hecho darme cuenta de que soy quien tiene que volver a
priorizar. No puedo agradecerte lo suficiente por confiar en mí, por esperar a que
me desocupe. Pero también tengo una sorpresa para ti —Ma'xon me tiende la
mano mientras me acerco con cuidado. Mi corazón se acelera, retumba en mis
oídos tan fuerte que sólo puedo concentrarme en mi hombre tiburón. Se agacha y
coge la bolsa. —Para un Axilarian, una promesa es un contrato tan fuerte como las
corrientes de arriba.
Oh dulce bebé Jesús, ¿qué va a salir de esa bolsa?
—Prometí cuidarte, darte todo lo que pudieras desear, y lo único que me has
pedido es a mí.
Maldita sea, voy a llorar otra vez. Delante de todos y de sus madres, pero
nunca me he sentido tan querida por otro ser como ahora mismo con Ma'xon
mirándome. No me importa lo que salga de esa bolsa, podrían ser piojos
espaciales. No me importa porque viene de alguien que se preocupó lo suficiente
por mí como para viajar hasta la Tierra por ello.
—Y, por supuesto, Marbles.
Puede que dentro de unos días me avergüence de esto, pero cuando saca mi
osito de peluche, grito y me apresuro a envolverlo con mis brazos antes de
envolverme yo también con él. Huele como mi antigua casa, como los años que
pasé cantando en un cepillo y deseando gustar a los chicos. Pero no quiero ni
necesito a los chicos y ahora solo hay un ser al que quiero cantarle. Me corren las
lágrimas por la cara mientras le doy las gracias una y otra vez. Él me coge en
brazos. Dios, me encanta cuando hace esto.
—Te quiero —le digo, manchando de lágrimas su camiseta de tirantes.
—Tanto, tanto. Ni siquiera lo sabes.
—Tendremos que demostrárnoslo el uno al otro, ¿verdad, cachorrita?
—susurra, antes de besarme.
***
Después de estrechar unas cuantas manos más, basta una mirada mía con una
lata de tiffin en una mano y la bolsa de mano colgada del otro brazo para que
Ma'xon se marche. Oigo las palabras: —Habla con mi hermana de lo que te
preocupa —y se me hincha un poco el corazón. Sé que es un gran cambio para él y
que le llevará tiempo adaptarse, pero ya veo a la gente saludándole mientras se
dirigen a Pri'za.
Cuando se acerca, espero que me coja de la mano mientras salimos a
hurtadillas de la sala de la colonia, pero en lugar de eso me quita la comida para
llevar y me levanta del suelo para acunarme en su costado. La bolsa de hombre
lobo con Marbles dentro está bien sujeta en mi codo.
—Eres increíble, ¿lo sabías? —me dice mirándome. Hay tanto amor en sus
ojos que se me salen los dientes.
—Pssh —sonrío, inclinándome hacia él. —Te he echado de menos.
—Nunca volveré a coger una cápsula unitaria para un viaje interplanetario
—empieza, manteniendo un ritmo constante mientras me cuenta los detalles de
su viaje. Incluso una vez que estamos en el tranvía vacío, parece que no puede
dejar de hablar. —Y déjame decirte que la tundra no es tan agradable como
parece. ¿Cómo viven los seres en esas condiciones?
—Llevan más ropa —digo dándole un codazo en el brazo desnudo. —¿Así que
todas mis cosas están bajo llave? ¿Totalmente bien?
—Impresionantemente bien embalado. No sabría decir cómo consiguieron
que todo encajara.
Me atraganto, medio resoplando, medio riendo. —Hicieron que cupiera, papi.
Tarda un momento en darse cuenta, y entonces me mira en su regazo con las
mejillas color azul marino. ¿Cómo pude no decirlo? Tenía el chiste delante de mí.
—Terrible —se ríe. —Y veo que has encontrado ropa más sugerente que
ponerte.
—¿Qué? ¿Esta cosa vieja? —miro mi camiseta de rejilla. —Me encontré con
alguien justo antes de que entraras y me manché de zumo todo el bonito top. Esto
era todo lo que había en objetos perdidos.
—Mmm —tararea, mirándome y luego sonríe. —Creo que prefiero las camisas
con instrucciones.
Cuando empiezo a reír, no puedo parar. No sé qué es lo que me hace tanta
gracia, quizá sea la alegría de haber recuperado a mi compañero o quizá sea otra
cosa, pero se me llenan los ojos de lágrimas y Ma'xon está ahí para secármelas.
Aprieta su frente contra la mía.
No puedo creer que esta sea mi vida.
Epílogo
La entrevista
¿Qué esperabas?
Encontrar a alguien que entienda la importancia
del desayuno.
