Bolilla 3 Sucesiones
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Punto 1. Derecho de opción del heredero. Concepto. Fundamento. Capacidad. Transmisibilidad. Plazo.
Solución en caso de silencio. Derecho de los terceros interesados. Medidas precautorias.
En nuestra legislación no está permitido realizar actos jurídicos sobre la posible herencia de una persona que
todavía este viva. Recién con el fallecimiento se abre la posibilidad de expedirse sobre esa herencia. Por ese
motivo, el ARTICULO 2286 ha dispuesto “las herencias futuras no pueden ser aceptadas ni renunciadas”.
Es la facultad que tiene el sucesible de elegir entre la aceptación o la renuncia de una herencia determinada.
En realidad, al llamado a suceder se le presenta una tercera alternativa, ya que además de aceptar o
repudiar la herencia puede guardar silencio.
Todo heredero puede aceptar la herencia que le es deferida o renunciarla, pero no puede hacerlo
por una parte de la herencia ni sujetar su opción a modalidades. La aceptación parcial implica la del
todo; la aceptación bajo modalidades se tiene por no hecha.
Puede ocurrir que quien es llamado a la herencia: a) acepte, b) renuncie o c) no se pronuncie. Mientras no se
pronuncie, conserva el derecho de opción entre aceptar o renunciar. El plazo para ejercer tal opción está
establecido en el art. 2288, entonces pasados los 10 años caduca el derecho de aceptar la herencia. En el
Código de Vélez este plazo era de 20 años.
Fundamento.
El fundamento del derecho de opción está dado porque el llamado a suceder no se encuentra obligado a
recibir la herencia.
Plazo.
El derecho de aceptar la herencia caduca a los diez años de la apertura de la sucesión. El heredero que no
haya aceptado en ese plazo, se tiene por renunciante.
El derecho de aceptar la herencia caduca a los diez años de la apertura de la sucesión. El heredero
que no la haya aceptado en ese plazo es tenido por renunciante. El plazo para las personas llamadas
a suceder en defecto de un heredero preferente que acepta la herencia y luego es excluido de ésta,
corre a partir de la exclusión.
El derecho de opción es transmisible por causa de muerte. Ante el fallecimiento de una persona, si muere su
sucesible sin haberse expedido, los herederos de este tendrán el derecho de optar respecto de la primera
herencia.
Es decir, puede ocurrir que el heredero fallezca antes de haber ejercido la opción, es decir, antes de haber
aceptado o renunciado la herencia que le había sido deferida. En tal caso, el derecho de aceptar o renunciar
la herencia se transmite a sus sucesores, ya que tal derecho forma parte del conjunto de titularidades
transmisibles por causa de muerte.
Toda persona que goza del derecho de aceptar y repudiar una herencia, transmite a sus sucesores el
derecho de opción que les correspondía, lo cual deja asentado el principio de que la sucesión queda abierta
de derecho, y consiguientemente, deferida sin intervalo de tiempo desde la muerte misma del causante.
En el último parrado, se estable que si se renuncia a la herencia del causante, no se puede aceptar la
herencia que se le había transmitido al causante.
Si estos no se ponen de acuerdo en aceptar o renunciar la herencia deferida a su causante, los que la
aceptan adquieren la totalidad de los derechos y obligaciones que corresponden a este.
La renuncia de la herencia del causante fallecido sin aceptar ni renunciar una herencia a él deferida,
implica también la renuncia a esta.
Cuando se ha aceptado o cuando han transcurrido los diez años de la muerte sin haberse expedido se
considera que ha sido aceptante o renunciante desde la apertura de la sucesión.
El ejercicio del derecho de opción tiene efecto retroactivo al día de la apertura de la sucesión.
El código civil y comercial resuelve el tema estipulando que pasados 10 años desde la apertura de la sucesión
caduca el derecho de aceptar la herencia y se tiene al heredero como renunciante. Esta solución es unívoca y
es independiente de la aceptación que hayan efectuado o el silencio que hayan guardado otros coherederos.
Entonces, pasados los 10 años caduca el derecho de aceptar la herencia.
Puede haber interesados en conocer si el llamado a suceder va a aceptar o renunciar a la herencia y el plazo
es de diez años, por lo que no resulta atinado que deban esperar pacientemente el transcurso de ese lapso
para saber la situación en la que aquel quedará.
Sería un despropósito que por ejemplo, los acreedores del causante debieran verse obligados a esperar 10
años a que el titular de la vocación hereditaria optara entre aceptar o renunciar a la herencia para saber
contra quien dirigir su acción, por lo que el art. 2289 otorga a cualquier interesado la posibilidad de solicitar
judicialmente que el heredero sea intimado a aceptar o renunciar a la herencia.
ARTICULO 2289. Intimación a aceptar o renunciar.
Cualquier interesado puede solicitar judicialmente que el heredero sea intimado a aceptar o
renunciar la herencia en un plazo no menor de un mes ni mayor de tres meses, renovable una sola
vez por justa causa. Transcurrido el plazo sin haber respondido la intimación, se lo tiene por
aceptante. La intimación no puede ser hecha hasta pasados nueve días de la muerte del causante,
sin perjuicio de que los interesados soliciten las medidas necesarias para resguardar sus derechos. Si
el heredero ha sido instituido bajo condición suspensiva, la intimación sólo puede hacerse una vez
cumplida la condición.
Dentro de la expresión “cualquier interesado” deben considerarse incluidos los acreedores del causante
porque necesitan saber a quién reclamarle su crédito, también los legatarios porque tienen el derecho a
requerir al heredero que se cumpla con su legado, los coherederos porque su situación frente a la herencia
depende de la aceptación o renuncia de los otros llamados en igual grado y los acreedores del heredero
porque podrían subrogarse en su derecho cuando se trata de una herencia solvente.
Este interesado debe presentarse judicialmente para que se proceda a realizar la intimación. El plazo que
debe fijar el juez no debe ser menor de un mes ni mayor de tres meses. En caso de guardar silencio al
vencimiento del plazo, se lo tiene por aceptante porque tuvo la oportunidad expresa de renunciar y no lo
hizo.
Es el acto voluntario lícito por el cual una persona llamada a suceder asume de manera irrevocable los
derechos y obligaciones que corresponden a la calidad de heredero.
Se dice que es un acto voluntario porque tiene que haber sido ejecutado con discernimiento, intención y
libertad y del cual resulta la adquisición de un derecho.
La aceptación es irrevocable.
La asunción de los derechos y obligaciones que corresponden a la calidad de heredero debe ser total, ya que
esta situación es indivisible. No se admite que pueda ser aceptante respecto de unos bienes y renunciante
de los otros.
Es decir, la aceptación es el acto por el cual el titular de la vocación hereditaria exterioriza su voluntad de
adquirir la herencia. Tal aceptación puede ser: expresa, cuando el llamado declara positivamente esa
voluntad o asume directa o inequívocamente el carácter de heredero del causante; o tácita, cuando el
llamado realiza actos o ejecuta hechos a título de heredero. Ambas formas de aceptación son voluntarias y
se encuentran especificadas en el art. 2293. Hay una tercera forma regulada en el art. 2295 que, a diferencia
de las anteriores es forzosa y se impone como sanción al heredero que hubiere ocultado o sustraído bienes
pertenecientes a la sucesión.
Caracteres.
Es un acto jurídico unilateral: como tal es voluntario, salvo en la excepción del art. 2295. Se
perfecciona y produce sus efectos propios con la sola declaración de voluntad del titular de
la vocación, o bien con la ejecución de actos que implican aceptación tácita, sin requerir
consentimiento por parte de coherederos o de terceros.
Es indivisible: la aceptación no puede hacerse solo por una parte de la herencia, si se efectúa
solamente por una parte equivale a una aceptación íntegra.
Es irrevocable: Una vez que el heredero aceptó ya no puede renunciar. Así lo dispone el art.
2298, el cual establece: “El heredero puede renunciar a la herencia en tanto no haya
mediado acto de aceptación”.
Capacidad.
No hay norma específica que establezca la capacidad necesaria para aceptar una herencia.
Debe diferenciarse la capacidad para recibir una herencia (es suficiente existir al tiempo del fallecimiento) de
la capacidad para aceptarla (se tiene que encontrar en condiciones de ejercer por sí mismo ese derecho).
Quienes tienen la libre administración de sus bienes pueden aceptar la herencia. Como la aceptación es un
acto de disposición la capacidad requerida por la ley, es aquella necesaria para disponer. Se requieren
personas capaces de obrar.