¿Primeras impresiones tras la abducción?
Vergüenza sobre todo, me preocupaba orinarme
en los pantalones.
¿Lo mejor de Ma'xon?
Su corazón, su generosidad, su cariño y su consideración hacia todos los que
le rodean.
Si pudiera cambiar algo del programa, ¿qué cambiaría?
Una presentación introductoria sobre lo ocurrido sería útil.
¿Le presentarías Ma'xon a tus amigos?
¡Claro que sí! Bueno, después de que tengan la oportunidad de adaptarse a
los extraterrestres.
Describa Ma'xon en tres palabras.
Amable, Guapo, Dulce
¿Marcas sobre 10?
10,000/10
¿Y cómo calificaría su experiencia en el Programa de Reubicación de los
Terrestres??
Un gran 5 estrellas
***
¿Qué esperabas?
Encontrar una pareja que viera la belleza de mi
planeta.
¿Primeras impresiones tras la abducción?
Pánico y necesidad, era un desastre y ella estaba tan relajada.
¿Lo mejor de Odette?
Su risa, ser parte de su alegría.
Si pudiera cambiar algo del programa, ¿qué cambiaría?
Un servicio de envío de paquetes post acoplamiento.
¿Le presentarías Odette a tus amigos?
Me llena de orgullo presentar a Odette a toda mi gente como mi compañera.
Describe a Odette en tres palabras.
Divertida, cálida, generosa.
¿Marcas sobre 10?
10/10, es perfecta
Epílogo
Ma'xon
Las playas de arena negra son preciosas en esta época del año. No tan bonitas
como mi compañera, que intenta enterrarme en la arena caliente, pero nada es
comparable a ella. A nuestro alrededor, hay pocos veraneantes. Axilarians y
extraterrestres acuden aquí todo el año para disfrutar de un merecido descanso
de la monotonía de la vida.
Estamos aquí simplemente para cambiar de aires.
Hace unos meses, Odette mencionó que nunca había visto el océano en la
Tierra. Desde entonces hemos recorrido todas las playas locales. No voy a privar a
mi compañera de soles, bebidas burbujeantes y sexo arriesgado.
Coloca otro puño doble lleno de arena sobre mis pies. Mientras trabaja,
tararea una melodía coral que ha estado aprendiendo con un pequeño grupo de
nuestra colonia. Hay algunas notas que no puede tocar porque carece de
branquias, pero incluso mientras se traga los sonidos me parece un
acompañamiento perfecto para nuestras vacaciones. Una vez que termina, se
limpia las manos en la parte delantera de su bañador a rayas.
—No te muevas, voy a hacer una foto —ordena.
—Coge mi lado bueno —sonrío y arqueo un poco el cuello. Es la única parte
de mí que puedo mover en este momento, pero me siento sorprendentemente
relajado con todo este calor a mí alrededor.
—1...2...¡lo tengo!
Que esté relajado no significa que quiera quedarme enterrado. Me sacudo
todo el cuerpo, salpico arena por todas partes mientras Odette grita y se ríe,
corriendo hacia el agua caliente. Aprendimos muy pronto que odia que se le
pegue la arena, sobre todo en los sitios más delicados. La sigo y me zambullo bajo
una ola.
Sus piececitos patalean bajo mis pies y no puedo resistirme a provocarla de
nuevo. Le hago cosquillas en los tobillos y evito por los pelos la merecida patada
que suelta. Cuando salgo a la superficie, me salpica.
—Mira —dice, nadando hacia mí para rodear mi torso con sus brazos y
piernas. —Si vas a actuar como un tiburón, al menos deberíamos ver JAWS.
Pateo mis pies para mantenernos en el sitio mientras las olas se deslizan
lentamente sobre nosotros. El calor entre sus muslos rebota contra mi pecho con
el movimiento y mis pollas se encogen en mis ajustados calzoncillos. Me duele el
cuerpo por ella tanto como cuando nos apareamos por primera vez, incluso más a
medida que nos acercamos más y más. Termina mis frases, me deja hacer por ella
tareas mundanas y tontas que me llenan de sentido, me abraza mientras duerme
porque me desea tanto como yo a ella.
—Podemos añadirla a la lista —acepto, aunque realmente no soy fan de estas
películas de ataques de tiburones. —Pero tenemos que ver El templo Na'tra
después.
—Trato hecho, papi —su sonrisa es tan brillante como nuestros soles.
Seguimos flotando un rato más. En la playa la gente grita mientras chapotea y
juega, pero nosotros estamos en nuestra propia burbuja en esta parte del agua.
Mis manos se flexionan y se cuelan bajo las costuras inferiores de su bañador.
Odette suspira y me cala hasta los huesos. La hago sentir relajada y a gusto. Mis
objetivos en la vida han cambiado para centrarme más en ella. Todavía hay
muchas cosas que hago para mi propio disfrute, pero ella lo es todo para mí.
Los soles Axilarians comienzan su descenso hacia el horizonte. Deberíamos ir
pronto a nuestra cabaña, pero ninguno de los dos parece interesado en separarse
o abandonar el agua. Una gran ola nos golpea y nuestros cuerpos se balancean
con más fuerza, la constante provocación aviva cada vez más nuestras
necesidades.
—Deberíamos ir a ducharnos —dice Odette, la expresión de su cara me dice
que quiere algo más que enjuagarse. —Me está entrando hambre.
Ya estoy nadando hacia la orilla, mi cola nos impulsa la mayor parte del
camino. Una vez que estamos de nuevo en la playa, me mantengo detrás de mi
compañera hasta que puedo envolverme la cintura con una toalla. Estoy excitado,
pero no loco. Nadie aquí necesita ver hasta qué punto.
Nos apresuramos a recoger nuestras cosas. Parece obvio para qué corremos
de vuelta a nuestro alquiler, pero no hay ningún ser que nos haga caso. Odette
sube las escaleras a toda velocidad y se quita el traje de neopreno. Se mete en la
estación de lluvia que hay junto a nuestra puerta principal y mi mente se queda en
blanco.
Dulce Sur'lax.
La vi arrastrar partículas de arena ayer, y anteayer, y más de cien veces. Su
belleza me sigue cautivando. Las exuberantes curvas y los pliegues de su cuerpo,
toda la suavidad que amortigua sus formas, me cantan. Mis manos ansían apretar
su cuerpo, ser las gotas de agua que se adhieren a su piel.
—¿Vas a acompañarme o no, papi?
Ni siquiera me molesto en desvestirme. Me llama y allí estoy. Su tacto es todo
lo que anhelo y cuando sus manos acarician mis branquias, el escalofrío que
recorre mis aletas es eléctrico. Suelta una risita cuando la levanto y la aprieto
contra las paredes de piedra de nuestra alcoba. Aquí nadie puede vernos.
Pero pueden oír a Odette cantar para mí.
Mi boca desciende sobre la suya. Me besa con un hambre que me hace soñar
con despertar con una sonrisa y pollas duras con las que provocar a mi compañera
de madrugada. Su cuerpo se mece contra mi torso como lo hacía en el mar, un
lento balanceo que aviva el fuego que ambos llevamos dentro.
La agarro por el culo y empiezo a empujarle el bañador. No hay parte de mí
que esté dispuesto a esperar. Mi necesidad de hundirme en mi compañera lo es
todo.
Pero estos malditos pantalones no se quitan.
Una de las manos de Odette se desliza desde mi costado hasta entre nuestros
cuerpos. Gruñe un poco por el incómodo estiramiento, pero luego me agarra los
pantalones. Pulsa el botón para soltar las ataduras y se deslizan por mi cuerpo
como aceite.
—Pantalones espaciales —se ríe.
—¿Qué haría sin ti, cachorrita?
—Morir por falta de riego sanguíneo en el cerebro —sugiere con una sonrisa
burlona, pero cuando deslizo su cuerpo más abajo por mi torso sus palabras se
convierten en un jadeo.
Las cabezas de mis pollas rozan los labios de su coño, los volantes esparcen
presemen que se mezcla con sus propios jugos. Respiro con fuerza cuando una de
las cabezas se engancha en su abertura y me envuelve el aroma de su excitación.
Se adhiere a su piel y a mí, donde me ha restregado su excitación por el pecho. Es
mejor que cualquier dulce eneldo, mejor que cualquier fluido de apareamiento.
Pura Odette en mi piel.
—Fóllame, papi, no puedo esperar —gimotea.
—¿Qué dicen las buenas cachorritas? —me burlo. Sé que los dos estamos casi
locos de calentura. Si no, ¿por qué estaríamos a punto de fornicar fuera? Pero
mientras me alineo la polla de abajo, la de arriba se burla de su clítoris.
Hay un brillo de descaro en sus ojos, está dispuesta a ser una mocosa, pero se
suaviza en algo más cuando me mira. La estación de lluvias deja caer agua fresca
sobre nuestros cuerpos y los soles siguen brillando, pero su sensación no es nada
comparada con el amor que siento de Odette. Sus dedos me acarician el pecho y
se posan sobre mis corazones.
—Te quiero, Ma'xon.
Me tiemblan las rodillas. Me lo ha dicho tantas veces, me lo ha enseñado
todos los días, que sé que es verdad. Sin embargo, me quedo estupefacto y
borracho de amor cuando me lo recuerda. La levanto lo suficiente para darle otro
beso en los labios. Odette se abre para mí y se burla de mis afilados dientes,
hambrienta de mí y quiero saborearla como si fuera nuestro primer beso.