Para que la aceptación efectuada por personas incapaces o con capacidad restringida sea válida, ellos deben
actuar a través de sus representantes y/o asistentes. El art. 2297 regula las particularidades que tienen la
aceptación de la herencia hechas por personas incapaces o con capacidad restringida.
ARTICULO 2297. Aceptación por una persona incapaz o con capacidad restringida.
La aceptación de la herencia por el representante legal de una persona incapaz nunca puede obligar
a éste al pago de las deudas de la sucesión más allá del valor de los bienes que le sean atribuidos.
Igual regla se aplica a la aceptación de la herencia por una persona con capacidad restringida,
aunque haya actuado con asistencia, o por su representante legal o convencional.
Especies de la aceptación.
En el código de Vélez la aceptación de la herencia podía ser simple o bajo beneficio de inventario. La reforma
se refiere solo a la aceptación sin efectuar diferenciaciones.
Formas de la aceptación.
La aceptación de la herencia puede ser expresa o tácita. Es expresa cuando el heredero toma la
calidad de tal en un acto otorgado por instrumento público o privado; es tácita si otorga un acto que
supone necesariamente su intención de aceptar y que no puede haber realizado sino en calidad de
heredero.
La manifestación por escrito en la que se asume la calidad de heredero implica la aceptación expresa de la
herencia.
La aceptación tácita se infiere de la naturaleza del acto llevado a cabo por el sucesible y se supedita a que
surja de ese acto la intención de aceptar y a que solo lo podía haber efectuado en la condición de heredero.
Se ha definido la aceptación de la herencia como un acto voluntario, pero al mismo tiempo se hizo la
salvedad de un caso en que la calidad de aceptante era impuesta como sanción.
Ello tiene lugar cuando se presentan las condiciones establecidas en el art. 2295.
d) el cobro de las rentas de los bienes de la herencia, si se emplean en los pagos a que
se refiere el inciso b) o se depositan en poder de un escribano;
En los tres últimos casos, el que ha percibido las rentas o el precio de las ventas queda sujeto a las
obligaciones y responsabilidad del administrador de bienes ajenos.
Es el acto expreso mediante el cual una persona llamada a suceder manifiesta su voluntad de no ser
heredera.
Es un acto unilateral porque se perfecciona con la sola voluntad del renunciante, sin que se requiera que la
renuncia sea aceptada.
Debe ser expresa porque contraria el llamamiento deferido por la ley o por la voluntad del causante, y por
ello, no es posible presumir la intención de renunciar.
Sin embargo puede inferirse que hay una renuncia tacita cuando el sucesible guarda silencio durante diez
años sobre la herencia que le ha sido deferida.
Como luego de la renuncia se considera que el renunciante nunca tuvo un llamamiento a la herencia, tiene
efectos retroactivos a la fecha de la apertura de la sucesión.
Caracteres.
Formal y solemne: El art. 2299 estipula la obligatoriedad de que se otorgue por escritura
pública o acta judicial incorporada al expediente judicial.
Indivisible: La renuncia no puede hacerse solo por una parte de la herencia, al igual que la
aceptación.
Pura y simple: la renuncia debe ser hecha sin modalidades, es decir, no puede sujetársela a
condición o plazos.
Capacidad.
La ley determina que la capacidad para renunciar es la misma que para aceptar la herencia, por lo tanto,
cuentan con capacidad para renunciar quienes pueden administrar libremente sus bienes.
Momento de la renuncia.
La renuncia debe ser efectuada a partir de la muerte del causante porque las herencias futuras no pueden
ser aceptadas ni renunciadas. Desde el fallecimiento, el sucesible puede expedirse sobre la herencia que le
ha sido deferida y podrá renunciar en forma expresa a la misma siempre que no hayan transcurrido 10 años
desde ese momento. De lo contrario, si ha guardado silencio, será tenido como renunciante.
Forma de la renuncia.
La renuncia a la herencia debe ser hecha en forma expresa, por lo que se requiere como forma ineludible de
la renuncia la escritura pública. Ahora bien, puede también ser realizada por acta judicial incorporada al
expediente judicial siempre que el sistema informático asegure la inalterabilidad del instrumento.
Retractación de la renuncia.
El heredero que renuncia a la herencia lo hace en forma irrevocable. Ahora bien, el artículo en cuestión
establece la excepción a esta irrevocabilidad de la renuncia ya que dispone que mientras la herencia no
hubiere sido aceptada por los coherederos, ni haya caducado su derecho de opción, ni se haya puesto al
estado en posesión de los bienes, puede aceparla el renunciante, es decir, él puede retractarse de la
renuncia. La renuncia puede ser dejada sin efecto por la sola voluntad del renunciante, quedando emplazado
como aceptante.
El fundamento radica en no permitir a quien ha renunciado reasumir un derecho del cual estaban investidos
los otros.
Efectos de la renuncia
El efecto principal es el enunciado por el art. 2301, el cual expresa que el heredero renunciante es
considerado como si nunca hubiese sido llamado a la herencia; es decir, la sucesión se deferirá como si el
renunciante no hubiese existido.
El heredero renunciante es considerado como si nunca hubiese sido llamado a la herencia, sin
perjuicio de la apertura del derecho de representación en los casos en que por este Código tiene
lugar.
Como consecuencia de este enunciado, el renunciante no tiene ningún derecho sobre los bienes hereditarios
que tenga su causa en la transmisión producida por el fallecimiento del causante, esto significa que si hay
coherederos del renunciante estos verán acrecida su porción hereditaria y si fueran llamados herederos de
un grado posterior, verán actualizado su derecho a la herencia.
Por otro lado, el heredero renunciante que ha recibido una donación del causante puede conservar la
donación recibida o el legado hecho, hasta el límite de la porción disponible (art. 2387).
Si el heredero renuncia a la herencia en perjuicio de sus acreedores, éstos pueden hacerse autorizar
judicialmente para aceptarla en su nombre. En tal caso, la aceptación sólo tiene lugar a favor de los
acreedores que la formulan y hasta la concurrencia del monto de sus créditos.
Punto 4. Cesión de la herencia. Concepto. Naturaleza jurídica y caracteres del contrato. Contenido. Forma.
Cesión total y parcial. Efectos. Intervención del cesionario en el juicio sucesorio.
El contrato de cesión de herencia puede ser definido como aquel por el cual el heredero, cedente, transmite
a un coheredero o a un tercero, cesionario, la universalidad jurídica, herencia o una cuota parte de ella, sin
consideración especial de los elementos singulares que la componen.
El art. 1614 define al contrato de cesión de derechos y establece que: “hay contrato de cesión cuando una
de las partes transfiere a la otra un derecho…”, por lo que se encuadra perfectamente la cesión de la
herencia como un caso particular de cesión de derechos.
La cesión de la herencia es un contrato bilateral, lo que implica un acuerdo de voluntades entre el cedente y
el cesionario.
El momento oportuno para hacer el contrato de cesión de la herencia comienza a partir de la muerte del
causante. Este contrato podrá otorgarse mientras los bienes hereditarios se encuentren indivisos, es decir
que luego de la partición ya no podrá celebrarse la cesión de la herencia.
Caracteres.
• Contrato consensual; porque resulta suficiente el acuerdo de voluntades sin que se requiera la tradición de
los bienes para su perfeccionamiento.
• Traslativo de derechos; porque los derechos sobre la herencia pasan del cedente al cesionario.
• Oneroso o gratuito, según que se perciba una contraprestación o se trate de una liberalidad.
• Aleatorio; porque no se hace un detalle de los bienes, derechos y obligaciones que se ceden y la
incertidumbre acerca de su contenido es el riesgo que se asume al contratar, tal como se explicita más
adelante.
Momento de celebración.
Es un contrato que puede celebrarse desde la apertura de la sucesión, producida por la muerte del causante
pero no antes, ya que las herencias futuras no pueden ser aceptadas ni renunciadas, y por lo tanto, tampoco
su contenido patrimonial puede ser objeto de un contrato (este concepto se encuentra reforzado en el art.
1010).
Asimismo, debe tenerse en cuenta que la celebración del contrato importa en sí mismo, un acto de
aceptación expresa de la herencia (art. 2294 inciso e).
La cesión puede tener lugar hasta la partición, por cuanto en ese momento se pone fin al estado de
indivisión hereditaria y a la adquisición universal, es decir, se adjudican los bienes individuales a los
herederos.
Forma.
El ARTÍCULO 1618 referido a la cesión de derechos exige en su inciso a) que se haga por escritura pública la
cesión de derechos hereditarios.
Corrobora lo expuesto el art. 2302 inciso b) que da por sentado que se debe hacer por escritura pública al
sostener que la cesión tiene efectos respecto de otros herederos, legatarios y acreedores del cedente, desde
que la escritura pública se incorpora al expediente sucesorio.