Me aprieta con los muslos cuando rompe el beso. Sus labios están
resbaladizos e hinchados cuando me ordena: —Ahora fóllame, por favor, papi.
—Cualquier cosa por ti, cachorrita —prometo.
Mis pollas chorrean más presemen cuando vuelvo a deslizarla por mi frente.
Sus dedos rodean mis bíceps cuando la coloco sobre el inferior. Mis aletas
hormiguean de anticipación, mi cola se agita. Mi cuerpo me pide a gritos que me
aparee, que me folle este coño perfecto hasta el olvido.
Pero no puedo dejar de mirar lo grande que parece mi polla apretada contra
su vientre, cómo los volantes morados se funden con sus estrías. Como si siempre
hubiéramos estado destinados a encontrarnos.
Ella lo es todo para mí.
—Mírame —suplico. —Necesito verte cuando estire tu bonito coño abierto.
—Oh, joder, sí.
Con sus ojos clavados en mí, aprieto lentamente nuestros cuerpos. Cada
pequeño detalle de ella llena mi visión mientras su calor húmedo rodea mi polla.
Sus labios se entreabren, su pecho se agita al inspirar y sus ojos permanecen fijos
en mí. Los volantes palpitan y un escalofrío me recorre mientras la lleno por
completo.
Sus gemidos resuenan en nuestra estación de lluvias mientras empiezo a
moverla arriba y abajo por mi polla como si fuera un juguete de placer, como si
fuera mía para tomarla. Su suave cuerpo se sacude, pero sus duras uñas se clavan
en mi piel. Puntitos de dolor que me incitan a follarla más fuerte, más rápido. Mi
polla esparce fluidos por su piel, estelas lilas que pintan una obra maestra de mi
amor carnal por ella.
Odette no me quita los ojos de encima.
—Sí, papi, así. Justo ahí, justo ahí... —sus palabras se cortan en un gemido y su
excitación salpica mis caderas mientras su coño se aprieta alrededor de mi polla.
—Eso es cachorrita —gimo en mis esfuerzos por seguir moviéndome.
No quiero que esto termine todavía. Aunque aún nos queden décadas por
pasar juntos, nunca podré conformarme con una sola. Puede que Odette no lleve
la cuenta, pero siempre llevo la cuenta de tres a uno. Algunos días es más alta,
otros más baja, pero siempre quiero ver cómo la dicha se apodera de mi
compañera hasta que esté bien follada.
Sin previo aviso, cambio el agarre. Milagrosamente, me mete la polla hasta el
fondo mientras nos acomodo lo suficiente para que mi pulgar se introduzca entre
los dos. Cuando empiezo a girar el dedo alrededor de su clítoris con el movimiento
que más le gusta, se le cierran los ojos. Su coño me agarra con más fuerza, la
estimulación empieza a abrumarla.
—Sólo una más, Odette. ¿Puedes hacerlo por papi? —pregunto, jadeando
mientras crece la tensión en mis músculos.
Ella asiente y eso es todo lo que necesito. Mis caderas vuelven a las rápidas
caricias que provocaron rápidamente su primer orgasmo, pero esta vez mi pulgar
toca una melodía descoordinada en su clítoris mientras ella me grita. No sé cuánto
duraré, no es algo de lo que me haya preocupado nunca, pero mi necesidad de
derramarme surge como un maremoto. Mi atención se ha centrado únicamente
en ver a mi compañera desmoronarse y me he olvidado de registrar mi propio
cuerpo. Mi cola se bloquea de repente y mis caderas se niegan a separarse de mi
compañera. Muevo el pulgar contra el clítoris de Odette con más precisión y, justo
cuando se derrumba, también lo hago. Mi cuerpo tiembla, la cola se agita detrás
de nosotros mientras el clímax nos engulle a los dos.
Mi pecho se agita por el esfuerzo. A Odette le tiemblan las manos al
deslizarlas por el desastre que he derramado sobre su torso. Se lleva un dedo a la
boca y lo lame con un suspiro.
—Te quiero, papi.
—Hasta que seamos uno con los mares de arriba, cachorrita.
Su cabeza cae hacia un lado con una sonrisa. Mechones sueltos de pelo se
aferran a su cuello, pero puedo ver nuestro mordisco de apareamiento. Se ha
desvanecido un poco con el tiempo, pero nunca desaparecerá del todo. La
pequeña hendidura en su piel que le veo tocar cuando lee uno de sus obscenos
libros sobre la tierra me hace cantar el corazón.
Sé que nuestro romance tendrá el final feliz que merecemos.