La escritura pública es exigida como una solemnidad relativa, ya que no se encuentra previsto que su
instrumentación en otro documento acarrea la nulidad de la cesión de la herencia. Por ese motivo, si la
cesión se hubiese realizado en un instrumento privado las partes quedarán obligadas a otorgar la escritura
pública (a causa de lo dispuesto en el art. 1018) y en caso de no hacerlo podrá ser otorgada por el juez en su
representación cuando las contraprestaciones estén cumplidas o sea asegurado su cumplimiento.
Contenido.
Este contenido patrimonial está formado por la herencia o por una parte indivisa de ella.
El cesionario debe recibir los bienes en el estado en que se encontraban al momento del fallecimiento,
puesto que las alteraciones que ellos puedan haber sufrido como consecuencia del accionar del heredero no
se incluyen dentro de la cesión.
Si se gravó un bien o se consumieron o enajenaron, se le debe integrar al cesionario el valor que estos bienes
tenían al momento del fallecimiento.
No quedan percibidos dentro de la cesión los frutos percibidos porque pertenecen al cedente.
a) lo acrecido con posterioridad en razón de una causa diversa de las expresadas, como
la renuncia o la exclusión de un coheredero;
c) los derechos sobre los sepulcros, los documentos privados del causante, distinciones
honoríficas, retratos y recuerdos de familia.
Se define que benefician al cesionario el incremento de la porción de la herencia cedida a causa del mayor
valor que puede resultar de la colación. Lo mismo sucede si se ha renunciado a un legado o este ha
caducado, de lo que resulta una participación con un contenido patrimonial superior al que se tuvo en
cuenta al efectuar la cesión.
Efectos.
Se ha distinguido el momento en que los efectos de la cesión de la herencia se producen entre las partes y
respecto de terceros.
La cesión del derecho a una herencia ya deferida o a una parte indivisa de ella tiene efectos:
Al tratarse de un contrato que se perfecciona con el acuerdo de voluntades el efecto inmediato entre las
partes es innegable.
El cedente debe entregar al cesionario los bienes hereditarios que se encuentran en su poder en la medida
del derecho cedido.
Si la cesión ha sido onerosa, el cedente responde por la evicción respecto de su calidad de heredero y de la
parte indivisa que le corresponde en la herencia (art. 2305).
Si la cesión ha sido gratuita, el cedente solo responde en los casos en que el donante es responsable.
Si la cesión es gratuita, el cedente sólo responde en los casos en que el donante es responsable. Su
responsabilidad se limita al daño causado de mala fe.
La cesión no produce efecto alguno sobre la extinción de las obligaciones causadas por confusión (art. 2306).
La cesión no produce efecto alguno sobre la extinción de las obligaciones causada por confusión.
El cesionario tiene el deber de entregar lo comprometido según las condiciones del contrato a menos que se
haya tratado de una cesión gratuita.
El cesionario es responsable por las deudas del causante y por las cargas de la herencia solo hasta el valor de
los bienes que corresponden a la parte indivisa cedida.
Cuando el heredero cedente ha abonado esas obligaciones, el cesionario debe reintegrarle lo pagado (art.
2307).
El cesionario debe reembolsar al cedente lo que éste pague por su parte en las deudas y cargas de la
sucesión hasta la concurrencia del valor de la porción de la herencia recibida.
Las cargas particulares del cedente y los tributos que gravan la transmisión hereditaria están a cargo
del cesionario si están impagos al tiempo de la cesión.
Como surge del inciso b del art. 2302 la cesión de la herencia produce efectos desde la presentación de la
escritura pública que la instrumenta en el juicio sucesorio.
Este hecho garantiza la suficiente publicidad para cualquier persona que pretenda realizar algún acto
referido a los bienes hereditarios, en particular con relación a los coherederos, a los legatarios y a los
acreedores del causante.
La nueva norma impone un sistema de publicidad que produce efectos frente a cualquier tercero interesado
en los bienes hereditarios y ello resultará cuando se presente en el expediente sucesorio la escritura pública
que instrumentó la cesión de la herencia.
El deudor debe abonar a los herederos y por ello, cuando uno de estos ha cedido su derecho a la parte
indivisa de la herencia, para que le sea oponible al deudor, tal cesión debe serle notificada.